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Mi identidad en Cristo

Tema: Nuestra identidad no viene de nuestro aspecto físico o de nuestro éxito financiero.
Tampoco viene de nuestro pasado sin Cristo o de lo que digan otras personas sobre
nosotras. Nuestra identidad viene de Dios, de quiénes somos en él y gracias a él.

Objetivo: Animar a cada mujer a fijar sus ojos en Dios. Así logrará entender que su
identidad y su valor vienen de Jesús, de la obra redentora que él hizo en la cruz por ella.

Texto bíblico: Efesios 2:1-10

En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, en los cuales
andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las
tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia.
En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros
deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los
demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios. Pero Dios, que es rico en
misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos
muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús,
Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, para mostrar en los
tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre
nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto
no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.
Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica.
(Efesios 2:1-10)

Otros versículos que pueden servir de apoyo: Efesios 4:22-24; 2 Corintios 5:17; Gálatas
3:28; Romanos 6:3-4; Romanos 8

Introducción

Nuestra identidad, quiénes somos, qué nos hace valiosas... ¿Te has preguntado alguna vez
qué es lo que te caracteriza frente a los demás? ¿Tus posesiones o estatus social? ¿Tu éxito
laboral? Algunas personas se escudan tras esas cosas pensando que su verdadero valor
procede de ellas. Otras se sienten marcadas por su pasado, por acciones cometidas por ellas
o contra ellas. Esto las lleva a esconderse o a andar siempre a la defensiva.

La realidad es que nuestra verdadera identidad está en Dios. Cuando buscamos a Dios de
todo corazón y le permitimos que transforme nuestra vida, descubrimos quiénes somos en
realidad.

¿Qué dice la Biblia sobre nuestra identidad? ¿Habla la Biblia sobre esto? ¡Sí! Hay pasajes
muy claros en los que podemos ver cómo éramos sin Cristo y cómo somos ahora que le
hemos permitido ser el dueño y Rey de nuestra vida. Uno de esos pasajes es el que usamos
como base de este estudio: Efesios 2:1-10. Pero nuestra identidad en Cristo abarca mucho
más que las 4 cosas que veremos hoy. Pídele a Dios que te ayude a entender la plenitud de
tu nueva identidad en él.

Desarrollo del tema

Vivas en Cristo

Nuestra vida antes de aceptar a Jesús como nuestro Salvador no era una vida plena porque
estábamos muertas espiritualmente (Efesios 2:1-3). El pecado y sus consecuencias nos
dominaban, nos afligían. La culpabilidad por cosas que habíamos hecho, o cosas malas que
otros nos habían hecho, marcaba la forma en la que nos veíamos. Pero, ¡qué dicha más
grande! ¡Dios nos alcanzó con su amor y ya no somos así! Su perdón nos limpió y nos dio
vida.

¿Qué es el pecado y que dice la Biblia sobre él?

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con
Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!
(Efesios 2:4-5)

«Pero Dios»... Esta es una de las frases más poderosas de la Biblia. ¡Dios intervino! ¡Dios
se acercó a nosotras cuando aun estábamos muertas en pecados! Dios vio nuestra condición
y no nos dio la espalda sino que llegó, nos extendió su mano y nos aceptó tal como éramos.
¡Maravillosa gracia del Señor!

Hijas amadas de Dios

La vida abundante y plena es nuestra porque somos hijas amadas de Dios. Romanos 8:17
dice «Y, si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo...» Y
esa es nuestra nueva identidad. Somos herederas de Dios y coherederas con Cristo. Qué
honor más grande. Dios, el creador y dueño de todo, es nuestro Papá y nos hace partícipes
de su herencia eterna.

Dios nos amó y nos recibió como hijas porque quiso. Él nos dio vida con Cristo porque así
le plació. No es por nuestros méritos, no es porque lo hemos ganado. ¡No! Fue por su amor.
Él te amó a ti y él me amó a mí. Vivimos rodeadas de su amor. Solo necesitamos tener un
corazón receptivo para sentirlo.

Una vez recibimos ese amor paternal de Dios, somos transformadas. Saber que podemos
acudir a nuestro Padre en cualquier momento para recibir su abrazo trae paz y sosiego a
nuestro corazón. No importa la situación por la que estemos pasando, Papá está a nuestro
lado. Nos podemos apoyar en él para recibir su amor, su consuelo, su aceptación. ¡Así de
maravilloso es nuestro Dios!

Tenemos valor
Pero no termina ahí: para Dios también somos valiosas. Dios hasta sabe el número de
cabellos que hay en nuestra cabeza (Lucas 12:6-7). Una vez más, no es por nuestros méritos
sino porque él así lo desea. Nuestro valor viene de él. Él nos creó, él nos salvó, en él
estamos completas (Colosenses 2:9-10).

Pero cuidado: es cierto que no valemos menos que los demás, pero tampoco somos más
importantes que ellos. Dios nos ama a todos y desea transformarnos porque para él todos
somos valiosos. Por lo tanto, debemos agradecer la obra de Dios en nosotras, el valor que
tenemos en él y también necesitamos apreciar su obra en los demás.

Lo que sí debemos hacer es dejar de compararnos con los demás. Fijemos nuestra mirada
en Jesús, recibamos la afirmación del Padre y llenémonos del Espíritu Santo. Estemos
atentas a las oportunidades que se presentan para impactar a otros compartiendo con ellos la
sanidad del alma que nosotras hemos disfrutado. Apreciemos a los demás y busquemos
también su bienestar espiritual.

Somos vencedoras

Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa, sino según el Espíritu...
(Romanos 8:9a)

En Cristo hemos vencido el poder del pecado y el Espíritu Santo mora ahora en nosotras.
¡Vivimos para Cristo, con Cristo y en Cristo! (Hechos 17:28) El Espíritu Santo nos capacita
para vencer ante las tentaciones y los problemas de la vida. Es cierto que todavía
enfrentamos problemas y dificultades. Pero ahora los vemos desde la perspectiva divina.

En Cristo somos más que vencedoras (Romanos 8:37) porque sabemos que Dios obrará
conforme a su voluntad. Si permanecemos aferradas a él, nuestra confianza crecerá y nos
fortaleceremos en su amor.

La vida está llena de contratiempos, pero no los enfrentamos solas. ¡Dios está con nosotras!
Ese debe ser nuestro pensamiento y nuestra convicción ya que esa es nuestra realidad. El
Rey de Reyes, el Dios todopoderoso no nos abandona. Y es por esto que tenemos la
seguridad de que venceremos con la fuerza que él nos da y para su gloria.

Una forma de vencer es enfocarse en hacer las buenas obras que Dios dispuso de antemano
para que las llevemos a cabo (Efesios 2:10). Nuestra vida debe marcar una diferencia y lo
hará si permitimos que se cumpla en nosotras el propósito para el cual Dios nos creó
(Salmo 138:8). Enfoquémonos en lo que Dios dice sobre nosotras y permitamos que él obre
a través de nosotras.

Conclusión

¿Tienes a Cristo en tu vida? Pídele que te muestre cómo él te ve y quién eres en él. Fija tus
ojos en Cristo y en lo que él dice de ti. ¡Esa es tu identidad! No permitas que las críticas de
las personas o el recuerdo de cosas del pasado te impidan andar en tu nueva realidad.
Pídele al Espíritu Santo que te llene cada día y te permita entender su perspectiva en medio
de cualquier situación. Que puedas ver a las personas y a las situaciones como él las ve. No
te dejes intimidar porque Dios está contigo siempre y él es más poderoso que cualquier
dificultad.

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