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Las ciencias sociales y la administración nos han enseñado que las estructuras
organizacionales, las políticas, las normas y la filosofía básica de un sistema
sostienen y promueven las actitudes y conductas de las personas. Es decir, si la
estructura de una organización es piramidal, centralizada, y las políticas y normas
tienden a resaltar la importancia de las figuras de autoridad, este diseño cultural
propiciará la toma de decisiones en la cúpula y fomentará la pasividad en las bases.
Una cultura que favorece y promueve la inventiva y la creatividad tiene políticas que
refuerzan en las personas esas actitudes y conductas. Un ejemplo claro es el de
3M, una de las empresas más grandes del mundo. Ésta permite a sus ejecutivos
"tomar" 15% del tiempo de trabajo pagado por la empresa y "tomar" 15% del
presupuesto de su departamento para invertido en el desarrollo de nuevos
productos, ¡sin tener que pedir permiso a nadie! Además, cuando estos productos
tienen éxito en el mercado, la empresa convierte en accionistas a las personas que
los desarrollaron.
Los sistemas autoritarios no fomentan que cada persona tenga su propia autonomía
ni su propia estrategia para enfrentar los problemas dentro de los parámetros de su
grupo. Se pide adhesión total a la percepción y rumbo del que está en el candelero.
Finalmente, cuando los que están en el poder terminan su mandato, los
crucificamos, los negamos, los criticamos en todo y los enterramos.
Ésta es una actitud muy inmadura que nos mantiene a los seguidores sin
responsabilidad de los acontecimientos, pues sólo buscamos símbolos que erigimos
en dioses y condenamos como demonios.
Recordemos que en México 50% de los niños nace en un hogar sin padre, y gran
número de padres no tienen la conciencia de mantener, cuidar y dar educación a
los hijos. Su trabajo, para muchos, termina con la fecundación de la mujer.
Por eso hablo de una verdadera transformación a la que estamos llamados los
maestros, padres, capacitadores y todos los que tienen la responsabilidad de formar
a las nuevas generaciones.
El perfil de los maestros que pueden lograr la transformación que requiere el sistema
educativo exige un alto compromiso hacia ellos mismos y hacia la comunidad
escolar. No es una tarea fácil, o de medio tiempo o de entrega incompleta. Exige
una opción de vida y una forma permanente de ser dentro y fuera de la escuela.
Ser maestro, emulando a Sócrates, requiere una forma de vida y una jerarquía de
valores con alta orientación a lo humano y a la construcción de una sociedad más
justa, equitativa y colaboradora; con opción por la paz, de respeto a la vida y la
diversidad, y principalmente de superación permanente en el esfuerzo, en el trabajo
diario, en la construcción del propio destino y el destino comunitario.
El nuevo papel del docente será el de un líder moderno que dirige, orienta, vincula,
da sentido y fortalece los esfuerzos de sus alumnos hacia una sociedad en continuo
aprendizaje; hacia una sociedad con mayor libertad física; hacia una sociedad de
múltiples alternativas; hacia un mundo cargado de incertidumbre, donde más que
nunca la frase de Heráclito cobra vigencia: lo único permanente es el cambio.
En otras palabras, el nuevo papel del maestro requiere de un liderazgo fuerte y claro
que vaya a la delantera del mundo que está en gestación; que recupere su papel
primordial como educador y formador de las generaciones por venir, responsable
de hacer que la historia sirva como "maestra de la vida". El maestro deberá volver
a ser el promotor del cambio comunitario en cada municipio, en cada barrio, en cada
colonia, en cada localidad. El maestro deberá jugar el papel que le corresponde en
el compromiso ético de crear una nueva civilización. El maestro tornará a ser el
formador de los líderes del futuro, indispensables en la creación de las nuevas
familias, comunidades, empresas e instituciones.
El nuevo papel del docente será el de maestro de la vida más que el de profesor de
matemáticas, física, literatura o educación física.