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Atte. Midnight Dreams


Cili

Anette-Marie Catt

Anna LittleCatNorth

Antonietta Mariela

Carilo Rosewin

Lili-ana

Mariela

Yessiskrt
Sinopsis Capítulo 16

Prólogo Capítulo 17

Capítulo 1 Capítulo 18

Capítulo 2 Capítulo 19

Capítulo 3 Capítulo 20

Capítulo 4 Capítulo 21

Capítulo 5 Capítulo 22

Capítulo 6 Capítulo 23

Capítulo 7 Capítulo 24

Capítulo 8 Capítulo 25

Capítulo 9 Capítulo 26

Capítulo 10 Capítulo 27

Capítulo 11 Capítulo 28

Capítulo 12 Capítulo 29

Capítulo 13 Capítulo 30

Capítulo 14 Epílogo

Capítulo 15
Ha pasado diez años desde que Sasha Keaton dejó su ciudad natal en West
Virginia... desde que escapó del retorcido asesino serial conocido como el Novio.
Regresar para ayudar a manejar la posada familiar significa estar completa de
nuevo, excepto por una pieza perdida. La pieza que cae en su lugar cuando Sasha
es amenazada y el agente del FBI Cole Landis jura protegerla de la manera en que
no pudo hacerlo una década atrás.

Primero, una mujer desaparece; luego otra, y mientras tanto, perturbadoras


señales son dejadas para la única sobreviviente del reino de terror del Novio. Cole
no se ha perdonado a sí mismo por no estar ahí cuando Sasha fue secuestrada, pero
intenta repararlo ahora... porque bajo el peculiar atractivo por el que Cole se
enamoró hay una fuerza de acerco que solo hace que ame más a Sasha.

Pero alguien está mirando. Esperando. Y el primer error de Sasha puede ser su
último.
Traducido por Carilo

Había reglas.

Reglas que no deben ser rotas, pero sucedió esta vez y maldición, ocurriría de
nuevo. No importaba que todo estuviera bajo control hasta este punto. No
importaba que las reglas hubieran sido seguidas y necesitaban ser seguidas.

Ahora todo era diferente.

Ella regresaba.

Y ella arruinaría todo de nuevo.

La húmeda, patética sombra en la esquina gimió. La mujer estaba despierta.


Finalmente. No era casi tan divertido cuando se desmayaban a través de todas las
partes buenas. La planificación requería paciencia, y la paciencia era
verdaderamente una virtud, una dominada durante años y años de espera.

Una ensangrentada y sucia cuerda rodeaba los tobillos y las muñecas. Cuando
lentamente levantó la barbilla y sus pestañas se abrieron, el grito de asombro vino
de lo profundo de un pozo de terror sin fin. Estaba en sus amplios ojos vidriosos.
Ella sabía. Oh sí, sabía que no saldría de aquí. Sabía que la luz del sol que vio
cuando entró en su auto la mañana en que salió a trabajar era el último rayo luz
que vería. Sabía que era la última vez que respiraba aire fresco.

La tenue luz artificial era su ahora hogar. El almizclado y terroso olor estaría
con ella hasta el último aliento que tomará, y ese olor le tapará los poros y se
aferrará a su cabello.

Este sería su último lugar.

La mujer inclinó la cabeza contra la húmeda pared de ladrillo. El terror en su


mirada dio lugar a suplicar. Siempre lo hacía. Tan jodidamente predecible. Tan
inútil. No había esperanza aquí. No había posibilidad de un milagro. Una vez que
venían aquí, no había caballero montando al rescate.

Unas pisadas sonaron arriba. Un segundo después, una débil risa resonó,
atrayendo la mirada de la mujer hacia el techo. Intentó aullar, gritar, pero los
sonidos se apagaron. Aquellos patéticos sonidos se detuvieron cuando la tenue luz
brilló en la afilada hoja.

Negó con la cabeza salvajemente, arrojando mechones rubios flojos sobre su


pálido rostro. Las lágrimas llenaron sus ojos marrones.

—No es tu culpa.

Su pecho se movía con erráticas respiraciones.

—Si ella no hubiese regresado, tal vez esto nunca te hubiera pasado. Es su
culpa. —Hubo una pausa mientras la mirada de la mujer volaba hasta el final del
cuchillo—. Ella me jodió y la joderé de la manera más desagradable.

Esta vez iba a terminar como siempre debería. Ella iba a morir, pero primero
pagaría. Pagaría por todo.
Traducido por Mariela

Mi corazón comenzó a acelerarse mientras mi mirada viajó hacia el espejo


retrovisor. Mis ojos marrones parecieron muy grandes y abiertos en el momento.
Parecía enloquecida, y lo estaba.

Tomando una respiración profunda, agarré mi bolso y abrí la puerta de mi


Honda, saliendo. Aire frío inmediatamente se deslizó debajo del ligero suéter que
llevaba puesto mientras cerré la puerta detrás de mí. Inhalé profundamente,
rodeada de un aroma a pasto recién cortado.

Tomé un paso hacia la posada donde crecí y que no había visto en años. Era de
la forma en que la recordaba. El viento agitaba los columpios vacíos. Los helechos
espinosos que colgaban de la primavera tardía a principios del otoño habían
desaparecido. La tablilla estaba pintada de un blanco fresco. Persianas un intricado
verde bosque y. . .

Y mi garganta se secó. Minúsculos golpecitos recorrieron mi piel, levantando


los cabellos rubios en mi nuca. Una sensación horrible y surrealista se metió en el
estómago. Mi respiración se atrapó en mi garganta una vez más.

La sensación era como una caricia lisa, demasiado pesada por el centro de mi
espalda. Mi nuca ardía como si él estuviera posicionado detrás de mí…

Girando alrededor, escudriñé el patio delantero. Los altos setos bordeaban la


propiedad. Estaba a una distancia decente de la calle Queen, la carretera principal
recorriendo la ciudad, pero podía oír los autos que pasaban. No había nadie aquí
afuera. Hice un círculo completo. Nadie estaba en el porche o en el patio. Tal vez
alguien estaba en una de las ventanas o en la posada, pero yo estaba sola aquí, a
pesar de la forma en que mi pulso latía o lo qué el instinto me gritaba.

Me concentré en los setos verdes de nuevo. Eran tan espesos que alguien podía
estar escondido detrás de ellos, mirando y esperando para…

—Detente. —Cerré mi mano libre en un puño—. Estás siendo paranoica y


estúpida. Solo detenlo. Nadie te está mirando.

Pero mi corazón no se ralentizó y un fino temblor recorrió mis músculos


tensos. Reaccioné físicamente y sin pensar.
Entré en pánico.

Garras heladas de terror se hundieron profundamente en mi pecho y corrí; corrí


desde el costado de mi auto hasta la posada. Todo era una borrosidad ciega
mientras golpeaba las escaleras y seguía corriendo, todo el camino hasta el nivel
superior.

Allí, en el tranquilo y estrecho pasillo que estaba fuera de los apartamentos


sobre la posada, sin aliento y sintiéndome enferma, dejé caer mi bolso en el suelo y
me agaché, agarrando mis rodillas mientras me arrastré en profundas e inhóspitas
respiraciones.

No me había detenido a notar si la posada había cambiado en los años que


estuve ausente, no me detuve a encontrar a mi madre. Corría como si hubiera
demonios golpeando mis talones.

Y así era como se sentía.

Esto era un error.

—No —susurré al techo. Me apoyé contra la pared y alisé mis manos por mi
rostro—. Esto no es un error.

Bajando mis brazos a la pared, forcé mis ojos a abrirse mientras inhalé una
respiración profunda. Por supuesto que tendría una… fuerte reacción al regresar a
casa, al volver aquí después de que todo lo que había pasado.

Cuando me fui, juré que nunca volvería.

Nunca digas nunca.

Esas tres palabras habían estado ciclando una y otra vez desde el momento en
que tomé la decisión de volver a casa. Casi no podía creer que estaba sentada aquí,
que había hecho lo que dije que nunca haría.

Cuando era niña, había estado convencida de que la posada estaba embrujada.
¿Cómo podría no estarlo? La mansión de estilo georgiano y la casa de carruaje
adyacente eran más viejos que la suciedad, usada como parte del Ferrocarril
Subterráneo y se rumoreaba que habían sido ocupados por soldados heridos y
moribundos después de la sangrienta Batalla de Antietam.

Suelos crujían durante toda la noche. Los lugares fríos permanecían en las
habitaciones. La vieja y oscura escalerilla de los sirvientes me había asustado como
ninguna otra cosa. Las sombras siempre parecían deslizarse a lo largo de las
paredes tapizadas. Si los fantasmas fueran reales, entonces esta posada, el Scarlet
Wench, debería estar llena de ellos. Y como una mujer madura de veintinueve
años, todavía estaba convencida de que estaba embrujada.

Embrujada por un fantasma diferente ahora.

Lo que vagaba por esos estrechos pasillos en los niveles superiores, de puntillas
por los suelos pulidos y se escondía en las escaleras oscuras era la antigua Sasha
Keeton de hace diez años, antes... antes de que el Novio1 llegara a la ciudad donde
nada sucedía y lo destruyó todo.

Juré que nunca volvería a esta ciudad, pero como decía la abuela Libby todo el
tiempo, nunca digas nunca.

Suspirando, me alejé de la pared y miré por el pasillo.

Tal vez no habría sido tan fuerte si no hubiera escuchado las noticias en la
radio justo cuando estaba dejando las interestatales, la noticia de una mujer
desaparecida de Frederick. Atrapé lo último de su nombre, Banks. Ella era
enfermera en el Memorial Hospital. Su marido la había visto por última vez la
mañana en que salió a trabajar.

Mi respiración se detuvo cuando un frío escalofrío recorrió sobre mi piel.


Frederick no estaba lejos del condado de Berkeley. Por lo general, unos cuarenta y
cinco minutos conduciendo, en los días en que el tráfico no era malo. Las puntas de
mis dedos se sentían heladas cuando las abrí y las cerré.

Una persona desaparecida era horrible y triste, increíblemente trágico sin


importar las circunstancias. Múltiples personas desaparecidas era aterrador,
noticias importantes y un patrón…

Maldiciendo bajo mi respiración, corté esos pensamientos. La mujer


desaparecida no tenía nada que ver conmigo. Obviamente. Dios sabe que
comprendí perfectamente lo traumática que podía ser una persona desaparecida y
esperaba que la mujer fuera encontrada segura, pero no tenía nada que ver
conmigo.

O con lo que sucedió hace diez años.

Los enérgicos vientos de principios de enero avanzaron por el tejado,


sorprendiéndome. Mi corazón tronó contra mi caja torácica. Estaba tan asustada
como un ratón en una habitación llena de gatos hambrientos. Esto era…

1
The groom en inglés que sería el Novio en el momento de la boda.
Mi teléfono móvil sonó, sacudiéndome fuera de mis pensamientos.
Inclinándome, alcancé dentro de la bolsa hobo sobredimensionada y cavé hasta que
mis dedos se curvaron alrededor de la delgada superficie. Lo saqué, los labios
temblando cuando vi al que llamaba.

—Sasha —dijo mamá en el momento en que respondí. Su risa hizo que mi


sonrisa se extendiera—. ¿En qué parte del mundo estas? Vi tu auto enfrente, pero
no estás en ninguna parte.

Me estremecí un poco. —Estoy arriba. Salí del auto y empecé a caminar, pero
yo… —No quería decir las palabras, admitir lo nerviosa que estaba.

—¿Necesitas que suba? —preguntó de inmediato, y cerré los ojos.

—No. Estoy bien ahora.

Hubo una pausa. —Sasha, cariño, yo... —la voz de mamá se desvaneció, y solo
pude preguntarme qué iba a decir—. Me alegro de que finalmente estés en casa.

Casa.

La mayoría de los chicos de veintinueve años se sentirían como un fracaso si


volvieran a casa, pero para mí era todo lo contrario. Llegar a casa fue un logro, una
hazaña que no se podía completar fácilmente. Abriendo los ojos, tragué otro
suspiro. —Estoy bajando.

—Estaba suponiendo que lo harías. —Se rio de nuevo, pero sonaba


temblorosa—. Estoy en la cocina.

—Está bien. —Apreté el teléfono más fuerte—. Estaré allí en breve.

—Muy bien, cariño. —Mamá colgó, y lentamente puse mi teléfono de nuevo


en la bolsa.

Por un momento, permanecí inmóvil, enraizada en el suelo, y luego asentí con


brusquedad. Era hora.

Finalmente llegaba el momento.

***

Me quede anonadada.

Adentro nada se veía como lo recordaba. Atravesé el vestíbulo, impresionada


por el cambio que había tenido el lugar en diez años.
La bolsa colgando de mis dedos, lentamente atravesé el piso principal. Los
jarrones llenos de orquídeas artificiales eran nuevos y las sillas anticuadas para el
registro de huéspedes habían desaparecido. Las dos grandes habitaciones habían
sido abiertas para crear un gran espacio. Lisa pintura gris reemplazó el papel tapiz
florido. Las viejas sillas tradicionales tapizadas de terciopelo habían sido cambiadas
por sillas con respaldo tapizadas en verde azulado y blanco, posicionadas
estratégicamente alrededor las mesas para facilitar la conversación. La chimenea de
ladrillo la habían desmontado y pintado de blanco.

Otra sorpresa esperó cuando entré en el comedor de la posada. Ya no estaba la


fría y formal mesa que obligaba a cada huésped a comer juntos si cenaban en la
posada. Siempre odié eso, porque hola, extraño. Cinco grandes mesas redondas
cubiertas en lino blanco se organizaban en toda la gran sala. La chimenea de aquí
fue pintada para que coincidiera con la de la sala de estar. Las llamas ondulaban
detrás del cristal. Una estación para servir bebidas fue trasladada a la habitación y
la acomodaron en forma diagonal a la chimenea.

El Scarlet Wench había finalmente entrado en el siglo veintiuno.

¿Mencionó esto mi mamá en algún punto? Hablamos mucho por teléfono y


mamá había visitado Atlanta múltiples veces en los últimos diez años. Ella debe
haber sacado esto a colación. Probablemente lo hizo, pero yo tendía a zonificar
fuera de cualquier cosa relacionada con este pueblo, y debí haber zonificado fuera
mucho.

Esto era significativo; viendo esto era importante, porque ahora sabía que había
dejado fuera demasiado.

Un nudo se formó en la parte posterior de mi garganta y estúpidas lágrimas


quemaron la parte posterior de mis ojos. —Oh Dios —murmuré, limpiándome los
ojos con el dorso de mis manos mientras parpadeaba rápidamente—. Está bien.
Recomponte.

Contando hasta diez, aclaré mi garganta y asentí. Estaba lista para ver a mi
mamá. Podía hacer esto sin comenzar a llorar como un enfadado y hambriento
bebé.

Una vez que estaba segura de que no iba a tener un colapso épico, tuve a mis
pies moviéndose. El olor de carne asada me llevó a la parte trasera de la casa. Una
puerta corrediza solo medio cerrada. Alcanzándola, de repente me transporté al
pasado, y en segundos me vi corriendo a través de esta misma puerta a los brazos
de mi padre esperándome el primer día de jardín de niños, la acuarela que había
hecho moviéndose en mi mano extendida. Recuerdo haberme arrastrado por esa
puerta el primer día que mi corazón fue aplastado, mi rostro cubierto por suciedad
y lágrimas porque Kenny Roberts me empujo en el lodo en el patio de juegos. Me
puede ver de quince años, sabiendo que mi papá nunca estaría esperándome
nuevamente.

Y me vi llevar al chico que había conocido en Econ 101 a través de esta misma
puerta para encontrarme con mamá, y mi corazón se paró inestablemente,
sacándome de la corriente de recuerdos.

—Dios —gruní, callando ese tren en proceso de pensamientos antes de que


esos ojos lobunos color azul pálido se formaran en mi mente. Porque una vez que
eso sucedía, estaría pensando en él durante los próximos doce mil años, y
realmente no lo necesitaba ahora mismo—. Soy un desastre.

Sacudí la cabeza mientras abría la puerta. El nudo volvió con venganza en el


momento en que la vi detrás del mostrador de acero inoxidable, de pie donde papá
solía hacerlo hasta que falleció de un ataque cardiaco masivo sin detectar una
mañana.

Olvidando el temor que había sentido todo el tiempo tan largo como el infierno
hasta aquí y lo que había escuchado en la radio, me sentí como si tuviera cinco
años de nuevo.

—Mamá —grazne, dejando caer la bolsa en el suelo.

Anne Keeton salió detrás del mostrador, y tropecé en la prisa por llega a ella.
Había pasado un año desde que la había visto. La navidad pasada, ella viajó a
Atlanta, porque sabía que no estaba lista para volver a casa en ese entonces. Solo
había pasado un año, pero mamá había cambiado tanto como la posada.

Su cabello a la altura de sus hombros era más plateado que rubio. Líneas más
profundas se habían forjado en la piel alrededor de sus ojos marrones, y líneas finas
se habían formado alrededor de los finos labios. Mamá siempre había sido
curvilínea; después de todo, fue de allí donde conseguí mis caderas y pechos, y el
vientre, y de acuerdo, los muslos, pero ella era unos diez kilos más ligera.

La preocupación floreció en la boca del estómago mientras me envolvió en sus


brazos. ¿No lo había notado este último año? ¿Me había ido por tanto? Diez años
era mucho tiempo para perderme cosas cuando ves a alguien solo esporádicamente.

—Cariño —dijo mamá, su voz gruesa—. Bebé estoy tan feliz de verte. Tan feliz
de que estés aquí.

—Yo también —susurré en respuesta, y era verdad.


Regresar a casa había sido la última cosa que quería hacer, pero mientras la
abrazaba fuertemente e inhalaba el aroma a vainilla de su perfume, supe que era lo
correcto, porque esa preocupación creció y se extendió a través de mí.

Mi mamá solo tenía cincuenta y cinco años, pero la edad no importa cuando se
trataba de mortalidad. Nada por hacer cuando llegaba la muerte. Lo sabía mejor
que nadie. Mi papá había muerto joven, y hace diez años, a los diecinueve, casi…
casi había dado mi último suspiro después de que todo lo demás me hubiera sido
quitado.
Traducido por Mariela

La mesa bistro de hierro en frente de la gran ventana mirando hacia la veranda


y el jardín había estado en la cocina tanto como recuerdo. Pasando las manos sobre
la superficie, encontré las familiares minúsculas hendiduras cavadas alrededor de
los bordes. Esta era mesa donde coloreé cuando niña e hice mi tarea en las tardes
cuando era adolescente.

La puerta de la antigua cocina, la cual ahora servía como una habitación de


descanso y almacenamiento, estaba al lado opuesto, también marcada con un
letrero de solo empleados. Esa puerta, como todo lo demás en la cocina
modernizada, había sido pintada de un fresco blanco.

Mamá trajo dos tazas de café y se sentó enfrente de mí. La habitación ahora
olía a cafetería, y no estaba pensando en la forma en como enloquecí antes.

—Gracias —dije, envolviendo mi mano alrededor de la cálida taza. Una


sonrisa se asomó de las esquinas de mis labios. Pequeños pinitos de navidad
decoraban la taza. A pesar de que ya habían pasado dos semanas desde navidad y
todas las decoraciones habían sido quitadas, las tazas con temas navideños
permanecían afuera en uso todo el año. Mirando alrededor de la cocina, fruncí el
ceño y pregunté—: ¿Dónde está James? —James Jordan había sido el chef por los
últimos quince años—. Huelo algo cocinándose.

—Lo que hueles son dos rostizados. —Tomo un sorbo de café—. Y ha habido
algunos cambios. Los huéspedes tienen que notificarnos si van a cenar aquí y luego
cocinar la cena basada en esa solicitud. Se reduce el trabajo y no estamos
desperdiciando tanta comida. —Hizo una pausa—. James viene solo tres veces a la
semana ahora. Martes, jueves y sábado. —Bajó su taza a la mesa—. Todavía
estamos bastante seguros con los negocios, pero con los nuevos hoteles surgiendo
por aquí cada año, tengo que ser cuidadosa en que estamos gastando dinero.
¿Recuerdas que te conté sobre Ángela Reidy?

Cuando asentí con la cabeza, continuó—: Ella es nuestro principal personal de


limpieza por las mañanas y las tardes de miércoles a domingo, y Daphne sigue
aquí, pero se está haciendo mayor, así que la he trasladado a tiempo parcial. Eso le
da más tiempo con sus nietas. Ángela es increíble, pero un poco volátil y a veces
olvidadiza. Siempre está quedándose fuera de la casa que alquila, tanto que guarda
una llave de repuesto en la habitación de atrás.
Dejé que todo eso se hundiera en lo que tomé del azucarado café, de la manera
que me encantaba. Básicamente lo que mamá estaba diciendo era que ella hacía la
mayor parte de esto por sí misma. Eso explicaba las líneas más profundas alrededor
de sus ojos, las nuevas alrededor de su boca, y los tonos plateados de su cabello
rubio. Manejar una posada o cualquier negocio con una tripulación de esqueleto
tendría su peaje en cualquier persona, y yo sabía que los últimos diez años no había
sido fácil para ella por un conjunto de razones completamente diferentes.

Las mismas razones por las que habían sido difíciles para mí.

A veces, no muy a menudo, podía olvidar lo que me había alejado de mi casa.


Aquellos momentos eran pocos y lejanos, pero cuando sucedieron, era... la más
cálida sensación de paz que jamás había sentido. Era como antes. Como si yo
pudiera fingir que era una mujer normal con una carrera que amaba y un pasado
que era común, incluso aburrido. No era que yo no hubiera llegado a un acuerdo
con todo lo que había sucedido... a mi familia y a mí. Tuve seis años de terapia
intensiva para agradecer por eso, pero todavía me daba la bienvenida a aquellos
momentos en los que me olvidé, y yo estaba agradecida por ellos.

—Has estado haciendo todo esto tu misma, mamá. —Coloqué la taza sobre la
mesa y crucé mi pierna sobre mi rodilla—. Eso es mucho.

—Es... manejable. —Sonrió mamá, pero no alcanzó sus ojos de color whisky.
Ojos idénticos a los míos—. Pero ahora estás en casa. No lo haré sola.

Asentí mientras mi mirada caía a la taza. —Debería haber venido a casa…

—No lo digas. —Se estiró mamá para alcanzarme a través de la pequeña mesa
y envolvió su mano sobre la mía—. Tuviste un muy buen trabajo…

—Mi trabajo era básicamente cuidar a mi jefe para asegurarme de que no


engañara a su tercera esposa. —Hice una pausa, sonriendo—. Obviamente, no era
muy buena en ello desde que la número tres está de salida.

Negó con la cabeza mientras levantaba su taza. —Cariño, fuiste asistente


ejecutiva de un hombre que dirigía un negocio de consultoría multimillonario.
Tenías más responsabilidades que asegurarte de que lo guardara en los pantalones.

Me reí.

Lo único que rivalizaba con la conducta de mi ex jefe cuando se trataba de


negocios era su intento de joder a tantas mujeres como era humanamente posible.
Pero lo que ella dijo era cierto. Noches largas en la oficina; cenas; y un programa
constante y siempre cambiante con vuelos sin escalas de costa a costa y en todo el
mundo fue mi vida durante cinco años. Tenía sus pros y sus contras, y dejar mi
trabajo no había sido una decisión que hice a la ligera. Pero mi trabajo me permitió
ahorrar algo de dinero que haría esta transición en mucho... una vida más lenta un
poco más fácil.

—Tenías una vida en Atlanta —continuó, y levanté una ceja. Mi tiempo fue
básicamente el tiempo de Mr. Berg—. Y tu vida aquí no era una a la cual fuera fácil
regresar.

Me tensé. No iba a ir allí, ¿verdad? Ella me apretó la mano.

Ella iba a ir allí.

—Este pueblo y todos los recuerdos no fueron fáciles para ti, y lo sé, cariño. Lo
sé. —Volvió a sonreír, pero fue frágil—. Así que entiendo el gran asunto que fue
para ti. Lo que tenías que superar solo para tomar la decisión de hacer esto, y lo
estás haciendo por mí. No menosprecies lo que estás haciendo ahora mismo.

Dios mío, iba a volver a llorar.

Sí, estaba haciendo esto por ella, pero lo estaba... también lo estaba haciendo
por mí.

Me solté la mano y apenas tragué el café antes de que rompiera en lágrimas y el


rostro plantado en la mesa de hierro como había hecho demasiadas veces en el
pasado.

Se echó hacia atrás. —Entonces —dijo, aclarándose la garganta—. Varias cajas


de tus cosas llegaron el miércoles, y James las puso arriba para ti. ¿Me imagino que
todavía tienes algo en el auto?

—Sí —murmuré mientras se levantaba y llevaba su taza al fregadero


industrial—. Puedo poner las cajas allí arriba. Es solo ropa, y podría usar el
ejercicio después de estar en el auto durante un millón de horas.

—Puede que cambies de opinión después de recordar cuántos pasos tiene que
subir. —Lavó la taza—. Solo tenemos tres huéspedes en este momento, dos de ellos
de salida el domingo, y luego otros, una pareja de recién casados, que se están
retirando el martes.

Terminé el café. —¿Y las próximas reservas?

Secándose las manos en una toalla de cocina, mamá recitó lo que se esperaba
para la semana siguiente, y me encantó que pudiera recordar eso.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte ahora mismo? —le pregunté cuando
terminó.

Negó con la cabeza. —Dos de las tres reservas cenarán aquí. Los asados
todavía tienen algún tiempo en ellos. Las papas ya están hervidas y cortadas, listas
para salir. Si quieres ayudar a servir la cena, todavía tenemos unas dos horas.

—Suena bien. —Empecé a levantarme. El movimiento de la esquina de mis


ojos atrapó mi atención.

Girándome hacia la ventana, vi un destello de sombras a la derecha de la


galería. Las ramas del manzano enano crujieron. Mis ojos se estrecharon cuando
me incliné más cerca de la ventana. Algo se movía detrás del enrejado que
normalmente estaba cubierto de viñas, una sombra más profunda que el resto y
manteniéndose cerca de los setos. Esperé a que alguien saliera, pero cuando eso no
sucedió, mi mirada siguió por el jardín. No vi nada, volví mi atención a la galería.
La sala de descanso y otros asientos en la terraza estaban vacíos, pero juré que
había visto a alguien afuera.

—¿Qué estás mirando, cariño?

Sin tener idea, parpadeé y sacudí mi cabeza mientras me retorcía hacia ella. —
Creo que uno de los huéspedes está afuera.

—Extraño. —Se movió detrás de las macetas colgantes y caminó hacia el


horno—. Ninguno de los huéspedes está aquí. Creo que están todos fuera.

Me volví hacia la ventana mientras mamá recogía un guante de horno.

—Por supuesto, uno de ellos podría haber pasado por mi lado —dijo, y el
crujido de la puerta del horno abriéndose llenó la cocina—. Eso se ha sabido que
sucede.

Nada se movía fuera.

Probablemente no había nadie fuera. Solo nervios. Y paranoia. Como antes,


cuando me encontré con la casa y todo el camino arriba. Estar de vuelta en casa me
tenía al borde y me gustaba pensar que nadie me culparía por eso.

Mordiéndome el labio inferior, pensé en el noticiero que había escuchado en la


radio. Mi estómago se retorció cuando junté mis manos. —He oído algo en la
radio, sobre una mujer desaparecida en Frederick.
Mamá se detuvo a mitad del camino hacia el horno de la pared. Nuestros ojos
se encontraron, y cuando no dijo nada, los nudos se formaron y se movieron en mi
vientre como cien serpientes diminutas. —¿Por qué no dijiste nada? —pregunté.

Enfocada en el horno, se puso el guante. —No quería que te preocuparas, y sé


que intentarías no hacerlo, pero no quería molestarte. —Dio un pequeño
movimiento de cabeza—. Y no quería que cambiaras de opinión acerca de volver a
casa.

Inhale suavemente. ¿Pensaba que yo era frágil? ¿Que una mujer desaparecida
en un estado cercano haría que cambie mi forma de pensar? Justo después de todo
lo que yo había estado así de frágil. Me habría quebrado nuevamente, pero ya no
era ella.

—Lo que está pasando con esa mujer es terrible, pero sabes lo que dicen. La
mayoría de los casos de desapariciones son causadas por alguien a quien ellas
conocen —dijo—. Probablemente el marido.

Excepto cuando me pasó a mí, no fue alguien que conocía. Fue un extraño,
alguien quien nunca había visto venir hasta que fue muy tarde.

***

Horas más tarde, después que ayudé a servir la cena a la bonita pareja mayor
quedándose en el tercer piso y la familia del tres quienes eran de Kentucky y
visitando familiares, me paro en medio de mi nuevo apartamento.

Dios, se siente tan extraño estar de vuelta aquí.

Lo mismo pero diferente.

El servicio de cena fue bien, pero fue extraño hacer algo que se siente como tu
segunda naturaleza incluso si no lo has hechos en años. En una forma bizarra, era
muy parecido a ser una asistente ejecutiva. Justo como con el Sr. Berg. Tuve que
anticipar cosas que podrían necesitarse. Esto era simplemente cosas diferentes.
Como cuando los comensales necesitaron rellenar sus bebidas o retirar un plato.

Limpiar todavía apestaba, justo como recuerdo.

Pero no pienso mientras despejé las mesas y levanté los platos antes de
colocarlos en el lavavajillas mientras mamá completó el cerrar el servicio. Mi mente
bendecidamente vacía hasta el momento en que me dirijo arriba.

El ático fue convertido en dos medios apartamentos. Papá había fallecido antes
que el tercero fuera completado, y permanecía sin tocar detrás de las puertas
cerradas, separando ambos departamentos. No estaba segura si el tercero estará
terminado alguna vez, y si fuera así, cuál será su propósito. No era como si yo fuera
a necesitar el espacio en algún momento cercano.

O alguna vez.

Ausentemente, mi mano derecha floto a mi izquierda, y sobo mi dedo anular.


Incluso después de dejar este pueblo y pasar seis años con un terapista, no creo que
seré capaz de alguna vez utilizar un vestido de novia o permitir que alguien ponga
un anillo en mi mano.

Mi terapista dijo que podía cambiar, pero seriamente lo dudaba. Ni siquiera me


pude hacer ir a la tercera boda de mi jefe. El asunto completo revolvió mi
estómago.

Dándome cuenta lo que estaba haciendo, dejo caer mi mano izquierda y me


enfoqué en mi apartamento.

No era como lo recordaba y sospechaba que mamá había tenido la zona


renovada. O tal vez ya sin todas las cosas de mi abuela, el espacio parecía más
grande y más fresco. El apartamento olía a especias y calabaza, no mohosa o vieja,
y era lindo y cómodo, acogedor de cierta forma.

La zona del área de estar compartía espacio con una cocina de estilo abierto
que solo tenía una nevera, microondas y fregadero. Todo lo que necesitaba eran
taburetes para la isla. Mi sofá era una gruesa belleza acolchada, fue enviado desde
Atlanta, junto con lo necesario. Las suaves y cálidas cobijas color gris claro, hechas
para acurrucarte, ya estaban cubriendo a lo largo del respaldo del sofá.

La habitación era lo suficientemente grande. Un pequeño armario, pero el baño


en el estrecho pasillo entre la sala de estar y el dormitorio tenía un combo de bañera
con patas de garra y ducha que compensaban la falta de tamaño.

Pasé el resto de la noche acomodando mi apartamento, lo que significa mucho,


colgar la televisión y desempacar toda mi ropa, ropa que ahora desearía haber
donado, porque mis bíceps dolían de todo el despliegue que estuve haciendo.

Eran bien pasada la media noche para el momento en que entré en el baño para
lavar mi rostro. Mi mirada fija en la cuenca del lavabo mientras frotaba en
limpiador, me encorvé y me salpique agua tibia en mis mejillas. Sin poder mirar
tomé un toalla que vi antes. Me di manos de jazz mental cuando mis dedos rozaron
la esponjosa tela. Secando el rostro, me enderecé y abrí los ojos mientras bajaba la
toalla.

Y encontré cara a cara con mi reflejo.


Me hice atrás un paso, golpeando la puerta del baño. —Demonios —murmuré,
poniendo los ojos en blanco. Comencé a agarrar mi cepillo dental, pero exhalé
ásperamente e hice algo que no había hecho en mucho tiempo.

Me miré a mí misma.

Realmente mirarme a mí misma.

Debido a que habían sido años desde que lo había hecho, y me había vuelto tan
buena en no mirarme que yo era una demente en el maquillaje sin espejo, incluso el
delineador de ojos. El delineador del parpado superior.

Mis ojos marrones no eran oscuros como los de mi papá. Eran más cálidos y
ligeros, como los de mi mamá. Mi cabello rubio estaba hacia arriba en un nudo
alto, y estuvo allí todo el día, pero cuando estaba abajo, caía al centro de mi
espalda. Mi rostro encajaría en la clásica forma de corazón si no fuera por la
cuadrada mandíbula.

Apretando el borde del cuenco, me incliné un poco más cerca de espejo.

Alrededor del primer año de universidad, finalmente había crecido en mi nariz


y boca. O al menos así se sintió para mí, porque antes de ese entonces, mi nariz
había sido enorme y mis labios más carnosos que el resto de mi rostro, y
contrariamente a lo que sonaba, no había sido un paquete atractivo. Esos labios
vinieron de mi abuela. La mandíbula de mi papá. El cuerpo y ojos de mamá.

Era mi primer año cuando me di cuenta de que había pasado de la media a la


bonita chica rubia de al lado. En ese momento pensé que me parecía al tipo de
mujer que iba a traer pasteles de manzana horneados a los vecinos y estaría en la
actualidad en la colación de mi tercer hijo.

Las esquinas de mis labios se alzaron, y la sonrisa fue débil y triste, y un poco
vacía. Había sombras débiles debajo de mis ojos y un destello cauteloso que nunca
parecía desvanecerse, sin importar cuantos años hayan pasado o haber llegado a un
acuerdo con los términos.

Sí pudiera regresar en el tiempo, le diría a la Sasha de diecinueve años vive una


maldita vez. Ve a las fiestas de fraternidad a las que has sido invitada. Quédate
despierta hasta tarde y levántate incluso más tarde. Ten más confianza en mí
misma. Para saber lo que tenía cuando me miraba en el espejo.

Dar el gran paso en la relación con el chico que conocí en Econ 101.
De todo lo que me lamento no haber experimentado antes… antes de que el
Novio me encontrara, probablemente fue eso, porque él había tomado mis primeros
y los había torcido en algo repugnante y cruel.

Presionando mis labios, miré hacia abajo. Los dedos rosados salieron de los
deshilachados bordes de mis pantalones vaqueros. Coloqué las manos en las
caderas llenas y luego las deslicé hacia arriba a donde mi cintura se estrecha
ligeramente. ¿Qué aspecto tenía desnuda?

Honestamente no tenía ni idea.

Incluso con los hombres con los que había intimado en años recientes,
realmente no me revisé. De hecho, pensándolo bien, nunca tuve un desnudo
completo con nadie.

Había una razón para ello.

Dos, para ser exacta.

Incómoda a donde iban mis pensamientos traspasando alrededor de mi vientre,


me detuve de tocarme. Terminando rápidamente en el baño, apagué la luz y salí.

Antes de subirme a la extraña cama, fui a la sala de estar y a la cocina, la


baldosa fría debajo de mis pies descalzos. Viendo la llave del apartamento que
mamá debe de haber dejado en la encimera de la cocina, hice una nota mental de
agregarla a mi llavero. Al lado de la isla de la cocina estaba una puerta. Cada
apartamento tenía puerta de acceso al exterior en la forma de escaleras de madera
que llegaban arriba a un angosto balcón.

De pie en frente de la puerta, la revisé dos veces de que el cerrojo estuviera


cerrado. Mi estómago se agitó con nervios. Sintiéndome neurótica como el
demonio, giré la perilla solo para asegurarme. Cerrada. Definitivamente cerrada.
Respirando más fácil, fui hacia la cama, abracé el cálido cobertor hasta mi barbilla,
y… me quedé mirando fijamente al techo lleno de sombras. Exhausta del viaje,
todas mis emociones que poner en su lugar, y desempacando ropa si final, todavía
no podía cerrar mis ojos.

El sueño no llegó fácilmente. No lo había hecho desde… bueno, desde que


tenía diecinueve. Desde que dormir se había convertido en un momento cuando no
podía ver que venía hacia mí y no podía protegerme. Por seis días, dormir se había
convertido en algo con lo que luchaba con cada célula de mi cuerpo antes de que en
última instancia, me adentrara en ello y lo lamentara instantáneamente.

Al final me desvanecí y cuando lo hice, sucedió, como siempre.


Su frente se presiona contra la mía, y sé que él no está dispuesto a dejarme ir, nunca lo
está, y me gusta eso de él. Me encanta de hecho. —Tienes que volver adentro —le digo
mientras deslizo mis manos sobre su pecho—. Todavía tienes mucho que estudiar.

—Sí —murmura, pero no se va. Sus labios rozan mi mejilla y encuentra mi boca con
una precisión infalible. Me besa suavemente y se queda, arrastrándolo hasta que estoy tan
cerca de pedirle que se olvide de su grupo de estudio. Pero luego se aleja y recoge mi olvidada
mochila. La desliza sobre mi hombro, sacando mi cabello de debajo de la correa—. ¿Me
llamas más tarde?

Más tarde sería tarde, pero estoy de acuerdo.

—Ten cuidado —dice.

Sonrío, porque él es el que tiene el trabajo peligroso cuando no está en clase. —Tú
también. —Muevo mis dedos y me doy la vuelta, porque si no lo hago, él no lo hará y
estaríamos de pie afuera de la biblioteca de la universidad a la mitad de la noche besándonos.

Avanzo medio camino por el césped cuando grita—: Llámame, nena. Estaré esperando.

Sonriendo, le digo adiós con la mano y me apresuro por el jardín, tomando el camino
detrás del edificio de ciencias que conduce al estacionamiento. Es tarde, el sol se ha puesto y
gruesas nubes bloquean las estrellas. El estacionamiento esta apenas iluminado, porque tres de
cada cinco lámparas están fundidas, y la escuela no las ha reemplazado. Solo hay unos
cuantos autos en el lote, y mientras camino por los cortos escalones de concreto veo el mío,
estacionado donde lo dejé.

Mis pasos se ralentizan mientras cruzo el pavimento agrietado. Una furgoneta oscura de
trabajo está estacionada junto al lado del conductor de mi Volkswagen. No estaba ahí antes, y
un escalofrío de inquietud me atraviesa.

Me muerdo el labio cuando me acerco, con los ojos entrecerrados en el oscuro interior de
la furgoneta. No sé ve nadie en la parte delantera. Un horrible pensamiento emerge. ¿Qué si
alguien está escondido detrás? Inmediatamente lo descarto, porque incluso con todo lo que ha
estado pasando recientemente con el Novio, estoy siendo paranoica. Es solo una furgoneta, y
todo el mundo está en el borde.

—No seas estúpida —me digo mientras camino entre la furgoneta y mi auto.
Deteniéndome en la puerta, paso mi mochila hacia el frente y desabrocho el bolsillo frontal
para buscar mis llaves.

Entonces oigo algo. Un suave movimiento de metal contra metal, una puerta que se abre
detrás de mí y todo se ralentiza. Mis dedos se cierran sobre las llaves cuando giro a los lados.
Un extraño olor me rodea, y abro la boca para respirar, pero ya he tomado el último aliento
antes de que lo sepa. Una mano áspera me aprieta. El miedo sacude mi espina dorsal
mientras me hago hacia atrás. Otro brazo rodea mi cintura, sujetándome el brazo derecho. El
extraño olor amargo está en todas partes, obstruyendo mi nariz y garganta, y abro mi boca
para gritar mientras mi corazón se apodera de mi pecho. Levanto mis piernas para luchar,
pero es demasiado tarde.

Demasiado tarde.

—No luches conmigo —susurra él en mi oído—. Nunca luches conmigo.

Jadeando por aire, me levanto en posición sentada, tomando profundos tragos


de oxigeno no contaminado mientras escaneo la extraña habitación en la oscuridad.
Mi corazón golpetea en mi pecho tan rápido que me siento enferma. Por un
momento, no reconocí donde estaba. Me tomó un par de segundos para darme
cuenta que estaba en mi habitación de vuelta en Berkeley County, sobre el Scarlet
Wench.

—Es solo una pesadilla —me susurro, obligándome a recostarme—. Eso es


todo.

Las pesadillas serán comunes; al menos eso fue lo que me dijo mi terapista.
Probablemente las tendré por el resto de mi vida mientras mi subconsciente siga
intentando sacar todo. Las tenía al menos tres veces a la semana, pero había sido
un súper largo tiempo desde que soñé en esa noche.

No había forma en que volviera a dormirme, así que miré al techo mientras las
horas pasaban y el amanecer se deslizó a través de la pequeña ventana al otro lado
de la cama. Para entonces, la pesadilla era solamente eso.

Dudando ganarle a mamá bajo las escaleras antes que ella, tomé una ducha
rápida, en su mayoría seco mi cabello, y luego lo torcí en un nudo arriba. Agarré un
suéter negro suelto, ya que enero era mucho más frío de lo que era Atlanta
normalmente, lo emparejaba con un pantalón de cuadros que no eran la cosa más
halagadora en mis muslos, pero eran seguramente bastante cómodos.

Cubriendo mi bostezo boquiabierto con la mano, volví al cuarto de baño y me


detuve. Fruncí el ceño mientras escudriñaba el espacio. —Mierda —murmuré,
dándome cuenta que había dejado la bolsa de maquillaje en mi bolso, que estaba en
el asiento trasero del auto.

Maldición.

Girando alrededor, caminé hacia el banco enfrente de mi cama. Debajo estaban


mis sandalias. Me las puse, sabiendo que mi mamá miraría de lado la elección de
calzado, pero era un hábito que no podía romper incluso cuando nevaba. Saque mis
llaves del bolso y agarré la llave del apartamento.
Me dirigí a la puerta de atrás en lugar de salir por la frontal y usar la escalera
del personal. Me abracé cuando el aire frío de la mañana golpeó los mechones
todavía húmedos de mi cabello largo de la parte posterior de mi cuello. Las
sandalias golpearon todo el camino por las escaleras; escaleras que muy
probablemente me romperían el trasero en algún punto durante el invierno.
Mientras cruzaba la galería, moví la llave de la casa en el anillo del llavero.

Mi aliento sopló vahó mientras daba la vuelta en la esquina de un lado de la


posada y cortaba a través del patio. El césped húmedo me golpeó los pies,
helándome. Llegué a la rotonda de adoquines y me dirigí hacia el auto que había
estacionado afuera de la cochera, agradecida de que ninguno de los huéspedes se
levantara temprano. Pensando que tendría solo el tiempo suficiente para poner algo
en mi rostro antes de la hora en que debería ayudar a mamá con el desayuno
continental. Me detuve frente a mi auto.

Mi boca se abrió. —Oh Dios mío.

Parpadeé, porque no podía creer lo que estaba viendo, pero mi vista estaba
bien. El estómago se revolvió y se agrió, di un paso hacia el auto. El cristal crujió
debajo de mis pies.

Vidrio que pertenecía a mi auto y no al suelo.

Cada ventana de mi auto fue destrozada. Todas.


Traducido por Mariela

—No puedo creer que esto haya sucedido. Nunca hemos tenido un robo o nada
de eso. —La ira se reflejó en el rostro de mi madre, enrojeciendo sus mejillas—. Es
increíble.

Nos paramos frente a mi auto, una al lado de la otra. Quería llevarlo a la


cochera para que los invitados no lo vieran, pero ella no había estado demasiado
interesada en mover el auto hasta que la policía apareció. Además había cristales en
los asientos, por todas partes y realmente no quería pasar el día quitando vidrios de
mi trasero.

Mamá había estado contra la espera, pero yo quería preparar el desayuno para
que los huéspedes no tuvieran que esperar y terminaran dejando críticas malísimas
en el Yelp. Las críticas de mierda probablemente iban a pasar de todos modos,
porque la pareja con el niño pelirrojo ya habían visto el auto dañado y ahora
estaban preocupados por lo que les pertenecía. No es que pudiera culparlos por eso,
pero era raro que solo mi auto haya sido dañado y ninguno de los tres vehículos
muchos mejores.

Como el Lexus que los padres poseían.

Porque en serio, si alguien iba a irrumpir en un auto, ¿por qué demonios ellos
escogieron el Honda Accord sobre el Lexus y el Cadillac?

Los criminales en Berkeley County realmente necesitaban enderezar sus


prioridades.

—Mamá… —Negué con la cabeza mientras crucé mis brazos sobre mi pecho,
sabiendo que no íbamos a necesitar esperar por mucho tiempo. La estación de
policía estaba por la misma calle. Como literalmente por la misma calle—. Lo
siento tanto. Los huéspedes no necesitan ver esto y preocuparse por sus propios
autos…

—¿Por qué demonios te estas disculpando? —Frunció el ceño mientras colocó


una mano sobre mi hombro—. Esto no es tu culpa a menos que te hayas levantado
a la mitad de la noche y le hicieras esto a tu propio auto. Si es así, entonces
necesitamos hablar.
A pesar de lo que pasó, mis labios cambiaron a una sonrisa. —No fui yo —
contesté secamente—. Pero realmente desearía haber estacionado en la cochera2.

—¿Por qué habrías pensado eso? —Pasó un brazo alrededor de mis hombros—.
No tenemos problemas de robo o vandalismo aquí. En otras partes del pueblo, sí,
pero nada como esto ha pasado antes.

Por supuesto, con mi sobresaliente suerte, en la primera noche de regreso a


casa, algún idiota vandalizaría mi auto.

Me alejé de mi mamá mientras recogí una hebra de cabello, que se deslizó,


detrás de mi oído. Una parte de mí quería recoger una piedra a la vista y lanzarla al
auto por pura frustración. Tenía seguro, pero no estaba en la lista de cosas con las
cuales lidiar hoy.

Era una maldita buena cosa que no haya recogido la piedra y lanzado, porque
divisé un auto blanco y azul viniendo por el camino. Probablemente no se vería
bien si el oficial de policía me atrapara arrojando una roca al auto.

—Espero que el policía sea lindo —dijo mamá.

Me giré, con las cejas alzadas mientras la miré fijamente.

—¿Qué? —Pasó las manos por su cabello ondulado mientras sonrió—. Me


encanta un hombre en uniforme.

—Mamá. —Mis ojos se abrieron más.

—Y si recuerdo correctamente, tú también tienes algo por los chicos en azul —


continuó ella mientras tiró de los lados de su chaqueta de punto juntándolos, y mis
ojos salieron de mi cabeza. Oh Dios mío, ¿mamá en serio fue allí? Se elevó sobre las
puntas de sus pies mientras el vehículo se detenía detrás de mi auto—. Así que, tal
vez tengas algo por este.

Voy a morir.

—Solo puedo esperar. Me encantaría verte felizmente casada antes de que esté
a seis metros bajo tierra —continuó ella.

Calor crepitó dentro de mis mejillas mientras estaba boquiabierta con ella.
¿Estaba bebiendo en las mañanas?

2
La cochera sobre la que se habla es una cochera para carruajes por ser una casa muy antigua.
—Oh. —Decepción sonó en la voz de mi mamá—. Él es muy atractivo, pero
un poco joven. Bueno, supongo que puedes salir con un chico más joven. Quiero
decir, eso está de moda, ¿no es así? Él…

—Mamá —susurré, mis ojos entrecerrándose.

Una mirada de inocencia cruzó su rostro y tomo un profundo respiro, giró, y


vio al oficial de policía. Mi mandíbula desquiciada una vez más.

La sorpresa flotó sobre el rostro del policía mientras se acercaba. Sus pasos se
hicieron más lentos cuando mi corazón se sacudió en mi pecho. El policía… se
parecía mucho al chico de la clase de economía, el chico al cual hacía referencia mi
mamá solo unos minutos antes.

No podía ser él, pero…

El parecido era extraño.

El mismo cabello castaño claro zumbaba cerca del cráneo en los lados de la
cabeza y al estilo en un desvanecimiento recortado. Hombros anchos, hombros
desbocados. Incluso con el uniforme y el chaleco azul oscuro, sabía que había un
pecho definido escondido debajo. La misma estructura exacta, hasta la cintura
cónica y muslos musculosos.

La similitud fue más allá del cuerpo. Aquellos ojos, oh Dios mío, esos pálidos
ojos azules eran una explosión del pasado y la mandíbula cuadrada era solamente
un poco más suave.

Se parecía mucho a Cole Landis.

Di un paso atrás mientras mi corazón palpitaba en mi pecho. Casi no podía


hacerlo, no podía mirarlo, porque todo lo que veía era Cole.

Pero no era él. Este policía era demasiado joven, y Cole había sido dos años
mayor que yo cuando nos conocimos al final del primer año. Ahora debía tener
treinta y dos años, y este tipo apenas llegaba a los veinticinco.

El oficial de policía miró al auto mientras caminó pasando. —¿Señora Keeton?

—Esa sería yo. —Se paró mamá hacia enfrente, sonriendo mientras dejaba ir
su chaqueta de punto—. Yo fui quien llamó esta mañana, pero el auto pertenece a
mi hija, Sasha.

Confirmación reemplazó la mirada en el guapo rostro del oficial. —¿Sasha


Keeton?
Me puse rígida, como si una cuerda invisible me agarrara de la columna
vertebral. Ahora comprendía la expresión de sorpresa que él llevaba. A pesar de que
este policía tenía que haber estado en la escuela secundaria cuando todo había
sucedido, todo el mundo en este pueblo que estaba respirando en ese entonces sabía
quién era yo.

Porque yo era la única, la única que había escapado.

Pánico floreció en el pozo de mi vientre, levantándose a través de mí tan


rápidamente ácido revolvió en mi estómago. Los titulares de los periódicos
brillaron ante mí. La Novia Que Vivió. Quien Hizo Caer al Novio.

No debería haber regresado aquí.

El instinto me invadió, y en lugar de girar y ocultarme en mi habitación como


quería, respiré hondo como mi terapeuta había instruido muchas, muchas veces
antes. Empujando el pánico hacia abajo, levanté la barbilla. No iba a huir. No tenía
nada que esconder. No cuando pasé los últimos diez años escondida y perdiendo
todo este tiempo con mi mamá.

Yo podía hacer esto.

Segundo a segundo, el pánico se tranquilizó, relajando el círculo vicioso en mi


cuello hasta que fui capaz de hablar. —Supongo que sabes quién soy, pero me
tienes en desventaja. No sé quién eres.

El oficial abrió su boca y después la cerró. Un momento pasó. —Soy el oficial


Derek Bradshaw —dijo él girando su barbilla hacia la derecha—. Y voy a
aventurarme aquí y a asumir que no fuiste tú quien le hizo eso a tu auto.

Algo de la tensión se escapó de mis hombros mientras negaba con la cabeza. —


Nah. Me gustaban las ventanas de mi auto.

—Comprensible. —Se giró de lado mientras metió la mano en el bolsillo


delantero y sacó una pequeña libreta.

La puerta de la posada se abrió. El señor Adams salió al porche, la mitad de la


pareja de ancianos. —¿Señora Keeton? Siento interrumpir, pero la televisión en
nuestra habitación no está funcionando. Intentamos llamar a la recepción pero no
hubo respuesta.

—Estaré allí —gritó mamá y luego se volvió a mí—. Lo siento, pero tengo que
ocuparme de esto. Hizo una pausa, guiñando un ojo al oficial Bradshaw. Cerré los
ojos brevemente y comencé a contar de nuevo—. Aunque estoy segura de que la
televisión no está conectada —agrega mi madre en voz baja.
El oficial Bradshaw se rio, y nuevamente, me golpeó esa extraña sensación de
familiaridad. Se rio como Cole. Una risa profunda y sexi. —Está bien.

Sentí la necesidad de agradecerle a Dios por la interrupción. Hice señas a mi


madre mientras me concentré en el oficial.

Él estaba doblado de la cintura, mirando dentro del auto. —¿Se ha percatado


de algo robado, señorita Keeton? —Giró la cabeza hacia mí—. Es señorita,
¿verdad?

Asentí. —No estoy casada.

—Interesante —murmuró él.

Mis cejas se alzaron. ¿Interesante? No había nada remotamente interesante en


eso. Me acerque más al auto. —Honestamente no he revisado. Lo encontré así esta
mañana… ¡Oh! —Recordando el por qué salí esta mañana, caminé alrededor de la
parte trasera del auto—. Dejé un bolso en el auto anoche y salí esta mañana para
conseguirlo. Fue entonces cuando noté que las ventanas estaban quebradas. —
Inclinándome, miré dentro del auto. La sorpresa me atravesó—. ¡Está ahí dentro!
Mi bolso. Justo en el asiento trasero. No se puede perder eso.

—Sí, no puedes pasar por alto eso. Incluso en la oscuridad, estoy seguro de que
el fucsia se destacaría —comentó él secamente mientras miraba por encima de mi
hombro.

Comencé a buscar el auto, pero me detuve. —¿Puedo abrir la puerta?

Él asintió. —Voy a ser honesto, por algo como esto, probablemente no


estaremos revisando huellas a menos de que algo importante haya sido robado del
auto.

No me sentí insultada por la honestidad. Era solo un auto y nadie resultó


herido. Abriendo la puerta, me estiré con cuidado para recoger las correas del
bolso. Vidrio cayó sobre el asiento mientras levantaba el bolso y me alejaba del
auto.

Mientras el oficial Bradshaw caminaba por el frente del auto y por el otro lado,
abrí el bolso, esperando que nadie me hubiera robado el maquillaje. Si tuviera que
hacer un viaje a Ulta para reponer mis pertenencias, saldría con al menos doscientos
dólares más de maquillaje de lo que fue robado.

Mordiéndome el labio interior, abrí el bolso. —¿Qué…?


—¿Sí? —Se enderezó el oficial Bradshaw y me miró por encima del techo del
auto.

—¡Mi MacBook está aquí! Con mi maquillaje. Los dejé en el auto. —Aturdida
toqué la computadora portátil solo para asegurarme de que estaba allí. Luego toqué
la bolsa de maquillaje.

El oficial Bradshaw se dirigió hacia mí. —¿Algo más fue dejado en el auto?

Negando con la cabeza, miré fijamente en mi bolso. —Olvidé incluso que la


había dejado ahí —murmuré, bajando el bolso. Me giré hacia él—. ¿Por qué
alguien irrumpiría en mi auto pero no robaría mi computadora portátil? La bolsa de
maquillaje lo entiendo. ¿Pero la computadora portátil?

—Esto es bastante raro. —Garabateó en su libreta mientras la estática crepitaba


de su radio—. Pero eso suele ser una señal de que no se irrumpió en el vehículo.

Levanté una mano e hice un gesto hacia el auto. —¿Uh…?

—Hay daño pero nada fue robado, especialmente bienes valiosos, entonces es
un caso normal de vandalismo. —Sus pálidos ojos azules se encontraron con los
míos—. Acaba de llegar ayer, ¿cierto?

Una sensación de movimiento volvió a mi estómago. —Sí.

—¿Y hace diez años que está fuera?

La rigidez comenzó a filtrarse de nuevo en mí. —Sí. Casi.

—¿Alguien sabe que estabas regresando a la ciudad? —preguntó, su mirada fija


en la mía mientras una voz de mujer hablaba desde la radio en su hombro—.
Además de tu madre.

Tocando mis cejas, lentamente niego con mi cabeza cuando mi boca funcionó.
—Yo… solo mi amiga Miranda, um, Miranda Locke, no creo que ella le haya
dicho a alguien. —Mordí mi labio mientras sostenía el bolso cerca de mi pecho—.
Mi mamá se lo hubiera dicho al personal.

Él asintió mientras escribía en la libreta y luego la cerró, metiéndola en su


bolsillo delantero. La pluma la siguió. —¿Es posible que alguien haya querido
dañar tu auto?

Mis labios se separaron. —¿A propósito? —Eso sonaba estúpido. Por supuesto
que quería decir a propósito—. Quiero decir, ¿cómo que alguien vino aquí y lo hizo
por ser mío?
—Eso es posible. —Levantó el dedo cuando un código salió su radio y luego
presionó un botón en la radio—. Esta es la unidad 59. Estaré en 10-8 de Scarlet
Wench en unos minutos. —Su mirada atravesó la mía—. No hay forma de decir
esto, pero tienes una historia en esta ciudad.

La ira sacudió mi sistema como un enjambre de hormigas de fuego enojadas.


—Una historia que no fue mi culpa.

—Por supuesto —agregó rápidamente—. No quise decir eso, y me disculpo si


di a entender eso. Lo que quiero decir es que eres… bien conocida y por razones
que podrían incomodar a algunas personas.

—¿Incomodar? —repetí mientras mi cabeza se ladeo a un lado. Gracias a Dios


mi mamá no estaba afuera para escuchar esta conversación—. Además de mí, no
tengo idea de porque pondría a otras personas incomodas.

—Entiendo lo que dices y no creo que tengas una razón para sentirte
incómoda, porque como dijiste, lo que sucedió no fue tu culpa. —El oficial
Bradshaw trajo algunos puntos por esa declaración—. Honestamente no creo que
tenga nada que ver con lo que ocurrió entonces, pero es algo que tenemos que tener
en consideración. Solo el tipo de cosa para mantenerlo en el fondo de la mente, ¿de
acuerdo?

No estaba segura de como sentirme al respecto al escanear el patio. Ayer me


sentí como si alguien me estuviera observando. Lo había atribuido a mi
imaginación y en su mayoría olvidado, pero ¿y si alguien hubiera estado aquí
mirando? ¿Y si alguien estuviera lo suficientemente molesto de que haya vuelto a la
ciudad como para vandalizar mi auto?

No. Eso ni siquiera tenía sentido. Nada de lo que había ocurrido hace una
década fue mi culpa. O la culpa de cualquiera de las víctimas, así que ¿por qué
alguien tendría un problema con que yo regrese a casa?

—Lo más probable es que este fue solo un caso de vandalismo al azar —dijo—.
Probablemente algunos chicos aburridos con nada mejor que hacer con su tiempo y
todo lo demás es una conciencia.

Asentí distraídamente.

—Pero si tiene algún otro problema o piensa en algo relacionado con esto, por
favor llámenos y pregunte por mí —dijo él—. Voy a presentar un informe de
vandalismo, así que asegúrese de que su seguro se entere. ¿Está bien?

—Todo bien. Gracias.


El oficial Bradshaw asintió y luego regresó a su auto. Se detuvo en la puerta del
conductor. —Ojala pudiera haber sido bajo diferentes circunstancias, pero fue un
placer conocerla. —Agarró la puerta del auto mientras se giraba hacia mí. Nuestras
miradas se engancharon, y un escalofrío recorrió mi espina dorsal—. Pero estoy
seguro de que volveremos a vernos.
Traducido por Mariela

Después de llamar a la compañía de seguros y arreglar un horario para que un


inspector viniera la siguiente semana, limpié los cristales lo mejor que puede y
luego moví el auto a la cochera.

Me las arreglé para hacer todo esto sin terminar con vidrios sobresaliendo de
lugares más sensibles, así que lo consideré como una victoria.

Con James llegando pronto para comenzar a trabajar en el servicio de la cena


para la noche, ayudé a la rubia y burbujeante Ángela Reidy a ordenar las
habitaciones reservadas.

Ángela era varios años más joven y una platicadora adorable. Inmediatamente
comprendí porque mamá pensaba que era volátil. Hablaba de una cosa, se detenía
en medio de la frase y cambiaba de tema. Ella habló acerca de cómo estaba
tomando clases nocturnas en el colegio comunitario cercano en Hagerstown.
Quería convertirse en profesora, centrándose en preescolar. Ángela tenía un novio
llamado Ethan. Han estado juntos por tres años.

Me gustaba escucharla a pesar de que no entendía una palabra. Dejar que


Ángela tomara las riendas de la conversación mientras nos íbamos de una
habitación a otra me impedía pensar en lo sucedido esta mañana. Yo también
podría darme el descanso ya que mi imaginación iba a llevarme al peor de los
casos, tan pronto como tuviera tiempo de inactividad.

Y eso sería que alguien atacó mi auto.

No tenía sentido para mí, pero sabía que las cosas más locas eran posibles.

Terminando la habitación de la pareja mayor, caminamos hacia la lavandería,


la cual solía ser un baño. Agarré un montón de toallas limpias de la secadora y la
puse sobre la mesa de trabajo.

Ángela agarró las sábanas sucias, murmurando debajo de su aliento mientras


las metía en la lavadora. —Solo hay una cosa que odio en este mundo y eso es
doblar sábanas.

Sonreí mientras comencé a doblar toallas. —Es porque doblar sábanas es


imposible.
—Es verdad. —Ángela agarró un bote de detergente y midió una taza—.
¿Cómo se siente estar de vuelta aquí? —preguntó ella después de un momento.

Creando una pequeña pila de toallas blancas, me encogí de hombros. —No


estoy segura. Quiero decir, es bueno. He extrañado… esto.

—¿De verdad? —Duda coloreo el tono de la joven chica mientras siguió con el
suavizante de telas—. ¿Has extrañado recoger después de que las personas salen y
hacer la lavandería?

Me reí. —No exactamente, pero esta es la herencia de mi familia y… —Miré


hacia arriba mientras mis manos suavizaron la toalla—. Iba originalmente con la
idea de hacer esto, toda la cosa de seguir los pasos de la familia. Quería hacer eso.
—Y era verdad. Cuando era más joven, había sido mi sueño hacerme cargo de la
posada. Ese sueño había cambiado, no. Ese sueño había sido robado—. Me gustó
hacer lo que hice en Atlanta, y esto, doblar toallas, no es exactamente emocionante,
pero esto, nos pertenece a mi familia, a mí, y es difícil explicar, pero se siente
correcto.

Ángela me estudió por un momento y luego sonreí. —Eso tiene sentido. Algo
así como me siento sobre enseñar a los pequeños. —Volvió a cerrar la tapa del
suavizante y luego se estiró para colocar la botella en el estante de arriba. Después
de encender la lavadora, Ángela prácticamente brincoteó su camino hacia donde yo
estaba. Ella cogió una toalla—. Ha de haber sido muy difícil regresar después de lo
que te pasó. No creo que yo podría.

Mi mirada se disparó a la joven chica.

Ángela estaba enfocada en su pila de toallas. —Siempre que me dirijo a la ruta


11, conduzco pasando la vieja torre de agua y es en todo lo que pienso. —Se
estremeció Ángela y ácido revolvió mi estómago—. Es horrible pensar en eso, pero
no vivo como tú lo hacías. No puedo siquiera imaginar por lo que has tenido que
pasar…

Una toalla se deslizó de mis dedos, golpeando el suelo. —Mierda —murmuré,


recogiéndola del suelo. Me enderecé y la sacudí—. ¿Podemos hablar sobre algo
más?

Los ojos castaños de Ángela se ampliaron mientras un sonrojo rosa cruzó su


rostro. Apretando una toalla a su pecho, ella parecía a segundo de irrumpir en
llanto. —Oh Dios mío, ¡lo siento tanto! Ni siquiera estaba pensando.

Cerrando mis ojos, tomé un lento respiro y después forcé una sonrisa. —Está
bien.
—No, no lo está. Hablé sin pensar. Mi mamá siempre me está diciendo que me
voy a meter en un mundo de problemas. Ethan dice lo mismo —dice rápidamente
Ángela—. Y ella tiene razón. Lo siento tanto. Fue totalmente inapropiado de mi
parte.

Inhalo profundamente y abrí los ojos. —Realmente está bien. —Doblando la


toalla, ignoro el temblor que trepa por mi espina dorsal—. Dijiste que tu novio
trabaja en Frederick —dije, redireccionando la conversación a un lugar mucho más
seguro—. ¿Qué hace él?

Incluso con el tema de conversación yendo en una diferente dirección, la


atmosfera estaba tensa mientras reponía las toallas y cambiábamos las sábanas
dentro de la secadora. Después, bajé las escaleras y me senté en la mesa de registro.
Abrí el libro de reservas encuadernado en cuero y me quité el broche de mi cabello.
Mechones de cabello cayeron sobre mis hombros mientras escaneaba las reservas
para la próxima semana. Realmente necesitaba poner mis manos en la contabilidad
para ver donde estaban las ganancias y las pérdidas. Volviendo al mes de
diciembre, tomé una pluma…

Unas manos se estrellaron sobre el escritorio, haciéndome gritar y saltar hacia


atrás en mi asiento. Mi corazón tronando contra mis costillas, levanté mi mirada
mientras apretaba la pluma, preparándome para empujarla a través del globo ocular
de alguien.

—¡Sorpresa! —gritó Miranda Locke mientras agitaba ambas manos.

—Oh Dios mío, me diste un ataque al corazón. —Dejé caer la pluma sobre el
escritorio y salí de mi silla. Estirándome sobre el escritorio golpeé el brazo de
Miranda—. Seriamente.

—Cállate. —Diversión bailó en los oscuros ojos castaños de Miranda mientras


giraba una trenza sobre su hombro—. Deberías estarme abrazando ahora, porque
me amas y me extrañas.

—¡Esa es la única razón por la cual no te estoy apuñalando con la pluma ahora
mismo! —Salí corriendo de detrás del escritorio, arrojé mis brazos alrededor de los
hombros de Miranda y casi derribé a la mujer más delgada y más alta—. Oh Dios
mío ha sido demasiado tiempo.

Miranda me apretó con fuerza. —Han sido… ¿qué? ¿Dos años?

—Demasiado tiempo. —Retrocediendo, abrí los brazos a mi mejor amiga


desde el segundo año de la escuela secundaria. Nos conocimos en la clase de
gimnasia y nos unimos inmediatamente mientras nos sentábamos una al lado de la
otra en las gradas y nuestro extraordinariamente atractivo maestro de gimnasia
caminaba hacia el gimnasio. Ambas comenzábamos a babear.

Miranda era una mujer maravillosa con la piel oscura y tenía la personalidad
para hacer juego con su belleza. Siempre había estado ahí para mí, incluso cuando
salí rápidamente de este pueblo y no quería nada que ver con nadie, Miranda había
rechazado ser sacada del camino.

De pie en frente de ella, me golpeo con la fuerza de un tren a velocidad


frenética de cuanto Miranda había hecho para mantener nuestra amistad. —He
sido una amiga de mierda.

Miranda inclinó su cabeza a un lado. —¿Qué?

Dejando caer mis manos a mi lado, me hice hacia atrás y me apoyé contra el
escritorio. —Solo he sido una amiga asquerosa. Cuando me fui de aquí, ni siquiera
te dije.

Oscuras cejas elegantes se alzaron. —Sí, eso fue muy mierda.

—¡Ves! —Niego con la cabeza—. Y tú llamaste y llamaste. Nunca contesté.


Otros amigos se rindieron, pero tú no.

—Claro que no. —Plantó sus manos sobre sus caderas—. Los amigos no se
rinden entre ellos, especialmente después de que han pasado por un evento
traumático como el infierno en su vida. Y ¿esos amigos que se rindieron? Que se
jodan. Ellos debieron saber que estabas pasando por cosas y estar ahí para ti.
Debieron haber hecho lo que yo hice. Darte un par de meses y después tener sus
traseros en el avión e ir a donde tú estabas.

Y eso es lo que Miranda había hecho.

Después de que fui… después de que fui dada de alta en el hospital, era un
desastre, un desastre físico y emocional. Mentalmente comprobado por semanas.
Obviamente nadie me culpó. Cuando mi cabeza finalmente se reconstruyo, decidí
que no podía quedarme aquí. No cuando las pocas veces que había salido en
público, las personas miraban. Susurraban. Se apiadaban de mí. Y luego estaban los
medios de comunicación.

Locos buitres que circulaban a su presa.

Me había metido en la caída mientras investigaba universidades lejos, muy


lejos y solo cuando elegí Florida State le dije a mi madre sobre mis planes de
terminar la universidad. Mamá lo odio, pero lo entendió.
No se lo conté a nadie más.

—Me alegro de que mi madre te haya dicho dónde estaba hace tantos años —
dije con una débil sonrisa—. Y me alegra que hayas metido tu trasero en ese avión
y me hayas encontrado.

—Y me alegro de que tu trasero finalmente esté de vuelta en casa. Te quiero —


dijo Miranda con tono serio—. Eres mi hermana de un señor diferente.

—Ídem —le respondí suavemente, y luego tomé una respiración temblorosa—.


Te ves genial.

—Es porque no tengo novio, así que paso mi tiempo libre en un gimnasio en
vez de en la cama.

Inclinando la cabeza hacia atrás, me reí. —Estaba hablando del cabello. Es


nuevo.

—¿Te gusta? —Le dio unas palmaditas en sus trenzas—. Tuve que conducir
más de una hora para encontrar a alguien que sabía qué diablos estaban haciendo.
No como si confiaba en alguien más en esta ciudad para tocar mi cabello. Eso fue
lo único bueno de que vivieras en Atlanta. Las opciones de salón eran ilimitadas
cada vez que te visitaba.

Yo sonreí. —¿Quieres beber algo y salir? No hace demasiado frío afuera.


Estaba aquí revisando el libro de reservas.

—¿Tu mamá ha hecho su té dulce? Si es así, entonces en un sí —replicó


Miranda—. Su té es crack, el tipo bueno de crack que no te pudre los dientes o te
hace elegir tu rostro.

Me reí nuevamente. Maldición, extrañé cuanto me hacía reír Miranda. Las


dispersas visitas en persona y la plática por teléfono semanal no eran lo mismo. —
Ella siempre tiene una jarra de té dulce listo.

James estaba en la cocina, haciendo alboroto con dos pollos rostizados que
tenía en el horno. El limón y las hierbas olían a algo maravilloso, pero cuando
Miranda lo dijo James le murmuró algo inaudible.

El señor Jordan no era un platicador.

—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —pregunté mientras colocaba de


regreso la jarra de té negro en la nevera.
James agarró un guante para cosas calientes. —Lo mejor que pueden hacer es
mantenerse fuera de mi camino.

Los ojos de Miranda se abrieron más, pero yo sonreí. —Podemos hacer eso —
le dije, yendo hacia la puerta trasera que lleva a la antigua cocina.

—¿Has estado en el sótano? —me preguntó James, deteniéndome.

—No. —Miré a Miranda, frunciendo el ceño—. ¿Por qué?

—La luz estaba encendida en la bodega cuando entré —contestó—. Asegúrate


de apagarla. Esos cables son viejos.

No me molesté en decirle nuevamente que no había estado en la bodega, así


que asentí y abrí la puerta. La habitación estaba llena de viejos muebles, la mayoría
cubiertos con sábanas blancas, y era mucho más frío que el resto de la casa. A lo
largo de la pared posterior había un pizarrón de corcho con varias llaves puestas.
En el otro lado de la larga y estrecha habitación había una puerta que daba a la
vieja escalera que conducía al antiguo sótano de vino y raíz que siempre olía a
yacimientos. Solo parte del sótano estaba en uso. El resto estaba lleno de tierra y
piedra. Los antiguos túneles que solían correr desde el sótano hacia el patio trasero
habían sido sellados desde hacía mucho tiempo.

Cuando abrí la puerta del porche, las llaves de la pizarra de corcho resonaron.
—Él es un tipo amigable.

—Así parece. —Miranda arrugó la nariz—. La personalidad no debe ser un


requisito para trabajar en la cocina.

—Bastantes habilidades en la cocina es el único requisito —le respondí.

Mientras caminábamos por el porche vacío, le conté lo que pasó con mi auto.
A pesar de que era enero, era inusualmente cálido para el área, cerca de los 12
grados centígrados. Con el sol tan brillante, sería cómodo por al menos otra hora
más o menos, así que decidimos sentarnos en la mesa de cristal y las sillas
Adirondack.

—La cosa con el auto es realmente extraña. —Torció Miranda la muñeca,


tirando los cubos de hielo alrededor de su bebida—. Como realmente extraña.

—Lo sé. Cuando el oficial Bradshaw comenzó a preguntarme si sabía de


alguien que estuviera molesto por estar de regreso aquí, como que enloquecí. —
Con mi vaso sobre la mesa, me recliné en la acolchada silla y crucé los brazos sobre
mi vientre—. Quiero decir, estoy segura que solo fueron unos chicos aburridos y
completamente al azar, porque no creo que mi madre le haya dicho a mucha gente
y solamente estás tú.

—Bueno… —Sacó Miranda la palabra y luego tomo un trago.

Esperé a que ella continuara. —¿Bueno qué?

—Debo haberle dicho a alguien —dijo ella, cruzando su pierna—. Pero no fue
como una persona al azar. Fue a Jason.

—¿Jason? Oh Dios mío, ¿aún sigue por aquí? —Jason King fue a la universidad
con nosotras. Los tres nos conocimos durante orientación y habíamos compartido
varias clases el año y medio que yo asistí. Jason era un buen, chico divertido de lo
que recuerdo. De mi edad. Listillo de una forma linda, de la forma del chico de al
lado. Un genio en matemáticas y estadísticas, que yo podría respetar.

Y lo había visto después de que yo salí del hospital. Había sido el único que
superó a los periodistas y a mi madre. La última vez que hablamos me abrazó
mientras me sentaba en mi cama, me abrazaba mientras sollozaba, y lo último que
me dijo era que estaba a salvo ahora.

También a él lo dejé atrás.

Asintiendo, Miranda me miró por encima del borde del vaso. —Sí. Como yo.
Sabes como es. Si no sales de esta maldita ciudad a los veintiuno, no te vas.

—No creo que eso sea cierto —respondí, estirándome y tomando mi vaso—.
Puedes salir cuando quieras.

—Uh-huh. —Ojos oscuros rodaron—. De cualquier forma, él se graduó de la


universidad y terminó abriendo su propia agencia de seguros hace como dos años.
Él se quedó incluso a pesar de que nunca encontró a su padre. ¿Recuerdas eso?

Asentí. La madre de Jason y su padrastro habían fallecido en un trágico


incendio en su casa cuando cumplió dieciocho años. De lo que me acuerdo, fue
durante una ola de frío y ellos habían estado usando un calentador de keroseno
para descongelar sus tuberías. Sus muertes fueron lo que hizo que rechazara
encontrar a su verdadero padre—. Sí, vino aquí porque le dijeron que su verdadero
padre era de Hedgesville. Así que, ¿nunca encontró a su papá?

—Nop. Lo sabrías si…

—Lo sé. Lo sé. —Suspiré. Jason intentó ponerse en contacto conmigo antes de
irme, pero las llamadas cesaron cuando cambié mi número.
Jason no fue la única persona a quien le hice eso. Cole fue al hospital. Él me
llamó y vino a la posada.

Y le había hecho lo mismo.

Bajé mi mirada a mi vaso mientras presioné mis labios juntos. El


arrepentimiento tenía un sabor amargo en mi lengua. Mirando hacia atrás, sabía
que podía haber manejado todo diferente, pero hice lo que creía que tenía que hacer
entonces.

—Le dije que estabas regresando. Estaba muy emocionado por eso. Quiere
verte cuando estés lista. —Miranda hizo una pausa—. Espero que estés bien con
eso. Él era tu amigo.

—Estoy bien con eso. —Y una vez que lo dije, descubrí que lo estaba—. Todos
debemos juntarnos esta semana para cenar o algo así.

—¡Oh! Eso será perfecto. —Bebió de su té—. Mis tardes, fines de semana y
veranos están libres.

—Excepto cuando estás haciendo planes de lecciones, trabajando horas extras


haciendo tutorías, o cuando trabajas medio tiempo durante el verano porque estás
preocupada de ser despedida —corregí.

—Eres una aguafiestas. —Miranda me lanzó una brillante sonrisa blanca—.


Ay, la vida de una maestra.

Miranda había estado enseñando en nuestra antigua preparatoria por dos años.
Le tomó todo ese tiempo encontrar una posición permanente de tiempo completo.
Irónicamente, ahora era compañera del maestro de gimnasia por él cual se nos
había caído la baba todos esos años atrás. De acuerdo con Miranda, el entrenador
Donnie Currie seguía siendo caliente como el infierno.

La vida era extraña.

Hablando de cosas extrañas, mi pensamiento fue de vuelta al oficial de policía


quien llegó esta mañana. —¿Quieres escuchar algo extraño?

—Me encanta lo extraño. —Miranda terminó su té—. Bueno, nada de la


mierda extraña paranormal. Como si viste un maldito fantasma en este lugar
anoche, no quiero oír sobre ello, porque me gustaría volver a dormir.

Solté una carcajada. —Sí, no. No es ahí a donde iba mi oración.


—Está bien entonces. —Movió su muñeca grandiosamente—. Por favor
continua.

—Gracias por tu permiso. —Arqueé una ceja cuando Miranda me miró con los
ojos entrecerrados—. El oficial que vino esta mañana, él se veía… Miranda, él se
parecía mucho a él.

—¿Él? —susurró mientras sus labios se abrían—. Como en el… ¿el Novio?

—Espera. ¿Qué? Oh Dios mío. —Mi estómago cayó a mis rodillas—. No me


refiero a él. Quiero decir que el oficial se parecía a Cole.

—¿Cole? —Su voz cayó incluso más bajo.

—¿Lo recuerdas? —pregunté, mis dedos apretándose en mi vaso—. Sé que no


hemos hablado sobre él desde hace mucho tiempo, pero…

—¡Por supuesto que lo recuerdo! —Se sentó Miranda derecha—. Recuerdo


cada tipo extraordinariamente caliente.

—Él era extraordinariamente caliente —contesté melancólicamente.

—No tan caliente como Idris Elba.

—Verdad. —Me reí.

—De vuelta al oficial. ¿Él se parecía a Cole? ¿No era Cole un policía? —
Miranda volvió a concentrarse.

—Él era un ayudante, pero obviamente no era Cole. El oficial era demasiado
joven, pero había un extraño parecido. Al menos para mí. Mamá no dijo nada,
pero tal vez no lo vio. —Me moví en la silla, sabiendo que probablemente no
debería preguntarme por lo que estaba preparándome—. ¿Tú sabes… sabes si él
sigue por aquí?

—Sé quedó en la universidad, pero no tuve ninguna clase con él después de


economía. Y él preguntó por ti a menudo y fue bastante persistente, pero… también
sabes cómo fue eso. —Miranda apartó una trenza de su mejilla—. No lo he visto en
años. Estoy bastante segura que ya no es un ayudante, al menos aquí.

—Oh. —Un extraño movimiento de torsión iluminó mi pecho. Se sentía como


una decepción. Que no tenía sentido. No como si volviera a casa esperando
reavivar un romance de hace una década. Probablemente, Cole había desaparecido
desde hacía mucho tiempo, casado con un montón de niños. Al menos lo merecía,
un final feliz para siempre. Él era un buen chico; del mejor tipo.
Miranda me miró fijamente con atención como lo había hecho cientos de
veces, viendo a través de mí. —¿Todavía tienes su teléfono? Probablemente sea el
mismo. Las personas no cambian sus números.

—No tengo su número. Cuando cambié el mío, perdí todos los contactos —
admití, un poquito avergonzada por ese pequeño hecho—. E incluso si lo tuviera,
no le llamaría.

—Cobarde.

Me reí. —Vamos; llamarlo después de diez años sería súper extraño.

—Tú puedes solo revisar en Facebook y ver si tiene alguna cuenta. —Hizo una
pausa, sus labios se alzaron en las esquinas—. Has revisado si tiene una cuenta, ¿o
no?

Calor salpicó a través de mis mejillas. —Tal vez lo he hecho.

Miranda esperó.

—Está bien. Bien. Lo que sea. Lo hice hace tiempo. Nunca pude encontrarlo.

—Interesante —murmuró Miranda.

En realidad no. Solo un poco triste y un poco patético.

Miranda se quedó un poco más, yéndose cuando la hora del servicio de cena
iba a comenzar. Solo tenía el tiempo suficiente para cambiarme en unos pantalones
de mezclilla. Las sandalias y el suéter permanecieron, y tomé unos minutos extras
para aplacar mi cabello, pasar un cepillo a través de mis ondas y ponerme algo de
labial.

Todos los huéspedes estaban asistiendo a la cena, así que nosotros nos
mantuvimos constantemente en movimiento. Cuando el último huésped se llenó,
eran cerca de las ocho, y en todo lo que podía pensar era poner mi rostro en mi
cama. Con la esperanza de dormir más de cuatro horas.

Con todos los platos fuera de las mesas y los manteles reemplazados, yo estaba
reemplazando las velas en la mesa con unas sin encender cuando mi mamá regresó
al comedor.

—¿Tuviste oportunidad de cenar algo? —preguntó ella.

—Sí —respondí con una suave risa. Mamá. Siempre siendo mamá—. Agarré
algo del pollo. Algo temerosa por mi vida cuando James me atrapó.
—Él es un poco áspero alrededor de los bordes. Recuerda eso. —Tomando dos
pequeñas velas de mí, ella las puso en el candelabro de cristal—. Pero es un maldito
buen cocinero y amo cuando…

Cuando ella no continuó, miré hacia ella viéndola reemplazar la última vela en
la mesa cerca de la chimenea. La expresión de mi mamá era extraña. Como si ella
fuera atrapada entre morir y hacer un baile de felicidad. Y la había visto hacer un
baile de felicidad. Rodillas arriba. Brazos afuera. Eso era algo más.

Su mirada estaba fija en algo más allá de mi hombro cuando ella dijo: —Oh
Dios mío…

Sus cejas se juntaron, me giré y todo, todo, se detuvo. El mundo entero se fue a
un punto muerto. Mi corazón trastabilló, posiblemente incluso se detuvo. De
verdad. Levanté mi mano, presionando la palma en el centro de mi pecho.

Un fantasma del pasado parado frente a mí.

Era Cole Landis.


Traducido por Mariela

Hay una buena oportunidad de que este alucinando. Tal vez me alcé sobre el
brazo de la silla, caí y me golpeé la cabeza en la chimenea de piedras de río. Eso
parecía más posible que Cole estuviera realmente de pie en frente de mí.

Pero no he golpeado mi cabeza con nada.

Él realmente estaba ahí, y era increíble, y oh mi dulce Jesús, los años habían
sido de forma extraordinaria en él.

Estaba atrapada en su rudo atractivo.

Se había ido el guapo muchacho al cual me había aferrado a su rostro la última


vez que lo vi. En su lugar había pómulos afilados y ojos azules inclusive más
penetrantes detrás de esas espesas pestañas. La orgullosa, arrogante línea de su
nariz estaba ligeramente torcida ahora, como si hubiera sido rota en algún punto.
Esos labios de… oh dulce Señor, esos labios seguían siendo llenos. La dura línea de
su mandíbula estaba cubierta con un rastrojo, añadiéndole la rudeza de su
impresionante rostro. Su cabello castaño claro zumbaba en un desordenado
desvanecimiento, un poco más largo de lo que lo recordaba.

Él estaba… más, uh, definido.

Sus bíceps estiraba el gastado algodón de la camisa de franela roja que llevaba.
Las mangas estaban enrolladas hasta los codos, revelando fuertes antebrazos. La
franela estaba desabrochada y por debajo estaba una camiseta blanca. Su cintura
era recortada y no había ningún atajo a la imaginación para saber que debajo de la
camisa llana no había nada más que plano.

—Realmente eres tú —declaró él.

Mi mundo se detuvo por segunda vez. Su voz. Oh Dios mío, su voz se había
profundizado y era más áspera, más rasposa, pero era su voz.

—No lo creí —Cole avanzó hacia adelante y cada músculo de mi cuerpo se


congeló—. Una parte de mí ni siquiera quería creer en caso de que él estuviera
equivocado, pero no lo estaba. Eres tú.
Todo lo que podía hacer era mirarlo fijamente mientras mi corazón golpeaba
en mi pecho como si estuviera intentando hacer su camino para salir. Sé que
necesitaba lograr que mi lengua funcionara, pero estaba conmocionada en el
silencio.

Desafortunadamente, mi mamá no lo estaba.

—Bueno, esto es una sorpresa —dijo ella, anunciando lo obvio— ¿No es así,
Sasha?

Asentí lentamente mientras Cole me miraba fijamente con esos pálidos ojos.
Mi garganta se secó. Realmente necesitaba decir algo, pero estaba pensando en mi
pesadilla de la noche anterior, de la última vez que lo vi.

—Habría llamado a la posada primero. —La mirada de Cole se movió a mi


mamá brevemente antes de volver a mí con una intensidad que causaba que mi
cuerpo entero se calentara. Siempre había sido así. Él tenía ese poder con solo una
mirada. Podía mandarte corriendo en la dirección opuesta o tirar de ti como un
imán—. Pero me imaginé que no llamar era una mejor avenida que tomar.

Inhalando una afilada respiración, entendí lo que estaba diciendo. Él pensó que
si sabía que él venía, yo no estaría aquí, y lo que era triste, yo no podría decir si eso
era cierto o no. Darme cuenta de eso me sacó del estupor. —¿Cómo supiste que
estaba de regreso?

Los ojos de Cole se ampliaron ligeramente y esos expresivos labios llenos se


separaron, y parecía que ahora él era quien estaba en silencio.

—Bueno. —Mamá aclaró su garganta—. Me voy a ir… a hacer cosas —dijo y


luego se giró, apresuradamente deslizándose a través de la puerta.

Ninguno de nosotros nos movimos.

Solos y juntos por primera vez en una década, nos miramos él uno al otro. La
última vez que nos vimos, él me besó. Me llamó nena y dijo que estaría esperando
por mí. Nunca lo llamé. Nunca llegué a casa para hacerlo.

Fue Cole quien habló primero. —Derek me dijo que estabas en casa.

¿Derek? Tomé un momento para recordar quien era. —¿El policía de esta
mañana?

—Sí. —Me estaba mirando como si nunca hubiera esperado verme


nuevamente, como si él tuviera la esperanza de hacerlo pero no tuviera mucho
lugar para mucha fe en esa esperanza—. Él es mi primo.
Bueno, eso explica por qué pensé en él cuando vi a Derek esta mañana. Su
familia estaba golpeando algunos genes poderosos. Pero no sabía porque
inmediatamente llamó a Cole.

O porque él estaba aquí.

—¿Y él te llamo sobre… sobre mí? —pregunté, cruzando los brazos sobre mi
cintura. Fue ese momento cuando recordé que estaba vistiendo un suéter que me
aumentaba cerca de diez kilos. Agradable. Al menos me cepillé mi cabello antes.

Cole asintió, comenzó a avanzar hacia adelante nuevamente, pero se detuvo.


—¿Tienes tiempo para platicar?

Abriendo mi boca, me detuve a mí misma a medio segundo antes de decir no.


Ese fue mi primer instinto. Cortar la comunicación con él, porque eso era lo que
había hecho antes, lo que hice cuando me sentí incluso lo más mínimo confrontada
con mi pasado.

Pero Cole no era el chico malo.

Él nunca había sido el chico malo.

Dejé salir una exhalación temblorosa y luego pase la punta de mi lengua sobre
mi labio inferior. —Está bien. Quiero decir, sí. Tengo tiempo. —Le hice una seña
hacia el área abierta con una mano temblorosa—. Podemos sentarnos ahí.

—Perfecto. —Su mirada permaneció en mí por un momento, lo


suficientemente largo para hacer que mis mejillas se sonrojaran, y luego se giró.

Tantas preguntas rozaron la superficie mientras caminamos fuera, hacia la sala


de estar. ¿Él todavía vive aquí o condujo hasta acá? ¿Era todavía un policía o llegó
al nivel federal, como lo planeaba en la universidad? ¿Se casó y tiene hijos?

Mi corazón seguía corriendo mientras hice mi camino a la antigua silla cerca


de la chimenea. Mientras él se sentó enfrente de mí, mi mirada cayó a su mano
izquierda. No tuve la intención. No tuve el control sobre ello. Me centré en su dedo
anular. No tenía anillo matrimonial o indicativo que fuera recientemente removido.

Mi estúpido corazón hizo su versión del baile de la felicidad de mamá.

Está bien. Realmente necesitaba no estar preocupada por nada de eso, porque
ese era un extremo caso de poner al carruaje antes del caballo.

Cole revisó el área de estar. —Este lugar realmente ha cambiado. —Su mirada
se centró en mí—. No he estado aquí desde… bueno, desde que te fuiste.
—Yo tampoco. —Mentalmente maldije. Por supuesto no he estado aquí. Él
sabía eso. Yo estaba agotada. Sentada frente a frente era casi demasiado abrumador.
Parte de mí quería levantarse y correr. La otra mitad estaba curiosa… y
emocionada. Mi estómago se sumergió de nuevo.

Demasiado excitado.

—¿No volviste ni siquiera una vez? —preguntó, frotándose la palma de su


mano sobre su esternón.

Inhalando profundamente, negué con la cabeza. —No. Mi madre me visitó.


También lo hizo Miranda.

—Miranda. —Las comisuras de sus labios se inclinaron y luego rápidamente se


enderezaron—. La recuerdo. Es bueno saber que sigues en contacto con ella.

En realidad sonaba como si dijera eso, y me pareció extraño pensar que había
desaparecido de él. No podría culparlo si abrigaba resentimiento. No había hecho
nada malo y yo… bueno, yo era un desastre.

Comencé a responder, pero no podía creer que él en realidad estaba sentado


enfrente de mí. Esas gruesas pestañas se alzaron, y nuestras miradas colisionaron.
Rápidamente desvié los ojos, enfocándome en su hombro mientras junté mis
manos. —Entonces, um, ¿por qué Derek te contactó?

Él dejó caer su mano al brazo de la silla mientras él reía o tosía bajito. No


estaba segura. —Derek era joven entonces, pero él sabía que tú y yo salíamos. Se
acordó de quién eras.

—Oh —susurré, cambiando mi atención a la chimenea. Mirarlo era… Dios,


era difícil, tan difícil. Él representaba un futuro que nunca llegó a buen término.

—Recordó cuanto me interesabas —continuó él—. Todos en mi familia lo


sabían.

Vaya.

Guau.

Él solo lo puso justo ahí.

El gas creo llamas ondulantes detrás del cristal mientras intenté averiguar en
cómo responderle. Suponiendo que no sería genial para mí admitir que intenté
acecharlo en Facebook una o veinte veces sin éxito durante los años, decidí que era
momento de cambiar de tema. —Así que, ¿es policía como tú? —Miré a Cole,
encontrando que me estaba mirando intensamente. No estaba segura si él habría
retirado su mirada de mí por más de unos segundos—. ¿O ya no eres un policía?

—Ahora trabajo en el FBI —explicó.

Mi sonrisa no fue forzada mientras se extendió por mi rostro. —Eso era lo que
querías. Felicidades.

—De vuelta a ti. —Deslizó una mano con dedos largos a través del brazo del
sofá—. Finalmente estás haciendo lo que siempre planeaste.

Parpadeé, sacudida por el hecho de que recordara este pedazo de información


sobre mí. —Sí. Yo… lo estoy. —Nuestros ojos se encuentran nuevamente, y solté
una carcajada—. Lo siento. Solo… no te esperaba.

—Eso es entendible. Probablemente podría haber esperado un día, pero cuando


Derek me dijo que estabas aquí… —Dejó él las palabras suspensivas, hundiendo su
mandíbula mientras miraba hacia mí arriba a través de sus pestañas—. No quería
esperar. Tenía que verte. Después de tanto tiempo, tenía que ver que realmente…
estas bien.

Ver si estaba bien.

Oh hombre, mi corazón se hundió y se desinfló al mismo tiempo, e incluso no


sé qué hacer con esas emociones conflictivas. Su preocupación era dulce como un
cálido día de primavera y era sofocante como una manta picante.

—Te ves increíble —dijo él, y luego rio mientras mis ojos se abrieron—. ¿Eso
fue incomodo? No me importa. Es la verdad. Eres tan hermosa… no, más hermosa
de lo que recordaba.

Todo en mi rostro quemó cuando mis labios se separaron.

—¿Estás involucrada con alguien? —preguntó, cogiéndome con la guardia


baja—. Eso también salió de la nada, ¿eh?

—No —respondí sin pensar—. Quiero decir, no estoy viendo a nadie.

Su sonrisa de respuesta fue lenta, y maldita sea, hizo que mi pecho picara de la
manera más deliciosas. —Yo tampoco.

Lo adiviné antes cuando comprobé su dedo anular. —Gracias… por el


cumplido. —Me dolían los dedos de cuán fuerte apretaba mis manos—. Luces
increíble también. Mejor que antes. —Hice una mueca—. Quiero decir, antes
también te veías bien pero ahora… Solo voy a parar.
Esa media sonrisa apareció y sus ojos azules se calentaron. —No te detengas
por mí.

Necesitaba parar, reenfocarme. —Um, ¿así que todavía vives en los


alrededores?

Él asintió. —Sí. En Falling Waters. Tengo una casa ahí.

—Eso está bien. —Y lo dije en serio, pero un segundo después, me quedé sin
saber qué decir. Hablar con Cole nunca había sido difícil, no en el pasado, pero
ahora encontré mis palabras rígidas y cautelosas. Simplemente no sabía que decir o
hacer.

Cole no pareció darse cuenta. —¿Está todo bien con tu auto? Derek me dijo
que tus ventanas fuero quebradas.

—Llame a la compañía de seguros y enviarán a alguien. Van a cubrir todo. —


Hice una pausa, mirando hacia abajo a mis manos. Mis nudillos estaban
blanqueados—. Fue tan extraño. Rompieron las ventanas, pero no se llevaron mi
computadora portátil, que estaba justo en el asiento trasero.

—Suena como unos pocos chicos con mucho tiempo en sus manos —contestó
él.

—Eso es lo que tu primo dijo —murmuré, levantando mi mirada.

Su pecho se alzó con una respiración profunda. Varios segundos pasaron. —


¿Estás bien, Sasha? ¿Realmente bien?

Oh Dios, aquí estaba nuevamente. Esa pregunta. La pregunta que todos lo que
me conocían siempre terminan preguntando, y escucharla de Cole era lo que había
evitado estos últimos diez años. Que era obviamente porque él estaba aquí. Mi
columna vertebral se puso rígida. —Sí, estoy bien.

Esos ojos se movieron sobre mi rostro como si estuviera memorizando cada


centímetro. Otro estiramiento tenso de silencio se extendió entre nosotros, y me
preguntaba si incluso creía en mi respuesta. ¿Cómo podría estar bien? Yo sabía que
algunas personas no podían entender cómo podría estar bien después de lo que
había sucedió y me trataron como si fuera una especie de criatura rota. Fue por eso
que nadie que conocía fuera de este estado nunca supo de mi pasado.

—He pensado sobre esa noche. —Su voz cargaba un gran peso—. Mucho.

—Cole…
—Debí haberte encaminado a tu auto esa noche —continuó, su mirada
inquebrantable—. El malditamente mayor arrepentimiento de mi vida allí.

Oh Dios.

Inclinándome, me presioné en el respaldo de la silla. Quería huir de la


habitación, de lo que decía, pero ya era demasiado tarde. Sus palabras se quemaron
en mi cerebro, y no las quería ahí.

—No debes sentirte así —dije apretando mis manos—. Lo que pasó no fue…

—No fue culpa mía. No hice lo que él hizo. Lo sé. —Exhaló pesadamente—.
Eso no cambia el hecho que debí haberte encaminado a tu maldito auto. Todos
sabíamos lo que estaba pasando y…

—Y si no me hubiera atrapado esa noche, me habría atrapado después. —Los


finos cabellos de mi nuca se alzaron. Había pasado tanto tiempo desde que había
hablado de ello—. Y todos sabemos que lo habría sido… —Mi respiración se
enganchó en mi garganta—. Me había estado observando. Como había observado a
todas las demás. A la larga me habría atrapado.

Cole rompió el contacto visual entonces y su voz fue baja cuando dijo—: Sí.

Incomoda, me moví en mi asiento. —Estoy… feliz de ver que te va bien, pero


es tarde y ha sido un día muy largo.

—Está bien. —Los ojos de Cole vinieron a mí—. Pero tengo una pregunta más
para ti.

Esperé, preparada para tomar el vuelo tan pronto como pueda.

—¿Tendrías una cena conmigo?

Mi mandíbula se abrió. Está bien, eso no era lo que yo estaba esperando.

—Quiero ponerme al corriente contigo, pero entiendo que es un poco tarde y


que te sorprendí. Así que, tal vez podamos recomenzar nuestra conversación
cuando hayas tenido un poco de tiempo para prepararte.

Dios, olvidé cuan directo al punto era Cole.

—¿Qué piensas? —persistió cuando todo lo que hice fue mirarlo fijamente.

—Yo… no sé sobre eso —susurré, casi inmediatamente lamentando mi


respuesta. Tome una profunda respiración mientras parte de mi mente alzó sus
brazos en desacuerdo mientras el otro aplaudía en aprobación. La cena con Cole no
era una buena idea. Aparte de que él necesitaba ver que estaba sana en mente y
cuerpo, no entendía por qué querría hacerlo.

Un lado de sus labios se alzó. —Tengo que admitir, no me sorprende oír eso.

Arqueé una ceja. —¿Y por qué es eso?

Inclinó la cabeza hacia un lado y pasó un momento. —Ha pasado mucho


tiempo, ¿verdad?

—Sí, pero… —Pero eso no era la respuesta, ¿o lo era?

Cole me estudió de la manera intensa que era familiar pero diferente ahora. —
Está bien.

Confundida, hice lo que sentía como lo había estado haciendo desde que lo vi
en el comedor. Simplemente me quedé boquiabierta.

Se dirigió hacia mí, deteniéndose justo antes de que sus rodillas tocaran las
mías. Nuestras miradas se engancharon y mi aliento quedó atrapado. —Te voy a
dejar mi número. —Levantó las caderas hacia un lado y sacó su cartera. Una tarjeta
de presentación apareció—. Este es mi teléfono celular personal y este es el celular
del trabajo. Cambias de forma de pensar, me llamas. En cualquier momento.

Desenganchando mis dedos, me estiro para tomar su tarjeta, nuestras manos se


rozaron. Tragué un suave jadeo mientras una suave sensación cálido escalofrío
irradió hacia arriba por mi brazo. Siempre había sido así, una combustión eléctrica
cada vez que nos tocábamos, por muy casto que fuera el gesto. Sorprendida ni
siquiera podía cubrir como me sentía cuando me di cuenta de que eso todavía
estaba allí, al menos para mí.

—¿De acuerdo? —preguntó con suavidad.

—De acuerdo —repetí.

—Bien —Cole se levantó y luego estaba justo allí, con las manos plantadas en
los brazos de la silla, enjaulándome. Bajó la cabeza y un momento después, sentí el
roce de sus labios contra la curva de mi mejilla, el tacto suave y rápido. —Me
alegro que hayas regresado —dijo y cerré los ojos ante la oleada de desordenadas y
húmedas emociones—. Llámame, Sasha. Estaré esperando.
Traducido por Carilo

—¿Le dijiste a Cole que no? —Miranda sonó como si acababa de decirle que el
Fantasma de la Navidad Pasada me visitó el sábado por la noche—. ¿Estás
completamente fuera de tu maldita mente?

Había muchas probabilidades de que lo estuviera, porque casi dos días después
una parte de mí se preguntaba si imaginé la repentina aparición de Cole.

Excepto la tarjeta de visita, que observaba obsesivamente cada vez que estaba
en mi apartamento, demostraba que estuvo aquí.

—No lo sé —dije con un suspiro, cogiendo una almohada—. Estaba tan


sorprendido por su aparición.

Miranda me miró tirar la almohada. Era lunes y venía directamente de la


escuela tan pronto como pudo. Se suponía que íbamos a cenar esta noche con
Jason, encontrándonos en uno de los restaurantes de la calle.

—Puedo entender eso, especialmente después de que estuviéramos hablando de


él, y ¡poof! Está frente de tu rostro

Más o menos así era como lo sentí.

—Pero este es Cole —continuó ella mientras tomaba el sucio trapo del suelo y
lo envolvió—. Eras todo acerca de Cole, Sasha.

—Eso fue hace diez años —señalé mientras me seguía hacia el pasillo.
Deteniéndome, cerré la puerta detrás de nosotras—. Eso fue hace mucho tiempo.

—¿Así que? Dame una buena razón por la que no puedes salir a cenar con él.
—El desafío en lo que consideré su voz de profesor, que era un combo
impresionante con su suéter negro recatado y pantalones ajustados.

Fácil. —No he venido a casa para entrar en una relación.

Puso el blanco los ojos oscuros. —¿Y Cole invitándote a salir a cenar para
ponerte al día significa una relación contigo?

Le lancé una mirada mientras iba por el pasillo. —Sabes a lo que me refiero.
—Sí, ya sé a qué te refieres. —Entramos en la lavandería—. ¿Pero sabes qué?
Tienes razón. No has vuelto a casa para encontrar a un tipo, aunque ese tipo esté
muy caliente y te dijera que pensaba que eras hermosa —dijo mientras yo metía la
ropa en la lavadora y tomaba el detergente—. Viniste a casa para empezar a vivir tu
vida.

Mi mano se sacudió al verter el detergente en la lavadora. Viniste a casa para


empezar a vivir tu vida. Ella tenía razón, así que es mi maldito derecho. La odiaba
cuando tenía razón.

Cerré la puerta de la lavadora. —Voy a cenar contigo y Jason esta noche...

—Y eso es increíble. Sé que verlo va a ser difícil para ti —dijo Miranda—. Pero
tienes que intensificar tu juego. No puedes volver a casa y vivir a la sombra del
pasado.

—Además del hecho de que llegué a casa, como hace unos días, lo estoy
intentando.

Miranda plantó las manos en las caderas. —Lo sé, pero creo que intentarlo con
más fuerza significaría que tomarías a la oferta de Cole... y ¿por qué estás haciendo
esto ahora mismo? Verte lavar me hace sentir que debo ayudar o algo así.

Sonreí cuando encendí la lavadora. —Ya he terminado ahora.

—Gracias a Dios —murmuró—. Mi estómago está a punto de comerse y yo


estaba a punto de doblar algunas de esas toallas por allí.

Riendo, la llevé fuera de la lavandería. Nos dirigimos por la estrecha escalera y


cuando llegamos a la cocina, se formaron diminutas bolas de nervios en mi
estómago. —¿A qué hora debemos encontrara a Jason?

—Dentro de unos veinte minutos. —Puso su mano Miranda en mi hombro y


apretó—. Te lo pasarás bien.

Arreglé el dobladillo del suéter al que había cambiado antes de que Miranda
apareciera. —¿Parezco que no voy a pasarlo bien?

—Te ves un poco pálida. —Sonrió ella débilmente—. Como si tuvieras que
sentarte.

—¡Oh! —murmuré cuando salimos al frente de la posada. La oscuridad se


alzaba más allá de los paneles de vidrio de la puerta principal. El sol ya había caído.
—Tu cabello parece increíble. Es tan bonito cuando está abajo. —Miranda me
guiñó un ojo cuando la miré—. Está bien estar nerviosa. No has visto a Jason en
una década.

—No es solo verlo. Quiero decir, estoy un poco nerviosa. —Me acerqué a la
silla cerca del escritorio y me senté—. No he estado en un restaurante en este
pueblo en mucho tiempo. Ni siquiera he salido en público.

—Le dije antes que nadie ni siquiera le prestarían atención —anunció mamá—.
Que no tiene nada de qué preocuparse.

Miré hacia arriba para ver a mamá bajando por la escalera principal, su mano
arrastrándose a lo largo de la barandilla. —Sé que no tengo nada de qué
preocuparme y estoy siendo irracional, pero déjame tener mi irracionalidad.

Miranda arqueó una ceja en dirección a mamá. —¿Qué sobre que eso no tiene
sentido?

—Lo que sea —murmuré, revisando el teléfono. Ningún mensaje—. Podría


beber una botella entera de vino con la cena.

—No tengo ningún problema con eso. Estoy conduciendo. —Sonrió Miranda
—. Además, el lugar esta como a una milla, si eso, bajando la calle, así ambas
podemos beber y tropezar nuestro camino de regreso aquí.

—Suena como un plan —digo mientras busco dentro del cajón y saqué mi
bolsa. Revisé mi teléfono, asegurándome de que tuviera una buena duración de
batería—. También es bueno si quiero irme y puedes...

—Primero, no vas a querer irte hasta que hayas terminado el grueso y jugoso
rib eye que sirven y ordenado su pastel de lava de chocolate —dijo Miranda, y mi
estómago gruñó anticipadamente—. En segundo lugar, si quieres salir de allí
temprano, me voy a ir contigo.

—No, va a querer irse. —Mi mamá se apoyó contra el escritorio—. Va a ir,


comer ese filete, el postre, beber el vino, y disfrutar.

Respirando hondo, sonreí mientras mi mamá me miraba como si pudiera


convertir su fe en el núcleo mismo de mi ser. El nerviosismo que sentía era
comprensible, pero era el borde afilado de la inquietud que sabía un poco como el
pánico. Ese sentimiento había estado construyéndose todo el día, y era ridículo. Era
irracional, y lo sabía totalmente. Por eso iba a salir esta noche como una persona
normal y bien adaptada, de veintinueve años.
—Quiero que me hagas un favor —le dijo mamá a Miranda mientras me
paraba, deslizando la correa de mi bolsa por el antebrazo—. Convéncela a que
llame...

—Mamá —le digo.

—… a Cole —terminó, ignorándome—. Porque no puedo creer que mi hija


tenga el número de teléfono de ese hombre y no está haciendo esa llamada
telefónica.

Oh Dios mío.

Los ojos de Miranda brillaron. —Así que, ¿estaba muy caliente entonces?

—Oh sí. Estoy medio tentada de conseguir esa tarjeta y llamarlo yo misma —
dijo mamá—. Deberías haber visto cuán maduro, Miranda. Ese muchacho es ahora
un hombre.

Oh Dios mío.

Miranda se río en voz alta. —Realmente necesito ver cómo luce ahora.

Suavizando una mano sobre su cabello, mamá asintió. —Oh, sí, tienes que
verlo. Llevaba esta camisa de franela, y aunque eso no es un atractivo artículo de
ropa para la mayoría de los hombres…

—Basta ya. Es hora de irnos. —Rodeé el escritorio y besé la mejilla de mamá—


. ¿Necesitas algo mientras estoy fuera?

—Solo que lo pases bien —contestó ella.

Me aparté, sonriendo. Maldita sea, tenía tanta suerte de tenerla como mi


mamá. Tanta maldita suerte. Diciendo adiós, seguí a Miranda hacia el frío aire de
la tarde. Su Volkswagen Jetta rojo estaba estacionado donde el mío había estado
antes de que alguien decidiera que necesitaba una renovación de cristales. Después
de que el agente de seguros salió, pensé que mi auto volvería a ser como debería al
final de la semana.

Subir al auto de Miranda era como retroceder al pasado. Yo en el asiento del


pasajero. Su auto olía a manzanas crujientes gracias a los difusores de olor. Miré
por encima de mi hombro mientras rodeaba el frente del auto y sonreía. Una
semana entera de cardigans y ponchos cubría el asiento trasero.

Justo como antes.


Miranda estaba extrañamente tranquila mientras salía de la calzada y se paraba
al final de trayecto. —Sabes que te estamos dando un tiempo difícil sobre la cosa de
Cole, ¿verdad? —dijo, y miré hacia arriba. Sus ojos se entrecerraron mientras se
concentraba en el camino—. Por supuesto que a tu mamá y a mí nos encantaría
verte volver a conectar con él, pero entendemos por qué dudas.

Tragué saliva mientras asentí. —Lo sé.

—Ya sé que has salido —dijo Miranda, y hubo una larga pausa antes de
continuar—: pero también sé que nunca permitiste realmente que esas relaciones
fueran a ninguna parte seria.

Regresando la mirada a la carretera, mordí el interior de mi mejilla mientras


Miranda salía al tráfico. Había salido y esas relaciones progresaron al sexo. La
primera vez después... después del Novio en mi último año escolar en el Florida
State, y fue un desastre… fui un completo lío emocional después, pero los
enganches se desvanecieron a medida que los años avanzaron. Miranda tenía
razón. Las citas nunca fueron realmente más allá de un mes. No estaba segura de
por qué.

—Pensé en la oferta de Cole todo el día de ayer y la mayor parte de hoy —


admití.

Lo pensé tanto que me estaba volviendo un poco loca, pero ver a Cole me
desorientó. Verdaderamente, pensar en él no era algo nuevo, pero la idea de hablar
con él, verlo de nuevo, era un sueño imposible, una pequeña fantasía tonta que me
entretenía a altas horas de la noche cuando no podía dormir.

Y cuando dejaba que mi mente vagara allí, me imaginaba que hablaríamos de


nuestras carreras y descubriríamos que todavía teníamos una conexión. Me besaría
y yo no... no pensaría en él. En otras versiones, nos encontraríamos y él estaría
felizmente casado con niños, y yo estaría triste pero satisfecha que estaba
haciéndolo bien. Nunca fue una posibilidad real, y ahora que lo era, cuando había
una oportunidad de hablar sobre nuestras carreras y lo que los últimos diez años
significaron para nosotros, no podía envolver mi cabeza en torno a él.

—¿Y? —preguntó cuándo no continué.

Me recosté en el asiento. —Y... parte de mí, una parte muy grande, quiere
cenar con él.

Miranda no respondió de inmediato cuando llegamos al primero de los que


parecían quinientos semáforos. —¿Pero?
—Pero... —Arrastré los dedos sobre la correa de mi bolsa—. Pero... demonios,
era tan difícil incluso terminar la idea, pero Cole me asustaba. Me había asustado
cuando nos conocimos, porque nunca había sentido nada parecido a lo que tenía
cuando simplemente me miraba. Como si no hubiera nadie más en el mundo y solo
me viera a mí. Cuando hablamos, nunca nos quedábamos sin cosas que decir, y
¿cuándo me beso? Todavía recordaba lo loca que me hacía sentir con solo un beso,
como si estuviera encendiendo cada célula de mi cuerpo en llamas. Estar con Cole
me hizo sentir como si estuviera en el borde de un acantilado, más que dispuesta a
caer. Nunca sentí algo así de nuevo. Ni siquiera una pizca.

Él me aterrorizaba.

Porque simbolizaba todo lo que debería haber tenido pero no lo fue.

No podía admitirlo en voz alta, porque tenía miedo de no explicarlo


correctamente. —No lo sé —dije finalmente, aliviando mi agarre—. Tal vez lo
llame.

—Tal vez —murmuró ella, pero era obvio que no me creyó.

***

El asador no estaba aquí cuando vivía acá y estaba sorprendentemente lleno


para el centro notoriamente vacío. Nuestra mesa estaba en la parte de atrás de la
estrecha primera planta, una zona de asientos poco iluminada cerca de una escalera
que conducía a la segunda planta comedor privado que dudada veía un montón de
acción.

La piel a lo largo de la parte posterior de mi cuello hormigueó cuando nuestra


camarera, una mujer rubia en sus veinte años, vertió agua en los vasos. Se presentó
como Liz. Nadie parecía estar prestando atención a nosotros, así que ignoré la
sensación, y me dije a dejará de ser estúpida.

Miranda miró su teléfono. —Jason deberá estar aquí en cualquier momento.

Deslizando mis dedos bajo mi cabello, me froté la nuca mientras miraba a mi


alrededor. Había una mesa de hombres con trajes de negocios en la esquina. Todos
de mediana edad. Ninguno me parecía familiar. Todos se concentraban en el
hombre de cabello oscuro en la cabecera de la mesa. Quienquiera que fuese, daba la
impresión de ser importante. —El lugar es realmente agradable.

—Abrió hace unos tres años —dijo Miranda, mirando el menú—. Ha durado
más tiempo que la mayoría de los restaurantes sin cadena.
—¿Vienes aquí a menudo? —pregunté mientras el hombre miraba hacia la
mesa. Nuestras miradas conectaron. Sus ojos se abrieron de par en par cuando
extendió la mano y ajustó su corbata roja. Atrapada mirándolos fijamente, aparte la
mirada.

Ella negó con la cabeza mientras le daba vuelta al menú. —No realmente, pero
ahora que estás de vuelta y vives tan cerca, planeo hacer que nos encontremos aquí
por lo menos una vez a la semana después del trabajo.

Sonreí mientras levantaba la vista de nuevo. Incapaz de concentrarme en el


menú, mi mirada se deslizó a través del restaurante y pasó junto a un hombre alto
que llevaba camisa de vestir blanca y abrigo oscuro, y luego me devolvió la mirada.
Mis cejas se levantaron cuando lentamente baje la mano a la mesa.

Me llevó un momento, pero reconocí al hombre que caminaba hacia nosotros.


Su cabello era más oscuro y no llevaba gafas, pero era el rostro de niño lindo todo
crecido.

—¿Jason? —Me aparte de la mesa.

Sus labios se dividieron en una sonrisa mientras me levantaba. —Sasha, mírate.

La emoción bloqueo la garganta cuando salí. No esperaba sentir tanto al verlo,


pero cerré los ojos cuando envolví mis brazos alrededor de él. Se tensó un poco y
luego me abrazó rígidamente.

Oh hombre, ese era Jason. Siempre todo tipo de torpe, incluso cuando me
confortó mientras lloraba la última vez.

—Te ves genial —dije, retrocediendo mientras lo miraba—. ¿Sin gafas?

—Laser —dijo, agachando la barbilla—. Y te ves increíble, Sasha. Los años


han... han sido amables contigo.

Me reí cuando retrocedí a mi silla, sintiéndome un poco tambaleante en las


rodillas. —Gracias.

—¿Por qué no me das un abrazo? —Hizo una mueca Miranda.

Jason se echó a reír mientras se quitaba la chaqueta y la colocó sobre el


respaldo de su asiento. Su cuerpo era alto y rígido y eso no había cambiado. —Tal
vez porque te veo como dos veces por semana y no he visto a Sasha en una década.

—Lo que sea. Debería tener un abrazo cada vez que me veas.
Negó con la cabeza mientras cruzaba las manos sobre la mesa. Mi mirada cayó
y vi un destello de una banda de oro. ¿Estaba casado? Sus ojos castaños se
asomaron por mi rostro. —Casi no puedo creer que estés aquí sentada. Guau. Ha
pasado mucho tiempo.

—Lo ha sido. —Me moje el labio, decidiendo que necesitaba superar la parte
difícil—. Solo quiero decir que siento la forma... por la forma en que dejé las cosas
después de todo lo que pasó. Eras mi amigo. Trataste de estar a mi lado y yo...

—Está bien. —Agitó su mano—. No necesitas disculparte.

—No —insistí—. Lo necesito.

Jason miró a Miranda. —Dile que no necesita disculparse.

—Necesita disculparse —contestó ella.

—Lo siento —le ofrecí de nuevo—. Sinceramente.

—No creo que sea necesario, pero acepto. —Miró a su izquierda Jason cuando
apareció nuestra camarera. Después de ordenar una botella de vino blanco, se
volvió hacia mí—. Así que Miranda me estaba diciendo que tuviste algunos
problemas con tu auto. Si tienes alguna pregunta una vez que el ajustador llegue,
llámame. Puedo ayudarte.

—Haré eso. —Hice una pausa cuando la camarera apareció con el vino y tomó
nuestras órdenes—. Así que, veo una banda de boda. ¿Cuándo te casaste?

—Oh chica. —Acercó su vaso Miranda cerca de él—. Probablemente debería


haberte dicho sobre eso.

Fruncí el ceño.

—¿Esto? —Miró hacia abajo y alisó su mano derecha sobre su izquierda—. Me


casé hace seis años. No creo que la hayas conocido nunca. Cameron no era de por
aquí —explicó—. En realidad estamos separados ahora mismo. Ha estado
visitando a la familia en Ohio.

—¡Oh! Lo siento... —Desde luego, di una mirada de reojo en dirección de


Miranda. Ella estaba contemplando beber su vino. Eso habría sido gran
información para tener a mano—. No lo sabía.

—Está bien. —Se encogió de hombros Jason, pero me preguntaba si eso era
cierto. Era un chico tranquilo y amable en la universidad. No demasiado sensible,
pero era alguien que me imaginaba que estaba en “a largo plazo” cuando se casó—.
De todas formas —dijo, aclarándose la garganta—. ¿Qué pasa contigo? ¿Hay
alguien que hayas dejado en Atlanta?

—No. —Recogí mi vino—. Nadie con quien estuviera en serio.

—Cole se detuvo y la visitó el sábado por la noche —anunció Miranda.

—Miranda —suspiré, llevando la mirada hacia ella.

La sorpresa floreció en el rostro de Jason. —¿De verdad?

—Sí. La invitó a cenar. Ella dijo que no. —Miranda levantó su copa de vino
hacia mí—. Le dije que debía reevaluar esa decisión.

¿Qué pasó con su comprensión si no quería salir con Cole? Supuse que eso no
duró más que su primer sorbo de vino.

—Huh. —Se recostó Jason, cruzando los brazos—. No sabía que Cole seguía
por aquí. No lo he visto en años.

No sabía qué decir.

—Él era un buen tipo, ¿verdad? —Jason bajó su copa—. Y a ti parecía


realmente gustarte en ese entonces. Podría ser bueno para ponerse al día con él. No
como si pudiera lastimar cualquier cosa.

Abrí la boca, pero ¿qué podía decirle? Tenía razón. Cenar con Cole no podía
dañar a nadie. Solo había que comprobar el miedo irracional, que era más fácil
decirlo que hacerlo.

Una sombra cayó sobre nuestra mesa, y levanté la vista. El hombre de la otra
mesa, el de la corbata roja, estaba allí. De cerca, fijé su edad como mediana edad.
Su rostro estaba perdiendo su definición, suavizándose en la mandíbula, y su
cabello castaño adelgazando en la punta. Su mirada, ligeramente encabezada, dio
vueltas alrededor de nuestra mesa y asintió con la cabeza a Jason. —Hola, señor
King y señora Locke. —Su mirada se posó en mí—. ¿Señorita Keeton? —preguntó,
con el tono alto de mi apellido.

¿Quién era este hombre?

Miré a Miranda, que me miró por encima del borde de la copa de vino. No hay
ayuda. —¿Sí?

Él sonrió con fuerza. —No me reconoces, ¿verdad? Comprensible. Ha sido un


largo tiempo.
Mi mirada indefensa se inclinó hacia Jason. Se movió hacia un lado, lejos del
hombre. —Este es Mark Hughes… alcalde Mark Hughes —explicó Jason.

—Hola. —No tenía ni idea de quién era Mark Hughes, pero era el alcalde, así
que pensé que debería sonreír, y lo hice.

El alcalde Hughes se abotonó la chaqueta. —Cuando usted vivía aquí, yo tenía


la ferretería en la ciudad. Todavía lo hago, pero he estado un poco ocupado en
estos días para estarla manejando.

Recuerdo vagamente la ferretería, pero su rostro estaba tirando de un blanco,


así que seguí sonriendo mientras asentía, y esperaba que mi rib eye llegara pronto.

—Una sorpresa al saber que regresaría a la ciudad. Tu madre lo mencionó


cuando estuvo en la reunión de la Cámara de Comercio la semana pasada —
explicó, y no pude imaginar cómo ni por qué eso surgió durante una conversación
con el alcalde, pero supongo que mamá solo estaba emocionada—. Espero que no
haya ningún... problema con su regreso.

—¿Problema? —repetí, mirando alrededor de la mesa—. No estoy segura de


qué tipo de problemas está haciendo referencia.

—Bueno, eres una especie de celebridad en este lugar. Al menos para los
medios de comunicación lo eres. —El alcalde Hughes cuadro sus hombros mientras
repetía lo que dijo para asegurarse de que lo escuche correctamente—. Después de
todo, eres esta historia sensacional de supervivencia de la vida real y estoy seguro
que una vez que algunos se den cuenta de que está aquí, les gustaría sacar provecho
de eso. —Hubo una pausa—. Quizá a usted le gustaría sacar provecho de eso.

Miranda inclinó la cabeza hacia un lado, bajando la copa; parecía que casi la
había dejado caer.

—¿Perdón? —dije con una risa sorprendida. La parte de atrás de mi cuello


hormigueó de nuevo, pero era un sentimiento diferente al nerviosismo. Era una ola
de irritación.

—Alcalde Hughes —dijo Jason, poniendo una mano sobre la mesa—. Sasha no
está...

Levantando la mano, corté a Jason aunque apreciaba su intento de intervenir.


No necesitaba que alguien hablara por mí. —Nada de lo que he experimentado es
lo que consideraría sensacional o algo que me gustaría revivir, incluso si tuviera que
aprovecharlo.

Las mejillas huecas del alcalde Hughes se sonrojaron. —Lo siento si la ofendí.
Encontré su mirada, porque sí, me ofendió, y en este momento no me sentía
muy indulgente. No cuando mi estómago estaba gruñendo.

Él bajó la voz mientras miraba a su alrededor. —No quiero que el pasado sea
arrastrado, señorita Keeton. Creo que usted lo apreciaría.

—Estás haciendo un buen trabajo por no arrastrar el pasado a usted mismo —


señaló Miranda con una sonrisa sarcástica—. Solo quiero echar eso ahí fuera.

El alcalde Hughes ignoró su comentario. —Nuestra ciudad sufrió mucho con


todo el asunto del Novio...

—¿La ciudad sufrió? —Otra risa extraña me burbujeó en la garganta.

—Y tomó años borrar el estigma y el miedo —continuó él—. No quiero vernos


perder terreno debido a una conversación equivocada y bien intencionada con la
persona equivocada.

Mi boca se abrió. ¿Honestamente creía que hablaría con alguien de la prensa


sobre lo que pasó cuando no había dado una entrevista en toda mi vida?

—Los dejaré para su cena —dijo el alcalde Hughes, retrocediendo—. Que


tenga una buena noche.

Miranda levantó el dedo medio cuando él nos dio la espalda, pero chirrió
alegremente. —¡Usted también!

—Jesús —murmuré, recogiendo mi copa. Tomé la mitad del vino en un


nanosegundo—. Ese tipo es un idiota.

—Normalmente es bastante relajado, pero creo que está un poco exagerado en


este momento —comentó Jason—. Sobre todo después de lo que pasó esta mañana.

—Jason —le advirtió Miranda en voz baja.

Fruncí el entrecejo mientras miraba entre ellos. —¿Qué?

—Nada. —Él dirigió su mirada a su copa de vino.

—¿Qué pasó esta mañana? —Sentada hacia adelante, dejé caer mis codos sobre
la mesa—. Venga. Tienes que terminar lo que estás diciendo.

—No lo sé. —Jason arqueó las cejas al pasar el dedo por el tallo de su copa—.
Miranda podría golpearme.
—De todos modos, podría golpearte —le contestó ella con un movimiento de
cabeza.

—¿Qué, Jason? —persistí, ignorando el familiar tono bromista entre ellos.

Suspirando, él la miró mientras ella frunció los labios. —De todos modos, va a
oír hablar de ello —dijo—. Lo sabes.

—Pero eso no significa que deba oírlo ahorita. —Miranda tomó su copa y
terminó el contenido. Colocando la copa sobre la mesa, se encontró con mi mirada.
El miedo se deslizó por mi espina dorsal—. Especialmente después de todo eso.

—En realidad —dije lentamente, cada vez más irritada—, quiero oír sobre eso.

—Una mujer de Frederick desapareció a principios de mes —explicó,


repitiendo lo que ya había oído en la radio—. ¿Sabías de eso?

Asentí. —No mucho, pero me enteré de ello.

—Bueno, hubo una actualización, y solo me enteré porque los muchachos, los
soldados, siempre toman café en el Grind. Todavía no ha sido público.
Probablemente lo harán esta noche o mañana, pero le dije a Miranda cuando
tuvimos un almuerzo hoy. Pensé que necesitabas oírlo antes de que llegara la
noticia. —Los ojos castaños de Jason se encontraron con los míos, y el temor
aumentó, desplegándose en mi estómago como una maleza nociva—. La
encontraron... Su cuerpo, esta mañana temprano.

—Oh Dios. —Presioné mi mano en mi boca.

—Ahora mismo piensan que fue alguien que ella conocía. Quiero decir, eso es
lo que normalmente es —continuó Jason, pero el brillo irónico de sus ojos me
advirtió que había más.

Me puse rígida cuando bajé mi mano a mi regazo. —¿Qué no me estás


diciendo?

—Es probable que sea solo una coincidencia —dijo Miranda suavemente.

Mi corazón se tropezó. —¿Qué?

—Es donde encontraron su cuerpo, Sasha. Estaba fuera de la Ruta 11 —dijo


Jason, y me enderece en mi asiento—. Cerca de la vieja torre de agua, donde el... el
Novio solía dejar los cuerpos.
Traducido por Antonietta

Soy lenta para despertarme. Se siente como que he estado dormida por días y toma
tiempo forzar abrir los ojos. La habitación está oscura, tan oscura que no puedo ver nada. Ni
siquiera un centímetro frente a mi rostro. Mi garganta se siente terrible, como papel de lija, y
mi cabeza está palpitando. La confusión se arremolina dentro de mí. Estoy fría, demasiado
fría. Hay una corriente de aire rodando sobre mi piel, mi piel desnuda. ¿Dónde estoy?
Comienzo a levantarme, pero mis brazos y piernas no se mueven.

Mi corazón golpea mientras lo intento de nuevo, dándome cuenta de que algo está
manteniéndome abajo… abajo sobre un colchón. Me golpea entonces. ¡Lo recuerdo! Caminar
hacia mi auto. Ver la furgoneta. Escuchar la puerta abrirse…

El pánico explota dentro de mí, sujetándose a mi pecho y garganta. Lucho contra las
ataduras. Algo metálico, el marco de la cama, tintinea. El dolor picha a lo largo de mis
muñecas y tobillos, pero no me importa. Tengo que salir de aquí. Tengo que encontrar una
forma de…

—Estás despierta. —Una voz viene desde la oscuridad—. Estaba empezando a


preocuparme.

Dejo de respirar mientras miro dentro de la nada que me rodea. Mis oídos pican mientras
escucho el suave movimiento. La cama se sacude y tambalea. Mis ojos se amplían y mi
corazón late más rápido de lo que alguna vez lo ha hecho.

Una mano toca mi mejilla, y yo chillo ante el contacto, alejándome, pero sin ir a
ninguna parte. Oh no. No, no, no.

—No —ordena—. No quiero que peleemos. Es la última cosa que quiero.

El miedo se sumerge profundo con sus garras, apoderándose de mí, y solo una palabra
jadeada sale de mí. —Por favor.

La mano se desliza dentro de mi cabello, el toque extrañamente suave. Aprobando. —


Esa es mi Novia.

No volví a dormir después de tener otra pesadilla. Esta vez ni siquiera me


quedé en la cama. Fui hacia la sala de estar y encendí la televisión. Estaban
pasando un infomercial nocturno sobre un procesador de comida que
aparentemente podría salvar el mundo, pero realmente no estaba prestando
atención mientras me sentaba en el sofá, envuelta en el suave cubrecama.

Estaba pensando en el Novio.

Él está muerto.

Si no lo estuviera, estaría en sus sesenta años ahora. Eso no significaba que no


sería capaz de continuar haciendo lo que hacía, pero me imaginaba que mientras
más viejo, más difícil sería.

Nunca vi el rostro del Novio en todo el tiempo que estuve con él. Estaba
completamente oscuro en la habitación o me vendaba los ojos. Solo vi cómo lucía
cuando me estaba recuperando en el hospital y los agentes federales trajeron una
foto para que la viera. Evité todos los medios alrededor de él y yo, y solo vi su
rostro una vez, pero su imagen estaba cementada en mi memoria.

Así que cuando soñaba con mi tiempo con el Novio, a veces tenía un rostro a
pesar que nunca lo vi mientras estaba con él.

Me estremecí mientras presionaba mis rodillas contra mi pecho. En el fondo,


sabía que el destino de esa pobre mujer no tenía nada que ver con el Novio, pero no
podía detener a dónde estaban yendo mis pensamientos, especialmente después de
que la bonita y súper delgada morena presentadora de noticias había ido allí. ¿Qué
había dicho? El cuerpo fue encontrado en el infame lugar utilizado por el Novio para tirar
los cuerpos de sus víctimas.

Tirar los cuerpos.

Cerrando mis ojos, presioné mis labios juntos. Había solo unas pocas frases que
odiaba más que esa. Como si alguien saliera a tirar la basura a lo largo de la
carretera. Esas eran mujeres inocentes… seis mujeres inocentes que eran hermanas
e hijas, amigas y amantes. No eran algo, incluso muertas, que simplemente podría
ser tirado como una bolsa vacía de comida rápida.

Pero lo que le pasó a esta mujer no fue a causa del Novio. Él estaba muerto,
debido a que yo no lo estaba. Saber eso también significaba que era una
coincidencia que el cuerpo de esta pobre mujer fuera encontrado en el mismo lugar
preferido por el Novio.

Pero eso no me hacía sentir mejor.

Abrí los ojos y dejé escapar un suspiro tembloroso. Levantándome del sofá,
caminé hacia la ventana con vistas al jardín delantero. Aparté la cortina y presioné
mi frente contra la fría ventana.
El encuentro con el alcalde Hughes se repetía mientras miraba hacia fuera
sobre los terrenos oscuros. ¿Realmente pensó que hablaría públicamente sobre lo
que pasó con el Novio? No podía entender cómo alguien siquiera pensaría que esa
era una posibilidad…

Una sombra apareció en el césped, desapareciendo en los setos. Me alejé de la


ventana mientras mi estómago se balanceaba. La manta cayó de mis hombros.
Entonces me incliné hacia adelante, apartando la cortina de nuevo.

Mi corazón corría mientras escaneaba los jardines de más abajo. ¿Qué había
visto? No estaba segura. La sombra parecía del tamaño de una persona, pero fue
tan rápido que no lo podía asegurar. No podía estar segura de qué había visto una
cosa.

Me quedé de pie en la ventana durante varios minutos, esperando para ver si


algo se movía, pero además de las ramas de los robles alineados en la entrada, no
había nada.

—Dios. —Dejando caer la cortina, me di vuelta y me incliné hacia abajo,


recogiendo la manta. Ahora estaba viendo cosas.

¿Regresar aquí fue un error?

—No —susurré a la sala. Regresar aquí había sido la cosa correcta para hacer;
la única cosa.

Caminado más allá del sofá, recogí el control remoto y apagué el televisor.
Entré en el dormitorio y encendí la lámpara de la mesita de noche. Sentándome en
el borde de la cama, recogí la pequeña tarjeta rectangular.

La había visto tanto que prácticamente me sabía las palabras y números de


memoria.

Pasando mi pulgar sobre la tarjeta, pensé de nuevo en lo que Miranda había


dicho acerca de mí viniendo a casa. Probablemente no pensó dos veces en las
palabras, pero eran simples y poderosas.

Ella dijo que vine a casa para comenzar a vivir.

La imagen de la mujer que encontraron comenzó a formarse en mis


pensamientos. Era la fotografía utilizada para su identificación en el hospital. Ella
había sido joven, a principios de los treinta años, tal vez finales de los veinte.
Cabello castaño claro resaltado con reflejos rubios. Había sido bonita. Su sonrisa
era esperanzada. El brillo en sus ojos ávidos. Había estado viva hasta que alguien
decidió tomar eso de ella.
Esta mujer a la que nunca había conocido no iba a tener una segunda
oportunidad. No iba a pasar años en terapia de superación de lo que sea que le fue
hecho. Su historia terminó a mitad de la oración, en medio de un capítulo.

Exhalando bruscamente, coloqué la tarjeta en la mesita de noche.

Había dos tipos de muerte. La muerte real, como el tipo que sufrió esta pobre
mujer, donde el cuerpo, alma y todo se habían ido. Entonces estaba el segundo tipo
de muerte, donde el alma era arrebatada, pero el cuerpo continuaba encendido,
yendo día a día, solo existiendo en una cáscara de lo que una vez fue.

Me puse de pie y empecé a caminar hacia la sala de estar, pero me di cuenta de


que no tenía idea de a dónde estaba yendo o lo que estaba haciendo. Coloqué mis
manos sobre mi rostro y aguanté la respiración.

Yo morí hace diez años.

No por las lesiones y todo… todo el daño. Morí por todo lo demás, y solo
había estado existiendo desde entonces. Ese conocimiento no era nada nuevo.

Mi garganta comenzó a quemar.

Salir de aquí no me había arreglado. Todo lo que había hecho era darme
tiempo para lidiar. No necesariamente para curarme cien por ciento, pero sí para…
lidiar. Mi terapeuta lo había señalado cerca de cien o quinientas veces. En fin, este
conocimiento no era nuevo.

Mis pulmones estaban ardiendo.

Regresar aquí era casi como empezar de nuevo. Hacer lo que había deseado
hacer. Iba a ayudar a mamá con la posada y entonces eventualmente tomaría el
control, como siempre lo planeé. Estaba reabriendo ese capítulo de mi vida.

Diminutos puntos brillantes estaban salpicando mi visión.

Mi vida antes del Novio había incluido a Cole. No tenía idea de a dónde había
estado dirigiéndose nuestra relación, pero algo estaba ahí, algo increíble. Tal vez
estado juntos, encontrando nuestro propio felices para siempre. Tal vez nos
habríamos separado y encontrado a alguien más. Y tal vez nada de eso importaba
ahora, y si recogía esa tarjeta y lo llamaba, tendríamos una cena y nunca
hablaríamos de nuevo. Pero si lo llamaba, finalmente estaría reabriendo ese
capítulo de mi vida.
Y tal vez si hacia eso, no vería al Novio en inofensivas sombras en el jardín o la
terraza. Tal vez no sentiría incorpóreos ojos sobre mí. Tal vez las pesadillas se
detendrían. Tal vez finalmente comenzaría a vivir.

Abriendo mi boca, exhalé profundamente, dejando que el aire frío calmara la


quemadura en mi garganta y pulmones. Dejé caer mis brazos y me giré de nuevo a
la mesita de noche.

Tal vez era momento de reabrir ese capítulo.

***

—¿Hay algo más que pueda hacer antes de salir? —preguntó Ángela mientras
rebotaba dentro de la cocina.

Levanté la vista de los libros de cuero viejo de contabilidad de la vieja escuela


que mamá había guardado. Había pasado la mayor parte de la tarde trayendo los
negocios de Scarlet Wench dentro del siglo veintiuno y mis pobres y pequeños
dedos estaban doliendo. También quería apuñalarme en los ojos, porque remitir
números y recibos en una hoja de cálculo era casi tan divertido como clavar un
clavo en la pared. Una taza de café tibio colocada al lado de mi laptop.

—Estamos bien —le dije, estirando mi mano y frotando el tirón formándose en


la parte trasera de mi cuello—. Tienes un examen esta noche, ¿cierto?

—Un ensayo —dijo ella, sonriendo mientras colocaba un rizo rubio detrás de
su oído—. Terminé anoche, pero probablemente debería revisarlo otra vez.

Ahora mismo preferiría hacer un ensayo que lo que estaba haciendo. Recogí el
marcador. Había escogido el azul bebé. —Bueno, buena suerte. No es que la
necesites.

—Gracias. Te veré más tarde. —Ángela vaciló en la puerta y entonces corrió de


regreso alrededor. Se mordió el labio mientras me miraba.

Esperé. —¿Hay algo que necesites, Ángela?

—No realmente —dijo ella, metiendo sus manos dentro del bolsillo central de
su suéter rosado—. Solo quería preguntarte si estás bien.

Quería fingir que no sabía a lo que estaba haciendo referencia, pero no era una
fan de hacerme lucir como una idiota. Para esta tarde, el descubrimiento del cuerpo
de la mujer realmente había golpeado al público. Fue difundido en el periódico de
la mañana. Mamá apagó la televisión durante la trasmisión de las noticias locales
del mediodía cuando entré a la cocina para empezar. La apagó incluso cuando le
dije que estaba bien.

Tenía que estar bien.

No podía pasar mi vida entera escondiéndome de la violencia al azar. Aunque


estaba segura que había un billón de personas que deseaban poder hacerlo.

—Es todo un poco extraño —admití finalmente, rodando el gordo marcador


entre mis palmas—. Pero estoy bien.

—Es realmente extraño. —Bajó la mirada a sus zapatillas por un momento—.


Cuando escuché las noticias, pensé en ti.

—No pienses en mí. Estoy bien. Piensa en esa mujer y su familia —dije,
colocando el marcador abajo—. Pero aprecio a dónde vas con esto.

Levantó su mirada. —Lo sé. Es solo que… tiene que ser difícil considerando
todo por lo que pasaste. Sé que es una enorme coincidencia, pero aun así. Solo
hay… algo mal sobre eso.

Mis cejas se fruncieron. —Puedo pensar en muchas cosas malas sobre eso.

—Yo también —dijo, cambiando su peso de un pie al otro—. Pero para alguien
que utilizara mismo lugar que… —Tragó duro mientras abría su bolsa—. Solo hay
algo épicamente desastroso sobre eso.

La pantalla de la laptop parpadeó y comenzó a desvanecerse en modo de


hibernación. —Tal vez la persona responsable no sabía de la historia de ese lugar.
Es posible.

—Cierto. —Metió su mano en su bolso—. Podría haber sido alguien que no


conocía la zona, pero… ¿sabes cómo siempre dicen que es alguien que la víctima
conoce?

Sin decir nada, asentí.

—Escuché en las noticias esta tarde que ella y la familia de su esposo son de la
zona tri-estatal. Tenían que conocer la zona —explicó.

La pantalla de mi laptop se volvió negra. —Tal vez fue un conocido de ella que
no es de esta zona.

Ella levantó un hombro. —No han dicho cómo murió.


El ácido se agitó en mi estómago. —No lo harán por un tiempo. O puede que
nunca digan cómo. —Pasaron semanas antes que las noticias dijeran cómo murió
la primera víctima del Novio—. Supongo que la policía revelará ese tipo de
información cuando estén seguros de que no dañará su caso.

—Tiene sentido. —Sacudió su cabeza y luego forzó una sonrisa—. Lo siento.


Sé que no quieres hablar de esto y…

—Está bien. —Deseé no haber reaccionado de la forma que lo hice la primera


vez con ella—. Está en la naturaleza humana el querer hablar sobre ese tipo de
cosas. —Hice una pausa, tomando un sorbo de mi café ahora frío. Mmm—. En ese
entonces, todo el mundo hablaba de lo que estaba pasando, incluso antes que las
personas se dieran cuenta que los casos estaban relacionados. Yo hablé de eso. Es
normal. No te disculpes por eso.

Su sonrisa no fue forzada esta vez. —Gracias. —Dio un paso atrás—. Bueno,
tengo que irme… maldición. —Frunciendo el ceño, retiró la mano de su bolso. Sus
ojos rodaron—. Olvidé mis llaves.

Recordando lo que mi mamá dijo, sonreí mientras ella saltaba por la cocina y
entraba en el cuarto de atrás, regresando unos segundos después con sus llaves en
mano y una expresión de logro en su rostro. —¡Las encontré!

Moviendo mis dedos, la vi salir. Antes de que mi mente comenzara a pensar


sobre todo lo que dijo, golpeé el botón del mouse de mi computadora y volví a
trabajar.

Una hora más tarde, mamá asomó su cabeza dentro de la cocina. —Tienes una
visita.

Antes que pudiera examinar la amplia sonrisa de su rostro, abrió la puerta,


revelando dicho invitado.

El aire quedó atrapado en mi garganta mientras me sentaba derecha.

Cole estaba de pie junto a ella.

Mi primer pensamiento fue maldición, luce increíble en pantalones oscuros y


camisa de botones blanca. Sin chaqueta, y estaba bastante frío afuera. Mi segundo
pensamiento fue que a pesar de que había decidido contactarlo, no lo había hecho
todavía.

—Hola —dijo en esa profunda y áspera voz que enviaba el tipo correcto de
escalofríos bajando por mi costado.
Sobre su hombro, mamá abrió su boca y ojos ampliamente mientras levantaba
sus pulgares.

Querido señor.

Ella cerró la puerta a medias mientras Cole entraba a la cocina. —Hola —dije,
cerrando la laptop. Un centenar de mariposas se agitaron en mi estómago y en mi
pecho… un centenar de mariposas carnívoras por la sensación de ellas.

Él caminó a través de la cocina, deteniéndose en el mostrador. Su mirada


deslizándose sobre mi rostro, y fue en ese momento que me di cuenta que no tenía
ni una gota de maquillaje puesto y no me había bañado. Había planeado hacerlo…
en algún momento. Mi cabello estaba en un nudo desastroso, y definitivamente era
el tipo de mujer que se beneficiaba de un poco de rubor, máscara de pestañas, brillo
de labios y un rostro completamente lleno de maquillaje.

—Sé que la última vez que me fui, te di mi número, lo que fácilmente puede ser
asumido como el significado de que te estaba dejando que me contactes, pero…

—Estaba planeando contactarte —espeté, sonrojándome. Eso sonó genial—.


Quiero decir, iba a hacerlo más tarde esta noche.

—¿En serio? —La media sonrisa apareció, reemplazado por el rápido parpadeo
de sorpresa, y mi estómago cayó de una forma agradable.

Asentí. —En serio.

—Bueno. —Se rio mientras apoyaba su cadera contra el mostrador de la


cocina—. Eso me hace sentir mucho mejor acerca de aparecerme aquí dos veces ya.

Mis labios se torcieron en una sonrisa. —Encantada de escuchar eso. —


Bajando mis pestañas, lo comprobé, porque… bueno, porque no podía contenerme.
Esos pantalones lucían realmente bien en él—. ¿No trabajas hoy?

—No tengo horas de trabajo normales, pero estuve en la corte esta mañana y
entonces me estaba dirigiendo de regreso a casa. —Miró hacia la puerta—. Así que,
¿ibas a ponerte en contacto conmigo esta noche porque…?

Exhalé lentamente, sintiendo mis mejillas calientes. —Iba a aceptar tu oferta de


ir a cenar.

Esos intensos ojos brillaron. —Realmente me gusta el sonido de eso. ¿Tienes


algún lugar en mente?
Pensando en lo que pasó ayer, mordí mi labio. —¿Podemos pedir comida para
llevar? —En el momento que hice la pregunta, inmediatamente me quise retractar.
Santo infierno, esa era una cosa malditamente extraña que preguntar considerando
todo y de verdad sonaba como que estaba…

—¿Qué te parece si te hago la cena en su lugar? —preguntó, sin perder un


latido—. No sé si lo recuerdas, pero me gusta cocinar.

Nuestras miradas chocaron. Lo recordaba. Quería gritar que lo recordaba. —


¿En… en tu casa?

—Si estás de acuerdo con eso.

Mi pulso tronaba de forma inestable. ¿Estaba de acuerdo con eso? Ir a su casa


era íntimo, pero fui yo la que hizo la sugerencia de no salir. Alisé mis palmas sobre
mis muslos. —Eso funcionará.

—¿Qué tal mañana en la noche?

Oh. Oh guau. Eso era rápido. Los nervios me golpearon. —Yo… creo que
estará bien. Solo tengo que asegurarme de que mamá está de acuerdo con
marcharme…

—Estoy de acuerdo —gritó desde la otra habitación—. He estado haciendo esto


por mi cuenta por casi diez años.

Oh maldición.

—¡Gracias mamá! —Sonreí firmemente.

La media sonrisa de Cole se propagó mientras me sonrojaba. Inclinó su cabeza,


sus ojos brillando con humor mientras en una voz baja decía—: Olvidé cuánto me
gustaba tu mamá.

—Parece que estoy libre mañana.

—Perfecto. —Su mirada no titubeó ni por un segundo—. Es una cita.

***

Ella quería creer que todo estaría bien, esa pobre señora Banks fue solo una víctima de
violencia al azar. Todos querían creer eso, pero ella estaba nerviosa.

No escondía eso.
¿Podía sentirlo? ¿La acre y violenta venganza, retribución justa, persistiendo afuera de la
posada, esperando por el momento perfecto para atacar? Ella había apartado la cortina, la luz
en el apartamento delineando su forma. Lo había sentido. Por supuesto que lo había hecho.

Solo que no quería verlo todavía.

Las puertas delanteras se abrieron, y apareció un delgado cuerpo. La joven mujer


tranquila en la acera, su bolso golpeando su cadera mientras miraba el dispositivo en su
palma. Sin prestarle ni un poco de maldita atención a sus alrededores. Cruzó hacia el
estacionamiento, dirigiéndose a su auto. Un jodido tanque cisterna podría barrer sobre ella en
este momento y no lo vería venir.

Las personas necesitaban estar más atentas a sus alrededores. ¿No habían suficientes
especiales 20/20 destacando la importancia de la vigilancia y la seguridad personal?
Aparentemente esta pequeñita pensaba que era invisible. Todos lo pensaban.

Una bocina sonó en la distancia, y ella siguió sin levantar la vista, no parecía escuchar
los pasos solo a unos pocos metros de distancia. Tan cerca, el aroma de champú de manzana
flotaba en el aire mientras el viento jugaba con las hebras rubias de su cabello.

Esta… esta iba a ser realmente especial pero requería un poco más de paciencia. No esta
noche. Pero pronto.

Ella vería a esta.


Traducido por LittleCatNorth

Realmente no era una cita.

Eso es lo que le dije a Miranda cuando hablé con ella la tarde del martes. Eso
fue también lo que le decía a mamá cada vez que traía el tema, lo que fue alrededor
de un millón de veces. Y cuando Jason se detuvo el miércoles durante el almuerzo,
trayendo un plato de galletas que un empleado hizo y el cual, obviamente, estaba
tratando de descargar sobre nosotros, le dije lo mismo.

Aparentemente, Miranda fue a Jason con una actualización.

Ángela sacó una galleta con chispas de chocolate del plato mientras caminaba
más allá de la isla, llevando el brazo lleno de toallas para cocina limpias. —Suena
como una cita para mí.

Yo estaba mirando el plato, pero estaba tratando de comportarme. —¿Cómo


sabes sobre esto?

—Tu mamá —respondió ella, metiendo la galleta dentro de su boca.

Jason miró a Ángela empujar las toallas en el cajón. Cuando ella dio la vuelta,
él velozmente me enfrentó. —Creo que es una buena idea.

—Es una idea genial. —Ángela casi nos saltó para pasarnos, agarrando otra
galleta—. Estas son deliciosas. Gracias, Jason.

—D… de nada —tartamudeó él.

Ángela sonrió brillantemente mientras se dirigió fuera de la cocina,


aparentemente ajena de la aferrada mirada de Jason sobre el balanceo de sus
caderas. Arqueé una ceja cuando él finalmente se las arregló para arrastrar su
atención de regreso a mí.

—¿Qué? —preguntó Jason.

—Nada.

Sonrió mientras doblaba sus brazos encima de la isla, y se inclinó, ligeramente


doblado por la cintura. —Solo soy un hombre.
—Uh-huh.

—Tenía otra razón para venir por aquí, que no tenía nada que ver con galletas
o comprobar a Ángela.

—Es bueno oírlo —respondí secamente.

Jason guiñó. —¿El ajustador de la compañía aseguradora ya vino aquí?

Negué con la cabeza. —Uno vendrá mañana.

—Deberían llegar aquí más rápido o hacer que consigas la valoración. Deberías
dejarme lidiar con tus cosas. Apuesto que puedo conseguir que obtengas mejores
tarifas y mejor servicio.

—Necesito actualizar mi aseguradora. —Continué mirando el plato de


galletas—. Puedo darte las cosas luego.

—Genial. Dame tu dirección de correo electrónico y puedo enviarte la lista. —


Sonrió—. Come una galleta.

—Una galleta es la última cosa que necesita mi culo —le dije mientras agarraba
una lapicera y una nota adhesiva del mostrador. Garabateé mi dirección de email y
se la entregué.

Jason rio entre dientes. —¿Entonces cómo saldrás hacia casa de Cole?

—Estoy usando la camioneta de mamá. —Realmente quería una galleta.

—Suena bien. —Se alejó de la isla—. No lo olvides si necesitas algo de ayuda


con la reclamación al seguro, pídemelo y consígueme esa información.

—Lo haré. —Le sonreí—. Gracias por las galletas.

—No hay problema. —Comenzó Jason a voltear pero se detuvo. Sus hombros
se tensaron—. Estoy feliz de que hayas regresado, Sasha.

—Yo también —admití suavemente.

—Solo espero que no te arrepientas.

Mi mirada voló a la suya. —¿Qué?

—Yo... yo continúo pensando sobre esa mujer, y lo que dijo el alcalde —


explicó él—. No quiero que todo eso te estrese, porque tiene que ser duro para ti
regresar aquí y, ¿para que esto ocurra? Es terrible.
Me relajé un poco. —No va a estresarme. No voy a arrepentirme de haber
regresado, Jason.

Sonrió, pero algo sobre eso no se sentía bien, no parecía real, y sabía justo allí,
que no me creía.

***

Alistarme para mi cena con Cole se sintió como si estuviera alistándome para
una cita. La mitad de mis ropas estaban esparcidas a lo largo de mi cama. Me había
cambiado no menos que tres veces, finalmente poniéndome un par de cuestionables
pantalones vaqueros de mezclilla oscura con los que no estaba segura si podía
sentarme cómodamente, y un suéter negro de lana que requería una camisola
debajo. Combiné el atuendo con mis altas botas grises hasta las rodillas, las cuales
eran absolutamente mis favoritas.

Fui por un estilo totalmente natural y de-no-mucho-esfuerzo, el cual equivalía a


treinta minutos de aplicar un maquillaje facial completamente natural y más de
cuarenta minutos de ondear mi cabello.

Mi corazón corrió todo el tiempo que me tomó alistarme, y no podía recordar


sentirme de esta forma antes, en las citas que había tenido en el último par de años.
Seguro, había estado bastante emocionada por ellas, pero esta era diferente. Sentía
como si mi corazón estuviera intentando salirse de mi pecho.

Afortunadamente, mamá estaba ocupada con la pareja que estaba hospedada, y


yo fui capaz de deslizarme sin tener que presenciar su baile feliz. Mamá no
confiaba necesariamente en mí sobre sacar su camioneta, sin matar a una familia de
cuatro en el proceso.

Sonriendo por esa idea, desbloqué la puerta y trepé dentro, dejando caer mi
bolso en el asiento junto a mí. Encendí el auto y la duda me agarró con cortantes y
pesadas garras, enterrándose y bloqueando cada músculo.

¿Estaba haciendo lo correcto?

—Mierda —susurré, y luego me estiré, hurgando en mi bolso hasta que


encontré mi teléfono. Llamé a Miranda.

Respondió en el segundo tono. —¡Oye!

—¿Qué estás haciendo? —pregunté, mi voz sonando extraña a mis propios


oídos.
—Dejando la escuela, y tampoco voy a ir al gimnasio o al Burger King —dijo
ella, y sonreí—. Y deberías estar de camino a casa de Cole.

—Bueno...

—¡Sasha! —gritó—. Será mejor que estés de camino a su casa o en serio, voy a
patear tu culo.

Una risa salió de mí, pero rápidamente me serené. —¿Estoy haciendo lo


correcto?

Hubo una pausa. —Oh, cariño, creo que lo haces, pero solo tú puedes
responder eso.

Exhalé pesadamente mientras miraba fuera del parabrisas, viendo los tintes
azules del cielo profundizándose. —Creo que lo estoy haciendo.

—Déjame hacerte tres preguntas —dijo ella—. ¿Estás emocionada?

—Sí.

—¿Quieres verlo?

No dudé. —Sí.

—¿Y crees que vas a arrepentirte si no lo ves esta noche? —preguntó.

Sabía que lo haría, y también sabía que habría una gran oportunidad de que
Cole no sería tan flexible esta vez. El hecho de que él fue tan flexible sobre la forma
en que lo dejé la última vez, aún me deslumbraba. —Me arrepentiría.

—Entonces, creo que sabes la respuesta, nena.

Lo hacía. Solo estaba siendo una gran rara. —De acuerdo. Me voy.

—Bien —respondió ella—. Esto es bueno. Confía en mí. No quieres mirar atrás
a este momento y arrepentirte de no haber ido con él.

Algo en la forma en que habló dijo que ella tenía una experiencia personal con
esa clase de arrepentimiento. —¿Estás bien?

—Sí. ¿Por qué no lo estaría?

Mordisqueé mi labio. —No lo sé. De cualquier forma, deberías ir al gimnasio y


luego al Burger King. Lo mejor de ambos mundos.
Miranda rio. —Amo la forma en la que piensas. Ahora, ve a divertirte.

Tan pronto como colgué el teléfono, entré al camino, así no podría darme más
tiempo a mí misma para enloquecer. Cole no se había quedado por mucho tiempo
ayer, pero me dio su dirección antes de irse.

Tomando la interestatal, tomó más de quince minutos llegar al otro lado del
condado, y las direcciones por las salidas me tomaron más de cinco minutos por el
camino y dentro de una subdivisión que lucía nueva, con vista al río Potomac.

Apreté el volante mientras me movía con lentitud por la calle, mirando a las
casas. Dijo que era las séptima desde la entrada, sobre la izquierda. Había un gran
espacio verde entre cada casa, al menos un acre y quizás más. Entornando los ojos,
emití un bajo chillido cuando localicé la que tenía que ser su casa.

Cole tenía una casa estilo rancho que se situaba a una distancia decente del
camino. Enfocándome en cada respiración, entré al camino para autos que llevaba
a una cochera para dos autos y apagué el motor. No podía sentarme aquí fuera, en
el auto, por una eternidad como lo hice cuando llegué a la ciudad. Saqué mí, con
suerte, culo adelgazado del asiento frontal.

Un detector de movimiento se encendió, iluminando el área. El frente de su


casa estaba agradablemente embellecido con arbustos recortados y una planta de
juncos oscura con la que no estaba familiarizada.

Alcanzando el porche frontal, inhalé la esencia de tierra húmeda del rio


cercano y avancé. La luz del porche se encendió y la puerta frontal se abrió.

De repente, Cole estaba en la entrada, una toalla de cocina a cuadros rojos y


blancos en una mano y una suave sonrisa en su rostro impresionante. —Ven, entra.

Sonreí mientras él caminaba a un lado, e hice lo que pidió. La puerta se abrió


hacia una entrada con un techo abovedado.

—¿Cómo estuvo el tráfico hasta aquí? —preguntó él.

—No muy mal. —Miré alrededor, curiosa. Todo al frente era un concepto
abierto. Una gran sala corría hacia la cocina—. Solo me tomó como de veinte
minutos.

—Perfecto. —Cole caminó frente a mí, y mi mirada cayó. Los gastados


pantalones vaqueros acunaban perfectamente su culo—. ¿Te gustaría algo de beber?
Tengo vino, cerveza y soda.
—Vino estará bien. —La sala lucía como si solo un sujeto viviera aquí. Un
enorme modular separando la cocina, parecía tener la habilidad de alojar un equipo
de futbol completo. Una enorme TV estaba montada a la pared, sobre una
chimenea de piedra. Había dos mesas de café. Una alfombra interrumpía los suelos
de madera dura. Muy minimalista. Muy masculino. Asumí que el corredor fuera de
la sala dirigía a los dormitorios y al baño de invitados—. Tu casa es encantadora.

—Gracias. La tengo desde hace dos años. —Dejó caer la toalla cerca de la
estufa, de donde estaba viniendo una esencia mayormente sabrosa—. Es más
espacio del que realmente necesito, pero logré un infierno de trato por ello.

Revisando la cocina, traté de quitarme los nervios construyéndose en mi


sistema. La cocina era espectacular. Gabinetes blancos. Encimeras grises.
Electrodomésticos de acero inoxidable. Varios banquillos colocados en frente de
una amplia isla. Puse mi bolso sobre la encimera.

—Normalmente no tengo vino en casa, pero recogí un pinot grigio de la tienda


—dijo mientras caminaba hacia el refrigerador—. ¿Ese está bien?

—Es bueno. —Me senté en el banquillo.

—Gracias a Dios. Tuve que preguntarle a mi madre qué clase de vino escoger.
—Sacó la botella.

Lo miré mientras caminaba hacia el gabinete y se estiraba, lo que causó que el


dobladillo de su camisa se levantara y expusiera un delgado trecho de músculos
firmes a lo largo de su espalda baja. —¿Llamaste a tu mamá y le preguntaste?

Lanzando una sonrisa avergonzada sobre su hombro, se encogió de hombros.


—Sí, soy un hombre de whisky-y-cerveza. El vino no es una mierda sobre la que
sepa.

Por alguna razón, imaginarme a este hombre adulto llamando a su mamá para
pedirle un consejo sobre qué clase de vino comprar alivió los nudos de tensión
brotando sobre mi cuerpo. Fue dulce de su parte. —No soy exigente cuando se trata
de vino.

Descorchó el vino como un profesional, enfrentándome. —Lo tendré en mente


para el futuro.

Para el futuro.

Me puse un poco mareada mientras le sonreía. —Así que, ¿qué cocinaste?


Sirvió el vino y caminó hacia la isla, poniendo la copa en frente de mí. —
Recordé que eres una chica de carne. Con suerte, no te volviste vegetariana.

Reí. —Absolutamente no.

—Hice estofado, completo con papas y zanahorias. —Empujó las mangas de


su camiseta hacia arriba y se apoyó contra la isla, atrayendo mi mirada a sus
brazos—. Debería estar listo en veinte minutos.

Notando que estaba manifestando alguna rara clase de fijación por sus brazos,
tomé un sorbo del vino, dando la bienvenida al ardor. —Gracias por hacer esto;
cocinar la cena y todo.

Un lado de sus labios se levantó. —Siempre doy la bienvenida a una


oportunidad para cocinar. Gracias por darme una.

—¿Aún lo encuentras relajante?

Él asintió. —Hasta que trato de soasar algo con el sartén y termino quemando
la jodida casa entera.

Reí. —El soasar en el sartén es un poco de expertos.

—Uno de estos días, voy a ser el maestro de ello. —Guiñando, se alejó de la


encimera y caminó hacia el refrigerador, agarrando una cerveza—. Así que, Sasha
—dijo, destapando la botella—. Dime, que has estado haciendo.

Lo miré caminar hacia la isla, y mi corazón saltó un poco cuando tomó el


banquillo junto a mí, con los muslos separados. Inclinó su cuerpo hacia el mío,
dejando un espacio muy pequeño entre nosotros. Cole estuvo de esta forma antes.
Siempre cerca. A él le gustaba el contacto físico y cercano.

Descubrí que eso aún me gustaba.

—No es muy emocionante. —Sorbí el vino—. Es algo aburrido.

—Lo dudo. —Tomó un trago de su cerveza—. Nada sobre ti es aburrido.

Reí suavemente. —Podrías cambiar de opinión.

—Entonces, ¿qué tal si lo hacemos una por una? —Levantó sus cejas—. Me
dices una cosa y yo te diré una cosa.

Nuestras miradas se encontraron. —Ya hicimos eso antes.


—En nuestra primera cita —terminó él, apoyando un brazo contra el
mostrador.

—Sí —susurré. Nuestra primera cita había sido después de clases, y fuimos a
un pequeño café. Nos sentamos allí por horas, y terminé perdiendo mi clase de la
tarde.

Fue uno de mis mejores días.

—Podemos hacerlo de nuevo —dijo, sus intensos ojos azules pálidos enfocados
mientras levantaba la boca de la botella a sus labios—. ¿O no?

—Podemos. —Miré su garganta trabajar con otro trago—. Fui al Florida State
y me gradué con un título en negocios.

—Me gradué de Shepherd con una licenciatura en Ciencias en justicia penal.

Corriendo mi dedo sobre la copa de cristal, sonreí. —Mientras vivía en Florida,


noté que nunca podría permanecer allí, porque es tan malditamente caliente. Solo
hay como tres meses cuando no sientes como si estuvieras en la cúspide del
infierno. Incluso en Tallahassee, donde realmente tienen las cuatro estaciones.

—No he estado allí —dijo, inclinando su cabeza hacia atrás—. Déjame ver. He
vivido aquí. Realmente no tengo planes de vivir en otro sitio.

—Luego me mudé a Atlanta, donde fui asistente ejecutiva —dije, tomando un


trago—. Viajé muchísimo, por todos los estados, una vez a Inglaterra, y una vez a
Japón. Estaba en su mayoría a cargo de su agenda, lo que era muchísimo. —Bajé la
copa y lo miré, sonrojándome cuando descubrí que estaba mirándome—. Me
gustaba el empleo, pero yo no... —Bajando mi mirada, tomé una respiración
profunda—. No creo que era realmente feliz. Quiero decir, era bueno, pero no era
lo que quería hacer.

—Administrar la posada era lo que querías hacer —dijo tranquilamente, y


asentí. Puso su botella sobre el mostrador—. Continué trabajando como ayudante
mientras estaba en la universidad, pasé otros dos años en la patrulla, y luego
apliqué para el FBI. Comencé con ellos seis meses más tarde y he estado trabajando
en la Unidad de Crímenes Violentos desde entonces.

—Vaya. Eso es impresionante. No sabía que había un departamento como ese


por aquí.

—No lo hay. —Se detuvo cuando sonó un timbre y se deslizó fuera de la silla—
. Trabajo en Baltimore.
—¿Puedo ayudar? —Salté fuera del banquillo.

—Claro. —Me enseñó donde estaban los platos y cubiertos, y los saqué—. Mis
horarios son dispersos. Raramente estoy en casa cuando hay un caso, pero no salgo
a las calles.

—¿Vamos a comer allí? —pregunté, notando un comedor detrás de las puertas


francesas—. ¿O en la barra?

—No he comido en esa mesa aún. —Agarrando guantes de cocina, dijo—: No


planeo comenzar esta noche.

Reí. —Funciona para mí. —Puse los platos sobre la isla—. Así que, ¿a qué te
refieres con que no trabajas en las calles?

—No estoy de encubierto y mi departamento hace más que solo enfocarse en


actividad de pandillas. —Hizo una pausa, enviando una astuta sonrisa en mi
dirección—. Te diría más, pero es tu turno de decirme algo.

Mi estómago gruñó cuando puso la humeante bandeja para horno sobre la


encimera. —De acuerdo. Bueno, es aquí donde mi vida es bastante aburrida
comparada a la tuya. Um, traté de conseguir un pasatiempo mientras vivía en
Atlanta. Así que tomé una clase de pintura. Era tan mala que fui echada.

Hizo una pausa, tenedor plateado en sus manos. —¿En serio?

—En serio. —Suspiré—. El instructor sintió que yo no estaba intentando y


estaba acaparando espacio. Me lanzó todas mis pobres pinturas, solo para probar
que no estaba mejorando. —Sonreí mientras Cole transfería la carne y los
acompañantes a un plato—. Puedo recordarme viendo una pintura que se suponía
que era una casa; no recordé que se suponía fuese una casa hasta que el instructor
me lo recordó.

—¿Cómo lucía entonces?

—Realmente lucía como... una caja de zapatos con ventanas.

Cole rio profundamente, y mi estómago se agitó. Su risa... era profunda y sexy.


—Pagaría bastante dinero para ver las pinturas en las que trabajabas.

—Ja. —Nos sentamos y recogí mi cuchillo. Corté una pieza de carne asada y al
momento en que golpeó mi lengua, mis papilas gustativas explotaron. Era una
perfecta mezcla de especias y ternura—. Guau. Está muy bueno.

—¿Dudaste que lo estaría? —se burló, enviando una mirada de lado.


Negué con la cabeza. —¿No piensas en cambiar de carrera? Podría contratarte
como mi chef personal.

—En cualquier momento que quieras que cocine para ti, nena. Soy tu sirviente.

Me ruboricé, me gustaba demasiado como sonaba eso. Tomé otro mordisco y


luego probé las papas. Perfectas. —Entonces, ¿qué hacen en tu departamento?

—Nos enfocamos en robos mayores y diferentes tipos de crímenes violentos —


explicó—. Usualmente, somos llamados por el estado o las autoridades locales.

Cortando más de la carne asada, sumé dos más dos sobre su trabajo. —Cuando
dices crímenes violentos, te refieres a cosas como las que pasaron aquí. —Tragué,
enfocándome en mi plato—. ¿Esa clase de crímenes?

—A veces, pero es muy raramente. Hay más unidades especializadas dentro del
FBI que serían llamados por casos donde creen que hay una conexión.

—Recuerdo a esos agentes. —Continué cortando mi carne—. Vinieron


mientras estuve en el hospital, y después de eso. Estuvieron aquí después de, ¿qué?
¿La tercer o cuarta muerte? Sin embargo, nunca los vi en persona. No hasta que
entraron al hospital. Recuerdo que al principio pensé que era estúpido que tuvieran
tantas preguntas. —Puse el cuchillo y tenedor sobre el plato—. El Novio estaba
muerto. ¿Qué necesitaban saber? No noté hasta más tarde que esos agentes eran
recolectores: recolectores de información. Yo... —Apagándome, dejé salir una
temblorosa risa—. Vaya. Realmente arruiné esa conversación. De cualquier
forma…

Dos dedos se presionaron bajo mi barbilla, guiando mi mirada a la de Cole. El


aire se quedó atascado mientras su mirada se aferró a la mía. Había algo en esos
ojos azules que no podía clasificar totalmente. Una emoción que era cruda y sin
restricciones. —No arruinaste nada, Sasha. Nunca. Si quieres hablar sobre esos
agentes, podemos hacerlo. Si quieres hablar sobre algo más, lo haremos. Solo
hablemos. ¿De acuerdo?

Mi mirada buscó la suya y después de varios segundos, asentí. —Cuéntame...


cuéntame sobre tu mamá. ¿Aún está trabajando en el despacho?

Cole no respondió la pregunta de inmediato, ni dejó caer su mano. Quizás pasó


solo un segundo antes de que arrastrara su pulgar a lo largo de la curva de mi
mandíbula, provocando un temblor que dispersó mis pensamientos efectivamente.
Él bajó su mano. —Mamá se retiró hace cinco años. Papá y ella están disfrutando
sus años dorados.
—Eso es bueno. —Me reenfoqué en mi plato, e incluso si mi estómago estaba
agriado, no podía dejar que esta deliciosa comida fuera a la basura. Eso sería un
crimen—. Quiero eso para mi mamá. No quiero que esté trabajando hasta el día en
que muera, aunque creo que ella no tendría problema con eso.

—Tu mamá siempre va a ser un infierno de trabajadora —dijo.

Cuando terminamos la cena, el una por una se desvaneció, y los nudos de


inseguridad de antes, estaban de vuelta y se multiplicaron como condenados
Mogwais alimentados después de medianoche. ¿Por qué saqué el tema del Novio?
Estaba segura de que esa era la última cosa de la que él quería hablar, sin importar
lo que dijera. Era la última cosa que yo quería. Y ahora no podría deshacer lo que
había visto en su mirada mientras lo ayudé a limpiar, preguntándome cómo
estábamos haciendo esto. Miles de preguntas comenzaron a correr a través de mí.

¿Cómo estábamos hablando y compartiendo la cena como si no hubieran


pasado diez años entre nosotros? ¿Como si no me hubiera alejado de él? ¿Cuál era
el punto de esto? ¿Que él se asegurara de que yo estaba emocionalmente estable o
que yo viera que él lo estaba haciendo bien luego de todos estos años?

El silencio cayó en mí mientras lo ayudaba a poner las sobras en recipientes


plásticos de apariencia cuestionable. Una vez hecho, Cole abrió la puerta de la
nevera mientras yo me paraba en el medio de la cocina, mi corazón corriendo de
nuevo. —¿Quieres otro trago? —preguntó él.

Sí, lo quería. Quería regresar a jugar nuestro juego. Quería esos dichosos
momentos donde no estaba pensando sobre el Novio y todo lo que dejé atrás
cuando hui de este lugar. Pero no podía regresar y no estaba segura de que él
pudiera pretenderlo.

Cuando levanté mi cabeza y lo miré, no vi a Cole. No realmente. Vi al Cole de


hace diez años atrás, la última vez que lo había visto. Él se quedó atrás para
encontrarse con un grupo de estudio para otra clase, pero me acompañó afuera, y
nos besamos. Oh Dios, nadie besaba como Cole. Cada vez superaba el último y
cada uno era perfecto.

¿Cómo podíamos estar aquí como si nada de eso hubiese pasado?

—¿Qué estamos haciendo? —dejé escapar.

Cole volteó lentamente, una mano sobre la puerta del refrigerador y la otra,
vacía. —Bueno, estaba esperando que compartiéramos otro trago, hablar un poco
más.
—Eso no es a lo que me refiero. —Doblando mis brazos a través de mi pecho,
deseé que mi corazón se ralentizara—. ¿Por qué estás bien con esto? Nunca
respondí tus llamadas. No te permití verme. Dejé la ciudad sin decirte una palabra.
¿Por qué siquiera quieres verme ahora?

Me miró por un momento, y luego cerró la puerta del refrigerador. —Esa es


una buena pregunta.

Exhalé pesadamente. —Y esa realmente no es una respuesta.

Cole caminó hacia donde yo estaba parada, deteniéndose a un pie de mí. Había
olvidado cuan alto era, y tuve que levantar mi barbilla para encontrar su mirada. —
No sé si querrás oír la respuesta a tu pregunta.

Me golpeó entonces, algo que realmente no había considerado, pero que tenía
sentido por completo. Eso explicaría por qué apareció tan pronto como escucho
que estaba de regreso en la ciudad. Eso explicaría lo que vi en su mirada. Mi
estómago se hundió. —Tú... Tú me tienes lástima, ¿verdad? ¿Es de lo que se trata
esta noche? Sientes pena por mí.

Horror y vergüenza se elevaron rápidamente. ¿Por qué no descubrí esto la


primera noche que él se quedó? Retrocedí un paso, golpeándome contra la
encimera. Una vez, hubo algo increíble y malditamente cerca de lo mágico, pero
ahora solo teníamos años, miles de qué-podría-haber-sido entre nosotros,
compasión y remordimiento. Eso era.

Un rubor rosa trepó por mi cuello y salpicó mis mejillas. Esa mirada se arrastró
en esos hermosos ojos. La misma que había visto antes. No podía lidiar con ella.
Me empujé fuera de la encimera, y entonces me apresuré alrededor de ella,
agarrando mi bolsa. —Gracias por la cena —dije, sin encontrar su mirada—.
Estuvo increíble…

—¿Qué? —Ladró una corta risa Cole—. No quería tener esta cena contigo
porque siento pena por ti. ¿Es de lo que crees que se trata esta noche? —Empujó su
mano a través de su desordenado cabello—. ¿En serio?

—… y estoy feliz de que hayamos tenido la oportunidad de ponernos al día —


continué, tragando el repentino nudo en la parte trasera de mi garganta.

Sus manos se cerraron en puños a sus lados. —No sé por qué crees que te traje
a cenar porque…

—¿Por qué eso no tendría sentido? Sabes lo que pasó. Dios, tú más que nadie
sabe lo que pasó —dije, mi mano apretándose sobre mi bolsa—. No podemos
sentarnos y cenar, pretendiendo como si no hubieran sido diez años entre nosotros.
Sus ojos resplandecieron. —No estoy pretendiendo eso.

—Y no podemos... —dije, inhalando una intensa respiración mientras mi


pecho quemaba. En lo profundo de mi cabeza, sabía que estaba siendo demasiado
dura con esta situación, con él, pero al parecer, no podía detenerme—. No
podemos pretender que nada pasó.

—Sé lo que pasó y seguro como el infierno, no estoy pretendiendo que lo que te
pasó no sucedió —dijo, con labios estrechos—. Joder, Sasha. Fue todo en lo que
pensé por años. Por años. Pero no es en lo que pienso cuando te veo de pie en
frente de mí. No es lo que…

—No lo hagas —dije, con la voz temblorosa, levantando una mano—.


Necesito irme. ¿De acuerdo? Solo necesito irme. —Sin esperar una respuesta, volteé
y me dirigí hacia el frente de la casa. Gritó mi nombre, pero continué caminando.

Sabía que cuando llegara a casa, cuando tuviera algunos minutos para
realmente pensar sobre lo que había pasado, iba a querer golpearme a mí misma en
la garganta, pero la respuesta de huir estaba a alta velocidad.

El aire nocturno corrió para saludarme cuando salí al porche, cerrando la


puerta detrás de mí. Estaba a medio camino del sendero de jardín cuando la puerta
se volvió a abrir detrás de mí. Demonios, él era rápido.

—Sasha.

Continué caminando, casi rompiendo a correr. No me importaba. No es como


si pudiera estar más avergonzada de lo que ya estaba. Solo tenía que salir de allí.

—Sasha, por favor, detente. —Estaba a solo unos pasos detrás de mí—.
Demonios, no corras de mí de nuevo.

No corras de mí de nuevo.

Dios, esas palabras herían, porque eran ciertas. Eso era lo que estaba haciendo,
y parecía que no podía detenerme. Agarrando la manija de la camioneta, abrí la
puerta. La luz de techo se encendió, e inmediatamente me golpeó. Pasmada,
retrocedí de la camioneta abierta, dejando caer mi bolso. El olor. Oh Dios, mi
estómago se revolvió inmediatamente. El olor era crudo y metálico. Podrido. Hubo
un fuerte sonido zumbante. Moscas. Entreví pelo café y blanco junto con rojo antes
de voltear de prisa.

Cole se detuvo a mi lado. —Qué demo...


Doblándome, puse mis manos sobre mis rodillas y traté de no tener arcadas.
Sin suerte. Mi pecho y estómago tuvieron arcadas.

Caminó alrededor de mí y acechó por la puerta abierta. —Santa mierda —


gruñó, y volteó. Un nanosegundo más tarde, agarró mis brazos, obligándome a
enderezarme—. Creo que necesitas regresar adentro.

Mi enorme mirada encontró la suya mientras mis rodillas se ponían débiles. —


¿Qué es lo que hay en la camioneta?

Su mandíbula se apretó, tan dura como un diamante. —Solo déjame llevarte


dentro de…

—¿Qué hay allí? —exigí.

—Tú no…

Me liberé, sorprendiéndolo cuando escapé a la derecha. Me agarró, rodeando


mi cintura con un brazo, lanzándome de regreso contra su pecho. Pero no fue lo
suficientemente rápido. Lo vi. Un grito se elevó en mi garganta, pero la conmoción
lo empujó de regreso, silenciándome.

Vi lo que estaba en la camioneta de mi madre.


Traducido por Annette-Marie.

Presionando mis manos sobre mi rostro, conté hasta que el impulso de vomitar
por todos los pisos de madera de Cole pasó. No importaba lo que hiciera o lo que
tratara de enfocar, lo que vi en esa camioneta aparecía en mi mente, con todos los
detalles sangrientos.

Me recordó la única vez que no estuve en la oscuridad mientras estaba… con el


Novio. Fue durante uno de sus estados de ánimo, y tenía muchos de ellos, casi
como si fuera dos personas separadas. Un momento casi era… amable y gentil, tan
repugnante como eso era todavía. Otras veces era violento e impredecible, y solo
respirar lo sacaba de sus casillas. Había sido durante ese tiempo, después de ser
arrastrada fuera de esa habitación para usar el baño, después de que mi cara y el
estómago quemaran por sus puños, él me empujó en la habitación, con los ojos
vendados. Fue entonces, mientras mis rodillas se rompían en el suelo, que me
enteré que las luces eran controladas desde el exterior.

Él encendió las luces entonces, y tomó varios momentos para que mis ojos se
ajustaran al brillo, y cuando lo hicieron… pensé que conocía el miedo. Creí que no
podía estar más aterrorizada de lo que estaba.

Me había equivocado.

Lo vi todo en flashes, uno tras otro, como si mi cerebro estuviera demasiado


abrumado para procesarlo todo a la vez.

Las salpicaduras de sangre roja por todo el piso de madera se habían secado,
muy probablemente filtrándose a través de los subpisos. Había cortes en el piso,
nicks que no entendía entonces. Sangre más fresca; mi sangre, estaba en la cama. Y
los muros, Oh Dios, todavía podía ver esos muros. La sangre seca atravesaba la
sección sobre la cama, y supe que alguien había perdido la vida ahí mismo, pero era
lo que colgaba de las paredes a través de la cama a la que normalmente fui
encadenada.

Ensangrentados vestidos de boda blancos.

Seis de ellos.

Algo colgaba de ellos por un fino trozo de alambre. Algo que ni siquiera podía
comenzar a procesar. Algo que me había llevado años aceptar.
Un dedo colgaba de cada vestido.

Y supe entonces que iba a morir en esa habitación, como tantas otras. Grité y
grité hasta que mi voz ronca se apagó, hasta que…

—Bebe esto.

Bajando las manos, levanté la vista a tiempo para ver a Cole colocar un vaso de
agua efervescente en la mesa de al lado del sofá. Había desaparecido por el pasillo
por unos momentos y regresó con el vaso. Mi mano tembló cuando alcancé y cogí
el frío cristal. —Gracias.

Se quedó ahí un momento. —Lo tenemos… fuera de la camioneta.

Estremeciéndome, empecé a sorber el Alka-Seltzer y luego lo dejé. La puerta


principal se abrió y miré hacia arriba. A través de las ventanas delanteras, las luces
azules y rojas destellaron. Cole llamó a la policía. No estaba exactamente segura de
lo que la policía podía hacer en esta situación, pero los policías estatales habían
aparecido hacía unos veinte minutos.

El agente entró en la sala, con su uniforme verde almidonado y apretado. Era


un hombre mayor que parecía haber visto una mierda más extraña que la que había
en mi camioneta.

Miró a Cole antes de hablar. —Tengo que hacer algunas preguntas.

Asentí mientras sostenía el vaso vacío.

—Cole me estaba diciendo que esta camioneta pertenece a tu madre… ¿Anne


Keeton? —Cuando asentí una vez más, preguntó—: ¿Quién sabía que estabas
usando la camioneta de tu madre además de ella?

—Mi amiga Miranda lo sabía. Igual que Ángela. Es una joven mujer que
trabaja como ama de llaves en la posada. —Hice una pausa. —Y Jason lo sabía. Se
detuvo en el almuerzo. Pero ninguno de ellos habría hecho eso.

—¿Jason…? —Cole giró la cabeza hacia un lado.

—Sí. ¿Lo recuerdas? Estaba en nuestra clase de economía. Es un…

—Agente de Seguros ahora —terminó. Cuando vio mi expresión, dijo—: Él


tiene un espectacular por la Ruta 9. Sin embargo no lo he visto en persona en años.

—Lo conozco —dijo el policía—. Buen hombre. Consigue café cada mañana
en el Grind.
Mis ojos se encontraron con Cole. —No sé quién pudo haber hecho eso o por
qué.

—Cole mencionó que tu auto fue vandalizado el viernes mientras estaba fuera
de Scarling Wench —dijo el agente—. ¿Has tenido algún problema con alguien
recientemente?

Cambiando de posición en el sofá, el malestar me llenó. —No. Ni siquiera he


estado en la ciudad el tiempo suficiente para molestar a alguien. No entiendo esto.

El policía no tuvo mucho que añadir después de eso. ¿Qué ley se había roto
esta noche? Sin un sospechoso o ninguna idea de quién podría haber hecho eso, no
estaba segura si esto era un caso de vandalismo o acoso o algo más siniestro. Otra
llamada llegó, un accidente de vehículo en la interestatal, y sonaba mucho más
urgente de lo que estaba sucediendo aquí.

—¿Puedo hablar con usted muy rápido? —le dijo el policía a Cole.

Él me miró y luego dijo—: Claro.

Me levanté y llevé el vaso vacío hasta el fregadero y lo lavé mientras salían.


Entonces permanecí ahí, sin mirar nada mientras trataba de comprender lo que
acababa de suceder. Apreté el borde del fregadero y tomé una respiración profunda,
a pocos segundos de perder el control. Como el tipo de crisis que pondría a la
anterior en la cocina en vergüenza.

Debería haber estado en casa ahora, sentada en mi sofá, comiendo un galón de


helado mientras me pateaba mentalmente. ¿Quién hubiera pensado que preferiría
eso?

No tenía ni idea de cuánto tiempo estuve ahí, pero oí que la puerta principal se
abría de nuevo. Volviéndome, vi como Cole caminaba por la entrada mientras las
luces intermitentes se iban.

—Él está presentando un informe —dijo, echando un vistazo a su teléfono


celular antes de meterlo en su bolsillo—. Eso es lo mejor que van a poder hacer
ahora mismo.

Asintiendo, me incliné contra el fregadero y cruce los brazos. —No sé por qué
los llamaste.

Se detuvo al borde de la isla de la cocina y alzó las cejas. —Alguien cogió un


ciervo que parecía haber perdido una pelea contra un camión Mack y lo puso
dentro de tu camioneta.
Me estremecí cuando mi estómago se revolvió. Sip. Eso sonaba bien. Y ese
pobre ciervo había muerto. Por un momento.

—Tiene que haber un reporte de eso —terminó.

Un sabor extraño cubrió los lados de mi boca. —Ni siquiera… no sé qué decir
ahora mismo.

Cole no respondió a eso cuando entró en la cocina. Me tensé cuando me pasó y


se dirigió a la nevera. Sacó dos botellas de agua. Enfrentándome, me entregó una.
—¿Estás bien?

Asentí.

—Quiero oírte decirlo —dijo, con voz suave pero firme.

Abrí la boca y luego hice un pequeño movimiento con mi cabeza. No estaba


bien. Me estremecí. Esto estaba totalmente fuera de control. —Esa es la camioneta
de mi madre. ¿Qué diablos voy a decirle? Va a volverse loca.

Él tomó un sorbo de agua. —Tengo un amigo en la ciudad que hace detalles de


autos. Lo llamé mientras estaba fuera y le informé de lo que pasó. El ciervo está
fuera de la camioneta, y vendrá mañana por la mañana y se pondrá a trabajar en
ella. La tendrá como nueva mañana por la tarde. Será como si nada hubiera
pasado.

Era bueno oírlo, pero también había una buena posibilidad de que nunca
volviera a entrar en esa camioneta sin importar lo que se le hiciera. Lo miré,
dejando escapar una respiración áspera. —No tenías que hacer eso.

—Pero lo hice.

Resistiendo la súbita necesidad de correr hacia él y plantarle la cara en el


pecho, miré hacia el techo. —Gracias. Solo hazme saber cuánto cuesta y yo me
encargaré de ello.

—No tienes que agradecerme.

—Pero lo hice —le respondí de la misma manera.

Un lado de sus labios se alzó brevemente.

Tomando una respiración profunda, apreté la botella hasta que el plástico se


arrugó. —No le diré a mi madre.
Cole se quedó en silencio y los ojos agudos.

—Será como yo. Nunca podrá volver a entrar en esa camioneta. No es que ella
pueda salir y comprar un nuevo auto —razoné, poniendo la botella de agua a un
lado—. Y no quiero que se preocupe.

Su mandíbula se tensó. —Quizá tenga que estar preocupada.

Mi corazón dio un vuelco. —¿Por qué… por qué dirías eso?

—No estoy tratando de asustarte. Espero que te hayas dado cuenta, pero algo
no está bien aquí, y creo que lo sabes. —Terminó Cole su botella de agua y la tiró a
la basura. Me miró, y la ira estaba grabada en su llamativo rostro—. Tu auto fue
vandalizado la primera noche que estuviste de vuelta en la ciudad y alguien puso a
ese ciervo en la camioneta con algún tipo de intención. Eso no es algo que hace un
chico aburrido.

—Si eso fuera algo que un chico aburrido hace, alguien necesita ver a un
psicólogo infantil —comenté.

Sus labios se contrajeron en una sonrisa irónica. —Estoy de acuerdo.

Le sonreí, pero me sentí enferma. Yo no era ingenua o estúpida y desde el


momento en que me senté en el sofá mientras Cole trataba con las cosas afuera,
sabía que lo que se había hecho tenía un propósito. Simplemente no entendía por
qué. —Todavía no quiero que mi madre lo sepa.

—Sasha, ella debe saberlo para que pueda tener cuidado.

—¿Cuidado de qué? ¿Un mapache muerto en el buzón? ¿O un gatito que podría


ser arrojado en el porche delantero? —Me aparté del mostrador y aparté ambos
lados de mi cabello hacia atrás—. Mira, entiendo lo que estás haciendo, pero ella
ha pasado por mucho, Cole. Por mucho.

—Tú también. —Me recordó, con tono suave.

—Sí, pero pude irme. Tuve que esconderme de lo que pasó y de esta ciudad.
Ella no. No quiero meterla en esto a menos que tenga que hacerlo.

Su rostro se suavizó. —Sasha…

—No me mires así —advertí, aspirando una suave respiración. Apenas podía
lidiar con él cuando me miraba normalmente, ¿pero así? ¿Con su apuesto rostro
suavizándose y sus fríos ojos calentándose? Era demasiado.
—¿Cómo qué?

Como si quisiera lo que yo había querido antes. Cruzar la distancia entre


nosotros y envolver sus brazos alrededor de mí. Pero aunque quería correr hacia él
en este momento, no podía hacerlo.

Cerrando los ojos, tomé varias respiraciones profundas y los volví a abrir. —
Hasta que sepa lo que está sucediendo aquí, no quiero que se estrese. Y esto no
tiene nada que ver con ella. Nadie la ha estado molestando. Es… es sobre mí.

Cole parecía que quería discutir más, pero inhaló con brusquedad. —Esa es tu
decisión. Solo quiero dejar constancia de que no estoy de acuerdo con eso.

—Desde luego.

—Sé que el policía preguntó quién sabía que estabas conduciendo la camioneta
de tu madre esta noche, pero tengo otra pregunta para ti.

—Pregunta.

—¿Hay alguien en particular en el que puedas pensar que esté molesto contigo?

Inmediatamente supe a dónde se dirigía con esto. —¿Quieres decir lo


suficientemente enojado conmigo para vandalizar mi auto y dejar un ciervo muerto
en la camioneta? No. No conozco a nadie que quiera hacer eso.

Levantó la mano y se agarró la parte posterior del cuello. Mi corazón dio un


estúpido pequeño brinco, porque ese era un hábito de él que recordaba de antes. Yo
solía estar fascinada con ese acto. A decir verdad, todavía lo estaba. —Tal vez un
novio…

—Te dije que no estaba viendo a nadie —le recordé, con las mejillas
encendidas.

—¿Un ex-novio? —corrigió, bajando la mano.

No quería responder la pregunta, pero sentía que necesitaba hacerlo. —


Ninguna de las... las relaciones en las que he estado han sido lo suficientemente
serias como para que alguien se enoje conmigo.

La piel alrededor de sus ojos se tensó. —Eso suena difícil de creer.

—¿Por qué? En realidad, no respondas eso. No hay ningún tipo en mi pasado


suficientemente molesto para viajar aquí.
Enarcó una ceja. —¿Y tú jefe?

Negué con la cabeza. —Él estaba… decepcionado de perderme, pero lo superó


en unos cinco minutos cuando vio a la pelirroja de veinticinco años que yo estaba
entrevistando para reemplazarme.

Sus labios se contrajeron brevemente. —Quiero que pienses en ello, Sasha. No


me importa si es alguien que molestaste hace tres años en la tienda de comestibles.
Quiero que realmente pienses en quién podría estar enojado contigo. No tienes que
responder ahora. Tómate un día o dos.

No necesitaba tomarme un día o dos. Mientras vivía en Florida y Georgia, en


su mayor parte me mantenía para mí misma. Iba a trabajar. A veces tomaba
algunas bebidas con compañeros del trabajo. De vez en cuando conocía a alguien
que no buscaba más que algunas buenas noches.

Ahora que lo pensaba, ¿qué demonios había estado haciendo estos últimos diez
años? Casi nada. Frustrada, caminé hacia donde mi bolsa se apoyaba en el taburete.
Busqué, sacando mi celular.

—Es algo… ¿qué estás haciendo?

Levanté la vista de mi teléfono. —Preparándome para llamar a Miranda.


Necesito un aventón a casa.

—Yo puedo hacer eso.

Por supuesto que se ofrecería. Me había hecho de cenar porque… Dios, ya ni


siquiera sabía por qué. Mi anterior crisis parecía haber sido hace horas, pero no
necesitaba que hiciera nada más por mí. —Eso no es necesario.

—Sasha —dijo con firmeza—. Te llevaré a casa.

Lo miré un momento y luego asentí, repentinamente demasiado cansada para


discutir sobre algo tan inútil. —Está bien.

No hablamos mientras nos dirigíamos hacia su cochera y subía a su camioneta.


No podía dirigirme hacia la camioneta de mi madre aunque el ciervo ya no
estuviera ahí.

Muchas preguntas plagaban mi mente, pero sobre todo, ¿por qué alguien haría
algo tan asqueroso? ¿Por qué alguien rompería las ventanas de mi auto? La
respuesta estaba justo frente a mi rostro. Tenía que ser debido a mi pasado, pero el
por qué era lo que no tenía sentido.
Sin embargo, estaba asustada. Profundamente. El auto vandalizado era una
cosa pero esto… esto era llevar las cosas hasta un nuevo nivel. Se sentían como…
como advertencias, y yo sabía que algunas de ellas parecían irracionales pero la cosa
era… que después de todo lo que había sucedido hace diez años, pasé muchas
noches sin dormir, todavía las pasaba, obsesionada por si habría señales. Si habría
advertencias sobre lo que estaba a punto de sucederme que estaba ignorando a
ciegas.

Y me sentía de esa manera otra vez.

A mitad de camino, algo se me ocurrió mientras miraba a Cole. Su perfil era


bastante estoico, la mandíbula en una línea dura y los ojos de acero centrados en el
camino.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Por supuesto. —Ni un momento de vacilación.

—Es sobre tu trabajo. —Aclaré, sosteniendo mi bolsa en mi regazo.

—Si puedo responder, lo haré. —Me miró—. ¿Qué quieres saber?

Tomé una profunda respiración, no muy segura de querer saber la respuesta. —


¿Estás trabajando en el caso de… de la mujer desaparecida que fue encontrada
cerca de la vieja torre de agua?

—El FBI no ha sido llamado al caso todavía —respondió después de un


momento. Su mano se apretó en el volante—. Pero sé que el jefe de departamento
ha estado en conversaciones con la Policía Estatal de Maryland y Virginia
Occidental.

Volviendo la mirada a la ventana, observé la borrosa oscuridad de los árboles


acercándose. —Tú…

Hubo un latido del corazón. —¿Yo qué, Sasha?

Tragué con dificultad. —¿Crees que es extraño que su cuerpo fuera encontrado
ahí, de todos los lugares?

Cole no respondió de inmediato. No hasta que me encontré mirándolo de


nuevo, y él dijo—: Sí. Me parece extraño.

***

—Te llevaré hasta la puerta —dijo Cole mientras apagaba el motor.


Antes de que pudiera decirle que no era necesario, él ya estaba fuera de la
camioneta. Suspirando, abrí la puerta y salí. Me acompañó hasta el porche y se
dirigió hacia la puerta principal. —No voy en esa dirección.

Se detuvo, luego se volvió hacia mí. —¿Vas a entrar por la puerta trasera?

Asentí. —Hay una entrada privada a los apartamentos en la parte de atrás. —


Fácilmente podría entrar por la puerta delantera, pero no había llegado a una buena
explicación del por qué Cole me había conducido a casa y no quería arriesgarme a
encontrarme con mi madre—. No tienes que hacer esto. Estoy en casa.

—Lo estoy haciendo. —Comenzó a caminar hacia el lado de la casa y


suspiré—. ¿Cierran la puerta por la noche? —preguntó.

Frunciendo el ceño, asentí mientras salía del porche. —Por lo general nos
aseguramos de que todos los huéspedes estén de vuelta.

—¿Y qué haces si los huéspedes no vuelven?

—Las puertas se cierran a las diez en punto, no importa qué. Los huéspedes
tienen que utilizar las llaves que se les da al registrar su entrada si se quedan fuera
hasta más tarde —expliqué.

Cole se movió delante de mí. Los detectores de movimiento comenzaron a


encenderse, iluminando el camino. Mientras rodeábamos la parte trasera de la casa,
lo pasé y me dirigí hacia la escalera que estaba escondida detrás del alto roble. Por
supuesto, Cole estaba justo detrás de mí. Una vez que estuvimos frente a mi puerta,
ya tenía mi llave en la mano.

—Gracias por la cena y por ayudar con toda… la cosa de la camioneta —le dije
mientras abría la puerta, manteniendo mi voz baja por si mi madre estuviera en su
apartamento—. Si pudieras enviarme un mensaje de texto sobre cuándo podría
recogerla, te lo agradecería…

—No te desharás de mí tan fácilmente.

Deteniéndome, me di la vuelta y lo enfrenté. La luz del balcón proyectaba


profundas sombras a lo largo de sus pómulos. —¿Qué?

Cole entró en mi apartamento, obligándome a dar otro paso atrás. —Me quedo
aquí.

Parpadeé, sabiendo que no le había escuchado bien. —¿Qué?


Tirando de mí para que entrara, agarró la puerta y la cerró detrás de nosotros.
Nos paramos cerca de la cocina, mi boca abierta en lo que probablemente era la
forma menos atractiva. —Me quedo aquí.

Mi audición debía estar experimentando dificultades técnicas. —¿Por qué?

—Hay un par de razones. —Hizo una pausa, entrecerrando los ojos mientras
miraba alrededor de mi apartamento. Había dejado la lámpara cercana al sofá
encendida, y como la habitación no era grande, estaba bastante iluminada.

Me mantuve firme. —¿Qué tal si empiezas a explicar esas razones?

Ocupado revisando mi apartamento, que pensé que era un espacio totalmente


lindo, pero no tan agradable como la casa que él poseía, caminó alrededor de mí.
Estupefacta, me volví hacia él. —¿Puedo ayudarte? —pregunté, dejando caer mi
bolsa en la pequeña mesa junto a la puerta.

Se puso frente a mí, con un lado de sus labios elevado, y la mirada en su rostro
no era nada como la forma en la que me había mirado antes. Era burlona y
traviesa. Mi vientre se retorció. —Esa es una pregunta sugerente, Sasha. —Lanzó
sus llaves sobre el mostrador de la cocina—. Hay un montón de cosas en las que
podrías ayudarme.

Nuestras miradas se encontraron, y un temblor recorrió mis brazos. ¿Estaba…


coqueteando conmigo? Respiré profundamente, necesitando concentrarme en el
hecho que de alguna manera Cole había terminado en mi apartamento. —¿Por qué
crees que necesitas quedarte conmigo?

—Creo que es bastante obvio. —Se dio la vuelta y caminó hacia el sofá, y yo
permanecí ahí, algo conmocionada mientras se sentaba… en el centro—. Alguien
se está metiendo contigo.

Las palabras enviaron un especie de escalofrío muy diferente sobre mi piel


mientras me dirigía hacia el sofá. —Ese podría ser el caso, pero eso no explica por
qué crees que necesitas estar aquí.

Inclinó su barbilla, mirándome mientras se acercaba. —No me gusta que estés


aquí sola cuando alguien se está metiendo contigo.

Abrí la boca, pero no tenía palabras, porque bueno, eso era dulce de su parte.
De hecho eso era muy dulce, pero no podía quedarse aquí. —Que estés aquí es
innecesario.

—¿Cómo que innecesario? —preguntó mientras se inclinaba, levantando el


dobladillo de su camiseta. ¿Qué estaba haciendo? ¿Desnudándose? No sabía si
debía decirle que se detuviera o simplemente dejar que continuara. Mi ritmo
cardiaco se aceleró hasta que me di cuenta que tenía un arma sujeta en su cadera
derecha. ¿Había estado ahí todo el tiempo? Necesitaba ser más observadora.

—Porque no estoy sola —susurré-gritando—. Obviamente. Vivo encima de una


posada, y mi madre está literalmente a una habitación o dos de distancia.

Él sonrió, y mi corazón dio otro salto. Tal vez una voltereta, porque maldita
sea, era increíblemente caliente solo sentado ahí y respirando, pero cuando sonreía,
era hermoso. —Permíteme hacerte unas preguntas.

Crucé los brazos y esperé.

—¿Están todos tus huéspedes en la posada?

Mis cejas se fruncieron. —No lo sé. No he estado aquí.

—Correcto. Así que es totalmente posible que alguien haya entrado en esta
posada mientras te fuiste, se haya escondido hasta que todo el mundo durmiera, y
tenga libertad para andar por el hotel.

Me rodeé cuando mi estómago dio un vuelco. —Oh, Dios mío, ¿crees…?

—No creo que eso haya sucedido, pero es una posibilidad.

Me quedé boquiabierta.

—Mi siguiente pregunta para ti es, ¿tienes un sistema de alarma?

—Tenemos uno…

—Sé que tienen uno para la posada, pero ¿qué hay de tu apartamento? —
corrigió, desatando su funda.

Negué con la cabeza. —No, pero…

—Pero tienes que conseguir una alarma para aquí, y yo tengo un amigo que las
instala y me debe un favor. Lo llamaré mañana.

Había una buena posibilidad de que mi rostro estuviera congelado con la boca
abierta. Conseguir una alarma para el piso superior tenía sentido. Por la forma en
que el piso principal estaba cableado, sería más barato colocar una separada que
añadir una a la existente. Necesitábamos un nuevo sistema para el piso superior,
uno inalámbrico. —Ni siquiera sé qué decirte.

—¿Gracias?
Una risa sorprendida estalló de mí. —Esas no son las dos palabras en las que
estoy pensando ahora mismo.

—Puedo imaginar cuáles son esas dos palabras —dijo secamente, colocando la
pistola en la mesa de café.

¿Esto estaba realmente ocurriendo?

Una parte de mí quería agarrarlo por los brazos y arrastrarlo hacia la puerta,
pero sabía que no había manera de que fuera a tener éxito. La otra parte no podía
creer que esto estuviera ocurriendo, pero había una pequeña parte de mí, una
estúpida y completamente irracional parte de mí, que estaba secretamente
emocionada de que Cole estuviera aquí, sentado en mi sofá.

También había una parte de mí que estaba aterrada, porque su insistencia me


hacía sentir que no estaba a salvo, y tampoco mi madre. Si tenía que ser honesta, ya
lo sabía, pero de todos modos no podía entender por qué, todo parecía demasiado
surrealista.

Cambié mi peso a un pie. —¿Debería…estar preocupada por todo esto?

Los ojos de Cole se encontraron con los míos, y de repente, moviéndose


increíblemente rápido, estaba de pie y justo frente a mí. Después estaba tocándome,
sus manos acunando cuidadosamente mis mejillas, y mi corazón definitivamente
dando volteretas. —Si debes o no preocuparte sobre esto no es lo que estamos
tratando. Estás preocupada.

Las mentiras se formaron en la punta de mi lengua mientras miraba sus ojos


cristalinos, pero dije la verdad en un susurro. —Estoy asustada.

—Cualquiera lo estaría —dijo, su voz sumamente baja—. Incluso si no


tuvieran… bueno, si no tuvieran tu historia.

Me estremecí, y luego cerré los ojos mientras barría su pulgar a lo largo de mi


mejilla derecha, buscando mi reacción. No sé por qué admití lo que hice a
continuación. —A veces me pregunto si perdí cosas antes. ¿Sabes? ¿Cómo si
hubiera habido señales de que el Novio venía detrás de mí y me las perdí?

—Incluso si hubiera habido señales, no habría habido forma de que supieras lo


que iba a suceder. —Su voz era tan suave como su agarre—. Y no estoy diciendo
que estas cosas son señales, pero prefiero estar seguro que lamentarlo.

Tragando el nudo en mi garganta, abrí los ojos. —Si no hubiera…si mi pasado


no fuera lo que es, ¿insistirías en hacer esto ahora?
Un músculo saltó en su mandíbula. —Sasha…

Me alejé, saliendo de su alcance y poniendo espacio entre nosotros. La


decepción me llenó, como lo había hecho cuando estaba en su casa. No quería que
mi pasado dirigiera sus acciones, y era absolutamente tonto de mí parte pensar que
alguna vez habría una posibilidad.

El nudo en mi garganta se expandió. —No tienes que hacer esto porque sientes
lástima por mí, Cole.

Su cabeza se inclinó hacia un lado mientras sus cejas se apretaban. —No siento
lástima por ti.

Casi me reí. —Y no tienes que hacer esto porque sientes algún tipo de
obligación hacia mí, por lo que pasó.

La comprensión brilló en su rostro. —Sabes, hay cosas de las que todavía


tenemos que hablar. Una de ellas es toda esa mierda que sucedió en mi cocina antes
de que salieras corriendo de mi casa.

Mi espina dorsal se tensó. —No necesitamos hablar de nada de eso. Lo que


tienes que hacer es…

—Oh, vamos a hablar de eso, pero tendrá que esperar, y mientras tanto, puedes
enojarte y decirme que estoy siendo irrazonable, y puedes venir con cualquier
cantidad de locas razones por las que piensas que estoy haciendo esto, pero no me
voy. No hay manera en el infierno —dijo Cole, sus ojos brillando—, que te deje de
nuevo.
Traducido por LittleCatNorth

Cole no se fue.

Y yo tampoco permanecí de pie en la sala de mi apartamento bonito-pero-no-


tan-increíble-como-la-casa-de-Cole y discutí con él. Me precipité hacia mi
dormitorio, solo para recordar que mi baño estaba fuera del dormitorio.

Así que después de caminar de un lado a otro por varios minutos, irritada por
la idea de que Cole sentía que necesitaba estar aquí para protegerme de alguna
amenaza invisible que probablemente ni siquiera existía, abrí la puerta del
dormitorio y pisoteé de regreso hacia el corto corredor. No vi a Cole, pero él
aparentemente había encontrado el control de la televisión.

Cole, literalmente, estaba sentado en mi sala, mirando la televisión.

No podía creerlo.

Rápidamente, completando mi rutina nocturna, me precipité de regreso al


dormitorio y me las arreglé para resistir la necesidad de azotar la puerta detrás de
mí. Necesitaba hablar con Miranda.

Excepto que, dejé el teléfono en mi bolsa, sobre la encimera de la cocina.

Y me negaba a regresar allí afuera.

Desvistiéndome, saqué la primer cosa de mi cajón y la deslicé sobre la cabeza.


La puerta del dormitorio no tenía un seguro, y lo último que necesitaba era estar
por allí medio desnuda si Cole decidía deambular dentro de la habitación por
alguna razón.

Prácticamente me lancé sobre la cama. No era tarde, y normalmente no estaría


en ningún sitio cerca de la cama a esta hora, pero estaba atrapada.

De acuerdo. No estaba atrapada. Era por mi decisión que estaba escondida en


el dormitorio. Escondida una vez más, y mientras me acostaba allí, sabía que él
estaba haciendo lo que pensaba era correcto. Quería asegurarse de que yo estaba a
salvo, y podía apreciar eso, incluso si me molestaba enormemente. Yo no era una
damisela que necesitaba protección. No es que no admitía que Cole pudiera hacerlo
si yo estaba en peligro. No soy estúpida. Él tenía un arma. Yo no, pero no... no me
gustaba sentirme como si no pudiera cuidarme yo misma. Por diez años, estuve
haciendo exactamente eso. Golpearía al miedo para que retrocediera y yo estaría
bien.

Pero Cole estaba aquí por culpa de lo que me pasó antes. Y no necesitaba un
doctorado en psicología para saber que él sentía que no estuvo allí para mí antes.
En una forma, estaba remendando eso en lo que creyó haber fallado.

O quizás, solo quizás, yo estaba pensando muchísimas razones y decidiendo


que eran ciertas sin siquiera hablar con él, porque yo solo no podía manejarlo.

El último pensamiento sonó bastante racional para ser cierto.

—Soy un desastre —dije a mi techo.

Mi techo no respondió.

Y mis pensamientos vagaron a lo qué pasó cuando intenté dejar la casa de


Cole, y me estremecí bajo los cobertores mientras el recuerdo de la pestilencia de la
muerte y la descomposición casi me tragó por completo.

Acurrucándome sobre mi lado, doblé las manos bajo la barbilla y miré a la


pequeña ventana al otro lado de la cama. Cerré los ojos, sin querer pensar sobre el
venado o mi auto vandalizado. No quería pensar sobre nada, pero por las siguientes
horas, lo hice, y en cualquier momento que oía un movimiento fuera de mi
dormitorio, me ponía tiesa y mantenía la respiración, mis oídos a la defensiva
mientras trataba de notar qué estaba haciendo él. ¿Entraría aquí? No tenía razón
para hacerlo. ¿Estaría en mi sala en la mañana o se iría una vez que el sol saliera?
Ni siquiera sabía si tenía que ir a trabajar, pero sabía que el sillón no era lo
suficientemente grande para alguien tan grande como él.

No estaba segura de cuánto tiempo me acosté allí, y perdí la cuenta de cuán


lejos había llegado la luz de luna a lo largo del suelo para el momento en que me
deslicé en esa etapa media-despierta. Estaba indecisa cuando la sentí, la ligera
caricia como una pluma a lo largo de la curva de mi hombro desnudo.

El ritmo de mi corazón aumentó. ¿Qué estaba haciendo Cole aquí dentro?


Sostuve la respiración mientras sus dedos pasaron fácilmente sobre mi piel,
extendiendo una onda de pequeña piel de gallina a lo largo de mi carne. Sus dedos
se deslizaron bajo el tirante de mi camisón, arrastrándolo lentamente hacia abajo.

Necesitaba detenerlo. Demonios, necesitaba estar molesta porque se escabulló


dentro de mi habitación y me estaba tocando, pero... me gustaba. Oh Dios, me
gustaba, y podía acostarme aquí, pretendiendo estar dormida.
Su mano vagó sobre mi hombro y bailó a lo largo de la parte superior hasta que
alcanzó mi columna. Dejé salir una temblorosa respiración. Él arrastró su mano
hacia abajo por el centro de mi espalda, la presión pesada y…

—Sasha...

La presión retorció mi pecho. La mano en mi espalda. Era demasiado pesada,


demasiado ruda. Demasiado familiar. Demasiado fría.

Me retorcí, volteando sobre mi espalda. Mis ojos se ampliaron mientras miré a


la oscuridad, sabiendo que no podría ver su rostro. Nunca había visto su rostro,
pero sabía, oh Dios, sabía que no era Cole. Un grito se construyó en mi garganta,
rompiendo libremente, y mis oídos quemaron por el sonido. Lo oí entonces, la risa
aguda. La risa que señalaba que el dolor estaba en camino, porque cuando él me
tocaba así, cuando reía así, dejaba de ser el Novio. No era nada más que un
monstruo.

—¡Sasha! —La presión se apretó sobre mi brazo, y mi grito se intensificó—.


¡Sasha! Detente. Estás bien. Estás a salvo. Detente.

Estás a salvo.

Dos palabras que el Novio nunca diría.

Levantándome y doblándome a un lado, mi agitada mano golpeó el aire y caí


hacia la izquierda, justo fuera la cama. No golpeé el suelo.

Cole fue rápido, envolviendo su mano alrededor de mi cintura y tirándome de


regreso sobre la cama, contra él. Pecho a pecho. Piel contra... ¿piel? ¿Qué? La
pesadilla se desvaneció como hilillos de humo mientras lentamente me volvía
consciente de todo. Cole estaba sosteniéndome contra él, su aliento cálido contra
mi mejilla, y en algún punto, se había quitado su camisa, y ahora mi corazón estaba
corriendo por una razón completamente distinta.

—¿Estás conmigo? —preguntó.

Estaba bastante con él.

La habitación estaba oscura y no podía ver nada, pero todo lo que podía sentir
era a él, y fue en ese momento que noté lo que me había puesto antes de entrar en
la cama. Era un camisón con tirantes delgados y tenía un corpiño con forma de
corazón; la clase de camisón hecho de suave algodón que solo llegaba a mitad de
muslo y probablemente, era completamente transparente en la luz fuerte. Un
camisón bastante delgado que me hacía sentir que no había casi nada entre nuestros
cuerpos.
Y su pecho era cálido, realmente se sentía caliente contra el mío, y la mezclilla
de sus pantalones vaqueros era áspera contra el interior de mis muslos. Fue
entonces, también, que noté que, de alguna forma, no estaba solo en su regazo, si
no que estaba a horcajadas. No tenía idea de cómo pasó, pero sus hombros también
eran suaves y duros bajo mis manos.

—Sasha. —Su voz fue más profunda mientras una mano se doblaba alrededor
de mi nuca, amontonando mi cabello—. ¿Estás conmigo?

Mi garganta estaba seca mientras jadeaba—: Sí.

—Bien. —No me dejó ir, sino que su mano se apretó, así como su brazo—.
¿Esto pasa a menudo?

—¿Qué pasa a menudo? ¿Esto?

Su risa fue ronca. —Las pesadillas, Sasha. ¿Pasan a menudo?

Oh. Cerré los ojos mientras le daba una pequeña sacudida de cabeza. —No tan
a menudo.

—¿Por qué tengo el presentimiento de que no estás siendo exactamente


honesta? —Su respiración pasó sobre mi frente.

—No sé por qué. —Debería levantar mis manos y alejarlas, pero se sentía
como si estuvieran pesadas como plomo contra su piel.

—Hay algo que estás olvidando. —Se removió de repente, y jadeé cuando me
deslicé hacia él. Mis piernas se extendieron más amplias, y ahora mi vientre estaba
presionado contra su mucho más duro estómago—. Te conozco. No soy un
extraño.

—Tú no...

—¿Yo no qué? —Su voz cayó a un susurro.

Quizás era la oscuridad. Quizás era el camisón y la naturaleza casi irreal de él,
sosteniéndome de esta forma. No lo sé, pero respondí su pregunta. —Tú ya no me
conoces.

Los músculos bajo mis manos se tensaron. —Aún te conozco, Sasha.

Sacudiendo mi cabeza, dejé caer las manos de su pecho. —No lo haces.


Pasaron diez años, Cole. Ya no me conoces.
—La Sasha que conozco aún está allí dentro. He captado vistazos de ella esta
noche, mientras cenábamos. Aún eres ella —insistió, su voz áspera y firme—. Y
aún te conozco.

—Tú…

—Sé que no estás diciéndome la verdad sobre las pesadillas —continuó—. Las
tienes a menudo, ¿verdad? No cada noche, pero lo suficiente para que no duermas
bien.

Mi respiración se atoró. Le dio al blanco.

—Tengo razón, ¿no es así?

Cole tenía razón, pero él no necesitaba saberlo. No necesitaba saber nada más
que lo hiciera sentir incluso más apenado por mí. Luché por mantener mi voz
plana. —Solo fue una pesadilla. No es la gran cosa. —Comencé a trepar fuera, pero
me sostuvo en mi sitio—. Estoy bien ahora. Puedes dejarme.

—Yo no estoy bien.

Inclinando la cabeza a un lado, lo miré, deseando poder ver su expresión. —


¿Por qué no estás bien? ¿Tuviste una pesadilla?

—No. Pero oírte gritar así fue como tener una pesadilla. —Su tono fue
mortalmente serio—. Me despertó de un sueño profundo. Pensé que...

Me puse rígida en sus brazos. No quería saber lo que él pensó, porque ya tenía
una idea bastante clara. —Estoy bien. Deberías volver a dormir. En realidad,
deberías irte. Yo estoy…

—¿Por qué estás dejándome fuera?

Su pregunta me hizo sacudirme. —Yo no estoy…

—Sí, lo estás.

Empujé contra su pecho, sin querer tener esta discusión en el medio de la


noche, en mi oscura habitación, conmigo sobre su regazo, sobre mi cama, mientras
estaba usando casi nada.

Cole no se movió.

—Déjame ir —dije.

—Lo haré. —Cole no lo hizo—. Pero tengo algo que decir primero.
Empujé de nuevo, ignorando cuan... maravillosamente suave y dura se sentía
su piel bajo mis palmas, como acero recubierto de seda. —Puedes decir lo que
necesites decir mientras no me sostengas.

—Nop.

—Cole —espeté.

La mano en mi nuca se deslizó hacia arriba y sus dedos se extendieron a través


de la base de mi cráneo. Un temblor le siguió, extendiéndose sobre mis hombros y
hacia abajo por mi frente, y era una clase buena de temblor. Sentí mis pezones
endurecerse, y enseguida estuve agradecida de que estuviera oscuro.

—Tienes tus paredes levantadas. Lo entiendo. Incluso puedo entender por qué
lo harías, y apuesto que es por eso que no has tenido ni una condenada relación
seria en los últimos diez años. Y puedo entender eso también. Lo entiendo. —Guío
mi cabeza hacia él, deteniéndose cuando sentí su respiración contra mis labios—.
Pero no soy un chico cualquiera al que acabas de conocer. No soy alguien que no
sabe que es lo que hay en tu interior, vale la pena el trabajar y romper esas paredes.

Oh mi Dios.

—Las personas no consiguen segundas oportunidades a menudo, Sasha, pero


tenemos una, y no voy a dejarla pasar junto a nosotros.

—¿Una segunda oportunidad? —repetí tontamente—. ¿Para nosotros?

—Eso es lo que estoy pensando.

Aturdida, permanecí en silencio por un momento. —¿Y qué si no quiero una


segunda oportunidad?

Él rio. —Oh, tú quieres una segunda oportunidad.

Mi boca cayó abierta. —¿Y qué te hace pensar eso, Sr. Yo Lo Sé Todo?

Esos labios suyos pasaron sobre mi mejilla, provocándome un jadeo. —Sí, eso
justo allí me dice que quieres una segunda oportunidad, y he visto la forma en que
me viste hoy, pero ¿sabes qué más? —Hizo una pausa—. Esos pequeños pezones
duros presionados contra mi pecho me dicen que quieres una segunda oportunidad.

Oh mi Dios.

—Y no hay paredes que no pueda romper. ¿Teflón? ¿Alambre de puas? No va a


detenerme de superarlo.
Todo lo que podía hacer era mirarlo en la oscuridad, y ni siquiera estaba segura
de si yo estaba respirando en ese punto.

—Lo que dije antes, Sasha, lo dije en serio. —Los labios de Cole acariciaron la
curva de mi mejilla, causándome un escalofrío—. No voy a dejarte. No de nuevo.
Traducido por LittleCatNorth

—De acuerdo. Eso es caliente.

Entorné mis ojos hacia Miranda. Estábamos sentadas en la cocina la tarde


siguiente. Ella estaba en su descanso para almorzar y tenía al menos diez minutos
antes de que tuviera que regresar a la escuela, la que estaba a corta distancia a pie.
Lucía gloriosa, como siempre, usando un vestido suéter morado oscuro que era la
perfecta combinación para su oscura piel. Si yo usara algo así, luciría como una
comensal de gente morada. Ahora, ella estaba engullendo una ensalada que olía
como si tuviera sobredosis de aderezo italiano. —Él no se quiso ir —le recordé.

Ella apuntó su tenedor de hojas verde arponeadas hacia mí. —Él quería
asegurarse de que estuvieras a salvo.

—¿De qué?

Inclinándose hacia el frente, Miranda susurró—: Del loco que dejó un animal
atropellado en la camioneta de tu madre.

La miré y entonces suspiré, dejando caer mi barbilla. —Tienes un punto allí. —


Le conté todo a Miranda. Bueno, no le dije sobre los pezones duros, porque, en
serio, dudaba que ella quisiera oír sobre eso. No necesitaba decir que enloqueció
por la cosa del ciervo muerto. ¿Quién no lo haría? Cuando llegué a todo lo demás,
ella tenía la idea de que todo lo que Cole hizo y dijo fue puramente caliente.

—¿Qué le dijiste a tu madre? —preguntó mientras miraba a la puerta abierta de


la cocina.

—Le dije que bebí demasiado vino anoche y Cole me llevó a casa. —Jugueteé
con la tapa de la botella de Coca-Cola de dieta—. Ella no lo cuestionó. Solo estaba
feliz en asumir que pasé un gran momento, y estoy bastante segura de que ya está
pensando en nombre para nietos.

Miranda rio; lanzó su cabeza hacia atrás y cacareó como una hiena.

—No es divertido.
—Oh sí, sí que lo es —respondió con una sonrisa—. Nada de las otras cosas es
divertido, pero eso lo es. Además, puedo ver a tu madre haciendo eso.
Probablemente, ya está tejiendo un mameluco unisex.

Gemí, porque totalmente podía imaginar a mi mamá haciendo eso.

—Así que, ¿qué sucedió con la camioneta? —preguntó, deteniéndose en frente


del cesto de basura.

Me incliné contra el respaldo de la silla. —Cole me escribió hace más de una


hora. —Por alguna tonta razón, mi corazón se volteó. Lo hacía cada vez que decía
su nombre, y estuve ignorando la estúpida pequeña emoción en mi pecho. Bueno,
fallé en ignorarlo, obviamente—. Dijo que el auto estará listo esta tarde.

Miranda dejó caer su tenedor de plástico en lo que sobró de su ensalada. —


¿Ella sabe que él se quedó a pasar la noche?

Negué con la cabeza. —No lo creo. Si lo sabe, no ha dicho nada.

Agarrando su recipiente de sobras, cerró la tapa y se levantó. —Quiero hablar


sobre todo lo que te dijo Cole anoche, pero la cosa completa del ciervo...

—Lo sé. —La miré tirar el recipiente en la basura—. No sé qué pensar.

—¿Has pensado sobre lo que Cole te pidió? —Recogió su bolso, lanzándolo


sobre su hombro—. ¿Una lista de personas quienes podrían estar molesta contigo?

Levantándome, estiré los brazos para ejercitar la tensión en la parte superior de


la espalda. Después de la pesadilla y todo lo que Cole había dicho, no pude volver a
dormir. Él dejó la habitación y regresó al sillón para dormir, supongo, mientras yo
permanecía despierta, mi cuerpo tieso de forma poco natural. De cualquier forma,
yo no dormía bien normalmente, pero pasar las altas horas de la noche pensando
sobre personas que, potencialmente, podrían estar enfadadas contigo no era
exactamente la mejor cosa con la que obsesionarte a la hora de dormir.

Bajando los brazos, me balanceé de regreso sobre los tacones de las sandalias.
—He pensado sobre eso. Yo solo... —Me fui apagando cuando oí pasos.

Mamá vagó dentro de la habitación, frunciendo el ceño mientras miraba


alrededor de la cocina. —¿Han visto a Ángela?

Elevé una ceja. —No lo he hecho. —Doblando mis brazos, dije—: Supuse que
estaba escaleras arriba, limpiando.
—No se ha aparecido o llamado —dijo mamá, la piel tensándose alrededor de
sus labios fruncidos—. Eso no es normal de ella.

—Debe de estar enferma —dijo Miranda, dirigiéndose hacia el comedor. La


seguimos—. Hay un desagradable virus por ahí. La señora Chase, la maestra de
historia de tercer año, lo pescó la semana pasada y estuvo despierta toda la noche,
apenas fue capaz de llamar a tiempo a la escuela para informar que estaba enferma
y traer un reemplazo.

—Oh no. Quizás debería llevarle un tazón de sopa. —Estaba diciendo mamá
mientras cruzábamos el área de espera.

Miré al teléfono sobre el escritorio de recepción para ver si había un mensaje


que pude haber perdido más temprano. No lo había. Afortunadamente, solo
teníamos una habitación reservada, con dos más viniendo mañana. —Subiré y me
ocuparé de la habitación de los Mattersons. Asea el resto.

—Y luego llámame —añadió Miranda mientras abría la puerta frontal—.


Porque aún tenemos mucho de lo que... vaya. Oh mi Dios. —Ella rio,
retrocediendo hacia un lado—. Casi choco contra ti.

Volteando, vi a un hombre desconocido de pie en la entrada. Él era de edad


media, el cabello color marrón claro. Usaba un suéter con botones café oscuro y
caquis color canela planchados al punto en que, dudaba que alguna vez se
arrugaran.

El hombre le sonrió a Miranda mientras su mirada se deslizaba sobre mí. —


¿Señorita Keeton?

Ansiedad creció en la boca del estómago. —¿Sí?

La sonrisa del hombre se volvió una grande, exponiendo todos sus ultra-
brillantes, ultra-rectos dientes blancos. —Hola, soy David Striker, pero la mayoría
me llama Striker. Soy un reportero independiente trabajando con el...

—Oh, demonios, no. —Miranda inclinó su cabeza a un lado, mientras mi


estómago se hundía todo el camino hasta los dedos de mis pies—. Lo que sea que
quieras, ella no está interesada.

La sonrisa de Striker comenzó a desaparecer. —Pero ni siquiera saben lo que


quiero.

Me puse rígida.
—Como dije, lo que sea que quieras, ella no está interesada. —Miranda miró
fijamente al hombre—. ¿Necesito deletrear eso para ti?

La sonrisa ahora se había ido por completo. —No. —Sus oscuros ojos cafés se
entornaron—. Señorita Keeton, solo necesito unos minutos de su tiempo.

Miranda abrió la boca, pero me adelanté un paso. —Tienes que regresar al


trabajo —le dije a ella—. Puedo manejar esto.

—Y por manejar esto, ella se refiere a que, no importa cuales sean tus
preguntas, no va a responderlas. —Mamá usó su voz de mamá: la voz enlazada
con autoridad—. Ahora, si usted fuera a... —Ella se adelantó mientras hablaba y
sostuvo la puerta, comenzando a cerrarla.

La mano de Striker voló, bloqueándola. —Sabe que el cuerpo de la mujer que


desapareció en Frederick fue encontrado exactamente en el mismo lugar en el que
el Novio dejaba a sus víctimas. Sabe eso, ¿verdad?

El terror explotó como perdigones, extendiéndose a través de mi sistema.


Mamá intentó cerrar la puerta de nuevo, pero Striker no iba a irse a ninguna parte.
Ni tampoco Miranda, y mientras mi estómago estaba retorciéndose y una enorme
parte de mí quería correr escaleras arriba, no quería que ella se metiera en
problemas. Este era mi problema. No suyo. No de mi madre.

—Miranda, por favor, ve. Tengo esto —dije, encontrando su furiosa mirada.
Le sonreí para tranquilizarla—. Está bien. Esto estaba destinado a suceder. Ve.

La presión de sus labios me dijo que solo un acto de Dios iba a mantener su
boca cerrada, pero asintió cortantemente y luego caminó alrededor de Striker,
evaluándolo con una desdeñosa curva de sus labios.

La miré cruzar el porche y luego desaparecer alrededor de la esquina antes de


enfocarme en Striker.

Él continuó como si no le hubiéramos dado ni una indicación de que no


estábamos felices con responder sus preguntas. —El alcalde Hughes dio una
conferencia de prensa esta mañana sobre el descubrimiento del cuerpo y dijo que...

—Sé que solo estás haciendo tu trabajo y esa es la única razón por la que,
amablemente, voy a decirte que no tengo nada que decir.

—Así que, tú tienes que irte y yo tengo que cerrar la puerta, porque estamos
dejando salir todo el aire cálido —añadió mi mamá, moviéndose para cerrar la
puerta de nuevo—. Y estoy pidiéndote eso amablemente.
El pie de Striker sobresalió, uniéndose a la batalla junto con su mano. —Sé que
este es un tema sensible para ti y entiendo que estés reacia, pero es completamente
bastante conveniente que el mismo lugar fuera usado para dejar el cuerpo.

Curvé mis manos en puños. —Es conveniente y también, no tiene nada que ver
conmigo.

—Pero, ¿no te preocupa en lo absoluto?

Casi respondí la pregunta. Mis uñas se enterraron en mis palmas. —¿Por qué
me preocuparía? ¿Esto tiene algo que ver con... con lo que pasó?

Él mordió su labio. —Mira, solo quiero...

—No me importa lo que quieras —disparé de regreso, mientras la adecuada


irritación cedió el paso a la ira—. Lo que me pasó no es una historia para ponerla
en el periódico del domingo para entretener a las personas. Es mi vida. Yo no tengo
nada que ver con lo que le pasó a esta pobre mujer y es de mal gusto siquiera
intentar recurrir al sensacionalismo con lo que le pasó.

Striker amplió su postura, y supe entonces que él no estaba planeando ir a


ninguna parte; lo supe por el cambio en su expresión, el repentino contorno duro en
su mandíbula, él iba detrás de esto. —¿Es verdad que el Novio estaba planeando
asesinarte cuando escapaste, que escapaste durante el mismo intento?

Oh mi Dios.

La sangre corrió tan rápido de mi cabeza que me sentí mareada. Retrocedí,


tropezando con el escritorio. Él lo sabía. ¿Cómo supo eso? ¿Estaban disponibles esa
clase de documentos? No hubo un juicio. No hubo necesidad de uno. El Novio
había muerto, e incluso a pesar de toda la información que se filtró a la prensa, esa
no lo hizo.

Jadeé. —¿Cómo... sabes eso?

—Soy un reportero, señorita Keeton. Es mi trabajo saber cosas.

—Eso es suficiente. —Mamá saltó antes de que Striker pudiera responder. Ella
empujó la puerta de nuevo—. Voy a darte diez segundos para salir de mi propiedad
antes de llamar a la policía.

—Eso no será necesario —dijo una profunda y brusca voz, y mi corazón hizo
esa intranquila voltereta de nuevo. Sobre el hombro de Striker, vi a Cole acechar a
través de la entrada, y lucía furioso. Enganchó una mano sobre el hombro de
Striker, y lo hizo girar, lejos de la puerta—. Él está yéndose ahora.
Striker tropezó a un lado, sus ojos ampliándose cuando quedó cara a cara con
Cole. La sorpresa parpadeó sobre su rostro. —Sé quién eres.

Cole sonrió con superioridad. —Entonces, deberías saber que lo mejor para ti
sería salir como la mierda de esta propiedad.

—No estoy quebrantando una ley —desafió él—. Y seguro que no una ley
federal.

—En realidad, estarás rompiendo una ley. Esta es propiedad privada, y ellas te
pidieron que te marcharás. —Cole acechó hacia Striker, obligándolo a retroceder—.
Tú no te vas, esa es la ley que quebrantas.

El centro de las mejillas de Striker se sonrojaron. Abrió la boca, como si fuera a


decir algo, pero entonces cerró la mandíbula de golpe. Miró hacia mí y luego se
volteó, apresurándose fuera del porche. Cole cerró la puerta.

—Gracias, Cole —habló mi mamá con entusiasmo, mientras yo aún estaba de


pie allí, prácticamente petrificada frente al escritorio—. Estaba a segundos de
recoger la lámpara de pie y golpearlo en la cabeza hasta que se fuera.

Los labios de Cole hicieron esa cosa de retorcerse que decía que estaba
peleando con una sonrisa. Lentamente, miré hacia mi mamá. —Eso sería una
maldita lástima, también. Compré esa lámpara de Wayfair, después de buscar por
meses una perfecta —añadió.

Mi mirada se disparó a la lámpara de pie en cuestión y fruncí el ceño. No había


nada especial sobre ella. Era una pantalla blanca sobre un tubo gris.

—Bueno, estoy feliz de haber salvado la lámpara de pie. —Él alcanzó su


bolsillo y sacó un juego de llaves—. Su camioneta está estacionada afuera.

Recordando la camioneta y todo lo demás, dejé de verla. —Gracias por traerla


de regreso. No tenías que hacerlo.

Su fría mirada se arrastró sobre mí. —Pero lo hice.

Esas tres palabras de nuevo. Estaban atormentándome. Así como esos ojos.
Cole se fue esta mañana, antes de que yo saliera del dormitorio, pero no antes de
encender la cafetera y dejarla preparándose para que estuviera lista para mí.

Tan condenadamente considerado.

Nuestras miradas se encontraron un instante, e inhalé temblorosamente. Él


estaba a varios pasos de mí, pero se sentía como si estuviera de pie justo contra mí.
Juraba que podía sentir la calidez de su cuerpo. A pesar de que había muchas cosas
en las que necesitaba concentrarme, todo en lo que podía pensar en ese momento
era en lo que Cole me dijo la noche anterior, sobre segundas oportunidades y
derrumbar paredes.

Y yo necesitaba muchísimo controlarme.

Enfocándome en mi mamá, dije—: Lamento eso.

Sus cejas se juntaron. —¿Por qué te disculpas, cariño? No fue tu culpa.

—Lo sé, pero ¿y si uno de los invitados que están aquí oyó eso? —Crucé mis
brazos—. Eso no es exactamente algo que nos ayudará a la reserva de habitaciones.

—Aun así, no es tu culpa, nena —dijo Cole.

¿Nena?

—¿Es la primera vez que él ha estado aquí? —preguntó Cole.

—Sí —respondió mamá, suavizando una mano sobre la cinturilla de su suéter


suelto—. Antes, cuando todo pasó, era un hecho muy frecuente, pero esta es la
primera vez que él se apareció.

—Si lo hace de nuevo, avísame —ofreció Cole, cruzando los brazos. Él estaba
usando una camiseta elástica negra, y esta vez, noté el arma metida en la funda en
su cadera, metida bajo la cinturilla de la camiseta—. Me aseguraré de que entienda
el mensaje.

—Con fortuna, no continuaremos teniendo ese problema. —Mamá lució una


sonrisa que, yo no estaba segura de que era real—. Creo que solo nos tomó con la
guardia baja.

Mientras escuchaba a mamá y Cole, algo que el reportero dijo comenzó a


fastidiarme. Presioné los labios juntos mientras recordaba lo que Striker dijo.
Entonces, me golpeó.

—El alcalde —susurré.

Mamá volteó hacia mí. —¿Qué, cariño?

Parpadeé mientras la mirada de Cole se agudizó. —Nada. Solo pensando en


voz alta.
Cole hizo la cosa de su mano con una inclinación de cabeza esta vez,
estirándose y sujetando su nuca mientras me miraba.

Mamá miró de un lado a otro entre nosotros. Hubo una pausa. —Me ocuparé
de la habitación de los Mattersons.

Volteé la cintura. —Dije que yo lo haría.

—Está bien. —Ella ya estaba en las escaleras—. Adelántate y charla con Cole.
—Le sonrió como si él hubiera inventado autos voladores—. Gracias de nuevo, por
asegurarte de que mi hija fuera responsable anoche —dijo ella, y apenas fui capaz
de resistir poner los ojos en blanco—. Y gracias por traer de regreso mi camioneta.

—No hay problema, señora Keeton. —Un lado de sus labios se levantó—.
Siempre me aseguraré de que su hija sea responsable.

Resoplé en voz baja. Totalmente femenino, pero no podía evitarlo.

—¿Dijiste algo, nena? —preguntó Cole.

Lo miré, arqueando una ceja. —Nada. —Hice una pausa—. Y no me llames


nena.

—Bonito —dijo mamá, con una mano en la barandilla—. Tan bonito.

Mis ojos se entornaron mientras la veía trepar las escaleras. Sus pasos eran un
poco lentos y no estaba segura de si ella tenía algo de dolor o si solo estaba
tomándose su tiempo, esperando oír algo de Cole y de mí.

Probablemente, era lo último.

Esperé a que mamá estuviera fuera de la vista y luego volteé hacia Cole. Antes
de que yo pudiera decir algo, él cruzó la corta distancia entre nosotros, y me apoyé
contra el escritorio, inclinando su cuerpo hacia el mío. Tuve que levantar la barbilla
para encontrar su mirada.

—Estaba hablando en serio antes. Si ese imbécil se aparece de nuevo, me avisas


—dijo, su voz baja—. Me aseguraré de que lo entienda por completo.

Comencé a decirle que no era necesario, pero luego noté que le había dicho eso
a Cole más de una docena de veces o así, desde que entró por esas puertas. Me
golpeó entonces, mientras yo estaba de pie junto a él, lo suficientemente cerca para
tocarlo, que no quería decirle eso.

Lo que él ofrecía era necesario.


Incluso aunque sabía que la piedad y un retorcido sentido de la obligación lo
dirigía hasta aquí y a hacer todo lo que estaba haciendo, quería ignorar todas las
muchas razones tras esto y lo quería aquí. La calidez expandiéndose en mi pecho
me dijo que yo estaba agradecida de que él estuviera aquí. —Gracias —dije,
bajando la mirada—. Por encargarte de la camioneta de mi mamá y echar al
reportero.

—No tienes que agradecerme. —Sus manos se doblaron alrededor de mis


brazos y, gentilmente, los descruzó, arrastrando mi mirada a la suya. Sostuvo mis
brazos, y un rápido aleteo comenzó en lo profundo de mi pecho—. Sé que un
reportero apareciéndose por aquí te molesta.

No había punto en negar eso. —Él miró dentro de mí, Cole. Él sabía... —
Aclaré mi garganta—. Sabía que el... Novio intentaba matarme cuando escapé.

Un músculo sufrió un espasmo en su mandíbula. —Mierda.

—¿Cómo sabe eso él? —susurré—. ¿Esa gente tiene acceso a los documentos de
lo que pasó?

—No con facilidad. —Deslizó las manos a la parte superior de mis brazos y
luego bajó a mis codos en un suave deslizamiento que repetía—. Pero él es un
periodista, nena. Se hacen amigos de la policía y detectives. Se piden favores. Esa
cosa de “frota mi espalda, y yo frotaré la tuya”.

—Jesús —murmuré. Sabía que había un archivo tamaño mamut sobre mí.
Tuve que hablar con los policías y los agentes federales, y tuve que decirles todo. Ni
siquiera estaba segura de cuanto sabía Cole, pero imaginaba que era lo suficiente,
puesto que él era un auxiliar en aquel entonces, pero esto era diferente. Saber que
alguien, un completo extraño quien no se ocupaba de leer nada de eso, podía
conseguir acceso al archivo me enfermaba.

Sus manos se deslizaron hacia abajo, frotando mis brazos. —Desearía que
hubiera algo que pueda decir que cambie eso.

Una débil sonrisa se formó en mis labios. —Estaba destinado a pasar.


Probablemente, ocurrirá de nuevo. Debería acostumbrarme a ello.

—No deberías hacerlo.

Mi mirada se levantó a la suya e inhalé suavemente. Sus ojos buscaron los míos
mientras sus manos continuaban moviéndose sobre mis brazos. Sería tan fácil solo
quedarse allí y olvidar todo por unos dichosos segundos, pero recordé que había
algo sobre lo que tenía que hablar con él.
Mordí mi labio y miré hacia la caja de la escalera. Mamá estaría ocupada por
un rato. —¿Puedes... quedarte por un par de minutos?

Sus ojos se calentaron. —Por supuesto.

La siguiente respiración que tomé fue temblorosa, y retrocedí, deslizándome


fuera de su agarre para guiarlo a la sala de espera. Me senté cerca de la chimenea y
él tomó asiento junto a mí. Mantuve la voz baja mientras hablaba, solo en caso de
que mi mamá o los Mattersons pasearan por la habitación.

—Me pediste que pensara en alguien quien pudiera estar molesto sobre mi
regreso a casa, y he estado intentando pensar en alguien, pero no logré llegar a nada
—le dije, y él se movió hacia mí, un brazo descansando en el brazo de la silla—.
Pero hubo algo que dijo el reportero, Striker, que me hizo pensar en alguien.

—De acuerdo. —Su cuerpo estaba en alerta—. Eso es bueno. Al menos, ese
imbécil fue útil para algo.

A pesar del tema de conversación, sonreí. —El alcalde Hughes.

Las cejas de Cole volaron hacia arriba. —¿De nuevo?

—Sé que suena loco, pero toda esta cosa es loca. Cada parte de ella. —Deslicé
las manos sobre las rodillas—. Miranda y yo fuimos a cenar el lunes en la noche,
con Jason. El alcalde Hughes estaba allí, y se me acercó. No fue exactamente rudo,
pero podías decir que no estaba emocionado porque regresé aquí. Él hizo una clase
de comentario acerca de mí hablando con la prensa, y básicamente, estaba
preocupado de que yo arrastrara todo lo que pasó de regreso.

—¿Te dijo algo más?

Negué con la cabeza. —No, excepto que él sabía que yo regresaría.


Aparentemente, mamá lo mencionó en una junta de comercio.

Él frotó su nuca. —Eso también significa que todos en esa junta pudieron haber
oído a tu mamá diciéndole al alcalde que regresarías a casa.

—Cierto. —Mis manos se detuvieron—. O podría significar que estamos


leyendo de más en esto, y ambas cosas son ocurrencias locas.

Cole dejó caer su mano. —¿Realmente crees eso, Sasha?

Dios, quería hacerlo, quería hacerlo tan mal, pero el instinto estaba diciéndome
una historia diferente. —Yo...
Cole, de repente, levantó la mano, sosteniéndola en el aire y luego volteó en su
asiento, hacia el frente de la cabaña. Seguí su mirada, y un segundo más tarde, Cole
probó que tenía audición supersónica.

Un hombre joven entró, sus manos retorciendo el borde de una gorra de


béisbol. La camisa de franela que usaba estaba arrugada y su cabello marrón
despeinado, aparentemente como si hubiera pasado horas empujando sus dedos en
ella. —Discúlpenme —dijo, sus ojos cafés disparándose alrededor de la
habitación—. Estoy buscando a la señora Keeton.

—Ella está ocupada ahora mismo. —Me levanté, notando que Cole ya había
hecho lo mismo—. Yo soy su hija. ¿Puedo ayudarlo?

Sus dedos se frenaron, los nudillos desteñidos, tan blancos como su


complexión. —Mi nombre es Ethan, Ethan Reed. Mi novia trabaja aquí.

El nombre era familiar. —¿Ángela?

Él asintió. —¿Ella está aquí hoy?

Negué con la cabeza. —No, no se presentó a trabajar. Pensamos que, quizás,


estaba enferma.

Los dedos de Ethan comenzaron a moverse de nuevo, retorciendo el duro


material de su gorra. —No está enferma. Al menos, no creo que lo esté, pero no
llegó a casa de clases anoche —dijo él, las palabras saliendo a prisa—. No ha estado
en casa en lo absoluto. Ángela está desaparecida.
Traducido por Rosewin

Ella está desaparecida.

Esas dos palabras eran inquietantes, el peor tipo de cosas que alguien podía oír.
De inmediato querías entrar en acción, empezar a recorrer todo el estado,
verificando cada camino de vuelta y rompiendo todas las puertas, pero la
enormidad de la situación era un puñetazo en el estómago, dejándote sentir
completamente indefensa.

Era la primera vez que escuchaba las palabras de alguien que conocía
personalmente, pero sabía lo que era estar al otro lado.

Quien estaba desaparecida.

Al ver la confusión en el rostro de Ethan, observándolo pasar, sus dedos


continuamente girando alrededor de la visera de su gorra, sabía que no era fácil no
saber lo que le había pasado a su ser querido.

Todo lo que tenía que hacer era hablar con mi madre o Cole para confirmar
eso.

—Ella nunca ha dejado de volver a casa ni ha perdido el trabajo. —Ethan se


estremeció mientras hablaba—. La he llamado una y otra vez, unas dos docenas de
veces. Nunca contestó.

Cole inmediatamente se hizo cargo de la situación, preguntándole a Ethan—:


¿Has contactado con la policía?

Él negó con la cabeza. —Ella no ha estado fuera veinticuatro horas y…

—No hay un período de espera cuando alguien está desaparecido y tú tienes


suficiente razón de que, de hecho, está desaparecida. Puedes agradecer a las
películas mal investigadas por esa idea equivocada de mierda —respondió Cole
mientras metía la mano en su bolsillo y sacaba su celular—. La policía local va a
hacer muchas preguntas, así que prepárate para eso. Te ayudará si tienes una foto
de ella disponible.

—Yo… tengo una en mi cartera —respondió, tirando de su gorra de béisbol por


encima de su cabeza antes de alcanzar su bolsillo trasero—. Fue tomada hace un
año. Era solo una estúpida selfie que ella tomó en su cumpleaños, pero era hermosa
y yo… la mandé a imprimir y... —Callándose, miró la pequeña foto que tenía en su
mano.

Mi pecho se apretó mientras lo escuchaba. —¿Por qué no te sientas y te traigo


algo de beber? —le ofrecí, deseando que hubiera más que pudiera hacer.

Su mirada desenfocada se giró hacia mí y él asintió distraídamente, sentándose


en la silla. Cole estaba hablando en voz baja. Sus ojos se encontraron con los míos
antes de que se volviera, sujetando la parte posterior de su cuello con una mano.

Me apresuré a entrar en la cocina, sorprendida de encontrar a James allí. —No


sabía que estabas aquí.

Estaba colocando una gran olla en el mostrador cuando levantó la vista. —He
estado aquí por un tiempo.

—Ángela está desaparecida —exclamé.

Su rostro envejecido, lleno de surcos profundos, parecía pálido por varios


tonos. Los ojos oscuros se abrieron sobre mí mientras sus manos se detenían en las
asas de la olla.

—Su novio está ahí afuera —le expliqué, obligándome a moverme. Fui a la
nevera.

—Maldición —dijo con voz ronca—. Esa chica no se pierde un solo día de
trabajo. Ni siquiera el año pasado, cuando consiguió ese maldito virus de la gripe.

Cogí la jarra de té fresco, dándome cuenta de que a pesar de todo lo que mamá
y yo habíamos pasado, no habíamos asumido lo peor cuando Ángela no se presentó
para el trabajo. No estaba seguro si eso era algo malo o bueno.

—Maldición —murmuró James mientras yo servía un vaso de té—. Esa es una


dura noticia.

—Sí —susurré, levantando mi mirada a la suya.

Puso la olla en el fregadero. —Esa es una noticia familiar.

—Sí —repetí.

No podía permitirme concentrarme en ese último hecho mientras salía de la


cocina. Cuando volví a la sala de estar, mamá estaba abajo, arrodillada delante de
Ethan. Su preocupada mirada chocó con la mía mientras yo colocaba el vaso de té
en la mesita. Cole no estaba en la habitación, pero lo oí hablar desde el frente de la
posada.

—Gracias —murmuró Ethan mientras recogía el vaso—. No he comido ni


dormido. Sobreviví con el café. —Tomó un trago y luego miró a mi madre—. Tú
crees… —Su voz se llenó de angustia—. ¿Crees que está bien?

—Por supuesto, cariño. —Mamá se frotó las rodillas dobladas—. Por supuesto.

Su mirada se elevó hasta donde yo estaba. No dijo nada, pero no necesitó


hacerlo. El doloroso esmalte de sus ojos se mezcló con horror.

—Ella estará bien —le dije, deseando y necesitando creerme a mí misma


porque no podía imaginarme lo contrario. No podía imaginar cómo la burbujeante
y feliz Ángela podría estar cualquier otra cosa sino bien.

—¿Tú de verdad piensas eso? —preguntó, y eso fue un golpe en el pecho.

Mi boca se secó. Sabía lo que quería decir con esa pregunta, porque sabía,
como cualquier persona que había vivido en este pueblo hace diez años, que a veces
cuando la gente desaparecía, no había un final feliz.

Ethan tomó varios sorbos largos, el vaso temblando en su mano. —Comprobé


en el colegio, ya sabes, para ver si su auto estaba allí. No… no estaba. Incluso dejé
un mensaje con el profesor para ver si llegaba a clase.

—Ella estuvo aquí ayer —explicó mamá, levantándose lentamente—. Trabajó


su turno.

Asentí, pensando en cómo ella estaba saltando alrededor de la cocina ayer,


comiendo las galletas que Jason trajo.

Cole regresó, todo en él en alerta. Imaginé que era así como estaba mientras
trabajaba. Colgó el teléfono. —¿Tienes tu auto, Ethan?

El joven asintió, dejando a un lado el vaso. —Sí.

—Bueno. Vamos a ir juntos a la comisaría de policía —dijo mientras cruzaba la


habitación—. Saben que vas a presentar un informe.

—¿Hay algo que podamos hacer? —pregunté.

—Cualquier cosa —repitió Mamá.


—Está bien. —Cole se detuvo frente a mí y, antes de que pudiera hacer nada,
bajó su boca hacia mi oído y me dijo—: Por favor, quédate aquí esta noche. Eso es
algo que puedes hacer por mí.

Me encontré asintiendo en acuerdo.

Él retrocedió, sus ojos se encontraron con los míos. —Hablaremos más tarde.

Y una vez más, sorprendiéndome, hundió su barbilla y besó la curva de mi


mejilla. Luego estaba al lado de Ethan, poniendo su mano sobre el hombro del
joven, guiándolo hacia fuera.

Vi a Ethan y Cole salir, luego miré a mi mamá, no sorprendida al ver sus ojos
fijos en mí. Ella no comentó lo que Cole hizo, lo cual era la única parte
sorprendente, mientras se inclinaba hacia mí, envolviéndome en un abrazo. No
sabía qué decir, y parecía entender eso, como siempre.

Mamá apretó mi cintura. —Lo sé.

El ajustador del seguro acordó mirar mi auto esa tarde. Poco después que se
fue, una grúa llegó para remolcarlo a un taller mecánico a unos diez minutos por el
camino. Hablé con uno de los chicos en el garaje. Imaginaron que tendrían mi auto
terminado para el martes.

Hice lo que Cole me pidió. Me quedé dentro, principalmente porque no tenía


ninguna razón para ir a ninguna parte. Pasé el resto de la tarde completando lo que
Ángela normalmente haría mientras esperaba oír algo sobre su paradero, algo
bueno.

Las noticias sobre la posible desaparición de Ángela se extendieron


rápidamente a pesar de que la ciudad no era tan pequeña. Después de la cena que
se sirvió a los Mattersons y se retiraron a la habitación que habían alquilado,
Miranda apareció y luego Jason. Se nos unieron a mamá y a mí en la cocina.

Miranda estaba sentada en la isla de la cocina, sus piernas colgando, y era una
buena cosa que James ya se había ido, porque la habría golpeado si la veía en el
mostrador.

No importaba dónde estaba la parte trasera de Miranda, mamá se sentó a la


mesa con Jason, y yo estaba cerca de Miranda. Los cuatro teníamos café recién
hecho en nuestras tazas. No había habido nada en las noticias sobre Ángela, lo cual
era frustrante, pero me imaginé que alguien como Striker estaría por todas partes
mañana. Al menos, esperaba que pasara su tiempo en algo más útil.
—No puedo creer que esto esté pasando —dijo Miranda, y probablemente era
la cuarta vez que lo decía, y como todas las veces antes, se calló antes de decir lo
que todos pensábamos.

Todo el mundo estaba evitando decirlo porque yo estaba allí, así que me
adelanté y lo dije—: No puedo creer que esto esté pasando de nuevo.

Ella tomó una respiración aguda mientras mamá apretó sus labios, lanzando su
mirada por la ventana, hacia la galería oscura.

—Eso es lo que todo el mundo está pensando, ¿verdad? —dije, colocando mi


taza en el mostrador detrás de Miranda—. La mujer de Frederick estaba
desaparecida y ellos… encontraron su cuerpo, y ahora esto ha sucedido.

—No significa que estas dos cosas estén relacionadas —dijo Jason,
inclinándose hacia delante y apoyando los brazos en las piernas—. He oído que los
policías estaban observando al esposo de la mujer de Frederick.

—Eso es lo que hacían antes —intervino Miranda en voz baja—. Cuando la


primera mujer desapareció, juraron que era su esposo. ¿No lo arrestaron de hecho?

Mamá asintió y su voz sonó lejana cuando dijo—: Lo hicieron. Era el esposo
de Becky Fisher. Lo mantuvieron durante varios días hasta que lo liberaron, porque
no tenían ninguna evidencia.

—Y porque Jessica Rae desapareció —dije, frotando las manos sobre mis
brazos, fríos—. Eso fue antes de que la gente se diera cuenta de que cuando otra
mujer desapareció, la otra ya estaba muerta, pero todo el mundo se dio cuenta muy
rápidamente después de eso.

Moviéndose hacia mí, mamá dijo—: Sasha.

Me mordí los labios. —Esto es demasiado…

—Coincidente —interrumpió Jason, y mi mirada fue a él—. Mira, lo único que


digo es que podríamos estar saltando el arma aquí, asumiendo lo peor. No es que
alguien pueda culpar a nadie por hacerlo, pero si Ángela realmente está
desaparecida y eso está de alguna manera relacionado a la mujer de Frederick,
entonces estamos tratando con un… —Respiró profundamente—. Entonces
estamos tratando con otro asesino en serie, y ¿cuál es la probabilidad de que esta
zona no tenga uno sino dos asesinos en serie?

Me estremecí, seriamente desconcertada. No era por culpa de Jason, sino por


lo que dijo. Dos asesinos seriales. Impulsándome fuera del mostrador, agarré la
taza y fui al fregadero.
—Probablemente no esté relacionada, y Ángela parecerá mañana. —Miranda
sonrió, pero no llegó a sus ojos. Ella no lo creía.

Y no pensé que ninguno de nosotros lo hiciera.

La conversación se movió a algún tipo de drama que Miranda estaba


percibiendo en el trabajo. No sabía los detalles, pero había habido muchas
conversaciones después de la escuela a puerta cerrada. Empezó a llegar la tarde, y
Miranda y Jason se movieron para marcharse.

—Te veré más tarde. —Se inclinó Jason, dándome un duro abrazo con un
brazo que me hizo sonreír, porque él era bastante terrible en los abrazos—. ¿Te
acompaño? —le dijo a Miranda.

—Normalmente te diría que no es necesario, porque puedo patear culos. —


Miranda saltó del mostrador—. Pero estoy oficialmente asustada, así que puedes
acompañarme.

—Tengan cuidado —les dije—. Ambos.

Miranda me saludó. —Sí, señora.

—A veces me pregunto si eres una bebedora oculta —murmuró Jason.

—Soy una bebedora en tu cara —respondió ella, y Jason simplemente negó con
la cabeza mientras la acompañaba fuera de la cocina, con la mano en su espalda
baja. Mis cejas se alzaron. ¿Había algo entre ellos? Si había, imaginé que Miranda
habría dicho algo. ¿Por qué no lo haría?

Permanecí allí por un momento. —Voy a cerrar ya que los Mattersons están
aquí.

—Bien, cariño. —Mamá se levantó de la mesa—. Pero por favor, vuelve.


Quiero hablar contigo un momento.

Asintiendo, salí de la habitación y fui a la puerta principal con mis manos


presionadas contra la madera fría.

Dos asesinos seriales.

El aire en mi garganta se atrapó, y abrí la puerta principal, mirando hacia el


césped. La luz del porche y la lámpara proyectaban un suave resplandor que no
hacía nada para ahuyentar las sombras. Minúsculos bultos recorrieron mi piel y los
finos vellos de mi nuca se elevaron. Retrocediendo, rápidamente cerré la puerta y la
bloqueé como si hubiera un asesino corriendo por el camino.
Mamá estaba de vuelta en la mesa cuando regresé, todas las tazas de café
lavadas y colocadas en el lavavajillas. Dio una palmadita en la mesa, y me acerqué,
sentada frente a ella. —¿Cómo lo estas llevando? —preguntó ella.

Mordiéndome el labio, sacudí mi cabeza. —Mañana marca una semana en


casa, y... —Levanté las manos desamparadamente antes de dejarlas caer a la mesa.
Hablar de cómo estaba lidiando, me hizo sentir mal cuando una mujer ya estaba
muerta y Ángela estaba desaparecida—. Esto no es sobre mí. No deberías
preocuparte por mí.

—Cariño, lo sé. —A través de la mesa, puso su mano sobre la mía—. Pero


estoy preocupada por ti.

—Estoy bien. —Estaba inquieta. Asustada. Preocupada por la cosa del ciervo y
mi auto, pero yo estaba bien aunque sonaba un poco desesperada cuando le
pregunté—: ¿Crees que Ángela aparecerá?

—No lo sé. Estoy esperando y rezando que sea el caso. Ángela podía ser
volátil, pero nunca ha faltado al trabajo. Ella no solo huiría. —Ella apretó mi
mano—. Pero hay algo más de lo que quiero hablarte.

No necesitaba tomar una suposición salvaje para averiguarlo. —¿Cole?

Una suave sonrisa apareció en su rostro. —Su camioneta estaba fuera esta
mañana cuando llegué a casa.

Oh, Dios. Tenía la esperanza de que él se las hubiera arreglado para irse antes
de que ella se despertara.

—Ahora, no estoy buscando detalles, pero supongo que algo bueno pasó entre
ustedes dos basado en la forma en que actuaba esta tarde.

¿Fue eso anoche? Se sentía como una eternidad. —Él me trajo a casa y luego
pasó la noche… en el sofá —añadí—. Era tarde.

Su cabeza se inclinó hacia un lado. —No sé si debo estar orgullosa de ti o


decepcionada de que hayas visto a ese hermoso hombre durmiendo en tu sofá
cuando sé que tu cama es más que suficiente.

Mi boca se abrió y jadeé. —Mamá.

—¿Qué? —Se rio—. Puedo estar en mis años, pero todavía puedo apreciar
plenamente a un hombre apuesto. —Se recargó de nuevo—. Especialmente un
hombre que se preocupó por mi hija una vez antes y parece como si todavía lo
hace, y también sé qué antes te importaba profundamente. Lo que quiero saber es si
todavía te importa.

Incliné la cabeza hacia atrás y miré las luces del techo hasta que el brillo quemó
en mi retina. —Es… no sé cómo me siento.

—No estoy segura de creerte.

Suspirando, bajé la barbilla y me froté los ojos hasta que la quemadura se fue.
Mamá me conocía muy bien a veces. —Es complicado.

—Soy de la idea de que cualquier cosa que valga la pena en la vida, cualquier
cosa divertida y alegre, siempre será complicado —dijo—. Si es fácil,
probablemente no valga la pena.

—Es cierto, pero creo…

—Escúpelo, cariño.

—Bien —gemí—. Creo que él siente lástima por mí y regresó aquí por un
desordenado y torcido sentido de la obligación.

Las cejas de mamá subieron por su frente y pasaron varios momentos antes de
que ella hablara. —¿Y qué ha hecho exactamente para hacerte pensar eso? No es lo
que crees que ha hecho, pero ¿qué ha hecho?

Abrí la boca, dispuesta a señalar las razones por las que creía esto basado en
nuestras pocas veces juntos desde que regresé, y no pude encontrar nada concreto,
nada que no fuera mi percepción de lo que él hizo. Cerré la boca.

—Voy a ser honesta contigo, cariño, como siempre he sido.

La marca de honestidad y verdad de mamá podría ser muy divertida o


francamente incómoda. No tenía ni idea de cómo iba a ir con esto.

—Has pasado por cosas que ninguna mujer debería tener que pasar. Has
sobrevivido a cosas que nadie debería enfrentar. Tú eres fuerte. Tienes la fuerza real
que es importante. Aquí arriba. —Dio un golpecito en su cabeza y luego en su
pecho—. Y aquí. Recogiste tu vida y la reconstruiste. Estoy orgullosa de ti, cariño,
muy orgullosa.

La parte de atrás de mis ojos ardía mientras la escuchaba.

—Pero eso no significa que estés viendo todo bien. Las personas se van a sentir
mal por ti. Yo me siento mal por ti. Es la naturaleza humana para que los demás se
sientan de esa manera, y apuesto a que Cole se siente de esa manera —explicó
suavemente—. Pero eso no significa que eso esté impulsando sus acciones. Eso no
significa que te haya pedido que salgas a cenar, que te llevara a casa y que se
quedara en tu sofá porque te compadece o siente que tenía que hacerlo.

La miré.

—Todo lo que estoy diciendo, tal vez incluso pidiendo, es que lo juzgues
basándote en lo que está haciendo. —Terminó—. No en lo que crees que está
haciendo. ¿De acuerdo?

—De acuerdo, mamá —susurré.

Su sonrisa alcanzó sus cansados ojos. —Es bueno escuchar eso. —Se levantó—
. Ahora me voy a la cama. Si sabes algo sobre Ángela, por favor avísame.

—Lo haré.

Mamá subió las escaleras de la casa y revisé las puertas de nuevo. Cuando lo
hice, algo se me ocurrió. Volviendo a la cocina, entré en la vieja habitación y
encendí la luz. Me acerqué al corcho, buscando las llaves hasta que encontré la que
mamá mencionó antes.

La llave de la casa de Ángela.

La suya colgaba en la parte inferior, junto a un juego extra de llaves para la


camioneta de mamá. Su llave tenía una de esos capuchones rosa y con marcador
negro había grabado AR en ella. Extendí la mano, pasando los dedos sobre la llave,
esperando que fuese reutilizada de nuevo por Ángela.

Suspirando, me volví, apague la luz, y luego alcancé la escalera, subiendo a mi


apartamento. Como eran casi las diez, me lavé la cara y me puse el cabello en un
moño. Luego me cambié a un par de pantalones de franela que estaban lejos de ser
tan atractivos como el camisón que había agarrado la noche anterior.

Mi mirada se enfocó en la cama mientras tomaba una playera azul pálido. Lo


que mamá me pidió se repetía una y otra vez en mi cabeza.

Juzga a Cole por lo que hizo, no por lo que yo pensaba.

Una idea tan simple, pero no era fácil cuando me metía en mi cabeza,
pensando en las cosas que pensaba.

Me acerqué a la cama y recogí el camisón, doblándolo antes de llevarlo de


regreso al cajón. La cena de ayer se sintió como hace una eternidad, y si estaba
siendo honesta conmigo misma, me asusté con Cole cuando empecé a pensar en el
Novio.

Cogí una chaqueta de gran tamaño, me la puse y volví a entrar en la sala.


Estaba a punto de recoger el control remoto cuando llamaron a la puerta exterior.

Me di la vuelta, mi corazón saltando en mi pecho. Podría pensar en solo una


persona que usaría ese acceso esta vez por la noche. Junté los lados de mi chaqueta,
me dirigí hacia la puerta trasera y encendí la luz del porche antes de apartar las
persianas.

Era él.

El corazón saltando comenzó a palpitar perversamente rápido en mi pecho


cuando solté las persianas. Con una mano temblorosa, desbloqueé la puerta y la
abrí.

Cole estaba fuera. Nuestras miradas se encontraron. No dijo ni una palabra, ni


tampoco lo hice. Júzgale por lo que ha hecho. No estaba segura de estar en el buen
juicio de juzgar a nadie en este momento, pero también sabía la respuesta a la
pregunta de mamá, la que dije que no sabía.

Todavía me preocupaba por Cole.

No creo que haya dejado de importarme, y sabía que sonaba loco, porque
había diez años entre nosotros, pero yo creía que a veces te preocupabas tan
profundamente por alguien que no importaba lo que pasara, nunca realmente te
detenías.

Debido a esa minúscula verdad mantuve cerrado mi corazón, me hice a un


lado y dejé a Cole entrar.
Traducido por LittleCatNorth

La mirada de Cole se movió sobre mí, desde la cima de mi desordenado moño


hasta la punta de mis pies descalzos, y cuando sus ojos finalmente regresaron a los
míos, un lado de sus labios elevándose en su familiar media sonrisa.

—Lindo —murmuró él, bajando la mano y desenganchando el porta-arma en


su cadera. El arma y eso fueron sobre la encimera.

Mi mano se disparó a mi cabello. —¿Qué lo es?

—Todo. —Cerró la puerta detrás de él, y el clic de los seguros puestos en su


sitio me hicieron sentir extrañamente nerviosa—. A pesar de que me hubiera
gustado que vistieras lo de anoche. Eso también era muy... lindo.

El calor reptó a través de mis mejillas y llenó mis venas mientras dejaba caer mi
mano. —No hablemos sobre eso.

La elevación de sus labios se extendió hacia el otro lado mientras él lanzaba sus
llaves sobre la isla de la cocina. —Trataré de no traer al tema el encaje que podía
sentir pero que no podía ver, pero no prometo nada.

El encaje no era la única cosa que sintió. Agarrando los lados de mi cárdigan,
deseé que tuviera botones, porque no tenía un sujetador debajo de la camisola, y yo
no era la clase de persona que podía salir sin usar un sujetador. —¿Te gustaría algo
de beber?

—No es que me queje, pero ¿realmente no vas a preguntar por qué estoy aquí y
me exigirás que me vaya? —cuestionó él, sus ojos resplandeciendo en la luz.

—No aún —respondí, hundiendo mi barbilla—. Pero no prometo nada.

La risa de Cole fue profunda y sexy.

El calor ahora estaba bañando mi vientre. —¿Por qué... estás aquí?

—¿Ya lo olvidaste? Te dije que mi culo iba a estar aquí hasta que consiga poner
una alarma en esta puerta y, ahora que lo pienso, en la de tu madre. No tuve
oportunidad de hablar con mi amigo hoy, pero lo haré mañana.
A segundos de señalar que yo no necesitaba una persona actuando como un
sistema de seguridad real, vivo y que respiraba, me detuve principalmente porque lo
quería a él aquí. También dudaba seriamente que estuviera aquí cada noche hasta
que fuera instalada una alarma.

—Así que, ¿qué tienes para beber? —preguntó.

—No mucho. —Girando sobre mis pies descalzos, caminé hacia el


refrigerador—. Tengo algo del té dulce de mi mamá, un par de botellas de agua, y
Coca-Cola de dieta. No hay alcohol. Lo siento. No he tenido oportunidad de correr
a la tienda aún.

—El té funciona para mí. —Me siguió a la estrecha cocina—. Tengo que
trabajar en la mañana.

—Quizás no deberías quedarte despierto hasta tarde entonces —dije, agarrando


el té. Volteé, inhalando suavemente cuando descubrí que estaba justo detrás de mí.
La cocina era pequeña, pero no tan pequeña. Su cercanía me puso nerviosa de
nuevo, en la forma rara. No de una forma mala. No de forma no placentera. Solo
en una forma que me hacía sentir híper consciente de todo sobre él, porque había
este conocimiento innato de que él no necesitaba estar así de cerca. Lo estaba
porque quería estarlo.

Me aclaré la garganta. —Quiero decir, supongo que tienes un largo viaje al


trabajo.

—Mi horario no necesariamente tiene una hora de comienzo —dijo,


inclinando su cuerpo, así que estábamos pies contra botas—. Puedo ocuparme de
mí mismo. Soy un chico grande.

Él lo era.

Cole arrancó la pequeña jarra de té de mis manos. —¿Dónde están tus vasos?

—En el estante sobre el fregadero.

—¿Te gustaría uno?

—Seguro —susurré. Cómo terminó él siendo el que sirviera en mi casa, no


tenía idea. Agarró dos vasos y los sirvió mientras yo me ocupaba de mirar la forma
en que sus músculos se movían bajo la camiseta de tela elástica. Cuando volteó,
entregándome mi vaso, desvié la mirada, pero no antes de capturar un vistazo de su
sonrisa pícara—. Así que... —Arrastré la palabra mientras caminaba hacia la sala
de estar—. ¿Hay alguna novedad sobre Ángela?
Cole pasó rozándome e hizo su camino hacia la sala de estar. Se sentó en el
sillón. —No muchas.

Lo seguí, y luego me senté junto a él. El sillón no era grande, así que restaba
muy poco espacio entre nosotros. —¿Pero algo?

—Mientras estaba en la estación con Ethan, uno de los detectives locales,


Tyron Conrad, fue capaz de conseguir una charla con el profesor del miércoles por
la tarde de Ángela. Ella fue a clases. El profesor dijo que todo parecía normal con
ella, y asumió que se fue del campus después de la clase. —Haciendo una pausa,
tomó un sorbo—. Ethan dijo que revisó el campus en Hagerstown y no vio el auto
de ella. Tyron contactó a la policía estatal en Maryland, y ellos tenían la
información de su vehículo. Tanto como sé, están haciendo una doble revisión,
solo para asegurarse de que su vehículo no está allí.

Dejé que eso se hundiera en mí mientras sorbo mi té. —Si su vehículo no está
allí, eso significa que algo le pasó de camino a su casa o cuando llegó a casa.

—O ella se fue después de clases y no le dijo a nadie. Sé que eso suena


improbable, pero en este punto, todo es posible. —Inclinándose al frente, puso su
vaso sobre la mesa de café—. Lo que estoy a punto de decirte, tiene que quedar
entre nosotros —explicó, inclinando su cuerpo hacia el mío—. ¿De acuerdo?

—Sí. Por supuesto.

Él me miró por un momento. —Ethan dijo que tuvieron una pelea mientras
ella estaba yendo a clases. No se abrió demasiado sobre por qué de la pelea, pero
discutieron.

—Eso podría ser algo bueno o malo. Quiero decir, ella solo podría necesitar
tiempo para alejarse, aclarar su mente. Completamente irresponsable, pero eso es
mejor que cualquiera de las otras opciones. —Presioné mis labios juntos—. ¿Eso
también significa que Ethan es un sospechoso probable?

—Realmente no es algo personal contra él. Cuando alguien desaparece, esos


quienes conocen a la persona son los primeros a los que cualquiera buscaría,
especialmente si hubo una discusión —explicó—. Un reporte de persona
desaparecida fue llenado, y todas las agencias cercanas tienen la descripción de ella
y su vehículo. Con suerte, algo aparecerá.

—Con suerte —murmuré, levantando el vaso a mis labios. Un temblor bajó por
mi brazo—. ¿Crees que eso es lo que pasó?

—¿Honestamente? —Estirándose, tomó el vaso de mis manos. Mis ojos se


entornaron mientras lo ponía sobre la mesa de café, junto al suyo. Se levantó
mientras decía—: Viví aquí toda mi vida, y la única vez en que tuvimos más de una
mujer desaparecida, fue porque teníamos un asesino serial en nuestras manos.

Mi estómago se agitó por lo que dijo y mi pulso se aceleró porque estaba de pie
en frente de mí. —¿Crees que hay otro asesino serial?

—No dije eso. Podrían ser dos casos completamente no relacionados, pero
todo es posible.

—Todo... —Jadeé cuando se arrodilló y envolvió sus manos alrededor de mis


brazos—. ¿Qué estás haciendo?

—Hablando contigo —respondió.

—Esto no es hablar... —El aire silbó fuera de mí mientras me levantaba. En un


suave movimiento, se sentó de nuevo, conmigo en su regazo. Mi lado
presionándose contra su pecho y mis piernas estiradas sobre el sillón. Aturdida,
estaba tiesamente congelada como un maniquí, mientras lo miraba fijamente.
Estuvimos cara a cara hasta que me bajó varias pulgadas, así que ahora estaba con
mis ojos a la altura de su garganta—. Esto no es hablar.

Me sonrió. —Sí, lo es. Solo estamos hablando con mucha cercanía.

Mi boca trabajó pero ninguna palabra salió por varios segundos. Estaba
rodeada por él, por su calidez y la esencia cítrica de lo que era su colonia o perfume
para después de afeitar. Supuse que era su colonia, porque tan cerca como estaba,
podía decir que él no se había afeitado en, al menos, dos días. —Esto no es...

—Es totalmente necesario —Me cortó, leyendo mi mente. Rodeó mi cintura


con uno de sus brazos—. ¿Y sabes qué?

Levanté la mirada a la suya. —¿Qué?

—No intentaste alejarte.

Demonios. Tenía razón. Estaba sentada toda cómoda en su regazo. Mi nariz


apretujada. —Quizás porque noté que sería un esfuerzo infructuoso.

—Ajá. —Su sonrisa se hizo una muesca, y era linda cuando no estaba sentada
en su regazo, y deslumbrante cuando lo estaba—. De regreso a lo que estábamos
hablando. Todo es posible. Ambos sabemos eso, pero continúo diciéndome a mí
mismo que dos asesinos seriales atacando esta misma área parece improbable para
mí.
Masticando mi labio inferior, bajé la mirada de nuevo a su garganta. Jason
había dicho lo mismo, y parecía improbable pero tampoco era imposible. No
importaba qué, incluso si Ángela aparecía mañana, una mujer estaba muerta, y eso
era aterrador.

—Oye. —La mano sobre mi cadera se apretó, y levanté la mirada para


encontrarlo viéndome—. ¿En qué estás pensando?

Solté mi labio. —Estaba pensando... que esto es familiar. Como lo fue antes,
sentarse por ahí y esperar que alguien apareciera y estuviera bien.

Su mano dejó mi cadera y subió a mi espalda. Fue un gesto confortante. —Sí


—murmuró—. Es familiar.

Mientras pasaban los segundos, mi cuerpo se relajó sin que tuviera que
obligarlo. Estaba apoyada contra él, en lugar de sentarme tiesamente. Mis manos se
aflojaron lentamente. Ninguno de los dos dijo algo por lo que se sintió un largo
tiempo, y el silencio no era incómodo. Había algo realmente pacífico sobre esto, y
me imaginé que si apoyaba la cabeza sobre su hombro, sería maravilloso.

Entonces, Cole rompió el silencio con algo que estaba destrozándome en


muchas maneras diferentes. —Me siento mal por lo que te ocurrió.

Mi cabeza se volteó. —¿Qué? —Comencé a alejarme.

El brazo de Cole se flexionó alrededor de mi cintura y su otra mano bajó a mi


cadera. —Permíteme explicarlo, ¿de acuerdo?

El instinto me exigía que me separara de su agarre, pero recordé lo que mi


madre dijo más temprano, y a decir verdad, si no lo quería oír, ¿por qué lo dejé
entrar en mi departamento?

¿Por qué estaba sentada en su abrazo?

Inhalé profundamente. —De acuerdo.

Sus ojos buscaron los míos. —Yo... Yo me siento mal. No sé todo lo que te
pasó. —Extendió las manos a lo largo del centro de mi espalda cuando me tensé—.
Solo sé lo que aprendí sobre los otros casos, lo que oí sobre ti, y lo que yo
sospechaba. No necesito saber cada detalle para sentirme horrible por lo que te
hicieron.

Cerré los ojos.


—Y luché con la culpa por un largo tiempo desde esa noche. Aún lo hago —
admitió tranquilamente, y mis ojos se abrieron. Continuó antes de que yo pudiera
responder—. También estoy enojado. Cuando desapareciste, y maldición, Sasha,
sabíamos casi de inmediato que el Novio te tenía, nunca sentí tanta rabia e
impotencia.

Un nudo se formó en mi garganta, amargo y ahogándome. —Cole...

—Quería matarlo yo mismo —dijo, su voz afilada—. Lo juro por Dios, lo


hubiera hecho si conseguía poner mis manos sobre él. Hubiera destrozado a ese
hijo de puta, piel y huesos, a causa de lo que yo sabía que te había hecho. —La
mano sobre mi cadera se levantó a mi mejilla—. Por lo que él se llevó de ti.

Oh Dios, no podía alejar la mirada y no podía detener lo que él estaba


diciendo.

—Por lo que tomó de mí —añadió, sus ojos azul frio aferrados a los míos—.
Así que, sí, me siento mal y aún me siento culpable a veces, y seguro como la
mierda, aún quiero asesinar a ese muerto HDP3, pero lo que siento sobre esa noche
y cómo me siento por lo que te pasó, no es la razón por la que mi culo está aquí
sentado contigo en mis brazos. No es la razón de por qué en el condenado
momento en que oí que estabas de regreso en la ciudad, tuve mi culo aquí mismo
tan pronto como pude.

El nudo en mi garganta estaba aumentando, amenazando con arañar su


camino hacia arriba.

El pulgar de Cole acarició mi mentón mientras decía—: Nada de eso es la


razón por la que te invité a cenar, y voy a contarte un pequeño secreto aquí.
Mientras estoy preocupado porque estés aquí sin protección, también estoy usando
ese hecho para mi ventaja. Es una maldita buena excusa, para conseguir que pases
el tiempo conmigo, que no voy a desperdiciar.

Lo miré fijamente, mis labios separados en una suave inhalación. Oí lo que él


estaba diciendo y lo entendí pero... no podía creerlo. O quizás, no estaba lista para
creerlo. —¿Por qué?

Sus cejas volaron hacia arriba. —¿Por qué? —repitió con una ligera sacudida de
su cabeza—. ¿Sabes?, iba a tomar esto con calma contigo. Conseguir sentirnos
cómodos el uno con el otro de nuevo, no importa cuánto tiempo tome. Quizás salir
en una cita más.

3
Hijo de Puta.
¿Cita? ¿Cenar en su casa fue una cita?

Todos los demás tenían razón.

Como siempre.

—Sé que tengo que tomarlo con calma contigo —continuó, sus ojos azules
vibrantes detrás de sus gruesas pestañas. Me miró fijamente una vez más y luego
dijo—: A la mierda.

Cole deslizó su mano en mi cabello, juntándolo en sus dedos mientras él


inclinaba mi barbilla hacia atrás. Un latido pasó y luego su boca estaba sobre la
mía.
Traducido por Antonietta

Cole me estaba besando.

Por unos cuantos segundos, estuve conmocionada y completamente


desprevenida, pero esa sorpresa rápidamente se desvaneció en el fondo. En un
instante, no estaba pensando en nada además que él y lo que pasaba en este mismo
momento.

Cada parte de mí estaba concentrada en el brazo en mi espalda, en la mano en


mi cabello, y en sus labios contra los míos. Cada sentido se hizo híper consciente de
cuán suaves y también firmes eran sus labios. Este beso era dulce y demasiado
breve.

Levantó su boca solo lo suficiente que cuando habló, sus labios rozaban los
míos. —¿Ese beso te dice que me compadezco de ti?

—No —susurré, con los ojos cerrados. Un escalofrió comenzó, extendiéndose


fuera de control.

—Bien. —Su voz era aún más rasposa—. Ya que esa es la última cosa que
siento en este momento.

Mi pulso palpitaba en todas partes de mi cuerpo, más pesado y rápido en


ciertos puntos. Mis manos todavía estaban en mi regazo, pero picaban por tocarlo.
Tal vez esto era demasiado pronto, demasiado rápido, pero podía recordar la
última vez que besé a alguien. ¿Hace ocho meses quizás? Su nombre era Greg. Nos
conocimos en una función de caridad que el señor Berg estaba presentando.
Recordaba a Greg besándome, pero no podía recordar un solo detalle además de
eso. ¿Pero esto? Este roce suave de los labios de Cole sería algo que sabía que nunca
olvidaría, y yo... yo quería más.

Necesitaba más.

Cediendo ante la marea alta de sensaciones, extendí los brazos y levanté las
manos, colocándolas en su pecho mientras me inclinaba y cerraba la diminuta
distancia entre nuestras bocas. Deslicé las manos a sus hombros y mis dedos se
enterraron, curvándose alrededor de su camisa.

Besé a Cole de nuevo.


Me atrajo apretadamente contra su duro pecho y estómago y el beso... no había
nada breve o suave sobre ello esta vez.

Cole sabía increíble, y en todas las partes donde nuestros cuerpos se


encontraban, calor fluía, invadiendo mis músculos y venas. Un profundo y
retumbante sonido irradió de la parte posterior de su garganta y se sintió
maravilloso contra mi pecho. Las puntas de mis senos hormigueaban, y el beso fue
más profundo. Mis labios se separaron, y él me besó como... como él nunca esperó
que lo hiciera otra vez. Y quizás he soñado y fantaseado esto, pero nunca esperé
que ocurriera.

La mano en mi espalda se deslizó a mi cadera y su agarre se apretó. Me moví,


queriendo estar más cerca, y él parecía pensar de igual forma, porque al mismo
tiempo que me retorcía, dejó caer ambas manos a mis caderas. Se levantó mientras
me movía, y entonces estaba montándolo a horcajadas, una rodilla en el sofá a
ambos lados de él. No había un descanso en besarnos. Mis manos estaban
deslizándose, mis dedos hurgando en las sedosas hebras de su cabello.

Un gemido enrolló su camino fuera de mi garganta cuando sus caderas se


alinearon con las mías. Santa guau. Podía sentirlo y definitivamente eso no era
compasión. Era un montón de excitación. Mi pulso se aceleró y me derretí en él, en
el beso.

—Jodido infierno —gruñó contra mi boca. Ambos estábamos respirando


pesadamente cuando nos separamos por aire—. Olvidé esto.

Mis pensamientos estaban girando mientras abría los ojos. —¿Olvidar qué?

—Cómo se sentía. —Deslizó su otra mano en mi garganta hasta mi nuca


mientras sus caderas se sacudían debajo de mí—. Cómo te sentías.

Oh mi Dios.

Descansó su frente contra la mía. —Cómo un jodido beso me hace sentir como
un muchacho de dieciséis años que nunca ha estado cerca de una chica.

Oh. Mi. Dios.

—¿Lo hiciste? —preguntó después de un momento—. ¿Lo olvidaste?

Agité mis ojos cerrados. —No —admití—. Nunca lo olvidé.

La mano a lo largo de la parte posterior de mi cuello se apretó. —¿Me hace un


idiota admitir que estoy alegre de escuchar eso?
Sonreí. —No lo creo.

Su cabeza se inclinó ligeramente y besó la comisura de mi boca. —Voy a estar


al frente contigo. ¿Está bien?

Besarme parecía realmente al frente, pensé, pero asentí de todas formas.

—Te dije que al momento que Derek dijo que estabas aquí, no lo pensé dos
veces. Tenía que verte. Venir aquí, sinceramente no recuerdo lo que pensaba. —
Inclinó su cabeza en la otra dirección y besó la otra esquina de mi labio—. No
quiero que ese lado de tu labio se ponga celoso.

Reí, sintiéndome cincuenta kilos más ligera.

Sus labios se curvaron en una sonrisa. —Cuando llegué a la posada y te vi...


bueno, algunas cosas de mi vida de repente tuvieron un maldito sentido real para
mí.

Y eso no tenía absolutamente ningún sentido para mí.

Cole arrastró su mano hacia el centro de mi espalda, causando que temblara.


Se alejó y puso sus manos en mis caderas otra vez. Sin previo aviso, yo estaba en
mi espalda y él estaba cernido sobre mí, una mano por mi cintura, un codo
presionando en el cojín cerca de mi cabeza.

Aturdida por su fuerza, mis manos fueron a su pecho. No lo empujé lejos. —


¿Qué... qué tuvo sentido para ti? —pregunté.

Bajó la cabeza en lugar de responder, y su boca se movió sobre la mía,


navegando suavemente hasta que instó a mis labios a abrirse. Su lengua tocó la
mía, y el beso se profundizó. Era diferente así, conmigo sobre mi espalda y él
encima de mí. Movió su cuerpo hacia abajo otra vez, lentamente, y solo hasta que
pude sentir un poco de su peso, un poco de él.

Estaba besándolo de regreso, y quería más. Mis dedos tirando en su camisa,


traté de derrotarlo, pero se resistió, controlando cuánto de él me estaba dando. —
Cole —susurré, sintiendo como si estuviera ardiendo, quemándome desde el
interior de la manera más deliciosa. Había sido mucho tiempo desde que me sentí
de esta forma. Demasiado tiempo.

—Tenemos diez años de cosas por hablar —dijo contra mi boca—. Todavía
hay mucho que tenemos que decir.

—Lo sé. —Lo quería más cerca, así que enrollé mi pierna izquierda a su
alrededor. Mordiendo mis labios, levanté las caderas solo lo más mínimo,
presionándome en su contra. Hizo ese sonido de nuevo y bajó su cabeza a mi
cuello.

Cole me besó allí, justo debajo de mi pulso. —Todavía tratando de tomar esto
lento, nena. Es lo más inteligente para hacer.

Arrastró mis manos hasta sus hombros, impaciente. —Yo… yo puedo hacer
esto.

Un momento pasó y Cole levantó la cabeza. Calientes ojos azules encontraron


los míos. Calor invadió mis mejillas. —He tenido sexo desde... desde entonces —le
dije. Era virgen cuando el Novio llegó a mi vida. No lo fui después, y me llevo años
con mucha terapia y citas fallidas para ir allí con mi cuerpo y confiar en otra
persona de esa manera, pero tenía que hacerlo—. No tengo miedo... del sexo.

—Nena —murmuró, besándome suavemente—. Me alivia saber que te has


movido de esa manera, pero todavía no quiero apresurarlo.

—Aprecio eso, pero...

Esos notables ojos estaban fijos en mi boca, y me gustó eso. Mucho. El calor
estaba latiendo por mis venas y quería apresurar las cosas, porque sabía que no
siempre había una próxima vez. No siempre había una promesa del futuro, y
éramos dos adultos que querían lo que querían.

En vez del hablar, ahuequé sus mejillas y tiré de su boca contra la mía. Esta vez
cuando lo besé, lancé todo que quería dentro del beso, y enrollé la pierna alrededor
de él una vez más, levantando las caderas a las suyas. Oh, él quería esto tanto como
yo. Cole hizo ese sonido de nuevo y las cosas... bueno, subieron vertiginosa y
hermosamente fuera de control.

Deslizó su mano por mi garganta y sobre mi hombro, quitando el cardigán a un


lado y la conciencia embriagadora siguió. Jadeé en su boca mientras su palma
navegaba por encima de mi pecho. El material era tan delgado parecía que no había
nada entre nuestra carne. Mi pezón se endureció, y él gimió. El aire se enganchó en
mi garganta y cada célula en mi cuerpo esperó. Él no me defraudó.

Cole pasó su mano debajo de la camiseta y me sacudí. Sus dedos rozaron el


lado de mi estómago, y mis ojos volaron abiertos mientras un pedazo diminuto de
calor se desvanecía. Él estaba cerca de... una cicatriz… una cicatriz que se había
curado hace mucho, pero que todavía estaba elevada y áspera, y extrañamente
sensible. Pero no la tocó. Oh no, esos dedos encontraron la punta de mi pecho
doloroso mientras su beso tomaba una fuerza diferente, volviéndose exigente.
Capturó mi labio inferior, y solté un pequeño gemido sin aliento. Todo sobre él me
invadía: el sabor, su olor, el modo que se sentía. El fuego líquido quemando en mi
centro era demasiado potente para ignorar, y temblé cuando habló en una profunda
y retumbante voz.

—¿Qué quieres, Sasha?

Él. Todo. —Toca... tócame.

Gimió. —Puedo hacer eso, nena. Puedo hacer eso.

Y lo hizo.

Su mano dejó la punta de mi pecho, deslizándose hábilmente debajo del


dobladillo de mis pantalones y la banda de mis bragas. Se levantó ligeramente,
apoyando su peso en su brazo izquierdo. Sus ojos ardían. —Abre tus piernas para
mí.

Haciendo como pidió, sostuve mi aliento mientras sus dedos hacían su camino
sobre el montículo entre mis piernas. Mi corazón estaba en mi garganta cuando
bajó su barbilla, mirando su mano bajo mi ropa. Un dedo rozó, apenas tocándome,
pero mi cuerpo entero se sacudió con la sensación.

—Maldita sea —dijo mientras suavemente exploraba, y yo respiraba como si


justo hubiera corrido el vuelo entero de escaleras de la posada—. Quiero verte, todo
de ti, pero no tenemos tiempo para eso.

—¿No lo tenemos? —susurré, mis caderas retorciéndose.

—Oh no. —Sus gruesas pestañas se levantaron mientras su pulgar presionaba


contra el pequeño manojo de nervios, causando que yo gimiera—. Estás demasiado
lista para esperar por todo eso.

Entonces incrementó la presión hasta que mis caderas se estaban moviendo,


meciéndose contra su mano. Un calor feroz subió, construyéndose y
construyéndose hasta que temí que me quemaría aquí en el sofá. Corrió un dedo
hacia abajo en la creciente humedad. La tensión se enroscó mientras me apretaba
contra su mano y luego su dedo se deslizó dentro.

—Oh Dios. —Mis dedos se apretaron alrededor de su camisa, arrugando el


material—. Cole...

—Maldición —gruñó de nuevo—. Amo la forma en que dices mi nombre.

Allí estaba este ritmo que él comenzó, y era perfecto, y demasiado, y no


suficiente todo al mismo tiempo. Mis caderas empujaron, encontrando su mano
mientras mi cuerpo se retorcía con agudos picos de placer. Otro dedo se deslizó
dentro, y grité, un sutil temblor corrió a través de mí.

Quería sentirlo, los duros planos de su pecho y estómago, pero lo único que
pude hacer fue aferrarme a él mientras su nombre se convertía en una súplica. La
palpitante tensión dentro de mí se expandió mientras sus dedos bombeaban.
Gimiendo, Cole presionó su erección contra el costado de mi cadera y arremolinó
su pulgar de la manera correcta, en el lugar correcto. La fuerza del orgasmo me
golpeó duro, estrellándose sobre mí. Gritando, me tensé mientras mi espalda se
arqueaba. Espasmos sacudieron mi cuerpo, pareciendo continuar por siempre.

—Eso fue hermoso —murmuró contra mi boca, fácilmente sacando la mano de


mis pantalones.

—Creo que esa se suponía que iba a ser... mi línea. —Mi voz se enganchó
mientras una fuerte réplica me golpeó. Esta no era la primera vez que había tenido
un orgasmo, pero maldita sea, derribó cada uno de ellos.

—Mmm. —Me besó.

Mi corazón comenzó a calmarse un poco, pero quería darle lo que me dio. Bajé
mi mano. Mis dedos rozaron su cinturón cuando él alcanzó y agarró suavemente
mi muñeca, levantando mi mano de regreso hacia su pecho.

—No tienes que hacer eso —dijo, sus ojos tomando una atractiva y
encapuchada cualidad.

—Pero yo quiero.

Se estremeció por mis palabras. —Sasha.

—Y lo que hiciste fue... fue increíble. —Esas fueron las palabras más auténticas
que había dicho—. Quiero que te sientas de esa manera.

Cole se movió levemente. —Nena, verte venirte en mis dedos fue suficiente por
ahora. Demonios. —Sus labios rozaron los míos una vez más—. En verdad estaba
tratando de ir despacio aquí.

—Me gusta nuestro ritmo.

—Sí. —Su mano navegó sobre mi pecho en el camino hasta mi mejilla—. Sí, a
mí también.

Algo en mi pecho se hinchó, y se sintió mucho como mi corazón. Yo todavía


estaba respirando pesadamente, pero mi pulso estaba empezando a disminuir.
Cerré los ojos mientras aflojaba mi agarre de muerte en su camisa. —¿Tú... quieres
jugar uno por uno ahora?

Se rio entre dientes de la manera que me hacía temblar. —Quiero besarte otra
vez. Quiero quitarte esos pantalones y meterme entre esos muslos con más que mi
mano —dijo, voz baja y un fuego barrió a través de mis venas mientras hablaba—.
Recuerdo besarte. Recuerdo sostenerte en mis brazos. Recuerdo tocarte esa única
vez. —Dejó caer su frente contra la mía—. ¿Recuerdas eso?

—Sí —susurré. ¿Cómo podría olvidarlo? Había sido la primera vez que fui a su
apartamento que compartía con otro ayudante del sheriff. Habíamos ido a su
habitación, vimos una película, y una cosa llevó a la otra. Su mano trabajó su
camino dentro de mis pantalones y la mía hizo lo mismo.

Fue tan sorprendente como esta noche.

—Aunque nunca te llegué a sentir como quiero. —Inclinó su cabeza y su nariz


se deslizó sobre la mía—. Nunca llegué a saber qué sabor tenías. Por lo tanto, eso es
lo que realmente quiero hacer.

Mordí mi labio para evitar gemir. Por el momento, me gustaba la idea de él


descubriendo todas esas cosas. De verdad me gustaba la idea, y tal vez frenar era
inteligente. Obviamente ambos estábamos sintiendo algo, e ir demasiado rápido,
saltando de regreso en esto o en algo que no habíamos compartido en nuestro
pasado, podría explotar en nuestras caras.

Mis dedos se ubicaron a través de su pecho. —Pero no vas a hacerlo —dije


abriendo los ojos. Miré hacia él, y tomé una respiración profunda, realmente
dejándome estar justo donde estaba, y donde estaba me dio una de las mejores
vistas de toda una vida. Su hermoso rostro expuesto y cálido, al alcance de la
mano. Y podía tocarlo porque de hecho él estaba aquí y esto no era alguna fantasía
que confeccioné a lo largo de los años, así que lo toqué. Levanté una mano de su
pecho y corrí las puntas de mis dedos en su mejilla, memorizando la sensación de la
barba corta y áspera—. Por lo que deberíamos... hablar más entonces.

Una media sonrisa apareció. —No creo que uno por uno vaya a cubrirlo.

Mi corazón se agitó cuando volvió su mejilla y besó mis dedos. Eso era nuevo,
algo que no había hecho en el pasado. —Probablemente no.

—Pero ya es tarde y tengo que madrugar para dirigirme a Baltimore. —


Pestañas gruesas bajaron, ocultando sus ojos—. No voy a regresar hasta tarde
mañana, pero ¿crees que puede arreglártelas para ir a cenar el sábado por la noche?
Ir a cenar otra vez cuando Ángela estaba desaparecida no parecía correcto,
pero si había aprendido algo de mi pasado, era que la vida no se detiene, no
importa cuán terribles o incluso maravillosas son las cosas que están ocurriendo. La
vida sigue corriendo. Así que asentí.

—Perfecto. —Sumergiendo su cabeza, me besó, y entonces estaba sentado


entre mis piernas. Agarrando mis manos, él me tiró en la posición sentada—.
¿Quieres que cocine o quieres salir?

Estaba un poco aturdida, así que me tomó un momento reunir mis


pensamientos. Mi primera reacción fue decir que él podría cocinar, pero esa era
también otra forma en la que me estaría escondiendo.

—Podemos salir. Tendrá que ser más tarde —dije antes que cambiara de
opinión—. Después de ayudar a mamá con el servicio de cena.

Cole me sonrió. —Eso funciona para mí.

Enderezando mi suéter, me las arreglé para poner mis pies en el suelo. Me


levanté, presionando mis dedos en mis todavía hormigueantes labios. Me di vuelta,
descubriendo que él estaba mirándome, todavía sonriendo. Sonrojándome y
sintiéndome como si fuera casi una década más joven, dejé caer mi mano. —¿Hay
cualquier cosa que pueda conseguir para ti? Una manta más pesada o... —¿Por qué
estaba haciéndolo dormir en este sofá? Era un sofá cómodo y agradable, pero él era
un chico grande y el hecho de que había dormido en él ayer por la noche era loco.
Dos noches en fila eran innecesarias.

—Estoy bien, nena.

Mi boca se secó mientras lo miraba. —Puedes... dormir conmigo.

Sus cejas volaron hacia arriba. —Yo…

—No para que tengas sexo conmigo. Sino para dormir conmigo. —Ignoré el
ardiente sonrojo que estaba corriendo por mi garganta—. La cama es lo
suficientemente grande. La viste anoche.

—Sí. —Su voz hizo esa cosa de caer que causaba que mi vientre hiciera lo
mismo—. Sí. Vi eso.

Mis hombros se levantaron en una profunda respiración. —Si eres insistente


sobre tu estancia aquí, no hay razón por la que deberías dormir en el sofá.

Se movió. —Puedo pensar en varias buenas razones por las que no debería
meterme en esa cama contigo.
El aire quedó atrapado en mi garganta y esa calidez se volvió más pesada,
extendiéndose a través de mi pecho. Tiré de los extremos del cardigán juntos. —
Ambos somos adultos. Podemos dormir en la misma cama y comportarnos.

—Tienes mucha fe en nosotros.

Entrecerré los ojos. —No es como que vamos a deslizarnos y caer el uno sobre
el otro.

Él sonrió. —Odio cuando eso sucede.

Puse los ojos en blanco pero mis labios temblaron. —Mira, la opción está ahí.
Puedo manejarlo. Si descubres que tienes la fuerza de voluntad, la puerta estará
desbloqueada.

La cabeza de Cole se movió a un lado, y sostuve su mirada por unos momentos


antes de que murmurara buenas noches y luego de todo entré en el cuarto de baño.
Él estaba todavía en la sala cuando cerré la puerta del dormitorio.

No iba a venir aquí.

Una extraña mezcla de decepción y alivio se arremolinó dentro de mí mientras


me quitaba el suéter y subía a la cama. Estirándome, empecé a apagar la lámpara
de la mesita de noche. La puerta del dormitorio se abrió y Cole entró. Me congelé.

—Probablemente esto es una mala idea —dijo, caminando al otro lado de la


cama—. O tal vez me sorprenderé. —Su mirada osciló sobre mí—. No estás usando
ese camisón, así que eso es un plus en todo mi lado de comportarme.

Podría haber dejado de respirar.

Cole colocó su arma en la otra mesita de noche mientras se sacaba las botas. —
Pero tienes razón. Dormir en ese sofá apesta y esta cama luce impresionante.

—Lo es —murmuré.

—Principalmente porque estás en ella —añadió, llegando a la parte posterior de


su cuello con una mano. Él tiró de su camisa sobre su cabeza y luego la sacó. La
arrojó a la banca delante de la cama.

Y de verdad dejé de respirar por un momento entonces.

Había sido un largo tiempo desde que lo había visto sin camisa, y aunque podía
sentir todo el esplendor debajo de su camisa, era nada como verlo de verdad. Sus
pectorales estaban definidos, así como sus abdominales. No era excesivamente
musculoso. Tenía el cuerpo magro y fornido de un corredor. También tenía esas
marcas en ambos lados de sus caderas.

Sus manos fueron al botón de sus pantalones. Había una notable protuberancia
allí. Una que había sentido antes. —Sigues mirándome así y cada buena intención
que tengo va a salir por la maldita ventana.

Con mis mejillas sonrojadas, me curvé hacia mi lado, lejos de él, y apreté los
ojos cerrados. Pantalones golpearon el suelo. Un segundo más tarde, la cama se
hundió y las sabanas se movieron. Entonces él rodó, alcanzándome. Mis ojos
volaron abiertos. —¿Qué estás haciendo?

—Apagando la luz —respondió e hizo justo eso. La habitación se sumió en la


oscuridad. Sin embargo, no se movió lejos. Podía decir que estaba apoyado en un
codo. Su mano encontró mi cadera cubierta por la manta—. Todo está bloqueado.

Mi corazón estaba latiendo. —Gracias.

—Podría haberme ido antes de que te levantes.

—No… estoy segura de eso —dije, girando mi cabeza para ver sobre mi
hombro. Solo pude divisar un contorno de su rostro—. No duermo bien.

La mano sobre mi cadera se movió un poco. —Lo sé.

Obviamente, recordaba la pesadilla de anoche. Incluso entonces, él lo sabía


mejor. —Tal vez esta noche será diferente.

No estaba tan segura de eso, por diversas razones de lo normal, pero me quedé
quieta mientras Cole se colocaba detrás de mí. Como justo detrás de mí. La mano
en mi cadera se deslizó hacia adelante, sobre mi estómago, y luego me tiró hacia
atrás contra su pecho.

Oh Dios.

No habíamos hecho esto antes. Y yo no lo había hecho con alguien que... que
quería. Los hombres con los que intimé nunca se quedaban por la noche. Nunca.
Esto era nuevo. Estaba acurrucada. ¿O era haciendo cucharita? Su pierna se movió
contra la parte trasera de la mía y entonces cambió de posición. Sus caderas se
presionaron detrás de mí. Vaya. Él seguía... despierto. Así que yo también.

—Yo…

—¿Qué, nena? —murmuró.


Moje mi labio inferior. —Nunca he hecho esto antes. Es decir, no con alguien
con quien elegí estar.

Cole no respondió durante un largo momento y luego lo sentí cepillar mi


cabello fuera de mi hombro. Sus labios presionados contra la piel de allí.

—Es agradable —admití, y tal vez lo hice porque estaba oscuro y no podíamos
vernos.

Su brazo se apretó. —Sí. Sí, es agradable.

Dejé escapar un suspiro tembloroso. —Y lo lamento por enloquecer contigo


ayer en la cena.

—No necesitas disculparte. —Él cambió de posición, facilitando su pierna


entre las mías.

—Claro que sí. Yo estaba... ni siquiera sé lo que estaba haciendo. —Hice una
pausa—. Arruiné la cena.

—Nena...

—Lo hice —susurré.

Sus labios navegaron sobre mi hombro otra vez. —No arruinaste la cena. Un
ciervo muerto en la camioneta lo hizo.

Mis labios se levantaron en las esquinas. —Buen punto.

—Siempre tengo razón. —Su voz sonaba más pesada—. Sé que ha sido un
montón de tiempo desde que hemos estado separados, pero ¿cómo podrías olvidar
eso?

Puse los ojos en blanco. —Lo que sea.

Él se rio profundamente. —Empezarás a recordar eso muy pronto.

En la oscuridad, no luché contra la sonrisa. Se expandió a través de mi rostro.


Pasaron varios minutos. —¿Cole?

—¿Mmm? —murmuró.

Podía decir que estaba medio dormido. —Nada.

—¿Qué? —Su brazo apretó mi cintura—. ¿Qué, Sasha?


—Cuando me levanté esta mañana, nunca pensé... no pensé que esto sucedería
—dije—, pero me alegro de que esté sucediendo.

Eso me ganó otro apretón de brazo. —A mí también.

Después de eso, me quedé en silencio, y la calidez de su parte delantera contra


mi espalda tuvo el más extraño efecto en mí. Tan cliché como sonaba, tan
completamente increíble, estaba dormida antes de que lo supiera, caí dormida en
brazos de Cole por primera vez.

***

Cole estaba despierto e ido antes de que me despertara, demostrando que había
tenido razón sobre hoy siendo diferente. Y hoy sí se sentía diferente. No era que mi
cabeza estuviera en las nubes o que olvidé todo lo que estaba pasando, pero por el
viernes por la tarde, me di cuenta que tal vez la diferencia fue porque estaba
dejando a Cole entrar, y no era tanto acerca de él, sino más sobre el acto en sí.

Me estaba abriendo.

Y eso significaba que estaba viviendo.

Solo esperaba que en algún lugar, Ángela estuviera haciendo lo mismo.

Hemos tenido huéspedes registrándose, los primeros una joven pareja que
parecía estar realmente interesada en la historia de la Scarlet Wench y sus
alrededores. Eran adorables, adorablemente nerds. Mientras los ayudaba a llevar
sus maletas arriba, les di direcciones al cercano campo de batalla. Habían reservado
una de las suites.

—Esta habitación es magnífica. —La señora Ritchie dejó caer su bolso en la


cama tamaño queen con dosel. Miró alrededor de la habitación—. Es como
retroceder en el tiempo.

Esa es una forma de decirlo, pensé mientras alcanzaba el bolsillo de mis


pantalones vaqueros. —Ah, olvidé agarrar una llave extra para ustedes —les dije.
Habían solicitado dos al registrarse—. Iré a agarrar esa llave para ustedes ahora.

—¿Puedes dejarlo en el escritorio? —preguntó el señor Ritchie, sus ojos en su


esposa—. Puede que estemos... un poco ocupados por un tiempo.

Oh vaya.

Su esposa rio tontamente.


Sonreí mientras caminaba hacia la puerta. —Puedo mantenerla en el escritorio
para usted. —Caminé hacia fuera en el pasillo, cerrando la puerta detrás de mí—.
Diviértanse.

La risita de la señora Ritchie se convirtió en un chillido feliz, y me giré lejos de


la puerta, caminando hacia el final del pasillo en la parte trasera de la posada para
la escalera del personal. Iba a tener que mover mi portátil a la recepción y trabajar
desde allí ya que simplemente no podía dejar su llave ahí.

Abriendo la puerta, entré en la estrecha y mucho más fría escalera. Olía como
moho no importa cuántas veces alguien rociara ambientadores aquí, y eso me ponía
nerviosa. El olor era más probable porque las escaleras continuaban hasta la
bodega. Me apresuré, mi mano arrastrándose a lo largo de la baranda de madera
vieja. Rodeando el segundo piso del rellano, tomé los escalones dos a la vez y
alcancé la puerta al mismo tiempo que se balanceaba abierta.

No pude moverme hacia atrás lo suficientemente rápido.

El mango de latón me golpeó en el estómago, la fuerza empujándome hacia


atrás. Mis brazos se agitaron hacia fuera mientras dejaba salir un grito de sorpresa.
Todo lo que vi fue una camisa blanca con un logo que era vagamente familiar y una
gorra de béisbol negra con el mismo emblema, un gris algo. Me agarré de la
barandilla, mis dedos deslizándose alrededor de la madera, capturándome a mí
misma antes que cayera hacia el conjunto que conduce a la bodega.

—Mierda —gruñó un hombre al mismo segundo que un ruidoso golpe tronara


a través del estrecho rellano. Por un horrorizado momento me di cuenta que era la
barandilla rompiéndose, cediendo bajo mi peso.

Y entonces estaba cayendo hacia atrás en el aire.


Traducido por Carilo

La caída fue rápida y brutal, todo ocurrió tan rápido. Un minuto no había nada
detrás de mí y entonces estaba golpeando el duro, desigual piso. Grité bruscamente
mientras el dolor explotaba y el aire me golpeaba.

La agonía ardía a lo largo de mi cabeza y arqueaba sobre mi hombro izquierdo,


ensordeciendo el sonido de pasos que se acercaban. La confusión me golpeó. Traté
de sentarme, sabía que necesitaba levantarme, pero mi estómago se revolvió
viciosamente. Mis brazos... No parecían funcionar. Eran inútiles a mis lados.

De repente, una imagen nebulosa de un hombre se formó, inclinándose sobre


mí. Volví a ver la gorra de béisbol negra. Entrecerré los ojos, porque vi dos
sombreros. ¿Dos hombres?

Traté de poner mi boca a trabar, de pedir ayuda.

—Mierda —gruñó él, y hubo un crujido de viejas bisagras, y una rica, terrenal
esencia me rodeó.

Entonces no había nada.

Piel húmeda y fría, mis rodillas presionan en el suelo duro y frío. Él está detrás de mí,
sentado en el borde de la cama, peinándome el cabello mojado. Quiero vomitar, pero mi
estómago está vacío y mis costados ya me duelen demasiado. No quiero que me toque. No
quiero escucharlo hablar como si yo quisiera estar aquí.

El peine se detiene, y siento el cambio en él. Se endurece. Mis dedos se curvan hacia
dentro, uñas romas cavando en mis palmas.

—No te muevas —dice, levantándose y dándome la vuelta. Sale de la habitación y oigo


la cerradura de la puerta.

No me muevo.

Me quedo de rodillas, tiritando y esforzándome para oír algo, pero no hay nada más que
el sonido apagado de las vacas. Si escucho lo suficiente, oiré un caballo.

Una puerta se cierra en alguna parte.


Me duele el pecho y los escalofríos se convierten en temblores, pero no me muevo. No me
atrevo a moverme. Retumban fuertes pasos. Algo se estrella. Está de mal humor de nuevo. Oh
Dios, está de mal humor, y voy a morir... no.

No, esto ya no es real. Esto es una pesadilla. Despierta. ¡Despierta!

Me despierto.

—Debería haber arreglado esos pasamanos hace mucho tiempo —murmuró


mamá, paseándose delante de la pequeña ventana como un pájaro nervioso—.
Podrías haberte abierto la cabeza.

Desviando mi mirada hacia los techos abultados, lentamente volví la cabeza


hacia la izquierda. Un repentino pico de dolor se encendió. —Mi cráneo es
demasiado grueso para eso.

El médico de aspecto demasiado joven al pie de la cama sonrió mientras


escribía en mi historial. —En realidad tienes suerte.

—¿Eso significa que puedo irme a casa?

—No. —Enganchó el historial al final de la cama y deslizó la pluma en el


bolsillo delantero de su bata de laboratorio—. Estás aquí por la noche.

La frustración subió. —Pero…

—Usted perdió el conocimiento, y aunque actualmente no tiene signos de una


grave conmoción cerebral, queremos vigilarle durante las próximas veinticuatro
horas solo para asegurarnos de que todo está bien. —Se trasladó al poste donde lo
que yo sentía una bolsa de intravenosa muy innecesaria estaba enganchada—. Si
todo sale bien por la mañana, tendrá libertad para irse a casa.

—Lo siento. —Mamá se acercó a la cama y empezó a jugar con la fina manta
cubierta sobre mis piernas—. Sasha no es muy buena con todo el asunto del
hospital.

—No muchas personas lo son. —Sus dedos fríos comprobaron el suero como
su sonrisa se volvió ausente—. Las enfermeras estarán aquí dentro de unos treinta
minutos para comprobarte. Si necesitas algo, sabes dónde está el botón de llamada.
—El doctor se volvió cuando la cortina se abrió—. Justo a tiempo.

Mi mirada parpadeó sobre su hombro, y yo quería hundirme a través de la


cama cuando vi quién estaba separando la cortina verde mar.
El oficial Derek Bradshaw, por supuesto. Él debe ser el único policía de
servicio en todo el mundo.

Su ceja se levantó mientras daba la vuelta al médico. —Mundo pequeño —


murmuró, acercándose a la cama. —¿Cole sabe de esto?

Cerré los ojos brevemente. —No he tenido la oportunidad de decirle —le dije—
. Está en el trabajo. No quiero...

—Estás en el hospital. Él va a querer saber y eso no es una molestia para él. —


Él miró a mi mamá—. ¿Qué pasó?

—Un hombre la empujó por los escalones de la escalera del personal —


respondió mamá—. ¡Casi se cayó a través de la puerta del sótano! Dios sabe cuánto
tiempo habría estado allí si la pobre Daphne no la hubiera encontrado. Casi le dio
un ataque al corazón. Pensé que tendría que llamar a dos ambulancias.

Su mirada se afiló.

—Eso no es exactamente lo que pasó. —Me elevé en mis codos, pero un golpe
sordo clavó a lo largo de mis sienes, así que decidí casi de inmediato que acostada
sobre mi espalda estaba bien—. Quiero decir, la puerta se abrió rápidamente y no
pude moverme del camino. Eso es lo que técnicamente me derribó por los
escalones.

El oficial Bradshaw frunció el ceño cuando su radio en el hombro crepitó. —


Necesito alguna aclaración al respecto. ¿Fuiste empujada o fue un accidente?

—No minimices la situación —advirtió mamá mientras se dejaba caer en la


silla realmente incómoda al lado de la cama—. Esto es serio.

—Ella tiene razón, Sasha. —El oficial Bradshaw se acercó—. Necesito saber
exactamente lo que pasó.

Mordiéndome el labio, solté un suspiro desgarbado. —Yo estaba bajando para


conseguir la llave extra para los Ritchies, y cuando llegué al piso principal, la puerta
de la antigua cocina se abrió tan rápido que no tuve la oportunidad de salir del
camino. El pomo de la puerta me golpeo en el estómago. —Usando la mano con
suero, le hice un gesto hacia mi estómago—. Me caí hacia atrás y mi pie resbaló en
el escalón. Agarré la barandilla para estabilizarme y se rompió. Así fue como me
caí.

—Debería haber arreglado la barandilla —murmuró mamá.

—Mamá —suspiré.
—¿Así que no te empujaron? —preguntó Derek.

Negué con la cabeza y me estremecí. —No. Creo que fue un accidente. Él


maldijo dos veces, como por sorpresa, pero...

Mamá chasqueó la lengua. —Pero si fuera un verdadero accidente, él habría


permanecido contigo o buscado ayuda. No te habría dejado allí.

Estaba eso.

—Tampoco sabemos quién era el hombre —continuó mamá—. No era James,


y él es el único hombre que tiene algún asunto en la parte vieja de la cocina.

También estaba eso. —No creo que saber quién era él —aclaré—. No lo vi
exactamente. Como he dicho, sucedió tan rápido, todo lo que vislumbré era una
camisa blanca y una gorra de béisbol negra. Había algo en ella. Un emblema gris de
algún tipo. —Mis cejas fruncidas—. Y creo que él era blanco… no, estoy segura de
que era blanco. Aparte de eso, eso es todo lo que vi de él.

Derek sacó su cuaderno y estaba escribiendo otra vez. —¿Y no es posible que
fuera un huésped que se registró?

—El único invitado masculino que se encontraba allí era el señor Ritchie —
expliqué, tragando mientras levantaba mi mano y tocaba con cuidado el costado de
mi cabeza. Allí había un pequeño nudo—. No había manera de que él bajara.

—¿Alguien más que podría haber estado en la posada? —preguntó.

Mamá contestó—: No.

Me moví lentamente mientras pensaba en los momentos nebulosos después de


golpear el suelo. —Creo... no estoy segura acerca de esto, pero creo que él pasó por
encima de mí antes de desmayarme. Creí oír una puerta abrirse detrás de mí, la
puerta principal del sótano.

—¿Crees que salió a través del sótano y no salió por el otro lado? —preguntó
Derek, mirando a mi madre—. ¿Puedes salir de la posada desde el sótano?

Mamá miró el techo, con la nariz hurgando. —Había un túnel que corría hacia
el antiguo cementerio de la familia, el que está al final de la propiedad.

El viejo, espeluznante cementerio que solía ser demasiado grande hasta que mi
padre lo limpió mientras yo estaba en la escuela media. El equipo que hizo el
mantenimiento en el patio también se encargó del cementerio.
—Esos túneles, se usaron para meter a la gente dentro y fuera de la casa
cuando fue usada como parte del Ferrocarril Subterráneo —explicó mamá—. Pero
mi esposo cerró ese túnel hace años.

—¿Estás segura de eso? —preguntó.

—Bueno, por supuesto... —Su nariz se arrugó de nuevo—. No he estado en el


cementerio en mucho tiempo, pero no puedo imaginar cómo el túnel habría
reabierto.

Sus ojos familiares volvieron a mí. —Quiero comprobarlo. ¿Cómo puedo


encontrar la entrada?

—Busca lo más espeluznante en todo el cementerio y lo encontrarás —le dije, y


él sonrió—. Está en el mausoleo. Parece una puerta de sótano, pero eso es lo que
papá levantó, ¿verdad, mamá?

Ella asintió.

—Solo vete por la parte trasera de la posada, sigue caminando por el callejón, y
llegarás al cementerio.

—¿Hay alguna razón para que alguna de ustedes piense que alguien estaría en
la posada y que no debería estar allí?

Miré a mamá. Ella frunció el ceño. —Aparte de alguien que está allí para robar
algo, no.

La mirada de Derek contenía la mía. Él no dijo nada, pero mi estómago


comenzó a agitarse. —¿Mamá? ¿Puedes ver si puedo tomar algo? ¿Cómo una soda?

—Por supuesto, cariño. —Ella ya estaba de pie. Inclinándose, rozó sus labios
sobre mi frente—. Eso puede tomar unos minutos. También voy a reportarme con
Daphne. Ella puede manejar las cosas, pero no quiero que se estrese.

—Bien, mamá. —Sonreí. Una vez que se marchó y la cortina se detuvo detrás
de ella, volví mi cabeza hacia Derek—. Hablaste... ¿Hablaste con Cole?

—Hablo mucho con Cole. —Mirando detrás de él, agarró la única otra silla y la
arrastró. Se sentó en el borde—. Sé que ha estado pasando tiempo contigo. Y sé
sobre el problema con la camioneta.

Mi pecho se elevó con una respiración inestable. —No... no sé por qué alguien
estaba en la posada. No sé por qué sucedió la cosa con el ciervo o con mi auto. —
Tomé otra respiración profunda—. ¿Ha habido noticias de Ángela?
Derek negó con la cabeza después de un momento. —Voy a comprobar el
túnel, asegurarme de que todavía está bloqueado. Quienquiera que estuviera en esa
escalera podría haber salido de manera normal. Voy a ir allí para comprobarlo.

—De acuerdo —susurré, cambiando mi mirada al aburrido techo.

Se acercó y encontró mi mano. —¿Tienes tu teléfono celular aquí?

—No lo creo. —Yo había estado un poco fuera de eso después de que Daphne
empezó a gritar y apenas conseguí subir los escalones a la cocina vieja sin vomitar.
Todo fue como un parque de diversiones nebuloso desde ese punto hasta cuando
los paramédicos llegaron y me trajeron aquí. No tenía idea de si mi madre agarró
mi bolso o celular.

—Voy a llamar a Cole. —Cuando abrí la boca, él apretó mi mano


suavemente—. Necesita saber que estás en el hospital y que estás bien antes de que
alguien más le de esa información.

—Oh, está bien —murmuré—. Por favor, asegúrese de que no esté preocupado.
No quiero que haga eso cuando estoy bien.

Derek se levantó. —Tú cayendo por las escaleras. Accidente o no, podrías
haber salido herida gravemente y estás herida. Estar vivo no siempre significa que
estás bien.

No sabía cómo responder a eso, así que no dije nada. Derek se fue. Mamá no
había regresado todavía, así que cerré los ojos, y traté de averiguar qué diablos
había sucedido.

Era bastante probable que alguien entrara en la posada a través de la puerta


principal o la entrada trasera para buscar dinero o artículos para empeñar. Este
condado tenía un problema de drogas importante, pero por el otro lado, nada de
esto había ocurrido antes y el problema de la droga por aquí, todos los robos y
asaltos, no eran nada nuevo.

Pero lo que era nuevo era yo.

Solo llevaba una semana en casa.


Traducido por LittleCatNorth

Con los ojos aleteando abiertos, le tomó varios minutos a mi cerebro captar lo
que estaban viendo mis ojos. Estaba observando fijamente al techo del hospital y mi
boca aún estaba increíblemente seca. ¿Qué había en los hospitales que siempre te
hacían sentir como si tu garganta se hubiera convertido en el desierto de Sahara?
Durante mi otra estadía mucho más larga en el hospital, había sido lo mismo cada
vez que despertaba. Extraño.

Inhalé, esperando la amarga y rara esencia, una mezcla de productos de


limpieza y enfermedad del hospital, pero capturé una limpia esencia cítrica que no
pertenecía a ningún sitio del hospital. Mi corazón saltó, y moví mi mirada a la
izquierda.

Y me enamoré.

Justo allí y entonces.

Me enamoré.

Sonaba absolutamente loco y de alguna forma, se podría creer que era por las
medicinas del dolor que me habían dado luego de que Derek se fue, pero sabía que
la hinchazón en mi pecho, muy parecido a un globo inflado de más, no era un
resultado de lo que sea que la enfermera había disparado en mi intravenosa. No era
por la muy necesitada siesta que tomé después de que Miranda y Jason me
visitaron. Tan pronto como mis ojos se fijaron en Cole, supe que, lo que estaba
sintiendo, era real, y la intensidad de esa hinchazón llevó lágrimas a la parte de
atrás de mi garganta.

A decir verdad, me enamoré de él diez años atrás y nunca deje de amarlo.

Cole estaba sentado en la estrecha e incómoda silla de hospital. Sus pies


estaban apoyados sobre el borde de mi cama. Tenía puesto pantalones negros de
nuevo. Pantalones de trabajo, supuse. Una chaqueta negra de cuero, camisa de
vestir debajo. Un brazo estaba doblado a través de la parte baja de su estómago; el
otro estaba clavado en el brazo de la silla, y su barbilla estaba descansando en su
palma abierta. La posición en la que estaba tenía que ser incómoda, y no tenía idea
de cuánto tiempo había estado él allí, pero el cielo era oscuro en el exterior de la
pequeña ventana cuadrada, y el hospital, además de los bips y clic, estaba
relativamente silencioso. Su cabello estaba revuelto, como si hubiera arrastrado sus
dedos a través de él muchas veces. Cole, incluso con sus largas piernas sobre la
cama, estaba apretado en esa silla.

Y era la cosa más hermosa que había visto.

Él no tenía que estar aquí. Sin embargo, no estaba sorprendida de que lo


estuviera, ya que sabía que Derek lo llamó, pero no tenía que hacer esto, y en ese
momento, todo lo que él había estado haciendo realmente me golpeó. Comenzó a
tener sentido después de hablar con mi madre, pero ahora, realmente notaba que en
verdad no estaba haciendo algo de esto porque sentía que tenía que hacerlo.
Siempre era porque él quería hacerlo.

Aparentemente, tomó una caída por un conjunto de escaleras para ver las cosas
claramente.

Inhalé una rasgada inhalación, y los ojos de Cole se despegaron abiertos.


Nuestras miradas se conectaron, y un momento pasó antes de que se estirara,
arrastrando sus pies fuera de la cama. Golpearon el suelo con un pesado sonido.

—Hola —dijo, la voz ronca con sueño mientras se inclinaba hacia adelante.

—Hola —susurré de regreso.

Una media sonrisa apareció. —¿Cómo te sientes?

—Perfecta.

Esa sonrisa se extendió mientras él capturaba un mechón de mi cabello y


cuidadosamente lo empujaba detrás de mi oreja. —Estás en el hospital después de
haber golpeado tu cabeza. ¿Cómo es eso perfecto?

—Tú estás aquí —admití en el mismo suspiro.

Sus cejas volaron hacia arriba y luego todo en su mirada se suavizó. La mano
cayó a mi mejilla y su pulgar se movió a lo largo de mi barbilla. —¿Ésta es la Sasha
drogada hablando? Porque, como que me gusta ella.

Reí, ignorando el leve fulgor de dolor. —No estoy tan drogada.

—¿No?

—No.

Su mirada rodó sobre mi rostro inclinado hacia arriba. —¿Quieres algo de


beber? Tienen algo de agua por aquí.
Cuando dije sí, él estaba sirviéndome algo en un vaso de plástico mientras yo
descubría cómo acomodarme en la cama en alguna posición sentada para no volcar
agua sobre mí. Me lo entregó, y el frío líquido calmó la sequedad en mi garganta.
Comencé a engullir el agua, pero atrapó mi muñeca, ralentizándome.

—Podrías querer tomarlo con calma —dijo él.

Probablemente, tenía razón. Bajé el vaso a mi regazo. —¿Qué hora es?

Bajando la mirada a su reloj, dijo—: Un poco después de medianoche.

Mis ojos se ampliaron. —¿Cómo es que estás aquí dentro?

Levantó su mirada hacia la mía y levantó una ceja. —Mostrar una placa del
FBI tiene sus beneficios. Junto con mi encantadora sonrisa, son aún más. —Sonrió
él—. Y nada iba a mantenerme fuera de esta habitación.

Mi corazón hizo un pequeño baile de tap.

Cole se acercó y bajó su cabeza, acariciando mi frente con sus labios. Cerré mis
ojos con el dulce gesto. —Aterrado.

Mis cejas se juntaron. —¿Qué?

—Estaba asustado como el infierno cuando Derek me llamó y dijo que estabas
en el hospital —explicó, retrocediendo solo lo suficiente para que pudiera ver su
rostro—. Incluso cuando dijo que ibas a estar bien, incluso después de que me
explicó lo que pasó, aun así estaba aterrado. Durante todo el camino hasta aquí.

—Cole...

—Tenía que ver por mí mismo que estabas bien. —Su pulgar hizo otro roce,
esta vez bajo mi labio, enviando un temblor por mi columna—. No me gusta verte
aquí.

—No me gusta estar aquí —admití, terminando mi agua.

Sus ojos buscaron los míos mientras él tomaba el vaso vacío y lo ponía en la
pequeña bandeja junto a la cama. —Supongo que es una cosa buena que no te haya
visto aquí la última vez.

La última vez, yo lucía desastrosa. Con los ojos ennegrecidos. La mandíbula


partida. Moretones en lugares donde ni siquiera sabía que se podía tener
moretones. Y luego, estaban los vendajes sobre mi estómago y pecho.
Cole recogió mi mano, enredando sus dedos a través de los míos. El brazalete
del hospital colgaba. —Derek me dijo qué sucedió.

Una fría corriente se movió a través de mí. —¿Descubrió algo?

Sus pestañas bajaron, y pasó un momento antes de que él dijera—: Qué me


dices si hablamos sobre esto mañana. Es tarde. Necesitas descansar...

—Descubrió algo, ¿no es así? —Mis dedos se apretaron alrededor de los


suyos—. Quiero saber.

Un músculo palpitó a lo largo de su mandíbula, y por un momento, pensé que


no iba a responder. —Revisó la posada dos veces. Volvió cuando tu madre regresó,
solo para asegurarse de nada hubiera sido tomado. Tu mamá no vio nada
desaparecido.

No es que yo esperaba que alguien lo haría.

—Cuando él fue allí la primera vez —continuó—, revisó la antigua entrada


hacia el túnel. Los ladrillos estaban derrumbados.

Inhalé aire. —¿En serio?

Asintió. —La cosa es que, él no sabe si los ladrillos se derrumbaron


naturalmente o no. Tu papá los puso allí, ¿cierto?

—Sí. Fue hace mucho tiempo.

—Pudieron haberse derrumbado o pudieron haberlos derrumbado, y nadie sabe


cuánto tiempo han estado así. Tu madre dijo que han pasado años desde que
alguien ha estado dentro del mausoleo. —Él volteó mi mano en la suya y movió su
pulgar a través del centro de mi palma.

Tenía la sensación de que había más. —¿Pero?

Pestañas gruesas se levantaron y sus ojos encontraron los míos. —Pero la


entrada que lleva a la puerta desde el interior del sótano estaba abierta.

—Oh Dios. —Volteé mi cabeza, con pensamientos acelerados—. Quiero decir,


la puerta allí abajo pudo haber estado abierta por un tiempo, pero... alguien pudo
haber entrado a la posada a través del túnel y regresar al exterior por abajo. La
pregunta es, ¿por qué alguien pasaría por todos esos problemas? La mayoría del
tiempo, podrían entrar justo por la puerta frontal.
Su pulgar continuó moviéndose sobre mi mano. —Porque no quieren ser
vistos. Alguien se toma todo ese problema cuando no quiere arriesgarse.

Apreté los labios. —Si sabes algo sobre la historia de la posada, sabes sobre ese
túnel. —Pensé sobre el alcalde, la única persona en mi no tan útil lista de esos
quienes, posiblemente, no estaban emocionados por mi regreso, pero ¿por qué él
habría entrado en la posada?

¿Por qué alguien hubiera entrado en la posada?

Mi mirada se elevó a Cole, y lo encontré mirándome cuidadosamente. Por


alguna horrible razón, pensé en mi tiempo con el Novio y supe que, si no hubiera
dejado a Cole afuera, él hubiera estado sentado hace diez años atrás justo donde
estaba ahora. La cosa más rara pasó en ese momento. Por primera vez, quería
hablar sobre lo que pasó. Él continuó sosteniendo mi mirada, y las palabras como
que salieron atropelladamente.

—No creí que iba a sobrevivir, creí que moriría en ese dormitorio sin ventanas
—susurré, y el entendimiento destelló en sus ojos—. Quise morir tantas veces, y sé
que eso suena raro, pero no podía... las cosas que hizo. Y él no veía nada malo con
ellas. Estaba en búsqueda de la novia4 perfecta. —Cerrando los ojos, elevé el
mentón al techo—. Eso es lo que quería; que sus novias quisieran estar con él, que
lo disfrutaran. Supongo que ya sabes todo eso. Oí que algunos de los detalles
estaban en los papeles, pero... él era como dos personas diferentes. En un minuto,
era casi agradable. Estaba enfermo y tenía una mente retorcida, tan jodidamente
perturbado, pero luego, cuando él entraba de mal humor, era como un hombre
diferente, uno que prosperaba con el dolor y lastimar a otros. Esos momentos eran
lo peor.

Cole no dijo nada, pero cada parte de él estaba concentrada. Su pulgar se había
detenido, pero sostuvo mi mano apretada. El silencio me permitió continuar
hablando.

—Me dijo una vez, después de... que lo hice feliz —dije, temblando—, por qué
las otras novias lo disgustaban. Todas ellas peleaban contra él. Así como yo. Eso no
era causa de ello. Insistía en que podría entrenarlas, que me entrenaría para ser
obediente —escupí la última palabra—. Pero eran cosas normales, ¿sabes? Una no
era rubia verdadera. Ella tiñó su cabello, y por eso, no era lo suficientemente
perfecta. Otra le dijo que no podía tener hijos. Ni siquiera sé si era verdad o no, pero
él terminó con su vida a causa de ello. Había otra que... que era demasiado delgada
para su gusto. Demasiado delgada porque ella no comería su comida. —Tragué
duro antes de continuar—: Mató a una de ellas porque lloraba demasiado. Como si

4
Bride en inglés, que es la novia ya para casarse.
él no fuera la razón por la que ella lloraba. —La repulsión retorció mi estómago—.
La que estaba antes que yo, la mató porque él decidió, de repente, que era
demasiado vieja. Él tenía que haber conocido su edad antes, porque las acosaba;
nos acosaba. Era como si, no importaba a quien escogiera él, ellas nunca serían lo
suficientemente buenas. Les encontraría algo defectuoso. Algo. Y eso sería todo.

La siguiente respiración que inhalé fue tragada y ardió todo el camino hasta mi
alma. —Sé que no pude haber sido la única quien le dijo lo que hice, pero
eventualmente decidió que esa era la razón por la que yo ya no podía ser su novia,
y cuando me dijo eso, supe lo que significaba. Yo ya no era lo suficiente buena en
sus ojos.

Abrí los ojos, pero realmente no veía el techo. —Supe que cuando me puso en
ese vestido, con los ojos vendados, y me dejó salir, iba a matarme. Puedo recordar
esos momentos como si hubieran pasado hace segundos. El vestido era tan delgado,
nada más que encaje, y podía sentir la cálida brisa sobre mi piel. Podía saborear el
aire fresco, y podía oler la lluvia fresca y la leve esencia del fertilizante. Sabía que
estaba afuera. Sabía que eso era todo. Eso iba a suceder. —Un temblor atravesó mi
cuerpo y Cole apretó mi mano—. Él lloró, Cole. Lloró mientras me guiaba al
exterior. Sollozó, y yo... yo le rogué. Le supliqué, y oh Dios, dije cualquier cosa, de
todo, porque cuando supe que iba a morir, no quería hacerlo.

Un nudo en mi garganta casi asfixió las siguientes palabras. —Él dejó de llorar,
y se alejó de mí. No sabía dónde estaba él, pero intenté correr. No llegué muy lejos
cuando me golpeó, haciéndome caer al suelo. Se subió sobre mi espalda, y lo sentí,
esta horrible sensación ardiente en mi estómago, como si estuviera siendo partida
por la mitad. Me apuñaló.

Cole permaneció en silencio, pero la tensión que emanaba fuera de él era una
tercera entidad en la habitación, una pesada presencia de furia justificada.

—No me ató las manos. Estaba así de confiado sobre controlarme, y yo... yo
no sé exactamente qué pasó después. Todo lo que sé es que peleé. Este dolor tipo
fuego apareció de nuevo aquí —dije, moviendo mi mano sobre mis pechos—.
Estábamos luchando sobre el suelo, y él dejó caer el cuchillo en el mismo punto.
Tenía sus manos en mi garganta, asfixiándome. Conseguí agarrar una roca. Pura
suerte —susurré—. Eso salvó mi vida, la pura suerte. Lo golpeé en la cabeza, y me
liberó. Recuerdo saltar para levantarme y correr, sacándome la venda de los ojos en
algún punto, y solo continuar corriendo hasta que alcancé esa granja...

La granja que tenía los caballos que podía escuchar. De pura suerte también,
fui en esa dirección, y en una ronda de extremada buena suerte, encontré al señor
Mockerson, el viejo dueño de la granja, reparando una valla alrededor de su
ganado.
Volteando mi cabeza hacia Colt, inhalé profundamente. —Si me hubiera
matado, habría cortado mi dedo anular. Me habría desnudado del vestido de novia,
puesto en uno nuevo, y ese vestido de novia... y mi dedo, hubieran estado colgado
en la habitación con el resto de ellos. —Parpadeé lentamente—. No sé por qué te
dije todo eso.

Un músculo palpitó en su mandíbula. —Estoy feliz de que lo hicieras.

Algo de la tensión de diez años se escurrió fuera de mis músculos. Mi terapeuta


había promocionado los beneficios terapéuticos de abrirse sobre lo que pasó, y
realmente no le creía. Yo me había equivocado, porque la siguiente respiración que
tomé fue purificadora.

—Sin embargo, tengo algunas cosas que decir. Eso no fue ni un poco
condenadamente débil —respondió tranquilamente—. No hay nada sobre ti que sea
débil. Sobreviviste al infierno y eso no fue solo pura suerte. Peleaste y sobreviviste.
Eres una sobreviviente, nena. Te pertenece.

Una leve sonrisa apareció en mis labios. —Me pertenece. Me gusta eso. —Hice
una pausa—. Ya sabes, nunca supe cómo lucía él hasta después de eso. Siempre
mantuvo su rostro escondido. O yo estaba en una habitación a oscuras o me
vendaba los ojos. No sé por qué hacía eso, pero cuando finalmente vi una foto de
él, me impacté. Estuvo por mucho tiempo en mi cabeza porque... lucía tan normal.
Como que podría haber enseñado en una de nuestras clases en la universidad. Él
era alguien a quien ves en la tienda de comestibles, detrás de ti, o a quien le sonríes
cuando lo ves en la calle.

—Así es como lucen usualmente —dijo él, levantando su mano y la mía. Besó
la parte de atrás de mis nudillos, cada uno de ellos—. Los asesinos seriales tienden
a lucir como el sujeto que vive junto a ti, alguien a quien no juzgarías como
peligroso basado en la apariencia.

—Todos estaban sorprendidos, ¿verdad? —pregunté.

Cole asintió. —Ni una sola persona quien conocía a Vernon Joan sospechó que
era el Novio —dijo él, y me encogí de dolor con el sonido de su nombre—.
Ninguno de sus vecinos o sus compañeros de trabajo lo vinieron venir. Él no tenía
ningún familiar alrededor de estas zonas. No creo que tuviera una vida.

Vernon Joan.

El Novio.

Asesino serial y secuestrador de, al menos, seis mujeres. Algunas personas


creyeron que debieron haber sido más, pero era improbable que alguna vez alguien
las descubriera. Mi escape llevó a su arresto. Incluso tan mal como estuve, casi
muriendo de camino al hospital, me las arreglé para decirles lo que sabía, y fue
suficiente para guiar a las autoridades a su casa en la base de las Montañas
Apalaches. En lugar de ser arrestado, tomó el cuchillo de caza que solía usar en mí
y cortó su propia garganta en la habitación en que yo y muchas otras mujeres
fuimos retenidas.

No sabía cómo sentirme sobre eso, probablemente nunca lo sabría. Una parte
de mí quería que él fuera a juicio, que respondiera ante los familiares y los seres
amados por las vidas que les robó. La otra mitad simplemente estaba feliz de que
estuviera muerto.

Mis ojos fueron a los suyos de nuevo. Había algo más que no había compartido
con Cole. —Le dije que estaba enamorada de alguien más.

La piel alrededor de su boca se apretó. —¿Qué?

—Eso es lo que le dije, al Novio —aclaré. No había usado su nombre real y no


comenzaría. No le cedería eso—. Le dije que ya estaba enamorada de alguien más.

Por varios segundos, todo lo que Cole hizo fue mirar fijamente. Esos pálidos
ojos helados me calentaron varios grados. Cuando se le dije al Novio, estuve
parcialmente rogándole con eso, tratando de conseguir que me viera como un
humano, siendo esa persona amada y que sería extrañada; como una persona quien
sería extrañada por esos que ella amaba. En una forma retorcida, funcionó,
posibilitando mi escape, pero no había estado lejos de la verdad. Yo estaba
enamorada de Cole en ese entonces, quizás incluso lo amaba.

Justo como ahora.

Los ojos de Cole se abrieron y bajó su frente hacia donde nuestras manos
estaban unidas. Él no habló. No sabía lo que él estaba pensando, pero mientras me
acostaba allí, mirándolo, supe que lo que sentí desde que desperté y lo vi sentado
allí era verdad. Cómo él se sentía no iba a cambiarlo.

Estaba enamorada de Cole Landis.

Cole pasó la noche en mi habitación de hospital, y supuse que esa placa y


encantadora sonrisa realmente funcionaba con todas las enfermeras. Me dieron de
alta en la mañana y Cole condujo a casa.

Él no trajo al tema lo que le dije anoche, pero no era como si, lo que había
compartido, estaba colgando entre nosotros. Solo estaba allí, ahora al aire libre, y
me cambió, cambió cómo estaba a su alrededor. No creo que fuera notable, y no
era como si usara un signo sobre mi cabeza que anunciaba que terminé con toda mi
cosa de “compartir es bueno”, pero era diferente para mí. Se sentía... bien.

No me arrepentía de ello.

Mamá insistió en hacerle el desayuno y completamente adularlo mientras lo


colmaba de tocino frito y salchichas en su plato. La sonrisa dijo que a él le gustaba
la atención, y a mí me gustaba mirarlo recibir la atención. Después del desayuno, lo
seguí a la entrada.

—Regresaré pronto —dijo él, poniendo su mano sobre mi cadera. Inclinó mi


cuerpo hacia el suyo—. Tengo que encargarme de varias cosas. Ducharme es una
de ellas, y tengo que empacar un bolso.

—¿Un bolso? —cuestioné.

La media sonrisa apareció.

—Me quedaré el fin de semana aquí, contigo.

—¿En serio?

—Sip. Supuse que aún tenemos planes para cenar, pero los cambiaremos así no
tienes que salir por ahí. Sí, sé que estás bien —dijo, deteniéndome antes de que
realmente pudiera decir eso—. Pero no vamos a presionarlo.

Levanté una ceja.

—No va a ser por mucho tiempo. —Ahuecó mi mejilla con su otra mano—.
Prométeme que vas a tomarlo con calma.

—Lo prometo —murmuré, un poco perdida en esos ojos azules.

Una conocedora inclinación de sus labios pareció y luego bajó su boca,


besándome suavemente y un poco demasiado breve. No quería dejarlo ir, y eso era
una extraña sensación para mí, una que reflexioné mientras caminaba de regreso a
la cocina. El aroma de tocino frito permaneció.

Mamá ya había limpiado, e incluso cuando prometí tomarlo con calma, no


significaba que me quedaría sentada por allí todo el día. Solo quedaba un ligero
dolor en mi sien y cabeza, manejable sin tomar nada, y había algo que quería ver.

Agarré una linterna y mi chaqueta estilo piloto de la habitación de atrás,


empujé mis brazos a través de ella y luego me deslicé por la puerta trasera. Crucé el
porche, levantando la cremallera de mi chaqueta mientras inhalaba una profunda
respiración de frío aire invernal. Olía como nieve. No muchas personas pensaban
que la nieve llegando tenía un olor, pero para mí, siempre era señalada por un
fresco aroma ligero.

Césped congelado crujió bajo mis botas mientras pasaba el simple enrejado.
Una baja pared de piedra apareció. Había estado aquí desde que la casa fue
construida, e imaginaba que marcaba la línea de propiedad original. Pasé a través
de la apertura y crucé el estrecho y poco usado pasaje antes de llegar a un camino
de césped seco. Varias yardas adelante había otra pared de piedra, está a la altura
de la cintura. Un solitario mausoleo se establecía en el centro.

Mi estómago dio una vuelta mientras me acercaba al antiguo cementerio. Ni


siquiera podría recordar la última vez que estuve aquí, lo evadía como si estuviera
lleno de zombis come carne cuando era niña.

Con el corazón golpeteando en mi pecho, entré al pequeño cementerio. Solo


había cinco lápidas mortuorias. El cemento estaba en ruinas, y las inscripciones
eran imperceptibles, habiendo desaparecido hace tiempo.

Un claxon sonó en la distancia, haciéndome saltar. Era una maldita mujer


adulta, pero el cementerio aún me aterraba. Estábamos en medio de la ciudad, el
cementerio a la vista de muchas casas, pero mientras caminaba hacia la puerta
abierta del mausoleo, me sentí como si estuviera a miles de millas de la civilización.

La apertura del mausoleo estaba oscura y ancha. En algún tiempo, hubo una
puerta, pero tanto como puedo recordar, había estado desaparecida. Tomando un
profundo respiro, entré y encendí la linterna.

La parte más aterradora sobre el mausoleo era el hecho de que no había tumbas
dentro. Solía haber tumbas aquí dentro, pero desaparecieron mucho antes de que la
abuela Libby comprara la mansión y la propiedad. Nadie sabía por qué o dónde
estaban, y algo sobre eso solo me asustaba.

Moviendo la linterna, arrojé luz a lo largo del suelo, encontrando


inmediatamente las viejas puerta tipo sótano. Un lado estaba cerrada y la otra
estaba en pedazos junto a la entrada. La mitad de la pared de ladrillos estaba
derrumbada, caída en la oscuridad del túnel. Una pequeña pila de ladrillos rojo y
blanco estaba cerca de los bordes. No era una experta en escenas del crimen, ni
tampoco tenía experiencia alguna en construcción, pero no podía decir si los
ladrillos fueron demolidos o si se derrumbaron.

Durante el desayuno, mamá me dijo ya había contactado a alguien para que


viniera, como prioridad, la siguiente semana, lo que era aproximadamente
alrededor del mismo tiempo para que el amigo de Cole vendría para instalar las
alarmas en los apartamentos.
Alguien llegó allí y entró a la casa. No me podrías pagar ni un millón de
dólares para ir allí abajo. Solo la cantidad de arañas me daba pesadillas.

Pero Derek tenía razón. Esa pared estaba caída, y la primer cosa que iba a
hacer cuando regresara, era encontrar algunas tablas, clavos y un martillo. La
puerta del sótano sería entablada.

Salí del mausoleo, deteniéndome abruptamente cuando oí un chasquido sonar


detrás de mí. Un frío helado serpenteó por mi columna y el vello de mi nuca se
elevó. Volteé rápidamente, con una mano apretando la linterna. Medio esperaba
encontrar a alguien de pie detrás de mí, pero no había nadie allí.

Ramitas chasquearon a mi izquierda. Volteé hacia el sonido, pero aún no vi


nada a través de las desnudas ramas colgando bajas. Mi mirada se disparó
alrededor del cementerio, más allá de la pared de piedras, y a través del campo que
dirigía a uno de los hogares cercanos. Nada se movió, pero la piel de gallina se
extendió a través de mi piel.

Cualquiera podía estar aquí fuera.

Cualquiera.

Perturbada, apagué la linterna y salir pitando fuera del cementerio. Una vez
dentro de la casa, cerré la puerta y la bloqueé detrás de mí.

Después de poner la linterna sobre la encimera, me saqué la chaqueta y mi


mirada se fue sobre el tablero de corcho. Colgué mi chaqueta sobre el gancho y
comencé a irme cuando volví la cabeza tan rápido que mi cabeza comenzó a
palpitar.

Ignoré el dolor mientras caminaba de regreso al tablero de corcho,


escaneándola más de cerca. Estaban las llaves extras de las habitaciones,
etiquetadas claramente. Otra era un juego extra de las puertas de la posada. Otro
juego para la cochera. Estaban las llaves de la camioneta de mamá, y luego el
siguiente punto estaba vacío.

Pero no se suponía que lo estuviera.

La llave de la casa de Ángela estaba desaparecida.

***

Ella llegó tan cerca, tan increíblemente cerca de mi secreto, tan cerca que casi pude
estirarme y tocarla.
Y ella no tenía idea.

Quería reírme.

Quería envolver mis manos alrededor de su cuello y ver la vida deslizarse de sus ojos.

Incluso justo ahora, no tenía ni idea de que yo estaba allí, mirándola cerrar la puerta
detrás de ella, como si eso pudiera ayudarla. Una sonrisa curvó las esquinas de mis labios.
Podía conseguir el acceso a ella en cualquier momento en que quisiera. Siempre podría. Cierra
los túneles externos. Bloquea las puertas. Yo podría entrar.

Porque siempre estoy aquí.

Mordí mi labio mientras ella caminó hacia el tablero de corcho junto a la puerta. Sus
cejas se juntaron mientras la estudiaba. Justo ahora, podía tomarla.

Nadie nunca sabría lo que le pasó.

Como debió haber pasado la primera vez.

Pero podría tomarla.

Casi había terminado, entonces, cuando ella yacía inconsciente, fácilmente pude haberla
tomado, pero eso hubiera sido demasiado fácil y esto hubiera terminado demasiado rápido.

Y no estaba listo para eso.

Porque yo aún quería jugar.


Traducido por LittleCatNorth

Tomé el teléfono celular fuera del mostrador donde se estaba cargando, e


inmediatamente llamé a Cole.

Afortunadamente, contestó en el tercer tono con un divertido—: Nena, estoy


aquí de pie, desnudo y aburrido. ¿Ya me extrañas?

¿Desnudo y aburrido?

—¿Sasha?

De acuerdo. Eso efectivamente me distrajo por un par de segundos. Parpadeé


para alejar la fantástica imagen de él. —La llave de casa de Ángela está
desaparecida.

—¿Qué? —Toda la diversión de su voz desapareció.

—La llave de su casa está desaparecida. —Caminé hacia las puertas correderas
y espié hacia el comedor, asegurándome de que aún estuviera vacío—. Ella
mantenía una llave extra de su casa aquí, y sé que la vi ayer a la mañana, antes de
todo el incidente de las escaleras.

—Mierda. ¿Estás segura?

—Positivo —dije, volteando hacia la puerta—. Esa ya estaba allí y ahora no lo


está. No le he preguntado a mi mamá si hizo algo con ella, pero dudo que lo
hiciera.

—Sí —respondió él—. Estaré allí en, al menos, una hora. Hazme un favor, y
no toques nada en esa habitación de aquí en adelante, ¿de acuerdo? Asegúrate que
nadie más lo haga.

—De acuerdo.

—Voy a llamar a algunas personas. Uno de ellos es el detective trabajando en el


caso de Ángela. Él podría aparecerse antes que yo. ¿Estás bien con eso?

—Por supuesto. —Empujé varios mechones de cabello detrás de la oreja.


—Perfecto. —Hubo una pausa, y yo como que me pregunté si él aún estaba
desnudo. No era la mejor cosa en la que enfocarse, pero no podía evitarlo—. Es
muy bueno que lo recuerdes.

Sonreí. —Gracias.

—Estaré allí pronto.

Colgando, puse el teléfono sobre la mesa y partí a buscar a mamá. Ella estaba
escaleras arriba, en la habitación de lavandería, y cuando le dije lo que descubrí,
estaba más que un poco perturbada, pero aliviada de que Cole hubiera enviado a
alguien por aquí. En su mente, él podría manejarlo.

—¿El hombre que viste estaba aquí dentro para conseguir la llave de Ángela?
—expresó ella, a pesar de que yo no lo había hecho—. ¿Estás segura de que no era
Ethan?

—Estoy bastante segura de que no era él, pero si lo fuera, ¿crees que él solo me
hubiera dejado allí acostada?

Negó con la cabeza mientras ponía la sábana en el banquillo. —No conozco


muy bien a ese chico, pero no suena a algo que él haría.

—Además, ¿no tendría él una llave?

—Eso creerías. —Dobló una última ropa blanca.

Pensé sobre lo que Cole dijo, que Ethan y Ángela habían peleado ese día. —
¿Cómo era la relación de Ángela y Ethan?

Su frente se arrugó mientras continuaba doblando las sábanas. —Parecía buena


para mí. Ella hablaba muchísimo sobre él. Seguro, Ángela hablaba muchísimo
sobre todo. —Su leve sonrisa se desvaneció rápidamente—. ¿Por qué preguntas?

Me encogí de hombros. —Curiosidad. —Sabiendo que podía confiar en ella


con el poco conocimiento interno que tenía, dije—: Cole descubrió que ellos
tuvieron una pelea el día en que ella... desapareció.

—Santo cielo. —Sus manos se quedaron quietas, mientras apretaba sus ojos
cerrados—. No sé qué pensar. El chico parece ser uno bueno, pero tú nunca
conoces a las personas en realidad.

—Cierto —murmuré, pensando en todas las personas quienes conocían al


Novio en la vida real. Como Cole dijo anoche, nadie hubiera sospechado alguna
vez que él pudiera cometer crímenes tan atroces.
Mamá suspiró mientras levantaba la mirada de su sábana. —¿Cómo te sientes?

—Bien.

—Cariño, por qué no vas a trabajar en la recepción —sugirió mamá cuando me


incliné para recoger una pila de ropa limpia.

Fruncí el ceño. —Podrías necesitar la ayuda.

—Puedo encargarme de esto yo sola, pero tú luces un poco pálida, y con todo
lo que sucede, lo último de lo que quiero preocuparme es sobre que te desmayes
sobre mí. —Ella dejó caer la ropa de cama sobre la mesa de trabajo—. Escucha a tu
mamá.

Un leve dolor había comenzado tras mis ojos, algo que el doctor advirtió que
sería común, así que decidí no discutir. Caminando hacia ella, besé su mejilla y
entonces comencé a bajar las escaleras. Estaba pasando a través del comedor
cuando oí la campana de la recepción. Apresurando mi paso, hice mi camino hacia
el frente.

Cada músculo en mí se tensó cuando vi quién estaba de pie en frente del


escritorio.

El alcalde Hughes.

Él estaba vestido más casualmente hoy, en un par de vaqueros azules y una


camisa de botones verde musgo. Su sonrisa era justo tan apretada y falsa como la
recordaba.

—Hola —dije, juntando mis manos—. ¿Con que puedo ayudarlo, alcalde
Hughes?

—Oí que has tenido un par de días ocupados. —Se apoyó contra el escritorio,
empujando un brazo sobre la superficie, agitando el jarrón con orquídeas blancas—
. Quería ver como estabas.

¿Por qué, en el mundo, él querría ver cómo estoy? Eduqué mi expresión en


blanco, incluso aunque la sorpresa se disparó a través de mí, poniendo tiesa mi
columna. —No estoy segura de qué significa eso.

Esa sonrisa se volvió una mueca, pero no alcanzó sus ojos. —Señorita Keeton,
soy el alcalde de una ciudad lo suficientemente pequeña para oír toda clase de
chismes. Cosas como la disputa de propiedad en curso entre la señora Dawson y
sus vecinos mucho más jóvenes, la familia Rogers. Verás, los Rogers tienen un hijo
adolescente, y sabes qué, cómo en cada familia que tiene un hijo adolescente, ellos
tienen una canasta de básquet en el camino para el auto, que es parcialmente
compartido con la Sra. Dawson. Eso no hace a ésta última muy feliz.
Aparentemente, lo que la molesta es el constante ruido del rebote.

No tenía ni idea de por qué me estaba diciendo esto.

—Así que, cuando alguien como tú se muda de regreso a la ciudad, su auto es


vandalizado, no una, sino dos veces, y luego sufre una caída que la lleva al hospital,
oigo sobre ello. —Hizo una pausa, la sonrisa desvaneciéndose—. Y luego, está la
trágica situación con la señorita Reidy, quién trabaja en tu posada.

Mi boca se movió, pero no hubo sonido alguno. Al principio, no sabía qué


decir, pero luego me enfoqué en una parte. —Mi madre no sabe sobre su
camioneta. No le he dicho aún —dije, en voz baja—. Por favor, no hable con ella
sobre eso hasta que yo tenga una oportunidad.

Él inclinó su cabeza. —¿Y por qué no le dijiste?

—No quiero que se preocupe innecesariamente.

—Parece como si debiera preocuparse —respondió.

La inquietud inundó mi estómago. —¿Por qué usted diría eso?

Sus oscuras cejas se elevaron. —Tu mamá se encargó, sin ayuda de nadie, de
esta posada por diez años, sin ninguna ayuda de tu parte. Te fuiste. Ese fue tu
derecho. Pero tu madre habló mucho sobre ti, en cada oportunidad que tenía. Te
extrañaba, pero estoy seguro de que sabes eso. Ella fue capaz de hacerlo todo sin
que tú estuvieras aquí, sin ningún... drama, pero ahora, regresaste.

—¿Y ahora hay drama?

—No dije eso.

—Pero es lo que está insinuando —expresé, luchando por controlar mi tono—.


No vandalicé mi propio auto o el de mi madre. No me caí por las escaleras a
propósito, y lo que está sucediendo con Ángela no...

—No tiene nada que ver contigo —terminó él—. Eso es muy correcto, pero
todas estas cosas han pasado desde que tú regresaste. Quizás el mundo —dijo él,
moviendo su brazo derecho en círculos—, está tratando de decirte algo.

A segundos de perder los estribos, crucé los brazos sobre el pecho. ¿Qué
sucedía con este hombre? No lo entendía.
—¿Y qué es eso?

—Que quizás, no debiste haber regresado aquí.

Lo miré fijamente mientras se alejaba del escritorio. La furia destelló


brillantemente dentro de mí. —¿Cuál es su problema conmigo?

—No tengo un problema contigo. Nada personal —protestó el alcalde


Hughes—. Todo esto es sobre negocios.

—¿Cómo es eso? —pregunté, genuinamente curiosa, y aún molesta; muy


molesta.

Su mirada se movió detrás de mí mientras él decía—: Te apareciste de regreso


en mi ciudad, y tengo una mujer muerta y otra desaparecida. ¿No suena eso
familiar?

Lo miré boquiabierta.

—La cosa es que, sé que esas dos horribles tragedias no tienen nada que ver
contigo, pero cuando la gente piense en lo que pasó recientemente, pensarán sobre
lo que pasó antes. El pasado se arrastrará de regreso hasta aquí, y eso es la última
cosa que necesita esta ciudad, señorita Keeton. Ahora, me pongo en marcha, pero
piensa en lo que he dicho.

¿Sobre qué, exactamente, se suponía que debía pensar? Volteé una vez que la
puerta se cerró detrás del alcalde, furiosa y completamente confundida. Podía
entender que la ciudad entera no quisiera que yo hiciera entrevistas sobre el Novio.
Era una ciudad pequeña, y la mala prensa no era buena prensa, pero vamos. ¿Qué
iba a hacer yo con exactitud que tuviera tal cantidad de impacto? Tenía que ser algo
más, algo más detrás de por qué él era tan infeliz con mi regreso.

Había hecho mi camino hacia el área de espera cuando escuché la puerta


abrirse una vez más. Con la cabeza ahora palpitando, volteé para ver a un alto
hombre entrando. Un muy alto y atractivo hombre, que hizo que mi dolor de cabeza
pareciera menos doloroso.

Era como si Dios estuviera recompensándome por lidiar con el alcalde.

El hombre parecía ser medio blanco, medio afroamericano, y tenía hermosos


pómulos. Características angulares y llamativas, cabello rapado cerca del cráneo,
combinado con el oscuro traje que usaba, lucía como si hubiera salido caminando
de las páginas de una revista de hombres.

O de un calendario caliente de policías.


La placa enganchada a su cinturón brilló fuera de su chaqueta mientras se
adelantaba con largos pasos. Sus ojos oscuros se fijaron en mí. —¿Señorita Keeton?

—¿Sí?

—Soy el detective Tyron Conrad —dijo, deteniéndose y extendiendo una


mano. Tomó mi mano en un firme agarre—. Cole me contactó más temprano.

—Gracias por venir.

Él dejó ir mi mano. —No hay problema.

Tratando de no mirar fijamente al hombre, caminé a un lado. —Si no le


importa, ¿podríamos ir a la cocina? No quiero que algún huésped nos escuche por
accidente.

—Dirija el camino. —Destelló una sonrisa que te detenía el corazón.

Oh, cielos.

—Tengo una pregunta para usted, señorita Keeton —dijo, mientras lo guiaba
hacia la cocina—. ¿Acabo de pasar al alcalde allí fuera?

Peleé con la necesidad de golpear algo mientras deslizaba la puerta abierta. —


Llámeme Sasha. Sí. Él estaba... revisando la posada —expliqué, midiendo mis
palabras. Dudé que el detective tomara muy generosamente que yo lanzara menos
que halagadores adjetivos como yo lo quería.

—Interesante —murmuró él.

—¿Le gustaría algo para beber? —ofrecí, cambiando el tema.

—Estoy bien, pero gracias por la oferta —respondió, mirando alrededor de la


cocina—. ¿Cole dijo que descubriste algo desaparecido que podría pertenecer a
Ángela Reidy?

—¿Cole no le dió los detalles? —Me apoyé contra la encimera.

—Lo hizo, pero quisiera oírlos de usted.

—Oh. —Tomando una profunda respiración, saqué mi cabello sobre mi


hombro—. Ángela mantiene una llave extra aquí. Por lo que mi madre me explicó,
ella tenía el hábito de quedarse encerrada fuera de la casa. La llave estaba aquí ayer
a la mañana. Recuerdo haberla visto. En realidad, la toqué —le dije, agarrando la
encimera detrás de mí—. Ni siquiera sé por qué hice eso. La vi, y pensé en Ángela,
y luego me caí por las escaleras.

—Revisaré eso. —Se estiró hasta su bolsillo, sacando un pequeño anotador


como el que Derek tenía—. Quiero que me cuentes sobre eso.

Rápidamente, le dije lo que pasó ayer en la mañana y luego me moví a cómo


descubrí la llave desaparecida. Su mirada se agudizó cuando expliqué que fui al
cementerio. Ignoré la mirada. —Fue entonces cuando descubrí que la llave
desapareció. Mi madre no la tomó, y la única otra persona quien ha estado aquí es
Daphne, y ella no tendría razón para tomarla.

—¿Puedes mostrarme la habitación?

—Seguro. —Lo llevé a la puerta y la empujé para abrirla, temblando cuando


entramos en la fría habitación—. Esta era una parte de la antigua cocina de criados.
La puerta allí lleva al exterior. —Señalé a la salida que se abría bajo las escaleras
que llevaban al balcón del departamento escaleras arriba—. No sé si ésta estaba
cerrada, pero normalmente la mantenemos de esa manera. Los empleados tienen
llaves. La otra puerta va a la escalera de empleados; por la que me caí ayer.

—¿Y puedes llegar al sótano desde allí? —Cuando asentí, él preguntó—:


¿Puede darme algunos minutos?

—Seguro. Estaré en la cocina.

Sonriendo, asintió. —Gracias, Sasha.

Él caminó hacia el tablón de corcho y vi que su parte trasera era justo tan
atractiva como su frente. Vaya. Regresando a la cocina, hice una jarra fresca de
café, y acababa de servirme una taza para mí cuando la puerta se abrió. El detective
Conrad estaba de regreso, con las manos vacías. —¿Le gustaría una taza? —Sentí
como que tenía que ofrecerle de nuevo.

—Estoy tratando de dejar la cafeína —respondió.

—Eso suena como un pecado.

Él sonrió. —Tengo que admitir que no ha sido fácil. —Deteniéndose en frente


de la isla de la cocina, dijo—: Tendré que hacer que vengan los forenses hasta aquí.
Solo va a ser un sujeto, traerá polvo para huellas y tomará algunas fotos. Si quieres,
puede entrar por la parte trasera y los huéspedes ni siquiera sabrán que él está aquí.

—Eso sería bueno. —Tomé un sorbo del café—. Me gustaría que los huéspedes
no sean conscientes de algo de esto.
—Eso es fácil de hacer. —Apoyándose por la cadera, apuntaló sus codos sobre
la encimera—. Puedo hacer que un sujeto llegue aquí como en una hora. Me
aseguraré de que se mantenga fuera del cabello de todos. —Hizo una pausa—.
Tengo que decir, que aprecio el hecho de que seas observadora.

—Aprendí a serlo —admití, acunando mi taza con ambas manos—. ¿Cree que
la llave perdida esté relacionada a la desaparición de Ángela?

—No estoy seguro, pero tendremos que revisar todos los caminos hasta que
algo aparezca.

Leyendo entre líneas me dijo que todas las vías en las que habían buscado hasta
ahora terminaron en nada. Inquieta, tomé un sorbo del café. —¿Cómo alguien
puede desaparecer sin algún rastro?

—Pasa más de lo que las personas notan —remarcó él, sus ojos encontrando
los míos—. Creo que sabes eso.

—Cierto —murmuré, bajando mi taza—. Yo sé eso. Probablemente, más que


cualquiera, pero algunas veces lo olvido.

—Es la naturaleza humana. —Varios segundos de silencio se estiraron y luego


él sacudió el infierno fuera de mí—. Yo fui a la academia con Cole.

—¿D… discúlpame?

—No fue en el cuerpo policial de por aquí. Yo estaba en Morgantown cuando


todo sucedió. No noté que él y tú tenían una cosa en ese entonces, hasta que fui
transferido aquí y tomé una posición urbana. Eso fue como un año después de los
problemas del Novio.

—Oh —murmuré, levantando mi taza—. Yo... yo no sabía eso.

—No creí que lo hicieras. Él hablaba mucho sobre ti en aquel entonces. Le dije
más de una vez que rastreara tu culo. —El detective Conrad destelló una rápida y
muy encantadora sonrisa—. Incluso le dije que casarse con Irene fue un error. Su
corazón no estaba allí, no importaba cuan mal él quisiera que lo estuviera.

Mis labios se separaron cuando sacudí mi mano hacia atrás, salpicando mi café
sobre mi mano. Ni siquiera sentí el líquido caliente. ¿Qué acababa de decir él?

—Creo que él te dio espacio, ya que estabas confundida, pero todo se resolvió
de nuevo. Es divertido cómo la vida hace eso. —Se enderezó, completamente ajeno
al hecho de que mi quijada estaba sobre el suelo—. De cualquier forma, voy a
llamar a...
—¿Qué dijiste sobre Cole estando... estando casado? —pregunté, sabiendo, solo
sabiendo, que lo había oído mal, porque si Cole hubiera estado casado, él hubiera
dicho algo. Tuvo que haber dicho algo.

Los orificios nasales del detective Conrad se ampliaron ligeramente mientras la


piel entre sus cejas se fruncía. —Oh mierda —murmuró él.

Lo miré fijamente.

—Cole estuvo casado.


Traducido por LittleCatNorth

¿Cole estuvo casado?

Esas tres palabras estaban en un círculo vicioso, a pesar de que la cosa más
apremiante estaba sucediendo; por ejemplo, el detective altamente atractivo
llamando a un especialista forense en este momento, para que viniera a recolectar
huellas.

Mi corazón estaba martilleando en mi pecho mientras mamá paseaba dentro de


la cocina. Sin emociones, la presenté al detective y luego me excusé. Necesitaba
varios minutos a solas para procesar realmente lo que acababa de descubrir.

Caminé a través del comedor, frotando mi palma contra mi esternón. Ni


siquiera sabía qué pensar o cómo sentirme. No nos habíamos visto el uno al otro en
años, y yo estuve con otras personas. No era como si pensaba que Cole fue casto y
piadoso, esperando mi regreso pacientemente. Supuse que él estuvo en relaciones, y
por un largo tiempo, creí que estaba casado, viviendo el “felices para siempre” del
que yo había querido ser parte desesperadamente. Pero él no me dijo nada que me
diera la impresión de que se había casado.

¿Cómo pudo Cole no mencionar eso? Estar casado parece un detalle súper
importante cuando estás hablando con alguien sobre segundas oportunidades y
derrumbar paredes de teflón.

Por otro lado, solo habíamos regresado a la vida del otro por una semana.

Solo una semana.

Derrumbándome en la silla detrás del escritorio frontal, noté que estábamos


moviéndonos demasiado rápido; yo estaba moviéndome demasiado rápido.
Obviamente, Cole y yo no tuvimos mucho tiempo para tener múltiples
conversaciones profundas, pero estar casado era algo mayor. Algo que, pensé,
alguien traería al tema bastante rápido.

Incliné la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, el dolor en mi sien


desvaneciéndose lentamente. La risa de mamá se sostuvo desde la cocina, y no
tenía idea de qué podía estar diciendo el detective, mientras investigaba posible
evidencia relacionada a una persona desparecida, que pudiera hacer reír a alguien.
De otra forma, la posada estaba en silencio. Los huéspedes salieron, y en esos
momentos, noté que, lo que estaba sintiendo, no era incredulidad.

Era dolor, y era estúpido, porque no creía tener el derecho de sentirme herida
por el hecho de que Cole avanzó de verdad, al punto en que se casó. Yo dejé esta
ciudad. Lo dejé, y solo porque yo no había avanzado, no esperaba lo mismo de
Cole.

Entonces me golpeó, muy parecido a como lo había hecho en la noche después


de que desperté y vi a Cole sentado allí, que no solo lo amaba, nunca dejé de
amarlo. Él hurgó su camino dentro, cavando profundo y haciéndose de una pieza
de mi corazón justo para él, todos esos años, y él aún estaba allí.

Es por eso que descubrir que él estaba casado con un extraño virtual dolía. Es
por eso que estaba cuestionándome como el infierno qué hacer cuando se trataba de
él.

A la mierda con la parte de “estar sola y ordenar las cosas”. Necesitaba llamar
a Miranda y decirle lo que había descubierto.

Abriendo el cajón del escritorio donde guardé mi teléfono, lo tomé. Su teléfono


sonó y luego fue al correo de voz. Sabiendo que ella odiaba los mensajes de voz,
colgué sin dejar uno.

Levantándome, empujé mi teléfono en el bolsillo trasero de mis pantalones


vaqueros, mientras la puerta de la posada se abría. Elevé la mirada, y mi corazón
tartamudeó mientras Cole entraba.

Había comenzado a nevar, y pizcas de cosas blancas espolvoreaban sus


hombros y cabello. Sonriendo, empujó sus dedos a través del cabello, sacándose la
nieve mientras dijo—: Hola nena.

—Hola —susurré, y la más sorprendente imagen se formó en mi cabeza. Cole,


en un esmoquin, de pie en el altar, con una mujer sin rostro, pero hermosa en su
mayoría, vestida de blanco, aproximándose a él lentamente.

Sus cejas se fruncieron. —¿Estás bien?

—Hola Landis. —El detective Conrad estaba en la sala de estar—. ¿Podemos


hablar por un segundo?

—Sí. —La mirada de Cole permaneció fija en mí—. ¿Todo bien, Sasha?

Quería soltar a borbotones todo el asunto del matrimonio, pero ahora no era el
momento, así que asentí y sonreí. —Seguro.
Me estudió por un segundo y luego se alejó caminando. El detective Conrad
palmeó el hombro de Cole con una mano. Se dirigieron hacia el comedor, pasando
a mamá en el camino.

El cabello de mamá estaba hacia atrás, atado en su nuca en un bajo moño, pero
varios delgados mechones enmarcaban su rostro. Colocó las manos sobre el
escritorio y se inclinó, susurrando—: Ese es un hombre atractivo, ¿no es así?

Mis labios se retorcieron. —Sí, lo es.

—Es una ciudad tan pequeña —dijo ella, mirando sobre su hombro—, y nunca
había visto a ese hombre. Hubiera recordado ver a ese hombre.

Eso me hizo reír. —Aparentemente, fue a la academia con Cole.

Su mirada regresó a mí. —¿Así fue?

Asentí, esperando decirle sobre que Cole había estado casado previamente,
pero antes de que pudiera decir algo, las puertas de la posada se abrieron de nuevo.
Esta vez, eran nuevos huéspedes.

Para el momento en que los registramos y fueron a su habitación, James estaba


haciendo ruido en la cocina, preparando los platos de la tarde, y un hombre mayor
se apareció del departamento de policía. Capturé un rápido vistazo de él y,
afortunadamente, no estaba usando nada que mostrara que era de la unidad
forense. Cole y el detective Conrad estaban en la antigua cocina con el investigador,
y yo buscando cosas para mantener mi mente ocupada, noté que no había recogido
el correo aún.

Deslizándome fuera de la puerta frontal, me abrigué en mi suéter mientras el


brusco viento me rodeaba. La nieve cayó en una fina capa, espolvoreando el
camino de entrada. Por primera vez, realmente tenía botas en lugar de sandalias,
pero estaba siendo precavida de los puntos congelados. Alcancé el final de la calle,
y caminé al exterior de la pared de piedra, alcanzando el buzón. Deseando haberme
detenido para agarrar guantes, abrí la tapa y rápidamente saqué el contenido. Había
varias facturas. Por supuesto. Algo de la Triple A, y un pequeño paquete de cuatro
pulgadas de largo y ancho.

Mientras caminaba de regreso por la calle, volteé el paquete. La sorpresa me


atravesó. El pequeño paquete marrón estaba dirigido a mí. Sin tener idea de quién
podría ser, miré la dirección del remitente.

—¿Dónde demonios está tu chaqueta?


Elevé la mirada al sonido de la voz de Cole. Él estaba de pie en el porche, las
esquinas de sus labios inclinadas hacia abajo. —En la habitación de atrás.

Él merodeó hacia los escalones. —Solo en caso de que no lo hayas notado, está
nevando.

—No quería molestar al investigador. —Y también estaba como, evadiéndolo.


Trepé los escalones—. Además, he estado afuera como por dos minutos.

—Está nevando —repitió él.

—Y estoy regresando adentro ahora. —Caminé, pasándolo, pero él ahuecó mi


codo—. ¿Qué...?

Su boca interrumpió mis palabras, mientras su mano rodeaba mi nuca. El beso


me tomó fuera de guardia, y casi dejé caer el correo, pero en segundos, no estaba
pensando en lo que sostenía o cualquier otra cosa más que en la sensación de sus
labios contra los míos. Su beso... demonios, él siempre besaba como un hombre
quien creía que no tendría otra oportunidad.

Era asombroso.

Levantando su boca, gentilmente apretó mi nuca. —Necesitamos hablar.

Creía que necesitábamos besarnos de nuevo. Abrí los ojos. Una ráfaga de
viento sopló nieve sobre el porche. Un segundo pasó, y luego recordé. Mis ojos
volaron a los suyos.

—Sé que Tyron te dijo.

Inhalé intensamente. —Cole...

Sus ojos pálidos sostuvieron los míos. —No quería que lo descubrieras de esa
forma.

—¿Cómo querías que lo descubriera? —Me liberé, poniendo espacio entre


nosotros, porque con él sosteniéndome, de pie justo allí, me hacía difícil ser
objetiva.

—Con las palabras saliendo de mi boca —respondió—. Tengamos esta


conversación adentro.

Mi corazón estaba palpitando, parcialmente a causa del beso. —Tengo que


asegurarme de que todo esté bien para dar el servicio de cena.
Elevó una ceja mientras abría la puerta. —Tu madre está en la cocina con
James, y estoy seguro de que lo tienen cubierto.

Aire cálido nos recibió mientras la puerta se cerraba. —¿Qué me dices sobre el
detective y el investigador? —pregunté, manteniendo mi voz baja—. ¿No deberías
estar con ellos?

Inclinó su cabeza a un lado. —Debo estar justo donde estoy, hablando contigo.
No me excluyas.

Lo miré de reojo. —No te estoy excluyendo.

—Acabas de descubrir, por parte de alguien que no fui yo, que estuve casado —
dijo él, en voz baja, inclinando su cuerpo hacia el mío—. Necesitamos hablar sobre
eso, pero estás saliendo con excusas para retrasarlo. Eso es excluirme.

Poniendo el correo tras el mostrador, admití que él tenía un punto. Miré hacia
la sala. Uno de los huéspedes estaba descansando en frente de la chimenea.

—De acuerdo. Subamos a mi apartamento.

No hablamos en nuestro camino hacia arriba, tomando las escaleras principales


y yendo a la de empleados en el tercer piso. Una vez dentro de mi apartamento, me
apoyé contra la puerta cerrada. Cole se paró en el centro de la habitación. Abrió su
boca, pero yo hablé primero. —¿Por qué no me lo dijiste?

—Estaba planeando hacerlo. Sé que no significa mucho en este punto, pero lo


estaba haciendo. ¿Recuerdas cuando cenamos y dije que había una cosa de la que
necesitábamos hablar?

Mi cerebro corrió de regreso a esa cena, y recordé eso. —De acuerdo. Así que
la cena no salió como lo planeado, pero nos hemos visto casi cada día desde
entonces. Esa es, como, una gran noticia para no mencionarla.

—Tienes razón. —Avanzó—. Pero muchas cosas han estado sucediendo. Cada
vez que pareció ser el momento correcto, más mierda sucedía. No tengo razones
para ocultarte eso a propósito.

—Yo no... no sé qué pensar —admití, inclinando la cabeza hacia atrás, contra
la puerta. Dejé salir un pesado suspiro—. No es como que creí que estuviste soltero
todo este tiempo. Incluso hubo una parte de mí que aceptó que te habías casado.
Quería eso; quería que estuvieras feliz y enamorado. Realmente lo hacía.

—Lo sé. —Dio otro paso más cerca—. Pero estoy tomando esto como si,
realmente, no te gustara saber que estuve casado.
Oírlo decir eso me hizo querer encogerme de vergüenza. —Honestamente, no
sé cómo sentirme sobre eso. Quiero decir, realmente me tomó con la guardia baja.

Cole estaba en frente de mí, y no protesté cuando tomó mis manos, jalándome
lejos de la puerta. —Quizás sabrás cómo sentirte sobre ello después de que te lo
diga en realidad.

Me guio hacia el sillón, y cuando se sentó, me jaló a su lado. —Su nombre es


Irene. La conocí dos años después de que te fuiste. Originalmente, ella no era de
por aquí.

Dejé caer mis manos a mi regazo y permanecí callada, porque honestamente,


¿qué demonios se suponía que dijera a algo de esto?

—Es maestra en London County —explicó—, y nos conocimos en el gimnasio.

Por supuesto que ella sería alguien que iba a un gimnasio, mientras que yo
olvide cómo lucían esas cosas por dentro.

Cole se inclinó hacia atrás mientras frotaba un dedo sobre su ceja. —


Comenzamos como amigos, y supe que era más para ella, incluso desde el
comienzo. Incluso me pidió que saliéramos primero, y salimos por más de un año y
medio antes de que me propusiera.

Una retorcida emoción horrible y completamente irracional apretó mi pecho.


Yo lo dejé, me recordé. No tenía derecho de estar molesta o... o celosa por el hecho
de que él se le propuso a alguien.

—Nos casamos seis meses después. Una ceremonia pequeña —continuó él, y
traté de mantener mi expresión abierta—. Irene es una gran mujer. Aún
mantenemos el contacto. No muy a menudo, pero siempre disfruto verla. No hizo
nada malo en el matrimonio.

Genuinamente curiosa, pregunté—: Entonces, ¿qué ocurrió?

Una irónica sonrisa se formó en sus labios. —Yo trabajaba mucho, así que
siempre estaba lejos de casa, bastante a menudo. Ella trató de estar bien con eso,
realmente lo hizo. Y yo continué diciéndome a mí mismo que la razón por la que
trabajaba turnos de doce horas fue porque era nuevo en el FBI. Tenía que trabajar
mis horas. Luego, ella quiso comenzar una familia, y eso... eso era lo último que yo
quería. Para ser muy sincero, al momento en que ella me sentó y dijo que quería un
bebé, ni siquiera pensé sobre eso. Le dije que eso no iba a ocurrir. Me sentí como
un gran imbécil, pero eso fue lo que hice. Ella dijo que estaba bien con eso, y pensé
que ella realmente quería estar. Lo cierto era que, ella no lo estaba, y entonces yo
debía hacer lo correcto y terminé con el matrimonio.
Cole se movió más cerca, descansando sus brazos entre sus piernas dobladas.
—Hace dos años, me preguntó si la amaba más a ella o al trabajo, y fue cuando nos
separamos, y luego nos divorciamos. Lo arruiné. Realmente lo hice. No soy
perfecto, Sasha. Debí haber sido honesto conmigo mismo y con ella. Tan horrible
cómo es decir esto, nunca debí casarme con ella. Hacer eso me hizo la clase de
hombre que nunca quise ser.

Inhalé suavemente.

—Ella avanzó desde entonces. Conoció a alguien. Un doctor, en realidad.


Probablemente, estén casados en un año.

De acuerdo. Estaba bastante feliz de oír esa última parte, y probablemente, eso
no decía cosas buenas sobre mí. —Yo... —comencé a decir que lamentaba oír eso,
porque esa es la respuesta natural cuando descubres que alguien se divorció, pero,
seguro como el infierno, eso no sería sincero, considerando que ya me había dado
un orgasmo y cómo me sentía por él. Así que decidí ser honesta—. No sé qué decir,
Cole. Quiero decir que lo siento, pero yo... no lo siento. —Levantando la mirada a
la suya, ignoré el calor deslizándose a través mi rostro—. Si aún estuvieras con ella,
entonces no estaríamos sentados aquí.

Sus ojos se suavizaron. —Nena...

—Pero estoy preguntándome si... si no estamos moviéndonos demasiado


rápido con todo —admití, y mi pulso comenzó a acelerarse de nuevo—. Todo ha
sido loco, y solo ha sido una semana desde que hemos puesto los ojos en el otro y...

—No te he dicho todo —dijo él.

Me tensé, incluso a pesar de que imaginé que había muchas cosas que él no
tuvo oportunidad de decirme.

Cole sonrió. —Por mucho tiempo, me convencí a mí mismo de que era el


trabajo lo que se había interpuesto entre nosotros; el trabajo que me hizo ni siquiera
considerar tener hijos.

Mis cejas se fruncieron. —¿No lo fue?

—No, nena. No fue el trabajo. Por mucho que amo lo que hago, nunca quise
que ésta fuera mi vida. Hice mi vida a través de esto. Lo que se interpuso entre
Irene y yo no fue el FBI. Fuiste tú.

—¿Qué? —balbuceé.
—Me oíste bien. —Tomó mi mano, sosteniéndola entre las suyas—. Fuiste tú.
Siempre has sido tú.

Oh por Dios.

Oh. Por. Dios.

Mi pulso estaba más que acelerado por una razón totalmente diferente ahora.
—Yo...

Una estruendosa serie de golpeteos sonaron en la puerta interior del


apartamento. —¿Cole? ¿Sasha? ¿Están allí dentro?

—Ese es Tyron. —Frunciendo el ceño, Cole se levantó rápidamente del sillón.


Lo seguí. Él abrió la puerta, y sobre su hombro, vi a mi madre de pie tras el
detective, su rostro pálido y preocupado—. ¿Qué está sucediendo? —preguntó
Cole.

Mi estómago se anudó con temor.

—Lamento interrumpirlos, pero esto no podía esperar. —El detective estaba


sosteniendo una bolsa de plástico transparente, y dentro estaba el paquete que
recogí del correo—. Esto estaba tras el mostrador. Sasha, ¿tú lo trajiste dentro?

—Sí —respondí, caminando al lado de Cole—. ¿Por qué lo preguntas?

—Estaba yéndome cuando tu madre recogió el correo tras el mostrador —


explicó.

—Estaba goteando —añadió mamá.

—¿Goteando? —susurré—. Goteando ¿Qué?

—¿Lo has abierto? —demandó Cole.

El detective Conrad negó con la cabeza. —Quería conseguir su permiso


primero.

—Tienes mi permiso —le dije, mirando a mamá. Noté que el sujeto de


criminalista también estaba en el corredor.

El detective Conrad volteó, sosteniendo el paquete embolsado hacia el hombre.


Fue entonces cuando vi que la esquina del paquete era de un color más oscuro que
el marrón. Me estiré, poniendo mi mano sobre el brazo de Cole.
El hombre alcanzó el interior con una mano enguantada. Usando un pequeño
cuchillo, cuidadosamente abrió un lado mientras mamá cruzaba los brazos. —
¿Viste de dónde vino? —preguntó ella—. ¿Quién lo envió?

Negué con la cabeza. —Lo miré, pero realmente no le presté atención. Me


distraje y lo dejé...

—Sasha —susurró ella, y el terror explotó como un perdigón.

El investigador sacó lentamente una caja de cartón negra del tamaño del
paquete. Lucía como una caja plana de regalo para mí. Contuve la respiración
mientras él la abría.

—¡Oh, Dios santo! —Mamá golpeó sus manos sobre su boca y rápidamente
volteó a un lado.

—Santa mierda —dijo el hombre, volteando hacia el detective Conrad—. Va a


querer ver esto.

—¿Qué es? —Me adelanté unos pasos, pero no muy lejos, porque de repente,
Cole estaba en el corredor, frente a mí—. ¿Mamá...?

Cole maldijo mientras el detective plantaba sus manos en sus caderas, y una
horrible sensación se extendió como una mala hierba, ahogándome mientras salía
al corredor.

Cole se movió, tratando de ocultar lo que sostenía el investigador, pero me metí


entre él y el detective. Mi boca cayó abierta mientras me tambaleaba hacia atrás,
chocando contra la pared exterior de mi departamento. La incredulidad me
invadió.

—No —susurré—. De ninguna forma.

Cole me enfrentó, y hubo un conjunto diferente de emociones grabado en sus


rasgos. Dio un paso hacia mí, pero mantuve una mano levantada. Necesitaba el
espacio; un momento, porque lo que estaba en la caja, estaba mal en tantos niveles.

Era un dedo.

Un dedo de mujer.
Traducido por Antonietta

Un adormecimiento profundo se filtró en a través de mi piel, músculos y


huesos. Había un dedo en una caja enviado para mí. El dedo de una mujer. El
esmalte rosa chicle era típicamente un regalo muerto en eso.

—Cariño. —Mamá frotó mi brazo—. Tal vez deberías a ir sentarte.

Negando con la cabeza, me recosté contra la pared. No quería sentarme o


moverme. Mis ojos estaban pegados a los tres hombres. El detective Conrad estaba
en el teléfono. Cole estaba doblado un poco, mirando el paquete que el investigador
sostenía.

Aspiré aire, pero parecía no ir a ninguna parte. Una enorme parte de mí no


podía creer lo que había visto. Una parte de mi cerebro que absolutamente solo se
cerró y se dejó caer boca abajo en negación.

Esto no estaba sucediendo.

Mi garganta se secó. —Había un dedo en la caja —susurré.

La cabeza de Cole se balanceó bruscamente en mi dirección y un latido de


corazón más tarde, dijo—: ¿Estás bien ahí? —Cuando asentí, él miró a mamá—.
¿Puedes hacerme un favor?

—Cualquier cosa —respondió.

—Llama a Miranda y tráela aquí —dijo Cole, en voz baja—. Hazle saber lo
que sucedió. Destaca la importancia de mantener eso en silencio.

Me empujé fuera de la pared. —Ella no necesita estar aquí. Solo necesito unos
minutos para mí…

—Eso no es lo que necesitas. Esta es mierda seria, Sasha. Me estás diciendo


que estás bien. Tal vez tienes razón ahora pero eso podría cambiar, y cuando eso
pase, te quiero rodeada por personas que se preocupan por ti en vez de estar por tu
cuenta.

—Tiene razón, cariño. —Mamá apretó mi brazo—. Déjeme llamar a Miranda.


A punto de protestar otra vez, me detuve. Asentí. Tomar unos minutos parecía
normal para la mayoría de las personas, pero para mí, esos pocos minutos podían
convertirse en años.

Mamá se apresuró por el pasillo mientras Cole tomaba mi mano y me llevaba


hacia el apartamento. Dejó la puerta entreabierta detrás de nosotros mientras tiraba
de mi mano, empujándome hacia él.

Fui a pesar de que mi primer instinto era alejarme. Envolvió sus brazos
alrededor de mí, una mano en el centro de mi espalda y la otra curvada alrededor
de la parte posterior de mi cuello. Deslizó su mano arriba y abajo de mi espina
dorsal.

Cerrando los ojos, planté mi rostro en su pecho y di la bienvenida a la


comodidad de su calidez y toque. Tomé una respiración poco profunda y repetí—:
Había un dedo en la caja.

—Sí, nena, lo había. —Su tono era sombrío—. Tyron va a necesitar hablar
contigo otra vez.

Mis dedos se curvaron alrededor de su camisa. —Ese era el dedo de una mujer.

No respondió a eso, y no necesitaba hacerlo, porque sabía que sus


pensamientos fueron donde estaban los míos. El Novio siempre quitaba el dedo
anular de sus víctimas. Siempre. Con eso…

Retrocedí, recordando que había algo sobre el paquete que no sabía. —¿Cuál
era la dirección?

El pecho de Cole se elevó con una respiración profunda, pero antes de que él
pudiera responder, hubo un golpe en la puerta. —¿Sí? —gritó él.

—Soy yo —dijo el Detective Conrad—. ¿Está bien si entro?

—Sí. —Di un paso atrás, y Cole dejó caer un brazo pero mantuvo su otro brazo
alrededor de mi cintura mientras el detective entraba. Dejó la puerta abierta—.
Detective Conrad…

—Llámame Tyron —dijo.

—De acuerdo. —Lo intenté de nuevo—. ¿Cuál era la dirección en el paquete?


¿Decía de parte de quién era?

Me miró fijamente un momento y luego su mirada osciló por encima de mí.


Mirando sobre su hombro, gritó—: Chris, ¿puedes traer el paquete aquí?
La bilis se elevó cuando el investigador entró de nuevo, y mi estómago solo se
asentó un poco cuando me di cuenta que el paquete estaba cerrado y de vuelta en la
bolsa de plástico.

—Muéstrale la dirección —instruyó Tyron.

Cole se puso rígido junto a mí y su mano se deslizó hasta el centro de mi


espalda, pero no detuvo al investigador cuando él levantó la bolsa y la giró.

Al principio las palabras estaban difuminadas y tal vez reconocí


inmediatamente el nombre y la dirección pero mi cerebro se negaba a procesarlos.

Porque la dirección ya no existía.

Y el nombre, las iniciales, sabía lo que V. Joan significaba.

Vernon Joan.

Una pieza de agudo pánico me encendió el estómago y el pecho se comprimió.


—Imposible. —Mi mirada saltó de Tyron a Cole—. Eso es imposible. Esa casa fue
derribada y él...

—El Novio está muerto —terminó Tyron por mí—. Pero obviamente alguien
está diciendo algo con este paquete.

—Pero, ¿qué podrían estar diciendo? —Miré la bolsa que Chris sostenía, y mi
mente fue al peor lugar posible. Solo cosas de las cuales las pesadillas estaban
hechas podrían ser dichas con un paquete como ese y con esa información de la
dirección.

—Dios. —Coloqué la mano alrededor de mi garganta—. ¿Qué está pasando?

No hubo respuesta.

Por lo menos ninguna que cualquiera de nosotros quisiera escuchar.

***

Tyron formuló las mismas preguntas que Derek y Cole preguntaron después
que mi auto fue destrozado y el venado fue dejado en la camioneta de mi madre,
luego se fue, junto con el investigador.

Cole se quedó, ya habiendo salido de su camioneta y agarrado una bolsa de


gimnasio. La depositó sobre el sofá y a continuación se volvió hacia mí. —Es
tiempo que le digas a tu mamá lo que sucedió con su camioneta.
Suspirando, cerré los ojos. Un momento pasó. —Esto es una locura.

—Lo sé. Desearía poder decirte algo que no te asustara. Pero esto… esto no
luce bien.

Deseando una copa de vino o tal vez una botella entera, me senté sobre el
brazo del mueble. Levanté la mirada hacia él. —¿Qué crees que está pasando aquí?
Quiero que seas honesto conmigo y no trates de esconder nada.

—¿Mis primeros pensamientos? —Cole cruzó los brazos—. Alguien está


obsesionado con lo que pasó aquí en el pasado. Ese paquete prácticamente lo
gritaba, pero esta no es una inofensiva obsesión que algún idiota desarrolla.

—Y a menos que ese dedo perteneciera a la persona que lo envió y ellos


permitieran voluntariamente cortar sus propios dedos, pertenecería a… —
Apagándome, muerdo mi labio. El peor pensamiento posible apareció en mi
cabeza. Ángela estaba desaparecida. ¿Y si fuera su dedo?

Cole se dirigió hacia a mí y puso las manos sobre mis piernas. Sus ojos
encontraron los míos. —Odio decirlo y no quiero asustarte, pero todo esto está
ligado a ti.

No había duda de eso. Me encogí de hombros. Quería preguntar por qué, pero
sabía que había algo que hacer con el Novio. Qué era exactamente lo que no
entendía.

—¿Piensas que lo que sucedió a Ángela tiene algo que ver conmigo? —
pregunté, casi temiendo su respuesta.

Negó con la cabeza. —Eso no lo sé. Podría estar relacionado, pero podría ser
que no.

—Dios —susurré y exhalé más o menos—. Desearía poder haber visto el rostro
de ese hombre de ayer.

Cole me estudió. —La verdad es, si esa persona en verdad tomó la llave de
Ángela y si no tiene nada que ver con la otra cosa, ha estado aquí. Sabía cómo
entrar.

—Muchas personas podrían saber sobre ese túnel, Cole. Está en el registro
histórico, por el amor a Dios. —De repente recordando que tuve un visitante hoy,
casi me caigo del brazo del sofá—. El alcalde pasó por aquí hoy. Lo olvidé por
completo.

Cole frunció el ceño. —¿Qué quería?


—Escuchó sobre lo que pasó ayer, pero no estaba realmente comprobando para
ver si yo estaba bien. Básicamente me dijo que no debería haber regresado aquí.

—¿Qué? —Sus hombros se tensaron—. ¿Qué dijo exactamente?

Le conté lo mejor que pude recordar. —¿No es raro? Quiero decir, entiendo
que si iba a los medios, arrastraría el pasado, pero en serio, ¿cuál sería el gran
problema? Tiene que ser más que esto.

—Tiene que ser. —Entrecerró los ojos—. Tengo que admitir, no lo descarté
completamente cuando lo mencionaste la primera vez. Solo dudé que tuviera algo
que ver con el vandalismo.

Yo no estaba sorprendida. —¿Y ahora?

—Todavía no estoy seguro. ¿Cuál podría ser el motivo? Eso es lo que no estoy
entendido.

—Ídem —murmuré—. No sé quién más podría estar detrás de esto, esa cosa en
la caja, es un nivel completamente diferente. Este no es alguien jugando. Esto…
esto es aterrador —repetí.

De algún modo, eran aún más alarmante que antes, porque no vi venir al
Novio, pero veía esto. No había escapatoria, sin inconciencia.

—No voy a dejar que nada te pase —prometió Cole, apretando mis rodillas—.
Voy a mantenerte a salvo.

Levante la mirada hacia él. —Me voy a mantener a salvo. —Hice una pausa, y
lo haría. No era una pobre damisela en apuros. Había pasado por lo peor, y me
protegería a mí misma. También necesitaba dejar de ser estúpida cuando se refería
a aceptar protección—. Pero te dejaré ayudar.

Sus labios se torcieron en un lado. —Esa es mi chica.

Poniendo mis manos sobre las suyas, dejé salir una temblorosa respiración. Un
tentáculo de miedo se curvó alrededor de mi garganta. —Esto da miedo, Cole.

Tomando mis manos, me levantó hacia su pecho una vez más. Su abrazo era
apretado y lleno de fuerza. Inclinó su cabeza, rozando sus labios sobre mi frente. —
Vamos a averiguar qué demonios está pasando. —Echándose hacia atrás, dijo—:
Voy a hacer unas cuantas llamadas. ¿Te importa que me quede aquí para hacerlo?

—¿A quién vas a llamar? —pregunté.


—A mi jefe. Quiero informarle de esto. Tyron probablemente se molestará si
uno de nuestros oficiales se mete, pero no voy a responder a jurisdicciones de
mierda mientras este tipo de cosas pasen y tú estés involucrada.

Suponía era solamente cuestión de tiempo antes que los Federales estuvieran
involucrados. —Ponte cómodo. Voy a hablar con mamá.

Pasando junto a él, miré hacia la puerta cuando Cole me agarró por la cintura y
me tiró contra él. Antes de que pudiera tomar mi siguiente respiro, me besó duro y
profundo. Mi pulso inmediatamente martilló. Cuando se apartó, estaba un poco
mareada. Levanté la mirada, y nuestros ojos se encontraron. No pude evitarlo, pero
mis pensamientos regresaron a Irene. Todo eso se había desvanecido al fondo junto
con el golpe en la puerta, pero ahora el conocimiento de que Cole estuvo casado,
que dijo que siempre fui yo, seguía en el fondo de mi mente.

—Regresaré pronto.

—De acuerdo.

Dejé la habitación y para el momento que encontré a mi madre, mi corazón


finalmente había desacelerado. El servicio de la cena estaba a punto de comenzar,
así que la encontré en la vieja cocina y traté de no pensar en el hecho de que la
persona que tomó la llave de Ángela podría haber sido la misma persona con la que
tropecé.

Darle la noticia sobre su camioneta fue sorprendentemente bien con la


excepción de ella estando duramente molesta conmigo por ocultarlo.

—Nunca lo hagas otra vez —dijo, caminando directo hacia mí. Tomó mis
brazos—. Entiendo por qué lo hiciste, pero no me mantengas en la oscuridad. Si
algo pasa, dímelo. Soy una mujer adulta, y puedo manejarlo bien.

—Lo sé y lo lamento.

Los labios de mamá se apretaron cuando miró hacia la puerta cerrada que
conducía a la cocina. —Parte de mi desea que no hubieras venido a casa.

—¿Qué? —jadeé.

—Por favor no lo mal entiendas. —Me enfrenta, con ojos llenos de


preocupación—. Pero preferiría verte solo una vez al año que tú estando asustada.

Pequeños nudos de temor se formaron en mi vientre. —No estoy


aterrorizada…
Me disparó una mirada que hizo me callara enseguida. —Eres fuerte, cariño,
una de las personas más fuertes que conozco, pero esto es alarmante. Nadie te
culparía por estar asustada y tampoco creo por un segundo que no lo estás.

Mamá. Ella me conoce demasiado bien.

—Te quiero a salvo, Sasha, y no siento que estés a salvo aquí —admitió, sus
ojos brillando en la suave luz, y si ella comenzaba a llorar, yo lo perdería—.
Desearía no sentirme de esa manera.

—Lo sé. —Y yo sabía que ella realmente quería decirlo. Estaba más allá de
aterrada cuando le dije que venía a casa. Ella no quería nada más que yo estuviera
aquí, pero no así.

Nunca así.

El servicio de la cena fue un borrón, y cada sonrisa y risa se sintió frágil, pero
traté. Miranda apareció durante la misma, junto con Jason y yo los escolté a la
cocina.

—Cristo, Sasha, ¿alguien te envió un dedo? —exclamó Jason al momento que


la puerta se cerró de golpe.

—Baja la voz. James no sabe sobre ello. —Di a Miranda una fuerte mirada—.
Se suponía que no dirías nada.

—Él tenía que estar aquí —declaró Miranda—. Es mi amigo. Es tu amigo. No


vas a dejar de lado a nadie.

¿Ha estado hablando con Cole? Y también me pregunté si Jason era más que
un amigo de Miranda. Realmente necesitaba encontrar algo de tiempo para platicar
con ella.

Jason se hizo a un lado cuando James entró a la vieja cocina, oliendo


ligeramente a humo de cigarro. Frunció el ceño en su dirección mientras arrastraba
los pies hacia el fregadero.

—No estaba tratando de excluirte —le dije a Jason en voz baja—. Espero que
lo sepas. Es solo que esto es… bueno, es algo loco.

—Lo sé. —Enderezó sus gafas mientras sonrió—. No lo tomé personal. Por eso
estoy aquí.

—Gracias. —Me volví hacia la puerta—. ¿Chicos pueden quedarse aquí…?


—Y permanecer fuera de mi camino —ladró James.

—¿Y hacer eso mientras termino el servicio de la cena? —pregunté—. Cole está
por aquí. Probablemente él esté por ahí pronto.

Una vez que ellos estaban ubicados, me apuré a regresar al comedor. Mi


cabeza estaba doliendo para el momento que mamá y yo quitamos los últimos
platos con la ayuda de Jason. Él incluso enrolló sus mangas y estaba guardando
platos.

Miranda se encontraba “dirigiendo” o algo, sentada en la mesa con una copa


de vino de una botella que obviamente llevó ella misma. Cole había bajado en
algún punto y me atrapó tras dejar una pila de platos blancos cerca del fregadero.

—Luces un poco pálida. —Una mueca de preocupación tiró de sus labios—.


¿Cómo está tu cabeza?

—Duele un poco.

—Déjame conseguirte algo —dijo mamá, corriendo dentro de la habitación


trasera y regresando segundos después con un analgésico. Me lo entregó—. Toma
estas.

—Gracias. —Me dirigí al refrigerador y agarré una botella de agua. Tragando


las pastillas, enfrenté el pequeño grupo—. No debería tardar mucho.

Jason se volvió del mostrador. —Qué tal si te sientas y yo ayudaré a la Sra.


Keeton a terminar.

—Tú no…

—Permíteme refrasear eso —dijo, pasando junto a mí—. Siéntate y yo


terminaré.

Cole sonrió. —Me gusta ese chico.

—Lo que sea —suspiré, moviéndome hacia la mesa bistro.

Miranda se echó para atrás. —Apuesto que desearías poder tener algo de vino.

—Lo hago. —Sin embargo, una conmoción cerebral, incluso menor, pone el
freno en eso.

Nosotros no hablamos de nada hasta que James se fue por la noche. Para ese
punto, yo me había movido de la mesa, estaba sentada sobre el mostrador. Mamá
había tomado asiento, y Jason y Cole permanecían de pie mientras que Miranda
estaba tomando su segunda copa de vino.

Revisé afuera más temprano y vi que la nieve disminuyó, y solamente un polvo


permanecía.

Todo el mundo estaba ocupado, bueno, todos. Miranda tomando lo que


quedaba de su vino. Jason estaba dando vueltas. Cole estaba apoyado contra el
mostrador donde estaba sentada.

—Voy a ser honesto contigo —me advirtió Cole, y caigo en cuenta de lo que
estaba hablando—. La prensa va a escuchar sobre esto pronto. Ellos tienen
maneras. Ya sabes eso. Van a estar todo sobre esto. Tyron y yo podemos
mantenerlos lejos…

—También Jason y yo —dijo Miranda, de brazos cruzados y luciendo como si


disfrutara la idea de mantener a los periodistas a raya.

Mire hacia ellos.

Jason asintió cuando se paró junto a la silla de Miranda. —Por su puesto.


Seremos tus guardias anti prensa.

—Eso es bueno, pero estos bastardos son implacables. —Cole me acercó mi


agua—. Solo quiero que estés preparada.

Miranda observó a Cole con una pequeña sonrisa y luego me miró a mí. Tomé
la botella y tomé un trago antes que ella interrumpiera. —Lo estoy.

—¿Cuándo entra la alarma? —preguntó Miranda.

—Mañana —respondió Cole—. Y se va a cerrar el túnel.

Eché un vistazo a mamá. Ella estuvo callada mientras sorbía su copa de vino,
pero seguía luciendo como lo hacía cuando estábamos en la habitación trasera,
como si estuviera pensando sobre empacar mis cosas y enviarme de regreso a
Atlanta. Que venir a casa fue un error.

***

Cerca de la medianoche, Cole y yo regresamos a mi apartamento. Llena de


incansable energía, me lave el rostro y lo cubrí de loción, mi mente en un millón de
lugares diferentes.
Me cambié a unas pijamas lavanda con un gorro revoloteando y luego me puse
un abrigo sobre ella. No es el combo sexi, me di cuenta cuando entré en el
dormitorio.

Cole estaba parado junto a la cama. Su camisa estaba fuera y su arma estaba
sobre la mesita de noche. El botón de sus pantalones estaba desabrochado, y por
varios segundos, me perdí un poco mirándolo. Veintinueve años y nunca había
visto un estómago tan definido. Pensando en ello, realmente nunca había visto un
paquete de seis en la vida real. Hasta este momento, estaba comenzado a creer que
era como un unicornio.

Una media sonrisa se formó cuando él vio mi atuendo. —Eso es lindo.

—Solamente tú pensarías eso.

—No creo que sea verdad. —Sus manos cayeron a sus costados. Ya se había
quitado las botas y sus pies se asomaban desde el dobladillo de sus pantalones—. Sé
que no me invitaste a regresar, pero quiero estar en la cama contigo.

Mi respiración se detuvo.

—Quiero abrazarte —continuó—. Hoy. Ayer. Ambos días han sido duros. Has
aprendido un montón, así que, espero que no me vayas a sacar a patadas.

—No lo haré. —Me moví hacia el final de la cama y dejé que el abrigo se
deslizara de mis hombros. Lo puse sobre el banco, sintiendo su mirada recorrer mis
brazos y mi escote en forma de corazón. —Te quiero en mi cama.

—Las mejores palabras que he escuchado en mucho tiempo. —Su voz se


profundizó.

Mordiéndome el labio, miré hacia él. —Estaba cerrándome antes —admití—.


Justo después de ver lo que estaba en la caja, comencé a cerrarme. Era lo más fácil
para hacer, pero no quiero hacer eso.

Alzó la barbilla mientras una tensa y rara energía salía de él.

—Quiero sentir. —Tomé mi decisión justo entonces cuando lo miré de pie


junto a mi cama, tan impresionante y tan fuerte, pero más que eso, él estaba aquí.
Tomando una respiración profunda, caminé hacia él y puse las manos sobre su
pecho desnudo. Su piel estaba caliente bajo mis palmas, y sentí su afilada
inhalación en cada célula de mi ser. Incline mi cabeza hacia atrás—. Quédate esta
noche conmigo —susurré—. Pasa la noche conmigo.
Traducido por Carilo

La respiración que Cole inhaló era irregular cuando sus manos cerraron los
puños a los costados. —Estoy aquí contigo. No estoy en ningún otro lugar.

—Lo sé. —Deslicé las manos sobre su duro estómago, maravillado por la
forma en que su cuerpo se sacudía ante mi simple toque. Tenía esos músculos a
cada lado del hueso de la cadera. Me fascinaban—. Pero yo quiero...

Sus manos volvieron a abrirse a los costados. —¿Tú quieres que?

—A ti. —Levanté la mirada hacia él una vez más—. Quiero todo de ti.

—Cristo —gruñó, abriendo los labios mientras levantaba las manos y tocaba
mis brazos desnudos con solo las puntas de sus dedos—. No tienes ni idea de
cuánto tiempo he esperado para escuchar esas palabras. Se siente como una
eternidad.

Coloqué las manos a los lados y luego me estiré, besándolo. Las yemas de sus
dedos se acercaron a mis muñecas, donde envolvió sus manos holgadamente.

—Ha pasado mucho hoy —dijo, con voz tensa—. No quiero...

—Sé lo que quiero. —Me acomodé y me encontré con su mirada—. Sé lo que


estoy sintiendo. Esto no tiene nada que ver con hoy. —Mi pecho se elevó
bruscamente—. Te quiero.

Él levantó mis manos de nuevo a su pecho. —Tú me tienes, cariño.

—Pruébalo.

Sus fosas nasales se encendieron y no se movió. Solo me tomó las manos en el


pecho, y pensé que iba a rechazarme. Iba a usar alguna excusa racional para no
hacer esto, y yo iba a recurrir a medidas desesperadas.

No tenía ni idea de cuáles serían esas medidas desesperadas.

Pero luego se movió, deslizando sus manos hacia arriba de mis brazos. Me
levantó en la punta de los dedos de los pies y llevó mi boca a la suya.
Y su beso me dijo que no iba a negarme.

Me encantaba la forma en que me besaba: cómo me probaba con cada parte.


Mi aliento se enganchó y luego aceleró cuando una mano cayó. Girando un brazo
alrededor de mi cintura, me trajo contra él, y pude sentirlo presionando contra mi
estómago.

No había vuelta atrás desde este momento, y me sumergí precipitadamente.


Necesidad subió rápidamente, y yo estaba tan perdido por él, tan caliente con una
necesidad que se extendió una década. Esperé tanto tiempo para esto. Esperamos
tanto tiempo para esto.

—Apresúrate —le supliqué.

Él gimió contra mis labios. —Vas a matarme.

El calor sensual fluyó a través de mis venas mientras su otra mano se deslizaba
por mi lado y se deslizaba bajo el dobladillo de mi camisón, evitando mi muslo. Me
besó con fuerza, arrastrando su lengua sobre la mía. Jadeé en su boca caliente
cuando tomó mi trasero y apretó.

Y luego me dejó ir.

Un grito de decepción se elevó en mi garganta y luego se desvaneció como


humo en el viento cuando su mirada caliente se bloqueó con la mía. La mirada
intensa en sus ojos azul pálido me robó la respiración y causó una serie de
escalofríos para patinar por toda mi piel.

Las manos de Cole fueron a su cremallera. El sonido de tintineo que bajaba


hizo eco en toda la habitación. Enganchando sus dedos en sus pantalones vaqueros
y sus calzoncillos negros ajustados, se deslizó con un movimiento rápido y suave, y
luego estuvo completamente desnudo.

Inhalé, sin saber qué decir mientras lo miraba fijamente. Su cuerpo era
hermoso. Una obra de músculos cincelados y de longitud magra. Un ligero vello le
cubría, y su erección era gruesa y larga, sobresaliendo.

Cole era... no le faltaba nada ese departamento, y era más que hermoso, y yo...
Yo no lo era. Mi cuerpo no era de líneas largas y delgadas. Era más grumoso y
curvo. En realidad, estaba bastante segura de que algunos de los bultos tenían sus
propias curvas. Estaba lejos de ser impecable, y luego estaban las cicatrices.

Nadie me había visto desnuda.


Tragué saliva y luego me volví hacia la lámpara de la mesita de noche que
había encendido cuando él entró.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Cole, su profunda voz ronca y unos


quinientos tipos diferentes de sexi.

Mis mejillas se sonrojaron. — Solo apagando la luz.

—No.

Me quedé quieta. —¿Qué?

Se acercó a mí lentamente, acariciando mis mejillas. —Quiero verte.

—No, no lo haces —susurré.

Su cabeza se inclinó hacia un lado. —No hay nada sobre ti que no quiera ver.
Nada de ti que no me vuelva loco.

Mi corazón comenzó una carrera, meneé la cabeza. —No lo sabes, Cole. Yo...

—Lo sé —dijo suavemente—. Sé lo que te pasó. Quiero verte. Por favor,


entrégate.

Entrégate.

Esa palabra rompió mis defensas, y me encontré susurrando que sí. Todavía
sosteniendo mi mirada, recogió mi camisón y lo levantó cuidadosamente sobre mi
cabeza. El material desapareció, y yo estaba de pie delante de él con mis bragas
rosa pálido. Ni siquiera bragas sexi. De algodón. Con flores rosadas y azules, creía.

Cole no estaba mirando mi ropa interior.

Su mirada estaba apuntando a mi pecho de una manera que me hizo ruborizar.


Quería cubrirlos y quería que él se quedara satisfecho. Las puntas de mis pechos
hormigueaban y endurecían. No creí que estuviera examinando la débil cicatriz
rosa que casi terminó con mi vida.

Antes de que perdiera todo el valor, me enganché mis dedos alrededor de mis
bragas, los empujé hacia abajo y salí de ellas. Entonces no había nada entre él y yo.
Su mirada se movió lentamente sobre mi cuerpo.

—Cristo —gimió de nuevo. Lentamente sacudió la cabeza—. Eres tan


hermosa. Cada parte de ti. —Sus dedos rozaron mis hombros y luego abajo por mi
frente. Me sacudí cuando tocó la cicatriz entre mi pecho y luego en mi estómago—.
Estas son hermosas para mí, porque muestra lo increíblemente fuerte que eres.
Nunca pienses que tienes que esconderte de mí. —Su mano se deslizó hasta mi
cadera—. Nunca pienses que esto —dijo, agarrando su erección con la otra mano—
, no es completamente por ti. No tienes ni idea de lo que me haces. Si lo hicieras,
no estarías ahí parada mirándome como si estuviera loco, pero eres muy hermosa
para mí. Me vuelves loco. No olvides nunca eso.

Sus palabras hicieron que mis músculos se agitaran, porque aunque lo encontré
todo difícil de creer, sabía que él creía cada palabra que acababa de decir.

La anticipación se arremolinó ardientemente. —Hazme... Hazme el amor.

Cole me atrajo hacia él. Nuestros muslos se rozaron. Su vello grueso en mí


cosquilleaba. Su duro pecho rozó el mío mucho más suave. La sensación me
invadió. —¿Tienes condones?

—Sí. Sí. Tengo algunos en el cajón superior de la cómoda.

—Quédate ahí.

No me movería, incluso si una jirafa entraba en mi apartamento y daba


golpecitos. Mi mirada estaba pegada a los globos firmes de su culo mientras
recuperaba un condón. Tiró el paquete de papel de aluminio sobre la cama. La
habitación estaba llena de tensión.

Entonces él estaba cien por ciento centrado en mí. Tomó mi mano mientras me
besaba, lentamente me dio la vuelta y me apoyó hasta que me topé con la cama.
Suavemente me guio hacia abajo, cruzando sus manos bajo mis brazos y
levantándome, depositándome en el centro de la cama.

—Esperé años por esto. —Se inclinó sobre mí, y el contacto de su cuerpo con el
mío, sin nada entre nosotros, encendió un fuego—. Ya lo sabes, ¿verdad?

—Sí —susurré, tocando su pecho.

Cole se puso de rodillas y agarró el condón, lo abrió y empezó a deslizarlo. Su


mirada se elevó a la mía. —Segura que estás...

—Estoy cien por ciento lista. —Para demostrarlo, me senté y tomé el control,
amando su profundo gemido mientras rodaba el condón.

—Demonios —gimió.

Desde que estuve allí, quería explorar su piel dorada. Me acerqué a sus caderas,
trazando esas maravillosas bandas de músculos. Estaba llegando más bajo cuando
de repente me encontré en mi espalda, sus labios arrastrando un resplandor de
besos calientes y ardientes por mi rostro y más y más bajo, hasta que sus labios y
boca se cerraron en las puntas de mis pechos.

Gritando de placer, mis dedos se curvaron alrededor de los mechones cortos de


su cabello, sosteniéndolo cerca mientras chupaba y lamía. Mis caderas se movieron
incansablemente contra él, haciéndole estremecer mientras su erección se
acurrucaba contra donde yo lo deseaba. Se movió ligeramente y su mano estaba
entre mis muslos, retorciéndome otro grito fuera de mí mientras sus dedos se
relajaban.

Todo se movió rápidamente en ese punto.

Mis voraces manos estaban sobre él. Estaba temblando, y casi me desmayé
cuando sentí el primer contacto de él empujando.

—Demonios, Sasha, eres... —Su voz se ahogó cuando levanté mis caderas y él
se metió, sentado completamente. La presión y la plenitud eran increíbles—. Eres
perfecta.

Esto era lo que era perfecto.

Envolví las piernas alrededor de su cintura, y el único sonido en la habitación


eran nuestras respiraciones y jadeos, y el sonido de nuestros cuerpos moviéndose
uno contra el otro. Sus caderas rodaron y bombearon, y yo seguí, rápidamente se
convirtió en desesperada como una tensión apretada dentro de mí.

Plantando su codo en la cama junto a mi cabeza, me empujó el brazo por la


espalda y me levantó. Cada golpe se movió más profundo, se hizo más poderoso.
Mi cuerpo se tensó alrededor de él y luego una compuerta de placer se construyó
dentro de mí. Nos movimos más rápido, nuestras caderas moliendo juntos mientras
nuestras bocas chocaron juntas. Su lengua se enredó con la mía y luego el nudo de
tensión se rompió. El orgasmo fue feroz, golpeando mi cabeza hacia atrás e
iluminando cada célula de mi cuerpo.

Cole llegó cuando los espasmos me atormentaron el cuerpo. Gritó mi nombre


mientras sus caderas se sacudían y perdían todo el ritmo. Mis manos se deslizaban
perezosamente por sus costados cuando un último estremecimiento le golpeó.

Ninguno de nosotros se movió durante mucho tiempo. Nuestros corazones se


ralentizan y nuestras respiraciones se volvieron más profundas, más equilibradas.

—Dios —dijo, levantando la cabeza. Besó mis labios hinchados—. Eso fue...

—Perfecto. Maravilloso —le sugerí—. Hermoso.


—Sí. —Apoyó su frente contra la mía—. Los tres suenan bien.

Sonreí, sintiendo que no tenía músculos en mi cuerpo. —¿Podrían surgir unas


pocas más si quieres?

Él se rio entre dientes, levantando sus caderas alejándose de mí. —Voy a


ocuparme de esto. ¿Necesitas cualquier cosa?

Sacudiendo la cabeza, me mordí los labios cuando se deslizó de la cama y


caminó hacia la puerta. Dios, yo podía ver a ese hombre caminando desnudo todo
el día.

Aunque había muchas posibilidades de que me quedara dormida allí mismo en


medio de la cama, me obligué a subir debajo de las sábanas. Ni siquiera me molesté
en agarrar el camisón. Arrastré las mantas hasta el pecho.

Cole volvió, con una mirada de aprobación grabada en su sorprendente rostro.


—¿Duermes desnuda la mayor parte del tiempo?

Negué con la cabeza. —Normalmente no, pero estoy... demasiado lánguida


para agarrar mi ropa y ponerlas. ¿Eso no te molesta?

—¿Qué diablos estaría mal conmigo si hubiera algún problema? —Apartó las
sabanas y se subió, deteniéndose lo suficiente para apagar la luz. La habitación
estaba inundada de oscuridad y solo la débil luz de la luna entraba.

Cole me rodeó con un brazo y me llevó a su lado. Estaba de vuelta en su pecho,


con el brazo seguro alrededor de mi cintura. No había ni un centímetro de espacio
entre nosotros. Mi trasero estaba acunado contra sus caderas y el frente de sus
muslos presionado contra la parte de atrás de los míos. —Gracias.

Mis cejas subieron por mi frente. —¿Por qué?

—Por... lo que me das.

Mi corazón se hinchó tan rápido y ferozmente que pensé que iba a llorar. Pasó
un momento y sentí que sus labios rozaban mi espalda. Me concentré en tomar
varias respiraciones profundas, trabajando el feliz pequeño nudo desordenado de
mi garganta.

Mientras yacía en sus brazos, mi mente vagaba por la noche, todo el camino de
regreso a cuando me hablaba de su ex esposa. Estuvo a punto de decirme algo, pero
nos interrumpieron. Me torcí sobre la espalda. Su mano se deslizó hasta mi cadera,
dejando un rastro de fuego en su estela. La luz de la luna plateada acariciaba el
puente de su nariz. Tenía los ojos cerrados, la expresión relajada. —¿Aún
despierto?

—Ajám. —Inclinó su cabeza hacia abajo y besó mi frente.

Sonreí mientras cerraba la mano sobre su antebrazo. —Me estabas contando


algo... acerca de tu matrimonio. Dijiste que no era el trabajo lo que lo hizo
desmoronarse. Dijiste que fue… fui yo, pero no entiendo cómo.

Apartó la mano de mi cadera hacia el centro de mi vientre. —¿No lo has


deducido todavía?

—Um, ¿había alguna pista que me perdí de alguna manera?

—Sí. —Se rio, deslizando su mano para descansar entre mis pechos—. Ha
habido muchas pistas.

—¿Quieres ayudarme entonces?

Los labios de Cole recorrieron la curva de mi mejilla. —Por un tiempo pensé


que eras tú quien se escapó. Que algún día lo reconstruiría de alguna manera, pero
estaba equivocado. Tú fuiste la única.

Pude haber dejado de respirar.

Ahueco las puntas de sus dedos alrededor de mi barbilla. —Eres la indicada.


Me llevó mucho tiempo darme cuenta de eso. Seguí diciéndome que solo estaba
centrado en mi trabajo y es por eso que nunca estaba realmente allí con Irene.
Entonces me dije que no me había esforzado tanto para hacer que el matrimonio
funcionara, porque no había sido ella. Ella hizo todo bien. Siempre fui yo. Tú y yo.

—Cole —susurré.

Su pulgar me golpeó el labio inferior. —Cuando te marchaste, todavía estabas


aquí. Como un maldito fantasma que atormentaba cada paso y pensamiento.
Nunca avance realmente. No iba a hacerlo. Tenías un pedazo de mí.

No sabía qué decir, así que rodé sobre mi lado y me planté contra él,
enterrando el rostro en su cuello.

—Irene no sabía nada de ti, ni de nosotros. Nunca me sentí bien hablando de ti.
Por eso ella creía que era el trabajo, pero no lo era. Solo fue que un gran pedazo de
mí estaba siempre contigo.
—Oh Dios —murmuré, agarrando su hombro con la mano que no estaba entre
nosotros. Las lágrimas brotaron en mis ojos—. Yo... era lo mismo. Es lo mismo
para mí.

De alguna manera logró rodear ambos brazos a mí alrededor, y nuestras


piernas enredadas. Cole me abrazó fuertemente, y mientras yo yacía allí, saciada y
feliz, algo se me ocurrió que debería haber pasado muchos años. Con cada hombre
con el que estuve desde el Novio, los mantuve lejos, construí paredes que nadie
había intentado realmente escalar o derribar. Siempre creí que estaba abierta, pero
sabía que no. No hasta ahora. Pero Cole vio esa pared y la golpeó hasta que se
formó una grieta, y esa fisura se extendió, trayendo esa pared hacia abajo. Sin
embargo, era más que solo él. Yo también. Lo dejé entrar.

Estaba lista.

El alboroto de emociones que sentía era bueno, y una pequeña sonrisa tiró a las
comisuras de mis labios. Por fin estaba lista.

No tardé mucho en dormirme y por primera vez en mucho tiempo dormí sin
pesadillas.
Traducido por LittleCatNorth

El domingo, sorprendentemente, fue un día normal a pesar de todo lo que había


ocurrido. Cole despertó antes que yo, y eso significaba que tenía café listo para
cuando salí tropezando del dormitorio. Solo por eso, él era un verdadero tesoro.

Se volvió incluso más meticulosamente valioso durante el día. Ayudó alrededor


de la posada, ocupándose de los pequeños asuntos de mantenimiento con los que
mamá hubiera contratado a alguien para repararlos.

Después del almuerzo, un almuerzo que se acabó y apodero para nosotros, lo


encontré en el baño de una de las habitaciones, la mitad de su cuerpo bajo el
lavabo. Un pie con bota se movía con un ritmo que no se oía. El metal chocaba con
el metal.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté, apoyándome contra el marco de la puerta.

—Arreglando una tubería. —Su pie se quedó quieto—. Tu mamá mencionó


que no ha puesto huéspedes en esta habitación porque las tuberías gotean cuando
encienden el agua.

Mordí mi labio inferior, pero eso no detuvo mi sonrisa. —No tienes que hacer
esto.

—No me importa —respondió—. Solo es una junta que necesita ser


reemplazada. Nada grande.

—Es dulce de tu parte que lo hagas —dije, mi mirada viajando sobre sus largas
piernas. Él estaba usando vaqueros que se desteñían sobre sus rodillas—. Gracias.

Hubo una pausa. —Agradéceme más tarde, nena.

Comenzaba a preguntarle cómo y entonces comprendí por completo qué quería


que hiciera para agradecerle. Mi cuerpo entero se sonrojó. Recuerdos de la noche
anterior me inundaron. —Puedo... puedo hacer eso.

Cole rio desde abajo del lavabo. —Oh sí, cariño, tú puedes.

No se necesitaba decir que estuve distraída la mayor parte del día.


Los amigos de Cole aparecieron más tarde por la tarde, y él estuvo allí hasta la
noche, cableando mi departamento junto con el de mamá. Ambas conseguimos una
nueva llave remota que no estaba en el trato.

Nadie de la prensa se apareció, pero cada vez que oía la puerta, esperaba que
ese sombrío reportero se apareciera de repente una vez más o que entrara el
Detective Conrad. Tyron nunca se apareció a hacer más preguntas. Más tarde esa
noche, le admití a Cole que esperaba que el detective se pasara por aquí, pero Cole
explicó que eso era común. Tyron había preguntado todo lo que necesitaba hasta
ahora, y si se olvidó de algo, regresaría.

Cole sacó por completo todos los pensamientos del detective de mi cabeza
cuando estuvimos en la cama. Primero fue con sus manos, su boca, y luego con
cada parte de él. Luego, después de todo, cuando yacíamos en los brazos del otro,
lo hizo de nuevo.

—Quiero que conozcas a mis padres —anunció él.

Yo estaba corriendo mis dedos sobre su mano, trazando la línea de sus huesos,
desde un nudillo al otro. Mi mano se detuvo. —¿De nuevo?

—Nunca los conociste antes —continuó él—. Y quiero que los conozcas.

—Yo... —Me fui apagando, porque no tenía idea de qué estaba a punto de
decir.

Él lanzó su larga pierna sobre la mía. —No estás planeando ir a ningún sitio
pronto, ¿o sí?

—No.

—Entonces creo que es una gran idea que conozcas a mis padres.

Pensando sobre eso, estuve de acuerdo después de varios minutos. Ningún


proyecto real fue hecho, y aún me sentía un poco rara pensando y planeando toda
la cosa de “conocer a los padres” cuando estaba recibiendo dedos mutilados por
correo, pero sabía que esto era importante para continuar viviendo. No solo
existiendo, como lo estuve haciendo inmediatamente después del Novio o, en
realidad, cómo había existido en los últimos diez años. Así que, estaba bien con
hacer planes y vivir.

Cole me despertó el lunes a la mañana, antes de que la primera luz del


amanecer hubiera comenzado a salpicarse a través de los suelos, con su mano entre
mis muslos y su boca sobre mis pechos.
Así que no iba a quejarme.

No cuando me volteó sobre mi vientre y me levantó sobre mis rodillas, con un


brazo alrededor de mi cintura; no hubo nada más que un excitado jadeo separando
mis labios. Y cuando él entró en mí desde atrás, quejarme era la última cosa en mi
mente.

—Agarra la cabecera —ordenó en una ruda voz.

Haciendo lo que se me dijo, me sostuve de la lisa madera. La plenitud fue


enloquecedora. Comenzó con un ritmo lánguido, pero luego me agarró por la
cintura. Un gemido se deslizó fuera de mí mientras él comenzaba a moverse duro y
rápido. Mis caderas se empujaron hacia atrás para encontrar sus estocadas. Él se
sentía genial. Increíble, en realidad. Una mano se estiró alrededor, rozando su
pulgar a través del nudo de nervios, y me vine, las sensaciones ondeando rodando
sobre mí. Gruñendo, bombeó las caderas y luego se enterró en lo profundo.

Cole me bajó sobre la cama, su peso medio sobre mí, y eso no me importaba en
lo absoluto, mientras ambos yacíamos allí, yo sobre mi vientre, nuestros cuerpos
enredados juntos, estando envuelta por su peso, su olor, todo. Completamente
satisfecha, estaba flotando en ese estado medio despierta y en la gloria. Su mano se
arrastró por el centro de mi espalda y sobre mi cadera. —¿Estás bien?

—Estoy muerta. Pero muerta en una buena forma —murmuré.

Él rio. —Voy a salir. Tengo que ir al trabajo. Te llamaré más tarde, ¿de
acuerdo?

—Mmm-hmm.

Sus labios acariciaron mi hombro. —¿Tienes que poner una alarma o algo?

—Uh-uh.

—¿Vas a dormir un poco más?

Le di mi mejor intento de un asentimiento.

Riendo, con esa risa sexy de nuevo, se elevó encima mí y me besó la mejilla,
jaló el cobertor hacia arriba, acomodándolo sobre mi espalda, y luego se fue.
Sintiéndome de una forma en la que no me había sentido en un largo tiempo, caí de
regreso al sueño justo de la forma en que Cole me dejó, sobre mi vientre y con una
sonrisa sobre mi rostro.

***
Mi celular sonó alrededor de las diez en punto de la mañana del lunes,
mientras yo estaba haciendo más de dos horas de contabilidad. Cuando vi el
nombre de Miranda apareciendo sobre mi pantalla, el descanso fue más que
bienvenido.

—¿Qué sucede? —respondí.

—Oh Dios mío, chica, ¿por qué no me dijiste que el detective Tyron es un
hombre atractivo? —exigió ella.

Parpadeé. —¿Qué? ¿Cómo lo viste?

—Él estuvo aquí, pero no tengo mucho tiempo. Estoy entre clases ahora mismo
— continuó ella—. Pero no vas a creer lo qué sucede y tiene que ver con el por qué
ahora sé que el detective Conrad será el padre de mis futuros bebés.

Sonriendo, me levanté de la mesa de la cocina y estiré mi espalda. Quizás leí


mal la cosa entera sobre Jason. —¿Él fue a hablar contigo sobre lo que pasó?

—No. Él estaba aquí con otro detective esta mañana. Yo estaba hablando con
Cindy, ella es uno de los consejeros aquí, y lo vi hablando con el entrenador Currie.
Lo recuerdas, ¿cierto? ¿El atractivo entrenador por el que babeábamos en la
escuela? Te dije que él aún trabaja aquí.

Caminé hacia la isla. —Sí, lo recuerdo.

—Bueno, supuse que los rumores de que él posiblemente tiene relaciones


inapropiadas con unas de las niñas de último año finalmente resultaron ser ciertos.

—¿Qué? —Mis cejas volaron hacia arriba.

—Pero no era así —continuó ella, como si no acabara de sugerir que el


entrenador estaba violando, la que yo asumía, eran más que una ley—. Tammy,
quien trabaja en el escritorio de recepción y, literalmente, puede oír a un grillo
estornudar a dos habitaciones de distancia, dice que ellos estaban aquí
preguntándole al entrenador sobre Ángela.

Mi espalda se tensó. —¿Qué?

—No sé más detalles —dijo ella—. Pero, obviamente, el detective Caliente


debe sospechar algo.

—Sí —murmuré, volteando hacia la puerta que llevaba a la trastienda.

—Tengo que irme, pero te llamaré más tarde.


Colgando, puse mi celular sobre la isla de la cocina. ¿Tyron estaba
interrogando al entrenador Currie sobre Ángela? Eso era... absolutamente
inesperado, pero había algo sobre esa pieza de noticias que me molestaba.

Caminé alrededor de la isla de la cocina y lentamente abrí la puerta. El aire frío


se arremolinó alrededor de mis piernas. ¿Qué estaba usando el hombre que
prácticamente chocó conmigo?

Abriendo la puerta de las escaleras de empleados, espié dentro del descansillo


débilmente iluminado. ¿No estaba usando él una gorra de beisbol con alguna clase
de emblema y una camiseta blanca con la misma clase de emblema? Y pensaba que
el emblema había sido vagamente familiar.

Mi pulso se aceleró cuando bajé la mirada hacia la sombría puerta del sótano.
Estaba bloqueada, y Cole puso una cerradura de seguridad en ella, algo que
probablemente debimos haber hecho hace mucho tiempo.

Temblé.

Los entrenadores usaban gorras de beisbol. Así como lo hacían muchas otras
personas, como más de la mitad de la población masculina y femenina. Era una
gran exageración, pero Tyron estaba interrogándolo.

Mordiendo mi labio inferior, cerré la puerta y volteé. Necesitaba ver al


entrenador Currie. Había pasado muchísimo tiempo desde que lo había visto y
cuando lo imaginé, fue a través de ojos de dieciséis años, que no eran muy
confiables, pero quizás verlo refrescaría un recuerdo suelto.

Además de acampar en la escuela secundaria para capturar un vistazo de él, no


estaba segura de qué hacer. Me apresuré de regreso a la cocina. Mamá estaba allí,
rayando una lista de comestible en la isla de la cocina.

—¿Todo bien? —preguntó ella.

Asentí distraídamente, mientras me sentaba en la mesa y sacaba mi laptop de


“hibernación”. Golpeando Google, escribí el nombre de la secundaria y la ciudad.
El sitio del condado para la escuela fue la primera opción. Le di clic.

—Los trabajadores están en el cementerio. —Mamá mordisqueó la tapa de su


bolígrafo—. Ellos están intentando de asfaltar desde el recibidor hasta el túnel antes
de que comience a nevar de nuevo.

—¿Cuando está pronosticado que nevará más? —Escaneé la barra de menú,


encontrando la etiqueta de atletas. Le di clic.
—En la madrugada. —Frunció el ceño a su lista—. Iré a la tienda de
comestibles con Daphne en un par de horas. Si necesitas algo, añádelo a la lista.

—Bien —murmuré, escaneando la lista de departamentos. ¿Qué entrenaba


Currie? Fútbol.

Di clic sobre fútbol y fui recompensada con una serie de imágenes de los
equipos de preparatoria, el universitario junior y el de primer año. Dando clic en
uno que mostraba a los entrenadores de pie detrás del equipo, mientras posaban en
las bancas, agrandé la foto, pero no fui capaz de reconocer sus rostros. O algo.

Pero ellos estaban usando gorras de beisbol como el hombre en las escaleras.

Ya que Currie enseñaba gimnasia, regresé a la etiqueta de maestros y lo


busqué. La emoción se elevó en mí cuando vi su nombre, dando clic sobre él,
esperando que trajera una imagen.

Nada.

No había absolutamente nada bajo su nombre.

—Oh, vamos —murmuré.

Mamá se inclinó más cerca. —¿Qué estás haciendo?

—Nada —dije, y luego elevé la mirada a ella—. En realidad, Miranda me


llamó y dijo que el detective estuvo en la escuela hoy, interrogando a uno de sus
entrenadores. El rumor es que fue sobre Ángela.

—¿En serio? —Se sentó frente a mí.

—Y estaba pensando sobre el sujeto que estuvo aquí dentro. Él usaba una gorra
de beisbol. Me metí en la red para ver si puedo encontrar una foto reciente del
entrenador. —Inclinándome hacia atrás, crucé mis brazos—. Pero no hay nada
bajo su nombre y las fotos del fútbol no son de mucha ayuda.

Las cejas de mamá se fruncieron. —Espera un minuto. Dices que había un


emblema sobre la gorra de beisbol y la camiseta, ¿cierto? —Cuando asentí, ella
dijo—: ¿Era un bulldog? Creo que su logo, o como sea que quieras llamarlo por
mascota, es gris.

Con mi estómago cayendo, mi mirada regresó de golpe a la pantalla de la


computadora, y allí estaba, justo en la cima, sobre el lado derecho. Jesús, si hubiera
sido una serpiente, me habría mordido justo en las tetas.
—Y creo que los entrenadores usan camisas blanco-y-negro con el mismo
emblema —continuó ella.

Santa mierda, ella tenía razón. Ahora que veía a la cabeza del bulldog, entendí
por qué originalmente creí que era familiar. Todo pasó tan rápido y estaba tan poco
iluminado en las escaleras, pero ahora que vi la mascota, lo sabía. Sabía lo que
había visto.

Y el entrenador Currie era local. Había una buena oportunidad de que él


supiera sobre el túnel. Diablos, una muy buena oportunidad. ¿Y qué tal si él fue la
persona que entró aquí y tomó su llave?

Pero él podría no tener nada que ver con el vandalismo o el... el dedo. Mi vida
no tenía absolutamente nada que ver con la suya. Así que quizás estas dos cosas, lo
que sea que pasó con Ángela y lo que me pasó a mí, no estaban relacionadas en lo
absoluto. Esas tenían que ser buenas noticias, pensé. No estaba segura sobre qué
creía al respecto, pero se sentía de esa manera para mí.

—Mamá —dije, elevando la mirada hacia ella—. Eres un genio.

—Me gusta pensar eso. —Una débil sonrisa apareció—. ¿Qué descubriste allí?

Respiré profundamente. —Creo que el sujeto que estuvo en las escaleras pudo
haber sido el entrenador Currie.

***

Insegura de si debía llevar mis sospechas al detective Conrad, llamé a Cole,


suponiendo que él sería capaz de decirme si debía desperdiciar el tiempo del
detective o no, pero su celular ni siquiera sonó. Fue directo al buzón de voz.

Traté de mantenerme ocupada con la contabilidad, pero eso duró veinte


minutos antes de recoger mi teléfono y subir a mi departamento, encontrando la
tarjeta del detective sobre la mesa de café. Había una buena oportunidad de que mis
sospechas pudieran ser útiles para ellos, y también había una probabilidad de que
no significara nada, pero una chica estaba desaparecida. Mejor prevenir que curar.

Tecleando su nombre, golpeé “llamar” y esperé. Sonó varias veces, y luego


también fue al buzón de voz. Dejé un rápido mensaje y luego me dirigí de regreso a
abajo.

La cocina estaba en silencio, y caminé hacia el frente de la casa, demasiado


inquieta para sentarme en la computadora. Exhalando bruscamente, me paré junto
al escritorio, mirando al libro de reservas, pero sin ver nada en realidad. Puse mi
teléfono encima.
Mi mente vagó a esta mañana, y mientras separaba las manos sobre la lisa
superficie del escritorio, una pequeña sonrisa estiró mis labios. Eso fue más que
increíble. En realidad, Cole era...

Las puertas de la posada se abrieron y mi sonrisa se desvaneció cuando volteé


hacia ellas. Dos hombres entraron, ambos con pantalones oscuros y chaquetas
negras combinando. Eran de mediana edad, sus expresiones serias, y supe de
inmediato que no estaban aquí para registrarse.

—¿Sasha Keeton? —preguntó el hombre de cabello claro, de la derecha.

Crucé mis brazos, mirando entre ambos. —Sí. ¿Puedo ayudarlos?

—Soy el agente especial Myers —respondió, buscando en su chaqueta y


sacando la destellante placa con FBI escrito a través de ella—. Este es el agente
especial Rodríguez. Necesitamos hablar con usted con respecto al homicidio de
Ángela Reidy.
Traducido por Rosewin

—¿Ángela está muerta? —Presioné la mano contra el pecho mientras me


inclinaba sobre el escritorio, súbitamente débil en las rodillas. La sorpresa me
invadió y quise creer que no escuché bien al agente—. ¿Cómo?

El agente de cabello más oscuro, Rodríguez, le dio una mirada al agente


Myers. —Lo siento. Normalmente preferimos no anunciar tan trágica noticia tan
bruscamente.

El agente Myers simplemente levantó una ceja.

Los miré, pero realmente no los estaba viendo, porque todo lo que veía era a la
hermosa Ángela de pie en la cocina, sonriendo mientras mordisqueaba una galleta.
Todo lo que escuchaba era a Ángela charlando sobre nada y todo.

Ya no iba a sonreír.

Ya no iba a divagar nunca más.

El horror sacó el aire de mis pulmones. Esto no podía estar sucediendo.

—Oh, Dios mío —susurré, tragando fuerte—. Lo siento. Me tomado con la


guardia baja. Esperaba que la encontraran viva. Yo… —Callándome, sacudí mi
cabeza.

—Todos esperábamos que fuera el caso, pero lamentablemente eso no es lo que


ha ocurrido —respondió Rodríguez—. Es de suma importancia que le hablemos en
privado.

Mi estómago se desplomó. —Por supuesto. Podemos entrar en el...

—No aquí —interrumpió Myers—. Necesitamos que venga con nosotros.

La inquietud floreció en la base de mi columna. —¿Ir a dónde?

Meyer deslizó su insignia en su chaqueta. —La estación calle abajo, tiene una
habitación disponible que podemos usar.

—¿La estación de policía? —Mi voz se elevó.


El otro agente trató de sonreír tranquilizadoramente pero fracasó un poco. —Es
solo una formalidad y es un lugar seguro.

Eso tenía sentido. Supongo. —Soy la única persona en la posada ahora…

—Es imperativo que hablemos con usted ahora —interrumpió Myers. De


nuevo—. ¿Hay alguien a quien pueda llamar?

Presionando los labios, me volví hacia donde dejé mi teléfono en el escritorio.


Mamá estaba en medio de las compras de comestibles con Daphne, y sabía que
había una buena posibilidad de que hubiera dejado su teléfono en el auto. Siempre
hacía eso cuando estaba fuera. Podría enviarle un mensaje de texto y hacerle saber
lo que estaba sucediendo, pero no lo vería hasta que terminara. Miranda estaba
enseñando.

—Déjame intentar con nuestro... —No terminé esa declaración. Llamar a


James parecía adecuado, pero nuestro chef no era una persona de personas. Ni
siquiera creo que haya salido de la cocina una vez desde que trabajó aquí. Eso
dejaba a Jason—. Déjame llamar a uno de mis amigos.

Los agentes esperaron mientras tomaba el teléfono y golpeaba su contacto. Me


alejé del escritorio.

Jason contestó al tercer timbre. —Oye, Sasha, ¿qué pasa?

—Um. Tengo un gran favor que pedirte —dije, la voz sonaba rara a mis
propios oídos.

—Sí. Sí. Pregunta.

—Odio pedirte esto, ¿pero puedes venir a la posada y vigilar las cosas hasta que
mamá regrese?

—Claro. —Sin momento de vacilación. Él era un buen amigo a pesar de lo


terrible amiga que yo era—. ¿Está todo bien?

Miré por encima de mi hombro, aclarándome la garganta. No podía contarle


sobre Ángela. No ahora mismo con los agentes de pie detrás de mí. Lo vería
pronto. —Sí. Hay algunos agentes aquí… federales. Necesitan hablar conmigo.

—Mierda. ¿Hay alguien que vaya contigo? ¿Cole?

—No, pero estaré bien. —Mi mano tembló—. ¿Estás seguro de que puedes
hacer esto?
—Por supuesto —respondió Jason—. Estaré allí en diez minutos o menos.

—Gracias —susurré—. Te lo debo.

—No es un gran problema. Llegaré pronto.

Me enfrenté a los agentes. —Uno de mis amigos estará aquí en breve.

Rodríguez asintió. —Nos disculpamos por el inconveniente.

—Está bien. —La frialdad se filtró en mis huesos—. ¿Cómo puede ser
inconveniente cuando alguien… alguien ha muerto?

***

La habitación en la estación de policía en la calle se parecía a las de la


televisión. Era pequeña, las paredes de un blanco llano manchado con huellas
digitales a la altura del pecho. Había una pequeña mesa redonda y cuatro sillas
plegables de metal que no eran especialmente cómodas.

La enorme camioneta donde me condujeron por la calle tenía asientos


extremadamente cómodos. Calefacción también. Ni siquiera sabía por qué estaba
pensando en los asientos, pero parecía una cosa más segura para enfocarse.

De verdad le debía a Jason. Ahora mismo estaba sentado detrás del escritorio
de la posada, sin tener idea de lo que estaba haciendo, pero estaba sentado allí hasta
que mamá volviera. Le avisé sobre la estación de policía. Tampoco le dije de
Ángela, porque no había manera de lanzar ese tipo de noticias en un mensaje de
texto.

Un escalofrío recorrió mi piel.

¿Cole sabía que estaba con estos agentes? Él mismo era un agente federal. ¿No
lo sabría? Tal vez era un pensamiento estúpido. No era como si el FBI tuviera una
mente colmena gigante.

Mis manos estaban frías a pesar de que las metí entre las rodillas. Fui escoltada
por la entrada trasera de la comisaría, por un pasillo estrecho, y luego puesta en
esta habitación con una pequeña botella de agua.

La puerta se abrió y me hizo saltar. Mi barbilla se levantó bruscamente. Ambos


agentes entraron. No estaban solos. Me relajé cuando vi el rostro familiar del
detective Tyron Conrad.
—Hola —dijo, tomando el asiento a mi lado—. Perdón por esto. No sabía que
los agentes fueron a buscarte. —Su mandíbula se endureció—. Si lo hubiera hecho,
habría estado allí para avisarles que no era necesario que te trajeran aquí.

—Era completamente necesario —replicó Myers.

Tyron soltó una risa mientras se recostaba en la silla, plantando un tobillo en la


rodilla. —A Landis no le va a gustar esto.

Mis ojos se abrieron.

Myers se puso rígido. —Esto no tiene nada que ver con el agente Landis. —La
piel se arrugó alrededor de sus ojos mientras se sentaba a la mesa—. Señorita
Keeton, vamos a ser muy contundentes con lo que pasó.

—No espero nada menos —dije, respirando hondo—. ¿Por qué me hablan de
eso ahora… sobre Ángela?

Tyron abrió la boca, pero Myers respondió. —Recibiste un dedo cortado en el


correo el sábado. Estamos bastante seguros de que el dedo pertenecía a la señorita
Reidy.

El ácido se revolvió en mi estómago. Abrí la boca, pero no salió nada.

Tyron puso su mano en mi brazo. —El cuerpo de Ángela fue encontrado esta
mañana. Faltaba el dedo anular de su mano izquierda.

La presión se cerró en mi pecho, apretando como un tornillo. Cuando hablé,


sonaba como si lo hubiera hecho dentro de un túnel. —¿Dónde… dónde se
encontró su cuerpo?

—Creo que sabes la respuesta a eso —dijo Myers.

Mi mirada se disparó hacia él.

—Su cuerpo fue encontrado por la vieja torre de agua de la Ruta 11 —habló
Rodríguez, con voz más amable.

—Oh Dios mío —susurré, inhalando con brusquedad.

Rodríguez apoyó un brazo sobre la mesa. —Ella fue encontrada en el mismo


lugar donde las víctimas del Novio fueron descubiertas y en el mismo lugar…
—Donde la mujer de Frederick fue encontrada. —Pasé mi palma contra mi
frente. El pánico amargo se mezcló con el dolor, aumentando la presión en mi
garganta y mi pecho—. No entiendo.

—Creo que sí —replicó Myers.

Tyron dejó caer el pie al suelo con un fuerte golpe y se inclinó hacia delante. —
¿Qué diablos se supone que quiere decir, Myers?

Bajando la mano, miré al agente. Estaba sentado, con los brazos cruzados
sobre un pecho hinchado. —Lo que estoy diciendo es que la señorita Keeton parece
una mujer brillante. Ella puede poner dos y dos juntos. Tenemos un imitador en
nuestras manos… o tenemos a alguien tratando de hacer que se vea de esa manera.

La ira aumentó, empujando hacia abajo el horror. —Sí, puedo poner dos y dos
juntos, pero seguro que no me dice por qué insistió en traerme a la comisaría para
decirme esto.

—Porque si se trata de un imitador, entonces podrías ser capaz de aportar


alguna información a nuestra investigación —explicó Rodríguez, con la mirada
fija—. Fuiste la única víctima del Novio que sobrevivió…

—Lo sé. —Mis manos temblaban, así que las empujé de nuevo entre mis
rodillas—. Sé que soy la única. —La habitación parecía que se había encogido.
Eché un vistazo a la puerta, deseando salir de aquí tanto. Miré a Tyron. —¿Qué le
pasó a Ángela?

En voz baja, dijo—: La evidencia actual sugiere que fue estrangulada.

—Oh Dios —susurré, cerré los ojos e inmediatamente me arrepentí. Vi a


Ángela pero con horribles marcas alrededor de su garganta. Los tipos de
magulladuras que apagaron la vida de alguien—. Ella estaba… ¿Sabes si la
mantuvieron cautiva?

—Había evidencia que indicaba que la habían retenido —explicó, y yo sabía a


qué se refería sin que él ni siquiera diera detalles. Si hubiera sido contenida de la
manera en que el Novio retenía a sus víctimas, habría marcas de ligadura en sus
tobillos. Sus muñecas.

—Ella fue… ¿fue agredida sexualmente? —pregunté.

—No lo sabemos todavía —respondió Tyron.

El contenido de mi estómago cambió cuando puse mi codo sobre la mesa y


apoyé mi frente en mi palma. —¿Su… novio lo sabe?
—Él y su familia han sido notificados —me dijo Tyron.

La quemadura en mis ojos aumentó. Lo que deben estar experimentando ahora


mismo era más allá de la imaginación.

—Tenemos algunas preguntas que necesitamos hacerte —intervino Myers, y


esta vez, el borde de la impaciencia desapareció de su voz—. ¿Crees que puedes
ayudarnos?

Lo que quería hacer era salir de esta habitación, ir a casa, y tener espacio,
silencio y tiempo para procesar lo que me dijeron. Pero no podía hacer eso. Ya no
podía ser esa persona. No era solo cobarde. También era egoísta, porque si pudiera
de alguna manera ayudar a Ángela en la muerte, lo haría, así que asentí.

—Bien —murmuró Rodríguez, y oí el crujir de papel—. Somos conscientes de


que ha habido otros casos fuera de lo que ocurrió el sábado que la involucró desde
que regresó. ¿Podría, por favor, repasar en detalle lo que fueron?

A pesar de que ya había estado en esta carretera más de una vez, les dije todo
lo que recordaba, tomando descansos para beber agua. No fue hasta que terminé de
decirles sobre el descubrimiento de la llave de la casa desaparecida de Ángela que
recordé lo que sospechaba antes.

—Creo que podría haber averiguado quién tomó la llave de Ángela. Podría
estar equivocada…

—Seremos los que determinen eso —dijo Myers.

Miré a los hombres. —Creo que podría haber sido el entrenador Currie. Es por
eso que te llamé antes —le dije a Tyron—. ¿El emblema del que le hablé a Derek,
quiero decir, oficial Bradshaw? Creo que fue el bulldog, la mascota de la escuela
secundaria. Sé que miles de personas podrían tener esa gorra de béisbol y camisa,
pero… escuché que él estaba siendo interrogado esta mañana, y eso fue lo que
desencadenó el hecho de que el emblema de la gorra parecía vagamente familiar.

Tyron arqueó una ceja, pero no, por suerte, preguntó cómo yo sabía que Currie
fue interrogado. —¿Tienes algún tipo de relación con el Entrenador Donnie Currie?

—No. Quiero decir, estaba entrenando en la escuela cuando fui allí, pero hasta
allí llega la extensión de que lo conozco.

—Pero él estaba alrededor durante la época del Novio —dijo Rodríguez—. ¿No
le has visto desde que volviste, excepto cuando crees que te encontraste con él en la
posada?
—No lo he visto. En absoluto. Solo he salido una vez, y eso fue en un
restaurante de la calle con mis amigos.

—¿Qué restaurante era ese? —preguntó Rodríguez.

—El asador a pocas cuadras abajo —expliqué, dándoles el nombre—. Eso fue
hace una semana.

Myers se movió en su asiento. —¿Alguien más con quien has hablado? Aquí
Tyron nos ha dicho que estás viendo a Cole Landis.

Asentí una vez más. —Sí. Nosotros…um, salimos antes de que me fuera y
volvimos a conectar.

—¿No te mantuviste en contacto durante los años en que te fuiste?

Mirando a Myers, negué con la cabeza. —No. Solo estuve en contacto con mi
madre y mi amiga Miranda.

—Pero ustedes dos están juntos así… ¿rápidamente?

Las puntas de mis oídos hormiguearon. —Una vez que escuchó que yo estaba
de regreso en la ciudad, vino a verme y el resto… —El resto no era asunto suyo—.
Volvimos a conectar.

—Huh —murmuró Myers—. ¿Solo así? Interesante.

Tyron entrecerró los ojos.

Me quedé sin aliento. —Sí, solo así. ¿Qué está insinuando?

—No insinuando nada, señora. —Myers siguió adelante—. ¿Alguien que ha


conocido y que quizá pensó que estaba actuando extrañamente?

Una persona vino a la mente, y era posiblemente el lugar más incómodo para
plantearlo. —Ha habido alguien, pero va a sonar loco. Cuando salí a cenar, me
encontré con el alcalde.

—¿El alcalde Hughes? —preguntó Tyron.

—Sí. —Les conté sobre el extraño comportamiento del alcalde y su segunda


visita—. Sé que está preocupado por mi posiblemente revolviendo el pasado, pero
simplemente, no sé, se siente más que eso.

Los dos agentes compartieron una mirada y luego Rodríguez dijo mientras
escribía algo en un trozo de papel—: ¿Alguien más?
Negué con la cabeza. —No hay nadie más. He pensado en esto. No conozco a
nadie más.

—¿Qué tan cercana era a Ángela Reidy? —preguntó Myers, cambiando


repentinamente los temas lo suficientemente rápido como para darme un latigazo.

—No tan cercana —respondí con sinceridad—. La conocí la semana pasada,


pero sé que ha estado trabajando en la posada por un tiempo.

La puerta se abrió de golpe y un oficial más joven metió la cabeza. —Conrad,


¿tienes un segundo? Hay algo en lo que te necesito.

Tyron asintió y se levantó. —Creo que es la familia de la señorita Reidy.


Volveré tan pronto como pueda.

—Está bien —susurré, pensando que lo tenía mucho más fácil de lo que la
familia de Ángela estaba experimentando en este momento. Lo vi salir y luego me
enfrenté a los dos agentes.

Los ojos oscuros de Myers se encontraron con los míos. —¿Ustedes tuvieron
alguna discusión?

—¿Qué? —La conmoción me golpeó, bloqueando mis músculos.

—Es una línea normal de interrogatorio —respondió.

Miré a Rodríguez. Su expresión era impresionantemente inexpresiva. —No


conocía a Ángela lo suficiente para tener una discusión con ella. Por lo que sé de
ella, es realmente agradable… era realmente agradable —Me corregí con una
mueca de dolor—. En realidad, muy dulce. Es alguien a quien llamaría burbujeante
y hablador.

Myers inclinó la cabeza a un lado. —Así que, apenas la conocías, pero ella está
muerta y su dedo...

La puerta se abrió con fuerza y de repente Cole entró en la habitación, con los
ojos como hielo glacial. El alivio se derramó en mí.

—¿Qué mierda? —preguntó Cole, caminando alrededor de la mesa.

Rodríguez se reclinó en la silla, dejando caer su pluma sobre la mesa mientras


Myers se levantaba. —Esto ni siquiera es tu departamento, Landis. No tienes
ninguna razón para participar en esta entrevista.
—¿No tiene nada que ver conmigo? —Se detuvo frente a la silla vacía de Tyron
y plantó un puño sobre la mesa. —¿Arrastras a mi mujer a la maldita estación de
policía para preguntarle por un asesinato, del que se acaba de enterar?

El rostro de Myers se enrojeció de rabia. —Es un protocolo, y lo sabes muy


bien.

—No me importa una mierda si es protocolo o no, tienes mi número, deberías


haberme llamado —disparó Cole en contestación, enderezándose—. Sé cómo
trabajas, Myers. Esa mierda no va a suceder aquí.

—Oh, ¿sabes cómo trabajo? — resopló Myers—. Qué tal si vas...

—Termina esa frase y eso es lo último que harás con tu boca por un tiempo —
advirtió Cole.

—Está bien. Todo el mundo cálmese. —Tyron apareció en la puerta. Sobre sus
hombros, vi unos uniformes azules—. Nadie necesita esta mierda ahora mismo.

Cole respiró hondo mientras miraba a su amigo. —Esto no debería haber


ocurrido de esta manera. Lo sabes.

—Y por eso te llamé en el momento en que supe que iban a hablar con ella —
respondió Tyron.

—Jódete A —murmuró Myers, sentándose de nuevo.

Sorprendida, miré a Cole, pero él seguía mirando a Myers como si quisiera


lanzarlo a través de la pared. Sentía que definitivamente había un pasado entre los
dos que no era amable. Cole tenía que haber corrido como un demonio para llegar
desde Baltimore hasta aquí.

Rodríguez levantó la barbilla. —Sabías que teníamos que hablar con ella.

—Y tú sabes por lo que ella ha pasado —replicó Cole—. No la llevas a la


estación como si fuera una maldita sospechosa.

Myers se pellizcó el puente de la nariz. —Ella está conectada a esto. Lo sabes.


Yo sé eso.

Mi estómago cayó, y aunque lo imaginé en el momento en que me dijeron que


creían que el dedo cortado pertenecía a Ángela, no tuve literalmente tiempo para
procesar esto.
—Tenemos que averiguar cuál es la conexión —dijo Rodríguez, con voz
cuidadosa—. Por eso estamos hablando con ella.

—No lo haces de esta manera —respondió Cole. Se volvió hacia mí, con la
mano curvada alrededor de la nuca de mi cuello. Nuestros ojos se encontraron, y
fue la primera vez que me miró desde que entró en la habitación—. ¿Estás bien?

—Sí —susurré, porque pensé que decir algo distinto de eso no sería inteligente
en ese momento.

Sus ojos buscaron los míos por un momento y luego miró a Rodríguez. —
¿Necesitan algo más de ella?

Negó con la cabeza. —Tenemos todo lo que necesitamos.

—Que no es mucho —espetó Myers.

Un músculo se flexionó a lo largo de la mandíbula de Cole y abrió la boca para


responder, pero yo me adelanté.

—Si puedo ser de cualquier ayuda, lo estaré. Te he dicho todo lo que sé, y si
eso no ha sido de ayuda, entonces lo siento.

—¿Entonces, nada más? —preguntó Cole, con tono fuerte mientras deslizaba la
mano hacia mi hombro. Cuando ellos no contestaron, dijo—: Déjame sacarte de
aquí.

Mirando a los agentes, tomé mi bolso del suelo y me levanté. Tyron se echó a
un lado de la puerta cuando Cole me acerco a su costado. Salimos de la habitación
y entramos en el estrecho pasillo.

El brazo de Cole rodeó mis hombros y se tensó mientras caminábamos hacia la


puerta trasera. Tyron nos siguió hacia el sol de la tarde.

—Espera un segundo —dijo Tyron, esperando que nos detuviéramos. Miró a


Cole y luego me miró—. Siento que te hayan metido allí. Esa conversación podría
haber ocurrido en la posada.

Crucé mis brazos sobre mi estómago. —Se acabó. Lo que sea, pero… alguien
realmente está imitando al Novio, ¿no? Eso es lo que está pasando aquí.

Tyron apoyó las manos en las caderas. El viento agitó la camisa blanca que
usaba. —Todavía no estamos cien por ciento seguros.
Maldiciendo entre dientes, Cole levantó la mirada hacia el cielo. —¿Qué más
estaría pasando? Alguien por ahí está siguiendo los pasos de un hijo de puta
muerto. Y tú y yo sabemos lo que vendrá después.

Tyron no respondió, pero lo sabía. Yo también. Si había alguien ahí fuera


imitando al Novio, entonces eso significaba… que ya era demasiado tarde para la
próxima víctima.

Porque si esta persona sabía lo suficiente sobre el Novio y seguía la patología


del Novio, entonces la siguiente víctima ya estaba tomada.

***

La mujer no tenía ni idea de por qué era ella, por qué estaba aquí en este frío lugar que
olía a suciedad y muerte. Ángela lo sabía. Lo supo en el momento en que abrió esos bonitos
ojos y vio dónde estaba.

Ángela lloró.

Suplicó.

Como todas lo hicieron, y no había nada malo en eso. Si no abogaban por su vida, ¿qué
vida tenían?

Ángela sabía a quién culpar. Sabía de quién era la culpa de todo esto cuando la hoja
cortó profundamente en su dedo, cortándola. Lo supo cuando tomó su última respiración
jadeante que todavía estaría viva si ella no hubiera regresado.

Pero esta mujer, con su blusa blanca y sus pantalones negros de talla grande, no tenía ni
idea. Era perfecto, de verdad. Ángela sería bastante mala, pero ésta... Oh sí, esta era la guinda
del maldito pastel. Esta mujer era alguien que simplemente tuvo la mala suerte de cruzarse en
su camino.

Esto demostraría que nadie estaba a salvo.


Traducido por Rosewin

La nieve cayó, salpicando el cielo nocturno y cubriendo la tierra debajo. Desde


donde me encontraba en mi sala de estar, mirando afuera, no podía decir cuánto
había allí afuera, y no tenía ni idea de cuándo se detendría, pero no había nada más
hermoso que la nieve recién caída. Era una de las cosas que más echaba de menos
cuando vivía en el sur.

Cuando Cole y yo volvimos de la estación de policía, mamá había regresado, y


le dije a ella y a Jason lo qué sucedió.

Fue horrible.

Porque reconocí la mirada en los ojos de mi madre a medida que la noticia del
destino de Ángela se procesaba, mientras trabajaba a través de los detalles de lo que
le sucedió a la pobre chica y lo que eso significaba. Ella me miró como cuando dijo
que casi quería que yo no regresara a casa. Ahora no creo que ella “casi” quiera
eso.

Era un definitivo.

Jason se sentó, con la mirada lejos, y se quedó en la mesa de la cocina; lo único


que dijo durante una hora fue—: Ella estaba comiendo galletas.

Aquí un momento, después ha ido de la peor manera.

Miranda vino por la noche, y en ese momento, lo que le sucedió a Ángela


había llegado a las noticias de la noche, y fue todo lo que habló el presentador de
noticias. Nos sentamos en silencio, y luego intentamos cambiar de tema. Miranda
habló sobre el entrenador Currie y los rumores que volaban alrededor de él.

Cuando volvimos a caer en el silencio, inmediatamente salté sobre otro tema,


queriendo retener otros pensamientos más oscuros, más preocupantes.

—¿Puedo preguntarte algo?

Sus cejas se alzaron.

—Uh. Sí.
—¿Hay algo entre tú y Jason?

—¿Qué? —Su cabeza se giró a la mía tan rápido que me sorprendió que no se
lastimara—. ¿Por qué preguntarías eso?

—Bueno, ustedes dos parecen muy cercanos. —Le di un codazo en el brazo—.


Como si fueran amigos todo este tiempo, pero…

—¿Pero qué?

—Pero hay algo allí —dije, sonriendo cuando suspiró pesadamente—. No


puedo poner mi dedo en ello, pero yo…

—Tuvimos sexo —me interrumpió, y cuando mis ojos se abrieron, ella golpeó
sus manos sobre su rostro—. Hace un par de meses. Nosotros salimos. Ambos
bebimos. No estábamos súper borrachos, pero una cosa llevó a otra, y sí, tuvimos
sexo.

Me giré hacia ella. —Guau. Bien. Sospeché algo, pero no estaba cien por ciento
segura.

Bajó sus manos. —Realmente no hemos hablado de eso. Aún está


técnicamente casado aunque esté separado, pero… sí, no ha sido raro o nada. Y no
creo que él vuelva con Cameron.

He procesado todo eso. —¿Te gusta él, como que quieres más que solo algo al
azar, no totalmente borracha conexión?

—No lo sé —dijo ella, inesperadamente insegura—. Quiero decir, me gusta.


Realmente lo hace. Hemos sido amigos durante mucho tiempo, y no sé, hay algo
lindo en su forma de ser. Y ese hombre tiene un cuerpo debajo esas camisas de
vestir y pantalones.

Sosteniendo mis manos, me aleje de toda la información. —Realmente no


quiero pensar en el cuerpo de Jason, porque eso sería raro para mí.

Miranda se echó a reír.

—¿Por qué no hablas con él, adelantarte para ver cómo van las cosas? —
pregunté.

Sus labios se curvaron en la esquina cuando ella metió una trenza detrás de su
oreja. —Puede que lo haga, pero no quiero arruinar nuestra amistad. No podría
hacerle frente a eso, ¿sabes?
—Sí. —Junte los labios—. Pero creo que deberías pensarlo. Él parece estar
realmente interesado ti y parece que realmente te gusta más que solo un amigo.

Ella asintió lentamente, pero tenía la sensación de que no estaba preparada


para hablar de esto con Jason. No la culpaba por eso.

Miranda se marchó antes de que fuera demasiado tarde, y yo le hice que me


enviara un mensaje cuando llegara a casa. No rechazó la idea, y me relajé cuando
recibí el mensaje de ella diciendo que su “culo estaba en la cama”.

Tirando de los extremos de mi pesado cardigan, cambié mi peso a mi otro pie.


Era tarde, bien pasadas las dos de la mañana, y hacía tiempo que había renunciado
a intentar dormir. El respiro de las noches inquietas no duro mucho, porque incluso
con Cole dormido a mi lado, no podía dormir. No queriendo molestarlo, salí de la
cama y me dirigí a la sala de estar. Vi la nieve caer, mi mente atrapada en los
retorcidos recuerdos del pasado y el horror de lo que estaba sucediendo ahora.

No podía dejar de pensar en Ángela y su familia. Esto no debería haberle


sucedido. Esto no debía sucederle a nadie, pero le sucedió a ella, y yo sabía que en
el fondo también le sucedió a la pobre mujer de Frederick.

Debería haberlo sabido mejor que creer en coincidencias.

Ahora una pesadilla del pasado estaba de vuelta, y tenía que creer que esto
estaba sucediendo. Alguien estaba allí y ya había asesinado a una mujer,
probablemente dos, y sabía que si la persona seguía los comportamientos del
Novio, ya tenía a alguien más.

Mi estómago se revolvió, cerré los ojos. Podría ser cualquiera. No


necesariamente incluso alguien que ha vivido aquí hace diez años. Podrías
encontrar cualquier cosa en el Internet, incluyendo los sitios dedicados a los
asesinos seriales, donde se hablaban de ellos como si fueran celebridades. Sus
predilecciones enfermas discutidas con suficiente información para que pudieras
recrear cada asesinato hasta el último detalle. Alguien de cualquier parte del mundo
podría haber decidido que iban a presentar al mundo al Novio, la segunda ronda.

Pero por qué… ¿por qué el Novio de todos los asesinos seriales con mayor
recuento de cuerpos y que eran más conocidos? ¿Por qué empezó cuando regresé?
En realidad, empezó justo antes de que yo regresara, con la mujer de Frederick. Lo
hizo…

Tan atrapado en mis pensamientos, jadeé cuando sentí fuertes brazos rodear mi
cintura por detrás.
—Sasha. —La voz profunda de Cole resonó en mi oído—. ¿Cuánto hace que
estás aquí?

Me relajé en su abrazo. —No mucho. No quería despertarte.

—Nena. —Su barbilla se arrastró por el costado de mi cuello—. Si no puedes


dormir, me despiertas. Te ayudaré a volver a dormir. Háblame de lo que está en tu
mente que te mantiene despierta, y si eso no funciona, entonces puedo ser creativo.

Esa última parte me hizo sonreír.

Alzando su cabeza, apoyó su barbilla encima de mí. —¿Qué tienes en mente?

—Un montón de cosas.

—Dime.

Suspiré. —Cole, ya es tarde. Tienes que trabajar en la mañana. Deberías estar


durmiendo.

—Sí, tengo que trabajar, pero mi chica está de pie frente a una ventana en
medio de la noche viendo la nieve, con su mente probablemente llena de terrible
mierda —dijo—. Y eso es más importante que dormir toda la noche.

Mi chica. Esas dos palabras. Me encantaba el sonido de ellas. También me


hicieron pensar en lo que el agente Myers dijo. —Crees que es… extraño que
estamos…

—¿Estamos qué?

—Que estamos aquí ahora mismo. ¿Han pasado diez años y estamos tan cerca
después de un puñado de días?

No respondió por un momento. —Que no sea común. No significa que sea


raro. ¿Pero sabes lo que significa?

Apoyé mi cabeza contra su pecho. —¿Qué?

—Lo que dije antes. Tenemos suerte.

Me gustó el sonido de eso mejor que la parte rara. —No estoy segura de que
tengamos tanta suerte en este momento.

—La tendremos. —Bajando su cabeza, besó mi mejilla—. Vamos a salir de


esto.
Dijo eso con tanta confianza, que casi tenía que creerle. El único problema era
que sabía que la vida no le importaba cuánta confianza tenía o cuán mal quería
creer en algo.

—¿Alguien dijo algo que te hizo hacer una pregunta cómo esa? —preguntó
Cole.

Levanté una ceja, preguntándome si desarrolló algún tipo de habilidad para leer
la mente. —Ese agente… el agente Myers dijo algo.

Maldijo entre dientes. —Él es un idiota y no tiene ni idea de lo que está


hablando.

—Ustedes dos no se llevan bien, ¿verdad?

—No particularmente. —Sus brazos se apretaron alrededor de mí y luego los


aflojó, deslizando sus manos a mis caderas. Me dio la vuelta y yo estaba frente a
él—. Trabajaba en mi departamento. Cuando era nuevo recluta, tuvimos un caso
que se encontró con nuestro escritorio porque el criminal tenía lazos de pandillas.
Era solo un niño, dieciséis años, pero ya estaba en las calles —explicó—. Pero el
crimen que cometió no tenía nada que ver con las pandillas o con drogas. Le
disparó a su padre.

—Dios —susurré.

—Le disparó a su padre porque ese bastardo lo estaba golpeando a él y a su


mamá —agregó Cole, y eso fue aún peor para escuchar—. Myers no dio dos
mierdas que era un acto de desesperación. No me malinterpretes, no es como si
dijera que la violencia es la respuesta a la violencia, pero puedes entender cómo
alguien finalmente se rompe. Todo es blanco y negro con Myers, pero el mundo no
funciona de esa manera. No vimos ojo por ojo en ese caso.

Incliné la cabeza hacia un lado. —¿Qué le pasó al chico?

—Fue a la cárcel. —Tomó mi mano—. Consiguió vivir.

Fruncí el ceño. —¿No creías que lo mereciera?

Un hombro se elevó. —El chico era un producto de un hogar de mierda y calles


que lo absorbían. Creció en un ambiente donde la violencia es respondida con más
violencia. Donde una bala en el pecho es el final de todo. Eso es todo lo que el
chico sabía. A veces las personas hacen mal y necesitan ser castigadas por ello, pero
hay momentos en los que puedes entender lo que impulsó sus acciones.

—Cierto —murmuré—. Ves muchas cosas que no son en blanco y negro, ¿no?
—A veces. —Cole me condujo hasta el sofá y cuando se sentó, me tiró a su
regazo, así que estaba sentada a su lado—. Pero la mayoría de las veces es blanco y
negro. —Hizo una pausa—. ¿Estás pensando y no durmiendo por Myers?

Tenía la sensación de que si decía que sí, no terminaría bien, y la verdad era
que no era solo por Myers. —¿Crees que fue un error que regresara a casa?

—Infierno no. —Sin vacilación.

Sonreí mientras colocaba mis manos sobre su pecho. —Mamá dijo algo así. Lo
decía desde un buen lugar y uno malo… uno malo lleno de preocupaciones. Está
asustada por mí.

—Sasha...

El miedo se filtró en mi sangre como gotas de hielo. —¿Qué si yo regresando


causé esto?

—Nena. —Agarró mis mejillas mientras sus ojos encontraban los míos—.
Nada de lo que has hecho ha causado esto. No eres responsable de lo que está
sucediendo.

Me aferré a sus hombros. —Entiendo lo que dices, pero indirectamente...

—Indirectamente o directamente, tú no eres responsable. —Deslizó sus manos


hacia atrás y sus dedos cepillaron lejos el cabello de mi rostro—. Has renunciado ya
a diez años de tu vida debido a ese bastardo.

—Yo…

—Sabes que sí —dijo con firmeza, y maldición, tenía razón—. Y no vas a


renunciar más a la vida por algún monstruo sin nombre, sin rostro. No más.

Dios, lo que dijo era tan malditamente cierto.

—No puedo… no puedo evitar sentir que estamos a punto de repetir la historia
—susurré, dando palabras al miedo que se estaba construyendo dentro de mí—.
Que va a suceder de nuevo.

—No lo hará —respondió rápidamente—. El pasado no se va a repetir. De


ninguna manera voy a dejar que eso suceda.

Quería preguntarle cómo pensaba detenerlo, pero no iba a haber una respuesta.
No podría haberla.
—Perteneces a casa —dijo, guiando mi cabeza hacia la de él—. Tú perteneces
aquí, conmigo, como debiste haber estado todo este tiempo.

Algo de la presión en mi pecho disminuyó. —Sí —susurré mientras pasaba los


dedos por los mechones cortos y suaves de la base de su cuello.

—¿Con sueño? —preguntó.

—No —levanté mi barbilla—. ¿Estoy pensando en toda la parte creativa que


mencionaste antes? Estoy realmente interesada en eso.

Sus ojos se entrecerraron intensamente. —Siempre me interesa eso.

Apoyé mi frente contra la suya. —¿Qué significan exactamente esas cosas?

—Podría decírtelo. —Sus manos cayeron sobre mis caderas y de repente me


encontré en el aire. Cole me levantó cuando se levantó, y mis piernas rodearon su
cintura por instinto—. Pero prefiero mostrarte.

Agarrándome, me reí suavemente. —Creo que me gusta la idea de que me


muestres.

—Bien, porque eso es lo que vas a conseguir.

La boca de Cole estaba en la mía mientras nos llevaba de vuelta al dormitorio,


un brazo me sostenía a él, la otra mano en la parte posterior de mi cabeza. La
fuerza que tenía era increíble cuando me bajó a la cama sin romper el contacto. De
ninguna manera era una mujer pequeña, y me sorprendió que no me dejara caer.

Entonces no estaba pensando en nada de eso, porque su boca y sus manos


estaban por todas partes, quitando mi chaqueta y bajando las correas de mi
camisón, exponiendo mis pechos al aire fresco de la noche. Las puntas de mis
pechos estaban cubiertas por su respiración caliente y luego por su boca. La falda
de mi camisón subió, los botones de la franela que él usaba se desabrocharon, y
entonces él estaba entre mis muslos, y mis rodillas se presionaron en sus lados.

La forma en que mecía sus caderas, la forma en que cada empuje golpeaba el
lugar correcto cada vez con una precisión sorprendente, me llevaba cada vez más
lejos de todo lo que me mantuvo despierta y me perseguía durante el día.

Los músculos comenzaron a apretarse de la manera más deliciosa y Cole


apoyó su peso en un brazo. Sus labios se deslizaron sobre los míos, y fue un beso
tan suave, dulce, y me rompió.
Grité, diciendo su nombre, y él estaba justo detrás de mí, su poderoso cuerpo
tembló antes de que la mitad de su peso me golpeara. Era pesado, pero no me
importaba. Lo quería allí.

Bese su pecho desnudo, deslicé la mano por su espalda mientras mi pulso se


ralentizaba. —¿Adivina qué?

—¿Hmm? —Su cabeza estaba enterrada contra mi cuello.

—Esa fue una increíble ayuda para dormir —le dije—. Me gustaría una de ellas
todas las noches, por favor.

Cole rio entre dientes contra mi garganta. —Puedo hacer eso por ti y algo más.

***

Mi auto estaba listo para ser recogido el martes. Como Cole tenía que dirigirse
a Baltimore y alguien necesitaba estar en la posada, Jason me recogió durante el
almuerzo y me llevó al taller mecánico en el camino.

—Gracias por hacer esto —dije mientras bajábamos por la calle.

Jason sonrió mientras se enderezaba las gafas. —Realmente no hay problema.


Soy dueño de mi propia agencia, así que puedo ir y venir cuando me plazca.

—Me impresionas. —El césped cubierto de nieve borrosa—. Especialmente


ayer.

—Tengo que admitir, espero no recibir una llamada tuya en el futuro para ver
la posada por algo así de nuevo.

Lo miré. —Yo también.

Jason ralentizó cuando nos acercamos a una luz roja. —¿Has visto el periódico
esta mañana?

Sacudiendo mi cabeza, dije—: ¿Quiero hacerlo?

Sus labios se curvaron. —No.

Suspiré. —¿Qué dice?

La mano de Jason se apretó en el volante. —Se trata de Ángela… bueno, un


poco del artículo es sobre ella. El resto es sobre el… el Novio, y cómo podríamos
tener otro asesino en serie en nuestras manos.
—Sí. —Incliné mi cabeza hacia atrás—. No me sorprende saberlo.

—Miranda me llamó esta mañana. Quería ir a buscar todos los periódicos y


quemarlos.

Mis labios se curvaron hacia arriba. —Podría imaginarla organizando eso.

Sus dedos golpetearon el volante. —¿Cómo está tu mamá?

—Bien, pero sé que está afectándole. Creo… bueno, sé que está muy
preocupada y tiene miedo. —Estiré las piernas, suspirando—. Odio que tenga que
pasar por esto de nuevo.

—Y tú —señaló—. Tienes que pasar por esto de nuevo.

Mordiéndome el labio, no dije nada. Era más fácil concentrarme en mi mamá y


en todos los demás que en mí, porque cuando me permitía pensar en ello, me
asustaba como el infierno.

—Tienes suerte de tener a tu mamá alrededor —dijo Jason al girar a la


izquierda—. Extraño a la mía todos los días.

Pensé en cómo perdió a su madre y padrastro. Un accidente horrible y trágico.


—¿Sigues buscando a tu padre?

Sus dedos se detuvieron mientras decía—: Ya no.

—Lo siento.

Reduciendo de velocidad cuando llegamos al taller mecánico, aparcó en el


estacionamiento. La grava crujía debajo de los neumáticos. —Es lo que es. Tenía
que hacer la paz con ello.

A veces no tenías otra opción que hacer eso.

Tardé quince minutos en conseguir las llaves de mi auto, y cuando regresé,


Jason estaba allí, de pie fuera del auto con las manos metidas en los bolsillos de su
abrigo de lana.

—¿Qué estás haciendo aquí todavía? —Caminé hasta él.

Inclinó la cabeza hacia un lado. —Solo quería asegurarme que tuvieras tu auto
y todo estuviera bien.

—En otras palabras, estás jugando al guardaespaldas.


Jason sonrió. —Algo así.

—Eso es dulce. —Estirándome, besé su mejilla—. No tienes que seguirme a la


posada.

—¿Vas directamente allá? —preguntó.

Asentí. —Gracias de nuevo. —Comencé a girar mientras él se dirigía a la


puerta del conductor. Me detuve—. ¿Has hablado con tu esposa recientemente?

Jason parpadeó. —Pregunta aleatoria.

Mis mejillas se calentaron cuando retorcí el manojo de llaves en mis manos. —


Lo sé, pero me di cuenta de que no he preguntado por ti y por ella. Ni siquiera
sabía de ello, y estoy tratando de no ser tan mala...

—Está bien. —Jason se rio—. Hablé con ella hace un par de días. Puede que
venga a casa para una visita.

—Esas son buenas noticias, ¿verdad?

—Sí. —Su nariz se arrugó—. Creo que sí.

—Eso está bien. —Eché un vistazo a mis llaves—. Será mejor que regrese.

Él asintió con una sonrisa. —Llámame si necesitas algo. En serio.

—Lo he hecho, ¿no?

Riendo, Jason subió a su sedán, y me volví, caminando hacia mi pobre auto.


Feliz de verlo de nuevo con ventanas, abrí la puerta y entré. La frialdad de los
asientos se filtró a través de los pantalones vaqueros, y el aire tenía un cierto olor
químico, algo que vagamente me recordaba a un auto nuevo.

El viaje de vuelta a la posada fue sin incidentes y me pareció increíble estar


detrás del volante de mi propio vehículo de nuevo.

Y no estaba aparcándolo afuera.

Cuando volví a la posada, vi un camión de la UPS estacionado al frente.


Dejando el auto inactivo fuera de la cochera, salté y me dirigí hacia el frente,
abriendo las grandes puertas parecidas a un granero. Se abrieron, dolorosamente
pulgada por pulgada.

Haciendo una nota mental para obtener una cotización en sustitución de estas
cosas con un abridor automático de la puerta de garaje, sabiendo que
probablemente sería rechazado por la sociedad histórica, subí de nuevo al auto y lo
dirigí al lado de la camioneta de mamá.

Una vez estacionado, apagué el auto y palmeé el volante antes de agarrar mi


bolso y salir de nuevo. Cerré la puerta del auto, apreté el botón de bloqueo del
llavero mientras me volvía y miraba. Tomando una respiración rápida, vi a alguien
parado a la entrada de la cochera, el sol brillante bloqueando sus rasgos y
convirtiéndolos en una sombra alta y amplia.

Los vellos a lo largo de mi cuello se elevaron cuando retrocedí un paso, la


sorpresa parpadeando a través de mi sistema y rápidamente dando paso al miedo
que sentía como una niebla en mis venas.

Apreté las llaves, mi boca y garganta seca. —¿Hola?

La forma, un hombre, se adelantó, saliendo del brillo del frío sol de enero y
entrando en el garaje tenuemente iluminado. El malestar se multiplicó y se
extendió, clavando mis pies a donde estaba cuando vi quién era.

El Entrenador Currie se paró frente a mí. —Necesito hablar contigo.


Traducido por Anna

El instituto emergió a la vida. Mi corazón saltó en mi pecho mientras que


rápidamente me di cuenta de varias cosas a la vez. Si el entrenador Currie estaba
aquí, entonces podría saber que lo que le dije al investigador, y eso no sería bueno.
También me di cuenta en ese momento que estábamos solos, muy solos, en una
casa para carruajes, y no importaba cuales fueran sus intenciones o cuan
profundamente él estaba involucrado, yo no podía estar allí con él.

Mi mirada se precipitó detrás de él. —Lo siento, pero necesi…

—No quise derribarte por las escaleras. Eso fue un accidente —dijo, dando un
paso al frente—. No quería hacer eso. Tienes que creerlo.

—Bien —dije, la decisión de estar de acuerdo con él en este momento era la


mejor práctica posible—. Te creo, pero no puedo hablar en este momento. Tengo
que irme. Tal vez podamos sentarnos en algún momento…

—Me hubiera quedado y ayudado, pero enloquecí. —Afuera, un camión se


encendió, rugiendo audiblemente—. Pero no lo hice apropósito. Lo juro.

—Está bien. Estoy bien. —Obligué a mi voz a permanecer nivelada mientras


cambiaba mi peso de un pie al otro. Estaba atrapada entre los dos autos, solo capaz
de retroceder, más allá de las puertas, y él estaba muy cerca, demasiado cerca—.
Pero realmente no puedo hablar….

Currie se tambaleó hacia adelante, agarrando mis brazos antes de que pudiera
retroceder. Jadeé cuando sus dedos cavaron. —Esto no puede esperar.

Mi corazón terminó en mi garganta. El miedo se elevó cuando mi bolso se


deslizó y golpeó el suelo. —Por favor déjame ir.

—No tuve nada que ver con lo que le pasó a Ángela. Dios, nunca haría algo
como eso. —Sus ojos marrones se ensancharon—. Estábamos tonteando por allí y
dejé una de mis chaquetas en su casa. No quería perderla. Mi esposa me dejaría y
eso estaría esparcido por toda esta maldita ciudad. Sabía que ella dejaba una llave
aquí en caso de quedarse afuera. Pensé que podría agarrarla y salir sin ser visto. Ese
es el por qué usé el túnel…
—Tienes que dejarme ir. —Traté de liberarme, pero sus manos se apretaron.
Un centenar de imágenes diferentes parpadearon frente a mí, casi todos ellos me
involucraban a mí pateándolo entre las piernas—. Tienes que dejarme ir.

—Pero no tuve nada que ver con lo que le pasó a ella o… —El cuerpo del
entrenador Currie se sacudió hacia adelante mientras sus manos se alejaban. Salté a
un lado, lanzándome dentro de la camioneta de mamá mientras los ojos de Currie
rodaron hacia atrás. Él cayó hacia adelante, estampándose en el suelo.

Mi cabeza se sacudió hacia arriba, y vi a Jason de pie entre mi auto y el de mi


mamá. Estaba sosteniendo una llave inglesa. Con los ojos ensanchados miró a
Currie.

—Acababa de recordar que dejé mis guantes aquí ayer, detrás del escritorio.
Estaba regresando para conseguirlos cuando vi la puerta abierta.

Casi me reí de alivio. —Oh mi Dios.

—¿Fue él? ¿Fue el responsable de todo esto?

—Yo…yo no lo sé —susurré.

—¿Estás bien? —preguntó, dando un paso alrededor del cuerpo boca abajo del
entrenador—. Te escuché diciéndole que te dejara ir, y yo… solo reaccioné.
Levanté la llave que estaba en un estante y no lo pensé.

—Estoy bien. —Extendí la mano, poniéndola en su brazo mientras miraba


hacia el entrenador—. Creo que tenemos que llamar a la policía.

Jason levantó la llave inglesa y tragó con fuerza. —Y tal vez una ambulancia.

***

—Hiciste lo correcto —Derek estaba de pie junto a Tyron, dentro de la gran


sala de estar. Afortunadamente nuestros huéspedes estaban fuera, y esperaba que la
policía se fuera antes de que ellos regresaran.

Jason tenía los lentes en las manos y estaba jugueteando con los brazos
mientras se sentaba en una de las sillas. —¿Él va… va a estar bien?

—Los paramédicos dijeron que debería estar bien. —Tyron cruzó sus brazos—.
No estás en ningún problema.

Fue un alivio escucharlo.


—Voy a ir al hospital. —Derek se giró hacia el detective—. ¿Vienes?

—En un rato.

Derek se despidió y se fue, probablemente cansado de aparecer aquí. Cambié


mi atención al detective. Ya le había dado mi declaración, y la ambulancia se llevó
al entrenador Currie.

—¿Alguno de ustedes tiene alguna pregunta antes de que me vaya al hospital?


—preguntó Tyron.

Mamá se puso de pie detrás de la silla en la que yo estaba sentada, su mano


descansando en mi hombro. —¿Él fue responsable por lo que ha estado pasando?

—No lo sabemos aún, señora Keeton —respondió—. Pero espero que


encontremos algo una vez que él despierte.

Miré las llamas repiqueteando detrás del cristal. Una gran parte de mí no creía
que él fuera el que mató a Ángela y me enviara su dedo cortado, a menos que lo
que dijo afuera no fuera más que una completa mentira. Supuse que era verosímil,
pero, ¿por qué mentir sobre eso?

—Tuvo que haber sido él —dijo Jason—. Estaba sujetando a Sasha y admitió
tontear con Ángela. Tal vez hizo toda la cosa del dedo para deshacerse de la gente.

Esa era una teoría decente.

Mamá murmuró en voz baja mientras se alejaba de mi silla y se sentó más


cerca de la chimenea. —¿Piensa que eso es posible, Detective Conrad?

—Todo es posible. —Su teléfono sonó desde el bolsillo de su chaqueta y lo


sacó, mirándolo—. Tengo que irme. ¿Algo más?

Negué con la cabeza.

—Sera mejor que llames a Cole antes de que lo averigüe —dijo él a medida que
se alejaba.

Suspiré. —¡Estaba planeando hacerlo!

Jason se deslizó hacia adelante en la silla. —Bueno… hoy no ha ido como se


planeó.

—No creo que ningún día haya ido como se planeó recientemente —dijo
mamá.
Me reí secamente mientras me hundía en la silla. —Esa es la cosa más cierta
que se haya dicho.

Él sonrió con ironía. —Será mejor que me vaya.

Empujándome, me puse de pie. —Gracias nuevamente por todo.

—Deja de agradecerme. Voy a tener un complejo. —Me permitió abrazarlo a


pesar de que fue tan incómodo como siempre cuando me palmeaba la espalda—.
Mantenerte fuera de problemas, ¿bien? Al menos por el resto del día.

—Lo intentaré —le prometí, luego dije adiós. Él hizo un gesto de despedida
con la mano hacia mi madre y luego se fue.

—¿Ángela estaba durmiendo con Donnie Currie? —Mamá negó con la cabeza
mientras levantaba la mirada al cielo—. No lo creo. Ella estaba tan enamorada de
Ethan.

Recordaba la primera vez que le hablé a Ángela, todo sobre lo que hablaba era
de Ethan. —Supongo que realmente no conoces a nadie.

Mamá suspiró. —Las personas solo muestran lo que quieren ser visto, pero
algo sobre lo que ese hombre estaba diciéndote es sospechoso. De cualquier modo,
será mejor que llames a Cole —dijo mamá, y la miré. Ella puso su mano sobre el
esternón—. No quieres que él se preocupe.

—¿Mamá? —La preocupación floreció y no por Cole—. ¿Te sientes bien?

—¿Qué? Oh —dijo, bajando la mirada a sí misma. Dejó caer su mano—. Sí.


Solo indigestión. Olvidé tomar mi pastilla para la acidez esta mañana.

Fui a su lado y me arrodillé. —¿Estás segura de que es eso? Tal vez deberías
llamar a tu doctor. Estoy segura…

—Cariño. —Se rio—. Es solo acidez. Estoy bien. No tienes que preocuparte de
mí ahora mismo.

—Pero lo hago —dije—. Han estado pasando un montón de cosas locas en un


corto periodo de tiempo. Ha sido estresante.

—Estoy bien, cariño.

La miré fijamente preguntándome si la piel que entre sus cejas había estado
arrugada desde antes, y si solo no lo noté. —Yo… no sé qué haría si algo… —Ni
siquiera me obligué a terminar la frase.
Sonriéndome, ella se inclinó hacia delante y palmeó mi rodilla. —No voy a ir a
ningún lado por un largo, largo tiempo. Estas atascada conmigo.

Esperaba; no, rezaba por que ese fuera el caso.

—Mejor llama a Cole —dijo, agarrando los brazos de la silla. Me puse de pie,
cediéndole su espacio mientras ella se levantaba—. Y esperemos que lo que pasó
hoy sea… el final. Me siento terrible diciendo eso, pero si era él, entonces se acabó.

Mamá besó mi mejilla cuando pasó a un lado, y me giré por la cintura,


mirándola ir hacia la cocina. ¿Se acabó? ¿Había sido el entrenador Currie, el
hombre por el que Miranda y yo babeábamos cuando estábamos en la secundaria?
¿El hombre que aparentemente estaba durmiendo con Ángela, quien todos
creíamos que estaba locamente enamorada de su novio Ethan, esperando por un
compromiso? Mamá tenía razón. Algo no cuadraba, no creía que tuviéramos toda
la historia, y no creí que esto haya terminado.

***

Informar a Cole vía telefónica no acabó exactamente bien. Se molestó porque


no estuvo aquí, como si fuera mi guardaespaldas personal y hubiera fallado de
alguna manera. Luego estuvo aliviado de saber que Jason estuvo aquí, y la llamada
terminó con él diciendo que una vez que lograra salir de la oficina, iba a volver
directamente aquí.

Después de eso, me encargué de un problema de limpieza menor. Mas toallas


eran necesarias en una de las suites, y una vez que acabé, estaba planeando pasar el
resto de la tarde terminando la contabilidad. Era posiblemente la única cosa que
requería mi cien por ciento de atención, y realmente necesitaba eso ahora.

Volví a bajar por la escalera principal, y cuando llegué al descanso principal,


maldije en voz baja. Hoy solo… apestaba.

Apoyado contra el escritorio estaba el reportero llamado Striker. Su cabello


castaño estaba desordenado, pero llevaba la misma ropa bien planchada que le vi
antes. Levantó su mirada y sonrió débilmente cuando me vio.

Apreté la barandilla. —Hoy no tengo la paciencia para esto. Tienes que irte.

Empujándose fuera del escritorio, levantó las manos. —Sé que probablemente
soy la última persona con la que quieres hablar.

—Ciertamente la última. —Estuve de acuerdo, bajando los escalones—. Y


llamaré a la policía para que te saquen. Y también llenaré un orden de restricción…
—Sé que Donnie Currie estuvo por aquí y fue llevado al hospital debido a un
pequeño trauma por contundente fuerza.

Alcanzando la parte inferior de las escaleras, resistí la urgencia de recoger el


jarrón y lanzarlo sobre su cabeza. —¿Siquiera se supone que sepas esas cosas?

Ignoró mi comentario. —Donnie Currie es un infiel con un gusto por las


jóvenes mujeres y algo así, pero no es el tipo de hombre que corte un dedo y lo
envié a la única sobreviviente conocida de una asesino serial.

Mi boca se abrió, pero no hubo palabras.

—Sí, sé todo sobre eso también.

—¿Y tendrás todo eso plasmado en la página principal? —lo desafié.

Una sonrisa irónica se formó. —Solo porque acabo de escuchar sobre eso.

Irritación pinchó en mi piel. —¿Supongo que sé cuál va a ser el titular de


mañana entonces?

—Incluso yo tengo mis límites —respondió—. Eso no es algo que


particularmente estoy dispuesto a poner en papel.

No estaba segura de si creerle o no.

—El alcalde está convencido de que Donnie Currie es el hombre muy malo que
mató a la pobre y joven Ángela Reidy, y las personas necesitan darse cuenta de que
no hay absolutamente ninguna evidencia que respalde eso.

—Si no hay evidencia entonces no importa lo que el alcalde piense o diga.

—Eso sería verdad si el poder de la opinión pública no superara el poder del


sentido común, pero si las personas supieran que probablemente tenemos a un
imitador de asesino serial en nuestras manos, estarán preparados y por lo tanto
seguros.

Casi me reí. —Oh, ¿así que sus motivos son altruistas entonces?

—No realmente —admitió con otra sonrisa.

—Esto, todo esto, te hace feliz, ¿no? —El disgusto aumentó.

Puso los ojos en blanco. —No feliz. ¿Ansioso? Sí. Es mi trabajo. Me encanta
desenterrar cosas y sacarlas de nuevo a exponerlas. Mi trabajo es reportar la verdad
y alguna veces exponerla.
—Sabes que no voy a darte información sobre el Novio. Así que, ¿por qué estás
aquí? —pregunté.

Striker se quedó en silencio por un momento. —¿No tienes miedo? —preguntó


en voz baja—. Sabes de qué tipo de horror es capaz una persona, y recibiste un
dedo cercenado un el correo. Quien sea que esté detrás esto sabe que estas aquí. Ese
dedo es un mensaje de algún tipo.

Mis ojos se entrecerraron. —Sí. Estoy aterrada. ¿Quién no lo estaría? Pero, eso
no tiene nada que ver contigo.

—Mira, sé que comenzamos con el pie equivocado, pero no estoy aquí para
hacer de lo que te pasó una historia. Ese no es el por qué vine aquí en primer lugar.
Estoy esperando que puedas responder una pregunta para mí.

No dije nada, en parte porque no le creía y también estaba curiosa que cual
sería su única pregunta.

—¿Podemos sentarnos? —Hizo un gesto hacia las sillas en el área del salón.

Mis ojos se estrecharon pero asentí. Caminando hacia ellas, me senté y él hizo
lo mismo. Se movió a un lado y alcanzó su bolsillo, sacando una pequeña
grabadora. Me tensé.

—No está encendida. Quería mostrarte eso. —También sacó su teléfono y


mostro la pantalla de inicio—. No tengo esto grabando tampoco. Esta conversación
es extraoficial.

Sonreí. —¿Realmente se supone que crea eso?

—No puedo hacer que me creas, y aunque creo que la gente quiere escuchar tu
historia de sobreviviente, no estoy aquí para informar eso. —Striker se inclinó hacia
adelante, apoyando los codos en sus rodillas—. Yo acababa de salir de la escuela de
periodismo cuando el Novio llegó a esta ciudad. No cubrí la historia. Fue para uno
de los reporteros más veteranos, pero lo seguí de cerca. Incluso después de que tu
escapaste y él estuvo muerto, leí todo lo que pude sobre ello. Podrías decir que me
volví un experto en él y otros asesinos seriales.

Mi labio superior se curvó. —Eso deber ser algo de lo que estar orgulloso.

Él sonrió. —Hay algo… fascinante sobre una persona que entiende lo bueno y
lo malo, pero que no opera sobre ninguna norma social y tiene su propia burbuja
moral.

—Más bien terrorífico —corregí.


—Eso también. —Su cabeza se inclinó hacia la izquierda—. De todos modos,
he leído todo lo hay sobre Vernon Joan. Sé lo que le hizo a las otras víctimas. Sé lo
que estaba planeando hacerte cuando te saco de la casa. Sé todo excepto una cosa.
Ese es el por qué estoy aquí.

Tomé una respiración incluso más profunda mientras una idea se formaba. —
Voy a considerar responder a tu pregunta si respondes una mía.

Striker se tensó. —¿Qué quieres saber?

—Pareces saber un poco sobre todos —dije, eligiendo mis palabras


sabiamente—. ¿Cuán bien conoces al alcalde?

El interés destelló en sus ojos. —Probablemente más que el ciudadano


promedio. ¿Por qué?

Esto pudiera ser un gran error. Mañana en la mañana él podría escribir una
historia donde yo sospechaba del alcalde, pero estaba dispuesta a tomar el riesgo.
—El alcalde ha estado realmente preocupado de que… hable con alguien como tú y
traiga a colación todo lo que pasó.

—¿Y te estás preguntando el por qué estaría tan hostil por algo así? —preguntó.

Asentí. —Obviamente, él no es el tipo de persona que cree que cualquier prensa


es buena prensa.

—Oh, él es ese tipo persona. Excepto cuando la mala prensa tiene que ver con
él.

Mis cejas se juntaron. —¿Qué significa eso exactamente?

Me estudió un momento. —¿No lo sabes?

—Saber ¿Qué?

—Uh. Bueno, supongo que un montón de personas no escucharon sobre ello.


Después de todo, las personas con dinero tienen una manera de asegurarse de que
las cosas no sean ampliamente conocidas.

—Voy a necesitar un poco más de detalle —dije.

Un lado de sus labios se elevó. —El alcalde Mark Hughes es el nieto de Bobby
Hughes, quien vendió un montón de acres a desarrolladores en los ochentas.
Hicieron a su familia muy, muy rica. Ahora, el hijo de Bobby, Robert Junior, es el
padre de Mark. Junior poseía un montón de negocios en el centro. El resto de los
negocios fueron vendidos antes de que Junior muriera. Mark se encargó de uno de
ellos, una ferretería.

—Sé sobre la ferretería.

—Pero apuesto que no sabías que Bobby tenía una hermana llamada Cora,
quien tuvo un bebé fuera del matrimonio. Eso fue un gran no-no en el día. Cora
tuvo una hija que se casó con un hombre que solía trabajar en la planta de maíz. Su
nombre era Victor Joan.

Me quedé inmóvil.

—Y puedo decir por la mirada en tu rostro que acabas de conectar los puntos.
Victor Joan fue el padre de solo un hijo. Vernon Joan.

—Oh mi Dios —susurré—. El alcalde estaba emparentado con el Novio.

—Sí. —Se rio en voz baja—. Ese es el sucio secreto de la familia. Se dio a
conocer brevemente en las secuelas del Novio, pero fue prácticamente barrido bajo
la alfombra.

—Santa mierda. —Aturdida, sacudí mi cabeza—. ¿Cómo eso no ha estado


rodando por todo el lugar?

—Como dije, la gente con dinero tiene mucha palanca. El alcalde Hughes
probablemente está preocupado de que alguien que valore su trabajo un poco
menos que yo, desentierre eso si tu comienzas a dar entrevistas sobre el Novio. —
Un tipo de diversión malvada llenó sus ojos—. ¿Segura que no quieres darme una
entrevista?

Lo miré fijamente, negué con la cabeza.

—Ahora es mi turno.

No estaba segura de que pudiera concentrarme en lo quesea que estuviera a


punto de decir después de que una bomba como esa cayera, pero asentí.

—Siempre hubo algo que no tenía sentido… algo que los investigadores con el
FBI realmente nunca abordaron. —Presionó sus manos juntas—. En realidad es
algo que dijiste entonces.

Agarré los brazos de la silla. —¿Qué?

—En los reportes, dijiste que a veces el Novio era casi amable y otras veces era
extremadamente violento. Que tenía severos oscilantes cambios de humor.
Mi estómago se retorció a medida que los pensamientos del alcalde se
marchaban. —¿Si acaso quiero saber cómo leíste algo de eso?

Striker no dijo nada.

—El Novio era un sociópata. Por supuesto que tenía cambios de humor.

Él se deslizó hacia delante. —Pero la forma en que se leyó en el reporte, le


dijiste al agente que fue como si estuvieras tratando con dos personas. El Novio,
quien era enfermo y retorcido, pero también amable, y su otro lado que era más que
cruel y violento.

Acido de elevó. —Sí, dije eso.

—¿Irías tan lejos como para decir, que un lado de él era paciente y el otro no?
—preguntó en voz baja.

Sintiéndome enferma, asentí.

—¿Es posible… que hubieran dos de ellos? —preguntó Striker.

Al principio, todo lo que pude hacer fue verlo fijamente. Lo que estaba
sugiriendo era absolutamente demente.

—Te mantuvo en la oscuridad, ¿no? Asegurándose que nunca vieras su rostro.


¿Es correcto?

—Sí, pero… —Pero me fui apagando a medida que pensaba sobre ello,
realmente consideré lo que Striker estaba sugiriendo. Un entumecimiento se vertió
en mi pecho—. ¿Estás diciendo que crees que el Novio era en realidad dos personas
y no una?

—No es imposible. Ha habido casos donde más de un asesino serial trabajaban


juntos. Ni siquiera es raro —explicó—. Así que mi pregunta es, crees que sea
posible que hubieran dos…

—¿Y que el otro está de vuelta, atacando más mujeres?

—Si ese es el caso, entonces sabes que él tiene a otra mujer.

Cerrando mis ojos con fuerza, odiaba que él digiera lo que yo ya creía. —Un
imitador seguiría…

—Sí, un imitador seguiría la misma patología. Concuerdo —dijo—. ¿Puedes


responder la pregunta?
Estaba segura si podía. Abrí los ojos, pero no vi al periodista. Todo lo que vi
fue las sombras de la habitación en que me mantuvieron. Todo lo que podía oír era
su voz y el pesado deslizamiento de su mano.

Algunas veces el Novio fue hablador, pero cuando estaba molesto, cuando
usaba sus puños y pies, nunca habló. En retrospectiva, lo noté, el Novio nunca
habló cuando estaba enojado. No hasta el último día, cuando me llevo al exterior,
cuando gritó y luego trató de matarme.

Exhalado ruidosamente, encontré la mirada de Striker. —¿Por qué quieres


saber lo que pienso de esto?

—Curiosidad —respondió—. Es algo que me ha atormentado por diez años.


Voy a ser honesto contigo. Vernon Joan no era extraordinariamente brillante.
Nunca creí que él pudiera llevar a cabo todo por si solo por tanto tiempo sin ser
atrapado.

No podía creer lo que estaba sugiriendo, pero tan horripilante y… y tan


repugnante como era considerar que había dos hombres y no uno, no era imposible.

—Y es más que eso —continuó Striker—. Porque si había otro trabajando con
Vernon Joan, él escapó. No solo eso, hay una buena posibilidad de que esté
estuviera aquí todo este tiempo, viviendo entre las familias de las víctimas. Nadie se
tomaría mi teoría en serio. No hasta ahora. ¿Crees que es posible?

La bilis estaba asentándose en la base de mi garganta. —Es… es posible.

Los hombros de Striker se elevaron con una profunda respiración, y la mirada


que se asentó sobre su rostro fue equivalente a que le dijeran que ganó la lotería.

Desde la mesa, su teléfono sonó, sobresaltándome. —Un segundo —dijo, y


luego respondió el teléfono mientras yo me sentaba allí.

El alcalde estaba emparentado con el Novio. Recordaba una vez haber


escuchado que el nivel de locura psicópata podría correr en la familia.

Santa mierda.

—Maldición. —La emoción brillaba en los ojos de Striker mientras se elevaba,


levantado la grabadora y metiéndola en su bolsillo—. ¿En serio? —Hubo una pausa
mientras colocaba un puño en su cadera—. Sí. Sí. Estaré allí. —Striker colgó
rápidamente, su mirada encontró la mía—. Está pasando de nuevo.

Sentí la silla deslizarse más allá de mí. —Ha tomado a alguien más, ¿no?
Striker asintió mientras se levantaba. —Liz Chapman, una mesera justo al final
bajando por la calle, acaban de reportarla como perdida. Su madre no la ha visto
desde el domingo en la noche.
Traducido por Carilo

La foto de Liz Chapman, de veintitrés años, estaba en el medio. Su foto estaba


flanqueada por dos imágenes más pequeñas de Tania Banks, la enfermera de
Frederick, y Ángela Reidy.

Era difícil mirarlas.

También era difícil no ver las extrañas similitudes entre las mujeres. Todas
tenían veintitantos años. Todas eran bonitas en un tipo común, de chica-de-al lado.
Todas eran una versión de rubia.

Y todas ellas se parecían a mí.

Al igual que me parecía débilmente a las víctimas del novio hace diez años.

Lo más horrible, y muy probablemente por qué Miranda estaba bebiendo vino
como el agua, era el hecho de que la conocíamos brevemente.

Ella fue la camarera en el asador al que fuimos.

Cuando vi una foto de ella más temprano en el día, inmediatamente llamé a


Tyron y le dije que la reconocía. Diez minutos después de que me colgué el
teléfono con él, el agente Myers llamó.

Era tan amable como lo fue la primera vez que lo conocí, pero le dije lo que le
dije a Tyron. Liz fue mi camarera en el asador, y aunque nadie lo dijo en voz alta,
yo sabía. Ellos sabían.

Era otra conexión.

—Creo que necesito una botella de vino —dijo Miranda, mirando su vaso—.
¿Tu mamá solo trajo una botella?

Sonreí débilmente. —Solo una.

—Estoy a punto de arrasarla y arrepentirme por la mañana —respondió, y


luego derribó el contenido antes de levantarse.

Jason alzó las cejas. —Bonito.


Estábamos sentados en mi apartamento. Cole estaba a mi lado en el sofá, con
un brazo alrededor de mis hombros y una pierna apoyada en la mesa de centro.
Estaba metida en su lado, y Miranda estaba sentada en mi otro lado. Ahora estaba
en el mostrador, sirviéndose otra copa de vino.

El mío estaba en la mesa de café, precariamente cerca del pie de Cole,


prácticamente intacta.

Jason trajo la silla de mi pequeña cocina y la puso al otro lado de la mesa.


Todos cenamos juntos en la cocina mientras intentaba no mirar a Jason para ver
cómo actuaba alrededor de Miranda, y luego mamá se retiró a su apartamento, y al
principio, cuando nos sentamos alrededor de la televisión, todos fingimos que esto
era un martes normal. Eso duró unos cinco segundos.

—Esto es absolutamente insano. —Miranda se quedó junto a Jason, su vaso de


vino lleno una vez más—. Están diciendo que tenemos un imitador.

Ya no estaba muy segura de eso.

Miranda me miró. Abrió la boca para decir algo, pareció cambiar de opinión y
luego tomó un trago.

Yo no había tenido oportunidad de contarles a ninguno de ellos lo que aprendí


hoy, y pensé que ahora era un buen momento. —Striker se detuvo.

Ella bajó la copa de vino.

Cole se inclinó hacia un lado, y sin siquiera mirarlo, pude sentir su mirada. —
Es el periodista —le expliqué.

—Sí, sé quién es. —La ira aumentó su tono—. Deberías haber dicho algo antes.
No lo quiero...

—Él no estaba tratando de obtener una historia. En realidad no —dije, y


levanté la mano cuando Miranda volvió a abrir la boca—. Solo estaba haciendo
preguntas. No le dije nada, pero él dijo algo que fue muy interesante.

—¿Qué? —preguntó Jason, inclinándose hacia delante.

—Ustedes saben cómo el alcalde no ha estado contento de que yo esté aquí, y


pensé ¿Si tenía que ver con algo más que la posibilidad de que yo diera una
entrevista? —Crucé las piernas—. Así que le pregunté a Striker si sabía por qué el
alcalde estaría tan descontento con eso.

Miranda sorbió su vino. —¿Porque es un enorme cara de idiota?


Sonreí. —Él estaba relacionado con el Novio.

—¿Qué? —Jason se recostó hacia atrás, con los ojos muy abiertos.

—¿En serio? —Cole, con las cejas fruncidas.

Asentí. —Al parecer, el alcalde proviene de una familia muy rica...

—Sé eso. —Miranda frunció el ceño—. Todos saben eso.

Le lancé una mirada. —El Novio era el hijo de la hermana de su abuelo o algo
así.

—Me sorprende que no saliera y volara como una gasolinera en una película de
acción —dijo Cole.

Miranda resopló y se echó a reír.

—No lo hizo porque supongo que el alcalde usó su riqueza para mantener esa
calma —le expliqué—. De todos modos, creo que es por eso que él está preocupado
por mí hablando de lo que pasó. Que las personas empiecen a hacer preguntas de
nuevo y es algo que no quiere criar.

—Entonces tal vez él tenga algo que ver con lo que ha estado sucediendo. —
Jason se llevó las gafas a la cabeza y se le clavaron mechones de pelo castaño—.
Con tu auto, con el de tu madre.

—¿Y mató a dos mujeres? —Miranda se apoyó en la isla de la cocina. O


posiblemente se tambaleó contra ella. La botella parecía terriblemente vacía en el
mostrador—. Porque eso no va a traer atención indeseada a ti mismo.

—Oye —dijo, levantando las manos—. Nadie dijo que los asesinos y los
mentirosos eran inteligentes.

—Él tiene un buen punto allí —dije, doblando mis manos en mi regazo—. Pero
también realmente no tendría sentido.

—Bueno, alguien está haciendo lo que hizo el Novio. —Jason tiró un brazo por
el respaldo de su silla.

—No es lo mismo que el Novio —dije, mirando hacia la pantalla—. Los


periodistas se habían trasladado al clima.

Cole me puso la mano en la rodilla y la apretó con tranquilidad.


Después de que Striker se fuera, pasé la mayor parte del día pensando en lo que
dijo y lo que sabía sobre el Novio. Lo que estaba sucediendo ahora era similar pero
no. —El Novio mantuvo a sus víctimas durante días e incluso semanas en algunos
casos. Ángela desapareció el miércoles por la noche, tal vez. Jueves por la tarde.
Estaba muerta para el lunes, tal vez incluso antes. El Novio no perdió interés... O la
paciencia así de rápido. Quienquiera que sea, no tiene paciencia.

—O el control. —Cole se recostó contra el cojín—. Para mantener a alguien


tanto tiempo como el Novio lo hizo, tendría que tener mucho control.

—Y ser un monstruo total —murmuró Miranda en voz baja mientras


terminaba su copa de vino en un tiempo récord.

Miré a Cole, deseando compartir mi sospecha, pero desconfiado de hacerlo,


porque... decirlo en voz alta lo hacía mucho más real. Decirlo en voz alta también
sonaba un poco loco.

Se inclinó, cruzando la pequeña distancia entre nosotros y rozando sus labios


sobre los míos. —¿Todavía estás aquí?

Parpadeando, no me di cuenta de cuánto tiempo había permanecido allí


mirándolo fijamente. —Sí.

—Ustedes son tan lindos que me hace querer exprimirlos a ambos a la muerte.
—Miranda suspiró—. También me hace querer tener un novio con el que pueda ser
todo lindo.

Ruborizándome, la miré. Se sentó al lado de Jason. —¿Quieres conectar?

Me ahogué en el aire.

—Esto se acaba de volver interesante — murmuró Cole en voz baja.

Jason se dio la vuelta en la silla tan rápido que pensé que podría romperse el
cuello. —¿Qué?

Miranda soltó una carcajada mientras cruzaba los brazos sobre sus hombros. —
Solo bromeo. Dios mío. Sé que te estás reservando en caso de que tu esposa vuelva.
—Levantó la mano y le acarició la mejilla—. Además, me gustan mis hombres un
poco más oscuros de la piel. —Pausando, levantó su mirada a Cole—. Lo que me
lleva al detective Conrad. ¿Está soltero?

Cole sonrió. —Creo que lo está.


—Deberías presentarnos —dijo, enderezándose—. En realidad, deberías
llamarlo ahora mismo. Te daré…

—Y creo que es hora de que te vayas a casa —anunció Jason.

Miranda hizo una mueca. —No eres divertido, pero tienes razón. —Ella se
sacudió alrededor de Jason y se agachó, juntando mis mejillas—. No me gusta esto
en absoluto —susurró.

—A mí tampoco —susurré de vuelta.

Su labio inferior tembló. —Todavía me alegra que hayas venido a casa.

—A mí también.

Me miró un momento y luego me palmeó la mejilla. —Puede que esté un poco


borracha.

—¿Estas conduciendo? —pregunté, frunciendo el ceño hacia Miranda.

Jason se rio. —No. La he traje aquí.

Ella puso los ojos en blanco y luego se apartó, arrebatando su chaqueta. —Él
suena muy feliz por eso.

Él la ignoró mientras se ponía los guantes. —Me aseguraré de que llegue a


casa.

—Gracias —dije—. Los quiero muchachos.

—Te quiero más —replicó Miranda.

Cole los acompañó y una vez que volvió, cerró la puerta detrás de él y regresó a
mí. Se sentó en el borde del sofá, su cuerpo giró hacia el mío. —¿Striker en serio no
estaba aquí para hacer una historia?

Exhalando suavemente, incliné la cabeza hacia atrás contra el cojín. —Sí. No


quería hacer una historia, Cole. Quería hacerme una pregunta.

Sus ojos brillaron. —Los periodistas mienten, Sasha. Dirán algo para obtener
información de alguien.

—Ese podría ser el caso, pero maldita sea, tenía un punto, Cole. Realmente lo
hizo.

Me estudió un momento. —¿Que dijo?


—Striker está un poco obsesionado con el... el Novio. O tal vez asesinos en
serie en general, y además de ser increíblemente espeluznante, recogió algo que yo
dije a los agentes mientras estuve en el hospital. —Me pasé las manos a lo largo de
mis muslos—. Creo que incluso te lo dije. Que a veces parecía que el Novio era dos
personas diferentes. —Mi mirada se desplazó a Cole—. No sé mucho de quién era
él. Evitaba aprender algo, pero Striker no lo hizo y me dijo que siempre creyó que el
Novio no llevó a cabo esto solo.

Él frunció las cejas juntas. —Nada de eso significa que en realidad había dos
trabajando juntos.

—Pero tiene algo sentido. Había veces en que era como si estuviera tratando
con dos personas separadas —le dije—. Y nunca lo vi mientras estuve retenida. Ni
una sola vez, y cuando estaba enojado, no hablaba. Así que, digamos que hay dos
de ellos. El Novio que yo conocía era más paciente y el otro más violento. Eso
explicaría por qué las víctimas esta vez no duran mucho.

—Sasha.

—Es posible —insistí.

Desvió la vista, con un músculo flexionando en su mandíbula. —Sé que no es


imposible, pero tampoco es muy probable.

—Es casi tan probable como que haya otro asesino en serie copiando, ¿no? —le
respondí, sentándome y arrebatándome la copa de vino de la mesa.

—Pero habría habido evidencia de otra persona. No importa cuán cuidadoso es


alguien, siempre dejan rastros de evidencia detrás. Cabello. Células de piel. Huellas
dactilares —explicó—. Tenía que haber habido algo.

Pensé que mientras tomaba un sorbo mucho más pequeño de vino. —¿Qué tan
arduo buscaron pruebas adicionales?

Él abrió la boca.

—¿Hay evidencia de que haya otra persona? Nunca sospecharon eso y yo...
nunca les di ninguna prueba concreta que lo sugiriera seriamente. —Sus ojos
volvieron a los míos—. Y pensaron que lo atraparon. ¿Qué crees que hicieron?

Levantó la mano, se pasó los dedos por el cabello y luego se sujetó la parte
posterior de su cuello. —Yo no era parte de esa investigación. Debido a nuestra
relación, yo estaba fuera.

Eché un vistazo a mi vino.


—Probablemente embolsaron todo lo que pudieron y luego lo archivaron
después de examinarlo —dijo—. Habrían buscado huellas dactilares, pero nada es
cien por ciento. Probablemente estaban buscando impresiones para igualar a las
víctimas, pero creo que descubrieron algo.

—Nada de eso significa que es imposible.

Cole estaba en silencio mientras yo tomaba un enorme trago de vino,


estremeciéndome ante la ligera amargura. —No. No es imposible.

Bajé mi copa a la mesa mientras levantaba mi mirada a la suya. —¿Y si es así?


¿Y si hubiese dos de ellos, y nunca me di cuenta de eso?

Su mirada se afiló cuando volvió a la mía. —No hagas eso.

—¿Hacer qué?

—Poner la culpa sobre ti.

—Yo…

—Sí, lo haces. Estás pensando que te perdiste algo y si lo hubieras descubierto,


habrías podido avisar a los agentes. No había nada que pudieras haber hecho,
Sasha. Y ni siquiera sabes realmente si había dos hombres. —Ahuecó la mano
alrededor de mi cuello y forzó mi mirada hacia él—. No ponga esa clase de culpa
en ti.

Mordiéndome el labio, asentí con la cabeza lo mejor que pude con su mano en
mi cuello.

—Estoy hablando en serio, nena. Sé lo que hace ese tipo de culpa. Jodidamente
te come vivo —dijo en voz baja—. No tienes ni idea de cuántas veces me quedo
despierto por la noche preguntándome qué pasaría si te hubiera acompañado al
auto...

—No. Hablamos de eso. —Puse mis manos en su pecho—. No había nada que
tu... —Apagándome, suspiré pesadamente—. Veo lo que hiciste allí. No puedes
culparte a ti mismo. No puedo culparme.

Sus ojos se suavizaron. —No, no puedes.

—Tampoco tú —susurré.

Él trajo su frente a la mía. —Eso siempre será un trabajo en progreso no


importa qué.
Cerré los ojos. —Odio oír eso.

—Odio saber que tienes que pasar por esta mierda de nuevo.

Colocando mi mano en su hombro, le tiré de él. Él vino, envolviendo un brazo


alrededor de mí y reuniéndome cerca. —No soy yo quien está pasando por esto de
nuevo.

—Eres todo lo que importa —respondió, sus labios rozando mi mejilla.

Giré la cabeza, incapaz de sacudir las preguntas que Striker planteó. —Si
Striker tiene razón, ya sabes lo que eso significa.

Cole no respondió, pero su brazo se tensó alrededor de mí.

—Probablemente ha estado por aquí todo este tiempo. Viviendo aquí.


Interactúa con personas y... —Algo se me ocurrió—. Pero no ha habido ningún
asesinato, ¿no? —Me aparté—. ¿Antes de que la mujer de Frederick desapareciera?

—Ha habido asesinatos, pero nada de esto. Nada sin resolver.

Me levanté, recogiendo la copa de vino. —Aquí está la cosa. Si este es un


imitador o alguien que estaba trabajando con el Novio antes, o bien no han estado
secuestrando a las mujeres durante diez años o han hecho un maldito buen trabajo
en ocultarlo hasta ahora.

—Hasta que regresaste —dijo, volviendo al borde del sofá—. Así que esta
persona sabía que regresarías o que el secuestro de Frederick es una coincidencia.

—De cualquier manera, dudo que alguien solo aparezca y decida copiar a un
asesino en serie, ¿verdad?

—No creo que haya un libro de jugadas sobre eso, pero puedo revisar el NCIC,
es una base de datos que rastrea crímenes —explicó—. Ver si ha habido asesinatos
o secuestros sospechosos que se han reportado en el área tri-estatal.

Colocando la copa de vino en el mostrador, me quedé allí, corriendo las palmas


sobre el borde del mostrador. Que me dijeran que no debía sentirme culpable era
totalmente diferente a sentirme de esa manera. La verdad era que mi regreso había
tropezado con algo. O encendió a un alborotado asesino o lo expuso.

—Quiero hacer algo por ti —dijo Cole, y cuando lo miré, estaba junto a la
mesa de café—. ¿Qué te parece si te quedas conmigo un par de días?

Yo lo enfrenté. —Cole…
—Sé que es difícil con la posada, pero me sentiría mejor si estuvieras en mi
casa. No hay un centenar de puntos de entrada diferentes, la posibilidad de que
alguien pueda colarse allí durante el día y esperar hasta que todos estén dormidos.
No tengo que preocuparme de que alguien pierda una llave y que este hijo de puta
lo recoja y entre aquí —dijo, y me estremecí—. Tampoco tengo que preocuparme
de que algún imbécil se aparezca y te asuste, como Currie y Striker. Estarás más
segura en mi casa.

Dios, ir a la casa de Cole y esconderme sonaba increíble. —No puedo hacer


eso. Mi mamá…

—Ella también puede venir.

Mi corazón se triplicó de tamaño cuando me acerqué a él. —Eso es muy


amable de tu parte, pero tenemos huéspedes que de alguna manera no se han dado
cuenta de lo que ha estado sucediendo. No podemos pedirles que se vayan. No es
como si estuviéramos haciendo un montón de dinero, y no podemos arriesgarnos a
malos comentarios. Los lugares de alojamiento y desayuno viven y mueren de boca
en boca.

No parecía contento con mi respuesta. —¿Qué tan lejos has reservado?

Apoyé mis manos en los costados. —No tenemos un descanso pronto. Lo


siento. Aprecio lo que estás ofreciendo. Creo que eres maravilloso por ello, pero no
puedo.

Sus hombros se elevaron con un suspiro pesado. —No pensé que ibas a ir por
ello. Pero voy a ser honesto contigo, si algo más sucede, te voy a tirar por encima
del hombro y sacarte tu trasero de aquí.

A pesar de todo, sonreí. —Me acabo de imaginar eso, y hay algo extrañamente
caliente en ello.

—Bueno, la imagen me involucra, así que...

Me reí. —Definitivamente no tienes ningún problema de modestia, ¿verdad?

—Nah.

Nuestros ojos se encontraron y se sostuvieron. —Todo va a estar bien.

—Sí —murmuró él. Cole me rodeó con los brazos y me volví, presionándome.
Tenía toda su fuerza, y en sus brazos era fácil creer que todo estaría bien.

Era fácil fingir.


***

Las cosas fueron normales el miércoles. Miranda me llamó por la mañana, y


estaba un poco resentida por el dolor de cabeza. Cole estaba en el trabajo, pero mi
mente no estaba lejos de él.

Anoche dormimos. Sus brazos envueltos alrededor de mí, una pierna arrojada
sobre la mía, y me quedé dormida hasta que me despertó en la forma en que estaba
creciendo increíblemente acostumbrado, su mano y luego su boca entre mis muslos.
Me sacó de esa manera, y luego lo dejé en la ducha.

La cosa de la ducha fue la primera vez para mí.

Nunca me duché con un hombre antes, y seguro que nunca me había puesto de
rodillas en la ducha.

Decidí que quería que cada mañana fuera así.

Bebiendo mi soda, me senté en la recepción mientras mamá comenzó a trabajar


en un almuerzo ligero. No tenía mucho de cocinera, en el momento en que traté de
ayudarla, se me echó a perder, así que volví a la interminable actualización de las
hojas de cálculo. Me imaginé que estaría terminado en algún momento en los
próximos quinientos años.

Era difícil sentarme en el escritorio cuando sabía que Cole estaba hojeando la
base de datos que mencionó. Quería estar allí, ayudando a averiguar quién estaba
haciendo esto, pero yo no era un detective. Yo no era una Nancy Drew. Había
poco que podía hacer aparte de mantenerme a salvo.

Así que mi trasero se quedó en la silla.

Miré el sonido de los escalones. La pareja Wilkins bajaba por la escalera. Se


habían registrado antes. Ambos eran del norte de Nueva York. Estaba camino a
Florida. No había manera en el mundo que podría estar en un auto para ese tipo de
viaje.

Excepto quizás con Cole.

Apuesto a que podríamos hacer eso interesante.

—Hola —dije mientras la señora Wilkins se acercaba al escritorio, su cabello


rubio fresa cayendo en rizos sobre sus hombros.

Su sonrisa era más que una mueca. —Odio ser ese huésped que
inmediatamente tiene una queja.
—No. Está bien —Le tranquilicé mientras su marido caminaba hacia las
puertas—. ¿En qué puedo ayudarte?

Ella torció un sombrero invernal color rosado en sus manos.

—Hay un olor realmente extraño en nuestra habitación. Pensamos que tal vez
era solo nuestra imaginación al principio, pero no lo es. Creo que viene de una de
las habitaciones cercanas a nosotros —dijo—. No sé lo que es, pero es bastante
rancio.

—Oh no, siento oír eso. —Me levanté del escritorio—. Lo comprobaré
inmediatamente.

—Gracias —dijo, poniéndose el gorro—. La posada es realmente encantadora,


por cierto.

—Me alegro de oírle decir eso. —Me paseé por el escritorio—. Dijo que era la
habitación siete, ¿verdad?

Ella asintió y luego se reunió con su marido en la puerta. El aire frío se


precipitó, junto con algunas ráfagas. Sonriendo a ellos, metí mis manos en los
bolsillos de mi suéter y caminé hacia la cocina. Mi estómago retumbó en el olor de
la pasta. Mamá estaba en el mostrador, cortando pimientos.

—Oye —dije, dirigiéndome hacia la habitación de atrás—. Habitación siete y


cinco no han sido reservadas, ¿verdad?

—No. —Hizo una pausa, levantando la vista—. Siete es la habitación que tenía
una fuga en el lavabo. El que Cole arregló. ¿Por qué?

—Extraño. —Abrí la puerta—. La joven pareja que reservó la habitación seis


dijo que había un mal olor que pensaba que podría venir de una de las habitaciones
cercanas.

Mamá frunció el ceño. —Eso es realmente extraño.

—Voy a comprobarlo. Cruza los dedos que no sea un ratón muerto o algo así
—le dije.

—Mejor que no lo sea.

Recogiendo las llaves de las habitaciones, me dirigí a la entrada del personal.


Mi primera parada fue la de los Wilkins. Después de entrar, dejé la puerta abierta.
Inhalé profundamente, y todo lo que olí fue un perfume de vainilla. Caminé
más allá de la cama, hasta la pared que llegaba hasta la habitación cinco, y todavía
no olía nada. Me pregunté si estaban imaginando cosas, me dirigí al lado opuesto
de la habitación y abrí la puerta del baño. Un débil olor de loción de afeitar y gel de
baño afrutado se aferraba a la habitación pequeña, pero mientras me alejaba,
comencé a oler algo bajo esos olores. Inhalé de nuevo, arrugando la nariz.

Definitivamente había un olor. No estoy segura de lo que era. ¿Me recordó algo
estropeado?

¿Por qué en el mundo ella no dijo que podía olerlo en el baño? Eso significaba
que venía de dentro de las paredes; por favor Dios, no, o era desde el cuarto de
baño en la otra habitación.

Oh no.

El lavabo.

¿Qué pasaría si el lavabo se rompió de nuevo e inundó la maldita habitación?


Por supuesto, dudé que oliera así. Me apresuré a salir de su habitación, cerrándola
con llave detrás de mí. Fui a la habitación siete y abrí la puerta. En el momento en
que la abrí, el calor se apoderó de mí junto con un olor más fuerte que no era...
agradable.

—¿Qué diablos? —murmuré, girando a la derecha. El calor de la habitación era


de hasta ochenta.

Un nudo de malestar se formó en mi estómago. Manteníamos las habitaciones


a sesenta y cinco si no estaban llenas por una tonelada de razones obvias, así que
no podía entender por qué esto estaba hasta ochenta. No había sido así cuando
estábamos en la habitación antes.

Y el olor…

Puse mi mano sobre mi boca mientras caminaba más allá dentro de la


habitación. El hedor era poderoso, y era vagamente familiar. Me acerqué al baño,
dándome cuenta de que olía a carne estropeada.

El temor creció cuando abrí la puerta del baño. El chirrido se deslizó


lentamente hacia un lado. El olor me golpeó, y cerré la boca para detener la
mordaza cuando alcancé, golpeando el interruptor de la luz. Lo encendí. Como si
estuviera aturdida, mis ojos recorrieron el suelo hasta la bañera.

El horror se apoderó de mí, alcanzando en profundidad y bloqueando mis


músculos. Había algo en la bañera. Algo gris, pálido y húmedo en el agua que
llenaba la bañera. Dedos, dedos que se conectaban a un brazo, colgaban sin vida
sobre el costado. Era el brazo y la mano izquierda. Solo había cuatro dedos.
Manchas de marrón enturbiaban la piel. Tenía el cabello flácido y rubio.

Me tambaleé hacia atrás.

—Oh Dios mío.

Una mujer muerta estaba en la bañera.


Traducido por LittleCatNorth

—Lo siento tanto —dijo mamá, por la que probablemente era la milésima vez
mientras seguía a los Wilkins y su equipaje hacia la puerta—. Si hay algo...

—Ya ha hecho suficiente —dijo el señor Wilkins—. Nos ayudaste a encontrar


un nuevo hotel. Hizo todo lo que puede.

No oí a la señora Wilkins decir una palabra, pero la vi con su esposo cuando


aparecieron por primera vez en la entrada. Su rostro fue drenado de todo color, y
sabía que ella pensaba que lo que olió en su habitación era un cadáver cerca. Eso
era bastante horrible. Verlo sería otra imagen que nunca podría borrar de mi mente.

Esa pobre mujer...

Vi su rostro.

Sus ojos habían estado abiertos, amplios y fijos. Su rostro helado en horror,
jadeando un grito silencioso.

Cerré los ojos mientras me apoyaba contra la pared justo dentro del comedor.
Podía oír a mamá en el escritorio ahora. Los Wilkins se habían ido. Ella estaba
llamando a huéspedes que aún no venían y cancelando. Traté de llamar a James
para decirle que no lo necesitábamos por el siguiente par de días, pero no
respondió. Todo lo que podía hacer era dejar un mensaje de voz.

No había otra opción. La posada era una escena de crimen. Un cuerpo aún
estaba escaleras arriba, en la tina de baño, e incluso una vez que todo se fuera, no
podríamos permitir que las personas se quedasen aquí. No cuando era obviamente
inseguro.

Tyron estaba aquí, así como los agentes de FBI. Ya les había dado mi
declaración. Cole estaba de camino de regreso desde Baltimore. Él había
mencionado algo sobre irse sin autorización, pero no recordaba los detalles.

Oí a mi mamá disculparse de nuevo.

Moviéndome hacia una de las sillas del comedor, me senté y puse mi cabeza en
mi mano. Yo debería estar allí afuera lidiando con los efectos secundarios, porque
esto, todo esto, era mi culpa.
No se podía negar.

Esta no era una fiesta de “todo es sobre mí”. Esta era la realidad. Había una
mujer muerta, una mujer quien me sirvió de cenar hace poco, escaleras arriba en
una tina de baño, golpeada y ensangrentada.

—Sasha.

Elevé la mirada ante el sonido de la voz de Tyron y bajé mi mano de la mesa.

—¿Aún estás allí? —preguntó él, acercándose lentamente. Cuando asentí, se


detuvo detrás de la silla, agarrando el respaldo de ésta—. ¿Cole está viniendo?

Asentí de nuevo.

—Los forenses están llegando —dijo él tranquilamente—. Van a retirar el


cuerpo, pero eso es lo máximo que harán. ¿De acuerdo? Me adelanté y contacté
una compañía que se especializa en riesgos biológicos. Lo más pronto que pueden
venir es mañana en la mañana. Sugiero que mantengan esa puerta cerrada hasta
que lleguen.

—De acuerdo. —Me senté hacia atrás, doblando las manos en mi regazo—.
¿Sabes... sabes si ella fue asesinada aquí?

—No parece ser de esa forma. Con la clase de heridas que ella sufrió, habría
más sangre si fue asesinada aquí. —Haciendo una pausa, se sentó en la silla—. Fue
apuñalada, Sasha.

Mordí mi labio inferior. —¿Cuánto tiempo crees que estuvo aquí?

—Lo que dejó detrás es, mayormente, fluidos por descomposición. La hora de
muerte ahora mismo tendrá que esperar a la autopsia. Con el calor aumentado en la
habitación y el cuerpo parcialmente sumergido, va a hacer difícil de determinar,
pero creemos que ella ha estado en esa tina por al menos uno o dos días.

Los ácidos en mi estómago se agitaron. Ella había estado en esa tina por uno o
dos días. Oh, Dios, yo no podría...

—Sé que estás lidiando con mucho justo ahora. Probablemente te sientes
paralizada, pero necesito hacer un par de preguntas más, ¿de acuerdo?

Tragando, asentí por tercera vez. —Entiendo.


Él se inclinó al frente, descansando un brazo sobre la mesa. —Lo que
suponemos es que alguien movió el cuerpo aquí adentro en la noche. Tienes una
alarma. ¿Quién conoce el código?

—No muchos. Mi mamá —dije—. James Jordan, nuestro chef. Así como
Ángela y Daphne. Pero eso es todo.

—¿Crees que haya una oportunidad de que alguien la moviera aquí dentro
antes de que establecieras la alarma? —preguntó él.

—Es... Es posible. No vigilamos las entradas, pero creo que, con suerte,
hubiéramos notado a alguien llevando... un cuerpo a través de las puertas frontales.
—Me estiré, empujando mi cabello hacia atrás—. La única otra forma hubiese sido
a través de la entrada trasera. Alguien podría meter a alguien de esa forma, subir las
escaleras traseras, y no ser visto, pero mantenemos esa puerta cerrada y el túnel que
lleva al sótano está bloqueado.

—¿Es posible que alguien pudiera conseguir una llave para la entrada trasera?

Mi primera respuesta fue decir que no, pero no era imposible. —Nada es
imposible.

—¿Mantienes llaves extras con el resto de las llaves en la habitación de atrás?


—preguntó él.

Cuando asentí, él palmeó la mesa y me dijo que regresaría. Tyron fue fiel a sus
palabras, regresó a través del comedor con otro oficial y el investigador forense que
estuvo aquí antes.

Entonces, estaba sola y no sabía por cuanto tiempo. Todo en lo que podía
pensar era en el hecho de que alguien entró aquí de nuevo, sin nuestro
conocimiento, pero esta vez, no solo robaron una llave. Llevaron un cuerpo
escaleras arriba.

¿Podría ser Currie?

Él estuvo aquí ayer en la mañana. Quizás tomo una llave e hizo una copia en
algún punto. Dios sabe cuántas veces él había usado esa entrada antes de que yo me
encontrara con él. Pudo haberla llevado escaleras arriba, encontró una habitación
vacía y dejó su cuerpo allí, elevando el calor antes de irse; irse y venir a mí.

Si no fue él, ¿entonces fue el alcalde? Matar a alguien y dejar su cuerpo aquí era
suficiente para hacerme querer irme, pero de nuevo, su participación no tenía
sentido.
Pasos atraparon mi atención y levanté mi cabeza.

Cole apareció en la entrada, su mandíbula una dura línea y ojos helados. No


dijo nada mientras se precipitaba hacia adelante, rozando a Myers. Ni siquiera noté
que el agente entró a la habitación. ¿Por cuánto tiempo había estado él allí?

Honestamente, no me importaba él por el momento.

Me levanté y fui hacia Cole, encontrándolo a mitad de camino. Sus brazos me


rodearon, sus dedos enterrándose profundo en mi cabello.

Presionando mi rostro contra su pecho, sentí el ardor en mi garganta y detrás


de mis ojos, pero las lágrimas no salieron. No importaba cuan apretado me
sostuviera Cole o cuando duro lo apretara yo de regreso.

Pero no estaba paralizada.

Estaba asustada.

***

—Quiero que empaques ropa para un par de días. —Cole estaba de pie en el
centro de la cocina. Veinte minutos atrás, los agentes de FBI se habían ido en fila—
. Lo mismo con tu mamá. Ella puede quedarse en mi habitación de invitados.
Mañana, cuando la compañía de limpieza venga como lo agendaron, vendré aquí
para encontrarlos.

Asentí lentamente, esta vez sin discutir. No quería quedarme aquí. Incluso
con... con el cuerpo ausente, este lugar, tan terrible como era admitirlo, estaba
contaminado para mí. Sabía, o al menos esperaba, que eso desaparecería un día.
Tenía que hacerlo, pero ahora mismo necesitaba distancia.

Así como mamá.

—Ella no va a estar feliz con eso —dije, poniendo en la basura la ensalada que
mamá estaba haciendo—. Pero estoy de acuerdo. Ambas necesitamos salir de aquí.

—Les hará un poco bien a ambas. —Se apoyó contra la isla mientras yo
agarraba la tabla de cortar y la llevaba al fregadero—. Pero es más que eso, Sasha.

Mi estómago se apretó mientras añadía los tazones a la tabla, y encendía el


agua. —Lo sé.

Él estuvo en silencio por un momento. —No quiero asustarte.


Tragando, miré sobre mi hombro. —Ya estoy asustada. No puedes asustarme
más.

La piel alrededor de sus labios se tensó. —Sasha...

—Lo sé. —Volteé de regreso al fregadero y recogí la esponja—. Sé lo que está


pasando —dije, fregando los tazones—. Sé que Ángela y la mujer de Frederick
sufrieron muertes horribles. Sé que la mujer, que Liz, murió en una forma horrible.
No importa si es un imitador o si es alguien quien trabajaba con el Novio hace diez
años. Todas ellas murieron en formas horribles.

—Detente —dijo él tranquilamente.

Volteando el tazón y corriéndolo bajo el agua limpia, continué—: Y sé que,


quien sea que esté haciendo esto, va a venir por mí. Lo sé. —Mi garganta se secó—.
O quizás no lo hará. Quizás él solo está haciendo esto porque...

—Sasha.

—Porque huí. —Mi voz se rompió mientras recogía otro tazón—. Quizás este
es un castigo. Quizás...

—Detente —dijo él, más cerca—. Detente y mírame.

—Necesito limpiar estos platos —le dije, aclarando mi garganta—. No quiero


regresar con una montaña de platos sucios. Y no quiero que mamá...

—Nena...

Inhalando lentamente, entorné los ojos hacia el tazón. ¿Eso era una semilla
atascada? Comencé a fregar de nuevo. —Casi termino y luego iré a empacar...

Cole se estiró a mí alrededor y cerró el agua. Luego, tomó la esponja de mi


mano y la lanzó en el fregadero. —Esos tazones no pueden estar más limpios.

Miré fijamente a los tazones. Él tenía razón. Estaban bastante limpios. Mis
manos cayeron al borde del fregadero.

Él me volteó en sus brazos. Dos dedos se curvaron alrededor de mi barbilla, y


levantó mi mirada hacia la suya. —Esto no es un castigo.

Un nudo estaba en la base de mi garganta. —¿No lo es?

—No.
—¿Realmente puedes pensar eso? —Mi voz estaba ahogada—. Seamos sinceros
el uno con el otro, porque necesito ser sincera conmigo misma. Esto comenzó
cuando decidí venir a casa, o quizás alguien estuvo haciendo esto todo el tiempo,
pero cambiaron su patrón. Lo están haciendo conocido ahora. Se están asegurando
de que yo sepa que están aquí. ¿Por qué más pasaría esto ahora? Tiene que ver
conmigo y la única razón en la que puedo pensar es...

Cristal se destrozó en el comedor y volteé. Cole llegó antes que yo a la puerta,


empujándola abierta, y estuve justo detrás de él. Un llanto angustiado se liberó
cuando vi a mi mamá en el suelo del comedor.

Cole estuvo a su lado de inmediato, sacando su teléfono de su bolsillo.

—Mamá —lloriqueé, dejándome caer sobre las rodillas a su lado. Mi corazón


golpeteó asquerosamente rápido mientras me estiraba y sentía su piel. Estaba fría y
húmeda—. ¡Mamá!

Su rostro estaba increíblemente pálido, una sombra enfermiza, y no hubo


respuesta. Nada. No había nada.
Traducido por LittleCatNorth

Retorciendo las manos juntas, apreté los ojos cerrados hasta que vi pequeñas
chispas de luz.

Un ataque cardíaco.

Oh Dios, ella tuvo un ataque cardíaco y estuvo en cirugía por lo que se sintió
como una eternidad, pero solo fue una hora o más.

La mano de Cole se deslizó por mi espalda. Él había estado haciendo eso una y
otra vez, todo este tiempo, y era la única cosa que me mantenía de tener un
legítimo colapso mental en medio del hospital.

No podía perder a mi mamá.

Si lo hacía, yo no podría...

El doctor salió de las puertas y dijo mi nombre. —¿Señorita Keeton?

Me levanté, con el corazón golpeando en mi pecho. Cole estaba justo a mi


lado. —¿Sí?

Él sonrió mientras se acercaba a mí. —Su mamá está despierta y en su


habitación. Se está recuperando bien.

—Oh, gracias a Dios. —Mis rodillas se sintieron débiles mientras apretaba el


brazo de Cole—. Oh Dios mío, quiero abrazarte y besarte.

El doctor miró hacia Cole. —Eso no es necesario —respondió él


irónicamente—. Fuimos capaces de detener el ataque cardiaco con una angioplastia
—continuó explicando el procedimiento, mencionando palabras como catéter con
balón y stent5. Finalmente, él llegó a lo que quería oír—. Puedes subir y verla
ahora, pero sugeriría que fuera una visita breve. Necesita descansar bastante, pero
la buena noticia es que deberíamos darla de alta de veinticuatro a cuarenta y ocho
horas.

5
Stent: tubo de plástico o red de metal elástico puesto dentro de un tubo hueco para reabrirlo o
mantenerlo abierto; su uso en cirugías incluye la prevención de que un vaso sanguíneo se cierre,
especialmente después de angioplastias, y asistencia para sanar después de una anastomosis.
Murmuré mis gracias unas doce veces más antes de que Cole consiguiera el
número de habitación y me llevara fuera de allí, hacia la habitación.

Tropecé cuando la vi en la cama, su cuerpo luciendo tan pequeño y frágil, y


demasiado pálido. No tan mal como cuando la vi en el suelo, pero aun así, tan
increíblemente carente de color.

Corriendo hacia el lado de su cama, recogí su mano mientras Cole se movía


hacia el otro lado de su cama. —Mamá —susurré.

Su sonrisa era débil. —No aprietes mi mano, como si casi hubiera muerto.

—Mamá. —Reí, esnifando—. Me asustaste tanto.

Lentamente, volteó su cabeza hacia Cole. —Ha sido un manojo de nervios, ¿no
es así?

—Ha estado manteniendo la compostura —respondió él, sonriendo—. Sin


embargo, casi empezó una pelea más temprano.

Le fruncí el ceño a él. —¿Qué?

—Dijo que iba a besar a tu doctor —explicó él, y rodé mis ojos—. Eso no iba a
ocurrir.

—Por supuesto que no —respondió mamá, sus palabras lentas—. No es que...


ella alguna vez quiera besar a otro hombre cuando te tiene a ti...

—Mamá. —Sacudí mi cabeza.

Su mirada se deslizó hacia mí. —Cariño, podría tener alguna mierda en mis
venas para detener un ataque cardíaco, pero eso no significa que estoy... muerta o
ciega.

Cole rio.

—Jesús —murmuré.

No fue mucho después cuando los párpados de mamá fueron bajando y le


estaba tomando más tiempo entre cada parpadeo. Incluso si quería quedarme a
acampar, era tiempo de irme. Miré hacia Cole y él asintió. —Regresaré más tarde
—le dije a ella.

Sonrió cansadamente. —Cariño, ve a casa con Cole. No...

—Mamá...
—No regreses aquí. Voy a estar durmiendo. Solo ve a casa con él y mantente a
salvo —insistió ella, su mirada agotada fija sobre mí—. Mantente a salvo.

Tomé una profunda respiración y luego asentí. —De acuerdo. —Elevándome,


me incliné y besé su mejilla—. Te amo, mamá.

—También te amo, cariño.

Me tomó un par de minutos para dejar el lado de su cama. Una vez que salí al
corredor, Cole volteó hacia mí. —¿Quieres regresar más tarde, después de la cena?

Sonreí débilmente. —Sí.

—Podemos hacer eso, después de que recojamos tu ropa y consigamos que


comas algo.

Dirigiéndome hacia el elevador, saqué mi teléfono y golpeé la pantalla,


escaneando los mensajes rápidamente. —Miranda y Jason están esperándonos en la
posada.

—¿Están dentro de la posada?

—Eso parece. —Deslicé mi teléfono de regreso a mi bolso. La puerta del


elevador se abrió—. No creo haber cerrado después de lo que ocurrió. Estaba con
tanto pánico. —Y honestamente, ¿cuál era el punto? Lo más probable era que
alguien ya tuviera la llave.

La nieve estaba comenzando a caer de nuevo, espolvoreando el


estacionamiento y refrescando la nieve que ya estaba en el césped.

Los pasos de Cole se ralentizaron cuando su camioneta entró en nuestra vista.


Tyron estaba esperando junto a ella, un gorro negro puesto bajo. —Había llamado,
pero oí que ambos estaban en el hospital —dijo él—. ¿Cómo está tu madre?

—Fueron capaces de detener el ataque cardíaco. —Tomé un profundo respiro


mientras Cole me metía en su lado y corría su mano por el centro de mi espalda.
Incluso con la chaqueta puesta, el gesto era reconfortante—. El doctor dijo que era
menor comparado a cuán malo podría había sido. Van a retenerla por varios días,
pero debería estar bien.

—Esas son noticias geniales. Estoy feliz de oírlas. —Tyron miró entre
nosotros—. Y creo que tengo noticias incluso más buenas para ustedes.

En este punto, suponía que casi cualquier cosa eran buenas noticias.
Cole dejó caer su brazo y se estiró hacia abajo, encontrando mi mano. —¿Qué
sucede?

—Acabo de oír de una unidad quien estaba en la casa del alcalde Hughes. —
Tyron se adelantó, bajando la voz—. Esta no es la parte de buenas noticias, pero
parece que él se suicidio más temprano esta tarde. Dejó una nota. Esa es la parte de
buenas noticias. Él lo admitió todo.

***

Cole curvó un brazo alrededor de mis hombros y me jaló hacia el frente, contra
su pecho. Permanecimos de pie en las puertas frontales de la posada varias horas
después de que dejamos el hospital. La unidad de investigadores de escena del
crimen apenas se estaba yendo cuando llegamos. Imaginaba que ellos peinaron
toda la casa. La habitación escaleras arriba aún estaba clausurada, probablemente
lo estaría por varios días.

—Vas a estar bien —dijo él, doblando su otro brazo alrededor de mi cintura—.
Tu mamá va a estar bien.

Envolviendo mis brazos a su alrededor, descansé la mejilla contra su pecho.


Traté de sonreír y fallé. Demasiado preocupada por mi mamá e incapaz de
sacudirme una abundancia de energía nerviosa, me sentía absolutamente horrible
por la familia del alcalde. No importaba todo el mal que ese hombre hizo, no podía
imaginar por lo que estaba pasando su familia.

Pero había algo más molestándome. Yo... no podía evitar sentir que estábamos
perdiéndonos de algo; que yo me estaba perdiendo de algo.

—No tiene sentido —dije, abriendo mis ojos—. ¿Por qué él haría eso para
ocultar su secreto? Todo lo que hizo fue arrastrar la atención a lo que pasó. No lo
entiendo.

Cole no respondió de inmediato, mientras enredaba sus dedos a través de mi


cabello. Él sabía lo que yo. Que la esposa del alcalde lo encontró en la oficina de su
casa, con una sola herida de bala en la cabeza, y una nota de suicidio en su
escritorio. De acuerdo a Tyron, él admitió no solo el vandalismo de nuestros
vehículos, sino los asesinatos de tres mujeres y enviarme el dedo de Ángela. El
ADN no había confirmado que el dedo le pertenecía a ella, pero por lo que yo
deduje, debido al estado de su cuerpo, lo más probable era que fuera suyo. No dio
otra razón más que ya no podía vivir su vida con, como Tyron dijo, “la vergüenza
de su familia”.

No tenía sentido.
Y Cole había estado tenso y rígido desde entonces. Él no lo decía, pero yo sabía
que estaba pensando lo mismo que yo. El alcalde mostró repetidamente su
preocupación por que yo arrastrara de regreso el pasado, y con el conocimiento que
Striker me había dado, eso era comprensible, ya que muchas personas sabían que él
estuvo relacionado al Novio. Sus acciones hoy no coincidían con sus acciones del
pasado.

—Es por eso que me dirijo a su casa con Tyron. No es mi caso o mi


jurisdicción, pero él va a conseguir que entre —dijo Cole finalmente—. Quiero ver
esto por mi cuenta.

Me arrastré hacia atrás, levantando mi cabeza. La escena del crimen era donde
lo habían encontrado, asegurado por el FBI y el cuerpo policial local. —¿Y no vas a
meterte en problemas?

—Myers estará molesto de verme, pero no puede hacer una mierda. —Ahuecó
mis mejillas—. Miranda y Jason van a quedarse aquí hasta que regrese. O, al
menos, uno de ellos —dijo él, besando mi frente—. No me iré por mucho tiempo.
¿De acuerdo?

—De acuerdo —susurré.

Sus ojos buscaron los míos, y entonces bajó su boca. Cole me besó, y no hubo
nada suave o lento sobre ello. Era profundo y brusco, y todo demasiado breve.
Cuando retrocedió, esos hermosos ojos azul pálidos estaban llenos de fuego.

—Te estaré esperando —prometí.

—Que sea así. —Sus manos permanecieron, casi como si no quisiera soltarme,
y honestamente, no quería que él lo hiciera. Rozó sus labios sobre los míos una vez
más y luego retrocedió.

Mientras se alejaba, la necesidad de decir “te amo” destello tan brillantemente


sobre la punta de mi lengua, pero las palabras no salieron. Todo lo que hice fue
sonreír y darle un movimiento de dedo cursi que causó que él me diera una sonrisa
torcida. Y esas palabras estaban quemando un hoyo a través de mi lengua mientras
caminaba de regreso a la cocina.

Miranda estaba sentada en la mesa, una botella de agua en lugar de vino frente
a ella. Jason estaba de pie, apoyado contra la isla.

—Casi le dije a Cole que lo amaba —dejé escapar.

Jason parpadeó lentamente. —Vaya. Eso fue casual.


—¿Por qué no lo hiciste? —preguntó Miranda, retorciéndose en su asiento.

—No lo sé. Solo parece demasiado... es demasiado pronto —dije, caminando


alrededor de la isla y hacia el refrigerador, necesitando bastante del poder completo
azucarado de una Coca Cola—. Y es un momento realmente malo para dejar caer
esas dos palabras.

—¿Realmente hay algún momento perfecto? —Miranda dobló sus brazos a


través de su pecho.

Jason sonrió mientras se movía hacia el otro lado de la isla, y se apoyaba


contra ella. —Yo diría que en cualquier otro momento que cuando el alcalde de la
ciudad admitiera matar mujeres y luego se disparara a sí mismo.

Ella le disparó una mirada. —De acuerdo. Te cederé eso, pero es todo.

—¿A dónde se está yendo Cole de nuevo? —preguntó Jason, cruzando sus
brazos e inclinándose contra la encimera.

Tomé un trago de la generosidad gasificada y luego bajé la botella a la


encimera. —Iba a ir a casa del alcalde.

—¿Por qué? —preguntó él.

Jugueteando con la tapa, me encogí de hombros. —Él quería ver la escena por
sí mismo.

Miranda miró hacia Jason. —¿Es alguna cosa inherente de policía que los hace
querer visitar una escena del crimen?

—Creo que es más la cosa sobre ver todo con sus propios ojos. —Tomé otro
trago mientras ellos me miraban fijamente, y la mirada en el rostro de Miranda me
dijo que allí había más. Y lo había. Estas dos personas eran mis amigos más
cercanos. Podría compartir mis sospechas con ellos. —¿Ustedes chicos... creen que
el alcalde Hughes realmente hizo esas cosas?

Las cejas de Miranda se juntaron. —Sí —dijo ella lentamente—. Se suicidó y


dejó una carta diciendo que hizo esas cosas.

—Tyron dijo que lucía como un suicidio, pero no había estado allí aún. Ni
siquiera sé si los agentes hayan estado allí en ese punto. —Retrocediendo, me
apoyé contra la encimera—. Es solo... que no tiene sentido.

—Los locos normalmente no tiene sentido —respondió Miranda—. Y los


asesinos seriales son una raza especial de locos.
—En realidad, los asesinos seriales usualmente son lo opuesto de los locos —
dijo Jason, encogiendo un hombro—. Usualmente, son muy listos.

—Matar gente por placer es la cumbre de la demencia —respondió ella—. Esa


es mi opinión y me aferro a ella.

Miré a Jason. —Así que, ¿no crees que el alcalde fuera un asesino serial?

Su mirada se deslizó hacia mí. —No sé qué pensar, pero él lo admitió todo,
¿cierto? El vandalismo. ¿Cortar el dedo de Ángela y enviártelo? Podríamos nunca
saber por qué lo hizo.

Un sutil temblor bajó por mi columna. ¿El dedo de Ángela? Mi corazón cayó.
—¿Qué dijiste?

Su mirada fue a la mía. —¿Qué?

El hielo goteó a través de la base de mi cuello.—Dijiste que él... él cortó el dedo


de Ángela y me lo envió. Nadie ha confirmado que era su dedo. Ni siquiera te dije
que eso estaba en su nota de suicidio.

—Sí, lo hiciste.

—No —susurré. Sabía que no le había dicho eso. Acabábamos de tener esta
conversación—. Yo... yo no lo hice.

Miranda frunció el ceño mientras levantaba la mirada hacia Jason. —Ella no


me dijo eso.

—Bueno, no se necesita una enorme cantidad de lógica para asumir lo que él


hizo —explicó Jason—. El dedo de Ángela estaba desaparecido y... —Se fue
apagando, enderezándose.

Mis labios se separaron lentamente. Era seguro asumir que si alguien estaba
copiando al Novio, hubiera cortado el dedo anular. —La policía nunca confirmó
que a Ángela le faltaba un dedo o que me lo hubieran enviado.

—Mierda —murmuró Jason.

Una fría y áspera realización me golpeó en el estómago mientras me impulsaba


lejos de la encimera. El aire se atascó en mi garganta. El pánico explotó a través de
mí. —Miranda...
Jason giró tan rápido que casi no lo creí posible. Su puño conectó con la sien de
ella, el ruido sordo en la carne golpeando el aire fuera de mis pulmones. Ella ni
siquiera tuvo oportunidad de gritar o parpadear.

Miranda se deslizó fuera de la silla, desplomándose sobre el suelo. Una vez allí,
no se movió. Gritando, comencé a acercarme a ella, pero no llegué muy lejos
cuando Jason se paró en frente de ella.

—Quería un poco más de tiempo. —Jason se estiró y se quitó sus gafas,


doblándolas cuidadosamente y deslizándolas en el bolsillo delantero de su camisa—
. Pero esto estaba destinado a pasar.
Traducido por Antonietta

Oh Dios mío.

Mi corazón latía frenéticamente en mi pecho mientras mi mente corría para


ponerse al día con la realidad.

Era Jason.

Oh Dios mío, era él.

Jason dio un breve vistazo a Miranda. —Realmente no quería lastimarla. Ella


me gusta. ¿Te contó acerca de nosotros? Tenía la esperanza de que cuando esto
terminara, ella y yo lo llevaríamos al siguiente nivel. —Su mirada se deslizó hacia
mí—. A ti, por otro lado, jodidamente te odio.

—Si... si te gusta Miranda, entonces déjame por favor, ayudarla…

Se lanzó hacia adelante tan rápido que no tuve oportunidad de moverme.


Agarró mi cabello con una mano, y entonces me doblé, gritando mientras su puño
me golpeaba en el estómago. El aire salió de mis pulmones y dolor irradió hacia
abajo de mi espina dorsal mientras él tiraba de mi cabeza hacia atrás. Mis brazos se
revolvieron hasta que llegué atrás y agarré su brazo.

Jason me puso de pie de nuevo y contra él hasta que nuestros rostros estaban a
pulgadas de distancia. —Oh, jodida perra. Vas a prestarme atención a mí y no a
ella. He esperado demasiado tiempo para esto como para que estés distraída.
Hubiera preferido un verdadero buen tiempo a solas pero tengo que hacerlo
funcionar.

Lo miré con ojos amplios, viendo un rostro en el que confiaba pero sin
reconocer la máscara de odio y furia.

—¿Me entiendes?

Cuando no respondí, el dolor estalló en mi mandíbula. Un estallido de colores


me cegaron mientras Jason soltaba mi cabello y yo caía hacia adelante, mis rodillas
golpeando contra el suelo. Me sostuve con una mano.
—De rodillas. —Se rio, y ese sonido envió escalofríos por mi espina dorsal—.
Que familiar.

Lentamente, levanté una mano temblorosa a mi mejilla mientras tocaba mi


mandíbula. Un dolor ardiente se disparó en el lado de mi rostro pero no se sentía
roto.

—Ni siquiera lo entiendes, ¿cierto? —Él me rodeó—. Pero maldita sea, Sasha,
estabas consiguiendo acercarte a la verdad.

Levanté mi cabeza mientras mis pensamientos se arremolinaban para dar


sentido a lo que estaba sucediendo.

—Escuché por casualidad lo que estabas diciéndote a ti misma la otra noche.


Qué pasaría si siempre... hubo dos de ellos. —Se detuvo directamente frente a mí.
Su sonrisa era cruel y fría—. ¿Qué pasa si no había un solo Novio todo el tiempo?

—Oh Dios —susurré, horror bloqueándome en el lugar.

—¿Y si había dos que trabajaban juntos? Uno que fuera lo suficientemente
inteligente como para asegurarse de que no había dejado evidencia de su presencia.
Uno que pasó los últimos diez años siendo inteligente. Sabes, el tipo de cosa de no
matar donde se come.

Con mi cabeza punzando, me incliné lejos de él. —Tú…

Jason ladeó su cabeza hacia un lado y amplió sus ojos. —Sí. Yo. —Lentamente
se arrodilló frente a mí y yo retrocedí contra la puerta de la nevera, poniendo
espacio entre nosotros. La sádica sonrisa fijada en su rostro—. Tú y yo hemos
pasado algo de tiempo especial juntos antes. Estoy un poco decepcionado de que
nunca te dieras cuenta.

Mi estómago se agrió y mi cabeza giró mientras me movía a la izquierda.

Su mirada me siguió. —Solo piensa —murmuró—. Has vivido todos estos años
pensando que ayudaste a poner al Novio en su tumba. Que escapaste. —Su mano
se movió y su palma abierta agarró mi boca. Grité mientras caía hacia un lado—.
Pero todo este tiempo, solo pusiste a uno de nosotros en la tierra. Me he estado
divirtiendo todo este tiempo. Solo me aseguraba de que no hubiera ningún patrón.
Me desviaba lejos de casa y escogía mujeres que nadie extrañaría. ¿Recuerdas lo
que dije sobre los asesinos en serie?

Me empujé lejos, mi mirada oscilando violentamente alrededor de la


habitación. El pánico amenazó con cavar profundamente, pero no podía dejarlo.
Necesitaba conseguir ayuda. Necesitaba conseguir un arma. Mi teléfono estaba en
el mostrador, pero no era de ninguna utilidad en este punto.

El puño de Jason se cerró alrededor de mi cabello. —¿Lo recuerdas?

Sangre corría por la comisura de mi boca mientras me enfocaba en conseguir


que mi lengua funcionara. —Ell… ellos son inteligentes —me obligué a decir, y mis
palabras sonaban blandas para mí.

—Esa es mi niña buena.

Mi estómago giró. —No soy tu niña.

—Sí, solo eres una perra tonta, y no hay nada que odie más en la vida que a un
puñado de perras tontas. —Suspiró mientras se levantaba, poniéndome de pie con
él. Me tambaleé en mis pies—. Deberías preguntarle a mi esposa. Por otra parte,
ella está muerta, así que eso no va a suceder.

—Dios mío —susurré.

—Cameron era diferente —dijo, arrastrándome hacia la isla de la cocina—. Al


principio, creo que en realidad podría haberla amado. Entonces un día decidió que
quería hijos. Yo no quería. Peleamos. Obviamente, no lo tomé bien. Ella en
realidad nunca se mantuvo en contacto con su familia. Por suerte para mí. A nadie
ni siquiera le importa una mierda que se haya ido.

Cerré los ojos. Eso no era cierto. A alguien le importaba.

—Entonces volviste a casa. No podía creerlo cuando Miranda me dijo que ibas
a regresar. Jodidamente me enojó. Estabas aquí, muy campante, y simplemente no
pude lidiar con eso. Joder no. Deberías haber permanecido lejos.

Mis manos volaron hacia fuera mientras él golpeaba mi cabeza hacia adelante.
Un estallido de cegador dolor me sorprendió cuando mi frente golpeó el borde del
mostrador. Mis piernas cedieron, y me desplomé en el suelo.

Jason dio un paso atrás. —Solo piensa. Déjalo hundirse. Cada vez que me
abrazaste. Cada vez que me llamaste y me pediste un favor. Abriste tus puertas para
mí. Me dejaste solo aquí. He tenido rienda suelta del lugar. —Se rio—. Ayudé a tu
madre a lavar los platos.

Gimiendo, me retorcí en mi costado, presionándome contra la base de la isla.


Iba a enfermarme. Dios, iba a enfermarme.
—Todo este tiempo estaba castigándote, haciendo que te arrepintieras por
regresar a casa. Arrastrándote así puedes sentir apenas la más pequeña cantidad del
dolor que he sentido.

Con mi cabeza girando, miré a un lado y parpadeé rápidamente. Él iba a


matarme si no me levantaba. Iba a matar a Miranda. Calor húmedo corría por el
lado de mi rostro. Esto no iba a suceder. No iba a ser su víctima otra vez. Iba a salir
de aquí. Miranda estaría bien. Abrazaría a mi mamá de nuevo. Conseguiría decirle
a Cole que lo amaba.

—Ni siquiera sabes por qué —dijo, mientras mi celular comenzaba a sonar.

Mis labios se sentían raros. —No… no me importa.

—Oh. —Jason se echó a reír—. Claro que sí. Quieres saber por qué. Todo el
mundo siempre quiere saber por qué.

Me estiré, agarrando el borde del mostrador. Levántate. Levántate.

De repente estaba en mi rostro. —Hiciste que mi padre muriera.

Me congelé mientras lo miraba. No quería creer lo que escuchaba. ¿Su padre?

—Vernon era mi padre —repitió—. Mi verdadero padre.

Hizo clic en su lugar lenta y dolorosamente. Jason había venido aquí todos esos
años atrás para encontrar a su verdadero padre. Él nos dijo que nunca lo encontró,
y nunca tuvimos una razón para no creerle. —El... el fuego que mató a tu mamá y
a tu padrastro...

—Ese fui yo. —Guiñó un ojo, y mi teléfono comenzó a sonar una vez más—.
Es increíble cómo las personas, incluso la policía, verán lo que quieren ver. Quiero
decir, nadie quiere creer que un estudiante de puras A’s que ve Star Trek y
maratones de Firefly es capaz de asesinar a sus padres.

Jason era un monstruo.

—Encontré a mi padre bastante rápido y ¿sabes lo que encontré? —dijo,


curvando su mano alrededor de la parte posterior de mi cuello—. Realmente me
parezco a mi papá. Debe ser algo genético. —Levantando su mirada al techo,
encogió un hombro—. Excepto que él era mucho más tranquilo que yo. Más
paciente. Entendiste eso bien. Mi padre quería pasar el resto de su vida con sus
Novias —dijo, sus labios torcidos en un cruel atisbo de una sonrisa—. Yo solo
quería ver cómo lucían por dentro.
—Jesús —murmuré.

—Él no tiene nada que ver con esto. —Jason se levantó y me arrastró con él—.
Oh y gracias por decirme que tenía otro pariente aquí. El viejo y buen alcalde Mark
Hughes.

Un nuevo horror me llenó.

—Él no tenía idea que estábamos relacionados, ni que Vernon tenía un hijo.
Dudo que me hubiera acogido al redil si lo hubiera sabido —dijo riendo bajo su
aliento—. Le di una pequeña visita, asegurándome que tomara la responsabilidad
de todo. Resultó que averigüé que él realmente destrozó tu auto e hizo esa mierda
realmente extraña con los ciervos y la camioneta de tu madre. —Jason se rio otra
vez mientras me tiraba de vuelta en el mostrador—. Que idiota. Casi se enojó
consigo mismo cuando se dio cuenta de quién era yo, cuando lo hice sostener la
pistola contra su propia cabeza. Hombre, poner ese tipo de miedo en una persona
es una cosa maravillosa.

Tragué. —Ellos lo van a… averiguar. Que no fue un suicidio.

Él resopló. —No. No lo harán. No estos idiotas. Pero ahora voy a tener que ser
realmente creativo acerca de este lío. —Se detuvo—. ¿Y sabes quién es un
sospechoso realmente bueno? Cole Landis.

—Tú…

Jason gruñó mientras él me empujaba hacia adelante. Mi parte superior del


cuerpo se deslizó por la isla. Ollas y sartenes se esparcieron por toda la isla,
retumbando contra el suelo. Un recipiente con arroz crudo, que mamá había dejado
voló a través de la habitación. Mi celular salió volando, y entonces yo estaba
cayendo. Me retorcí en el último segundo, golpeando el suelo. Mi cadera golpeó
contra una olla y un dolor agudo destelló por mi pierna. Alcancé detrás de mí, mis
manos golpeando a lo largo del suelo mientras mi teléfono comenzaba a sonar una
vez más.

En un latido de corazón, él estaba sobre mí, una mano en el centro de mi pecho


mientras alcanzaba un cajón. Los cuchillos, santa mierda, estaba buscando los
cuchillos. —Esto va a ser desastroso. Difícil de limpiar después. Tal vez dejar caer
esta mierda en Cole no va a funcionar. Probablemente voy a tener que salir de la
ciudad.

Sacudí mis caderas mientras deslizaba mi mano por el suelo. Mis dedos
rozaron el mango frío, la sartén, la sartén de hierro. Tan cerca.
—Cuando termine contigo, voy a tirar tu cuerpo a donde siempre perteneció —
dijo, sacando un cuchillo del cajón. La luz destelló de la cuchilla—. Creo que eso
haría feliz a papá.

—Tu padre era un jodido enfermo —escupí, balanceando la sartén de hierro


fundido con todas mis fuerzas—. Y tú también.

El estruendo fue como el disparo de un trueno, haciendo eco a lo largo de la


cocina y disparándose por mi brazo. Jason gritó mientras su agarre se aflojaba. Me
retorcí libre, girándome y poniéndome de rodillas. Levantándome, me di la vuelta,
enfrentándolo.

Salvajes y amplios ojos se fijaron en los míos. Ojos en los que una vez confié,
con los que estaba familiarizada. Ojos que incluso amé de una pequeña forma. Ojos
ahora llenos de odio y furia. Lentamente, como agua pasando entre las rocas, la
emoción se desvaneció de ellos.

Jason se movió a un lado, su pierna izquierda yendo hacia fuera de él primero.


Cayó en su costado, sus brazos extendidos hacia mí, todavía viniendo por mí,
todavía queriendo lastimar, pero yo estaba fuera del alcance.

Nunca iba a volver a alcanzarme de nuevo.

Jason se movió hacia adelante, golpeando primero el suelo con su rostro. Su


cuerpo tembló una, dos veces y luego se quedó quieto.

Respirando pesadamente, caminé hacia atrás mientras bajaba mi brazo


dolorido. Un débil flujo de sangre se filtró por el suelo, hundiéndose entre las
grietas de las baldosas.

Era él.

Siempre había sido él.

Mi estómago se agitó mientras la bilis subía tan rápidamente que me doblé,


vomitando. Confié en él. Me ayudo después, diciéndome que estaba a salvo,
después de que me hizo horribles, horribles cosas. Mi cuerpo entero quemaba.
Confié en él con mi madre y mis amigos. Confié en él cuando él…

Enderezándome, apreté la sartén. Concéntrate, Sasha, concéntrate. Cojeé hacia


atrás, mi mirada precipitándose a donde Miranda yacía inmóvil. Necesitaba
comprobarla, pero no quería apartar mis ojos de Jason.

Abrí la boca para decir su nombre, pero solo un ronco graznido salió. Me
tragué la quemazón y lo intenté de nuevo. —¿Miranda?
Cuando miré sobre ella, no se movió. ¿Qué si ella…? No. Corté esos
pensamientos. Ella no estaba muerta. No podía ser. No podía dejarme creer eso.
Necesitaba enfocarme en conseguir ayuda.

Con mi rostro palpitando, escaneé el desastre que era la cocina por mi celular.
Ollas estaban por todas partes. Fragmentos de cerámica. Arroz derramado.
Cojeando hacia el mostrador, sostuve la sartén de hierro fundido. Caminé
alrededor de la isla, acercándome más a Miranda mientras mantenía los ojos en
Jason.

Arrodillándome, coloqué una mano sobre su pecho. —¿Miranda? —Después


de un momento, sentí su pecho subir—. Miranda, cariño, necesito que te levantes.

Un suave gemido llamó mi atención. Jason no estaba moviéndose. Me


arriesgué y miré a Miranda. Sus párpados se agitaron.

La esperanza despertó. —Miranda…

Un rugido sonó a través de la habitación y mi cabeza se levantó. Jason estaba


sobre sus pies, su brazo y el cuchillo levantados en el aire. Corrió hacia mí. Mi
corazón se sintió como que se detuvo en mi pecho mientras levantaba la sartén,
preparada completamente para golpear su cráneo en el resto de la pared. Intenté
golpearlo, pero Jason dio un paso hacia un lado en el último segundo, y golpeé el
aire.

Grité mientras el dolor se disparaba en mi brazo y mi hombro. La sartén se


deslizó de mis dedos, retumbando en el suelo. Antes que pudiera reaccionar, otro
estallido de dolor se disparó al costado de mi cabeza. Mis piernas cedieron una vez
más y golpearon el suelo. Por un momento horrible, pensé que me había apuñalado
en la cabeza, pero había sido su puño.

Jason agarró un puñado de cabello y me tiró sobre mis pies. —¿Crees que
hemos terminado? ¿Crees que voy a dejarte ir así de fácil? Oh, joder no. —Colocó
un brazo alrededor de mi cuello y comenzó a caminar—. No voy a morir aquí y tú
tampoco.

Deslumbrada, me tambaleé sobre mis propios pies mientras él me medio


arrastraba, medio me llevaba hacia la puerta de atrás. El instinto me gritaba que
luchara de vuelta, pero estaba teniendo un momento difícil enviando el mensaje de
mi cerebro a mis miembros.

Abriendo la puerta de atrás, giró a la izquierda, hacia la escalera del personal.


Traté de agarrar el marco de la puerta, pero él me empujó a través de ella. Todo lo
que tomó fue segundos. Segundos. Eso fue todo, y estábamos delante de la puerta
de la bodega.
El olor de tierra y humedad invadió mis sentidos cuando me obligó a entrar en
la bodega principal. Agarré su brazo, mis uñas cavando en su camisa mientras él
continuaba caminando en la oscuridad y a través de otra puerta, la bodega de vinos.
La luz estaba encendida, y de repente pensé en lo que James dijo sobre la luz
estando encendida aquí abajo.

Luché contra su agarre. —¿Qué estás…?

—No dije que podías hablar. —Estirándose alrededor de mí, empujó a un lado
un estante de vino. Las botellas se sacudieron mientras la entrada a la parte no
utilizada de la bodega aparecía a la vista—. ¿Siquiera has estado aquí? —dijo.

No tuve oportunidad de responder.

Jason me empujó en el cuarto oscuro. Caí hacia adelante, ciegamente estirando


mis manos. Caí, mis palmas golpeando el suelo lleno de suciedad. No pude ver
nada en la oscuridad.

—Claro que no. —Caminó a mí alrededor, confiado de dónde estaba


pisando—. Nadie viene a esta parte. Probablemente deberían. Ahora es demasiado
tarde.

Mi aliento se enganchó cuando una luz llegó de repente, inundando el espacio


con luz amarilla opaca. Aspiré el húmedo y polvoriento aire y me encogí mientras
mi mirada volaba sobre los ladrillos húmedos y el suelo.

Había un cuerpo desplomado en la esquina, acostado sobre su costado.


Reconocí la vieja y desgastada camisa de franela. —¡James! —grité.

Jason me bloqueó, de pie entre nosotros. —Ni siquiera pienses en moverte.

—¿Está... está muerto? —Las palabras salieron mientras miraba alrededor de


las piernas de Jason. No lo veía moverse.

—No lo sé. Tomó el golpe en la cabeza como un campeón —respondió Jason


sin una pizca de compasión—. Me gusta el chico, pero vino aquí esta mañana,
hurgando. Mi culpa. Debería haber apagado esa maldita luz. Si no está muerto,
estará muerto muy pronto.

Dios mío...

Pidiendo que James estuviera bien y que de alguna manera sobreviviera a esto,
miré alrededor de la habitación. Una cuerda colgaba de los ganchos de metal
antiguo incrustados profundamente en la piedra. Algo de ella estaba pelado. Piezas
tenían manchas de color rojizo. Rayones cavaron profundamente en las secciones
de la piedra, como si un animal... o una persona había intentado arañar su camino
para salir.

Y lo habían intentado.

Oh Dios, alguien estuvo aquí abajo, y arañaron la piedra en desesperación. Lo


que parecían ser trozos de uñas estaban rotas en las marcas, y el suelo tenía
manchas, manchas oscuras y de aspecto fangoso. Pegado a la pared, por encima de
las horribles marcas, estaban unos objetos. Un pañuelo de flores. Una insignia. Una
blusa de mujer…

—¿Te gusta lo que he hecho con el lugar? —preguntó Jason.

Lo vi, lo vi todo, y me recordó a otro momento cuando la luz había llegado, y


vi el horror a mí alrededor, el horror en el que había estado cautiva. Esto no solo
era una bodega. Esto era una tumba.

—Oh mi Dios —susurré.

Jason había estado teniéndolas aquí, esas pobres mujeres, matándolas en la


bodega debajo del Scarlet Wench.
Traducido por Catt

Casi no podía procesar lo que estaba viendo mientras me ponía de rodillas y no


tenía nada que ver con los golpes a la cabeza.

—Tienes que darle las gracias a Miranda por haberme dicho sobre esta parte
del sótano —dijo Jason, de pie frente a mí—. Y tú misma. ¿Recuerdas haberme
contado acerca de los túneles cuando estábamos en la universidad?

Presionando mis labios, no respondí.

—Ustedes estaban hablando de lo espeluznante que era la bodega —


continuó—. No estoy seguro si te diste cuenta o no, pero esos ladrillos llegaron al
cementerio hace años. Los tumbé antes de que te lleváramos.

Di un respingo.

—Solía venir aquí cuando estabas durmiendo, andando por la posada. No


tenías idea. De vez en cuando, lo visitaba, incluso después de que te fuiste de la
ciudad. Supongo que me hacía sentir como si todavía estuviese cerca de ti. —Se
arrodilló y yo levanté mi barbilla. Sangre le corría por el costado del rostro—. Tenía
completo acceso a este lugar. Hice copias de las llaves solo en caso de que alguien
cerrara la entrada. Pude haber hecho algo todo este tiempo.

Mi estómago se revolvió. Había una buena posibilidad de que me fuese a


enfermar, sabiendo que él había estado en esta casa cuando mi mamá estuvo aquí,
sola y completamente ignorante.

—Como que tropecé con esta parte del sótano. —Su mano se movió con
brusquedad, curvándose alrededor de la parte posterior de mi cuello. Su agarre era
doloroso. —Entonces recordé a Miranda diciendo una vez que nadie nunca usaba
esta parte. Parecía apropiado. ¿Cómo se siente? —preguntó—. ¿Sabiendo que
estaban aquí abajo todo este tiempo? ¿Que estaban vivas mientras tú estabas arriba
en la cocina, comiendo y bebiendo? ¿Cuándo estabas en tu apartamento follando y
ellas estaban aquí abajo muriendo?

Respiré con dificultad. —Eres un bastardo enfermo.

—Sí. Sí. —Torció mi cabeza hacia atrás. James seguía inmóvil en el rincón—.
He escuchado cosas peores. Hay algo que quiero que entiendas. Las maté por tu
culpa, porque tú tuviste que volver y frotarlo en mi maldita cara… —Se detuvo de
pronto, alzando la mirada al techo.

Pasos.

Había pasos arriba.

—¡Sasha! —La voz de Cole sonó desde arriba, su voz teñida de pánico y rabia.

Abrí la boca para gritar pero Jason estaba encima de mí, poniendo su mano
sobre mi boca así que todo lo que salió fue un gruñido ahogado. Me levantó a mis
pies, rodeando un brazo alrededor de mi pecho, sujetando mis brazos a mi lado.

—Escucha —murmuró Jason en mi oído. —Escúchalo arriba. Él no tiene ni


puta idea de que estás aquí abajo. Ninguna. Y no lo hará. No hasta que sea
demasiado tarde. Pero él lo sabrá. —Me tiró hacia atrás, lejos de la abertura del
sótano. —Me aseguraré de que se entere que moriste mientras él estaba de pie justo
encima tuyo.

Mi corazón se estrelló contra mis costillas mientras escuchaba a Cole hablar.


No podía distinguir las palabras: o eran para Miranda o él estaba al teléfono.

—Si no puedo culparlo, ¿quizás lo mataré? —Su aliento contra mi oído mandó
temblores por mi columna vertebral. —Pero me gusta la idea de que viva con el
conocimiento de perderte dos veces.

Lo odiaba, lo odiaba con cada fibra de mí ser. Era peor que un sociópata. Era
un monstruo.

Enterrando mis dedos en su mano, traté de alejarlo mientras él reía en silencio


en mi oído.

—¿Sabes dónde estos túneles se ramifican? ¿Que uno va un poco más allá en la
calle, en otra casa? —Presionó su cabeza contra la mía. —Solo quiero que sepas
antes de que te mate, que escaparé.

No había manera de que dejara que eso sucediera.

De ninguna manera.

Una explosiva maldición sonó desde arriba y entonces escuché a Cole gritar mi
nombre una vez más. La rabia dentro de mí disminuyó todo lo demás; el terror y el
dolor. No iba a salir de esta manera. No iba a darle a este bastardo otro segundo de
mi vida.
Alzando mi pierna, golpeé mi pie contra el suyo. Él gruñó, pero se aferró. Sin
pensarlo, lancé mi cabeza hacia atrás, conectando con su cráneo.

Jason gritó una maldición.

Entonces me volví loca.

Balanceando mis brazos, golpeé todas las partes de él que podía alcanzar, las
cuales no eran muchas, pero mis puños conectaron con sus costados y su cabeza.
Pateé de vuelta, hundiendo mi pie en sus espinillas.

Empujé mi cuerpo hacia atrás, golpeándolo contra la pared. El golpe fue


audible, pero no estaba segura de que fuese lo suficiente para ser escuchado, pero
tenía que intentarlo. Me lancé hacia atrás de nuevo, y su cabeza se rompió en la
pared. Su mano se deslizó de mi boca.

Grité, grité con todo lo tenía en mí. —¡Cole! —Mi voz resonó por todo el
sótano, y no tenía idea de si me había oído—. ¡Co…!

—¡Perra estúpida! —Agarrándome del cabello, me retorció y me empujó con


fuerza brutal hacia delante. No había suficiente tiempo para protegerme del golpe.
Golpeé la pared de ladrillo y el estallido de ardiente dolor fue cegador. Un latido de
corazón pasó y me tiró hacia atrás. Golpeé el suelo, enviando columnas de tierra al
aire. Él estaba sobre mí, con las rodillas sujetándome las caderas mientras rodeaba
sus manos alrededor de mi cuello.

Había tomado mi último aliento antes de que me diera cuenta de que sería el
último.

Sus dedos se clavaron en la piel de mi garganta dolorosamente. Golpeé y agarré


sus manos, tratando de aflojar el agarre. No funcionó. Levantando las caderas, no
pude sacármelo de encima. Era como un hombre poseído. Lucía poseído. Sangre
fluía por su rostro, sus ojos oscuros y llenos de odio, el rostro contorsionado de ira;
ira dirigida hacia mí por atreverme a vivir, a sobrevivir.

Pero no podía respirar.

No quería que su cara fuese la última cosa que viese, pero me rehusé a cerrar
mis ojos. Le devolví la mirada incluso mientras mis pulmones ardían. Debilidad
infiltró mis músculos, convirtiendo mis brazos y piernas en plomo. Se volvieron
demasiado pesados para levantarlos. Mis brazos se deslizaron a mis lados, cayendo
contra el suelo.
Una amplia sonrisa se deslizó por el rostro de Jason. Una sonrisa llena,
exhibiendo dientes ensangrentados. Las esquinas de mi visión se oscurecieron justo
cuando oí un estallido.

Jason se sacudió hacia adelante, soltando mi garganta. El aire fresco y hermoso


se metió en mi garganta, expandiendo mis pulmones. Lentamente bajó la barbilla.
Mi mirada siguió. Un rojo brillante estaba salpicado en el centro de su pecho. Un
segundo después, sus piernas se doblaron como un saco de papel y cayó. Sin
espasmos. Nada esta vez.

Con el corazón acelerado, levanté la mirada hacia la abertura del sótano. Abrí
mi boca y croé una palabra. —Cole.
Traducido por LittleCatNorth

Me desperté de mi siesta sacudiéndome, jadeando por aire mientras me sentaba


en la cama y empujaba la manta a mi cintura. Débil luz solar se esparció a través de
la ventana de mi dormitorio. Mi garganta estaba ronca, como si hubiera estado
gritando, y...

La puerta de mi dormitorio se abrió y Cole se precipitó al interior, la


preocupación apretando sus gestos.

Yo había estado gritando.

De nuevo.

—Hola —dijo, caminando hacia la cama.

Poniendo mis manos sobre mi rostro, cerré los ojos. —Lo siento.

—Como dije antes y como diré de nuevo, lo último que necesitas hacer es
disculparte por una pesadilla. —La cama se movió mientras él se acercaba más, y
sentí sus dedos sobre mi brazo. Bajó mi mano y luego la otra—. ¿Cuán mala fue?

Encogí un hombro. —No tan malo.

—Sasha.

Levantando mi barbilla, miré hacia él. Como cada vez en la última semana,
desde la noche en el sótano, su mirada hizo un inventario de las heridas. Yo había
sanado mucho, pero la esquina de mi boca aún estaba hinchada y el lado de mi
mandíbula estaba moteada con una encantadora sombra de azul y púrpura
desvaneciéndose. Había moretones en otros sitios, como a lo largo de mi cadera,
que aún dolía y tenía, al menos, un dolor de cabeza al día.

Pero estaba viva, así que podría lidiar con los golpes y dolores.

También podía manejar las pesadillas, y eso significaba que también iba a hacer
mi mejor esfuerzo en abrirme con Cole. Él no iba a conseguirlo de cualquier otra
forma.
Acostándome en la pila de almohadas, miré hacia el techo. —Tuve una
pesadilla de que él... él estaba aquí mientras yo dormía.

Cole maldijo.

—Se detendrán. —Miré en su dirección—. Lo harán.

Su mandíbula estaba dura. —Tomó diez años para que se detuvieran las
pesadillas la primera vez.

—Pero lo hicieron, porque tú... estás aquí. —Eso sonaba cursi, pero era
verdad—. Estas también se detendrán.

Asintió rígidamente, mientras se posicionaba contra la cabecera y estiraba sus


largas piernas, cruzándolas por el tobillo. —Tienes razón —murmuró.

Lo miré fijamente, sabiendo lo que estaba pensando. Estaba allí, una sombra en
sus ojos por la última semana. Él estaba pensando en qué hubiera pasado si no se
hubiera ido a la casa del alcalde. Estaba pensando en qué hubiera pasado si
mientras estaba allí no hubiera descubierto la cámara de seguridad que el alcalde
ocultaba en su oficina. Pensando en qué hubiera pasado si no hubieran reproducido
el video y visto a Jason en la habitación con el alcalde. Visto a él, obligando al
alcalde Hughes a escribir la carta de suicidio y todo lo demás. Él estaba pensando
en qué hubiera pasado si no me hubiese oído gritar su nombre desde el sótano.

Era Cole quien me estuvo llamando al teléfono, tratando de advertirme


mientras él, junto con Tyron y los agentes, corrían a la posada.

Traté de no pensar sobre lo que habría pasado si Cole no se hubiese aparecido


cuando lo hizo. Nada bueno salía de eso. En lo absoluto.

Mi mirada se movió al techo y dejé salir un suave suspiro lento. James


finalmente despertó ayer. El golpe rompió su cráneo y lo puso en coma, pero
sobrevivió al ataque por alguna clase de milagro. Realmente fue una situación
crítica, porque él estuvo en el sótano todo el día, pero ese viejo iba a sobrevivir una
guerra nuclear.

Yo había hecho mucha búsqueda espiritual esta semana, y no fui la única.


Aunque Miranda se recuperó físicamente, supe que el lado emocional y mental de
las cosas tomarían un poco más de tiempo para superarlas. Ella había sido amiga su
todos estos años, se habían vuelto más y quería más. Incluso cuando Miranda
nunca lo dijo, sabía que ella amaba a Jason; lo amó más que solo una amiga.

Y no podía imaginar lo que ella estaba atravesando, pero estaría allí para ella,
cuando sea que quisiera hablar sobre el tema.
Jason fue más listo, mucho más listo, que su padre. Engañó a todos a su
alrededor. En los días después de la confrontación con él, cosas se revelaron.

Cole encontró sospechosos homicidios sin resolver en Pennsylvania, Maryland


y Virginia, pero ya que Jason cambió el método de los asesinatos y parecía haber
escogido víctimas vulnerables al azar, fue difícil ver el patrón.

Hasta que los agentes dieron un vistazo al sótano de aquí y al de su casa.

Su sótano fue peor que el que le pertenecía a la posada, un verdadero circo de


horrores. Recolectó trofeos, y no solo ropa como la que mantenía aquí. Cabello.
Pedazos de piel. Dedos del pie. Dios, la lista continuaba y continuaba. Le tomaría
meses a los investigadores recolectar el ADN y la identidad de las víctimas.

Había una parte de mí que casi no podía creerlo. Esa pequeñita parte de mí que
no podía comprender que él pudo ser dos personas diferentes. El Jason en quien
confiábamos. Tenía acceso a la posada cuando quisiera. Yo lo dejé solo aquí
muchas veces, dándole una amplia oportunidad de robar una llave y hacer una
copia. Y luego, estaba el Jason quien era un completo monstruo.

Exhalé lentamente.

—Todo mejorará. —Cole se inclinó y arrastró los mechones de cabello fuera de


mi rostro—. Puedo prometerte eso.

Sonreí mientras mi mirada viajaba sobre su deslumbrante rostro. Había una


barba de varios días sobre su mentón. Con toda honestidad, yo habría sido un
completo desastre de no haber sido por Cole. Él estuvo allí durante el peor de los
dolores, cuando caminaba de la cama al baño causando que mi cuerpo doliera. Se
sentó conmigo cuando le dije a mamá sobre Jason, y no huyo cuando le siguió el
inevitable brote de emociones. Cole estuvo allí la primera vez que Miranda y yo nos
encontramos después de la noche en la cocina.

Eso... eso fue lo más difícil.

—¿Aún estás conmigo? —La mano de Cole se detuvo gentilmente sobre mi


mejilla, ya que ésta aún estaba un poco hinchada.

—Sí —susurré, estirándome y poniendo la punta de mis dedos sobre su brazo.


Hubo mil cosas diferentes corriendo a través de mi cabeza cuando fui atrapada en
la cocina y el sótano con Jason. Reparé muchas cosas. Yo no era una víctima. Salí
de allí. Miranda estaría bien. Abrazaría a mi mamá de nuevo. Solo había una cosa
que no había hecho.

No le había dicho a Cole que lo amaba.


Y estaba asustada por completo de hacer eso, incluso cuando él estuvo allí para
mí. Una parte de mí, probablemente una estúpida parte de mí, que aún temía que él
no quisiera estar en esto a largo plazo, porque las cosas... las cosas iban a ser
difíciles.

Los nervios llenaron mi vientre, pero no iba a acobardarme. La vida era


demasiado corta. —Quiero decirte algo y no quiero que te sientas presionado a
responder lo mismo, ¿de acuerdo? Solo quiero que...

—Te amo —dijo él, sus ojos un cálido azul.

Parpadeé. —¿Qué?

Uno de los lados de sus labios se elevó. —Te amo, Sasha.

Mis labios se separaron.

Inclinó su cabeza a un lado. —Ibas a decir eso primero, ¿cierto? Y estabas


preocupada de que me sentiría obligado y lo diría también, así que ahora sabes en
un cien por ciento que no es porque me siento obligado.

Lo miré fijamente un momento, y luego me senté, ignorando la punzada de


dolor a lo largo de mi lado. Cole se movió conmigo. —¿Tú... tú me amas?

Sus ojos buscaron los míos. —Te amaba hace diez años, Sasha. Te amé todo el
tiempo en que no estabas. Y te amé desde el momento en que entré al comedor y te
vi de pie allí.

Oh mi...

La media sonrisa apareció. —O quizás, tú ibas a decirme que querías que


trajeran comida japonesa y esto está a punto de volverse realmente muy incómodo.

—No. —Una risa burbujeó de mí—. Iba a decirte que te amo.

—¿Ibas?

Mis labios se curvaron en las esquinas. —Voy —corregí, acercándome para que
nuestros rostros estuvieran a centímetros de distancia—. Te amo, Cole. He estado
enamorada de ti desde nuestra primera cita.

Su sonrisa se extendió mientras se inclinaba y cuando él habló, sus labios


rozaron los míos. —Estoy tan feliz de que esto no se volviera incómodo.
—Yo también. —Hice una pausa—. Pero que traigan comida japonesa suena
increíble.

Cole rio. —Sí que te amo, Sasha. Eso es algo que nunca tienes que dudar.

Inclinando la cabeza solo ligeramente, presioné mis labios a los suyos. El beso
fue suave y perfecto. —No lo haré.

Cuidadosamente, me acomodó de regreso sobre mi espalda y se movió, para


que estuviera sobre su lado junto a mí. —Llamaré a tu favorito, ¿carne y
camarones, cierto? —Cuando asentí, deslizó la punta de sus dedos por mi brazo,
dejando un trazo de finos temblores en su camino—. Pero primero, quiero
asegurarme de que estás haciéndolo bien.

Cole había estado haciendo mucho eso, toda esta semana. Revisándome,
asegurándose de que yo estuviera procesado todo. La verdad era que éste era un
trabajo en proceso. Las pesadillas iban a persistir más que los dolores. Sería un
tiempo antes de que no esperara que un oficial entrara a través de las puertas de la
posada, pero sabiendo que aún tenía toda esta bondad dentro de mí, todo el amor
rodeándome...

Tenía a Miranda.

Tenía a mi madre.

Tenía a Cole.

—Sí, estoy bien. —Tomé un profundo y purificador respiro—. Realmente se


acabó ahora.
Traducido por Carilo

En el espejo oval que pertenecía a la abuela Libby, las lágrimas brillaban en los
ojos de mi madre. Se paró a mi lado, con una mano apoyada en la parte delantera
de su blusa azul pálido y la otra flotando sobre su boca.

—Te ves increíblemente hermosa, cariño. —Su voz se espesó—. Temía no ver
este día. Es como un sueño hecho realidad.

—Mamá —susurré. Un nudo me quemó la parte posterior de la garganta, un


nudo desordenado y asombroso—. No me hagas llorar. Voy a arruinar todo el
trabajo duro de Miranda.

—Y eso me haría muy infeliz. —Miranda apareció a mi izquierda. Ella guiñó


un ojo cuando su mirada se encontró con la mía en el espejo—. Te ves increíble.

Miranda estaba en un vestido azul pálido, un color que era absolutamente


imponente en ella, y el estilo griego era más que halagador. Su cabello trenzado
estaba levantado en un elegante giro, igual que el de mi madre. Le sonreí y luché
contra la urgencia de pedir disculpas por centésima vez, porque todavía había
sombras en sus ojos. Estaba mejorando al no hacerlo, porque en el fondo sabía lo
que le pasó a ella, a todos nosotros, no era mi culpa.

Había sido el Novio.

Siempre fue culpa de Jason y de su padre. Nadie más, y al final sabía que no
sentiría la necesidad de disculparme. Uno de estos días, supuse, pero hoy no iba a
ser un día que pasaría centrada en el pasado.

—Hoy es sobre el presente —anuncié en voz alta.

Ninguna de las dos mujeres se sorprendió por lo que dije, porque


comprendieron dónde fueron mis pensamientos. Mamá cruzó un brazo alrededor
de mis hombros desnudos. —Es sobre el presente y el futuro.

Exhalando lentamente, miré fijamente mi reflejo. Mi vestido no era blanco.


Eso todavía no iba a suceder, pero el vestido que encontré era un hermoso color
champán, y se movía como seda y agua. Era un sencillo vestido con un corpiño en
forma de corazón con forma de perla que se acumulaba bajo el pecho y luego fluía
hacia fuera. Miranda rizó mi cabello más temprano, separó la masa por el centro,
metió los costados detrás de mis oídos y lo dejó caer en ondas sueltas por mi
espalda. No llevaba joyas. Sin velo. El vestido era un gran paso. Todo lo demás
parecía demasiado.

—¿Estás lista? —susurró Miranda.

Al encontrar difícil hablar, asentí. Se acercó a la mesa de la cocina de mamá y


recogió el paquete de rosas color champán. Una cinta azul pálida colgaba de los
tallos. Colocando el ramo de la boda en mis manos, se estiró y me besó en la
mejilla.

—Estoy muy feliz por ti —susurró Miranda, su voz llena de emoción—. Tan
feliz por ti.

—Gracias —gruñí, dedos espasmódicos a lo largo de los tallos fríos.

Miranda miró a mi mamá. —Estaré abajo.

Cuando salió de la habitación, mamá me enfrentó. Sus ojos brillaban con


lágrimas no derramadas. —Hay tanto que quiero decirte, pero sé que si empiezo
voy a empezar a gritar, y estoy guardando mis lágrimas para la almohada.

Me reí. —Has estado viendo Dance Moms.6

—Tal vez. —Su inhalación era temblorosa mientras extendía la mano, alisando
mi cabello en la sien—. Pero quiero decirte que estoy muy orgullosa de ti.

—Mamá —susurré, sintiendo que la humedad se acumulaba en mis ojos.

Me apretó los hombros. —Mi hermosa hija… —Alzando mi mejilla, su sonrisa


se tambaleó—. Es la hora.

Todavía teníamos unos momentos, pero sabía que si nos demoráramos, las dos
acabaríamos llorando incontrolablemente, y no quería ser un desastre. Dejamos la
habitación y tomamos la escalera principal. La posada estaba cerrada por el fin de
semana, así que el zumbido de conversación que oí cuando llegamos a la cima de la
escalera era de todas las personas que conocíamos.

Las guirnaldas iluminadas se retorcían alrededor de la barandilla, centelleando,


y el aire olía a bálsamo y pera crujientes. Era el último fin de semana de noviembre,
y toda la posada estaba decorada para navidad. Desde donde estábamos, podía ver
uno de los cuatro árboles de navidad. Este no era el más grande, sino que estaba

6
Programa de televisión.
situado a la derecha de la escalera y se podía ver fuera, a través de los cristales de
las puertas.

Recogiendo la falda de mi vestido, bajé las escaleras y me detuve mientras


mamá avanzaba. La conversación se detuvo mientras me concentraba en tomar
profundas e incluso respirar. La energía nerviosa estaba rebotando a través de mi
sistema, pero no era miedo. Oh no, era ansia y anticipación. Eran mil emociones
diferentes, pero ninguna de ellas era mala o espantosa.

James apareció, y sonreí cuando lo vi. Nunca en mi vida lo había visto


vistiendo otra cosa que una camisa vieja y pantalones vaqueros que habían visto
días mejores.

Su barba color sal y pimienta estaba recortada, y los pantalones negros, la


camisa blanca y la corbata azul pálida parecían tan fuera de lugar en él, como si
llevara la ropa de otro hombre, pero se limpió muy bien.

—Te ves tan guapo —le dije.

No sonrió. No rio. Ese no era él, pero aquellos ojos oscuros y conmovedores se
suavizaron. —¿Estás lista, muchacha?

Girando por la cintura, miré hacia arriba por la escalera, y casi pude ver a mi
padre allí de pie, saludándome con la cabeza, diciéndome que estaba listo. Estaría
orgulloso de quien había escogido para acompañarme, y yo estaba lista. Asentí.

—Entonces vamos a hacer este espectáculo en el camino —dijo James con


brusquedad.

En un aturdimiento, pasé mi brazo por el suyo y caminamos hacia nuestra


izquierda. Las sillas blancas plegables fueron traídas adentro para acomodar la
pequeña ceremonia, y las mesas de cena fueron despejadas temporalmente hacia
afuera para hacer sitio para la pérgola cubierta de guirnaldas. Esas mesas volverían
más tarde, para la recepción, pero ahora, toda la zona era un país de las maravillas
de invierno con un toque de amor.

Mi mirada parpadeó sobre las personas sentadas. Vi a los padres de Cole y a su


familia. Reconocí a Tyron sentado cerca de mi madre. Miranda estaba esperando
en la pérgola, junto con el pastor que mamá había conocido durante años, y Derek,
que estaba junto a Cole.

El aire se atascó en mi garganta cuando lo vi. El corazón golpeando como un


tambor de acero, mis rodillas se sentían débiles cuando nuestras miradas chocaron
y se sostuvieron. Vi sus labios apartarse, prácticamente podía sentir la inhalación
inestable que tomaba. La emoción cruda se arrastró sobre su llamativo rostro, y
aquellos ojos azul pálido que coincidían con los vestidos que Miranda y mi mamá
llevaban, del mismo color que los lazos aseguraban libremente alrededor de los
cuellos de James y Derek. El mismo color pasaba entre las rosas que llevaba.

Dios mío, era el hombre más hermoso que jamás había visto. Me sentí así
todos esos años cuando lo vi por primera vez en clase, y todavía lo creía, hoy más
que nunca, porque estaba a punto de convertirse en mi esposo.

En realidad me iba a casar.

Los labios llenos y expresivos de Cole se curvaron en una sonrisa, y no hubo


detención de mi respuesta. Sentí mi sonrisa correr a través de mi rostro, y James
tuvo que recoger su ritmo para mantenerse al día conmigo.

—Maldita sea, chica —gruñó James cuando llegamos a la pérgola—. No va a ir


a ninguna parte.

—Las palabras más verdaderas que se hayan hablado —contestó Cole.

La multitud se echó a reír, y aunque mis mejillas se ruborizaron, no me


avergoncé. Solo tenía ojos para Cole. Miranda tomó el ramo de mis manos y
retrocedió mientras James se acercaba a una de las sillas. Solo suponía que eso era
lo que sucedió, porque estaba 100% centrada en Cole.

Tomó mis manos en las suyas y dijo en voz baja—: Nos ha llevado mucho
tiempo llegar aquí.

Una risa estrangulada y emotiva brotó de mí mientras le apretaba las manos.


Mi corazón latía rápido. —Demasiado largo.

—Pero estamos aquí —dijo, con un tono rico y profundo.

Y estuvimos, después de todo este tiempo, después de todo lo que pasó. A


pesar del hecho de jurar que nunca usaría un vestido de novia, nunca permitiría un
anillo en mi dedo, Cole y yo estábamos aquí.

¿Qué decía la abuela Libby siempre?

Nunca digas nunca.


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