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Enrique Leff
Universidad Nacional Autónoma de México
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All content following this page was uploaded by Enrique Leff on 23 February 2016.
Sin embargo, estos campos de integración de conocimientos, estas problemáticas en las que
confluyen diversos saberes, no constituyen objetos científicos interdisciplinarios. En la mayor
parte de los casos, tampoco han dado lugar a un trabajo teórico interdisciplinario entendido como
el intercambio de conocimientos que resulta en una transformación de los paradigmas teóricos de
las disciplinas involucradas, es decir, en una “revolución dentro de su objeto” de conocimiento o
incluso en un “cambio de escala del objeto de estudio por una nueva forma de interrogarlo”.1
A pesar de ello, la interdisciplinariedad es proclamada hoy en día no sólo como un método y una
práctica para la producción de conocimientos y para su integración operativa en la explicación y
1
. G. Canguilhem, Idéologie et rationalité dans l'histoire des sciences de la vie, Librairie Philosophique J. Vrin,
Paris, 1977, p. 119.
resolución de los cada vez más complejos problemas del desarrollo; además aparece con la
pretensión de promover intercambios teóricos entre las ciencias y de fundar nuevos objetos
científicos. Sin embargo, la interdisciplinariedad teórica –entendida como la construcción de un
“nuevo objeto científico” a partir de la colaboración de diversas disciplinas, y no sólo como el
tratamiento común de una temática–, es un proceso que se ha consumado en pocos casos de la
historia de las ciencias. Estos casos no son generalizables para desprender de allí una
metodología aplicable para producir efectos similares en otros campos del conocimiento y de la
investigación científica.2
La historia de las ciencias de la vida ofrece una prueba ejemplar de interdisciplinariedad teórica
en el proceso de reconstrucción del objeto científico de la biología. Se trata de un caso de
interdisciplinariedad intracientífica, es decir, de las rupturas y reformulaciones del objeto
teórico que concierne a un nivel de materialidad de lo real: al conocimiento sobre la estructura y
las funciones de la materia viviente. Es así que a partir de la construcción del modelo de un
cristal de ADN, fue posible “la conjunción progresiva y coordinada de los resultados de varias
disciplinas biológicas con los de la genética formal. La citología, la microbiología y la
bioquímica para empezar. Pero esta conjunción no fue fecunda sino en la medida en que la
yuxtaposición de los resultados comandaba la refundición de las relaciones entre las disciplinas
que los habían proporcionado”.
2
. En estos casos, como en los de toda “especialidad bien trabajada, bien practicada... podemos abstraer reglas de
producción de conocimientos, reglas susceptibles de una extrapolación prudente. En este sentido, el método puede
ampliarse más bien que generalizarse. Pero no podría extenderse a otros objetos de la historia de las ciencias sin una
ascesis preparatoria a la delimitación de su nuevo campo de aplicación”. (G. Canguilhem, Idéologie et rationalité...
op. cit., 1977, p. 24).
3
. Ibid., pp. 110-115.
Existen también ejemplos de estudios interdisciplinarios en los que concurren especialidades
provenientes de diferentes campos científicos. Un caso ilustrativo es el de la etnobotánica. Allí
interviene la ecología para explicar las condiciones naturales de producción y regeneración del
medio vegetal; las disciplinas etnológicas (etno-tecnología, etno-ecología y etno-lingüística) para
explicar el proceso cultural de aprovechamiento de los recursos del medio; la antropología
ecológica para dar cuenta del condicionamiento ecológico sobre la organización social y
productiva de las culturas; la antropología estructural para explicar el sistema de
representaciones de una cultura sobre su medio, y por tanto, la significación de sus vegetales; las
disciplinas históricas para explicar los procesos de transculturación que afectan las prácticas
productivas y la utilización de los recursos de los pueblos; en fin, la historia económica reciente
y el análisis del sistema económico dominante, para dar cuenta de las determinaciones que
imponen las condiciones de valorización y explotación de los recursos sobre las prácticas
tradicionales de reconocimiento y aprovechamiento de su ambiente.4
4
. Cf. J. Barrau, “L'Ethnobotanique au carrefour des sciences naturelles et des sciences humaines”, Bull. Soc. Bot.
Fr., núm. 118, 1971, p. 242 y E. Leff, “Ethnobotanics and anthropology as tools for a cultural conservation
strategy”, en J. A. Mc Neely y D. Pitt (comp.), Culture and conservation, Billing and Sons Ltd., Worcester, Great
Britain, 1985.
5
. “Es que esos alimentos no son nada más buenos para comerse y no son nada más materiales vegetales o animales
consumidos para satisfacer necesidades fisiológicas; también sirven para pensar... son pretextos de símbolos,
soportes de lo imaginario y justificaciones de prácticas sociales. Estamos aquí en la interfase de lo biológico y lo
social, en plena dialéctica de lo real y lo imaginario.” (J. Barrau, “Essai d'écologie des méthamorphoses de
l'alimentation et des fantasmes du gôut”, Social Science Information, Vol. 18. Núm 3, 1979, pp. 421-422).
mostrado la imposible generalización de los objetos científicos y de los campos de producción de
conocimientos, así como la aplicación de un método totalizador y general (i.e., el materialismo
dialéctico o el estructuralismo genético). A su vez, la problemática ambiental ha puesto en
evidencia la posición de externalidad e incluso de exclusión de un conjunto de disciplinas frente
a la explicación y resolución de los problemas ambientales, así como los obstáculos que
presentan los paradigmas científicos para reorientar sus preocupaciones teóricas, sus
instrumentos de análisis y sus métodos de investigación hacia un objetivo común conformado
por el medio ambiente.
Esta noción de ambiente, generada por las externalidades del proceso económico, no es
ajena a la conceptualización del medio que se produjo con la constitución de las ciencias y de las
disciplinas –cuya intervención se reclama ahora para resolver la problemática ambiental. Así,
Etienne Geoffroy Saint-Hilaire usó la noción de medio ambiente en 1831 para referirse a las
circunstancias que afectan a una “formación centrada”.6 De esta forma, el conocimiento de la
vida, de la cultura, de la producción, surge en el campo de las ciencias modernas por la
constitución de objetos de conocimiento que operan como centros organizadores de procesos
materiales que son complementados por un medio que limita y condiciona la realización de estos
procesos.
Es en ese sentido que, si bien las variaciones de las formaciones vitales se producen por
las mutaciones genéticas de los organismos de los seres vivos, el medio selecciona las especies,
individuos y poblaciones, condicionando la evolución biológica. Si bien la lengua y las
relaciones de parentesco aparecen como estructurantes de una formación cultural, de sus
producciones prácticas e ideológicas, y del proceso de significación de sus recursos y de
simbolización de su ambiente, la conformación de su medio geográfico condiciona la división
del trabajo, los desarrollos técnicos y las prácticas productivas que constituyen la base material
de toda formación social.
Es a partir de este sentido originario del concepto de medio, que Augusto Comte pensó la
relación del organismo con su medio, como una función sujeta a un conjunto de variables
susceptibles de ser estudiadas experimentalmente y cuantificadas. Georges Canguilhem advierte
que:
6
. G. Canguilhem, La connaissance de la vie, op. cit., 1971.
7
. “El origen (de las nociones) comanda el sentido y el sentido comanda el uso.” (Canguilhem, op. cit., 1971, p. 132).
Esta concepción del medio como un sistema de relaciones entre organismos, y entre éstos y su
entorno, ha precedido al concepto de ecosistema, objeto de la ecología. A su vez, la noción de
medio ha estado asociada con los análisis sistémicos aplicados al estudio de las interrelaciones de
un conjunto de objetos, variables, factores y procesos. Sin embargo, el medio no constituye
propiamente el objeto de ninguna ciencia, ni es el campo de articulación de las ciencias centradas
en sus objetos de conocimiento, organizadores de procesos materiales específicos. Por ello las
pretendidas ciencias ambientales son inexistentes.9
Lo anterior no implica que el proceso de internalización teórica del medio no haya enriquecido a
las ciencias con el conocimiento de los factores que afectan y condicionan a los procesos
materiales que surgen de sus centros organizadores (formación de valor, evolución de la vida,
reproducción de la cultura). De allí la importancia para la biología evolutiva de los estudios
ecológicos sobre los procesos de adaptación y equilibrio de las especies y poblaciones biológicas
a partir de las condiciones impuestas por las transformaciones del medio. Asimismo se ha abierto
la posibilidad de enriquecer los conceptos del materialismo histórico (productividad de las
fuerzas sociales de producción, formación de valor y las relaciones sociales y técnicas de
producción) a partir de la incorporación del potencial ecológico, las condiciones ambientales y
los valores culturales en la organización de los procesos productivos.10
Sin embargo, este aporte del medio no redefine los objetos de conocimiento de ciencias como el
materialismo histórico, la biología evolutiva o la antropología estructural. No es el enfoque
holístico de la ecología lo que renueva las bases teóricas de la biología evolutiva, sino las
investigaciones interdisciplinarias que llevaron al descubrimiento del ADN en el campo de la
genética.11 No es la naturalización del valor por la sumisión de la lógica del valor de cambio a un
metabolismo de intercambios orgánicos el que vendría a completar al materialismo histórico con
una concepción ecosistémica de la relación sociedad-naturaleza.
8
. Ibid., p. 134.
9
. E. Leff, “Las disciplinas científicas y la problemática ambiental”, Serie Opiniones, Fascículo 1 sobre ciencia y
medio ambiente, Madrid, CIFCA, 1982.
10
. E. Leff, “Marxism and the Environmental Question: From the Critical Theory of Production to an Environmental
Rationality for Sustainable Development”, Capitalism, Nature, Socialism, Vol. 4, Núm. 1, 1993, pp. 44-66.
11
. G. Canguilhem, op. cit., 1977.
12
. J. Baudrillard, Crítica de la economía política del signo, México, Siglo XXI, 1974.
la significación de la naturaleza como objetos de trabajo y recursos productivos entran así en un
espacio de complementariedad con los procesos productivos, transformando el paradigma de la
producción y construyendo un nuevo objeto de la economía política.13
Desde sus aspectos funcionales, los análisis ecosistémicos conforman un campo de estudio
susceptible de ser internalizado por la problemática de diferentes disciplinas científicas. De esta
forma, el saber ecológico puede complementar los análisis tanto de la economía, como de la
biología y la antropología. Así, las condiciones de equilibrio dinámico del ecosistema y sus
procesos de sucesión, explican las condiciones de adaptación y de selección de los organismos
en el medio, y por tanto de su dinámica evolutiva, en tanto que dichos procesos están asociados
con la regulación, coexistencia y/o competencia de las poblaciones biológicas por los “recursos”
del medio. A su vez, la capacidad de carga y la resiliencia de un ecosistema, asociadas con el
potencial biótico y la tasa de crecimiento natural del ecosistema, determinan la capacidad de
explotación económica de los recursos naturales dentro de diferentes racionalidades productivas,
estableciendo las condiciones del medio para la formación de valor, para la producción de
ganancias y para la regeneración de los recursos a largo plazo. En forma similar, la estructura
funcional de los ecosistemas condiciona la racionalidad de las prácticas productivas de una
organización cultural.
Si bien los objetos de conocimiento de la biología y del materialismo histórico son inarticulables
–en tanto que la evolución de las especies no determina al proceso de valorización del capital ni
la dinámica económica explica los procesos de organización vital–,15 la cuestión ambiental ha
impulsado la emergencia de nuevos campos del saber donde se articulan ciertas disciplinas
teórico-prácticas, así como la construcción de objetos interdisciplinarios de conocimiento. Desde
esta perspectiva, los estudios de la ecología son integrables a los objetivos de una planificación
económica para incorporar las condiciones ecológicas a los procesos productivos, definiendo
límites y potenciales en el manejo productivo de los ecosistemas, y las tasas de reproducción y
explotación sustentable de los recursos naturales. En este sentido, la ecología y la termodinámica
ofrecen bases para la reformulación de los paradigmas de la economía y del materialismo
histórico.
13
. Baudrillard llegará incluso a proponer el agotamiento del paradigma de la economía política fundado en el valor-
trabajo --y en los “conceptos ideológicos” de producción, modo de producción, relaciones de producción, fuerzas
productivas--, y su sustitución por una teoría del intercambio simbólico (Cf. J. Baudrillard, The Mirror of
Production, Telos Press, St. Louis, 1973).
14
. G. Gallopín, “Ecología y Ambiente”, en E. Leff, Los Problemas del Conocimiento..., op. cit.
15
. En este sentido, el dictum interdisciplinario que postula que las diferentes disciplinas no hacen sino percibir una
misma realidad desde distintas perspectivas, es falso.
La fertilización transdisciplinaria y los intercambios teóricos han estado presentes en el
desarrollo de las ciencias. Así, la ecología ha importado conceptos de la cibernética y de la
termodinámica para caracterizar a los estados de equilibrio homeostático y dinámico de los
ecosistemas; de la teoría de la información para establecer las relaciones entre la diversidad
específica y la estabilidad de las comunidades bióticas con su medio; y conceptos provenientes
de la economía para dar cuenta de la productividad biótica y agronómica de los ecosistemas, de
su eficiencia ecológica y de los rendimientos de diferentes cultivos. Estos conceptos y métodos
permiten modelar el comportamiento del ecosistema y simular con fines de manejo alternativos
su funcionamiento estructural.
Sin embargo, esta comprensión inclusiva y totalizante de la vida y el medio no puede eludir la
necesidad de articular la dinámica ecosistémica con el conjunto de fenómenos físicos y procesos
sociales que afectan su funcionamiento estructural, cuyos efectos externos están excluidos del
objeto de la ecología (salvo para las tendencias globalizantes y totalizadoras del pensamiento
ecologista), demandando su conocimiento una articulación de ésta con otras ciencias.17
16
. Para un estudio de la historia de la ecología, desde su emergencia como una disciplina de las relaciones entre
organismos vivos y el ambiente, hasta la constitución de una “ecología global”, ver la obra de J.P. Deléage, Histoire
de l'Ecologie, La Découverte, París, 1991.
17
. En este sentido, los cambios ambientales globales están demandando nuevas metodologías para el estudio
integrado de los procesos de orden físico, biológico, económico y cultural que afectan los procesos de calentamiento
De esta forma, la dinámica de los procesos ecosistémicos implica el análisis de los efectos de
ciertos fenómenos geofísicos y atmosféricos (catástrofes naturales, cambios climáticos,
inundaciones) y de ciertos procesos socio-históricos (modos de producción, racionalidad
económica, organizaciones culturales, sistemas políticos), que afectan su comportamiento. Esto
demanda la articulación de la ecología con la geología, la geofísica, la antropología, la economía
y la historia.
La paradoja y la “trampa” que plantea la noción de medio, surge de la tendencia del desarrollo
teórico y experimental de la ecología a suplantar su papel en el espacio de complementariedad de
los objetos de las ciencias, para constituirse como un objeto generalizado de análisis. La
pretensión totalizadora del pensamiento ecologista está asociada con la emergencia de los
enfoques sistémicos e interdisciplinarios donde las variables y funciones circulan libremente
dentro de un sistema conformado intencionalmente, recortado sobre una realidad homogénea y
un campo unitario del conocimiento. El medio puede reabsorberse en el sistema y el sistema
puede convertirse en un ecosistema generalizado. Así se ha concebido al “ambiente humano”
como el campo interdisciplinario de las “ciencias ambientales”, donde las externalidades
ecológicas y sociales serían internalizadas en el terreno de las prácticas de la planificación.18
De allí surge el sentido ideológico de la noción de medio ambiente. El ambiente se esfuma junto
con la especificidad de las ciencias y de los conflictos sociales en la transparencia de las
prácticas interdisciplinarias y de la planificación ambiental del desarrollo. Empero, la noción de
medio resurge desde su espacio de exclusión como un concepto relativo y contextual al proceso
de complementariedad y articulación de las ciencias, cobrando un sentido estratégico en el
proceso político de supresión de las “externalidades del desarrollo” –la explotación económica
de la naturaleza, la degradación ambiental, la desigual distribución social de los costos
ecológicos, la marginación social, etc.–, que persisten a pesar de la posible ecologización de los
procesos productivos, de la capitalización de la naturaleza y de la sistemicidad interdisciplinaria
del saber.
global, de pérdida y preservación de la biodiversidad y, en general, las relaciones del orden económico mundial con
los cambios ecosistémicos globales, la transición demográfica y los procesos de degradación socioambiental.
18
. “Para los especialistas del enfoque de sistemas, el medio ambiente está constituido por todo lo que no forma parte
del sistema intencional estudiado y que afecta su comportamiento (Churchman). A medida que el sistema dispone de
políticas referentes al medio ambiente, este último se estrecha; el buen éxito de tales políticas se evaluará [...] por la
desaparición misma del concepto del medio ambiente, que terminará por ser asimilado al sistema [...] En realidad, a
largo plazo, el medio ambiente, asimilado como dimensión permanente del campo de visión del planificador, está
destinado a desaparecer como dominio concreto de acción” (I. Sachs, Ecodesarrollo. Desarrollo sin Destrucción, El
Colegio de México, México 1982, pp. 36,53).