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¿POR QUÈ EXISTE EL CLIENTELISMO EN COLOMBIA?

La evolución del clientelismo en Colombia se ha delimitado por grandes cambios históricos y


sociales que cambiaron la relación entre el Estado y los ciudadanos. Un proceso que se ha
marcado por relaciones patronales de la primera era republicana, pasando por empresas
electorales en el siglo XX, complejizándose por la irrupción del narcotráfico y el poder de los
grupos armados bajo la ley, mutando en la concentración de poder a través de reformas
constitucionales en la primera década del siglo XXI y finalizando en el entramado jurídico
actual de las asociaciones de financiadores de campañas políticas y contratistas.
Aunque el Estado Colombiano fue uno de los pocos en Latinoamérica que mantuvo una
fuerte legitimidad en cuanto a sus instituciones, arguyendo en su tradición democrática al
ejercer elecciones ininterrumpidas; La ausencia del Estado en las regiones, el poder
centralizado y la carencia identitaria de nación, han logrado ser un cumulo de procesos que
han arraigado las prácticas clientelares en nuestro país. “La falta de seguridad social y de
presencia estatal, ineficiencia administrativa y burocrática, escasa capacidad asistencial,
normatividad electoral y precariedad en su accionar en medio de su creciente poder político
y económico. Por parte de los partidos influye la falta de compromiso ideológico, la
indisciplina y la fragmentación.”(Estrada Villa & Cerón Gonsalez, 2017, p 22)
En ese proceso histórico el clientelismo ha logrado una transformación, enfocándonos más
recientemente con sus causas en el frente nacional hasta las reformas de la actual
constitución que permitieron la reelección y probablemente agudizaron las relaciones
clientelares con la concentración de poder. “Creemos que lo esencial para comprender tal
evolución es tener presente que el clientelismo supone la presencia de un contexto
ideológico y social determinados para ejercer toda su eficacia como mecanismo de control
social. Y tanto el contexto ideológico como el social parecen haberse transformado
profundamente en las últimas décadas.” (Uprimmy, 1989, p. 150) .
Igualmente la presencia del bipartidismo antes de la constitución de 1991 ha logrado la
concentración de poder en canales de comunicación entre el gobierno central y los clanes
políticos regionales, primero en la designación de dignatarios locales y luego en la
cartelización en financiación de contratistas, fundamentadas en el concepto clientelar como
“La consecuencia de una relación personal de intercambio, en el ámbito de la política, que
se establece de forma voluntaria y legítima, dentro de la legalidad, entre los que pueden
ocupar u ocupan cualquier cargo público y los que desean acceder a unos servicios o
recursos públicos por medio de este vínculo o relación” (Eucaris, 2016, p. 180).
En Colombia han existido fases de clientelismo. El clientelismo tradicional, es decir, el
anterior al Frente Nacional, que tiene variables en la forma de llevarse a cabo con los
patronazgos del siglo XIX, la relación comercial entre grandes terratenientes y campesinos o
las lealtades partidistas familiares en su relación a la concepción entre sus creencias
religiosas. Esta relación clientelar tiene un sustento muy fuerte en los dineros privados en
contraposición al acaecido durante el Frente Nacional, en donde el Estado juega un rol más
importante debido a los acuerdos entre los partidos políticos que obnubilaron la ideología y
el apasionamiento de los ciudadanos, facilitando la concentración de dineros públicos en
actores políticos que jugaban a ser el canal de intermediación entre el Estado y la Sociedad,
mediante las dinámicas de conseguir votos, dando el primer salto cultural en el cambio de
elites oligárquicas las cuales de alguna manera representaban lo más alto de la pirámide
social, económica y muchas veces intelectual, a ser relevados por nuevas castas que su
negocio principal se enmarcaba en ser profesionales de la política. “Para el estudio del
clientelismo nos alejamos de visiones moralizantes que pretendan emitir juicios valorativos,
que en muchos casos denuncian estas prácticas como una desviación dentro de la política o
dentro de cierto ideal democrático. Nos enfocamos en el clientelismo como una relación
histórica y dinámica de mediación política, en donde sus actores representan distintos
intereses individuales y/o grupos sociales, cuyas redes clientelares se han conformado en
diferentes escalas y niveles de accesibilidad” (Correa  Ramírez, 2017, p. 127)
En el clientelismo moderno, fue clave la irrupción de narcotráfico ya que como no había
precedentes legislativos acerca de los orígenes de estos dineros fueron una fuente ilimitada
de asociaciones entre empresas electorales y las mafias como nueva clase social emergente,
además, surge un gran imperativo cultural entre la población en la consecución del dinero
fácil o las relaciones entre grupos armados ilegales y el negocio de las drogas que además
de alimentar la guerra y sus bases militantes, introdujo en las organizaciones que se
autoproclamaban beligerantes y con objetos políticos la permeabilización en las
instituciones o en estructuras pagas de milicias.
Entre tanto, surge una relación muy poderosa clientelar de contratistas, a raíz del proceso
privatizador y los delineamientos del consenso de Washington, una línea muy delgada entre
lo público y lo privado, “Como en muchos otros países de América Latina, la reforma del
Estado en los 90 se tradujo en privatizaciones de diversas actividades anteriormente
asumidas por las administraciones o empresas públicas. Así, de la mano del crecimiento de
estas actividades surgió un nuevo tipo de empresario, cuyos vínculos con el mundo político
son necesariamente mucho más estrechos y controvertidos que los que tenía el
empresariado tradicional” (Basset, 2010, p. 104).
Todo acto clientelista no es corrupto, sin embargo, en nuestro país ha sido germen para las
políticas públicas ya que se ha priorizado proyectos catalogados como “elefantes blancos”,
se han obviado estudios de infraestructura en su relación costo-beneficio para la nación
debido al pago de coimas o incluso se han perdido recursos claves para el saneamiento
básico de las poblaciones en función de cohecho de políticos con sus financiadores de
campaña, “El clientelismo es tan generalizado en la administración pública que los
burócratas a los que se ha confiado aspectos críticos de la vida nacional, como la salud, la
educación y los asuntos económicos, a menudo son contratados más por su valor político
que por su competencia profesional. Un partido político victorioso exige el derecho de llenar
los ministerios con simpatizantes. Un presidente ordena una expansión de la burocracia
para hacer aumentar el número de empleados del estado que votarán y harán campaña por
él llegadas las elecciones.” (Mény, Thoenig, & Morata, 2014, p.3).
Otro impacto de la importancia del clientelismo en Colombia se debe a la falta de identidad
ideológica e institucionalización de los partidos políticos, debido a que el ciudadano
personaliza y mercantiliza la política por su falta de formación o la influencia cultural “La
debilidad de los partidos, junto a la ambición de las élites de ganar respaldo político, ha
llevado a que las prácticas clientelistas se trasladen a las instituciones del Estado, tarea que
han hecho los mismos agentes del Estado.” (Barón, J. A., 2015, p.27) . Además, las políticas
públicas son visualizadas exclusivamente en el director político de turno, en las cuales forma
microempresas electorales en función de programas sociales carentes de cualquier visión
ideológica, donde con frecuencia salen permeados en investigaciones penales o disciplinares
olvidadas por un electorado que sobrevive gracias al canje del voto de sus familiares o
amigos, evitando así la catarsis y reflexión de castigo en futuras elecciones debido a esa
reciprocidad “Parte del problema con la noción de microempresas electorales, es que está
atada a la idea de atomización, pulverización y faccionalismo creciente de los partidos, de
donde se desprende que están en crisis y van a desaparecer. Para el caso colombiano esto
no parece posible, sobre todo cuando se aprecian los resultados recientes de las elecciones
para las corporaciones públicas. En una gran parte del país todavía ganan y gobiernan, al
menos en términos proporcionales, liberales y conservadores.”(Dávila, 1999, p. 76).
La cultura también ha hecho parte en la normalización del clientelismo, arraigado en unas
regiones más que en otras, variando incluso hasta en los medios de acuerdo a la situación
climática, esto se debe, a la multiplicidad y la heterogeneidad de la población colombiana la
cual hace más difícil tener una nación identitaria de nación o unos valores patrióticos de
orgullo nacional “De esta forma se propone que en ciertos tipos de Estados, por ejemplo los
fragmentados étnicamente, son más viables la permanencia de vínculos clientelistas, ya es
más difícil universalizar demandas de la población en propuestas partidistas
independientemente de los procesos de modernización económica, cultural y política” (Pino
& Cárdenas, 2016, p. 64).
En conclusión, la normalización de la cultura clientelar en Colombia ha tenido causas
históricas independientes (Bipartidismo, desigualdad social, el narcotráfico, la guerra), sin
embargo, la sanción social y el arquetipo institucional han sido débiles para frenar los casos
en donde sea inmerso actos de corrupción debido a mecanismos coercitivos de estos
actores e incluso a los intereses económicos de los dueños de los grandes conglomerados
informativos del país “El desconocimiento por parte de algunos medios sobre los procesos
históricos sobre los cuales echa raíz el clientelismo en Colombia y su rol en la consolidación
de la maquinaria estatal y sus modalidades de dominación, que se han constituido en un
mecanismo que ha permitido la articulación a la vida nacional de la región-localidad.”
(CINEP, 2011). Este fenómeno histórico de la región y en Colombia, genera más dudas que
certezas en su resolución ya que ha sido abanderado últimamente por políticos populistas
capaces de ahondar la crisis.

REFERENCIAS
Barón, J. A., J. A. (2015). El nuevo clientelismo político en el siglo xxi: Colombia y Venezuela
1998-2010. Desafios, 27(2), 255-291.
CINEP, A. A. (2011). De clientelismo en las elecciones: El caso de Juan Carlos Martínez.
Bogota.
Dávila, A. (1999). Clientelismo, intermediación y representación política en Colombia: Qué
ha pasado en los noventa? Estudios políticos, 15(Cml), 61-78.
Estrada Villa, A., & Cerón Gonsalez, W. (2017). Democracia y clientelismo en Colombia
Democracy and clientelism in Colombia. Pág (Vol. 38).
Eucaris, Z. O. (2016). The clientelism as mediation mechanism. The case of Rionegro, 2000-
2011. Reflexiòn Politica, 18, 178-193.
Federico Pino Uribe Candidato, J., & Alonso Cárdenas Díaz Candidato, J. (2016). Patronage:
the incessant game of politicians and customers in the construction and reproduction
of subnational democracy 58. Reflexiòn Politica, 18, 115.
Jhon Jaime Correa Ramírez. (2017). ‘A toda máquina, señores’: facciones políticas,
clientelismo y estabilidad política en Risaralda. Anuario de Historia Regional y de las
Fronteras V, 23, 121.
Mény, Y., Thoenig, J. C., & Morata, F. (2014). Las políticas públicas. Banco Interamericano de
Desarrollo, 33, 26.
Uprimmy, R. (1989). Legitimidad, clientelismo. Revistas Unal, 52.
Yann Basset. (2010). Las relaciones entre las esferas política y económica. Nueva Sociedad,
229, 250.

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