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Resumen
Este trabajo estudia los vínculos familiares de don Francisco Tito Yupanqui, creador
de la imagen de la Virgen de la Cande laria venerada en el pueblo de Copacabana. De un lado,
desentraña su ascendencia cusquefla y analiza su posición dentro de las diferentes ramas de
descendencia de su padre Apo Baltasar Chal leo Yupanqui, cacique de Copacabana, confor-
me a las memorias genealógicas transcriptas en el anexo. Del otro, observa las estrategias de
los miembros de esta dinastía para mantener el ejercicio del poder del cacicazgo con posterio-
ridad a la era tol edana.
Palabras cla,·c: Copacabana, Viracocha, Sucssu Panaca, linajes cusq ueflos, virrey
Toledo, Francisco Tito Yupanqui, Baltasar Cha ll co Yupanqui, caciques.
\ .
Rescarch Associate. Department of' Antlu·opo logy. National Museum ofNatural Hi story. Smithsonian
lnstituti on. Este trabajn fue presentado en el Congreso Internacional de Etnohi stori a, Lima, 2008.
Asimismo, quisier:i agradecer los va li osos comentarios de David Garrett.
Abstract
This work studies the familiar relationships of Don Francisco Tito Yupanqui, creator
ofthe image ofthe virgin ofthe Candelaria which is venerated in the town ofCopacabana. Its
reveals his cusquefíos ancestries and analyzes his position within Apo Baltasar Challco
Yupanqui's descendants, according to the genealogical memoires translated in the annex. In
addition, it observes the strategies of the members of this dynasty to regain power of
cacicazgo after the Toledo's govemment.
Key words: Copacabana, Viracocha, Sucssu Panaca, linajes cusquefíos, virrey Toledo,
Francisco Tito Yupanqui, Baltasar Chal leo Yupanqui, caciques.
Introducción
El escultor, don Francisco Tito Yupanqui, es reconocido como uno de los personajes
coloniales más representativos del pueblo de Santa Ana de Copacabana (3815 msnm) por
haber sido el creador de la imagen milagrosa de la Virgen de la Candelaria venerada en la
iglesia de ese poblado altiplánicó. Copacabana es una localidad del Collao que se encuentra
enclavada en una península del extremo sur del renombrado lago Titicaca. A su vez, está
enfrentada a las islas del Sol y de la Luna, que constituye en su conjunto (lago, pueblo e
islas) un ámbito célebre por su secular sacralidad.
Los únicos registros históricos ampliamente conocidos y difundidos sobre su histo-
ria de vida se los debemos al agustino fray Alonso Ramos Gavilán ( c. 1570-1639) quien le
dedicó algunas páginas de su obra Historia de Nuestra Señora de Copacabana. 1 Durante
su estadía en el Collao, primero como doctrinero de la Provincia de Omasuyu en 1616 y dos
afíos más tarde del pueblo de Copacabana, tuvo la oportunidad de hurgar en el archivo del
convento y recoger abundante infonnación oral de los ancianos y curacas como para tejer su
historia y publicarla alrededor de 1621 (Espinoza Soriano 2003 a: 476).2
¿Qué infonnación reunió el agustino sobre la historia de vida del escultor? Aunque el
cronista no tuvo la oportunidad de conocerlo personalmente, puesto que don Francisco Tito
Yupanqui ya había fallecido (posiblemente antes de 161 O) cuando llegó a Copacabana, no
obstante pudo contar con los testimonios de sus parientes más cercanos para ampliar y
precisar sus hazafías.
Según el fraile agustino, don Francisco Tito Yupanqui y su parentela estuvieron
involucrados no solo en la creación de la imagen religiosa, sino también en la fundación de
Ramos Gavilán sostiene que "En la sierra en la Provincia de los Omasuyos, Nuestra Señora de
Copacabana y tres jornadas de esta dichosa casa en el pueblo de Pucarani, Nuestra Señora que del
mismo pueblo ha tomado su apellido y así la llaman la Virgen de Pucarani ... y parece que son hermanas
[con la virgen de Copacabana] en los milagros las dos santas Imágenes, por haber sido uno el escultor
de ambas que fue un Indio principal nombrado, Don Francisco Titoyupangue [sic] ... " (1976 : 89).
2 Poruna cédula de Felipe II del 7/1/1586, los agustinos se hicieron cargo de la doctrina de Copacabana,
y entraron en posesión el 19/1 / 1589 (Calancha y Torres 1972 [1638): 282-285) . Previamente,
estuvieron los dominicos entre 1546 y l 572 y los clérigos en los siguientes 15 años.
10 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
una cofradía en homenaje a la virgen, cuya intensa actividad se proyectó en la vida social y
religiosa de Copacabana. Igualmente, sugería que don Francisco Tito Yupanqui tenía ascen-
dencia noble cusqueña y que era "deudo" del cacique de Copacabana, don Alonso Viracocha
Inga, y de su hermano don Pablo de Cáceres Chal leo Yupanqui Inga. Adicionalmente, inclu-
yó en su obra la transcripción de una carta, supuestamente redactada por el escultor, en la
que confinnaba que era hennano de los anteriores y en consecuencia del linaje Viracocha,
sumando, además, otro hennano llamado Felipe de León Gualpa Yupanqui .3
Si comparamos esta infonnación con la que nos brinda el fraile en otro capítulo de su
obra, podemos apreciar una aparente contradicción en la prosapia de don Francisco al señalar
que Paullu Inca y una aclla de Copacabana habían sido los padres de un tal "don Francisco
Tito", poniendo un manto de confusión en la lectura sobre la identidad del escultor. 4
En la primera parte de este trabajo, nos proponemos precisamente indagar los lazos
familiares de don Francisco Tito Yupanqui dentro de la dinastía Sucssu Panaca e indicar con
mayor precisión cuál fue su posición en la complicada red de parentescos nobles cusqueños,
tal vez uno de los más influyentes del Collasuyu por haber estado involucrados en activida-
des políticas y religiosas a nivel regional.
Recordemos que, si bien la invasión y conquista incaica de la región surandina fue
relativamente rápida, con sucesivos flujos y reflujos, acuerdos y rebeliones, los incas final-
mente lograron forjar una alianza con uno de los señoríos aymarófonos del área circumlacustre
y reordenar posterionnente el espacio lacustre (D' Altroy 2002, Murra 2002, Pease 2001 ). En
la orilla occidental del lago, los incas reinstalaron las cabeceras lupacas cerca de la carretera
estatal, mientras que en el borde oriental ubicaron a colonos o mitimaes para controlar a las
poblaciones rebeldes o trabajar en las tierras estatales, especialmente en las yungas de las
vertientes orientales (Hyslop 1994, Murra 2002: 350). Hacia el sur, organizaron un extraordi-
nario centro multiétnico en Copacabana al servicio de los templos del Sol y de la Luna
ubicados en las islas del lago Titicaca y a cuyo cargo y gobierno dejaron destacados linajes
de sangre real (Espinoza Soriano 2003b).
El asiento de Copacabana, llamado por Parssinen el "Tiahuanaco Incaico", fue un
gran centro de peregrinación regional que llegó a tener la misma envergadura que Pachacamac
o el Coricancha (Parssinen 2005: 221-224). Pero también fue el asiento del gobernador del
Collasuyu y sacerdote del sol, miembro de la Sucssu Panaca. 5 Su enonne trascendencia
religiosa se proyectó y prolongó durante el dominio colonial, aunque la conexión tejida entre
el mundo de creencias incaico (culto solar) y el cristiano (devoción mariana) tuvo matices y
contenidos diferentes .
3 " El primer vez que lo impesabamos, don Felipe de Lion, mi hermano con mego, on echora del Vergen
di barro ... "" .. .y despues disto nos a fligivamo s y lo hablávamos y yo con mi hermano, don Alonso di
Vi racocha Inca, in il oficio di intall ado para que lo aprendiremos mucho ben, y dispoes di cuando que
nos fuemos incontramos a don Alonso Viracocha Inca mi hirmano, se oigo di merarmi ... " (Ramos
Gavil án 1976 [1621] : 124).
4 " Este Paullo Topa, tuvo un hijo en Copacabana, entre todos más señalado que fu e don Francisco Tito,
del cual procedió la Coya tan nombrada Doña Maria Pilcosisa, biznieta de Guaynacapac Inca" (Ramos
Gavilan 1976 [ 1621]: 99). Ver también Xi mena Medinacelli (tesis doctoral, inédita) a quien agradez-
co su generosidad por facilitam1e el capítulo III de su tesis.
5 Todavía durante la colonia, algunos caciques de Copacabana tenían tierras.en las islas del lago.
12 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
diseñadas por las élites nobles de origen cusqueño para mantener el control político del
cacicazgo hereditario de Copacabana y obtener las prerrogativas de las exenciones colonia-
les. Precisamente, hemos podido comprender que el conflicto desatado entre las mitades de
Copacabana en los años 80 se debió, entre otras razones, al faccionalismo entre los distintos
linajes que integraban la elite noble cusqueña por el control del poder y de la autoridad en
Copacabana y, a su vez, por la búsqueda de nuevos privilegios. Esta sugerencia permitiría
entender un poco más el motivo por el cual la tensión entre los linajes gobernantes de
Copacabana fue endémica a lo largo del tiempo y, en especial, en los siglos siguientes hasta
desembocar, como en otras regiones andinas, en la crisis generalizada del sistema de autori-
dades hereditarias y colapso de la elite en el siglo XVIII (Garrett 2005, Thomson 2002).6
6 En el Archivo Nacional de Bolivia existen numerosos pleitos por el cac icazgo de Copacabana que
invol ucran a los linajes Chuquimi a, Limache, Mascapongo, Mayta Capac etc., especialmente en el
s iglo XVII y XVIII.
ñar los lazos familiares del escultor que, como hemos anunciado anteriormente, se comple-
mentan y articulan con las observaciones de Ramos Gavilán e, inclusive, con la probanza de
méritos y servicios presentada por don Pablo de Cáceres Chal leo Yupanqui en 161 O(Santos
Escobar 1987). 1
La importancia del primer documento radica en que nos brinda información de primera
mano sobre los parientes directos del escultor (padres, esposa, hijos y nietos) y sobre uno
de sus hennanos. Sin embargo, no presenta ninguna referencia concreta sobre los restantes
hermanos . Precisamente, las restantes memorias ofrecen un cuadro más amplio y comple-
mentario de su parentela que, aunque seguramente no acabado, al menos permiten compren-
der y esbozar una interpretación sobre el motivo por el cual no se mencionaron a todos los
hermanos en las respectivas probanzas.
La primera memoria de nobleza (ver cuadro y anexo 1) fue exhibida hacia fines del
siglo XVII, por los hennanos don Francisco, don Juan, don Felipe y don Francisco Flores
Viracocha Inga del pueblo de Santa Ana de Copacabana (Provincia de Omasuyu) ante el
virrey del Perú, conde de la Moncloa, para obtener un penniso para usar daga y espada en
virtud de pertenecer al linaje noble cusqueño. Para corroborar su encumbrado rango presen-
taron documentos pertenecientes a sus antepasados, que demostraban su nobleza desde la
época del Inca y, por consiguiente, las sucesivas exceptuaciones a la mita y al tributo colo-
nial. De esta manera, no solo pretendían probar su descendencia de los sacerdotes y gober-
nadores del Collasuyu, sino también ser los bisnietos del tallista don Francisco Tito Yupanqui,
quien por haber creado la imagen milagrosa había sido liberado (él y sus descendientes) de
las cargas coloniales. En resumidas cuentas, no buscaban obtener cargos, sino tan solo el
derecho a lograr ventajas económicas en función de su noble estirpe.
Entre los documentos presentados, nos interesa una real provisión del virrey don
Luis de Velasco del 22 de noviembre de 1602 por la cual podemos confirmar que don Francis-
co Tito Yupanqui y don Felipe de León Gualpa Yupanqui eran los hijos del cacique principal
de Copacabana, Apo don Baltasar [Tito] Challco Yupanqui, descendiente a su vez del "in-
fiel" Apo Inca Sucssu Yupanqui. Esta infonnación, sumada a la que ofrecen los documentos
secretos de la visita de Chucuito donde el "don Francisco Tito" de Ramos Gavilán figura
como "don Francisco Topatito", despeja la duda de que el escultor sea uno de los hijos de
Paullu Inca.7
7 " ... e que! padre fray Diego de Ureña estuvo amancebado con una india cassada llamada Doña Ana
ñusta, mujer de don Francisco Topatito, hijo de don Paulo Inga, vezino del Cusca, hijo de Guaina
Capac y la dicha Doña Ana ... [embarazada y castigada por su esposo] se ahorcó . .. " (Documento~
Secretos 1970 [1573]: 13). Entendemos que don Francisco Topa Tito (hijo de Paullu Inca) es una
persona diferente de don Francisco Tito Yupanqui (hijo de don Baltasar Chal leo Yupanqui) casado don
Catalina Chuqui.
14 Revista Andina
zo Cuadro 1. Memoria genealógica de los descendientes de don Baltasar [Tito] Challco Yupanqui
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Estudios y Debates
Estos lazos de filiación también fueron corroborados en 1622 por tres testigos y, más
tarde, en 1689, por otros cuatro principales. Del conjunto de esos testimonios, las declaracio-
nes del primer grupo merecen una especial atención, porque además de confirmar la infonna-
ción anterior agregaron que ambos hermanos eran hijos " naturales" de don (\altasar. Recor-
demos que durante el Tawantinsuyu, la poligamia había sido un signo de prestigio y estatus,
ya que a través de los vínculos matrimoniales se ampliaba la paleta de las alianzas políticas
con las provincias y se accedía a nuevos recursos. Don Baltasar no escapó a semejante
privilegio y, como era corriente a su alta jerarquía, también tuvo varias esposas. No obstante,
su vida transcurrió durante las primeras décadas coloniales y esa práctica fue censurada
desde 1551 por la iglesia, por lo que debió adaptarse, después de su conversión, a otras
legislaciones y a la nueva noción de bastardía y legalidad para su descendencia. Sus h_ijos
mayores, nacidos de madres de alta prosapia indígena y en tiempos de su infidelidad, fueron
considerados " bastardos", mientras que los últimos hijos de su matrimonio cristiano con la
española doña Ana de Avendaño y Cáceres fueron mestizos " legítimos". Esta es la razón por
la cual nunca se mencionó explícitamente en los documentos tempranos a la verdadera madre
del escultor ni a sus " hermanos de padre" don Pablo de Cáceres y don Alonso Viracocha
Inga (ambos de la rama legítima). Solamente los descendientes del escultor afirmaban hacia
fines del siglo XVII que doña Ana de Avendaño y Cáceres había sido su bi sabuela. Pero ya
habían pasado muchos años y no era conveniente a esas alturas descender de "la línea
bastarda", especialmente si algún familiar pretendía reclamar los derechos al cacicazgo por
legitimidad de sangre. Esta lectura sería entonces compatible con la versión de Ramos Gavi-
lán, ya que el cacique don Pablo de Cáceres y su hermano don Alonso Viracocha compartían
con don Francisco Tito el mismo padre y, por lo tanto , eran "deudos" o hennanos como
consta en la carta allí publicada.
Ahora bien, en una segunda lectura de los documentos, un poco más detenida,
podemos deducir un patrón repetitivo de nombres como es el caso de dos "don Alonso
Viracocha Inga" y dos "Felipe Gualpa Yupanqui". En el primer caso, como hemos afirmado
arriba, un Alonso Viracocha Inga era el hijo legítimo de don Baltasar Challco Yupanqui a
cargo del gobierno de Copacabana hasta fines de la década de 1580. El segundo, era el hijo
de don Francisco Tito Yupanqui quien, según los documentos aq uí presentados, aún estaba
litigando en 1629, es decir, 40 años después (ver cuadro). 8 Entendemos que se trataba de dos
personas diferentes porque hacia fines del siglo XVI , el cacique don Alonso Viracocha Inga
había muerto, ya que desde 1589, hasta más aHá de 1630, su hennano don Pablo de Cáceres
le había sucedido en el cacicazgo de Copacabana.9 En el caso de don Felipe Gualpa Yupanqui ,
8 Don Alonso Viracocha Inca y sus hermanos afirmaban " ... y en particular al dicho nuestro padre [don
Francisco Tito Yupanqui] se le hizo merced y privilegio de reservar de tasa atendiendo a que hizo la
santa imagen milagrosa de este dicho pueblo ... " (anexo 1 F: lv).
9 Además de los documentos del anexo, esta última inferenci a también se puede constatar en la
probanza de don Pablo de Cáceres, en la cual da a entender que don Alonso Viracocha ya estaba muerto
en 161 O (Santos Escobar 1987). Finalmente, otra prueba se encuentra en la probanza de don Onofre
Maskapongo Illatarko de 1675, en la que figura un testigo llamado don Alonso Viracocha Inga, del
ayllu Cusco de 78 años, es decir, nacido aproximadamente en 1597 y que bien podría ser el hijo de don
Francisco Tito Yupanqui (Santos Escobar 1990: 12).
16 Revista Andina
Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
se vuelve a repetir el mismo patrón: tío y sobrino comparten el mismo nombre.'º Por lo tanto,
es posible pensar que don Francisco Tito Yupanqui puso a sus hijos los nombres de sus
medio hermanos .
En el segundo memorial de nobleza (ver cuadro y anexo 2), don Carlos Acustupa de
Vitoria reveló en 1584 que era el hijo mayor y natural de don Baltasar Challco Yupanqui ,
complementando e iluminando así su vasta progenie.'' Indudablemente, don Carlos Acustupa
de Vitoria pertenecía, como don Francisco Tito Yupanqui y don Felipe de León Gualpa
Yupanqui, al grupo de hijos considerados en la colonia como " bastardos", aunque de dife-
rentes líneas maternas, ya que estos últimos no estaban incluidos en su memoria. Don Carlos
había presentado sus papeles cuando su padre ya no estaba gobernando en Copacabana,
sino su hijo legítimo mayor que, como ya hemos dicho, era don Alonso Viracocha Inga.
El nombre don Carlos Acustupa evoca al del cacique y gobernador de los Chunchos,
Yungas y Larecaja, Orco Guaranga Acustupa Inga, perteneciente también a la Sucssu Panaca,
aunque en sus papeles hay un silencio total al respecto y, por lo tanto, no podemos especi-
ficar el grado de parentesco (Santos Escobar 1990, Bouysse-Cassagne 2005 : 456). En cambio,
su segundo apellido "Vitoria", demuestra claramente el estrecho vínculo que tuvo con los
dominicos, a cuyo servicio estuvo durante su infancia. 12 Posiblemente durante su conver-
sión, los frailes lo bautizaron con el nombre del gran defensor de los derechos indígenas e
inspirador de los argumentos lascasianos, el famoso dominico Francisco de Vitoria. Su nom-
bre y temprana asociación con los dominicos delataría también los vínculos que tuvo su
padre, don Baltasar Challco, con los frailes de esa orden cuando estuvieron evangelizando a
los pueblos lacustres.
La descendencia de don Carlos Acustupa de Vitoria se aclara aún más en la última
memoria (ver cuadro y anexo 3) presentada por el principal de Copacabana y capitán de la
mita de la Provincia de Omasuyu, don Miguel Chuquimia Acustupa Viracocha Inga. Hacia
fines del siglo XVII , don Miguel presentó sus expedientes para obtener el reconocimiento de
los privilegios de que habían gozado sus antepasados (exceptuación de mita y del tributo) y
el derecho a usar escudo de armas. 13
Esta memoria no solo confinna la anterior, sino que además proporciona nuevos
detalles de parentescos y, por añadidura, muestra el nivel de endogamia de la nobleza cusqueña
de Copacabana y cómo se fue enlazando la descendencia bastarda y legítima de don Baltasar
con otras ramas privilegiadas de mitimaes chachapoyas.
Del lado materno, don Miguel pertenecía al linaje de los incas Huayna Capac y
Viracocha mi entras qu e del paterno descendía de una antigua dinastía de caciques
1O Uno de los hijos de Oreo Guaranga Aeustupa se ll amaba don Miguel Guallpa Yupanqui mientras que un
hijo de don Baltasar Challco (y hermano del escultor) se llamaba Felipe Gualpa Yupanqui.
11 AGI, Audiencia de Lima 472, Nº 5. Ver testimonio de don Carlos Acustupa ( 1604-1606) en anexo.
12 Siendo niño, don Carlos Acustupa de Vitoria s irvió a los dominicos y por ese, entre otros motivos, lo
echaron de una junta de hechi ceros de Chucuito (Ramos Gavilán 1976 [1621]: 139). Los primeros
misionerosldominicos llegaron a la Provincia de Chucuito en 1546 dejándola por una orden del virrey
Toledo de noviembre de 1572. Es conocida la influenci a vitoriana en la redacción de Las Leyes
Nuevas de 1542.
13 Sobre los testimonios de don Miguel Acostopa como capitán de la mita de la Provincia de Omasuyu,
ver SánchezAlbomoz (1978: 121-124) y AGI Charcas 272 .
14 Don Pascual había sido alcalde mayor de los cinco corregimientos del distrito de Chuquiavo y
gobernador de los indios chachapoyas y cañaris de la provincia de Omasuyu y había muerto en Potosí,
cuando estuvo a cargo de la capitanía de mita. Asimismo, fue gratificado por el virrey Conde de
Santisteban con el cargo de capitán de infantería, por haber colaborado a favor de SM durante los
alborotos ocurridos en el as iento de minas de Puno (Laicacota) y por la muerte del corregidor de La
Paz a fines de 1661 . Recordemos que entre los leales al virrey, además de los Chuquimia de Copacabana,
estaba otro curaca de Omasuyu, el gobernador de Asillo don Bartolomé Topa Hallicalla, a quien por
haber aportado dinero y bienes le otorgaron el título de capitán de in fantería. Como demostraremos
un poco más adelante, aquí también hay otra notable coincidencia: Hallicalla estaba emparentado por
línea directa con los linajes nobles cusqueños, en particular con Paullu inca (Glave 1989: 199 y 281-
303 ).
15 Este curaca (que previamente había sido yana) participó en la campaña contra Túpac Amaru. AGI
Audiencia de Lima 472 . Sucesión de Juan de Bustamante Carl os Inca.
16 Simultáneamente, el virrey había decidido reconocer los privilegios de los cañaris y chachapoyas del
Cusco y ubicarlos en el barrio de Collcampata para custodiar el templo/fortaleza de Sacsahuamán.
Asimismo, aseguraba que " ... en el Cusco hay hasta cuatrocientos indios que ll aman Cañaris que los ll evo
el Inca de Quito por mitimaes por ser gente valiente de fama y dieron luego la obediencia a los españoles
y siempre han servido con fidelidad y han sido libres de tributo y no han sido encomendados si no
obligados a que sirvan en cosas que se les comete para !ajusticia como en llevar despachos y guardar
presos y cuadrilleros y a los indios de otras nac iones que se han entretejido los ha hecho tributarios y a
los demás le parece se deban conservar en lo que hasta <1quí sin darles confirmación." AGI, aud. de Lima
28-8. El virrey sobre materia de gobierno y justicia, Cuzco 1/3/ 1572, lib. IV fs . 90-1 !Ov.
17 Su nombre Cusirimay nos hace recordar al de la esposa de Huayna Capac.
18 Revista Andina
_ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
No cabe duda de que los ancestros de don Francisco Tito Yupanqui fonnaron parte de
una prestigiosa y noble familia cusqueña que detentó un enonne poder político y religioso en
todo el sector meridional del Tawantinsuyu. Por esa razón, no nos debería extrañar que, con
motivo de la invasión europea y de los nuevos reajustes coloniales, los grandes señores y los
descendientes de esta dinastía regional hayan abandonado las pretensiones al gobierno y,
como en tantos casos andinos, su linaje haya iniciado una lenta y progresiva declinación.
Sin embargo, nuevas evidencias nos hacen comprender que los hechos no ocurrie-
ron de este modo. Por el contrario, el regreso e irrupción del linaje Sucssu en el gobierno local
de la mano del virrey Toledo, nos exige observar con mayores matices los mecanismos de
inserción en el poder a la luz de las últimas evidencias y avances historiográficos. Con esto
en mente, repasaremos nuevamente la historia familiar.
Los Viracocha Inga y los Acustupa fonnaron parte de los tantos linajes coloniales de
procedencia cusqueña afincados en Copacabana desde la época incaica. Indudablemente, el
nombre Viracocha, común al dios/héroe, al inca y a linajes indígenas coloniales, es emblemá-
tico en el área circumlacustre. Antes de la conquista incaica, esta zona había tenido un
importante desarrollo cultural, sostenido por una alta densidad demográfica, migraciones e
intercambios interculturales . La tradicional reputación del lago, y particularmente de
Tiahuanaco , sin duda inspiraron la mitología imperial incaica. Manipulando los relatos le-
gendarios locales, los cusqueños se transformaron en los herederos de Tiahuanaco e hicie-
ron de ese espacio sagrado el lugar de origen no solo de sus ancestros, sino también del
culto solar estatal (Bouysse-Cassagne y Bouysse 1988).
En este sentido, el nombre Viracocha hace referencia al mito de origen de los incas y
al culto estatal. Por cierto, algunas versiones indican que el dios Viracocha viajó a las islas
del lago Titicaca desde donde salió la élite cusqueña (Cobo 1964 [ 1653]: 62-63 y 190, Sannien-
to de Gamboa 1940 [ 1572]: 27-31 ). Según otros relatos, salió del lago con criados o hijos para
ordenar el espacio andino (Betanzos y Las Casas, citados por Urbano 2002). Pero en todo
caso , y como veremos adelante, es muy importante para nuestro propósito la observación
que hiciera Bouysse-Cassagne (2005: 447 n. 2) cuando vincula el culto a Viracocha con la
minería del Cp!lasuyu y con la especial veneración de los mineros del Collao, cuando le
ofrecían el primer mineral de oro o de plata de las minas recién descubiertas .
Por otra pai1e. el nombre Viracocha se relaciona con la dinastía cusqueña. Efectivamen-
te, fue el octavo inca cuyo nombre estuvo inspirado en el dios. Según Cieza ( 1986 [ 1554]: 121-
36), fue el primer quechua que llegó al Collao y trabó alianza con los Lupacas, aunque la
arqueología indica que la verdadera ocupación fue posterior, posiblemente bajo el reinado de
Pachacuti y de su hijo Topa Inca Yupanqui (Bauer y Stanish 2003: 67-68). Dejando a un lado las
controversias sobre la autoría de la conquista y de la organización estatal del Collao, sabemos
que Bias Valera identificó al inca Viracocha, con la clase sacerdotal. Su panaca se llamaba
Sucssu y de ella se reclutaban los futuros sacerdotes (Zuidema 2004: 206-207). 18 Confom1e a la
historiografía tradicional, la nobleza cusqueña estaba organizada en panacas, es decir, en
grupos de parentesco fonnados por todos los descendientes de un inca reinante, excepto el
futuro gobernante. que debía formar la propia. 19 Las IOu 11 panacas o "ay! lus reales" del Cusco
estaban asociados a una mitad : hanancuzco o hurincuzco . Según Zuidcma (2004: 283), las
18 ·'[Viracocha) Fue dado mucho a las hechicerías y tuvo infinidad de hechiceros y adivinos, los cuales
dedico para el culto de las l luacas e Ídolos y estos eran conocidos por el cabello largo que por mandado
del Ynga traían y el vestido una camiseta de algodón o cumbi toda blanca estrecha y larga y encima
una manta añudada al hombro derecho con madejas de algodón o lana de colores por borla (Murúa
1987 [1590]: 72-73).
19 Francisco Hemández Astete sugiere que la nobleza cusqueña estaba dividida en dos grupos: uno
principal llamado Cápac Ayllu e integrado por los descendientes de los incas en mujeres nobles y
estaba comandado por el gobernante de turno: el otro, el Hatun Ayllu, integrado por los descendientes
20 Revista Andina
_ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
panacas tenían derechos de acceso a tierras, estaban asociadas a adoratorios y ceques, tenían
roles específicos dentro del calendario y estaban a cargo de ritos mensuales y de mantener la
memoria y la momia de su fundador. En este sentido, los infon11antes de San11iento de Gamboa
sostenían que únicamente la Sucssu Panaca estaba dedicada al culto a Viracocha, mientras que
la panaca Capac Ayllu lo estaba al culto Solar y la Hatun Ayllu, al Trueno (citado por Zuidema:
278). En otro orden de cosas, cada panaca debía mantener las alianzas efectuadas por su inca
y, por ello, podían tener fluidos contactos con las jerarquías políticas de las organizaciones
étnicas. Del mismo modo, tenían conocimientos sobre la ubicación de los recursos agrícolas y
mineros e, inclusive, podían convocar y tomar decisiones sobre la respectiva mano de obra
local. Según Zuidema, la palabra Sucssu también aparece y se la puede asociar no solo con el
nombre de la panaca, sino también con ciertas ceremonias. Así, por ejemplo, el sacrificio de
pájaros de la puna que se hacía antes de ir a la guerra se llamaba cuzcovicza. Este autor
considera que esta palabra no aludía al Cusco, sino a una forma corrupta del vocablo Sucssu
mientras que vicza o villca significa sacerdote, por lo tanto, Cuzcovicza o Sucsuvicza aludiría al
santuario, al sacerdote y al altiplano (Zuidema 2004: 278 n. 2).
Precisamente, ciertas memorias genealógicas sostienen que algunos descendientes de
Viracocha se asentaron en el altiplano collavino. Este pueblo, situado en una de las penínsulas
del lago Titicaca entre los cerros Llallagua y Cicorani, constituía la última escala de los peregri-
nos que se dirigían a reverenciar al templo del Sol y de la Luna en las islas sagradas de Titicaca
y Coatí. 20 Según Ramos Gavilán (1976 [1621]: 44), fue Topa Inca Yupanqui quien se apropió de
las islas del lago y trasladó a su población originaria a Yunguyo, remplazándola por nobles
cusqueños de su parentela. En forma complementaria, organizó un importante centro adminis-
trativo multicultural en la península de Copacabana, orientado también a las funciones religio-
sas y al control del acceso a las islas adonde trasladó mitimaes o colonos originarios de 42
naciones provenientes de diferentes puntos del Tawantinsuyu, para asistir y custodiar los
templos (Bauer y Stanish 2003, Ramos Gavilán 1976 [ 1621]: 43-46). Consecuentemente, Topa
Inca nombró por gobernador al cusqueño Apo Inca Sucssu, descendiente de Viracocha Inca,
para custodiar los adoratorios del Titicaca y asistir a los mitimaes que custodiaban las huacas.
El Inca Sucssu fue la cabeza de un importante linaje aristocrático del Cusco, cuya prole quedó
afincada definitivamente en Copacabana. Sarmiento de Gamboa, quien tuvo información de
primera mano de don Francisco Challco Yupanqui, miembro de la <;0C1;:o [Sucssu] Panaca de
hanancusco, sostiene que Inca Sucssu [<;oc90] fue uno de los hijos bastardos del inca Viracocha
y de una esposa de nación Ayavilla del valle del Cusco. 21
de los incas en mujeres no nobles o de las élites locales (allí estaba Paullu Inca); y los ayllus o panacas,
o grupos asociados por línea materna con los gobernantes (2008 : 29-45).
20 Parssinen estima que durante el gobierno cusqueño, Copacabana representaba el nuevo Tiahuanaco.
Por lo tanto, considera que las alusiones que hicieron cronistas como Cieza, Betanzos, Murúa y
Sarmiento a ciertos hechos que sucedieron en Tiahuanaco, tal como el nacimiento de Manco y de
Paullu y s~ posterior casamiento o la presencia de uno de los gobernadores del Tawantinsuyu, corres-
pondía en realidad a Copacabana (2005 : 222-225).
21 "[Viracocha Inca del ...su muj er legítima tuvo cuatro hijos varones ... Y en otra India hermosa llamada
Curi Chulpa, de naciónAyavilla del valle del Cuzco, hobo dos hijos varones, el uno llamado IncaUrcon
y el otro lnca<;uc~o, aunque los descendientes de IncaUrcon dicen que era legítimo, mas todos los
demás dicen que fue bastardo"( 1940 [1572] : 66).
Uno de los descendientes de Apo Sucssu, fue Apo Challco Yupanqui, quien se
estableció definitivamente en Copacabana como gobernador del Collasuyu y dejó a su
familia arraigada en este asentamiento a lo largo de la época colonial. 22 Otro miembro del
linaje Sucssu fue Orco GuarangaAcustupa Inga que, como dijimos fue caciqu~ y gobernador
de los Chunchos, Yungas y Larecaja. Sabemos que Larecaja tuvo un vínculo secular con
Copacabana. Según Saignes ( 1985: 255), las tierras Titicaache y Guacatiti del valle de Aya ta
(Larecaja) estaban destinadas a la huaca del Titicaca cuyo culto se organizaba en Copacabana.
Precisamente, mucho más tarde, encontramos en 1621 a otro miembro del linaje Sucssu, don
Diego de Cáceres Viracocha Inga, que gobernaba a los mitimaes de Taraco, Siman y Pusi
emplazados en esas tierras, así como también a otros caciques de mitimaes.23
Aunque es poco lo que se conoce sobre las funciones de los apos o gobernadores de
suyus, al menos sabemos por ciertas evidencias que su nombre estaba asociado a las activi-
dades guerreras y sacerdotales. Ziolkowski ( 1996: 108) sostiene que el "sumo sacerdote" del
Tawantinsuyu también tenía el cargo de "capitán del ejército" inca y da el ejemplo de Cusi
Yupanqui que lo era de Atahualpa, mientras que Vi loma lo era de Manco Capac. Pero es
Murúa ( 1987 [ 1590]: 112)24 quien nos ofrece un ejemplo muy significativo para nuestra histo-
ria, cuando sostiene que en el momento en que Topa Yupanqui fue a conquistar la provincia
de los Andes dividió en tres a su ejército y la tercera parte se la dio al capitán Challco
Yupanqui, quien entró en Pilcopata llevando la imagen del sol, aunque de momento no
podamos precisar si se trata de la misma persona.
Otras asociaciones del nombre Challco Yupanqui se vinculan con actividades
sacerdotales durante acontecimientos posteriores, aunque no sabembs si era una simple
coincidencia de nombres o del mismo personaje. Así, por ejemplo, otro Challco Yupanqui fue
el sumo sacerdote que celebró el matrimonio de Huayna Capac con la Coya mama Cusi
Rimay.25 En otro registro, se le menciona como sacerdote mayor del sol en la coronación de
Huáscar26, posteriormente apresado y ejecutado por los generales Chalco Chima y Quizquiz
a consecuencia de las luchas fratricidas entre Huáscar y Atahualpa. 27
22 " ... dejando [Huayna Capac] en su nombre y con todas sus veces a un he,mano suyo que antes era
capitán y gobernador, el cual al cabo de cierto tiempo, hizo su casa y vivienda en el pueblo de
Copacabana y se casó y tuvo hijos, la cual descendencia dura en el dicho pueblo de Copacabana . .. "
(Murúa 2004 (1590]: 148).
23 ANBN EC 1620-21 , 8.
24 " (Topa Ynga Yupanqui] Concluido con su matrimonio hizo juntar un innumerable ejercito de todas
las naciones sujetas a él, y salió del Cuzco a la conquista de los Andes y llevo consigo de capitanes a
Topa Yupanqui, su hermano y a Otorongo Achache y a Pochalco [Apo Chalco] Yupanqui" (Murúa
1987 [ 1590]: 87). Según Bouysse-Cassagne, el otorongo fue la divinidad del piedemonte amazónico
y de las minas de Caravaya (2005).
25 Santa Cruz Pachacuti f. 31 v, 32 r (sobre el casamiento) y f. 26 (sobre los tres ministros del Coricancha).
26 ''Alzaron el Cuzco por Ynga y señor a Topa Cusí Hualpa, por otro nombre Huáscar Inga, con gran
solemnidad alegría y majestad siendo sacerdote mayor del sol Apochalco Yupanqui, nieto de Viracocha
Ynga [y nombró por consejeros a: Ynga Roca, Manco, Vrco Guaranga y a Tizo Condemayta] (Murúa
1987 (1590] : 141-142).
27 " ... prendieron aApo Chalco Yupanqui y a Rupaca, sacerdotes del sol porque estos habían dado la borla
a Guasear Inga". [ ... ] Y el sacerdote dijo a Quizquiz: yo le alce por Incay señorporm3ndado de su padre
Guayna Capac y por ser hijo de coya ... ", agregando que era una cuestión entre hernianos y no entre las
22 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
Fuente: Códice Murúa. El sacerdote Viloma con los símbolos del Collasuyu.
Este último desenlace nos lleva a pensar que este sacerdote solo compartía el nom-
bre con el gobernador del Collasuyu, debido a que la muerte de este último ocurrió con
posterioridad, por ende, solo se trata de una semejanza de atributos. Efectivamente, la muerte
del gobernador Challco Yupanqui aconteció en 1538, cuando Manco Inca 11 mandó a Tisoc
a matarlo en el centro cocalero incaico de Pocona en represalia al apoyo en servicios, infor-
maciones y provisiones ofrecidas a don Diego de Almagro (1535).
mitades de hanancusco y hurincusco (Sa1111iento lle Gamboa 1940 [1572]: 142) ...Juntamente con
l luáscar murieron por la orden dicha Tito Atauchi, Topa Atao y Huanca Auqui sus he1111anos y con ellos
Chalco Yupanqui, sacerdote mayor y Rahu1 Ocllo, su madre. mujer legítima de Huayna Capac y Chiqui
l luipa mujer del luáscar. .. en [Andamarca)" (Sa1111iento de Gamboa 1940 [1572] : 214).
28 Según la t:ncomienda de La Gasea ( 14/9/48) al Lic. León, " depositó en Copacabana al cacique de ella
que es un orejón que se llama Condemayta con cuatro principales que Mandan la gente del dicho
cacique que se llaman el uno Chisquicone que es Canche, el otro se ll ama Hui na, que es Cana y el otro
se llama Pingo que es del Collao y otro que se llama Pasea ... " total , 739 indios de servicio (Espinoza
Soriano 2003b: 13).
29 Murúa relata que Apo Conde Mayta fue el capitán que acompañó a Pachacuti a la conquista del
Collasuyu ( 1987 [ 1590] : 76). Más adelante, el religioso informa que otro capitán llamado Tiso
Condemayta formó parte del consejo de Huáscar cuando Apo Challco Yupanqui era el sumo sacerdote.
24 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
lupacas de los entornos del lago Titicaca también estaban asociados a ese Dios (Salles-
Reese 1997, Bauer y Stanish 2003). 30
Otros documentos independientes tampoco mencionan a la familia de Challco
Yupanqui en el gobierno de Copacabana. Apenas dos años después, en 1550, el señor
Guanche, posiblemente de nación Chinchaysuyu o Ayarmaca de los alrededores del Cusco,
fue el cacique principal de Copacabana acompañado por Churatopa. Mientras Guanche y
sus principales Suca y Tomaco estaban en Potosí sacando mineral para su amo el Lic. León,
Churatopa gobernaba Copacabana en su ausencia. 31 Treinta años después, Ramos Gavilán
registró a otro Churatopa a la cabeza de los hurinsaya abogando por la organización de la
cofradía de San Sebastián en abierta oposición a los caciques de hanansaya y descendientes
de Challco Yupanqui que pretendían homenajear a la Virgen. 32 Por documentos independien-
tes, sabemos que los miembros del linaje Churatopa Inga estaban en el ayllu hanancusco de
Copacabana. 33 Esto estaría indicando que el sistema de autoridades de Copacabana (cacique
principal, segunda persona y cacique de los uros) estaba controlado por cusqueños de
sangre o de privilegio. 34
Como resultado de todo lo dicho, entendemos que el eclipse de los descendientes de
Chal leo Yupanqui como señores y máximas autoridades de Copacabana, constituye un inte-
rrogante clave. Especialmente, la ausencia de su hijo don Baltasar, quien para ese entonces
ya tenía edad para gobernar.35
Nos preguntamos dónde estuvo don Baltasar y por qué había quedado relegado en
el acceso al poder político del asiento de mitimaes ¿Formaba parte del grupo selecto de
yanaconas de García de León o de yanaconas del rey y por ello estaba ausente de
Copacabana?
30 Los cuatro grupos de los alrededores del lago Titicaca quedaron relegados a la mitad inferior o
urinsaya, como demuestran los documentos del siglo siguiente. En efecto, el Libro de Bautismos de la
Iglesia de Nuestra Señora de Copacabana refleja la organización de los ayllus en el siglo XVII: en la
parcialidad de hanasaya se encontraban los ayllus Cusco, Chachapoyas, Chinchaysuyu, Collasuyu,
Sulca y Yanacona, mientras que en la de urinsaya estaban los ayllus Cana, Lupaca y Capahanco
(Center of Family History, Church of Jesus Christ of the Latter Day, Microfilm 1282219). Espinoza
Soriano, a su vez, arguye que entre los hanansayas estaban los miembros de la Sucssu panaca como
incas de sangre mientras que entre los incas de privilegio estaban los Anancuzcos, Urincuzcos,
Chilques, Yauyos, Papres, Huaros y Quihuar. Por su parte, en hurinsaya estaban los Canas, Lupacas,
Pacajes, Chichas, Soras, etc., es decir, el resto de los mitimaes (2003 a: 496).
31 AGI Justicia 667 n.1.
32 Posteriormente, en la probanza de los hermanos Viracocha, en 1622 hay un testigo llamado don
Pedro Guanche de 84 años que pertenecía al ayllu Chinchaysuyu. Espinoza Soriano (2003 a: 490)
identifica a los Chinchaysuyu con los Ayarmaca, quienes se extendían desde el Cusco hasta el valle de
Jaquij ahuana.
33 ANB (Archivo Nacional de Bolivia), EC.1684, 30. En 1875 declara el testigo don Alonso Churatopa
Inga del ayllu hanancuzco.
34 ANI3, EC.1684, 30. En 1627, don 13ernardino Inga Sucso era el cacique de Copacabana y don Martín
Quispe Ma,yta era el gobernador de los uros.
35 Además del orejón Condemayta, cacique principal de la encomienda de 1548, sabemos que en 1550
el cacique principal de Copacabana presente en Potosí era Guanche, y sus principales se llamaban Suca
y Tomaco y estaban sacando mineral para su amo el Lic. León, mientras que Churatopa estaba en el
asiento de Copacabana como cacique principal (AGI Justicia 667). Treinta años después, otro Churatopa
a cargo de los urinsaya abogaba por la cofradía de San Sebastián en oposición a los Viracocha Inca.
36 AGI Charcas 266 " . . .otros yndios yanaconas que de diversas partes y repartimientos deste reyno an
acudido a este dicho asiento [de Potosí] así en compañía de españoles como de por si e otros indios
yngas del cuzco que por haber sido libres de pagar tasa e no estar encomendados también han acudido
a el.. ."
37 " . . .cerca del rio Inambari tiene una célebre mina de oro de la más fina calidad" (Alcedo 1967: 90). En
una visita de Caravaya figuran labrando como forasteros los incas del Cusco don Martin Challco Inga
y Geronimo Atauchi en las minas de SM en Aporoma, seguramente parientes de los de Copacabana
(ANB, Minas 1628: 8). Asimismo, Francisco López de Caravantes ( 1985 f l 569-1634]: 88-89)
indica que " . .. Hay en esta Provincia dos asientos de minas de oro que se labran hoy, al uno llaman los
cerros de Aporoma y al otro Santiago de Buena Vista. Tuvo otro asiento donde se pobló la Villa de San
Juan del Oro, en tiempos del Virrey Marqués de Cañete, el viejo y del Conde de Nieva adonde hubo una
quebrada rica de oro y por ella se puso Caja Real y Oficiales que cobrasen el quinto, y habiendo faltado
el oro, se quito la Caja y luego se descubrieron las minas de Santiago de Buena Vista y los Cerros de
Aporoma donde Paulo Ynga labraba el socavón que allí esta llamado Boca de Lobo, no se labra hoy . .. "
También es conocido que en Chuquiavo (La Paz) había minas de oro " ítem en la ciudad de La Paz a
media legua de ella hay las minas de oro que llaman La Coya que eran del tiempo del inca y las labraba
el Marqués don Francisco Pizarro y al presente las labran los indios del pueblo de Chuquiavo de la
encomienda del Capitán Juan Remón. ltem a diez leguas de la dicha ciudad de La Paz, cerca de
Tiaguanaco hay unas minas de plata que las labran Contreras y Pedro de la Cruz y otros dicen se
fundirá el metal de ellas con fuelles. No sé cómo acude por quintal, tiene la leña lejos que han de ser
ricas para seguirse" (AGI, Indiferente General 1530, s/f).
26 Revista Andina
_ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
1985 [ 1569-1634] T. II : 89}o de las de Sayre Tupac. 38 Después de 1545 continuaron labrando
las minas de plata para el mismo encomendero en Potosí.
Por otro lado, entendemos que don Baltasar, siguiendo los pasos de su padre, tenía
muy buenas relaciones con Paullu Inca. Ambos colaboraron en el desarrollo de la minería
potosina y, posteriormente, apoyaron la facción de Diego Centeno durante la batalla de
Guarina, huyendo juntos a los yungas cocaleros de Chacapa en los Andes, después de la
derrota hacia fines de 1547 .39 Don Baltasar no solo sostuvo con avíos a la gente que apoyaba
la causa del rey, sino también colaboró en Potosí con el mariscal Alonso deAlvarado en 1553,
aunque en ningún momento se le menciona en las probanzas que lo hiciera en calidad de jefe
de Copacabana, así, aporta otra prueba de su ausencia del asiento.
Quisbert y Platt sugieren en un reciente trabajo que Manco y Paullu, conocedores de
la huaca del Sol y de las riquezas del cerro de Potosí, quisieron entregarlas a Carlos V en un
nuevo pacto contra Gonzalo Pizarro y el grupo de encomenderos. Sostienen, entonces, que
un grupo de yanaconas incas revelaron el secreto, insinuando que entre ellos estaba don
Baltasar Challco Yupanqui (ms). Sin duda, por haber pertenecido al linaje de sacerdotes y
gobernadores del Inca conocía a la perfección la noticia reservada como sugieren ambos
autores y pudo haber estado involucrado en su descubrimiento ya que como hemos afirma-
do su presencia no consta en los registros documentales del altiplano.
41 Urbano (2002:40) sostiene que el enfrentamiento entre el virréy Toledo y fray La Cerda se debe,
entre otros argumentos, a que los dominicos aceptan, a diferencia del virrey, la existencia de la
legitimidad en la descendencia real incaica.
42 Pedro Ortiz de Zárate empadronó, visitó y organizó la reducción en 1572 (Espinoza Soriano 2003 a: 477).
43 La frase es de Femando Montesinos (1906 (1640]: 50).
44 El virrey había favorecido a 12 familias de Copacabana (Petición de don Juan Pizarro Limachi lnka,
en Santos Escobar 1990: 17).
45 ANB 1684, 30 Provisión del Virrey Toledo dada en Arequipa, 20 de octubre de 1575 " .. .cion Femando
Colla Topa difunto, gobemadcr y capitán genral qu~ fue de los yndios Chunchos Yungas y Larccm,:a y el
dicho don Femando lo fue de Orco Guaranga /\.:ci.tora Inga, descendiente por línea recta de varón de
Viracocha Inga, señor natural que fue de estos reyr.os de más de lo qua! el dicho su padre y aguelo hicieron
muchos servicios a SM (pacificando Larecaja, ofreciendo servicios a don Diego de Almagro y a Diego
Centeno] el qua! el virrey don Francisco de Toledo tiene proveydo y mandado que los descendientes del
dicho don Femando se les favorezca y haga amerce<l [de no pagar tributos ni hacer servicios persona-
les] ... " A don Miguel Guallpa le confinnó sus tierras en los términos del pueblo de Italaque y Mocomoco.
46 " .. .e que demás deste, es público en este pueblo que el dicho fray Juan de Cabrera está y ha estado
amancebado con doña Ana de Avendaño, española, mujer de don Baltasar, cacique principal de
hanansaya y que va de noche a su casa el dicho fray Juan en abito de indio e que una vez la llevó a la
isla de Titicaca con muchos indios y durmió con ella en un buhío aparte lo qua! vieron todos los indios
y es muy público lo susodicho" (Documentos Secretos 1970 [ 1573]: 14 ).
28 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
sido otra de las patraflas del virrey para demostrar la ruptura del vínculo entre el cacique y los
dominicos , y poner así un broche final a su nueva alianza.
Ahora bien, respecto al gobierno de Copacabana, otra interrogante que se desprende
se vincula con el nivel de manipulación efectuado por el virrey y su administración en la
organización de las mitades simbólicas y en los efectos de sus recientes nombramientos. Es
razonable pensar que ambas designaciones hayan causado ciertos resentimientos entre
otros nobles cusqueflos de Copacabana, en especial del linaje Churatopa o Churatopa Inga,
a cargo del gobierno en los aflos cincuenta. Estos hechos sumaron una profunda tensión y
encono entre las parcialidades de hanansaya y hurinsaya, visible aún diez aflos después en
el enfrentamiento entre los líderes de ambas parcialidades, los Viracocha y los Churatopa, al
momento de la organización de las cofradías y del culto a la Virgen .
Sin dejar de reconocer los argumentos sostenidos por otros autores y comentados
más arriba, podemos entender que otro motivo de peso fue el faccionalismo de la élite noble
cusquefla como resultado de la irrupción del linaje Sucssu en la conducción de Copacabana
y la consecuente lucha por el reconocimiento de los privilegios y a las exenciones en el
tributo y la mita iniciada en la época toledana.
Como hemos dicho, la tensión pervivió durante el gobierno de don Alonso Viracocha
Inga, hijo legítimo de don Baltasar y heredero del cacicazgo. Este gobernó la parcialidad de
hanansaya desde la muerte de su padre en los aflos 80, hasta ser remplazado en 1589 por su
hermano don Pablo de Cáceres Chal leo Yupanqui .47 Durante su gobierno la tensión se mani-
festó aún más cuando se organizó la cofradía en tomo de la virgen, porque el linaje Viracocha
Inca (tanto en sus ramas legítimas como bastardas) tuvo una excelente oportunidad para
afianzarse aún más en el poder de Copacabana.
En este punto, la historia familiar nos lleva nuevamente a Potosí. Después de una
fallida representación de la virgen, la familia Viracocha decidió redoblar la apuesta para la
organización de la cofradía. Mientras algunos miembros de la familia, concretamente los que
se desempeflaban como caciques, gestionaban la autorización de la cofradía ante el obispa-
do de La Plata, otros miembros del linaje, como don Francisco Tito Yupanqui y su hennano
don Felipe de León fueron a la villa a aprender el oficio de entallador y a buscar una imagen
adecuada para la cofradía.
Fue así como don Francisco Tito Yupanqui, apoyado por todos sus hermanos, logró
identificar y elegir la imagen de la Virgen de la Candelaria y crear una nueva imagen hacia
mediados de 1582. Después que el corregidor don Jerónimo de Maraflón mediara ante las
autoridades y ayllus de hurinsaya para que aceptaran la imagen realizada por don Francisco,
el 2 de febrero de 1583, a la hora de la misa mayor, entró la procesión en el pueblo encabezada
por el corregidor, el cura, los caciques y los nobles de sangre real, llevando en andas por
primera vez la nueva imagen de la virgen (Calan cha y Torres 1972 [ 1638]: 183-204, Ramos
Gavilan 1976[1621]: 115-124).
Desde la perspectiva de los miembros del linaje, podríamos agregar que las activida-
des religiosas){ artísticas fueron un importante recurso legitimador del poder y, sobre todo,
47 En 1589, la parcialidad de A nansaya estuvo liderada por don Diego López Churatopa y don Pablo de
Cáceres fu e su segundo. Entre los principales estaban don García Guacamayta y don Martín
Yanquechunqui . En 1602, don Pablo qul!dó a cargo de la gobernación y parcialidad de Anansaya.
de los privilegios tanto a nivel interior o étnico como a nivel externo o estatal. En efecto,
mientras la línea legítima de don Baltasar Challco Yupanqui controlaba el cacicazgo heredita-
rio, la rama no legítima fue la encargada de promover el culto a la Virgen, apoyada a su vez por
los anteriores. De un lado, don Francisco Tito Yupanqui creó la imagen m\entras que don
Carlos Acustupa de Vitoria fue el primer mayordomo de la cofradía devota de la Virgen, cargo
heredado por su hijo don Cristóbal Tupa. Don Carlos y su familia fueron, además, oficiales
entalladores y miembros del cabildo. Ramos Gavilán daba cuenta de la devoción familiar
cuando relataba que en el momento en que intentaron llevarse la imagen a Chuquisaca, don
Carlos la había escondido durante algunos días en su casa y posteriormente su hijo, don
Sebastián Acustupa, "el pintor del pueblo" levantó en la misma habitación un oratorio 48 .
Como hemos dicho, contaban con el apoyo del corregidor Marañón, quien no solo
apoyó la organización del culto a la virgen, sino que además favoreció a los descendientes
"bastardos", porque hizo cumplir las ordenanzas toledanas que reconocían los privilegios
de este linaje, evitando así que los caciques de hurinsaya les "molestaran" con el cumpli-
miento de la mita potosina y la tributación. Nuevamente, aquí observamos las estrategias de
las ramas consideradas bastardas para acceder a las mismas prerrogativas que las llamadas
legítimas. El privilegio por ejercer algún oficio artesanal (entalladores, pintores) consistía
precisamente en el monopolio del trabajo y en la exclusividad de la obra. Pero también
resultaba ser una actividad noble ejercida por nobles al servicio de Dios y del Rey (Gisbert
2004: 107).
En suma, en Copacabana, los Yupanqui, Viracocha Inca y Acustupa formaron parte
de un linaje sacerdotal y guerrero al servicio del Sol y del Inca de gran protagonismo, el cual
pudieron mantener en la colonia al servicio de Dios y del Rey.
48 Don Cristobal Topa, hijo de don Carlos Acostopa de Vitoria, fue en 1591 el siguiente mayordomo
(Ramos Gavilán 1976 [1621)).
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Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú .
34 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
ANEXO
[F. 1] [a un costado: Licencia para que se pongan espada y daga don Francisco, don Juan, don
Phelipe y don Francisco Flores Viracocha Inga, hermanos y descendientes del infiel Apo Inga Sucso,
senor natural que fue de éstos reinos como lo muestra la información]
Provincia de Omasuyo, Ingas de Copacabana. 9 de junio de 1690. Don Melchor Portocarrero
Lasso de la Vega= Por cuanto ante mi presentó un memorial que su tenor testimonio que en él se refiere
y lo proveído con parecer del Licenciado don Alonso Hurtado de Mendoza, abogado de esta Real
Audiencia, que es como se sigue =
Don Francisco Viracocha Inga de Copacabana de la Provincia de Omasuyo, por sí y en nombre
de sus hermanos dice que como consta de los recados que presenta con el juramento y solemnidad
necesaria así el suplicante como sus hermanos son hijos, nietos y bisnietos de los Viracochas Ingas y del
gran Tupa Inga Yupanqui, senores naturales que füeron de estos reinos del Perú y como tales por
diferentes honras, privilegios y mercedes que su Magestad y Dios que les hicieron han sido bien tratados
con el decoro que merecen sin pagar tributos ni acudir a servicios personales en cuya atención han sido
amparados y lo está el suplicante y sus hennanos y para el ornato y defensa de su persona necesita traer
espada y daga el suplicante y sus hermanos y amparados en la posesión de su nobleza para cuyo efecto
y que los dichos sus hermanos don Juan, don Phelipe y don Francisco cinan sus espadas.=
A vuestra excelencia pide y suplica por sí y sus hermanos que habiendo por presentado dichos
recados con vista de ellos se sirva de mandar y despachar provisión de amparo en la posesión de su
nobleza concediéndole la dicha licencia que pide para poder traer armas de espada y daga el suplicante
y sus hermanos que en ellos [F.1 v] recibirá merced de la grandeza de Vuestra Excelencia.= Don
Francisco Viracocha=
Don Alonso Viracocha Inca, don Domingo Quispe Sucso y don Alonso de León, hijos legítimos
de don Francisco Tito Yupanqui Inga= Decimos que como parece por esta real provisión que presen-
tamos, el dicho nuestro padre y sus hermanos, nuestros tíos, fueron reservados de todo servicio
personal y mita de Potosí por ser tales Ingas descendientes de Viracocha Inga, senor natural que fue de
estos reinos, y en particular al dicho nuestro padre se le hizo merced y privilegio de reservar de tasa
atendiendo a que hizo la santa imagen milagrosa de este dicho pueblo y porque como tales sus hijos
legítimos debemos gozar de la dicha nobleza y privilegios de tales Ingas y que para que conste ser los
contenidos conviene se reciba información de nuestra filiación para que seamos reservados y quitados
de la cuenta del repartimiento general de Potosí conforme a la Provisión del gobierno por tanto=
A V. Md. pedimos y suplicamos mande vea la dicha Real Provisión de reserva de mita y tasa y
reciba información de como somos los contenidos en ella y conforme a la dicha Provisión de reserva nos
quite de la cuenta como por ella se manda y pedimos justicia=. Don Alonso Viracocha Inga.
En el Puebio de Nuestra Señora de Copacabana en veintisiete días del mes de septiembre de
1622 años ante don Felipe Sanniento de Villandrando, corregidor y justicia mayor de este corregimiento
de Omasuyo se leyó esta petición=.
[A un costado: Auto] El dicho corregidor mandó que se legitimen las personas con citación de
don Pablo de qceres Inga, cacique principal y gobernador [F.2] <leste dicho pueblo y hecho lo
susodicho se trajeron los testigos para los ver e proveer justicia y así lo proveyó, mandó y firmó y
estando presente don Pablo de Cáceres, les cité yo el present<: escribano como por este auto se manda
de ello doy fé= don Phclipc Sarmiento de Villandrando=ante mí Antonio de Herrera, escribano=
En el pueblo de Copacabana, en éste dicho día; mes y ano, los dichos don Alonso Viracocha Inga
y don Alonso Quispc Sucso y don Alonso de León Ingas para la dicha información presentaron por
testigos a tres indios naturales que dijeron ser de éste dicho pueblo y llamarse el uno don Pedro
Guanche que dijo ser de edad de 84 años poco mas o menos, principal del ayllu Chinchaysuyu y don
Juan Sautin, que dijo ser de edad de más de 80 a11os principal del ayllo Chachapoya y don Francisco
Chuquirnia del ayllu Chachapoya, dijo ser de edad de 40 años más que menos de los cuales y cada uno
de ell os hizo el dicho corregidor por interpretación de Pedro Mercado, intérprete' general de ésta
provincia tornó y recibió juramento en forma debida de derecho so cargo del cual prometieron decir
verdad y siendo preguntados al tenor de la petición de ésta otra parte contenida. = Dijeron que estos
testigos conocen a los susodichos que les presentan por testigos desde que nacieron lo cual saben que
don Alonso Viracocha Inga y don Domingo Quispe Sucsso son hermanos de padre y madre, hijos
legítimos de don Francisco Tito Yupanqui y don Alonso de León es primo hermano de los susodichos,
hijo natural de don Phelipe de León, hermano legítimo de don Francisco Tito Yupanqui padre [F. 2v] de
los susodichos y los dichos Francisco Tito Yupanqui y e l dicho don Phelipe de León Gualpa Yupanqui,
ya difuntos, fueron hijos naturales de Balthasar Chalco Yupanqui Inga, cacique principal que fue de éste
dicho pueblo y como a ta les Ingas que son los dichos don Francisco Tito Yupanqui y don Phelipe de
León Gualpa Yupanqui, descendientes de la casa y prosapia de Viracocha Inca, señor natural que fue de
éstos reinos, fueron reservados por la ejecutoria que presentan el dicho don Francisco Tito Yupanqui
de tributo y mita de Potosí y otros servicios y el dicho don Phelipe de León Gualpa Yupanqui de las
dichas mitas y servicios personales y gozaron de las dichas reservas hasta que murieron sin contradic-
ción de persona alguna y siempre tuvieron la dicha posesión y los dichos sus hijos contenidos en esta
petición deben gozar de los mismos que sus padres y que ésto que dicho tienen es la verdad de que
saben, so cargo del juramento que hicieron y que no les toca las generales por ser como dijeron eran de
diferentes ayllus y no ser deudos ni parientes y lo firmaron de sus nombres, su merced, el dicho
corregidor y el intérprete, no firmó por no saber = Don Phelipe Sarmiento de Villandrando = don Pedro
Guanche= don Francisco Chuquimi= don Juan Sautin = ante mí, Antonio de I-leredia, escribano.
En vi1tud de la Provisión de rebaja del gobierno de postrero de mayo del aiio próximo pasado de
1622 por auto general del dicho corregidor, a 17 de octubre del dicho aiio fF.3] reservó de las mitas de
Potosí de mucha cantidad de indios Inga y de los servicios personales y la dicha cantidad la rebajó de la
dicha mita y entre ellos a don Alonso Viracocha Inga y a don Domingo Quispe Sucsso y a don Alonso de
León Inga contenidos en la petición e info1mación desta otra parte y según consta de la dicha Provisión y
auto original que está en la caja de comunidad a que me refiero y de su pedimento di el presente en
Copacabana, en siete de febrero de mil seiscientos y veintitrés aiios.= Antonio de I-leredia, escribano=.
En el pueblo de Nuestra Seiiora de Copacabana, en 26 de abri l de 1629 años, ante el capitán don
Fernando Marcelino de Lizanca corregidor y justicia mayor en esta Provincia de Omasuyo por su
Magestad se presentó esta petición con los recados que cita.=
Don Alonso Viracocha Inga y don Domingo Quispe Sucsso mi hermano, hijos legítimos de don
Francisco Tito Yupanqui parezco ante vuestra merced y digo que somos reservados de nuestros
antepasados como consta en la Provisión Real que tenemos del señor don Luis de Velasco, virrey que
fue nos dejó por libres a todos los descendientes del dicho don Francisco Tito Yupanqui y digo que al
tiempo de don Phelipe Sarmiento, corregidor que fue del repartimiento de los omasuyos, visitó todos
los indios de éste pueblo y en la visita nos había dejado por tributarios porque fue en ausencia de
nosotros atento a que no soy tributario como presentare la dicha Provisión y mas de eso que al tiempo
de don Francisco Albornoz de la Cueva, corregidor que fue de la dicha Provincia, visitó y me presenté
como su merced vió y obedeció la dicha Provisión y proveyó la petición como tengo su mandamiento
en ella y así por tanto [3v] a vuestra merced pido y sup lico sea servido de proveer nuestra petición que
es justo que pidamos de ser reservados y no ser tributarios como dejó don Phelipe Sarmiento en el
padrón como hallarán ahora y es notable agravio que recibimos de ello no siendo así y es justicia que
pido para e llo. Don Alonso Viracocha Inga. [A un costado: Decreto] Y vista juntamente con la dicha
Provisión en su cumplimiento mando que el dicho don Alonso Vircocha Inga y don Domingo Quispe
Sucsso su hermano, que gocen del privilegio que por ella se les concede y para que ellos y sus
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descendientes no paguen tasa ni acudan a servicios y mitas de sus personas, por ser así la voluntad de
SM sean borrados y tildados del padrón de la visita ordinaria en que están escritos los indios tributarios
porque como exentos no han de estar empadronados y que el gobernador y cacique de este dicho pueblo
no les compelen a ninguna cosa de las referidas so pena de privación de su oficio ante les guarden y
hagan guardar las honras que deben haber y gozar y sola pena de la dicha privación y así lo mandó y
firmó ante sí conforme a la cédu la de SM. Don Fernando Marcelino de Lisana. Yo Pedro Gómez de
Astudillo, secretario del Rey, N.S en estos reinos y señorío de las Indias certifico y doy te que por una
provisión de rebaja librada por los señores del gobierno de estos reinos a pedimento de los caciques e
indios del pueblo de Nuestra Señora de Copacabana en favor de los indios Ingas principales que en él
residen y están parece que se man [F.4] daron de rebajar y quitar del repartimiento general de la mita de
Potosí ciento y veinte y cuatro indios Ingas principales en virtud de ejecutorias y provisiones reales
que los susodichos tenían libradas en su favor por los señores virreyes y audiencias reales de éstos
reinos y en ésta conformidad, el corregidor de éste par~ido y el de la vi lla imperial de Potosí los
rebajaron y quitaron de la dicha mita y repartimiento general a razón de a 16 por ciento conforme a la
ordenanza en la cual parece este capítulo y auto que sigue:
[A un costado: capítulo de la casa de don Alonso Viracocha Inga].= ltem don Alonso Viracocha
Inga, Don Domingo Qu ispe Sucsso, don Alonso de León Ingas constó serlo por ejecutoria de la Real
Audiencia de La Plata fecha en 30 de julio de 1588 años.= Como de la dicha rebaj a consta, y parece la
cual se llevó y presentó al corregidor de la villa de Potosí el cual vista con la dicha Provisión proveyó
el auto que sigue.
(A un costado: auto del corregido,= En la villa imperial de Potosí en 30 días del mes de
diciembre de 1622, el gobernador don Francisco Sarmiento de Sotomayor, caballero de la orden de
Santiago, corregidor y justicia mayor de esta villa por su Majestad. habiendo visto estos autos mandó
a don Agustín de Cáceres, capitán de los indios Copacabanas, entere y cumpla todos los indios que
tiene obligación a dar menos los 17 que vienen rebaj ados en el padrón en virtud de la cédula que presenta
de l gobierno que son los que tocan a los In gas principales y sobre la rateación de los indios faltos y
enteros [F.4v) de l repartimiento, se de traslado a las personas a que por él están repartidos como
interesados y así lo proveyó y firmó don Francisco Sarmiento de Sotomayor. Ante mí Pedro Lopez
Pallares, escribano público. Concuerda con el original Miguel de Murcia, escribano de SM. Según que
todo lo susodicho consta y parece por la dicha provisión de rebaja y autos. De e lla a que en todo me
refiero y de pedimento de don Alonso Viracocha Inca y su hermano di la presente en el pueblo de
Nuestra Señora de Copacabana el 12 de septiembre de 1629. Y en fé de ello hice mi signo en testimonio
de verdad .= Pedro GómezAstudillo, escribano de SM.
[A un costado: Provisió n] Don Luis de Ve lasco, caballero de la Orden de Santiago, virrey y
lugarteniente del Rey, nuestro Señor, su gobernador y capitán general en estos reinos y provincias del
Perú, tierra firme y Chile. = A vos el corregidor que al presente so is y adelante fueres de la Provincia de
Omasuyo. sabed que ante mi se presentó la petición del tenor siguiente.
= Don .loaquin deAldana, protector de los naturales, en nombre de don Francisco Titu Yupanqui
hijo de don Balthasar Chateo Yupanqui, cacique princip¡,J del pueblo de Copacabana, y nieto de
Viracocha Inca Yupanqui, seíior natural que fue de éstos reinos. digo que el dicho don Francisco Tito
Yupanqui está reservado de los servicios perso nales y de la paga de las tasas y dem ás obligaciones que
los demás natu ra les [F.5] están obligados a hacer por ser hijo y nieto de los susodichos como consta por
esta información que presentó hecho en el dicho pueblo de Copacabana ante e l Gobernador don Luis de
Guzmán, corregipor de la provincia de Omasuyo, en la cual se contiene y dec laran los servicios que el
dicho su padre hi zo a SM en todas las ocasiones que se ofrecieron en su real servicio por lo cual suplico
a su excelencia mande dar provisión para que don Phelipe Gualpa Yupanqui y don Alonso Viracocha
Inga. hijos legí timos del dicho Francisco Tito Yupanqui, ser reservados de la dicha paga de tasa y
servicios personales y demás ob li gaciones que los demás naturales están obligados hace r pues son sus
hijos legítimos como todo consta por la dicha informac ión de que en ella se hace mención acordé dar y
di la presente por la cual os mando que guardcis con el dicho don Francisco Tito Yupanqui y sus hijos
lo dispuesto por la dicha ordenanza que hi zo don Francisco de Toledo en favo r de los Ingas y de sus
hijos descendientes sin que exceda en ella en cosa alguna y no dejeis de lo as í cumplir por ninguna
manera so pena de 500 pesos de oro para la cámara de SM. Hecha en Los Reyes, a 22 días del mes de
noviembre de mil seicientos dos años=. Don Luis de Velasco= por mandato del virrey= Don Alonso
Fernandez de Cordova. [A un costado: la Provisión inclusa del Señor Virrey Velasco, dio testimonio de
ella Diego de Quiñones, escribano público en traslado. En Potosí, 14 de septiembre de 1651]
En el pueblo de Nuestra Señora de Copacabana, en nueve días del mes de agosto de 1604, el
gobernador don Luís de Guzmán, corregidor y justicia mayor en esta Provincia de Omasuyo por e l Rey
Nuestro Señor parec ió don Phelipe Tito Yupanqui, hijo legítimo de don Francisco Tito Yupanqui
contenido en la Provisión de esta otra parte contenida y presentó la dicha provisión y pidió que en su
cumplimiento y en conformidad de las ordenanzas de los Ingas que en ellas se hace mención le mande
reservar y [F.5v] reserve de tasa y servicios personales como a tal hijo legítimo del dicho don Francisco
Tito Yupanqui y pidió justicia. Y por el dicho corregidor vista la dicha Provisión dijo la obedecía y
obedeció y en su cumplimiento dijo que atento a que le consta que el dicho don Phelipe Tito Yupanqui
es el contenido hijo de don Francisco Tito Yupanqui en conformidad de las dichas ordenanzas, lo
reservaba y reservó al susodicho de tasa y de servicios perso nales y man daba y mandó sea borrado del
padrón, y que de aquí en adelante los caciques principales y segund as personas de este repartimiento
y los hil acatas no sean osados en manera alguna a pedirle la dicha tasa ni a cobrarla de él , ni apremiarle
a los servicios personales so pena de cada 100 pesos ensayados para la cámara de SM y que serán
obligados con todo rigor y lo cumplan por este decreto y así lo mandó y firmó .= Don Luis de Guzmán,
ante mi, Pedro de León, escribano.
[A un costado: Petición] Don Francisco Viracocha Inga, don Juan Viracocha Inga, don Phelipe
Viracocha Inga y don Francisco Flores Viracocha Inga, ausente, porque estamos los tres presentes voz
y caución de rato y de manera de pacto hermanos todos cuatro hijos legítimos y heredero s universales
de don Tomás Viracocha Inga y de doña Mencia Payco Chimbo, su legítima muj er y ni etos legítimos de
don Alonso Viracocha Inga y de doña Isabel Payco Ocllo, su mujer y bisnietos de don Francisco Tito
Yupanqui y de doña Catalina Chuqui asimismo y descendientes de don Balthasar Tito Chalco Yupanqui
[F.6] cacique principal y gobernador en este dicho pueblo por nombramiento en su primer repartimien-
to y retasa del señor don Francisco de Toledo virrey que fue de éstos reinos casado con doña Ana de
Avendaño y Cáceres, española, nuestros tatarabuelos y el dicho don Balthasar Chalco Yupanqui Inga
del infiel Apo Inga Sucsso Yupanqui, Rey y señor natural en la gentilidad de donde tenemos nu estro
origen y descendencia hijos legítimos por línea recta. = Decimos que a nuestro derecho y de los dichos
nuestros hijos nos conviene dar información y filiación ad perpetuam rey memoriam de como somos
indios nobles descendientes de los Ingas, seiiores que fueron en la gentilidad de éste pueblo y nu estros
padres y descendientes caciques y gobernadores legíti mos en él y como a tales en la última retasa del
dicho señor virrey y como consta de la partida que est1 en el testimonio que hacemos presentación con
la solemnidad y juramento en derecho necesario hecho en 30 de julio pasado de 1588 una ejecutoria por
los seiiores de la Real Audiencia de la ciudad de La Plata declararo n y consta ser nuestros padres,
abuelos y bisabuelos Ingas legítimos y excentos los susodichos y nosotros sus descendientes y nues-
tros hijos de tasa, tributo, mita de Potosí y servicios personales y ahora nosotros nuestros padres,
abuelos y antepasados no han tributado mitado ni servido por ser como somos Ingas legítimos y en esta
opinión hemos sido tenidos habidos admitidos y comúnmente reputados como asimismo de buenos
procedimientos y buenos cristianos y dada en bastante forma am pararnos en nuestra nobleza y
hidalguía [F.6v] declarándonos por tales hijos legítimos y que gocemos nosotros y nuestros hijos de las
gracias nuestras franquezas y libertades que deben gozar los hombres nobles e Reino legítimos, guar-
dándonos las mismas preeminencias en cuya atención pedimos y suplicamos nos admita dicha informa-
ción y filiación de nuestras personas y estado hayan según y como pedimos y juramos lo necesario en
derecho.= Don Francisco Viracocha Inga, don Phelipe Viracocha Inga, don Juan Viracocha Inga.
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[A un costado: decreto] den la información que ofrecen con citación de don Agustín Fernando
Acostopa cacique y gobernador principal de éste pueblo y dada se traiga para proveer.= El general don
Juan García de la Calle, corregidor y justicia mayor de esta provincia de Omasuyo por SM proveyó lo
decretado de suso en este pueblo de Nuestra Señora de Copacabana, Provincia de Omasuyo, el 25 de
junio de 1689 don Juan García de la Calle, ante mi don Juan de Vera, escribano público.
[A un costado: nombramiento] En el Pueblo de Nuestra Señora de Copacabana, Provincia de
Omasuyo, el 25 de junio de 1689, el general don Juan García de la Calle, corregidor y justicia mayor de
esta provincia por SM . = Dijo que por quanto para la recepción, examen y juramento de los testigos
indios que hubieren de declarar en esta información como para todo lo demás que en ella se ofreciere es
necesario nombrar dos intérpretes personas que sepan bien la lengua de los naturales y que sean de
ciencia y conciencia y experiencia y que digan lo que los testigos [F.7] indios dijeren, guardando en todo
su secreto y que en si de toda satisfacción y confianza y porque estas partes y otras muchas concurren
y caben en las personas del capitán Diego de Vera y Escobar y Tomás Sánchez de Valdez los nombraba
y nombró por tales intérpretes y mandó parezcan, acepten y hagan el juramento en tal caso acostum-
brado los cuales estando presentes dijeron aceptaban y aceptaron el nombramiento en ellos hecho y
juraron por Dios Nuestro Señor y Nuestra señal de la cruz en forma de derecho y usar bien y fielmente
del dicho oficio a cargo a su leal saber y entender interpretando verdad de lo que los testigos indios
declararen en esta información y guardando secreto en todo y si así lo hicieren Dios Nuestro Señor les
ayude y a la conclusión del dicho juramento dijeron sí juramos y lo firmaron ante el dicho corregidor=
don Juan García de la Calle= Diego de Vera= Tomás Sánchez de Valdez, ante mí Nicolás de Vera,
escribano público .
[A un costado: Citación] En el dicho dí a, mes y año, yo el presente escribano cité para la
información que tienen ofrecidas los contenidos en la petición que está por causa de estos autos y le
está mand ado dar a don Agustín Fernando Acostopa, cacique y gobernador principal <leste pueblo de
Nuestra Señora de Co pacabana por interpretación de los intérpretes juramentados en ella en su persona
que dijo lo oía y qu e se daba por citado siendo testigo Lorenzo de Burgos y don Agustín de O lavarría
presentes= Don Agustín Fernando Acostopa= Diego de Vera= Tomás Sánchez de Valdez= Nicolás de
Vera. escribano público.
[A un costado: Testigo] En el pueblo de Nuestra Señora de Copacabana, Provincia de [F.7v]
Omasuyo, en 25 días del mes de junio de 1689 ante el general don Juan García de la Calle, corregidor y
justicia mayor de esta dicha provincia por SM, don francisco Viracocha Inga= don Juan Viracocha Inga
y don Phelipe Viracocha Inga, hermanos contenidos en la petición que esta por cabeza de estos autos
para la información de filiación que les tienen ofrecida y les está mandad a dar presentaron por testigo
a un indio que, sin embargo de se r ladino en la lengua española, por interpretación de Diego de Vera y
de Tomás Sánchez de Valdez intérpretes juramentados en esta causa, dijo llamarse don Juan de Molina,
principal de los Ingas legítimos de éste dicho pueblo de quien se recibió juramento por Dios Nuestro
Sei'ior y una señal de la cruz según forma de derecho so cargo del cual prometió decir verdad de lo que
dijere y le fuere preguntado siéndolo por el teno r de la petición dijo que este testigo conoce a los dicho s
don Francisco, don Juan, don Phclipe y don Francisco Flores Viracocha Inga, hermanos legítimos e
hijos legítimos de don Tomás Viracocha In ga y de doña Mencia Payco Chimbo, su legítima mujer, por
haberlos vi sto nacer a todo s y que los dichos sus padres los tenían por tales sus hijos legít imos,
criándolos y alimentándolos de puertas adentro de su casa, llamándoles de tales y los susodichos de
padre y madre y en esta opinión han sido habidos y tenidos comúnmente y reputados sin haber cosa
en contrario y es\e testi go [F.8] lo sabe como dicho es por haber comunicado estrechamente a los padres
de los que le presentan. = Y así mi s1r.o sabe por haberle visto que los susodichos son ni etos legítimos de
don Alonso Viracocha Inca y de doña Isabel Payco Ocllo y bisnietos de don Francisco Tito Yupanqui
y de doñ a Catalina Chisqui Si sa de quienes comunicó de ordinario y los referidos y muchos indios
ancian os que los padres, abuelos y descend ientes de este testigo le han dicho en muchas ocasiones que
los padres, abuelos y descendientes de los qu e le presentan lo son de don Balthasar Apu Chalco
Yupanqui. cacique principal y gobernador que fue de éste pueblo por nombramiento en su primer
repartimiento y retasa del señor virrey don Francisco de Toledo, que fue casado con doña Ana de
Avendaño y Cáceres, española tatarabuelos de los que le presentan hijo el dicho don Balthasar Chaleo
Yupanqui del Infiel Apu Inga Sucso Rey y señor natural en la gentilidad de donde descienden los
contenidos hijos Ingas kgítimos por línea recta y que oyó decir como dicho es a sus ant'epasados fueron
todos indios nobles Ingas principales que quedaron exentos de pagar tributo y tasa servicios personales
y mita de Potosí por ser grandes señores de SM.= Y que por haber tratado estrechamente a los cuatro
que presentan ha reconocido y sabe son de buenos procedimientos y que han acudido a la recaudación
del real haber reducción de los indios de éste pueblo que son buenos cristianos y que todo lo dicho y
declarado tiene es la [F.8v] verdad pública y notoria, voz y fama a causa de juramento en que se afirmó
y ratificó de las generales de la ley dijo que no le tocan y que es de edad de noventa años poco mas no
firmó porque no sabe finnolo su merced y los intérpretes= don Juan García de la Calle= Diego de Vera
= Tomás Sánchez de Valdez = ante mí Nicolás de Vera, escribano público.=
[Aun costado: testigo J En el dicho día, mes y año ante el dicho corregidor los contenidos en la
petición presentaron por testigo a un indio que. sin embargo de ser lad ino en la lengua española por
interpretación de los intérpretes juramentados, dijo llamarse don Agustín Limache, principal del dicho
pueblo de la parcialidad de urinsaya del ayllu Cana de quien se recibió juramento por Dios Nuestro
Señor y una señal de la cruz según forma de derecho so cargo del cual prometió decir verdad de lo que
dijere y le fuere preguntado y siendo por el tenor de la petición Dijo = que este testigo como originario
de éste pueblo conoce de vista, trato y comunicación a los dichos don Francisco, don Juan, don Phelipe
y don Francisco Flores Viracocha Inga, hijos legítimos de don Tomás Viracocha Inga y de doña Mencia
Payco Chimbo, su legítima mujer, y nietos legítimos de don Alonso Viracocha Inga y de doña Isabel
Payco Ocllo, su mujer y bisnietos de don Francisco Tito Yupanqui y de doña Catalina Chisqui a
quienes conoció y esto lo sabe como dicho es por haberlo visto y por haberlo oido decir a los indios
[F.9] ancianos y a sus antepasados que en todos estos son descendientes de don Balthasar Apu Chalco
Yupanqui caciq ue principal y gobernador que fue de éste dicho pueblo por elección y nombramiento
que en el dicho hizo en su primer repartimiento y tasa el virrey don Francisco de Toledo, virrey de éstos
reinos y que el dicho don Balthasar fue casado con doña Ana de Avendaño y Cáceres. española sus
tatarabuelos e hijo el dicho don Balthasar del infiel Apu Inga Sucsso Yupanqui, rey y señor natural en
la gentilidad de donde tienen su origen y descendencia los que le presentan por cuyas causas son Ingas
legítimos por línea recta y que sus antepasados por su nobleza y hidalguía quedaron exentos de pagar
tributos, tasas y mitas a Potosí y servicios personales y que siempre este testigo ha visto que los que
le presentan han acudido y ayudado de cobrar de los indios de este pueblo tributarios las tasas y asi
todos la recaudación de los ausentes de este pueblo y que han sido puntuales al servicio de SM que son
de buenos procedimientos y atenciones como Ingas legítimos de este pueblo y que as imismo han
asistido a que los indios tributarios asistan a la doctrina cristiana y enseñanza de nuestra santa fe
católica y que tal es la verdad, so cargo del juramento hecho tiene en que se afinnó y ratificó habiéndosele
leído y mostrado esta su dicha declaración de las generales de la ley. Dijo que no le toca ninguna de ell as
y que es de edad Je más de 70 años, no firmó porque Dijo no saber, finnolo su merced con los dichos
intérpretes= don Juan García de la Calle= [F. 9v] Diego de Vera= Tomás Sanchez de Valdez= ante
Nicolás de Vera, escribano público.
En el pueblo de Nuestra Señora de Copacabana, Provincia de Omasuyo, en 27 días del mes de
junio de 1689 años, ante su merced el corregidor los contenidos en la petición que está por cabeza de
estos autos, presentaron por testigo a un indio que sin embargo de ser ladino en la lengua española por
interpretación de los intérpretes juramentados dijo llamarse don Sebastián Guayna Maquera, principal
y segunda persona de la parcialidad de urinsaya, de quien se recibió juramento por Dios Nuestro Señor
y una señal de la cruz, en forma de derecho so cargo del cual prometió decir verdad de lo que supiere y
le fuere preguntado y siéndolo por el tenor de la petición, dijo que este testigo sabe por haberlos visto
que los dichos don Francisco Viracocha Inca, don Juan Viracocha Inga, don Phelipe Viracocha Inga y
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don Francisco Flores Viracocha Inga son hijos legítimos de don Tomás Viracocha Inga y de doña Mencia
Payco Chimbo, su legítima mujer, porque los vió les trataban, alimentaban y criaban por tales llamán-
doles hijos y ellos a los susodichos de padre y madre y en esta opinión fueron tenidos y comúnmente
reputados y nietos legítimos de don Alonso Viracocha Inga y de doña Isabel Payco Ocllo, su mujer y
bisnieto de don Francisco Tito Yupanqui y de doña Catalina Quispe, su mujer por haberlos visto y
comunicado y que este testigo oyó decir a sus padres y antepasados y a los indios ancianos deste
pueblo que todos estos son descendientes de don Balthasar Apu Chalco Yupanqui, cacique principal y
gobernador que fue en este pueblo por nombramiento en su [F. 1O] primer repartimiento y retasa de don
Francisco de Toledo virrey, que fue de éstos reinos, casado con doña Ana de Avendaño y Cáceres,
española, tatarabuelos de los que le presentan y el dicho don Balthasar Chal leo Yupanqui hijo del infiel
Apu Inga Sucsso Yupanqui Rey y Sei'íor en la gentilidad de donde tienen su origen y descendencia los
que la presentan por línea recta.
= Y que asimismo ha visto este testigo que los cuatro hermanos referidos siempre han asistido
a todas las obligaciones en servicio de SM, yendo a reducir los indios ausentes de éste pueblo como
asistiendo a que los indios originarios paguen sus tasas. Y asimismo sabe que los cuatro hermanos
nunca han pagado tributo ni mita en Potosí ni servicios personales por ser indios nobles descendientes
de los Ingas y que están exentos de estas cargas porque así dejó dispuesto el dicho virrey, que ha visto
este testigo por descender como descienden de los caciques principales de éste pueblo y que los
referidos siempre han obrado conforme sus muchas obligaciones y esto es la verdad pública y notoria
pública voz y fama so cargo del juramento hecho en que se afinnó y ratificó de las generales de la ley dijo
que no le tocan y que es de edad de mas de setenta ai'íos y lo firmó con su merced y los intérpretes.= don
Juan García de la Calle = don Sebastián Guayna Maquera = Diego de Vera = Tomás Sánchez = ante mí,
Nicolás de Vera, escribano público.=
En el pueblo de Nuestra Sei'íora de Copacabana, Provincia de Omasuyo, en 27 días del mes de
julio de 1689, ante el general don Juan García de la Calle, corregidor y justicia mayor de esta provincia,
por SM , don Francisco Viracocha Inga, don Juan Viracocha [F. l Ov] Inga, don Phelipe Viracocha Inga y
don Francisco Flores Viracocha Inga hermanos para la información que dieron ofrecida y les está
mandada dar y presentaron por testigo a un indio que sin embargo de ser ladino en la lengua española
por interpretación de Diego de Vera y Escobar y Tomás Sánchez de Valdez intérpretes juramentaron en
esta información = Dijo llamarse don Martín Apolicasqui, natural de este dicho pueblo, principal en la
parcialidad de anansaya ayllu Chachapoyas de quien se recibió juramento por Dios nuestro Señor y una
señal de la cruz. según form a de derecho so cargo del cual prometió decir verdad de lo que supiere y le
fuere preguntado y siéndolo por el tenor de la petición = Dijo que este testigo conoció de este trato y
comunicación a don Tomás Viracocha Inga y a doña María Payco Chimbo, su legítima mujer y vió que
los referidos criaron por sus hijos legítimos a los dichos don Francisco, don Juan, don Phelipe y don
Francisco Viracocha Inga llamándoles de tales y los susodichos a ellos de padre y madre y en esta
opinión han sido y son habidos y tenidos comúnmente reputados sin haber cosa en contrario y sabe
asimismo y conoció a los abuelos legítimos de los referidos que fueron don Tomás Viracocha Inga y
doña Isabel Payco Ocllo, su mujer y a sus bisabuelos don Francisco Titu Yupanqui y doña Catalina
Chisque todos Ingas principales de éste pueblo y descendientes que oyó decir eran, a todos los indios
anci ano s de este pueblo, de don Balthasar Apu Chalco Yupanqui a quien el sei'íor virrey don Francisco
Toledo en su primer repartimiento y retasa [F.11] nombró por cacique governador principal en este
pueblo, casado con doña Ana de Avendaño y Cáceres, española tatarabuelos de los que le presentan y
el dicho don Balt~asar Chalco Yupanqui, hijo de Apu Inga Sucsso Yupanqui, Rey y Sei'íor natural en la
gentilidad de donde todos los referidos les viene su origen y descendencia de Ingas legítimos por línea
recta y asimismo ha visto que los dichos cuatro hermanos expresados siempre han asistido en este
pueblo en servicio de SM cobrando de los indios originarios los tributos, tasas y yendo a reducir a los
ausentes a su pueblo y que han procedido con mucho cuidado y desvelo en este servicio y sabe por
haberlos visto que los cuatro referidos y sus antepasados son exentos de pagar tributo, tasas, mitas y
obligaciones por quedar asi dispuesto en la última retasa por ser Ingas nobles y principales en este
pueblo y esta es la verdad so cargo del juramento hecho en que se afirmó y ratificó y que no les tocan
las generales de la ley y que es mas de 80 años y lo firmó su merced el corregidor y intérpretes = don
Juan García de la Calle= Diego de Vera= Tomás Sánchez de Valdez, ante mí Nicolás de Vera, escribano
1
público.=
[A un costado: Auto] En el pueblo de Nuestra Señora de Copacabana, Provincia de Omasuyo,
en veintisiete de junio de mil seiscientos ochenta y nueve, el general don Juan García de la Calle,
corregidor y justicia mayor de esta provincia por SM=
Habiendo visto estos autos y información de filiación dada por don Francisco Viracocha Inga.
don Juan Viracocha Inga, don Phelipe Viracocha Inga y don Francisco Flores Viracocha Inga, hermanos
en orden a ser amparados en la nobleza y privilegios y demás exenciones que gozaron sus pasados y
antepasados [F.11 v] y que por ella consta ser hijos legítimos de don Tomás Viracocha Inga y de doña
Menucia Payco Chimbo y nietos legítimos de don Alonso Viracocha Inga y de doña Isabel Payco, su
mujer y bisnietos de don Francisco Tito Yupanqui y de doña Catalina Chisque y estos descendientes
de don Balthasar Apu Chalco Yupanqui , cacique principal y gobernador que fue en este pueblo por
nombramiento del virrey don Francisco de Toledo que fue de éstos reinos e hijo del infiel Apu Inga
Sucsso Yupanqui, señor natural en la genti lidad de donde tienen su origen y descendencia los referidos
Reino legítimos en este pueblo y lo demás deducido.
= Dijo qu..: amparaba y amparó a los dichos don Francisco, don Juan, don Phelipe y don
Francisco Flores Viracocha Inga hermanos en la nobleza de los dichos sus padres y antepasados como
Ingas legítimos de éste dicho pueblo exentos y libres de paga de tributos, tasa acudir a las mitas y
servicios personales y como tales deban gozar y gocen los susodichos sus hijos y descendientes de los
mismos privilegios que gozaron sus antepasados, posesiones, solares, tierras, chacras, casas y de las
demás cosas anejas y concernientes como descendientes de los dichos caciques y gobernadores princi-
pales e Ingas de este dicho pueblo y como a tales se les guarden las honras y gracias, mercedes
preeminencias, exenciones y libertades que deben haber y gozar bien y cumplidamente si n que les falte
cosa alguna y por este auto interlocutorio en fuerza de sentencia asi lo proveyó y firmó= don Juan
García de la Calle [F. 12] ante mi Nicolás de Vera, escribano público.= Concuerda con los originales de
donde se sacó este traslado que para efecto exhibió ante mi, don Francisco Viracocha Inga principal que
dijo ser del pueblo de Nuestra Señora de Copacabana, y volvió a llevar en su poder a que en lo necesario
me remito y que para que ello conste de su pedimento doy el presente en la vi lla de Potosí, en 18 días
del mes de febrero de 1690 años. Testigos Francisco de Figueroa, Juan López de Zúñiga y Matías
Domínguez, presentes.
= Y en fe de ello lo firmó y signó en testimonio de verdad . Esteban de Marquina, escribano
público. Ampárese al sup licante y a sus hermanos en la posesión del que así de la nobleza que refiere
en esta memoria y que consta debérsele por los instrumentos que con el presente y en la conformidad
que les amparó el corregidor de Omasuyo don Juan García de la Calle por su auto proveído en 20 días
del mes de junio del año pasado de 1689 y a cada uno de ellos se les concede licencia de traer espada y
daga para e l ornato y defensa de sus personas y para ell os se despache provisión.= Lima 9 de julio de
1690.= Ayessa = En cuya conformidad di la presente por la cual mando al corregidor de la Provincia de
Omasuyo que con vista y reconocimiento de los recados suso incorporados. guarden, cumplan y
executen y hagan guardar, cump lir y executar este decreto que así mismo va inserto y auto que en el se
cita según y en la forma que en el se expresa y declara sin que se contravenga en manera alguna so pena
de I O pesos de oro para la cámara de SM y se tomará la Real Provisión en la Contaduría de Retasas de
éste reino. Hecha en Los Reyes, a 9 de junio de 1690.
42 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
2. Probanza de Nobleza de don Miguel Chuquimia Acustupa Viracocha Inga (12 de octubre de
1691).
Fuente: Archivo General de la Nación (Argentina). Sala Xlll 18-1-4
[F. I] [A un costado: Lima, 12 octubre de 1691. Aprobó el auto del corregidor de Omasuyo en
que se declara por noble a don Miguel Acostopa Inga y sus descendientes por serlo de los Ingas que
fueron reyes de este reino y que deben gozar de las preeminencias que les están concedidas por cédula
real y provisiones).
Provincia de Omasuyo, pueblo de Copacabana. Don Melchor Portocarrero Laso de la Vega=
Por cuanto ante mí se presentó un memorial que su tenor provisión que en él se refiere y demás recados
con él presentados lo que Dijo y pidió el protector general de los naturales de este reino en respuesta
del señor fiscal a la vista que se le dió decreto que proveyó con parecer del Licenciado don Alonso
Hurtado de Mendoza, abogado de esta Real Audiencia, regidor perpetuo de esta ciudad, asesor de sus
alcaldes ordinarios, y del consulado, mi asesor es como se sigue.
[A un costado: memorial] = don Miguel Acostopa Viracocha Inga, principal del pueblo de
Nuestra Señora de Copacabana y capitán general para el entero de la mita de Potosí de los indios de la
Provincia de Omasuyo, dice que el año pasado de 1689 presentó en este real gobierno un auto del
corregidor de dicha provincia que en vista de los instrumentos le declara por hombre noble descendiente
de los Incas reyes y señores que fueron de estos reinos y de caciques principales del dicho pueblo de
Copacabana y habiendo dado vista al señor fiscal y protector general pidió que presentase las cédulas
reales ejecutorias y demás papeles para que vistos pidiese lo que hallase ser de justicia en que fue
servido Vuestra Excelencia de despachar provisión manteniéndolo en su nobleza y [borroso] [F. I v] ias
y que aviéndose puesto a los pies de VE no duda le ha de merecer especiales honras por el cariño y
piadosa atención con que mira a los indios y al suplicante descendiente de los dos reyes Viracocha Inga
y Guaina Capax Ingas y en esta confianza pone en la alta consideración de VE los grandes, continuos,
leales, afectuosos, obedientes y manifiestos servicios que sus antepasados padres, abuelos, tíos y
parientes les han hecho a SM desde que se pusieron debajo del amparo y obediencia de los señores
Reyes de Castilla llenando su monarquía de innumerables tesoros de éste reino, por último del Cerro de
Potosí hasta hoy, incesantemente derramando lágrimas, sangre y vidas como murió su padre en Potosí
en servicio de SM. A VE pide y sup lica se sirva de mandar que se confíe el auto que presenta en nombre
de sus hijos y hermanos y con vista de los instrumentos que presenta declarar a l suplicante por tal
hombre noble y reservado de ir a Potosí ni otros minerales, por capitán de indios de mita y asimismo
de acudir de otras mitas y obligaciones y de paga de tasas a que solo los indios comunes están obligados
dejándole en su pueblo y conservarse en sus mayorazgos concediendo poner en su casa y reposteros las
armas pintadas que le están concedidas por SM a los indios nobles descendientes de los Ingas en que
recibirá merced de la grandeza de VE,=Don Miguel Acostopa Viracocha Inga=
[F.2] [A un costado: Provisión] Don Melchor Portocarrero Lasso de la Vega = Por cuanto ante mí
se presentó un memorial que su tenor respuesta del señor Fiscal Protector general a la vista que se le dió
y lo así proveído es como sigue = Excelentísimos Señores= Don Miguel Acostopa Inga principal del
pueblo de Nuestra Señora de Copacabana Provincia de Omasuyo por sí y en nombre de todos sus
hermanos e hijos dice que ante el corregidor de la dicha Provincia presentó las ejecutorias y papeles de
nobleza, cédulas reales, filiación y Provisiones de amparo de ella de los señores virreyes para que en su
virtud los amparase mandando se le guardasen los privilegios, exenciones y prerrogativas de nobles
descendientes de lps Ingas, señores que fueron de éstos reinos, gozando de las mismas que habían gozado
sus padres y antepasados y en su reconocimiento dicho corregidor proveyó el auto que presenta en que
amparó al suplicante y sus hijos en la posesión en que estaban de nobles y mandó que se le guardasen las
exenciones y privilegios que como tales deben gozar y para que en ellas no sean perturbados ningún
cacique ni mandón intente lo contrario. = A VE pide y suplica se sirva de confirmar y aprobar dicho auto
mandando se le despache provisión para que de la posesión en que están ningún cacique ni mandón les
perturbe en ellas dejándolos gozar de los privilegios que han gozado todos sus antepasados, padres y
abuelos que demás de ser justicia recibirán la merced que esperan de la grandeza de VE.
= Excelentísimo Señor = El Señor Fiscal Protector general de los naturales en esta Real Audien-
cia [F.2 v] dice que siendo servido VE podría mandar que el suplicante presente las ejecutorias y demás
papeles que justifiquen su pretensión para que vistos pidan lo que hallaren de justii:ia y en el ínterin
parece se le puede amparar y mantener en la posesión en que estuviere de noble YE mandará lo que
fuere servido. Lima, septiembre 13 de 1689.
Doctor don Esteban Márquez de Mansilla=
[A un costado: Decreto] Lima 18 de septiembre 1689 = Como lo propone el señor Protector
Fiscal= Ayessa.
[A un costado : decisión] = en cuya conformidad di la presente por lo cual mando a vos el
corregidor de la Provincia de Omasuyo amparéis y mantengáis a los indios contenidos en el memorial
que va inserto en la posesión en que estuvieren de nobles sin consentir que sus caciques y mandones los
perturben en ella dejándolos gozar de los privilegios que se les hubieran guardado a sus antepasados y
lo cumpliréis y lo ejecutareis así sin que se contravenga en manera alguna so pena de 500 pesos de oro
para la cámara de SM. Hecha en Los Reyes a 6 de octubre de 1689.= El Conde de la Monclova por
mandato de SE don Gaspar de Zuazo y Yillaroel.
[A un costado: obedecimiento] En el pueblo de Laja, Provincia de Omasuyo, en 27 de noviem-
bre de 1689 ante e l general don Juan García de la Calle, corregidor y justicia mayor de ésta dicha
Provincia por SM.= Don Miguel Acostopa hizo presentación de la provisión retroscripta despachada
por el real y supremo gobierno [F.3] de éstos reinos y pidió licenciamiento = Y por su merced, visto la
obedeció con el respeto y acatamiento debido y en su ejecución y cumplimiento amparaba y mantenía
al dicho don Miguel Acostopa padre la posesión que está de su nobleza y el cacique de Copacabana, sus
principales, mandones y demás indios no le inquieten ni perturben en ella ni a sus descendientes
dejándoles gozar de los privilegios exenciones libertades preeminencias prerrogativas e inmunidades
que debe haber y gozar por razón de su nobleza bien y cump lidamente sin que le falten cosa alguna y
así lo cumplan so pena de que serán castigados y así lo proveyó, mandó y firmó= don Juan García de
la Calle. Ante mí, Nicolás de Vera, escribano público.
[A un costado: Petición] Don Miguel Acostopa Inga, principal deste pueblo de Nuestra Sefiora
de Copacabana, Provincia de Omasuyo parezco ante YM en aquella vía y forma que a mi derecho
convenga= y digo que a mi derecho conviene dar relación en virtud de la información de filiación que
tengo dada ante el Sefior Conde de la Granja, corregidor de Potosí por SM con consejo de abogado del
Licenciado don Joseph de Olmos Barnuevo Abogado de la Real Audiencia de La Plata quien mandó
vistos los instrumentos, cédulas reales de la Cesárea Majestad, del señor Emperador Carlos Quinto y
de la señora Princesa despachadas del Consejo de Valladolid y de los señores virreyes de éstos reinos
del virrey Francisco de Toledo, don Francisco de Borja, príncipe de Esquilache, del Señor Conde de
Santisteban, del señor [F. 3v] Conde de Alba de Liste y del señor Conde de Lemos y de los presidentes
de la Real Audiencia de La Plata quienes mandaron amparar a nuestros antepasados y dieron y libraron
cédulas muy honrosas inhibiéndolos y a nosotros sus descendientes de todos servicios así personales
como pecuniarios concediéndonos muchas honras y privilegios encargando a los señores virreyes, Real
Audiencia, prelados de las órdenes y tribunales nos hagan merced y que gocemos de todos los dichos
privilegios mercedes y honras acomodándonos en puestos honrosos en la República, conservándonos
en nuestras tierras y gobiernos a nosotros sus descendientes mis hijos, hermanos, primos y demás
deudos y para que vistos los dichos instrumentos se me vuelvan originales por que yo y mis hermanos
somos como consta hijos de don Pascual Choquetopa quien si rvió a SM con tanta ventaja en el tiempo
del tumulto de La Paz y Puno y acudió con toda puntualidad y fue por guardia y custodia hecho capitán
de los dichos tumultuantes hasta el puerto del Callao y entregó en la capitana real a costa de su hacienda
y caudal arriesgando su vida en servicio de SM y libró el título de capitán de infantería y a mi tío, don
Ignacio de Chuquima, de sargento mayor de número por el Excmo. Señor Conde de Santisteban y así
44 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
mismo para los casos que se ofrecieron todos han ocupado cargos y oficios reales acudiendo con toda
lealtad por [F.4] que en las ocasiones de la mita de Potosí sin ser de su obligación cuando siendo a cargo
de los dichos y mis padres y abuelos han enterado obrando con todas las ventajas sin causar rezagos
algunos como constara por los testimonios a costa de su hacienda así mismo mis antepasados desde el
tiempo inmemorial [ de] Cha leo Yupanqui, siendo genti l hermano de Gu ayna Capax, estando gobernan-
do y reinando desde Vilcanota todo [el] Collasuyos, Pacaxes, Charcas, Chichas hasta Chile pasaron los
espaiioles a estos reinos en nombre de Su M~jestad un capitán llamado don Diego de Almagro con
mucha gente que venía al descubrimiento del Perú y sabido nuestro abuelo Chalco Yupanqui salió a su
distrito a recibir y dar paso como leal servidor de SM mandando a los indios de las Provincias que no
se alterasen contra el dicho don Diego de Almagro porque venía en nombre de SM y que todos los indios
hiciesen camaricos para recibir a los dichos espaiioles y les llevó hasta C hile mostrando los caminos
aquietando a los indios guerreros e hizo conocidos servicios convoyando al dicho capitán mediante el
cual consiguió la dicha conquista el dicho don Diego de Almagro y murió el dicho nuestro abuelo a
manos de un Inga nombrado Tisoc y por haber mostrado los caminos a los espaiioles en servicio de SM
y demás desto el dicho nuestro abuelo don Balthasar Chalco Yupanqui, hijo del dicho Chateo Yupanqui,
gentil nieto de Viracocha Inga y deApu In ga Sucso fue muy leal vasallo de SM. [F.4 v] y sirvió en todo
que se le ofrecía como tal servicio en la batalla de Guarina sirv iendo al general Diego [Zen [borroso]:
Centeno] dando avíos e indios y cuando desbarató el tirano Carv~jal se fue así huyendo a los Andes de
esta cordillera con don Cristóbal Paullu Topa Inga de la cual ausencia se le perdió muchísima cantidad
de hacienda del dicho nuestro abuelo, así mismo se halló en la vi lla de Potosí con los enteros de la mita
deste dicho pueblo y en este pueblo como gobernador absoluto cuando ordenó e hizo el repartimiento
el seiior virrey don Francisco de Toledo se halló como cacique y gobernador de este pueblo como consta
de la retasa y división de tierras con los del pueblo de Yunguyo. Asimismo, al tiempo que en la ciudad
de l Cusca se alzó Francisco 1-Iernández Girón, vino con el Mariscal Alonso de Al varado a Paucarcolla
favoreciendo a los espaiioles que tenían en nombre de SM como capitán de los naturales, siendo
nosotros descendientes legítimos de los dichos don Balthasar Chalco Yupanqui y de don Pablo de
Cáceres y don Alonso Viracocha Inga y don Carlos Acostopa de Vitoria, hermano de don Pablo de
Cáceres, Ingas seiiores de este pueblo quienes por los muchos y tan aventajados servicios a SM les
repa11ieron los seiiores jueces medidores de tierras, chacras así en este pueblo como en el valle de
Larec~ja, indios yanaconas para su servicio y de nosotros sus descendientes las cuales dichas chacras
están separadas [F.5] y destacadas de los indios de la comunidad de éste pueblo como largamente
consta y parece en los papeles e instrumentos auténticos que ningún cacique ni principal ni demás
mandones alcaldes nos inquieten nuestros servicios tan solamente pagando las reales tasas como se está
acostumbrado y mita de Potosí que no fa ltamos al servicio de SM que tanto importa y que gocemos los
dichos privi legios honras, franquezas, libertades que nos están concedidas debernos ser juntamente con
nuestros hijos, hermanos privilegiados pues so mos de beneméritos y seamos salariados conforme los
servicios de nuestros abuelos y padres pues por se rvir a SM hemos quedado pobres=
A VM decimos y sup licamos habiendo por presentado los dichos recados cédulas reales,
provisiones de los seiiores virreyes de éstos reinos y reales audiencias que visto por su merced se me
vuelvan originales se sirva de hacer según y corno tengo pedido en que recibiré merced con justicia y
pido y digo lo necesario en derecho=don Miguel Acostopa = Con inspección de todos estos autos,
papeles, cédu las reales. provisiones servicios, información de filiación , dado por don Miguel Chuquimi a
Acu st upa en orde n a ser amparado en los privilegios exens iones y nobleza de que gozan sus padres y
antepasados co!T\o sus descendientes y siempre se han ejercitado en el servicio de SM y constar
asimismo ser hijo legítimo de don Pasc ual Choquetopa Cacique principal de la parcialidad [F.5 v] de los
C hachapoyas, Quitos y Caiiaris que hoy y actualmente están en la Villa Im perial de Potosí en serv icio
de SM y de doiia Bernarda Cusirimay y ni eto de don Balthasar Ch uquimi a y de doiiaAna, tía cacique
principal y gobernador en dich a parcialidad y bi snieto legítimo de don Pedro Chuquimia y de doiia
Maria Anaya, descendiente por línea recta de los Incas y del genti l Chuquichilla.
= y la dicha doña Bernarda Cusirimay, hija legítima de don Phelipe Acostopa y doña María
Cusirimay sus abuelos y bisnieto de don Sebastián Acostopa descendientes de Guayna Capax, señor
natural que fue de éstos reinos y la dicha María Cusirimay nieta [sic] de don Pablo de Cáceres Viracocha
Inga y bisnieta de don Balthasar Chalco Yupanqui, hijo del Inga ChalcoYupanqui gentil de quien
descienden caciques y gobernadores en la dicha parcialidad como constan de las 'informaciones y
papeles y demás instrumentos de que ha hecho demostración por cuya razón y nobleza han gozado de
honras, mercedes y franquicias de personas nobles como se reconoce por la cédula real del Emperador
Carlos Quinto que despachó a favor de sus antepasados en remuneración de sus servicios y lo demás
deducido en ellos lo aprobaba ratificó y dió por válida de lo cual digo que amparaba y suficiente dicha
información de legitimidad en consecuencia amparo al dicho Miguel Acostopa en la nobleza [F.6] de los
dichos sus padres y antepasados y como tal atendiendo asimismo a sus grandes servicios deba gozar y
goce el susodicho sus hijos y descendientes de los mismos privilegios que gozaron sus antepasados,
posesiones, solares, casas, chacras y de las demás cosas concernientes como descendientes de los
dichos Caciques Gobernadores y Principales e Ingas de este dicho pueblo y como a tal se le guarden las
honras, gracias, Mercedes, preeminencias, exenciones, libertades y prerrogativas que deben haber y
gozar bien y cumplidamente. El general don Juan García de la Calle, Corregidor y justicia mayor de ésta
provincia de Omasuyo, por SM proveyó el auto interlocutorio en fuerza de la sentencia en el pueblo de
Nuestra Señora de Copacabana, el 20 de junio de 1689 años.= Don .Juan García de la Calle. Ante mí
Nicolás de Vera, escribano público.
[A un costado: Respuesta] Excelentísimo Señor= el Protector general de los naturales de éste
reino= Dice que en atención a constar por los papeles que el suplicante ha exhibido ser cierta la relación
que contiene el auto proveído por el Corregidor de la provincia de Omasuyu en que declara por indio
noble descendiente de los Ingas de éste reino para como tal gozase de los privilegios concedidos por
reales cédulas y siendo servido VE podría aprobar y confirmar dicho auto para que se guarde y cumpla
pide justicia= [A un costado: respuesta] Doctor don Pedro de Figueroa Dávila= Excmo. señor fiscal
reproduce la respuesta del protector general. Limay agosto 14 de 1691 = Lic. Don Matías Lagunera. [A
un costado: decreto] Apruébase el auto del corregidor de la provincial de Omasuyo el 24 de noviembre
del año pasado de 1689 en conformidad de lo que dice el protector y reproduce el señor fi scal y
despáchese [F.6v] [A un costado: Decisión]. Provisión, Lima septiembre 5 de 1691 = Ayessa = En cuya
conformidad y atento a las causas y motivos que refiere el protector general y reproduce el señor fiscal
en sus respuestas suso incorporadas di la presente por la cual confirmo y apruebo e l auto que asimismo
va inserto y proveído por don Juan García de la Calle, corregidor de la Provincia de Omasuyo a favor
de don Miguel Acostopa Inga, sus hijos y descendientes en razón de los honores y privilegios que
deben haber y gozar y están concedidos a sus antepasados por las reales cédulas y demás instrumentos
que en él se expresan y mando al dicho corregidor y demás justicias de la dicha provincial lo guarden y
hagan guardar según y como en él se refiere pena de 500 pesos de oro para la cámara de SM y se tomará
la razón en la Contaduría de retasas de este reino.= Hecho en Los Reyes, a doce de octubre de mil
seiscientos noventa y uno. = El Conde= por mandato de SE. Son Gaspar de Suazao Villarroel.
46 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
[folio 118] Don Luis de Ve lasco, caballero de la orden de Santiago, virrey lugarteniente del Rey,
nuestro sei'íor su gobernador y capitán general en estos reinos y provincias del Perú, tierra firme y Chile
y por don Sebastián Acostopa y don Cristóbal Topa, hijos de Carlos Acostopa Ingas naturales de éste
pueblo de Nuestra Sei'íora de Copacabana, me hicieron relación que como era notorio los oficiales de
todos los oficios en sus pueblos son reservados de servicios personales y siendo como eran ellos
oficiales entalladores, los caciques del dicho su pueblo que pretendían molestar y hacer que haga mita
contra toda razón me suplicaron fuese servido de demandar que pagada la tasa les reservase de servicios
personales y que los caciques e hilacatas no les apremiasen ir( ... ) [y visto por mi un testimonio
proveído por el gobernador de Chucuito don Luis de Guzmán que es como sigue] .
[Testimonio de Guzmán:] ·'este es un traslado bien y fielmente sacado de una Provisión Real
mandada de la Real Audiencia de La Plata con la presentación y obedecimiento de ella y cierto pedimen-
to y autos que sucesivamente se proveyeron que sacado uno en pos del otro son los siguientes.
Don Phelipe, por la gracia de Dios, Rey de Castil la, de León, deAragón ( ... ) [folio 118 v] a vos
el corregidor del repartimiento de Copacabana salud y gracia sabed que en nuestra audiencia y chanci-
llería real que por nuestro mandato reside en la ciudad de La Plata [se presento una petición ante el
Presidente y oidores] .. . don CarlosAcostopa de Vitoria Inga mayordomo que sois de la cofradía de la
Santísima Imagen de Nuestra Sei'íora de Copacabana, digo que soy hijo mayor natural de don Balthasar
Chalco Yupanqui Inga cacique principal que fue de l repartimiento de Copacabana y como a tal descen-
dientes de los Ingas vuestro virrey don Franci sco de Toledo en las ordenanzas que hizo dejó ordenado
que fue sen reservados los descendientes de los Incas e sus hijos del servicio personal y de tasa y en
cumplimiento de esto, don Jerónimo Marai'íón vuestro corregidor me reservó de todo lo susodicho a mí
y a mis hijos y descendientes con cargo que yo trajese aprobación de dicho proveimiento de vuestra
alteza, del cual con la petición que di hago demostración a Vuestra Alteza pido y suplico sea servido de
manda lo ver y liberarme su Real Provisión de confirmación del dicho auto de proveimiento del vuestro
corregidor mandando con penas que mis hijos sean reservados de servicio personal y tasa que en ello
recibiere bien merced con justicia la cual pido y suplico.=don Carlos Acostopa de Vitoria.
Y juntamente con la dicha petición hi zo presentación de la que ante vos presentó en diez y
nueve de junio del ai'ío pasado de mil quinientos y ochenta y cuatro en que pidió le reservase de los
dichos servicios personales por las dichas causas. Y a ello proveíste lo siguiente e visto por el dicho
sefior corregidor dijo que atento a que su merced le consta ser e pasar así todo lo que la petición dice por
información de los caciques e indios de este pueblo es ser el dicho don Carlos Acostopa de Vitoria
alguacil mayor y propietario de este dicho pueblo por don Francisco de Toledo, virrey que fue de éstos
reino s y por las ordenanzas que dejó mandó sea reservado de tasa y servicios personales que así mismo
mandó que todos los descendientes de los Ingas fuesen reservados de servicios personales con solo que
paguen la tasa o hubiesen cumplido atento a lo cual dijo que se reservaba y reservó de los dichos
servicios personales al dicho don Carlos Acostopa y a sus hijos descendientes constando que traigan
aprobación y confirmación de los sei'íores de la Real Audiencia de la Plata y así lo proveyó y mandó y
firmó, testigos el dicho don Jerónimo Marai'íón. Ante mi , Diego de Briones, escribano.
Y visto po\· los dichos nuestro presidente e oidores fue acordado que debíamos mandar dar esta
ca1ta para vos en la dicha razón y nos lo tuvimos por bien porque os mandamos que veáis el dicho parecer
que suso va incorporado e le guardéis y cumpláis y ejecutéis y hagáis guardar, cumplir y ejecutar, . .. a
veinte y tres días del mes de agosto [folio 119 v] de mil e quinientos ochenta y seis. El Licenciado Cepeda,
el. licenciado Lopidana, el Licenciado Mora y .loan de lturrieta, escribano de cámara de SM ...
·'En el pueblo de Co pacabana en siete días del mes de febrero de mil e quinientos ochenta y seis
ante el señor Jerónimo de Marañón, corregidor por su majestad de éste dicho pueblo y Provincia de
Omasuyo presentó esta petición don Carlos Acostopa de Vitoria ... " [y visto por el corregidor la acató
y dijo que la iba a cumplir].
" ... ese dicho día, mes y año, yo el dicho escribano notifiqué lo susodicho a d~rn Diego López
de Uratopa [Churatopa] y don Alonso Viracocha Inga y don García Guacamayta y don Martín
Yanquechunqui principales y segundas personas del dicho pueblo en sus personas que lo oyeron y
entendieron, testigos el dicho Diego de Briones, escribano.
En el pueblo de Copacabana, distrito de Omasuyo en tres días del mes de [f. 120] julio de mil
quinientos ochenta y nueve ante el señor licenciado don Juan Gutiérrez Montealegre, Oidor de la Real
Audiencia de La Plata, visitador general del di strito de ella se presentó esta petición y la Provisión Real
de SM que en ella se declara por el contenido en ella Lope de Brucena Protector de los naturales del
distrito de la Real Audiencia de La Plata en nombre de don Carlos Acostopa de Vitoria Inga, natural de
este pueblo de Copacabana y alguacil mayor de ella ... " [y como debía mostrar los documentos anterio-
res al visitador, y este visitador vió la Rea l Provisión y la acató y dijo que también lo hicieran los
caciques].
" En el pueblo de Copacabana, cuatro de julio de mil quinientos ochenta y nueve, por lengua e
interpretación de don Pedro Auque intérprete de la visita, yo e l dicho escribano notifiqué la Provisión
Real de SM y el auto de suso e pedimento de esta otra parte como en todo el se contiene a don Diego
López Uratopa [Churatopa] cacique principal de este dicho pueblo de la parcialidad de anansaya y a
don Pablo de Cáceres, segunda persona los cuales habiéndolo entendido dijeron que por ser así verdad
lo que se contiene en el dicho pedimento e recados no tienen ninguna cosa que decir contra ellos y que
el señor oidor y visitador provea lo que sea justicia e así lo proveyó y finnaron de sus nombres de don
diego López Churatopa, don Pablo de Cáceres, ante mi Gonzalo de Aguilar, escribano de SM. [folio
121 ]. En el pueblo de Yunguyo, provincia de Chucuito en cinco días del mes de julio de mil quinientos
ochenta y nueve, e l licenciado Juan Gutiérrez de Montealegre, Oidor de la Real Audiencia de La Plata
y vis itador general del distrito de la audiencia habiendo visto la Provision Real de SM ... "
[Don Luis de Ve lasco y don Alonso Fernández de Córdova confirma la provisión de la Audien-
cia. En 1602 ante el corregidor Guzmán se vuelve a hacer lo mi smo y dijo que la cumpliría y mandó a
don Pablo de Cáceres Challco Yupanqui, cacique y gobernador de éste pueblo y a Martín Churatopa
cacique de anansaya].
[folio 124] '" Don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey ...
Don Luis de Velasco, por Sebastián Acostopa y don Cristóbal Topa, hijos de don Carlos
Acostopa Ingas naturales del pueblo de Nuestra Señora de Copacabana .. . y por ser ellos oficiales
entalladores los caciques del dicho pueblo que pretendían molestar ... En 1597, el corregidor dice que se
saque de la lista de mitayos a Sebastián Acustupa.
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__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
COMENTARIOS
llamado Francisco Tito Yupanqui, fue nieto del qui sta, organizadoras y rituales, tuvieron que
gobernador de Copacabana, Baltazar Apo Cha leo adaptarse al dominio colonial. Luces sobre ello
Yupanqui y no de Paullu. La documentación que encontramos en el artículo que comentamos y en
ella presenta parece ser concluyente, aunque al- algunos otros. Es sabido que entre los méritos
gunos vacíos dejan resquicios de duda que por reclamados por distintos caciqu~s en sus proban-
ahora parecen menores. Por ejemplo, en las decl a- zas, se recalca su participación en distintos even-
raciones de varios testigos no se refieren a Apo tos auca; po r ejemplo, los Co lq ue Guarachi rec la-
Chalco Yupanqui (el que fue mandado a asesinar man haber participado en la "guerra contra los
en Pocona por Manco Inca), como olvidando su ch iriguanos"; los Ayaviri Coysara, su participa-
presencia. Asimismo, nos quedan dudas acerca de ción en las guerras civi les a favor del Rey. En las
que la persona a quien se refiere el cronista sea probanzas que aporta del Río , parecería que los
Francisco Topatito de Chucuito, según plantea descendi entes de los incas en Copacabana preser-
del Ríoi, pues la hija del personaje a quien nom- varon para sí la función ritual que se encuentra en
bra Ramos es la Coya María Pi leos isa alineada en menor medida en las probanzas de los señores
Copacabana y que murió rodeada de sus parien- locales. Los documentos permiten encontrar una
tes en Copacabana en 1617, sin aparente relación continuidad de la legitimidad religiosa de los incas
con Chucuito. antes y después de la conquista, por lo menos en
Como fuera, tan importante como la filiación la región del Collasuyu.
de Francisco Tito, considero que es la continui- Entonces, si por un lado tiene importancia la
dad de una línea ritual a cargo de los descendien- filiación. por otro, lo tiene la territorialización.
tes de los incas. Mi propuesta en el artículo arriba Esta continuidad religiosa tiene un afincamiento
mencionado es que Paullu y su hermano Manco espacial. No es meramente ideológica. Los luga-
constituyeron una diarquía en tiempos de con- res dond e se hace evidente son preci samente
quista y que el papel del primero era el de yachaj, Copacabana y, tal como opinan Tristan Platt y
organizador, conciliador, ritu al, mientras que el Pablo Quisbert, el otro sitio es Potosí. Ya lo sugi-
de Manco era el de la resistencia y la guerra, es rió Therese Bouysse cuando propuso el cambio
decir, auca. Esta lectura se inspira, por supuesto. del taypi en tiempos coloniales a esta ciudad-mina,
en las propuestas de diarquía inca de Zuidema y en su trabajo sobre la organización de la zo na del
de Duviols y, por otra parte, en documentos so- lago Titicaca en Urco y Uma. Copacabana y Po-
bre la presenci a de Tupac Yupanqui y Huayna tosí se pueden considerar complementarios. Los
Capac en el valle de Cochabamba. Estos datos, incas de Copacabana se afincaron en Potosí y.
publicados por Wachtel y Morales, permiten en- por supuesto, la milagrosa image n de la Virgen
trever que el primero conqui stó la región y el se- hizo su peregrinaje entre una y otra ciudad. En
gundo la organizó. Los testigos dicen explícita- Copacabana se hizo el tallado, pero se la perfec-
mente que Huayna Capac erayachaj (el que sabe). cionó y doró en Potosí ; una manera de consagrar-
En este sentido, ya sea el legado de Paullu o de la allí y luego retornarla a la zona del lago donde
Chalco, el rol que le cupo desarrollar al escultor fue entronizada. Esta es una lectura también pro-
Francisco Tito fue continuar con su tarea en el puesta por Quisbert, según nos comunicó perso-
ámbito religioso. Entonces, el trabajo casi colecti- nalmente. Al respecto, es importante, siguiendo
vo (pues se sabe viajó con su hermano a Potosí y la hipótesis de del Río, reparar en que la Sucsu
juntos trabajaron en afinar la escultura), era una Panaca a la que pertenecía el gobernador y sacer-
continuidad con el rol ritual de IJ élite inca afincada dote del Co ll asuyu , Chalco Yupanqui, parece que
en Copacabana. estuvo activa en Potosí el tiempo en que la autora
La pregunta detrás de esto es cómo una parti- no la encuentra en Copacabana. Nuestra lectura
cular manera de concebir el carácter de las élites es que no se puede entender la presencia inca en
indígenas con poder político, que implicaba una Copacabana desligada de Potosí. Me parece que,
conjunción entre las funciones guerreras y de con- ade!nás de muchos detalles que enriquecen nues-
tra comprensión sobre esos incas, uno de los te-
mas de in vestigación más promisorios que abre el
Del Río propone que Francisco Tito, a quien se estudio de Mercedes del Río es sobre el papel que
refiere Ramos Gavilán, era Francisco Topatito, jugaron las panacas en tiempos coloniales.
de quien se dice en los documentos secretos de
la visita de Chucuito, era hijo de Paullu .
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__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
vuelvan orgánicos al modelo explicativo. El argu- texto, d ice que es "cabei¡:a y gobernador de los
mento de la Historia del santuario (1, 9, 1988: 67; Urinsayas" (11, 4, 1988: 227). Por otro lado, no
11, 2, 1988: 216-7) es que el conflicto enfrentó a proporciona su ascendencia (lo cual sí hace en el
las parcialidades anansaya y urinsaya: en tanto caso de don Alonso y don Pablo) ni da mayor
las primeras querían adoptar a la Virgen de la Can- información sobre quién es don D¡ego Churatopa.
delaria como deidad protectora de las cosechas, El anexo 3 proporciona datos al respecto que
las segundas querían adoptar a San Sebastián. Sin son diflciles de conci liar con el argumento de la
embargo, el relato de RG no es unilineal; de he- Historia del santuario. El amparo a favor de don
cho, falla en varios momentos claves, lo cual su- Carlos Acustupa de Vitoria es notificado en tres
giere que la política del cronista hacia sus infor- fechas distintas a las autoridades étnicas concer-
mantes y/o personajes favoritos, y/o cuánto en- nientes: En 1585, a don Diego López Churatopa,
tendió de lo que ocurría a su alrededor, y/o la don Alonso Viracocha Inca, don García
agenda de su política evangelizadora en Copaca- Guacamayta y don Martín Yanque Chunqui,
bana tienen que jugar un papel activo en cualquier .. principal es y segundas personas" de Copaca-
intento de comprender el conflicto. bana; en 1589, "a don Diego López Churatopa,
El problema fundamental es que los líderes de cacique principal de este dicho pueblo de la par-
las dos mitades no hacen exactamente lo que e l cialidad de Anansaya, y a don Pablo de Cáceres,
guión sugiere. Los héroes del re lato de RG son segunda persona"; y en 1602, " a don Pablo de
don Alonso Viracocha y don Pablo de Cáceres Cáceres Challco Yupanqui, cacique y gobernador
Viracocha Inca, hijos de don Balthasar Chalco de este pueblo, y a Martín Churatopa, cacique de
Yupanqui (1, 12, 1988: 86), y su medio hermano Anansaya". Es decir, hacia 1589, don Diego López
don Francisco Tito Yupanqui. Contra viento y Churatopa es cacique principal de Copacabana y
marea, guiados por la devoción del último y ayu- de . .. Anansaya -no de Urinsaya y, además, don
dados por la intervención divina (es dios quien Pablo de Cáceres es su segunda persona. Trece
ayuda a don Francisco), ellos logran que sea la años más tarde, don Pablo es cacique y goberna-
imagen de la Virgen la adoptada. Don Diego dor del pueblo de Copacabana, en tanto que otro
Churatopa, quien es presentado como el jefe de Churatopa es ·'cacique de anansaya". Las
los malos ( cabeza de los urinsaya), aparece en el inconsistencias disparan una serie de interrogantes.
relato de manera discrepante: tanto haciendo co- Si RG está en lo cierto, los Churatopa pasan de
sas buenas, como haciendo cosas que no encajan ser urin en 1583 ; a ser anan seis años después (y
en la red conceptual que ordena la narración. Pre- caciques principales). Esto. que para algunos estu-
sento a continuación, algunos ejemplos de cómo diosos de los Andes puede ser anatema, para otros,
el argumento falla y señalo la forma en que la siguiendo a Pedro Pizarro (1965: 193), puede ser
narrativa de RG intenta enmascarar sus incohe- razonable. La pertenenciaAnan/Urin sería fluida.
rencias. Pero aún así, no quedaría en claro que lo que pueda
Para comenzar, don Diego Churatopa no solo ser válido respecto a la afiliación individual dentro
no se ocupa de obtener una imagen de San de la estructura de la élite incaica Cuzqueña lo fue-
Sebastián -como sería esperable-, sino que acom- ra también en cuanto hace a la estructura de parcia-
paña a don Francisco en su travesía divinamente lidades de un pueblo. La eventual razón del cambio
ordenada, y no lo hace para obstaculizar la mi- es otra incógnita. Otra explicación posible es que
sión. Camino a Copacabana, en Hayohayo, pro- RG haya mentido . En tal caso, si ambos linajes,
tege a la imagen de la virgen impidiendo que el Churatopas y Viracocha Incas, eran anansayas,
corregidor de ''Arecaxa'' le dé (más) patadas y !J cobra fuerza la hipótesis de que sus dos cabezas
eche de las casas del cabildo donde había .:ncon- hayan tomado turnos. Pero de ser así, surgen otros
trado cobijo, explicándole (en español) que no era problemas. Por un lado, sugiere que más que un
una huaca, sino la madre de dios (11, 3, 1988: "regreso" de los últimos al cacicazgo, hay una al-
221 ). ¿Por qué acompaña don Diego a don Fran- ternancia en el poder que un registro documental
cisco? ¿Por qué protege la imagen de la Virgen, en fragmentario oscurece.2 Por otro lado, exige enten-
lugar de alentar su destrucción? RG parece inten- der por qué RG desdibujó los hechos, cubriéndo-
tar esconder la incoherencia. Por un lado, al rela-
tar la travesía el cron isla !lama a don Diego " uno
de los compañeros de don Francisco" (TL 3, 1988: 2 Esto sería más plausible aún si, como menciona
221 ), y solo páginas más adel::mte, fuera de con- la autora, hacia 1550 un tal "Churatupa gober-
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__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
los bajo un esquema narrativo seductivo por su pone-la Virgen vs. San Sebastián, actores indíge-
sencillez. En cualquier caso, la fluidez y compleji- nas solo, y anansayas versus urinsayas.
dad de las afiliaciones y las acciones de los perso- Hay más inconsistencias y silencios en la his-
najes principales hace que la aparentemente trans- toria de RG. Como señalé antes, el cronista dice
parente trama anan/urin de la historia de RG sea poco respecto a don Diego Churatopa, y en nin-
insostenible. gún momento proporciona su ascendencia. El si-
Otro problema en la narrativa de RG es que lencio es importante porque los Churatopa no
hay más actores que los que él privilegia. Esto se solo son descendientes de Incas, sino que lo son
vislumbra hacia el final de la travesía de la imagen de Challco Yupanque. En 1597, don Alonso
de la Virgen. Antes de llegar a Copacabana, la ima- Viracocha Inca y don Pablo de Cáceres Challco
gen (que era llevada solo por don Diego Chura- Yupangui, caciques de Copacabana y nietos de
topa) es retenida en Tiquina por el cura local. Challco Yupanqui, hacen una información para
Aunque siguiendo su esquema narrativo, RG cul- obtener distintos beneficios (AGN-A, Sala 9, 31-
pa por la demora a " la porfiada contradicción de 5-8).4 El memorial que precede a la información
los Urinsayas" (11, 5, 1988: 230). De acuerdo con apunta a destacar los bien conocidos méritos de
su propio relato es el cura de Tiquina, el padre sus antecesores que los hacen acreedores a merce-
Montoro, el responsable. RG intenta explicar el des (esencialmente, exención tributaria, una pen-
sinsentido: "estava este buen sacerdote dessesoso sión y poder portar armas ofensivas y defensi-
de ver en su Iglesia alguna devota Imagen de la vas). Los cinco testigos, todos ancianos, dan fe de
Virgen, pero favorecía el partido de los Indios que la genealogía y los hechos del memorial son
Urinsayas, queriendo que la imagen fuese tal, que correctos. Lo que quiero destacar es que don García
moviesse los corai;:ones de los que la viessen a Lucanas, natural de Copacabana, de la parcialidad
devoción" (11 , 5, 1988: 229), por lo cual con su de Chachapoyas, agrega un detalle importante:
corazón "eni;:endido en fuego '' hizo poner la ima- que Challco Yupangui tuvo dos hijos, don Gon-
gen en el altar de su iglesia - a pesar de que era su zalo Churattupa y don Balthazar Challco
deseo que llegase a Copacabana. Es decir, el cura Yupanqui (en ese orden), y que el primero tuvo
que favorece a los urinsaya, a la vez quiere tener como hijo a don Diego López Churattupa. Tam-
una imagen de la Virgen -de ahí la necesidad del bién dice que don Gonzalo y don Balthasar ayu-
" pero"- y quiere retenerla a pesar de que quiere daron, juntos, a Diego Centeno en Guarina (f.
que llegue a Copacabana. El intento de explica- 29v).
ción es confuso e informativo: muestra que había Para recapitular, los silencios e incoherencias
españoles imbricados en el conflicto, lo cual pue- de RG exigen que un estudio del conflicto en
de ser crucial a la hora de entender la política Copacabana tome en cuenta tanto el argumento
eclesiástica detrás de las contradicciones del guión. de su relato como de sus múltiples inconsistencias.
Las preguntas son: ¿por qué el cura de Tiquina Por otro lado, estos mismos pasajes, junto con
retiene la imagen?, ¿por qué favorece a los datos que contienen las otras fuentes referentes al
urinsaya? y ¿por qué está interesado en la Virgen conflicto, abren vías para pensar las formas
y no en San Sebastián?3 Cualesquiera que sean las institucionales del conflicto al interior de la elite
respuestas, parece claro que el conflicto en Copaca- incaica. Agrupo los problemas en tres para hacer
hana no se reduce a los lineamientos que RG pro- mi presentación clara, aunque son claramente
interdependientes.
En primer lugar, el hecho de que los Chura-
topa también sean descendientes de Challco
naba Copacabana" en a•Jsencia de Guanche. La Yupanqui es importante por sus implicancias res-
nota al pie sugiere que la información de Polo
Ondegardo es la fuente, pero en ese documento
no he visto mención a Churatopa, solo a Guan- 4 El expediente fue dado a conocer por Sergio
che (Espinosa Soriano 2003: 381-2). Villalobos en 1962 y es mencionado por Santos
3 Tal vez sea útil considerar que cerca de Tiquina Escobar (1987), quien cita la existencia de la
estaba el ídolo de Guancuyri , adorado por urus y copia porteña, pero publica parte de la Infor-
yunguyos (Gisbert 1984: 28, citando a RG, 1, mación de 1597, a partir de un original que se
33, 1988: 198), y lugar <le pc:rsistcnte conflicto encuentra en el archivo de la Universidad Ma-
con los evangelizadores. yor de San Andrés, La Paz, Bolivia.
pecto al rol de las relac iones de parentesco al inte- al interior de la e lite incaica de manera más com-
rior de la elite incaica. El hecho de que el padre es prensiva. Desde un punto cte vista institucional,
el mismo, sugiere fuertemente que, como señala había tanto grupos relacionados con ciertas obl i-
Rostworowski ( 1983: 130-79), el factor determi- gaciones y privilegios específicos, como grupos
nante en los conflictos al interior de la élite incaica relacionados con parentesco. Es'Clecir, el sistema
debe ser la madre. Sin embargo, esta idea no aclara de afi liación que generaba formas políticas con-
necesariamente tanto como puede parecer; puede cretas puede haber sido (por lo menos) de doble
que fuera importante la ascendencia por la rama entrad a. Volviendo al caso de Copacabana, y
femenina en sí, lo cual ayudaría a entender el co n- específicamente a la elección del gobernado·r que
flicto, como que lo fuera como vehículo de la as- hace Topa Inca, la pregunta sería ¿por qué escoge
cendencia por la rama masculina. En cuanto a para ocupar ese cargo a un miembro de una panaca
Copacabana, so lo tenemos información respecto que no es la suya ni la de su padre? La respuesta
a don Baltasar: él es hijo de "Sopodo Palla", quien que ofrece De sacerdotes del Tawantinsuyu es
es " natural de Copacabana. " 5 Pero no sabemos de seductora. Como lo indica la autora, Zuidema
quién es hij a, ni a qué panaca pertenecía. Si bien el (2004), siguiendo a Bias Valera, sostiene que de
hecho de que no mencione su ascendencia, su hijo, Sucsu panaca provenían los "sacerdotes" de la
don Pablo de Cáceres, sugiere que no era recurso religión oficial inca. Sin embargo, la idea de una
para méritos, resta saber si no lo era de acuerdo " re! igión oficial" con "sacerdotes" ha sido puesta
con pautas incaicas o españo las. Tampoco es en tela de juicio por varios estudios que lo ven
posible saber quién le entregó a Challco Yupanqui como un amoldamiento forzado de prácticas lo-
sus dos mujeres, ni -más importante aún- como cales a formas europeas. Además, cada una ( si no
miembros de qué panaca se consideraban los todas) de las panacas estaba a cargo del culto de
Churatopa. Hay otros elementos para intentar ciertas deidades específicas del panteón incaico.
reconocer las piezas del rompecabezas. Es por eso que, más que entenderl a a partir de la
Según RG (1 , 12, 1988 : 85), Topa Inca idea de " religión oficial", tal vez la elección que
Yupanqui conquistó y reorganizó Copacabana y hace Topa Inca debería ser explicada a partir de
las islas del Titicaca, y nombró como gobernador a los importantes cambios en el culto que fueron la
Apu Inga Sucssu, " ni eto de Viracocha". La elec- marca de (por lo menos) los reinados de Viracocha,
ción de Topa Inca hace a la estructura de las panacas, Pachacutec, y Topa Inca, y los correspondientes
porque en una petición de don Pablo de Cáceres conflictos y grupos de interés que esos cambios
inserta en una real cédula de 161 O, este dice que su engendraron . Estos conflictos, a su vez, pueden
padre, Chal leo Yupanque, fue nombrado goberna- ser útiles a la hora de intentar entender tanto la
dor del Collasuyo por Huayna Cápac y que era su deidad que elige cada una de los actores principa-
hermano y "descendiente por Iínea recta de varón les del conflicto de 1583 como la agenda evangeli-
de Viracocha Ynga" (AGN-A, Sala 9, 31-5-8, f. zadora de RG
24v). En tal caso, ¿cómo es que un hennano de La segunda inconsistencia relevante para en-
Huayna Cápac no pertenece a la panaca de Hu ayna tender las fonnas de afiliación al interior de la elite
Cápac o a la de Topa Inea? ¿Y por qué ninguno de incaica qu e presenta el conjunto de documentos
sus descendientes arguye tener una relación con en consideración es que las generaciones son con-
Huayna Cápac en sus peticiones? tadas de un modo que no responde al sistema
Sin intentar esclarecer cuál de las formas de occidental. Si bien esto puede ser un reflejo de los
entender las panacas que manejan los especialis- problemas que acarrea usar un memorial (e indí-
tas es la correcta (encaso que tal cosa haya exis- g.-:na) para hacer una genealogía (europea), no solo
tido), quiero sugerir que es posible qw:: el acento los autores de los memoriales se saltan generacio-
esté mal puesto. Tal vez valga la pena pensar el nes, si no que también lo hacen los testigos en las
funcionamiento de los mecan ismos de afiliación infonnac iones que los acompañan. Estas inconsis-
tencias pueden ser relevantes en el contexto del
debate entre los estudiosos so bre la organización
5 Memorial de don Pablo de Cázeres Challco de las panacas. Julien (2000: 41-2) explica un caso
Yupangui Ynga, "casique principal y goberna- · parecido a partir de un modelo genealógico patri-
dor del pueblo de .. .Copacauana", inserto en una lineal, culpando por los errores a los inconvenien-
real cédula de la audiencia de Charcas de 161 O tes que genera la traducción de un sistema de pa-
(AGN-A, Sala 9, 31-5-8, f. 24). rentesco al otro. Aunque Zuidema no estudia ca-
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__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
sos como este, si uno toma su teoría de que los dos). No está claro si las prácticas de dar nombres
términos de parentesco en realidad reflejan posi- expresan lazos de parentesco (y en tal caso cuá-
ciones rituales y distancias genealógicas que fun- les), si expresan afinidad, si expresan función o
cionan de una manera distinta a la occidental (Zui- pertenencia social, si expresan la intención de
derna 1990), las inconsistencias podría no ser el honrar figuras o deidades, si expresan cualidades
fruto de errores. Presento algunos ejemplos, sin personales, si las prácticas siguen reglas estrictas
intención de solucionar algo que escapa a mi com- o son flexibles, si los distintos principios son
petencia. combinables o exclusivos, y si se mantienen o se
En la Información de 1597, don Alonso de alteran -y en tal caso cuándo y de qué modo-
Viracocha Inca y don Pablo de Cázeres dicen que bajo el dominio colonial español.
son "nietos de Challco Yupangui Yngay visnietos Un ejemplo claro de la complejidad de las
de Viracocha Ynga Yupanqui" (f. 27v). Es decir, no prácticas de dar nombre puede verse en el caso de
mencionan a Apo Sucsu, y saltean dos generacio- la memoria presentada por don Miguel Chuquimia
nes de Incas (las de Topa Inca y Cápac Yupanqui). Acustupa (anexo 2). Este cita en su memorial una
Los testigos que hacen mención al vínculo de pa- ascendencia más compleja que la ilustrada en el
rentesco agregan diversidad a la relación entre Cuadro 1. De parte de padre, don Miguel es hijo
Viracocha, don Alonso y don Pablo. Don García de don Pascual Choquetupa, quien es hijo de don
Lucanas, ayllo Chachapoya, dijo haber oído que Pedro Chuquimia y de doña Ana. Alguno de estos
fue su bisabuelo (28v); don Diego Puma Cusí, ayllo dos es hijo de don Pedro Chuquimia y de doña
Mayo, dijo haber oído que fue su abuelo (f. 30); María Anaya, quien es descendiente de Incas y
don Diego deAnanchi, ayllo Pacase (sic), dijo que Chuquichilla. Es decir, doña María es descendiente
no conoció a Viracocha "porque había días que de Incas de parte de madre, y el apellido de su
había muerto cuanto tuvo este testigo uso de ra- padre (que ella no hereda, pero tal vez su nieto sí)
zón", pero se trata comúnmente que son sus bis- tiene que haber sido Choquetupa. Por otra parte,
nietos (32v). Otro ejemplo está en la petición he- don Miguel tiene el apellido de su bisabuelo ma-
cha por don Joaquín de Aldana, inserta en la real terno, don Sebastián Acustupa, descendiente de
provisión de Luis de Velazco de 1602 (anexo 1, f. Huayna Cápac, a pesar de que ni su padre ni su
4v). Allí, don Francisco Tito Yupanqui aparece madre lo tienen.
como " nieto" de Viracocha Inca, con lo cual se Para concluir, quiero dejar en claro que no
elimina un ascendente. Más complejo aún es el considero que mis observaciones sean necesaria-
caso de la petición del 25-Vl-1689 hecha por los mente correctas, ni que sean todas las que hay
cuatro bisnietos de don Francisco Tito; allí se eli- que hacer. Lo que sí creo es que los numerosos
mina (¿combina?) a Challco Yupanqui del árbol cabos sueltos que he intentando destacar tienen
genealógico, y se llama a ''Apu Inca Sucssu que dejar de serlo para poder entender el conflicto
Yupanqui" padre de don Balthasar. Más aún, Apu de Copacabana en todas sus dimensiones y con
Inca es descrito corno " rey y señor natural", y todas sus consecuencias, y poder así desarrollar
persona donde ellos ubican su "origen y descen- las irnplicancias que tiene la hipótesis novedosa
dencia"; no hay mención alguna a Viracocha (anexo que la autora presenta en este trabajo.
1, f. Sv). Por último, en su petición los hijos de
Pascual Choquetupa dicen ser "nietos" ce Chal leo Bibliografía
Yupanqui, salteándose tres generaciones; sin em-
bargo, don Balthasar es "abuelo" de ellos, y tanto a) Fuentes primarias
Viracocha Inca corno Apu Inca Sucssu son ·'abue-
los" de este último (anexo 3). Archivo General de la Nación, Argentina (AGN-
En tercer lugar, la información que propor- A), Sala 9, 31-5-8:
ciona este conjunto de documentos pone en evi- " Expediente obrado a instancias de don José
dencia cuán importante es entender cómo funcio- Palavicino ... sobre los privilegios y excenciones
nan los nombres al interior de la elite incaica. Sa- que a éste corresponden como descendiente de
bc-mos que los 'nobles incas recibían un nuevo don Alonso Tito Atauchi Inca."
nombre al ser armados caballeros, y los sobera-
nos otro nombre al ser coronados, pero sabemos RAMOS GAVILÁN, Alonso
poco y nada más sobre cómo se transmit!an los 1988 [ 1621] Historia del santuario de nues-
nombres (y lo que en Europa se llaman apclli- tra señora de Copacabana. Edición de
GISBERT. Teresa
1984 ·' El ídolo de Copacabana, la Virgen Ma- David T. Garret
ría y el mundo mítico de los aymaras". Reed Col/ege. Portland, Oregon, EE. VV.
Yachay, I: 25-39. garrettd@reee<L e<lu
56 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
un vasto reino mediante el parentesco, así como recuerdan cómo las elites incas continuaron ac-
también de negociar las exigencias para reprodu- tuando en las mismas arenas en las que actuaban
cir una casta gobernante basada en un parentesco los conquistadores y encomenderos, incluso cuan-
difuso y una autoridad transgeneracional arraiga- do son raramente mencionadas en las crónicas de
da en comunidades territoriales. Es cierto que toda la época. En rigor, los recuerdos familiares y loca-
la información proviene principalmente de las les de los ancestros heroicos de comunidad, en
probanzas de la era colonial, las cuales tienden a Copacabana, sugieren una contraparte oral a las
oscurecer la estructura polígama de la elite inca, historias escritas del Perú criollo. Baltasar tam-
así como también las relaciones particulares y je- bién parece haber prosperado en Potosí, un re-
rárquicas dentro de Copacabana entre los varios cordatorio acerca de cómo el mercado pudo refor-
grupos de descendencia de Apo Inca Sucssu. Pero zar la autoridad de las elites los suficientemente
el caso de Copacabana, si bien excepcional, pro- hábiles como para maniobrar dentro de él. Inclu-
vee evidencia inusualmente detallada acerca de sive, escritas como lo estaban para los oidores de
cómo los principales sitios del imperio eran vin- la audiencia, las probanzas también ofrecen pis-
culados al Cusco a través del movimiento de la tas acerca del servicio leal dado y esperable de
elite inca, así como también acerca del modo en parte de la elite indígena del altiplano -desde la
que la autoridad religiosa, política y parental per- provisión de mitayos hasta la defensa de la Coro-
manecía profundamente interconectada. na en tiempos de descontento popular (e incluso
Y así lo hacía bajo el dominio habsburgo, como el transporte de los prisioneros rebeldes hacía
bien lo demuestra del Río. Lo más sorprendente Lima). Lo que los Viracocha Yngas y los Acus-
acerca del linaje colonial de Viracocha Ynga en tupas ofrecieron a la audiencia fue un autorretrato
Copacabana es la multiplicidad de sus reclamos idealizado de la nobleza cacica! de fines del siglo
de autoridad hereditaria. Francisco Tito Yupanqui XVI!: los herederos legítimos de la autoridad inca,
se enorgu llecía del lugar mientras su versión de la ahora comp letamente comprometidos con sus
ampliamente venerada Virgen creó un poderoso monarcas habsburgos y participantes activos en
núcleo simbólico para la reducción colonial y (jun- el sistema potosíno.
to con el establecimiento familiar de una cofradía) Como observa del Río, el registro archivístíco
solidificó la posición central de la familia en el sobreviviente provoca una serie de preguntas
terreno sagrado de Copacabana. A su vez, los pro- intrigantes acerca de la sucesión, la familia y las
pios lazos ancestrales de Tito Yupanqui con la disrupcíones de la conquista y las guerras civiles
panaca Sucssu sugieren que la insistencia españo- de mediados del siglo XVI. La ausencia en los
la en la " nobleza" de la panaca inca (condiciendo archivos de los lazos entre los Condemayta y los
privilegios legales), más que cualqu ier función re- Challco Yupanqui no implica, por supuesto, la
ligiosa particular que las panacas pudieran tener ausencia de ta les lazos -y ciertamente las fuentes
bajo los Incas (las cuales habrían generado cues- disponib les muestran el dominio continuo de los
tiones espinosas de idolatría), pennitió a los incas incas de sangre cusqueña sobre las religiosas y
co loniales de Copacabana mantener su autoridad políticamente significativas comunidades de
religiosa también exigida - y posibilitada- por la- Copacabana y las otras islas. Quizás deberíamos
zos cercanos a las órdenes religiosas en actividad examinar los 30 años entre Challco Yupanquí y
en el Collao. Baltasar no solo en términos de la sucesión pa-
En última instancia, por supuesto, la autori- dre-hijo al cacicazgo (posiblemente una imposi-
dad indígena se erigía en el oficio del cacicazgo y, ción española), sino también como un período en
ciertamente, el cuasi monopolio intergeneracional el que las relaciones y oficios políticos anteriores
del oficio de la familia lo hacía un linaje dominante a la conquista -aún pobremente comprendídos-
en Copacabana. Pero la investigación de del Río y füeron transformados en los oficios coloniales de
las probanzas familiares subrayan también otras cacique, segunda, hilacata y alcalde. Es decir, mien-
fuentes de autoridad. Mientras que Baltasar tras que los escritos burocráticos y la legislación
Challco Yupanqt1í no mantuvo el cacicazgo en la española generalmente insistían en la continuidad
era pretoledana, él permaneció lo suficientemente de la autoridad indígena legítima, los órdenes más
cercano a lo que quedaba de la corte inca en el básicos del parentesco, el matrimonio y el grupo
Cusco y a Paullu Ynga como para ser un actor en doméstico fueron refonnulados entre las décadas
las políticas caóticas del Perú en las décadas de de 1530 y 1570. También lo fueron los ideah:s de
1530, 1540 y 1550, y su movimiento y éxito nos l:t comunidad, desde el ayllu hasta la doctrina. En
58 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
llegada del virrey al altiplano. A la vez, el diferendo bullirse a los religiosos de malos procedimientos,
entre el cacique y los religiosos dominicos ya se pero sin duda que se trató de exageraciones que
procesaba previamente al interesado expediente no explican el regreso de un Chal leo " desapareci-
que el virrey empujara contra ellos. Más bien, do en escena" al puesto de comando para fundar
Challco aparece aliado del cabildo eclesiástico una dinastía cacica! en Copacabana. Ali í más bien,
chuquisaqueño para recuperar curatos que como antes se ha notado en la historiografia del
detentaban los predicadores. A ese diferendo se mundo aymara, parece que el virrey actuó cen-
sumó el interés de Toledo por sacarlos de la juris- tralmente aceptando poderes nativos y afianzán-
dicción. En cualquier caso, el cacique usaba de las dolos a cambio de que funcionara su nueva ma-
tensiones políticas para afianzar sus propios in- quinaria económica, que había de llevar a su pico
tereses. El bien conocido informe que Franklin más alto las rentas del rey, para lo que en priori-
Pease publicó procedente de los papeles del vi- dad había sido nombrado por vice soberano.
rrey Toledo, resumiendo una pesquisa secreta con- Por otro lado, el escenario de la historia de
tra los dominicos en la zona del Titicaca, se tomó don Baltasar es uno de los más simbólicos del
en 1573 por comisionados muy cercanos a Toledo área andina. Copacabana era un lugar sagrado vin-
y que habían llegado con él, cuando ya habían culado a las islas del Sol y de la Luna y sede de la
pasado por el Cuzco. Recordemos que fue en administración inca en el altiplano, como muy
Chuchito donde el virrey firmó su sentencia con- bien nos resume y presenta Mercedes del Río.
tra los incas en noviembre de 1572. En el resumen Pero la transición a un santuario cristiano andino
de la aludida pesquisa, se incluyen las no se produciría de inmediato. Por entonces, el
incriminaciones que se levantaron contra los do- pueblo de la península lacustre no era el imán de
minicos en Copacabana, curato administrado por religiosidad popular cristiana en que luego se eri-
ellos también. Entre otros acusados, aparece el giría. Si bien el santuario seguía en manos de unos
fraile Juan de Cabrera, amancebado con la propia linajes incas traspuestos desde la era precolonial
mujer de don Baltasar, cuando un año antes, el y era un asiento multiétnico diftcilmente maneja-
cacique había levantado dos expedientes de capí- ble por los criterios hispanos de administración,
tulos, uno exclusivamente contra fray Agustín de su erección en un nuevo poderoso foco simbóli-
Formizedo de haberlo maltratado a él, a su hijo co, depositario de tradiciones recreadas en el mar-
Carlos Acostupa y a su mujer doña Ana, a quien co del afán por adscribir la sociedad nativa a la
le rompió una pierna por haberle quitado de su católica majestad del rey, se estaba recién proce-
control a una sobrina de su marido a la que some- sando. Por eso es importante el papel de Challco
tía sexualmente. No aparece en 1572 acusación y la reducción toledana. Fue la práctica del escul-
contra Cabrera por el escándalo en la propia casa tor Tito, hijo de Chal leo, inscrita en las nuevas y
y, en 1573, nada so bre la sobrina de Baltasar, más asentadas formas de cristianización luego del
doña Beatriz, supuesta manceba de Formizedo. concilio limense y las luchas entre las órdenes
Cabe re·c onocer una filiación entre ambos proce- religiosas y las administraciones obispales por
sos, pues en ellos consta que el cacique de urinsaya controlar los recursos de las doctrinas, lo que lue-
era don Ju an, cuya hija, Catalina Tocto Ocllo, go dio cuerpo al cu !to a la Virgen de Copacabana y
quedó preñada del padre Juan de Santamaría. El a la Cruz de Carabuco, deleitosamente recorda-
análisis de los testimonios del expediente de 1572, dos por el cronista andino Ramos Gavilán.
que es indudablemente el antecedente de la pes- Pareciera que don Baltasar no hubiese estado
quisa de fray Pedro Gutiérrez Flores, nos deja lejos de l todo del poder local; puesto que su pre-
una imagen poco confiable: los mismos implica- decesor en el cargo cacica! era su deudo y, en 1572,
dos se pasan información unos a otros y se refie- ya estaba hacía un tiempo a la cabeza del pueblo.
ren a lo que dicen los acusadores como prueba del Eso no significaba que hubiera siempre residido
procedimiento ilícito. Lo endeble de los testimo- allí. La trayectoria del inca miembro de sucso
nios, muestra que hubo un doloso proceso lleva- panaca, el linaje de Viracocha, entre la muerte de
do por una pasiQ_n contraria a los enjuiciados, algo su padre en 1538 y su "reaparición" en el mando
que dicho sea Je paso, caracterizó los procedi- de Copacabana, corresponde a lo que podemos
mientos del virrey en todo sentido. A el lo se sumó llamar historia de indicios, una compleja inmer-
una sibilina colaboración del cacique. sión en un tiempo sin evidencias claras de la prác-
Las acusaciones que maquinaron todos ellos: tica del que fue un actor clave. Allí se puede ins-
cabildo, curacay autoridad estatal, no dejan esca- \:ri bir el supuesto de Tristan Platt y Pablo
Quisbert acerca de que estuviera involucrado en rias imágenes rescatadas y recreadas de la historia
el "descubrimiento" de Potosí por los españoles, previa a la conquista, de esta misma y de la época
pasando por su actividad en las yungas, en los colonial, fuertes sentimientos de orgullo nacional,
cocales y los depósitos minerales más preciados sustentados reclamos por derechos ancestrales y
por su riqueza como Carabaya, hasta lo que pudo adquiridos y contra notorios y ?iles abusos, se
haber sido una residencia en la remecida sede juntaban en la escritura y en la práctica de los
cuzqueña de los incas, donde pudo haber tomado caciques, los procuradores indios, los indios que
en matrimonio a la española Avendaño madre de accedieron a puestos de república a través de de-
sus hijos " legítimos" y donde estaban los princi- mandas, memoriales, probanzas que, siendo de
pales miembros de su linaje. carácter individual, recogían un proceso colecti-
Otro elemento que no aparece en la hipótesis vo. La historia de las estrategias de lucha legal que
de Mercedes es el posible papel del encomendero s iguieron los desc endientes del escultor Tito
de Copacabana, un conocido pero poco estudia- Yupanqui se inscriben en esa historia de la memo-
do Diego García de Villalón. Es posible que sus ria indígena y debemos agradecerle a Mercedes
intereses estuvieran en juego cuando actuaba para del Río el poder conocerlas.
establecerse en su cacicazgo Challco Yupanqui y
se hacían informaciones para sacar a los domini-
cos de la zona; incluso mucho antes, cuando
Villalón fue alguacil mayor en La Paz, conocido
comerciante de coca y luego encomendero. Ellos Tristan P/att
debieron estar vinculados con los yungas y con University ofSt Andrews
los minerales de Carabaya. Una posible alianza t~t-and.ac.uk
entre este ascendente vecino paceño y el descen-
diente inca pudo ser parte del establecimiento de Pablo Quisbert
don Baltasar como cabeza de un linaje triunfante Universidad Mayor de San Andrés
en Copacabana. · pquisbert@gmail.com
Las fuentes no son el elemento menos impor-
tante del aporte de la autora. Sin embargo, parte Este trabajo es una valiosa contribución a las
de una ligera equivocación: La real cédula llamada nuevas investigaciones de las redes políticas y los
·'de los honores", ganada por el clérigo mestizo linajes y mestizajes andino-españoles, en las pri-
Juan Núñez Vela de Ribera y fechad a el 22 de meras décadas de la invasión europea, que están
marzo de 1697, que equipara a la nobleza indíge- renovando nuestra comprensión de la dinámica
na con la castellana y que abre las puertas que se de la transición al sistema colon ial. Mercedes del
pretendían cerrar a los nobles indios a los cargos Río presenta documentación inédita sobre la filia-
de honor, civiles y religiosos, no fue la causa de la ción de don Francisco Tito Yupanqui , pintor y
proliferación de memori as como las que ella res- escultor, quien en 1582 creó en Potosí la imagen
cata; más bien, esa historia de demandas indi vi- de la Virgen de la Candelaria que traería a
duales, grupales y colectivas por los derechos que Copacabana en 1583. El estudio de Mercedes tie-
los indios habían ganado con sus servicios y leal- ne dos ejes: 1. la relación entre los cultos solares
tad a dios y el rey, es la que tennina en la consecu- de Potosí y Copacabana (cuyos antecedentes pre-
ción de la cédula. Cédula que, dicho sea de paso, incaicos se remontan, según Martti Parssinen, al
se escamoteó pennanentemente y hubo de lucharse culto solar de Tiwanaku) dentro de la trama ma-
a brazo partido por activos agentes de los indios, yor del culto minero al jaguar solar, con sus des-
como don Vicente de Morachimo, quien logró plazamientos hacia Larecaj a, las minas de
sobrecartarla en la segunda década del siglo XVI l. Carabaya y el pie de monte amazónico -tema
luego de paciente insistencia política memorialis- despejado últimamente por Thérese Bouysse-
ta en la propia corte de Castilla. No fue hasta casi Cassagne (2005, 2008)-; y 2. la filiación de los
un siglo después y tras nuevas gestiones en la descendientes del pintor como línea colateral den-
corte metropolitana, como las del mestizo fray tro de la política y los discursos hispano-colonia-
Calixto de san José Tupac Inca y su compañero les sobre la legitimidad y la descendencia. Estos
de hábito Isidoro de Cala y Ortega, que se "respe- discursos fueron matizados debido a la preferen-
tó" la orden real y muchos más indios accedieron cia surandina por la herencia de los cargos, prime-
a los estrados y los púlpitos. Una ideología, va- ro, po~ un hermano clasificatorio del muerto y,
60 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
después de alcanzar su mayoría, por el sobrino de Cusi Rimay: este Challco Yupanqui fue también
este(= hijo del muerto original) (Platt, Bouysse- sacerdote del sol en el matrimonio de Huascar,
Cassagne y Harris 2006). pero -a diferencia de nuestro Challco Yupanqui,
Los temas se entretejen, en cuanto los ascen- asesinado por el Inca Tisuq en 153 7-8- fue mata-
dientes de don Francisco Tito incluyen a los Incas do algunos años antes por los generales de
Viracocha, Sucssu y Challco Yupanqui, este últi- Atahuallpa. No es claro cuál de los dos (o ¿será
mo sacerdote del santuario del Sol y Apu del un tercero?) es el Challco Yupanqui que antes
Qullasuyu, residente en Copacabana cuando lle- había entrado por Pilcopata, llevando la imagen
garon los españoles, y poseedor de grandes cono- del Sol (el P'unchaw), a conquistar la provincia
cimientos mágico-religiosos y mineros. Además, de los Andes a cargo de una tercera parte del ejér-
la convergencia entre este linaje y el culto minero cito del Inca Tupac Yupanqui . Pero si se tratara
se prolongaba durante la colonia, si bien con cam- de un ejemplo prehispánico de homonimia entre
bios importantes, a través de don Baltasar Challco los actores (siendo todos sacerdotes del Sol y,
Yupanqui, hijo de Challco Yupanqui y padre de probablemente, parientes), sería lícito preguntar
don Francisco Tito. Don Baltasar es, en cierta si los diferentes Challco Yupanquis no hubiesen
medida, el eje central del trabajo de Mercedes. sido, si no la misma persona, por lo menos la
Primero, la filiación . Del Río muestra(su grá- misma " persona social".
fico genealógico resume un gran trabajo) que don Ahora bien : tanto Tupac Yupanqui (así nos
Francisco Tito Yupanqui era hijo "bastardo" de cuenta Murúa) como el Inca Challco Yupanqui,
don Baltasar Challco Yupanqui y nieto del Inca gobernador del Collasuyo, deseaban fomentar la
Challco Yupanqui; y que sus actividades, tanto minería y los cultos mineros del Collao y Char-
de escultor como de fundador de la cofradía de la cas. Pero antes de la llegada de los hermanos
Virgen, representaban estrategias para lograr los Pizarra a Desaguadero en agosto o septiembre de
mismos privilegios dentro de la parcialidad de 1538, el padre de Baltasar, el último Inca Chal leo
Anansaya de Copacabana que se habían concedi- Yupanqui, fue asesinado por un general de Man-
do a sus familiares " legítimos" . La misma estrate- co Inca, el Inca Tisuq, con instrucciones proce-
gia fue retomada exitosamente por sus descen- dentes de Vi lcabamba, por haber ayudado y acon-
dientes, a fines del siglo XVII. Se entiende que, en sejado a Diego de Almagro en su expedición a
estas fechas, las autoridades coloniales estaban Chile entre 1535 y 1537. Y como señala Merce-
dispuestas a dejar pasar la "bastardía" si los ser- des, es interesante que don Baltasar permaneciera
vicios probados eran suficientes para justificar el en Copacabana por muy poco tiempo después de
privilegio reclamado, dando reconocimiento re- la muerte de su padre y la! legada de los españoles
trospectivo a la amplia difusión de la poliginia en al Collasuyo, ausentándose por más de treinta
la colonia temprana. años desde 1538 hasta los 1570 tempranos.
En dos casos analizados por del Río, el sobri- Del Río insiste en que "el eclipse de los des-
no heredero del cargo lleva el mismo nombre que cendientes de Challco Yupanqui, [ ... ] [y] espe-
su tío. La autora propone que el nombre del (en cialmente la ausencia de su hijo don Baltasar" de
este caso, medio) hermano del padre fue dado por Copacabana, constituyen interrogantes claves. Se
el padre a su hijo, aunque podría haberse asumido trata de un silencio fértil que la autora intenta
por el hijo al momento de heredar. Se insinúa una llenar. En primer l•Jgar, en torno de 1548-50 se
identidad social entre tío paterno y sobrino (a encuentran otros linajes cusquei'los a cargo de los
pesar de que el sobrino vino del ramo colateral pobladores en Copacabana: Condemayta de
mientras que el tío fue legítimo), que debió ser Anansaya y los Churatopa de Urinsaya. De ahí la
fortalecido en cuanto la legislación española no hipótesis: ¿no podría don Baltasar haber sido ex-
reconoció el derecho del tío. Es posible, incluso, pulsado después de la muerte de su padre por
que se buscara confundir a las autoridades colo- aliados de Manco asentados en las orillas del lago,
niales, sobreponiendo las dos identidades, como y se volvió entonces uno de los yanaconas del
si se tratara de la misma " persona social". futuro encomendero de Copacabana, García de
Es tentador proyectar el mismo tipo de con- León, en Carabaya y en Potosí?
vergencia hacia atrás. A pesar de la identificación La presencia de grupos selectos de Copaca-
corriente entre ambos, Mercedes sostiene que fue bana para trabajar las minas de Potosi en 1548-
otro el Challco Yupanqui, también sacerdote del 50, bajo su cacique Conde Mayta, es conocida
sol, que casó al Inca Huayna Capac con la ac//a por la cédula de la encomienda en García de León
otorgada por Pedro La Gasea (Espinoza Soriano Sin probarla, la hipótesis de Mercedes del Río
1971 [1548]). La noticia de los 500 indios de encaja con la nuestra.
Copacabana que García de León tenía en las mi- Mercedes también publica una frase expresi-
nas de Carabaya se conoce por un documento va en su segundo documento, la ·' Probanza de
anónimo publicado por Rafael Loredo ( 1942 Nobleza de don Miguel Chuq~imia Acustupa
[ 1548]; citado por del Río) , y el laboreo por Viracocha Inga", principal del pueblo de
mitimaes de Copacabana es probablemente Copacabana en 1691 y otro hijo '·bastardo'' de
prehispánico. Se trata de una práctica conocida don Baltasar. En esta frase, emitida en 1689, se
en los primeros momentos de la Colonia por otros refiere a los "servicios que sus antepasados pa-
grupos de Charcas y del Collao : por ejemplo, en dres, abuelos, tíos y parientes les [sic] han hecho
1538, el Mallku de los Killaka del lago Poopó, a SM desde que se pusieron debajo del amparo y
Warachi 11, envió a mitayos a trabajar en Porco obediencia de los señores Reyes de Castilla, lle-
para los españoles; y Gabriel de Rojas estaba "en nando su monarquía de innumerables tesoros de
las minas", probablemente las de Carabaya, antes éste reino, por último del cerro de Potosí hasta
de la llegada de Almagro y su gente en 1535. No hoy incesantemente derramando lágrimas, san-
es claro cuándo García de León inició sus trabajos gre y vidas ..." Nuevamente, las palabras parecen
en Carabaya; pero a partir de 1539, aproximada- insinuar una asociación entre la Sucssu Panaca-o
mente, Antonio Quijada empezó su propia ex- sea, Challco Yupanqui, don Baltasar y su paren-
plotación en Carabaya. Quijada fue amigo espa- tela, tan conocedores de los cultos mineros del
ñol de varios incas, y de Diego Guallpa de Chum- Collasuyu- y la manifestación de la gran huaca
bivillcas, el primer descubridor de Potosí. Quija- solar de Potosí.
da y Guallpa bien podrían haber conocido a García Evidentemente, no se trata de contentarse con
de León y a don Baltasar en Carabaya, acompa- estas huellas di spersas, sino de avanzar en la bús-
ñándoles a los dos en 1544 cuando Quijada se queda de otros miembros de las múltiples redes
trasladó a Porco. Después vendría el descubri- en estos momentos incipientes de la minería colo-
miento del Cerro Rico en 1545 y el alzamiento del nial y evaluar lo ventajoso que les resultó el esta-
realista Diego de Centeno en contra de Gonzalo blecer relaciones con los mineros andinos, sean
Pizarro ( 1545-48) (Platt y Quisbert 2008). estos de los incas, de los caciques o indios del
Dentro del esquema general presentado por común : la divi s ión triple detectada por Jean
del Río, entonces, podemos adelantar un poco la Berthelot ( 1978). Por ejemplo, pensamos que la
fecha de la llegada de I3altasar a Potosí. En 1545 figura de García de León , encomendero de
(año de la manifestación del cerro de Potosí), don Copacabana por cédula de La Gasea, podría con-
Baltasar ya estaría en Porco y después apoyaba a trastarse útilmente con la de Antonio Quijada,
Diego de Centeno, participando en la sublevación también minero en Carabaya, Porco y Potosí. Es
general contra los encomenderos que conmo- llamativo, efectivamente, que, a diferencia de
cionaba el Alto Perú desde Chuquisaca hasta el García de León , Quijada nunca recibiera una en-
lago Titicaca y el Cuzco. Y es así que podemos comienda a pesar de su lealtad a Centeno y al
articular la narrativa de Mercedes con nuestra hi- Rey. Sin embargo, Quijada-quien pertenecía a la
pótesis sobre el descubrimiento de Potosí, pre- oposición anti toledana- era patrón de yanaconas
sentada en Sucre en 2006. Propusimos que Poto- incas e indios incaizantes en Potosí hasta los 1580,
sí fue declarado a los españoles a instancias del algunos presentes en el descubrimiento de Potosí
mismo Manco Inca (antes de su muerte a fines de en 1545, según la declaración de Diego Guallpa
1544), quien habrá formulado esta nueva política ( 1572) y el registro oficial de los yanaconas y
para apoyar a las fuerzas del Rey (y las Nuevas huayradores de 1575 (Potosí, Cajas Reales 18).
Leyes lascasianas de 1542) y así poner fin al odiado Quizás se vuelve más comprensible el apoyo
clan pizarrista y al gobierno de los encomenderos. dado por Toledo a fines de 1572 a don Baltasar, el
Un elemento en nuestra argumentación fue la pre- descendiente del Inca Sucssu, para que reasuma el
sencia, precisamente, de un tal "Challco, inga de cacicazgo de sus antepasados (un acto a primera
nación" como colaborador en 1544-5 de Diego vista sorprendente dada la conocida política
Guallpa, según la declaración de este en 1572. antiincaica de Toledo). Según esta narrativa,
Sugerimos que este "Challco" podría pertenecer Toledo estaba reestableciendo a los descendien-
al linaje de Challco Yupanqui, e incluso podría ser tes de Challco Yupanqui, aliado de los españoles
el mismo don Baltasar (Platt y Quisbert 2008). y víctima en 1537 del Inca Manco de Vilcabamba,
62 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
RESPUESTA
64 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
ciones que aún no podemos resolver si se deben a donde tenía tierras y animales, además de otras
específicas intenciones del fraile o a nuestra igno- parcelas entre Copacabana y Yunguyo entre las
rancia debido a no contar con un registro un poco cuales estaba la estancia Loca. Precisamente, en
más completo de los personajes involucrados. Loca estaban ubicadas las coleas del Inca. Este
Estamos entonces reconstruyendo apenas trozos cacique noble era hijo del cacique difunto don Juan
del pasado de Copacabana a partir de fuentes es- Mayta Capac Atauche y de doiia María Pilcosisa.
quivas, contradictorias y no exentas, como lama- Claro, era una mujer noble pero no era la nieta de
yoría de las fuentes, de errores involuntarios y/o Paullu porque ya había pasado mucho tiempo,
mentiras. Pero este problema no lo presenta sola- pero es notable la duplicidad de los nombres y la
mente Copacabana, muchas fuentes aparentemente significativa ubicación de sus tierras (ANB, 1674,
más consistentes encierran también muchas simu- 8). En este caso el nombre María Pilcosisa se
laciones. La tarea del historiador consiste precisa- repite y corresponde a diferentes personas. En
mente en intentar interrogarlas, interpretar los si- este sentido, Zu idema ( 1967) ha observado hasta
lencios y sortear los espejismos. cinco generaciones de mujeres llamadas Pilcosisa
Teniendo en consideración el problema de la en el Cuzco y en Copacabana podemos ver tam-
dispersión y fragmentación de fuentes, quisiera bién, como entre los aymaras, un patrón paralelo
abordar y discutir el problema de los parentes- de transmisión del nombre (por vía masculina para
cos, la transmisión de los nombres y el sistema de los hijos varones y la femenina para las hijas mu-
autoridades en Copacabana. El primer interrogante jeres) como las Cusirimay y las Payco, excepto
consiste en identificar si el escultor es o no uno de para los hijos mestizos de mujeres hispanas
los hijos de Paullu Inca y al respecto me inclino (Medi nacelli 2003: 175-183). En cuanto a la per-
por la veracidad de las memorias genealógicas por tenencia a un ay llu, provisoriamente podríamos
dos razones. Primero, porque el cronista cuando pensar al menos en la filiación patrilineal como se
menciona al escultor siempre lo hace con su nom- observa en el caso de don Miguel Chuquimia
bre completo, es decir como don Francisco Tito Acustupa, principal del ayllu de los Chachapoyas
Yupanqui. Por otro lado, en un capítulo dice que quien quedó afi liado a este ayllu por el lado pater-
el escultor es "deudo" dd cacique de Copacabana no ( cuatro generaciones de Chachapoyas y
don Alonso Viracocha Inca (Ramos Gavilán 1976: Caiiaris) y no por la familia materna (Acustupa)
115) y más adelante sost iene que es su hermano del ay llu anancuzco.
( 1976: 124 ). Por lo tanto, para el frai le ambos Esta historia familiar es bastante interesante
serían hijos de don Baltasar Challco Yupanqui porque permite hacer otras preguntas sobre el
como también lo afirman las memorias. uso y transmisión de los nombres y las sucesio-
Ahora bien, otra cuestión consiste en identi- nes de las autoridades. En efecto, un hijo de Igna-
ficar al hijo de Paullu y de una ñusta de las islas cio Chuquimia ( que no era cacique sino un indio
del Titicaca llamado según Ramos Gavilán don Caiiari del ay llu Chachapoya y " de muy baja es-
Francisco Tito. Estimo que la pesquisa secreta fera" ) había confesado que se había cambiado su
efectuada en Copacabana y que acompaña a la de nombre por el de don Joseph López Tito Atauche
Chucuito es muy elocuente ya que menciona a Mayta Capac (nombre de su cuñado y cacique
don Francisco Topatito, hijo de Paullo Inca, asen- anterior aunque con distinto orden) 1• ¿Podría ser
tado en Copacabana y esposado con la ñusta doña
Ana. Por lo tanto, entiendo que cabe la posibili-
dad que don Frnncisco Tito y don Franci sco ANB, Ruck 13, 1694-95. Su hem1ano se llama-
Topatito sean la misma p.:rsona. Estos persona- ba don Melchor Chuquimia Tito Atauche y era
jes estaban viviendo en Coparnbana antes de los del ayllu Cuzco. Los Sucsos, Acustupa de Vitoria,
años 70 (focha de la visita) y ~ería muy factible Viracocha Inga, Chalco Mayta, Cáceres etc.
que doña María Pilcosisa haya sido una de sus acusan al cacique por el ocultamiento de indios,
hijas, como indica Ramos Gavilán ( 1976: 99). Hay usurpación de tierras y que ''llevan las hijas y
otros document~s que abren nuevas pistas y son mujeres a la isla Titicaca de la laguna donde
sugerentes para esta historia. Sabemos que hacia abusan" o que las llevan forzadas por la noche y
mediados del siglo XVII, específicamente haci a azotan a sus maridos, repitiéndose nuevamente
166 1, un gobernador y cacique principal de Copa- y después de casi 100 años los mismos argu-
cabana, don Lope José M ayta Capac Atauchi, se mentos que se utilizaron contra los dominicos.
_d ecía "dueiio de las islas del Titicaca y Coati" Otros casos en ANB, Ruck, 47, 89, 191.
éste un indicio (de confimiarse más casos) de que no sabemos todavía si se repite con más frecuen-
los nombres cacicales estaban vinculados al cargo cia el nombre en tre el ví nculo tío-sobrino o si
o a funciones específicas y a honrar a los ancestros consiste, como dicen Platt y Quisberl, en la so-
prestigiosos? En este caso, se trataba de los des- breposición de dos identidades que conforman la
cendientes del afamado don Alonso Tito Atauche 2• misma ·'persona social" . 1
La obtención del cargo de cacique por matrimonio Además del posible cambio del nombre por
con la hija del cacique (especialmente cuando no acceso a un cargo o a identidades comunes otro
había herederos varones) pareció ser una táctica tema es e l uso simultáneo de diferentes nombres
bastante difundida en el siglo XVII , aunque no compuestos y su mención abreviada en las fuen-
tan aceptada por el común de los indios. Así ocu- tes. Así, en un mismo documento, don Baltasar
rrió también con don Diego de Cáceres Viracocha Acustupa lleva el nombre de don Baltasar
Inga quien fue cacique principal y gobernador de Collatupa3 indistintamente y doña María Pilco-
los mitimaes de Taraco, Samán y Pusi reducidos sisa también se la llama doña María Quispe Sisa
en el pueblo de Chuma (Ambana, Larecaja) por- (ANB, 1674, 8); don Pablo de Cáceres Inga se
que le sucedió a su suegro, don Francisco Layme llamaba también don Pablo de Cáceres Challco
Cusi a principios del siglo XVII (ANB, 162 1, 8). Yupanqui Inga o don Pablo de Cáceres y Aven-
Se trata del caso de acceso al cargo por su mujer daño; y así ocurrió con la esposa de Tito Yupan-
donde el candidato no cambió su nombre, tal vez qui, doña Catalina Chuqui o doña Catalina Chisque
porque era un Viracocha quien gobernaba en la o Quispe o Sisa. Los nombres completos son se-
región de los yungas de Larecaja. Cabe pensar guramente muy largos y se mencionan abreviados
entonces que los nombres de los caciq ues estaban según distintas combinaciones. Estos casos oscu-
asociados a ciertas actividades, funciones o per- recen el análisis genealógico y la identificación de
sonajes prestigiosos. A estas costumbres debe- las personas haciendo que un texto aparezca como
mos agregar los casos de repetición de nombres contradictorio.
entre miembros de distintas generaciones y/o fa- El problema de la repetición de nombres su-
milias. Además de los ejemplos apuntados en este mado a la falta de fuentes hace muy dificil com-
ensayo podemos agregar el de los hijos de don prender el sistema de au toridades. Como hemos
Pablo de Cáceres y Avendaño. Uno de ellos tenía afirmado, a la muerte del gobernador Challco
un nombre parecido al de su padre: don Pablo de
Cáceres Viracocha Inga Otro hijo llevaba un nom-
bre idéntico al del abuelo don Baltasar Challco 3 Colla Topa era un hij o ilegítimo de Viracocha
Yupanqui y otro al de su tío paterno don Alonso Inca y posiblemente _sacerdote ya que portaba
Viracocha Inga ( nacido en I 607). Es decir, para la la imagen del sol (Parssinen 2003:247).
misma época había dos don Alonso Viracocha Inga 4 La información sobre la presencia del cacique
(el hijo de Francisco Tito Yupanqui y el de don Churatopa de Copacabana no proviene del texto
Pablo de Cáceres, además del tío paterno). Tene- publicado por Espinoza Soriano, como supone
mos un registro pequeño de nombres, y por eso un comentarista, puesto que ese autor solo pu-
blicó las "Diligencias" que es una copia parcial
del documento que ubicó en elAGN (sic). Por el
2 Don Alonso Tito Atauche es hijo de Tito contrario, la fuente utilizada es un documento
Atauche, quien era hermano de Huáscar. Era más completo (tres piezas) depositado en el
principal de los yanaconas del valle del Yucay, Archivo General de Indias. Allí se menciona
aunque vivía en el Cuzco (Julien 1999: 39). que el 8 de enero de 1550 comparecieron en
Participó en distintas acciones a favor de SM y Potosí los indios que allí residían entre los que
fue nombrado alcalde mayor de los cuatro su- estaba '·Guanche, cacique principal del pueblo
yos (20/10/1555). Más tarde, participó en las de Copacabana del repartimiento del Licencia-
informaciones sobre los incas a cargo del virrey do García de León y a Suca y a Tomaco princi-
Toledo (5/9/71) y fue luego acusado junto a pales ... ". Y más ade lante, " Parecio un cacique
otros nobles del Cuzco por el mismo virrey por principal que está en el asiento del pueblo de
conspiración. Fue sentenciado en Chucuito en Copacabana encomienda del Licenciado García
1572. Si bien LopeJoseph Mayta CapacAtauchi de León que dijo llamarse Churatopa ... " (AGI
dice descender de don Alonso TitoAtauche, no Justicia 667, N. l 1550, 3 piezas "Suplicación e
aclara su genealogía. información de testigos .... ").
66 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
Los interrogantes aquí planteados nos llevan con calumni as? ¿A instancias de quién y cuándo
finalmente al problema de la contextualización de tramaron las denuncias? Indudablemente, la visi-
la historia de don Baltasar Challco Yupanqui y de ta secreta fue el broche a una decisión ya tomada:
sus hijos. Específicamente, en qué momento se termin ar con e l espíritu lascasiano y apropiarse
inició el conflicto entre los caciques de Copaca- de las doctrinas.
bana y los dominicos, desde cuándo don Baltasar Según los testimonios de sus1hijos, don Balta-
estuvo gobernando el repartimiento y su vínculo sar estuvo unos cuantos años en Potosí y regresó
con la minería potosina. a Copacabana con su familia empobrecido por
Es conocido que el enfrentamiento entre el hab er servido a SM y temeroso a morir. Queda
virrey y los dominicos comenzó forma lmente en muy claro en las memorias, según las declaracio-
Lima en 1570 y se intensificó en el Cuzco con el nes de sus hijos y varios testigos que don Baltasar
pro vincial fray Alonso de la Cerda hacia 1571 y fue legitimado en su cargo de cacique principal y
en los años subsiguientes, por no aceptar la res- go bernador de Copacabana por el virrey y fu e un
tauración del Real Patronato, la distribución de importante co laborador de su programa ya que
las doctrinas de los indios y la reformulación de participó en el proyecto de organización de las
las parroquias, por su ideario lascasiano y por redu cciones y amojonamiento de tierras en
entorpecer el reorden amiento económico de la Chucuito, Pacajes, Paucarcolla y Capachica7 . Esta
provincia de Chucuito. Toledo había salido de legitimación le brindó al menos un reconocimien-
España con un a agenda al respecto después de la to ante el Rey que antes no poseía. También Toledo
reunión de la Junta Magna ( 1568) que incluía el designó a su hijo en el cabildo de indios y les
problema de las órdenes reli giosas. El Provincial aseguró privilegios y tierras. Habría que ver si la
de la Cerd a no aceptó las impo s icion es y organización de las reducciones, reordenamiento
condicionamientos del virrey y este ordenó al Li- de tierras y nombramiento de autoridades étnicas
cenciado Recalde que tomase la posesión de las fueron efectuadas antes de la visita general de fray
propiedades eclesiásticas y nombrase a los nue- Pedro Gutierrez Flores ( 1/ 1573) debido a que so n
vos clérigosº. Ev identemente, la trama contra los procesos que exigen una sucesión en el tiempo. Al
dominicos se vino cocinando con anterioridad a menos así lo sugiere Esp inoza Soriano quien cree
su expu lsión en noviembre de 1572 y en ella par- que fue reali zada po r Pedro Ortiz de Zárate en
ticiparon varios sectores con intereses divergen- 1572 (Espinoza Soriano 2003 :4 77). Esto podría
tes y entre ellos estaban el virrey, el obispo, la llevar el nombramiento toledano de cacique a unos
audiencia de La Plata y los caciques. No son trans- meses atrás.
parentes las causas por las cuales se enfrentaron De no haber ocurrido esto, cabe preguntarse
los caciques contra los frailes que incluso los lle- también qué alcances tenía y qué funciones jerár-
varon a romper el antiguo y provechoso pacto de quicas cumplía don Baltasar de haber sido caci-
silencio donde ambos acallaban los abusos del otro que antes de la designación toledana. Llama la
(falta de adoctrinamiento, enriquecimiento/ido la- atención que a diferencia de otras memorias, como
trías, poligamia). Como ha señalado Glave, al la de Colque Guarache, donde argumenta que el
menos a principios de 1572 el cacique don Baltasar derecho al cacicazgo es por sucesión y no por
estuvo fuer1emente involucrado en las denuncias título de mercedes, la memoria presentada por los
contra los frailes. Tampoco hay que descartar que hijos de don Baltasar, expresamente invoca que
haya sido antes, ya q11e el virrey Toledo estuvo fue gobernador y cacique ·'por nombramiento en
en el Cuzco desde el 1571 y los vínculos entre los su primer repartimiento y retasa del seí'íor virrey
familiares asentados en las parroquias del Cuzco don Francisco de Toledo" , es decir por merced y
con los de Copacabana eran fluidos. ¿Por qué se no por sucesión. Si era cierto que ya era un caci-
sumó el cacique a desacreditar a los frai les, tal vez que con los mismos atributos que le confirió/con-
6 Según un memorial al Rey presentado en nom- 7 En su probanza, don Miguel Chuquimia dice
bre del Provincial, Toledo no solo maltrataba a que don Baltasar ''cuando ordeno e hizo el re-
los dominicos sino que hizo correr la voz de que partimiento el señor virrey don Francisco de
habían renunciado a las doctrinas y que en los Toledo se halló como cacique y gobernador de
informes habían declarado sus enemigos (Vargas este pueblo como consta de la retasa y división
Ugarte 11 1981:187) de tierras con los del pueblo de Yunguyo."
68 Revista Andina
__ Mercedes del Río: Nuevas evidencias sobre los Acustupa y Viracocha Inga de Copacabana
firmó Toledo ¿por qué sus descendientes necesi- JULI EN , Catherine J. , Kristina Angelis-
taron justificar la calidad y rango de don Baltasar HARMENING y Alexander VOSS (eds.)
a través de la legi timación del virrey? ¿F ue nece- 1993 Toledo y los Lupacas: las lasas de 1574
sari a la mediación de Toledo porque habí a otros y 1579. Bonn: Holos.
parientes o candidatos con más derecho al cargo?
En todo caso, don Baltasar y su hermano abando- MEDINACE,, LI , Ximena
naron las actividades vinculadas con la minería 2003 ¿Nombres o apellidos ? El sistema no-
potosina y regresaron a Copacabana en una co- minativo Aymara. Sacaca siglo XVII. La
yuntura de ten sión contra los frailes que supieron Paz: IFEA-IEB .
aprovechar de la mano del virrey. Habría que ver
entonces si la tensión por los cargos se trasladó a MEIKLEJOHN , Norman
la generación siguiente (Viracoch a/Churatopa; 1988 La Iglesia y los Lupacas de Chucuilo
anansaya/urinsaya) resuelta simbólicame nte con durante la Colonia. Cusco: CERA Barto-
la organización del culto mariano. lomé de las Casas.
No hay demasiadas certidumbres respecto a
porqué don Francisco Tito Yupanqui eligió la MELÉNDEZ, Juan
imagen de la virgen de La Candelaria en lugar de la 1681-82 Tesoros verdaderos de las Indias. His-
de San Sebastián para la cofradía que estaban or- toria de la Provincia de San Juan
gan izando sus hermanos, aunque los cronistas nos Baptista del Perú de la Orden de los
ofrecen algunas pistas. En efecto, Ramos Gavilán Predicadores , 3 vol. Roma.
estima que la elección se dio en Potosí mientras
que fray Ju an de Meléndez sostiene que en la NOEJOVICH, Héctor
parroquia de San Pedro, anexo del Convento de 2002 ·'Las visitas de Chucuito en el siglo XVI:
los dominicos en Potosí, la imagen de Nuestra en torno a la visita secreta". En: J. Flo-
Señora de la Cand elaria era muy popular y una res Espinoza y R. Varón Gabai (eds.),
·' . .. devoción de toda aquella villa y de la comar- El hombre y los Andes: homenaje a
ca" (Meléndez 1681 :611 ). Es razonable pensar Franklin Pease G Y. Lima: Pontificia
entonces que el culto y devoción mariana estuvo Universidad Católica del Perú.
más vinculado a Potosí que al C uzco.
Los documentos aportados por los comenta- NOWACK, Kerstin y Catherine JULIEN
ri s tas aclaran aspectos de la historia de 1999 " La campana de Toledo contra los se-
Copacabana y generan nuevas y fértiles pregun- nores naturales andinos: el destierro de
tas que considero no alteran en sustancia las pro- los incas de Vilcabamba, Cuzco". Revis-
puestas de este trabajo. Por el contrario estarían ta Historia y Cultura 23 , 15-81.
enfatizando que Copacabana es un caso realmen-
te clave e interesante, con algunas evidencias fir- PÁRSSINEN, Martti
mes y múltiples espejismos que exigen mayor 2003 Tawantinsuyu. El estado inca y su orga-
investigación. nización política. Lima: Instituto Fran-
Nuevamente, vuelvo a agradecer a todos mis cés de Estudios Andinos-Pontificia Uni-
comentaristas y también al editor de la revista, versidad Católica del Perú-Embajada de
Pablo Sendón, por la oportunidad de abrir este Finlandia.
tema a la di scusión.
VARGAS UGARTE, Rubén
Bibliografía 1981 Historia General del Perú. Virreinato.
Lima: Milla Batres.
ESPINOZA SORIANO, Waldemar
2003 " Alonso Ramos Gavilán. Vida y obra ZUIDEMA, Tom
del cro'nista de Copacabana". En: W. 1967 " Descendencia paralela en una familia
Espinoza Soriano (comp.). Temas de indígena noble del Cuzco". Fénix 17, 39-
etnohistoria boliviana. La Paz: Produc- 62.
ciones CIMA, 467-541.
Resumen
Abstract
cave, an intense research program in the region begins in 2005. Results indicate an important
occupation of the territory during the Middle Horizon, which is associated to the working
operation ofthe existing metalliferous mineral deposits in the same region and its consequent
metallurgical and silversmith production.
Hasta hace pocos años, las informaciones disponibles sobre el pasado prehispánico
de la región localizada al este del Salar de Uyuni se resumían básicamente a los datos
recogidos por la misión francesa de Crequi de Monfort a comienzos del siglo XX ( 1906), a
investigaciones desarrolladas mucho más tarde por !barra Grasso ( 1973) y a algunos materia-
les funerarios que circulaban en diferentes colecciones de Bolivia, como es el caso de aque-
llos originarios de la "Cueva de Pulacayo". En este sentido, la arqueología de Pulacayo se
contrasta con la de sus regiones vecinas sobre las cuales se poseen mayores conocimientos:
el Área Intersalar (Lecoq 1999), Yura (Lecoq y Céspedes 1997 a y b) y Céspedes y Lecoq
( 1998) y los Lípez (Arel lano y Berberián 1981 , N ielsen 1999). En este trabajo presentaremos
de manera sintetizada los resultados alcanzados en los cuatro años de investigaciones
llevadas a cabo en la región de Pulacayo. Los nuevos datos arqueológicos ponen en eviden-
cia el desarrollo de una sociedad compleja durante el primer milenio de nuestra era en un área
considerada hasta hace poco tiempo como internodal y escasamente poblada.
A comienzos de los años 1990, un joven de la región descubre y excava una cueva
situada en el paraje denominado Juch ' uypampa (Fidel 1993), a dos horas de marcha del
campamento minero de Pulacayo. Del interior de la cueva exhuma una fabulosa colección
funeraria, en la cual se destacan varios finí simos tejidos de estilo Tiwanaku y San Pedro de
Atacama, entre muchos otros materiales (Agüero 2007, Céspedes 2000). Poco tiempo des-
pués, el joven inicia un recorrido por diferentes museos y coleccionistas particulares de
Bolivia con la intención de vender los "tesoros" recuperados. Sin éxito en su emprendimiento
y expuesto a tener problemas legales con las· autoridades nacionales, intenta vender estos
objetos fuera de Bolivia. Ante el peligro de que esta colección fuese desmantelada, el Museo
de ASUR de Sucre 1 efectúa la compra de un conjunto de tejidos y otros materiales2, al mismo
tiempo que inicia una dinámica de investigación para la cual se invitaro n investigadores de
Bolivia, Chile y Estados Unidos.
La cueva yace a unos 5 km al sudoeste de la localidad de Pu lacayo, en un paisaje de
altiplano que alterna colinas y valles de altura sobre los 3850 msnm . Se trata de una pequeña
ASUR (Antropólogos del Surandino). La adquisición fue realizada con aportes propios y recursos de
la Embajada de los Países Bajos y de la CAF.
2 El resto de la colección se encuentra depositada en el Museo Universitario de Potosí.
72 Revista Andina
Pablo José Cruz: Tumbas, metalurgia y complejidad social
cavidad formada por la erosión hídrica, la cual se encontraba cerrada por un muro externo de
piedra y argamasa (Céspedes 2000). Según información brindada por el autor de la excava-
ción, y análisis realizados posteriormente por Costa Junqueira (2003), del interior de la cueva
fueron exhumados un número de cinco individuos parcialmente momificados: tres adultos y
dos niños. Entre ellos se destacaba un adulto que vestía un unku polícromo decorado con
motivos antropomorfos de estilo tiwanacota que, según Agüero (2005 , 2007), representa al
personaje del dintel de Kantatayita. Se trata de una de las primeras evidencias de la presencia
de materiales de estilo Tiwanaku en un territorio por entonces desconocido. Sin embargo, lo
extraordinario de este unku no es solo el hecho de que ll eva estos diseños iconográficos,
sino que está realizado con un programa textil que lo ubica, sin lugar a dudas, en la región del
Titicaca (V. Cereceda, comunicación personal 2008). En los cuerpos restantes, y juntos a
estos, se recuperaron numerosos textiles y objetos de estilo tiwanacota y atacameños. Un
análisis de 14C realizado sobre un fragmento de hueso originario de este contexto arrojó un
resultado de 1250 +/- 40 años BP3, lo cual nos da una fecha calibrada situada entre 674 y 874
años de nuestra era. Desde el inicio mismo de los estudios, la interpretación de la cueva
estuvo, sin embargo, condicionada por el relato del joven saqueador, quien incluso realizó
una filmación de este evento como prueba de la veracidad de su hallazgo . La presentación de
la cueva, en tanto que descubrimiento fortuito y excepcional en un territorio despoblado,
persiguió dos claros objetivos: por un lado evitar cuestionamientos sobre la veracidad de las
informaciones divulgadas y origen de los materiales y, por el otro, disminuir el interés en
realizar investigaciones de campo, las cuales podrían poner en evidencia otras tumbas sa-
queadas o intactas. Partiendo entonces del "supuesto" de que se trataba de un descubri-
miento casual en una zona en la cual las prospecciones señalaron que se encontraba despo-
blada "a no ser por entierros aislados" (Céspedes 2000), la cueva fue considerada como el
testimonio del entierro excepcional de caravaneros tiwanacotas, varios de los cuales habrían
fallecido, según el estudio paleopatológico, de muerte violenta durante su travesía (Costa
Junqueira 2003). 4
A partir de 2005 , desde ASUR se desarrolla un nuevo programa de investigaciones
destinado a contextualizar más detalladamente la Cueva de Pulacayo dentro del ámbito
regional5 (figura I ). Con este objetivo, y basándonos en las infonnaciones sobre varios otros
sitios funerarios saqueados en la región, se planteó la hipótesis de que estos lugares eran el
testimonio de prácticas funerarias locales. Para resolver esta hipótesis, el programa de inves-
tigación se centró en los primeros años en una intensa campaña de prospección que permitió
el registro de a) otros sitios funerarios así como b) sitios de habitación. Las prospecciones
cubrieron un área aproximada de 250 km 2 y, dependiendo del relieve, estas fueron llevadas de
manera sistemática y predictiva: afloramientos rocosos para el registro de los sitios funera-
rios , y las riveras de los ríos y arroyos para los sitios de habitación . La gradiente altitudinal
(hasta los 4100 msnm) y el relieve determinaron prospectar en esta primera etapa el área sur
de Pu lacayo. Los sitios registrados fueron georreferenciados con G PS y en su mayoría se
realizaron relevamientos fotográficos y planialtimétricos, así como un exhaustivo muestreo
del material de superficie. Por su parte, las excavaciones de estructuras funerarias y sitios de
habitación se realizaron de manera contextual, siguiendo niveles estratigráficos naturales y
culturales.
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Salar de Uyuni
Oruro• \ Uyuni
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• Potosi
74 Revista Andina
Pablo José Cruz- Tumbas , metalurgia y complejidad social
O S,t,os de hab1tac1ón
~ Jaras r-1
L.:.:J
l'ammo, prch1,pm11..:o•·
I IM- l)fl. Jnl...t
Camm(1, prch1•r:ini~11~
.:. Si tios tu nera, 10s IIM-DR
nuevos registros de Pulacayo dan cuenta de una intensa ocupación de la región durante el
Horizonte Medio, la cual, como veremos más adelante, se encuentra relacionada con la
explotación de yacimientos mineros y el trabajo de los metales .
,.
76 Revista Andina
Pablo José Cruz: Tumbas, metalurgia y complejidad social
Los sitios funerarios registrados en Pu lacayo se localizan todos ellos sobre las lade-
ras orientales de los cerros y colinas, principalmente en afloramientos rocosos remarcables y,
en menor medida, en pequei'ias cavidades erosionadas. Ll•S sitios comportan un número
variab le de una a seis tumbas que pueden ser individuales o colectivas. Estas últimas llegan
a contener un número máximo de hasta 20 individuos 6 .7 . En su lado exterior, las tumbas fueron
en su mayoría cerradas con un muro de piedra y argamasa, dejando un pequeño vano de
comunicación por el cual irrumpe el sol de la mañana (figura 4).
PEliiA
MURO
- lm
lm
PULAC03ESTRUCTURA1
lm
Del interior de las tumbas saqueadas se recuperaron una gran cantidad de materiales
que escaparon a la atención de los saqueadores: entre ellos se destacan restos de recipientes
cerámicos, principalmente de estilos Yura y Puqui - aunque también fragmentos correspon-
dientes a un keru anular de estilo Tiwanaku, recipientes en cestería y en calabazas, una gran
cantidad de segmentos de flechas y de arcos, fragmentos correspondientes a diversos tipos de
textiles, cucharas de madera (figura 5) y diversos útiles textiles realizados en madera y hueso.
Igualmente, se destacan las recurrentes ofrendas de pequeños bloques de sal (figura 6) y maíz.
78 Revista Andina
Pablo José Cruz: Tumbas , metalurgia y complejidad social
997- i 155 años d. C. 8 En tre los sitios funerarios 111tactos o parcialmente saq ueados, se desta-
ca el sitio de Yanaqaqa (PO 17). Este se encuentra localizado en la parte superi or ele la ladera
este de una co lina que se identifica a la distancia por su coloración negruzca , aspecto dado
por el afloram iento sobr( toda su superficie de rocas volcánicas./\ la fecha , fueron registra-
dos en Yanaqaqa cuatro espacios funerarios intactos: una tumba colectiva de grandes di-
mensiones (PO 17-03), dos tumbas individuales (PO 17-01 y 04), una tumba múltiple que conte-
nía un niiio y un párvulo (PO 17-05)°, y otras dos tumbas saqueadas íntegramente . Las tumbas
individu ales correspondían ambas a adultos de sexo masculino, los cuales fueron deposita-
dos dentro de un espacio colmatado en posición genuflexa lateral y acornpai'íados ambos de
un arco, un o o dos manojos de flecha s - muchas ele ellas con decoración polícroma- , atuendos
(gorro con cuatro apéndices, fragmentos de tejidos) y ofrendas de recipientes en cerámica y
en cestería (figura 7). Es importante señal ar que las flechas halladas en estas tumbas son
se mejantes a aquellas otras halladas en la Cueva de Pu lacayo (De Souza 2000) y en la mayoría
ele la s tumbas registradas en la región. De un largo variable entre 75 cm y 62 cm, estas flechas
se componen de un cabezal y un astil generalmente decorado en su segmento distal con
1incas y bandas de diversos colores (principalmente blanco, celeste, ocre y negro). El cabezal
se compone, a su vez, de un proyccti ! lítico (cuarcita o basaltos) y un eje extraíble en madera .
En cuanto a los arcos, estos poseen una longitud de entre 0,90 y I m, y están realizados en un
so lo componente de origen no identificado aún (figura 8).
1O Una gran cantidad de restos óseos humanos yacen dispersos sobre y en el sedimento alterado de la cueva.
80 Revista Andina
Pablo José Cruz: Tumbas, metalurgia y complejidad social
_____ ______________
Q___JOcm
...___ ..,;.. ~
14
Q..._JOcm
B D A
E
Pulac 017..()3
Croquis de planta
o 10 c m
Figura 11: Orejera en aleación de cobre hallada en PO 17-03 y dibujo de huaco retrato
Tiwanaku portando un adorno similar (Posnansky, 1957).
82 Revista Andina
Pablo José Cruz. Tumbas , metalurgia y complejidad social
madera formalizado hallado en esta cueva arrojó un resultado de 1178 +/- 68 años BP, lo que
da un rango ca librad o de 687-987 d.C. 11 /\si mismo, una ultima tumba intacta fue registrada en
Yanaqaqa. sobre un nivel inferior de las tumbas anteriormente descritas y por debajo de una
roca ele gran tamaño. Aquella contenía los restos de dos niiios, uno de ellos, parcialmente
momificado, de aproximadamente 2-4 años, y el otro, ap1 oximadamente entre 1-2 años.
Significativamente, los entierros estaban acompañados de ajuar (collar con cuentas de tur-
quesa) y ofrendas de recipientes cerámicos y cestería, situación que señala una temprana
adquisición de la identidad social. A estos registros se suma una tumba mdividual (PO 15)
localizada en cercanías del sitio de habitación y producción metalúrgica P050, sobre el cual
trataremos más adelante. Se trata de una tumba de pequeñas dimensiones situada por debajo
de un alero sedimentario, al margen de una torrentera, en un sector poco de poca visibilidad.
La tumba contenía los restos de un sólo individuo, adulto de sexo masculino, el cual fue
depositado en un espacio colmatado en posición dorsal y genutlexa (figura 12). El cuerpo se
encontraba acompañado por la ofrenda de un recipiente queri forme de estilo Yura , una pala
lítica de gran tamaño depositada sobre el cuerpo y un recipiente en cestería.
O 20cm
,-••••::::::
12 El modo de entierro en espacio colmatado es puesto en evidencia tanto por la presencia de una
pequeña fosa como por la conexión estricta de las piezas anatómicas (ausencia de movimientos
gravitaciona les).
84 Revista Andina
Pablo José Cruz: Tumbas, metalurgia y complejidad social
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Registro de sitios fun erarios en la región de estudio
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roo Pulacayo
colectiva
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Tanto los sitios funerarios, como los sitios de habitación y los campamentos
caravaneros correspondientes al Horizonte Medio registrados en Pulacayo se encuentran
representados principalmente por los estilos cerámicos conocidos como Yura y Puqui (!barra
Grasso 1973, !barra Grasso y Querejazu Lewis 1986, Lecoq y Céspedes 1997 a y b, Céspedes
y Lecoq 1998, Lecoq 1999, Cruz 2007, Michel 2008). Dentro de esta, se demarcan los estilos
Yura poligonal y geométrico identificados por Céspedes y Lecoq ( 1998). No obstante, en
Pulacayo, la demarcación entre estos estilos no es siempre evidente y, en ocasiones, ellos se
confunden sobre el espacio plástico de una misma pieza. De manera general, se trata de
cerámicas con pastas compactas, con antiplásticos finos y medianos, y cocidas en atmósfera
oxidante. Entre las fonnas más comunes de la cerámica Yura, se destacan diferentes tipos de
pucos: subglobulares y subtroncónicos evertidos con bases rectas o con pedestal. También
se encuentran vasijas subglobulares con bordes evertidos o levemente evertidos, con o sin
apéndice lateral, y base recta; y con menos frecuencia, vasos de aspecto queriforme con
contornos levemente redondeados, rectos y/o acanalados, semejamcs en su fonna a los
querus Tiwanaku. Los motivos Yura fueron pintados mayoritariamente en negro sobre el
naranja natural de la pasta, en menor número con pintura marrón o negra sobre fondo crema
o engobe blanco y/o gris, y raramente sobre engobe anaranjado o rojizo . Los motivos mues-
tran bandas y guardas geométricas (series de óvalos, líneas ondulantes, triángulos, círculos,
etc.) y algunos diseños figurativos como «cuernos ondulado» o «2» . Por su parte, en la
cerámica rústica, generalmente sin decoración, se destacan por su frecuencia los pucos
subglobulares con base en pedestal y con impronta en cestería, así como varios tipos de
vasijas medianas y grandes: subglobulares, con o sin cuello, con o sin asa, con bordes
evertidos o levemente evertidos y bases rectas o con pedestal. Con menor frecuencia, fueron
identificados algunos fragmentos con decoraciones propias de otras regiones como: Cabuza,
Taltape y Tiwanaku.
86 Revista Andina
Pablo José Cruz: Tumbas , metalurgia y complejidad social
Por sus grandes dimensiones y complejidad, entre los sitios de habitación registrados
en Pu lacayo se destaca el sitio POSO. Este se encuentra localizado en la intersección del río
Escaramayu con un pequeño arroyo estacional. Con una superficie total aproximada de 1600
m2, se trata de un sitio multicomponente que registra tres ocupaciones, una ocupación
subactual puesta en evidencia por un pequeño conjunto de habitaciones y dos ocupaciones
prehispánicas correspondientes al Horizonte Medio y al Período de Desarrollos Regionales .
Cabe señalar que en cercanías del sitio, pasa un sendero tropero prehispánico (sensu Berenguer
2004) que comunica, en un sentido este-oeste, las planicies del Salar de Uyuni con los valles
de Yura. Si bien el sitio registra testimonios de dos períodos prehispánicos, es el correspon-
diente al Horizonte Medio el que resulta más significativo. El período de los Desarrollos
Regionales, sobre el cual no nos ocuparemos aquí, se pone en evidencia solo por la presencia
en la superficie de fragmentos cerámicos que muestran estilos regionales. Por su parte, el
Horizonte Medio se encuentra representado por numerosas estructuras de habitación y
otras asociadas con la producción metalúrgica (figura 14). Estas actividades productivas
parecen organizarse en tres sectores : (a) un amplio sector destinado a actividades
mineralúrgicas y metalúrgicas, (b) otro en el cual se localizan un conjunto de construcciones
de planta rectangular y subcircular, (c) y sobre el otro lado del río Escaramayu, un amplio
sector ocupado por estructuras metalúrgicas y varios recintos rectangulares y subcirculares.
Este último sector fue identificado como POS 1. El primero de ellos (a), de aproximadamente 500
m2, se pone en evidencia en la superficie por una muy densa cantidad de fragmentos de
paredes vitrificadas de antiguas estructuras de combustión, artefactos líticos, fragmentos
cerámicos con diversos estilos, bloques de piedra pómez, escorias, restos de mineral, gotas
de cobre y algunos objetos de cobre y bronce. La distribución y densidad de estos materiales
sobre la superficie sugieren la existencia de dos áreas productivas diferenciadas, una proba-
blemente destinada a actividades de preparación del mineral - puesta en evidencia por una
mayor densidad de fragmentos de mineral molido- y otra donde se realizaron actividades
metalúrgicas. En esta última se registraron al menos tres estructuras de combustión metalúr-
gicas enterradas, una gran densidad de paredes de hornos, fondos de hornos primarios,
escorias de mineral de cobre y diversos útiles: manos , morteros, yunques, alisadores, etc.
\U 1SB
88 Revista Andina
Pablo José Cruz: Tumbas, metalurgia y complejidad social
.,,
figura 14: Planimetría del sitio POSO.
SITIO PULAC050
ESCARA
\
PROYECTO ARQUEOLÓGICO
PU LACAYO
'J
.,.•, D ..,, ..
Construccio nes
,; subactua les
..
o
Área concentración .,. ,
de mineral de cobre
o 20 M
ll ¡~ H1
(;. 6
1.
,;_A Secior metalúrgico
s
"'1
'\¡,
13 l.os estudios arquco111c1alúrgicos del l'royccto Pulacayo son desarrollados por l lcather L.cchtman.
90 Revista Andina
Pablo José Cruz: Tumbas, metalurgia y complejidad social
Pulac 050 HI
Planta
ltdl~IIOS#JHctu.J
ntr111usfllkraliqs
/
.Sedimento consolidado (adobes?) rubcfactado
!Sedimento suelto rubcfoctado
[J Muroeste
.Capa esconficada
PuJacOSOHI
c__...__
/,,-;:,;/
_,2m
PULAC050 UR1
....
······
92 Revista Andina
Pablo José Cruz: Tumbas, metalurgia y complejidad social
Los estudios realizados en el sitio POSO revelan que se trata de un complejo estable-
cimiento productivo donde se encuentran representadas todas las etapas de la cadena
operativa en la producción de metal y objetos metálicos: mineralurgia, metalurgias primaria y
secundaria y orfebrería, además de contar con sectores y espacios habitacionales. La densi-
dad, tamaño y complejidad de los sectores y estructuras asociadas con estas actividades
señala una escala de la producción maximizadora y especializada, la cual es más conocida en
los Andes Meridionales durante los períodos de Desarrollos Regionales e lnka (Van Buren y
Milis 2005, Cohen et al. 2008, Téreygeol y Castro 2008, Cruz y Absi 2008).
Con respecto a las fuentes de mineral de cobre, es muy probable que el principal
yacimiento explotado haya sido el mismo centro minero de Pulacayo, a unos 10 km del sitio.
La localización elegida para la instalación del sitio a una cierta distancia del centro minero de
Pulacayo responde posiblemente a la necesidad de aprovisionamiento en leña (principal-
mente thola), la cercanía al río Escaramayu, cuyo curso es hoy en día pennanente y al
resguardo del rudo clima de altura que brindan las cuencas. Otro elemento que puede estar
relacionado con la localización del sitio es la posibilidad de abastecimiento de piedra pómez,
abundante en el río Escaramayu y en las colinas circundantes. La presencia de abundantes
bloques de piedra pómez en todos los contextos estudiados de POSO señala su utilización en
alguna etapa del proceso de producción de metales. Al respecto, en su diccionario, Barba
( 163 7) señala su uso indígena en las fases finales de la producción de objetos metálicos. 17
Muchos son los elementos que vinculan el sitio de POSO con los sitios funerarios
registrados en Pu lacayo. Por un lado, los fechados obtenidos en POSO, Yanaqaqa y la Cueva
de Pu lacayo, se muestran coherentes entre sí y señalan en conjunto una ocupación entre los
siglos VI y IX de nuestra era. Significativamente, análisis de muestras de mineral de cobre y
16 Sobre el total de fra gme ntos cerámicos con estilos Yura hallados en los dos recintos. un 70% corres-
ponden al R2 y el restante 30 % al recinto R 1.
17 ·' Piedra pómez, volcánica esponjosa, frágil de color agrisado, y fibro sa que raya e l vidrio y sirve para
desgastar y pulir'' ( 163 7: 290) .
94 Revista Andina
Pablo José Cruz: Tumbas, metalurgia y complejidad social
•·' ~-----~ 1m
Muro ~ - - - . . . . . . / Muro
escorias procedentes del sector metalúrgico de P050, realizados por Lechtman (comunica-
ción personal, 2007), muestran una firma isotópica muy próxima a las muestras de mena del
yacimiento de Pulacayo y de un brazal de bronce hallado en la famosa cueva (Lechtman y
McFarlane 2005, 2006). Resulta así muy probable que el brazal hallado en la Cueva de Pu lacayo
haya sido fabricado, con mineral del yacimiento de Pulacayo, en el sitio P050. De la misma
manera, un fragmento correspondiente a un pequef\o recipiente tronconifonne evertido,
hallado en la superficie de P050, reveló en su composición una relación cobre-estaf\o cercana
a la del brazal de la famosa cueva.
Discusión
96 Revista Andina
Pablo José Cruz: Tumbas, metalurgia y complejidad social
***
Agradecimientos: A Verónica Cereceda y a Heather Lechtrnan por el constante apoyo
moral , intelectual y material brindado en la investigación. A la Selz Foundation que financió
las investigaciones desde 2006 y a la Fundación ASUR por el apoyo logístico y préstamo de
vehículos. A Javier Escalante y Freddy Arce (UNAR) por la autorización para realizar inves-
ti_g aciones y por la colaboración brindada en los trabajos de campo. A Jean Vacher (IRD), Luc
Ortileb y Magloire Mandeng Yago de la UR055 Paléotropique IRD por habernos facilitado
cuatro fechados AMS . Agradezco a Axel N ielsen, José Berenguer y Martín Giesso por haber-
me enriquecido con sus observaciones y reflexiones, y a los cuatro lectores anónimos que
leyeron una versión preliminar de este trabajo. Finalmente, agradezco a los dos evaluadores
de Revista Andina por sus comentarios.
98 Revista Andina
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Cueva PU-0 1
Cl 674- 874
de Horizonte Medio Geochron Óseo 1250 ± 40
Capa ! d.C .
Pulacayo Laboratories
Horizonte Medio
Tumba P3 997-115 5
Desarrollos P03 UR055* Madera 977 ± 30
colectiva Capa 2 d.C.
Regionales
Tumba P 17-3 PO17-3 687 - 987
Horizonte Medio Madera 1178 ± 68
Colectiva Capa 2 UR055* d.C.
Recinto URl Rl POS O-A 563 - 889
Horizonte Medio Carbón 1330 ± 83
POSO Capa 2 UR055* d.C.
Recinto UR l R3 Formativo P05 0-B 140 - 390
Carbón 1755 ± 37
POSO Capa 2 Horizonte Medio UR055* d.C .
Ca libración realizada m.:diantc OxCal versión 4. 1. ©C hristopher Bronk Ramscy, 2009
Paléotropiquc, Laboratoirc des Mesures Carbone 14 UMS2572.
Laurent Segalini
Resumen
Abstract
Based on archivistic documentation, this article aims to provide new data about the
estate ofthe inca aristocratic groups in the Cuzco valley before the reforrns promoted by the
spanish administration in the 1560s and the 1570s. Moderating the function ofthe ceques in
the territorial structuration ofthe valley, the documentation enables also to reconsider partially
its occupation pattem, emphasizing the importance ofthe villages scattered around the city.
Finally, the analysis of the general outline suggests the existence of hardly compatible
principies of organization denoting a planning effort that could not manage t0 assimilate the
real social structure.
Introducción
1 Veáse, por ejemplo, Rowe (1967: 59-76 y 1985 : 33 -73), Zuidema ( 1978, 1983, 1990).
2 Sherbondy ( 1986: 39-74). A partir de un trabajo de campo sobre las ti erras de Aucaylli panaca, Sucsu
panaca y Capac ay llu, Sherbondy propuso que los ceques de estos grupos marcaban secciones de
canales de riego y, por consiguiente, espacios agrícol as que debían control ar (Sherbondy 1979: 5 1),
suponiendo as í una rel ación directa entre el espacio determinado por los ceques y la propiedad de
tierras. Un modelo que después propuso extender a todos los grupos cuzqueños (Sherbondy 1986: 55).
imagen persistente de una realidad atemporal y sin costuras, tal vez debida a una influencia
duradera del neoplatonismo garcilasiano.
El material, recopilado en los archivos peruanos (Archivo Histórico del Cuzco, Archi-
vo General de la Nación) y españoles (Archivo General de Indias) se compone, sobre todo,
de documentos de los siglos XVI y XVII: títulos de propied ad individual o colectiva, testa-
mentos, cartas de venta, pleitos y, sobre todo, registros de "composición de tierras" de 1595,
a veces reutilizados posterionnente en procesos jurídicos. Con el fin de llenar las cajas reales,
Felipe II había mandado hacer, a cambio de pago, confinnaciones de los títulos de propiedad
de los españoles instalados en el Perú, mientras que, por otra parte, se decidió la atribución
nominal de terrenos a los miembros de las comunidades indígenas, dejándoles la superficie
necesaria para sobrevivir y librando así tierras vendibles en beneficio de la Corona. En el
siglo XVI, la composición de tierras constituía la última etapa de la reorganización española
del valle del Cuzco, después de las reducciones promovidas por el Virrey Toledo a principios
de los años 1570, que habían agrupado en pueblos nuevos a las poblaciones diseminadas
para facilitar su control religioso, jurídico y fiscal. En ese momento, se crearon en el Cuzco
tres nuevas parroquias (Hospital de los Naturales, Santiago, San Jerónimo) que fueron
agregadas a las cinco ya existentes (Ntra. Señora de Belén, San Bias, San Cristóbal, San
Sebastián, Santa Ana), fundadas en 1560 sobre la urbanización incaica. A pesar de las altera-
ciones provocadas por las intervenciones españolas que impiden una reconstitución deta-
llada de la realidad prehispánica, los datos son suficientes para comprobar la continuidad de
la repartición territorial de los linajes reales desde la época de fundación de las primeras
parroquias.
Cuando se crearon las primeras parroquias, la mayor parte de los miembros de las
panacas Chima (linaje de Manco Capac) y Raura (o Raurahua - linaje de Sinchi Roca-) fue
integrada en lajuridicción de la parroquia de San Sebastian, con excepción de algunos Chima
que lo fueron en la parroquia de Belén.3 A pesar de ser escasos, los documentos sobre las
posesiones de ambos grupos penniten localizar con relativa precisión la zona que ocupaban
en los albores de la época colonial.
3 En 1581 , diez personas piden exención fiscal en calidad de "descendientes de Manco Capac del ayllu
Chima de la parroquia de Belén" (AHC, Corregimiento, leg.49, cuad. 30, 1768, f. 4) .
embargo, parte de los primeros ocupantes de Tambusqui conservaba tierras cercanas: los
terrenos comprados por Julian de los Ríos lindaban por una parte con la parroquia de Belén
y por otra con tierras de Raura panaca, en la parroquia de San Sebastián:
Bauer propuso identificar el "cerro redondo" de Tambusqui con el actual Muyu Orco
que domina el pueblo de Wimpillay (Bauer 2000: 131 ). Un pueblo de este nombre, transcrito
como "Umpillay", "Binbilla" o "Membilla", existía en esta zona desde la época incaica.
Ubicado "enfrente de la parroquia de San Sebastián" (Cobo 1956: 118), allí habían sido
edificadas estructuras dedicadas al castigo de los criminales4, justificando su nombre de
"Mazmorra, o prisión" 5 •
Otros documentos confirman la antigua presencia de los Chima y Raura cerca de
Wimpillay. Un extracto del libro de repartición de tierras de Raura panaca (1595), presentado
en 1705 durante un pleito que oponía Francisco Rauraua, principal de Raura panaca, con
Luis Tecse, principal de Chima panaca6, evoca varias veces las tierras llamadas Chilcaray,
cerca de dicho pueblo (AHC, Corregimiento, leg. 28, cuad. 26, 1705, f. 2). Tierras ocupadas
antes de la repartición de 1595, como lo atestigua el testamento de 1581 donde Juan Cusí
Guanachiri, bisabuelo de ambas partes, dejaba "un topo de tierras en el dicho pueblo antiguo
[de Binbilla] el qua! sera poco mas o menos llamado Chilcaray" (AHC, Corregimiento, leg. 28,
cuad. 26, 1705, f. 18v).
Se desconoce la precisa extensión de las tierras de los Chima y Raura en los alrededo-
res de Wimpillay. Sin embargo, se sabe que las parcelas tocaban por un lado tierras de los
Apomayta. Un documento de 1650 señala la presencia sobre el cerro Tambusqui de "paredo-
nes y corrales" denominados Huacaychanca o Huacaycancha, "cárcel antigua del Inca" 7
"en el paraje de Vimpillay" 8 , que " lindan por un lado con las tierras del ayllo Apomayta" 9 .
Otro documento exhibido en 1674 por un representante de los Apomayta que reutilizaba los
4 " . .. crudelísima cárcel. Tenían la un quarto de legua del Cuzco y llamávanla Bimbilla" (Las Casas 1939:
258). ·' ... castigo de adulteras. Pregunta va ci se consentí an los dos para a ve llo de castigar ygualmente
fue sentenci ado a muerte tirandole piedras en el citio que ll amavan uimpillay" (Guarnan Poma de
Ayala 1989: f.307). " Si avía algunos motines o conjuraciones o levantamientos a los prern;:ipales y
más movedores ll evavan al Cuzco a buen recaudo, donde los metían en una caree! que eslava ll ena de
fieras como culebras, vívoras, tigres, oi;:os y otras savandijas malas" (Cieza de León 1996: 70 ).
5 "Vimbill a; mazmorra o prisión" (Santo Tomás 1952: 369). " Yinpilla. La horca en que <lavan trato de
cuerda por un día" (Gonzalez Holguin 1989: 353).
6 " Don Francisco Rauraua yndio principal del ayllo Rauraua reducido en la parroquia de señor San
Sebastián" contra "Don Luis Tecse principal de la parroquia de señor San Sevastián del ayllo Chima"
(AHC, C01Tegimiento, leg. 28, cuad. 26, 1705).
7 AHC, Corregimiento, leg. 55, cuad. 17, 1774, f. 4.
8 AHC, Corregimiento, leg. 20, cuad. 10, 1677, f. 3.
9 AHC, Corregimiento, leg. 55, cuad . 17, 1774, f. 17.
registros de 1595 confinna que las tierras del grupo lindaban "por un lado con tierras del
pueblo viejo de los yndios de Chimaraura"'º desde el siglo XVI.
Además de precisar un límite del territorio de los Chima y Raura, estos documentos
penniten evidenciar la importancia de Wimpillay en este contexto. Admitiendo la identifica-
ción del "pueblo viejo de los yndios de Chimaraura" con el "pueblo antiguo" evocado en
1581 por Juan Cusí Guanachiri que así designaba Wimpillay, se deduce que el pueblo habría
sido el lugar de residencia de los Chima y Raura antes de volverse "pueblo viejo" después de
la reducciones toledanas . De hecho, la designación de Wimpillay como "pueblo viejo" o
"pueblo antiguo" es posterior a 1572, y hasta esta fecha se observa una presencia continua
de miembros de Chima y Raura. En 1562, Alonso Puscon, principal de Raura panaca (Sar-
miento de Gamboa 2001: 65), era cacique de un "Binbilla" 11 aún ocupado por sus primeros
habitantes. La presencia de miembros de Chima panaca, conducidos por Diego Checo 12,
sigue confinnada en 1569. Entre las personas que comparecen en 1571 ante los funcionarios
del virrey que investigaban el pasado inca, se encuentran Francisco Guarnan Auqui, "des-
cendiente de Manco Capac", que reside en "Umpilla" y Diego Cayo Guallpa "de Yauracpanaca
(sic), descendiente de los yngas de Sinchi Roca", también residente de "Vimpilla" (Levillier
1935 , 2: 161 ). La presencia de los Chima y Raura en el pueblo debía ser aún anterior a la
creación de las primeras parroquias cuzqueñas en 1560: cuando hizo su visita preparatoria en
1559, fue en Wimpillay donde Polo de Ondegardo halló el bulto de Manco Capac y la momia
de Sinchi Roca (Sarmiento de Gamboa 200 I: 63, 65).
nombre "de los demas yngas ausentes residentes en las parroquias de nra señora de Be len
y del Ospital de los Naturales" (AHC, Notariales, Joan de Quiros, prot. 12, 1576-1577, f. 32).
Todos los documentos que encontramos acerca de las haciendas de los Uscamayta y
Hahuaynin corresponden a terrenos ubicados dentro de lajuridicción de las dos parroquias,
en el antiguo sector de Cuntisuyu. El documento más antiguo concierne a un pleito que
opuso en 1560 Juan Tambo Uscamayta y "los <lemas yndios consortes" con Francisco Cayo
Topa, hijo de Cayo Topa, el principal informador indígena de Cieza de León (Cieza de León
1996: 13), acerca de la propiedad de tierras que Francisco Cayo Topa debía heredar de su
padre: "tierras y chacaras en tenninos de la ciudad del Cuzco que se nombravan quinchapava
y amananguanaya ques serca del pueblo que llaman qualicanca guasi" (AHC, Corregimiento,
leg. 27, cuad. 8, 1693, f. 22/22v).
Cayo Topa, quien había colaborado con los conquistadores (Amado Gonzalez 2002 :
223), recibió las tierras de Quinchapua y Pomabamba de mano de Francisco Pizarra. 14 En
1544, Vaca de Castro confirmó esta posesión, otorgándole también otras tierras llamadas
"Amananguaynaya" o "Amonaya", cerca de la aldea de Gualcancaguasi, a cambio de los
terrenos de Pomabamba que Cayo Topa había cedido a la esposa de un vecino español
(AHC, Corregimiento, leg. 27, cuad. 8, 1693 , f. 23). Al pedir su hijo Francisco confirmación de
su heredad, Juan Tambo Uscamayta y consortes se oponen y reclaman sin éxito la propiedad
de los terrenos, antes de apelar invocando el hecho de que habían heredado estas tierras de
su antepasado Mayta Capac (AHC, Corregimiento, leg. 27, cuad. 8, 1693, f. 26v). Al cabo de
una detenida investigación, Polo de Ondegardo, encargado de la causa, sentencia a favor de
Juan Tambo Uscamayta. Según parece, el corregidor había justificado su sentencia alegando
el hecho de que, según las normas incaicas, los miembros de la mitad Hanan (como Cayo
Topa y su hijo) no podían poseer tierras ubicadas en el espacio de la mitad Urin (Sherbondy
1996, Zuidema 2002: 28).
El título de propiedad de Cayo Topa indica que las tierras de Gualcancaguasi eran
contiguas a las parcelas de la madre de Paullu, Añas Collque, denominadas "quequemacha-
guaya" 15, una alteración de "Collquemachacuay" como lo demuestra un auto de venta de
1592, en el cual se menciona " la quebrada que baja de Colquemachaguay" en relación con
terrenos ubicados en " Vilcancaguasi" 16 (Gualcancaguasi). Al contrario de Gualcancaguasi,
Collquemachacuay está bien documentado : eran canales de riego que bajaban del cerro
Puquín cruzando el barrio de Chaquilchaca, cuyas curvas elegantes justificaron según
Garcilaso de la Vega su nombre de "culebra de plata" (Garcilaso de la Vega 2003 : 491 ). El
manantial epónimo que alimentaba los canales está registrado en la lista de las huacas del
noveno ceque de Cuntisuyu (Cobo 1956: 185).
14 .. Por quanto ante mi el licenciado Baca de Castro pareció Callo Topa y me hiso relación disiendo que
de tiempo de sus antepasados le pertenesen las tierras de Pomabamba y Quinchapa que son junto al
pueblo de Guaricangaguasi los qu ales le dio e hiso merced el marques y gobernador don Franci sco
Pi zarro" (AHC, Co1Tegimiento, leg. 27, cuad. 8, 1693, f. 24v).
15 AHC, Corregimiento, leg. 27, cuad. 8, 1693, f. 25v.
16 " . . . un pedai,o de chacara de mais ll amado Vilcancaguasi que linda por una parte con chacara de don
Baltasar Quisomayta [ ... ] y por otra parte la quebrada que baj a de Colquemachaguay" (AHC, Notari a-
les, Geronimo Sanchez de Quesada, prot. 30, 1592, f. 540v). El dicho Baltasar Quisomayta era la
segunda persona de Juan Tambo Uscamayta (Sarmiento de Gamboa 2001 : 68).
11 O Revista Andina
Laurent Segalini: Organización socio-espacial del Cuzco prehispánico
Otros dos pleitos por tie1rns ubicadas en la misma zona tuvieron lugar algunos años
después con vecinos españoles del Cuzco: Juan de San Miguel y los herederos de Hemando
de Santa Cruz. Los datos provienen del testamento (1590) :ie Leonor Sisa Ocllo, viuda de
"Agustín Tullque ynga de la parcialidad de Havainin de los Hurin Cuzcos". Entre los bienes
que heredó de su marido, figuran tierras en " Cantoc" y "Manavarunga" que los Hahuaynin
habían ganado contra San Miguel y Santa Cruz y compartieron después (AHC, Notariales,
Ron Pedro de la Carrera, prot. 04, 1586-1596, f. 855). "Manavarunga" es un error de transcrip-
ción por Mananhuañunca, un lugar en la parroquia del Hospital de los Naturales 17 que puede
relacionarse con la huaca de "Mananguanunca guaci", en el octavo ceque de Cuntisuyu
(Cobo 1956: 184). En cuanto a Cantoc, mientras que a principios del siglo XX no designaba
más que un manantial que brotaba al sur de la antigua parroquia de Belén (Zárate 1921 : plano
nº 2), hasta la época colonial se trataba de una aldea. 18
Según parece, estos tres pleitos fueron en realidad obra colectiva de cuatro grupos.
Cuando en 1603 Diego Paucar Mayta, miembro de Uscamayta '\ alude a estas causas, indica
también los grupos que se ligaron contra Francisco Cayo Topa, Hemando de Santa Cruz y
Juan de San Miguel:
Don Diego Paucar Mayta por mi y por los quatro aillos Uscamayta, Hauainin,
Suti, Cuicusa, digo que los dichos aillos pleitaron con Juan de San Miguel y
con don García Cayo Topa (sic) y Hernando de Santa Cruz sobre las tierras de
Canto y puquinhuqui , managuanunca amaonayac gualpancaguasi
champacocha quinchapaña y de las dichas tierras tomamos posesión (AHC,
Corregimiento, leg. 27, cuad. 8, 1693, f. 5).
Estas acciones colectivas desembocaron en una repartición de las tierras entre los
distintos ayllus . Cuando Felipe Quirqui, del ayllu Sutic, vende un terreno en Quinchapahua
(que fonnaba paite de las tierras ganadas contra Francisco Cayo Topa) en 1586, lo hace "en
confonnidad con sus hermanos del aillo Sutic, Uscamayta, Havaini y lo que le perteneció en
la repartición que entre ellos hizieron de las dichas tierras de Quinchapava" (AHC, Notaria-
les, Ron Pedro de la Carrera, prot. 04, 1586-1596, f. 699v). Asimismo, las tierras de Cantoc y
17 En 1613, Diego Uscamayta "ynga de la parroquia del Ospital de los naturales" vende una " chacara de
sembrar mais [ ... ] en el asiento de Mañaguañunca en la comarca de la dicha parroquia" (AHC,
Corregimiento, leg. 27, cuad. 8, 1693, f. 10).
18 Según Cabello de Balboa (1951 : 297-298), allí nació Mama Runtucaya, Coya de Viracocha Inca,
también propietaria de Mañahuañunca (Murúa 2001: 63).
19 " Don Diego Paucar Mayta y Don Gonzalo Paucar Tito ynga primos hermanos desendientes por linea
rrecta de Mayta capac ynga señor natural que fue destos reynos [ .. .]" (AHC, Corregimiento, leg. 27,
cuad. 8, 1693, f. 20).
Mananhuañunca serán ocupadas tanto por los Hahuaynin como por los Uscamayta: en los
años 1580, Diego Paucar Mayta tenía una parcela en Cantoc 20 , y se observa la presencia de
miembros de Uscamayta en Manahuañunca a principios del siglo XVll. 21
El hecho de que los pleitos fuesen una empresa colectiva que invofocraba varios
grupos y desembocaba en una propiedad colectiva, podría hacer pensar que marcaban
simplemente un proceso de creación de un espacio vital común, sin correspondencia directa
con la realidad prehispánica. Sin embargo, esta alianza no era casual, sino que debía, en
realidad, manifestar la persistencia de lazos sociales ya vigentes en el Cuzco prehispánico : se
sabe que durante los ritos de purificación de la Situa, descritos por Cristóbal de Molina, los
Uscamayta y Hahuaynin en su carrera hacia el Collasuyu estaban acompañados por los
ayllus Sutic y Cuicusa (Molina 1989: 75). Se podía observar un fenómeno similar para las
panacas Chima y Raura que, hasta la composición de 1595, poseían en el cerro Tambusqui
tierras en común con los ayllus Quisco y Masca, con los cuales se juntaban durante los ritos
de la Situa (Molina 1989). Así que tal vez los varios pleitos que tuvieron los Uscamayta,
Hahuaynin, Sutic y Cuicusa se puedan entender como un intento de recomposición de un
territorio desmembrado en las primeras décadas del periodo colonial. Sea como sea, no cabe
duda de que en tiempos prehispánicos, las tierras de los Uscamayta y Hahuaynin quedaban
cerca de Chaquilchaca y Cayaucachi donde vivían cuando se crearon las primeras parro-
quias y donde Polo de Ondegardo halló la momia de Mayta Capac en 1559 (Cobo 1956: 71 ).
De hecho, en la misma zona los Uscamayta poseían tierras que no figuraban en los pleitos
mencionados . Por ejemplo, Baltasar Quiso Mayta, "segunda persona" de Juan Tambo
Uscamayta vendió, en 1569, una parcela que poseía "en chaquilchaca donde disen Mata-
ra"22, mientras ·en 1568 una tal Leonor Chimbo Ocllo vendió otro terreno en Chaquilchaca,
"de la otra parte del arroyo del Ospital de los Naturales", que decía haber heredado de Mayta
Capac.23
20 En 1589, un residente de la parroquia de Belén vende " un peda~o de tierra de hasta un silco que yo
tengo y poseo en el barrio a do dizen Canto arrabal de esta ciudad que linda con chacara de Diego
Paucar Mayta" (AHC, Notariales, Geronimo Sanchez de Quesada, prot. 29, 1589, f. 409).
21 "Don Diego Uscamayta ynga desta ciudad de la parroquia del ospital de los naturales [ ... ] bendo y doy
por benta real [ ... ] medio topo de chacara de sembrar mais que tengo y poseo en el asiento de
mañaguañunca en la comarca de la dicha parroquia que linda por la parte de arriba con chacaras de don
Agustín Quispe Uscamaita" (AHC, Corregimiento, leg. 27, cuad. 8, 1693 [1603], f. 10).
22 AHC, Notariales, Antonio Sanchez, prot. 18, 1569, f. 761 v.
23 "Leonor Chimbo Ocllo [ ... ]vendo y doy en venta real [ ... ]medio topo de ti erra que tengo y poseo
en el baile desta ciudad en Chaquichaca de la otra parte del arroyo del Ospital de los naturales desta
ciudad que huve e erede de Mayta Capa mi abuelo" (AHC, Notariales, Antonio Sanchez, prot. 17,
15 68, f. 1498).
un tal Pasqual sobre parcelas en lajuridicción de San Sebastián (AHC, Corregimiento, leg. 19,
cuad. 15 , 1674, f. 1). Para probar la posesión ancestral de estas tierras, Juan Cusi Huaman
presentó los registros de repartición de 1595 . Al comparar el registro de los Vicaquirau con el
de los Apomayta, se observa que las mismas tierras fueron repartidas entre los dos grupos.
Dado que el documento proporciona una descripción ba: tante precisa de los límites de
estas tierras y que varios topónimos corresponden a huacas registradas en la Relación
trasmitida por Cobo, se logra localizar la mayor parte de los terrenos.
Los documentos precisan que las tierras de Quecapampa "lindan [ .. . ] con las quenchas
de los yndios Chimaraura" (AHC, Corregimiento, leg. 19, cuad. 15, 1674, f. 19), lo que pennite
localizarlas al sur del Huatanay, en los alrededores de Wimpillay, donde la Relación de las
huacas registra justamente un manantial llamado Quicapuquio en el noveno ceque de
Collasuyu (Cobo 1956: 182). Cerca de Quecapampa están mencionadas las tierras de
Turquipata y Amparpar lindantes con "las tierras de los queseo y masca" 2 4, los ayllus que
poseían terrenos en Wimpillay juntamente con los Chima y Raura. La lista indica también
tierras llamadas Quesallapampa, tierras de " repartición" otorgadas a los Apomayta y
Vicaquirau en 1595:
La proximidad del "camino de Chilques y Masques" que se dirigía hacia Paruro indica
que Quesallapampa estaba también en la orilla meridional del Huatanay, en el territorio de San
Sebastián. Su nombre sugiere una ubicación en la zona de Quisalla, un pueblo abandonado
en 1572 que Rowe propuso identificar con el yacimiento arqueológico de Qotakalli, al sur del
río (Rowe 2003: 191 ).
En esta misma zona, los Apomayta y Vicaquirau poseían también las tierras de
Chachaquiray y Cabracancha (AHC, Corregimiento, Jeg. 19, cuad. 15, 1674, f. 18). Chachaquiray,
que ya era propiedad de los dos grupos en 1595 (f. 5), lleva el nombre de una huaca del
séptimo ceque de Collasuyu, cerca de otra llamada Cotacalla, bordeada por el camino hacia
Paruro en las cercanías de Qui salla (Cobo 1956: 181 ). Cabracancha tocaba tierras ocupadas
por los Chachapoyas 25, ciertamente el llano de Vircarpay (Huilcarpay), una huaca cerca de
Chachaquiray reportada como "un llano donde se poblaron [ ... ] los indios chachapoyas"
(Cobo 1956: 181 ). Las tierras de Muchuycuique y Molleray debían de estar cerca: como
Orilla norte del Huatanay: las parcelas de Acama na, Sunchubamba y Pacayguaico
Aparte de las tierras cerca de Wimpillay y Quisalla, la lista de las propiedades de los
Apomayta y Vicaquirau registra terrenos ubicados entre San Sebastián y San Jerónimo.
Entre estos figuran en primer lugar las tierras de Acamana 28 :
La evocación del "camino real" del Collao sugiere que las parcelas se encontraban en
la orilla norte del Huatanay. La proximidad de "el agua de Guanacaure" que bajaba del cerro
sagrado y desembocaba en el río, permite localizarlas entre el camino y el Huatanay, menos
de 2 km al oeste de San Jerónimo. Una información complementaria permite ubicar Acamana
no lejos de Pillao29, un llano en la orilla sur del Huatanay a unos 3 km al este de San Sebastián,
cerca del pueblo antiguo de Sañu (Bauer 2000: 117).
En la misma zona, los dos grupos poseían terrenos en Pacayguaico y Sunchubamba,
"tierras de repartición" (AHC, Corregimiento, leg. 19, cuad. 15, 1674, f. 20). El documento
indica que las parcelas de Sunchubamba " lindan con el arroyo que viene de Pillao" (f. 20) y
que "Sunchubamba y Pacaiguaico lindan con las [tierras] de guascarpampa hasta sañocpampa
que son tierras de Pedro Alonso Carrasco y con el río de Guanacaure" (f. 18118v). Las
menciones de Pillao y del "río de Guanacaure" sugieren que estas parcelas quedaban cerca
de las de Acamana. Las tierras de Sañocpampa, que Carrasco había comprado en 1560 en la
orilla meridional del Huatanay 30 marcan el límite oeste de las parcelas. Aunque estos elemen-
26 ·· ... muchuy cuique que son ocho topos de que se trocaron con Pedro Costill a que lindan por arriba con
el cam ino de chilques y masques y por un lado con ti erras de Maras ay ll o y por la parte de abajo con
tierras del dicho Don Juan Cusiguaman" (AHC, Corregimi ento, leg. 19, cuad. 15 , 1674, f. 19v).
27 ·· ... molleray son seis tablones que tocan a los vicaquirao y apomayta lindan por la parte de arriba con
tierras del Br. Alonso de Orduña por abajo lindan con ti erras del dicho don Juan Cusiguaman y por un
lado con las de Don Juan Panica y por otro lado con las de maras aillo" (AHC, Corregimiento, leg. 19,
cuad. 15 , 1674, f. 19v).
28 Varias veces Acamana aparece en las fuentes clásicas como "Acamada" . Según Murúa y Guaman
Poma de Aya la, se trataba del nombre preincaico de Cuzco: "La ci udad del Cuzco primero fue ll amado
acamama después fue ll amado Cuzco" (Guarnan Poma 1989: f.84 ). ·' En el Cuzco, que se ll amaba
Acamama, estaban poblados indios lares, poques y guall as" (Murúa 200 1: 45).
29 " ... tres tab lones lindan con las de Uro Acamana de purunpaua [ .. .] y con las del ayllu Sucso camino
real pillao" (AHC, Corregim iento, leg. 19, cuad. 15 , 1674, f. 18).
30 Guevara Gil ( 1993): lámin a 11.
tos no permiten saber en qué orilla del río estaban los terrenos, el documento indica que
Pacayguaico tocaba las tierras de Acamana 3 1, lo que implica una ubicación en la orilla norte.
Sin que se puedan establecer sus límites de modo más preciso, parece entonces que,
desde 1595, las posesiones de los Apomayta y Vicaquirau se dividían en dos partes. La
primera agrupaba tierras ubicadas entre Wimpillay y el pueblo antiguo de Quisalla, al sur del
Huatanay y, a segunda, "en la otra parte", terrenos entre la hacienda de Larapa y San
Jerónimo, en la orilla norte del río . Sin embargo, las tierras repartidas en 1595 no reflejaban
exactamente la situación anterior: los funcionarios de la Corona otorgaron nuevos terrenos
cerca de parcelas ya ocupadas, quitando tierras vendibles por otra parte. Mientras que
después de 1595, las tierras de las Apomayta y Vicaquirau se encontraban principalmente al
sur del Huatanay, un documento notarial demuestra que en 1584 las parcelas de la orilla norte
se extendían más allá del camino del Collao. El documento hace mención a un mojón llamado
"sacasguaylla [ ... ] desde donde divide las tierras de los yndios de Vicaquirau Apomayta con
los yndios de Ayarmaca de San Sebastián" (AHC, Notariales, Pedro Cervantés, prot. 03,
1580-1582, f. 1591 ), que la Relación de las huacas invita a relacionar con el manantial de
Sacas[gu]aylla puquio en el octavo ceque deAntisuyu - ceque justamente llamado Ayarmaca
(Cobo 1956: 178)- integrado en la hacienda de Larapa y que se encontraría hoy en los parajes
de la hacienda de Sacasguaylla (Bauer 2000: I 04).
31 " . . . las tierras de Acamana de Vicaquirau que son quatro tablones y las tierras de apomayta tres tablones
lindan con las de Uro Acamana de purunpaua y por abajo con tierras de apocallaicho llamadas
pacayguaico" (AHC, Corregimiento, leg. 19, cuad. 15, 1674, f. 18118v).
32 AHC, Corregimiento, leg. 19, cuad. 15, 1674, f. 19v.
representante legal para entablar un proceso contra Carrasco sobre la propiedad de las
tierras de Sañobamba y Ornas (AHC, Corregimiento, leg. 24, cuad. 5, 1687, f. 16-17). Ahora
bien, como lo indica Sarmiento de Gamboa, Francisco Huaman Rimache era uno de los
principales de Vicaquirau. 33 Por otra parte, entre los jefes de Apomayta el cronista registra a
un Cristobal Cusi Hualpa 34 cuyo nombre se parece demasiado al del otro principal del
pueblo (Cristobal Cusi Huaman) para no suponer que en realidad los dos principales de
Larapa representaban los dos grupos aristocráticos que vivieron allí hasta su reducción.
Aunque Cobo no da el nombre del pueblo donde Polo de Ondegardo había descu-
bierto la momia de Capac Yupanqui , el antepasado tutelar de los Apomayta, el cronista indica
que se trataba de " un pueblo de los que había antes de la reducción general, junto al Cuzco"
(Cobo 1956: 72). Lo seguro es que fue en Larapa donde el licenciado halló el cuerpo de Inca
Roca, conservado y venerado por los Vicaquirau (Sanniento de Gamboa 2001 : 70).
Si todo sugiere que en 1595 , las propiedades de los dos grupos correspondían
globalmente al territorio que ocupaban antes de la creación de las primeras parroquias, persiste
el problema del trazado original de sus territorios respectivos. Se trata de un problema impor-
tante, ya que los Apomayta y Vicaquirau pertenecían a mitades distintas, Urin Cuzco en un
caso, Hanan Cuzco en el otro. En otras palabras, se da aquí con el problema de la proyección del
dualismo Hanan/Urin en el espacio del valle. Tal como aparecía en los registros de 1595, el
territorio de los dos grupos demostraba una bipartición nítida: las tierras ubicadas entre Wimpillay
y Quisalla formaban un conjunto claramente distinto de los terrenos cercanos de Larapa. Ahora
bien, varios elementos sugieren que cada mitad correspondía originalmente al territorio de cada
uno de los grupos. En efecto, examinando los registros de repartición, se observa que a parte
de las tierras repartidas entre ambos, ciertas parcelas pertenecían en propio a uno u otro grupo.
Así, tres miembros de Apomayta recibieron parcelas cerca de Wimpillay 35 que no figuran en el
registro de Vicaquirau y que los Apomayta ya poseían antes de 1595. La existencia de tierras
propias de Apomayta en esta zona es confirmada unas décadas después: en 1650, los propie-
tarios de Huacaychanca, cerca de Wimpillay, indican que sus tierras lindaban " por un lado con
las tierras del aylloApomayta" (AHC, Corregimiento, leg. 55, cuad. 17, 1774, f 17).
Aunque estos elementos no son suficientes para identificar esta zona con el territorio
original de los Apomayta, no obstante son significativos si los cotejamos con otras informa-
ciones de los registros de 1595. En efecto, la repartición espacial de las tierras de los Vicaquirau
y Apomayta conserva las huellas de una realidad social prehispánica, ya manifestada por el
apareamiento territorial de los Chima y Raura con los ayllus Quisco y Masca y de los Hahuaynin
y Uscamayta con los Sutic y Cuicusa. Como se pudo notar, estas asociaciones específicas
33 "De este linaje [Vicaquirau] hay en el Cuzco algunos que viven hoy, los principales de los cuales [ ... ]
son los siguientes: Don Francisco l-luaman Rimachi l-l achacoma, Don Antonio l-luaman Mayta"
(S armiento de Gamboa 200 I: 72).
34 " ... principales cabezas de él son cuatro, nombrados don Crisóbal Cus i l-lualpa [ ... ]" (Sarmiento de
Gamboa 200 I: 70).
35 AHC, Corregimiento, leg. 19, cuad. 15, 1674, f. 10.
Las panacas Aucaylli (linaje de Yahuar Huacac) y Sucsu (Viracocha Inca) fueron
reducidas en las parroquias de San Sebastián y San Jerónimo . Su territorio se dividía en dos
partes, cada una en la juridicción de una parroquia.
36 '" Las tierras nombradas muchuy cuique [ ... ]lindan por arriba con el camino de chilques y masques y
por un lado con tierras de maras ayllo [ ... ]. Las tie1rns de molleray son seis tablones que tocan a los
de vicaquirao, y apomaita [ ... ] lindan [ ... ] por otro lado con las [tierras] de maras aillo" (AHC,
Corregimiento, leg. 19, cuad. 15, 1674, f. 19v).
37 ·' ... las tierras de Acamana [ ... ] lindan con tierras por la parte de arriba con purunpaua" (AHC,
Corregimiento, leg. 19, cuad. 15 , 1674, f. 18).
38 " las [tierras] de UroAcamana de purunpaua" . (AHC, Corregimiento, leg. 19, cuad. 15, 1674, f. 18).
39 Molina (1989: 75); veáse también Zuidema (1995: 76) y Bauer (2000: 51).
al sureste de San Jerónimo que aparece como "Cacra" en la Relación de las huacas (Bauer
2000: 111 ). Ocupado aún por los Sucsu y Aucaylli a fines del siglo XVIII 40 , este pueblo ya
estaba controlado por los Sucsu antes de las reducciones toledanas : en 1563, Alonso Yamqui
Rimachi y Garcia A tau Yupanqui, "desendientes de Viracocha Ynga", eran "principales[ ... ]
del pueblo de Cayra" (AHC, Intendencia, Real Hacienda, leg. 179, exp. 7, f. 33v).
Las tierras de Cayrabamba y Collparo lindaban, por un lado, con el arroyo que bajaba
del Huanacauri y, por otro, con terrenos de los ayllus Sañoc y Tarpuntay. 41 Los Sucsu
ocupaban estas tierras antes de la repartición de 1595, como lo atestigua el testamento ( 1590)
de Juan Gualpa Sucso, "descendiente de Veracocha ynga":
... tengo un topo de chacra y dos quinchas en el valle des ta ciudad a do dizen
Cayrabamba ques en la parroquia de San Geronimo que me cupieron en la
repartición que hizieron entre los yngas de Sucso panaca de que soy descen-
dencia del dicho ayllo (AHC, Notariales, Ron Pedro de la Carrera, prot. 04,
1586-1596, f. 878).
Es probable que ambas panacas poseyeran estas tierras desde la época incaica:
según un modelo que ya hemos observado, tanto Cayrabamba como Collparo tocaban
parcelas de los ayllus Sañoc y Tarpuntay 42 que se asociaban con las dos panacas durante los
ritos de la Situa (Molina 1989: 75).
En la misma zona, las panacas poseían también las tierras de Palpancay, Quilloraypampa
y Capcopampa. La Relación de las huacas registra un manantial llamado Palcapancay en el
segundo ceque de Collasuyu (Cobo 1956: 179) y existe aún un llano llamado Palpancay
pampa aproximadamente I km al sur de Cayra (Bauer 2000: 116). Aunque la descripción de
Quillayropampa43 no pennite localizar los terrenos, un documento de 1598 menciona un
"anden llamado Quillayropampa" contiguo a " las tierras de los yndios de San Sebastian
llamadas Saño" 44 , lo que sugiere una ubicación cerca de la hacienda de Pedro Alonso Carrasco
que cubría parte del territorio del antiguo pueblo de Sañuc (Guevara Gil 1993: 60). Capcopampa
se encontraba probablemente más al oeste, cerca de Tocayracay45, un cerro mencionado en
la Relación de las huacas (Cobo 1956: 180), hoy conocido como Taucaray.
40 " Los indios de los aillos Sucsu y Aucaille del pueblo de Caira reducido en la parroquia de San jerónimo"
(AHC, Intendencia, Real Hacienda, leg. 179, 1776, f. 60).
41 " ... las tierras del asiento de cayrabamba [lindan J con el cerro y arroyo de guanacaure mayo y [tierras J
de tarpuntay sañoc donde tienen ambos ayllos sucso aucaylli setenta y cinco topos. En las tierras del
asiento de Collparo se di la dicha possession en linde de los mojones del dicho convento de la merced
con el arroyo de guanacaurimayo que lindan con tarpuntay y sañoc que tienen los dichos ayllos sucso
y aucaylli treinta y cinco topos" (AHC, Corregimiento, leg. 26, cuad. 8, 1691, f. 61).
42 AHC, Corregimiento, leg. 26, cuad. 8, 1691 , f. 61.
43 "las tierras del asiento de quilloraypampa devajo del moxon de Quillaympata turnocucho de los dos
ayllos disen tener de aucaylli ocho topos y de sucso dies topos" (AHC, Corregimiento, leg. 26, cuad.
8, 1691 , f. 61).
44 AHC, Notariales, Cristobal de Lucero, prot. 8, 1598 , f. 614.
45 " ... las tierras del asiento de capcopampa que lindan con tocayracay y con tierras de Pedro Alonso
Carrasco disen tener ambos ayllos sinquenta topos de temporal" (AHC, Corregimiento, leg. 26, cuad.
8, 1691, f. 61).
A parte de las tierras que compartían con los Aucaylli , los Sucsu pose ían " tierras de
puna" que e l documento describe con bastante precisión:
En 1690, Pasqual Cusi Tito (Aucaylli) protesta contra dos miembros de Sucsu por
haberse apropiado de un terreno en Coyllor puquio, heredado de su abuelo Pedro Benito
Atau Yupanqui , quien lo hubiera obtenido durante la repartición de 1595.46 La Relación de
las huacas describe Cuillorpuquiu como un manantial en el séptimo ceque de Antisuyu,
cerca del llano de Colcapampa donde en 1560 se edificó la iglesia parroquial de San Sebastian
(Cobo 1956: 178), en el paraje de una huaca importante.47 Puede ser que los Aucaylli hayan
ocupado esta zona por lo menos desde la repartición de 1595: mientras Pedro Benito Atau
Yupanqui , uno de los principales deAucaylli en aquel momento 48 , había recibido una parce-
la en Coyllor puquio, los miembros de la panaca poseían en común, en 1649, una amplia
superficie de tierras en Colcapampa. 49
Aucaylli sobre las tierras solares y casas questan ynclussas debaxo de los dies y ocho topos de ti erras
del dicho ayllo en el asiento de Collcabamba questan en la parroquia de San Sebastian" (AHC,
Corregimiento, Pedimentos, leg. 87, 1649, s.f.).
50 " La octava [huaca del tercero ceque de Antisuyu] se decía Yuncaypampa: era un llano que está en el
camino de los Andes y tiene una fonte zuela" (Cobo 1956: 176 ).
51 Veáse, por ejemplo, Pachacuti Yamqui ( 1993: f. 24v).
estaba bajo el control de Francisco Chalco Yupanqui 52 , uno de los principales de Sucsu
(Sanniento de Gamboa 2001 : 84), mientras Juan Concha Yupanqui, principal de la panaca
Aucaylli (Sanniento de Gamboa 2001: 79), tendría este cargo unos años después. 53
Si no cabe duda de que por lo menos una parte de las dos panacas residía en Callachaca
antes de las reducciones de 1572, otro documento sugiere que hubo continuidad desde el
periodo prehispánico. Francisco Marca Yuto, "ynga natural del Cuzco, nieto de Yaguar Huacac
Ynga Yupangue" 54, fue preso en Cajamarca por Hemando de Soto 55 quien lo llevó a Huarochirí
donde se estableció. En la carta no fechada que mandó a las autoridades españolas, pide un
mandamiento real para recuperar sus haciendas en el Cuzco que se habían apropiado los
españoles durante su ausencia. Su pedido toca no solamente una tierra llamada "patapaullu
que es suya que la heredo de su padre y de sus antepasados" 56, sino también " unas casas
questan en Callachaca porque las tienen usurpadas los españoles". 57
Mientras desde la época prehispánica hasta las reducciones toledanas, Wimpillay
había sido el lugar de residencia de los Chima y Raura, y Larapa el de los Apomayta y
Vicaquirau, parece entonces que Callachaca debió de ser el "pueblo antiguo" de los Sucsu y
Aucaylli, por lo menos de los que fueron reducidos en San Sebastian.
A pesar de una documentación fragmentaria y de la falta de los registros de reparti-
ción, se observa una partición bastante clara: las tierras de los Aucaylli estaban en la orilla
norte del Huatanay, cerca del pueblo de San Sebastián, mientras que las de los Sucsu se
encontraban más al norte, cerca de Callachaca. El límite entre los territorios respectivos tal
vez se encontraba en la zona de Rumi Huasi .
En 1575, los ayllus Hatun (linaje de Pachacuti Inca Yupanqui) y Capac (linaje de Topa
Inca Yupanqui), juntamente con los ayllus Arayraca y Chavin Cuzco, piden por la voz de sus
representantes el reconocimiento oficial de sus propiedades en "Yuncaypampa, Chuquipampa,
Tambomachay y Yaullicancha, Corobillca, Rocacancha, Sonchocatta, Guaynacalla" que ocu-
paban hasta ese momento sin títulos de propiedad (BN Lima, 8561, 1685, f. 23v-25v).
52 " don Alonso Puscon y don Francisco Challco Yupangui [ .. . ) casiques [ . .. )de los dichos pueblos de
Binbilla y Callachaca" (AHC, Intendencia, Real Hacienda, leg. 202, 1796, exp. 24, f. 5).
53 En 1571 "Juan de Concha Yupanqui (sic) [ ... ) dixo ser cacique de Callachaca de la encomienda de
Martyn de Olmos" (Levillier 1935, 2: 107).
54 AGI, Patronato, 231 , n. 7, ramo 12, sin fecha. Sarmiento de Gamboa menciona a un Marca Yutu
entre los hijos naturales de Yahuar Huacac: " [Yahuar Huacac) tuvo otros tres hijos naturales, llamados
el uno Yicchu Tupac porque conquistó el pueblo de Yicchu, el segundo se llamó Marca Yutu, el tercero
Inca Rocca Inca" (Sarmiento de Gamboa 200 I: 79).
55 " El qua! dic~o ynga don Francisco Marca Yuto se hallo con Atahuallpa en Caxamalca quando le
desbarataron y alli le tomo hernando de soto capitan" (AGI, Patronato, 231 , n.7, ramo 12, sin fecha,
f. 1).
56 AGI, Patronato, 231 , n. 7, ramo 12, f. 2. Existen todavía tierras llamadas " Patapaula" al noreste de
San Sebastián (mapa IGN Cuzco 28-S), justamente en la zona ocupada antiguamente por los Aucaylli.
57 AGI , Patronato, 231 , n.7, ramo 12, sin fecha , f.2v.
Yuncaypampa, que aparece en la Relación de las huacas como un llano bordeado por
el camino de los Andes (Antisuyu), puede ser identificado con el actual Yuncao/pata, al oeste
del camino hacia Pisac (Cobo 1956: 176, Bauer 2000: 92-93). Chuquibamba es otro llano cerca
de Sacsayhuaman, probablemente entre la fortaleza y Kenko Chico (Bauer 2000: 59).
Tambomachay, novena huaca del primer ceque de Antisuyu, está descrita como "una casa
de Inca Yupanqui donde se hospedava quando iba a caza, estava puesta en un cerro cerca
del camino de los Andes" (Cobo 1956: 175). Mientras que hoy en día Tambomachay designa
un famoso complejo arqueológico de donde salen los canales que riegan gran parte de las
tierras de l norte del valle, según Ni les correspondía originalmente a l actual Puca Pucara, más
al sur en dirección de la ciudad (Ni les 1987: 180). En la Relación, Corovilca aparece sin más
indicaciones como una cantera en e l segundo ceque de Antisuyu (Cobo 1956: 176). Aunque
no se pueden localizar todas las tierras mencionadas, por lo menos e l documento proporcio-
na la lista de los "mojones" que deslindaban el conjunto:
Según parece, el territorio de los cuatro ayllus cubría una extensa superficie de tierras
al noreste del Cuzco: bordeado al oeste por el camino de Curimarca que salía de la ciudad
cerca de Sacsayhuaman y pasaba por Kenko y Puca Pucara para llegar a Tambomachay, se
extendía al norte hasta Macaicalla, un llano "entre dos cerros donde se pierde de vista lo que
esta destotra parte y se descubre la otra de adelante" (Cobo 1956: 176). Macaicalla puede
corresponder hoy a un lugar llamado Queser Qasa que marca el límite entre Tambomachay y
Chitapampa al noreste (Bauer 2000 : 89). Al este, el territorio de los ay llus llegaba hasta los
alrededores de Callachaca, cerca de las tierras de los Sucsu. Los Capac y Hatun ocupaban
este espacio antes de la fund ac ión de las primeras parroqui as. En 1552, Carlos Quinto hab ía
otorgado por cédula real a Juana Marca Chimbo, Felipe Topa Yupanqui y Alonso Tito Atauchi
" nietos legíti mos por linea recta del gran Topa Ynga Yupanqui", la posesión de extensas
tierras al norte de la ciudad. En este conjunto se hace mención de un terreno en Macaicalla
" que linda[ ... ] con las tierras de los yngas de Capac ay llo Hatun ay llu". 58
58 AHC, Real Audiencia, Otras Audiencias, leg. l 83, l 694-1782, f. 3v. El documento fue publicado en
Rostworowsk i ( 1962).
59 " ... el as iento de Ca llispuquio y Ullucopampa en los vertientes de la puna de Cinca" (AGN , Títulos de
propiedad, leg. 19, cuad. 387, 1627, f. 4). Este mananti al desempeñaba un papel importante en la
vida ritual del Cuzco (Veáse Betanzos 1987: 69 y Cobo 1956: Lib. XIII , cap. XIII).
60 AGN , Títulos de propiedad, leg. 2, cuad.50, 1597, f. 22.
61 '' . .. mis hermanos y yo tenemos ciertas suertes de tierras en lo alto de la fortaleza desta ciudad a do
dizen Callispuquio y as í mismo tenemos unas tierras y chacras de mais llamado Chumpbepata que son
des ta en batida del río de Pisa yendo al Cuzco [ ... ] los quales heredamos de nuestro abuelo Topa Y nga
yupanqui" (AI--IC, Notariales, Antonio Sanchez, prot. 19, 1570-1572, f. 1428v).
62 AHC, Colegio de Ciencias, leg.9, cuad. 5, 1637, f. 4.
63 Saimiento de Gamboa (2001: 126).
64 AHC, Notariales, Antonio Sanchez, prot. 22, 1573-1574, f. 374.
65 AHC, Notari ales, Antonio Sanchez, prot. 22, 1573-1574, f. 374, Sarmiento de Gamboa (2001: 126).
... son en lo alto de san Bias camyno de la provincia de los andes junto al cerro
llamado amaro que lindan por la parte de abajo con tierras de mi el dicho don
diego y por la de arriba con la acequia que pasa por el camyno rreal de lo alto
de[ ... ] y de edificios ll amados amaro y por un lado el camino rreal que ba a los
andes y por el otro lado con tierras de don Juan Asoycona difunto todo lo
qual con ottras muchas tierras hube y herede del dicho mi padre e abuelos
(AHC, Notariales, Luis de Quesada, prot. 1O, 1584, f. 292).
Bordeados por el camino de los Andes, estos terrenos estaban entonces al norte de
Lucre, cerca de una zona llamada Amaru . Un topónimo que designaba tanto un cerro como un
conjunto de edificios correspondiendo probablemente a Amarumarca huasi , la "casa de Amaro
Tupa Inca", ubicada "en el camino de los Andes", al oeste de Callachaca (Cobo 1956: 175).
En 1636, Ana Chuquirimay Ocllo, descendiente de Pachacuti Inca Yupanqui, pidió
una provisión para garantizar la protección de las tierras que poseía en "Cchoqueqquero
Ccallachaca Ynquiltanvo". 66 Tenía otras parcelas en la misma zona, "en el asiento de
Guaynacalla", que según dice había heredado de sus antepasados. 67 Como los de Diego
Cayo, estos terrenos estaban en la parte oriental de las tierras de los Capac y Hatun, al límite
del territorio que en 1575 se extendía al este hasta " las tierras de los yndios del ayllo Sucso
questan en san sebastian e tierras de los yndios de Yacanora e con unos corrales que llaman
[ ... ] Guaynacalla Ynquiltambo Callachaca" (BN Lima, 8561, 1685, f. 27v).
Según Bauer, un documento de 1594 sugiere que esta zona había sido propiedad de
Pachacuti Inca Yupanqui 68 , lo que confirma un testamento de 1604 que menciona tierras en
las cercanías de Callachaca que lindaban, por un lado, con las tierras de los "yngas de San
Sebastián" y, por otro lado, con las de " los Arrayraca" y por "las tierras de Pachacuti
Ynga" .69 En esta zona entre Lucre y Callachaca, al oeste del camino de los Andes, se encon-
traba Patallacta, la "casa" que Pachacuti Inca Yupanqui hubiera elegido para el culto de su
momia. 70 Según Betanzos, fue allí donde se guardó la momia del Inca antes de ser trasladada
a Tococachi (San Bias) donde la halló Polo de Ondegardo en 1559 (Betanzos 1987: 149,
Sanniento de Gamboa 2001: 127).
Al final, considerando que las tierras de los ayllus Capac y Hatun se extendían aproxi-
madamente desde las cercanías de la fortaleza de Sacsayhuaman hasta la zona de Callachaca,
los terre nos de Capac ayllu se encontraban en la parte occidental mientras los de Hatun ayllu
lindaban con el territorio de los Sucsu, cerca de Callachaca.
En la una destas casas que era la más rica estava la figura del Sol, muy grande,
hecha de oro, obrada muy primamente, engastonada en muchas piedras ricas ;
y estavan en aquélla algunos de los bultos de los Yngas pasados que avían
reynado en el Cuzco (Cieza de León 1996: 81 ).
El cronista no habla aquí de "cuerpos", sino de "bultos", o sea, como lo demostró Kaulicke,
de artefactos que representaban al difunto (Kaulicke 2000: 38). Bultos que, según Betanzos,
mandó hacer Pachacuti Inca Yupanqui después de la muerte de su padre (Betanzos 1987: 85).
Algunos elementos sugieren que en realidad solo estas figuras fueron conservadas
en el Coricancha, mientras las momias mismas estaban en manos de sus linajes en las afueras
de la ciudad. En su descripción del valle de Cuzco, Pedro Sancho, secretario de Pizarro en
1533-1534, evoca varias "casas" alrededor de la ciudad donde los Incas difuntos tenían
criados encargados de alimentarlos con el producto de sus tierras:
Por su parte, Miguel de Estete escribe que cuando Manco Inca fue coronado en
diciembre de 1533, después de haber hecho sus devociones al sol en el Coricancha, el nuevo
Inca fue a visitar las sepulturas de sus antecesores alrededor de Cuzco, después de lo cual,
las momias fueron sacadas de sus moradas respectivas y llevadas en andas hasta la plaza de
Aucaypata. 71
Cualquiera que haya sido la historia particular de cada momia desde el momento de la
Conquista hasta su descubrimiento por Polo de Ondegardo, parece que a la llegada de los
españoles, los cuerpos de los Incas difuntos no estaban en el Coricancha, sino en manos de
su parentela en lugares fuera de la ciudad. El caso de Pachacuti Inca Yupanqui es ejemplar.
Antes de ser trasferida en Tococachi donde la halló Polo de Ondegardo, la momi a real habría
sido colocada en Patallacta, dentro del territorio del Hatun ayllu, mucho antes de la llegada
del invasor europeo: según Betanzos y el autor anónimo de la Relación de las huacas, fue el
Inca mismo quien hubiera escogido Patallacta para su sepultura, donde sus descendientes
irían a venerarlo después (Betanzos 1987: 149, Cobo 1956: 169). Según Sarmiento de Gamboa,
el Inca agonizante habría también pedido a su hijo y sucesor que le hiciera un " bulto" para
ser conservado en el Coricancha:
Conclusiones
Por fragmentaria que sea la documentación sobre la tenencia de tierras de los grupos
aristocráticos cuzqueños, la investigac ión archivística pennite confinnar teorías previas, así
como invalidar hipótesis a veces muy difundidas acerca de la organización socioespacial del
Cuzco prehi spánico.
Desde un punto de vista general , se confirma la teoría 73 del río Huatanay como línea
divisoria de los territorios de los grupos de Hanan Cuzco y Urin Cuzco, los primeros en la
orilla norte de l río (Chinchaysuyu y Antisuyu), los otros en la orill a meridional (Collasuyu,
Cunti suyu) . Esto, con excepción de las panacas Aucaylli y Sucsu, las cuales, disponiendo de
terrenos en la orilla norte en conformidad con su pertenencia a la mitad Hanan, poseían
también una amplia superficie de tierras en la orilla meridional, entre San Jerónimo y las
vertientes del Huanacauri. En 1595, la repartición de tierras de los Apomayta (Urin Cuzco) y
Vicaquirau (Hanan Cuzco) realizada por los funcionarios españoles había sembrado cierta
confusión, ya que consideró las tierras respectivas como un territorio único, compartido
igualmente entre ambos. Sin embargo, ciertos elementos invitan a identificar las parcelas
meridiona les con el territorio original de los Apomayta y los terrenos septentrionales con el
de los Vicaquirau. Así que, fuera del caso de las tierras de Aucaylli y Sucsu en lajuridicción
de San Jerónimo, la partición de los territorios de Hanan Cuzco y Urin Cuzco parece confonne
con lo que se suponía.
Varios investigadores supusieron que los ceques de los grupos funcionaban como
" lineas-fronteras" 74 que marcaban el límite de sus territorios respectivos (Zuidema 1986: 27-
3 1, 1990: 638). El presente intento de reconstitución de la organización espacial del valle
muestra al contrario que existía una divergencia significativa entre los territorios de los
grupos aristocráticos y el espacio detenninado por sus ceques. Si ocurría a veces que las
tierras de a lgunos grupos y el ceque que tenían a cargo estaban ubicados en el mismo suyu,
los dos espacios no coincidían. El ceque de los Aucaylli (el quarto de Antisuyu 75 ) pasaba por
Chuquiquirau puquiu, Callachaca y Yuncaycalla, corriendo en el límite entre las tierras de
Sucsu panaca y de Hatun ay! lu . El ceque de los Sucsu ( el primero de Antisuyu 76 ) atravesaba
la zona de Patallacta, dirigiéndose hacia Tambomachay, marcando así en ciertos puntos la
frontera entre las tierras de Hatun ayllu y Capac ayllu. En varios casos, la divergencia es
patente . Mientras el cequede los Vicaquirau corría en el Chinchaysuyu (Cobo 1956: 170), las
tierras del grupo se encontraban en el Antisuyu, al límite de Collasuyu. De la misma manera,
se puede ver que, mientras los Hahuaynin y Uscamayta tenían a cargo ceques en el Collasuyu
(Cobo 1956: 179,181), sus tierras estaban en el Cuntisuyu. Por lo tanto, aunque no se pueda
negar la importancia de las huacas - muy a menudo elementos notables del paisaje- como
"mojones" posibles para marcar límites territoriales, la repartición de las tierras de los grupos
aristocráticos y la distribución de sus ceques definían dos espacios independientes. Así que
e.n realidad el problema de la razón y del significado de la atribución social de ciertos ceques
queda pendiente, necesitando nuevas y detenidas investigaciones.
Por último, al contrario de lo que sugerían las fuentes clásicas, desde la época
prehispánica hasta las reducciones toledanas, una parte importante de la nobleza cuzqueña
no vivía en la ciudad, sino en pueblos esparcidos alrededor del Cuzco, en la zona correspon-
diente con sus territorios respectivos, donde se conservaban las momias o representaciones
de los antepasados tutelares . Un elemento notable es el hecho de que cada pueblo estaba
ocupado por dos grupos aristocráticos. Los Chima y Raura vivían en Wimpillay, que se
volvió "pueblo viejo" cuando sus habitantes fueron reducidos en San Sebastián. Los
Hahuaynin y Uscamayta residían en el pueblo de Cayaucachi y sus alrededores, donde se
fundó la parroquia de Belén en 1560. Los Apomayta y Vicaquirau ocupaban el pueblo de
Larapa, mientras los Sucsu y Aucaylli se dividían entre Callachaca y Cayra, antes de su
reducción en San Sebastián y San Jerónimo. Aunque la documentación no sea tan explícita
para los Capac y Hatun, varios indicios sugieren su presencia en Tococachi donde se fundó
más tarde la parroquia de San Bias. Este modelo peculiar de asentamiento explica por qué los
numerosos pleitos y reclamaciones relativos .: la posesión de tierras provenían a menudo de
dos grupos asociados y, como lo demuestra la presencia conjunta de los Aucaylli y Sucsu,
tanto en Callachaca como en Cayra, estos apareamientos no eran circunstanciales ni tampo-
co casuales.
Al investigar los criterios que condicionaban estas asociaciones, se observa que a
pesar de ser muy general y aplicarse a la repartición territorial del valle, la dicotomía Hanan/
Urin no es suficiente, ya que los Apornayta y Vicaquirau pertenecían a mitades distintas . Vale
la pena detenerse en este asunto, ya que Apornayta presenta, además, una especificidad que
lo distingue del resto de los grupos aristocráticos. De hecho, se trata del único grupo cuyo
territorio se encuentra claramente disociado del lugar de residencia: mientras sus parcelas
estaban, al parecer, al sur del Huatanay, el pueblo de Larapa donde moraba juntamente con
los Vicaquirau se encontraba en la orilla norte. Así que, mientras que la ubicación de sus
tierras estaba conforme con su pertenencia a la mitad Urin Cuzco, los Apomayta residían en
un pueblo en la parte Hanan del valle, en contradicción con su afiliación social. De algún
modo, el caso de Apomayta parece así sugerir la existencia de un conflicto entre dos normas
organizacionales en el espacio del valle: aquella relativa al dualismo Hanan/Urin y, por otra
parte, otro criterio que hubiera regido el apareamiento de los grupos y que queda por aclarar.
Por lo tanto, la disyunción entre el territorio de los Apomayta y su lugar de residencia podría
ser considerada corno una tentativa de conservación de ambos principios organizacionales
(que en los otros casos se articulaban perfectamente) que, sin embargo, provocaba una
inarrnonía que demuestra su incompatibilidad . Siguiendo esta línea de interpretación, la
organización socioespacial del valle puede sugerir la aplicación mecánica de un concepto
que hubiera chocado con la realidad orgánica de una estructura social previa. En otras
palabras, se denotaría un esfuerzo de planificación que no debe sorprender si se tornan en
cuenta las tradiciones orales recogidas por los cronistas acerca de la reorganización del
espacio del valle durante el reinado del Inca Pachacuti 77 que, no obstante, no pudo ser
averiguada de modo factual hasta ahora.
El autor quisiera agradecer al personal del Archivo H'stórico del Cuzco por su amabi-
lidad y competencia, y a Donato Amado González, Ronald Camala Valenzuela, Yeni Olazabal
Navarro y Marlene Cama por su apoyo y amistad.
laurent Segalini
IHEAL!CREDAL (Sorbonne Nouvelle, París)
Jau rsega@yalwo.fr
77 Veáse, por ejemplo, Betanzos ( 1987: 55) y Sarmiento de Gamboa (2001: 97).
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Hatun ~h.5) o
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tN A-Wimpillay D-Cayra
e - La rapa
2-Colquemachacuay
B- Cayaucachi E- Callachaca 3-Manlriuñlica
4-0!.icaparrpa
F -Tococachi 5-0usalla
8-Sacasruayla
9-M!lsc!lhJ8yla
10-Alplan
7-Ac-,a 12-Comollica
13-Sust.rnWca
14-Yl.ncayp~
15-Tim>omachlly
16-Palalacle
17-Lucre
18- Cllhpucpo
19-Macaic!la
O
Ceques (Bauer2CXXJ)
3km
Ol
Laurent Segalini: Organización socio-espacial del Cuzco prehispánico
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Resumen
Abstract
This article is a critica! review ofthe book Por los linderos de la lengua. Ideologías
lingüísticas en los Andes by R. Howard , an important work of reference in andean
sociolinguistics\ Also, the article shows the projection ofthe future research in this field of
study.
juegan las ideologías lingüísticas en la construcción de la identidad" (43) a nivel individual u ontológico
y a nivel colectivo o social ; cf. Bailón Aguirre (2006a: 286).
5 Las respuestas colectadas son, en realidad, variadas, ya que en unos casos son ciertamente narrativo-
representaciona les, pero en otros las estrategias di scursivas (3 79) son, además, conceptuales, descrip-
tivas , retrospectivas o prospectivas, memorialescas, premonitorias, explicativas, desiderativas,
inferativas, reivindicatori as, etc. De esta manera, no solo los parámetros de posicionamiento social
"están intrinsicamente interrelacionados en la práctica di scursiva" (240) sino, con mayor razón, los
géneros discursivos por des lindar.
6 La táctica actualizad a en las entrevistas es pertinentemente expuesta en las pp. 79-80 y en el segundo
apéndice se incluye la pauta del interrogatorio aplicado . En cuanto a la interpretación y procesamien-
to de los datos obtenidos se opta por e l "desarrollo de una conciencia critica en el proceso de
investigac ión", procedimiento denomin ado " reflexivid ad" (80-81 ).
7 Las precauciones tomadas para lograr el distanciamiento son explicadas con cierto detalle. No
obstante, fl desapego llega a ser extremo cuando se plantea la grave y ya antigua controversia entre
las afirmaciones de la Academia Mayor de la Lengua Quechua del Qosqo (AMLQQ) y las de la
lingüística andina. La investi gadora llega a sostener al respecto que " lo que me interesa para los fines
de este estudio no es establecer la ' verdad ' del asunto sino más bien traer a luz los términos del
argumento por los dos lados" (314 n. 9), aunque ya anteriormente, por lo menos en lo referente al
origen cuzquefio del quechua, asevera que "se trata de un argumento sin fundamento en la lingüística,
textuales recogidas observa en ellas una serie de rasgos por evaluar, tales como los estilos
directo e indirecto, el uso de los pronombres como estrategia de identificación, sobre todo en
la construcción discursiva de las identidades mestizas andinas, la anotación de las incon-
gruencias entre los ideales que expresan verbalmente los hablantes y los valores manifesta-
dos en sus actos por efecto de la hegemonía castellana, las ambivalencias discursivas como
indicio de la presencia de identidades híbridas, la presencia en un mismo discurso de valores
que provienen de distintos órdenes sociales, el lenguaje evaluador y la práctica metafórica.
En cuanto a las estrategias discursivas empleadas por los informantes se destaca ora el
"posicionamiento" del sujeto social ora los fenómenos de transculturación. Finalmente, a
Howard le interesa descubrir entre los datos cualitativos obtenidos, los factores que influ-
yen en los usos lingüísticos de los hablantes: geográficos, sociológicos, socioeconómicos,
culturales, psicológicos, afectivos y cognitivos. Veamos resumidamente cómo estos plan-
teamientos se llevan a la práctica.
la arqueología, ni la etnohistoria, pero que sirve una función ideológica importante para los que lo
sostienen" (217). Al pronunciarse por ese eclecticismo, elude mencionar sus consecuencias para la
planificación de la educac ión bilingüe y la escritura del quechua general, lo que ciertamente puede
menoscabar los fines esclarecedores y, sobre todo, orientadores de la investigación realizada.
8 Cf. Bailón Aguirre (2006a: 78-79).
9 Diferimos del empleo de los términos diglosia y bilingüismo que hace Howard por lo menos en lo
concerni ente a dichos fenómenos en las sociedades peruanas; cf. Bailón Aguirre (2006a).
1O Entre los subtemas se encuentran las restricciones del uso del vernáculo en el humor, el género sexual
en contextos formales, el paternalismo hacendario, la comunicación de la afectividad y la asociación
simbólica entre el estatus social y la lengua.
11 En ese apartado se mencionan dos subtemas: la reactivación del uso de la lengua ancestral y, a la
inversa, el impacto del turismo y la subversión sociopolítica como factores de la pérdida de ese uso.
12 Aquí se destaca el uso exclusivo del vernáculo en el curanderismo y el enfrentamiento entre la mítica
y la religión en relación a ese uso.
13 Sobre todo, la separación entre la oralidad y la escritura.
acápites independientes, Howard trata algunos temas específicos más como la relación con
la lengua del "otro", las actitudes culturales en el aprendizaje de la nueva lengua, la no
transmisión intergeneracional de la lengua ancestral y la variación dialectal del quechua.
14 Yrg. indio, indígena, runa, mesti zo, criollo, blanco, longo, mitayo, chulo, judío, khosilo, titilo,
misii\awi , chawa gringo, shucuy.
Educación lntercultural Bilingüe (EIB) en la zona andina, Howard sostiene que el campo de
la educación es la esfera por excelencia de la articulación de las ideologías lingüísticas y sus
disyuntivas liberadoras o normativistas (245). Varios acápites toman a su cargo la problemá-
tica indicada.
15 Howard deja también constancia de una rareza que más bien debería ser lo común en la E/8: " las aulas
del IP/8 ' Quilloac' [Cañar, Ecuador] presentan un fenómeno sociolingüístico que no encontré en
ningún otro sitio de estudio: la enseñanza del quichua como segunda lengua por parte de profesores y
profesoras indígenas a estudiantes mestizos hispanohablantes" (275).
El primer tema específico de esta sección es la aplicación de la ElBen el aula. Para ello,
se cuenta con la declaración del cuzqueño Corihuamán que se pronuncia por la
castellanización temprana de los niños quechua-hablantes "con un poco de apoyo del
quechua" (261 ), castellanización alentada sobre todo por la presión de los padres en calidad
de discriminación linguocultural confirmada por varios infonnantes. Agreguemos la oposi-
ción de ciertos profesores al uso del vernáculo por razones pedagógicas o culturales y las
políticas de los sindicatos y comuneros, todo lo que sin duda contribuye notablemente a
acentuar el prejuicio hacia lo propio. Sin embargo, al dar cuenta de los logros de la EIB,
Howard pone de relieve, en contrario, la concientización lograda con la enseñanza en la
lengua materna ancestral que ha obtenido, remarca, un mejor rendimiento cognitivo, el acre-
centamiento de la autoestima y la intercomunicación entre los educandos.
Siempre en referencia a los contratiempos sociopolíticos ocasionados por la
implementación de la EIB en los tres países andinos, Howard dedica un apartado indepen-
diente a la formación de los docentes y su institucionalización. La reacción frente a esta
política educativa atañe directamente a los mismos padres de familia, a la segregación y al
sectarismo o también a los trasvases entre los maestros bilingües y los castellano-hablantes,
fenómeno ampliamente documentado en los Andes ecuatorianos ( <mashi>/<mishu> ), pero
que, sin duda, no se circunscribe solo a ellos. En cuanto a la enseñanza urbana del quechua,
se mencionan los casos positivos de Cuzco y, especialmente, de Cochabamba. Luego de un
recuento relativamente exhaustivo de los centros educativos dedicados a esa labor, se repa-
san varios aspectos importantes de la experiencia docente; en contraste, se consigna el caso
de Tantamayo donde, según los testimonios recogidos, obra el ostracismo del quechua en la
educación fonnal.
primera aduce representar el "quechua verdadero" (324) la segunda aboga por el " castella-
no culto" . 16
En cuanto al debate sobre la escritura estandarizada del quechua, este pone al descu-
bierto las ideologías lingüísticas más controvertidas, especialmente aquella so_bre el número
de vocales. 17 Prosigue un rápido examen del impacto del protestantismo evangélico en la
escritura del quechua y, con mayor detalle, los acuerdos y desacuerdos para el uso del
alfabeto unificado. A continuación, mediante un atinado resumen, se pasa revista a los
distintos argumentos para estandarizar la escritura de los quechua I y 11 (en particular el
enfrentamiento ILV-EIB en Huánuco) que incluyen, como paréntesis anecdótico, el curioso
alfabeto Mayu Ñan del cura Mariano Ata-Yupanqui . Culmina este apartado con un examen
de las posiciones pragmática vs. purista en referencia al léxico diglósico quechua-castella-
no con fines de planificación lingüística. La posición inicial, pragmática, se inclina por la
refonologización del léxico de origen castellano 18 pero, en cambio, con el propósito de "civi-
lizar al indio" (369), la tendencia purista postula recuperar e l léxico perdido, esto es, los
arcaísmos quechuas y, por medio de extensiones semánticas y derivaciones, adaptarlos a las
necesidades actuales de expresión y comunicación. Aparte de esta discusión, los puntos
comentados abarcan la normativización léxica del quechua, e l metalenguaje y el empleo de
los neologismos para cumplir los fines de la EIB, que comprenden la elaboración de un
vocabulario científico en vista de la educación superior en esa lengua ancestral. Enseguida,
a partir del ejemplo <pishku> para el quichua de Cañar, se exponen las resistencias a la
utilización del léxico elaborado y la problemática originada con la introducción de los calcos
léxicos al transferirse al quechua las estructuras conceptuales utilizadas comunmente en
castellano, lo que irremediablemente implica la «colonización cultura l» encubierta.
Una reflexión importante concluye e l penúltimo capítulo. Está dedicada tanto a la
seria deficiencia de la lecto-escritura entre la población quechua-hablante, en su mayoría
campesina, como a los factores económicos y de movilidad social que la originan . Aquí se
pone de relieve la necesidad de la escritura en vernáculo, la producción literaria en quechua
escrito y la notable experiencia de los 12 volúmenes redactados por docentes de aimara y
quechua (P!NS-EIB) en Cochabamba.
16 Es, por ejemplo, la alegación sostenida y difundida en nuestro medio por la lingüista académica M.
Hildebrandt; véase al respecto el testimonio 7.27 de un profesor de la Asociación Pukllasunchis.
17 Howard plantea su hipótesis respecto a la actuación de quienes defienden el empleo de las cinco
vocales del castellano en la escritura quechua: "se lleva a cabo por bilingües cuya perspectiva está
influida por la situación de contacto lingüístico en la que viven. Esta situación de contacto tiene
repercusiones en varios niveles. Se produce la tendencia a tratar el quechua -con fines de plasmarlo
en form a gráfica- no como lengua autónoma con un sistema fonológico propio, sino desde la óptica
de la fonología del castellano. Esta óptica hispanizante también tiene que ver con la inequidad social
en la que coexisten ambas lenguas, que no deja de influir en las actitudes de los grupos involucrados en
la planificación lingüística" (327).
18 Allí Howard aprovecha para apuntar que "el sujeto multilingüe hace uso diversificado, flexible y
contingente de su repertorio lingüístico para representarse, identificarse y relacionarse con los de su
entorno. La separación estricta de las lenguas en contacto con fines educativos tendrá su lógica desde
un punto de vista pedagógico, pero es problemática en el contexto de un currículo escolar que
pretende ser constructivista y democrático" (342).
El colofón del estudio no solo recoge los puntos nodales argumentativos de la obra
sino que, apoyándose en los numerosos testimonios de los gestores de la EIB, propone
ciertas pautas para una política pedagógica plausible en la región . En resumen, a pesar de los
serios contratiempos y dificultades de la EIB en los Andes, el saldo ha sido, según la autora,
exitoso en muchos aspectos tanto sociales como pedagógicos (307).
hipótesis reiterada, pero en sentido inverso, por R. Cerrón-Palomino2 º para quien los
indigenismos léx icos del castellano andino [quechua ? castellano] mostrarían precisamente
el predominio de la resistencia semántica ("subversión de los significados culturales", indica
Howard) 21 , pero ya no más del quechua sino del castellano. 22 Anotemos enseguida nuestro
propio punto de vista sobre la naturaleza linguocultural del fenómeno diglósico planteado.
Nota bene
19 Howard incluye más ade lante el numeral 7.4 donde examina la problemática léx ica del contacto
quechua-castellano con fines de planificación.
20 Cf. Cerró n-Palom ino (2008a) .
21 ¿Es posible que, en lengua, ex istan significados que no sean culturales?
22 Véase al respecto la relación que presenta Cerrón-P alomino (2008a : 381 ).
23 Este criterio parece ser aceptado in fine por 1-loward cuando habla de " acomodo, hibridación, asimila-
ción o renovación" (372) y sostiene que ''de alguna manera el ·préstamo ' se naturaliza (quechuiza,
aimariza) en un medio ambiente nuevo" (56) o también -al tratar el caso intralingual evolutivo de
<runa> pOJ\la si tuación de diglosia- sobre " la remodelación semántica que ocurre en el contacto entre
lenguas'' ( 174 ). No obstante, en otros lugares se reitera la argumentac ión inicial, ahora como un caso de
·' translingüística" que remite al concepto de "«frontera» en el análisis cultural" (79) y los " efectos de
res istenci a" (372). En cambio Cerrón-Palomi no infiere lo que ll ama ·'avasallamiento" al observar, por
ejemplo, el proceso de quechuización de la zona de Chuquisaca (2008a: 188) fenómeno al que, aplicado
este adjetivo, se le otorga alcances sociolingüísticos y políticos antes que estrictamente léxicos.
al respecto, que para hablar de "resistencia" o "avasallamiento" en esta materia se precisa que
los sernernas24 de la sernia propia de la lengua prestataria (castellano ) - sernia original del voca-
blo en cuestión- sean reemplazados en su totalidad o en su mayor parte por uno o más sernernas
en la lengua de recepción (quechua); en otras palabras, se requiere de una res~mantización
plena, obligadamente precedida por una desemantización o vaciamiento del contenido de la
sernia original. Pues bien, esto no sucede en los casos repertoriados, comenzando por el de
<wirxina>/<wirhina> que es un préstamo proveniente del castellano andino <Virgen>.
Examinemos la composición semántica de este préstamo: el sernerna 'divinidad' (o
' semidivinidad') de <Virgen> se actualiza en castellano merced a los sernas inherentes/
feminidad/, /maternidad/, /invocación/, /veneración/, /culto/ y /ritualidad/2 5 que, en princi-
pio, son también actualizados en el préstamo quechua <wirxina>/<wirhina> concebido, en-
tonces, como "deidad femenina de la tierra" (55). Si esto es así, el contenido significativo en
quechua supone la adición del serna inherente /ctóniano/ (o /ctónico/)26 y, a la vez, la supre-
sión o, mejor, virtualización del serna, también inherente, /maternidad/. Como se ve, el paque-
te de sernas inherentes de <Virgen> es transferido a <wirxina>/<wirhina> con una adición y
una virtualización sérnica simultáneas por efecto del traslado de una lengua a la otra, pero lo
que en realidad importa allí es la transferencia de indexación por la sustitución del c/aserna .
De este modo, en <Virgen> dicho c/aserna es /celestial/ e indexa el campo semántico //
religión// mientras que en <wirxina>/<wirhina> el c/aserna /terráqueo/ indexa el campo
semántico //mítica// o //creencia popular//.
Preguntémonos, en consecuencia, ¿qué ocurre en los mismos campos semánticos,
· pero a la inversa con, por ejemplo, el préstamo castellano <mamacona> tomado del quechua
<mamakuna>? En este caso <mamakuna> se halla configurado por el conjunto morfémico
<mama> cuyo sernerna 'servicio divino ' comprende, a su vez, los sernas inherentes /feminidad/
, /doncellez/, /ancianidad/, /conventualidad/, /cuidado/27 y el gramema <kuna>, un "supuesto
morfema plural", pues "sólo pluraliza[ba] los nombres animados mas no los inanimados"
aunque hoy "sólo indica pluralidad" por influencia del castellano. 28 Dicho esto, su c/asema
24 Se denomina aquí semema a cada uno de los significados posibles de un lexema o un paralexema
sincrónica o diacrónicamente considerados. La sem ia o contenido semántico se constituye con la
serie de sememas -un significado (monosemia) o varios significados (polisemia)-- del vocablo en un
estado de lengua dado. Los semas inherentes son rasgos semánticos lexicales constituyentes del
semema y definitorio del tipo, a diferenci a de los se mas aferentes que son rasgos semánticos marcados
en el semema, pero provenientes del discurso. En cuanto al clasema, este es el serna genérico de un
semema y, como tal, indexa las categorías semánticas genéricas campo, dominio y dimensión .
25 El semema 'divinidad ' (por antonomasia en el castellano) es el único adoptado en quechua, lengua
que, en principio, excluye los otros sememas corrientemente atribuidos a la polisemia del vocablo
castellano <virgen>: l. ' doncellez' (que remite al campo semántico //sexualidad//); 2. ' intocado'
(perteneciente al campo semántico de lo //indemnidad//); 3. ' pureza' (que remite al campo semántico
de lo //impoluto//) 4. ' inculto' o ' no cultivado' (del campo semántico //agricultura//).
26 Es por este serna añadido y compartido que se constituye la parasinonimia quechua entre <wirxina>/
<wirhina> y <pachamama> advertida por la misma investigadora cuando constata que " los hispano-
hablantes lo usan para referirse a la madre tierra a quien ellos también rinden culto".
27 Según Garcilaso, citado por Cerrón-Palomino (2008a: 80), incluye también el serna /matrona/ - /madre/.
28 Cf. Cerrón-Palomino (2008a: 78-80 y ns. 5, 8).
propio es /enclaustra\/ que indexa el campo semántico //mítica//. <Mamakuna> es, a su vez,
transferido a <mamacona>, vocablo del castellano general cuyo semema 'sacerdotisa' (DUE)
actualiza los cuatro primeros sernas inherentes del quechua <mamakuna>29, pero en la nueva
área léxica - perteneciente a la logósfera occidental- el mismo clasema /enclaustral/ indexa el
campo semántico //religiónJ,flO . Tal es, en nuestro criterio, uno de los efectos semánticos a
destacar en las transferencias léxicas entre el quechua y el castellano o a la inversa.
29 Ello demuestra que, como en los casos anteriores, las adaptaciones significativas proceden entre las
lenguas de un estado de diglosia dado no solo con extensiones, sino con reducciones semánticas, por
ejemplo, ' sacerdotisa' excluye el sema inherente quechua /protección/ (' amparo' , 'asistencia'), pero
incluye el sema inherente /paganismo/ (según el Diccionario de uso de Moliner, <mamacona> es el
"nombre dado a las mujeres vírgenes y ancianas dedicadas al servicio del templo entre los antiguos
incas, y a cuyo cuidado estaban las vírgenes del Sol" y, en el mismo diccionario, <s acerdotisa> es la
" mujer dedicada a ciertos servicios religiosos en las religiones paganas" ).
30 Todos estos distingos proceden únicamente en teoría y desde la logósfera léxica castellana predomi-
nante que diferencia entre //religión// y //mítica/, pero ciertamente ello no es posible dentro del
sincretismo mítico-religioso andino ---concomitante con la transferencia diglósica- que comprende,
por ejemplo, el vocablo quechua <mamacha> (proveniente de <mama> cuyos sememas registrados
son l. ' mad re ', 2. ' mujer mayor', y <-cha>, gramema sufija( diminutivo que porta el efecto de
sentido ' afecto ' ) para designar, extensivamente, a la ' Virgen María' o a una ' santa' (cf. Cerrón-
Palomino, 1994: 53); para <collana> como atributo de la virgen María (cf. Cerrón-Palomino, 2008a:
252), fenómeno que condice nuestra hipótesis sobre la adaptación significativa interlingual no solo
entre las lenguas imbricadas por el estado de diglosia estudiado, sino incluso por contagio semántico
intralingual, es decir, dentro del sistema léxico del quechua en cuanto tal.
31 Me refiero a los habl antes que carecen de una sobreconciencia linguocultural institucional o profesio-
nal, por ejemplo, " los testimonios de personas anal fa.betas de la zona" ( 193 n. 12, cf. Howard 1998)
que no se \flcluyen o las declaraciones de los alumnos del f P/8 " Quilloac" de Cañar.
32 Nuestro punto de vista coincide con el del antropólogo y lingüista José Luis Monctezuma Zamarrón
que en una reciente intervención en el / Encuentro de l enguas en Peligro ( 18-20 de setiembre de
2008, Museo Nacional de Antropología de Méx ico) dentro del marco del " Año Internacional de las
Lenguas", sostuvo su ponencia " Mitos y realidades de las lenguas minorizadas de México" donde
propugnó que las políticas lingüísticas deben ir también orientadas hacia los hablantes del castellano,
ya que son ellos quienes discriminan a quienes hablan otras lenguas; que es vital retomar la oralidad
como principio de la comunicación dentro de las comunidades indígenas y en el entorno social ; y ante
la pretendida " uniformidad" indígena, todas las culturas muestran, de hecho y coincidiendo con
Howard, características disímiles y situaciones particulares. Afirmó también que los mitos sobre las
lenguas minorizadas se han formado sobre todo en la academia, en la cuestión educativa y en las
mismas comunidades que son extremadamente puristas, todo lo cual resulta en el hecho de que los
jóvenes no quieran hablarla con los mayores . Concluyó que es necesario retomar la tradición oral
para transmitir la lengua e " incentivar un programa dirigido a los mestizos que rompa con el esquema
de que hablar una lengua indígena es signo de atraso" .
33 El contexto inmediato de las lenguas andinas en los tres países está configurado también por las
lenguas amazónicas, pero su intervención dentro del multilingüismo general es solamente aludido.
34 Ella anota al respecto que ·'el contacto entre el quechua o el aimara y el español en los Andes tiene
efectos a nivel fonológico, sintáctico y léxico, dando lugar también a la alternancia y mezcla de
códigos, fenómenos todos cuyo análisis ocupa a los lingüistas [ ... ]. Por un lado, los rasgos de contacto
lingüístico pueden ser producto de las ideologías; por otro lado pueden ser causa de ell as" ( 159).
35 Por ejemplo, al incluir el testimonio de los chumbivi lcanos, Nicolás para quien " la adquisición del
castellano es primordial para poder relacionarse con las instancias institucionales de la sociedad
nacional" (159-160) y A. Granda (234), cuando se habla de los " no-indígenas monolingües en
español" ( 180) y se postula que "debemos preguntarnos si en el nuevo contexto [los discursos
indígenas valorativos] adquieren un valor subversivo, o si representan una asimilación de los códigos
de valor dominantes, que socava la posibilidad de resistencia" (231 ). En este mismo sentido, pero
haciendo ahora referencia a nuestra propia experiencia en el trabajo de campo, nos consta que la
lealtad al quechua es legítimamente nativa y pensamos, por lo tanto, que debe relativizarse la
siguiente afirmación de Howard: "hasta cierto punto aquí se ha internalizado discursos europeos que
atribuyen una relación entrañable a la relación entre lenguas e identidad" (235).
36 Precisamente, Howard encuentra que "un discurso que critica el modo de hablar tiene el poder de herir a la
persona a quien se dirige" ( 139), pero lamentablemente no examina el aparato ideológico represivo que
ocasiona este grave hecho lingüístico, social y cultural que afecta a diario la convivencia entre los andinos.
37 Foucault nos enseña que "el poder produce saber (y no simplemente favoreciéndo lo porque le sirve o
ap li cándolo porque es útil); poder y saber se implican directamente uno al otro; no hay relación de
poder sin constitución correlativa de un campo de saber, ni de saber que no suponga y no constituya
al mismo tiempo re laciones de poder" ( 1975: 32).
38 < Prestigio>, del lat. praestigium: ilusión causada a los espectadores por los trucos de un mago.
39 Howard registra algunas idealizaciones ireni stas: "el discurso de la persona bilingüe mestiza: solidari-
dad, patemalismo, nostalgi a, bucolismo, afectividad" ( 165).
40 Solo se menciona a los castellano-hablantes monolingües que viven al lado de los quichua-hablantes
y que pueden opinar sobre esa co-existencia, como es el caso del Decano de la Universidad de Cañar;
cf. acáp ite 4.1.6 sobre el monolingü ismo castellano.
41 La autora no deja de mencion ar al respecto, al contexto andino donde " la variabilidad de acceso a los
códigos lingüísticos afecta la posibilidad comunicativa y la capacidad de ejercer influencia dentro de
las redes de poder" (143); cf. BallónAguirre (1983).
42 Cf. Cerrón-Pa lomino ( 1987).
43 Los sociólogos (vrg. A. Quijano) entienden por cho/ocracia la aristocracia chola peniana que actualmente
ejerce una voluntad de "poder puritano" contra los pueblos originarios, entre otras cosas, como reacción
al hecho ambiguo de que "ser mestizo es ser producto de la conquista, invasor e invadido al mismo tiempo"
(222). Howard ve esta hegemonía desde la coloúia andina donde "el bilingüismo mestizo siempre ha sido
una herramienta de control social frente al sector indígena" (125) y la primera mitad del siglo XX: "a las
clases dominantes les interesa el mestizaje como proyecto político que neutralizaba, por lo menos
simbólical'pente, las confrontaciones étnicas que amenazaban su posición hegemónica". A partir de esta
consideración histórica, concluye que "se puede entender por qué el discurso y la práctica de la diferencia
juegan un papel político de tanta importancia en la resistencia indígena hoy en día" ( 183-184 ).
44 El linchamiento mediático limeño a los apuntes molosos, estrictamente personales, de la senadora
Hilaria Supa en el mes de abril de 2009, es la última vejación pública producto de la intolerancia
linguocultural chola.
pueblo motoso que, en nuestro criterio, se producen los estados de conciencia identitaria
y sus efectos 4 5, esto es, precisamente las contradicciones enunciadas por los entrevistados
en sus testimonios en fonna de "posiciones ideológicamente constituidas" (Howard, 183).
Los textos de las entrevistas colectadas en el libro de Howard son, desde nuestro
punto de vista, discursos testimoniales compuestos por impresiones referenciales y efectos
de sentido que actualizan los hechos de conciencia (valores ideológicos o ideologemas) de
quienes los enuncian y, por lo tanto, siempre presuponen el enunciado que enuncia una
categoría de enunciador: <yo te/le digo que .. .>46 • En consecuencia, partiendo del axioma de
que no hay lengua de clase sino discursos de clase, las declaraciones de los sujetos indivi-
duales (los infonnantes) son a entender y describir desde la controversia ideológico-discursiva
entre los sujetos colectivos enfrentados a los que cada infonnante o se adhiere o se opone:
a) el sujeto colectivo opresor confonnado por los monolingues castellano-hablantes
detentadores de los poderes sociales hegemónicos;
b) el sujeto colectivo sojuzgado que reúne a los monolingües en una lengua ancestral y
a los bilingües en situación de diglosia y heteroglosia, todos ellos coercidos por esa
hegemonía castellana.
Dicho esto, si tomamos pie en los criterios elaborados por la socio lingüística diferen-
cial que nos dice que tanto el sentimiento lingüístico del hablante andino como sus ideolo-
gías solo son observables a partir de sus prácticas discursivas, las declaraciones ideológi-
cas de los informantes que constituyen el corpus de trabajo reunido en el libro de Howard
serían a describir mediante una combinatoria de cuatro órdenes enunciativos, plausibles
pero no restrictivos 47 que, para el caso propuesto, serían los siguientes:
45 Las premisas desarrolladas por Goldmann en este punto derivan del axioma sobre el carácter reflexivo de
la relación estrecha entre los fenómenos de lengua, la conciencia o elemento cognitivo y las acciones
humanas fundadas en la cooperación y la división del trabajo en la vida social. Son las siguientes:
a) todo hecho social es, sobre todo, un hecho de conciencia;
b) toda conciencia es, a su vez, una representación más o menos adecuada de cierto sector de la realidad;
c) todo hecho social implica hechos de conciencia sin cuya comprensión no puede ser estudiado de
manera operatoria;
d) el principal rasgo estructural de esos hechos de conciencia es su grado de adecuación y su corolario
implícito, esto es, su grado de inadecuación a la realidad;
e) el conocimiento comprensivo y explicativo de esos hechos de conciencia y su grado de adecuación
o de inadecuación, de verdad o falsedad, solo puede ser establecido por su inserción en las totalidades
sociales más vastas; dicha inserción es la única que permite comprender su significación y su necesi-
dad; de ahí que "una sociología diferencial del conocimiento centrada en el grado de adecuación es el
fundamento indispensable de toda sociología que quiere ser realmente operatoria" (1970: 122-124).
46 Se trata de sintagmas que actualizan enunciaciones enunciadas, llamadas también enunciaciones
auto-referencia/es.
47 Hablamos de órdenes y no de categorías debido a que son susceptibles de intersectarse. Como se verá
más adelante, en los discursos la conciencia de hecho puede derivar en conciencia adecuada o la
conciencia posible inmiscuirse con la falsa conciencia.
Ello explica bien por qué el presidente Morales, representante ungido de la población
quechua y aimara, intententó eliminar, o por lo menos reducir, los efectos de la reforma
educativa llevada a cabo por la E/8. 51
48 Entre estos factores li gados a la existencia del propio sujeto colectivo sojuzgado no se incluyen los
factores y hechos pasajeros o inestab les que, a pesar de estar relacionados con la naturaleza de ese
mismo sujeto colectivo sojuzgado, pueden modificarse o aminorarse sin que ello acarree su desapari-
ción en cuanto tales.
49 Es el " imperativo para aprender la lengua de la clase dominante y olvidar o renegar de la lengua
postergada" . R. Cerrón-Palomino (2003: 50).
50 Constata Howard que " por razones sociales muchos indígenas han optado por no transmitir su lengua
materna a los hijos" (99), " la resistencia de los padres de familia indígenas a la enseñanza del quechua en
las escuelas bilingües" ( 124 ), ·'el quechuahablante busca el castellano como un bien cultural cuya adquisición .
supuestamente le dará acceso a mayores recursos sociales" ( 127) y luego hace hincapié en las "actitudes
negativas frente a la idea de hab lar las lenguas indígenas" ( 199). El tantamayino Márquez atestigua que " los
padres actuales que somos ... a los niños que van a la escuela al colegio dicen ' no, no hables quechua' , dicen,
se prohíbe" (205-206) y un testimonio anónimo confirma lo mismo para el aimara. En este punto interesa
especialmente el apartado titulado ·'Oposición de los padres de familia a la EJB".
51 Si en julio de 2006 se previó la supervivencia de la EIB (375 n. 2), el hecho concreto en octubre de
2008, según el parte transcrito por la agencia de noticias EFE (18/10/2008) titulado Más del 99% de
los bolivianos están alfabetizados en castellano, es que ·'el Ministerio de Educación y Cultura de
Bolivia informó que el Programa Nacional de Alfabetización Yo, sí puedo alfabetizó en el país a
99,09% de,las personas en idioma castellano. ' A nivel nacional hasta la fecha tenemos un avance de
99,09%, esto representa los graduados, que son 721 mil 309, y participantes en clase 94 mil 456
personas en las áreas urbanas de todos los departamentos ', señaló el director genera l de Alfabetiza-
ción, Benito Ayma, a la Agencia Boliviana de Información (AB!). Ayma resaltó el avance de alfabe-
tización en este idioma y aclaró que un trabajo similar se desarrolla en los departamentos donde los
ciudadanos y c iudadanas utili zan los idiomas aymara y quechua".
Howard constata, siempre desde el punto de vista lingüístico, que las estructuras
sociales en las zonas rurales están moldeadas por el colonialismo interno hasta hoy. Esta
circunstancia determina que la conciencia de hecho discursivizada por el sujeto colectivo
sojuzgado sea una reacción frente a la conciencia de hecho discursivizada por el sujeto
colectivo opresor como sucede - para citar un solo ejemplo que se af\ade a los incluidos por
Howard en el apartado 1.2 .3.1 sobre el modelo educativo precedente- con la muy conocida
Autobiografia de Gregario Condori Mamani que plantea la controversia entre el opresor (el
ejército, el cuartel , los clases: " tenientes, capitanes") y el sojuzgado (el recluta). 52
Por último, se cuenta dentro de este tipo de conciencia de hecho también de parte del
sujeto colectivo opresor, el uso subsidiario del quechua para controlar mejor la mano de obra
en la actividad agrícola o minera y el servicio doméstico .53
56 Siempre desde nuestro punto de vista, el papel que desempeña la cultura es defender las identidades, las
diferencias y las diversidades amenazadas, pero no idolatrizarl as, no conve1tirlas en un valor supremo.
57 1-loward afirma, además , que ·' hi stóri camente el quechua ha serv ido como medio de comunicación
para construir relaciones de dominac ión y subord in ación dentro de un a soc iedad excluyente y clasista.
La persistencia del bilingüismo castell ano-quechua entre las clases medias urbanas en el Perú y Bolivia
sería un indicio de la superv ivenci a en alguna medida de aquellas estructuras socioeconómicas" (374 ).
58 Como se verá, sus ideas hacían plena causa común con el pensamiento faccionario de RivaAgüero que
se oponía radicalmente al pensamiento faccioso de esa mi sma época representado por hombres como
Gonzá lez Prada, Yalcárcel, Mariátegui, Arguedas y, ciertamente, según explica 1-loward, el indi geni smo
que hoy se, perpetúa.
59 En cuanto a la conciencia posible del sujeLO colectivo sojuzgado sobre este mismo punto, tenemos los
testimonios 4. 18, 5.1 O y 5.23 en el libro de 1-loward, por ejemplo, ·'si uno entra así vestido como
mestizo lo atienden rápidamente, tiene más consideración, pero al indígena aún todavía no valorizan"
(201 ); o la glosa de la investi gadora donde advierte que "se percibe una correlación semiótica entre la
lengua y otros medios discursivos tales como la vestimenta, el peinado y los estilos musicales" (198).
afecto por el indio tiene que empeñarse, con viva impaciencia, en su rápida castellanización",
ya que "el hombre bilingüe es un retardado psíquico" [sic]. Por último,
de su propia fam ilia, de su propia colectividad, de su propia cultura; a muchos cuzqueños tú les
preguntas ¿tú de dónde eres? Yo soy, dicen, deArequipa. A uno de Trujillo le dicen ¿de dónde eres tú?
Yo soy de Lima. A un limeño, a un trujillano, a un cuzqueño le preguntas ¿tú de dónde eres? Yo soy de
México, soy de Argentina, pero menos peruano" (209) o Condeso (302-303). También se alude a "la
negación de los padres" (21 O) y al hecho de que "el ' dejo ' en el hab la es dificil de modificar y alimenta
los estereotipos" ( 194). En este punto estriba, insistimos en lo dicho en otra parte, la importancia
linguocu ltural de los programas televisivos (" Laura", "Maritere'', etc.) donde los hablantes del pueblo
peruano expresan en sus discursos molosos plenos, sin cortapisas ni superegos ali enantes, los avatares
de sus dramas autob iográficos.
65 En su testimoni o, el cuzqueño Corihuamán se refiere a los " esquemas" prejuiciales de los profesores
mest izos en la E!B: " yo conozco maestros - afirma Cori huamán- que realmente aquí en las capac ita-
ciones demuestran haber asimilado bastante, aquí demuestran que saben, han aprend ido, pero cuando
van a las escuelas no hacen eso, porque no practican en lo mínimo, ¿por qué? Porque si realmente
trabaj aran conscientemente, esos niños cambiarían y eso no les conviene que cambien, ¿por qué?
Porque mientras no cambien, todavía esos maestros pueden explotar a los niños , pueden engañar a los
niños, pueden abusar [ ... ], porque si el indio sabe leer y escribir, conoce sus derechos, ya haría respetar
sus derechos y con eso el mestizo propiamente quiebra, cae y tendría que aprender a trabajar" (281 ).
Véase también el enfrentami ento entre los maestros hi spano-mestizos y bilingües-indígenas en la E!B
ecuatoriana (285-288).
66 Reparemos , al contrario, que aunque en e l corpus de trabajo estudiado por Howard se hallan contadas
autorre tl exiones sobre el hab la di glós ica andina y el estado de diglosia, la investigadora comenta en
varias ocas iones, con indud able acierto, esa situación de diglosia que aqueja al área linguocultural
and ina; véase tambi én, Cen-ón-Palomino (2003).
67 C f. Bailón Aguin-e ( 1986).
68 Ell o puede ll egar a casos de abso luta irresponsab ilidad como se constata en el testimonio 6.41: " a
diestra y a sini estra se nombran co legas o profesores, sin tener en cuenta el uso de la lengua. Por lo
tanto, hay muchos colegas aim aras que son nombrados en la zona quechua y quechuahablantes en la
zona ai mara", pues en lo que se refiere a los Andes " un poco cada uno hace lo que le da la gana, el que
más poder tiene ap lasta a los demás".
69 Como lo l,liciera hace mucho A. Escobar ante el funcionario del Ministerio de Educación encargado de
los cambios aconsejables en la política edu cati va estatal que había afi rmado: "A los indios hay que
darles un lavado de cabeza para que se olviden del quechua" ( 1972: 15).
70 Howard atest igua que "en las múltipl es conversaciones que tuve con profesionales bilingües de lengua
matern a quechua durante los ocho meses de trabajo de campo, no encontré a ninguno que hablara la
lengua indígena con sus hijos" , circunstancia que " ilustra la frecuente falta de con-espondencia entre
De esta manera, las aguas que arrastran los lodos de la falsa conciencia linguocultural
llegan hasta hoy en día, sin solución de continuidad y en la misma línea de flotación de
Jiménez Borja, a un estado de crispación exasperada cuando en los discursos orales y
escritos del sujeto colectivo opresor se da rienda suelta (a tambor batiente~ al " racismo
social" 71• Al mismo tiempo que ali í se exalta con fervorosa devoción la lengua castel lana
«culta» y la occidentalización de nuestra pluricultura se ataca, con encono detractor, la
promoción de nuestras lenguas y culturas ancestrales, especialmente en tres casos muy
conocidos por sus repercusiones mediáticas que solo mencionaremos brevemente:
• el primero pertenece a la lingüista-senadora M. Hildebrandt que alega encarnar a la
Academia Peruana de la Lengua en el Congreso Nacional. El 6 de setiembre de 2007, frente al
proyecto para la implementación de la promoción de las lenguas ancestrales peruanas de la
abogada-senadora M. Sumire72 , Hildebrandt opuso-engallada-el disparate de que los hablantes
no tienen autoridad en las decisiones políticas tomadas sobre su lengua, pues solo los lingüis-
tas están capacitados para hablar sobre ella. 73 He aquí un extracto de la discusión aludida 74 :
los ideales expresados y la práctica real, efecto de la hegemonía[ .. .]; para ellos, el quechua formaría
parte de su conciencia identitaria, pero no forma parte de su práctica" (152-154).
71 La expresión es de Bourdieu.
72 Anotemos de paso que, en aimara, <sumire> equivale al quechua <sumaq>: ' (el que es) excelente'.
73 No todos los lingüistas sino solo los anacrónicos que profesan la " lengua culta". Las expresiones
" español (o castellano) culto" e " inculto" han sido, de facto, desterrados de la nueva Gramática de la
RAE (Real Academia Española) por aparecer en diciembre de 2009, gracias a la intervenci ón de los
lin güistas peruanos Cerrón-Palomino y Pérez Silva.
74 Nótese el contraste entre el tratamiento coherentemente respetuoso de Sumire a Hildebrandt ("seño-
ra", " usted") y, a la inversa, la vaci lación entre tuteo y " usteo" del maltrato soberbio, vejatorio, de
Hildebrandt hacia Sumire. El di álogo ha sido mencionado en el Diario de Debates del Congreso
Nacional del Perú cotTespondiente a la fecha, p. 42 y ha sido transcrito del video difundido en la red.
El proyecto de Sumire, apoyado por los senadores Hilaría Supa, Oswaldo Luizar y José Saldaña, fue
rechazado por el Pleno parlamentario a razón de 55 votos contra 44 (compárese esta situación con
la inversa que acontece en Bolivia; cf. Howard, 106). Incluso en el mismo debate la presidenta de
tumo del Congreso Martha Moyano, en su papel de moderadora, discriminó a voz en cuello nombran-
do a una por su apellido (" congresista Hildebrandt") y a la otra, que copatrocinaba el proyecto de
Sumire, por su nombre de pila, como si se tratase de una sirvienta doméstica (" congresista Hilaría'').
Tal cual se ve, las airadas palabras de Hildebrandt brillan como una cuchilla de guillo-
tina glotófaga; en ellas espejea un psicodrama lingüístico para cercenar el cuello a cualquier
dispositivo jurídico-técnico destinado a resolver nuestro agudo problema funcional: el dere-
cho de cada ciudadano andino y amazónico a emplear su lengua marginada con los
mismos efectos jurídicos del uso de la lengua predominante. De esta manera, con sus
pulsiones de control prepotente, M. Hildebrandt ha hecho brotar aquí y ahora la lógica
totalitaria 7 5 , vale decir, la reducción de la pluralidad étnica y de la complejidad linguocultural
peruana al enfrentamiento discriminador entre la fuerza del Estado y la inanidad social7 6 ;
• el segundo es el denigrante debate mediático promovido por el periodista A.
Mariátegui contra la congresista H. Supa en la primera plana del diario Correo de Lima, el 23
de abril de 2009. Como este entredicho ha sido muy promocionado y tiene que ver directa-
75 A todos consta que el rendimiento del trabajo político y legislativo en los países andinos es el más
deleznable de todos. El " santo senado" de que hablaba Virgilio (1960: 185) se ha transfmmado aquí en un
imbunche donde se cump le, al pie de la letra, la vieja previsión de Tocqueville sobre el " despotismo
democrático" o, más recientemente, la observación del filósofo esloveno S. Zizek para quien el estali-
nismo es el porvenir de la democracia parlamentaria. Ya que el Estado peruano no puede hacer gran cosa,
sus miembros, especialmente si son congresistas, compensan su ineficacia con la estridencia y así la
lingüística en manos de la política se convierte en un simple medio para ostentar el poder despótico-
estalinista y, al ejercerlo alegando "conocimientos profesionales", surge la rivalidad por conservarlo
enarbolando argucias ilegítimas dirigidas a mantener su credibilidad, por ejemplo, blandiendo el argumen-
to ad hominem: "yo soy lingüista" y "tú no lo eres". En suma, la crisis actual de la ineficacia gobernante
se debe, ante todo, a la nula credibilidad moral de sus representantes. De ahí su imagen vegetativa
mientras tsperan convertirse en una vasta chatarra de micrófonos, megáfonos y bocinas oxidados.
76 El video del desaguisado Hildebrandt-Sumire se difundió inmediatamente por la prensa de toda
Latinoamérica e incluso en los Estados Unidos por las cadenas de televisión Telemundo y Univisión;
en esta última, fue comentado durante media hora en el programa dominical Al punto del periodista
J. Ramos . En los meses siguientes continuó una amplia discusión mediática y en la red, promovida
especialmente por los lingüistas profesores y graduados de la PUCP.
mente con la escritura motosa a ser tratada en otro lugar 7 \ nos limitamos aquí a mencionar
esta nueva alharaca del " racismo social" puesto de manifiesto por la comunicación de masas
al servicio del sujeto colectivo opresor;
• a esos dos casos de ninguneo linguocultural , se suma este otro de orden también
totalitario, pero de plena vigencia mediática chic: proviene de M. Vargas Llosa, miembro
conspicuo de la Real Academia Española. Sus posiciones ultramontanas (por ejemplo, cuan-
do sublima a la monarquía española o a los teóricos del capitalismo salvaje), soberbias y
despóticas son muy difundidas en el mundo de habla hispana. En sus crónicas periodísticas no
pierde op01tunidad para denigrar (con el pretexto de reclamar la "libertad" de la pequeña
burguesía para decir lo que le viene en gana, a la vez que abomina, hasta su negación, toda la
identidad indígena nacional) a quienes, por lo visto, son los molestos afeadores de la common
decency de nuestro estamento chuto dominante, los aborígenes peruanos a quienes, en uno de
sus habituales, ominosos ensayos, tiene el cuajo -el descaro o la desvergüenza, según se
mire- de insultar en negro y blanco llamándolos "subespecie indígena" 78 , epíteto repugnante
que requiere verdadero talento de escritor novelesco, pues no se le encuentra en la escritura
ensayística del linaje intelectual plutócrata peruano desde Riva Agüero hasta los tuertos
renglones quechuistas de Porras Barrenechea. Vargas Llosa, en sus dicterios vejatorios contra
la "subespecie indígena" y las "ficciones indigenistas", no concede a las sociedades amerindias
al menos la calidad de fratrías tribales, pues para este protonotario son , en la scalae vivendi,
seres infrahumanos a tener no más acá de los animales o las plantas.
Pero la muchas veces proclamada "sinceridad" de esas posiciones reaccionarias no
lo eximen de una mínima sobriedad moral : su furibundo catecismo injurioso contra los indíge-
nas, además de hacer patente una agnosia plena del mundo andino actual, con su irrespon-
sabilidad alelada está haciendo hoy más daño contra las lenguas y las culturas ancestrales
peruanas que en su momento los autos de fe de los extirpadores de idolatrías.
77 Cf. E. Bailón Aguin-e. "Caracterización linguocultural de las sociedades peruanas (encomio del motoseo )";
véase: http ://utero. pe/2 009/04/2 7/hi Iaria-supa-was-ri ght/; http ://1apena) ingu isti ca. b Iogspot. com/
78 Sánchez Cuadros (2007) cita el artículo publicado por Vargas Llosa en El País el 11 de febrero de
2007 . Breton en su Manifieslo del surrealismo de 1924 advertía ya que " la literatura es uno de los más
tri stes caminos que llevan a todo" y así el insulto " subespecie" aplicado al estamento indígena resume
la larga cauda infamante resefiada por Reissner ( 1983 ). En estos casos, afinna Foucault ( 197 5: 257),
se trata de configurar " una zoología de las subespecies sociales, es decir, una etnología de las civiliza-
ciones de malhechores, con sus ritos y su lengua; todo ello compendiado en fonna paródica".
79 Véase la glosa de Howard (252).
* * *
Hasta aquí llega esta breve digresión sobre los valores ideológicos obrantes en los
hechos de conciencia discursivizados, cuya temática es el conflicto linguocultural en la
región andina. Queda por agregar, sin embargo, el hecho de que la polarización legal y
profesional entre, de una parte, el sistema de la lengua castellana predominante y, de la otra,
80 Este pronunciamiento ha sido firm ado por el ·'Colectivo por la Vigencia de Nuestras Lenguas" y
difundido en la red por el PROEIB-ANDES.
81 Por la Declaración Universal de los Derechos Humanos (arts . 1, 7, 26 y 7), la Declaración Universal
sobre la diversidad cultural de la UNESCO, el convenio 169 de la 0/T, el Pacto Internacional de
Derechos (::iviles y Políticos (art. 18), el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales (arts. 13 y 14) o la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos
Indígenas (art. 13 ), de los cuales el Estado peruano es signatario; además de las leyes peruanas de
reconocimiento, preservación, fomento y difusión de las lenguas aborígenes (Nº 28106), la ley
general de educación (Nº 28044, arts. 2, 3, 8, 9, I O, 11 , 12, 19 y 20), la ley para la educación bilingüe
intercultural y otras normas específicas.
82 Ello ha sido claramente advertido en el testimonio del huanuqueño Durán compilado por Howard
(158): " mala información a la poblac ión, mal a información de los intelectuales. Sabemos nosotros
que no hay lenguas puras, no hay lenguas perfectas" . Allí mismo se encuentra la declaración del
tantamayino Condeso: '·no hablamos netamente lo que es el quechu a sino lo mezc lamos con el
castellano" ( 159), la del chumbivilcano Cahuana " nuestra palabra está mezclado siempre con el
castellano y con el quechua" ( 162) y la de la cuzqueña Zamora: "yo creo que no hay comunidad,
comunidad originaria que se mantenga digamos sólo quechua, no existe. Inclusive las comunidades
más ais ladas de algun a manera tienen la influencia del castellano" (344 ).
83 En el mismo libro de Howard se consigna el testimonio del tantamayino Márquez que afirma: "entonces
yo digo, el gobierno, hace tiempo se ha oficializado en el Perú [el] quechua, pero eso es solamente ley
solamente decreto, no hay cumplimiento. No dice bueno para tal colegio o para tal escuela un profesor de
quechua, no dice" (205) y el huanuqueño Durán: "solamente se hablaba castellano en esa escuela y los
profesores nos prohibieron [ ... J hablar el quechua" (207). De ahí que por una extraña reversión, la
invocación constitucional de cierta igualdad teórica haya terminado por perpetuar la desigualdad de hecho.
84 Cf. Cerrón-Palomino (2008b).
85 Cf. los testimonio 4.13 y 6.11 en el libro de Howard. Ella coincide en hablar tanto del contacto
quechua-castellano como del "entreveramiento de los códigos lingüísticos" ( 160) y nos recuerda su
asistematicidad. Como excepción a la regla, la autora se refiere al fenómeno de la " media lengua"
documentado en Ecuador por Muysken ( 162, siguiendo a Muysken 1997). Y si, desde luego, " la
mezcla se manifiesta no sólo a nivel léxico sino también a nivel morfosintáctico" (164) y se
conviene en que "la ·mezcla' lingüística se considera una ' deficiencia' en el habla común" (253), no
se le menciona los niveles fonético, del significado (semántico) y del sentido (semiótico) como se vio
en el caso de <wirxina>/<wirhina>, planos capitales de la enunciación ideológica identitaria. Véase de
que conlleva la combinatoria de nuestras razas y culturas, es decir, nada menos que la colum-
na vertebral de la vida cotidiana andina y que, en calidad de tal, debió ser desde siempre,
mucho más allá del precepto constitucional, su objeto de conocimiento central. R. Barthes
(2002: 884) entrevió las consecuencias del imperativo categórico lingüístico aislacionista
cuando observó que la separación dramática de las lenguas lleva a la inmovilidad trágica de la
cultura, coadyuvando así a la doble alienación ideológica de nuestras sociedades. 86
Preguntémonos, en este orden de ideas, ¿cuál es la realidad peruana que, desde J. C.
Mariátegui, predican nuestros sociólogos, antropólogos, economistas, juristas, historiado-
res, etc.? En el Perú y en cualquier parte lo real es políglota87 y, por lo tanto, no hay realidad en
sí; lo real es lo que producimos con nuestra habla. Los mundos andinos y amazónicos para
hacerse realidad buscan, de hecho, todas las posibilidades que les ofrecen las lenguas perua-
nas (sus dialectos o mesolectos) y son los discursos de los peruano-hablantes los encarga-
dos de actualizarla. Todos sabemos que, desde la cruenta implantación del castellano en los
Andes y laAmazonía, nuestras lenguas ancestrales dejaron, efectivamente, de ser lenguas de
cultura y durante mucho tiempo, incluso para los lingüistas, quedaron solo como relictos a ser
disecados y museizados en gramáticas y diccionarios. Pero fue gracias a la enseñanza de A.
Escobar, G. Churata, J. M. Arguedas, U. García, L. E. Valcárcel, E. Morote Best, etc. que se tomó
conciencia de nuestra efectiva realidad linguocultural: a la par de trabajar estos indispensables
e insustituibles adminículos lingüísticos que son las gramáticas y diccionarios no podíamos
continuar haciéndonos los desentendidos del hecho de que las sociedades andinas son
pluriétnicas e interculturales pues, como afirma Howard, acá "la hibridez lingüística se vuelve
parte constitutiva de la identidad cultural" (342); e igualmente debimos percatamos que es
grave, en sumo grado, el hecho de que los Estados Andinos no sean capaces de integrar a sus
ciudadanos que tienen herencias y tradiciones culturales diferentes. 88
Granda (200 l ), Cerrón-Palomino (2003), el estudio fonético de Pérez Silva y otros, Contra el
prejuicio lingüístico de la motosidad. Un estudio de las vocales del castellano andino desde la
fonética acústica. Lima: IRA-PUCP (2008) y los excelentes videos realizados por los lingüistas Pérez
Silva y Zavala " Los castellanos del Perú" y Pérez Silva, Zariquiey y Zavala "Las lenguas del Perú".
Lima: Proeduca, GTZ, PUC y TVCultura, 2008.
86 A este propósito, Howard constata pertinentemente que ·' ta hibridación del quechua hablado, por
influencia del castellano, es un fenómeno sociolingüístico que va de la mano con la hibridación
cultural" (339); cf. F. Bailón Aguirre (2008).
87 Toda lengua es unitaria por su sistema fonético, fonológico y morfosintáctico, pero es heteróclita
por su léxico. Como las denominaciones linguales no son analógicas de la realidad (el signo lingüístico
no es una «naturaleza») siempre hay una discontinuidad entre el lenguaje y lo real. Además, las lenguas
peruanas son absolutamente excéntricas (políglotas) en su léxico, incluso si se trata de lenguas como
las castellanas andina y ribereña que cuentan con muchísimas palabras no solo latinas, sino árabes,
griegas, quechuas, inglesas, francesas, nahuas , hebreas, etc. El léxico de cada lengua comporta siempre
una alteridad múltiple pero convergente.
88 La informonte ecuatoriana Quiroz se lamenta, con toda razón, "¿por qué el gobierno da prioridad al
inglés y no al quichua? Siempre he pensado, pero no puedo hacer nada en realidad[ . . .] si no valoramos
lo que somos ¿quién lo va hacer?" ( 145) y el informante peruano Vega sostiene que se debe concientizar
a los campesinos con el hecho de que "'la lengua quechua también vale como cualquier otro idioma.
Entonces, a consecuencia de esto, yo no sé, sería muy ideal que a nivel nacional, la política de
gobierno educativa debe cambiar, con mucha más fuerza y con mucha más intensidad" ( 156).
Es este contexto auténtico, efectivo, el que pennite medir cuán relativo es el valor -
incivil, egoísta- de la fútil discusión legal parlamentaria y periodística en donde se confun-
den problemas étnicos y situaciones sociales de comunicación y expresión. Como lo mues-
tran los desafueros de Jiménez Borja, las controversias Hildebrandt-Sumire y Mariátegui-
Supa o los artículos periodísticos de Vargas Llosa, hoy se instala aquí una dinámica acentua-
da de separación que se ahonda progresivamente, una distancia entre las poblaciones
marcadas por su origen étnico ancestral y el resto de la sociedad mestiza peruana a causa de
"las relaciones de poder en la sociedad más que [por] factores pedagógicos" (281 ).89 Y así,
no obstante habernos percatado de que nuestra patria está constituida por sociedades
multiétnicas, multilingües y pluriculturales, la calamidad del separatismo se perpetúa indefi-
nidamente . Para mencionar un solo síntoma de esta desdicha, en las universidades y el
congreso peruano a la antigua moral burguesa de los parlamentarios y a la responsabilidad
pedagógica ejemplar de académicos y catedráticos les ha sucedido el imperio de una peque-
ño-burguesía amoral que practica la política de cada uno para sí mismo y para la protección
de sus mezquinos intereses ideológicos, pecuniarios y de promoción personal, atropellando
de paso las responsabilidades interculturales y las identidades colectivas seculares.
En consecuencia, las nuevas fonnas de compromiso intelectual, periodístico o políti-
co son producto de una desculturización multiétnica y multilingüe generalizada. En efecto,
una vez superada la blenorragia senderista, en el congreso y las universidades limeñas se
trata de conservar el "territorio" y el "poder" parlamentario o universitario capturados con
buenas o malas artes. Allí imperan ciertos complejos mezclados de esnobismo y feudalismo:
hacerse reconocer por los otros (sus colegas periodistas, profesores, parlamentarios, o sea
los circuitos de admiración intelectual mutua), adhiriéndose al hispanismo ultramontano a
costa del menosprecio del habla motosa y de quienes practican nuestras lenguas ancestrales.
Tal es el principium rationis que mueve la vida institucional de esas entidades públicas
donde las derechas, los centros e izquierdas interpretan la misma partitura de intereses,
aunque no con el mismo registro, es decir, ejecutan diferencias de entonación, pero no de
orientación ideológica dirigida siempre a la caza del poder, al lucro mediocre y, sobre todo, a
colmar su imagen social, su visibilidad personal (hacerse notar, hacerse re-marcar: el irre-
sistible prurito de sacar pecho por «hablar y escribir bien» el español).
Sepamos pues agradecer, en estos tiempos nauseosos, los libros que nos ofrecen aire
fresco. La obra de Howard, enfilada en sentido contrario al de semejantes amaños, asegura
las bases linguoculturales auténticas, materiales 90 , demostrables y estimulantes para susten-
89 Ello contradice la vis ión idílica, armoniosa e irenista de la EIB. Hacemos causa común, a este
respecto, con el sétimo considerando del Pronunciamiento contra la discriminación lingüística
antes mencionado (cf. nota 79): "El silencio de los congresistas, políticos y académicos frente a este
tema, revela el grado de parcialidad y de polaridad social que algunos medios agudizan. Ese silencio los
hace cómplices de la invisibilización que han vivido las lenguas originarias en nuestra frágil democra-
cia. Es urgente que cada persona asuma su rol social y político más aun en esta coyuntura de
fragmentación social y de reestructuración del Estado. Si somos un país dividido por la distribución de
la riqueza, la diversidad de lenguas y culturas y las condiciones geográficas, no debemos quedar callados
frente a conductas que intentan seguir marcando distancias y pronunciando las brechas que en un
pasado no muy lejano nos costó una violencia sin igual".
90 La palabra " materia" comprende no solo la necesidad materi al en sentido corriente, sino el criterio
enunci ado por Althusser ( 1970: 116) para quien en la lengua " la ideología tiene una existencia
material pero diferente a la de un ladrillo".
91 <Neutro>, del lat. ne-uter, ·fuera del útero'; cf. Dante Alighieri (1983: 158; Infierno, canto XXXII,
noveno círculo, segunda división). Antenora, en nombre de Antenor (o Sinón) el troyano traidor que
abrió las puertas del caballo de madera en que se ocultaban los guerreros aqueos, cf. Virgilio ( 1960: 207).
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Resumen
Palabras clave: Ley de Conscripción Vial o Ley Vial, autoridad vial, poder local, Esta-
do, campesinos, comunidad indígena, caminos.
Abstract
The Conscription Vial Act was given in Peru during the government of Augusto B .
. Leguía ( 1920 - 1930) to mobilize the rural population between 18 and 60 years in the construction
of roads that join territories and towns under the parad igm of modem ization of the nation
state. My hypothesis is that its implementation is also sought to strengthen, in the midst of
an exclusionary political representation of indigenous people, to local authorities for the
state authority. This policy caused contradictories reactions and often violerot acts of the
rural people. The compu lsory character of the modernization and how this law worked
exc lusionary we raise question about the reasons because the rural people to accept and not
accept the Conscription Vial Act. We take it for a case study: the opposition of Lachaqui
village in the province ofCanta.
Key words : Vial Act ofConscription Vial Act, road authority, local power, state, fanners,
indigenous community, roads.
5 El Comité Pro Derecho Indígena Tahuantinsuyo era una asociación civil formada en 1920 por elites
educadas provincianas y mestizas, de las ciudades del interior y de Lima con presencia orgánica en el
sector rural, que junto a otras asociaciones como el Comité Pro indígena, fundado en 1909, y el
Patronato de la Raza indígena, entidad gubernamental fundada en 1922, se dedicaron a investigar y a
denunciar los abusos de los derechos indígenas por los gamonales y funcionarios del Estado y del clero.
Influidos por ideologías liberales y radicales anarquistas y socialistas, fueron un canal de eficiente
transmisión de ideas que ayudarían a impulsar las movilizaciones campesinas de aquella década y de
1930. Al respecto, véase Wilfredo Kapsoli (1984) y Gerardo Leibner (1994).
6 Según el reglamento de la ley los conscriptos debían cumplir I semana de labores por semestre en las
obras de construcción, mantenimiento y el los declaraban haber cump lido en febrero dos jornadas de
4 y 3 días que sumaba, entonces, una semana de labores. Al respecto, véase Ramón Abad ( 1961: 13).
7 AGNP, MIPS, lnfonne de prefecto y subprefecto, 29 y 30 de abril de 1927.
8 La Prensa 29/04/ 1927 .
. 9 Abad , R. (1961).
maron a los gendarmes y a las autoridades para encerrarlos luego en el cabildo. Al día
siguiente, se fonnó una comisión con varios pobladores de la villa para llevar a los detenidos
ante las autoridades de Santa Eulalia en la provincia vecina de Huarochirí. Llegaron solo a la
comisaría de esa provincia y dejaron a sus muertos como prueba de los abusos.
¿Por qué la ejecución de la Ley de Conscripción Vial trajo una violenta resistencia de
la población contra las autoridades pese al pacto suscrito por los representantes de la villa
de Lachaqui ? Los pobladores no se rehusaban a cumplir la ley, la habían aceptado con
prontitud en otros trabajos, pero se resistían a aceptar imposiciones más allá de lo que
establecía. La evidencia del desacuerdo entre las autoridades y la población la vemos en el
siguiente diálogo, conservado por la memoria campesina, entre los campesinos y los deteni-
dos cuando marchaban a Santa Eulalia en la vecina provincia de Huarochiri
[ .. . ] el hombre que condujo a los prisioneros [Si meón Vi lea poma] , sin insultos,
sin abusos ni tortura, al contrario con todo respeto y hasta olvidando los
acontecimientos para dar paso al humor; [ ... ] al pasar por el lugar de "manna"
el subprefecto al ver que el camino era pésimo dijo : "que mal camino", ¿a si?,
parece el "Chiringano" replicó el comunero. El subprefecto calló ; caminaba
desesperado llegando a decir ¿a dónde me llevaban? Si van a matanne háganlo
de una vez. No tema Hildebrando por esta ruta nos vamos a Lima, contestó el
comunero. 10
La población tenía fundamentos legales para negarse a trabajar, pero ¿qué aspectos
contribuyeron a que este desacuerdo inicial se tomara violento ante la arbitrariedad de las
autoridades? La resistencia de la población es una respuesta a la provocación de las autori-
dades viales al obligarlos a trabajar más allá de lo establecido por ley. El legalismo de esta
explicación no evidencia, sin embargo, motivos más profundos, tejidos en la fina trama que
garantiza el cumplimiento pacífico de leyes o el respeto a la autoridad. La obediencia como
recurso legítimo de la autoridad y el dominio consentido fueron en Lachaqui más allá de esa
legitimidad para recurrir a la sola fuerza coercitiva de la ley. Los fundamentos y mecanismos
sociales que hacían posible el cumplimiento relativamente pacífico de las leyes entraban en
Lachaqui en una nueva etapa de conflictos y cuestionamientos contra la legalidad y la
autoridad estatal y tradicional, en la que se establecería una nueva relación entre autoridad
estatal, autoridad local y población campesina.
La evidencia de este impacto resulta más notable aún, tras la muerte de los campesi-
nos en la refriega y la detención de las autoridades por la propia población . Una comitiva
campesina llevó, entonces, a los detenidos y a sus muertos ante las autoridades estatales de
la provincia vecina de Huarochirí, con la esperanza de encontrar justicia en un ámbito ajeno
al dominio tradicional y territorial de su provincia. Sin embargo, las autoridades canteñas
fueron liberadas allí y el comisario del lugar arrestó a los campesinos y se les abrió inmedia-
tamente un juicio sumario en el juzgado de Canta. Este "atrevimiento" de la población de
Lachaqui para salir fuera de la provincia y romper con los mecanismos tradicionales de la
1O Boletín ( 1961: 8)
obediencia y la sumisión sirvió solo para confirmar los temores de la comunidad contra el
juez y las autoridades estatales (más aun si eran de Canta) y es que estos no les harían
justicia porque "tenía(n) intereses contrarios a ella". 11
En la bibliografía sobre el Decreto Ley Nº 4113, Ley de Conscripción Vial o Ley Vial
(Basadre 1968-1972, Kapsoli 1984, Leibner 1994), la rebelión de Lachaqui contra el cumpli-
miento de esa ley no es un hecho meramente episódico. Es más bien parte de un proceso de
resistencia campesina al creciente dominio de las ciudades sobre el campo o de un proletaria-
do rural y campesino contra las burguesías citadinas. En nuestro caso preferimos entender
este hecho de resistencia campesina como una respuesta indignada de la población ante la
incapacidad de los mecanismos legales para protegerla efectivamente de la exacción
indiscriminada de la mano de obra campesina por las autoridades canteflas.
En un inicio, los poderes locales y población campesina aceptaron de buena gana
cumplir la Ley Vial; sin embargo, su anuencia fue rebasada por los abusos que se cometían en
su nombre. Esto sugiere varias interrogantes: ¿Cuál era la dinámica del cumplimiento de la
Ley de Conscripción Vial en la provincia de Canta? ¿Tenía legitimidad en la población campe-
sina? ¿Hasta qué punto la ley 4113 servía también a los intereses de la población campesina
para que fuese aceptada en muchos casos y no en otros? Y, finalmente, las autoridades viales
de la provincia y de la villa de Lachaqui ¿cómo articularon sus intereses con los propósitos
nacionales de la ley y con los intereses provinciales para su debido cumplimiento y para la
afirmación del poder político nacional e intermedio?
Canta es una provincia de Lima, ubicada en la cordillera occidental de los Andes. Une
a la ciudad capital, Lima, con la región centro del país. Su territorio es diverso y está determi-
nado por la cordillera de los Andes. La atraviesan dos ríos, el Chancay y el Chillón que en la
década de 1920 conformaban dos cuencas en la provincia. La capital provincial de Canta se
halla en la cuenca del Chillón. 12 El censo demográfico de 1940 estableció que la provincia
contaba con 28 716 habitantes (en 1876 tenía 16 650 habitantes) distribuidos en 9 distritos, 11
villas, 30 pueblos, 9 caseríos, 9 comunidades, 119 fundos y haciendas y 125 estancias (en
total 339 centros poblados). Las dos terceras partes de esa población vivían en el área rural
y el resto en la capital de distrito. Su crecimiento demográfico coincidió en ese momento con
el resto del país. Esto nos indica que la nueva población debió enfrentar un escenario de
crecientes necesidades frente a los limitados recursos que ofrecía la región (Gootenberg, P.
1996). La economía de la provincia se basaba en la producción agropecuaria de cereales para
la comercialización y autoconsumo, especialmente del trigo. En el contexto de los aflos 1919
y 1930, aflos de vigencia de la ley vial, la provincia perdió su capacidad para producir este
cereal. Dada la importación de alimentos, la extensión de áreas cultivables de trigo bajó de
276 a 53 hectáreas y la producción disminuyó de 243 a 49 toneladas. 13 Las mejores tierras
\
estaban en manos de particulares en los pisos intennedios y su extensión era poco significa-
tiva con respecto a otras haciendas propiamente dichas (Ramírez, B. 1995 : 82). Los pastos
estaban en las partes más altas de la cordillera y los pueblos y comunidades tenían control de
estos entre los 2800 a 3500 msnm. Otros productos cultivados eran maíz, papa\ alfalfa, oca y
olluco. En los distritos rurales había ganadería, pero en baja escala. 14 Los negociantes y
pequeños propietarios eran también ganaderos y comerciantes que proveían de productos a
la capital, Lima. De aquí saldrían autoridades del gobierno municipal y estatal. El presupues-
to municipal de Canta se reducía a unas pocas monedas (pesas y medidas, sisas, licencias
para quemar cohetes y multas eventuales). La Compañía Recaudadora de Impuestos se
encargaba de cobrar a los propietarios de terrenos cantidades que suponemos no tenían
gran significado dada su pobreza; sin embargo, en 1929, el municipio había elevado 4 ó 5
veces sus ingresos con relación a l año de 1920. Esto indicaría un relativo auge de la provincia
en otras producciones agropecuarias. 15 No obstante, las finanzas locales eran magras y las
autoridades debieron recurrir al trabajo directo de la población para proveerse de alguna
obra de infraestructura. Un testimonio de 1905 nos informa que el municipio, al no tener
dinero para sufragar los costos de mantenimiento de los puentes y caminos, estos eran
conservados por faenas comunitarias. El subprefecto y el alcalde, usualmente animados
según dicen por "altruistas sentimientos de progreso" debían ir y convencer a los pueblos
para la ejecución de dichas obras que traerían el "adelanto" de los pueblos. 16
La provincia contaba entonces con 50 poblados reconocidos con un estatus político
administrativo desde la municipalidad con sus alcaldes y regidores hasta las representacio-
nes de gobernadores y tenientes gobernadores. Más adelante, con la promulgación de la
nueva Constitución Política de 1920, se reconocería también a las comunidades indígenas y
a sus autoridades como entidades legalmente existentes para el Estado. 17 La organización
política y administrativa de la provincia se sobreponía entonces a la fragmentación geográ-
fica e histórica del río Chancay y del río Chillón. La cuenca del Chancay era una zona más
agroexportadora y costef\a frente a la cuenca serrana del Chillón, donde se ubicaba la capital
provincial. El área productiva de la cuenca del río Chancay articulaba a la región mercantil
costef\a con todas las zonas altas de las comunidades indígenas situadas en ese río. Esta no
mostraba ningún tipo de interés por acercarse a su capital provincial y, además, vivía y
explotaba una agricultura intensiva de productos de exportación que, por otro lado, no se
daban en la zona del río Chillón. Canta, la capital provincial, estaba ubicada en la cuenca de
este último río y estaba también desconectada de la otra cuenca. Nacida como corregimiento
en el periodo colonial en el siglo XVI tenía una función más de reserva de mano de obra
campesina dedicada a la minería de la sierra central (Rotsworowski 1978, Matos Mar, J. y
14 AGNP: H-4-2578 .
15 El ingreso al municipio provincial por bienes propios era nulo. En 1929 recién pudo cobrar 51 Libras
Peruanas (equivalente a la Libra inglesa). Los arbitrios y pensiones eran sus principales ingresos y
estos se elevaron en el mismo periodo de 250 a 1440 Lp., igualmente sucedió con los ingresos por
imprevistos y extraordinarios, en un monto que fue de 277 a 1009 Lp. (MHYC 1922, 1926 y 1930).
16 Sala de Investigaciones de la Biblioteca Nacional del Perú (SIBNP) (1906: 3).
17 Sobre el régimen de Augusto B. Leguía véase Howard L. Kamo ( 1970), G Garret ( 1973) y Jorge
Basadre (1968-1972)
18 Leguía hab ía sido presidente por el Partido Civil entre 1908 y 1912, el principal partido gobernante
de la República Aristocrática.
entonces en alcaldes y autoridades de la provincia bajo la sombra del gobierno durante toda
esa década. Los subprefectos, también nombrados desde Lima, pasaron a ser apoyos efica-
ces de congresistas electos con respaldo del régimen. Benjamín Patiño, el mismo que ordena-
ba los trabajos viales en Canta, sería elegido entonces diputado solo por la elite provinciana
canteña. Estos poderes locales intennedios velarían para que los mandatos del gobierno
nacional fuesen cumplidos en su región. El apoyo al nombramiento de concejales y alcaldes
distritales, autoridades políticas menores (gobernador, teniente gobernador y hasta autori-
dades comunales indígenas reconocidas ante el gobierno del presidente Leguía) se sujeta-
ron también a una misma dinámica de patronazgo y clientelaje en todos los niveles de
gobierno .
En este escenario, se promulgó el 1 1 de mayo de 1920 la Ley de Conscripción Vial. El
gobierno intentó justificar inicialmente esta medida como necesaria para la modernización de
las vías de comunicación y de transporte en el país. Sin embargo, la ley era cuestionada por
sus opositores, porque decían que recmtaba de manera arbitraria las libertades y derechos
de la población en proyectos que, en vez de modernizar al país, reinstauraban viejas fonnas
legalizadas de servidumbre colonial (Meza, M. 1999). 19 Algunas medidas adicionales preten-
dieron abolir esta impresión . Con el fin de desmentir tales acusaciones, el propio gobierno se
comprometió a cumplir con ciertas obligaciones tradicionales del campesinado indígena
como concurrir con materiales, herramientas, coca, bebidas alcohólicas y la entrega de libre-
tas de conscriptos que certificaran que quienes habían trabajado en esas obras, no debían
ser obligados a cumplirlas otra vez ilegalmente. En este sentido, el gobierno quiso ubicar la
Ley Vial en el terreno de la "reciprocidad andina" antes que en su voluntad puramente legal.
El gobierno fijó también que los conscriptos debían cumplir sus deberes en las carreteras o
en obras de infraestructura anexas a ella. Las obras se circunscribirían en beneficio de la
propia población local. De esta manera, se intentaba equiparar la construcción de carreteras
en beneficio de la propia localidad como obras de infraestructura de servicio hacia el país en
su conjunto. Otro hecho que suscitaba controversia era que no todos estaban obligados a
prestar su servicio vial. Bastaba un pago de redención o a cualquier individuo que reempla-
zase al pagador, para eximirse del trabajo obligatorio. Esta situación confinnaba el carácter
discriminatorio de la ley al fijar que solo los campesinos indígenas pobres debían cumplirla
(Meza 1999: 55-59). Ello obligó al parlamento a plantear modificaciones y precisiones a la ley,
especialmente en la flexibilización de los días de trabajo, en la reducción de las jornadas
semanales a menos días y la disminución de las injerencias de los poderes locales en el
empleo de conscriptos. De este modo, se buscaba evitar el abuso de las autoridades locales.
Igualmente, en 1929, se realizó una r Conferencia Técnica Nacional de Carreteras para evaluar
los logros de la ley y las dificultades de su aplicación especialmente en el nivel administrati-
vo (Meza 1999: 63-66).
Las comunidades campesinas se convirtieron en el medio más eficaz para movilizar a
la población rural en los trabajos de la Ley Vial. Las autoridades comunales, gente de mayor
edad y circunscritos a usos y costumbres como la reciprocidad y la redistribución, se adap-
19 Decreto ley Nº 4113 ; véase El Peruano del 28/06/ 1920. Las jornadas obligatorias serían para
varones comprendidos entre 18 a 21 años y 51 a 60 años por 6 días al año, y 12 días para el resto de
varones comprendidos entre 22 a 49 años (véase también Perú 1929).
taban entonces bastante bien a los procesos de movilización laboral para faenas colectivas
y de infraestructura. En cuencas como la del río Chancay, estas autoridades de mayor edad
estaban, sin embargo, deteriorándose por la mercantilización de la sociedad rural, y el surgi-
miento de nuevas expectativas entre los jóvenes campesinos se convirtió entonces en un
factor crucial para el cumplimiento de los trabajos colectivos (Fuenzalida, F. 1968: 63,
Mendizabal, E.1964: 63) entre los que sobresalía la Ley Vial.
El gobierno de Leguía se preocupó entonces por reconocer jurídicamente las necesi-
dades y los intereses de esta creciente y joven población campesina a través del reconoci-
miento de las llamadas comunidades indígenas. En la práctica, el gobierno reconocía y
compensaba el veto al voto electoral que la República Aristocrática había impuesto sobre la
población campesina, apartándola de las luchas por el poder político desde 1896. El recono-
cimiento de Leguía al derecho del campesinado a tener un régimen propio de organización
colectiva dentro de la estructura legal del Estado peruano, le dio a esta población nuevos
canales de comunicación con este Estado y, específicamente, con el gobierno. Esta fórmula
sustituía, así, una lógica de incorporación ciudadana por otra de carácter corporativo y
fortalecía la precaria estructura de compromisos cliente lares del poder político central con las
provincias, especialmente cuando nombraba a la población no indígena (mestiza) como
autoridades de las juntas viales locales. La Ley de Conscripción Vial y el reconocimiento
constitucional de las comunidades indígenas desde 1920 aparece dentro de un mismo pa-
quete de reconstrucción de puentes entre gobierno nacional, autoridades intennedias y
población campesina por fuera de los derechos ciudadanos de representación. A cambio de
ello, la población campesina o no campesina, pero igualmente excluida de los derechos de
elección y representación ciudadana, podía contactarse directamente con la autoridad na-
cional, apelando y planteándole directamente la satisfacción de determinados requerimien-
tos tales como escuelas, centros de salud, caminos o el reconocimiento jurídico y político de
su existencia como comunidades indígenas (Contreras, C. 1991: 214). Desde este campo de
reconstitución entre poder político central y comunidades indígenas, los campesinos podían
reconocer que dar su fuerza de trabajo por unos días en el marco de la Ley Vial suponía
expandir la lógica de compromisos y contactos con un Estado central interesado en profun-
dizar sus relaciones con la población rural.
La legitimación del poder estatal frente a la población campesina bajo esta legalidad
no dejó de producirse incluso en medio de riñas, resistencias y rivalidades con algunos
poderes locales intermedios que obstaculizaban toda iniciativa de las autoridades naciona-
les para realizar obras de infraestructura al amparo de la Ley Vial. En 1925, el subprefecto de
la provincia necesitó, por ejemplo, una autorización expresa del propietario del lugar para
reparar el camino Canta a Huachipuqio.20 Hubo también trece poblados que tuvieron que
enfrentar la oposición del propietario de un fundo, Severino Vi llar, para la construcción de un
puente dentro de su propiedad que, según decía, debía ser autorizada por la junta departa-
mental (o sea, por el gobierno local que representaba al Estado), que debía pedir, a su vez, el
consentimiento del consejo provincial municipal al que Vi llar acusaba, además, de ser ilegíti-
mo e ilegal para permitir dichas obras (la Prensa 21 /02/ 1926). En este escenario, las propias
El régimen de Leguía había dispuesto un plan nacional vial que incorporaba a Canta
como punto de conexión entre la carretera que recorrería de norte a sur la franja costera del
país (la carretera Panamericana) con otra carretera que debía recorrer también de norte a sur
la cordillera de los Andes. La carretera de Canta era, por tanto, un eje de conexión transversal
de la carretera de la costa con la carretera de los Andes. Esta conexión debía llegar incluso
hasta la selva amazónica y a sus ríos navegables . En esta disposición, las cuencas de los ríos
Chancay y Chillón seguirían ai1iculando la costa con la sierra, uniendo a los pueblos ubica-
dos a lo largo de su recorrido, pero jamás formarían una provincia cohesionada entre ambas
cuencas. De esta fonna, la provincia de Canta ahondaba su propia desarticulación a favor del
eje vial nacional. Los pueblos que no se hallaran en estas rutas tendrían que adaptarse a él o
desaparecer. Se priorizó entonces que el eje Lima-Canta, en la cuenca del Chillón, conectara
21 AGNP, MI, Prefectura Lima-Canta ( 1926). '"Memorial elevado del pueblo de Marco de Huamantanga
para patrocinar al do ctor Helguera en la senaduría de Lima " siendo el 22/ 11 / 1926; apoyado por
Luis E. Rojas, apoderado; Santos Tamayo, Teniente Gobernador; Angel Chauscama; Agente Munici-
pal ; Sr. González, Juez de Paz , y siguen 68 firmas más.
22 Algunas de ellas serían las asociaciones de defensa proindígenas, creadas en esos mismos años.
Leibner, G ( 1994).
23 Como sucedió, por ejemplo, en los conflictos intercomunales de Quipán y Puruchuco, donde proce-
dieron a nombrar de mediadores a un hacendado, a un pán-oco y al subprefecto de la provincia, es
decir, al gamonal, a la iglesia y al Estado, para resolver sus problemas propiamenté étnicos (Ministe-
rio de Agricultura 1924 ).
a los pueblos de Lima a través del puente Trapiche y los pueblos canteños de Yangas,
Quives, Canta, hasta el abra o Paso de la Viuda para continuar a Huayllay, en Paseo, por
donde llegaría a las provincias de Huanuco y Chanchamayo en la selva central. El camino de
la cuenca de Chancay partiría también de Lima y seguiría por el mismo puente Trapiche, se
abriría a la zona de Chancay por el pueblo de Acos, uniendo los cinco distritos de la cuenca
hasta el puerto de Chancay en la costa y siguiendo una ruta independiente a la sierra de
Canta por el Paso de la Viuda hasta la selva, desligándose en sus asuntos internos de su
capital provincial excepto en lo judicial. 24
Aunque la prensa limeña tendía a exagerar los logros en la construcción de las carre-
teras, la integración de la provincia con Lima permitiría la circulación de bienes que se
suponía llegarían de la sierra agrícola, ganadera, minera y de la propia selva amazónica, para
el consumo y exportación de la capital (Villena, C. 1927: 346-347). En 1925, el alcalde la
provincia, Isaac Icochea, manifestó a su consejo la necesidad de apoyar más eficazmente la
construcción de esta carretera, impulsando para ello proyectos de grupos particulares en la
construcción de carreteras. 25 La Ley Vial mandaba entonces que las juntas viales formadas
por el alcalde provincial, el subprefecto y el juez de primera instancia ejecutaran con más
decisión la construcción de caminos. El gobierno central supuso así que los objetivos de la
carretera de Canta se ajustarían más y mejor con los recursos disponibles de cada lugar si
involucraba directa y eficazmente los intereses de las elites de la provincia con la moviliza-
ción de la población campesina. Es allí que surgió una entidad extraña a la formación de la
Junta Vial dispuesta por la ley: la "Junta Constructora del Camino Carretero de Lima-Canta",
encabezado por el diputado Benjamín Patiño y otras personas notables en la región, que
impulsaban también a su modo la construcción de la carretera.
Las funciones administrativas de la Junta Vial como organizar padrones de conscriptos,
manejar los recursos materiales, etc . no fueron interrumpidos por esta presencia informal,
pero era claro que las obras viales no se ejecutarían sin estas influencias locales (Ministerio
de Hacienda y Comercio l 925: 573).26 No hay evidencia de que esta Junta Constructora
impusiese sus necesidades frente a las funciones y responsabilidades que la junta vial
provincial tenía con el Estado. En todo caso, sabemos que había una convergencia de
intereses locales con los del Estado, que posibilitaban que la Junta Constructora usufructuara
los mecanismos legales y administrativos de la Junta Vial para el uso de la mano de obra, y
apelara a la figura de las "prioridades análogas" locales para la movilización de esta.27
El gobierno canteño tenía experiencia en la movilización de la población para la cons-
trucción de obras locales. Después de todo, el municipio provincial concordaba con las
24 la Prensa 28/04/1927 .
25 Consejo Provincial de Canta. libro de Cabildos de Canta (de ahora en adelante LCC). 15/12/1925.
26 Por estas razones, los ingenieros de Lima cuestionaron la capacidad de los consejos viales para
centrali zar y ej ecutar eficazmente las construcciones de los caminos con la población conscripta.
27 En 1930, p.,or ejemplo, se intentó dotar de agua a la capital con el trabajo de los conscriptos bajo el
régimen de la ley 4113 . Se apeló al consejo provincial como impulsor y a !ajunta vial como ejecutor.
El presidente de ambas era el alcalde, quien pidió pe1miso al gobi erno para realizar tales obras, además
de acudir a influencias políticas del Congreso para que gestionasen ante el Ministro de Fomento la
aceptación de tal penni so (LCC 15/02/ l 930). Estos trabajos incorporaban, además de la capital, a
otras comunidades como las de Pariamarca, Carhua y Lachaqui (LCC 1/04/ 1930).
28 Que fue precisamente el argumento que sustentó el debate y la promulgación de la ley. Al respecto,
Dávalos ( 1902).
29 Entre los 23 y 47 años constituían alrededor del 65,43% del total , que agregado a la población más
joven (desde los 18 años) hacía un total de 85 ,55% de conscriptos (MHYC. Dirección general de
Estadística 1946, vol. Y).
30 MHYC (1925b: 338).
31 Para otros casos si milares, véase LCC 15/03/ 1924, 15/02/ 1928, 15/ 12/ 1927, 15/06/ 1921 , 15/12/
1921 .
las con más profesores (Diez Canseco, E. 1929: 19). 32 Estas situaciones podían, sin embargo,
ser más excepciones a la regla que la regla en sí. En la cuenca del río Chillón, la dependencia
de los pueblos respecto de la capital era más fuerte y las exigencias de las autoridades
municipales eran más amenazantes que conciliadoras, tal como se dio en la villa de Lachaqui
en 1927. Sobre este aspecto, Lachaqui tenía experiencias previas de fricciones con el munici-
pio provincial. En 1921, el municipio provincial le notificó,j unto con el pueblo de Carhua, que
debía reparar el puente Quisquichaca bajo pena de multa.n Aquí encontramos una doble
situación: autoridades microlocales muy sujetas a las pesadas obligaciones institucionalizadas
que imponía la provincia de Canta y el Estado y arraigadas aspiraciones locales que busca-
ban satisfacer sus necesidades como pueblos y comunidades, pero que estaban poco repre-
sentadas en los municipios o aún en las instancias microlocales de gobierno como la de los
tenientes gobernadores. De este modo, la Ley Vial podía ser vista como legítima y beneficio-
sa para el conjunto de la provincia, pero no beneficiaba necesariamente a todos de la misma
fonna. De allí provenía el malestar a las convocatorias de faenas por otras instancias vecina-
les y/o ajenas a la propia ley vial; ellas causaban desconcierto y fastidio. ¿Hasta qué punto
esta situación podía afectar la construcción de la carretera Lima-Canta?
En 1920, esta carretera estaba construida desde Lima hasta Quives (65,4 km) en el
límite de Lima-Canta, restando 41 km para llegar a la capital de Canta (ver mapa). Ese tramo se
hizo en esta década no solamente con la ley, sino también bajo el contrato de una empresa
con el Estado entre 1926 y 1927 que incluía para esta última trabajar la ruta de Yanque e,
incluso, el Chiringano. Hacia 1930, de los 125 km de la ruta Canta a Huayllay, restaban aún 65
km para terminar la carretera Lima-Canta-Huayllay (Portaro, E. 1930: 27). En este avance
participaron varios actores: la junta vial, la junta constructora, el municipio, una empresa
constructora, los municipios distritales y las comunidades. Todas exigían continuamente
fuerza de trabajo, saturando y sobrecargando a la pobJ'ación conscripta que finalmente
precipitó una reacción como la sucedida en Lachaqui , un hecho a pesar de todo singular en
la región, no por rechazar la aplicación de la Ley Vial , sino por un exceso de cumplimiento.
4.- La protesta por excesos de cumplimiento y la discordancia política: Lachaqui y la Ley Vial
Lachaqui es un distrito desde 1952, pero en 1920 era una de las villas más pobladas de
Canta. Contaba con I 073 habitantes y 275 familias. Los campesinos son propietarios y
comuneros ligados en algunos casos al comercio. Geográficamente, el pueblo está alejado de
la capital provincial de la que depende política y administrativamente (Córdova y Urrutia, J.
M.: 41 ). 34 Hoy, Lachaqui puede comunicarse directamente con Lima por la ruta que sigue el
32 Vale la pena mencionar que el saldo de tales esfuerzos incluía los materiales y herramientas, que el
Estado muchas veces no aportaba (a veces ni la coca o el alcohol), y las vidas de vialistas accidentados
como los sepultados por una explosión como suced ió en Atavillos Alto. El Comercio 25/01/1929 y
03 /02/ 1949.
33 LCC 15/ 12/ 1921. El pueblo de Arahuay también fue notifi cado en 1924 por su correcto desempeño
para mejorar su camino, pero esto no lo ex imía de cumplir servi cios para con la cap ital Canta (LCC
01 /03/ 1924).
34 El consejo provincial hizo renunciar una vez a su agente municipal y eli gió a otro en su lugar, porque
no cumplía con sus funciones (LCC 15/02/ 1929).
río Quisquichaca, afluente del Chillón, conectándolo con otros pueblos como Quives y
Arahuay. Su posición, en este sentido, es simi lar a los distritos de la cuenca del río Chancay.
Es un pueblo que contaba (y cuenta) con sus propias aspiraciones sobre la carretera con
Lima; aspiraciones que no compatibilizan plenamente con Canta, que priorizaba su propia
carretera, tal como se lo advirtió una vez al distrito de Arahuay.
Cuando el Estado impuso su plan y su Ley Vial en 1920 afectó la dinámica de poder en
el país y la región. Lachaqui no estuvo exenta de este hecho, ya que tenía, además, sus
propia aspiraciones y necesidades . Sin embargo, no hay evidencia de que por esto Lachaqui
no cumpliera con los mandatos legales de construir una carretera, menos aún que la indujera
a una sublevación contra las autoridades de la provincia. Las obligaciones provinciales y de
la Ley Vial eran cumplidas por todos, incluyendo la villa de Lachaqui. Así lo señala el diario
la Prensa en su edición de la revuelta, pero no era la primera vez que esta villa, al igual que
Arahuay, dejaba de asistir a una convocatoria. Lachaqui fue convocada cuatro veces desde
la dación de la ley por el consejo provincial, entre 1921 y 1930. No eran muchas, pero en el
conjunto de obligaciones de la población con el consejo provincial municipal, con la vi lla,
con la comunidad y, finalmente, con la Junta Vial, resu ltaban una sobrecarga . La Ley Vial le
exigía trabajar por lo menos dos semanas al año . Los efectos acumulados de las jornadas
laborales se hicieron cada vez más pesadas en el tiempo y así lo expresaron los pobladores a
las convocatorias realizadas por las autoridades y a la Junta Constructora de Canta en 1927.
Aquí estriba el malestar que indujo a resistir con violencia a la Ley.
Había razones ligadas tanto a la forma como al fondo autoritario del poder político de
Canta que se apoyaba en la Ley Vial para exigir fuerza de trabajo, sin considerar sus efectos
sobre los habitantes de la villa en términos de costos, beneficios y expectativas. Pero tam-
bién , las exigencias de una Junta Constructora que no figuraba como titular en las prerroga-
tivas dadas por la Ley ensombrecían más la legitimidad de una representación que exigía el
"cumplimiento" legal del trabajo. Sin embargo, reiteramos, Lachaqui tenía también sus pro-
pios intereses y aspiraciones y era consciente de que podía satisfacerlas en e l seno del
Estado sin apelar a su capital provincial , lo que sug iere que poseía una identidad
específicamente propia con qué diferenciarse y con qué contener la imposición de la capital
canteña. No hacía mucho que había sido declarada villa ( 12/1 O/ 1908) y se hizo reconocer
legalmente como la primera comunidad indígena en la provincia (27/07/ 1926). Su consolida-
ción como distrito autónomo acentuaba esta tendencia y la participación de a lgunos de sus
miembros como parte del comité pro indígena Tahuantinsuyo, con presencia a nivel nacio-
nal , le ay udaba a ventilar fuera de la ci rcunscripción estrictamente local de la provincia sus
aspiraciones y su identidad como un grupo indígena particularmente explotado por todos.
Estos aspectos acentuaban más su interés por tener una autonomía de Canta.
En este contexto, e l evento del 25 de abri l de 1927 resalta como un hecho atípico de
vio lenc ia que desembocó en contra de las autoridades de Canta en donde ni la institución
comunal de Lachaqui o el comité pro indígena Tahuantinsuyo pudieron evitar los excesos de
requerim ientos de la Ley Vial. Este hecho, y el que la capital provincial hubiese inducido a la
protesta vio lenta de una población que exigía la defensa de sus derechos dentro de la Ley,
hacía que Canta y Lachaqui, aunque tuviesen la misma intención de respetar y cumplir la Ley
Vial tuviesen, a l mismo tiempo, intereses encontrados hasta e l punto de aparecer ese día
violentamente enfrentadas por ella. Ambas querían obtener los beneficios de la Ley de
;· D.~frit9s, p,uebl<,,s'"y cprmmidades, · ,. .. c~ns't~ción y,repariición ,de cam~;, .. ', \ f'.echa. de ··:: •
• , : ; ;. ·"h '.·1ff c~.nv,¡i',:¡~das ·~ ¡:j;\; ,;fJ~·~:h ,;,;. puentes /Y'o~raf (übicafió!J): ( comuhjqad) , ,:. • C~myocator~ ,
CANTA -Camino: Lampián-Chancay-Lima: por
(N º de habitantes)(Nº de familias) 15-8-1920
Lampián
Canta: Villa (1584)(334)
Lachaqui: Villa (1073)( 275) -Puente: por San Miguel y Obrajillos 1-3-1921
Carhua:Pueblo (631)(133) - Caminos: Real Jave y Chingano : por
Obrajillo: Villa (380)(82) 1-5-1921
Carhua, San Lorenzo y San Buenaventura
Pariamarca: Pueblo(686)( 147)
-Puente: Quisquichaca (hacienda) por: Canta,
SAN BUENAVENTURA 15-12-1921
Lachaqui y Ca rhua
San Buenaventura: Pueblo (373)
(79) -Tramo a Sumbilca ( 15 kilómetros): por
San Miguel: Pueblo (289)(68) Sumbilca
1Iuacos: Pueblo (636)( 131) -Puente de Cotabambas: por Arahuay y
1-12-1923
Lachaqui (no trabaj aron)
ARAHUAY
/\rahuay: Pueblo (576)( I 08) -Apertura del Tramo: Quivi-Canta 1-3-1924
San Lorenzo: Comunidad (248) (59) t------------------+--------1
-Puente Rumichaca (chacra): por Obraj illo y
15-3-1924
LAMPIÁN San Miguel
Lampián: Villa (592)( 127) -1 lomenaje al camino: Lima-Canta-Cerro de
24-6-1925
Paseo
SUMBILCA
Sumbilca: Villa ( 1552)(261) -Puente Chiringano: San Buenaventura,
Carhua y Lachaqui (dispuesto por la Junta
17(24 )-4- 1927
Constructora del camino Lima-Canta-Cerro
de Paseo)
-Reparar Tramo: Atavillos Bajo-Lampián 15-12-1927
-Puente de herradura S liaule: por Pariamarca 15-2-1928
-Puente Quisquichaca (tundo): por Lachaqui
15-2-1929
y Cachua
-Reparar nuevamente el puente
1-5-1929
Quisquicahaca
-Puente: por Obrajillos y San Miguel 1-10-1929
-Puente: por Canta y Obrajillos 1-3-1930
-/\cequia Macropuquio: gestión para el uso
1-4- 1930
de conscriptos del consejo provincial
-Puente Quispicanchis: por Lachaqui y
1-4-1930
Cachua
-Orden de continuar trabajos en camino :
Canta-Paso de la Viuda-Cerro de Paseo; con 15-6-1931
nueva Junta de Vigilancia
FUENTE: libro de Cabildos del Consejo Provincial de Canta, /920-1931.
(*) Los datos de población se basan en el censo de la provincia de Canta del año 1940.
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Resumen
El documento gráfico más antiguo de la ciudad del Cusco nos muestra la imagen
urbana de dos parroquias de indios a mediados del siglo XVII. A partir de este documento,
las indagaciones en la zona y la recopilación de documentación de archivo, es posible
determinar los procesos de urbanización por los que atravesaron estas dos parroquias de
indios desde su fundación en 1572 hasta 1650. En este artículo demostraremos que el desa-
rrollo urbanístico propio de una parroquia de indios contribuyó a la urbe colonial en términos
de preexistencias, trazado urbano y tipologías, y que la dinámica comercial que caracterizó a
estos espacios urbanos parroquiales permitió su desarrollo en el siguiente siglo y la posibi-
lidad de anexarse como parte del centro de la ciudad colonial.
Abstract
The oldest graphical document ofCusco shows the urban image oftwo Indian parish
.churches ofthe mid-seventeenth century. With this document, the investigations in the area,
and the collection of archives it is possible to detennine the urbanizing process the two
lndian parishes experienced since their foundation in 1572 until 1650. In this article we will
demonstrate that the urban development of an lndian parish contributed to the colonial city
in tenns of pre-existence, urban design and typologies, and that commer~ial dynamics
characterized by this parochial urban area helped their development in the next century and
the possibility of annexing as part ofthe colonial city center.
Keywords: urban image ofan Indian parishes, Indian parisheso urbanization process,
parochial urban areas.
Antecedentes
En junio de 1987, entre los papeles del Archivo Arzobispal de Lima, fue encontrado
"E l plano más antiguo del Cusco", que comprende la parte occidental de la ciudad, desde las
últimas casas de la parroquia de Santa Ana hasta la actual calle Belén; y, por el lado oriental,
desde las primeras casas de la calle LaAlmudena hasta la calle Matará.1 El plano dejó de lado
a la calle Umanchata, al parecer por no haber a lcanzado espacio en el papel en el que se
dibujó.
Según documentos parroquiales, la parroquia del Hospital de los Naturales colindaba
por el noroeste con la parroquia de Santa Ana; por el sureste, con la parroquia de Santiago y
Belén; y por el norte, con la parroquia Matriz. Por su parte , la parroquia de Santa Ana
colindaba por el noreste con la parroquia de San Cristóbal; por el este con la parroquia
Matriz; y por el sur, con la parroquia del Hospital de los Naturales; por e l oeste, con la
periferia de la ciudad colonial. 2
Entre 1631 y 1644, se suscitó un conflicto con este documento gráfico (posiblemente
elaborado por un indio de la parroquia de Santa Ana), cuando el demandante Gaspar Villagra,
cura de ese templo, lo usó como defensa contra el padre Pedro Arias Saavedra, por la
tenencia de la calle Nueva Alta para su parroquia.
Documento de venta de Josefa Melchora a Domingo Díaz. "Un solar como un a papacancha y dos
aposentos de teja en el barrio de Matará en ténninos de la parroqui a de Hospital de los Naturales de
esta ciudad, unas 200 piedras toscas y piedra labradas en 300 pesos, linda por la parte de abajo con
casas de Don Lorenzo, di go que Lazaro Amao y por un lado con las de Ursula Siza'' (Archivo
Departamental del Cusco. Sección Notari al. Notario Cristóbal Bustamante, leg. 16: 1686, fol. 522).
2 " Documento de limites parroquiales" (Archivo Arzobispal del Cusco. Sección Republicana . 1856.
CajaC-XC-13).
Figura 1. El plano más antiguo del Cusco: Dos parroquias vistas en 1643.
Fuente: Instituto Nacional de Cultura, Cusco.
Hoy es posible encontrar algunas evidencias de las dos parroquias al recorrer la zona
que ocuparon, según lo que muestra el plano. Al recorrer estas calles, se observa que gran
parte del trazado, desde su constitución como parroquia en 1572, aún permanece intacto,
pero el espacio urbano contiguo a la plazuela del Hospital de los Naturales, el llamado
Hospital Pampa 3 , ha sido ocupado por el Mercado de San Pedro. También es posible apreciar
el puente de la Almudena, al finalizar la actual calle Hospital.
Muchas de las edificaciones religiosas que muestra el documento gráfico de 1643
fueron destruidas total o parcialmente por el terremoto de 1650. Algunas de ellas son: la
iglesia parroquial del Hospital de los Naturales, el convento de Santa Clara, el templo de San
Francisco y la iglesia parroquial de Santa Ana.
Las características espaciales y formales de las casas de indios y españoles se dife-
rencian claramente. La forma de los solares de españoles guarda una geometría y, por lo
general, el patio es definido por los cuatro frentes que comprenden las crujías. Mientras
tanto, en los solares de indígenas, los espacios tienen un carácter más simbólico, sin una
forma definida y se agrupan sin orden preestablecido, solo conectados mediante senderos
di sforme s entre terrenos de cultivo. Algunos fragmentos de estos solares de indígenas son
posibles de apreciar cerca de las calles de Queshua y Umanchata.
3 l lospital Pampil : espacio ubicado frente al actual templo <le San Pedro.
Periodo pre-inca
Los primeros antecedentes de ocupación de la zona se dieron entre los 200 a 500 a. C.,
con la cultura Chanapata (Valencia 1981 : 14), que se estableció cerca de la zona que actual-
mente se conoce como parroquia de Santa Ana, a lo largo del riachuelo que baja por la actual
calle Avenida. Esta zona, que dominaba visualmente el sector sureste de la ciudad del Cusco,
es quizá uno de los principales argumentos de la ocupación temprana de este extenso terri-
torio (Yábar 1959: 20). En nuestros días, existen evidencias de la ocupación de la zona en este
periodo, como el muro de andenería que recorre la primera cuadra de la actual calle Santa
Clara, que fuera reutilizado durante el lncanato.
Periodo inca
La ciudad imperial del Cusco fue el hinterland del mundo incaico . Su centro estuvo
delimitado por los ríos Saphy y Huatanay. Las ciudades incas fueron un producto de la
planificación del sistema vial y de la espontaneidad de su entorno social y natural. El diseño
urbano de estas urbes estuvo fuertemente influenciado por las creencias mágico-religiosas,
así como por el sistema vial y el entorno natural en el que se encontraba (Augurto 1993 : 41 ).
El Cusco estaba conformado, en primer lugar, por un sector central que hacía las
veces de sede político-religiosa de la capital: un núcleo básico de aproximadamente 40
hectáreas ; en segundo lugar, rodeando la ciudad a manera de un cinturón verde, un área
aproximada de 48 hectáreas, que aseguraba la sacralidad del centro urbano ; en tercer lugar,
un sector periférico en el que se asentaban los barrios propiamente urbanos, con una exten-
sión de 105 hectáreas ; y, por último, una zona suburbana con tambos hasta donde comenza-
ban los suyos (Augurto 1993: 80).
Uno de los principales soportes en la estructura de estas ciudades fue el tejido
urbano y la red vial, pues, para el caso de las futuras parroquias, sirvieron de base para la red
Otro de los sistemas viales de interconexión eran los ceques, que pennitían la relación
entre los espacios centrales y periféricos de la ciudad. Los ceques tenían fonna radial, esta-
ban unidos a anillos concéntricos y eran complementados por los caminos distritales y
locales. Para conocer más detalles de esta compleja red de caminos que atravesaban las dos
parroquias coloniales de estudio, el cronista Bernabé Cobo nos describe la existencia de
guacas en esta zona, pertenecientes al sétimo y octavo ceque camino al Chinchaysuyo.
Según el cuadro 1.1, existieron en la zona numerosas guacas que podían ser riachuelos,
espacios abiertos, semiabiertos o cerrados, principalmente de fonna rectangular, que alber-
gaban a las deidades incas ubicadas de acuerdo con la red de ceques presentes en la zona.
Muchos caminos de esta red continuaron siendo utilizados en tiempos coloniales. Posterior-
mente, algunos fragmentos se consolidaron en el trazado vial colonial en fonna de callejones,
que pennitían el acceso secundario a los solares, como, por ejemplo, el callejón que conducía
al Beaterio de Alcopata, en la calle del mismo nombre. En el caso de las guacas, fueron
reemplazadas por las cruces, como se puede comprobar en la actualidad al interior de algunas
casas o en las esquinas de calles principales del Cusco. Sobre la quinta guaca del camino del
séptimo ceque, se construyó la iglesia parroquial de Santa Ana. La quinta guaca del octavo
ceque se ubicó cerca de la actual calle Nueva Alta, que pasó a pertenecer a la parroquia de
Hospital de los Naturales (Bauer: 68 : l 998).
Cuadro 1.1. Listado de ceques y guacas cercanos a las parroquias de los hospitales de los
Naturales y Santa Ana. Fuente: Cobo, Bernabé. Historia del Nuevo Mundo (1956 [ 1653] : 91 ).
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La zona intermedia o cinturón verde entre el centro y los barrios periféricos se carac-
terizaba por la existencia de andenerías, donde se cultivaban papa, maíz y cereales. Su
importancia radicaba en proteger al centro de la ciudad. Sobre estas platafonnas rectangula-
res existían construcciones circulares llamadas huayronas, que servían como almacenes de
alimentos. Las huayronas, junto con edificaciones de algunas g uacas, resaltan en este
sistema vial, lo mismo que los caminos incas del Chinchaysuyo y el Contisuyo, que mantu-
vieron su importancia sirviendo como ejes ordenadores del trazado urbano y vías colectoras
de primer orden para la c iudad colonial.
Próximo a este cinturón verde se ubicaban los barrios periféricos, organizados en
torno de los caminos que salían del sector central, a manera de prolongaciones de calles de
este. En esta área, el tejido urbano era confuso y desordenado, sin mayor planificación.
Según John Rowe, este tipo de organización espontánea se mantuvo hasta los primeros
años de la ciudad colonia l y fue absorbido por la trama de esta época, que pennitiría su
ordenamiento (Augurto 1993 : 65).
Según el Inca Garcilaso de la Vega, estos espacios barriales de tipo residencial que
rodeaban la ciudad incaica eran doce. Allí vivían los curacas de todas las provincias hasta las
primeras décadas de la fundación española del Cusco(Garcilaso 1960: 42-46). En su detallado
relato, el cronista nos hace referencia a las zonas de Picchu, Carmenca y Quillipata que, a
estas transformaciones ocurrieron en los barrios periféricos incas, como Quill ipata y Cannenca,
que rodeaban al centro de la c iudad y que estaban ocupadas por encomiendas. El proceso
finalizó con la creación de las parroquias, lo que permitió establecer un orden al interior de
estos espacios. 1
El segundo proceso de urbanización se inició con la unificación de los espacios
intermedio y barrial periférico en una parroquia o reducción, según el patrón establecido por
Juan de Matienzo4, que fue perfeccionado para ser aplicado durante el periodo del virrey
Don Francisco Toledo. Durante este periodo, ambos debieron adaptarse a las estructuras
preexistentes y al nuevo orden administrativo, lo que se tradujo en un manejo más eficiente
de las áreas públicas y barriales. La recuperación de la red vial, el trazado urbano de tiempos
incas y la configuración de los espacios en función a los hitos naturales (que se había dado
en el primer proceso de urbanización) permitirían la continuidad y el desarrollo urbano de las
dos parroquias.
Entre 1534 y 1572 se iniciaron las primeras transformaciones de la ciudad inca, con la
lotización de los primeros solares de los conquistadores españoles y las órdenes religiosas
ubicadas en el centro de la ciudad y en la periferia. Durante estos años iniciales de la Colonia,
los conquistadores, tanto hidalgos como plebeyos, nobles de provincias y menores, así
como a lgunos hombres con preparación legal (Lockhart 1982: 64 ), constituyeron los grupos
de poder junto con las órdenes religiosas, y fueron los encargados de iniciar la transforma-
ción espacial de la ciudad como parte de la administración local. En esos primeros momentos,
los espacios periféricos se encontraban ocupados por los barrios incaicos y una población
que de manera intempestiva ocupó lugares destinados a la agricultura que rodeaban la
ciudad, provocando un desorden. Aunque no se conoce con qué criterio las órdenes religio-
sas se repartieron estos espacios para el adoctrinamiento de la población indígena, este dato
podría permitir conocer los primeros intentos de planificación en esta área periférica.
Uno de los pasos iniciales para la delimitación del espacio central y e l espacio inter-
medio - que se convertiría en la parroquia de Hospital de los Naturales- fue la adquisición del
terreno para el convento de San Francisco en 1555 (Ramos 2004: 15). Cerca de é l y sobre
plataformas de andenería existentes se situarían los solares españo les.
En los primeros años de la ciudad colonial, el Cabildo municipal pennitió la ocupación
de los espacios intennedios o áreas verdes por encomiendas, donde v ivían mercaderes,
4 (M álaga 1993: 28 1). ""El plano que celiiría la ciudad, según Juan de Mati enzo, seria una plaza de forma
cuadrangular en el centro y luego manzanas cuadradas que se dividirían en cuatro solares por lado y
ca ll es anchas. La iglesia se fabricaría en una de las cuadras o manzanas de la plaza. En el frente, un
mesón para los espatioles que estuviesen de paso por dicho pueblo [ ... ). En uno de los solares de la otra
cuadra se levantaría la casa del cabildo; en otro se edificaría el hospital ; en el otro, la huerta y servicio
del hospital ; en el último solar, c01Ta l, el cabildo. En uno de los solares de las cuatro manzanas se
constru irí an la casa del corregidor. Detrás de esa casa, el tucuyrucuy y la cárcel[ ... ]; los demás solares
serían casas para espatioles casados que deseaban vivir entre indios . A cada cacique se le daría una
cuadra o dos solares, confonne con la gente que tuviere. Así constmida, cada pueblo de indios se
procedería a fijar la traza" .
artesanos y extranjeros, que años más adelante constituirían una parte de la población de las
parroquias. Un ejemplo de ello es la descripción del cronista Garcilaso de un andén detrás del
templo de San Francisco, que labró Juan de Rodríguez y Villalobos para devoción del señor
de San Lázaro de los frailes franciscanos 5 •
Los grupos más poderosos y dominantes que controlaban los espacios alrededor de
la urbe fueron los encomenderos y clérigos seculares, que buscaban el beneficio económico
propio y constituían una mayoría en la sociedad colonial cusqueña. Estos dos conjuntos
sostuvieron continuas pugnas por el adoctrinamiento a los indios, que fueron perjudiciales
para el desarrollo de los espacios que rodeaban el Cusco. Un ejemplo fue el conflicto que
sostuvieron los religiosos de San Francisco, Santo Domingo, San Agustín y La Merced con
el obispo deán y cabildo del Cusco por enviar a sus clérigos a adoctrinar a los indios
asentados en el barrio de Cannenca o Santa Ana (Barriga I 933: 235). Este problema evidenció
la lucha por e l control de estos grupos por los espacios circundantes, así como la administra-
ción a distancia que ejercían y que no les permitía conocer la fonna de vida y las necesidades
indígenas. Pese a la existencia de las primeras cuatro patToquias que rodeaban a la ciudad, no
había un orden ni una delimitación clara de los espacios. El conflicto culminó con la ratifica-
ción de la posesión del repattimiento ubicado en Cannenca para los frailes de San Francisco.
Un caso inverso constituyó la expulsión de los franciscanos de la encomienda de Diego de
Maldonado el Rico (Lockhart 1982: 72).
Para la ciudad colonial de los primeros años, la encomienda constituyó la base para la
construcción de los futuros espacios parroquiales, pues fue el primer intento de convivencia
entre españoles, caciques e indígenas nobles.
A diferencia de Lima, donde el indígena vivía en casa de los españoles, en el rancho
de la periferi a de la ciudad, su existencia era interrumpida por el desplazamiento de la pobla-
ción migratoria. Una de las particularidades del asentamiento indígena alrededor del Cusco
fue que muchos individuos vivían aparte de sus patrones, no como intrusos en barracas,
sino en viviendas más sólidas y mejor ubicadas. Esto ocurría pese a que los indígenas
conocían la vida del rancho y la convivencia con los españoles. Además, sus lotes eran
propios o tenían sobre ellos derechos semipermanentes, lo cual los hacía mucho más resis-
tentes a la influencia hispánica. La nobleza inca, por su parte, seguía viviendo como en
tiempos del imperio, independiente del mundo indígena que existía en la ciudad (Lockhart
1882:264).
Esta característica de asentamiento en el Cusco permitió un mejor desatTollo de los
espacios propios de indígenas y la aparición de tipologías de viviendas que se diferenciaban
claramente de las casas de los españoles, como se puede observar en el plano de 1643 .
En esta época, los indígenas utilizaron referentes naturales como " Parajes", " Asien-
tos" y "La Otra Banda del Río", que les pennitieron su localización y su plena transforma-
ción. Más adelante, estos referentes formarían parte de la estructura urbana del espacio
parroquial, convertidos en barrios, calles, callejones o simplemente sectores dentro de una
5 Los terrenos detrás del convento de San Francisco se encuentran descritos en: Propiedad agraria y
derecho colonial, los documentos de la haci enda Santotis. Cusco 1543-1820. Ver anexo de cuadro de
composición de tierras de Pedro Alonso Ca1nsco transmitidas al visitador don Alonso Maldonado
Torres en 1594.
parroquia de indios. Asimismo, fueron muy útiles para muchas transacciones de compra-
venta, como referentes de localización de la propiedad que sería transferida. Por ejemplo, el
espacio central de la parroquia del Hospital de los Naturales era conocido como asiento
Chaguaytapra, donde se ubicó este nosocomio en 1556 6 como parte del equipamiento de la
ciudad. Otro espacio natural de los primeros años de la Colonia era el paraje Chaguaytapra,
que albergó parte de la parroquia del Hospital de los Naturales y Santa Ana.
Las primeras capillas o ermitas fueron construidas a partir de la década de 1540. Por
ejemplo, se refiere a que don Crístobal Paullo Inca mando a edificar una ermita en Colcampata
como agradecimiento por haber sido él y su fami lia los primeros incas en ser bautizados. Es
muy probable que en e l resto de los barrios donde estaban asentados los descendientes
incas haya ocurrido algo muy similar y que así se hayan construido todas las primeras
ennitas (Amado 2009: 16).
Para 1559, el corregidor del Cuzco Juan Polo de Ondergardo agrupó a los indígenas en
cuatro parroquias: Belén, Santa Ana, San Bias, San Cristóbal y San Sebastián7 en un primer
intento por organizar estos espacios, tomando como referencias las articu laciones entre
sitios sagrados, barrios, grupos étnicos y jerarquías socia les de la población local que, sin
duda, fue la base de la organización parroquial que el corregidor del Cuzco ideó (Ramos 2004:
8). Los siguientes cambios en esta distribución generaron nuevos conflictos entre las órde-
nes religiosas y los encomenderos, principalmente por el control de estos territorios y por los
intereses económicos que continuaron existiendo. Todas las deficiencias en el funciona-
miento de las áreas parroquiales serían observadas y mejoradas por el virrey Toledo años
más adelante.
La edificación de iglesias en estas cuatro parroquias significó el inicio de la evo lución
de la arquitectura parroquial. La función de estas parroquias sirvió para la evangelización de
6 ·' Lunes 13 de julio de 1556, se puso la primera piedra en el ed ifi cio del Hospital de los Naturales, cuyo
testimonio está a fojas 34 del Libro 5" (Esquive! 1981: 181 ). ·' ... Fabrica de Hospital de Naturales en
los so lares comprados, puesta la primera piedra del Hospital de Naturales bajo la advocación de
nuestra señora de los remedios se dio comienzo a la fabrica bajo un plano o traza formado por cuatro
compartimientos en cuatro: uno la iglesia y los tres restantes las enfermerías con una capilla al centro
o crucero de las cuatro piezas con su torrecilla y campana y reloj a l centro de la capilla un altar con
cuatro arcos de ladrillo y puertas de reja de madera que dan a las tres enfermerías para que los enfermos
oigan misa desde sus camas y también lo estuvieren en la iglesia. Una enfennería para mujeres con un
rincón junto a la igles ia y en el lado opuesto otra enfermería para locos en uno de los patios se fabrico
un horno para hacer panes y en otro un filtro de agua para enfennos.
Una escalera con su po1tada toda de piedra para la subida de los corredores altos y una fachada de
ladrillo a la calle con torres y portería. La fábrica de Hospital de Naturales se hizo de barro y adobes
bajo la dirección del Cabildo de Justicia Mayor y con la intervención de alba11iles indígenas quedo
terminado en 1572, la iglesia fue reconstruida por el párroco licenciado Franc isco de Soria en 1657
mientras se edificaba una nueva ... " (Covam1bias 1960: 67).
7 "En 1559 el Licenciado Polo de Ondegardo, co1Tegidor de la ciudad de l Cusco, decidió la reducción de
veinte mil indios que vivían en rancherías que rodeaban a la ciudad a cuatro pueblos que más tarde
recibirían el nombre de patTOquias, llamados Cam1enca, Colcampata, Cavicahe y Tococachi. Los
puso bajo el control del espíritu de las órdenes religiosas de San Francisco, San Agustín. Dos afios más
tarde, en 156 1, la parroquia de Santa Ana fue adjudicada al deán del cabi ldo metropolitano de la ciudad.
Esto refleja los conflictos pennanentes por la tenencia de tierras hasta mediados del siglo XVI"
(Gutiérrez 1993: 24).
los indios que vivían en las encomiendas del contorno de la ciudad que se habían reglamen-
tado en el primer concilio entre 1551 y 1552. Se trataba de capillas semiabiertas, desde las
cuales se decían los servicios religiosos a una gran multitud congregada en un espacio, que
posteriormente se convertiría en una plazuela parroquial.
En 1572, la localización de estas capillas definiría sus espacios con la plazuela, alrede-
dor de la cual se ubicarían la iglesia parroquial y el cabildo, dos unidades políticas, adminis-
trativas y religiosas. Una de las principales fonnas de asentamiento de indígenas en este
periodo eran las rancherías, como la Ranchería de los Indios Quechuas. 8
Para finales de este periodo, algunos espacios principales de la ciudad iniciaban su
transfonnación . Por ejemplo, la plaza de Tianguis, próxima al Cabildo, fue dividida en dos
plazuelas más pequeñas. Una de e llas tenía un frente al convento de la Merced, que por
aquellos años era utilizado por la orden mercedaria para celebrar servicios religiosos y evan-
gelizar a los indígenas que venían desde las encomiendas alrededor del Cusco. En España, a
estos espacios se les denomina plazas congregantes, cuya característica es la de tener vida
y animación propias (Viñuales 2004: 76).
La capacidad de ver en la práctica los problemas por los que atravesaban las ciudades
fundacionales en el virreinato del Perú, le permitió al virrey Don Francisco Toledo corregir
algunos defectos en su gestión y administrac ión, con la finalidad de lograr un desarrollo
urbano más ordenado, idear una mejor planificación y mejorar las malas condiciones en las
que vivían los indígenas (Toledo 1867: 1O). Con ese propósito, en 1572 se instituyeron las
reducciones o parroquias de Santa Ana, Belén, Hospital de los Naturales, Santiago, San Bias,
San Cristóbal, San Sebastián y San Jerónimo 9 . La organización prehispánica y las condicio-
nes topográficas fueron determinantes a la hora de ubicar las parroquias y sus edificios de
culto (Viñuales 2004: 6).
Las reducciones o parroquias surgieron como una respuesta por organizar los espa-
cios que rodeaban el centro de la ciudad, permitiendo un mayor control de la población
8 ''Documento de venta de Juan Quispe, principal de la parroquia del Hospital de los Naturales, a don
Juan Xilcotopa, indio natural del pueblo de Guanoquite, un solar en el asiento de Umanchata detrás de
mi s casas de morada, de largo 38 varas y ancho 18 varas, y linda por una parte con las casas de mi
morada y la guerta y por la otra de una india de la parroquia y calle Rea l, que colindan con Rancherías
de los Indios Quechuas, los cuales solares los hube comprado juntamente con mis casas y le vendo
dicho solar en 70 pesos" (Archivo Departamental del Cusco. Sección Notarial. Notario Lucero
Beltrán, año 1646 leg. 1O, fol. 67). " Documento de venta de Pedro Gutiérrez del Cusco y tenedor de
bienes Chipana, indio maestro ensamblador vende a Juan Hernani un solar que está en la Ranchería de
Chaquilchaca de los indios Yagu are en la otra banda del Hospital de los Naturales, en 20 pesos"
(Archivo Departamental del Cusco. Sección Notarial. Notario Francisco Maldonado, año 1717, leg.
204, fol. 455).
9 ·' Las siete reducciones tení an una población tributaria de 2.898 indios, que anualmente pagaban 8.694
pesos de pl ata ensayada y marcada. Por otra parte, cons ideramos oportuno indicar que había doscien-
tos indios chachapoyas y cañares en Santa Ana y 265 en San Cristóbal, que fueron exonerados del
tributo en consideración a muchos servicios prestados a su majestad en la conquista del Perú. Se
dedicaban a la guarda de la ciudad y al servicio de los templos" (Málaga 1993: 302-303).
indígena por ser evangelizada, una mejor delimitación del territorio y el descongestionamiento
del tráfico de indios hacia el centro. Cada parroquia tenía un territorio bien definido consis-
tente en una plaza una iglesia y las calles y terrenos que fonnaban parte de la traza urbana, en
los cua les se asentaron los ay llu s y panacas reducidos. Además, a cada pamx1uia le corres-
pondía un espacio rural donde se encontraban sus tierras de reparto . Sin emba rgo, esta zona
ru ra l fue convertida en pequeñas propiedades de españo les o en haciendas durante los
siglos XVII y XVlll (Amado 2009: 22).
Esta etapa de la fundación de parroquias trajo consigo una serie de problemas en
relación a la tenencia de de tie1Tas de la poblac ión de l val le del Cuzco y habrían provocado
rencillas y pleitos entre los ay llus y panacas, todo lo cual fue descrito como e l pleito entre los
Hanan C uzco y Hurin Cuzco. La presencia del virrey Toledo habría puesto fin a este problema
a través de d iversas ordenanzas para el ordenamiento de la pobl ación y, específicamente ,
para la fundación de otras tres parroqui as (A mado 2009: 17- 18).
Esta organización, ll evó a que los indíge nas co ntaran con espac ios públicos en sus
parroquias para celebrar sus propias festi vidades relig iosas y continuar la tarea evangelizadora.
En términos espaciales, permitió que la parroquia Matriz o espacio centra l retomara su impor-
tancia jerárquica respecto a los espacios que rodeaban a la ciudad, aunq ue no como en
tiempos del esp lendor inca, lo que se trad uciría en un a diferenci ació n del precio de l sue lo
urbano .
Las parroquias constitu idas por e l virrey Don Franc isco Toledo buscaron sup li r las
deficiencias de organización y funcionamiento de los prim eros años de estos espacios , así
como abarcar un mayo r territorio, que llegó hasta la zona de San Sebastián y San Jerónimo
que antig uamente eran conocidas como parroq ui as de extram uros o rurales. Con ese fin ,
lograron que los indios gozaran de un estatus de ciudadanía y derecho a usos de servicios,
como la educación . Esto se definió tras la fundación , entre 1618 y 1620, de los primeros
colegios de hijos de caciques: el Real Co legio de San Bernardo Abad y e l Real Coleg io de San
Francisco de Borja (Esquive! y Navia 190 1: 43), por los padres de la Compañía de Jesús.
Asimismo, la sa lud fue consolidada con la creación Hospital de San Andrés en 1649 para la
curación de muj eres españo las y hac ia finales del siglo XVII la fundación del convento de los
Betlehemitas dedicados a curar a los pobres de la ciudad. La ubicación de estas ed ificac iones
cerca o dentro de las parroquias serviría para integrar a estos espac ios periféricos con la
ciudad.
Una función fund amental de los cabildos de las parroquias cusqueñas fue la e lección
de las autoridades comunales, realizada el día de la advocación cristiana de cada parroquia,
que trataban de resolver principalmente problemas relacionados con la evange lización de los
indígenas . Esto les permitió un desarrollo administrativo propio. Cada panoqui a estaba
confonnada por un alcalde, dos regidores, un alguacil mayor, un obrero mayor y un alcalde
de olleros, el cura de la parroquia, el juez de naturales (Amado 2009: 27-28).
El proceso de inserción de los indios en los espacios pa1Toquiales de Lima -cuya
estructura urbana estaba fuertemente condicionada a los edificios religiosos y a la presencia
del río Rímac- produjo una ruptura clara del tejido urbano primigenio (Sáenz 2005: 1) que no
sucedió en el Cusco, donde el desanollo de la ciudad colonial estaba condicionado a las
estructuras de la ciudad inca. De esta forma, se produjo una continuidad en el uso del tejido
urbano, confinnando, también, que el proceso de urbanización constituyó una pa1iicularidad .
Los referentes naturales como "Paraje", "Asiento" y "La Otra Banda del Río" se
incorporaron como parte de las parroquias. Continuaron sirviendo de referentes de localiza-
ción durante todo el siglo XVII, enriqueciendo la vida urbana y convirtiéndola en parte de su
identidad barrial. Por ejemplo, el asiento Chaguaytapra integraría el espacio central de la
parroquia del Hospital de los Naturales, mientras que el paraje Chaguaytapra-que compren-
día desde la actual calle Hospital hasta la calle Arcopata- se convertiría en parte de los
barrios de indígenas ubicados al interior de las parroquias de Santa Ana y Hospital de los
Naturales.
En el caso de estas dos parroquias se aplicó el modelo del jurista Juan de Matienzo:
un trazado ortogonal que debió adaptarse al modelo inca preexistente. En el primer caso, al
aplicar el patrón reduccional en la parroquia de Santa Ana, el barrio inca de Cannenca se
adecuó al sistema vial del periodo colonial, mientras que en el segundo caso el patrón
aplicado a la parroquia del Hospital de los Naturales se ajustó a las edificaciones existentes,
como la plazuela parroquial y el convento de Santa Clara.
El espacio parroquial de Hospital de los Naturales surgió por la ubicación del Hospi-
tal General de Indios para la curación de los indígenas venidos de todas las ciudades del
Reino del Perú y como respuesta a los conflictos entre los ayllus de Chachapoyas y Cañaris
ubicados en la parroquia de Santa Ana, y la panaca de Uscamayta y Hahauinin de Hurin
Cuzco de la parroquia de Belén (Amado 2009: 18) posiblemente por la tenencia de tierras y
por un conflicto de límites entre estas dos parroquias como ocurrió años más tarde con la
calle Chaguaytapra que dio origen al plano de 1643 .
En este periodo, el grueso de la sociedad de las parroquias estaba constituida por los
indígenas agrupados en ayllus, ubicados por lo general en las parroquias más cercanas al
camino que llevaba a esa región (Viñuales 2004: 6). El resto que vivía al interior de las
parroquias se emplazó de acuerdo con su jerarquía social: los españoles casados con indias,
extranjeros y artesanos ocuparon las manzanas próximas al centro la ciudad; los caciques,
panacas y nobles incas se asentaron en los espacios cercanos a las plazuelas parroquiales;
y los ayllus reducidos ocuparon los barrios alrededor de la parroquia.
En el caso particular de la parroquia de Santa Ana, los espacios barriales se superpu-
sieron sobre el asiento Carmenca donde se asentaron los ayllus de indios cañaris y
chachapoyas que cumplieron la función de ayudar en las fiestas públicas de la ciudad del
Cuzco, tanto religiosas como civiles. En la parroquia del Hospital de los Naturales, se ubica-
ron los Tisoc considerados de la panaca de Haguanin y descendientes del Inca Lloque
Yupanqui , además del ayllu de Topa Yupanqui y Don Pedro Quispe escribano de la parroquia
y del Cabildo de los Veinticuatro. Es importante destacar que en el momento de la visita
general de Toledo a esta parroquia, se ubicó a indios cusqueños de Hanan Cuzco y de Hurin
Cuzco. Creemos que los ayllus situados en la margen derecha de la actual calle Hospital (las
manzanas que forman la calle Nueva Alta y Nueva Baja) que era el barrio de Chaguaytapra
eran considerados Hanan Cuzco, mientras los que vivían en la margen izquierda de lamen-
cionada calle habrían sido Hurin Cuzco (Amado: 2009: 24-27). El resto de ayllus se situaron
en los confines del río Puquín y sobre parte de la traza de andenería que bajaba del cerro
Santa Ana, hasta los límites con la parroquia de Belén (ver cuadro 1.2).
Cuadro 1.2. Ubicación de los ayllus al interior de la parroquia del Hospita l de los Naturales
en los siglos XVI y XVII. Fuente: Donato Amado (2009: 19-20). Elaboración propia.
:'·."''inr
1
Después de describir los procesos urbanos y detalles arqu itectónicos de estas dos
parroquias en los siglos XVI y XVII, creemos necesario insertar este valioso documento en
un plano a escala real de la zona, para su comprensión cabal. Al respecto, podemos decir que
el documento gráfico muestra algunas distorsiones respecto a la escala real. Por ejemplo, las
manzanas desde la calle Nueva Baja hasta la calle Santa Clara no guardan ninguna propor-
ción con las actuales. Simplemente han conservado la misma forma que se observa en el
original. Gran parte de los detalles de las edificaciones concuerdan con las características
que existen en los documentos de compra-venta, tasación, testamentos y codicillos, eviden-
ciando de este modo la veracidad de la información grafica y cada uno de los detalles del
gráfico.
W'//J
~
Con el usiones
Los procesos de urbanización por los que atravesaron las dos parroquias de la ciudad en
los siglos XVI y XVII constituyeron una particularidad respecto al resto de las parroquias que
rodeaban al Cusco. Cada una apo11ó a la urbe colonial en función a su ubicación con el centro.
La parroquia de Santa Ana albergó actividades agrícolas y artesanales que le permi-
tieron cumplir la función de abastecimiento a la ciudad o parroquia matriz. Por su parte, la
parroquia del Hospital de los Naturales se caracterizó por una actividad comercial y por
albergar parte del equipamiento de la ciudad, corno el Monasterio de Santa Clara, el Hospital
de los Naturales y el matadero de la ciudad.
El grado de urbanización que alcanzaron ambas parroquias de indios, nos muestra
que el modelo reduccional funcionó. Esto permitió que la zona continuara desarrollándose,
contribuyendo en forma positiva al progreso del centro de la ciudad.
El desarrollo de la pa1Toquia de Hospital de los Naturales, próximo a las vías de acceso
a la ciudad, le permitió alcanzar un mayor desarrollo urbano y, como consecuencia. que las
primeras manzanas en la calle Nueva Alta fueran anexadas para formar pa11e de la parroquia
Matriz, circundada por los ríos Saphy y Tullumayo.
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Lorena Córdoba
Diego Villar*
Resumen
Pablo Sendóp, Jean-Pierre Chaumeil, lsabelle Daillant, David Jabin, Mickael Brohan, Federica Barclay,
Zul ema Lehm y particulannente lsabelle Combes y Philippe Erikson contribuyeron con materi ales o
comentarios críticos a las versiones preliminares del trabajo. También agradecemos el apoyo
institucional del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en Argentina, y en
Francia del Centre National de la Recherche Scientifique (beca Bernard Lelong) y la Fondation
Maison des Sciences de l' Homme (beca Hennes).
Abstract
l. El problema
Con unos 50.000 hablantes, la familia lingüística pano se extiende por la Amazonía de Brasil, Perú y
Bolivia (Erikson 1992). Para una etnohistoria detallada de los panos meridionales, véase Villar,
Córdoba y Combes 2009.
te asumidos como "etnias", designan en realidad a antiguas parcialidades que los chacobos
conocen como maxobo (lit. "gente de la misma cabeza"): los "sinabos" son los xenabo
("gente gusano"); los "capuibos", los capebo ("gente caimán"); los "yssabos", los ísabo
("gente puercoespín") (Córdoba y Vi llar 2002: 76-80). En estas circunstantias 1 lo mínimo que
puede decirse es que el juego de relaciones entre denominaciones étnicas como "chacobo",
"pacaguara", "sinabo", "capuibo" o "caripuna" está lejos de ser resuelto, y que es necesario
analizar aunque sea brevemente el ciclo de su desarrollo histórico.
2 " Mapa de las Missiones de la Compañia de Jesús en el territorio de Moxas i Chiquitos, en la Guvernacion
i Comandancia General de Santa Crus de la Sierra" (Maúrtua 1906; Saavedra 1906b ). Antes del siglo
18, sólo encontramos dos tempranas y dudosas referencias a posibles grupos " panoides" en las fuentes
sobre Mojos. En 1570, Álvarez de Maldonado describe entre los ·'chunchos" del Beni a los ·'roanos"
( 1906: 63-65): ahora bien, roa es el nombre de una de las mitades yaminahuas (Erikson 1986: 200);
según Armentia, el término significa " sacerdote" (Armentia 1905: 105, 117); por otro lado, se trata
de un apodo asociado al nombre Coya entre los actuales chacobos, lo cual invita a pensar que los
integrantes de este grupo hayan sido llamado "roanos" debido a su líder. Mucho más hacia el sur, por
otra parte, una crónica jesuítica habla en 1763 de los " Noira" (Barnadas y Plaza 2005: 124), y
sabemos hoy que la categoría de nohiria, en chacobo, designa a la "gente" en general.
3 Campos 1780; Quiros 1780: ff. 31 y ss. ; " Originarios con tierras que en la especie de chocolate pagan
cuatro pesos al año y su mitad por tercio", AGN, sala Xlll, Fondo Documental Contaduría, legajo 17-
9-4 .
216-217). Los pacaguaras, por fin, también aparecen involucrados en la trágica historia de la
misión de Santiago de Pacaguaras, fundada a finales del siglo 18 sobre el río Madidi pero
condenada a un fracaso inexorable 4 •
Para esa misma época hay noticias sobre pacaguaras bastante más hacia el sur. En
1767, Lorenzo Hervás habla de indígenas de lengua "pacabaris" en la misión de San Borja,
mezclados con fracciones de otras tribus ; se trata, por lejos, de la mención más austral a los
grupos panos en la región (Hervás 1800: 249). El pueblo de Reyes se transforma en un punto
estratégico de concentración multiétnica, centro de intercambio y de comunicación entre las
diferentes sociedades indígenas de Mojos : mosotenes, tacanas, cavineños, mojeños y tam-
bién pacaguaras. No extraña entonces que se trate de un punto de partida natural para las
expediciones misioneras a las diferentes " naciones bárbaras" o "tribus sal,v ajes" . Entre 1786
y 1794, el gobernador Lázaro de Ribera no sólo menciona a los " pacabaras" habitando las
misiones de San Borja y Reyes, sino que incluso recoge una muestra léxica de su lengua que
resulta notoriamente similar al chacobo actual (Palau y Sáiz 1989 : 169-170). En 1794, finalmen-
te, los pacaguaras y los "s inabus" vuelven a aparecer al oeste de Apolobamba, sobre la
margen oriental del Beni, informando al naturalista Thadeus Haenke sobre los ríos de la
región (Haenke 1875 : 127; Parish 1835: 94-96).
4 Sobre la trágica historia de esta misión, véase ··Mapa de la Audiencia é Intendencia de Cuzco en 1787"
(Saavedra 1906b); Rey y Boza 1899: lxxiii ; Armentia 1903 : 191-192, 256, 216-217; 1897: 42, 47;
AGN, sala IX, Fondo Gobierno Colonial, legajo 31-6-5, ff. 52-54; legajo 31-7-8, f. 104v; legajo 34-
5-3 .
5 Para una trascripción completa de estos documentos, véase Yillar, Córdoba y Combes 2009.
designando a un grupo "del mismo idioma que los Pacaguaras" que combate constantemen-
te contra los cavineños (Cortés 1899: 244)6.
En 1797, llegan a Exaltación 27 pacaguaras más, que también son bautizados e insta-
lados entre los vecinos: Zamora les propone radicarse en Trinidad pero prefieren quedarse
en Exaltación "por los más amigos Cayuguagas que allí tenían" (ANB GRM MyCH, vol. 15,
doc. 15 , 1796-1797, f. 364,414; vol. 15, doc. 16, 1797, ff. 427,432, 435-438; Mujía 1914: 510;
Moreno 1973 : 153; Parejas Moreno 1981: 29). Un expediente revela que los pacaguaras viven
"en unión hennanable con los naturales de este dicho pueblo" y que aprenden rápidamente
el cayuvava, lengua en la cual se les enseña la doctrina (ANB G RM MyCH, vol. 15, doc. 16,
1797, ff. 426,441; vol. 15, doc. 17, 1799-1800, f. 448). Más importante todavía: las autoridades
coloniales esperan que los pacaguaras se mesticen de a poco con los anfitriones, "enlazán-
dose indistintamente con los cayuguaguas" (ANB GRM MyCH, vol. 15, doc . 17, 1799-1800,
ff. 452-453).
En su conjunto, entonces, los datos sobre los pacaguaras orientales y occidentales
de fines del siglo 18 sugieren, primero, la presencia importante de grupos pano-hablantes en
gran parte de la región de Mojos; segundo, la idea de una fluida composición multiétnica de
las misiones de la zona; tercero, persistentes procesos de fusión y fisión entre los propios
pacaguaras, tanto entre las facciones "bárbaras" como también entre éstas y los "fieles" que
aceptaban formar parte de las misiones.
A finales del siglo 18 se desata un serio conflicto jurisdiccional entre los Colegios
misioneros de La Paz y de Moquegua, que contiene en gennen los argumentos que mucho
más tarde esgrimirán Perú y Bolivia para resolver sus disputas limítrofes. Los franciscanos
de Moquegua - hasta entonces dependientes del Obispado de Arequipa y ocupados en la
evangelización del Madre de Dios- se hacen cargo de las reducciones de Cavinas y Pacaguaras
el 15 de abril de 1796. El traspaso suscita quejas por parte de la provincia de Charcas y del
Obispado de La Paz 7.
El padre José Pérez Reynante funda la misión de Santiago de Pacaguaras a orillas del
río Madidi, entre 1794 y 1796, " .. . con 26 matrimonios de infieles, que manifestaron deseos de
abrazar nuestra santa religión y de obedecer al P. Misionero en todo lo que les mandare; pero
más que el deseo de hacerse cristianos, era el de recibir herramientas y vestidos . La Misión
edificada a la orilla del río Madidi en trecho aparentemente sano, al norte y a las 30 leguas de
lsiamas y al oeste de Cavinas, ofrecía una buena perspectiva y el entusiasta misionero P.
6 Una posibilidad es que Vinoria sea un nombre de otro origen, acaso cayuvava; otra que sea una
deformación de Biona, apodo asociado con el nombre Huara (para una comparación de los corpus
onomásticos panos antiguos y actuales, véase Villar, Córdoba y Combes 2009, apéndices 2 y 3).
7 Para aprecia!\ la perspectiva " boliviana" del Colegio de La Paz, véase Saavedra 1906, vol. 2: 114-
117, 122; Armentia 1903: 256, 270, 271 , 292-293; 1897: 49, 51 , 111, 118; Anónimo 1986: 253-
254. Para la perspectiva "peruana" de los religiosos de Moquegua, véase Rey y Boza 1899; Avellá
1899: 87 y passim; o bien el " Oficio de Tadeo Ocampo al virrey" del 8 de mayo 1802 (AGN, sala IX,
Fondo Gobierno Colonial, legajo 31-7-8, ff. 125-144v).
Reynante, creyó poder conquistar toda la tribu de los Pacaguaras diseminada por las riberas
del Madidi y el Madre de Dios; pero saliéronle fallidas sus esperanzas, por la sencilla razón
de que estos nómadas prefieren su libertad a todas las comodidades, que les ofrece el
Misionero en nombre de la religión y del progreso: si por una parte se desesperan por tener
herramientas de hierro y acero, por otra el bosque los atrae" (Armentia 1903 : 191-192) 8 .
Haciendo grandes esfuerzos, el misionero incorpora 17 familias más en 1798 (AGN, sala IX,
Fondo Gobierno Colonial, legajo 34-5-3). Un informe redactado en 1804 por José Morales, un
militar que vive en la zona durante dos años, describe la reducción de 30 familias de
"guacanabas", grupo que este autor distingue explícitamente de los pacaguaras. Además,
aporta noticias sobre otros grupos de la zona, entre los cuales hay uno de posible origen
pano: los tiatinaguas (AGN, sala IX, Fondo Gobierno Colonial, legajo 34-5-3; Avellá 1899:
238-239). La distinción entre pacaguaras y guacanaguas resulta especialmente interesante
porque a lo largo de todo este período las fuentes hablan de la misión de "Santiago de
Pacaguaras" o "Santiago de Guacanaguas" como si fueran sinónimos (AGN, sala IX, Fondo
Gobierno Colonial, legajo 31-7-8, ff. 1, 94v, 105v, 106, 107v; Armentia 1903: 301-302; Avellá
1899: 195; Sans 1888: 82; Rey y Boza 1899: lxxiii, lxxix; Evans 1903 : 612; Castillo 2004: 109)9.
Más allá del juego variable de las denominaciones, lo cierto es que la reducción jamás llega
a consolidarse (Armentia 1903: 354; Saavedra 1906a, vol. 2: 116). Los misioneros explican el
fracaso por la enorme distancia geográfica -y por tanto administrativa, política, logística,
económica- respecto de La Paz, o bien por la composición interétnica de las reducciones,
que provoca enemistades entre los diferentes grupos (Annentia 1903: 253). El padre Figueira,
por ejemplo, habla de cuatro guacanaguas que vivieron con los tiatinaguas un tiempo, roban
una mujer de ese grupo y luego se instalan en Santiago de Pacaguaras (Figueira 1899: 272).
Los pacaguaras que aceptan en 1801 la tutela del padre Tomás Cano, de modo similar, lo
hacen porque "han acabado con toda su nación los indios confinantes habitadores del río
Mano llamados los Tiatinaguas, indios fieros que se alimentan mejor de carne humana que
de ninguna otra, temidos en todas estas naciones" (AGN, sala IX, Fondo Gobierno Colonial,
legajo 31-7-8, f. 121). SegúnArmentia, " ... en un libro antiguo de las Misiones encontramos
una nota, en la que dice: 'que los Pacaguaras de Santiago envenenaron á los Guacanaguas,
dándoles un veneno llamado por los indios Palo malo' . Lo mismo han hecho los Pacaguaras
con losAraonas en repetidas ocasiones" (Annentia 1903: 253; véase también Ballesta 1907:
252-254). Pero no conviene desestimar, tampoco, la "inconstancia" de los propios indígenas,
cuya adhesión es francamente volátil. Cuando la provincia de San Antonio de Charcas
entrega la misión de Santiago de Pacaguaras a la jurisdicción de Moquegua, el poblado sólo
cuenta con 8 matrimonios, 6 hombres y 3 mujeres viudos, 15 niños y 4 niñas: en total, 44
almas (Sans 1888: 12; Mendizábal 1932: 192; Chávez Suárez 1986: 102). Los religiosos
cusqueños que comienzan a trabajar en las misiones se topan con una situación muy similar.
8 Otras informaciones sugieren una fundación más temprana. Hay que aclarar, también, que el docu-
mento original habla de 26 " familias" y no de ·' matrimonios" (AGN, sala IX, Fondo Gobierno
Colonial, legajo 3 1-7-8, f. 104v ).
9 Sin embargo, para numerosos autores, los guacanaguas son un grupo de lengua tacana (Rey y Boza
1899: xxxxiii; Armentia 1905 : 109; Cardús 1886: 294-296; Créqui-Montfort y Rivet 1921 : 93-94;
Alexiades y Peluso 2003: 93).
Por un lado, subsiste el recelo de los indígenas: las atrocidades de Mejía en lxiamas no
habían sido olvidadas (Avellá 1899: 143). Por otro lado, el cambio jurisdiccional no soluciona
el problema inexorable del aislamiento: los éxitos evangelizadores son ínfimos, y en la mayo-
ría de los casos es evidente que la aproximación de los neófitos se debe más a una necesidad
estratégica de protección frente a otros grupos indígenas, o el ansia de herramientas y
bienes materiales, que al afán de conversión espiritual.
Las fuentes trazan entonces " la frontera de Pacaguaras" como un punto lejano, casi
inaccesible, última avanzada del progreso desde la cual se emprenden expediciones de esca-
so éxito a las parcialidades indígenas vecinas con los cuales tienen contacto los pacaguaras
- por lo general, grupos tacana-hablantes como los cavineños, guarisas, araonas o toromonas
(Avellá 1899: 24-25, 41, 112, 231-234, 243-244, 264;Anónimo 1986: 254;AGN, sala IX, Fondo
Gobierno Colonial, leg. 34-5-3). En 1801, el padre Pedro Plá emprende una expedición a los
"capuibos" con un intérprete "de Exaltación" que bien puede ser uno de los pacaguaras
traídos por Negrete (Sans 1888: 80). Así entran en escena los capebo ("gente caimán"), otra
de las parcialidades que conocen los actuales chacobos. Pero, por lo general, los cavineños
son quienes aparecen como los guías, mediadores e intérpretes más usuales entre religiosos
e indígenas panos, acompañando por ejemplo al padre José Figueira, quien en varios viajes
entre 1802 y 1804 logra llevar varios "Capuibos" e "Ísabos" de la margen derecha del Beni a
la reducción de Cavinas.
En 1804, las misiones de Cavinas y Pacaguaras vuelven a depender de la provincia de
Charcas (Sans 1888: 12-l 3;Avellá 1899: 87, 91-91, 100; Chávez Suárez 1986: 103). Los resulta-
dos obtenidos por los religiosos cusqueños también se revelan desoladores: en Santiago de
Pacaguaras apenas se registra un incremento de cuatro personas entre 1796 y 1804 ("Plan y
estado de las misiones de infieles que administran los PP. del colegio de Propaganda Fide de
la Villa de Moquegua",AGN, sala IX, Fondo Gobierno Colonial, legajo 34-5-3). De esta época,
también, data un informe titulado "Noticias de las naciones bárbaras de la frontera de
Pacaguaras, dadas por don Tadeo Cortés, vecino de dicho pueblo, en 19 de Abril de 1804".
Su autor declara haber vivido catorce años en la región, hablar las lenguas vernáculas y
haber colaborado en la reducción de los "capuybos" (Cortés 1899; Avellá 1899: 83-84, 235, ·
243-244, 267-269). Cortés no sólo aporta noticias sobre los pacaguaras que escaparon de
lxiamas en la revuelta contra Mejía, sino que también habla de algunos otros grupos de la
zona cuyas denominaciones tenninan en -nahua. Por un lado, habla de los "guacanaguas"
que "apostataron de este pueblo" en 1800; según las coyunturas, éstos se aproximan o se
separan de los "tiatinaguas". Por otro lado - recordemos a "Vinaria Guara" en Exaltación-,
reporta la existencia de "una nación llamada Vinoriaguas, del mismo idioma que los Pacaguaras,
gente muy fuerte y andan vestidos con cortezas de árbol; cuando tienen contienda, son los
enemigos capitales del pueblo de Cavinas" (Cortés 1899: 243-244). En 1805, finalmente, los
padres Lacueva y Delgado, del Colegio de Tarata, exploran el río Mamaré, e infonnan "sobre
los infieles pacaguaras que se hallan sobre el margen del río de la Madera, dentro de los
límites de esta pi;ovincia y muy abajo del pueblo de la Exaltación" (ANB GRM MyCH, vol. 17,
doc . 14, 1805 , ff. 125-126). Sumados a los "pacaguaras", "capuybos", " ísabos", "sinabus" y
"guacanaguas", la aparición de estos "tiatinaguas" y "vinoriaguas" nos ofrece en definitiva
una pequeña explosión regional de etnónimos "panoides".
5. La era republicana
1O Es posible, por otra parte, que d' Orbigny no haya recogido esta información de primera mano sino
sobre la base de datos proporcionados por Antoni o Acosta (Zulema Lehm, comunic. pers.) .
impaciencia de los religiosos. En 1845, los padres Ciuret y Pueyo emprenden una expedición
más a los pacaguaras, encontrando a unos veinte escondidos en el monte; temerosos de los
ataques de otras tribus, los indígenas aceptan ir a Cavinas, donde permanecen poco tiempo
hasta que una noche escapan. Hacia 1850 un nuevo contingente de unos 50 pacaguaras se
acerca a la misión: una quincena muere por las epidemias, algunos se bautizan y se instalan
en Cavinas; los demás esperan un tiempo y luego, como de costumbre, se fugan (Sans 1888:
83). Al año siguiente, acompañados por unos pocos araonas, los pacaguaras vuelven a
aparecer solicitando herramientas. Los frailes se las suministran a condición de que regresen
con sus familias: los araonas vuelven, los pacaguaras no (Sans 1888: 80-83 ; Armentia 1887:
24-26y 1903: 196; Mendizábal 1932: 192) 11 •
Durante la segunda mitad del siglo 19, la pulsión colonizadora se seculariza. Las
informaciones más interesantes sobre los grupos panos aparecen cifradas en el testimonio
de los viaj eros, geógrafos, militares y caucheros que exploran la Amazonia boliviana; al
mismo tiempo, los pacaguaras ceden su lugar de privilegio en las fuentes a los chacobos y a
los caripunas 12 •
Entre 1845 y 1846, José Agustín Palacios, prefecto del departamento del Beni, explora
los ríos Mamoré, Madeira y Beni acompañado por un cura y por tripulantes cayuvavas.
Cerca del lago Rogoaguado descubre a los "chacobo" (Palacios 1852: 5-9). Luego, en 1846,
remonta el Madeira y se encuentra con una veintena de "caripunas" (Palacios 1852: 13-14).
Pocos años después, lo mismo reportan Hemdon y Gibbon ( 1854: 269, 293-300), así como
también el militar peruano Faustino Maldonado (Annentia 1897: 60; Church 190 I: 147; Markham
1883: 319-320; Quevedo 1875: 177-178). La presencia de estos indígenas no deja de ser
amenazante : en 1860, el prefecto José Manuel Suárez debe apelar al ejército nacional para
contener un " .. . conato del alzamiento de los Chacobos", que apoyan la revuelta de unos
criollos de la zona (Limpias Saucedo 1942: 161-162). Las autoridades deciden pacificar a los
chacobos : encomiendan la tarea al fraile Daniel Loras y a intermediarios indígenas como el
cacique DomingoAvaroma(Balzano 1985: 256-257; Limpias Saucedo 1942: 172-173). En 1864
se reglamenta la creación de la "Provincia de Chacobos" como parte del departamento de
Beni, bajo la tutela espiritual de Loras (República de Bolivia, Anuario de Disposiciones
Administrativas, SIA-1702, 27 de Septiembre de 1864: 122-123). Sin embargo, más allá de los
esfuerzos de pacificación, persiste la tensa relación entre los chacobos o caripunas y el
frente colonizador; así, las exploraciones de Franz Keller Leuzinger o Edward Matthews
revelan una mezcla volátil de docilidad y de violencia (Keller Leuzinger 1874: 51-52, 66-67,
120-125 ; Matthews 1875 : 12; Block 1994: 172). Para esa época, en un episodio tristemente
representativo de la violencia implícita en el boom cauchero, los caripunas matan a Gregorio
11 Para un análisis de la rel ación entre cavineños y pacaguaras desde la óptica cavineña, véase Brohan
y Herrera 2009.
12 Los únicos dos autores que siguen mencionando a los " pacahuaras" y "sinabus" son Church ( 1901:
147) y Markham (1883 : 175, 179, 186).
Suárez, uno de los pilares de la dinastía cauchera del Beni, y padecen luego feroces represa-
lias 13.
Durante la segunda mitad del siglo 19 se concreta el proyecto de expansión nacional
comenzado por José Ballivián. La fiebre del caucho instala en el imaginario nacional lo que
hasta entonces era sólo una selva desierta, inhóspita, marginal, repleta de in\ectos pavoro-
sos, epidemias ineludibles y salvajes incomprensibles. Se trata de un contexto de exploracio-
nes, de trazado de cartas hidrográficas, de fundación de ciudades, de repartición de títulos
de propiedad, de avance de los tributos fiscales; pero también, y sobre todo, de delimitación
de fronteras nacionales -así, la guerra del Acre entre Bolivia y Brasil ( 1899-1903) puede
pensarse como la trágica cristalización de la carrera por la colonización amazónica.
Antonio Vaca Diez o los hermanos Suárez son los prototipos del nuevo actor social
que amasa fortunas en este nuevo contexto, no sólo exportando el caucho sino también
canalizando monopólicamente el consumo de sus peones a través de "adelantos" de merca-
derías en las barracas. No hace falta aclarar que estos peones son, en una gran mayoría,
indígenas: como confiesa un cauchero a Nordenskiold, "sin indios no hay industria del
caucho" (Nordenskiold 2003: 124). Para los indígenas benianos, el boom del caucho supuso
así un mundo de oportunidades inéditas, pero también la pérdida de la tierra, la relocalización
compulsiva, las epidemias, la violencia, el enganche forzoso y no pocas veces la pérdida
total de la libertad (Sanjinés 1895: 65; Evans 1903 : 637; Matthews 1875: 35; Nordenskiold
1906a: 108-109, Balzan 2006). En este contexto sombrío, las fuentes presentan la reaparición
en escena de los pacaguaras; no ya como aquella gran "tribu" o "nación" de la cual todos las
demás parcialidades fonnan parte, sino como un grupo más con la misma dimensión que los
chacobos, caripunas o capuibos. Pero, además de los indígenas asociados con los caucheros,
también hay rastros de otras parcialidades "salvajes" o "bárbaras" que siguen viviendo en
la selva. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de las veces los indígenas se inclinan por
una estrategia más transaccional : alternar selectivamente y según las circunstancias entre la
coexistencia con el blanco y el aislamiento (véase por ejemplo Heath 1882a: 123-127, 133;
1882b: 9; Markham 1883: 324, 1896: 189; Baldivieso 1896: 61; Bayo 1911: 274, 337-338, 344;
Pando 1897: 5, 32; Royal Geographical Society 1889: 499; Bresson 1886: 509-512).
De este período datan los excelentes informes del religioso español Nicolás Armentia,
cuyas exploraciones de los ríos Beni, Madre de Dios e lvon entre 1881 y 1882 ofrecen
abundante información sobre los chacobos, pacaguaras y caripunas, sobre sus relaciones
recíprocas y su vinculación con otros grupos como los araonas o los cayuvavas (Annentia
1976: 32-33,38-40,79-81, 101, 107-109, 136-137; 1890:71-72,82-83,95-96; 1887: 42-43).Por
ejemplo, Annentia reporta noticias de grupos de movimas y cayuvavas que escapan del
yugo de las plantaciones gomeras para radicarse entre los chacobos (Armentia 1897 : 83-82;
1887: 42-43) 14 • Poco más tarde, José Cardús se basa fundamentalmente en los datos de
13 Según algunos autores Suárez muere a manos de los pacaguaras. Para diferentes versiones del hecho,
véase Torres López 1930: 197-198; Fifer 1970: 135-136; Guisbert Villaroel 1994: 64-65. En favor
de la identidad pacaguara/caripuna, hay que decir que el léxico caripuna que colecta Keller Leuzinger
( 1874: 132) resulta virtualmente idéntico al actual chacobo.
14 No extraña, entonces, que el franciscano haya llegado incluso a pensar en una primitiva filiación
pano de varios grupos amazónicos de la zona, sometidos luego a un proceso de progresiva " des-
Annentia para codificar la imagen canónica de los panos bolivianos: "Los pacaguaras están
esparc idos en una grande extensión de terreno, pero divididos en pequeñas fracciones,
distantes unas de otras, y con diferentes nombres, como chacobos, sinabos, capuibos,
caripunas, etc." (Cardús 1886: 290-291, 308) 15• En definitiva, las fuentes revelan la persisten-
cia de una trama estratégica, inestable y cambiante de diplomacias, alianzas y enemistades, ·
que relaciona alternativamente tanto a los panos entre sí como también con indígenas de
otras lenguas, con misioneros, militares, políticos, ganaderos y caucheros.
7. "Etnias" y sede11tarizació11
panoi zación": "Muchas de estas tribus (Mobimas, Marupas, Cayubavas) han perdido ó cambiado el
nombre y debieron ser de raza y lengua Pacaguara, raza que residió en las inmediaciones del pueblo de
Reyes , ocupa las márgenes del río Mamoré y Beni, del Madera, etc. y hasta el mismo río Ucayali,
donde la lengpa Pacaguara es conocida con el nombre de Pana" (Armentia 1905: 104). Sin embargo,
no hay que descartar que pueda haberse tratado de una cuestión meramente nominal: el carácter
altamente genérico de la categoría ''pacaguara" bien pudo hacer que fuera empleada para designar a
grupos tacana-hablantes como los ese'eja (Alexiades y Peluso 2003: 93).
15 Para comprobar la persistencia de esta tesis, véase por ejemplo Balzan 2006: 203; Nordenskiold
2003; Church 1901 : xxii; Rivet 1910; Métraux 1948.
comienzan a trabajar en poblaciones de la zona como los chacobos, los ese'ejas y los cavineños.
En 1955, los esposos Gilbert y Marian Prost inician una estadía entre los chacobos que durará
25 años. Tras establecerse casi una década en las comunidades del río Benicito, convencen a
la gran mayoría de los chacobos de migrar hacia el arroyo lvon, donde e) caucho y las
almendras les ofrecen una mejor posibilidad de inserción en la economía regional.
Para entonces, los chacobos se encuentran agrupados en dos grandes concentracio-
nes poblacionales (Prost 1983 : 8). La primera, más renuente al influjo misionero, se compone
de unas 70 personas asentadas en varias comunidades sobre el río Yata, una zona relativa-
mente aislada, pródiga en caza y pesca aunque pobre en almendra o caucho, transitada de
modo intermitente por comerciantes, ganaderos y rancheros; a grandes rasgos, se trata de
los antecesores de las actuales familias Suárez y Peralta. La segunda, con poco más de 200
personas en varias comunidades del río Benicito, se confonna por la combinación de tres
bandas diferentes. En primer lugar, un grupo de unas cinco familias extensas proveniente del
Núcleo Ñuflo de Chávez, que abandona en 1954 para migrar hacia el norte y establecerse a
orillas del arroyo lvon, en una población llamada justamente "Núcleo"; se trata de los ascen-
dientes de las actuales familias Toledo y Durán. En segundo lugar, otro grupo de cuatro o
cinco familias extensas que migra en otra dirección, hacia la zona boscosa entre los ríos Yata
y Benicito, donde trabaja con los rancheros locales; insatisfechos, estos chacobos vuelven
a trasladarse hacia las orillas del Benicito y de allí al Geneshuaya, donde trabajan para un
cauchero durante unos años antes de establecerse definitivamente en California, al Sur de
Núcleo; son, en su mayoría, los ascendientes de los actuales Chávez. En tercer lugar, el
grupo que vive en mayor contacto con los misioneros desde 1955 a 1980, que migra desde el
Benicito hacia el Geneshuaya, se muda nuevamente tras algunos problemas con unos
caucheros hasta instalarse en Alto lvon, al norte de Núcleo, donde actualmente se encuentra
radicada la más grande población chacobo; se trata, en su mayoría, de los ascendientes de
los actuales Ortíz. Pronto se suma un pequeño grupo de pacaguaras un poco más al norte, en
Puerto Tujuré: un hombre casado con sus dos hermanas y sus respectivos hijos, al borde de
la extinción debido a las epidemias y los conflictos con los blancos (Beghin 1976: 166;
BónnidayCalifano 1974).
Versados en lingüística y en antropología, los misioneros del ILV se ven a sí mismos
como "guardianes de una tribu amazónica que muere", protectores de la sociedad igualitaria
por antonomasia (Prost 2003: 140-141 ). Entienden que las principales características de la
organización social chacobo -como la uxorilocalidad- son "constricciones" subyacentes
que impiden el surgimiento de "necesidades superiores" como la libertad individual, la reali-
zación personal, la familia nuclear, el liderazgo político, la capacidad de trabajo colectivo y el
desarrollo intelectual (Prost 1983 : 119, 130-134; 2003: 141, 153 , 119) 16 • Por lo tanto, procuran
explícitamente neutralizar la práctica de la uxorilocalidad (Prost 1983 : viii, 133 y ss.). Además
de sus metas lingüísticas y de traducción bíblica, en efecto, los misioneros promueven
cambios de índole económica, morfológica o sociológica que apenas mencionan o directa-
mente soslayan en sus escritos: la idea misma del "Pueblo Chacobo" como ente unificado,
16 Para comprobar la transparencia de los fundamentos del proyecto misionero, véase Prost 2003 : 149,
158-159.
8. Conclusión
o Hanke ( 1956) en el siglo 20 -por citar solamente los léxicos compilados antes del adveni-
miento de la lingüística profesional.
Una serie de datos complementarios apoya la existencia de un continuo transversal
de sociedades pano-hablantes. Es probable que los " vinoriaguas" que apar~cen al oeste,
cerca de Santiago de Pacaguaras, sean parientes de Vinoria Guara, uno de los pacaguaras
llevado por Negrete a Exaltación. La misma continuidad puede presumirse desde el sur hacia
el norte: los "ituatinaguas" del bajo Beni bien podrían ser los "tiatinaguas" que Tadeo Cortés
identifica luego en las proximidades de Santiago de Pacaguaras. Por si fuera poco, estos
"tiatinaguas" aparecen como vecinos de aquellos grupos - si es que no son aquellos gru-
pos- que la literatura llamará más tarde " panos sudoccidentales": los yamiacas y atsahuacas
del alto Madre de Dios (Métraux 1948: 449, 453; Lyon 2003 : 51; Chavarría Mendoza 1983: 31 ,
50, 68). Nordenskiold propone comprender la posición comparativa de estos grupos en
términos de áreas culturales; es decir, privilegiando las relaciones históricas de contacto,
comercio y enfrentamiento entre los grupos panos, tacanas y criollos de la actual frontera
peruano-boliviana por sobre su presunta filiación etnolingüística. Cuando visita a los
"chunchos de los ríos Tambopata e lnambari" , en 1904, observa que la lengua atsahuaca
mantiene una cierta apariencia pano, pero que a la vez la lengua de los yamiacas y arasas
muestra dosis desiguales de pano y de tacana . Identifica así una "zona uniforme de
aculturación" entre los ríos Beni y Madre de Dios, en la cual los " tambopata guarayos" o
"chama" (tacanas) y los atsahuacas y yamiacas (panos) comparten una cultura homogénea
-que, en cambio, se diferencia claramente de la cultura más selvática de los chacobos o
pacaguaras, emparentada estrechamente con los llanos de Mojos por más que compartan la
filiación lingüística (Nordenskiold 1906a: 122-123 ; 1906b: 520-523 ; 1924: 231-233). En este
sentido, el análisis etnohistórico sugiere que la categoría de "panos meridionales" parece
más provechosa desde un punto de vista heurístico que la antigua división entre panos
" sudoccidentales" (yamiacas, atsahuacas) y "s udorientales" (chacobos, pacaguaras,
caripunas), que en muchos casos bien pueden haber sido los mismos . De hecho, la antigua
distinción de ambos subgrupos estaba signada fundamentalmente por la percepción de
relaciones más estrechas de los " panos sudoccidentales" con las sociedades andinizadas de
lengua tacana; pero, como hemos visto, estas mediaciones fueron compartidas por virtual-
mente todos los panos de la actual Bolivia.
Por otra parte, teniendo en mente el carácter inevitablemente conjetural de este tipo
de especulaciones, la aceptación de dicha homogeneidad tal vez permita comprender mejor
el enigma etnográfico que suponen los nombres maxobo, que las fuentes presentan como
"tribus" o "etnias" tan alejadas en el tiempo como en el espacio . Todo indica que categorías
como ísabo , xenabo o capebo designaban antiguas parcialidades sobre las que la etnohistoria
y la historia oral no pueden ofrecer más que información dispersa y fragmentaria.
Etimológicamente, la palabra ma.xo significa algo así como "gente de la misma cabeza",
aunque hoy en día y según el contexto se traduce al castellano corno "comunidad", " pue-
blo", "familia", "grupo" o incluso como "grupo de tocayos". Cada ma.xo estaba asociado
con un animal o un objeto, un territorio genérico, un motivo de pintura facial, algunos rasgos
estereotipados de conducta y determinados hábitos nutricionale s; sabernos, también, que
los maxobo acostumbraban asociarse en pares aliados mediante la repetición preferencial de
alianzas matrimoniales a través de las generaciones (Córdoba y Vi llar 2002, 2008). Si pensa-
Una vez aceptada la unidad de los panos meridionales, resta comprender la notoria
variabilidad de su etnonimia. Para proponer una lectura alternativa de las discontinuidades
nominales, es necesario asumir que los etnónimos de los panos meridionales no designan
entidades sociológicas discretas, sino más bien una trama variable de categorías que reflejan
articulaciones, mediaciones y relaciones. En esta perspectiva, los gentilicios no identifican a
una población estable, prec isa, sino más bien categorías genéricas que opei¡an de forma
orientada y circunscripta según la racionalidad de cada contexto (Vi llar 2004). Se trata, ni más
ni menos, del viejo programa de analizar los datos etnográficos en ténninos de " relaciones,
definidas en términos de relaciones sociales, y relaciones entre esas relaciones" (Evans-
Pritchard 1978: 266; Dumont 1975). Ténninos como "pacaguara", "chacobo" o "caripuna"
traducen diferentes experiencias de relación entre diversos actores sociales: no puede com-
prenderse el pasaje de " pacaguara" a "chacobo" si no se comprenden las estructuras de
relaciones, por un lado, entre los panos y los indígenas vecinos de diversas familias
lingüísticas, y por el otro entre los indígenas y diversos agentes colonizadores: misioneros,
caucheros, militares, exploradores. Estos tránsitos entre los sucesivos estratos de nomina-
ción no deben interpretarse en clave moral, como un camino hegeliano inexorable que va
desde exónimos "falsos" hacia endónimos cada vez más "verdaderos" -es decir, la lectura
políticamente correcta de la etnonimia (Richard 2008: 32). Las redes de nominación que
condensan la relación entre indígenas y misioneros a finales del siglo 18 no son más falsas,
ni más auténticas, que las que los vinculan luego con los caucheros, exploradores o las
actuales organizaciones de desarrollo.
Desde el siglo 18 a mediados del 19, la primera estructura de nominación muestra a las
fuentes saturadas de "pacaguaras". Incluso cuando se sabe con certeza que hay " ísabos" o
"sinabos", como en las expediciones del cura Negrete, se habla en forma genérica de
"pacaguaras" para designar globalmente a los indígenas pano-hablantes. Categorías como
"s inabos" , "capuibos", "ísa bos", "guacaguaras" , "guaca naguas ", "v inoriagua s" o
"tiatinaguas" aparecen de fonna intennitente, recortadas contra el telón de fondo pacaguara.
Desde el Madidi hasta el Mamoré, y desde el Madre de Dios hasta San Borja, sus derivacio-
nes ("paca-uáras", " papa hu aras", " pacabaris", " pacanabos", "pasaguaras") traducen un
juego ambivalente de relaciones entre los panos y el frente colonizador: ignorando la prédi-
ca, resistiendo a los tributos, huyendo al monte, atacando las misiones, los pacaguaras -
gente que según el padre Ciuret (m.i.) "tiene todos los vicios y ninguna virtud"- se presen-
tan como arquetipo del salvajismo irreductible.
Hay que cuidarse, sin embargo, de presentar a las partes que entran en relación como
actores homogéneos . Sabemos que el mundo misionero de finales del siglo 18 es un campo
dividido, heterogéneo , rasgado por tensiones-e l caso más claro es el árido conflicto entre el
Colegio de Moquegua y el Obispado de La Paz. Por parte de los indígenas, asimismo, se
perciben fracturas: las parcialidades pacaguaras pelean entre sí, tambi én con los cavineños
y con los guacanaguas; algunos pacaguaras aceptan las misiones y otros no ; y entre aque-
llos que las rechazan algunos las ignoran y otros las atacan. Bien mirada, incluso la típica
oposición entre por un lado, "fieles" , " neófitos", "civilizados", y por el otro " bárbaros" o
"sa lvajes", se presenta como un contraste reversible : lo más frecuente es que los mismos
indígenas, en diferentes momentos, se acerquen a la misión y luego la abandonen para
volver al monte (Cortés 1899: 244; Avellá 1899: 195;Annentia 1903: 301-302; Sans 1888: 82-83,
98). Para disgusto de los misioneros, los pacaguaras no se acercan en busca de conversión
teológica, sino persiguiendo objetivos bien concretos. El primero es buscar asilo frente al
acoso de tribus enemigas (Sans 1888: 83). El segundo es la obtención de mercancías, herra-
mientas y bienes materiales -una crónica anónima lo expresa bien cuando habla de "los
obsequios indispensables de los infieles, único medio de atraerlos" (Anónimo 1986: 255 ;
Avellá 1899: 252). Si bien hay episodios puntuales de abandono de las reducciones por
epidemias, o por malos tratos de los curas, la mayoría de los casos revela una lealtad intere-
sada, intermitente, acercamientos y repliegues sigilosos por parte de los indígenas, que
evitan la confrontación directa y mantienen celosamente un cierto margen de independencia.
La segunda estructura de nominación étnica, que comienza a mediados del siglo 19,
presenta una complejidad aun mayor. Nuevamente, oposiciones simplistas como indígenas
"salvajes" vs. "civilizados", o "indios" vs. "blancos", no bastan para comprender la realidad
variable del contacto. Además de los conflictos entre las diferentes parcialidades indígenas,
las noticias sobre los panos surgen en el marco de conflictos entre misioneros de diferentes
congregaciones, entre misioneros y caucheros, entre patriotas y españoles, y luego entre
bolivianos, peruanos y brasileños. A principios de siglo, los datos siguen enredados en una
maraña de acusaciones recíprocas entre misioneros cusqueños y paceños; mientras tanto
los pacaguaras continúan siendo descriptos como indígenas difíciles, ni completamente
colonizados ni completamente resistentes, que se aproximan y repliegan estratégicamente
del frente colonizador-el ejemplo paradigmático es la situación descripta por d ' Orbigny en
la década de 1830 (d'Orbigny 1839: 279,293, 309-310; Parejas Moreno 1981: 26). Si bien los
pacaguaras participan de las milicias durante la guerra de la independencia, su enrolamiento
se contrapone con noticias continuas de fugas a la selva, ataques a las misiones y dispersio-
nes repentinas. En los testimonios de misioneros, exploradores y militares, esta ambivalencia
se plasma en la idea extendida de que los pacaguaras no son intérpretes, guías o navegantes
confiables, como sí lo son los cayuvavas, los reyesanos o los mojeños (Keller Leuzinger
1874: 51-52, 120-125; Sanjinés 1895: 61 ;Annentia 1903: 80; López Beltrán 1996: 209).
No obstante, si hasta 1850 el destino de los pacaguaras aparece cifrado en una
relación tensa y recelosa con las diferentes misiones, llega un momento en que la coloniza-
ción se seculariza. Con las exploraciones de Palacios, Keller Leuzinger o Armentia, en la
segunda mitad del siglo 19, los "pacaguaras" desaparecen paulatinamente de la escena,
desplazados por los "chacobos" desde el lago Rogoaguado hasta el Beni, y por los "caripunas"
en las riberas del Mamoré y del Madeira (Palacios 1852: 5-9, 13-14; Hemdon y Gibbon 1854:
269, 293-300; Keller Leuzinger 1874: 66-67). En la cascada Tres-Inniios, donde Matthews
encuentra "pacaguaras" en 1874, Craig se topa con "caripunas" en 1907 (Matthews 1875: 12;
Craig 1907: 284). Los escasos reportes sobre pacaguaras se trasladan hacia el norte, a las
riberas de los ríos Orthon, Manupirí y Abuná(Church 1901 : 147; Markham 1883: 175, 179,
186). En este nuevo contexto los panos siguen relacionados con los misioneros, pero tam-
bién, y fundamentalmente , con exploradores, caucheros y militares -en definitiva, con los
actores que personifican el avance inexorable de la consolidación nacional.
Una vez más, sería erróneo pensar en estas fuerzas externas como entidades homogé-
neas . Las noticias sobre los panos surgen en el marco de disputas por jurisdicciones provin-
ciales y fronteras nacionales: los viejos argumentos de los religiosos cusqueños y paceños
son reproducidos íntegramente por las comisiones diplomáticas que negocian las fronteras
entre Bolivia y Perú. Por un lado, los indígenas utilizan a los colonizadores: en la década de
1880, los araonas se alían con Vaca Diez para protegerse de los pacaguaras norteños (Heath
1882a: 124-125; Torres López 1930: 320). También alternan cuando les conviene entre caucheros
y misioneros: así, los religiosos comienzan a enfrentarse con los terratenientes y los hacen-
dados por la propiedad de los indios, y no son raras en este contexto las denuncias por
"tráfico", "explotación" o "esclavitud" (Baldivieso 1896: 61; Sanjinés 1895: 65; Evans 1903:
637; Matthews 1875: 35; López Beltrán 1996: 214-215).
Por otra parte, los panos también fueron utilizados por los agentes colonizadores
para legitimar sus propios intereses: así como los pacaguaras se ven envueltos en la guerra
de la independencia, los chacobos aparecen en 1860 protagonizando la revuelta contra el
prefecto del Beni, que debe apelar al ejército nacional y a la iglesia para apaciguarlos. En este
contexto los chacobos también aparecen en los escritos del cura Loras justificando los
derechos nacionales frente a los intereses extranjeros (Balzano 1985: 256-257; Sans 1888: 86).
En el gen11en de las disputas limítrofes que culminan con la guerra del Acre, parece inevitable
leer el etnónimo "caripuna" como resultado de una puja de intereses geográficos, económi-
cos y políticos entre Bolivia y Brasil. En efecto, los caripunas (brasileños) aparecen contra-
puestos con los chacobos (bolivianos) en función de una lógica de oposición nacionalista:
Palacios explora el Beni, el Mamoré o el Madeira para el gobierno boliviano y encuentra
"chacobos" por todas partes; Keller Leuzinger lo hace para el gobierno brasileño y no
encuentra otra cosa que "caripunas". Por parte de los caucheros, finalmente, los persisten-
tes infon11es sobre la hostilidad de todos estos grupos -de los cuales quizá el episodio más
célebre sea la muerte de Gregorio Suárez- sirven indudablemente como pretexto para la
explotación económica y en algunos casos el exterminio de las poblaciones nativas.
La tercera estructura de nominación, finalmente, muestra por qué la actual idea del
" Pueblo Chacobo", como una "etnia" cerrada, con límites bien definidos, data de la década
de 1950. El gobierno boliviano reúne a los grupos panos en el Núcleo Indígena Ñutlo de
Chávez, y a la vez comienzan a trabajar en las comunidades del Benicito los misioneros del
Instituto Lingüístico de Verano: así, el concepto de un "pueblo" unificado, que reúne en un
territorio delimitado a parcialidades antaño enfrentadas -e incluso luego a chacobos y
cavineños bajo el mando de un "Capitán"- refleja una nueva experiencia de integración en el
mercado regional, y fundamentalm ente la interacción con el gobierno, con los misioneros y
con los planes de desarrollo nacionales e internacionales, que suelen imponer la presencia
de interlocutores singularizados. Es en este contexto que los caripunas desaparecen por
completo de las fuentes, aparentemente extintos, y " los últimos pacaguaras" quedan limita-
dos a una única familia extensa (Hanke 1956: 15 ; Kelm 1972; Bónuida y Califano 1974; Prost
1983, 2003). Termina de consolidarse, así, el panorama contemporáneo de los "panos bolivia-
nos", divididos actualmente en tres "etnias" o "grupos" bien diferenciados: los chacobos,
los pacaguaras y los yaminahuas 18 •
18 Aunque no son más que conjeturas etimológicas, es posible esgrimir algunas hipótesis sobre el origen
de los etnónimos "yaminahu a", " chacobo", "caripuna" y "pacaguara" . El caso más sencillo es
·'yami nahua", que seguramente significa algo así como " los extranjeros con hachas" (yami: hacha,
nahua: partícula que designa a la alteridad en pano). En segundo lugar, "chaco" es uno de los apodos
actualmente asociados en chacobo con el nombre Cana, y en tiempos coloniales era frecuente
encontrar gentilicios conformados a partir de nombres personales (ej. Yinoria Guara = vinoriaguas),
con lo cual es posible que la denominación identificara a la gente de un Cana apodado Chaco -si
consideramos el sufijo pluralizador -bo, " chacobo" significaría entonces algo así como ·' los de Cana".
Desde el punto de vista de la dinámica histórica, entonces, no hay que temer las
discontinuidades nominales . En el mismo lugar en que Negrete encuentra "pacaguaras",
Palacios encuentra "chacobos" cincuenta años después. Los nombres personales de los
pacaguaras coloniales son más parecidos a los actuales nombres chacobos que a los moder-
nos nombres pacaguaras. Los "pacaguaras" de Negrete se llaman Cana, Coya, Iba, Yari,
Yuca, Rami, Bari, Raba, Naba, Geuma, Pua, Toy, Maba, Nacopiaonay (ANB GRM MyCh vol.
15, doc. I 3, 1795, f. 344; vol. I 5, doc. 15, I 796-1797, f. 4 I 5; véase Erikson 2002; Villar, Córdoba
y Combes 2009, apéndices 2 y 3). Algo similar sucede entre los "guacanaguas" de Ixiamas
(Yba, Bani, Maru, Guara, Yuca), entre quienes figuran además varios nombres que contienen
la partícula -nahua, sea como prefijo ("Naguarazu"), sufijo ("Maquinagua", "Caranagua") o
incluso como apellido ("Nagua") (Quirós I 780: ff. 3 l y ss.). En un documento anónimo,
además, también aparecen nombres "panoides" en la parcialidad "padiona" de esa misma
reducción: Maro, Bani, Nabi, Ybabari (AGN, sala XIII, Fondo Documental Contaduría, legajo
I 7-9-4). La consideración conjunta de estos repertorios onomásticos con las muestras léxicas
y las indicaciones de localización geográfica, en suma, invita a pensar que los " pacaguaras"
de Negrete son los "chacobos" de Palacios.
Por otra parte, si los etnónimos traducen un entramado dinámico de mediaciones, su
desarrollo inestable desde el siglo I 8 a la actualidad sugiere que la historia de los panos
meridionales es, fundamentalmente, una historia de relaciones interétnicas. No hay, ni hubo
nunca, "etnias" aisladas que luego entran en contacto entre sí: el mestizaje, la circulación, el
multilingüismo, los intercambios constituyen la condición originaria. Al sur de Mojos, Hervás
llama a la misión de San Borja, morada de un grupo de pacaguaras, "retrato de Babel", y las
crónicas describen la misma composición híbrida en Reyes o Cavinas (Hervás 1800: 249;
Sans 1888: 81; Armentia 1905 : 107). Lo mismo sucede al oeste, en Santiago de Pacaguaras,
donde los grupos de lengua tacana conviven con diversos grupos "panoides": pacaguaras,
Otra posibilidad es que " chaco" haya reemplazado a " Cana" por equivalenc ia onomástica, y que
·'chacobo" haya sido una suerte de sinónimo de la parcialidad Canabo (aunque hay que decir que los
chacobos actuales asocian el tém1ino con el guacamayo amarillo y no con el nombre Cana). Otra
a ltern ativa es que " chaco" remita a la palabra que en castellano regional designa a las chacras de
cultivo, hipótes is que tendría cierto asidero si consideramos la notoria " tradición cerealera" de los
chacobos (Erikson 2000). Finalmente, resta la posibilidad de que "chaco" se refiera a chacu, chaku,
chacuyo alguno de sus derivados, asociados con la actividad de la caza en quechua y aymará (Bertonio
1984: 180; González Holguín 1989: 91-92, 440; Santo Thomas 2006: 88; Lara 1978: 58). En tercer
lugar, los '·caripunas" también son llamados ·'jaunavo" y ''j acaria" en la literatura (Métraux 1948:
450; Murdock 1958: 158; Chavarría Mendoza 1983: 31 , 45, 50). En chacobo, j ahue nabo significa
algo así como ·'su familia", y jascaria seguramente " igual" en superlativo, con lo cual todo invita a
pensar que algún despi stado anotó como "etnónimos" las frases " su familia" o ·']os que son iguales".
Por otra parte, sabemos que caries camote dulce en chacobo y epuna mujer en las lenguas tacana de
la zona; sin embargo, para un conocedor acreditado de las lenguas pano, ·'caripuna" no sería más que
un nombre erróneamente aplicado a los pacaguaras del río Abuná: carape naa, "éstas son bananas"
(Prost 1983 \5-6 ). Si, en cuarto lugar, hubiera que conjeturar un posible origen del término " pacaguara",
podría afinnarse que viene de una contracción de paca, la punta de flecha en muchas lenguas pano, o
bien el material con el cual se confecciona dicha punta en otras lenguas indígenas, y Huara , un
nombre personal y mitológico pano; el término, así, significaría algo así como " los flecheros de
Huara", denominación genérica que bien pudo haber sido acuñada en tiempos coloniales por los panos
reducidos en las misiones de Mojos para designar a sus parientes que quedaron en la selva.
19 Sobre los caripunas robando mujeres araonas en pleno siglo 20. ver Ballivián y Pinilla 1912: 72-75 ;
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las visitas, presentadas como las prácticas de go- aspecto poco estudiado en la obra de Mollinedo
bierno episcopal más importantes de la colonia, por habérsele adjudicado el simple título de "obis-
tanto por su duración como por las medidas dic- po mecenas" y haber considerado estos documen-
tadas y la población involucrada en ellas. tos solo como fuentes convencionales para el estu-
Sobre la trayectoria de Manuel de Mollinedo dio de historia del arte, sin poner m'ayor atención a
y Angulo se informa que una de sus primeras las funciones que el obispo asignaba a la imagen
acciones de gobierno en el Cuzco fue realizar un artística. Seguidamente, se ofrece una significativa
análisis del estado en que se encontraba el clero y reseña de la vida en Europa del clérigo y cortesano,
el cabildo eclesiástico de la ciudad, para lo cual se "hombre de vasta cultura humanística", poniendo
realizó una visita a la catedral que arrojó como énfasis en la influencia que marcará en Mollinedo
resultado la necesidad de mejorar los ornamentos la figura de su tío, el cardenal toledano Sandoval, y
de las iglesias. Los itinerarios de las visitas son el contexto europeo con auge del cultivo de la pin-
sorprendentes, pues se trata de numerosos luga- tura bajo Felipe IV en España. Ya en Lima, el obis-
res de dificil acceso, que Mollinedo recorrió des- po participa en la inauguración del Templo de San
de agosto de 1674 hasta mediados de 1676, fecha Francisco, lo cual lo conecta directamente con las
en que por motivos de salud encarga a su sobrino mejores escuelas de pintura nacientes y refuerza
Andrés de Mollinedo la continuación de tan ar- sus vínculos con los franciscanos más que con nin-
dua tarea. Luego retomará las visitas de 1682 y guna otra orden -de augustinos, mercedarios o do-
1683, 1687, 1692 y 1694. Todas ellas buscaban el minicos-, con las que incluso tendrá marcadas di-
restablecimiento de la disciplina eclesiástica si- ferencias. De igual modo, se describe su pinacoteca
guiendo los objetivos trentinos de observar la con- con obras que lo acompañaron a lo largo de su
ducta del clero, la moral y costumbres de los lai- carrera eclesiástica y que él llevará al Cuzco, y
cos, el trato que daban a los indios y la adminis- cuya oleada de arte cosmopolita influenciará la pin-
tración de la propiedad eclesiástica. Y es en este tura local, antes de entrar en un período de crecien-
último punto donde Mollinedo pondrá mayor te autonomía.
énfasis al afianzar y fiscalizar todo lo referente a Según Wutfarden, el obispo Mollinedo enfati-
los recursos de las diferentes doctrinas. No obs- zará en los textos de sus visitas ciertos tópicos,
tante, las visitas del obispo en cuestión no dejan como la importancia de las imágenes y de los ob-
de lado el tema contemporáneo de la extirpación jetos de culto, en oposición a las fuerzas negati-
como tarea facilitadora de la evangelización y vas de la naturaleza, así como la estrecha relación
reforzadora de la autoridad eclesiástica. Del mis- entre ícono religioso y milagro, el combate de las
mo modo, no todas las medidas fueron represi- idolatrías y la consecuente conversión de los indí-
vas, se aconsejó también la construcción de es- genas. Por otro lado, el documento conocido como
cuelas y hospitales. Como consecuencia de ello, el " Resumen" de 1678, texto que Mollinedo pre-
algunas doctrinas mejoraron sus rentas y sus igle- sentó al Rey, evidencia su labor a favor del orna-
sias fueron decoradas con suntuosidad; todo lo mento, tanto de la Catedral cuzqueña como de
cual hizo que el obispo Mollinedo obtuviera re- otras iglesias y parroquias de los alrededores del
conocimiento del Consejo de Indias. Lo decisivo Cuzco, y la construcción de un hospital y una
lo constituirá el hecho de que la autoridad de casa de recogidas. Tema constante en los docu-
Moll inedo se fortaleció sobre la base de la conso- mentos estudiados será, pues, el de la 'decaden-
lidación de la economía de las parroquias rurales cia' del culto divino, tanto en la administración de
y a su consecuente autonomía respecto a su co- los sacramentos como los objetos mismos; de ahí
rregidor. Toda esa obra emprendida en 1674 se el afán de Mollinedo por renovar y ornamentar
hará evidente a fines del siglo XVII. las cofradías en todos los pueblos y doctrinas
El artículo de Luis Ed uardo Wuffarden "Las recorridos en sus visitas, al punto de incentivar,
visitas del obispo Mollinedo y sus políticas visua- sobre todo, las celebraciones del Corpus Christi.
les: una fuente para la historia del arte colonial Como consecuencia de ello cobrará auge la plate-
andino" tiene como objetivo central el demostrar ría, con el incremento de maestros y oficiales pla-
que los documentos estudiados son fuentes valio- teros, no sin quedarse replegadas algunas técnicas
sas para el estudio de la así llamada "era Mollinedo", prehispánicas en la confección de alfombras y,
en la que está presente una marcada conciencia de más interesante aún, será la creación iconográfica
la inseparable vinculación existente entre la obra de los ángeles arcabuceros. Todo ese despliegue
artística y sus funciones simbólicas e ideológicas; de producciones artísticas será el punto de parti-
tivamente a: Penas de cámara ( 1566-1813), Testi- que ofrece este tipo de medio (búsqueda, impre-
monios de autos acordados (1664-1826) y Plei- sión). A diferencia de la edición impresa, contiene
tos propios ( 1564 ). Las ·'penas de cámara" co- además un "archivo gráfico" que incluye 16 ma-
rresponden a las sanciones pecuniarias impues- pas coloniales de la Real Audiencia; tres planos
tas por la Audiencia; los Autos acordados "son antiguos de la ciudad de La Plata; las firmas
las resoluciones tanto de carácter administrativo escaneadas de nueve de los más famosos oidores
como de orden jurisdiccional aprobadas con asis- de la Audiencia, y un repaso fotográfico del acta
tencia de todos los Oidores" -es decir los funcio- de presentación de la obra en Sucre.
narios de la Audiencia. Los Pleitos propios, final- Es evidentemente imposible intentar siquiera
mente, corresponden a los " litigios entre partes resumir la masa de informaciones reunida en esta
en materia civi l, criminal y de minas" (" Introduc- publicación, que además de cubrir casi tres siglos
ción" de José Luis Baptista Morales, xxxiv). El de historia, abarca el gigantesco territorio que fue
décimo tomo de la serie recoge los documentos de el de la Real Audiencia de Charcas. Se trata, de
los dos últimos volúmenes de archivos, que co- hecho, de un regalo de incalculable valor para to-
rresponden a ·'Servicios y Méritos", desde 1582 dos los historiadores del periodo colonial en la
hasta 1693 . Se trata; básicamente, de solicitudes región, trab~jen sobre los Andes, los valles o las
de premios económicos, empleos u honores, he- tierras bajas, trabajen sobre aspectos judiciales,
chas por conquistadores, colonos y sus descen- de tierra, administrativos o políticos. Un regalo,
dientes -y entonces del recuento de los servicios también, que sabrán apreciar todos los que se en-
rendidos a la Corona, una inagotable fuente de frentaron alguna vez con la endemoniada letra de
información sobre los procesos de la conquista y los notarios y escribanos coloniales, sus cursivas
colonización de Charcas. Cada uno de los diez góticas y "escasa calidad" por decirlo de manera
tomos incluye, en su parte final , un índice suave (" Exordio" de José Miguel López Villalba,
onomástico y otro toponímico que remiten a los xxv). La labor desarrollada por los paleógrafos,
diversos documentos transcriptos. archiveros y mecanógrafos que participaron en
Esta gigantesca obra, iniciada en 1999, es el este proyecto fue colosal y el resultado está a la
fruto de un esfuerzo conjunto entre varias insti- altura de su compromiso. Con un sencillo "gra-
tuciones : la Corte Suprema de Justicia de Bolivia, cias" a todos ellos concluyen los párrafos de pre-
la cooperación española y el Archivo y Biblioteca sentación del director técnico del proyecto, José
Nacionales de Bolivia. Fue dirigida por José Mi- Miguel López (xxvi): con el mismo "gracias" a
guel López Villalba y movilizó a múltiples manos todos los que hicieron posible tan hermosa publi-
y competencias -empezando por la formación de cación, concluiré estas líneas.
paleógrafos especializados. De manera algo para-
dójica, la publicación fue pensada con miras al Isabel/e Combes
bicentenario de las independencias americanas que IFEAIUMIFRE nº /7 CNRS/MAE
se celebra este año -y selló la desaparición de la Santa Cruz, Bolívia
antigua Audiencia en beneficio del nacimiento de kunlrati@gmail.com
su heredera, la República de Bolivia. Si bien se
trata acaso de la obra más titánica emprendida
para esta ocasión, no es la única y fue precedida, Bibliografía
por ejemplo, por la publicación en 2005 del Ce-
dulario de la Audiencia de La Plata de los Char- ENCISO CONTRERAS, José (ed .)
cas (siglo XVI), bajo la coordinación de José Encino 2005 Cedulario de la Audiencia de La Plata
Contreras. Todo deja esperar que tampoco será la de los Charcas (siglo XVI). Sucre: Ar-
última y un paso apreciable fue dado con la publi- chivo y biblioteca nacionales de Boli-
cación, esta vez· en formato de CD, de los 1O via/Corte Suprema de Justicia de Boli-
tomos de los Acuerdos. Esta ed ición digital, lo- via/Universidad autónoma de Zacatecas-
grada por las mismas instituciones y el apoyo de Unidad académica de derecho/Consejo
la Embajada de España en Bolivia, reúne íntegra- zacatecano de ciencia y tecnología. ·
mente los diez tomos impresos, con las ventajas
los antecedentes largos de la proclama federal de En este punto, la autora introduce una digre-
1896. Se proyecta hacia atrás la historia de la sión para discutir tres aspectos que resultan cla-
región loretana, desde sus orígenes coloniales y la ves: el tema de la formación de redes sociales o
transición republicana, distinguiendo dos espa- grupos de poder vinculados a la masonería, el pro-
cios articulados, pero diferenciados entre sí: el blema del federalismo en el Perú del siglo XIX y
bajo amazonas y el Huallaga. La introducción de el problema de la tensión real entre pertenencia
la navegación a vapor permitió justamente lama- nacional y autonomía territorial de los territorios
yor definición y distinción de ambos espacios, dedicados a la extracción de la goma no solo en
historia en la cual resultó clave - sobre todo para Perú, sino también en Bolivia y Brasil.
el primero de ellos- el establecimiento del apos- La tercera y última parte del libro está dedica-
tadero fluvial regentado por la Marina de Guerra. da al estudio de la proclamación del Estado Federal
El cuidadoso análisis de la historia de este aposta- de Loreto. Se presenta una reconstrucción de los
dero naval, en relación con el intento de acentuar hechos, así como una valoración del contexto de
la presencia del Estado desde Lima y la creciente ideas y nociones políticas vinculadas a dicho pro-
diversificación social en la región, incluyendo, yecto. As imismo, no dejan de mostrarse las reac-
sobre todo, al sector de comerciantes exitosos, ciones y consecuencias de los acontecimientos.
muestra en germen las tensiones que se desatarían Como vemos, el enfoque del libro conduce a
en las décadas siguientes. La situación de posgue- comprender la larga gestación, el desenlace y las
rra, luego de la pérdida territorial de Arica y consecuencias inmediatas del intento federalista
Tarapacá en la guerra con Chi le, ya muestra ple- de Loreto. Resulta posible amp liar esa óptica tem-
namente un escenario en el cual se acrecientan las poralmente, mirando ese grito federa l desde el
tensiones entre el Estado representado por sus período que entonces se iniciaba: la República
funcionarios y la élite local interesada en ampliar Aristocrática. Es decir, que el conocimiento de la
sus márgenes de acción propia, comerciales y te- proclama de Loreto bien puede permitir releer
rritoriales. La instalación de la aduana de Iquitos, este período y, al mismo tiempo, se puede enten-
resulta ser el mirador que la autora utiliza para der como un primer estallido de crisis desde el
mostrar la transformación de las correlaciones de inicio de ese régimen. Ello conduce a cambiar la
fuerza regionales y de las relaciones con el Estado imagen según la cual se trató de un período de
central, incluyendo en ese marco el surgimiento estabilidad hasta 1914, cuando ocurrió el derroca-
del temor a la secesión, a la pérdida territorial de miento de Gui llermo Billin_ghurst y se inició el
la A.mazonía. El clivaje de las relaciones entre la breve gobierno de facto de Osear R. Benavides.
región y el Estado debido al descalabro ocasiona- Otro tema de implicancias más bien teóricas
do por la guerra, constituye el nexo entre una y comparadas, sobre el cual el libro abre la discu-
situación de largos antecedentes, y el escenario sión, es el del carácter del federalismo en el Perú.
inmediatamente anterior a la proclama. En el capítulo octavo sobre la aspiración federa-
Justamente al análisis de lo que podemos ver lista, la autora traza una caracterización de la ex-
como los antecedentes inmediatos de la proclama periencia federal peruana. Esa tímida experiencia
federa l, está dedicado un segundo grupo de capítu- requiere ser eval uada desde una óptica más am-
los del libro. En ellos, se analiza la maduración de la plia, pero basada en estudios como este, puntua-
élite loretana, así como el temor estatal ante lapo- les, precisos. El poco peso del federalismo en e l
sibilidad-más imaginada que real- de una separa- Perú parece bastante peculiar y constituye un
ción encabezada por la fracción de la élite dedicada enigma histórico por resolver. El libro aporta a la
al comercio a través del Atlántico, que genera un búsqueda de respuestas a la pregunta de por qué
escenario definido por la recomposición de las re- en el Perú , a diferencia de otros países, el
laciones entre el Estado y laregión. Un conjunto de federalismo no prosperó, con consecuencias cla-
refomias relacionadas con la administración de la ras hasta la actualidad. La inquietud de la autora
economía loretana -en tomo de aspectos como los sobre la ligazón de federalismo y conservaduris-
recursos de la Aduana y en general de la bonanza mo, y la sugerencia de que nos faltan conocer los
ligada a la exportación de la goma o caucho--, así vínculos entre federalismo y positivismo, que fue
como la dificil instalación de una institucionalidad tan influyente entre fines del siglo XIX e inicios
política, una burocracia y una representación polí- del XX , abren valiosas pistas de investigación.
tica regional, permiten aprec iar cómo se va fra- Sin embargo, otra entrada parece necesaria: nece-
guando la proclama federal. sitamos comprender las dificultades de la tradi-
sona,je aún misterioso que es el don Phelipe de los medio occidental podemos valernos de sus pági-
Lucanas, Andamarcas y Soras. nas en las que se encie1rnn la memoria y la historia
Del personaje pasamos a su tiempo y a sus de los cerros.
reclamos. Todo el ensayo se basa en otro juego, La escritura es el arma de denuncia de aquel
esta vez de palabras: reivindicación y restitución. " mundo al rreués" que le tocó vivi'r a nuestro au-
Guarnan Poma escribe su corónica para reivindi- tor. A través de la escritura, Guarnan Poma reivin-
car su linaje, - y, Marchena agrega, los más anti- dica los lina,jes para justificar el ejercicio de su
guos-, y la restitución de sus tierras; para reivin- autoridad y gobierno en el posible retomo de un
dicar la historia y la identidad de su pueblo y que mundo antiguo, el mundo anterior a los españo-
les sean restituidas; para una reivindicación de la les. Estos últimos son, según Marcheria, los pro-
cultura andina y la restitución de las instituciones pósitos y motivos por los cuales Guarnan Poma
tradicionales, formas de gobierno y de impartir escribe su coránica. Todo el poder se concentra
justicia pertenecientes a aquellos tiempos en los en este nuevo medio occidental, dejando de lado
que aún el mundo no estaba al revés. Y es siguien- el rol y la importancia de los khipu como fuentes
do estas dos constantes que nos reconstruye, a principales del conocimiento prehispánico con-
través del juego, armando su rompecabezas, el tenido en la obra. El historiador los cita apenas
contenido principal de denuncia y de propuesta encarando el discurso del método como recurso
de buen gobierno de la coránica al que quiere que en la organización y sistematización de la infor-
prestemos atención. mación de parte del cronista andino.
Como ya muchas veces han remarcado varios Concluye el ensayo una breve sección sobre
especialistas, Marchena resume la literatura so- la importancia del manuscrito al formar parte de
bre este tema recalcando la importancia de la es- la colección de manuscritos pertenecientes a la
critura, su poder en la denuncia y el reclamo, en biblioteca del conde de Olivares, y aparecido jun-
las reivindicaciones y en la defensa de los dere- to a las memorias del último virrey citado en la
chos privados y de la entera comunidad. A través coránica, el virrey Mendoza y Luna, marqués de
del discurso del " papelmanda", se concentra en Montesclaros. Por otro lado, habla de ciertos do-
aquellas imágenes portadoras del libro y del pa- cumentos no citados y referencias novedosas res-
pel escrito. Las pone bajo una lupa, ampliando y pecto a la infancia de Guarnan Poma en Cuzco
transcribiendo el contenido de los mensa,jes que que él mismo nos ofrecería en su coránica. De
aparecen en su campo visual. Lo interesante es todos modos, se trata de un ensayo bien recons-
que pone por primera vez, en primer plano, lo truido sobre la base de sus fuentes bibliográficas.
que siempre estuvimos acostumbrados a ver en Unico error remarcable, que en la nota 38 hable de
las imágenes pero que, en la opinión de quien la inaccesibilidad del valle de Sondando desde
escribe, nunca profundizamos en su significado. Huamanga, a donde se llega por una ruta compli-
Se abre un discurso actual sobre el significado y el cada en dirección de Sucre (Querobamba).
poder de la escritura en el seno de las sociedades El ensayo "Cuando el rey está lejos y el reino
andinas. Para Guarnan Poman era importante que cerca. El Perú del seiscientos y la Nueva coránica"
todos supieran leer y escribir. Como entonces, de Luis Miguel Glave, parece ser más interesante
también hoy día, en la sierra peruana quechua- en cuestión de aporte de datos, a través de un
hablante, la escritura sigue estando ligada a la cues- documento del Archivo General de Indias, exacta-
tión de la defensa de los derechos: que todo sea mente el ·'juicio de residencia" del corregidor de
asentado por escrito para que no haya engaño, Lucanas, Antonio Fernández de Ve lasco, a su an-
sobre todo si está relacionado a títulos, propieda- tecesor Juan Manuel de Anaya, citado en forma
des, justicia. Guarnan Poma tenía conciencia del negativa en la coránica por Guarnan Poma. Esta-
poder de la escritura y ha sabido cómo usarla. mos entre los años de 1578 y 1580, en Aucará -
Han pasado cuatro siglos de la finalización de la ninguno de los tres autores utiliza este nombre, y
obra, y su rol y su poder siguen estando ligados a continúan llamándola Apeara-, la antigua Con-
esta misma función en los cerros. La escritura cepción de Guayllapampa de Apeara, lugar de
tiene, además, el poder de transmitir los saberes- residencia del cronista andino y desde donde su
aunque sobreviven en los Andes formas tradicio- padre firma la carta de presentación de su hijo al
nales, sobretodo en el tejido- y de construir la rey en la coránica. Este documento muestra toda
historia y la memoria. Guarnan Poma ha sido cons- su importancia por el hecho de que en él aparecen
ciente, y gracias :.! uso que él supo hacer de este los nombres de varios personajes del lugar, impli-
Los estudios sobre la figura del cronista andino en Juan Manuel Anaya ( 1580). A veces, un " indio
sus diferentes relaciones con el pasado han pues- ladino" era llamado por el corregidor a ocupar el
to en segundo plano el rol de administrador de las cargo. El hecho de saber " leer, escribir y contar"
"co munidades y sapci" de los Lucanas, los habilitaba a participar de la nueva administra-
Andamarcas y Soras, un cargo que, como demues- ción colonial. Era indispensable que el adminis-
tran algunos documentos de Jauj a, podía ser here- trador-regidor de bienes de comunidad "tenga li-
ditario. Las funciones del administrador colonial bro qvipo", como nos muestra el folio 800 [814]
analizadas en detalle en este ensayo a través de de la corónica. En contra de la hipótesis de un
varios documentos del Archivo General de In- Guarnan Poma khipukamayoq avanzada por va-
dias, del Archivo General de la Nación y de otros rios especialistas, entre ellos Juan Ossio, el histo-
archivos regionales, al ser cotejadas con la corónica, riador peruano nos advierte que se trataba de una
nos demuestran el profundo conocimiento de ellas función distinta y suplementaria a la del adminis-
y del rol asignado al administrador de parte de trador. Aunque, como se puede aprec iar en el mis-
Guama! Poma, y, como dice el autor de este ensa- mo ensayo, algunos roles dentro de la administra-
yo, nos permite también "reevaluar desde dónde ción colonial no estaban muy bien definidos, has-
se escribe la Nueva coránica". El personaje del ta podían acumularse entre ellos y ser ejercidos
administrador se sitúa en el centro de un sistema por la misma persona.
frágil de alianzas, de " pesos y contrapesos", su- La imagen que emerge en este ensayo del per-
jeto a la voluntad de los distintos personajes lla- sonaje, autor de la corónica, es aquella de alguien
mados a ocupar roles que ponen en juego intere- situado entre dos sistemas distintos de adminis-
ses en contraste. El administrador de bienes era tración, entre la autoridad tradicional del cacique,
responsable de las cajas de comunidad, que con- ocupado en reivindicar sus propios derechos y
centraban los bienes del común como tierras, ga- privilegios de linaje, y el de administrador colo-
nados y dinero, de donde se recaudaba el tributo, nial, encargado de de defender y proteger los inte-
las provisiones de ornamentos de la iglesia, los reses del común, que lucha por mantener la inte-
abastecimientos del hospital y los salarios de to- gridad de sus "comunidades y sapci".
dos los funcionarios locales. Se encontraba en "el A un siglo de su descubrimiento, la Municipa-
ojo de la tormenta", querido y mal querido, a la lidad Provincial del Cusco nos ofrece un volumen
vez, por viejas y nuevas autoridades que anhela- que, además de ser una buena guía de lectura para la
ban poner manos en las cajas de la comunidad, de comprensión de la complejidad del discurso que
las que dependía, también, el bienestar "y multi- encierra El primer nueva coránica y buen gobier-
plico" de los indios. Dentro de esta posición deli- no, nos brinda un a documentación sólida para pro-
cada, que los documentos de Chupas y los mis- bar, una vez más, la historicidad de Guarnan Poma
mos conocimientos y dibujos de Guarnan Poma y la plena autoría con respecto a su obra, y nos
nos demuestran que él ha llegado a ocupar, pode- pennite alejarlo de cualquier polémica.
mos apreciar, como el historiador peruano nos
indica, no solo la complejidad del personaje, sino
también "su ' marginalidad ' como autor e indivi- Gimena l. Fernández
duo histórico, tanto entre los indígenas como en- École des Hautes Études en Sciences
tre los españoles" (p. 218). El ensayo comienza y Sociales (EHESS)
termina con el análisis de la figura de " los seis gfernand@ehess.fr
animales que devoran a los indios del reino" (folio
694 [708]), que representa la visión del cronista
de la realidad colonial y de aquellos "frágiles sis-
temas de pesos y contrapesos". Se trata de una Bibliografía
posición y de un rol, aquel de administrador, que
entra en conflicto de intereses con otros dos roles AYALA, Guarnan Poma de
que nuestro cronista dice cumplir: aquel de pro- 1980 El primer nueva coránica y buen go-
tector de indios y teniente de corregidor, cargos bierno. Rolen Adorno y John V. Murra
que, según las ordenanzas toledanas, debían ser (eds.). México: Siglo XXI.
asignados a españoles y no a indígenas, aunque 1993 Nueva coránica y buen gobierno.
hubiera excepciones, como lo demuestra, una vez FranklinG Y. Pease(ed.). Lima: Fondo
más, el juicio de residencia al corregidor de Lucanas, de Cultura Económica.
en contra de la cohesión étnica, y que llegan a etimológicas del nombre ·'chiriguano", que resalta
constituirse en contradicciones estructurales -se su origen mestizo. Sin embargo, los artículos de
trata de uno de los puntos más interesantes de la Saignes sobre el problema del mestizaje apuntan
obra, en el que se retoman los otros ejes temáticos más bien al mestizaje entre chiriguano y blancos,
del volumen. Estas contradicciones favorecieron, analizando la ambigüedad de los personajes que
en la mirada del autor, el avance del Estado repu- vagan entre dos mundos, así como la porosidad
blicano sobre el territorio chiriguano, cuyo epílo- de un espacio de frontera en el cual los actores
go es la masacre de Kuruyuki en 1892, que marcó pueden integrarse en una sociedad u otra, más allá
el fin de los chiriguano como sociedad indepen- de su origen español o chiriguano.
diente. 1 En este aspecto de su tesis aparece un El cuarto eje de análisis es la presencia ecle-
punto criticable : la excesiva importancia dada a la siástica a través de las misiones, primero jesuíticas
guerra para demostrar los postulados de Clastres y luego franciscanas. Saignes describe a los misio-
mediante un caso empírico, ya que se dejan de neros como meros agentes coloniales que son uti-
lado otros factores como la expansión ganadera lizados a su vez por los chiriguano, dejando en el
apoyada por la capacidad de coacción estatal, que plano de la ilusión cualquier intento real de evan-
ciertamente transforma de manera tangencial las gelización. Al mismo tiempo, propone una lectu-
relaciones fronterizas. De hecho, ¿por qué un ra crítica de la historiografia franciscana, sugirien-
mecanismo social que garantizó la autonomía te- do que pone en juego una visión apologética del
rritorial de una sociedad durante tres siglos sería pasado. El último eje de análisis, finalmente, gira
responsable de su desintegración? en torno de la memoria colectiva chiriguana, por
Otra explicación posible para la "caída fren- un lado y, por otro, del uso selectivo y a veces
te al avance estatal" fue la planteada por la autora maniqueo de la historia de este grupo hecho por
de origen esloveno radicada en Paraguay, parte de la historiografia regional. En principio,
Branislava Susnik, quien en su argumentación suma Saignes aborda el fenómeno de amnesia provoca-
el mestizaje con los blancos a la expansión gana- da entre los chiriguano, atestiguada por los
dera como principal mecanismo de desintegración antropólogos del siglo XX . Por otra parte, realiza
social del mundo chiriguano, conceptualizándolo un somero recorrido de los diferentes estudios
con un prisma ligeramente esencialista de la históricos, al tiempo que describe las diferentes
etnicidad (Susnik 1968). En efecto, llama la aten- variables de las etimologías sobre el etnónimo
ción la ausencia de referencia a Susnik en la obra "chiriguano" que se fueron utilizando en diferen-
de Saignes, apenas mencionada en un par de oca- tes momentos y contextos.
siones (pp. 275, 317). Este punto nos permite No se puede reducir la labor de compilación
pasar al próximo ~je temático de la obra, donde se de lsabelle Combes a un mero reordenamiento de
desarrolla el mestizaje. Saignes enfatiza, aun más los diferentes trabajos de Saignes sobre los
que Susnik, el papel del mestizaje como clave chiriguano, ya que estos fueron enriquecidos con
fund ante de la identidad étnica chiriguana, que una exhaustiva búsqueda y señalización de las
surge de la unión de migrantes guaraníes llegados fuentes históricas utilizadas por el autor que no
del este (alto y bajo río Paraguay) con mujeres figuraban en las ediciones anteriores. Por otra
chané de origen arawak. Esta posición se reafirma parte, esta edición corrige errores e incorpora nue-
en la elección de una de las tantas explicaciones vos trabajos sobre las diforentes problemáticas
tratadas en las notas al pie. Además, sumado al
gran valor científico de la obra de Saignes, este
volumen pone trabajos hasta hoy vedados al al-
Como es sabido, la tesis de la desaparición de la cance del público hispano-parlante. Por estas ra-
sociedad chiriguana en 1892 fue criticada por zones, y a pesar de contener algunos capítulos de
diversos autores. A decir verdad, sin embargo, la su antecesor, Ava y Karai ( 1990), Historia del
lectura conjunta de diferentes artículos de pueblo chiriguano resulta un complemento ac-
Saignes sobre el tema, escritos en diferentes tualizado de aquel, respetando a rajatabla los con-
momentos de su carrera y, sobre todo, de los ceptos, las líneas interpretativas y los aportes
escritos inéditos aquí publicados, permite apre- principales de Thierry Saignes al conocimiento
ciar algunos matices sobre este fenómeno, cuan- de la historia, la sociedad y las instituciones del
do habla de un resurgimiento del grupo (pp. pueblo chiriguano.
311-318).
y asa lateral, recipientes con entrada ancha y sali- cosmos, el modo de concebir el pasado y la pre-
da peniforme, botellas silbadoras y copas, dedi- sencia de seres de poder fundantes, las concep-
cándole atención especial a las botellas irregulares ciones acerca de la derivación subsecuente del
con representaciones que hasta ahora han sido mundo de los moche, la complementariedad entre
denominadas " surrealistas", pero que muy apro- el mundo de los muertos y el de los1vivos y, final-
piadamente se bautizan en adelante como mente, las manifestaciones vitales de la secuencia
"tuberculiformes". temporal que alterna tiempos de guerra y tiem-
En lo que sigue del libro, nos percatamos que pos de cultivo, relacionando los ámbitos del
los principios de construcción juegan de manera subsuelo, el espacio estelar y la presencia o au-
particular en cada tipo de ceramio y que, sin em- sencia de la humedad necesaria para la continui-
bargo, en el núcleo central de las diversas formas dad de la vida.
se encuentra la oposición de pares con su respec- Otra parte sustancial del estudio concierne a
tivos tinku, en un movimiento circular y reiterati- prácticas rituales que tienen como actores a las
vo. A nuestro modo de ver, pese a la abrumadora propias divinidades o a héroes intermediarios y
contundencia de las relaciones lógicas que salen a acompañantes. Se trata del "juego de pallar", el
luz, la racionalidad del lector resulta doblemente " lanzamiento de flores" y "el baile de la soga" . El
gratificada por el maravilloso encanto que adquie- juego de los pallares entre seres de mundos opues-
ren las representaciones moche en cuanto se hace tos expresaría de algún modo una negociación de
posible aprehender algo más, es decir, hacer cap- términos de intercambio, una suerte de solución
turas propias sobre lo que ellas significan o quie- de intereses opuestos teniendo de por medio la
ren decir. Por otro lado, el material acumulado habilidad de los ocasionales contrincantes, en la
permite apreciar en los soportes la exquisitez téc- que alguno de los jugadores debería allanarse a los
nica alcanzada por los artistas moche, en tanto requerimientos del otro, tal vez ganando y conce-
que la sofisticación intelectual de sus concepcio- diendo a la vez, en medida diversa. Añadiríamos
nes es puesta de relieve a través del modelo expli- que a esto podría referirse también el juego de
cativo propuesto por el investigador. pallar entre felinos, evento que aparece en otras
En la parte correspondiente a la cosmovisión representaciones moche.
mochica, es donde Golte nos muestra las lógicas Hay figuras en las que se observan pallares
de exposición y categorización que emplearon los guerreros que no ap arecen propiamente en com-
artistas de aquella sociedad, sirviéndose para ello bate, sino que parecen prepararse para un "juego
de un modelo de interrelación entre eategorías de de enemigos" . Es lo que ocurre, por ejemplo, en
género, espacio y tiempo. Este modelo explicati- las escenas que muestran a los propios pallares
vo, si bien teórico por naturaleza, tiene la virtud jugando el ·1uego de pallar" (recoger pallares mien-
de haber sido inferido a partir del material revisa- tras otro u otros elementos están en el aire), sien-
do y de las estructuras coherentes que fueron do probable que la intención simbólica haya sido
emergiendo en el largo proceso de examinar el la de acentuar la tensión propia de un contexto de
imaginario moche, su ritualidad y los discursos tinku. Más que prepararse para una batalla, los
narrativos que trasuntan tales expresiones de la pallares estarían quizá ya jugando ritualmente.
cultura. Por esta razón, se trata de un sistema En efecto, aguzando la observación podemos per-
condensado de relaciones directamente observa- cibir que pallares diversos (cada cual con su pro-
bles en la realidad más que de una configuración pia identidad) juegan el ;'juego del pallar" en con-
de conceptos abstractos y generales. Es gracias a textos de transición. Si se toma en cuenta la infor-
ello que el paradigma conceptual resultante con- mación de Golte sobre cuatro cosechas de pallar
sigue dar cuenta sobre la manera en que los moche al año, podríamos suponer que los propios espí-
apelan a homologías diversas con categorías ritus de los pallares de estaciones diversas, o las
binarias, cuya complementación interactiva ase- divinidades de espacios opuestos, dejan librado
gura la reproducción de la naturaleza y del orden el pronóstico de las campañas agrícolas a los re-
social. Tal modelo llega a constituirse en una he- sultados del juego. En este sentido, la tributación
rramienta lógica de alto poder para la observación de pallares sería condición, de algún modo nego-
iconográfica comprensiva y el análisis iconológico ciable, para la recepción de semillas o illa de
correspondiente. pallares con las cuales iniciar la siguiente siembra.
Las ideas fundamentales que se analizan con-
ciernen a la interacción de los espacios básicos del En cuanto al lan zamiento de las flores de loto
cia de lluvias (invierno) se prolonga en los domi- En un horizonte más amplio, lo que Golte ha
nios del mundo de adentro en plena primavera, avanzado sobre iconografia moche y cosmovisión
estación que solo recibe las primeras lluvias, pero andina, puede considerarse como una buena base
que puede estar amenazada por lluvias tardías e para pensar también una epistemo logía andina.
incluso sequías. Es de pensar que la explicación Después de todo, la epistemo logía -se dirige más a
del espacio variado de los moche, aún con sus las formas en que se genera y sistematiza el cono-
diferencias respecto a los valles interandinos, cimiento, y a cómo se suman nuevos conocimien-
puede aj ustarse mejor al modelo global con argu- tos al caudal sistematizado, sentido al cual contri-
mentaciones cosmológicas y religiosas pertinen- buye este estudio que de a poco se perfila tam-
tes. Para los moche, las puertas o sogas entre los bién como teoría iconográfica, y cuya publicación
espacios básicos del cosmos podrían haber per- podemos considerar como el acontecimiento bi-
manecido abiertas o tendidas por algún tiempo y, bliográfico del año 2009 en lo que al mundo andino
en ciertos lugares, unos canales comunicantes ha- concierne.
brían estado todavía accesib les para algunos se-
res, pese a los tránsitos estacionales. Pero esta Rodo/fo Sánchez Garrafa
duda no es en sí un cuestionamiento, sino quizá la Foro Red Freire-PerlÍ
expresión de un problema de comprensión perso- CEPCLA-Puno
nal nuestra.
Queda so lo puntualizar que para llevar ade-
lante esta tarea, el autor no solo ha examinado con Bibliografía
detenimiento los diversos antecedentes que pro-
ceden de una ya centenaria tradición de investiga- GOLTE, J.ürgen
ción iconográfica sobre las culturas andinas, los 1994 Iconos y narraciones. la reconstrucción
cuales le sirven de base o como materi a de discu- de una secuencia de imágenes Moche.
sión, sino que ha trajinado intensamente por a lgu- Lima: IEP.
nos de los más importantes centros de conserva-
ción de colecciones moche en el mundo, entre ellos HOCQUENGH EM, Anne Marie
el Museo de Etno logía de Berlín, Museo Grassi 1987 lconografla mochica. Lima: PUCP.
de Leipzig, Museo Etnológico de Munich, Mu-
seo Nac ional de Arte Precolombino de Santiago KAULICK E, Peter
de Chile, Museo Larco Herrera y Museo Nac io- 2000 Memoria y muerte en el Perú antiguo.
nal de Arqueo logía, Antropología e Historia de Lima: PUCP.
Lima, Museo Cassinel li y Museo de la Universi-
dad de Trujillo, Museo Brüning de Lambayeque, MAKOWSKl , Krysztof
hac iendo sus propios registros fotográficos que 1996 " Los seres radiantes, el águila y el búho.
luego ha convertido en un vasto catálogo icono- La imagen de la divinidad en la cu ltu ra
gráfico. Las imágenes levantadas, ordenadas y mochica (s iglos 11-Vll d .C .). En: K.
anali zadas, apelando ahora a medios digitales, son Makowski, l. Amaro y M. Hernández
francamente soberbias. A las ya conocidas repre- (eds.), Imágenes y mitos. Ensayos so-
sentaciones de catálogos anteriores, se suma un bre las arles flguralivas en los Andes
vasto conjunto de ilustraciones propias que enri- prehispánicos . Lima: Australis y
quecen el arsenal ahora disponible para fut uras SIDEA.
investigaciones.
límites de las reformas: violencia contra las mu- lorelo. Ciudadanía armada y violencia política
jeres y políticas públicas en América latina, 35- en Bolivia (/86/-1862), 129-158 ; Monica
48 ; Javier Augusto Nicoletti, Derecho humano a Ghirardi, Antonio Irigoyen López, El matrimo-
la salud: fundamento y construcción, 49-57; Fran- nio, el Concilio de Tren/o e Hispanoamérica, 241-
cisco LacaArocena, la ausencia ambigua: hacia 2n. ,
un siglo sin intelectuales, 129-138.
REVISTA PARAGUAYA DE SOCIOLOGIA
REVISTA DE INDIAS !Consejo Superior de !Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos,
Investigaciones Científicas, Centro de Cien- EligioAyala 973, Casilla de Correo No. 2.157,
cias Humanas y Sociales, C/Albasanz, 26-28. Asunción, Paraguay! No. 131 (2008): Diego
28037 Madrid, España! No. 245 (2009): Walter Abente, límites y posibilidades: perspectivas de
Actis, la migración colombiana en España: ¿sal- la democratización en el Paraguay, 11-36; Do-
vados o entrampados?, 145-1 70 ; Mercedes mingo Rivarola, Estado, sociedad civil y proceso
Fernández García, Bolivianos en España, 171- educativo, 159-182.
198; No. 246 (2009): Natalia Sobrevilla Perea,
Batallas por la legitimidad: constitucionalismo y
conflicto político en el Perú del siglo XIX (/812- María Jesús Chino Mayorga
/860) , JO 1-128; Marta lrurozqui, Muerte en El Biblioteca-CBC
1. La Revista Andina busca publicar artículos originales (inéditos en cualquier idioma) sobre temas
andinos en general, y en especial, de antropología, historia, arqueología, lingüística, etnohistoria y
literatura. El término "andino" no se restringe a un sentido geográfico. En este sentido, se considerará
la publicación de artículos sobre regiones más allá de este espacio, siempre y cuando la lógica temática
lo justifique.
2. La Revista Andina publica dos números por año. Cada número consta de 4 secciones:
Estudios y debates: en esta sección se publica un estudio o estudios seleccionados como
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negro deben mandarse por separado. En caso de ser enviadas en formato digital deberán tener una
resolución de 300 dpi en formato TIF (fotografias) y600 dpi (ilustraciones, escaneadas en modo lineal
o mapa de bits).
5. Todo manuscrito deberá estar encabezado por el título del artículo en fuente Times New Roman 12
(negrita), el nombre del autor (o autores), su filiación institucional y su correo electrónico. Asimismo,
todo texto estará precedido por un resumen en inglés y otro en castellano y por las respectivas palabras
claves que reflejen los contenidos centrales de la contribución. La bibliografiadeberáconsignarseal
final del artículo.
6. Toda entrega deberá ser redactada con claridad y coherencia. La remisión del texto se hará en forma
electrónica (CD o e-mail), indicando el programa utilizado.
- Libros
ISBELL, BillieJean 1
2005 Para defendernos. Ecología y ritual en un pueblo andino. Cuzco: Centro de Estudios
Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas.
- Capítulos de libros
LA RIV A GONZALEZ, Palmira
2005 " El zorro mutilado, el zorro despedazado. Reflexiones sobre las representaciones de la
fertilidad en los Andes meridionales del Perú". En: A. Molinié (comp.), Etnografias de
Cuzco. Cuzco: Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas-
Instituto Francés de Estudios Andinos-Laboratoire d'ethnologie et de sociologie
comparative, 19-45.
- Obras colectivas
DAMONTE, Gerardo, Bernardo FULCRAND y Rosario GÓMEZ (eds.)
2008 Perú: El problema agrario en debate. SEPIA X/1. Lima: Seminario Permanente de
Investigación Agraria.
- Revistas
CERRÓN-PALOMINO, Rodolfo
2006 "El chipaya: relicto idiomático uro". Revista Andina 42, 79-98.
-Enlace web
REVILLA, José
1995 Galería de fotografia peruana, (http ://antara.recp.netpe/galeria).
- Fuentes documentales
1989 [ 1580] "Instrucción y ordenanzas de los corregidores de naturales". En: M. J. Sarabia Viejo
(ed.), Francisco de Toledo: disposiciones gubernativas para el virreinato del Perú. Volumen
2: 1575-1580. Madrid: Escuela de Estudios Hispano-Americanos-Consejo Superior de
Investigaciones Científicas-Monte de Piedad-Caja de Ahorros de Sevilla, 409-49.
- Tesis
ROBIN, Valérie
Miroirs de L 'Autre vie: rites et represéntations des morts dans les Andes sud péruviennes.
These de doctorat en ethnologie. Nanterre: Université de Paris X.
8. Las referencias bibliográficas dentro del texto irán entre paréntesis, con el apellido del autor primero,
inmediatamente seguido del año de publicación y de la página. Opciones:
Rowe (1951)
AGUIRRE, Carlos, Breve historia de la esclavitud en el Perú. Una herida que no deja de sangrar.
Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 280 pp., 2005.
1O. La Revista Andina se reserva el derecho de hacer madi ficaciones estilísticas mínimas en el texto para
adecuarlo a las normas de la publicación.
11. La entrega de un artículo, para ser considerado para su publicación en la Revista Andina, implica
necesariamente, de parte del autor, la autorización de la pub! icación y cesión de los derechos de autor
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