Está en la página 1de 7

LA CIUDAD ENANA, SUBYUGADA POR LOS MONOCULTIVOS

POR: CAROLINA FRANCO GIRALDO

“El diablo de las provincias” es una novela escrita desde una realidad no sólo cercana, sino más
aún, vivida en carne propia por el autor. Juan Cárdenas, es un escritor colombiano que demuestra
por medio de comentarios y críticas dirigidas a su contexto local, sus desacuerdos y los problemas
que encuentra en el sistema. No es un escritor que intenta inventar mundos lejanos a los que
habita para jugar a corregirlos, sino que, por el contrario, se apropia de la realidad empírica que lo
circunda para construir un mundo ficcional con una base firme en la contradicción que presenta la
vida cotidiana de su país.

La obra de Juan Cárdenas: el diablo de las provincias, se ubica en un contexto de novela policíaca
donde se esconde no uno, sino, varios crímenes que no pretenden ser resueltos, sino por el
contrario, ser el reflejo de una insolubilidad esencial, que, pone de manifiesto la crítica ya
mencionada al contexto socio-político colombiano. La mayor parte de la obra de este escritor,
además de la que tiene lugar en este estudio, tiene ese tinte político-social, reflejado además en
otros textos no literarios, como entrevistas y comentarios donde generalmente habla respecto a
diferentes situaciones que lo rodean; en este sentido, la obra completa de Juan Cárdenas, no
puede ser enmarcada en un solo género, ni trabajada desde una sola perspectiva.

En “El Diablo de las Provincias” por ejemplo, encontramos una gran cantidad de relatos y
situaciones mediadas por la intención investigativa de acuerdo al género policíaco. Su desarrollo
está marcado por varios crímenes como el del asesinato del hermano del protagonista, la
desaparición de la alumna del internado y el secuestro que el mismo protagonista debe afrontar.
También nos encontramos en la novela con críticas sociales dirigidas al racismo, a la discriminación
de la homosexualidad y a la doble moral en la que se desenvuelve la vida de la ciudad enana.

En este sentido entonces, nos encontramos frente a un texto que expone, por medio de distintos
personajes sin nombre, algunos de los estereotipos más comunes que conforman la vida cotidiana
de las ciudades colombianas. Por un lado aparece el papel del protagonista, que, a pesar de ser un
biólogo y de tener un estatus ante los demás, deja que su personalidad conformista y adaptable a
cualquier circunstancia, lo lleve a traicionar directamente sus ideales, reivindicándose incluso a sí
mismo para justificar las decisiones que otra persona con sus mismos “principios” no habría
tomado.
Por otro lado, aparecen de manera más sutil personajes, que encierran dentro de sí la
discriminación provocada por esa misma herencia religiosa que se ha quedado en lo profundo de
nuestras tradiciones coloniales. Por esta razón, una gran parte de los colombianos aún hoy
mantenemos en nuestra personalidad vestigios de falsa superioridad ante los demás. Su madre,
por ejemplo, no podría aceptar nunca la homosexualidad de su otro hijo y prefiere escuchar una
verdad a medias sobre la razón de su asesinato, por miedo a darse cuenta de una realidad
inaceptable para ella; otra forma de discriminación que tiene su centro en este personaje, la
madre, aparece expuesta en la empleada indígena que trabaja en su nuevo apartamento y que
cumple diligentemente sus funciones sin emitir una sola palabra, sin permiso para el diálogo.

Por nombrar solo algunos otros personajes, encontramos también a la hermana de la productora
de televisión que está preparando una telenovela, sobre la esclavitud en 1848, esta mujer
demuestra una marcada posición sesgada, sobre lo que es, para ella, el medio ambiente, teniendo
en cuenta sus comentarios poco científicos y sus referencias únicamente religiosas, además esta
mujer, pone el papel de un dios configurado por un pastor evangélico como el dueño y único
manipulador de la naturaleza, la cual es, por esta razón, totalmente adaptable e impenetrable,
dejando a los seres humanos exentos de toda responsabilidad con el cuidado del medio ambiente.

Asimismo aparece el “díler”, un personaje que en ocasiones toma el foco, casi al mismo nivel que
el protagonista, ya que la voz narrativa se centra solo en él para expresar algunos puntos
importantes, que determinan también la temática de la novela, como por ejemplo, la importancia
de la reflexión, de la introspección, que, como seres humanos deberíamos practicar cada vez más,
esto se puede ver en los diálogos y situaciones en las que el personaje aparece, en los consejos
que le da al biólogo de bañarse a oscuras para entender mejor su realidad.

El narrador omnisciente, está a cargo de la mayor parte de la configuración y conceptualización, ya


que no sólo es él quien expresa las situaciones con ciertos matices ideológicos, sino que también
es quien introduce los diálogos o intervenciones de los diferentes personajes. Es un narrador que
expresa cada tanto, comentarios sobre lo que cuenta, y además, que sabe lo que el biólogo dice,
piensa y sueña a partir de lo que le sucede.

La novela está estructurada en una suerte de microrrelatos, que, al separarse, cada uno tendría no
sólo una temática, sino además una situación independiente de los demás, por esta razón, cada
capítulo podría leerse como una microhistoria por sí mismo y tendría sentido de esta manera. A
pesar de esto, en todos ellos aparece la misma figura de narrador que todo lo ve.
El último capítulo del texto, que parece más como un epílogo y que además no tiene número
como el resto y está escrito en cursiva, es el único que cambia de voz narrativa; parece que, en
este momento, el narrador desaparece para que tanto los personajes de la historia como las voces
internas de cada uno de ellos, salgan a expresar distintos comentarios dirigidos a todas las
historias encontradas a lo largo de la novela. Este capítulo es relevante debido a su cualidad
integradora y a su función deíctica frente a lo desarrollado durante toda la novela. No es una
síntesis, ni una enseñanza, es una suerte de sentencias basadas en toda la realidad que atraviesa la
novela.

Este último capítulo genera en el lector una sensación de completitud, que, suscita una cantidad
de reflexiones metafísicas que pueden haber sido o no experimentadas durante la historia. Lo
cierto es, que, en este texto en cursiva, armado de frases que tienen un gran poder de manera
individual, el lector logra llegar a un momento de conexión tal con la obra, que podría incluso
identificarse con algunas de esas voces, o con todas, pero, también podría jugar a identificar quién
es el hablante que las pronuncia, teniendo en cuenta que son invitaciones, o indicaciones, que
también podría direccionar hacia sí mismo. Este capítulo es enigmático, además, porque estos
mandatos sin emisor ni receptor claros, son la pincelada que completa el círculo que deja en la
mente del lector una serie de meditaciones metafísicas que podrían llegar en el momento en que
decida seguir el consejo de ducharse a oscuras.

Debido a que la novela se ubica en la época contemporánea, siglo XXI, y en una pequeña ciudad de
Colombia, es posible hacer ciertas apreciaciones desde la similitud con el entorno en el cual nos
encontramos. Teniendo en cuenta todo lo dicho anteriormente, su historia como unidad es un
conjunto compuesto por diferentes realidades, no distantes entre sí, que configuran la
cotidianidad de un lugar conservador, religioso, pero, lleno de un ansia de progreso, que va en
contravía de la preservación de la naturaleza, esta conjetura tiene su piso en las distintas
menciones sobre el medio ambiente, más como una herramienta que como un beneficiado; que,
finalmente, logra poner incluso al ser humano al servicio de sus propios intereses. La voluntad de
la naturaleza termina siendo más poderosa que la del ser humano.

La tesis que se pretende desarrollar es, que, aunque los monocultivos nacen de la acción directa
del ser humano, después, adquieren una voluntad propia tan fuerte, que ni el mismo hombre
quiere frenar.
La manipulación a la que se ve sometida la ciudad enana, tanto desde lo religioso como desde lo
político, la convierten en un caldo de conspiraciones con la única consecuencia clara de una vida
monótona y rutinaria a la que se hace referencia durante la novela en términos de
“monocultivos”. Ciertamente, la ciudad está marcada por un desarrollo agrícola muy notable, que
termina siendo más allá de cualquier otra motivación, lo que da sentido a sus habitantes, aunque
podría pensarse que son la religión y la política, lo que tienen estos cultivos a su servicio; se hace
evidente que los monocultivos se convierten en un sujeto volitivo que manipula la realidad
completa que lo circunda.

Este término que enmarca de principio a fin el desarrollo de cada una de las historias que se
desenvuelven durante la novela tiene tanto que ver con la monopolización de la tierra
propiamente, como con la uniformidad de la ciudad y de las personas que la conforman, tal como
lo piensa el biólogo: “el lugar común de que las formas tendían a replicarse en la naturaleza con
igual desenfreno pero con mucho más acierto estético que en las obras humanas” p. 22 Este
comentario que hace el biólogo, al ver la manera en que el crecimiento urbano se da, en los
edificios nuevos llenos de pequeños apartamentos, incómodos como el de su madre, refleja la
manera en que este personaje comienza a ver la realidad de este lugar.

El monocultivo se convierte, no sólo en una posibilidad de explotación de la tierra, sino, en la única


posibilidad de hacerlo, de hecho, este es el sentido precisamente de la palabra. La economía, que,
en principio fue el pretexto para llevar a cabo estas intervenciones territoriales, ahora se
encuentra subyugada ante ellas. Su beneficio se convierte en dependencia y con la economía, el
ser humano y el mundo completo pasan a estar al servicio de los monocultivos. Tanto así, que ni la
misma conciencia del daño que se le provoca al territorio donde se encuentran, es suficiente para
detener su producción acelerada.

A lo largo de la novela se encuentran también numerosas referencias a Humboldt, este científico


admirado por el protagonista, tiene como él un gran interés en las aves, que, representaron para
este personaje su iniciación en la biología, su identificación con el tío y su gran cercanía inicial con
el hermano asesinado. De las pocas, pero muy importantes referencias que se hacen a la infancia
del biólogo con su hermano, una de ellas es la situación que se da en la finca que tiene su tío a las
afueras de la ciudad enana:

“El biólogo y su hermano podían pasar horas mirando cómo esos pajaritos hacían sus piruetas,
registrando sus ruidos, que iban desde los pitidos casi ultrasónicos hasta llamadas muy complejas
que el biólogo, con los ojos cerrados, imaginaba como un microscópico pastel de milhojas sonoras,
con capas de zumbidos atonales intercaladas con capas de consonantes, erres y zetas y efes,
armonía y percusión concentradísimos en una cápsula musical diminuta.”

Aparece en este fragmento, la referencia al hermano que el protagonista mantenía en su


memoria, no es “el tipo infumable de los trajes y los perfumes (…)” p. 124 sino el hermanito
sensible a los cantos de las aves. Estos dos hermanos, en su infancia, gastaban el tiempo que otros
usaban en jugar y demás actividades, observando los comportamientos de los pájaros e
intentando descifrar su lenguaje, aparece en este punto una inquietud latente sobre la voluntad
propia de la naturaleza, estos pequeños seres con sus cantos, encierran dentro de sí, una cantidad
de conceptualizaciones que trascienden mucho más allá de la voluntad humana. La observación de
los pájaros refleja la capacidad de cualquier especie de la naturaleza, de adaptarse al medio y de
crear vínculos comunicativos complejos e impenetrables.

Lo que el biólogo y su hermano hacían, tiene una mezcla de observación biológica y arte, de
cientificidad y sensibilidad. Aspectos que van a marcar el desarrollo completo de la historia del
biólogo y de la novela en general, pero, situaciones ambas que terminarán dejándose de lado para
favorecer el trabajo al servicio de los monocultivos que, en última instancia, manipulan la actividad
de los habitantes de la ciudad enana.

Un ejemplo claro de dicha manipulación por parte de los monocultivos, lo encontramos


precisamente en el capítulo en que el biólogo se encuentra con su exnovia y ella le ofrece un
trabajo que tiene como objetivo, la recuperación de los cultivos de la palma de aceite, que se
encuentra contaminada por la plaga del escarabajo picudo. Después de escuchar esta propuesta,
el biólogo tiene un tiempo de reflexión sobre estos cultivos y el daño medioambiental que pueden
provocar; en su mente está muy claro que lo correcto sería, que dejaran de existir estos cultivos
que dañan la tierra y afectan a los demás,

“El monocultivo niega el tiempo, lo cancela. Para el monocultivo no hay historia, ni hombres, solo
eternidad, o sea, la nada absoluta. (…) Y el biólogo se escabulle entre las cañas sin tiempo,
náufrago de otro naufragio más grande, uno que tiene que ver con el tiempo inhumano de las
plantas que desean prescindir de todas las demás plantas, las gramíneas hipertrofiadas que
quieren dominar el mundo, algunas especies de plantas, entiende el biólogo, son la verdadera
bestia del apocalipsis, el pasto nacional-socialista, la caña de azúcar de los esclavos que ya no
tienen tiempo, el plátano, que no es más que una hierba gigantesca, la palma de aceite(…)” pp.89-
90

Esta cita ilustra, de manera precisa, la mirada científico-artística del biólogo sobre la naturaleza.
Comienza hablando del tiempo, una realidad humana que no tendría ninguna posibilidad de
existencia, en un mundo sin personas, la dimensión temporal, que es lo que se niega con el
monocultivo, repercute directamente sobre la negación del ser humano, si no hay tiempo, no hay
personas o como diría Cortázar, cronopios. Idea que se reafirma en la siguiente frase, negando
ahora directamente la existencia de la memoria, otra de las características propiamente humanas,
para comparar luego la eternidad con la nada absoluta, como si la no existencia del hombre diera
como consecuencia directa, la unidad entre la eternidad y la nada.

Se retoma luego el papel de biólogo, para hacer notar que toda esta reflexión se está dando,
precisamente, en la conciencia de un náufrago; este personaje que tiene clara la situación
circundante y que sabe que ya no hay nada que hacer, porque incluso él mismo, tiene que aceptar
su actual realidad, su vida al servicio de un tiempo que no es humano, que está controlado por una
fuerza superior a los hombres.

Ahora es claro, en este pasaje, que la dominación del mundo, está en la voluntad de estas plantas.
Las personas han cedido su lugar a unos seres, que, han tomado el control del crecimiento
económico de esta región. En el entendimiento del biólogo aparece un juicio, muy propio del
personaje: estas plantas son la bestia del apocalipsis. Aparece, en esta idea interior del biólogo, la
línea transversal de toda la novela: el diablo de las provincias es, precisamente, el monocultivo.

Es así, como se compara incluso, con una ideología política absolutista y cerrada en sí misma, que
no da espacio a ningún otro ser, por esto el tiempo ya no existe, el tiempo del ser humano, no
tiene ningún sentido ni posibilidad en un mundo donde la única opción es rendirse ante la
voluntad de los cultivos de palma.

Después de casi un capítulo completo, dedicado a la reflexión y el análisis del gran daño que los
monocultivos le provocan a la tierra, después de poner sus conocimientos científicos, al servicio de
la reflexión sobre estos asuntos, que pareciera tener muy claros y definidos en su conciencia, el
biólogo toma la decisión de dedicar su vida y sus conocimientos al fortalecimiento y la sanación de
la palma de aceite.
Así como el biólogo, son muchas las personas que terminan dedicando su vida al desarrollo de
estos cultivos que, finalmente, no tienen otro beneficio para el hombre que alimentar su
economía. Las fuerzas humanas más poderosas como la religión y la política, terminan haciendo
un trabajo colaborativo para estos cultivos que, supuestamente, ayudan al desarrollo de la
economía local y global.

El biólogo, su exnovia, el secuestrador, su madre, la hermana de la productora de televisión y la


mayoría de los personajes que participan en la presente historia, no son más que comodines, que,
como muchos otros ponen sus conocimientos y esfuerzos al servicio de unas plantas que buscan el
dominio total del campo. El ser humano ha sido el artífice, que ha comenzado una epidemia que
ya no puede detener, y el apocalipsis de las plantas, se apodera de los territorios de las provincias,
que se quedan sin otra posibilidad que continuar viviendo a su servicio.

BIBLIOGRAFÍA

- Cárdenas, J. (2017). El diablo de las Provincias. España: Periférica.


- Ardila, C. (2018) Comentario Literario-hermenéutico. Texturas. Vol. 1 pp. 93-106
Universidad EAFIT.
- Martínez, P. (2002). Algunos aspectos de la voz narrativa en la ficción contemporánea: el
narrador y el principio de incertidumbre. Theleme: Revista complutense de estudios
franceses. Vol. 17. pp. 197-220. Universidad Atónoma de Madrid.
- Genette, G. (1989). Figuras III. España. Editorial Lumen.
- Bajtín, M. (1989). Teoría y estética de la novela. España: Taurus.

También podría gustarte