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Delibes, Miguel (2018) [2009]. Cinco horas con Mario. Barcelona: Austral.

Resumen del prólogo de Antonio Vilanova.

Miguel Delibes, novelista de personajes


Para Delibes, los personajes que pueblan una obra son su eje fundamental. El novelista debe crear tipos vivos,
que sean capaces de permanecer en nuestro interior, una vez pasado tiempo desde su lectura.
Los personajes deben salir del alma del novelista, quien lleva dentro de sí todas las virtudes y vicios que
existen en el mundo.
Toda novela tiene algo de autobiográfico, pero hay que distinguir entre lo que se ha vivido, lo que se podría
haber vivido, lo que se querría haber vivido y lo que se teme o presiente que se vivirá.

La teoría del desdoblamiento enfoca el problema de la creación de los personajes desde un plano existencial,
humano y técnico. Hay un proceso de despersonalización y objetividad por parte del autor, quien crea a los
personajes a imagen y semejanza nuestra, pero no se identifica con ellos. Es la facultad de desdoblamiento:
dentro del autor hay cientos de personajes, por lo que al plasmarlos en la novela, el autor le dota de elementos
propios, pero no es él. El autor se desdobla en los personajes, para exponer las preocupaciones o inquietudes
que le aquejan, siendo estos los portavoces de sus sentimientos e ideas, incluso personificando el tema o el eje
de la novela.

El enfoque narrativo de la novela se ve condicionado por el tema a desarrollar y por el personaje que lo
encarna y representa, que es más importante que el marco social en el que vive. A veces el personaje está
integrado y en sintonía con este, otras se rebela, quedando marginado o prisionero de la sociedad, mostrando
una relación inseparable entre la vida del personaje y el mundo que pretende reflejar.
La misión del novelista es la de descifrar al hombre y desvelar la verdad esencial del ser humano.

Fondo autobiográfico y facultad de desdoblamiento


El personaje es el eje vertebrador de la novela y el vehículo capaz de expresar su visión del mundo y de la
vida, para llegar a la verdad del ser humano: sus ideas, valores, sentimientos y su corazón.

El origen de los personajes tiene un fondo autobiográfico. Pero mediante el desdoblamiento, se aleja de este,
permitiéndole meterse en su piel, pero sin confundirse o identificarse con este, siendo como un álter ego.

En el caso de Mario, este es un trasunto del perfil humano y moral del autor: intelectual progresista y
comprometido, entre cómico y patético, ofrece una imagen esquemática e idealizada de su verdadera
personalidad, pero mostrando de forma simplista y exagerada, con malicia y humor, sus virtudes y defectos.
Es un símbolo de integridad moral e intransigencia ética.

El personaje está inspirado en su amigo José Jiménez Lozano, escritor, arquetipo del intelectual católico
posconciliar (de él tiene los principios morales), al que superpone su autorretrato (la superficialidad, las
anécdotas vitales). El personaje encarna el inconformismo ético, social e ideológico de un intelectual
progresista, imbuido del nuevo espíritu católico posconciliar, enfrentado en actitud de protesta a la situación
política del momento, exasperado por la mordaza de la censura (“lo que a Mario le aniquilaba más era tener
que callar”).

La idea inicial era presentar a Mario como el protagonista vivo de la historia, enfrentado a Menchu en su
matrimonio. Pero la desechó al darse cuenta de que este planteamiento afectaba negativamente a la
autenticidad del carácter de Mario, lo que le impedía enmascarar sus opiniones y sustraerlas a la mirada de la
censura. Así que, para burlarla, decidió optar por mostrarlo a través del monólogo de su mujer.

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El conflicto de los personajes y el punto de vista del narrador
La obra fue concebida como el drama de dos caracteres incompatibles pero complementarios, semejante y
antagónicos. Pero la reconvirtió en una novela de protagonista único, iniciándola con la muerte de Mario y
cediendo la palabra a su viuda, Carmen Sotillo, que hace de narradora, evocando la figura de su marido, su
vida en común durante 23 años y haciendo un retrato de sí misma. Así, consigue dar una visión panorámica
del carácter de Mario, a través de la perspectiva subjetiva de Menchu, una mujer insufrible, insistente y
obstinada.

El tema principal es la imagen de un hombre acosado por la incomprensión, la mediocridad y la estulticia,


enfrentado a la mente limitada y estrecha de su mujer, de personalidad intransigente y dogmática.
Mario es un hombre modesto, catedrático de instituto, honesto e íntegro, idealista y sensitivo, polémico
periodista, novelista sin éxito y cristiano comprometido de ideas progresistas, con una honda preocupación
social y afán de hacer justicia.
Carmen es una mujer típica de la clase media provinciana, de buena familia venida a menos, reaccionaria,
aferrada a las ideas tradicionales, de belleza exuberante, temperamento sensual, intolerante, llena de prejuicios
de clase y de convicciones religiosas arraigadas. Es inculta, la personificación del quiero y no puedo, que ha
vivido resignada y sumisa, reprimida, frustrada e insatisfecha, pero cumpliendo con los deberes de una buena
esposa.
Entre ellos se da un choque de mentalidades, ideas y creencias. Hay una falta total de entendimiento y una
incomunicación brutal. Es la confrontación simbólica de las dos Españas, en la que un hombre vive asfixiado
por el medio social, sometido a una vida conyugal imposible, con una mujer que no le entiende y que
desprecia su idealismo, su integridad y su afán de hacer el bien. Para ello, Delibes condensa en Menchu un
cúmulo de prejuicios y convencionalismos sociales, volcando en ella el arquetipo de pequeñoburguesa
provinciana, convencional, prejuiciosa e hipócrita. Pero según Delibes, “si la mujer española es así, los
responsables somos los hombres y la sociedad. La discriminación, el relegar a la mujer a la cocina y las
tareas domésticas… la ha esterilizado y ha castrado su iniciativa, su inteligencia y su imaginación”. En
cualquier caso, el personaje femenino cumple el papel de antagonista de Mario. Existe para censurar al tipo de
personas que ella representa, no para hacer un juicio de valor sobre la mujer.

Tema central y estructura narrativa


La novela tiene 3 partes fundamentales, de extensión variable. Empieza con una esquela mortuoria, que
informa del fallecimiento de Mario.
Primera parte: Breve prólogo introductorio, tercera persona, autor omnisciente. Sitúa la acción en casa de
Mario, el día de su inesperada muerte. Presenta la figura enlutada y dolorida de Carmen, a sus hijos y amigos
y las visitas de pésame. Hace presente el lugar y las circunstancias en los que se desarrollará el monólogo
interior.
Segunda parte: Es el cuerpo central de la historia, el largo monólogo interior de la protagonista, que vela el
cadáver, mientras rememora la personalidad de Mario y su vida en común. Son 27 capítulos introducidos por
versículos de la Biblia sacados del volumen que Mario tenía en su mesita de noche y había subrayado
personalmente. Carmen lee los versículos y no los entiende, no capta su sentido, pero sirven de resorte para
que se dirija a su marido en un diálogo sin respuesta. Estas citas son como un índice de las preocupaciones
morales y religiosas de Mario.
Tercera parte: Vuelve el narrador omnisciente en tercera persona. Es una conclusión en forma de epílogo,
basada en el diálogo que tiene Carmen con su hijo mayor, al cual tampoco entiende.

La novela se desarrolla en círculos concéntricos que vuelven una y otra vez sobre el mismo tema. La historia
apenas progresa, simplemente se enriquece, porque es una historia varada, que no anda.

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Utiliza el método narrativo de la caracterización por antítesis: apreciamos las cualidades positivas del
personaje a través del reflejo que crean los reproches y quejas de Carmen.
Caracterización de Mario a través el carácter de Menchu
Menchu inspira piedad y comprensión, pero en ningún caso identificación. Es una mujer frustrada,
insatisfecha sexualmente e incomprendida. De carácter incompatible con Mario, con quien no se puede
comunicar sentimentalmente, de quien ya no está enamorada, ante quien siente un fuerte complejo de
inferioridad, pero de quien se avergüenza por sus ideas políticas y sus preocupaciones éticas, con quien no
comparte ni comprende su moralidad e idea de justicia. A lo largo de su monólogo interior, repetitivo,
incoherente y deshilvanado, enumera quejas y agravios, a la vez que muestra una visión cálida y rebosante de
su vida. Pese a que es un personaje odioso y negativo, encierra una gran verdad humana, llena de vitalismo. Es
una mujer profundamente humana, pero increíblemente inculta, puritana, de moralidad exagerada, que tiene
una idea muy elevada de sí misma. Desde un punto de vista humano, sus quejas están plenamente justificadas.
Vive el drama de la desavenencia conyugal con su marido, de personalidad incompatible y antagónica,
separados por un abismo y condenados a vivir en una mutua incomprensión y una difícil convivencia (de
nuevo el simbolismo de las dos Españas). Para ella, las virtudes y cualidades de Mario son defectos e
incapacidades, está defraudada. Siente que es buena y honesta y que ha sacrificado su vida para consagrarse a
su papel de ama de casa y madre, pero sin haber visto cumplidas sus expectativas económicas ni sociales. Así,
Delibes retrata a Mario a través de Menchu, que también se retrata a sí misma, dejando una visión demoledora
del perfil humano.

Soliloquio mental de Menchu retratada por sí misma


Menchu es víctima de un matrimonio desigual y equivocado entre personas de una misma clase social, pero
educadas en posiciones ideológicas contrapuestas y antagónicas (los dos bandos de la Guerra Civil). Su
absoluta capacidad de comprensión proviene de su diferente formación, carácter y mentalidad, de su distinto
nivel intelectual y de la diferente jerarquía de valores que tienen. Esta desavenencia es fruto de la falta de
conocimiento mutuo cuando se casan. Mientras Mario es un hombre íntegro y bueno, desorientado e inseguro,
ella se siente como una víctima de su incomprensión e indiferencia. Menchu encarna el drama
pequeñoburgués del quiero y no puedo, el arquetipo de mujer cristiana y española franquista, a quien Mario
nunca le ha recriminado nada (probablemente debido a la convicción de su incapacidad de cambio) y ella no
tiene ni idea de cómo es ella en realidad. Menchu respeta a Mario por su integridad, pero le desprecia como
intelectual y como hombre, incapaz de agradecerle los sacrificios que ha hecho por ese matrimonio, ni de
tratarla bien sexual y sentimentalmente. Se ve como una mujer sufrida, hacendosa, dispuesta y abnegada, que
hace milagros con la administración de la casa y hace frente a las estrecheces y privaciones con dignidad.

La ceguera de amor, origen de un matrimonio equivocado


No sabemos cómo empezó su historia, pero seguramente Mario se sintió atraído por la belleza física
exuberante de Menchu, comunicativa y simpática, rasgos que eclipsaban su ignorancia y superficialidad. Ella
se enamora a los 17 de Mario, un chicho flaco y hambriento de cariño, de ojos tristes y tacones roídos, que
pasaba horas a la puerta de su casa. Menchu piensa que la necesita y se siente alagada por su adoración. Él es
totalmente inadecuado para hacerla feliz, puesto que no comparte ni sus pretensiones sociales, ni sus ansias de
prosperidad y bienestar. Hijo de una familia liberal y republicana, de clase media baja, choca con las ideas y
prejuicios de Menchu, de familia católica, monárquica y de derechas. Él tiene pocas necesidades y
ambiciones, lo que ella entiende como tacañería y mezquindad y se da cuenta de que no deberían haberse
casado, que fue culpa suya, por no escuchar a su padre y sus amigas y hacer caso de su madre, quien veía en
este chico buenas opciones económicas y sociales. Por otra parte tenemos el aspecto sexual de la relación
entre ellos. Menchu es una mujer orgullosa de sus encantos, que no ha encontrado hombre que se le resista y
se jacta de que si hubiese querido, podría haberse ido con cualquiera. De erotismo precoz, habla de cómo la
mayoría de los hombres que ha conocido le podrían haber hecho perder la cabeza, por ser su objeto de deseo.

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Por eso se siente reprimida, desilusionada y despreciada junto a Mario, quien aparentemente no le hizo caso ni
se percató del tesoro que tenía en casa.

La frustración erótica de una mujer obsesionada por el sexo


Para Menchu es un golpe muy duro descubrir que Mario no la necesita y que tiene una vida propia
independiente. La misma noche de bodas, descubre que Mario no es apasionado ni ardiente y entiende como
una humillación y desprecio, que esa noche opte solo por dormir.
Hay un contraste entre el severo autocontrol de Mario y la sexualidad reprimida e insatisfecha de Menchu,
quien se queja de la inoportunidad de los requerimientos amorosos de su marido, su negativa a usar métodos
anticonceptivos y los embarazos no deseados. Le reprocha que durante las relaciones, ella no suele alcanzar
un goce sexual completo.
A esto hay que añadir el atractivo que para ella tiene el dinero, lo que explica su reacción al encontrarse con
Paquito Álvarez, convertido un señor, nuevo rico, que ha triunfado sin estudiar e imagina qué habría sido de
su vida si se hubiera casado con él. Lo que parece seguro es que le habría comprado el Seiscientos que ella
tanto ansiaba, símbolo intangible de la incapacidad de Mario para ganar dinero y mejorar socialmente.
Enemiga de los libros, aborrece el intelectualismo en el que vive Mario, que no genera dinero y que le impide
buscar recomendaciones para prosperar en el trabajo o conseguir un nuevo piso. Por eso, Menchu cree que
Mario es un egoísta iluso y holgazán, que escribe libros que nadie lee y que es incapaz de hacer algo de
provecho, de plegarse a sus caprichos y que adopta ante ella una actitud paciente y comprensiva.

El idealismo de Mario ante la incomprensión de Menchu


Menchu un entiende a Mario y critica sus defectos y flaquezas. Lo ve como un hombre maniático y
extravagante, que se siente superior a los demás. Desorientado, contradictorio y tonto, de tan bueno,
hipersensible y angustiado. El intelectual progresista que teoriza y no resuelve nada. Carmen no entiende sus
conflictos interiores, por lo que cuando Mario cae en una profunda depresión, ella lo ve como una pataleta de
niño consentido y se burla. Los escrúpulos de Mario despiertan en Carmen una profunda hostilidad, porque les
han impedido mejorar y son, según ella, el motivo de la muerte de Mario.
Entre ellos se interpone el maniqueísmo de Carmen y el relativismo de Mario, incapaces de entenderse.
Carmen no se considera a sí misma una mojigata ni una intransigente, sino una mujer liberal y comprensiva,
más capaz de disculpar los pecados y flaquezas de la carne, que de comprender las sutilezas del espíritu. Ella
no entiende que es la verdadera culpable de que Mario se sienta acosado por la incomprensión, la mediocridad
y la estulticia.

La desavenencia conyugal y el conflicto de las dos Españas


Carmen tampoco se explica la devoción que le profesan los subordinados, compañeros, enemigos y amigos de
Mario. Tampoco entiende que su hijo mayor, tan parecido a su padre, no derrame una lágrima y se niegue a
llevar luto, del mismo modo que obliga a su hija, durante un ataque de nervios, a contemplar a su padre
muerto.
Delibes traza una crítica severa e implacable de la mentalidad española tradicional y de la pequeña burguesía
provinciana a través de una desavenencia conyugal basada en la incompatibilidad de caracteres. Será el joven
Mario quien, al final de la novela, dé un mensaje de reconciliación y de esperanza, poniendo en entredicho el
sistema de creencias . Y pese a ello, Carmen seguirá sin entender ni apreciar las cualidades humanas que el
resto veía en su marido, estando ella aferrada a los principios tradicionales (los patrióticos de la España
nacional).
Queda por tratar el tema de la casi infidelidad de Menchu, que no comprende las razones del alejamiento de
Mario y que se ha sentido profundamente frustrada sexual y afectivamente. Cae en el adulterio de
pensamiento, pero no físico. Y la forma en la que lo confiesa, entrecortada y llena de remordimientos, nos

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hace ver su fragilidad, su vulnerabilidad y su humanidad, mostrando que todos somos buenos y malos a la
vez.
Delibes convierte en heroína novelesca a una mujer ignorante y necia, sin la menor conciencia de serlo, pero
que reconoce lealmente que siempre ha sido “una romántica y una tonta”. Muestra la inocencia de Menchu,
que no es responsable del daño que inflige, cuya incomprensión es fruto de su manera de ser, de su carencia
de dotes intelectuales y de una falta de sensibilidad completa, que le permita entender qué sucede a su
alrededor.

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