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¿Qué síntomas presenta un

niño autista?
El término autismo se utiliza alegremente, pero no todo cabe
bajo este paraguas. En realidad, para poder hablar de autismo, un
niño o niña habría de cumplir una serie de criterios bastante bien
descritos.
, el término autismo nació para describir una dinámica relacional, una
forma de relacionarse las personas con trastornos mentales graves y, en
particular, con psicosis. Quería designar un repliegue excesivo sobre sí
mismos, un retraimiento extremo de las relaciones con los demás y con
el mundo exterior de algunas de tales personas: sería algo así como la
comunicación de que no quiero comunicarme.

Más tarde, en los años 30 del siglo xx, un psiquiatra austrohúngaro, Leo
Kanner, describió a unos niños dominados por ese “síntoma” y describió
lo que luego se ha llamado el “autismo infantil” de Kanner. Después, las
tendencias biologistas, magnificadoras y estigmatizadoras de la
psiquiatría biocomercial han llevado a que, cada vez más, tanto los
profesionales como la población en general tiendan a identificar el
autismo –una forma de intentar no relacionarse, o de relacionarse lo
menos posible, por miedo o por falta de habilidades sociales– con
ese trastorno, o “enfermedad”, concreto. Y hoy, a ampliar su uso todavía
más con el término de TEA o Trastornos de (un supuesto) Espectro del
Autismo. Pero no todo cabe bajo ese paraguas.

Autismo: un mundo de polémica y sobrediagnóstico

LOS SÍNTOMAS DEL TRASTORNO AUTISTA


Debemos tener claro que se puede ser bastante autista sin haber
padecido nunca ese trastorno psicopatológico concreto al que se ha
llamado autismo o TEA. En realidad, para poder hablar de autismo, o
incluso de TEA, un niño o niña habría de cumplir una serie de
criterios (bastante bien descritos por Kanner, Tustin, Meltzer, Schore o
Acquarone y otros investigadores del tema):

o Manifiestan alteraciones en la interacción social. No mantienen el


contacto visual o lo evitan, no sonríen pasados los seis meses, no estiran
los brazos para que les cojan, juegan solo a juegos repetitivos y
estereotipados, reaccionan con pasividad o con gran irritabilidad ante la
aproximación afectiva o corporal de los demás, muestran intereses muy
restringidos y repetitivos.
o Parecen alterados en sus sensaciones. Tienen hipersensibilidad a los
ruidos o bien “seudosorderas”. Muestran aparente insensibilidad al dolor.
o Están muy alterados en su comunicación y lenguaje. Presentan
retardos en el lenguaje y no señalan lo que quieren o cuando quieren algo.
No entienden las bromas, los símbolos o los dobles sentidos.
o Muestran patrones repetitivos e inflexibles de
comportamiento. Presentan dificultades para autorregularse y
alteraciones de los hábitos básicos de comida, defecación o sueño. Hacen
movimientos extraños con los ojos y otros tics, se enganchan a actividades
psicomotrices y autoestimulaciones repetitivas, muestran excesiva rigidez o
hipotonía muscular y rechazan el contacto físico con sus cuidadores.

Niños autistas: otra manera de sentir


Todo ello, es decir, esas alteraciones en las relaciones, deben ocurrir
durante meses o años y de forma tan marcada y crónica que alteren
gravemente las relaciones familiares, escolares o sociales, incluso su
desarrollo neuropsicológico e intelectual.

LA IMPORTANCIA DE UN DIAGNÓSTICO CERTERO


A pesar de que la población o muchos profesionales y científicos creen
que el autismo y los TEA tienen una sola base (alteraciones genéticas
cerebrales y neurobioquímicas), eso no es así, ni mucho menos. Cuando
está bien diagnosticado (y en muchos casos no lo está), se trata de
un trastorno al que puede llegarse tras meses y años en los cuales el
niño y su familia no han sido ayudados eficazmente. En primer lugar, no
han sido ayudados a ver el desarrollo alterado de las relaciones de ese
niño o niña, como tampoco han sido ayudados a aplicar medidas
concretas para corregir o mejorar ese desarrollo actuando cuanto antes.

Por eso, desde una perspectiva psicológica y psiquiátrica actualizada,


hablamos de factores de riesgo y factores de protección.

o Los factores de riesgo son los que facilitan o desarrollan el trastorno:


algunas lesiones cerebrales y algunas enfermedades; negligencias graves
en la crianza o falta de cuidados emocionales durante la misma; familias
muy sobrepasadas por las presiones sociales, emocionales o de duelos y
pérdidas recientes o durante el embarazo; errores importantes,
persistentes y crónicos en los cuidados del bebé…

La contaminación favorece la aparición del autismo

o Los factores de protección serían los que evitan o protegen de la


instauración de ese trastorno: el apoyo emocional a las madres y padres
en circunstancias vulnerables y, en general, al desarrollo integral de la
primera infancia; los apoyos psicoeducativos a la marentalidad y la
parentalidad; escolarización adaptada y no uniformizadora o empobrecida
de medios; maestros y profesionales bien formados, supervisados y
esperanzados, etc.

Cuando esas dificultades aparecen de forma temprana, llevan a la


organización más o menos completa de un baluarte defensivo de los más
rígidos y graves que se conocen, el trastorno autista, que algunos
preferimos llamar “relación adhesivo-autística”, una de cuyas
manifestaciones es el autismo como comunicación.

El autismo es un trastorno grave, que existe, aunque afortunadamente no


es muy frecuente. Vale la pena diferenciarlo de los trastornos
multisistémicos y de los trastornos generalizados del
desarrollo: “patrones de alteración en el desarrollo de las relaciones”
que nos hablan de sistemas alterados, más que de una supuesta
“enfermedad global” incambiable.

Niños autistas: 6 consejos para vivir todo su potencial


Precisamente porque sabemos de la gravedad y cronicidad de algunos
de tales niños, sobre todo si se actúa muy tarde, precisamente por
eso deberíamos evitar hablar con tales términos de niños y familias
que tienen muchas más posibilidades de ser ayudados, de
evolucionar.

¿QUÉ CUIDADOS NECESITAN LOS NIÑOS Y NIÑAS


AUTISTAS?
En general, en los niños con autismo, como en los niños con cualquier
trastorno grave de su desarrollo integral, habría que tratar de instaurar en
ellos las capacidades neuropsicológicas para integrar sus emociones, las
relaciones con los demás, las relaciones sociales, patrones de intereses
y comportamientos más amplios… Como puede entenderse, en todo
eso la medicación no es imprescindible, salvo en situaciones agudas y
graves de crisis.

Lo más importante es un sistema de cuidados que nosotros, siguiendo a


los autores escandinavos especializados, llamamos los “Cuidados o el
Tratamiento Integral Adaptado a las necesidades de la familia en la
comunidad”. Se trata de diversas combinaciones de diferentes formas
de ayuda adaptadas a cada niño y cada familia en sus relaciones
cotidianas, como los cuidados psicoeducativos específicos y
especializados:

o Ayuda psicoterapéutica individual y familiar.


o Ayudas en la psicomotricidad.
o Técnicas cognitivo-conductuales especializadas, escolaridad apoyada y
bien dotada de medios, formación y supervisión, grupos psicoeducativos
para niños y para familiares, grupo multifamiliar.
o Instituciones especializadas adecuadas.
o Acompañantes terapéuticos para los púberes y adolescentes.
o Grupos y actividades de relación y participación social.
o Integración de la ayuda farmacológica en las ayudas psicosociales.
o Tabajo “en red” del conjunto de dispositivos que siempre intervienen con
estos niños y sus familias.
o Dispositivos de “atención abierta” y de “clínico de referencia” en alguno de
dichos servicios.
o Orientación sociolaboral.
o Tratamientos a domicilio y “acompañante terapéutico” si es preciso.
o Instituciones “blandas” para el ingreso ocasional de estos niños y/o para el
descanso y el “respiro” temporal de los familiares cuidadores, supervisión
de los cuidadores y terapeutas, terapeutas entregados.

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