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El Relato fantasma

Existe un camino inconsciente, un lazo silencioso que nos vincula con otras personas de
manera excepcional. Tan excepcional resulta ser, que solemos atribuir a la mente y sus
intrincados caminos, la percepción de estas situaciones.
Pareciera que todo aquello que esta fuera de nuestra lógica, no se lo puede aceptar como
factible.
Quizás un analítico de las conductas humanas, podría atribuirlo a un principio fantástico
emocional. Sin embargo, nadie puede condenarnos, por ensayar la otra respuesta a este
interrogante.

Si dejáramos correr el delgado velo que nos separa del cauce de algunos ríos, esas aguas,
inundarían nuestro mundo de impresiones y emociones inexplicables. Sensaciones que no
podríamos jamás comprender a través de nuestro intelecto, pero si por intermedio de nuestra
naturaleza espiritual. Dado que lo espiritual, solo le concierne a nuestra naturaleza interior y la
razón a la mente.
Aceptar este principio está en mano de todos y de la misma forma rechazarlo. Es entonces,
que cuanto expreso, no tiene la intención de ser encuadrado como una revelación, dado que
nada se revelará si así no lo deseamos.
El conocimiento en si, no constituye absolutamente nada, si nos distingue entre los alumnos.
El mundo de hoy, plantea la supervivencia del más apto, pero el espíritu, plantea la
supervivencia del más débil.
Muchos buscan el encierro, como una acción de defensa ante la hostilidad del mundo. Pero
debemos advertir, que ese encierro, no hace más que hostigarnos, al igual que el mundo
mismo.
La realidad interior no se despierta por medio de la imposición de los pensamientos, ni se
encuentra exhibida entre los best seller de una moderna librería.
La realidad interior yace en latencia dentro de cada uno, y se manifiesta en momentos
inexplicables que muchos atesoran, aún sin comprender su verdadero significado.
Por más aleccionadoras palabras que se escriban, de nada servirán si ellas no logran despertar
la llama de la inquietud.
La única guía espiritual en la que debemos confiar, es aquella de la que nadie habla y pocos
conocen. La cual que se esconde en lo sinsentidos de la vida y las palabras.
Lo mejor de los buenos libros no se encuentra entre sus hojas, si no en el fraternal encuentro
que se da entre escritores y lectores, ahí, donde terminan las páginas de algunos textos.
El espíritu no se necesita apelar al interminable círculo de pruebas y fundamentos científicos
para su aceptación.
Aquello para lo cual aún no hay una respuesta, no significa por eso que nunca se la encuentre.
De la misma forma, un sordo jamás comprenderá como suena el canto de un pájaro, sin
embargo el ave, no dejará de cantar por eso. Si buscan que se los escuche, elijan el silencio
para expresarse.
Nos aterra tanto la verdad como la mentira, puesto que con ninguna de ellas logramos
convivir. Del mismo modo, nos aterra tanto la vida como la muerte, puesto que ninguna logra
nuestra absoluta tolerancia.
Vivimos cercados por un inconformismo que se representa en los múltiples contextos de la
vida. Y a su vez, el mundo ejerce un poder tan competitivo sobre nosotros, que tememos
confesar una verdad, por miedo a que esta deje de pertenecernos. Como resultante, nos
aislamos de tal forma, que poco logramos percibir de lo realmente verdadero. Y no por esto
que expreso, no dejo de ser yo también una presa a la que su propio dolor destruye.
El mundo es una construcción ejercida por nuestros propios egos enfrentados. Que resulta
consecuente con el temor a ser descubiertos y desnudar nuestros propios temores.
Dentro de cada uno subyace una realidad distinta a la que conocemos, una realidad tan
singular, que por simple resulta dudosa.
Pareciera que quien extiende una mano siempre espera algo a cambio, y no la propia
recompensa que se gesta al romper las barreras del ego.
La intrepidez de mi juventud creó una imagen un tanto apática dentro del escaso círculo de
quienes me conocían. Los libros que colgaban de mi brazo, y esos instrumentos que parecían
muebles inútiles ocupando un lugar inmerecido, lograron que me ganara un indisimulado
desprecio. Pero mi fuerte convicción, sobre aquello que me impulsa, siguió siendo la única
verdad que conozco.
Subestimamos el poder y la acción de los pensamientos, a tal punto, que nos resulta
imprudente el aceptar que ellos puedan romper las sutiles barreras de la mente.
¿Por que hoy en día no se habla de espiritualidad?. En realidad, se habla, pero sucede que se
tergiversa en forma tan absurda su significado, que no es espiritualidad sobre lo que tratan. Y
esto resulta tan así, dado que hasta propia definición etimológica, perdió su original concepto.
Hoy no podemos hablar de mística, sin que se asocie a turbantes e inciensos, como no
podemos hablar de espiritualidad, sin que la imagen de alguno de estos nuevos escritores que
sonríen en sus tapas, asalte nuestra mente. Es más, ¿quién se atreve hoy a hablar de amor sin
pensar en Corín Tellado?.
Pues entonces, como enfocar estos temas desde su génesis misma, desde el propio umbral
donde nacieron?. Como apelar a lo único que nos podría permitir comprender la verdadera
relevancia sobre algo que perdió su sentido?. No existe forma alguna, si cada uno no logra
aceptar que la verdad existe solo en nosotros mismos.
Inútil es apelar a cientos de libros, si ello solo nos conduce al saber del sabio, pero no al
conocimiento del maestro.

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