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Hay muchos conceptos que pueden complementar la definición de hecho social que
Durkheim busca construir, sin embargo, a pesar de cumplir su función, fácilmente
pueden resultar particularmente problemáticos cuando son asumidos en un sentido
ontológico. Tales como los criterios de externalidad y obligatoriedad que mi compañera
ha explicado previamente, el poder de coacción con el que Durkheim juega para
realizar la división entre el complemento y comparación con los hechos sociales.
Así como los ejemplos que pueden conformar a la definición que se va a aclarando
sobre lo que es un hecho social, tales como las reglas jurídicas; reglas morales;
dogmas religiosos; y sistemas financieros, podríamos decir que separando cada uno
de estos ejemplos, cada área tiene un propio hecho social donde ya existe una
organización definida. Sin embargo, hay más de una organización, más de un sistema
financiero, más que un solo grupo de reglas jurídicas; que por más opuestas que
puedan llegar a ser, comparten la misma objetividad e influyen igualmente sobre el
individuo, un ascendiente susceptible para nosotros: las corrientes sociales.
De este modo, el hecho social presenta, una fisonomía particular que se mantiene,
pese a las variaciones que puedan presentarse en su aplicación por los particulares.
En este sentido, las diferencias individuales, siempre presentes en la realización de
hechos sociales, no impiden el reconocimiento de lo que Durkheim denomina patrones
o moldes colectivos sobre los que se “vierte” la acción.
Si bien reconoce que todo conformismo social concede siempre márgenes a la
variación individual, en sí la generalización de un hecho no constituye un criterio
suficiente para otorgarle el carácter de “social”.