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BOMBAS NAPALM VILLARRICA.

El Acuerdo de Asistencia Militar entre Colombia y Estados Unidos suscrito en Bogotá el

17 abril de 1952 sirvió para el gobierno de Rojas Pinilla se atreviera a endosar la cosecha

cafetera de nuestro país en 1954-1955 a cambio del envío de tres mil bombas napalm

norteamericanas para incendiar las veredas de Villarrica que supuestamente se habían

vuelto “comunistas”. No obstante, los gringos no se comieron el cuento que el Ejército

Rojo de Trotsky y Lister el general republicano español avanzaba por las montañas de

Galilea para derrocar el gobierno de facto y solo enviaron 500 bombas, suficientes para

quemar y destrozar a pedazos el cuerpo de los campesinos, las sementeras y los

cafetales del Paraíso Sagrado de los Cuindes. Entre tanto un grupo de cipayos franceses

y asesores gringos fueron capacitados en la base militar de Tolemaida para fabricarlas

por montones y bombardear las ilusiones de los campesinos enmontados armados de

arcabuces, palos y piedras, como siglos antes lo hicieran los Pijaos en asimétrica lucha

contra los invasores de la maldita madre patria. Desde entonces todos callaron, los

políticos liberal- conservadores crearon y aplicaron la dictadura civil del Frente Nacional

y años después, un montón de partidos neofascistas y neoliberales que perviven hasta

hoy del sudor de los condenados de la tierra y festejan en forma apocalíptica, como en

los circos romanos las desgracias y miserias de nuestro pueblo. Los nuevos adalides

celebraron la derrota y sus retoños desvirtúan hoy con falacias las causas reales del

holocausto campesino como una forma vergonzante de aplaudir las desventuras de

nuestros hermanos caídos en desgracia. Y así, desde hace 70 años miles de niños y

campesinos villarricenses deambulan por las calles y veredas de Colombia en busca de


paz, pan y techo y sueñan en su senectud con regresar a la patria chica en busca de la

parcela que un día una cuadrilla de vándalos les arrebatara por atreverse a defender el

territorio y vivir con dignidad. Tal vez, los verdugos modernos siguen creyendo, como los

yanquis, que el comunismo podría arrebátales sus grandes mansiones, haciendas,

edificios y bancos que un día por mandato divino, según ellos, les otorgara la Divina

Providencia. Por eso roban, saquean, asesinan y gobiernan. ¡Qué esperpento!

Bibliografía.
Revista Semana abril 11 de 2009.

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