Está en la página 1de 1

La Finalidad, verdadero poder educador

(Tomado de Mantovani)

La finalidad, entendida del modo expuesto, es objetividad. Trasciende la


naturaleza individual. Roza con un mundo espiritual, descansa en un plano de
valores, se condiciona en un orden objetivo. El educador realiza la tarea de
conducción mediante el manejo de sustancias y categorías objetivas que
representan el elemento constitutivo de la educación, así como cada individuo en
formación, el elemento regulativo. De aquí resulta que la idea esencial de la
educación es la de finalidad. La finalidad es el verdadero poder educador.

Por otro lado, la individualidad, la subjetividad, que representa un sistema de


posibilidades, un estado de plasticidad formativa, se manifiesta como desarrollo
estimulado por una acción educativa consciente. Desde Herbart se denomina
educabilidad a ese estado contingente de capacidad educativa. Es el elemento
regulativo y pone límites a las influencias advirtiendo que no pueden sobrepasar las
condiciones singulares, cada peculiaridad. Pestalozzi y Fröebel dieron gran
importancia al principio de la individualidad.

Dos estructuras participan del fenómeno educativo: una, constitutiva, la objetividad


cultural con los bienes que son sus valores vivos y concretos y con sus valores
puros y normativos, que representan la cultura. Otra, regulativa, el individuo con
fuerte predominio de los valores vitales y su complejo psicológicos. Dos esferas
están frente a frente, lo vital y lo espiritual, con su estructura distinta porque en
aquella reina lo contingente y en ésta la universalidad. Sin embargo, buscan el
encuentro y la convergencia, y éste es e objeto del hacer educativo, la tarea
específica del educador. No es fácil esa tarea porque cada dominio de cultura
tiene su legalidad y cada individuo su peculiaridad. Una vez más diremos que a la
educación hay que entenderla como el encuentro de lo universal y lo particular, del
espíritu y la vitalidad, del objeto y el sujeto. Educar consiste en alentar el desarrollo
del ser individual y conducirlo a participar de la vida colectiva y el espíritu de la
época. El fin de la educación siempre debe ser algo más que el mero desarrollo
individual. No se debe educar al hombre para que viva por sí y para sí únicamente.
Natorp sostiene que el individuo resulta incompetente para la determinación del fin
educativo. Es el material y no el fin. Este es, según el filósofo neokantiano, la
formación de la voluntad y se alcanza en comunidad, con la “incorporación
inmediata en las organizaciones morales de la vida”.
Pocos pedagogos han señalado con más energía el valor de la individualidad en la
educación como Kerschensteiner pero no por eso concluye por considerarla
objetivo fundamental. La educación no es un hecho natural sino un “acto cultural”
de la comunidad que distribuye bienes determinados. No hay educación sin el
reconocimiento del ser individual, del sujeto psicológico; pero tampoco es posible
sin acudir a un orden supra-individual: social, nacional, religioso. En una palabra,
sin arraigar en la estructura cultural de una época y de una nación. La educación
es una alianza entre el alma individual y el alma social, entre el desarrollo espiritual
del individuo y el desarrollo cultural de la comunidad a que pertenece.
(Mantovani, Juan. La educación y sus tres problemas. P.p. 97-98)

También podría gustarte