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En definitiva, el líder debería ser positivo en su conducta y Debe estar convencido

de que los objetivos valen la pena y que se pueden conseguir. Todo esto puede
parecer que se refiere sólo a organizaciones y estructuras bien definidas,
enfocadas hacia actividades de relevancia social, pero todo lo anterior sirve para
cualquier proyecto: encabezar un grupo de amigos a los que le guste la poesía,
montar una revista en la universidad o ser el capitán de un equipo de fútbol,
por ejemplo

1. Tener vocación de servicio. Ante todo, el líder tiene una vocación de servicio.
No utiliza su situación como un escalón para llegar más lejos.

2.   Ser justo. Un líder nunca pide a los miembros de su equipo que hagan aquello
que él no estuviera dispuesto a hacer antes.

3.  Controlar los enfados. Buenos líderes son también, en cierto modo, actores. A
veces han de guardarse sus enfados para animar a los demás.

4.   Mantener el control. Hay que procurar no perder el control delante del equipo,
ya que estos dejarían de considerarnos como líderes y habría que volver a
ganar su respeto.
5. Saber delegar. Uno de los secretos de los buenos líderes es que saben delegar
convenientemente ciertos trabajos y responsabilidades en los miembros del
equipo.

6.   Escuchar siempre. Un buen líder, para conocer bien a los miembros del
equipo, tienen que mirarles a los ojos cuando hablan con ellos. Así sabrán si les
están escuchando, si les están confundiendo, si están de acuerdo y en qué
medida están motivados..

..

“ó el que enseña, en doctrina” (v. 7). No podemos crecer en discipulado sin


aprender muchas cosas – especialmente lo que dice la Biblia. Aunque podemos
aprender mucho al leer la Biblia por nuestra cuenta, mucha de la Biblia
permanecerá inaccesible sin un maestro que nos ayude a entenderla. Enseñar es
un don importante, seamos profesores de seminaristas o maestros de niños
pequeños. Padres han de cultivar el don de enseñanza de una manera especial
para que puedan enseñarles a sus hijos todas las cosas que sus hijos deben
saber – en particular, de Cristo y la fe cristiana.

“El que exhorta (parakalon – el que alienta), en exhortar (paraklesei – ánimo)”


(v. 8). La exhortación que se requiere aquí es el trabajo de animar. El que exhorta
es algo como un entrenador o una animadora. Entrenadores a veces tienen que
corregir, pero buenos entrenadores lo hacen de una manera que alienta y no
desanima.

“el que reparte, hágalo en simplicidad” (v. 8). Estamos acostumbrados a pasar


rápidamente por esta frase, presumiendo que se refiere a los miembros más ricos
de la congregación. En verdad, sin embargo, mucha gente generosa es gente de
pocos medios. Aunque es verdad que gente de pequeños recursos, como
individuos, no tiene millones de dólares a su disposición, también es verdad que
esas personas, obrando juntas por la gracia de Dios, sí tienen grandes recursos a
su disposición. Los dones de millones de cristianos comunes y corrientes, pero sin
embargo generosos, hacen un gran servicio para el reino.

“el que preside, con solicitud” (v. 8). Liderazgo es, en verdad, un don. Si eres
aficionado a los deportes, sabes que un buen entrenador puede hacer mucha
diferencia. Negocios pagan mucho dinero por el mejor liderazgo (aunque no
siempre lo reciben). Líderes necesitan una visión de lo que se necesita hacer y la
habilidad de trabajar bien con los demás. Pero, especialmente, un líder ha de ser
diligente – uno que persiste en busca de la meta – cuidadoso y que hace el trabajo
bien. Todos hemos estado en juntas de algún concejo eclesiástico donde el que
preside el comité no hace nada entre reuniones, y cuya única contribución es
hacer el reporte mensual – un reporte que revela que no se ha hecho nada y que
no debemos esperar que algo se cumpla. En estos casos, el pastor u otro líder ha
de mostrar diligencia al entrenar y supervisar líderes para ayudarles a ser
diligentes.

“el que hace misericordia (eleon – el que muestra merced), con alegría” (v. 8).


Aunque “mostrar merced” tiene varios significados, Pablo seguramente quiere
decir ayudar a los vulnerables (sea causado por pobreza, enfermedad, etcétera).
La palabra ‘alegría’ pide que la persona ejerza el don de merced con alegría y no
con desacuerdo.

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