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¿Qué tal si?

Cada ser e instancia vivencial junto a este es un universo no resumible en inferencias ligeras,
pues inferencias ligeras, en su inocente ligereza, pueden generar reacciones que indignifiquen
quienes somos fácilmente, no subestimar nada en esta vida, menos nuestros juicios.

Para el despierto o en proceso activo de despertar, todo tramo del camino es instancia
solemne de aprendizaje, porque esencialmente ese es su más alto cometido: aprender tanto
como pueda en cada vida que se le otorgue en gracia. Él sabe que de ello depende el cómo
pueda darse al mundo, y por ende cómo el mundo se dará ante él también, se preocupa por la
calidad de su saber sin necesidad de que el medio lo presione para ser mejor cada segundo
de su vida. Dejó el orgullo nefasto, porque se niega a ser un necio.

¿Qué tal si cada instancia fuera una prueba sagrada que nos hace ser uno u otro?, ¿Qué tal si
nuestras reacciones y aferencias conductuales no están determinadas por el ambiente, sino
por nuestra grandeza o carencia de ella?, ¿Qué tal si cada evento que se repite, no es sino
una prueba que hemos evadido y que necesitamos para elevarnos una octava más?, ¿Qué tal
si hacemos que cada momento se convierta en una prueba importante para crecer en la que
estamos dispuestos a dar lo mejor exponencialmente?.

Pues cada momento es un decir a nosotros mismos, a nuestro yo interior, tácita o


narrativamente será constitutivo de nuestro libro de vida, consciente o inconscientemente.

Cada evento es y será una prueba santa, pero no precisamente desde un altar en las nubes,
sino desde el propio altar interior de mente y corazón. Cada instancia, cada momento por
momento es un decir al sí mismo, en el que el mensaje se transforma en identidad y
autoimagen tácitamente, y el mensaje es el cómo elegimos proceder o no hacerlo, pues frente
a la fortuita ocurrencia del evento que sea, siempre nos revelaremos ante nosotros mismos y
aún con autoengaños tranquilizantes, hay una bitácora interior que registra todo todo y lo
convierte en esta larga tela continua de vida que llamamos personalidad, carácter, esencia.

Sea lo que sea, digan lo que digan, te sientas expuesto a lo que te sientas expuesto o
presionado, no traiciones tus principios nucleares, nunca será “una sola y última vez que
rompas tus reglas”, vil engaño del ego, pues la bitácora destaca con luces y colores cada vez
que rompes tu coherencia esencial, así cada vez será más fácil caer en lo soez, cada intento,
cada juicio soez, cada actitud pusilánime, se volverá más y más parte de ti.

Cada momento es sagrado, jamás es algo, por mucho que lo quieras creer desde el ego, con
lo que jugar, tu propio concepto personal, tu piloto automático, la carga de tu magneto del
universo y lo que llames a tu vida, es un efecto compuesto de cada actitud que sostienes en el
tiempo, no cuentes tu libro en capítulos, párrafos o oraciones, sino palabra por palabra, signo
a signo, punto a punto, letra a letra. Pues lo que piensas, sientes, lo que sientes conduce a un
actuar, la acumulación de actuares configura tendencias a la acción, y estas configuran tu
personalidad, así esta tu vida por completo. Es un efecto compuesto y acumulativo, cada
momento es sagrado, porque se convierte en un tú presente, que configura y filtra todo
alrededor en base a quién y qué has forjado en cada instancia. Haz bien, siempre.

Amar,
Roberto García Fuentealba

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