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Las culturas indígenas de América simbolizan un trágico destino en los pueblos que viven
una sana independencia.
A la llegada del Judío Cristóforo Columbus, más conocido por Cristóbal Colón, estas culturas
sufrieron la persecución, asesinato y despojo de sus pertenencias, incluida las tierras en que
habitaban.
Es un GENOCIDIO VERDADERO y no como el del mentiroso Judío que cínicamente engaña
al investigador desorientado y a las naciones infiltradas por la red internacional de noticias
del controlado mundo periodístico.
La masacre perpetrada por los Jesuitas, el judaísmo y las monarquías asciende quizá a unos
50 millones de muertos, existiendo cálculos de 18 millones sólo en las tribus de
Norteamérica. La cifra exacta quizá nunca la sepamos, porque la conspiración planetaria lo
impide.
Y no contentos por exterminarlos, pisotearon sus conocimientos, tradiciones y sabiduría,
enarbolando una bandera de ignominia que los brindó “la cultura europea” para rotular de
atrasados a quienes no tenían los mismos conceptos y sistema de vida.
Aunque el motivo real del etnocidio, sin duda, fue descubrir la cantidad de conocimientos que
poseían en materia de dominio científico que pasmo a los “civilizados” conquistadores.
Entonces incendiaron sus templos, inmolaron sus sabios y sacerdotes, ejecutaron sus
caciques, quemaron sus códices, violaron sus mujeres y llevaron a la esclavitud a millones
de seres cuyo único pecado fue habitar esta parte del mundo y recibir con amabilidad a
quienes habían de ser sus verdugos.
Porque fue alta traición lo cometido por las hordas de asesinos bajo el nombre de
“conquistadores”, al atacar por la espalda y alevosamente a los ingenuos pueblos que le
dieron la bienvenida y acogieron con respeto. Inquietante similitud con la raza judía, quienes
traicionan, conspiran y destrozan las naciones que les brindan refugio y amistad. Claro que
entre los “conquistadores” arribo una gran cantidad de judíos, por lo que se entiende la
traicionera conducta en ese tiempo.
Y de esa malévola sangre nació aquel navegante sin patria definida que apoderándose en
Portugal de mapas de expediciones vikingas y bretonas, abrió la puerta para el cruento
drama de América, mágica tierra que los vikingos llamaban HUETRAMANNALAND, “Tierra
de Hombres Blancos”, y que también fue conocida con los nombres de “VINLAND” Y
“ALBANIA”.
Este judío Colón se creía heredero directo de los profetas bíblicos y buscaba recoger el oro y
las riquezas suficientes para reconstruir el Templo de Jerusalén. Su misión central fue tomar
contacto con las huellas del “hombre blanco de América”.
Se trataba de los seres que dieron conocimientos y sembraron la cultura de los indígenas en
todo el continente.
Nos asombra que los Mayas, junto con los Hindúes y Babilonios, manejaron el concepto del
cero, desconocido de Griegos y Romanos. Además, en aparentes observatorios
astronómicos y “careciendo de instrumentos ópticos” pudieron calcular el año venusino en
583.9 días, mientras los científicos modernos lo tienen en 584 días; también midieron el año
terrestre en 365.2422 días y el nuestro, de acuerdo a sofisticados aparatos se tasa en
365.2422 días. La duración del ciclo lunar se tuvo en 29.5 días por los Mayas y nuestros
científicos la calcularon en 29.53059. Los astrónomos de la ciudad Maya de Copán, en
Honduras, sabían del año bisiesto en el 550 de nuestra era.
Los Mayas tienen impresionados a los arqueólogos con su sistema de escritura jeroglífica.
Además el sistema de ingeniería empleado para construir sus monumentos templos,
observatorios y ciertas viviendas y tumbas, está a la altura de los actuales. Sabían utilizar el
abono y su convivencia y respeto por la naturaleza les otorga el estatus de fundadores en la
distancia de Green Peace, la misma Paz Verde que hoy es una necesidad prioritaria si
deseamos vivir más tiempo en tranquilidad y armonía. En otras palabras se hallaban
adelantados a nuestra época.
La milenaria conspiración judía quemó el rastro de la grandiosa cultura Maya, sobreviviendo
sólo cuatro códices, escritos en corteza de árbol, y dos de sus libros que están a nuestro
alcance: el Popol Vuh y Las Crónicas De Chilam Balam. Esta última alertó a los indígenas
sobre la maldad de los “conquistadores”, pronosticando la miseria que al pueblo le traería el
“cristianismo”.
Otro tanto sucede en el Imperio de los Incas, en cuya famosa Puerta del Sol se haya inscrita
la duración del año venusino y que directamente heredaron de los “Dioses Blancos”
sorprendentes conocimientos que muchas culturas tardaron siglos en obtener. Aún así,
tampoco escaparon a la clasificación de “salvajes y atrasados” para justificar su matanza.
Queda a nuestra imaginación deducir la magnitud del daño que ocasionaron los “civilizados”
asesinos que la historia oficial disfrazó de “conquistadores”, la misma que escriben y
manipulan los judíos. Porque el perjuicio incluye a la ciencia actual.
Nada sabemos del contenido de las decenas de miles de manuscritos que la sangrienta
mano conspirativa quemó sin trabas de ninguna especie.
O de la sabiduría depositada en os sacerdotes y chamanes inmolados a nombre de la
“cultura”. Cuantos conocimientos se perdieron entre el humo de la atroz carnicería contra
los pueblos de TODA AMÉRICA. Solo queda el lamento impotente y la rabia que circula en
la memoria de la sangre contra la vileza europea.
La misma plaga que sacrificó millones de seres es la que hoy continua rigiendo los destinos
del mundo.
Miremos el rastro de una misteriosa ciencia que sembró pirámides en Asiría, Grecia, Nubia,
Etruria, India, Roma, Siam, Oceanía, Egipto y América Central. Es quizá la huella de los
“Dioses Blancos”, la misma que el judaísmo lucha incansablemente por borrar, para poder
embelesarnos con su mundo de usura, mentiras y traiciones.
La falsificación de la historia es un recurso que ha moldeado un aprendizaje sin dinámica y
exento de realidades que enaltezcan nuestra memoria de la sangre y que por el cúmulo de
sucesos que se quitaron, hacen de la “historia oficial” un manojo de datos sin trascendencia
y aburridora.
Milenios y siglos antes del judío Colón ya se habían instalado en América los Frisones, los
Troyanos, los Celtas, los Normandos, los Vikingos y los Templarios. No obstante, la “historia
oficial” nada informa de tales “descubrimientos” y por el contrario, lo oculta descaradamente.
El gran jefe Joseph, de la tribu nez percé, luego de ser perseguido por miles de soldados de
caballería durante unos 3.000 kilómetros en su desesperada huida hacia Canadá y después
de 14 encuentros importantes con la caballería donde demostró poseer una táctica brillante,
dijo en 1875, al rendirse a sólo 100 kilómetros de la frontera:
“Estoy cansado de luchar. Nuestros jefes han muerto. Espejo ha muerto. Toohoolhoolzote
ha muerto. Todos los ancianos han muerto. Los jóvenes son los que dicen sí o no. El que
conducía a los jóvenes (hermano de Joseph) ha muerto. Hace frío y no tenemos frazadas.
Algunos de mi pueblo han huido a las colinas y no tienen abrigo ni alimentos. Nadie sabe en
donde están, quizá muriendo de frío. Quiero tener tiempo para buscar a mis hijos y ver
cuantos puedo encontrar. Quizá los halle entre los muertos.
¡Escuchadme, jefes míos¡ Estoy cansado: mi corazón está enfermo y triste. Por el sol que
ahora brilla, nunca más lucharé para siempre”.
“Se mató y se arrancó el cuero cabelludo a mujeres y niños; se disparó a los niños que
estaban tomando el pecho de sus madres, y todos los cuerpos se mutilaron de la forma más
horrible... los cadáveres de las mujeres se profanaron de tal forma que uno se descompone
de sólo contarlo”.
Y las personas que dieron las órdenes para semejante crueldad, rigiéndose por unas leyes
que se pueden crear para destruir una población específica, están en idéntica situación al
gobierno judeo-masónico que nos rige, teniendo éstos la ventaja de ser los mismos
forjadores de la ley. (Deuteronomio 2:33-34-35; Deuteronomio 3:6; Deuteronomio 9:3).
Entonces, únicamente queda la decisión de cada uno de nosotros de protagonizar la historia
o de leerla. LA VERDAD NOS HACE LIBRES, LO DIJO JESÚS (Jn. 8:32).