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Entre los 5 y 6 años, las áreas corticales asociadas con el lenguaje comienzan a
madurar. Cognitivamente, el niño tiene la capacidad de distinguir entre la
fantasía y la realidad. Desarrolla la meta-memoria que es el conjunto de
conocimientos que está alrededor de su memoria y las estrategias que se
implementan para memorizar.
Aunque aún depende del adulto, también compite con él, tratando de identificar
los errores respecto a las reglas establecidas por los adultos y el grupo, y se
molesta mucho por cualquier injusticia. Comienza a tener curiosidad sobre el
sexo y la reproducción, por ejemplo, haciendo preguntas sobre cómo nacen los
niños.
Manipulación
Imitación
- Se propone dificultades.
- Comprueba su fuerza.
- Siempre encuentra nuevas soluciones.
- Aumenta su autoestima.
- Experimenta sus fuerzas con respecto al ambiente. Quiere saber cuánto
puede dominar las situaciones.
JUEGOS SIMBOLICOS
JUEGOS DE IMITACIÓN
El juego de la casa refleja el mundo de la familia con todos sus afectos. Es el lugar
donde el niño se siente seguro, protegido y reviviéndolo a través de sus
actividades, renueva las emociones de alegría y afecto.
JUEGOS DE FANTASIA
Con estos juegos el niño y la niña se vuelven capaces de hacer frente a los temores
que la realidad le pone, y superan positivamente el sentimiento de culpa que se
deriva del temor de haber roto algunas reglas sociales. El niño magnifica
situaciones y teme perder el afecto de los padres; la solución está en encontrar un
chivo expiatorio (la muñeca golpeada, porque es mala).
LAS EMOCIONES
La alegría del descubrimiento: el niño de tres, cuatro años sabe cómo reproducir
acciones o comportamientos a través de la imitación, experimenta todo
explotando las adquisiciones ya memorizadas. Su actitud es mejorar el
conocimiento y los comportamientos para obtener gratificaciones de las personas
que están cerca de él. La vivacidad del niño de esta edad es incontrolable, ya que
no tiene la capacidad de reflexionar: vive cada situación, absorbe
emocionalmente lo que se le propone, imita las acciones por el placer de sentirse
"grande" y elige las soluciones que le dan mayor satisfacción.
El niño se enfrenta a nuevas situaciones y son muchas en un solo día, las afronta
con el estado de ánimo que provoca sus recuerdos pasados. Si son hermosas, se
dejan arrastrar sin límites, pero si son feas, entran en un estado de tensión y
pesadilla. Si, por ejemplo, no quiere ir a la escuela, cuando se despierta comienza
a lloriquear para quedarse en casa. Piensa continuamente en el educador severo
o en los compañeros que quieren sus juguetes, sabe que tiene que comer lo que
no le gusta: es una pesadilla. El padre y la madre tratan de convencerlo,
diciéndole que todos lo quieren, que los compañeros lo están esperando, pero las
imágenes negativas permanecen y, para deshacerse de ellas, debe encontrar una
manera de convencer a su madre de que lo mantenga en casa.
Los miedos
Los temores son una toma de conciencia de los peligros en los que se puede
incurrir. El niño poco a poco adquierte la capacidad de aprender, modifica los
temores, Por lo tanto, están vinculados al desarrollo y sería saludable si no
existieran. De cuatro a seis años, los temores más comunes son los fantasmas, la
oscuridad, los seres imaginarios, los sueños, la muerte, los ladrones. Son parte
del mundo de la imagen, por lo que cualquier explicación racional no puede
cambiarlos.
Es la serenidad la actitud mas segura, unida a una gran paciencia las que pueden
ayudar lentamente al niño a superar el miedo. A los siete u ocho años, su mente
podrá comprender que los monstruos son un invento y, por lo tanto, no pueden
ser peligrosos. Si se viven con serenidad, los miedos también pueden ser un
estímulo para el aprendizaje.
EL ENFADO Y LA IRA
Desde los dos años y medio a los cuatro o cinco el niño está sujeto a muchos
momentos de “cólera”: golpea con los pies, se pone a gritar, llora
desesperadamente cuando se le niega alguna cosa.
Se necesitan muchas de estas experiencias, para que el niño entienda que los
padres lo limitan en ciertas cosas o no aceptan ciertos comportamientos, pero el
amor hacia él no cambia. A los cinco años, el niño entiende que ciertas cosas
pueden hacerlas y otras no, pero el amor de los padres es seguro, por lo que
comienza la fase de "chantaje".
Hay niños que a los dos años asombran por la precisión con que usan ciertas
palabras y a los tres con su locuacidad, otros, en cambio a los cuatro años, todavía
se comunican con señales y con pocas palabras expresan el significado de un
discurso.
A los cinco años se nota una notable recuperación también en los más retrasados.
Cada niño o niña nace con predisposiciones, algunos construyen como los otros
el mundo de la imagen, pero no consiguen expresarlo. Con frecuencia los padres
en estos casos recuerdan su propia experiencia personal y se ven, cuando tenían
la misma edad, con las mismas dificultades.