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Los problemas del conocimiento y la perspectiva ambiental del desarrollo

Article · January 2000


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Enrique Leff
Universidad Nacional Autónoma de México
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Extracto del ensayo “Ambiente y Articulación de Ciencias”, por Enrique Leff, publicado en
Enrique Leff (Coord.), Los Problemas del Conocimiento y la Perspectiva Ambiental del
Desarrollo, Siglo XXI Editores, México, 1986 (segunda edición corregida, 2000).

3. Es el Ambiente un Objeto Científico Interdisciplinario?

El propósito de integrar diferentes ramas del conocimiento científico y técnico en torno a un


objetivo común es anterior a la demanda de producción de un saber interdisciplinario que plantea
la problemática ambiental del desarrollo. En realidad, a partir del momento en que la
acumulación del capital exige la articulación funcional de las ciencias a los procesos productivos
para elevar su eficiencia, los conocimientos científicos no sólo aparecen en una relación de
verdad o de conocimiento con lo real, sino también como fuerza productiva del proceso
económico. La tecnología se constituye en el medio eficaz para la aplicación de los
conocimientos científicos a la producción de mercancías.

Al tiempo que los procesos productivos se desagregaron en sus diferentes funciones, el


conocimiento científico se fue ramificando en diferentes disciplinas, de manera que sus
aplicaciones fueran eficaces y operativas en la elevación de la productividad del capital. Así la
cientifización de la producción convirtió a los procesos tecnológicos en objetos de una
integración multidisciplinaria del saber científico y técnico, antes que la problemática ambiental
reclamara la participación de diversas disciplinas para comprender y actuar sobre un objeto
práctico complejo: el ambiente.

Las transformaciones productivas desde la Revolución Industrial hasta la actual cientifización de


la producción, han desencadenado un vasto potencial de aplicaciones prácticas de las ciencias,
generando un proceso de planificación de las actividades de investigación dentro de las
empresas, así como dentro de los macroproyectos de las grandes potencias: de sus programas
bélicos, de sus proyectos espaciales. La orientación de las ciencias hacia la producción ha
llevado a desarrollar técnicas y modelos de programación de las actividades de investigación
aplicada y desarrollo tecnológico, abriendo un campo de estudios de prospección científica y
tecnológica orientada por la demanda de conocimientos del proceso económico y la resolución
de los problemas que éste genera. De esta demanda social de conocimientos han surgido nuevos
retos teóricos y nuevas necesidades de conocimientos que han resultado un impulso de gran
importancia para la producción científica.

Sin embargo, estos campos de integración de conocimientos, estas problemáticas en las que
confluyen diversos saberes, no constituyen objetos científicos interdisciplinarios. En la mayor
parte de los casos, tampoco han dado lugar a un trabajo teórico interdisciplinario entendido como
el intercambio de conocimientos que resulta en una transformación de los paradigmas teóricos de
las disciplinas involucradas, es decir, en una “revolución dentro de su objeto” de conocimiento o
incluso en un “cambio de escala del objeto de estudio por una nueva forma de interrogarlo”.1

A pesar de ello, la interdisciplinariedad es proclamada hoy en día no sólo como un método y una
práctica para la producción de conocimientos y para su integración operativa en la explicación y

1
. G. Canguilhem, Idéologie et rationalité dans l'histoire des sciences de la vie, Librairie Philosophique J. Vrin,
Paris, 1977, p. 119.
resolución de los cada vez más complejos problemas del desarrollo; además aparece con la
pretensión de promover intercambios teóricos entre las ciencias y de fundar nuevos objetos
científicos. Sin embargo, la interdisciplinariedad teórica –entendida como la construcción de un
“nuevo objeto científico” a partir de la colaboración de diversas disciplinas, y no sólo como el
tratamiento común de una temática–, es un proceso que se ha consumado en pocos casos de la
historia de las ciencias. Estos casos no son generalizables para desprender de allí una
metodología aplicable para producir efectos similares en otros campos del conocimiento y de la
investigación científica.2

Así especificada la problemática interdisciplinaria en el campo de las relaciones teóricas de la


producción de conocimientos – y no de sus aplicaciones prácticas–, ésta no debe confundirse con
el aporte de un conjunto de conocimientos ni con los diferentes saberes, técnicas e instrumentos
que son soporte de un campo de análisis y que posibilitan una práctica de experimentación.

La historia de las ciencias de la vida ofrece una prueba ejemplar de interdisciplinariedad teórica
en el proceso de reconstrucción del objeto científico de la biología. Se trata de un caso de
interdisciplinariedad intracientífica, es decir, de las rupturas y reformulaciones del objeto
teórico que concierne a un nivel de materialidad de lo real: al conocimiento sobre la estructura y
las funciones de la materia viviente. Es así que a partir de la construcción del modelo de un
cristal de ADN, fue posible “la conjunción progresiva y coordinada de los resultados de varias
disciplinas biológicas con los de la genética formal. La citología, la microbiología y la
bioquímica para empezar. Pero esta conjunción no fue fecunda sino en la medida en que la
yuxtaposición de los resultados comandaba la refundición de las relaciones entre las disciplinas
que los habían proporcionado”.

Ciertamente, esta refundición interdisciplinaria no hubiera sido posible sin la asimilación


transdisciplinaria de la teoría de la información y de la cibernética al campo de la biología, así
como por una serie de avances de la experimentación científica y del instrumental de
investigación: “Sin el estudio de las estructuras cristalinas por difracción de los rayos X, sin la
microscopía electrónica, sin el empleo de radioisótopos, hubiera sido imposible emprender el
conjunto de investigaciones que permitieron al fin localizar en las macromoléculas del ácido
desoxirribonucleico la función conservadora y la función innovadora de la herencia... Este nuevo
objeto de la biología se sitúa en la intersección de las técnicas de macroextracción y de
microdisección, del álgebra combinatoria, del cálculo estadístico de la óptica electrónica, de la
química de las enzimas. Pero el nuevo objeto biológico tiene por correlato una nueva biología,
una biología nacida del trabajo que ha engendrado a su objeto... La constitución de este nuevo
objeto de biología (aparece como) un objeto policientífico o intercientífico (entendido no como)
un objeto tratado en común por diversas disciplinas, sino (como) un objeto construido
expresamente como efecto de su colaboración”.3

2
. En estos casos, como en los de toda “especialidad bien trabajada, bien practicada... podemos abstraer reglas de
producción de conocimientos, reglas susceptibles de una extrapolación prudente. En este sentido, el método puede
ampliarse más bien que generalizarse. Pero no podría extenderse a otros objetos de la historia de las ciencias sin una
ascesis preparatoria a la delimitación de su nuevo campo de aplicación”. (G. Canguilhem, Idéologie et rationalité...
op. cit., 1977, p. 24).
3
. Ibid., pp. 110-115.
Existen también ejemplos de estudios interdisciplinarios en los que concurren especialidades
provenientes de diferentes campos científicos. Un caso ilustrativo es el de la etnobotánica. Allí
interviene la ecología para explicar las condiciones naturales de producción y regeneración del
medio vegetal; las disciplinas etnológicas (etno-tecnología, etno-ecología y etno-lingüística) para
explicar el proceso cultural de aprovechamiento de los recursos del medio; la antropología
ecológica para dar cuenta del condicionamiento ecológico sobre la organización social y
productiva de las culturas; la antropología estructural para explicar el sistema de
representaciones de una cultura sobre su medio, y por tanto, la significación de sus vegetales; las
disciplinas históricas para explicar los procesos de transculturación que afectan las prácticas
productivas y la utilización de los recursos de los pueblos; en fin, la historia económica reciente
y el análisis del sistema económico dominante, para dar cuenta de las determinaciones que
imponen las condiciones de valorización y explotación de los recursos sobre las prácticas
tradicionales de reconocimiento y aprovechamiento de su ambiente.4

Se ve que, si bien la etnobotánica delimita una problemática en el espacio de las posibles


relaciones entre ecología, cultura, historia y economía, resulta en un proceso interdisciplinario
menos fuerte que el expuesto anteriormente, en tanto que su objeto se constituye como un campo
de aplicación de diferentes ciencias en las que no se plantea una transformación de sus objetos de
conocimiento. Lo mismo sucede con otras especialidades como la antropología de la
alimentación, “donde convergen y frecuentemente se enfrentan los inventarios del botánico y del
zoólogo, las cuantificaciones del nutricionista, las descripciones del etnógrafo, las teorías del
etnólogo y las especulaciones del simbolista.5

Tanto en el caso de los estudios etnobotánicos como de la antropología de la alimentación,


diversas disciplinas concurren en torno a ciertos campos delimitados de las relaciones sociedad-
naturaleza. En ninguno de estos casos se ha pretendido que las disciplinas que participan en la
construcción de esos dominios de estudio se transformen en “ciencias etnobotánicas” o “ciencias
alimentarias”. Sólo en el caso de interdisciplinariedad intracientífica que llevó al descubrimiento
del ADN, es posible pensar en una interrelación de ciencias biológicas que participan en la
formación y transformación del objeto teórico de la biología, de la caracterización del fenómeno
vital.

Se ve cuán alejado de estos principios de la interdisciplinariedad científica está el proyecto


conformado por la colaboración de unas supuestas “ciencias ambientales”, encargado de analizar
el campo generalizado de las relaciones sociedad-naturaleza. La propia historia de las ciencias ha

4
. Cf. J. Barrau, “L'Ethnobotanique au carrefour des sciences naturelles et des sciences humaines”, Bull. Soc. Bot.
Fr., núm. 118, 1971, p. 242 y E. Leff, “Ethnobotanics and anthropology as tools for a cultural conservation
strategy”, en J. A. Mc Neely y D. Pitt (comp.), Culture and conservation, Billing and Sons Ltd., Worcester, Great
Britain, 1985.
5
. “Es que esos alimentos no son nada más buenos para comerse y no son nada más materiales vegetales o animales
consumidos para satisfacer necesidades fisiológicas; también sirven para pensar... son pretextos de símbolos,
soportes de lo imaginario y justificaciones de prácticas sociales. Estamos aquí en la interfase de lo biológico y lo
social, en plena dialéctica de lo real y lo imaginario.” (J. Barrau, “Essai d'écologie des méthamorphoses de
l'alimentation et des fantasmes du gôut”, Social Science Information, Vol. 18. Núm 3, 1979, pp. 421-422).
mostrado la imposible generalización de los objetos científicos y de los campos de producción de
conocimientos, así como la aplicación de un método totalizador y general (i.e., el materialismo
dialéctico o el estructuralismo genético). A su vez, la problemática ambiental ha puesto en
evidencia la posición de externalidad e incluso de exclusión de un conjunto de disciplinas frente
a la explicación y resolución de los problemas ambientales, así como los obstáculos que
presentan los paradigmas científicos para reorientar sus preocupaciones teóricas, sus
instrumentos de análisis y sus métodos de investigación hacia un objetivo común conformado
por el medio ambiente.

Lo ambiental aparece como un campo de problematización del conocimiento, que induce un


proceso desigual de “internalización” de ciertos principios, valores y saberes “ambientales”
dentro de los paradigmas tradicionales de las ciencias. Este proceso tiende a generar
especialidades o disciplinas ambientales, métodos de análisis y diagnóstico, así como nuevos
instrumentos prácticos para normar y planificar el proceso de desarrollo económico sobre bases
ambientales. Sin embargo, esta orientación “interdisciplinaria” hacia objetivos ambientales no
autoriza la constitución de un nuevo objeto científico –el ambiente–, como dominio generalizado
de las relaciones sociedad-naturaleza.

Empero, no es fácil abandonar la tendencia a pensar el ambiente como un campo de atracción y


convergencia del conocimiento, de sumisión de las ciencias ante un propósito integrador. El
medio ha sido a fin de cuentas una red de relaciones capaz de atrapar a todo saber en búsqueda
de su objeto; plasma donde se disuelve o coagula aquel excedente de saber que desborda el
campo del conocimiento científico.

4. El Concepto de Medio y la Articulación de las Ciencias

La generalización y globalización de la problemática socio- ambiental ha impuesto sobre


diversas disciplinas científicas el imperativo de internalizar en sus paradigmas metodológicos y
teóricos un conjunto de efectos críticos y problemas prácticos del desarrollo económico. Es así
que la antropología ecológica se ha orientado hacia el análisis de los flujos energéticos en las
prácticas productivas de las comunidades rurales, que la ecología funcional ha incorporado el
estudio de la eficiencia energética en el manejo de los recursos y en la productividad biótica de
los ecosistemas, y que la economía neoclásica busca internalizar las externalidades ambientales
del desarrollo. La aparición de nuevos fenómenos físicos y sociales que sobrepasan la capacidad
de conocimiento y los efectos predecibles por los paradigmas de las disciplinas tradicionales, y
que escapan a su control por medio de los mecanismos del mercado, ha provocado el surgimiento
de una noción de medio ambiente asociada a la degradación de los ecosistemas productivos, la
contaminación por la acumulación de desechos, el agotamiento o sobre-explotación de los
recursos naturales, el deterioro de la calidad de vida y la desigual distribución de los costos
ecológicos del desarrollo.

Esta noción de ambiente, generada por las externalidades del proceso económico, no es
ajena a la conceptualización del medio que se produjo con la constitución de las ciencias y de las
disciplinas –cuya intervención se reclama ahora para resolver la problemática ambiental. Así,
Etienne Geoffroy Saint-Hilaire usó la noción de medio ambiente en 1831 para referirse a las
circunstancias que afectan a una “formación centrada”.6 De esta forma, el conocimiento de la
vida, de la cultura, de la producción, surge en el campo de las ciencias modernas por la
constitución de objetos de conocimiento que operan como centros organizadores de procesos
materiales que son complementados por un medio que limita y condiciona la realización de estos
procesos.

Es en ese sentido que, si bien las variaciones de las formaciones vitales se producen por
las mutaciones genéticas de los organismos de los seres vivos, el medio selecciona las especies,
individuos y poblaciones, condicionando la evolución biológica. Si bien la lengua y las
relaciones de parentesco aparecen como estructurantes de una formación cultural, de sus
producciones prácticas e ideológicas, y del proceso de significación de sus recursos y de
simbolización de su ambiente, la conformación de su medio geográfico condiciona la división
del trabajo, los desarrollos técnicos y las prácticas productivas que constituyen la base material
de toda formación social.

En el materialismo histórico, si la formación de valor aparece como el centro organizador


de los procesos productivos del capital, su medio está conformado por los procesos
ecosistémicos de producción y de regeneración de un sistema de recursos, que al no incorporar
trabajo vivo, son carentes de valor. Sin embargo, la dotación de recursos, su capacidad de
regeneración y su productividad ecológica, los límites para las tasas y los ritmos de explotación
de los recursos fijados por la resiliencia y la capacidad de carga del medio, condicionan el
proceso de valorización, de acumulación y de reproducción del capital.

El concepto de medio está implícito de esta forma en el objeto de la biología evolutiva,


de la antropología estructural y de la economía política. Este concepto surgió explícitamente
dentro del campo de la organización biológica que caracteriza al fenómeno vital al ser importado
por Lamarck de la mecánica newtoniana. La noción de medio que allí aparece como el éter o el
fluido intermediario entre dos cuerpos, se transformó más tarde en el entorno o en el ambiente
conformado como un sistema de conexiones que circundan y engloban a los centros
organizadores de ciertos procesos materiales (biológicos, económicos, culturales). Es este
sentido mecanicista del medio el que ha sido asimilado por los enfoques holistas del pensamiento
ecologista actual.7

Es a partir de este sentido originario del concepto de medio, que Augusto Comte pensó la
relación del organismo con su medio, como una función sujeta a un conjunto de variables
susceptibles de ser estudiadas experimentalmente y cuantificadas. Georges Canguilhem advierte
que:

A partir de allí podemos comprender el prestigio de la noción de medio para el pensamiento


científico moderno. El medio se convierte en un instrumento universal de disolución de las
síntesis orgánicas individualizadas en el anonimato de los elementos y los movimientos
universales... El medio es en verdad un puro sistema de relaciones sin soportes.8

6
. G. Canguilhem, La connaissance de la vie, op. cit., 1971.
7
. “El origen (de las nociones) comanda el sentido y el sentido comanda el uso.” (Canguilhem, op. cit., 1971, p. 132).
Esta concepción del medio como un sistema de relaciones entre organismos, y entre éstos y su
entorno, ha precedido al concepto de ecosistema, objeto de la ecología. A su vez, la noción de
medio ha estado asociada con los análisis sistémicos aplicados al estudio de las interrelaciones de
un conjunto de objetos, variables, factores y procesos. Sin embargo, el medio no constituye
propiamente el objeto de ninguna ciencia, ni es el campo de articulación de las ciencias centradas
en sus objetos de conocimiento, organizadores de procesos materiales específicos. Por ello las
pretendidas ciencias ambientales son inexistentes.9

Lo anterior no implica que el proceso de internalización teórica del medio no haya enriquecido a
las ciencias con el conocimiento de los factores que afectan y condicionan a los procesos
materiales que surgen de sus centros organizadores (formación de valor, evolución de la vida,
reproducción de la cultura). De allí la importancia para la biología evolutiva de los estudios
ecológicos sobre los procesos de adaptación y equilibrio de las especies y poblaciones biológicas
a partir de las condiciones impuestas por las transformaciones del medio. Asimismo se ha abierto
la posibilidad de enriquecer los conceptos del materialismo histórico (productividad de las
fuerzas sociales de producción, formación de valor y las relaciones sociales y técnicas de
producción) a partir de la incorporación del potencial ecológico, las condiciones ambientales y
los valores culturales en la organización de los procesos productivos.10

Sin embargo, este aporte del medio no redefine los objetos de conocimiento de ciencias como el
materialismo histórico, la biología evolutiva o la antropología estructural. No es el enfoque
holístico de la ecología lo que renueva las bases teóricas de la biología evolutiva, sino las
investigaciones interdisciplinarias que llevaron al descubrimiento del ADN en el campo de la
genética.11 No es la naturalización del valor por la sumisión de la lógica del valor de cambio a un
metabolismo de intercambios orgánicos el que vendría a completar al materialismo histórico con
una concepción ecosistémica de la relación sociedad-naturaleza.

La producción conceptual en el terreno de las ideologías complementa el conocimiento del


proceso de valorización del capital con una teoría de la significación y codificación del medio,
donde la lógica del valor-signo se inserta en la racionalidad del valor de cambio.12 La naturaleza,
que se resiste a someterse a la ley del valor y a los mecanismos del mercado (y se degrada como
externalidad del proceso económico), es recuperada por el proceso de significación del entorno.
De esta forma, el ambiente puede insertarse en la lógica del valor de cambio o movilizar cambios
sociales para transformar las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas
sobre bases de sustentabilidad ecológica, equidad social y diversidad cultural. La valorización y

8
. Ibid., p. 134.
9
. E. Leff, “Las disciplinas científicas y la problemática ambiental”, Serie Opiniones, Fascículo 1 sobre ciencia y
medio ambiente, Madrid, CIFCA, 1982.
10
. E. Leff, “Marxism and the Environmental Question: From the Critical Theory of Production to an Environmental
Rationality for Sustainable Development”, Capitalism, Nature, Socialism, Vol. 4, Núm. 1, 1993, pp. 44-66.
11
. G. Canguilhem, op. cit., 1977.
12
. J. Baudrillard, Crítica de la economía política del signo, México, Siglo XXI, 1974.
la significación de la naturaleza como objetos de trabajo y recursos productivos entran así en un
espacio de complementariedad con los procesos productivos, transformando el paradigma de la
producción y construyendo un nuevo objeto de la economía política.13

El objetivo de la ecología no es caracterizar los fenómenos vitales ni explicar la emergencia de


formaciones orgánicas. No comprende el proceso de formación de valor o de producción de
significación. Su campo problemático tiene raíces más prácticas, relacionadas con la dinámica,
estabilidad y productividad de los ecosistemas, la ordenación del paisaje, el cultivo de especies
biológicas, con la fisiología del crecimiento y el comportamiento de los organismos vivos.14

Desde sus aspectos funcionales, los análisis ecosistémicos conforman un campo de estudio
susceptible de ser internalizado por la problemática de diferentes disciplinas científicas. De esta
forma, el saber ecológico puede complementar los análisis tanto de la economía, como de la
biología y la antropología. Así, las condiciones de equilibrio dinámico del ecosistema y sus
procesos de sucesión, explican las condiciones de adaptación y de selección de los organismos
en el medio, y por tanto de su dinámica evolutiva, en tanto que dichos procesos están asociados
con la regulación, coexistencia y/o competencia de las poblaciones biológicas por los “recursos”
del medio. A su vez, la capacidad de carga y la resiliencia de un ecosistema, asociadas con el
potencial biótico y la tasa de crecimiento natural del ecosistema, determinan la capacidad de
explotación económica de los recursos naturales dentro de diferentes racionalidades productivas,
estableciendo las condiciones del medio para la formación de valor, para la producción de
ganancias y para la regeneración de los recursos a largo plazo. En forma similar, la estructura
funcional de los ecosistemas condiciona la racionalidad de las prácticas productivas de una
organización cultural.

Si bien los objetos de conocimiento de la biología y del materialismo histórico son inarticulables
–en tanto que la evolución de las especies no determina al proceso de valorización del capital ni
la dinámica económica explica los procesos de organización vital–,15 la cuestión ambiental ha
impulsado la emergencia de nuevos campos del saber donde se articulan ciertas disciplinas
teórico-prácticas, así como la construcción de objetos interdisciplinarios de conocimiento. Desde
esta perspectiva, los estudios de la ecología son integrables a los objetivos de una planificación
económica para incorporar las condiciones ecológicas a los procesos productivos, definiendo
límites y potenciales en el manejo productivo de los ecosistemas, y las tasas de reproducción y
explotación sustentable de los recursos naturales. En este sentido, la ecología y la termodinámica
ofrecen bases para la reformulación de los paradigmas de la economía y del materialismo
histórico.

13
. Baudrillard llegará incluso a proponer el agotamiento del paradigma de la economía política fundado en el valor-
trabajo --y en los “conceptos ideológicos” de producción, modo de producción, relaciones de producción, fuerzas
productivas--, y su sustitución por una teoría del intercambio simbólico (Cf. J. Baudrillard, The Mirror of
Production, Telos Press, St. Louis, 1973).
14
. G. Gallopín, “Ecología y Ambiente”, en E. Leff, Los Problemas del Conocimiento..., op. cit.

15
. En este sentido, el dictum interdisciplinario que postula que las diferentes disciplinas no hacen sino percibir una
misma realidad desde distintas perspectivas, es falso.
La fertilización transdisciplinaria y los intercambios teóricos han estado presentes en el
desarrollo de las ciencias. Así, la ecología ha importado conceptos de la cibernética y de la
termodinámica para caracterizar a los estados de equilibrio homeostático y dinámico de los
ecosistemas; de la teoría de la información para establecer las relaciones entre la diversidad
específica y la estabilidad de las comunidades bióticas con su medio; y conceptos provenientes
de la economía para dar cuenta de la productividad biótica y agronómica de los ecosistemas, de
su eficiencia ecológica y de los rendimientos de diferentes cultivos. Estos conceptos y métodos
permiten modelar el comportamiento del ecosistema y simular con fines de manejo alternativos
su funcionamiento estructural.

Estos procesos transdisciplinarios no sólo se caracterizan por la importación y asimilación de


conceptos, nociones y métodos de estudio entre campos constituidos del saber; también han
generado un descentramiento y desplazamiento de los objetos teóricos de las ciencias hacia la
constitución de objetos teórico-prácticos de conocimiento. Es así que la ecología y un conjunto
de disciplinas etnológicas se articulan a los procesos económicos de aprovechamiento y manejo
de los recursos productivos de la sociedad y a la construcción de una racionalidad ambiental para
lograr un desarrollo sostenible. El entorno es funcionalizado como un “cálculo racional de
significación” (Baudrillard) en el proceso de valorización de los recursos, al tiempo que los
recursos naturales y humanos, así como las externalidades ambientales, son internalizadas al
paradigma neoclásico como un capital natural y un capital humano. De esta forma, el ambiente
impulsa la construcción de un nuevo objeto de la economía y de la producción sobre principios
de sustentabilidad ecológica y de equidad social.

El descentramiento que produce la constitución y desarrollo de la ecología en el campo de la


biología, genera también posibilidades y condiciones para la articulación del conocimiento sobre
la dinámica ecosistémica con otras ciencias. Los estudios ecológicos han progresado del análisis
de la relación entre organismos y su medio, hacia el comportamiento de las poblaciones poli-
específicas o comunidades y su medio ambiente. Así, han llegado a plantearse como objeto de
estudio la estructura funcional de la biosfera, entendida como el conjunto de relaciones entre las
poblaciones biológicas y su entorno físico. Esto lleva a pensar a los ecosistemas como
“superorganismos” complejos, con sus dinámicas de estabilidad y de reproducción, disolviendo
en este acercamiento holístico y sistémico la relación dual entre organismo y medio,
característica de la teoría biológica.16

Sin embargo, esta comprensión inclusiva y totalizante de la vida y el medio no puede eludir la
necesidad de articular la dinámica ecosistémica con el conjunto de fenómenos físicos y procesos
sociales que afectan su funcionamiento estructural, cuyos efectos externos están excluidos del
objeto de la ecología (salvo para las tendencias globalizantes y totalizadoras del pensamiento
ecologista), demandando su conocimiento una articulación de ésta con otras ciencias.17

16
. Para un estudio de la historia de la ecología, desde su emergencia como una disciplina de las relaciones entre
organismos vivos y el ambiente, hasta la constitución de una “ecología global”, ver la obra de J.P. Deléage, Histoire
de l'Ecologie, La Découverte, París, 1991.
17
. En este sentido, los cambios ambientales globales están demandando nuevas metodologías para el estudio
integrado de los procesos de orden físico, biológico, económico y cultural que afectan los procesos de calentamiento
De esta forma, la dinámica de los procesos ecosistémicos implica el análisis de los efectos de
ciertos fenómenos geofísicos y atmosféricos (catástrofes naturales, cambios climáticos,
inundaciones) y de ciertos procesos socio-históricos (modos de producción, racionalidad
económica, organizaciones culturales, sistemas políticos), que afectan su comportamiento. Esto
demanda la articulación de la ecología con la geología, la geofísica, la antropología, la economía
y la historia.

La paradoja y la “trampa” que plantea la noción de medio, surge de la tendencia del desarrollo
teórico y experimental de la ecología a suplantar su papel en el espacio de complementariedad de
los objetos de las ciencias, para constituirse como un objeto generalizado de análisis. La
pretensión totalizadora del pensamiento ecologista está asociada con la emergencia de los
enfoques sistémicos e interdisciplinarios donde las variables y funciones circulan libremente
dentro de un sistema conformado intencionalmente, recortado sobre una realidad homogénea y
un campo unitario del conocimiento. El medio puede reabsorberse en el sistema y el sistema
puede convertirse en un ecosistema generalizado. Así se ha concebido al “ambiente humano”
como el campo interdisciplinario de las “ciencias ambientales”, donde las externalidades
ecológicas y sociales serían internalizadas en el terreno de las prácticas de la planificación.18

De allí surge el sentido ideológico de la noción de medio ambiente. El ambiente se esfuma junto
con la especificidad de las ciencias y de los conflictos sociales en la transparencia de las
prácticas interdisciplinarias y de la planificación ambiental del desarrollo. Empero, la noción de
medio resurge desde su espacio de exclusión como un concepto relativo y contextual al proceso
de complementariedad y articulación de las ciencias, cobrando un sentido estratégico en el
proceso político de supresión de las “externalidades del desarrollo” –la explotación económica
de la naturaleza, la degradación ambiental, la desigual distribución social de los costos
ecológicos, la marginación social, etc.–, que persisten a pesar de la posible ecologización de los
procesos productivos, de la capitalización de la naturaleza y de la sistemicidad interdisciplinaria
del saber.

El ambiente no es un objeto perdido en el proceso de diferenciación y especificación de las


ciencias, ni un espacio reintegrable por el intercambio disciplinario de los saberes existentes. El
ambiente es la falta incolmable del conocimiento, ese vacío donde anida el deseo de saber
generando una tendencia interminable hacia la completitud de las ciencias, el equilibrio
ecológico y la justicia social.

global, de pérdida y preservación de la biodiversidad y, en general, las relaciones del orden económico mundial con
los cambios ecosistémicos globales, la transición demográfica y los procesos de degradación socioambiental.
18
. “Para los especialistas del enfoque de sistemas, el medio ambiente está constituido por todo lo que no forma parte
del sistema intencional estudiado y que afecta su comportamiento (Churchman). A medida que el sistema dispone de
políticas referentes al medio ambiente, este último se estrecha; el buen éxito de tales políticas se evaluará [...] por la
desaparición misma del concepto del medio ambiente, que terminará por ser asimilado al sistema [...] En realidad, a
largo plazo, el medio ambiente, asimilado como dimensión permanente del campo de visión del planificador, está
destinado a desaparecer como dominio concreto de acción” (I. Sachs, Ecodesarrollo. Desarrollo sin Destrucción, El
Colegio de México, México 1982, pp. 36,53).

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