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marzo 6, 2019

Tú identidad en Cristo lo cambia todo

Hace unos años atrás, mientras mi familia estaba en unas compras rápidas en una tienda
por departamentos, uno de nuestros hijos comenzó a perder el control. Nuestro hijo
pequeño comenzó un arrebato verbal y agresivo mientras su pequeña mente parecía
convertirse en otra persona. Esto no era nada nuevo para nosotros, ya que habíamos
estado buscando ayuda durante años, pero cuando vi los ojos de quienes nos rodeaban
emitiendo un juicio silencioso, pero a toda voz, fue en ese momento que me di cuenta de
nuestra lucha.

«¡Controla a ese niño!»


«¡Claramente no hay disciplina en esa casa!»
«Si ese fuera mi hijo, ¡nunca se comportaría de esa manera en una tienda!»

Cuando sentí que mi maternidad estaba siendo juzgada, me dirigí a una mujer que había
estado lanzando una mirada de desaprobación y exclamé: «¡no me juzguen! No tienes idea
del reto con el que vivimos ». Ya era suficiente con las miradas de desaprobación y el juicio
silencioso que a menudo sentía de quienes me rodeaban. Mi identidad como madre estaba
siendo desafiada, ¡y no estaba dispuesta a soportarlo!

Si bien es cierto que esta mujer podría haber sido más amable, el problema real era que la
estaba dejando determinar mi valor y mi identidad. Ella no tenía idea del desafío que Dios
le había confiado a nuestra familia. Sin embargo, lo que reveló esta situación en mi propio
corazón fue que buscaba mi identidad en lo «buena» madre que yo era en lugar de quién
era en Cristo. Lo más triste de la situación es que, en lugar de ser el reflejo de Cristo a esta
mujer, la había atacado en medio de mi crisis de identidad.

¿Por qué no podemos encontrar satisfacción en nosotras mismas? Porque fuimos creadas
para reflejar la gloria de Dios. Ya que el objetivo principal en la búsqueda de una identidad
fuera de Cristo es traer gloria a nosotras mismas, nunca encontraremos un propósito
duradero apartadas de Él.

¿Dónde estás siendo tentada a encontrar tu identidad?

¿Eres una mujer que solía encontrar satisfacción y elogio en tu trabajo, pero ahora
te encuentras trabajando incansablemente en casa con niños que expresan muy
poco agradecimiento?
¿Has sido engañada por la escalera del éxito a costa de tus seres queridos, o te
sientes paralizada porque estás sin trabajo o en un trabajo donde no encuentras
satisfacción?
Si estás viviendo el nido vacío, ¿no te sientes segura de quién eres sin sin hijos en
casa a quienes atender?
¿O eres una madre joven que siente que no puede estar a la par con la vecina que
aparentemente tiene todo bajo control?

¿Cómo nuestra identidad en Cristo cambia nuestras vidas?

Saber que nuestra identidad está en Cristo es una cosa, pero comprender cómo eso cambia
de forma práctica la forma en que vivimos es otra. Aquí hay algunas formas en que la
comprensión de nuestra verdadera identidad en Cristo puede tener un gran impacto en la
forma en que vivimos:

1. Ya no perseguimos los deseos de nuestra carne, sino que


buscamos glorificar a Dios en todas las áreas de la vida.

No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor
del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la
pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el
mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece
para siempre. (1 Juan 2:15-17)

Si no buscamos encontrar identidad solo en Cristo, entonces lo estamos buscando en otra


cosa. Sin embargo, cuando tu identidad y la mía estén en las cosas eternas de Cristo, no
seremos aplastadas por nuestros fracasos y debilidades, no caeremos en el orgullo del éxito
mundano, ni nos desesperaremos por las decepciones o la tragedia. No nos perderemos
buscando las cosas atractivas pero vacías que ofrece el mundo porque Cristo nos da una
esperanza estable y eterna en un mundo inestable y sin esperanza.

2. Ya no tememos al futuro.

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Pues
no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis
recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (Rom.
8:14-15)
Si tenemos paz con Dios, entonces no tenemos nada que temer en esta tierra. Nuestra
eternidad es segura como hijas adoptadas de Cristo. Por lo tanto, no debemos temer el
colapso financiero, perder nuestro trabajo, contraer ébola o sarampión, o ser ridiculizados
por nuestra fe. Por supuesto, estas cosas no son fáciles, pero podemos confiar en que
nuestro Padre celestial es soberano en cada momento de nuestras vidas y nos equipará
para cada cosa que Él ordene.

3. No tenemos necesidad de juzgarnos o compararnos con los


demás cuando buscamos agradar solo a Cristo, en quien nuestra
identidad está oculta.

Uno juzga que un día es superior a otro, otro juzga iguales todos los días. Cada cual esté
plenamente convencido según su propio sentir. El que guarda cierto día, para el Señor lo
guarda; y el que come, para el Señor come, pues da gracias a Dios; y el que no come,
para el Señor se abstiene, y da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí
mismo, y ninguno muere para sí mismo; pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si
morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del
Señor somos. (Rom. 14:5-8)

Juzgar las decisiones que toman los demás puede robarnos la paz y crear inseguridad en
nuestras propias decisiones debido a nuestro deseo de complacer al hombre por encima de
Dios.

Así que debemos ser cuidadosas de no imponer nuestras convicciones personales, que no
son verdades bíblicas, a los demás como si fuéramos más piadosas que ellos. Podemos
pedirle a Cristo sabiduría en esta área de nuestras convicciones personales, estar abiertas a
escuchar y discernir las perspectivas de otros sin juzgar, y caminar confiadas en que Dios es
el único a quien debemos honrar y agradar en estas decisiones.

A menudo también nos comparamos con los dones y bendiciones de los demás. Todas
somos creadas con el propósito de glorificar a Dios en las formas únicas en que Él nos ha
creado. Una persona puede está llena de creatividad, mientras que otra glorifica a Dios con
una hermosa voz. Una persona glorifica a Dios como un director general, mientras que otra
lo glorifica haciendo el trabajo de vigilancia en la iglesia. Una persona glorifica a Dios en la
forma en la que se esfuerza para criar a su familia, mientras que otra lo glorifica en la forma
en que usa su soltería para servirle.

Debemos buscar glorificar a Cristo con nuestros dones y no perdernos tratando de ser algo
que Dios nunca nos creó para ser. No te pierdas la bendición de servir a Cristo donde estás
con lo que Él ha elegido para ti.
4. No debemos sorprendernos cuando llega el sufrimiento;
podemos estar seguras de que producirá cosas de valor eterno.

El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos,
también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos
con Él a fin de que también seamos glorificados con Él. (Rom. 8:16-17)

Si nuestra identidad está en Cristo, tenemos garantizado que algún día nos identificaremos
con Él en sus sufrimientos. Así como los sufrimientos de Cristo no fueron inútiles ni
desaprovechados, tampoco lo serán los nuestros. Los sufrimientos de Cristo derrotaron el
pecado y la muerte, y por lo tanto nos identificamos con Él cuando Él usa el sufrimiento
para hacer morir el pecado en nosotras, para que podamos reflejarlo más a Él. El
sufrimiento no solo nos santifica, sino que nos asegura que, después de sufrir con Él por un
tiempo, algún día seremos glorificadas con Él.

Este tema del sufrimiento ha sido familiar para mí en los últimos años. Si bien seré la
primera en decir que han sido algunos de los años más difíciles de mi vida, también puedo
decir que han sido algunos de los mejores, porque Cristo me ha dado gozo y su bondad a
través de ellos. Sin embargo, puedo dar fe de que cuanto más he dejado a un lado lo que
pensé que quería (a pesar de mis intentos de aferrarme a ello), más he encontrado gozo en
lo que sólo Cristo pudo haber hecho a través del dolor que Él ha ordenado en mi vida.

A veces, en la gracia de Dios, Él permite que lo que más tememos perder sea quitado para
revelar que hemos buscado nuestra identidad en otra cosa que no sea Él. A medida que Él
nos hace comprender que nuestra verdadera identidad está en Él, somos libres para
disfrutar y glorificarlo de la manera única en que Él nos ha creado. El sufrimiento cambia
gradualmente nuestra perspectiva terrenal a una eterna.

En mi carne, tengo dones que están plagados de orgullo e imperfección.Tengo deseos que a
menudo me llevan a buscar mi propia voluntad más que la de Dios, y tengo bendiciones a
las que soy propensa a aferrarme firmemente en lugar de usarlas para la gloria de Dios.
Pero esa vieja vida ya no es mi identidad. En cambio, por la gracia de Jesucristo, soy justa,
santa, amada y capaz de traerle gloria a través de Sus dones.

Pregúntate (y responde en los comentarios): ¿dónde estás buscando identidad fuera de


Cristo? ¿Te encuentras aferrada a algo con miedo de sentirte perdida si no lo tienes?

Alabemos a Dios porque nos ama lo suficiente como para tomar nuestros corazones
quebrantados y rebeldes, y, debido al sacrificio de su Hijo, nos ofrece una nueva identidad
en Cristo. No nos conformemos con menos.

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