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cantón Cuenca
La parroquia Santa Ana del cantón Cuenca en la provincia del Azuay-Ecuador, se ubica
a unos 15 Km de la ciudad de cuenca, consta de unos 5500 a 6000 habitantes
aproximadamente y en su mayoría se considera una población mestiza.
La música se entiende como un hecho cotidiano que no está aislado de otras actividades:
“se conocía la persona que estaba pasando por el frente de la casa, por la melodía que
tocaba en el pijuano” (José Naula). La ejecución del instrumento es “original”, es decir,
cada persona tiene una forma particular de ejecutarlo. Se aprendía de forma autodidacta
y en varias ocasiones construían sus propios instrumentos.
Por otro lado, la percepción de cómo debería ser la ejecución de los instrumentos y la
música, está ligada a la de los músicos clásicos de tradición europea, pese a esto
siempre se recalca que tocan los instrumentos de oído sin saber absolutamente nada
notación o lectura musical. Al preguntar cómo aprendieron la ejecución de su
instrumento, las respuestas más comunes son: Solo, por interés propio, viendo como
tocan otras personas. La presencia de lo que se aprende y aprehende esta de primera
mano, el sentido de apropiación de la sonoridad y la capacidad de ejecución de un
instrumento, pensando que no se es “músico” sino un “aficionado”, teniendo la certeza
de que se puede realizar esta actividad sin prejuicio de lo anteriormente dicho, devela
una forma cultural de entender el fenómeno sonoro-musical, es decir, toco lo que es
culturalmente correcto. La curiosidad mueve al individuo que, motivado por la necesidad
creativa, encuentra la forma de aprender, nadie me enseña, yo compro el instrumento
que quiero aprender y lo aprendo por mis propios medios. La música y su aprendizaje
son entendidos como un juego, algo que pertenece al individuo y a la comunidad, un
hecho vinculado completamente a la celebración, religiosidad y a la convivencia diaria,
además de ser un acto de entretenimiento y de relación social especialmente en las
relaciones de juventud de los adultos mayores.
Por otro lado, existen instrumentos e instrumentistas que se dedican a tocar instrumentos
de soplo (flautas, pijuanos, pingullos, rondadores). Estos aparecen en momentos
específicos del año, por ejemplo, los pijuanos o pingullos son ejecutados desde el 25 de
diciembre hasta el carnaval y los mismos deben tener ciertas características físicas, por
ejemplo: La DUDA (tipo de caña con la que se elaboran estos instrumentos), al momento
de su ejecución no tiene que estar seca. Se moja al instrumento, por lo general con
aguardiente, para que adquiera una mejor sonoridad y se acople mejor a la “dentadura”
del instrumentista. Cada instrumento tiene su función y sus melodías propias, hay cosas
que se ejecutan en el pijuano que no se las puede ejecutar en la flauta, esto más allá de
la capacidad técnica de cada instrumento, cada uno de estos tiene una función. La flauta
en la contradanza y el pijuano en el carnaval. La quipa para el llamado a la comunidad
para congregarse.
Por lo anteriormente dicho sostenemos que el oído prevalece en el tiempo. Las melodías
prevalecen a la distancia temporal y reflejan una identidad de la que se formaba parte.
La herencia sonora es algo que no se pierde con el tiempo, siempre quedan restos de
como sonaba o como suena o como debería sonar tal o cual momento o canción, la
memoria nos remonta a imágenes sonoras primigenias.
Por otro lado, es difícil encontrar interesados en continuar con las tradiciones, nos
preguntamos ¿el sonido se extingue con los últimos ejecutantes de los instrumentos
tradicionales? ¿es posible generar procesos de autoaprendizaje para promover la
ejecución de instrumentos tradicionales? Los valores culturales se modifican a través del
tiempo, sin embargo, la memoria histórica, relacionada con las actividades culturales más
comunes de la sociedad, perdura. Esta memoria cultural es una de las formas en que
podemos mantener o traer a la luz lo más profundo de los valores sociales y culturales
de una sociedad. Creemos pertinente hacer este ejercicio de memoria cultural a través
de políticas públicas, en donde la institución y la comunidad trabajan de forma coordinada
para el registro, la creación y difusión de las prácticas culturales.