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LA DEPRESION: UN DIAGNOSTICO COMUN

Angelica Maria Arenas Godoy

Universidad Nacional De Colombia

El síntoma y el malestar en la clínica psicoanalítica

Bogotá D, C. 22 de junio de 2022


Resulta incuestionable el hecho de que la depresión constituye, hoy en día, uno de

los problemas más serios con los que se debe enfrentar la sanidad pública, tanto de nuestro

país, como de la mayoría de los países. Este escenario representa que, en las últimas

décadas, este trastorno mental ha sufrido un incremento en cuanto a repercusión social se

refiere.

Las tasas de prevalencia de la depresión en la población no dejan de aumentar, pero

la causa por la cual una persona desarrolla el trastorno, a pesar de las múltiples hipótesis

existentes, todavía sigue siendo desconocida, todas las personas se sienten tristes o decaídas

de vez en cuando, pero estos sentimientos suelen desaparecer en poco tiempo. La

depresión, también llamada “depresión clínica” o “trastorno depresivo mayor” es diferente.

La depresión es una enfermedad frecuente en todo el mundo, pues se estima que

afecta a un 3,8% de la población, incluidos un 5% de los adultos y un 5,7% de los adultos

de más de 60 años la escala mundial, aproximadamente 280 millones de personas tienen

depresión La depresión es distinta de las variaciones habituales del estado de ánimo y de las

respuestas emocionales breves a los problemas de la vida cotidiana.

Puede convertirse en un problema de salud serio, especialmente cuando es

recurrente y de intensidad moderada a grave. Puede causar gran sufrimiento a la persona

afectada y alterar sus actividades laborales, escolares y familiares. En el peor de los casos,

puede llevar al suicidio. Cada año se suicidan más de 700 000 personas. El suicidio es la

cuarta causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años.

En el primer año de la pandemia por COVID-19, la prevalencia mundial de la

ansiedad y la depresión aumentó un 25%, según un informe científico publicado por la


Organización Mundial de la Salud (OMS). El reporte también destaca quiénes han sido los

más afectados y resume los efectos de la pandemia en la disponibilidad de servicios de

salud mental y cómo ésta ha cambiado durante la pandemia.

De acuerdo con Instituto de Sanimetría y Evaluación Sanitaria. Global Health Data

Exchange en cuanto a las causas de muerte o lesión por trastornos depresivos en todas las

edades hasta 2019 se veía así el porcentual y que a resultado de la pandemia iniciada a

finales de ese mismo año aumento:

Siguiendo las múltiples hipótesis del desarrollo depresivo del individuo se puede

hacer un análisis de dos fuentes teóricos que han tenido gran influencia en los años la

primera de esta la del psicoanálisis y autores como Ehrenberg que desde su posición

analizan al sujeto deprimido como el cobarde moral debido a que este hace una renuncia al

deseo, visión pasiva ante el conflicto por lo tanto el sujeto evado lo que le produce este

trastorno y renuncia al saber inconsciente.


Para estos autores el deprimido está en extremo consiente de que no hay nada

después por lo tanto no ve razón alguna en la existencia, para estos se debería saber que

somos mortales y por lo tanto se debería asumir con valentía y jugar con el deseo pero el

deprimido no lo hace y por lo tanto lo clasifica como “cobarde moral”

Mientras otra hipótesis ahora desde el punto de vista psiquiátrico la depresión es

vista como un desequilibrio de las catecolaminas en el sistema nervioso

central “La teoría neurotrófica/plástica de la depresión surgió hace poco más de una década,

en ella se señalan los efectos de la depresión en estructuras como el hipocampo y cómo

estos cambios pueden producir una desregulación en el estado del ánimo” (Pilar-Cuellar

F,2013)

El diagnóstico en psiquiatría supone la existencia de distintos puntos de vista o

enfoques (positivista, fenomenológico o hermenéutico), que involucran, de parte del

médico, diferentes niveles de compromiso cognitivo, afectivo y personal y que culmina en

una negociación entre la subjetividad del paciente y la del terapeuta.

En las sociedades occidentales es más frecuente concebir la depresión como una

enfermedad con componentes hereditarios y biológicos, mientras que una visión situacional

que comprende los síntomas en el contexto de un estrés psicosocial y de dificultades

interpersonales suele asociarse con sociedades tradicionales y comunidades minoritarias. Es

así como quienes interpretan los problemas como reacciones emocionales frente a las

adversidades del entorno -al contrario de una interpretación patológica son menos

propensos a buscar ayuda profesional en el ámbito de la salud mental.


En la actualidad, el modelo médico de causalidad, focalizado en esencias biológicas

simples, ha resultado insuficiente para captar la naturaleza de las enfermedades mentales;

por el contrario, su adecuada conceptualización requiere de múltiples perspectivas

explicativas que considere, además, la interacción de sus elementos en distintos niveles.

Cierto es que a pesar de existir múltiples teorías explicativas acerca de este aumento

de la depresión, todavía hoy desconocemos, a ciencia cierta, los motivos por los cuales esta

enfermedad se encuentra tan presente. Sin embargo, cabe apuntar que en los últimos

tiempos se han producido toda una serie de cambios sociales muy significativos, como

pueden ser la quiebra de las estructuras tradicionales de la familia, la pérdida de las

creencias religiosas que daban sentido a la existencia, la recreación de la vida en solitario,

el ritmo de vida, la globalización, el aumento de la información o la presencia de la

tecnología que han conllevado, indudablemente, a una serie de tensiones específicas vividas

entre la población, que promueven, sin duda, la vulnerabilidad a padecer dicha dolencia.

“La soledad es deprimente, pero la depresión también provoca soledad. Si uno no

puede funcionar, la vida se convierte en un caos; si uno no puede hablar y no experimenta

ningún deseo sexual, y carece de vida social y amorosa, se enfrenta a situaciones de verdad

depresivas” (Solomon, 2003, p. 104)

Es evidente que en este punto la sociedad o la cultura en la que se halla inmerso el

sujeto juega un papel muy importante. Existen una infinidad de teorías y/o autores que

hablan acerca de ello también los prejuicios que cada país tiene con respecto a la depresión

generando así, toda una serie de exigencias en las personas, en cuanto a carácter se refiere,

difíciles de aguantar. En esta afirmación se recogería muy bien la idea de que el precursor
de muchas culpabilidades individuales, ya sean o no patológicas, podría ser este ideal

occidental de “superman” o “superwoman” inalcanzable para cualquier ser humano real.

En la actualidad, este término ha sustituido al de melancolía en el lenguaje

biomédico. Uno de los problemas en la historia de la depresión y la melancolía es que han

sido utilizados para expresar cosas muy distintas entre sí: una enfermedad, una condición

de tristeza ocasional, el temperamento, un tipo de carácter, un estado de malestar

temporario, un padecimiento crónico, etc. En el lenguaje común, estar depresivo o

melancólico no es necesariamente estar enfermo. “En la década del 40 la depresión no era

más que un síntoma detectable en la mayor parte de las enfermedades mentales;

actualmente es considerado el trastorno mental más extendido en el mundo” (Ehrenberg,

2000).

El deterioro psicológico se explicaría por un fallo en el sistema de procesamiento de

la información, que genera en las personas depresivas un sistema de creencias prototípico,

caracterizado por la inferencia arbitraria y la distorsión de la realidad. Esta forma de

entender la etiología del deterioro psicológico ignora los determinantes sociales de la

depresión al situar su origen en el interior de la mente de las personas.

Un individuo alienado está despojado de su capacidad de influir sobre su medio, ya

que actúa en un vacío normativo, simbólico e interpersonal. La falta de expectativas para

transformar las circunstancias y sucesos adversos, la incapacidad para predecir el futuro, la

no existencia de normas sociales, la ausencia de significado y propósito en la vida personal,

así como el sentimiento de separación y distanciamiento con respecto a sus ideas, acciones

y sentimientos, sujetos al control o decisión de otros, hunden sus raíces en las condiciones

sociales de existencia fijadas por la posición social. Sin duda, los elementos anteriormente
descritos coinciden, en gran medida, con algunas de las características del modelo de

bienestar social de Keyes (1998), para quien la integración social, la contribución social,

entendida como el sentimiento de que se puede contribuir de forma valiosa a la sociedad, la

aceptación social, la evaluación de las instituciones sociales como marco propicio para el

desarrollo personal (actualización social) y el interés y preocupación por dar un sentido al

entorno social (coherencia social) constituyen los factores esenciales del bienestar social.

Asimismo, y de acuerdo con el modelo atributivo de la depresión, ésta se encuentra

asociada positivamente tanto a los factores de internalidad, como de estabilidad y

globalidad. Es decir, aquellos sujetos que tienen un estilo atributivo caracterizado por los

factores anteriormente señalados tendrán una mayor probabilidad de sufrir déficits

depresivos. Esta asociación entre estilos atributivos internos, estables y globales y la

depresión, observada también en otros estudios

En resumen, mientras las teorías cognitivas han ido enfatizando la importancia de la

representación que las personas elaboran del mundo, los modelos de causación social, a

través de conceptos como los de estrés social y alienación, destacan el papel de nuestras

relaciones normativas, simbólicas y materiales con el ambiente. Al mismo tiempo que la

investigación cognitiva tiende a considerar la existencia de una baja autoestima como

síntoma de la depresión, como si se tratara básicamente de un sesgo cognitivo relacionado

con la percepción del yo, los modelos sociológicos la sitúan como un proceso mediador

entre la estructura social y la depresión; una variable que se construye en las relaciones

sociales y que tiene un efecto sobre el bienestar psicológico del individuo.

De cualquier forma, tanto los acontecimientos estresantes, como la alienación y la

autoestima son factores que no se distribuyen de igual manera entre la población. Son las
personas que pertenecen a las clases sociales más desfavorecidas las que tienen una mayor

probabilidad de sufrir en sus vidas acontecimientos que inciden sobre el control del medio

y, en consecuencia, sobre su autoimagen.

En definitiva, podemos deducir del presente estudio que son las desigualdades

sociales, a través de las experiencias de estrés y de ciertas estrategias de afrontamiento,

entre las que podemos incluir las redes de apoyo social disponibles, y las diferencias en los

sentimientos de alienación y autoestima, y no los estilos atributivos per se, los que tienen

un peso significativo en la probabilidad de sufrir una mayor sintomatología depresiva.

En este sentido, promover la salud mental no es sólo una tarea que resida en la

capacidad de las personas para cambiar sus estilos cognitivos, algo que en determinados

casos no debe quedar excluido, sino en la transformación tanto de las condiciones sociales

que influyen en nuestra integración social como de las interacciones sociales en las que se

construye nuestra autoestima.

Dentro de la clasificación de las enfermedades actuales, es indudable que la

depresión no solo es una entidad reconocida, sino que también es una de las más

importantes a nivel de causa de sufrimiento e invalidación en población general a nivel

mundial. Por este mismo motivo, es que investigadores de distintos lugares del planeta y de

distintas corrientes teóricas y disciplinares han indagado respecto de las causas de este

trastorna tan prevalente y de las características de este. Es así como en la última década se

ha comenzado a acordar que la depresión más enfermedad aguda presenta rezagos de

cronicidad y recurrencia. Por este motivo las investigaciones y desarrollos

psicoterapéuticos respecto de este trastorno, no solo se enfocan en los resultados a corto


plazo sino que este interés se ha desplazado sobre las causas de la recurrencia y la

cronicidad.

REFERENCIAS

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