Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ya es la hora:
No puedo,
ni quedarme a tu lado…
ni llevarte conmigo.
De nuevo me reclaman
lejanos horizontes desvalidos…
Mujer…
Si yo pudiera
ser como era al principio…
Entonces,
demoraba los pasos, sorprendido
por la curva de un vuelo,
por el canto de un nido,
por la estrella de un charco,
por el pulso de un grillo…
Si hasta una flor, entonces,
me cerraba el camino!
Pero ahora….
No puedo.
Me alejo de tus labios, como un grito.
Me arranco de tu tierra, como un árbol
y me voy de tus ojos, y te digo:
-mi juventud perdóname, no puedo…
ni quedarme a tu lado, no llevarte conmigo.-
***
Decir adiós
Esta Canción relata poéticamente la separación que hace Osiris del lecho
materno, algo que marcó su vida tempranamente, ya que se ausentó de su hogar con
solo 14 años. En ningún momento se alude en el poema que este esté dirigido a su
madre, no la nombra como tal, elemento que es significativo, pero refiere con
significantes como lumbre, sitio, techo, lecho, aguja, dedal, mujer, etc. que aluden a
elementos maternos.
A través del poema elabora esa situación (pasada) que resulta signante en el
sujeto, la fase edípica. La separación del lecho materno es necesaria, y el destino se lo
exige (…Porque aprendí del agua / mi canto y mi destino…). Del Río Yí al que amaba
aprendió todo -según él- y ello queda patente en casi toda su poesía, pero ese destino
está ligado a la signación paterna, como abordaremos después. Con esta canción elabora
la dolorosa (para él y para su madre) separación, el poema cumple la eficacia simbólica
(Levi-Strauss) y es funcional para tramitar la conflictiva. En lo simbólico del poema
está la eficacia que posibilita la elaboración. Comentaba Levi-Strauss, para referirse a la
eficacia simbólica, como en organizaciones tribales, ante la enfermedad de alguno de
sus miembros, el resto de la tribu dramatizaba la enfermedad y la curación, y ello hacía
eco en el organismo del afectado y este sanaba. El poema cumple la misma
funcionalidad.
Dicho texto se conecta con los tópicos más relevantes de la obra de Osiris: las
partidas, las despedidas, las llegadas, los encuentros y desencuentros, las ausencias; en
definitiva, el desarraigo y la ominosa necesidad de este, y el deseo de arraigo: necesidad
de desarraigo para volver a arraigarse. Ante la necesidad de desprendimiento y la
dificultad del mismo, Osiris da cuenta de una exigencia interior que le exige, valga la
redundancia, la partida (“Ya es la hora: No puedo, / ni quedarme a tu lado… ni llevarte
conmigo”), y lo resuelve evocando la tradición, el mandato social (“Es tu oficio
quedarte, / y partir… es mi oficio. / Desde siempre fue así”). Vemos aquí esa exigencia,
que es la del Super-yó, este, como “abogado” del Ello, puesto que este último lo
impulsa a quedarse (“Podrías detenerme si es que fueras / y aquí, por fin, mi asilo, /
asomado a tus ojos quedaría…). Este deseo de quedarse no surge sólo del sujeto de
enunciación, si no también del deseo materno como una proyección del deseo del otro,
es el deseo de la madre proyectado en el sujeto que lo enuncia como su propio deseo.
Dicha exigencia superyoica no es azarosa, sino que esta determinada, como
Freud ha sentenciado, puesto que el Super-yó es el heredero del Complejo de Edipo. El
Super-yó se con-forma, entre otras cosas, de la exigencia paterna que es introyectada en
el yo. En Osiris se marca superyoicamente el deber de partir como un oficio al que no se
puede no cumplir, por ser el deber del hijo. Y ante el deber de la partida encontramos
una madre que llora (“…monograma de lágrimas…”) por la retroacción de la falta que
acaecerá en ella, resignificándose. Esta falta fenomenológica es, en su correspondiente
simbólico, la falta fálica (Lacan) como significante. Algo que Osiris, como hijo,
decodifica en la demanda materna cuando le dice que su oficio es quedarse, pero que
ella espera algo que alguna ver le entregará el camino, ese “algo” es el significante falo.
Osiris manifiesta que si ella fuera lo que él busca se quedaría como cuando de
niño, pero la “abogacía” del Super-yó le indica la partida (y la retroactivada amenaza de
castración). Enuncia saber que quedarse no es su destino (“Se muy bien que es la
hora…”). Este saber está apoyado en el Super-yó y en el Ideal del yo (“… el peregrino
jamás ha de quedarse porque quiera…”). Esta partida dolorosa pero tentadora a la vez
promete obtener lo mismo que su padre y reencontrar al objeto amoroso, reencontrar el
arraigo. Por eso habla de que lo llama un “sueño antiguo”, enunciando su deseo.
Si bien Osiris a lo largo de el poema enuncia su partir y el quedar de la madre, la
parte final del texto es de las más intensas y ya se vivencia el duelo por la pérdida (“Me
arranco de tu tierra, como un árbol / y me voy de tus ojos…), y el sentimiento de culpa
(“… mi juventud perdóname, no puedo… / ni quedarme a tu lado, ni llevarte
conmigo.”).
Herencia
Es interesante ver el buen reracionamiento que Osiris tenía con ambas figuras
parentales. Con su padre, por ejemplo, estaba identificado por las condiciones
intelectuales y musicales de éste. Osiris comenta en algunas entrevistas la cultura de su
padre, la sabiduría, cosa que el hereda, y reproduce en su obra, mostrando ser un
virtuoso y erudito en diversas facetas, como músico, compositor y poeta. Siempre fue
apoyado por ellos, al vez que exigido, sobre todo por su padre y en cuanto a los estudios
musicales, lo que habría constituido en el una referencia, a través de la figura paterna, y
la consiguiente exigencia, por introyección, de una parte importante y nuclear de su
Ideal de yo.
A pesar de este buen reracionamiento, este padre impuso discursivamente el
deber de partida en Osiris. Al decir “...partir es mi oficio…” esta enmarcando el
discurso paterno que sin duda le aconsejaría: “partir es tu oficio”, para su desarrollo
personal y cultural. Antes de la partida descrita en el poema, Osiris ya había tenido
algunos ensayos, por ejemplo, realizó el servicio militar de forma voluntaria con sólo 14
años, y tiempo después marchó hacia la frontera norte a trabajar y recorrer toda esa
zona, también estuvo en Argentina. Comentaba que aunque lo apoyaban en sus partidas,
lo quisieron retener. Es aquí donde está la retención materna que queda explícita en el
poema, y la confianza paterna sobre su partida, confianza como legado y como ley. La
impartición de esta confianza-autoridad no estuvo explícitamente conciente, pero si la
encontramos a nivel simbólico.
Ahondando más en las actitudes de los padres hacia los hijos, como venimos
viendo para el caso concreto, Freud señala en “Introducción al Narcisismo”, que el
cariño y el amor dispensado por los padres es una reviviscencia de su propio narcisismo
originario, ya perdido y ahora proyectado en el hijo, pero esto será un punto importante
en el Ideal del yo, puesto que ese amor, como proyección del narcisismo originario,
también marca un deber de ser. En Osiris esto reviste particular importancia, en relación
con el Ideal del yo, y lo que esto tiene vinculado con su obra. Osiris se sentía exigido a
la perfección y comentó alguna vez que esta se debía buscar aún sabiendo que no se
encontraría. Pero no siempre el artista logra complacer su Ideal del yo, esto lleva a una
reelaboración constante, a la búsqueda de que el Yo coincida en algo con el Ideal del yo.
Tal como Freud comenta en “Psicología de las masas…” (p.124): “… se produce una
sensación de triunfo cuando en el yo algo coincide con el ideal del yo”. Pero también,
como este mismo comenta “…se ama a lo que posee el mérito que falta al yo para
alcanzar el ideal…” (Introducción al Narcisismo, p. 97), y en este sentido Osiris lo deja
testimoniado en otro de sus poemas (“Elogio de la soledad”) cuando dice “…Cuando
hallaré el consuelo / de un puñadito de soledad, / que sumada a la mía / se vuelva dicha,
copla… y cantar…”. Busca alguien (un puñadito de soledad) como él que sume su
soledad para conformar la dicha. Un elemento interesante es que su última compañera,
en su exilio español, se llamaba, justamente -como menciona el poema-, Consuelo.
Finalmente halló ese consuelo, que se transformó en dicha, pero esta persona falleció
tiempo después, algo que sumió a Osiris en depresión, y lo alejó de sus actividades
culturales.
El nombre
Un elemento significativo, y evidentemente signante en la lógica del
significante, es el nombramiento con que los padres nominan a un hijo. En el caso de
Osiris comprobamos a simple vista que este tiene nombre de dios, el dios egipcio de
mayor importancia en aquella mitología. Evidentemente el padre de Osiris (Genuino
Rodríguez), había tenido contacto teórico con dicha cultura, puesto que otros de sus
hijos llevaban el nombre de Horus y de Isis. Resulta por demás llamativo que el primer
hijo se llamase Horus, que en la mitología es el hijo de Osiris, y su segundo hijo varón
lo llamó Osiris. Podría pensarse que si el primer hijo fue llamado como el hijo del dios
Osiris, quien se identificaba con este era Genuino Rodríguez. Pero resulta aún más
significativo que a su segundo hijo lo llamase con el nombre del padre de su primer
descendiente (Horus Rodríguez). Si Genuino se identificó con el dios Osiris (padre de
Horus), existe un traspaso del nombre del padre hacia otro de sus hijos, otorgándole, por
proyección, el significante del nombre del padre. Esto, como hemos venido diciendo, es
un punto más de conexión en el Ideal del yo y el Narcisismo en Osiris (Rodríguez
Castillos), por portar el nombre de uno de los dioses más importantes de la historia
universal.
Sabido es que Osiris era famoso por su difícil personalidad y por la superior
valoración de su obra, además de la subestimación de sus supuestos colegas,
demostrando así sus rasgos narcisistas, lo que no desmerece su obra, puesto que
objetivamente, esta es de elevada estatura.
Epílogo
Estos apuntes, tal como su título lo indica, son, sólo y justamente, apuntes.
Apuntes apoyados en el marco teórico psicoanalítico, sobre algunos puntos de la obra de
un poeta. No pretenden nada más que señalar, elucidar determinados aspectos en base a
un texto (poema) que tiene estrecha conexión con quien lo ha escrito y con su obra, pero
que se contacta con tópicos del acontecer subjetivo de todos los sujetos. Como se vio no
hay nada acabado y cerrado, sino, por el contrario, quisimos abrir espacios de análisis
para ser continuados. Lejos estamos, y no lo pretendemos, de un psicoanálisis del artista
en cuestión, y menos aún de un análisis literario. Estos apuntes están basados,
sencillamente, en la reflexión de la lectura del poeta, como también en la reflexión de la
lectura psicoanalítica.
Bibliografía consultada
- Carbajal, E., D’Angelo, R., y Marchilla, A. Una introducción a la Lacan. Ed.
Lugar. 1984. Buenos Aires.
- Freud, S. Tres ensayos de teoría sexual. Amorrortu (Tomo VII), 1996. Buenos
Aires
----------- Introducción del Narcisismo. (T. XIV).
----------- Psicología de las masas y análisis del yo. (T. XVIII).
----------- El yo y el ello. (T. XIX).
----------- El sepultamiento del complejo de Edipo. (T. XIX).
- Laplanche, J. y Pontalis, J. B. Diccionario de Psicoanálisis. Ed. Labor. 1979.
Barcelona
- Levi-Strauss, C. Antropología Estructural. EUDEBA. 1968. Buenos Aires.
- Pellegrino, G. Osiris Rodríguez Castillos. Un pionero en al Guitarra. El País
Cultural, Nº 495 (30/04/99). Montevideo.
- Rodríguez Castillos, O. Canto y Poesía. Ed. Arca. 1974. Montevideo.
---------------------- Cantos del Norte y del Sur. (5ª edición). Ed. Acali. 1980.
Montevideo.
- Tutté, A. Donde mueren las palabras queda la música, reportaje a Osiris
Rodríguez Castillos, Revista 3, 18/10/1996.
- Vasella , S. El hombre no termina en su piel, entrevista Osiris Rodríguez
Castillos, en: Americando II, Mera Editor, Montevideo, 1997.