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Autosuficiencia Compulsiva, la atracción mágica de relaciones caóticas.

La temprana inversión de roles y desapego sistemático de los padres, genera fortalezas y


debilidades en la identidad del pequeño ser, muchas que serán invisibles para este como
adulto. Este apego evitante, en que los padres son más bien problema que solución para el
niño, nos puede tornar prototípicamente fuertes, autosuficientes, altamente introspectivos y
sensibles, pero también a volvernos inconscientemente evitantes a posteriori, evitantes de
todo evento o ser que pueda atentar contra estas prematuramente concebidas etiquetas del
sí-mismo: Se ha forjado una persona que aprendió a cuidar y a dar, pero que difícilmente
puede recibir, la otra cara esencial del sano e integral amar. Debe despertar, pues para amar
ambas son absolutamente necesarias cualidades.

Ahí vamos los sanadores dando a todos, apoyando y sintiendo el legítimo y melífero placer de
dar a los demás, tal vez en una vida equilibrada y plena, hasta que aparece alguien que nos
evoca el lado oculto del sanador autosuficiente, su temor a depender de otros, el salir del
templo del ermitaño para depositar parte de su fortuna en otra alma resplandeciente, pues el
amor implica que el alma ya no vive más sólo en el templo propio. Todo un dilema, más aún si
es a nivel inconsciente, y se vive sólo como una emoción tácita, que acontece en el telón del
alma sin asociación con el hito trascendental que lo ha despertado, el amor, el ver al otro
como legítimo, pero a la vez como parte esencial del sí mismo.

Y claro, solos podemos ir más rápido, pero uni-dos… mucho más lejos, claro que para el
sanador autosuficiente, desde temprana edad en una inversión de roles, se le ha configurado
prototípicamente este dejo de ser quién cuida para soslayar esta sensación de ser evitable por
sus figuras de apego, ha despertado un modo bello de equilibrar esta sensación, pero
inicialmente se ampara en una autosuficiencia compulsiva, y el que alguien lo cuide, le es tan
terrorífico que lo saca del presente, le lleva a elucubrar la chance de enfrentarse a su némesis
oculto: Adelantar la pérdida.

Es muy común el encontrar parejas que representen todo lo que para la mayoría de seres es
una “pareja problema”, alguien que se manifiesta sabiamente en el exterior como espejo fiel
algo que debemos equilibrar: El Amar está intrínsecamente unido a dar y recibir, de otro modo
es una auto flagelación encubierta de nobleza, de misión, que nobleza tiene, pero hacia el
otro, por consiguiente hay un desequilibrio en el balance amar y amarse, es un amor
inmaduro, pues el abrazo es miel para los latidos de ambos corazones, no sólo para uno.

El abnegado, el sacrificado que todo lo da, es un ser bello y noble, que se forjó en un temple
que no todo ser soporta, pero que ha olvidado que para forjarse así, tuvo que simularse en la
mente de sus cuidadores como “evitable”, más como un padre que como un hijo, cual ha
forjado bellos talentos, que están ahí para sanar al árbol del Samsara de la repetición, sin
embargo ya en la madurez debe dejar esta piel lejos, pues al aprender a amar y recibir amar,
es cuando su verdadera luz se manifiesta. La alquimia de su alma al fin se encuentra en
equilibrio, pues aprendió la coherencia del aceptar amor para transmutarlo a cada área de su
vida. Una suave brisa fresca ha inaugurado el amanecer de su alma hacia la madurez
emocional, es libre ahora, no necesita desiertos ni laberintos que le hagan recuerdo de
amarse, pues se ha proclamado amante de sí, al fin el aire puro ilumina su ser, ya no respira a
medias, sino que inhala equilibradamente lo que su alma requiere, para poder soplar en el
alma de sus amores, talentos, seres… y refrescar sin sacrificarse, sino que en equilibrada
gracia. Se ama, está en equilibrio, ha iniciado el sendero al infinito, ha sanado en su alma, lo
que pretende cuando se conjuga amante con las demás.

Infinito Amar,

Roberto García Fuentealba

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