Está en la página 1de 2

La sociedad ha sido concebida como una realidad externa que ejerce presión y coacción sobre el

individuo. La sociedad no solo determina lo que hacemos, sino también lo que somos. En otras
palabras, la posición social extraña tanto nuestra vida como nuestra conducta.
El papel forma, determina y modela tanto la acción como el actor. Esto es muy difícil de disimular
en este mundo. Normalmente, nos convertimos en el papel que desempeñamos.
La identidad no es algo "determinado", sino que se confiere en actos de reconocimiento social nos
convertimos en aquello a que nos hemos dedicado. Esta misma idea es expresada en la conocida
descripción que hace Cooley del propio yo como un reflejo en el espejo. Por supuesto, esto no
significa que el individuo no haya nacido con ciertas características transmitidas por su herencia
genética, a pesar del medio ambiente social en el que tendrá que desarrollarse. Nuestro
conocimiento de la biología humana no nos proporciona una imagen muy clara del grado de
autenticidad de esta afirmación. Sin embargo, sabemos que el espacio que existe para la formación
social dentro de estos límites genéticos es, en realidad, muy grande.
La identidad viene con la conducta y la conducta aparece en respuesta a una situación social
específica. La inteligencia, el humorismo, las habilidades manuales, la devoción religiosa e incluso
la potencia sexual responden con igual vivacidad a lo que esperan de nosotros los demás.
Hasta donde le sea posible, el individuo tratará de manipular sus afiliaciones de manera de
fortalecer las identidades que le han proporcionado grandes satisfacciones en el pasado. Lo más
terrible que puede producir el prejuicio a un ser humano es hacer que tienda a convertirse en lo que
dice que es la imagen predispuesta que todos tienen de él.
Lo que se ha "hecho" efectivamente en el psicoanálisis es construir una nueva identidad. Una
visión del hombre basada en su existencia en sociedad. Esta visión nos dice que el hombre
desempeña papeles trágicos en el gran drama de la sociedad y que, hablando en términos
sociológicos, el mismo es la máscara que debe usar para hacerlo.
La capacidad de transformación del propio “yo” depende no solo de su contexto social, sino
también del grado de su habitación e identidades anteriores y también de ciertos rasgos adquiridos
genéticamente.
La mayoría de la gente es sincera, porque psicológicamente este es el camino más fácil que
podemos escoger. Es decir, la gente cree en su propia manera actuar, se olvida cómodamente de su
actuación anterior pasa por la vida alegremente, convencida de ajustarse a todas sus demandas. La
sinceridad es la conciencia del hombre que es engañado par su propia actuación, como la expresa
David Reisman, el hombre sincero es el que cree en su propia propaganda.
Toda estructura social selecciona a aquellas personas que le son necesarias para su funcionamiento
y elimina de una manera u otra a las que no son adecuadas. Si no hay personas utilizables que
seleccionar, tendrán que ser inventadas, o más bien, serán creadas de acuerdo con las
especificaciones requeridas.
Hablamos de una ideología cuando una idea determinada sirve a un interés creado en la sociedad.
Con mucha frecuencia, aunque no siempre, las ideologías deforman sistemáticamente la realidad
social para hacer su aparición donde o cuando les convenga.
El concepto privado de la moral de la ortodoxia protestante, concentra su atención en aquellas
partes de la conducta que resultan irrelevantes para el mantenimiento del sistema social, y desvía su
atención de aquellas partes en donde la inspección ética crearía tensiones al funcionamiento fluido
del sistema.
Toda sociedad puede considerarse en función de su estructura social y de sus mecanismos socio
psicológicos, así como en relación con su criterio del mundo que sirve como el universo común
poblado por sus miembros.
El fenómeno mismo de la religión como tal puede situarse socialmente en razón de funciones
específicas tales como su legitimación de la autoridad política o su mitigación de las rebeliones
sociales lo que Weber llamo la "teodicea del sufrimiento": esto es, la manera en que la religión
proporciona sentido al sufrimiento, cambiándolo con ello de una fuente de revolución a un vehículo
de redención. La universalidad de la religión, lejos de ser una prueba de su validez metafísica, es
explicable en razón de dichas funciones sociales.
El individuo obtiene socialmente su visión del mundo de manera muy parecida a la que obtiene sus
papeles y su identidad. En otras palabras, sus emociones y la interpretación de sí mismo, al igual
que sus acciones, son definidas de antemano para él por la sociedad, y tal es su vía de acceso
cognoscitiva hacia el universo que lo rodea. Alfred Schutz ha comprendido esta realidad en su frase
"el mundo que se da por supuesto" el sistema de suposiciones quo aparentemente se patentizan y se
validan por sí mismas respecto al mundo que engendra cada sociedad en el curso de su historia. Esta
visión del mundo socialmente esta especificada ya, cuando menos en parte, en el leguaje que
emplea la sociedad.
La sociedad nos proporciona nuestros valores, nuestra lógica y el acopio de información que
constituye nuestro "conocimiento". La sociedad no solo controla nuestros movimientos, sino que
forma nuestra identidad, nuestro pensamiento y nuestras emociones. Las estructuras de la sociedad
se convierten en las estructuras de nuestra propia conciencia. La sociedad no se detiene en la
superficie de nuestra piel, sino que penetra en nosotros tanto como nos envuelve.

También podría gustarte