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RESP.: LOG.

:
HISPANO BOLIVIANA No 17
A.:L.:G.:D.:G.:A.:D.:U.:
S.:F.:U.:
SIGNIFICADO DE LA INICIACIÓN

Quiero dedicar el presente trabajo a todos los queridos hermanos de nuestra Respetable Logia, pues su luz y
cariño nutrieron el contenido del presente trabajo.

INTRODUCCION
Confieso a todos vosotros que trato de generar una secuencia de acciones que formaron
parte del día de mi iniciación, pero no logro encadenar todos los eventos vividos. Esta se
encuentra dispersa en mi memoria con imágenes, sensaciones intensas, pensamientos y
sentimientos que viéndolos ahora casi un año después siguen motivando intensos
momentos de reflexión y retrospección.
Creo que la iniciación masónica no logra ser comprendida por la mayoría de los aprendices
al momento de su ejecución, pues sin duda se trata de una ceremonia compleja y de alto
significado simbólico, devela su verdadera importancia con el inexorable transcurrir del
tiempo.

El día de la iniciación somos privados del sentido de la vista por varios pasajes de la
ceremonia, somos introducidos a un claustro oscuro y ófrico donde se observan objetos
extraños y leyendas escritas en sus paredes. Luego se oye el eco cada vez más cercano de
los pasos de una persona que nos hace llenar un testamento y que también pide le
entreguemos nuestros metales. Nos mantenemos sentados por varios minutos observando
aquellas leyendas escritas en sus paredes luego de hacerse más notorio el silencio y de
percatar de que estamos solos en dicha habitación, uno va fijando su atención a los detalles
escondidos en la habitación.
Bajo esa habitación, en silencio y casi a obscuras se va deteniendo el tiempo para analizar
lo vivido, comparar y reflexionar, luego ingresamos a un templo donde se nos preguntan
temas de orden humano, realizamos viajes donde somos purificados, para finalmente
quitarnos el velo que llevamos en nuestros ojos para observar una logia, con un número
significativo de personas vestidos con mandiles y joyas para finalmente aceptarnos como
un igual entre ellos.
DESARROLLO

En términos conceptuales podemos referirnos a la iniciación como aquellas actividades


dirigidas a dar conocimientos a un individuo sobre un aspecto desconocido para este,
incorporándolo a un grupo determinado de personas mediante pruebas.

Pero, ¿qué cualidad esencial permite al ignorante ser capaz de conocer y más aún el de ser
aceptado?

Existe una puerta que conduce al individuo capaz de mirar con nuevos ojos, existe un
sendero que puede caminar hacia una nueva manera de ser o vivir y que implica para este
un nuevo estado moral, por ello la iniciación en masonería está compuesta por símbolos,
alegorías y ritos no de orden científico, filantrópico ni estético ya que esta se dirige al
corazón, a nuestros sentimientos de tolerancia, de paz, de concordia y amor fraternal.

En lo descrito radica el motivo por el cual dedico este trabajo a ustedes hermanos pues esa
luz irradiada por los hermanos mayores y el cariño y dedicación con el que comparten unas
horas a la semana, llamaron poderosamente mi atención. Ahora resulta vital para mí
caminar esta senda acompañado por hermanos mayores que observan silenciosos a sus
menores y que con paciencia y sabiduría nos guían en nuestros primeros pasos, alimentando
nuestra relación de hermanos de unos con otros, vigoriza nuestro ser como también
sosteniendo nuestra relación de hermanos.

H.P. Blavatsky comenta en Isis sin Velo, en relación a las iniciaciones: “El primer grado es
el de previa purificación, porque los Misterios no se comunican a cuantos desean
conocerlos, pues hay algunos a quienes se les niega la admisión. Los admitidos han de
purificarse mediante ciertas prácticas que preceden a la iniciación…”

Volviendo a la pregunta relativa a la cualidad esencial o cualidades esenciales que debe


tener el iniciado, estas se encuentran en el anhelo de conocer la verdad y principalmente
tener la capacidad de volver al inicio, comenzar de nuevo, comprender y aceptar que el
mundo vivido hasta antes de ingresar a la Orden era caótico, regido por pasiones que solo
retrasa nuestra unión final con la luz eterna del G:.A:.D:.U:.

Desaprender lo que hasta cierto momento creíamos como verídico, cambiar para
transformar una piedra bruta en una piedra tallada, mutar a un estado de conciencia superior
donde uno dirige sus actos y no lo rigen sus instintos. Permitir al yo interior transmutar al
oro o iluminación que nos permita conocer la verdad que libera.

“Todo iniciado debe convertirse en un Hércules que, al cumplir el ciclo de un año de


trabajo, con sacrificios del corazón y de la vida, merecerá la gloria de la apoteosis” dice
Eliphas Levi.
El aprendiz no adquiere cualidades de Francmasón solo por ser incorporado a la Orden, ni
el título en si le permite ostentar condición de conocimiento o supuesta superioridad sobre
los profanos. Solo las actitudes puras de corazón, plenas de amor nos permiten continuar
labrando la piedra bruta, situación que permitirá el crecimiento como persona,
contribuyendo a la construcción del templo personal.

Las escuelas herméticas mantienen una ceremonia con la cual se recibe al candidato,
conocida como Ceremonia de Iniciación. Para masonería, en ella se simboliza el interior del
hombre por medio del cuarto de reflexiones, donde cada uno de nosotros cerró sus sentidos
al mundo externo y logró encontrar un ámbito de reflexión, aislado en la oscuridad que
representa las sombras de la materia física que rodean al alma. Ese interior oscuro es el
estado de conciencia del profano que vive siempre fuera del Templo y en medio de las
sombras.

Desde el momento en que el iniciado comienza a dirigir la luz del pensamiento concentrado
hacia su mundo interior, la Iluminación comienza a invadir su Templo, poco a poco, y el
dominio de su mente equivale al aceite que alimenta esa lámpara encendida.

Se nos despoja de nuestros metales y de nuestras posesiones físicas y realizamos un


testamento, pues es innegable que nada nos llevamos de este mundo. Este momento fue
para mí de muy intensa reflexión pues hasta aquel día no comprendí a cabalidad el impacto
de mi partida final hacia el oriente eterno. ¿Qué dejamos entonces al mundo carnal que nos
tocó conocer? ¿El bien o mal realizado a nuestros semejantes?, ¿el amor a los nuestros?
Pues si nuestro cuerpo muere y la chispa divina se apaga, nuestro cuerpo cesa en sus
funciones biológicas y nuestro cargamento de vivencias, recuerdos, pensamientos, ilusiones
se desvanecen al ocaso.

Ya fuera de la cámara de reflexiones, con el sincero deseo de ingresar a la Orden, humildes


y conscientes de nuestros actos, pero aún esclavo e ignorante se nos introduce a otro
ambiente y luego de conversar, preguntar y aclararnos muchas situaciones y aspectos
importantes sobre masonería, se nos dice: “Vamos, al efecto, a someteros a varias pruebas
que son indispensables de salvar. Si durante ellas el valor os faltara, estaríais en libertad de
retiraros…. Observadlas juiciosamente para que saquéis provecho de ellas”.

Es así que se nos insta a realizar tres viajes simbólicos:

La prueba del subplano inferior o primer viaje dominado por nuestros sentimientos e
instintos y bajas pasiones que se reflejan en la infancia del hombre con toda su impotencia e
ignorancia, llena de momentos de aprendizaje, de yerros, de bullicio propio de una mente
nueva que busca conocerse y encontrarse y es por ello que en este primer viaje se realiza la
purificación por medio del aíre que representa a las fuerzas de la naturaleza y en la cual se
escuchan ruidos ensordecedores con un viaje donde se encontrarán innumerables
obstáculos.

El segundo viaje simboliza la juventud con todas sus pasiones y apegos a la materia, ese
ímpetu que al joven lo mantiene dispuesto siempre a vengar los agravios con la fuerza. En
el viaje se experimenta la ablución por medio del agua la cual nos refresca, revive y
purifica.

El tercer viaje representa la madurez, cuando el hombre mide sus acciones y sus palabras y
camina seguro hacia su objetivo. Este viaje simboliza el amor a nuestros semejantes,
representado por el fuego e impera el silencio absoluto en el ambiente.

Finalmente los juramentos de no revelar lo hecho en logia, luego retirar el velo que cubre
los ojos y finalmente su consagración como iniciado.

CONCLUSIONES

Antes de mi iniciación conocí a muchos masones y sin duda su cualidad de personas


integras, sinceras y felices, fue el motor que desarrolló en mi diferentes interrogantes en
torno a los masones. Ahora conozco a muchos más y sin duda el haber encontrado personas
con dicha cualidad refuerza mi esperanza de que los objetivos de reconducir
comportamientos, reducir y controlar nuestras pasiones, obrar con prudencia y reservar la
palabra para aquel momento preciso se logran con trabajo, con estudio y practicando la
tolerancia hacia los demás y sobre todo hacia uno mismo.

Desde el inicio de los tiempos, para la humanidad, las verdades inescrutables de nuestro
ser, nuestra relación con la divinidad, como también el cultivar esta relación y marcar
nuestro camino hacia la perfección fueron elección de muy pocos, pues la gran mayoría fue
alejándose poco a poco de la fuente inicial. Lo que en un determinado momento fue
evidente, fue pasando de generación en generación débilmente, para dar paso a leyendas,
mitos, historias casi perdidas en aquellas ruinas de piedra que aún se mantienen. Son pocos
los que guardan celosos las claves, los secretos y las palabras que develan los misterios y
son pocos los iniciados que pretenden conocer la verdad.

La iniciación nos permite acceder a información, conocer ritos y tener una gran familia de
hermanos que están pendientes de nuestra realización como personas de bien. Lograr
ingresar al mundo interno significa limpiar y depurar este íntimo templo. Es así que
morimos figurativamente cuando nos iniciamos, dejamos de existir y volvemos al origen
donde la oscuridad reinaba y de donde vamos naciendo a la luz de una concepción nueva,
pura y consiente de nuestro ser espiritual, de nuestro corazón iluminado por la chispa divina
que nos forja como hombres portadores de aquella palabra perdida y que tratamos de
reencontrar en cada tenida.

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