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La teoría del desdoblamiento enfoca el problema de la creación de los personajes desde un plano existencial,
humano y técnico. Hay un proceso de despersonalización y objetividad por parte del autor, quien crea a los
personajes a imagen y semejanza nuestra, pero no se identifica con ellos. Es la facultad de desdoblamiento:
dentro del autor hay cientos de personajes, por lo que al plasmarlos en la novela, el autor le dota de elementos
propios, pero no es él. El autor se desdobla en los personajes, para exponer las preocupaciones o inquietudes
que le aquejan, siendo estos los portavoces de sus sentimientos e ideas, incluso personificando el tema o el eje
de la novela.
El enfoque narrativo de la novela se ve condicionado por el tema a desarrollar y por el personaje que lo
encarna y representa, que es más importante que el marco social en el que vive. A veces el personaje está
integrado y en sintonía con este, otras se rebela, quedando marginado o prisionero de la sociedad, mostrando
una relación inseparable entre la vida del personaje y el mundo que pretende reflejar.
La misión del novelista es la de descifrar al hombre y desvelar la verdad esencial del ser humano.
El origen de los personajes tiene un fondo autobiográfico. Pero mediante el desdoblamiento, se aleja de este,
permitiéndole meterse en su piel, pero sin confundirse o identificarse con este, siendo como un álter ego.
En el caso de Mario, este es un trasunto del perfil humano y moral del autor: intelectual progresista y
comprometido, entre cómico y patético, ofrece una imagen esquemática e idealizada de su verdadera
personalidad, pero mostrando de forma simplista y exagerada, con malicia y humor, sus virtudes y defectos.
Es un símbolo de integridad moral e intransigencia ética.
El personaje está inspirado en su amigo José Jiménez Lozano, escritor, arquetipo del intelectual católico
posconciliar (de él tiene los principios morales), al que superpone su autorretrato (la superficialidad, las
anécdotas vitales). El personaje encarna el inconformismo ético, social e ideológico de un intelectual
progresista, imbuido del nuevo espíritu católico posconciliar, enfrentado en actitud de protesta a la situación
política del momento, exasperado por la mordaza de la censura (“lo que a Mario le aniquilaba más era tener
que callar”).
La idea inicial era presentar a Mario como el protagonista vivo de la historia, enfrentado a Menchu en su
matrimonio. Pero la desechó al darse cuenta de que este planteamiento afectaba negativamente a la
autenticidad del carácter de Mario, lo que le impedía enmascarar sus opiniones y sustraerlas a la mirada de la
censura. Así que, para burlarla, decidió optar por mostrarlo a través del monólogo de su mujer.
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El conflicto de los personajes y el punto de vista del narrador
La obra fue concebida como el drama de dos caracteres incompatibles pero complementarios, semejante y
antagónicos. Pero la reconvirtió en una novela de protagonista único, iniciándola con la muerte de Mario y
cediendo la palabra a su viuda, Carmen Sotillo, que hace de narradora, evocando la figura de su marido, su
vida en común durante 23 años y haciendo un retrato de sí misma. Así, consigue dar una visión panorámica
del carácter de Mario, a través de la perspectiva subjetiva de Menchu, una mujer insufrible, insistente y
obstinada.
La novela se desarrolla en círculos concéntricos que vuelven una y otra vez sobre el mismo tema. La historia
apenas progresa, simplemente se enriquece, porque es una historia varada, que no anda.
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Utiliza el método narrativo de la caracterización por antítesis: apreciamos las cualidades positivas del
personaje a través del reflejo que crean los reproches y quejas de Carmen.
Caracterización de Mario a través el carácter de Menchu
Menchu inspira piedad y comprensión, pero en ningún caso identificación. Es una mujer frustrada,
insatisfecha sexualmente e incomprendida. De carácter incompatible con Mario, con quien no se puede
comunicar sentimentalmente, de quien ya no está enamorada, ante quien siente un fuerte complejo de
inferioridad, pero de quien se avergüenza por sus ideas políticas y sus preocupaciones éticas, con quien no
comparte ni comprende su moralidad e idea de justicia. A lo largo de su monólogo interior, repetitivo,
incoherente y deshilvanado, enumera quejas y agravios, a la vez que muestra una visión cálida y rebosante de
su vida. Pese a que es un personaje odioso y negativo, encierra una gran verdad humana, llena de vitalismo. Es
una mujer profundamente humana, pero increíblemente inculta, puritana, de moralidad exagerada, que tiene
una idea muy elevada de sí misma. Desde un punto de vista humano, sus quejas están plenamente justificadas.
Vive el drama de la desavenencia conyugal con su marido, de personalidad incompatible y antagónica,
separados por un abismo y condenados a vivir en una mutua incomprensión y una difícil convivencia (de
nuevo el simbolismo de las dos Españas). Para ella, las virtudes y cualidades de Mario son defectos e
incapacidades, está defraudada. Siente que es buena y honesta y que ha sacrificado su vida para consagrarse a
su papel de ama de casa y madre, pero sin haber visto cumplidas sus expectativas económicas ni sociales. Así,
Delibes retrata a Mario a través de Menchu, que también se retrata a sí misma, dejando una visión demoledora
del perfil humano.
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Por eso se siente reprimida, desilusionada y despreciada junto a Mario, quien aparentemente no le hizo caso ni
se percató del tesoro que tenía en casa.
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hace ver su fragilidad, su vulnerabilidad y su humanidad, mostrando que todos somos buenos y malos a la
vez.
Delibes convierte en heroína novelesca a una mujer ignorante y necia, sin la menor conciencia de serlo, pero
que reconoce lealmente que siempre ha sido “una romántica y una tonta”. Muestra la inocencia de Menchu,
que no es responsable del daño que inflige, cuya incomprensión es fruto de su manera de ser, de su carencia
de dotes intelectuales y de una falta de sensibilidad completa, que le permita entender qué sucede a su
alrededor.