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Introducción

A nivel cognitivo, la imaginación del niño aumenta, es más creativo en su forma


de jugar, desarrolla el juego imaginativo, inventa personajes imaginarios e
historias de fantasía, comprende el significado simbólico de las ilustraciones. En
su memoria, los recuerdos de los últimos meses pueden haber comenzado. Puede
dibujar figuras y también comienza a contar con los dedos.

A nivel de lenguaje, mejora su vocabulario y gramática. Está preparado


cognitivamente para ir al jardín de infancia o y aprender cosas más complejas. A
esta edad, el llamado lenguaje egocéntrico se manifiesta: el niño habla por sí
mismo y no le importa si alguien lo escucha o no. Se habla a sí mismo, como si
estuviera pensando en voz alta. En este momento, el lenguaje se vincula más a la
acción, es decir, el niño actúa mientras está hablando, incluso cuando está solo,
para acompañar sus acciones.

A nivel de comportamiento, entra en la fase de la negación: se vuelve muy


rebelde y es común escucharlo responder a casi todo lo que se le dice con un "no".
Al mismo tiempo, se vuelve más altruista y sociable para obtener el
reconocimiento de los padres y evitar la desaprobación. Físicamente puede
comer e ir solo al baño.

Cognitivamente, el niño tiene la capacidad de clasificar los objetos según


diferentes criterios. Puede copiar un dibujo, por ejemplo, un círculo. Se las arregla
para cortar con tijeras y escribir las letras que reconoce. En el nivel del lenguaje,
usa oraciones largas con una gramática relativamente compleja.

Emocionalmente aún no ha desarrollado los sentimientos de orgullo y


vergüenza, es muy espontáneo en sus acciones, se siente libre, comienza a darse
cuenta de los peligros, por ejemplo, de los coches al caminar por la calle.

En este periodo pueden presentarse conflictos frecuentes con los hermanos o


hermanas por la pertenencia de las cosas. El juego fantástico puede reflejar
situaciones de la vida cotidiana o lo que ve en televisión. Con respecto al
desarrollo moral, la preocupación por romper las reglas llega al máximo,
teniendo una moralidad rígida.

Entre los 5 y 6 años, las áreas corticales asociadas con el lenguaje comienzan a
madurar. Cognitivamente, el niño tiene la capacidad de distinguir entre la
fantasía y la realidad. Desarrolla la meta-memoria que es el conjunto de
conocimientos que está alrededor de su memoria y las estrategias que se
implementan para memorizar.

El niño puede contar mentalmente. Su discurso es casi como el discurso de un


adulto y tiene un vocabulario de aproximadamente 2.600 palabras. También
puede comprender más de 20.000 palabras y comienza a decodificar las palabras
escritas. Emocionalmente es más tranquilo, disminuye su actitud negativa y
caprichosa. Puede expresar sus peticiones hablando. Ahora puede reconocer los
sentimientos de orgullo y vergüenza en los demás, pero todavía no en sí mismo.

Aunque aún depende del adulto, también compite con él, tratando de identificar
los errores respecto a las reglas establecidas por los adultos y el grupo, y se
molesta mucho por cualquier injusticia. Comienza a tener curiosidad sobre el
sexo y la reproducción, por ejemplo, haciendo preguntas sobre cómo nacen los
niños.

EVOLUCIÓN DE DOS A TRES AÑOS.

Manipulación

- Experimenta la diversidad de los objetos.


- Aprende relaciones espaciales como; fuera, dentro, cerca, lejos.
- Entiende que los objetos se pueden unir de diferentes maneras
(combinaciones)
- Averigua que los objetos pueden ser transformados.
- El niño no solo conoce el objeto, sino que opera en él transformándolo de
acuerdo con algunas sensaciones que provienen de su imaginazión (un
palo se convierte en un avión).

Imitación

- Reproduce las actividades de las personas cercanas a él.


- Comunica sus sentimientos adaptándose a los gestos que ve con más
frecuencia.
- Asume actitudes agradables hacia los padres.
- Compone oraciones completas apreciadas por los padres.
- El niño imita a las personas que están cerca de él. Se intercambia con ellos
para sentirse más seguro, se identifica con ellos.
Experimentacion fisica

- Se propone dificultades.
- Comprueba su fuerza.
- Siempre encuentra nuevas soluciones.
- Aumenta su autoestima.
- Experimenta sus fuerzas con respecto al ambiente. Quiere saber cuánto
puede dominar las situaciones.

JUEGOS SIMBOLICOS

Todo lo que el niño coge en su mano puede convertirse en un caballo, un avión,


un automóvil, dependiendo de lo que esté experimentando en ese momento.
Quiere hacer un viaje en avión, extender los brazos y comenzar a correr
emitiendo ruidos ensordecedores. A veces se convierte en piloto y, maniobrando
con un palo en su mano, sube o baja del avión, si, en cambio, el motor falla, se
convierte en una azafata que consuela a los pasajeros. En el juego simbólico, las
palabras tienen el mismo valor que las acciones y se influyen entre sí.

JUEGOS DE IMITACIÓN

El juego de la casa refleja el mundo de la familia con todos sus afectos. Es el lugar
donde el niño se siente seguro, protegido y reviviéndolo a través de sus
actividades, renueva las emociones de alegría y afecto.

El juego tiene una función comunicativa y social y permite superar la timidez o


el miedo, o descargar la necesidad de estar con los demás. Al niño le encanta
jugar con otros niños mientras conserva una visión todavía egocéntrica de la
relación, por lo que puede suceder que cada uno de ellos siga sus planteamientos
sin interferir con los demás. Las tensiones que surgen se ventilan de inmediato y,
con el tiempo, la adaptación a otros se convierte en realidad: el niño se da cuenta
de que se le acepta en el juego solo si también se adhiere a la voluntad de los
demás.

Estos juegos desarrollan:

- La memoria de las acciones vistas.


- Observación de nuevos detalles;
- Destreza fina;
- Comunicación verbal;
- La alegría de sentirse importante (como adultos);
- Adaptación al grupo.

JUEGOS DE FANTASIA

La memoria se convierte en un archivo desde el cuál tomar objetos, acciones,


sensaciones para componer nuevas actividades. Los objetos adquieren un valor
simbólico y sirven para evocar eventos vividos o para crear eventos fantásticos.
Muñecas, máquinas, robots, ropas viejas transportan al niño en mundos que se
parecen a lo real, pero donde él es el protagonista.

La elección es totalmente suya y, de este modo, puede identificarse con las


personas más queridas para él, pero también con los cuentos de hadas. Toda
magia es posible.

Con estos juegos el niño y la niña se vuelven capaces de hacer frente a los temores
que la realidad le pone, y superan positivamente el sentimiento de culpa que se
deriva del temor de haber roto algunas reglas sociales. El niño magnifica
situaciones y teme perder el afecto de los padres; la solución está en encontrar un
chivo expiatorio (la muñeca golpeada, porque es mala).

LAS EMOCIONES

La alegría del descubrimiento: el niño de tres, cuatro años sabe cómo reproducir
acciones o comportamientos a través de la imitación, experimenta todo
explotando las adquisiciones ya memorizadas. Su actitud es mejorar el
conocimiento y los comportamientos para obtener gratificaciones de las personas
que están cerca de él. La vivacidad del niño de esta edad es incontrolable, ya que
no tiene la capacidad de reflexionar: vive cada situación, absorbe
emocionalmente lo que se le propone, imita las acciones por el placer de sentirse
"grande" y elige las soluciones que le dan mayor satisfacción.

El niño se enfrenta a nuevas situaciones y son muchas en un solo día, las afronta
con el estado de ánimo que provoca sus recuerdos pasados. Si son hermosas, se
dejan arrastrar sin límites, pero si son feas, entran en un estado de tensión y
pesadilla. Si, por ejemplo, no quiere ir a la escuela, cuando se despierta comienza
a lloriquear para quedarse en casa. Piensa continuamente en el educador severo
o en los compañeros que quieren sus juguetes, sabe que tiene que comer lo que
no le gusta: es una pesadilla. El padre y la madre tratan de convencerlo,
diciéndole que todos lo quieren, que los compañeros lo están esperando, pero las
imágenes negativas permanecen y, para deshacerse de ellas, debe encontrar una
manera de convencer a su madre de que lo mantenga en casa.

Los miedos

Los temores son una toma de conciencia de los peligros en los que se puede
incurrir. El niño poco a poco adquierte la capacidad de aprender, modifica los
temores, Por lo tanto, están vinculados al desarrollo y sería saludable si no
existieran. De cuatro a seis años, los temores más comunes son los fantasmas, la
oscuridad, los seres imaginarios, los sueños, la muerte, los ladrones. Son parte
del mundo de la imagen, por lo que cualquier explicación racional no puede
cambiarlos.

Las imágenes de los libros o incluso más de la televisión le transmiten un mundo


de monstruos o gnomos, que asumen el mismo valor emocional de las personas
que lo rodean. Sabe que no se encontrará con ellos en su casa, porque los adultos
se lo repiten, pero que no existen es muy diferente y teme que en la noche hagan
su aparición.

Es la serenidad la actitud mas segura, unida a una gran paciencia las que pueden
ayudar lentamente al niño a superar el miedo. A los siete u ocho años, su mente
podrá comprender que los monstruos son un invento y, por lo tanto, no pueden
ser peligrosos. Si se viven con serenidad, los miedos también pueden ser un
estímulo para el aprendizaje.
EL ENFADO Y LA IRA

Desde los dos años y medio a los cuatro o cinco el niño está sujeto a muchos
momentos de “cólera”: golpea con los pies, se pone a gritar, llora
desesperadamente cuando se le niega alguna cosa.

Es un pasaje que muestra la maduración de la relación con los padres. Estos, de


hecho, “se permiten “advertirles de todo. Ellos son su seguridad y aceptan todas
sus peticiones, son omnipotentes. Los celos, alrededor de la edad de tres años,
están en su apogeo: no pueden aceptar ser descuidados por sus padres. Pero
también es el momento en que los padres o cuidadores comienzan a decir no a
ciertas afirmaciones. Ahora el niño muestra claramente lo que quiere y no
entiende por qué no debería comprar un juguete que lo atrae o por qué debería
quedarse quieto cuando está en la casa de los amigos. La oposición de los padres
se hace necesaria porque hay muchas reglas a las que debe adaptarse,
especialmente hoy en día con todos los peligros que existen y todos los estímulos
de los que se siente atraído.

Se necesitan muchas de estas experiencias, para que el niño entienda que los
padres lo limitan en ciertas cosas o no aceptan ciertos comportamientos, pero el
amor hacia él no cambia. A los cinco años, el niño entiende que ciertas cosas
pueden hacerlas y otras no, pero el amor de los padres es seguro, por lo que
comienza la fase de "chantaje".

LA EXPLOSIÓN DEL LENGUAJE

Hay niños que a los dos años asombran por la precisión con que usan ciertas
palabras y a los tres con su locuacidad, otros, en cambio a los cuatro años, todavía
se comunican con señales y con pocas palabras expresan el significado de un
discurso.

A los cinco años se nota una notable recuperación también en los más retrasados.
Cada niño o niña nace con predisposiciones, algunos construyen como los otros
el mundo de la imagen, pero no consiguen expresarlo. Con frecuencia los padres
en estos casos recuerdan su propia experiencia personal y se ven, cuando tenían
la misma edad, con las mismas dificultades.

Más allá de las predisposiciones que no se pueden cambiar, el desarrollo del


lenguaje está muy influenciado por el entorno familiar, especialmente en la
riqueza de las palabras y en la propiedad expresiva.
- El diálogo verbal es el primer estímulo porque favorece la imitación, la
comprensión a través del tono de la voz y la expresión de la cara, es el
feedback para modificar las expresiones incorrectas. El niño de esta edad
ya posee las reglas gramaticales, pero aún comete errores, como por
ejemplo en el uso de verbos irregulares. La corrección se realiza por
imitación.
- La lectura de cuentos de hadas o historias fantásticas fascina porque a
través de la representación el niño vive intensamente cuando se lo
cuentan: la realidad y la fantasía se mezclan en su mente. Los cuentos de
hadas tienen una estructura muy simple y adaptada a las situaciones que
experimenta el niño, ya que el protagonista en el que se identifica siempre
encuentra muchas dificultades y temores, como lo hace en su día, debido
al antagonista que lo pone a prueba. Al final, sin embargo, la intervención
de un personaje mágico le otorga victoria y serenidad. Al final de la
historia, el niño se redime de las ansiedades cotidianas y se duerme con
dulzura. Los crueles personajes de los cuentos de hadas no se ven como
los interpreta el adulto, solo representan emociones fuertes que el niño
necesita: es importante que el bien triunfe sobre el mal.
- Los juegos de fantasía son un ejercicio importante para la riqueza de las
palabras. El niño siempre necesita acompañar sus acciones con palabras,
de modo que cuando inventa nuevas situaciones tiene que encontrar las
palabras adecuadas y, a veces, vemos transformaciones de palabras que
nos sorprenden. Los estudios hablan del aumento de un tercio de las
palabras en niños que juegan mucho con la fantasía respecto de otros que
utilizan menos la fantasia en sus juegos.

Este es el periodo en el que el niño puede incurririr en un cierto tartamudeo que


puede durar meses o años (no debe confundirse con el verdadero tartamudeo
que tiene otro origen). La causa es la tensión de querer comunicar demasiadas
cosas, sin darse tiempo para organizar los sonidos, por lo que se bloquea el
mecanismo. Normalmente son niños muy sensibles.

LA TEORÍA DE LOS ESTADOS DE PIAGET (ETAPA CORRESPONDIENTE)

Estadio preoperatorio (de 2 a 7 años): Mientras que en el primer periodo la


inteligencia tiene un carácter sensorial y motor, o sea, que se manifiesta con
acciones y está unida a los datos perceptivos del momento, en este periodo el
desarrollo intelectual es impulsado por la capacidad del sujeto de alejarse de la
apariencia de los fenómenos. Hasta ahora, la acción era puramente concreta y
momentánea, en este periodo la acción viene interiorizada y el niño conserva de
ella una huella en la mente. Adquiere de hecho, la capacidad de representación,
es decir, de reproducir mentalmente un objeto o un suceso con las mismas
características espacio-temporales con las cuales ha sido percibido la primera vez.
Sin embargo, excepto por la conquista de las representaciones, la descripción que
hace Piaget desde este estadio, se centra más sobre los aspectos negativos de los
pensamientos del niño que de los positivos. El pensamiento pre-operatorio es de
hecho: uniforme, consigue elaborar sólo una representación mental cada vez;
rígido, no permite imaginar transformaciones y ver las cosas desde puntos de
vista diversos; pre-lógico, es un pensamiento ingenuo y poco abstracto en los
razonamientos. El pensamiento del niño en este estadio alcanza de nuevo el nivel
de las operaciones mentales que implican la reversibilidad, o sea, la capacidad de
volver al punto de partida: por ejemplo, si sobre uno de los platos de una balanza
se pone un peso, el equilibrio entre los dos platos se puede recomponer o
quitando el peso (inversión) o poniendo un peso igual sobre el otro plato
(reciprocidad). Reversibilidad significa flexibilidad y, por lo tanto, en el estadio
pre-operativo el niño muestra una inteligencia rígida, incapaz de tener en cuenta
el punto de vista de los demás (egocentrismo), de separar las causas de los efectos
(finalismo) y de distinguir lo animado de lo inanimado (animismo).

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