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Universidad Nacional Autónoma de México

Facultad De Derecho
Teoría de la Constitución- Dr. Raúl Contreras Bustamante
Osornio Ortiz Nadia 2101
Introducción: ¿Qué tendría que decirle un ministro de la Suprema Corte de
Estados Unidos a la comunidad jurídica o al público no especializado mexicano?
Creo que esa interrogante —además de responderse en un diálogo entre el autor
y el lector en el que se van reconociendo las coincidencias y pertinencias de los
análisis propuestos en el ámbito del interés y la pasión individuales— se resuelve
a partir de una consideración fundamental: los diseños institucionales de los
regímenes constitucionales de derecho no difieren sustantivamente los unos de
los otros. Esencialmente, la democracia constitucional descansa en tres pilares
fundamentales.
Una división operativa y funcional de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial,
cuya relación se establece en un complejo entramado de atribuciones específicas;
deferencias a los mandatos y experticia distintivas, y una concepción
independiente que permite que unos actúen como contrapesos de los otros. En
segundo lugar, en el respeto, la protección y la garantía de los derechos humanos
de las personas sujetas a la jurisdicción de determinado Estado. En tercer lugar,
en una Constitución que distribuye esas competencias y que enumera esos
derechos, y cuya vigencia es defendida a capa y espada por un tribunal
constitucional que la concibe como una norma jurídica y no como un pacto político.
La Constitución mexicana tiene más de 100 años de vigencia. Fue aprobada en
1917, después de un movimiento revolucionario con un fuerte sentido social. Ese
sentimiento de reivindicación social se trasladó a este acuerdo fundacional de la
nación mexicana y supuso la incorporación de una serie de preocupaciones
sociales a su conjunto de valores éticos mínimos. En contraste con el
constitucionalismo estadunidense, en los inicios de nuestro constitucionalismo
revolucionario, los constituyentes originarios llegaron al consenso de que uno de
los principales propósitos del texto constitucional sería presentar un listado de
derechos sociales, reclamables al Estado, en materia laboral, agraria y educativa.
Estos derechos adquirieron la forma de prestaciones con cargo al erario y su
intención última era nivelar las condiciones de los grupos más desfavorecidos por
la industrialización del país.
1 La innovación de los derechos sociales en la Constitución de 1917 llevó a la Suprema Corte de
Justicia de la Nación a emitir en los primeros años de su vigencia (en la identificada Quinta Epoca)
una importante doctrina jurisprudencial que dotó de contenido jurídico a esos derechos; cabe
mencionar criterios en materia de derecho de huelga, derecho al trabajo, salario mínimo,
derechos laborales, derechos ejidales y agrarios, derecho a la educación, entre otros.

13 De Jam es Iredell a R ichard Spaight (26 de agosto de 1787), en Jam es Iredell, The Papers o f
James Iredell, Griffith J. McRee, 1858, pp. 172 y 175
Por ello, y de manera consecuente, se determinó consagrar en la Constitución
facultades de rectoría económica del Estado, llamadas a propiciar condiciones de
desarrollo nacional equitativas.
La Constitución estadunidense, por su parte, no prevé derechos sociales ni
tampoco contempla un papel de rectoría económica para el Estado. Es así mucho
más cercana a nuestra gran Constitución liberal: la de 1857.
La Constitución de 1917 reiteró en su núcleo las propiedades de la Constitución de
1857, diseñada y aprobada por la generación política más liberal e ilustrada de la
historia de México. Esa generación tomó como modelo de inspiración la
Constitución estadunidense, aprobada en 1787 en Filadelfia. La actual
Constitución mexicana conserva un listado de derechos civiles, muy similares a los
consagrados en las primeras 10 enmiendas de la Constitución estadunidense;
además prevé una clara separación entre la Iglesia y el Estado, un m odelo de
división de poderes, un sistema presidencialista, un sistema federal, con un
gobierno federal de poderes limitados, un poder legislativo bicameral y estados
con poderes residuales, respecto de los de la federación, unidos en un pacto
federal.
En México, esta “confianza del pueblo” en la Suprema Corte ha recorrido un
camino distinto. La consolidación de nuestro tribunal constitucional, encargado de
proteger los derechos de las personas y velar por el modelo democrático, supuso
un desenvolvimiento propio. Para empezar, nuestra Constitución vigente apenas
cumple su primer siglo. Aunque nuestro texto es pionero en Latinoamérica en
regular un medio de control constitucional, como es el juicio de amparo, lo cierto
es que la consolidación de la justicia constitucional para la resolución de cualquier
problema constitucional y no sólo los relacionados con la defensa de las personas
frente a los actos de autoridad con consecuencias precisas y acotadas al conflicto
concreto se ha logrado de manera incremental a lo largo de la historia.
No puede concluirse que el proceso de consolidación de esa práctica institucional
se desenvuelve en momentos y con estrategias idénticas en ambos países.
Estados Unidos tiene un modelo constitucional con más de 200 años de
operación, en el cual las facultades y atribuciones de los jueces para controlar la
constitucionalidad de las leyes se han aceptado desde la resolución de la
sentencia de la Suprema Corte en el caso Marbury v. Madison en 1803,
presentado y discutido en este libro. En ese caso seminal, la Suprema Corte de
los Estados Unidos resolvió que una ley que le otorgaba competencias mayores a
1 La innovación de los derechos sociales en la Constitución de 1917 llevó a la Suprema Corte de
Justicia de la Nación a emitir en los primeros años de su vigencia (en la identificada Quinta Epoca)
una importante doctrina jurisprudencial que dotó de contenido jurídico a esos derechos; cabe
mencionar criterios en materia de derecho de huelga, derecho al trabajo, salario mínimo,
derechos laborales, derechos ejidales y agrarios, derecho a la educación, entre otros.

13 De Jam es Iredell a R ichard Spaight (26 de agosto de 1787), en Jam es Iredell, The Papers o f
James Iredell, Griffith J. McRee, 1858, pp. 172 y 175
las que le reservaba explícitamente la Constitución era inconstitucional y no debía
aplicarse.

En los Estados Unidos como en el resto del mundo los individuos y las
comunidades enfrentaban estas diferencias en las calles y con violencia, y no en
un tribunal ni al am paro de la ley. Como estadunidenses, agradecemos la
tradición y las instituciones que nos han permitido encontrar mejores opciones. Y
no sólo esperamos, sino también creemos, que en el futuro continuaremos
resolviendo estas disputas en el m arco de la ley, de la misma forma en que
estamos seguros de que continuaremos celebrando elecciones para presidente o
para el Congreso. Estas convicciones y certezas demuestran la fortaleza de
nuestra Constitución y de las instituciones que ésta ha creado.
Las palabras en papel, sin importar qué tan sabias sean, no bastan para preservar
una nación. Así lo sostuvo Benjamín Franklin cuando, en 1787, dijo a una mujer de
Filadelfia que lo cuestionó: la Convención Constitucional creó "una república,
señora, si usted puede mantenerla”. La separación de poderes que propone la
Constitución el Congreso, el Ejecutivo En lo sucesivo se acogerá el lenguaje del
ministro Breyer, entendiendo que cuando se usa el posesivo para designar un
país, leyes, instituciones, cortes, etc., se refiere a los Estados Unidos de América.
Cuando sea diferente, esta traducción lo aclarará. Y la Judicatura tiene la intención
de crear una forma de gobierno que garantice que la democracia y la libertad no
sean promesas vacías. Pero ¿qué permitiría a la Constitución funcionar no sólo
teóricamente, sino también en la práctica? ¿Cómo podría la nación asegurarse de
que los límites de la Constitución sean respetados, que nuestros ciudadanos
disfruten de las importantes protecciones que incorpora, que nuestro sistema legal
resuelva las disputas de forma justa e imparcial, y que nuestros tribunales
impartan justicia?
A los ojos del constituyente, la Corte ayudaría a mantener la democracia factible y
operativa que la Constitución quiso crear. Ya he escrito anteriormente sobre la
relación entre la Corte y la democracia, y he explicado cómo el concepto
constitucional de democracia afecta definitivamente la interpretación del texto
constitucional por parte de la Judicatura, y cómo el objetivo democrático de la
Constitución supone un público que participa activamente en la vida política de la
nación. El presente libro se enfoca, entonces, en las formas en que la Suprema
Corte puede preservar un sistema constitucional de gobierno que resulte viable;
1 La innovación de los derechos sociales en la Constitución de 1917 llevó a la Suprema Corte de
Justicia de la Nación a emitir en los primeros años de su vigencia (en la identificada Quinta Epoca)
una importante doctrina jurisprudencial que dotó de contenido jurídico a esos derechos; cabe
mencionar criterios en materia de derecho de huelga, derecho al trabajo, salario mínimo,
derechos laborales, derechos ejidales y agrarios, derecho a la educación, entre otros.

13 De Jam es Iredell a R ichard Spaight (26 de agosto de 1787), en Jam es Iredell, The Papers o f
James Iredell, Griffith J. McRee, 1858, pp. 172 y 175
discute sobre cómo la gente y la Corte pueden hacer que la Constitución
realmente funcione, y muestra por qué la Constitución exige, necesariamente, que
cualquier ciudadano conozca algo sobre la historia de nuestra nación y entienda
las características y atribuciones de nuestro gobierno.
La Suprema Corte puede declarar inconstitucionales las leyes que, de acuerdo
con su interpretación, contradigan los principios de la Constitución. ¿De dónde
proviene esta facultad? La Constitución no la contiene explícitamente.
Aunque la Suprema Corte canadiense cuenta con las atribuciones necesarias para
calificar una ley como contraria a su Constitución, no tiene forzosamente la última
palabra al respecto. El Poder Legislativo canadiense puede, en algunos casos,
revertir la decisión de la Corte y preservar la vigencia de la ley tildada como
inconstitucional, sin modificar para ello la Constitución.
Muchos analistas, personas expertas, académicas y ciudadanía en general
califican la facultad de control constitucional de la Suprema Corte de los Estados
Unidos como algo fuera de lugar en una democracia. ¿Por qué debería un
régimen democrático, fundamentado en la representación y la rendición de
cuentas, ceder la última palabra en decisiones tan significativas para un país a una
Judicatura que no ha sido votada y que parecería ajena o refractaria al impacto
directo de la opinión pública?
Nuestro sistema democrático de gobierno no se basa exclusivamente en la
voluntad de las mayorías; es, más bien, una democracia de mayorías con límites
impuestos por el propio diseño constitucional y por los derechos que la misma
Constitución asegura a los individuos y las minorías contra los deseos de la
mayoría. Igualmente, casi todos reconocemos que un gobierno democrático de
hecho, cualquier gobierno requiere estabilidad, la cual no se conseguirá con un
sistema jurídico que se modifica cotidianamente de acuerdo con los vaivenes de la
opinión pública. En tercer lugar, un gobierno moderno descansa en la posibilidad
de delegar la toma de decisiones. La mayoría de nosotros sabemos que toda
democracia real contempla una serie de instituciones y procesos que no son
puramente democráticos.
La gente entiende que a veces la facultad para interpretar la Constitución no
difiere en mucho de la facultad para interpretar una ley. Además, el rezago, la
brevedad de los periodos legislativos, el desinterés de las personas, así como la
reticencia del público a la idea de revertir o modificar una sentencia judicial causan

1 La innovación de los derechos sociales en la Constitución de 1917 llevó a la Suprema Corte de


Justicia de la Nación a emitir en los primeros años de su vigencia (en la identificada Quinta Epoca)
una importante doctrina jurisprudencial que dotó de contenido jurídico a esos derechos; cabe
mencionar criterios en materia de derecho de huelga, derecho al trabajo, salario mínimo,
derechos laborales, derechos ejidales y agrarios, derecho a la educación, entre otros.

13 De Jam es Iredell a R ichard Spaight (26 de agosto de 1787), en Jam es Iredell, The Papers o f
James Iredell, Griffith J. McRee, 1858, pp. 172 y 175
que el Poder Legislativo no siempre sea capaz de invalidar una decisión judicial,
aunque cuente con las facultades para hacerlo.
Esta reticencia legislativa, unida a lo impopular que resultaría invalidar una
decisión que se propone la protección de derechos humanos, ha provocado, el
Parlamento canadiense haya invalidado muy pocas veces si no es que ninguna las
decisiones constitucionales de su Corte, pese a tener la facultad legal.
A través del control constitucional, la Corte ha propiciado cambios trascendentales
y permanentes. El control constitucional ejercido por la Corte ha puesto límites
importantes a las acciones de otros poderes del Estado, delineado el debate
público y definido la vida cotidiana de la ciudadanía estadunidense. Por eso, sigue
siendo necesario preguntarse por qué el Poder Judicial tiene o debería tener esta
facultad, que llega a ser más poderosa que la facultad de interpretar la ley.
Muchos constituyentes federalistas e, incluso, algunos republicanos esperaban
que, al menos de vez en cuando, una Corte no emanada del escrutinio
democrático dejara sin efecto leyes que, en opinión de ese tribunal, resultaran
contrarias a la Constitución. James Madison, por ejemplo, señaló que la Carta de
Derechos Individuales protegería a las personas de los abusos de las mayorías.
De inmediato añadió: "Tribunales de justicia independientes se considerarán los
guardianes de esos derechos; constituirán un dique infranqueable frente a
cualquier exceso de poder del Legislativo o del Ejecutivo; estarán obligados a
resistir cualquier abuso sobre los derechos explícitamente consagrados en la
Constitución por la declaración de derechos”.
En sus documentos de The Federalist, Alexander Hamilton coincide con esta
afirmación. En esta serie de artículos periodísticos en los cuales él, James
Madison y John Jay defendían la adopción de una constitución, Hamilton expresó
que los límites de la Constitución: “sólo podrán mantenerse, en la práctica,
mediante la actuación de tribunales, cuyo deber sea invalidar cualquier acto
contrario al tenor manifiesto de la Constitución [De lo contrario], todas las
reservaciones de derechos o prerrogativas particulares de las personas perderán
relevancia”
El Congreso Constituyente y el proceso de ratificación de la Constitución
adoptaron este mismo lenguaje. Entre los que apoyaron la facultad del control
judicial estuvieron Elbridge Gerry de Massachusetts: "[El Poder Judicial posee]
facultades para decidir sobre el apego a la Constitución [de una ley]”; Rufus King,
otro delegado de Massachusetts: “[El poder judicial no requiere poder de veto, ya
1 La innovación de los derechos sociales en la Constitución de 1917 llevó a la Suprema Corte de
Justicia de la Nación a emitir en los primeros años de su vigencia (en la identificada Quinta Epoca)
una importante doctrina jurisprudencial que dotó de contenido jurídico a esos derechos; cabe
mencionar criterios en materia de derecho de huelga, derecho al trabajo, salario mínimo,
derechos laborales, derechos ejidales y agrarios, derecho a la educación, entre otros.

13 De Jam es Iredell a R ichard Spaight (26 de agosto de 1787), en Jam es Iredell, The Papers o f
James Iredell, Griffith J. McRee, 1858, pp. 172 y 175
que] sin duda alguna, detendrán la aplicación de cualquier ley que parezca
‘repugnante’ a la Constitución”; y James Wilson, en uso de la palabra en la
Convención de Ratificación (de la Constitución) en Pensilvania, menciona que
“[cuando la Judicatura] considere los principios [de una ley] contrarios a la
jerarquía suprema de la Constitución, será su deber decretar su nulidad”.
¿De qué forma explicaron los constituyentes estadunidenses su postura frente al
control constitucional? Hamilton, en los números 78 y 81 de The Federalist,
sostuvo que la Constitución prevalece sobre cualquier ley ordinaria. En su opinión,
la Constitución es el documento fundamental de la nación, representa la voluntad
popular y es la fuente de las facultades del órgano del cual emanarán las leyes.
Hamilton, entonces, dedujo que los conflictos entre las leyes y la Constitución no
podrían resolverse simplemente dejando la decisión a la voluntad popular. En
efecto, si bien parte de la ciudadanía podría reconocer que una ley que violara la
Constitución debería invalidarse después de todo, aquellos beneficiados hoy por
una ley inconstitucional podrían resultar perjudicados mañana, lo cierto es que otra
parte bien podría colocar sus intereses personales inmediatos por encima de los
principios de la Constitución. La inestabilidad social de la década de 1780 en
especial la Rebelión de Shay. Hamilton se opuso a que las facultades de último
intérprete de la Constitución fueran concedidas al Ejecutivo. En su opinión, esto le
conferiría demasiado poder. Después de todo, “el Ejecutivo no sólo dispensa los
honores, sino que sostiene la espada de la comunidad”.
Sólo quedaba el Poder Judicial. La “interpretación de las leyes”, señaló Hamilton,
“es el ámbito propio y natural de los tribunales”. La Judicatura posee un mayor
dominio en esa materia: frecuentemente reconcilian leyes en apariencia
contradictorias, estudian los precedentes y “tienen pericia en las leyes”. Los
legisladores, por el contrario, “rara vez [...] resultan electos en razón de las
cualificaciones que facultan a los hombres para la posición de jueces”.
Efectivamente, "no habrá libertad” a menos que la "facultad para juzgar” sea
“separada de las facultades ejecutivas y legislativas”.
Conceder al Poder Judicial la facultad para resolver los conflictos entre las leyes y
la Constitución no constituiría una amenaza para las personas, pues en tanto el
Poder Judicial carece de los poderes de recaudación y administración de los
recursos (“la bolsa”) y el poder coactivo ("la espada”), termina siendo el más débil
de los poderes del Estado. Hamilton menciona que la “naturaleza” del Poder
Judicial, la manera en que se ejerce, la debilidad comparativa de los jueces y la
1 La innovación de los derechos sociales en la Constitución de 1917 llevó a la Suprema Corte de
Justicia de la Nación a emitir en los primeros años de su vigencia (en la identificada Quinta Epoca)
una importante doctrina jurisprudencial que dotó de contenido jurídico a esos derechos; cabe
mencionar criterios en materia de derecho de huelga, derecho al trabajo, salario mínimo,
derechos laborales, derechos ejidales y agrarios, derecho a la educación, entre otros.

13 De Jam es Iredell a R ichard Spaight (26 de agosto de 1787), en Jam es Iredell, The Papers o f
James Iredell, Griffith J. McRee, 1858, pp. 172 y 175
incapacidad de éstos para “apoyar” cualquier “usurpación [...] violenta” reducen a
un mero “espejismo” “el supuesto riesgo de que la Judicatura invada las
competencias del Poder Legislativo.

James Iredell, profundiza los argumentos de Hamilton al incluirlos en un voto


concurrente emitido en el caso Calder v. Bull en 1798. En ese voto, Iredell
argumenta la necesidad de una institución con competencia para invalidar las
leyes inconstitucionales; de lo contrario, la legislatura podría simplemente ignorar
la Constitución.
Entonces, que entre la Corte y la legislatura debe optarse por la primera para
confiarle la última palabra. Dado que la libertad individual es “un asunto de la
mayor importancia”, si no hay “control sobre las pasiones de las mayorías, [la
libertad individual] está en grave riesgo. Teniendo en sus manos el poder, las
mayorías se ocuparían de sí mismas; pero ¿qué ocurriría con las minorías, si el
poder del otro es ilimitado?
¿qué pasa si la Corte abusa, en efecto, de su poder?, o ¿qué pasa si la Corte
simplemente se equivoca? Por ejemplo, en el caso Dred Scott (véase el capítulo
iv), la Corte sin duda se equivocó. En otro caso, Franklin Roosevelt creyó que la
Corte se extralimitó en sus facultades cuando invalidó varias de las leyes del
“Nuevo Pacto” (“New Deal”) que él consideraba fundamentales para la
recuperación del país después de la Gran Depresión. En general, muchas
personas creen, simplemente, que algunas de las decisiones de la Corte son
desacertadas.
Los electores podrán elegir a un presidente y a senadores que nombrarán y
confirmarán jueces con entendimientos medularmente distintos de aquellos con
los que no están de acuerdo. Por ejemplo, el presidente Roosevelt presentó
diversas iniciativas ante el Congreso, tendientes a obviar la decisión de la Corte;
una batalla que perdió. Sin embargo, terminó ganando, pues permaneció en la
presidencia el tiempo suficiente para designar a ocho de los nueve ministros de la
Corte. Si bien los jueces tienen cargos vitalicios con el propósito de resistir los
embates de la opinión pública, es claro que no son ajenos a la forma en que son
percibidos por la sociedad. La crítica a los jueces y a sus decisiones se remonta a
nuestro origen como nación, y es algo sano en una democracia.

1 La innovación de los derechos sociales en la Constitución de 1917 llevó a la Suprema Corte de


Justicia de la Nación a emitir en los primeros años de su vigencia (en la identificada Quinta Epoca)
una importante doctrina jurisprudencial que dotó de contenido jurídico a esos derechos; cabe
mencionar criterios en materia de derecho de huelga, derecho al trabajo, salario mínimo,
derechos laborales, derechos ejidales y agrarios, derecho a la educación, entre otros.

13 De Jam es Iredell a R ichard Spaight (26 de agosto de 1787), en Jam es Iredell, The Papers o f
James Iredell, Griffith J. McRee, 1858, pp. 172 y 175
Los jueces leen los periódicos, leen las críticas especializadas de sus decisiones y
leen los alegatos de quienes quieren convencerlos de decidir en un sentido o en
otro.
A lo largo de los últimos 200 años los estadunidenses hemos aprehendido la idea
de que si queremos que las leyes nos protejan debemos obedecerlas, aunque no
estemos de acuerdo con ellas. Y hoy muchos, si no la mayoría, coincidimos con
Hamilton cuando afirma que es mejor que la facultad del control judicial
corresponda a un Poder Judicial independiente, y no al Poder Legislativo ni al
Ejecutivo.
El argumento a favor del control constitucional a cargo de la Judicatura, tal como
fue expuesto por Hamilton e Iredell, se reduce a la necesidad de que exista una
facultad de control sobre las leyes, sobre todo para proteger a las minorías que no
cuentan con representación política suficiente. En tanto este control constituye una
labor jurídica, los jueces están aceptablemente calificados para asumirla, y el
ejercicio de este control resulta más seguro y más efectivo si queda a cargo del
Poder Judicial. Esta perspectiva fue ampliamente compartida por los
constituyentes; sin embargo, aún quedan preguntas por responder.
Ahora bien, ¿qué pasa si la Corte abusa, en efecto, de su poder?, o ¿qué pasa si
la Corte simplemente se equivoca? Por ejemplo, en el caso Dred Scott (véase el
capítulo iv), la Corte sin duda se equivocó. En otro caso, Franklin Roosevelt creyó
que la Corte se extralimitó en sus facultades cuando invalidó varias de las leyes
del “Nuevo Pacto” (“New Deal”) que él consideraba fundamentales para la
recuperación del país después de la Gran Depresión. En general, muchas
personas creen, simplemente, que algunas de las decisiones de la Corte son
desacertadas. Cuando la Corte camina por un rumbo equivocado por un periodo
prolongado, como ocurrió con la Corte que precedió a la adopción del “Nuevo
Pacto”, durante los primeros años del siglo xx, el pueblo puede percatarse y
reaccionar.
Esta reacción puede expresarse con la promulgación de leyes que contradigan
sus decisiones, cuando la Corte haya interpretado incorrectamente la ley vigente.
O bien, los electores podrán elegir a un presidente y a senadores que nombrarán y
confirmarán jueces con entendimientos medularmente distintos de aquellos con
los que no están de acuerdo. Por ejemplo, el presidente Roosevelt presentó
diversas iniciativas ante el Congreso, tendientes a obviar la decisión de la Corte;
una batalla que perdió. Sin embargo, terminó ganando, pues permaneció en la
1 La innovación de los derechos sociales en la Constitución de 1917 llevó a la Suprema Corte de
Justicia de la Nación a emitir en los primeros años de su vigencia (en la identificada Quinta Epoca)
una importante doctrina jurisprudencial que dotó de contenido jurídico a esos derechos; cabe
mencionar criterios en materia de derecho de huelga, derecho al trabajo, salario mínimo,
derechos laborales, derechos ejidales y agrarios, derecho a la educación, entre otros.

13 De Jam es Iredell a R ichard Spaight (26 de agosto de 1787), en Jam es Iredell, The Papers o f
James Iredell, Griffith J. McRee, 1858, pp. 172 y 175
presidencia el tiempo suficiente para designar a ocho de los nueve ministros de la
Corte.

¿Qué significa exactamente el control constitucional? El término se refiere


generalmente a las facultades que tiene la Suprema Corte, en un caso particular,
para dejar sin efecto cualquier ley por considerarla inconstitucional. Pero ¿esto
significa que el Congreso y el Ejecutivo deben estar de acuerdo con la Corte en
asuntos posteriores con características similares? ¿Tienen otras instituciones de
gobierno una obligación propia para determinar si una ley vigente es consistente
con la Constitución? ¿Pueden estas instituciones ignorar una decisión de la
Suprema Corte que diga lo contrario? Estas preguntas permanecieron sin
respuesta hasta mediados del siglo xx.
los argumentos a favor del control constitucional de las leyes no responden la
pregunta medular de por qué las personas deberían aceptar y acatar como
legítimas las decisiones del organismo inofensivo, técnico y comparativamente
impotente descrito por Iredell y Hamilton. De hecho, cuando las pasiones políticas
se intensifican, muy pocas personas aceptan las decisiones de un árbitro
meramente técnico como válidas, y cuando los ánimos Suben de tono, es difícil
calmarlos para un técnico carente de poder pecuniario o de ejecución. ¿Por qué,
entonces, las personas no ignoran simplemente una decisión constitucional que la
mayoría considera no sólo trascendente sino errada? Y si en efecto la ignorasen,
¿no significaría esto que el objetivo del argumento de Hamilton ha sido
rechazado? Ninguno de los constituyentes responde esta interrogante. Sin
embargo, es una pregunta que a lo largo de la historia de nuestro país ha exigido
una respuesta.

1 La innovación de los derechos sociales en la Constitución de 1917 llevó a la Suprema Corte de


Justicia de la Nación a emitir en los primeros años de su vigencia (en la identificada Quinta Epoca)
una importante doctrina jurisprudencial que dotó de contenido jurídico a esos derechos; cabe
mencionar criterios en materia de derecho de huelga, derecho al trabajo, salario mínimo,
derechos laborales, derechos ejidales y agrarios, derecho a la educación, entre otros.

13 De Jam es Iredell a R ichard Spaight (26 de agosto de 1787), en Jam es Iredell, The Papers o f
James Iredell, Griffith J. McRee, 1858, pp. 172 y 175

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