Está en la página 1de 26

ESTUDIO ROMANOS 12: LOS DONES ESPIRITUALES.

Los dones Espirituales son y pertenecen a Dios, los Cristianos solo somos  el medio que Dios utiliza
par que estos se manifiesten, estos fueron dados a los hombres con la única y exclusiva finalidad de
exaltar, glorificar y bendecir el nombre de nuestro Eterno Yhwh, y de servir para el crecimiento y
expansión de la iglesia.

Hoy día muchos se han apropiado de ellos, haciendo negocio, carrera y hasta empresa, olvidándose
así, de  su propósito original, cada hombre y mujer llamados por Dios hemos sido implementados por
el Eterno con uno o mas de estos dones, y en este estudio quisiera que el Espiritu santo nos
definiera y confirmara a cada uno nuestro propio don.

Romanos 12:1

“Así que”—esto apunta a todo lo que Pablo ha expuesto en los primeros 11 capítulos (todo
lo que Dios ha hecho por pecadores impíos y culpables).

“Hermanos”—Pablo se está dirigiendo a los creyentes de Roma. Presentar el cuerpo como


una ofrenda a Dios (Rom. 12:1) no es algo que se le dice a gente inconversa que haga (como
pueden implicar los defensores de la salvación por el Señorío de Cristo). Sino es algo que las
personas salvas deben hacer (lo hacemos porque somos salvos, no para ser salvos).

“Os ruego”—Pablo estaba implorando, suplicando (es la misma palabra como en Ef.4:1). La ley
dice, “te mando”, pero la gracia dice “te ruego”. La obediencia a la ley se basa en el  temor (la
persona obedece porque tiene miedo del castigo que tendrá que sufrir si no obedece); la obediencia
del evangelio se basa en el amor (2 Co. 5:14—“el amor de Cristo nos constriñe”).

“Por las misericordias de Dios”—esta no es la misma palabra por misericordia que se encuentra
en Rom. 11:30-32, pero la idea es similar. Significa “lástima, clemencia, compasión”. Recordar cuán
misericordioso y compasivo Dios ha sido con nosotros, debería ser un gran incentivo para una vida
cristiana piadosa. Si Dios ha sido tan compasivo y clemente conmigo, ¿no debería yo dar mi vida y
mi todo para servirle? Si el Hijo de Dios murió por mí, ¿cómo puedo hacer menos que vivir para ÉL?

“Presentéis vuestros cuerpos”—la palabra “presentar” es la


misma palabra que se encuentra en Romanos 6:13, y una
comparación de ambos versículos indica que “tu cuerpo” es
equivalente a “tú mismo”. Cuando das a Dios tu cuerpo, tú
estás dándole todo lo que eres y todo lo que tienes. El verbo
“presentar” está en tiempo aoristo que significa simplemente
“¡HAZLO!” No es algo que se hace de continuo (o se habría
usado el tiempo presente). Sería ideal si todo creyente pudiese hacer ésto y dejarlo
establecido de una vez para siempre. En ocasiones futuras el creyente consagrado puede
recordar y considerar que ha sido hecho (“Señor, mi cuerpo ha sido ofrecido y dado a Ti. He
sido comprado por precio. Soy Tu siervo. Que nunca olvide que mi cuerpo te pertenece”,
compare 1 Co. 6:19-20). El tiempo aoristo no significa (como muchos maestros bíblicos dicen)
que es un acto que se hace una vez y que nunca se vuelve a repetir. Hay momentos en que,
como creyentes, fallamos y caemos y necesitamos hacer lo que dice Romanos 12:1, “Señor, Tu
me has salvado por Tu maravillosa gracia y misericordia y aunque yo he pecado y te he
fallado, gustosamente te presento mi cuerpo, para Tu servicio. Me dedico a mí mismo (todo lo
que soy y todo lo que tengo) nuevamente a Ti. Toma mi vida y que esté consagrada a Ti,
Señor. Tómame y seré para siempre, total y enteramente Tuyo”.

“Sacrificio”—todo creyente del Nuevo Testamento es un sacerdote y los sacerdotes ofrecen


sacrificios. Un sacrificio pertenecía totalmente a Dios—era de ÉL. Un creyente sacerdote ha de
ofrecerse y darse a sí mismo (su cuerpo) totalmente a Dios para el uso de Dios. Un creyente,
después de leer Romanos 12:1, fue efectivamente a la ladera de una monte y construyó un
tosco altar de piedras. Luego se puso sobre el altar y dijo, “Señor, aquí estoy. Soy Tu sacrificio
vivo. Quiero que me uses como Tú quieras. Mi vida Te pertenece”. Dios no nos dice que
construyamos literalmente un altar de piedras, sino nos dice que presentemos nuestros
cuerpos como un sacrificio vivo.

“Vivo”—en contraste con los sacrificios de animales del Antiguo Testamento que eran
inmolados y terminaban muertos.

“Debemos presentarnos a Dios como vivos de entre los muertos (Rom. 6:13)”. Es decir, un


sacrificio “vivo” no es sólo un contraste con sacrificios inmolados, sino que es también  un
sacrificio “vivo” desde el punto de vista, fundamento o posición, de la VIDA RESUCITADA en
Cristo, de modo que se relaciona con la verdad de la identificación con Cristo de Romanos 6-
8.

Esto muestra también lo absurdo de la posición del Señorío. Exhortar a “pecadores” que se
presenten, se rindan, se entreguen, se sometan a sí mismos a Dios—antes de que se
encuentren en el terreno de la resurrección en Cristo, su Vida (y así muertos a la vieja vida
adánica)—es inútil e inservible. El “considerar” de Romanos 6 tiene que venir antes que el
“presentarnos” a nosotros mismos a Dios de Romanos 12. Y una persona que no es salva, que
no está en Cristo, obviamente no tiene base para considerarse así. “La crucifixión viene antes
que la consagración”.
De esta manera: te pregunto, Cuál vida ha de ser
consagrada a ÉL, ¿la vieja vida del yo o la nueva vida de Cristo? Dios no puede aceptar
absolutamente nada de la vieja naturaleza (que fue condenada en la cruz) —ÉL ve y reconoce
sólo lo que está centrado en Su Hijo, Quien es nuestra vida. De aquí que Dios ha puesto una
condición para la consagración: “presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los
muertos” (Rom. 6:13). Este es nuestro único fundamento y desde esta plataforma hemos de
considerarnos muertos al pecado, al yo, a la ley, al mundo y vivos para Dios en el Cristo
resucitado—para andar en “novedad de vida”, “vida resucitada” (Romanos 6:11, 4b)”.

“Presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos” (Rom.6:13). Este es el
verdadero lugar de consagración. Para creyentes, consagrarse a sí mismos a Dios antes de
que hayan aprendido acerca de su unión con Cristo en Su muerte y resurrección
(identificación) es solo presentar a Dios los miembros del hombre natural (la vieja vida
adánica que fue condenada a la cruz), lo cual ÉL no puede aceptar. Solo aquellos “vivos de
entre los muertos” –es decir, los que se han apropiado de su semejanza con Su muerte) – son
conminados a presentar sus miembros como instrumentos a Dios”.

“Un atento estudio de todas las Epístolas de Pablo demostrará que fueron escritas basadas en
la Cruz expuesta en Romanos 6—el hecho de que Dios ha entregado la vieja vida adánica
caída a la cruz y que no tiene nada que decirle. Dios trata con todos los creyentes sobre una
base—“han muerto en Cristo”

“Santo”—apartado para la santa voluntad y el servicio de Dios. El pueblo de Dios es “santo”,


apartado para el servicio del Rey de Reyes. ¿Te ves a ti mismo como un siervo santo del Dios
Altísimo?

“Agradable”—aceptable (Dios se complace en esos sacrificios). Dios no se agrada cuando los


creyentes se niegan a darle su todo. ¡Que nada se interponga entre nosotros y nuestro
Salvador!

“Racional” – la palabra “lógico” viene de esa palabra griega. A la luz de lo que Cristo ha
hecho por nosotros, darnos enteramente a ÉL mediante un acto de total consagración, es la
única cosa RACIONAL Y LÓGICA que podemos hacer. Ninguna otra cosa tiene sentido para el
verdadero creyente. Es hacer lo que es lógico. Así es como los creyentes ADORAN A DIOS (es
un “servicio”), dándose a sí mismos enteramente a ÉL para Su servicio.

LA PARÁBOLA DE LA GALLINA Y DEL CERDO: Un granjero se acercó a una gallina y a un


cerdo e hizo una pregunta de conciencia: “¿Quieren contribuir para un desayuno con jamón y
huevos?” Para uno, era solamente una contribución. Para el otro significaba un sacrificio total.
El creyente debe ponerse totalmente en las manos de Dios, tal como lo hicieron los creyentes
de Macedonia, “Y no como lo esperábamos, sino que A SÍ MISMOS SE
DIERON PRIMERAMENTE AL SEÑOR” (2 Corintios 8:5). Podemos hacer esto cuando
recordamos que nuestro Salvador dio Su todo por nosotros.

Una palabra en cuanto a la dedicación: Algunas iglesias insisten decididamente en que los
creyentes caminen por el pasillo o vengan hacia adelante al «altar» para dedicar sus vidas al
Señor Yeshua.  pero debemos ser cuidadosos en mantener el equilibrio bíblico. Los
defensores de la salvación Señorial parecen dar la impresión de que dedicar la vida al Señor o
someterse al Señorío de Cristo es un requisito para la salvación. Someterse al Señorío de
Cristo debería ser el fruto de la salvación y no una condición para ser salvo. La salvación no se
basa en lo que nosotros hacemos por Dios, sino en lo que Dios ha hecho por nosotros.

Muchos enseñan que la dedicación es algo que se hace después de la salvación, en algún
momento más adelante en la vida cristiana. Pueden decir algo como ésto: “Primero una
persona tiene que recibir a Cristo como Salvador. Luego, meses o quizás años más tarde, la
persona tiene que hacer a Cristo el Señor de su vida y dedicar su vida al Salvador”. Aunque
puede haber alguna verdad en esto, considere los siguientes puntos:

1) La dedicación debería tener lugar al mismo tiempo de la salvación. Esto fue ciertamente el
caso en la vida del apóstol Pablo. Tan pronto como se hubo convertido él dijo, “Señor, ¿qué
quieres que haga?” El se rindió al Señorío de Cristo desde un comienzo. Cuando recién somos
salvos, estamos tan agradecidos por todo lo que Cristo hizo por nosotros, que es nuestro
deseo agradar a Aquel que murió y resucitó por nosotros (2 Co. 5:14-15). Deseamos vivir para
Aquel que murió por nosotros y honrarle en todo lo que hacemos.
2) ¿Puede una
persona hacer Señor a Cristo? ¡No! Tú no lo haces Señor; ÉL es Señor. ÉL es precisamente
Quien es. Tú no puedes hacerle Señor de tu vida. ÉL es el Señor de tu vida, tanto si reconoces
este hecho como si no. Por cuanto ÉL es Señor, debo reconocerlo como tal. Por cuanto ÉL es
Señor, debo honrarlo como Señor, inclinarme ante SU autoridad, temblando ante Su Palabra.
Por cuanto ÉL es Señor, puedo presentarle mi cuerpo como un sacrificio vivo (Rom.12:1-2).
Ciertamente entendemos lo que la gente quiere decir cuando dice, “Quiero hacer a Cristo
Señor de mi vida”. Están indicando que quieren entregarse a Su Señorío y someterse a Su
autoridad. Sin embargo, hay una manera mejor de decirlo: “Debo vivir mi vida considerando
seriamente que Cristo es mi Señor. Su Señorío encarece mi sumisión y obediencia y gustosa
rendición a Su perfecta voluntad para mi vida”. Recordando lo que dice:

Mateo 7:21-23La Biblia de las Américas (LBLA)

No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
21 

voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me diránen aquel día: “Señor, Señor,
¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros ?” 23 Y entonces les declararé: “Jamás os conocí
[a]

3) Si somos honestos y enfrentamos la realidad, tenemos que admitir que hay ocasiones en


que todo verdadero creyente se rebela contra la autoridad de Cristo y desobedece Su
Palabra. Una total sumisión a Su Señorío requiere una total obediencia a todos Sus
mandamientos y en ésto, todos hemos quedado cortos. Considere las siguientes afirmaciones
del creyente profesante A y del creyente profesante B:

Creyente profesante A: “He recibido a Cristo como a mi Salvador, pero me niego a


someterme a ÉL como a mi Señor. Rechazo Su autoridad sobre mi vida y me niego a
obedecerle. Me alegro que ÉL sea mi Salvador del infierno, pero que ÉL no venga a decirme lo
que tengo que hacer”.

Creyente profesante B: “Yo quiero obedecer a mi Señor, a Aquel que murió por mí, pero
muchas veces fallo. Mi corazón se entristece mucho cuando fallo en obedecerle y me siento
culpable y molesto y miserable. He deshonrado a mi Señor y he afrentado Su Nombre”.

Creyente profesante A, por sus palabras y actitudes, no da mucha evidencia de tener una
real y personal relación salvadora con el Señor CRISTO. Creyente profesante B, parece ser un
verdadero poseedor de Cristo, porque aunque él ha pecado y se ha rebelado contra su Señor,
él está molesto y angustiado por eso. El Espíritu de Dios que mora en el creyente que peca
está contristado y ÉL hace sentir Su presencia contristada.

Una persona que está viviendo en pecado, que sabe que está viviendo en pecado,
que disfruta vivir de esa manera, que tiene la intención de continuar viviendo esa vida de
pecado—esa persona no tiene al Espíritu Santo morando en ella. El hecho mismo de que se
sienta “confortable” con su pecado es prueba de que el Espíritu está ausente. Sus signos
vitales espirituales registran, “no hay vida”.

4) ¿Entiende un creyente nuevo todo lo que el Señorío de Cristo implica? No, el nuevo


creyente está recién empezando a entender lo que significa el Señorío de Cristo y las
obligaciones que lo acompañan. El niño recién nacido en Cristo sabe muy poco acerca de la
sumisión y la rendición. El sabe que sus pecados han sido perdonados y que él ha recibido a
Cristo y que posee vida eterna. De modo que está lleno de gratitud por esta salvación tan
grande y desea agradar a Aquel que murió por él. Pero cómo el Señorío de Cristo afectará a
su matrimonio, su familia, su trabajo, sus finanzas, su iglesia, la manera en que cuida su
cuerpo, etc. – todas estas cosas las aprenderá con el tiempo.
Un creyente nuevo tampoco entiende de una vez todo lo que
implica la gracia salvadora de Cristo. El está aprendiendo lo que significa ser salvo por gracia y
este aprendizaje dura toda una vida. Juan 3:16 debería significar más para un creyente ahora,
que hace un año y debería significar más para él dentro de un año, de lo que significa ahora.
Así es también con el discipulado y con el Señorío. Hay involucrado un proceso de
aprendizaje. El hecho del Señorío de Cristo debe ser para mí ahora más precioso que hace un
año. A medida que crezco en Cristo (2 Pedro 3:18), entenderé gradualmente mejor lo que
significa someterme a Cristo como a mi Señor.

Que Romanos 12:1 sea un recordatorio constante para cada creyente de que no nos
pertenecemos a nosotros mismos, porque hemos sido comprados por precio (1 Corintios
6:19-20). No tenemos el derecho de usar nuestro cuerpo como nos guste; como siervos
amantes de CRISTO tenemos el deber de usar nuestro cuerpo como ÉL quiere. Hemos sido
comprados con sangre y estamos ligados por amor. Hemos de presentarnos a nosotros
mismos a Dios como vivos de entre los muertos (Rom. 6:13). A la luz de la misericordia y de la
gracia de Dios demostrada en el Calvario, ¿cómo podríamos hacer menos?

Romanos 12:2

Nótese que en este versículo hay dos mandamientos, el primero es negativo (lo que no
debemos hacer) y el segundo es positivo (lo que debemos hacer).

“Este mundo” = esta edad. En 2 Corintios 4:4 leemos que Satanás es el “dios de este siglo
(edad)”. Cristo se dio a Sí Mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo
(edad) malo –Gálatas 1:4. Cuando no éramos salvos, éramos parte de este siglo (edad) malo y
satánico, pero Dios nos ha librado de él. Demas, que era considerado un creyente leal en
Colosenses 4:14, fue descrito más adelante por Pablo con estas tristes palabras, “porque
Demas me ha desamparado, amando este mundo” (2 Tim. 4:10 – “este” indica que ahora está
aquí, pero que no durará mucho; es pasajero). Finalmente en Tito 2:12, los creyentes son
enseñados por gracia a vivir piadosamente en este siglo. Estamos en este mundo, pero no
hemos de vivir como los que son de “este mundo” y que forman parte de este sistema
mundial que está en oposición al verdadero Dios vivo.
“No os conforméis”—el verbo significa “ser formado como, ser conformado a, ser modelado
por, amoldar o adaptar una cosa a otra”. Pablo está diciendo, “No permitas que el mundo te
presione dentro de su molde”. No seas moldeado por las poses, conversaciones, expresiones, 
estilos y hábitos de este mundo.  “deja de adoptar una expresión exterior que está moldeada
por este mundo, una expresión que no viene de y que no representa lo que tú eres en tu
interior como un hijo de Dios regenerado”.

“Sino”—indicando un fuerte contraste. Después del mandamiento negativo, Dios prosigue


con un rotundo mandamiento positivo.

“Transformaos”—este verbo significa ser cambiado, ser modificado. La palabra griega


es metamorphosis (pensemos en la notable transformación de una oruga en una mariposa).
Esta palabra se usa en Mateo 17:2 para la transformación de nuestro Señor (comúnmente
llamada la “transfiguración”). El Señor fue cambiado de tal manera, que Su gloria interior llegó
a ser visible en el exterior (comparar Juan 1:14). Aquí y en 2 Corintios 3:18 la palabra se usa
para el proceso  de transformación que tiene lugar en la vida cristiana cuando el creyente es
conformado más y más a la imagen de Cristo (más como ÉL hoy, de lo yo que era ayer; más
como ÉL mañana, de lo que soy hoy). En 2 Corintios 3:18 la palabra se usa respecto al cambio
producido por el Espíritu Santo mientras el creyente contempla la gloria del Señor a través de
Su Palabra, siendo gradualmente (de una etapa de gloria a otra) transformado a la imagen de
Cristo. Ya hemos visto en el Libro de Romanos que el propósito de Dios es conformarnos a la
imagen de Cristo (Rom. 8:29). El tiempo del verbo está en presente (en 2 Co. 3:18): hemos de
ser constantemente transformados. Todo esto no sucede en un día o en un mes o en un año.
Es un proceso que no terminará hasta que estemos con Cristo (1 Juan 3:2). El verbo está en
voz pasiva (en 2 Co.3:18), indicando que no somos nosotros mismos los que hacemos el
CAMBIO O LA TRANSFORMACIÓN. Nosotros SOMOS transformados. Esto es algo que Dios
hace en y por medio de nosotros. Debemos confiar en ÉL y permitir que ÉL haga lo que
solamente ÉL puede hacer.

¿Cómo se lleva a cabo esta transformación? “Por


medio de la renovación de vuestro entendimiento”. Es un proceso mental que Vine
describe como “adaptar nuestro pensamiento y nuestra visión  moral y espiritual a la mente
de Dios, lo cual tiene un efecto transformador sobre nuestras vidas”. La mente del  creyente
debe llegar a estar saturada con la Palabra de Dios, de modo que pueda ver, pensar y sentir
cada vez más como Dios ve, piensa y siente. Para otros versículos en el Nuevo Testamento
acerca de renovación, ver Colosenses 3:10 y 2 Corintios 4:16. El creyente que está siendo
renovado está comprobando (descubriendo y examinando)  constantemente cual sea la
buena voluntad de Dios agradable (grata, placentera) y perfecta. El clamor del corazón del
creyente: “Quiero querer lo que Dios quiere, nada más y nada menos. No quiero nada sino lo
mejor de Dios. No  se haga mi voluntad sino la Tuya”.

Y DIOS DIJO: FORMEMOS (hagamos) al hombre a nuestra imagen.


EL DIABLO DIJO: DEFORMARÉ al hombre por medio del pecado.

EL MUNDO DICE: CONFORMAREMOS al hombre a nuestra imagen.

LA EDUCACIÓN DICE: INFORMAREMOS al hombre por medio del conocimiento.

LA SOCIEDAD DICE: REFORMAREMOS al hombre por medio de la cultura.

SÓLO CRISTO DICE: TRANSFORMARÉ al hombre por medio de la gracia

Romanos 12:3

En el versículo dos leímos que debemos dejar que el Espíritu de Dios nos transforme a la
imagen y semejanza de Cristo (comparar 2 Corintios 3:18). Si hemos ser como Cristo, entonces
debemos ser HUMILDES (comparar Filipenses 2:5-8) y a ésto apunta Pablo en el versículo 3.
“Digo”—esta es la manera de Pablo de dar una instrucción sencilla y sobria. “Por la gracia
que me es dada”—Pablo había recibido gracia (el inmerecido favor de Dios) para ser un
apóstol (Rom. 1:5), y como apóstol, está escribiendo ahora a estos creyentes romanos
dándoles con cordialidad y con cariño un mandamiento en cuanto a la humildad.

“No tenga más alto concepto de sí que el que debe tener” – tenemos que pensar con
sobriedad en cuanto a nosotros mismos y no inflarnos con una idea irreal y exagerada
respecto a nuestra importancia y superioridad. No debemos tener un concepto elevado,
altivo, excelso de nosotros mismos, sino que debemos vernos como Dios nos ve. “Cordura”—
tener un juicio justo y acertado, pensar sobria y sensatamente acerca de sí mismo, verse a sí
mismo como Dios nos ve.

Considere Gálatas 6:3. Pensamos ser algo; Dios dice que somos nada. Pensamos ser algo
importante, pero sin Dios somos realmente igual a cero. Pero no debemos desanimarnos por
nuestra propia insignificancia y falta de importancia. La buena noticia es que Dios en Su
gracia, puede hacer algo de nada. Martín Lutero dijo, “Dios creó el mundo de la nada (Génesis
1:1; Hebreos 11:3) y mientras seamos nada, Dios puede hacer algo con nosotros”. Considera
también la humillante verdad de 1 Corintios 4:7– ¿Qué tienes que no hayas recibido?
Ilustraciones: Aquí hay algo para quien se considera un V.I.P. (Very Important People –
Persona Muy Importante):

Cuando te sientas muy importante, cuando tu ego se esté inflando, cuando tomes por
sentado de que eres el “cachorro” que ganará el premio, cuando sientas que tu ausencia
dejará un vacío difícil de llenar, sigue estas sencillas instrucciones y mira como humilla tu
alma. Toma un balde de agua y llénalo con agua, mete tu mano hasta la muñeca. Saca luego
rápidamente tu mano y el hueco que quede, es la medida en que serás echado de menos.
Puedes salpicar todo lo que quieras al entrar y agitar mucho las aguas, pero cuando te
detengas, verás que en menos de un minuto el agua estará igual que antes.

Otro poema representa la verdadera humildad:

Un pequeño árbol, chico pero presumido, echó una mirada alrededor del suelo y luego alzó
su cabeza y clamó, “Miren, que grande soy, cuán encima de la tierra”. Y jactándose así, se
balanceaba en desdeñosa hilaridad. El pino más alto del bosque levantó su cabeza al cielo y
suspiraba mientras lo contemplaba, “Ved, cuán pequeño soy y cuán lejos estoy del cielo.
Cuántos años de espacio hay entre mi y las estrellas”. Nuestra grandeza depende con qué nos
medimos—si sobre la tierra, o debajo del cielo.

El hombre humilde es el que ha divisado al Alto y Sublime (Isaías 6:1,5; 57:15).

El creyente que tiene un concepto muy elevado de sí mismo, se compara con otros y se exalta
por encima de otros, creyéndose más importante que otros. En Romanos 12:3 Pablo quiere
que los Romanos entiendan que cada creyente tiene un lugar especial en el cuerpo de Cristo
y que tiene un don especial dado por Dios para el beneficio de todo el cuerpo.

“Repartió” =partición, entrega, distribuir. Dios es el gran Dador (Repartidor) de los dones, y


en Su sabiduría ÉL distribuye los dones de la manera correcta. “Cada uno”—cada creyente
(nadie ha sido excluido). No hay un creyente que no tenga algún don. Todo creyente ha sido
dotado. Esto sucedió en el momento de la salvación. No hay necesidad de BUSCAR algún
don. Un creyente sería necio si buscara y se esforzara por obtener algo que ya le ha sido
dado. Es necesario desarrollar y ejercitar los dones que ya tenemos y esto se lleva a cabo
siendo creyentes robustos, permaneciendo en la Vid, que es nuestra Vida (Juan 15:1-5).es aquí
donde quedan sin fundamento las llamadas escuelas teológicas, escuelas de profetas etc, ya
que no provienen del hombre sino de Dios, a través de su Espíritu Santo. Hoy dia con tan solo
3 años de estudio teológico ya te gradúas como Pastor, sin tener un llamado de Dios para
serlo y entre ellos mismos se auto nombran apóstoles, obispos, ministros etc, ya No necesitan
a Dios en el asunto.

“La medida de la fe”—comparar con el v.6.  Pablo no está hablando aquí de la fe que salva
(la fe por medio de la cual somos salvos—Ef.2:8), sino está hablando de diversos y particulares
dones que Dios ha dado a los creyentes y de la fe necesaria para ejercer esos dones. Los
dones no pueden ejercerse apropiadamente sin fe y confianza en el Salvador.

Romanos 12:4-5

Tal como es en el cuerpo humano, así es en el cuerpo de Cristo. Hay un cuerpo, pero muchos
miembros y los miembros tienen diferentes funciones, pero todos ellos son miembros del
mismo cuerpo y todos ellos tienen una función importante. Todos tienen una función, todos
son importantes, todos tienen una parte, pero las funciones son diferentes. En un aspecto
somos muchos (muchos miembros); pero en otro aspecto somos uno (un cuerpo). Somos
miembros del mismo cuerpo, compartiendo la misma vida. La verdad de estos versículos se
explica ampliamente en 1 Corintios 12:12-31. Cuando el cuerpo local de creyentes es robusto,
la vida de Cristo se manifestará, los incrédulos serán convictos y Dios será glorificado.

Romanos 12:6

Pablo está considerando ahora los dones espirituales (otros capítulos del Nuevo Testamento
que tratan con los dones espirituales son  1 Corintios 12-14, Efesios 4 y 1 Pedro 4). La palabra
“don” es la palabra griega “charisma” (de la cual derivamos la palabra “carismático”, un
término que ahora se usa para un movimiento religioso moderno, que lamentablemente
exagera los dones espirituales). “Charis” es la palabra griega para GRACIA, por lo cual estos
son “dones de gracia”. Dios, en su bondad, ha dado estos dones a Su cuerpo, de modo que
ningún miembro del cuerpo carece de un don, y los dones son para el beneficio de todo el
cuerpo.

“Diferentes dones”—todos los miembros tienen diferentes (no los mismos) dones y


diferentes habilidades que se complementan unos con otros. Esto es ilustrado por los
miembros del cuerpo humano que tienen diferentes funciones (ver 1 Corintios capítulo 12). “A
la medida de la fe”- esta es una expresión interesante de la cual derivamos el término
teológico “analogía (similitud, parecido, semejanza) de la fe” (la cual a veces es referida como
“analogía de la Escritura”). “Analogía de la fe” significa que la Escritura debe interpretarse a la
luz de la Escritura y de acuerdo con la Escritura. La regla infalible para la interpretación de la
Escritura, es la Escritura misma. Todo versículo debe entenderse a la luz de la enseñanza
general de la Biblia y no puede contradecir lo que la Biblia enseña claramente en otra parte.
La Biblia no puede contradecirse a sí misma. Ejemplo: A primera vista parece que Hebreos
10:26-30 enseñara que un verdadero creyente puede perder su salvación, pero por analogía
de la Escritura sabemos que eso no puede ser (Juan 10:27-30; Juan 6:37-40; etc.). Este es un
principio fidedigno de interpretación de la Biblia, pero esto no es exactamente lo que la
expresión “medida de la fe” significa en este versículo. Los que tienen el don de profecía
deben profetizar en proporción a su fe. Todos los dones espirituales deben ser ejercidos por
fe, mirando a Dios, examinando Su Palabra, buscando mantener una recta relación con Cristo.
1) EL DON PROFECÍA—Es muy importante entender lo que involucra el don de profecía.
Algunas definiciones incorrectas de este don son: “la habilidad de entender y exponer la
Palabra de Dios” (Billy Graham, El Espíritu Santo). “El don de profecía era en verdad la
habilidad de hablar ante la gente, de proclamar la Palabra de Dios, a veces con un elemento
de predicción” (John MacArthur Jr., Los Carismáticos). De acuerdo con estas definiciones,
cualquier maestro o predicador dotado de la Biblia tendría el don de profecía. Sin embargo,
Romanos 12:6-7 hace una clara distinción entre el don de profecía y el don de maestro.

Para una definición bíblica de lo que es el don de profecía ver Éxodo 4:15-16; 7:1-2 y 2 Pedro
1:21 (un profeta era el vocero o portavoz de Dios, y lo que decía como profeta era un discurso
inspirado; era la Palabra de Dios). Los profetas eran “hombres que hablaban bajo la directa
influencia del Espíritu de Dios y entregaban una comunicación divina respecto a verdades
doctrinales, obligaciones presentes, eventos futuros. En la iglesia primitiva había una gran
necesidad de profecía, porque la iglesia no tenía el Nuevo Testamento completo (tomó
algunas décadas para que estos libros fueran escritos). ¿Cómo puede funcionar una iglesia sin
la verdad del Nuevo Testamento? No puede. Aunque la iglesia primitiva carecía de los libros
del Nuevo Testamento, Dios se aseguró de que no le faltara la verdad del Nuevo Testamento.
ÉL proveyó ésto a través de los profetas del Nuevo Testamento, que proporcionaron a las
iglesias la revelación necesaria (revelación respecto a la verdad sobre la iglesia, respecto al
divorcio, en cuanto a los líderes de la iglesia, en cuanto a la disciplina en la iglesia, en cuanto a
eventos proféticos y en cuanto a varias otras materias importantes que ahora se tratan en los
libros del Nuevo Testamento, especialmente en las epístolas). Que el don de profecía sería un
don temporáneo se sugiere en Efesios 2:20 (un fundamento se coloca una sola vez). Si hoy
fuese entregada profecía, eso significaría que la Biblia no estaría completa y que no es
suficiente para la iglesia. Significaría que necesitamos revelación adicional y que no es
suficiente lo que tenemos en nuestra Biblia. ¡Perezca ese pensamiento! La Palabra de Dios es
totalmente suficiente para la iglesia de hoy. es por esto que en mas de 29 años de servicio a
Dios no he podido encontrar un verdadero profeta.

Romanos 12:7

2) EL DON DE SERVICIO – este es el don de servir (servicio humilde). La palabra “diácono”


viene de esta palabra (la Biblia define a los diáconos como siervos humildes, aquellos que
alivian la carga de los ancianos y de los líderes espirituales para que éstos puedan dedicarse a
la oración y a la Palabra de Dios). El ejemplo de nuestro Señor se encuentra en Marcos 10:45.
Todos los creyentes deberían servir de esta manera, pero hay algunos especialmente dotados
en este aspecto. ¡Quiera Dios dar a cada creyente un corazón de siervo!

3) EL DON DE ENSEÑANZA—esto incluye el adoctrinamiento (impartir doctrina o la verdad


de Dios al corazón y a la mente del pueblo de Dios por medio del ministerio del Espíritu Santo
y por una clara exposición de las Escrituras).
El maestro debe saturar al pueblo con la doctrina y la verdad. Todos los creyentes deberían,
en cierta medida, poder enseñar y compartir la verdad; pero hay algunos creyentes que están
especialmente dotados para ésto. La diferencia entre un maestro y un profeta es ésta: Un
profeta recibe su mensaje directamente de Dios, por lo cual su discurso es inspirado: “Así dice
el Señor”. Un maestro obtiene su mensaje estudiando diligentemente la Palabra de Dios,
dependiendo en oración del ministerio iluminador del Espíritu Santo. El profeta transmite la
Palabra de Dios. El maestro explica y anuncia la Palabra de Dios (pero no bajo directa
inspiración). Las explicaciones de la Palabra de Dios del maestro pueden ser discutibles. El
tiene que apoyarse mucho en el Señor para entenderla, pidiendo al Señor que lo guíe a una
correcta interpretación de las Escrituras y que lo guarde del error.

Romanos 12:8

4) EL DON DE EXHORTACIÓN—este es el don de consolar, animar y ayudar a otros


(compare la palabra “Consolador”). El pueblo de Dios necesita de palabras de consuelo y
ánimo. Todos deberíamos hacer ésto (ver Hebreos 3:13, 10:25), pero algunos están dotados
especialmente para esto. No queremos ser “consoladores molestos” (Job 16:2) como los
amigos de Job.

5) EL DON DE DAR – la palabra significa “dar una parte de, repartir, contribuir, compartir,
contribuir a las necesidades de otros (en ayuda material o financiera)”. “Liberalidad”—
generosamente, con desprendimiento. Todos debemos ser DADORES (Ef. 4:28), pero algunos
creyentes tienen un don especial para ésto.

6) EL DON DE PRESIDIR—esta palabra significa “estar delante”, es decir, “estar a la cabeza,


gobernar, dirigir”. Se refiere al liderazgo en la asamblea local. No todos están dotados como
líderes. Esta palabra se usa también para el liderazgo en una iglesia local en 1 Tesalonicenses
5:12; 1 Timoteo 3:4-5; 5:17). “Solicitud” = Diligencia, con todo afán, haciendo todo esfuerzo
para que el liderazgo honre a Dios.

7) El DON DE MISERICORDIA—esto se refiere a la compasión (ser un rayo de sol a un alma


triste, afligida, enferma, sumida en la confusión y la duda). “Alegría” – alegre (es la misma
palabra como en 2 Corintios 9:7). Alegre se refiere a quien puede disipar la tristeza y el
desaliento, que puede despertar esperanza y ánimo en el corazón de quien está abatido,
alguien que puede sosegar el corazón.

Pablo menciona en estos tres versículos (6-8) siete distintos y diferentes dones. Esta es sólo
una muestra de los dones y la lista ciertamente no es exhaustiva. Uno de estos dones, el de
profecía, era un don temporáneo que ahora “ha acabado” (1 Corintios 13:8), pero los demás
dones aún son necesarios en las iglesias locales hoy día.
Es de vital importancia reconocer que las Escrituras enfatizan el mayor de todos los dones: el
don de la vida de Dios, que es la posesión presente de todo creyente (1 Juan 5:11-12: Rom.
6:23; Juan 6:47). Ningún creyente carece de este don. Es nuestra primera y primordial
responsabilidad procurar manifestar la vida resucitada de nuestro Señor CRISTO (2 Corintios
4:10-11; Gálatas 2:20; 4:19; 5:22-23) por el poder del Espíritu Santo morador. Cada miembro
del cuerpo de Cristo necesita mantenerse en una vital y debida relación con el Señor CRISTO,
permaneciendo en ÉL como la Vid Verdadera (Juan 15:1-5). ÉL es nuestra vida. (Colosenses
3:4). Mientras nos mantenemos en una vital relación con Cristo, Dios desarrollará nuestro don
o dones para Su gloria y para el beneficio de la asamblea local de la cual formamos parte.

Romanos 12:9

“Amor”—es lo que busca lo mejor y lo supremo de Dios para la persona amada; incluye mi
decisión y mi elección de dar de mí mismo por el bienestar de la otra persona sin considerar
el costo o sacrificio personal. “Sin fingimiento” = sin hipocresía, franco, un amor que es
genuino y sincero. No pretendas que amas, cuando no amas; no uses la máscara de amor. No
pretendas que amas a alguien, demuéstralo. Ejemplos de amor hipócrita se encuentran en
Santiago 2:14-16 y 1 Juan 3:16-18. Algunas personas aman con palabras pero no con hechos
(1 Juan 3:18).

“Aborrecer” = odiar, rehuir de algo con horror, tal como rehuirías la muerte misma (de una
raíz griega stug de la cual viene la palabra griega Styx que era el río del Hades, el río de la
muerte). Lo malo = vil, malvado. “Los que amáis al Señor, ABORRECED EL MAL” (Salmo 97:10
y ver Proverbios 8:13; Amos 5:15). Los cristianos deberían ser reconocidos por su amor (Juan
13:35) y también deberían ser reconocidos por su odio. Debemos odiar las cosas que nuestro
Dios odia. “Seguid” = asirse (firmemente) a algo, estar aferrado y dedicado a lo que es bueno,
estar atado a lo que es bueno.

Nota: La idea de un amor sincero ocupa el resto del capítulo 12. En cierto sentido es otro
“capítulo de amor” como 1 Corintios capítulo 13. Ciertamente, el amor de Dios es un tema
importante en el capítulo 12 de Romanos.

Romanos 12:10

“Amaos los unos a los otros” = tener afecto, ser leales unos con otros, amar con ternura. Se
refiere al amor y afecto que debería encontrarse en las relaciones familiares –afecto familiar,
lealtad y preocupación. Se refiere al amor de relaciones cercanas, atados por lazos familiares.
Los creyentes están unidos en la familia de Dios y deberían tener ese afecto y ese amor los
unos por los otros (1 Juan 3:14). “Amor fraternal” = esta es la palabra griega “Philadelphia”
que significa “amor por los hermanos”. Se refiere a aquel amor por nuestros hermanos y
hermanas en Cristo. “En cuanto a honra” –debemos honrar y valorarnos unos a otros;
debemos ver el valor de la otra persona y debemos darle el debido honor y respeto. No trates
a la persona como si no valiera nada. Si Cristo mora en esa persona, esa persona es valiosa.

“Prefiriéndoos los unos a los otros” – con una disposición humilde debería considerar a los
hermanos creyentes como mejores que yo (ver Fil. 2:3). Otras versiones dicen: previniéndoos
con honra unos a otros (Reina Valera 1909); “dando preferencia los unos a los otros” (Reina
Valera 1977); “Dándose preferencia y respetándose mutuamente (Dios Habla Hoy). Cuán
enceguecida por el orgullo está la persona que siempre se ve a sí misma como mejor y
superior a los demás.

Romanos 12:11

“Perezosos” =indolente, flojo, negligente (comparar Mateo 25:26). “En lo que


requiere diligencia” = esmero. La palabra significa afán, vehemencia, seriedad, celo, hacer
todo esfuerzo para agradar al Señor en las cosas que hacemos.

“Ferviente en Espíritu”—la palabra “ferviente” viene de un verbo que significa “hervir,


burbujear”. Debemos estar espiritualmente ardiendo por el Señor, inflamados, hirviendo,
llameando, fulgurando. A veces nos enfriamos y nos volvemos tibios (Ap. 3:16, 19). Dios
quiere que estemos calientes, que tengamos un devoto entusiasmo y pasión por las cosas del
Señor. Compare Tito 2:14— “celoso de buenas obras” (teniendo un ardiente celo por hacer lo
bueno). ¿Cómo está tu temperatura espiritual? ¿Estás con fiebre? ¿Estás ferviente? Cuando se
trata del entusiasmo por las cosas divinas, ¿estás en el punto de ebullición? En Hechos 18:25
leemos de un hombre así. “Sirviendo al Señor”—debemos estar constantemente sirviendo al
Señor como siervos amantes. ÉL es nuestro bendito Maestro. Dios no quiere siervos
perezosos. ÉL quiere creyentes que sean diligentes y fervorosos.

Romanos 12:12

Como creyentes debemos regocijarnos constantemente en la esperanza que tenemos. La


esperanza se refiere a esa gloriosa futura expectativa que está garantizada porque Dios lo
dijo. Al mirar hacia el futuro, podemos hacerlo con confiada y gozosa expectativa. El futuro es
tan brillante como las promesas de Dios. La venida del Señor  es una cosa segura. Todo hijo
de Dios tiene un futuro muy brillante y esto debería traer gran regocijo a nuestros corazones.
Romanos capítulo 8 tiene mucho que decirnos sobre nuestra expectativa futura.

“Sufridos en la tribulación”—la palabra “sufrido” lleva la idea de resistir con paciencia las


vicisitudes de la vida, perseverando, soportando, persistencia, continuar, no darse por vencido
sino proseguir a pesar de todas las dificultades y obstáculos y problemas y presiones. En 1
Tesalonicenses 1:3 leemos que la esperanza produce paciencia. Es por causa de la esperanza
que podemos soportar y continuar en medio de la tribulación y del apremio. La esperanza
mira más allá de las pruebas presentes y se aferra a las promesas de Dios. “Constantes” =
adhiriéndose, persistiendo en. El creyente tiene que entregarse a la oración y afirmarse en ella.
La oración  requiere esfuerzo y persistencia. No es fácil orar y no es fácil perseverar en ella
(ver otros usos de este verbo en Hechos 1:14; 2:42; 6:4; Col.4:2).

Romanos 12:13

“Compartiendo” = comunicar, participar, tomar parte, tener interés en, contribuir.


“Necesidades” = carencia. Hay creyentes que tienen verdaderas necesidades que yo puedo
suplir. ¿Soy sensible a las necesidades de otros creyentes? ¿Estoy dispuesto a darme a mí
mismo, mi tiempo, mi dinero, etc. para auxiliar esas carencias de una manera que honre a
Cristo? “Practicando la hospitalidad”= esta es una expresión interesante y significa
literalmente dedicarse o buscar con afán la hospitalidad. Es la palabra griega traducida
“perseguir”. Un perseguidor es alguien que acosa y hostiga a alguien para herirlo. Un ejemplo
bueno de un hombre que buscaba ser hospitalario es Abraham en Génesis 18:1-6 (nótese
cómo corrió). “Hospitalidad” = amor hacia los forasteros. En cuanto a hospitalidad cristiana,
ver 1 Ti.3:2; Tito 1:7-8; 1 Ti. 5:10; Hebreos 13:2 (una referencia a Génesis 18:1-6); 1 Pedro 4:9 y
3 Juan 5-8.

Romanos 12:14

“Bendecir” =hablar bien de (lo opuesto a “maldecir”, como vemos en este mismo


versículo). “Persiguen” –es la misma palabra que se encuentra en el v.13 (“seguir la
hospitalidad”). Aquí se refiere a quienes acosan y asedian a los creyentes con el propósito
hostil de dañar y herir. Pablo nos está instruyendo a no pronunciar juicio sobre tales personas.
No te desquites (él dirá más sobre esto al final del capítulo). En verdad, Pablo está repitiendo
aquí las enseñanzas de Cristo Mismo (ver Mateo 5:44). “Maldecir”—ésta es la reacción normal
hacia nuestros enemigos, pero no es la reacción cristiana. La última parte del capítulo 12 nos
dirá cómo hemos de reaccionar y responder cuando la gente nos maltrata.

Romanos 12:15

Somos miembros de un mismo cuerpo. Dios nos ha unido unos con otros de una manera
maravillosa. “Los miembros deben tener la misma solicitud unos por otros. Si un miembro
sufre, todos los miembros sufren; si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan
con él” (1 Corintios 12:25-26). Debemos sentir los unos por los otros, participar de sus alegrías
y de sus penas. Por cuanto soy un miembro del mismo cuerpo del cual también tú eres
miembro, tus alegrías son mis alegrías y tus lágrimas son mis lágrimas. No soy independiente,
sino que más bien estoy conectado con todos los demás miembros del cuerpo. Yo los
necesito a ellos y ellos me necesitan a mí. Nota: a veces es más difícil regocijarse con una
persona que llorar con ella. Esto es así por causa de orgullo, celos, envidia, etc.

Romanos 12:16
“Unánimes entre vosotros” = pensar lo mismo, estar de acuerdo, vivir en armonía, ser
armonioso. No debemos estar fuera de armonía con el cuerpo (piensa en el cuerpo humano y
cómo sería si un pie quisiera ir al norte y el otro pie quisiera ir al sur, si un ojo quisiera mirar a
la izquierda y el otro hacia la derecha). Comparar Filipenses 4:2 y 2 Cor. 13:11. Los creyentes
deben estar de acuerdo unos con otros, abrigar las mismas opiniones, ser UNÁNIMES. No
debe haber desacuerdos o desavenencias. “¿Quién está a favor de glorificar a Dios?”  Todos
están de acuerdo y dicen “¡AMÉN!” “¿Quién piensa que agradar a Cristo es una prioridad?”
Todos están unánimes y dicen, “¡AMÉN!” “¿Quién quiere seguir a Cristo y pelear la buena
batalla de la fe?” Todos dan un paso al frente y dicen “¡Yo!” “¿Quién odia el pecado y el
error?” Todos responden, “¡Todos nosotros!” Esta es la clase de acuerdo que debe haber entre
los creyentes. No debemos tener ambiciones y metas  diferentes. Esto no significa que nunca
pueda haber desacuerdos serenos y honestos acerca de algunos puntos de la doctrina a
medida que crecemos en el Señor, y nos debatimos con la verdad de Dios. Ninguno de
nosotros entiende la verdad de Dios como debiera y ninguno de nosotros tiene un correcto
concepto de todo. Dios lo tiene, pero no nosotros. La clave se encuentra en Filipenses 2:5—
mientras más sentimos como, tanto más estaremos de acuerdo los unos con los otros.
Cuando hay desacuerdo respecto a la verdad, entonces una de las partes (o ambas) no están
de acuerdo con Cristo (están intencionalmente o por ignorancia fuera de armonía con el Dios
de la verdad y con la verdad de Dios en este asunto particular). Cuando tenemos la misma
visión que tiene Dios, estaremos de acuerdo los unos con los otros.

“NO ALTIVOS”—no ambicionen cosas demasiado altas. Esta es una advertencia contra la 
ambición orgullosa (buscar cosas elevadas como honores y riquezas y posición y poder, no
afanosos). No aspirar cosas elevadas (ver Salmo 131:1). “Con los humildes”—
gramaticalmente esto puede significar dos cosas: 1) hombres humildes (masculino); 2) cosas
humildes (neutro). “Asociándoos” – ser llevados con, ser acompañados por. El masculino
significaría esto: asóciate con las personas humildes, no consideres a esas personas por
debajo de ti (tenemos el ejemplo de Cristo que tenía amigos entre los publicanos y pecadores
y marginados y pobres, etc.). El neutro significaría esto: acomódate a un modo sencillo, cede o
sométete a cosas, condiciones y empleos modestos, en contraste con las cosas elevadas
mencionadas.

“Sabios en vuestra propia opinión”—esta es una advertencia contra el ser presumido (tener
una opinión muy elevada de ti mismo). No te creas sabio (no te estimes ser sabio—ver Prov.
3:7 e Isaías 5:21).

Romanos 12:17

“Mal por mal” = devolver mal por mal. “Paguéis” = recompensar, retornar, pagar, retribuir a
alguien el mal que ha hecho (alguien te da un puñetazo en la nariz y tu le devuelves el mismo
trato). Esta actitud se expresa de esta manera: “Te pagaré con la misma moneda. ¡Me
desquitaré! ¡Me la pagarás! ¡No te saldrás con la tuya!” En vez de la regla de oro, tenemos una
regla sucia: ¡HAZ A OTROS COMO TE HAN HECHO A TI O AÚN PEOR! Para otros pasajes
del Nuevo Testamento que enseñan el mismo asunto ver 1 Tes. 5:15 y 1 Pedro 3:9. No des a la
persona lo que se merece. Cuán agradecidos debemos estar de que Dios no nos da lo que
merecemos (Salmo 103:10; Sal. 130:3-4).

¿Qué de la enseñanza del Antiguo Testamento de “ojo por ojo, diente por diente” (Éxodo
21:24)? Esto significa que el castigo debe ser equivalente al crimen, y esto es un principio de
justicia válido y verdadero. Una persona debe recibir exactamente lo que merece. Ver por
ejemplo Génesis 9:6 (vida por vida). ¿Es cierto que el Antiguo Testamento enseña una doctrina
de retribución en tanto que el Nuevo Testamento enseña la doctrina de no-retribución?
Proverbios 20:22 y Proverbios 25:21-22 pertenecen al Antiguo Testamento y ambos enseñan
la no-retribución. Romanos 13:1-4 pertenece al Nuevo Testamento y este pasaje enseña
claramente que los malhechores deben ser castigados y que Dios hace ésto por medio de los
gobiernos, etc. En Romanos 12, Pablo no está diciendo que los malos hombres no deben ser
castigados. Su punto principal, como veremos, es que el creyente debe dejar que Dios, el Juez
Perfecto, se haga cargo del mal y de las injusticias a Su manera y en Su tiempo (ver v.19 por
ejemplo).

“Procurad” –esta palabra se usa en 1 Timoteo 5:8 (proveer para su propia casa). La palabra
aquí significa “pensar en, tomar en consideración”. “Lo bueno” = honesto, moral, bueno y
bello, noble, loable. Este versículo es una cita de Proverbios 3:4 en la Septuaginta y comparar
con 2 Corintios 8:21. “Sean diligentes en hacer lo que es bueno y recto a la vista de todos”.
Tenemos un testimonio. La gente está mirando y observando. Ellos saben cómo debería
actuar un cristiano. Ellos observarán y verán acaso nosotros retribuimos como lo hace el
mundo, acaso nos desquitaremos o no. Un versículo importante que da mucha luz sobre
Romanos 12:17 es 1 Tesalonicenses 5:15.

Hoy estamos viviendo en una sociedad hinchada de pleitos cuyo lema parece ser
“DEMANDAR O SER DEMANDADO”. El énfasis está sobre cuánto puedo obtener de la otra
persona para mi beneficio personal. Esto es lo contrario del principio del amor como se
expone en este capítulo. El amor siempre pregunta, “¿Cuánto puedo dar a esta persona
aunque me signifique pérdida y sacrificio personal?” En una sociedad tan confundida, los
creyentes, cuyos corazones están llenos del amor de Cristo, deberían alumbrar brillantemente.
No es nuestra tarea usar y abusar de otros para nuestra ganancia personal.

Romanos 12:18

“Si es posible”—estas palabras implican claramente que no siempre es posible. “En


cuanto dependa de vosotros” = si está a vuestro alcance. La paz es una avenida en ambos
sentidos. Debemos poner de nuestra parte para vivir pacíficamente, pero no tenemos control
sobre la conducta de otros. Yo puedo tener una bola de nieve y la otra persona tiene una. Yo
puedo escoger no lanzarle la mía, pero no puedo controlar lo que él hará con la suya. El
punto de Pablo es éste: la alteración de la paz nunca debería ser iniciada por el cristiano. El
cristiano nunca debería ser el que quiebra la paz. “Estad en paz” significa vivir en paz, vivir
pacíficamente”.

Hay cuatro pasajes en el Nuevo Testamento que indican al creyente que SIGA LA PAZ (la
persiga, ir tras la paz): Romanos 14:19; 2 Timoteo 2:22; Hebreos 12:14 y 1 Pedro 3:11.

Romanos 12:19

“Vengar” =tomar revancha, desquitarse (exigir satisfacción por el mal, castigando al


malhechor). ¡No te desquites! “Dejad lugar a la ira” – da oportunidad para que la ira de Dios
logre su propósito. Hazte a un lado y deja el asunto a Dios y deja el asunto con Dios. Cede y
entrega a la persona a la ira de Dios quien cuidará de ello en el tiempo preciso y de la manera
precisa.  Comparar Efesios 4:27—no deis lugar ni oportunidad al diablo para ejercer su
influencia, no le den una ocasión. Dios quiere una oportunidad para tomar a Su cuidado los
males hechos a Sus hijos y es Su derecho hacerlo así. Dios es el vengador de ira. Dios está
mucho más airado con el pecado que nosotros. ÉL también es mucho más paciente que
nosotros. Dios enderezará las cosas. Los malos no se saldrán con la suya. Yo no necesito
desquitarme, Dios lo hará.

“MÍA ES LA VENGANZA (castigo)”. Como dice en hebreo y en griego literal (ver


Deuteronomio 32:35 y Hebreos 10:30), “¡MÍA ES LA VENGANZA!” “Pagaré” = devolver,
retornar, retribuir con castigo o venganza. Los liberales y modernistas han dicho a menudo
algo como ésto: “EL DIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO ES UN DIOS DE JUICIO E IRA, CRUEL,
DESPIADADO, VENGATIVO, PERO EL DIOS DEL NUEVO TESTAMENTO ES UN PADRE
CELESTIAL DE AMOR Y MISERICORDIA”. Pero aquí en Romanos 12 se nos presenta un DIOS
DE VENGANZA. Y en el Salmo 103:13 Dios es comparado con un Padre compasivo. Ver
también Salmo 130:10, que implica que quienes no temen a Dios serán tratados según sus
pecados y recompensados conforme a sus iniquidades. Ver también Salmo 103:17 que implica
que la ira de Dios es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que no temen a Dios.
Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo (y, por lo demás, este versículo se encuentra
en el Nuevo Testamento—Hebreos 10:31).

Romanos 12:20

Aquí tenemos reseñado el amor a nuestro enemigo en forma práctica (comparar Mateo 5:44).
Ver Prov. 25:21,22. El verdadero amor hacia el enemigo implica escoger DAR a esa persona lo
que necesita a pesar de lo que sintamos hacia esa persona. Por naturaleza, una persona no
tiene ganas de amar a su enemigo. Siente deseos de pegarle en la nariz o perforar los
neumáticos de su automóvil, etc., pero no siente deseos de alimentarlo y darle de beber.
Amamos a nuestros enemigos, porque Dios nos lo ha mandado (Mateo 5:44), no porque
deseamos hacerlo. Si vas a esperar a tener ganas de hacerlo, nunca sucederá. Ver 2 Reyes
6:20-23 como un ejemplo de cómo Eliseo trató a sus enemigos.

“Ascuas de fuego” = brasas ardientes, carbón, tizón ardiendo. “Amontonar”-poner una sobre
otra. Al alimentar y dar de beber a tu enemigo estarás amontonando carbones ardiendo
sobre su cabeza. Obviamente, esto no ha de entenderse literalmente. “Cuando el sentido llano
tiene sentido, no busques otro sentido, pues terminará en un sin sentido”, pero aquí, el
sentido literal y llano no tiene un buen sentido. Sin embargo, para ilustrar lo que este
versículo está diciendo, tomemos esta frase literalmente. Supongamos que estuvieras en una
comida campestre y alguien te lanzara con intención y a quemarropa la pelota para que te
pegara fuerte en la cabeza y luego te echara tierra en la cara y te escupiera. Tú podrías tomar
algunos carbones encendidos al rojo y, mientras él no estuviera mirando, amontonárselos en
la cabeza. ¿Crees que esto le gustaría? Por supuesto que no. Ese sería el peor trato que
podrías darle a una persona. ¿Qué podría ser peor que eso? Eso sería insufrible. Eso dolería
realmente. Dios está diciendo ésto: si quieres devolvérsela a tu enemigo, hazle bien. Eso sería
un trato insufrible. Esa sería la cosa más efectiva que podrías hacer. Sería eliminar a la gente
con amabilidad; vengarse con rectitud, destrozarlos con obras de amor y perseguirlos con
paz. Considera a Esteban. Sus enemigos habrían preferido que él les arrojara piedras en vez
de orar por ellos. Esto tiene que haber sido penoso para ellos. La próxima vez que te ofendan,
procura de dar a tus enemigos el “tratamiento de amor” y confía que Dios lo use para obrar
en sus corazones. “Los carbones de fuego simbolizan las quemantes punzadas de la
vergüenza y contrición que resultan de la inesperada amabilidad recibida. La magnánima
conducta de la persona ofendida, que devuelve bien por mal, tiene su efecto”—Romanos 9-
16.  “Carbones ardientes amontonados sobre la cabeza de un hombre, expresarían intensa
agonía. De modo que el apóstol está diciendo que el efecto de hacerle bien a un enemigo
sería causar dolor. Pero el dolor sería ocasionado por la vergüenza y el remordimiento de su
conciencia, por una convicción de lo malo de su conducta, y por la comprensión del disgusto
divino, que puede llevar al arrepentimiento” .

Romanos 12:21

Aquí tenemos la forma activa y pasiva del mismo verbo. “No seas vencido” =pasivo; “vence”
= activo. No permitas que el mal te conquiste (que tenga victoria sobre ti), sino vence el mal
con el bien. Ahoga el mal en el bien. Yo conozco a un creyente dedicado.

Esto concluye nuestro estudio de Romanos capítulo 12. Hay una conexión entre el capítulo 12
y el capítulo 13. Hemos aprendido que no es tarea del creyente castigar a los malhechores.
Esta es tarea de Dios. ÉL es el vengador de ira. La venganza pertenece a ÉL. ÉL pagará a Su
modo y en Su tiempo. El capítulo 13 nos habla de que una de las maneras en que Dios castiga
a los malhechores es por medio del gobierno humano que ÉL ha ordenado y establecido
(comparar 13:4).
Los Valores Del Reino De Dios

Gerson Amat Torregrosa


Sermon  •  Submitted 13 years ago
Matthew 5:43–48
Matthew 6:32–33
Reino de Dios
Evangelio
Valores
0 ratings
 · 36.563 views
Share
Notes
Transcript
1. Una sociedad necesitada de valores

Hablar de “valores” se ha convertido en un tópico, casi en una moda. Se oye decir casi en todos los
ámbitos que en nuestra sociedad se han perdido los valores, que la juventud ya no tiene valores, que
lo hay que hacer es potenciar los valores y, sobre todo, educar en valores. Hasta en las iglesias
evangélicas se habla de valores. Incluso circula un material para la educación en valores “cristianos”
de adolescentes y jóvenes. Lo que hay detrás de estas expresiones es un sentimiento bastante
generalizado de que se ha producido un “deterioro moral” en la sociedad, y en relación con distintos
aspectos de la vida.

Lo que ya resulta más problemático es poner de acuerdo a todos los que dicen que se han perdido
los valores, acerca de cuáles son los valores que verdaderamente “valen”, esos “verdaderos valores”
que se supone que valían antes y que ahora ya no valen. Cuando llegamos a este punto unos piden
justicia, otros libertad, igualdad y fraternidad, otros orden público y seguridad… La lista podría ser tan
larga como el listín de teléfonos, porque cada persona, o cada grupo, tiene sus criterios acerca de lo
que verdaderamente tiene valor para su vida. Entonces advertimos que no es que se hayan “perdido
los valores”, sino que los valores han cambiado. Lo que “antes” (¿hace quince años, antes de la
democracia, antes de la guerra…?) tenía valor para las personas que en aquellos momentos
constituían la mayoría de la sociedad, ahora ha dejado de tenerlo para quienes ahora forman la
mayoría, que no son las mismas personas que “antes”, ni siquiera sus hijos o sus nietos. Y mientras
se ha dejado de valorar lo que para muchos era valiosísimo, las mayorías de hoy valoran otras cosas
que antes resultaban impensables.  

Ni siquiera los pensadores “de oficio” se ponen de acuerdo acerca de qué cosa son los valores, ni de
si existen o no como tales valores. Porque para unos los valores, que no dejan de ser cosas
abstractas (como la bondad, la justicia, la amistad, el esfuerzo, etc.) serían “realidades” que están
ahí y que sólo hay que aplicarlas a la vida, mientras que para otros, en cambio, no existen
“realmente”, y sólo serían criterios totalmente subjetivos y, por tanto, relativos. Lo que único que está
más o menos claro es que los valores tienen que ver con la bondad o maldad de los
comportamientos humanos y son, por tanto, necesarios para la vida, porque tienen el carácter de
normas de actuación y funcionan como una especie de “fundamentos” de nuestras actitudes y de
nuestros comportamientos, marcando así una especie de camino para la felicidad que da sentido a
nuestra vida como seres humanos.

2.      A la búsqueda de “valores evangélicos”

ADVERTISEMENT

Como ya apuntaba hace un momento, ni siquiera los evangélicos nos escapamos de este tema de
los valores. Porque no podemos. Forma parte de la manera de hablar, y por lo tanto de la manera de
ver el mundo, de la cultura en la que hemos nacido y de la que formamos parte. Lo normal es que
también nosotros, hombres y mujeres de nuestra época, utilicemos este mismo lenguaje.

Lo que ya no es tan normal es que a la hora de hablar de esa “pérdida de valores” los cristianos
estemos de acuerdo con los que no lo son (digo, cristianos), porque creo que tampoco nos
pondríamos de acuerdo acerca de los valores que verdaderamente “valen”. ¿Tenemos los mismos
valores los cristianos y los no cristianos? ¿Hemos coincidido alguna vez en cuestión de valores?
¿Existen unos valores específicamente “cristianos” o “evangélicos”? Y si existen, ¿cómo podemos
saber cuáles son los valores del evangelio?

Aquí nos podemos encontrar con un problema. Porque en relación con esto de los valores habría
dos maneras (por lo menos) de leer los textos de los evangelios. De entrada podemos hacer una
lectura “moral”: leer los evangelios buscando directamente “qué tenemos que hacer”. Buscar todos
los principios, normas, consejos, frases escritas con el verbo en imperativo… Así encontraríamos un
montón de cosas que habría que hacer, se supone, para “ser buenos” y conseguir así “la felicidad”,
entendida, más o menos, como una vida tranquila, sana, apacible, “de buen rollo”... Que, en el fondo,
son algunas de las cosas que busca la gente. En este planteamiento se trataría de seguir a Jesús de
Nazaret como si fuera un maestro de moral, como alguien muy sabio que nos habría dado una lista
de enseñanzas que nos llevarían… ¡Al fracaso!

Porque las enseñanzas de Jesús le llevaron, desde el punto de vista humano, es decir, desde los
valores de su época tanto como los de la nuestra, a la incomprensión de sus familiares, al abandono
y la traición de sus amigos, al enfrentamiento con las autoridades religiosas y a la condena de las
autoridades civiles y militares. Las hermosas enseñanzas de Jesús le llevaron a la cruz. ¿Es eso lo
que quiere la gente? ¿Lo que de verdad queremos para nosotros y para nuestros hijos? ¿Una vida
que lleve a la incomprensión y al fracaso, con el riesgo de acabar igual de mal que Jesús? Es un
absurdo, ¿verdad? Hacer una lectura “moral” de los evangelios nos lleva al absurdo. ¿Quién puede
creer que de verdad sean valores, como señalan las Bienaventuranzas, la pobreza, la tristeza, la
mansedumbre, el hambre y la sed (es decir, la búsqueda apasionada) de la justicia, la misericordia,
la rectitud de conciencia, el compromiso por la paz, la persecución, los insultos o la calumnia?
¿Quién puede creer que todo eso nos puede hacer felices? ¡Todo eso es humanamente absurdo!

Pero hay otra manera de leer los evangelios. Yo la llamo “teológica”: se trata de ponernos en el
punto de vista de Dios, que al principio del ministerio de Jesús proclama “Este es mi Hijo amado en
quien me complazco” (Mt 3,17). Consiste en no fijarnos, de entrada, en todas y cada una de las
enseñanzas morales concretas de Jesús, sino en la persona misma de Jesús. Consiste en prestar
atención al mensaje global de Jesús: “El tiempo se ha cumplido y ya está cerca el reino de Dios.
Convertíos y creed en la buena noticia” (Mc 1,17). Se trata de aceptar la buena noticia anunciada por
Jesús y de seguirle como el (mi/nuestro) Señor, como el que viene de parte de Dios para traernos un
gran regalo. Es decir, se trata de creer/confiar en Jesús. No es aceptar unas verdades morales más
o menos sabias que hay que seguir, sino de creer en Jesús, Aquél que muere y resucita. Aquél que
pasa por la cruz, por la muerte, por el fracaso, por el absurdo, hacia la vida exaltada en Dios, su
Padre.

3.      ¿Tiene “valor” la cruz?

Los cristianos no partimos de una enseñanza moral, ni siquiera la de Jesús, sino de la aceptación
creyente de la proclamación de los discípulos y discípulas la mañana de Pentecostés: “A este, que
es Jesús, Dios lo ha resucitado, y todos nosotros somos testigos de ello. El poder de Dios lo ha
exaltado y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, lo ha repartido en
abundancia, como estáis viendo y oyendo” (Hch 2,32-33). Los cristianos partimos de que lo que
menos valor puede tener para los seres humanos, la muerte humillante, maldita y excomulgada en
una cruz, un instrumento de tortura de los poderosos de este mundo, se convierte para nosotros en
un valor, en el valor más valioso y sublime porque por ella podemos contemplar el inmenso amor de
Dios por sus criaturas. “El lenguaje de la cruz es, ciertamente, un absurdo para los que van por
sendas de perdición; mas para nosotros, los que estamos en camino de salvación, es poder de Dios
[…] Por eso Dios ha decidido salvar a los creyentes a través de un mensaje que parece absurdo.
Porque mientras los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría, nosotros anunciamos a
Cristo crucificado que para los judíos es una piedra en la que tropiezan, y para los paganos es cosa
de locos. Pero para los que Dios ha elegido, sean judíos o griegos, ese Cristo es poder y sabiduría
de Dios” (1 Cor 1,18.21b-24).

La muerte y la resurrección de Jesucristo invierten todos los valores humanos. Porque lo que parecía
el gran fracaso de Jesús se manifiesta como su gran victoria, como la victoria de Dios sobre los
poderes de este mundo. Nos están diciendo que lo que tiene “valor” no es el éxito de los que se
salieron con la suya matando a Jesús. Tampoco tiene “valor” el poder económico o político de los
grandes sacerdotes de Jerusalem, ni siquiera el poder religioso de los escribas y fariseos. Lo que de
verdad tiene “valor” para los seres humanos es el amor de Dios que se ha manifestado en la
resurrección de su Hijo, y que le ha dado la razón, que ha declarado como buena su actuación y su
enseñanza.

Lo que verdaderamente tenía valor para Jesús, y lo que verdaderamente tiene valor para los
hombres y las mujeres era y es Dios. Dios mismo. Y también los hombres. Los hombres y mujeres
de carne y hueso, porque cada uno de ellos y ellas son imágenes de Dios. Los discípulos y
discípulas, claro, los que le acompañaron en su ministerio. Pero también los enfermos y los poseídos
por espíritus malos a los que sanó. Y los publicanos, y los pecadores, y las prostitutas, a los que
acogió en su comunidad. Y los enemigos que lo ejecutaron, por quienes pidió perdón al Padre desde
la cruz. Para Jesús lo que de verdad tiene valor es Dios, y aquellos a quienes Dios ama.

Lo que tiene valor para Jesús es el Reinado de Dios, es decir, lo que Dios quiere para nosotros, su
proyecto para los seres humanos, que es que seamos felices en comunión con él, y que sólo se
realiza cuando lo ponemos a él, a Dios mismo, en el centro de nuestras vidas. Ése era el secreto de
Jesús, y ese es el gran valor que Jesús nos propone en el centro del Sermón del la Montaña:
“Vosotros, antes que nada, buscad el Reino de Dios y su “dikaiosine” (= “todo lo que lleva consigo”,
“el hacer lo que es justo delante de Dios”), y Dios os dará, además, todas estas cosas” (Mt 6,33).
Jesús entregó su vida precisamente por poner en primer lugar el Reinado de Dios y todo lo que tiene
que ver con él, hasta las últimas consecuencias. Y como garantía del “valor” de su elección y su
decisión, de que éste el auténtico camino, el Padre lo exaltó.
El acontecimiento de la Pascua de Jesús cambió la vida de sus discípulos. A partir de ese momento,
con la fuerza y la iluminación del Espíritu Santo, su vida estuvo verdaderamente centrada en el
servicio al anuncio de Dios y de su Reino, definitivamente manifestado en Cristo. A partir de ese
momento, por la fe, por la confianza en el Dios que había resucitado a Jesús, la vida de los
discípulos estuvo centrada en Dios.

4.      Una nueva comprensión de los “valores evangélicos”

Y a partir de aquí, por el Espíritu Santo que recibieron, los discípulos adquieren una nueva
comprensión de las enseñanzas de Jesús. A partir de aquí, por la iluminación del Espíritu, los
discípulos descubren el auténtico “valor” de los “valores” propuestos por Jesús, y que son
considerados como “antivalores” por quienes no han descubierto todavía el amor de Dios.

A la luz de la cruz y la resurrección de Jesús se descubre una “nueva justicia”, una nueva manera de
tener una “relación justa” con Dios, pero también con los demás, con las cosas creadas y con
nosotros mismos. “Si vosotros no cumplís la voluntad de Dios mejor que los maestros de la ley y que
los fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5,20). No se trata de cumplir unas normas,
sino de vivir de acuerdo con lo que Dios quiere para nosotros, que coincide que es lo mejor para
nosotros. No basta con no matar, no cometer adulterio, repudiar a la mujer legalmente, no jurar en
falso o no pasarse de la ley del talión. Ni siquiera basta con amar a quienes nos aman. Jesús pide la
perfección, la excelencia: “Vosotros tenéis que ser perfectos, como es perfecto vuestro Padre
celestial” (Mt 5,48). La versión de Lucas nos aclara cuál es esa perfección: “Sed compasivos, como
también vuestro Padre es compasivo” (Lc 6,36). Ésa es la perfección de Dios: su amor que regala el
sol y la lluvia a justos e injustos; su amor que nos ha amado cuando todavía éramos pecadores.

El “valor” máximo es el mismo Dios. El amor de Dios. El amor con el que Dios nos ha inundado el
corazón al darnos el Espíritu Santo (Rom 5,5). El amor de Dios que nos capacita para vivir como
vivió el mismo Jesús, y que es lo más absurdo a los ojos de los seres humanos: amar a los
enemigos. “Dios nos ha dado la mayor prueba de su amor haciendo morir a Cristo por nosotros
cuando aún éramos pecadores” (Rom 5,8). Ese amor es el que nos transforma y nos hace hijos de
Dios, capaces, como su Hijo, de amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persigan (Mt
5,44).

Ésa es una justicia superior a la ley. Repasad el sermón del Monte: Una manera de hacer el bien sin
que los demás nos alaben, de orar sin pasar públicamente por piados, de arrepentirse de corazón sin
poner cara de penitente. Es una manera de vivir acumulando “letras del tesoro” de Dios, adquiriendo
“valores garantizados”, “acciones” y “obligaciones” que sólo cotizan en la bolsa del Reino,
desprendiéndonos de todo con generosidad, movidos por la gratitud a Aquél que nos ha dado gratis
lo que más valor tiene: una vida nueva, una vida de calidad, que ni la muerte puede destruir. Una
vida que vale más que la comida de los mejores “chefs” de moda, y más que la ropa de las
supermodelos. Una vida liberada del miedo al futuro, porque sabe que en el futuro está Dios
esperándonos, a la vez que nos sujeta ahora de la mano para que no caigamos. Una vida liberada
para poder amar, sin miedo a la pobreza, a la tristeza, a la violencia... Una vida sin miedo. Dios, en
este mundo, no nos libera del dolor y de la muerte. Nos libera del miedo al dolor y a la muerte, el
miedo que nos impide amar como él y ser felices como él.

5.      Construyendo la vida sobre Dios mismo

Cuando descubrimos en Jesucristo el valor del amor de Dios, que supera todas nuestras
expectativas, nos damos cuenta (de nuevo sigo las Bienaventuranzas) de cómo Dios ha abierto su
Reino a los pobres, de cómo consuela a los tristes, de cómo los mansos reciben el cumplimiento de
las promesas, de cómo Dios colma toda hambre y sed de justicia, de que su misericordia nos
convierte en misericordiosos, de que los que miran con la conciencia limpia son hechos capaces de
ver a Dios (precisamente en los “otros”: en los pobres, hambrientos, desnudos, encarcelados… en
los prójimos… en los que Jesús quiere ser servido), y de que los que construyen entre las personas,
los grupos y las naciones puentes para la paz se convierten en hijos de Dios. Y entonces adquieren
sentido, y “valor”, la incomprensión, la persecución, el insulto, la calumnia e incluso la muerte. Por la
muerte y la resurrección de Jesucristo.

¿Hay “valores” cristianos? ¿Cuáles son los “valores” evangélicos? Es importante saberlo, porque
donde cada uno tiene sus “riquezas”, sus “valores”, allí ponemos el corazón. ¿Cuáles son de verdad
nuestras riquezas? ¿A qué le damos verdaderamente valor en nuestras vidas? ¿Qué es lo que está
detrás de nuestras actitudes y mueve verdaderamente nuestras acciones? Cada uno tiene que
contestarse a sí mismo estas preguntas.

Jesús nos muestra el valor central: Dios, el Dios de Jesús. El único que merece ser amado con todo
nuestro ser. Jesús nos lo ha dado a conocer. Él lo llamaba “Abbá”, “Papaíto”. En el supermercado de
la vida podemos escoger los valores que queramos. Jesús nos invita a “invertir” acertadamente, a
buscar el mejor “terreno” sobre el que construir nuestra vida: la roca. Y la Roca, en la Biblia, es Dios.

Termino con las mismas palabras de Jesús: “El tiempo se ha cumplido y ya está cerca el Reino de
Dios. Convertíos y creed en la buena noticia”. (Mc 1,15).

AMÉN

También podría gustarte