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Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribu-
ción, comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con auto-
rización escrita de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede
ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal).
LIBROS
PROFÉTICOS
1. Cada vez más personas se interesan por adquirir una formación filosó-
fica y teológica seria y profunda que enriquezca la propia vida cristia-
na y ayude a vivir con coherencia la fe. Esta formación es la base para
desarrollar un apostolado intenso y una amplia labor de evangeliza-
ción en la cultura actual. Los intereses y motivaciones para estudiar la
doctrina cristiana son variados:
• Padres y madres que quieren enriquecer su propia vida cristiana y la
de su familia, cuidando la formación cristiana de sus hijos.
• Catequistas y formadores que quieren adquirir una buena prepara-
ción teológica para transmitirla a otros.
• Futuros profesores de religión en la enseñanza escolar.
• Profesionales de los más variados ámbitos (comunicación, economía,
salud, empresa, educación, etc.) que necesitan una formación adecua-
da para dar respuesta cristiana a los problemas planteados en su pro-
pia vida laboral, social, familiar… o simplemente quienes sienten la
necesidad de mejorar la propia formación cristiana con unos estudios
profundos.
2. Existe una demanda cada vez mayor de material escrito para el estudio
de disciplinas teológicas y filosóficas. En muchos casos la necesidad
procede de personas que no pueden acudir a clases presenciales, y bus-
can un método de aprendizaje autónomo, o con la guía de un profesor.
Estas personas requieren un material valioso por su contenido doc-
trinal y que, al mismo tiempo, esté bien preparado desde el punto de
vista didáctico (en muchos casos para un estudio personal).
Con el respaldo académico de la Universidad de Navarra, especial-
mente de sus Facultades Eclesiásticas (Teología, Filosofía y Derecho
Canónico), la Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Educa-
ción y Psicología, esta colección de manuales de estudio pretende
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responder a esa necesidad de formación cristiana con alta calidad pro-
fesional.
3. Las características de esta colección son:
• Claridad doctrinal, siguiendo las enseñanzas del Magisterio de la Igle-
sia católica.
• Exposición sistemática y profesional de las materias teológicas, filosó-
ficas (y de otras ciencias).
• Formato didáctico tratando de hacer asequible el estudio, muchas ve-
ces por cuenta propia, de los contenidos fundamentales de las mate-
rias. En esta línea aparecen en los textos algunos elementos didácti-
cos tales como esquemas, introducciones, subrayados, clasificaciones,
distinción entre contenidos fundamentales y ampliación, bibliografía
adecuada, guía de estudio al final de cada tema, etc.
PRESENTACIÓN
Estudiamos en este volumen los libros proféticos del Antiguo Testamento. Si-
guiendo el esquema habitual de los manuales de esta materia hemos dividido
el temario en dos grandes apartados: Cuestiones generales y Literatura pro-
fética.
La 1ª parte gira en torno al fenómeno profético estudiado desde tres perspec-
tivas diferentes: histórica, literaria y teológica.
• Desde el punto de vista histórico se abordarán temas como los anteceden-
tes del profetismo fuera de Israel; la aparición, evolución y desaparición
momentánea de los profetas en la historia del pueblo israelita; los rasgos
específicos del profeta israelita; y la reaparición del profeta en los albo-
res del Nuevo Testamento, donde también se analizará la figura de Jesús
como profeta.
• En cuanto al aspecto literario se describirán los diferentes modos de la
expresión profética (los géneros literarios); se presentará también a los pro-
fetas no escritores, es decir, aquellos personajes que aparecen menciona-
dos como profetas fuera del corpus profético; y se explicará el proceso de
escritura de los libros proféticos.
• Entre las cuestiones teológicas se hará referencia a la revelación profética,
al carisma de profecía y a la doctrina teológica de los profetas.
La 2ª parte se centra en los libros proféticos, estudiados según el orden en que
aparecen en la Biblia.
• Frente a la presentación de los profetas en orden cronológico –la opción 9
que solían seguir los manuales hasta hace unos años con la idea de subra-
yar el carácter histórico y progresivo de la revelación–, la tendencia actual
más extendida es la de seguir el orden canónico, pero sin dejar en segundo
plano la inserción de cada profeta –y de cada libro– en el ambiente histó-
rico-social concreto del pueblo. Así se percibe mejor la razón teológica del
canon y, hasta cierto punto, la importancia que cada libro ha tenido en la
tradición judía y cristiana.
• Se dedicará un tema a analizar cada uno de los profetas mayores. Prime-
ro Isaías (libro que suele dividirse en tres partes), después Jeremías (con
Lamentaciones y Baruc), a continuación Ezequiel y finalmente Daniel (con
las secciones griegas, también llamadas deuterocanónicas). Este es el or-
den en que aparecen en las Biblias católicas, algo diferente al de la Biblia
hebrea, donde no se incluye a Daniel ni a Lamentaciones en el grupo de
los Profetas, sino en el de los Escritos y donde no figura en ninguna parte
de su colección sagrada el libro de Baruc ni tampoco las secciones griegas
de Daniel.
• Tras los profetas mayores se pasará al estudio del libro de los Doce, llama-
do así porque recoge en un solo rollo los escritos de los denominados pro-
fetas menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Haba-
cuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías. Se dedicará un tema a presentar
el libro de los Doce como una colección unitaria para, después, analizar en
las tres últimas lecciones los profetas menores individualmente (se inclu-
yen cuatro por cada tema).
• El estudio de cada libro profético se llevará a cabo atendiendo –en mayor
o menor medida– a su estructura, al marco histórico del libro y de lo que
se pueda saber de la persona del profeta, a su composición y, finalmente,
a sus principales enseñanzas.
• Asimismo, se pretende mostrar la lectura que hacen de los profetas otros
libros del Antiguo Testamento, los del Nuevo y la tradición cristiana
posterior (los Santos Padres, la liturgia, los documentos del Magisterio,
etc).
Estas páginas quieren servir de ayuda a la lectura atenta y meditada de los
libros proféticos. De ahí que la lectura de la Sagrada Escritura sea esencial.
Aunque, como es lógico, puede usarse cualquier Biblia que cuente con la debi-
da aprobación eclesiástica, aquí se recomienda la edición traducida y comen-
tada por profesores de la Universidad de Navarra, cuyas notas e introduccio-
10 nes han servido para elaborar estas páginas (unas veces se han empleado de
modo literal, otras según expresiones de la última revisión realizada, en la que
he trabajado ya como miembro del consejo de edición). Además de otro ma-
terial variado, se han utilizado también algunos apuntes y textos del profesor
emérito de la Facultad de Teología de la Universidad mencionada, Santiago
Ausín, a quien agradezco su disponibilidad para facilitarme todo el material.
Al final del libro se ofrecen unos anexos de consulta rápida sobre lugares geo-
gráficos, datos cronológicos y tablas de contenido relativos a los libros pro-
féticos. También se proporciona una sencilla bibliografía en castellano para
quien desee profundizar en algún aspecto determinado.
Finalmente, para favorecer el estudio de la materia se han incluido en cada
tema unos recuadros con información complementaria que convendrá cono-
cer. Asimismo, se recomienda vivamente realizar los ejercicios que el lector
encontrará al final de cada lección.
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TEMA
1 CUESTIONES
INTRODUCTORIAS:
ASPECTOS HISTÓRICOS
A los ojos de sus discípulos Jesús es «un profeta poderoso en obras y pa-
labras» (Lc 21,19). Algunos de sus contemporáneos le sitúan en la línea
de Jeremías o de Elías (Mt 16,14) o, incluso, como «el profeta que viene al
mundo» (Jn 6,14). También los evangelios muestran que Jesús es, como
otros profetas (cfr. Dn 9), capaz de interpretar las Escrituras. Sin embar-
go, no es un profeta cualquiera. Él habla de sí mismo y aclara el sentido
profundo de los textos cuando se los aplica a su figura y a su misión. Así
sucede, por ejemplo, cuando en la sinagoga de Nazaret Jesús, después
de leer Is 61,1-2, proclama abiertamente: «Hoy se ha cumplido esta Escri-
tura que acabáis de oír».
Al abordar los aspectos históricos, este tema pretende poner de relieve la
trascendencia de los profetas en la historia de la salvación: «Por los profe-
tas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera
de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres (…). Los
profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la purifica-
ción de todas sus infidelidades (cfr. Ez 36), una salvación que incluirá a
todas las naciones (cfr. Is 49,5-6; 53,11)» (Catecismo, n. 64).
SUMARIO
1. LOS LIBROS PROFÉTICOS EN LAS TRADICIONES JUDÍA Y CRISTIANA • 2.
LOS PROFETAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO Y SUS VARIADAS CLASIFICACIO-
NES • 3. ANTECEDENTES DEL PROFETISMO BÍBLICO • 4. BREVE HISTORIA
DE LOS PROFETAS SEGÚN LOS DATOS BÍBLICOS • 5. ¿QUÉ ES UN PROFETA?
• 6. LOS PROFETAS A LA LUZ DEL NUEVO TESTAMENTO.
12 1. Los libros proféticos
en las tradiciones judía y cristiana
“¡Necios y torpes de corazón para creer todo lo que anunciaron los Profetas! ¿No
era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria? Y comen-
zando por Moisés y por todos los Profetas les interpretó en todas las Escrituras lo
que se refería a él” (Lc 24,25-27).
CANON HEBREO
El canon hebreo tiene como centro los libros que componen la “Ley” o Torah, en torno a
la cual gira el resto de colecciones, “Profetas” y “Escritos”. Esto se aprecia desde el mismo
inicio de los libros que encabezan cada sección. Así, en Josué, libro que abre la colec-
ción de los profetas anteriores, se señala la obligación de llevar a la práctica y de medi-
tar la Ley día y noche (Jos 1,7-8), algo que también se recuerda al final de la colección
de los profetas (Ml 3,22). Una expresión similar a la de Josué se recoge al inicio del pri-
mer libro de los “Escritos”, los Salmos (Sal 1,2). Queda claro así cómo el objetivo de cada
una de las colecciones es no olvidarse de la Ley y hacer vivir al pueblo conforme a ella.
14 b) En el canon cristiano, en cambio, los profetas se agrupan en mayores y
menores. En total son dieciséis: cuatro mayores (contando Lamentaciones y
Baruc, incluidos en Jeremías) y doce menores. La distinción obedece mera-
mente a razones de extensión: mientras que cada uno de los mayores estaba
escrito en un rollo de pergamino, todos los menores estaban recogidos en otro,
el Rollo de los Doce Profetas.
En la concepción cristiana, se considera a los profetas predominantemente
orientados a un futuro esperanzador que se cumple en Jesucristo. Es decir, se
han leído como preparación y anuncio del Mesías. De ahí que los profetas
ocupen el último puesto del canon, justo antes del Nuevo Testamento, y se in-
cluya también entre ellos el libro de Daniel, que tiene horizontes escatológicos
y anuncia al Hijo del Hombre.
A efectos prácticos suele hacerse una división entre profetas escritores y pro-
fetas no escritores, es decir, entre profetas con o sin libro atribuido a ellos.
Todos ellos tienen en común el saberse portavoces de Dios. Ahora bien, lo
que caracteriza a los denominados escritores no es que ellos mismos hayan
puesto por escrito sus oráculos (en ocasiones sí será así, pero otras veces lle-
vará a cabo esta tarea un discípulo o un redactor posterior) sino, más bien,
que su actividad profética y sus oráculos han sido puestos por escrito en un
libro que cuenta, por lo general, con una introducción y una conclusión. En
sentido estricto, más que de profetas habría que hablar de literatura profética 15
o de libros proféticos, entendiendo por estos los escritos que, atribuidos a un
profeta determinado, han sido transmitidos como tales en el canon bíblico.
Los libros que denominamos históricos, en cambio, relatan sin más la actividad
desarrollada por unos cuantos profetas, los no escritores. Así, aunque a Josué
y a Samuel también se les atribuye libros, estos profetas no son considerados
escritores porque “sus” libros no contienen una colección de oráculos con su
predicación, sino que son fundamentalmente narrativos.
3. Antecedentes
del profetismo bíblico
“Comunica esto a mi señor: Así habla Kibri-Dagán, tu siervo: Dagán e Ikrub-il siguen
bien. La ciudad de Terca y su distrito siguen bien (…). A propósito de la nueva puerta
(a construir) (vino) antes el majjû y entonces… (el día) en que hice llevar esta carta a mi
señor, este majjû ha vuelto y… ha dicho, hablando en los siguientes términos categó-
ricos: ‘… Esta puerta no la podéis construir… No habrá éxito’. Esto es lo que este majjû
me ha manifestado”
En la historia bíblica, tal como queda recogida en el canon, los profetas apare-
cen muy pronto. No siempre actuaron del mismo modo ni se les reconoció la
misma dignidad profética, sino que fueron teniendo una progresiva presencia
en la vida del pueblo. Puesto que los datos que proporciona la Biblia no son
suficientes para conocer el origen y el desarrollo pormenorizado del profetis-
mo en Israel, aquí se ofrece una sencilla cronología en 4 etapas o épocas:
Siglo VII
Época persa
Época helenística
a) Terminología
El término «profeta» y sus derivados (profecía, profetismo, profetizar) abar-
can en la Biblia un campo amplio de significado, pero todos connotan, en pri-
mer lugar, la idea de «hablar en nombre de Dios», ser su portavoz.
• La palabra «profeta» viene del griego pro-phetes que significa «hablar en
nombre de alguien», especialmente de una divinidad. Aunque el término
ha quedado marcado con el significado relativo a la predicción de cosas
futuras, lo cierto es que nada tiene que ver con el adivino ni con el agorero
o vaticinador, que en griego se llamaba mantis.
• El término hebreo correspondiente a pro-phetes es nabî, que viene a signifi- 25
car «el designado por Dios para hablar en su nombre». Además de nabî, en
la Biblia, el profeta recibe otras denominaciones menos frecuentes: Rô’êh
(«vidente»: 1S 9,11; 18,19), Hôzêh («vidente», aunque suele tener un sentido
peyorativo y entonces también podría traducirse como «visionario»: Am
7,12; 1Cro 21,9) y otras como «hombre de Dios» (Jos 14,6; 1 R 17,18; 2 R 4,7),
«hombre del espíritu» (Os 9,7), «siervo del Señor» (2 R 9,7; 17,3), etc.
… de su tiempo y de todos los tiempos, en cuanto que la voluntad de Dios que trans-
miten puede referirse al pasado (“lo que ocurrió fue porque…”) al presente (“si no os
convertís…”) o al futuro (“he aquí que vienen días…”).
Junto a estos rasgos, se han puesto de relieve otros aspectos que completan la
definición del profeta bíblico:
• es un vigía (Os 9,8 Ez 3,17; 33,7; Ha 2,1);
• sirve de señal y prefigura la suerte del pueblo (Ez 12,6.11);
• es un intérprete de la realidad pasada, presente y futura, y da testimonio
de la soberanía de Dios y de su poder (todo el libro de Daniel);
• no solo denuncia las injusticias sociales o los pecados del pueblo (Am 2,4-
16), también le anima y consuela en momentos de dificultad (Is 41,10-14;
Jr 30,10; Ag 2,2-5);
28 • y, por supuesto, anuncia la salvación (Am 9,11-15; Is 9,1-6; 45,21-25; Ez 37).
Aparte de los Salmos, de todos los libros del Antiguo Testamento, los proféti-
cos son los que están más presentes en el Nuevo, bien a través de citas explíci-
tas o de alusiones más o menos difíciles de precisar. Estos libros contienen un
mensaje de esperanza y anuncian la salvación definitiva del género humano.
El Nuevo Testamento refleja que la esperanza anunciada y la salvación pre-
vista se han cumplido en Jesús, en su Persona, en sus acciones y en sus pa-
labras, como abiertamente escribe San Mateo: «Todo esto sucedió para que se
cumplieran las Escrituras de los Profetas» (Mt 26,56).
a) Lectura cristológica de la Escritura 29
La lectura cristológica de los profetas es la que descubre en los textos vetero-
testamentarios alusiones al misterio de Jesús, ya sea desde su misma concep-
ción hasta su muerte, resurrección y ascensión al Cielo a la derecha del Padre,
como también aquella que se refiere a la Iglesia como nuevo Pueblo de Dios
(cfr. 1 P 2,9).
Cuando la Iglesia lee el Antiguo Testamento in- Los Padres de la iglesia,
vestiga en él lo que el Espíritu «que habló por los siguiendo el ejemplo de
profetas» quiere decirnos acerca de Cristo” (Cate- Cristo y de los apóstoles,
cismo, n. 702). intentaron descubrir en
los textos proféticos del
Esta lectura, realizada desde los orígenes del cris-
Antiguo Testamento
tianismo, fue muy empleada por los Padres de la anuncios de la vida de
Iglesia para defender la fe y desarrollar la teología Jesucristo
acerca de Cristo y de la Iglesia. Baste con mencio-
nar a San Justino, quien a mitad del s. II, para de-
fender la divinidad de Cristo dedicó muchos números de su Primera Apología
a las profecías y a su cumplimiento:
“Ahora bien, en los libros de los profetas hallamos de antemano anunciado que
Jesús, nuestro Cristo, había de venir, nacido de una virgen; que había de llegar
a edad viril y curar toda enfermedad y toda debilidad y resucitar muertos; que
había de ser envidiado y desconocido y crucificado; que moriría y resucitaría y
subiría a los cielos; que es y se llama Hijo de Dios; que habían de ser enviados
por Él algunos para predicar estas cosas a todo el género humano, y serían los
hombres de las naciones quienes más le creerían” (I Apología, 31,7; ed. D. Ruiz
Bueno, BAC).
Los escritos del Nuevo Testamento acuden a los profetas y subrayan el cum-
plimiento de sus oráculos por tres caminos: mostrando que se referían a su
situación actual en el presente, señalando que los acontecimientos han sucedi-
do como estaba previsto por ellos, y confirmando la fe en Jesús con palabras
proféticas.
1. El sentido cristiano de los oráculos. En tiempos de Jesús, como han puesto
de relieve los comentarios bíblicos o pesharîm hallados en Qumrán, se leían
los libros proféticos a la luz de los sucesos que estaban aconteciendo en
ese momento. Asimismo, el Nuevo Testamento aclara el sentido profundo
de algunos textos, aplicándolos a la figura de Jesucristo, como en Lc 4,21
(donde tras la lectura de Is 61,1-2 Jesús afirma que «Hoy se ha cumplido
esta Escritura que acabáis de oír») o en Hch 8,35 (donde Felipe explica al
eunuco de la reina Candace el sentido del cuarto canto del Siervo: Is 53,7-8).
30 VERBUM DOMINI, N. 40
1. ¿En qué se diferencian el canon judío y el canon cristiano en cuanto a los libros
proféticos?
2. Escribe la lista de los libros proféticos, según el orden canónico de la Biblia
católica
3. ¿Dónde reside la originalidad del profeta hebreo bíblico con respecto a los
profetas de otras culturas vecinas a Israel?
4. ¿Qué etimología se emplea para designar al profeta y cuál es su significado?
5. Lee 1 R 17-19; 21 y 2 R y contesta a las siguientes preguntas: ¿Se aprecia algu-
na relación entre Moisés y Elías? ¿Hay algún aspecto de la vida de Elías que se
encuentre en continuidad con la vida y milagros de Jesús?
35
Ejercicio 3. Comentario de texto
Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos
aprendidos:
«La fe cristiana reconoce el cumplimiento en Cristo de las Escrituras y las esperanzas de
Israel, pero no entiende el cumplimiento como la simple realización de lo que estaba
escrito. Tal concepción sería reductora. En realidad, en el misterio de Cristo crucificado
y resucitado, el cumplimiento se realiza de modo imprevisible. Comporta una supera-
ción (…). Jesús no se limita a interpretar un papel ya escrito, el papel de Mesías, sino
que confiere a las nociones de Mesías y de salvación una plenitud que no se podía
imaginar por adelantado: los llena de un contenido nuevo. Se puede incluso hablar a
este respecto de una “nueva creación”(2 Cor 5,17; Gál 6,15). Sería en efecto equivocado
considerar las profecías del Antiguo Testamento como una especie de fotografías anti-
cipadas de acontecimientos futuros. Todos los textos, incluyendo los que más adelante
fueron leídos como profecías mesiánicas, tuvieron un valor y un significado inmediatos
para sus contemporáneos, antes de adquirir una significación más plena para los oyen-
tes futuros. El mesianismo de Jesús tiene un sentido nuevo e inédito».
Pontificia Comisión Bíblica, El pueblo judío y sus
escrituras sagradas en la Biblia cristiana, 2001, n. 21
36
TEMA CUESTIONES
2 INTRODUCTORIAS:
RASGOS LITERARIOS Y
CONTENIDO TEOLÓGICO
La lectura del Antiguo Testamento nunca ha sido una tarea fácil. Son co-
nocidas las dificultades para traducir la Biblia al latín con las que se en-
contró san Jerónimo. Por un lado, tuvo que aprender hebreo, lengua en
que está escrito la mayor parte del Antiguo Testamento: “cuánto trabajo
consumí en ello, cuánta dificultad experimenté, cuántas veces me desa-
nimé, cuántas desistí para empezar de nuevo en mi empeño de apren-
der” (Ep. 125,12). Por otro, le fue preciso enfrentarse a unos textos que se
alejaban de su querido estilo ciceroniano: “… Si alguna vez volviendo en
mí, comenzaba a leer los profetas, me horrorizaba su dicción inculta” (De
vir. il. 135, Ep. 22,30,2). Lejos de rendirse, tras mucho sacrificio, san Jeróni-
mo pudo llevar a cabo su traducción y comentarios.
Siguiendo el ejemplo del “enamorado de la Palabra de Dios”, como le
llamó Benedicto XVI, es preciso describir, algunas cuestiones de tipo lite-
rario y teológico que pueden facilitar la lectura y la comprensión de los
libros proféticos. Son aquellas que se refieren al aspecto más formal o ex-
terno (como los modos de expresión profética o el proceso de escritura
de los libros) y al más interior o profundo de los libros proféticos (como
la revelación profética, el carisma de profecía o la doctrina teológica).
SUMARIO
1. GÉNEROS LITERARIOS • 2. FORMACIÓN DE LOS LIBROS PROFÉTI-
COS • 3. CONTENIDO DOCTRINAL DE LOS LIBROS PROFÉTICOS • 4. EL CA-
RISMA PROFÉTICO.
1. Géneros literarios 37
Desde el punto de vista literario los libros proféticos se diferencian del resto
porque conservan los modos específicos de proclamación pública. El profeta
ordinariamente se dirigía a sus oyentes en voz alta, con intención de conmo-
verles y de orientar su conducta. Los escritos proféticos presentan, por tanto,
un carácter eminentemente oral y poético.
Los profetas se expresan, además, en una gran variedad de géneros:
A) Oráculo
El modo habitual de expresión profética es el oráculo, es decir, la declaración
solemne en nombre de Dios que lleva implícita una condena o una promesa
de salvación.
Suelen ir introducidos por la fórmula del mensajero: “Así [o bien “esto”] dice
el Señor” (koh ’amar YHWH).
Se trata de una expresión similar a la que empleaban los mensajeros del Medio
Oriente cuando se disponían a proclamar el texto escrito en tablillas de arcilla que
le había entregado su señor (un rey o el jefe de una tribu). Al llegar a su lugar de
destino el mensajero iniciaba la lectura de las tablillas con la misma fórmula: “Así
dice el señor de…”; “así dice el rey de…”.
En los libros históricos de la Biblia se han conservado mensajes de este estilo muy
breves (1R 2,30; 2R 1,9.11). También aparece esta fórmula en decretos o edictos
38 mucho más largos como el de Ciro (Esd 1,2ss; 2 Cro 36,23ss.). Incluso los patriar-
cas usaron esta forma de embajada (Gn 32,4; 45,9).
Serán los profetas quienes la empleen con el Señor como sujeto. De esta forma
ponen de manifiesto su condición de portavoces de Dios.
Los oráculos pueden ser individuales, por ir dirigido a una persona determi-
nada (Am 7,16-17) o, lo que es más frecuente, colectivos, cuando se dirigen a
un grupo o a una nación entera (Am 4,1-3; 3,9-12).
Además, los oráculos frecuentemente son de condena o de salvación.
• Los de condena, tanto si son contra un individuo (en este caso se añade
una apelación del profeta y una acusación: Am 7,16-17) como contra una
nación (Am 1,3-2,16), suelen tener dos partes: la descripción del crimen
cometido y el anuncio del castigo.
• Los de salvación aparecen con más frecuencia en los profetas exílicos o
postexílicos para procurar elevar el ánimo decaído de los deportados o de
los que acaban de regresar (cfr. Is 41,8-13; 44,1-5). Pero también se encuen-
tran en los preexílicos (cfr. Am 5,15; Is 9,1-6). A los oráculos de salvación
pertenecen los oráculos mesiánicos (Is 7,14) y gran parte de los escatoló-
gicos (Za 14,1-11). La estructura de los oráculos de salvación suele constar
de tres elementos: interpelación donde se recuerda la condición peculiar del
pueblo, promesa de salvación y confirmación de la predilección divina.
• Hay también oráculos judiciales o procesales (denominados también con
el término hebreo rîb) en los que literariamente se entabla un pleito entre
Dios y el pueblo para poner de manifiesto los motivos del castigo divino
(Os 2,4-10). Por esta razón, hay quienes los incluyen entre los oráculos de
condena.
• Finalmente también se incluyen los oráculos de lamentación, también lla-
mados Ayes, por comenzar con esa interjección. Un ejemplo sencillo es el
recogido en Is 5,8-17, donde se aprecian tres elementos: la enumeración de
los delitos (vv. 8-12), el anuncio del castigo merecido (vv. 13-14) y la espe-
ranza de la restauración (vv. 15-17).
Aunque pueden distinguirse Predicción del castigo (v. 17), formulado con
distintos tipos de relatos de vo- frecuencia bajo la ley del talión: a tal delito, tal
cación (pues no se cuenta del castigo. El anuncio puede ir introducido por la
mismo modo la vocación de fórmula del mensajero: “Así dice el Señor”.
Samuel que la de Moisés o la de
Isaías), suelen seguir con más o
menos fidelidad este esquema. Un clásico ejemplo es la vocación de Jeremías
(Jr 1,4-10).
B.2) Géneros variados. Los libros proféticos también contienen canciones (Is
5,1-7), cartas (Jr 29, Ba 6), instrucciones sapienciales (Is 8,11-15), doxologías
(Is 12,1-6; Am 4,13; 5,8-9), elegías o lamentos (Am 5,1-3; Ez 32; Mi 1,8-16),
40 himnos (Is 25,1-5; 44; Dn 3,24-45 y 52-90; Mi 7,18-20; Na 1,2-8), alegorías o
parábolas (Os 12,11; Ez 17; 23; 24,1-14; 31), oraciones o plegarias en prosa (Dn
9,4-19; 13,42-44; Ba 1,15-3,8;) o en forma de salmo (Is 37,15-20; Dn 2,20-23; Jon
2,3-10; Ha 3), confesiones íntimas (Jr 11,18-12,6), etc.
B.3) Acciones simbólicas. Merecen una mención aparte. Son «oráculos gesti-
culados» o bien «oráculos en acción».
• Son acciones ordinarias realizadas por el profeta a la vista del pueblo que,
debido a su expresividad, requieren de una interpretación. Nada tienen
que ver con los gestos mágicos realizados para obtener beneficios; simple-
mente señalan mediante signos lo que va a ocurrir. Así Jeremías, con el
yugo sobre el cuello, no provocó la esclavitud de su pueblo en Babilonia,
sino que simplemente la anunció (Jr 27,2-22).
• Su objetivo es hacer ACCIONES SIMBÓLICAS
más comprensible su
mensaje y, a la vez, Su estructura suele constar de los siguientes ele-
manifiestan la plena mentos:
identificación del pro- 1. Dios ordena ejecutar la acción
feta con su misión al 2. Ejecución de la acción, normalmente ante tes-
transmitir el mensaje tigos
encomendado no solo 3. Pregunta sobre el sentido
de palabra sino tam-
4. Explicación de la acción
bién con toda su vida.
• Casi todos los profetas realizaron este tipo de acciones: Oseas hizo de su
matrimonio expresión del amor de Dios a su pueblo (Os 1-3), e Isaías uti-
lizó el nombre simbólico de sus hijos (7,3; 8,3) y del Enmanuel (7,14) para
anunciar la salvación futura.
• Serán sobre todo Jeremías y Ezequiel los que empleen este recurso más
intensamente en su predicación.
Entre las acciones que realiza Jeremías se cuentan las del ceñidor que se pudre
(13,1-11), el cántaro roto (19), el yugo al cuello (27 y 28,10), la compra del terreno
(32), la construcción del trono de Nabucodonosor (43,8-13) y el libro arrojado al
Éufrates (51,59-64).
Ezequiel nos ha transmitido aún un número mayor de acciones simbólicas: su
mudez temporal (3,24-27; cfr. 4,1-3), los gestos mediante los que anuncia el asedio
de Jerusalén (4,4-17), el corte del cabello y de la barba (5,1-3), la carga de un hatillo
de emigrante (12,1-16), la comida despreciable (12,17-20), su viudez permanente
(24,15-27), las dos varas en la mano (37,15-28), etc.
• También los profetas del Nuevo Testamento realizaron acciones simbóli- 41
cas, como el gesto de Ágabo que anunció la prisión de San Pablo (Hch
21,11), pero estas debieron de ser más escasas.
a) El monoteísmo
Es el tema más importante de los oráculos proféticos. No se trata solamente de
un monoteísmo ético o monolatría (el culto a un solo Dios pero reconociendo
la existencia de otros dioses), sino de la fe en Dios, uno y único: no hay otro
Dios que el Señor. El esquema monoteísta de los profetas puede estructurarse
del modo siguiente:
• Dios es soberano absoluto de la historia. El Dios de Israel no se muestra
en un lugar privilegiado, adonde hay que encaminarse para encontrarlo
(no está en un panteón); ni es fundamentalmente «el dios de la naturale-
za», cuya fecundidad y ciclos reflejan su presencia. Los profetas, como los
sabios (cfr. Sal 29; 96; etc), reconocen al Señor (YHWH) como soberano de
la creación, pero, por encima de todo, como señor y guía de la historia. Él
otorga la victoria o la derrota, la soberanía o el destierro, y todo lo orienta
a conseguir que los suyos «vuelvan a Él» (cfr. Am 4,4-12).
«El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en más dio-
ses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios. La Escritura
recuerda constantemente este rechazo de los “ídolos, oro y plata, obra de las manos de
los hombres”, que “tienen boca y no hablan, ojos y no ven…” Estos ídolos vanos hacen
vano al que les da culto: “Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su
confianza” (Sal 115,4-5.8; cfr. Is 44,9-20; Jr 10,1-16; Dn 14,1-30; Ba 6; Sb 13,1-Sb 15,19).
Dios, por el contrario, es el “Dios vivo” (Jos 3,10; Sal 42,3, etc.), que da vida e interviene
en la historia».
Catecismo n. 2112
– Al ser Dios el autor de la historia, no puede darse ningún suceso que esca-
pe a su control. Él es quien dirige los hechos, Él es el que está detrás tanto
44 de los beneficios como de las desgracias. Será precisamente en circuns-
tancias difíciles para Israel, en las que ante una crisis o invasión tiende a
buscar apoyo en otros pueblos o en otros dioses, cuando surge un profeta
que le confirma en la verdad (cfr. Am 5,5-6).
– Los profetas no se limitan a dar testimonio de los acontecimientos que
protagonizan o que les atañen más o menos directamente, sino que pro-
fundizan en su sentido, juzgan a los que intervienen en ellos y muestran
hacia dónde apuntan.
– Los libros proféticos dejan constancia de la relación de Israel con las na-
ciones paganas, ya sea en los «oráculos contra las naciones» (Am 1-2; Is
13-23; So 2,4-15; Ez 25-32; etc) como en otros libros menores (la profecía de
Nahúm sobre Nínive o la de Abdías sobre Edom). Asimismo, interpretan
el sentido de tal relación. Así el triunfo de Asiria, Babilonia o Egipto –las
principales potencias opresoras de Israel que además son idólatras– no
hay que entenderlo como un triunfo de sus divinidades contra el Señor.
Dios mismo es quien alienta a esas naciones; ellas se encargarán de parte
de Dios de infligir a Israel el castigo merecido por sus pecados (Am 6,14).
• Dios tiene con Israel una relación particular. En el libro de Amós se habla
de Dios como compañero de camino que comunica sus secretos a sus sier-
vos los profetas (Am 3,3-8), y en el de Oseas se menciona por vez primera
la Alianza (cfr. Os 2,20; 6,7; 8,2). También a este último profeta se debe la
imagen esponsal (Os 1-3) y la paterno-filial (Os 11-1-4), que a través de
otros escritos proféticos (cfr. Jr 2,2) han llegado hasta el Nuevo Testamento
(cfr. Mt 9,15; Ap 21,2).
– Dios ha querido escoger con predilección al pueblo de Israel. Pero, al
elegirlo, no lo ha arrancado de entre los demás pueblos. Más aún, puesto
que la elección no lleva consigo privilegios políticos o seguridades falsas
(cfr. Am 9,7), el pueblo de Israel ha de ser consciente de que no es el más
grande (cfr. Am 7,2.5), ni el más rico (cfr. Am 6,2), ni el más poderoso (cfr.
Am 2,9).
– La misión de Israel es hacer partícipes a todas las gentes de las bendi-
ciones y beneficios recibidos de Dios (cfr. Is 2,2-4 y Mi 4,2). Israel no ha
sido elegido en provecho propio, sino en razón de todos los hombres y de
todas las naciones. Esta idea aparece con más claridad después del destie-
rro, cuando los israelitas han reflexionado sobre el sentido de su elección.
Entonces surge un lenguaje intimista y afectivo para reflejar la relación de
Dios con su pueblo (cfr. Is 41,8-9).
• Dios es Santo. A pesar de su íntima relación con el pueblo, no es como 45
ellos, ni puede ser tratado como uno más, ni es «manipulable» ni siquiera
con sacrificios. Dios es trascendente, el Altísimo, como lo pondrá de ma-
nifiesto especialmente Isaías (cfr. Is 6,3). La santidad del pueblo, en conse-
cuencia, estriba en participar de la de su Dios: en ser distinto de las demás
naciones en su fe y en sus exigencias morales. Dios es «el Santo de Israel»
(Is 5,19-24), porque sin dejar de ser el Altísimo se ha hecho cercano a los
suyos.
• El castigo es interpretado también como parte de la relación de Dios con
su pueblo. Si este no cumple las exigencias de su elección, si se comporta
como los demás, Dios no tendrá más remedio que castigarlo (cfr. Am 3,2).
Solo entonces lo rehabilitará. Dios visita (es, decir, lleva a término la justa
retribución) a su pueblo para poner de nuevo orden en sus relaciones con
él. Tal es el sentido del día del Señor, según los profetas (cfr. Am 5,18-19; So
1,7-18).
• Define la profecía como un carisma (una gracia “gratis data”, un don) re-
cibido para el bien de la comunidad que se sitúa en el orden del conoci-
miento.
“La esencia de la profecía no radica (…) en lo que captan los sentidos o se produce
en la imaginación, sino en la sabiduría que Dios infunde para conocer su sentido”
(G. Aranda, Daniel, 24).
***
2. Lee el texto de Ezequiel 12,1-16 y explica la estructura de los dos géneros literarios
que pueden encontrarse: una acción simbólica y un oráculo. Delimita también el tipo
de oráculo del que se trata.
55
TEMA ISAÍAS (YESHAYAHU:
3 “EL SEÑOR SALVA”)
En la Biblia cristiana el libro de Isaías es el primero de los cuatro profetas
mayores, no solo porque Isaías vivió antes que los otros tres, sino tam-
bién porque el libro que contiene sus oráculos es, tal vez, el más impor-
tante de los escritos proféticos. De este se dice en el li-
bro del Eclesiástico que vivió en tiempos de Ezequías,
“Mirad, la virgen está encinta y
rey de Judá (716-687 a.C.), vio el fin de los tiempos y
dará a luz un hijo, a quien pon-
drán por nombre Enmanuel” consoló a los «afligidos de Sión», es decir, a los deste-
(Is 7,14) rrados a Babilonia (cfr. Si 48,26-28). También en la Bi-
blia hebrea es el primero de los profetas «posteriores»,
es decir, precede a Jeremías y a Ezequiel y a los doce
profetas menores.
Isaías es el libro del Antiguo Testamento más citado en el Nuevo, des-
pués de los Salmos. Es, asimismo el que anuncia con más claridad a Jesu-
cristo y la economía cristiana: «Tan es así, que algunos dicen que es más
evangelista que profeta» (S. Agustín, De civitate Dei 18,29,1).
SUMARIO
1. ESTRUCTURA Y SÍNTESIS DEL CONTENIDO • 2. COMPOSICIÓN Y MARCO
HISTÓRICO • 3. ENSEÑANZA • 4. EL LIBRO DE ISAÍAS A LA LUZ DEL NUEVO
TESTAMENTO.
56 1. Estructura y síntesis del contenido
Al comienzo del libro se señala que las visiones y oráculos del profeta tuvie-
ron lugar en tiempos de los reyes de Judá, desde el reinado de Ozías hasta el
de Ezequías (1,1). En otros lugares el libro expone sucintamente las relaciones
del profeta con los reyes Ajaz y Ezequías, y da cuenta de los acontecimientos
históricos en los que se encuadran los oráculos que pronunció (7,1-17; 36,1-
39,8).
Pero a partir del cap. 40 cambia el tono del libro. Encontramos exhortaciones
dirigidas al pueblo de parte de Dios, en las que se le consuela y se le dan mo-
tivos de esperanza (40-55) y en las que se le insta a un comportamiento justo y
religioso como respuesta a la maravillosa restauración que el mismo Dios hace
de Jerusalén (56-66). Todas estas exhortaciones no se atribuyen ya directamen-
te a Isaías, ni están insertadas en la descripción de acontecimientos históricos
concretos; es más, reflejan situaciones del pueblo distintas a las de la época de
los reyes. Las exhortaciones suponen el destierro de Babilonia y la vuelta de
los desterrados.
A partir de las observaciones precedentes el libro de Isaías se puede dividir en
tres partes según su contenido y según el trasfondo histórico que aparece en
cada una de ellas.
A) Comprende los caps. 1-39 y se le ha designado como el «Protoisaías» o Pri-
mer Isaías, aunque preferimos denominar a esta sección como primera parte
de Isaías. Refleja la época de los reyes de Judá y recoge las visiones y oráculos
del profeta del siglo VIII. Desde el punto de vista estructural, suelen distin-
guirse las siguientes secciones en esta primera parte:
• Oráculos destinados al pueblo de Dios (caps. 1-12): trata de la amenaza
que se cierne sobre Israel y Judá. Contiene el llamado Libro del Emmanuel
(6-12).
• Oráculos contra las naciones (caps. 13-23): aunque también incluye un
oráculo contra Jerusalén (que no puede considerarse como nación extran-
jera: 22,1-14) y otro contra una persona individual (Sebna: 23,15-18).
• «Gran Apocalipsis de Isaías» (caps. 24-27): anuncia el juicio del Señor so-
bre los pueblos; es un juicio que traerá un castigo en el día del Señor, pero
en el que se abren esperanzas de salvación.
• Amenazas contra Judá y Jerusalén (caps. 28-33): también se le denomina
como los Ayes de Isaías, porque comienzan con esa interjección de lamen-
to (28,1; 29,1.15; 30,1; 31,1; 33,1) que anuncia las penalidades que esperan 57
a Jerusalén por sus pecados, si bien se alimenta la esperanza de que la
destrucción no será total.
• «Pequeño Apocalipsis» (caps. 34-35): donde se vuelve al tema del juicio
del Señor y a dar ánimos para aguardar la salvación.
• Apéndice histórico (caps. 36-39): sección narrativa, repetida en 2R 18-20,
en la que se habla de la destrucción realizada en Judá por las tropas asirias
de Senaquerib, aunque al menos por el momento se salvó de esa gran de-
solación un pequeño resto, el constituido por aquellos que permanecieron
junto con el rey Ezequías en la ciudad de Jerusalén.
B) La segunda parte abarca los caps. 40-55. También se le ha llamado «Deute-
ro-Isaías» o Segundo Isaías. Hay argumentos para pensar que estos capítulos
no los escribió el profeta Isaías.
• Unos son de índole histórica: Jerusalén ha sido destruida tal como se pro-
fetizaba en 1,21, y la esperanza se pone en la vuelta de los desterrados
tras el edicto de Ciro el persa, al que se califica de «ungido» (45,1), y en
la reconstrucción de Jerusalén (44,26-28; 49,14-23); los destinatarios de los
oráculos son los exiliados de Babilonia (43,14; 48,20); la dinastía davídica
no se menciona más que una vez y solo para indicar que sus atribuciones
se han transferido a todo el pueblo (55,3-5).
• Otros son de carácter literario: el talante amenazador de los oráculos de
la parte anterior ha cambiado por los oráculos de consuelo que anuncian
una futura restauración a las gentes abatidas, castigadas por sus pecados
y desesperanzadas; desaparecen las referencias biográficas del profeta; el
estilo conciso, fuerte, brillante e incisivo, de factura poética perfecta, de la
primera parte cede generalmente ante unas construcciones más retóricas.
• En esta segunda parte se suelen distinguir dos secciones, precedidas de
un prólogo que abarca 40,1-11:
B1) 40,12-48,22: tiene como trasfondo histórico el exilio de Babilonia, la elec-
ción y la misión de Ciro el persa, la liberación de los deportados y su vuelta a
la tierra. En esta sección está insertado el «primer canto del Siervo».
B2) 49,1-55,13: proclama la salvación divina y la restauración de Jerusalén a la
vuelta del destierro. En ella se encuentran los tres restantes «cantos del Sier-
vo».
C) Incluye los caps. 56-66 y recibió el nombre de «Trito-Isaías» o Tercer Isaías.
Corresponde a la tercera parte de Isaías. En el trasfondo de esta parte del libro
58 se aprecian los problemas que surgieron en Judá, y sobre todo en Jerusalén, a
la vuelta del exilio de Babilonia. El entusiasmo inicial de los repatriados tro-
pezó con la cruda realidad: la tierra de Judá estaba completamente devastada;
los recursos eran muy escasos; los proyectos de los que llegaban del exilio y
los de quienes habían permanecido en el país presentaban discrepancias y
tensiones; el sistema persa, no obstante su tolerancia y el respaldo de la paz
en líneas generales, era al fin y al cabo, un dominio extranjero. El mensaje
profético urge a la fidelidad a Dios y a la rectitud en las prácticas religiosas.
Al mismo tiempo proyecta la esperanza a una restauración maravillosa de
Jerusalén y de la tierra.
No es fácil captar el origen y la conexión de los oráculos de esta tercera parte,
ni su datación precisa.
C1) Comúnmente se ve en los caps. 56-59 una sección de carácter introducto-
rio, con amplia temática:
• denuncia profética frente a criterios injustos de admisión en la comunidad
del pueblo de Dios (56,1-8);
• abusos de dirigentes y recriminación de restos de idolatría (56,9-57,21);
• crítica del culto meramente externo (58,1-14);
• y denuncia de pecados (59,1-15a).
C2) Los caps. 60-62 constituyen la sección central y contienen el mensaje fun-
damental de esta parte: la gloria y el esplendor de la nueva Sión (caps. 60 y 62)
y el envío del Espíritu del Señor sobre el profeta (61,1-11).
C3) Los caps. 63-66 hacen de conclusión no solo de esta parte sino de todo el
libro. Consta de diversos oráculos:
• juicio de varias naciones (63,1-6);
• recuerdo de las bondades de Dios con Israel y anhelo de la manifestación
divina (63,7-64,11);
• el juicio escatológico, la nueva creación y la paz mesiánica (65);
• un oráculo sobre el Templo, el culto y el juicio de Dios (66,1-6) y otro sobre
el nuevo pueblo que ha de nacer (66,7-17);
• un discurso escatológico anunciando la peregrinación de los pueblos a Je-
rusalén (66,18-24).
2. Composición y marco histórico 59
Por los contextos históricos aludidos que refleja la redacción actual del libro,
es lógico pensar que su composición se desarrolla en un arco histórico de más
de dos siglos, desde el año 733 a.C. (año de la muerte del rey Uzías y comienzo
del ministerio profético de Isaías) hasta los tiempos que siguieron a la vuelta
de los exiliados de Babilonia, esto es, hacia el 525 a.C.
Los rasgos del rostro del Mesías esperado comienzan a aparecer en el Libro del Em-
manuel (Is 6-12), en particular en Is 11,1-2:
Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él
el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y de fortale-
za, espíritu de ciencia y temor del Señor.
Ahora bien, los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo (Is
42,1-9; 49,1-6; 50,4-10 y 52,13-53,12), los cuales anuncian el sentido de la Pasión de
Jesús e indican cómo enviará el Espíritu Santo para vivificar a la multitud: no desde
fuera, sino desposándose con nuestra “condición de esclavos” (Flp 2,7). Tomando so-
bre sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de vida.
Cristo inaugura el anuncio de la Buena Nueva haciendo suyo este pasaje de Isaías
(Lc 4,18-19; cfr. Is 61,1-2):
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a
los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
• Brote • Enmanuel
• Relectura • Canon
• Deutero-Isaías • Ezequías
• Siervo del Señor • Ciro
***
2. Lee Isaías 61,1-3 y contesta a las siguientes cuestiones:
¿Guarda alguna semejanza con los cantos del Siervo de la segunda parte? ¿Qué tipo
de oráculo es y cuál es su principal tema? En la época del profeta, ¿con qué personaje
podría identificarse la figura del Ungido? Lee Lc 4,16-30 y señala a qué se refiere Jesús
al afirmar que “hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”.
73
TEMA JEREMÍAS
4 LAMENTACIONES Y BARUC
Jeremías es el segundo de los profetas mayores. Su libro figura en la Biblia
Hebrea y en la versión latina de la Vulgata después de Isaías y antes de
Ezequiel. Está centrado en la figura y la predicación del profeta Jeremías,
que vivió en las últimas décadas del reino de Judá. Fueron unos años de
singular importancia, pues en ellos ocurrió la caída del imperio asirio, el
renacer del babilónico y la desaparición definitiva del
“Mira, hoy te he constituido reino de Judá con la caída definitiva de Jerusalén ante
sobre las naciones y los reinos, las tropas de Nabucodonosor (587 a.C.) y la deporta-
para arrancar y abatir, para ción a Babilonia de las personas que tenían más in-
destruir y arruinar, para edificar fluencia en el país.
y plantar” (Jr 1,10)
Jeremías anuncia la Nueva Alianza entre Dios y su
pueblo. Junto a ello, ha sido visto por la Tradición cris-
tiana como «figura de la pasión y muerte del Señor Salvador en sus pala-
bras y sufrimientos» (S. Isidoro de Sevilla, Allegoriae quaedam 108).
SUMARIO
1. JEREMÍAS 1.1. Estructura y síntesis del contenido • 1.2. Composición • 1.3. Perso-
nalidad de Jeremías y marco histórico • 1.4. Enseñanza. La Alianza. La salvación. Espe-
ranza mesiánica • 1.5. El libro de Isaías a la luz del Nuevo Testamento • 2. LAMENTA-
CIONES • 2.1. Situación en el canon • 2.2. Estructura y síntesis del contenido • 2.3.
Composición y marco histórico • 2.4. Enseñanza • 2.5. El libro de Lamentaciones a la
luz del Nuevo Testamento • 3. BARUC • 3.1. Estructura y síntesis del contenido • 3.2.
Composición y marco histórico • 3.3. Enseñanza • 3.4. El libro de Baruc a la luz del Nue-
vo Testamento.
74 1. Jeremías (Yirmeyahu: “El Señor exalta”)
1.2. Composición
La composición del libro de Jeremías, como sucede con la mayor parte de los
libros de la Sagrada Escritura, ha seguido un largo y complejo proceso.
• Se tiene noticia de las primeras y principales etapas por lo que se narra
en el propio libro, concretamente en el cap. 36, donde se cuenta cómo Ba-
ruc escribió lo que Jeremías le dictaba y cómo el libro fue echado al fuego
mientras se lo iban leyendo a Yoyaquim. Por indicación del Señor, Jeremías
volvió a dictar los oráculos a Baruc, que los copió de nuevo y añadió en él
otras muchas palabras (36,32). Probablemente fuera la base del libro actual
a la que se fueron sumando otros textos (oráculos en verso y relatos bio-
gráficos en prosa) en un proceso que no se conoce con certeza pero sobre el
que hay diferentes teorías.
• En general, parece claro que hay diversas fuentes y que hay coincidencias
notables con la doctrina deuteronomista, que buscaba justificar el destie-
rro como castigo por los pecados del pueblo y alentar a los deportados en
Babilonia con un futuro esperanzador. De ahí la exigencia de que el pueblo
vuelva al fundamento de su relación con Dios, a la ley contenida en el “có-
digo deuteronómico”.
• Al mismo tiempo, aunque no haya un acuerdo generalizado sobre el pro-
ceso de composición, ni siquiera sobre la relación de Jeremías con la tradi-
ción deuteronomista (hipótesis que es rechazada por algunos autores), en
el libro es evidente que hay al menos dos tipos de textos:
o Unos son oráculos en verso, en los que cuando habla Jeremías lo hace en
primera persona, tal y como si él mismo los estuviera pronunciando.
o Otros son relatos en prosa, en los que normalmente se habla de Jeremías
en tercera persona: el profeta es el protagonista de unas narraciones escri-
tas por otro.
78 • Es muy posible que la mayoría de los oráculos de denuncia originales de
Jeremías, que formaban parte de la primera redacción del libro dictada a
Baruc, se hayan conservado entre los oráculos en verso que se incluyen
en el libro. Buen número de ellos estarían en la primera parte, donde se re-
copilan los oráculos sobre la casa de Israel y la casa de Judá pronunciados
en distintas épocas. Más tarde, se completaría esa primera colección de
oráculos con otros pronunciados por Jeremías en circunstancias y con fi-
nalidades diversas. También se agregarían otras piezas poéticas, como las
«confesiones», esparcidas entre los caps. 11-20, que son más bien desaho-
gos del alma del profeta realizados en la presencia del Señor en momentos
de oración confiada.
• Asimismo se incluirían los relatos en prosa, probablemente compuestos
por Baruc, que enmarcan esos oráculos, conservan el recuerdo de las ac-
ciones simbólicas realizadas por Jeremías en su predicación y narran las
peripecias y dificultades que hubo de afrontar el profeta por mantenerse
fiel a la misión que el Señor le había encomendado.
• Con la caída de Jerusalén y el destierro a Babilonia, esa recopilación de
oráculos de Jeremías pudo proporcionar mucha claridad para valorar a la
luz de la palabra de Dios los dolorosos acontecimientos del momento. En
las copias que posiblemente se hicieron en la época, esas lecciones queda-
ron formuladas en oráculos compuestos desde una perspectiva teológica
de pauta deuteronomista.
• A su vez, al cabo de unas décadas, cuando cambió de nuevo la situación
de la zona y el pueblo comenzó a experimentar la restauración prometida,
los oráculos de restauración añadidos entonces proporcionaron un tono
más esperanzador al libro entero. De este modo, el conjunto de oráculos y
relatos sobre Jeremías, ya enriquecido y actualizado a la luz de lo vivido
en la historia en momentos decisivos para el pueblo elegido, se fue com-
pletando con los oráculos sobre las naciones y algunos otros relacionados
con la actividad del profeta.
Las enseñanzas del libro de Jeremías se reflejan antes que nada en la propia
vida y personalidad del profeta. Así, puede apreciarse una fuerte cohesión
entre la vida del profeta y su predicación que se manifiesta no solo en las
abundantes acciones simbólicas que Dios le manda realizar, sino sobre todo en
los sufrimientos que tendrá que padecer para llevar a cabo su misión.
Jeremías nació en Anatot, pequeña población del reino de Judá, al norte de 79
Jerusalén, en territorio de la tribu de Benjamín (1,1). Era de linaje sacerdotal y
su actividad profética duró más de cuarenta años. El inicio de su ministerio se
sitúa en el año trece del reinado de Josías, esto es, el 627 a.C.
En una primera fase, durante el reinado de este rey, se dirige a la casa de Israel,
que, si bien no existía como tal, permanecía en la añoranza y el recuerdo. Los orá-
culos que pertenecen a este periodo contienen denuncias de la apostasía y de la
corrupción moral de sus conciudadanos, llamadas a la conversión y el anuncio de
un severo escarmiento, debido al olvido de Dios por parte del pueblo.
Cinco años después de su vocación, el 622 a.C., el rey Josías inició una im-
portante reforma religiosa con el objetivo de que la vida del reino estuviese
regida por la Ley de Dios. Se insistió en que solo el Señor es Dios así como en
la necesidad de centralizar el culto en el Templo de Jerusalén.
Aunque Jeremías debió de conocer esta reforma, en ningún momento del libro se
alude a ella de modo explícito.
Cuando murió Josías y, tras el breve reinado de Joacaz, el rey Yoyaquim subió
al trono el año 609 a.C. Con él se produjo un cambio de rumbo en la política
religiosa del reino, pues el nuevo monarca no secundó las disposiciones refor-
madoras de Josías. Es esta una época en la que denuncia con su predicación
los grandes pecados del pueblo: el culto externo y falso, la errónea seguridad
religiosa, la idolatría y las injusticias sociales.
En esa situación, mientras las infidelidades a la Ley de Dios y a la Alianza se mul-
tiplicaban, Jeremías estuvo predicando en Jerusalén. Lo más significativo de estos
años fue su discurso en el Templo acerca de la corrupción del culto y la prisión
que sufrió por ello.
Ahí terminan las noticias sobre su actividad profética, pasados más de cua-
renta años desde que la había comenzado. Según una tradición mencionada
por vez primera por Tertuliano, murió en Egipto, lapidado por sus propios
conciudadanos.
1.4. Enseñanza
B) La salvación
Jeremías era testigo de que la persistencia en el pecado y el olvido de Dios
habían generado un corazón obstinado y rebelde (5,23), en el que apenas ha-
bía lugar para la esperanza de reaccionar y cambiar. Tanto pecado conducía
necesariamente al castigo y a la desgracia. Pero la última palabra de Dios no
es la destrucción sino la restauración.
82 • En el libro de Jeremías hay muchos oráculos que anuncian la salvación
definitiva. Así, los que fueron deportados por las diversas naciones se re-
unirán de nuevo y Dios los hará volver a su país (16,14-15 = 23,7-8).
• Ese retorno no se referirá solo a un
«Mirad que vienen días –oráculo del Se-
desplazamiento geográfico sino so-
bre todo a la conversión del cora- ñor– en que pactaré una nueva alianza
zón: un don gratuito de Dios, pues con la casa de Israel y la casa de Judá.
el Señor cambiará sus corazones e No será como la alianza que pacté con
infundirá en ellos su temor para sus padres el día en que los tomé de la
que permanezcan fieles a la Alian- mano para sacarlos de la tierra de Egip-
za definitiva (32,36-41). Por eso, la to, porque ellos rompieron mi alianza,
Nueva Alianza que el Señor hará aunque Yo fuera su señor –oráculo del
con su pueblo estará grabada de
Señor–. Sino que ésta será la alianza
modo indeleble en sus corazones
que pactaré con la casa de Israel des-
para que perdure siempre (31,33).
pués de aquellos días –oráculo del Se-
En la nueva situación todo se habrá re- ñor–: pondré mi Ley en su pecho y la es-
novado: Judá será salvada, e Israel ha-
cribiré en su corazón, y Yo seré su Dios y
bitará en seguridad, y este será el nom-
ellos serán mi pueblo».
bre con que llamen al Dios de Israel:
«El Señor, nuestra justicia» (23,5-6). Jr 31,31-34
Aunque los cantos se han transmitido con frecuencia junto con el libro de Je-
remías, no parece que sea el mismo profeta quien los escribiera. La hipótesis
tradicional sitúa la redacción del libro poco tiempo después de la caída de
Jerusalén, acaecida el año 587 a.C.
El hecho de componer cantos de lamentación ante ciudades y templos destrui-
dos no es infrecuente en la literatura del Antiguo Oriente. Sobre todo, entre
los escritos sumerios abundan poemas de este estilo, como los dedicados a
llorar la ruina de Ur, Sumer, Nippur, Eridu y Uruk, compuestos en el segundo
milenio a.C. y copiados con frecuencia en las escuelas de escribas de la Anti-
gua Babilonia como ejercicios escolares.
2.4. Enseñanza
Tal vez la primera de esas enseñanzas sea la gravedad del pecado que ha
arrastrado a tales desgracias: se recurrió al apoyo de alianzas o poderes huma-
nos para buscar la salvación ante los enemigos, a la vez que se abandonaba a
Dios. Por eso, el Señor permitió tal aflicción (1,5.14.18; 3,42; 4,6; 5,16).
No falta una llamada a la confianza en Dios aun en medio de las mayores
pruebas y tribulaciones. El sufrimiento tiene un valor purificador y puede ser
reconducido a la esperanza cuando se afronta con fe en Dios; entonces, mueve
a la conversión, y se asume con sentido redentor. A la vez se resalta el valor
de la oración.
El lector es interpelado por el texto sagrado a pensar en sí mismo y en la situa-
ción en que se encuentra, y desde ella acudir al Señor reclamando el auxilio de
su gracia para llevar a cabo una verdadera conversión (5,21).
En la Iglesia estos textos han servido para manifestar la consternación por los
padecimientos sufridos por nuestro Señor Jesucristo en su Pasión y Muerte
Redentora. Por eso, a partir del siglo IX, su lectura comienza a ser habitual
en la liturgia de la Semana Santa. En la actualidad, una parte importante del
libro se incluye en la Liturgia de las Horas, más concretamente, en el Oficio de 87
Lecturas de la Semana Santa (año par).
3.3. Enseñanza
Baruc se presenta como un puente entre los libros proféticos y los sapien-
ciales.
• Subraya los temas preferidos por los profetas: omnipotencia, unicidad y
eternidad de Dios y falsedad de los ídolos; reconocimiento de los peca-
dos cometidos por el pueblo elegido; espera de la redención, representada
como restauración de Jerusalén y vuelta de los dispersos por las naciones.
• De especial importancia es lo que se refiere a la Sabiduría. De ella se afirma
su naturaleza divina y se presenta ya personificada, aunque no de modo
tan claro a como aparece en el libro de la Sabiduría.
“En la historia de la Iglesia, junto con otros cristianos, no han faltado hombres y mujeres
consagrados a Dios que, por un singular don del Espíritu, han ejercido un auténtico minis-
terio profético, hablando a todos en nombre de Dios, incluso a los Pastores de la Iglesia. La
verdadera profecía nace de Dios, de la amistad con Él, de la escucha atenta de su Palabra
en las diversas circunstancias de la historia. El profeta siente arder en su corazón la pasión
por la santidad de Dios y, tras haber acogido la palabra en el diálogo de la oración, la pro-
clama con la vida, con los labios y con los hechos, haciéndose portavoz de Dios contra el
91
mal y contra el pecado. El testimonio profético exige la búsqueda apasionada y constan-
te de la voluntad de Dios, la generosa e imprescindible comunión eclesial, el ejercicio del
discernimiento espiritual y el amor por la verdad. También se manifiesta en la denuncia
de todo aquello que contradice la voluntad de Dios y en el escudriñar nuevos caminos de
actuación del Evangelio para la construcción del Reino de Dios”.
Exhortación apostólica postsinodal
Vita Consecrata, n. 84
***
2. Lee Jeremías 11,18-23, sitúalo en el contexto del libro y responde a las siguientes
preguntas: ¿A quién (o quiénes) se dirige el profeta (observa el cambio de persona en
los verbos)? Explica las imágenes del versículo 19. ¿En qué consistirá el castigo anun-
ciado? ¿Tiene alguna relación este pasaje con el de la vocación y misión del profeta
(1,4-19)?
92
TEMA EZEQUIEL (YEHEZQEL:
5 “DIOS HAGA FUERTE”)
El libro de Ezequiel ocupa el tercer lugar dentro de los profetas mayores,
después de Isaías y de Jeremías. En los primeros siglos de nuestra era, el
canon judío colocó el libro entre estos dos profetas, atendiendo no ya a la
sucesión cronológica sino al contenido de los oráculos: «Primero Jeremías
que es todo él conminatorio, luego Ezequiel que comienza con conmina-
ciones y termina con consolación, y finalmente Isaías que todo él es conso-
lación» (Talmud, tratado Baba Batra 14,6). Más tarde, se cambiaría al orden
actual, es decir, Isaías, Jere-
mías y Ezequiel, respetando
así el orden cronológico. “Os daré un corazón nuevo y pondré
El canon cristiano dispuso en vuestro interior un espíritu nuevo.
Arrancaré de vuestra carne el corazón
los libros proféticos en el
de piedra y os daré un corazón de car-
orden que ha llegado hasta
ne” (Ez 36,26)
nosotros, situando el libro
de Ezequiel tras el bloque
Jeremías-Lamentaciones-Baruc, libros con los que guarda cierta semejan-
za, principalmente por ofrecer una explicación al destierro.
Ezequiel es el profeta del destierro. Es, al mismo tiempo, un visionario de
imágenes complejas. También realiza acciones de difícil interpretación.
Pero Dios se servirá de su vida y de sus obras como señal para su pueblo.
Su libro ofrece un mensaje de esperanza y de renovación al pueblo duran-
te su estancia en Babilonia.
SUMARIO
1. ESTRUCTURA Y SÍNTESIS DEL CONTENIDO • 2. COMPOSICIÓN • 3. LEN-
GUAJE Y ESTILO • 4. PERSONALIDAD DE EZEQUIEL Y MARCO HISTÓRICO • 5.
ENSEÑANZA • 6. EL LIBRO DE EZEQUIEL A LA LUZ DEL NUEVO TESTAMENTO.
1. Estructura y contenido 93
La unidad y el orden son mayores en este libro que en el resto de los profetas.
Ya los primeros comentaristas judíos y cristianos señalaban una división en
dos partes, casi de la misma extensión.
A) La primera (caps. 1-24) tiene carácter conminatorio contra Israel por los
delitos que ocasionaron el desastre de la deportación. Comprende:
– la visión inaugural en Quebar y la vocación del profeta (1,1-3,26);
– las acciones simbólicas y los oráculos que anuncian el asedio de Jerusalén
(4-7);
– la teofanía en el Templo con la denuncia de los pecados allí cometidos (8-
11);
– los oráculos de condena de Judá e Israel ante la inminente invasión babiló-
nica (12-24).
− Antes de la caída: caps. 1-32 (contiene los oráculos de condena y las acciones
simbólicas que anuncian la destrucción de la ciudad como castigo por sus peca-
dos).
− Caída de la ciudad santa: cap. 33 (Ezequiel recupera el habla –antes los hechos
hablaban por sí solos– y comienza una nueva etapa en su ministerio donde trata-
rá de levantar el ánimo de los desterrados).
− Después de la caída: caps. 33-48 (junto a algún oráculo de condena inicial, como
el que proclama contra los malos pastores o contra Edom, se sucede una serie de
oráculos de salvación y de visiones esperanzadoras: Dios restaurará a su pueblo).
2. Composición
En comparación con otros libros proféticos, aun dentro de la complejidad de
géneros literarios utilizados, el de Ezequiel conserva una lógica interna ex-
traordinaria. Muchos comentaristas, atendiendo a su coherencia doctrinal y
lingüística, consideran que el libro fue compuesto directamente por el mismo
profeta después de que pronunciara los discursos, tuviera las visiones o lleva-
ra a cabo las acciones simbólicas.
Todo el libro parece ser obra de una sola mano, con escasas adiciones posterio-
res, y está orientado a llamar la atención de un lector más que de un oyente.
En ese sentido, el propio libro contiene indicios de que el valor de la palabra
escrita era creciente: en la primera visión el Señor le dio un libro y le ordenó
comerlo (3,1-3).
Podría ser que Ezequiel en persona pusiera por escrito sus visiones, oráculos
y vivencias más íntimas; o que, bajo su orientación, lo hiciera alguno de los
discípulos más inmediatos.
96 3. Lenguaje y estilo
Ezequiel tiene muchos puntos de contacto con los profetas anteriores a él.
Sin embargo, si se comparan los escritos, el estilo de Ezequiel es mucho más
reiterativo y barroco. Abunda en frases hechas y expresiones fijas, y repite
una y otra vez las mismas palabras. El recurso a este procedimiento literario
proviene seguramente de su condición sacerdotal y de su familiaridad con los
círculos sacerdotales, que tenían la misión de enseñar la Ley al pueblo y utili-
zaban la repetición como técnica pedagógica.
– «Tú sabrás que Yo soy el Señor» (con las variantes «vosotros sabréis», «ellos
sabrán»). Es una fórmula que ordinariamente cierra un oráculo o que se
introduce a raíz de una intervención divina. En Ezequiel se encuentra en
54 ocasiones.
La segunda parte de la frase («Yo soy el Señor») expresa, como en la literatura
sacerdotal (cfr. Lv 19), la autoridad suprema de Dios que cumple lo que promete:
por eso solo Él puede imponer al hombre obligaciones indiscutibles. De alguna
manera es una expresión abreviada de la fórmula que en los textos deuteronomis-
tas introduce la Alianza: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te ha sacado del país de
Egipto, de la casa de la esclavitud» (Ex 20,2).
La primera parte («Sabrás, sabréis…») indica que toda intervención de Dios, de
palabra o de obra, es reveladora de su persona. Para Ezequiel la verdad más im-
portante, que todos pueden y todos deben conocer, es que Dios es soberano de
la creación y de la historia y que actúa con libertad y dominio. El Señor no está
supeditado a ninguna criatura. Los hombres terminarán reconociendo su poder
y su querer.
Se sabe también que estaba casado con una mujer a la que amaba con ternura
(29,17) y que murió de forma inesperada.
Nada más se conoce con certeza de su vida y actividad, ni tampoco de su
muerte. La tradición, recogida por San Atanasio (PG 25,160), que narra la
muerte del profeta a manos de un jefe del pueblo cuya conducta idolátrica
recriminaba, no está suficientemente probada.
El contenido y el estilo literario del libro rompen los esquemas habituales de
la profecía clásica y reflejan una personalidad compleja.
Ezequiel es capaz de entristecerse hasta el abatimiento por la muerte de su esposa
o la destrucción de Jerusalén, y de entusiasmarse hasta batir palmas, dar gritos o
saltar lleno de euforia por lo que acontece a los enemigos de Israel.
5. Enseñanza
La condición de profeta y sacerdote de Ezequiel y la necesidad de explicar el
aparente fracaso que suponía el destierro dan razón de su mensaje específico.
Tres grandes temas jalonan el libro: Dios, su ser, su santidad y su transcen-
dencia; la fundamentación de la moral en la pureza ritual y en la responsabi-
lidad personal; y la esperanza en la salvación que supone una modulación de
la doctrina mesiánica tradicional.
***
SUMARIO
1. CONTENIDO Y ESTRUCTURA • 2. COMPOSICIÓN Y MARCO HISTÓRICO •
3. ENSEÑANZA • 4. EL LIBRO DE DANIEL A LA LUZ DEL NUEVO TESTAMENTO.
1. Contenido y estructura 107
El libro de Daniel contiene dos tipos de relatos:
• aquellos en los que un narrador cuenta una historia sobre Daniel (1-6;
13-14);
• y aquellos otros en los que el mismo Daniel narra o escribe sus visiones
(7-12).
Siguiendo el orden que presenta el libro en la mayor parte de los códices grie-
gos y en la Vulgata, su contenido puede dividirse en tres partes:
3,1-100: Se refiere solo a los compañeros de Daniel. Por no adorar una estatua
de oro erigida por Nabucodonosor son arrojados al horno de fuego, donde
entonan cantos de alabanza al Señor, sin que sufran daño alguno; entonces el
rey reconoce al Dios de los judíos.
4,1-34: Daniel interpreta a Nabucodonosor otro sueño, el del árbol abatido al
suelo, cuyo significado se refiere al rey mismo y se cumple puntualmente, por
lo que el rey reconoce y alaba al Dios Altísimo.
5,1-30: En la corte de Baltasar, hijo y sucesor de Nabucodonosor según el re-
lato, Daniel descifra el significado de las palabras que una mano misteriosa
escribe en la pared, y por ello es colmado de honores por el rey, que va a morir
aquella noche.
108 6,1-29: Finalmente, cuando Darío el Medo –que, según el libro, sucede a Bal-
tasar en el trono– piensa poner a Daniel al frente de todo el reino, los ministros
del rey urgen a este a promulgar una ley que Daniel no pueda cumplir: no
adorar a otro dios que al mismo rey. Daniel es arrojado al foso de los leones
pero sale ileso, por lo que también Darío reconoce al Dios de Daniel.
La segunda parte del libro recoge cuatro visiones de Daniel narradas directa-
mente por él, aunque la primera (7,1) y la última (10,1) vienen introducidas
por un narrador.
10,1-12,13: Situada el año tercero de Ciro el Persa. Daniel cuenta que ve pri-
mero a un hombre vestido de lino que le explica lo que va a suceder en las
guerras entre los reyes del norte (los seléucidas) y los del sur (los lágidas), y
cómo un hombre abominable (Antíoco IV) traerá las desgracias sobre la tierra
santa; pero a este le llegará su fin, que coincidirá con la venida de Miguel a
salvar al pueblo de Dios y con la resurrección de los muertos. Después Daniel
ve a otros dos a los que el hombre vestido de lino les comunica cuándo llegará 109
aquel final.
• Aparece asimismo en un texto de Ugarit del siglo XIV a.C. como nombre de un rey
que juzga la causa de la viuda y defiende al huérfano.
• En el antiguo Israel varias personas llevaron ese nombre: un hijo de David (según 1
Cro 3,1) y uno de los que retornaron del destierro (según Esd 8,2; Ne 10,7).
• No es fácil situar históricamente al Daniel protagonista del libro. Más bien da la im-
presión de que con ese nombre se esté haciendo referencia a una figura inmemorial
que ha ido adquiriendo rasgos de otros muchos personajes bíblicos e incluso extra-
bíblicos.
• Este Daniel -sabio, justo, sacerdote y exiliado en Babilonia- se toma como argumento
para componer historias y visiones de distintas épocas que, finalmente, llegan a ser
integradas en una obra que recibe el título de libro de Daniel.
En cuanto a las dos historias finales, la de Bel y la del dragón, coinciden ambas
versiones en el tono de una sátira contra la idolatría.
3. Enseñanza
***
2. Lee el capítulo 7 del libro de Daniel y explica las imágenes que contiene y cómo hay
que interpretarlas. Concretamente, ¿cuál es el significado de las bestias y en qué con-
siste su poder? ¿Y el del Hijo del Hombre? ¿Cómo viene descrito Dios? ¿Cuál es su papel
con respecto a la historia y al poder humano? Finalmente compara estas imágenes con
las del capítulo 2.
123
TEMA LOS PROFETAS MENORES O
7 EL LIBRO DE LOS DOCE
La última parte del manual estudia los profetas llamados menores. Se
atiende en esta lección a una visión general de la colección en la que
quedaron recogidos (el libro de los Doce) para después, en las siguien-
tes, analizarlos ya individualmente.
El calificativo de menores no les viene por el hecho de ser menos im-
portantes que los profetas anteriormente estudiados, sino por su menor
extensión. De hecho, los doce juntos tienen una extensión similar a la del
libro de Ezequiel. Además, mientras que cada uno de los mayores estaba
escrito en un rollo de pergamino, todos los menores estaban recogidos
en otro, el de los Doce Profetas.
SUMARIO
1. LOS DOCE COMO UNIDAD • 2. ISAÍAS Y LOS DOCE • 3. FORMACIÓN Y OR-
DEN DEL LIBRO • 4. TEMAS COMUNES A LOS DOCE.
124 1. Los Doce como unidad
En las últimas décadas la investigación
El cambio de perspectiva en el es-
y la enseñanza de los profetas han expe-
tudio de los Doce lo inician una serie
rimentado un gran cambio, sobre todo
de autores (J. Nogalski, P. House y A.
en lo relativo a Isaías y a los profetas
Schart) que lo entendieron como un
menores. Si en el pasado los esfuerzos
conjunto unitario. A esta nueva com-
se dirigían a resolver cuestiones propias
prensión del libro contribuyeron las de cada libro en particular, tales como el
investigaciones sobre Isaías y su uni- proceso de composición y la búsqueda
dad (E. Bosshard-Nepustil, O. Steck, E. del hipotético texto originario, o la teo-
W. Conrad, T. Collins y R. Coggins, en- logía y la cronología del profeta indivi-
tre otros). dual, ahora, sin abandonar lo anterior, se
Aunque no todos los estudiosos com- tiende a estudiar ambos libros desde una
parten plenamente esta comprensión perspectiva canónica y global. Es decir,
unitaria de los Doce, hoy se tiende a se busca una visión más unitaria de am-
aceptar la idea de una cierta unidad bas colecciones.
en su redacción final. Por eso hoy se prefiere estudiar a Isaías
Por eso se suelen presentar, junto al como un solo libro y denominar a los
proceso de formación del libro de los profetas menores como el Libro de los
Doce en su conjunto y la situación de Doce. Además de poner de relieve las co-
cada escrito en ese bloque, los enla- nexiones que pueden establecerse en el
ces literarios y teológicos que pue- interior mismo de las colecciones men-
den establecerse entre cada libro y cionadas, la perspectiva canónica subra-
el resto de profetas incluidos en esta ya el estudio de cada libro en su rela-
colección. ción con el resto de libros del canon.
El estudio de los Doce como una unidad
no es algo tan novedoso. Ya las tradicio-
nes judía y cristiana transmitieron todos estos profetas unidos y los considera-
ron en su conjunto como un libro.
• En el siglo II a. C., Ben Sira, en su alabanza de los antepasados, tras men-
cionar a Isaías, Jeremías y Ezequiel emplea la expresión “los doce profe-
tas”:
“Que los huesos de los doce profetas reflorezcan en sus lugares, puesto que ellos
consolaron a Jacob, y lo rescataron con fe esperanzada” (Si 49,10 (12)).
• En el Nuevo Testamento, Esteban, en su discurso previo al martirio, cita a 125
Am 5,25-27, y lo hace tras la expresión “como está escrito en el libro de los
Profetas” (Hch 7,42).
• También se entienden como un libro en el modo de presentarse en anti-
guos manuscritos, en el modo de denominarlos en la versión de los LXX y
en algunos documentos extrabíblicos en los que se menciona el número de
libros que componen el canon judío (22 o 24), como Flavio Josefo (Contra
Apión, I, 38-42), algunos apócrifos (4 Esdras 14,38-48) o la tradición rabínica
(Talmud de Babilonia, Baba Batra 13-15, donde también se expresa que para
separar un libro de otro en la Biblia hebrea se solían dejar cuatro líneas en
blanco, mientras que para separar cada uno de los Doce solo se dejaban tres).
• Del mismo modo los Padres de la Iglesia se refirieron a ellos como un libro
unido. Entre ellos destacan San Jerónimo (Prólogo a los doce profetas en la
Vulgata) y San Agustín quien, aparte de ser el primero en designarlos con
el nombre de “profetas menores”, afirmó:
“Doce son los libros de los profetas, correspondiendo cada uno a cada profeta;
pero como se enlazan entre sí y nunca han estado separados, se cuentan por un
libro” (De doctrina cristiana 2,13).
A pesar de la nítida comprensión que tenían los escritores antiguos de los Doce
como un libro, lo cierto es que su estudio se centró casi exclusivamente en el
análisis independiente de cada profeta, tal como se aprecia en los manuales de
hasta hace muy poco tiempo.
No resulta fácil saber cuál es el orden originario, ni a qué criterios responde tal dis-
posición.
Tal vez sea más coherente el orden de la Septuaginta, pues parece que sigue un
criterio geográfico (pasa del reino del Norte, con Oseas y Amós, al Sur, con Joel;
Miqueas serviría de transición al referirse a ambos reinos y además respetaría la cro-
nología al juntar a los profetas del s. VIII). Asimismo, mantiene unidos los profetas
que se dirigen a las naciones extranjeras (Ab, Jon y Na).
En la versión hebrea (TM) también debieron influir las indicaciones cronológicas que
aparecen al inicio de algunos profetas (Os, Am, Mi, So, Ag y Zc). Estos se habrían
situado, según algunos comentaristas, por orden cronológico mientras que los pro-
fetas que no presentan al inicio indicaciones de este tipo (Jl, Ab, Jon, Na, Ha y Ml) se
habrían ido intercalando atendiendo a otros criterios.
El orden del TM fue acogido por la Vulgata y es el que habitualmente presentan las
Biblias actuales.
128 3. Formación y orden del libro
Como cualquier otro libro de la Biblia, el libro de los Doce se ha ido estudiando
desde dos perspectivas: diacrónica y sincrónica.
• La primera, entre otros aspectos, busca responder a la pregunta: ¿Cuáles
fueron, si las hubo, las distintas etapas de crecimiento del libro?
• La segunda, unida a la anterior, se pregunta si es accidental el orden que
nos ha llegado de cada profeta o si hay una intención teológica redaccio-
nal. Es decir, la pregunta podría formularse así: ¿Cuáles son, si los hay, los
elementos formales y temáticos comunes que se descubren en el texto tal
como nos ha llegado?
Hoy es comúnmente aceptado que el libro de los Doce no consiste tanto en una
mera recopilación de textos dispuestos uno tras otro, sino que, más bien, exis-
tió un proyecto teológico redaccional para todo el conjunto de los profetas
menores. Una serie de indicios formales o literarios y temáticos o de conteni-
do llevan a pensar en este plan editorial unitario:
– Jonás (el más diferente de los profetas) y Zc 9-14 habrían sido incorpora-
dos más tarde aún, ya en época griega, pero nunca más allá del s. III a.C.,
pues la colección ya se menciona en el Sirácide (s. II a. C.).
• Así como José une los relatos patriarcales con la estancia de los israelitas en
Egipto de donde Dios los salvará portentosamente, también Daniel conec-
ta de modo especial los profetas con una intervención salvadora (la piedra
en Dn 2; o el hijo del Hombre en Dn 7) que se verá realizada en el Nuevo
Testamento con la figura de Jesús de Nazaret y la instauración del reino de
Dios.
4. Temas comunes a los Doce 131
Los estudios recientes, atendiendo sobre todo a la forma final canónica del tex-
to y respetando la autonomía individual de cada uno, coinciden en que el libro
de los Doce se presenta como una antología de textos con un hilo conductor
común y una serie de temas que van progresando de modo coherente.
La intencionalidad común al conjunto del libro se ha visto en la visión profé-
tica de la historia:
“Leído como una narración continua, [el libro de los Doce] ofrece una crítica pro-
fética de la historia, paralela a la historia deuteronomista y a la historia del Cro-
nista más Esdras y Nehemías” (P. Reddit).
***
2. Lee Malaquías 2,10-16 y compáralo con los tres primeros capítulos de Oseas. ¿Cuál
es la imagen con la que comienza y acaba el libro de los Doce? ¿Se emplea esta imagen
también en los profetas mayores? Finalmente señala dónde están las referencias al ma-
trimonio con las que se abre y se cierra la Biblia.
134
TEMA EL LIBRO DE LOS DOCE (II):
8 OSEAS, JOEL, AMÓS
Y ABDÍAS
Los últimos temas se dedican a analizar los Doce profetas individual-
mente. Cada lección incluye cuatro de ellos. La distribución no responde
a ningún criterio específico, únicamente obedece a razones prácticas.
En este primer tema se estudiarán los cuatro primeros profetas según el
orden en el que aparecen en el canon. Se trata, por un lado, de dos pro-
fetas del s. VIII que predicaron en el reino del Norte y que les corresponde
el honor de ser el primero desde el punto de vista canónico (Oseas) y el
primero desde el cronológico (Amós); de un profeta que se encuentra
entre ambos y que muchos consideran central en el libro de los Doce,
debido a sus referencias a otros profetas y al concepto de “día del Señor”
(Joel); y del profeta más breve de todos, cuya predicación se dirige con-
tra los edomitas (Abdías).
SUMARIO
1. OSEAS • 1.1. Estructura y síntesis del contenido • 1.2. Marco histórico • 1.3.
Enseñanza • 1.4. El libro de Oseas a la luz del Nuevo Testamento y de la tradición
cristiana • 2. JOEL • 2.1. Estructura y síntesis del contenido • 2.2. Composición y
marco histórico • 2.3. Enseñanza • 2.4. El libro de Joel a la luz del Nuevo Testamen-
to • 3. AMÓS • 3.1. Estructura y síntesis del contenido • 3.2. Composición y marco
histórico • 3.3. Enseñanza • 3.4. El libro de Amós a la luz del Nuevo Testamento • 4.
ABDÍAS • 4.1. Estructura y síntesis del contenido • 4.2. Composición y marco histó-
rico • 4.3. Enseñanza • 4.4. El libro de Abdías a la luz del Nuevo Testamento.
1. Oseas (Hoshea: “Salvación”) 135
El libro de Oseas viene en primer lugar en la co-
lección de los «Profetas Menores», aunque crono- “Te desposaré conmigo
lógicamente le correspondería el segundo, des- para siempre, te
pués de Amós. desposaré conmigo en
• Es posible que con esta ubicación se quiera su- justicia y derecho, en
amor y misericordia”
brayar la estrecha relación de la enseñanza de
(Os 2,21)
Oseas, profeta del Norte, con la doctrina de los
profetas mayores en el reino del Sur –Isaías,
Jeremías y Ezequiel– que le preceden canónicamente y le siguen cronológi-
camente.
• Tal vez también ocupe el primer lugar porque, como ya se ha señalado,
podría servir de introducción pues, en cierto modo, viene a ser como un
resumen de los Doce, principalmente por su urgente y constante llamada
al arrepentimiento.
• En todo caso, es un indicio de la importancia que se le dio tanto en el canon
hebreo como en el cristiano.
El libro es extenso (tiene 14 capítulos, igual que Zacarías), pero recoge muy
pocas noticias de la actividad del profeta: apenas unos recuerdos de su expe-
riencia matrimonial (1,2-9; 3,1-5).
• Lleva por título: «Palabra del Señor dirigida a Oseas» (1,1.2), lo que indi-
ca que el autor del escrito tenía más interés en transmitir las palabras del
profeta que en presentar a quien las pronunció.
• Su ministerio se sitúa aproximadamente entre el 750 y el 725 a.C.
El texto no es de fácil lectura, pues parece escrito en el dialecto del Norte. Sin
embargo, su lenguaje nos muestra que estamos ante un poeta creativo y tier-
no: conoce el amor del Señor por su pueblo y sabe expresarlo con imágenes
audaces y apropiadas al ambiente de sus oyentes.
El libro de Oseas invita a ser leído como una unidad que recoge la predicación
del profeta durante los dos amplios decenios de su ministerio.
Hoy se está de acuerdo en que la mayoría del libro procede del propio Oseas.
A ese texto se añadieron probablemente algunos engarces redaccionales, como
136 podrían ser los que se refieren a Judá: 1,1; 1,7; 2,1-3; 4,15a; 5,5; 6,11; 12,1b; 12,3; y
la amonestación final: 14,10.
B.1) Los pecados de Israel (4,1-11,11): Los pecados condenados son de orden
moral, político, de idolatría y de sincretismo, de cuestiones referentes al culto,
etc.
Se condenan porque en todos ellos se falta a la exclusividad que exige el amor
de Dios; por eso, con base en la imagen esponsal expuesta en la primera parte, se
dice continuamente que son pecados de fornicación.
Concluye la sección con un bello poema en el que Dios se presenta ante Israel no
solo como el esposo solícito sino también como el padre apasionado con su hijo.
El amor de Dios por Israel se enriquece aquí con otro motivo: Israel, aunque rebel-
de como su padre Jacob, tiene como origen la elección por parte del Señor.
Los motivos por los que podría hacerse esta subdivisión son: 137
– En dos ocasiones, se inician los oráculos con un «pleito» que interpone el
Señor (4,1.4; 12,3).
– Y en las dos ocasiones los oráculos de denuncia se concluyen con un futu-
ro de bendición o restauración (11,8-11; 14,5-9).
Este movimiento reproduce el que se presenta en el oráculo del capítulo segundo
que puede considerarse la matriz del libro (2,4-25): A un «pleito» (2,4), siguen
una denuncia (2,4-15) y un futuro de bendición (2,16-25).
• Los tres primeros capítulos que tenían por dios de la naturaleza, señor
narran el matrimonio de de la lluvia, de las estaciones y del misterio
Oseas con una mujer infiel, de la fertilidad– y a Astarté, esposa de Baal,
el amor apasionado del pro- y diosa de la fecundidad. A causa de los con-
feta por la mujer a pesar de tactos de civilización y de la política de alian-
la infidelidad, y la posterior zas matrimoniales de algunos monarcas del
reconciliación, impensable reino del Norte con princesas fenicio-cana-
desde un punto de vista jurí- neas, el sincretismo religioso se extendió por
dico, e inmerecida por parte
Israel. Los santuarios antiguos como Betel,
de la mujer.
Guilgal, etc., dieron cobijo a fiestas agrícolo-
• La sucesión de los aconteci- religiosas, en sincretismo con las hebreas. De
mientos es tan extraña que
esta manera, muchos israelitas pretendían
desde los más antiguos in-
compaginar su fe en el Señor con prácticas
térpretes judíos y cristianos
idolátricas (4,17-18; 8,11).
se han venido sopesando y
discutiendo argumentos a favor de un acontecimiento real en la vida del 139
profeta y argumentos a favor de que el relato es un símbolo:
Entre los intérpretes antiguos prevalece el carácter de símbolo.
Entre los modernos, el de la dolorosa experiencia real del profeta que sustenta el
símbolo teológico de las relaciones de Dios con Israel.
1.3. Enseñanza
A) La Alianza
• Se expresa con el término hebreo berit y es en primer lugar un pacto, entre
particulares o entre naciones (10,4; 12,2).
• También el Señor hizo una Alianza con Israel: una Alianza a la que este
falta, pero que el Señor renovará (2,20; 6,7; 8,1).
Recogiendo las tradiciones originarias del pueblo, Oseas enseña que fue en el
Éxodo, en el desierto, donde el Señor conoció a Israel, hizo Alianza con él, y le dio
los mandamientos (11,1; 12,14; 13,5; 4,2).
• Pero esta Alianza no es solo una realidad jurídica, un pacto: es algo más.
– La Alianza es en primer lugar una iniciativa de amor por parte de Dios
que hace de Israel su propio hijo (11,1.3.5; 9,3; 13,6).
– A la luz de su propia experiencia matrimonial, el profeta enseña que la
Alianza es también compromiso esponsal, con una exclusividad en el
amor mutuo.
– Por eso, las infidelidades y prostituciones de Israel, esto es, la práctica de
cultos extranjeros, provocan el celo y la ira de Dios que, como amante en-
gañado, cambia su amor apasionado en furor (cap. 10).
– Pero Dios sigue amando a su esposa-pueblo, el corazón del Señor y sus
entrañas se conmueven (11,8), y sus castigos quieren conducirla a que se
convierta (2,16-25; 5,15): el Señor tiene un amor efectivo y afectivo por Is-
rael.
Las referencias que ofrece el libro para poder situarlo en un contexto histórico
bien definido son escasas y poco precisas. A esa dificultad se añade la cuestión
no resuelta de su unidad originaria. Es decir, aunque el libro se lee como una
unidad, sigue sin resolverse si la división en dos partes procede del origen o
de una labor redaccional posterior.
En consecuencia hay cierta inseguridad para fechar su composición. Dos son
las posiciones.
• Hay quien aboga por una época antigua, hacia los siglos IX-VIII a.C.
• Otros asignan al escrito un contexto histórico posterior a la vuelta del exi-
lio de Babilonia; más en concreto, las décadas que rodean el año 400 a.C.
Es la opción más seguida por la investigación actual. Se atiende a razones
de tipo histórico y de contenido:
– El escrito refleja la organización de la comunidad judaica resultante de las
reformas de Nehemías y Esdras (comienzos del siglo IV a.C.), por las que,
desaparecida la monarquía tras el exilio, una jerarquía sacerdotal guiaba la
vida de Judá.
– El libro además presenta continuos paralelos literarios con otros escri-
tos proféticos. Hay relación literaria y temática con Amós, Oseas, Isaías,
Miqueas, Sofonías, Ezequiel y Abdías. El estudio comparado de los textos
parece mostrar que es Joel quien se inspiró en los otros y no al revés.
El libro tiene gran unidad de materias y de estilo.
• El tema del «día del Señor» recorre todo el libro, ya sea como día de castigo
y de juicio, ya sea como día de restauración y bendición.
• El estilo es también fluido y armonioso a lo largo del escrito, aunque algu-
nos pasajes – como por ejemplo 4,4-8– tienen un carácter más prosaico, por
lo que a veces se juzgan como añadidos posteriores.
2.3. Enseñanza 145
Conversión verdadera (2,13) y promesa del Espíritu (3,1-2) están en el centro
del mensaje de Joel.
Junto a ello, la clave para la comprensión global del libro es el tema del «día
del Señor»:
• Aparece explícitamente cinco veces: 1,15; 2,1.11; 3,4 y 4,14.
• El significado del «día del Señor» en los profetas es el de una intervención
especial de Dios en la historia humana, en particular en el pueblo elegido.
Pero ese día tiene dos caras:
– es el día del Juicio divino de los pueblos, con connotaciones de destruc-
ción-purificación y castigo
– es el día de la salvación divina de los que han padecido injusticias y opre-
sión.
Tal ambivalencia se refleja en Joel:
– La plaga de la langosta (1,4-20) se inscribe en la primera cara de la mone-
da. El poema de 2,1-11 viene a servir de interpretación de la plaga: el pue-
blo invasor representa el ejército de Dios, ejecutor del castigo divino. Ante
tal escarmiento, se propone el mensaje profético de la penitencia (2,12-16).
– Con 2,17-18 –la penitencia de los hombres y la respuesta de Dios– se inicia
el giro hacia la otra cara: el «día del Señor» es un día de salvación, inte-
grado por actos que pueden ser simultáneos: efusión del Espíritu (3,1-2);
conmociones cósmicas (3,3-5; 4,15-16); juicio de las naciones incrédulas
(4,1-8); convocatoria de las naciones a Sión y llamada a la paz (4,9-13);
restauración de Sión y abundancia de bienes (4,18-21). Esta segunda cara
transciende las condiciones naturales del mundo presente, y conlleva una
renovación de todo lo creado, con el Señor habitando en medio de su pue-
blo (4,15-18).
Esta doctrina es como un resumen del mensaje profético y apocalíptico. Por
esto también se inscribe mejor en la época que siguió a la vuelta del exilio de
Babilonia, cuando fue calando el mensaje de los profetas y se fue abriendo la
esperanza a un horizonte escatológico, por encima de las experiencias preca-
rias de la restauración del pueblo elegido.
146 2.4. El libro de Joel a la luz del Nuevo Testamento
Amós debió de nacer hacia los comienzos de los reinados de Uzías en Judá
(785-733 a.C.) y de Jeroboam II en Israel (788-747 a.C.).
Este tiempo fue para los dos reinos la época políticamente más tranquila y eco-
nómicamente más próspera de su historia, desde su separación en 931 hasta su
desaparición (Israel en 721 a.C. y Judá en 587 a.C.).
Tal bonanza estuvo unida a la decadencia en aquellos años de los dos grandes
imperios Asiria y Egipto, y también de Siria.
Pero el bienestar material de que gozó, sobre todo el reino del Norte, fue dis-
frutado por los potentados y los ricos, mientras los pobres y desvalidos eran
oprimidos cada vez más por los dirigentes, los terratenientes y los grandes
comerciantes.
• Las clases poderosas de Israel atribuyeron la prosperidad y la paz política
a su buen hacer y al esplendor de los cultos y ritos que se practicaban en
los santuarios del reino, principalmente Betel y Guilgal.
• Las prácticas religiosas habían llegado a convertirse en un conjunto de ri-
tos y festividades ostentosas, pero huecas y separadas de la interioridad
de las conciencias y de la rectitud de la conducta moral: para muchos po-
derosos eran una especie de disfraz de sus injusticias.
En esas condiciones Amós recibe la llamada divina y es enviado a predicar 149
en el reino del Norte, para hacer volver al pueblo a la verdadera religión. El
profeta no puede dejar de denunciar las injusticias de los corrompidos diri-
gentes, jueces, comerciantes (5,7.10-12; 6,1-14), y, al parecer, hasta de las damas
ricas (4,1-3), y lo hace con vigor y sin cobardías ni adulaciones.
Puesto que Amós fue cronológicamente el primero de los «profetas escrito-
res», se plantea la cuestión de si a él se deben ciertas características que volve-
remos a encontrar en los profetas que le van a seguir.
• Unas son temáticas:
– oráculos contra las naciones y contra el mismo pueblo elegido (caps. 1 y 2);
– incorporación de consideraciones sapienciales (3,3-6);
– contrastes y las antítesis (5,11-24);
– motivos de la vida corriente, en Amós de modo especial de la vida rural
(2,13; 4,7-9; 7,1; 8,1-2; 9,9)
– atribución a Dios de sentimientos humanos, como que Dios aborrece y
detesta (5,21).
• Otras son literarias:
– captación de la atención a través de preguntas (2,11; 3,3-6; 5,18b.20);
– paronomasias (5,5);
– ironía (4,4-5).
Aunque la mayor parte del escrito conserva las palabras del profeta, pronun-
ciadas en el centro del siglo VIII a.C., se discute la autenticidad de algunos
pasajes:
• Los oráculos contra Tiro (1,9-10), Edom (1,11-1) y Judá (2,4-5);
• las tres doxologías (4,13; 5,8-9; 9,5-6);
• y algunos breves fragmentos, que podrían ser debidos a un desarrollo de
los discípulos de Amós y a la labor redaccional del libro:
– el encabezamiento (1,1)
– el exordio (1,2)
– la conclusión final (9,11-15).
Acerca de la datación de la redacción final del escrito, las hipótesis apuntan
hacia finales del siglo VI a.C., barajando las circunstancias históricas en que
150 debió de realizarse: unos dos siglos después de la predicación de Amós, si bien
el grueso de los materiales, como se ha dicho, procedería del mismo profeta.
3.3. Enseñanza
Lo seguro es que el libro de Abdías entró en el canon judío entre los doce pro-
fetas menores, y que fue recibido sin dificultad en el canon cristiano.
Ya San Jerónimo decía del libro: «El profeta es pequeño por el número de ver-
sos, no por las ideas» (Commentarii in Abdiam, 1). Se discuten tanto la unidad
del escrito como los elementos literarios que lo integran.
En el texto, tal como lo tenemos, pueden distinguirse tres partes:
A) Oráculo contra Edom (vv. 1-7). Juicio divino sobre Edom y anuncio de su
ruina.
B) Pliego de cargos contra Edom (vv. 8-14). El pecado de los edomitas es
haberse burlado de la desgracia de Judá y haberse aprovechado de ella. Serán
arrasados por ello.
C) Día del Señor (vv. 15-21). Se anuncia el juicio del Señor a todas las nacio-
nes, el triunfo del pueblo elegido y la restauración definitiva de Israel, anuncio
del reino de Dios.
4.2. Composición y marco histórico 153
El libro de Abdías no da referencias históricas precisas. Pero su profecía contra
Edom parece que alude a una realidad histórica acaecida: la conducta alevosa
de los edomitas con los hebreos, sus parientes, en los sucesos que acompaña-
ron y siguieron a la destrucción de Jerusalén por Babilonia en el año 587 a.C.
Tras la caída de Jerusalén, los edomitas, descendientes de Esaú, hermano gemelo
de Jacob (Gn 32,4), se aprovecharon de la desgracia de «sus hermanos» para expo-
liarles, asaltarles y ocupar la zona sur y parte de la oriental de Judá. Esa situación
se prolongó al menos hasta la primera parte de la época persa.
4.3. Enseñanza
***
2. Lee estos textos de Amós (5,18-20; 9,11-15) y explica cómo viene descrito el “día del
Señor”: ¿se aprecia alguna evolución en Amós? Compáralo con Joel y con algún pasaje
del Nuevo Testamento. ¿Tiene alguna relación con el concepto profético de “día del Se-
ñor” lo que entendemos hoy al referirnos al domingo como el día del Señor? (te puede
servir consultar los nn. 1166 y 2174 del Catecismo).
156
TEMA EL LIBRO DE LOS DOCE (III):
9 JONÁS, MIQUEAS,
NAHUM, HABACUC
Encabeza el siguiente grupo Jonás, un profeta singular que predica la
conversión a los ninivitas, tradicionales enemigos de Israel. Su curioso
comportamiento le convierte en el menos profeta de toda la colección.
A continuación viene Miqueas, el último profeta del s. VIII, quien, igual
que Jonás, predicó la conversión aunque en este caso se dirigió al reino
del norte y al del sur y, además, anunció dónde nacería el Mesías. Con
Nahúm y Habacuc comienza el estudio de los libros más tardíos, cuya
temática se orienta más al juicio de Dios y a la proyección escatológica
de la religiosidad israelita. Ambos profetas tienen, junto a sus lógicas pe-
culiaridades, varios rasgos en común: la misma época de su ministerio (el
s. VII, con referencias a la caída del imperio asirio y a la subida del imperio
neobabilónico), la brevedad de sus escritos (3 caps. cada uno) y el hecho
de que se titulen del mismo modo (“oráculo”).
SUMARIO
1. JONÁS • 1.1. Estructura y síntesis del contenido • 1.2. Composición y marco his-
tórico • 1.3. Enseñanza • 1.4. El libro de Jonás a la luz del Nuevo Testamento y de
la tradición cristiana • 2. MIQUEAS • 2.1. Estructura y síntesis del contenido • 2.2.
composición y marco histórico • 2.3. Enseñanza • 2.4. El libro de Miqueas a la luz
del Nuevo Testamento • 3. NAHÚM • 3.1. Estructura y síntesis del contenido • 3.2.
Composición y marco histórico • 3.3. Enseñanza • 3.4. El libro de Nahúm a la luz del
Nuevo Testamento • 4. HABACUC • 4.1. Estructura y síntesis del contenido • 4.2.
Composición y marco histórico • 4.3. Enseñanza • 4.4. El libro de Habacuc a la luz
del Nuevo Testamento.
1. Jonás (Yonah: “Paloma”) 157
La restauración de Israel con la que termina el li-
bro de Abdías se precisa en el libro de Jonás, el 5º “Dentro de cuarenta días
de los Profetas Menores. Si Dios va a restaurar a Nínive será destruida”
su pueblo es porque este tiene una misión uni- (Jon 3,4)
versal que cumplir.
Dentro de la colección de los libros proféticos, el de Jonás es singular:
• No se trata de una colección de oráculos sino más bien de un relato sobre
un profeta (A. Rofé).
• De hecho, su predicación es muy breve, apenas una frase: «Dentro de cua-
renta días Nínive será destruida» (3,4).
• El mensaje de la obra no está en la predicación del profeta sino en el con-
tenido de lo narrado: en las vicisitudes de los personajes y en los diálogos
de Jonás con Dios.
Lo mismo que en otros libros, como Rut o Job, la base histórica de la narración
–si es que la hay– no es tan importante como el mensaje que se desprende de las
acciones que se relatan.
Esta obra no tiene las mismas características históricas que la mayor parte de
los libros proféticos.
Ciertamente, el nombre del profeta, «Jonás, hijo de Amitay», es idéntico al de
un profeta del reino del Norte en la época de Jeroboam II (2R 14,25-27), pero
aquí acaban todas las coincidencias.
• El Jonás del libro de los Reyes es un profeta de la antigua usanza, que pre-
dicó la misericordia de Dios con Israel y el restablecimiento de las fronte-
ras del pueblo; nuestro profeta es un hombre rebelde con Dios, encogido
ante el peligro, testarudo en sus opiniones, y corto de miras.
160 • En la narración, todos los personajes excepto Jonás parecen simpáticos. Y
estos rasgos tienen un aire más de caricatura que de retrato.
• Lo mismo pasa con otros elementos del libro que reproducen motivos tó-
picos: en la tradición profética Nínive es el prototipo de ciudad perversa
(cfr. Na 3,1-4) y Tarsis, el lugar más extremo de la tierra (Is 23,6; 66,19).
• Faltan en el libro detalles topográficos o cronológicos verificables, y no
se ahorran elementos hiperbólicos o inverosímiles, como que se necesiten
tres días para cruzar Nínive (3,3), o la historia del gran pez (2,1-2.11), o el
ricino que de pronto crece y en una noche se seca (4,6-8).
Por estas y otras razones, el libro no se considera de género histórico.
Probablemente, las palabras de Jesucristo a propósito del signo de Jonás (cfr. Mt
12,39-41; Lc 11,29-32), aunque dichas en sentido genérico, se tomaron como signo
de historicidad del profeta, pero ya muchos comentadores antiguos expresaron
sus serias dudas al respecto.
Su mensaje de llamada a la conversión coincide con el de los otros libros pro-
féticos, pero la forma literaria es la de una narración sapiencial al estilo de
Judit, Job o Rut.
Si la coincidencia entre el Jonás de nuestro libro y el del libro de los Reyes es
meramente literaria, no hay por qué fijar su fecha de composición en el siglo
VIII a.C.
• Si tenemos en cuenta que el narrador posee un buen estilo hebreo y que
utiliza expresiones arameas, o desusadas en textos más antiguos –Dios de
los cielos (1,9), orden del Señor (3,2), magnates (3,7), etc.–, lo más lógico es
situar su composición después del destierro de Babilonia, hacia el siglo V
o IV a.C.
• Esta fecha es también coherente con el mensaje del libro: frente al particu-
larismo de algunos judíos –visible por ejemplo en muchos pasajes de los
libros de Esdras o Joel– que negaban a los paganos el acceso a la salvación,
otros –como el autor de este libro, o el que escribió Rut– reaccionaron en-
señando la rectitud de muchos paganos y la grandeza de Dios, dos condi-
ciones que hacían a esos hombres capaces de ser salvados.
1.3. Enseñanza
2.3. Enseñanza
Miqueas muestra una profunda preocupación por los pecados del pueblo, de
Israel y de Judá, que han provocado el abandono y el castigo de Dios por un
tiempo.
Si Samaría ha caído por sus pecados, Judá correrá la misma suerte si no se en-
mienda (1,2-3,12). Jerusalén, por sus muchos pecados, será juzgada y castigada
por el Señor (6,1-7,6).
164 Pero Miqueas no es un profeta de desgracias, sino un altavoz de la llamada del
Señor a la conversión por los pecados del pueblo, de Israel y de Judá, que han
provocado el abandono y el castigo de Dios por un tiempo. Por eso también
abundan los anuncios de esperanza.
Predice la venida de las naciones a Sión (4,6-8), la promesa del nacimiento del
«dominador» en Belén de Judá (5,1-3), la liberación de la opresión de Asiria (5,4-5)
y la salvación del «resto de Jacob» (5,6-8).
Una fecha muy probable del oráculo es en torno al 630, cuando la muerte de
Asurbanipal enardeció el sentimiento nacionalista de los judíos.
Cabe además suponer que estos poemas con su carga patriótica y de exaltación de
los valores israelitas, en especial el reconocimiento de Dios como único soberano,
vendrían a ser una aportación importante a la reforma religiosa y política que
Josías llevó a cabo hacia el año 622 a.C.
3.3. Enseñanza
4. Habacuc
(H.abaqquq: Raíz “abrazar” o nombre de planta)
El libro de Habacuc aparece en la colección de los Profetas menores en octavo
lugar, a continuación de Nahúm. El oráculo con el que inicia Habacuc da con-
tinuidad a los oráculos de Nahúm contra Asiria.
4.3. Enseñanza
En el Antiguo Testamento, Dios se manifiesta a Israel como Aquél que le habla (…).
Moisés recibe de manos de Dios la Ley, designada a menudo como «palabras de Dios»
(Ex 20,1; 24,3-8; 34,27-28; cfr. Nm 15,31) que él debe transmitir al pueblo. Como por-
tador de la palabra de Dios, Moisés será considerado como un profeta (Os 12,14; Dt
18,15.18) y aún más que un profeta (Nm 12,6-8). A lo largo de la historia del pueblo,
los profetas son conscientes de transmitir la palabra de Dios. Los relatos de vocaciones
proféticas muestran cómo la palabra de Dios aparece, se impone con fuerza e invita a
una respuesta. Profetas como Isaías, Jeremías o Ezequiel reconocen la palabra de Dios
como un acontecimiento que ha marcado su vida (Is 6,5-8; Jr 1,4-10; Ez 2,1 3,3) Su men-
saje es mensaje de Dios; acogerlo es acoger la palabra de Dios. Aunque choca con re-
sistencias por obra de la libertad humana, la palabra de Dios es eficaz (Is 55,11; Jr 20,9):
es un poder que actúa en el corazón de la historia. En el relato de la creación del mundo
por Dios (Gn 1), se descubre que para Dios decir es hacer”.
Pontificia Comisión Bíblica,
El pueblo judío y sus escrituras sagradas en
la Biblia cristiana, 2001, n. 23
***
2. Lee Jonás 2,1-11 y compáralo con el resto del libro. ¿Es coherente esta oración con
la conducta de Jonás antes y después de ser tragado por el gran pez? Busca y señala
algunas semejanzas de este pasaje con otros textos del Antiguo Testamento.
172
TEMA
EL LIBRO DE LOS DOCE (IV):
10 SOFONÍAS, AGEO, ZACARÍAS
Y MALAQUÍAS
El último bloque comienza con Sofonías, quien desarrolló su ministerio
en los años anteriores a la reforma religiosa del piadoso rey Josías. Como
el resto de profetas anteriores al exilio, Sofonías pone el acento en las
amenazas de castigo por los pecados. Pero junto al juicio de Dios, tam-
bién anuncia la salvación para el resto de Israel, formado por los pobres y
los humildes de la tierra, a quienes se les identifica con “una de la figuras
más transparentes de la Iglesia” (Catecismo, n. 710). Con Ageo se inicia ya
el bloque de profetas posteriores al destierro, cuyo objetivo se centrará
en transmitir un mensaje de ánimo y de esperanza en los años de restau-
ración nacional. En efecto, si las profecías de los años del destierro habían
enfatizado la necesidad de la conversión, los profetas posteriores al exilio
–Ageo junto con Zacarías, sobre todo– insisten en la «reconstrucción»
material y espiritual del pueblo. Malaquías, escrito con el que se cierra
el libro de los Doce, se sitúa ya varios años después de la reconstrucción
del Templo. Su misión será despertar al pueblo para que ofrezca a Dios
un culto digno y anunciar la venida del mensajero de Dios que preparará
el día de su venida.
SUMARIO
1. SOFONÍAS • 1.1. Estructura y síntesis del contenido • 1.2. Composición y marco
histórico • 1.3. Enseñanza • 1.4. El libro de Sofonías a la luz del Nuevo Testamento y
de la tradición cristiana • 2. AGEO • 2.1. Estructura y síntesis del contenido • 2.2.
composición y marco histórico • 2.3. Enseñanza • 2.4. El libro de Ageo a la luz del
Nuevo Testamento • 3. ZACARÍAS • 3.1. Estructura y síntesis del contenido • 3.2.
Composición y marco histórico • 3.3. Enseñanza • 3.4. El libro de Zacarías a la luz
del Nuevo Testamento • 4. MALAQUÍAS • 4.1. Estructura y síntesis del conteni-
do • 4.2. Composición y marco histórico • 4.3. Enseñanza • 4.4. El libro de Mala-
quías a la luz del Nuevo Testamento.
1. Sofonías (Tsephanyah: “El Señor esconde/protege”) 173
El libro de Sofonías viene en noveno lugar en la
colección de Profetas Menores. El Salmo final
del libro que le precede (Habacuc), en el que se “Canta de gozo, hija de
pedía la intervención de Dios, tiene su respues- Sión, alborózate, Israel,
ta en el tema del juicio de Dios que centra el alégrate y disfruta de
libro de Sofonías. todo corazón, hija de
Jerusalén (…) el Señor,
• El libro refleja las circunstancias históricas Rey de Israel, está en
del ministerio del profeta en Jerusalén, ciu- medio de ti” (So 3,14-15)
dad que conoce bien (1,10-11), en la época
de Josías (1,1).
Una estructura que hiciera justicia a la doble dimensión del texto –condena y
salvación; Judá y las naciones–, podría ser esta:
A) Juicio contra Judá y contra toda la tierra (1,2-2,3). Severos oráculos de
condena por los pecados de Judá: la idolatría (1,4-6) y las injusticias (1,9-13).
B) Oráculos contra las naciones y contra Judá (2,4-3,8). A unos oráculos con-
tra las naciones vecinas que atacaron a Judá sigue un oráculo contra Jerusalén.
Pero el Señor salvará a un «resto» de su pueblo y hará justicia.
1.3. Enseñanza
Las minuciosas dataciones con que son presentados los oráculos y relatos
(1,1.15; 2,1; 2,10; 2,20) hacen que el escrito no presente especiales dificultades
para su encuadramiento histórico y cronológico:
• Hace referencia a sucesos ocurridos en Judá desde el 29 agosto del 520 a.C. 177
hasta el 18 diciembre del mismo año, o sea, durante poco más de tres me-
ses y medio, dentro del segundo año del reinado de Darío I el Persa.
• En ese tiempo Judá es una provincia del imperio persa, con administración
delegada en un gobernador, Zorobabel, y un sumo sacerdote, Josué.
Las expediciones de regreso de judíos
exiliados en Babilonia, comenzadas tras
El nombre de Ageo no es aplica-
el decreto de libertad de Ciro (539 a.C.),
encontraron la tierra de Judá en ruinas y do a ningún otro personaje en el
se enfrentaron a obstáculos sociales muy Antiguo Testamento.
difíciles de resolver. Quizás el más impor- -El profeta aparece en dos oca-
tante de ellos fuera el desánimo de los siones en el libro de Esdras (Esd
primeros exiliados.
5,1; 6,14).
• Después de casi veinte años las obras
de reconstrucción apenas habían –La tradición judía lo tiene como
avanzado. Es entonces cuando Ageo uno de los desterrados de Babi-
recibe los mensajes divinos instando a lonia que volvieron de la cautivi-
la reconstrucción del Templo. dad.
• Para esa misma tarea fue enviado tam- –Es posible que su actividad fue-
bién el profeta Zacarías, cuyo libro se ra más amplia que los tres meses
complementa con el de Ageo.
largos recogidos en el libro.
Siempre que se habla del profeta en el li-
–Junto con Zacarías participó ac-
bro, se hace en tercera persona.
tivamente en la restauración, y
• El libro podría ser una recopilación
en la tradición judía se considera
posterior, hecha por uno de sus discí-
a ambos profetas como los fun-
pulos. La falta de coherencia de 2,15-
19 con el lugar que ocupan ahora esos dadores de la Gran Sinagoga.
versículos se justificaría mejor si fuera
así.
• Esta recopilación no podría ser muy tardía ya que el libro no menciona las
circunstancias del final de la reconstrucción del Templo, cinco años más
tarde y sin presencia de Zorobabel (cfr. Esd 6,13-18).
2.3. Enseñanza
Ageo tiene poco eco en el Nuevo Testamento, apenas unas menciones relati-
vas a la conmoción de los cielos (Ag 2,6.21 en Mt 24,29 y Lc 21,26) y al temblor
de la tierra de 2,6, que se cita en Hb 12,26.
En la historia de la Iglesia, el verso más citado es 2,7, que, a partir de la versión
latina –et veniet Desideratus cunctis gentibus («vendrá el Deseado de todas las
gentes»: 2,8)–, fue leído como profecía directa del Mesías Jesús; la expresión
figura como antífona en varios textos litúrgicos del tiempo de Adviento.
3. Zacarías
(Zekaryah: «el Señor recuerda»)
Zacarías viene situado con toda lógica entre Ageo y Malaquías, puesto que,
por un lado, refleja junto con Ageo el talante optimista de los que, tras el retor-
no de Babilonia, están empeñados en la ta-
rea de reconstruir el Templo y mantienen la
esperanza de una restauración bajo la guía “Regocíjate, hija de Sión, grita
de Zorobabel, descendiente davídico (cfr. de júbilo, hija de Jerusalén,
Ag 2,20-23). Así se ve en la primera parte del mira, tu rey viene hacia ti, es
justo y victorioso, montado
libro.
sobre un asno, sobre un borrico,
Por otro, a partir del cap. 9, la perspectiva va cría de asna” (Zac 9,9)
más lejos y apunta a la instauración escato-
lógica del reinado de Dios en la tierra, con
Jerusalén como capital y el Templo como lugar de peregrinación de todas las
naciones (cap. 14). El libro de Malaquías retomará el tema del Templo y de su
servicio por parte de los sacerdotes, volviendo a proclamar el día de la venida
del Señor (Ml 3,13-21).
3.1. Contenido y estructura 179
El libro de Zacarías incluye dos partes bien diferenciadas tanto por los datos
históricos que aparecen en cada una de ellas como por el estilo de la redacción.
A) Actividad del profeta (1,1-8,23). Está escrita en prosa y corresponde al
tiempo señalado en las indicaciones de la obra misma: de los años 520 a 518
a.C. Tiene como trasfondo la reconstrucción de Jerusalén por parte de los que
han vuelto del destierro, así como las instituciones y la vida de la comunidad.
• Contiene ocho visiones (1,7-6,8) llenas de símbolos, experimentadas por
Zacarías por la noche y contadas por el propio profeta, a las que añade la
interpretación hecha por un ángel. Vienen a significar que Dios se ha apia-
dado de Jerusalén quebrantando a sus enemigos (1,7-17; 2,1-4; 6,1-8).
• A las visiones sigue un oráculo sobre la coronación del sumo sacerdote
Josué (6,9-15), y palabras sobre el presente y el futuro del pueblo. Aquí
destacan los diez vaticinios sobre la felicidad que el Señor otorgará a su
pueblo y, por él, a las naciones cuando el Templo sea terminado (8,1-23).
B) Oráculos mesiánicos (9,1-14,21). Está casi toda ella en poesía y carece de
referencias cronológicas. A esta segunda parte, por suponerla posterior a la
primera, se la designa con el nombre de Deutero-Zacarías. Consta de dos lar-
gos oráculos:
• 9,1-11,17: tras exponer el sometimiento de los pueblos vecinos de Israel
(9,1-8), la llegada del Mesías a Jerusalén (9,9-10) y la restauración del pue-
blo unido (9,11-10,12), lamenta y describe el rechazo de un pastor (rey me-
sías) por parte del pueblo (11,1-17).
• 12,1-14,21: profetiza la intervención de Dios mismo para hacer fuertes a
Jerusalén y Judá frente a sus enemigos (12,1-9), llevar al pueblo a la con-
versión y la purificación (12,9-13,9) y reinar Él mismo sobre todo el mundo
desde Jerusalén (14,1-21).
3.3. Enseñanza
La actuación de Dios se muestra en el libro como una gran promesa, cuyo cum-
plimiento requiere en los miembros del pueblo elegido la conversión (1,2-6),
la justicia con el prójimo y la misericordia con los necesitados (7,8-14; 8,14-17).
182 Las promesas mesiánicas varían de una parte a otra del libro, aunque en con-
junto presentan un progreso y una unidad coherente.
• En la primera parte el punto culminante de la promesa, y en consecuencia
de la esperanza, es la terminación del Templo y la protección de Dios que
habita en él (1,16-17; 2,14; 8,9-12).
• Al comienzo de la segunda parte se profetiza la llegada del Mesías a Je-
rusalén como un rey de paz, con el que vendrá la salvación y el bienestar
para el pueblo elegido (9,9-10).
Pero el pueblo rechazará al pastor bueno (11,1-17) y Dios intervendrá en persona,
hará que Jerusalén y Judá triunfen sobre sus enemigos (12,1-9), y tomará después
posesión de ellas reinando desde ahí sobre toda la tierra (14,5).
4. Malaquías
(Malaki: “Mi mensajero”)
• No hay noticia histórica de algún profeta de Israel que llevara ese nombre.
Muchos de estos problemas, más agravados, son los que intentó solucionar la
reforma de Esdras y Nehemías (cfr. Esd 9-10; Ne 10,31-39; 13,23-29).
Si la reconstrucción del Templo se acabó en el año 515 a.C. y la reforma religio-
sa de Esdras puede situarse hacia el 398 a.C., los oráculos de Malaquías serían
un poco anteriores a esta reforma, quizás del último cuarto del siglo V a.C.
4.3. Enseñanza
a) La Alianza
El punto de partida es la vigencia de la Alianza que el Señor hizo con los pa-
triarcas:
• Dios ama a su pueblo, se comprometió con él (1,2-5) y su voluntad no
cambia como la del pueblo (3,6).
• Pero este no responde a esa fidelidad: no guarda los preceptos (3,7), es
descuidado en el culto (1,8; 3,10), se queja injustamente a Dios (2,17; 3,14),
etc.
• El profeta anuncia entonces que si guardan la Alianza –la alianza con Leví
(2,4), la alianza de los padres (2,10), la alianza del matrimonio (2,14)– les
llenará de bendiciones (3,10) y serán el asombro de toda la tierra (1,5;
3,12).
b) La retribución
• Frente al aparente triunfo de los impíos –que no cumplen las leyes de la
Alianza, aunque las cosas les van bien–, el profeta anuncia que el día de
la manifestación del Señor pondrá las cosas en claro: los justos recibirán
justicia (2,5) y consuelo (3,17.20), y los impíos serán como polvo y ceniza
(3,19.21).
186 • El premio o el castigo no se vinculan a la pertenencia al pueblo, sino a las
buenas obras y al temor de Dios (3,16).
Zacarías, viendo el día del Señor, invita a dar vítores al Rey que llega «pobre y montado
en un borrico»: «¡Exulta sin freno, Sión, grita de alegría, Jerusalén, que viene a ti tu Rey,
justo y victorioso!» (Za 9, 9).
Pero quizás la invitación más contagiosa sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra
al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría que quiere comunicar a
su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto: «Tu Dios está en medio
de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti
con gritos de júbilo» (So 3, 17). Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas
de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios:
«Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […] No te prives de pasar un buen
día» (Si 14, 11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!
Francisco,
Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 4
***
2. Lee Zacarías 9,9-10 y responde a las siguientes preguntas. ¿Cuál es el motivo por
el que alegrarse? ¿Quién es la “hija de Sión”? ¿Y la “hija de Jerusalén”? ¿Quién es el rey
y cómo viene descrito? Compara los rasgos del rey con la figura del “siervo del Señor”
de Isaías y con la del pueblo humilde en Sofonías. ¿Tiene este pasaje algún eco en el
Nuevo Testamento? Finalmente lee el n. 559 del Catecismo.
189
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
EN CASTELLANO
ANEXO CRONOLÓGICO
192 Esquema cronológico de la Biblia
CRONOLOGÍA HISTORIA BÍBLICA LIBRO BÍBLICO*
II milenio a.C. Época patriarcal: Abrahán, Isaac, Jacob, José Génesis
XIII-XII a.C. Éxodo: Moisés y la liberación de Egipto Éxodo
Dominación de Egipto Peregrinación por el desierto Números
Levítico
Deuteronomio
XII a.C. Entrada y establecimiento en la tierra de Josué
Invasión de los pue- Canaán Jueces
blos del mar
XI-X a.C. La monarquía: Saúl, David, Salomón I y II Samuel
Reinos arameos División del reino (931 a.C.): I y II Reyes
Comercio en el Medi- Reino del Norte (Israel): capital Samaría I y II Crónicas
terráneo Reino del Sur (Judá): capital Jerusalén
IX-VII a.C Caída de Samaría (722 a.C.) I y II Reyes
Dominación asiria: Reinado de Ezequías (716-687 a.C.) II Crónicas
Sargón II Reforma de Josías (622-609 a.C.) Amós
Jonás**
Oseas
Isaías
Miqueas
Sofonías
Jeremías
Nahúm
Habacuc
VII-VI a.C. Caída de Jerusalén (587 a.C.) II Reyes
Dominación babilóni- Destrucción del Templo II Crónicas
ca: Destierro en Babilonia (587-537 a.C.) Jeremías
Nabucodonosor Ezequiel
Isaías (II)
Daniel**
Abdías**
CRONOLOGÍA HISTORIA BÍBLICA LIBRO BÍBLICO* 193
VI-IV a.C. Restauración de Jerusalén Isaías (III)
Dominación persa: Reconstrucción del Templo (520-515 a.C.) Esdras-Nehemías
Ciro Misión de Nehemías Ageo
Darío Misión de Esdras Zacarías
Malaquías
Joel**
Jonás**
IV-III a.C. Comienza helenización de Palestina Qohélet
Dominación griega: Traducción de los “Setenta”
Alejandro Magno (siglos III-II a.C.)
Helenismo:
Época tolomea (Egip-
to)
III-II a.C. Antioco IV Epífanes y la rebelión macabea I y II Macabeos
Helenismo: Fariseos, esenios, saduceos Daniel**
Época seléucida (Siria) Apocalíptica Eclesiástico
Dinastía Asmonea Sabiduría
* Los libros que aquí se indican contienen algunos de los acontecimientos referidos
en la columna anterior, aunque hayan sido escritos más tarde.
** Estos libros reflejan unos contextos difíciles de encuadrar cronológicamente o
bien se refieren a dos épocas diferentes
194 Esquema básico de los contenidos de cada libro
Isaías Primer Isaías o Proto-Isaías (1-39)
Segundo Isaías o Deutero-Isaías (40-55): libro de la consolación
Tercer Isaías o Trito-Isaías (56-66)
Jeremías Vocación y misión (1,1-19)
Oráculos sobre Israel y Judá (2-25)
Relatos biográficos sobre Jeremías (26-45)
Oráculos sobre las naciones (46-51)
Caída de Jerusalén (52,1-34)
Lamentaciones 5 cantos de duelo en torno a la destrucción de Jerusalén
Baruc Situación de los desterrados en Babilonia (1,1-1,14)
Petición de perdón (1,15-3,8)
Israel y la sabiduría (3,9-4,4)
Conversión y gozo de Jerusalén (4,5-5,9)
Carta de Jeremías a los deportados (6,1-72)
Ezequiel Juicio y condena de Israel mediante oráculos y acciones simbó-
licas (1-25)
Oráculos contra las naciones (25-32)
Oráculos de salvación y de restauración de Israel (33-48)
Daniel Historias de Daniel y sus compañeros en la corte de Babilonia
(1-6)
Visiones de Daniel (7-12)
Otras historias de Daniel (13-14)
Oseas Matrimonio de Oseas (1-3)
Pecado e infidelidad de Israel (4-14)
Joel Tiempo de desgracias (1,1-2,17)
Efusión del Espíritu y día del Señor (2,18-4,21)
Amós Juicio de las naciones vecinas, de Judá y de Israel (1-2)
Reproches y amenazas a Israel (3-6)
Visiones proféticas y restauración mesiánica (7-9)
Abdías Oráculo y cargos contra Edom (vv. 1-14)
Día del Señor (vv. 15-21)
Jonás Misión de Dios a Jonás y huida (1-2) 195
Jonás en Nínive (3-4)
Miqueas Juicio divino y condena de delitos (1-3)
Esperanza y restauración de Sión (4-5)
Juicio divino y castigo de Jerusalén (6,1-7,7)
Esperanza de Sión y plegaria por Jerusalén (7,8-20)
Nahúm Himno a Dios Juez (1,2-8)
Anuncio de la caída de Nínive (1,9-2,1)
Asalto y destrucción de Nínive (2,2-3,19)
Habacuc Oráculo en visión: diálogo entre Dios y el profeta (1-2)
Oración del profeta en forma de salmo épico (3)
Sofonías Juicio contra Judá (1,2-2,3)
Oráculos contra las naciones y contra Judá (2,4-3,8)
Promesas de salvación (3,9-20)
Ageo Oráculo sobre la reconstrucción del Templo (1)
Oráculo sobre el Templo y su gloria futura (2,1-9)
Oráculo sobre la ofrenda digna (2,10-19)
Oráculo mesiánico sobre Zorobabel (2,20-23)
Zacarías Actividad del profeta (1-8): visiones y oráculos
Oráculos mesiánicos (9-14): Deutero-Zacarías
Malaquías Amor del Señor por Israel (1,1-5)
Perversión del culto (1,6-2,9)
Condena de matrimonios mixtos y divorcios (2,10-16)
El día del Señor (2,17-3,5)
Los diezmos del Templo (3,6-12)
Los justos y el día del Señor (3,13-21)
Epílogo y conclusión de los profetas (3,22-24)
Libro de los Doce Pecado (de Oseas a Miqueas)
Castigo para el pueblo y para las naciones (Nahúm, Habacuc,
Sofonías)
Salvación/restauración (Ageo, Zacarías y Malaquías)
197
198
ÍNDICE GENERAL
Presentación ..................................................................................................................... 8
Tema 1. CUESTIONES INTRODUCTORIAS: ASPECTOS HISTÓRICOS ........... 11
1. Los libros proféticos en las tradiciones judía y cristiana .................................... 12
2. Los profetas del Antiguo Testamento y sus variadas clasificaciones ............... 14
2.1. Profetas no escritores o pre-clásicos y profetas escritores o clásicos ....... 14
2.2. Verdaderos y falsos profetas .......................................................................... 16
3. Antecedentes del profetismo bíblico ..................................................................... 17
a) Profetas en las culturas vecinas a Israel ............................................ 18
b) Originalidad del profeta bíblico ...................................................... 20
4. Breve historia de los profetas según los datos bíblicos ...................................... 20
a) De los patriarcas hasta Samuel. ....................................................... 20
b) Samuel y el reinado de Saúl. ............................................................ 21
c) Los profetas de la época monárquica. ............................................. 23
d) La época de los profetas escritores o clásicos, ............................... 24
5. ¿Qué es un profeta? ................................................................................................. 24
a) Terminología ....................................................................................... 24
b) ¿Qué es lo específico del profeta israelita? ..................................... 26
c) Definición de profeta ......................................................................... 28
6. Los profetas a la luz del Nuevo Testamento ........................................................ 28
a) Lectura cristológica de la Escritura ................................................. 29
b) El profetismo en el Nuevo Testamento ........................................... 31
Ejercicios ............................................................................................................................ 34
Tema 7. LOS PROFETAS MENORES O EL LIBRO DE LOS DOCE ...................... 123
1. Los Doce como unidad ........................................................................................... 124
2. Isaías y los Doce ....................................................................................................... 125
a) Contenido similar: ............................................................................. 126
b) Similar marco temporal: .................................................................... 126
c) Parecido proceso de redacción: ........................................................ 127
3. Formación y orden del libro ................................................................................ 128
a) Aspectos formales .............................................................................. 128
b) Aspectos de contenido ...................................................................... 129
c) Etapas en la formación del libro de los Doce ................................. 129
4. Temas comunes a los Doce .................................................................................... 131
Ejercicios ............................................................................................................................ 132
Tema 8. EL LIBRO DE LOS DOCE (II): OSEAS, JOEL, AMÓS Y ABDÍAS ......... 134
1. Oseas (Hoshea: “Salvación”) ................................................................................. 135
1.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 135
1.2. Marco histórico ............................................................................................... 137
1.3. Enseñanza ........................................................................................................ 139
A)
La Alianza ........................................................................................... 140
B) El «amor misericordioso» del Señor ................................................ 140
1.4. El libro de Oseas a la luz del Nuevo Testamento y de la tradición
cristiana ............................................................................................................ 141
2. Joel (Yoel: “El Señor es Dios”) .............................................................................. 143
2.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 143
2.2. Composición y marco histórico .................................................................. 144
2.3. Enseñanza ........................................................................................................ 145
2.4. El libro de Joel a la luz del Nuevo Testamento ....................................... 146
3. Amós (Amos: Raíz “cargar”) ................................................................................. 146
3.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 147
3.2. Composición y marco histórico .................................................................. 148
3.3. Enseñanza ........................................................................................................ 150
202 a) La soberanía de Dios. ........................................................................ 150
b) Denuncia de los pecados del pueblo. .............................................. 150
c) Juicio en el día del Señor: .................................................................. 151
3.4. El libro de Amós a la luz del Nuevo Testamento ................................... 151
4. Abdías (Obadyah: “Siervo del Señor”) ................................................................ 152
4.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 152
4.2. Composición y marco histórico .................................................................. 153
4.3. Enseñanza ........................................................................................................ 153
4.4. El libro de Abdías a la luz del Nuevo Testamento ................................. 153
Ejercicios ............................................................................................................................ 154
Tema 9. EL LIBRO DE LOS DOCE (III): JONÁS, MIQUEAS, NAHÚM, HA
BACUC ............................................................................................................. 156
1. Jonás (Yonah: “Paloma”) ....................................................................................... 157
1.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 158
A) Misión de Dios a Jonás (1,1-2,11) ..................................................... 158
B) Jonás en Nínive (3,1-4,11) .................................................................. 158
1.2. Composición y marco histórico .................................................................. 159
1.3. Enseñanza ........................................................................................................ 160
1.4. El libro de Jonás a la luz del Nuevo Testamento .................................... 161
2. Miqueas (Micah < Micayahu: “Quién como el Señor”) .................................... 161
2.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 162
2.2. Composición y marco histórico .................................................................. 163
2.3. Enseñanza ........................................................................................................ 163
2.4. El libro de Miqueas a la luz del Nuevo Testamento .............................. 164
3. Nahúm (Nah. um: Raíz “consolar”) ...................................................................... 164
3.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 165
3.2. Composición y marco histórico .................................................................. 165
3.3. Enseñanza ........................................................................................................ 166
3.4. El libro de Nahúm a la luz del Nuevo Testamento ................................ 167
4. Habacuc (H . abaqquq: Raíz “abrazar” o nombre de planta) ............................. 167
4.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 167
4.2. Composición y marco histórico .................................................................. 168
4.3. Enseñanza ........................................................................................................ 169
4.4. El libro de Habacuc a la luz del Nuevo Testamento .............................. 169
Ejercicios ............................................................................................................................ 170
Tema 10. EL LIBRO DE LOS DOCE (IV): SOFONÍAS, AGEO, ZACARÍAS Y 203
MALAQUÍAS ................................................................................................ 172
1. Sofonías (Tsephanyah: “El Señor esconde/protege”) ....................................... 173
1.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 173
1.2. Composición y marco histórico .................................................................. 173
1.3. Enseñanza ........................................................................................................ 174
1.4. El libro de Sofonías a la luz del Nuevo Testamento .............................. 175
2. Ageo (Haggay: “Mi fiesta”) ................................................................................... 176
2.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 176
2.2. Composición y marco histórico .................................................................. 176
2.3. Enseñanza ........................................................................................................ 177
2.4. El libro de Ageo a la luz del Nuevo Testamento .................................... 178
3. Zacarías (Zekaryah: «el Señor recuerda») ........................................................... 178
3.1. Contenido y estructura ................................................................................. 179
3.2. Composición y marco histórico .................................................................. 179
3.3. Enseñanza ........................................................................................................ 181
3.4. El libro de Zacarías a la luz del Nuevo Testamento .............................. 182
4. Malaquías (Malaki: “Mi mensajero”) .................................................................. 183
4.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 184
4.2. Composición y marco histórico .................................................................. 184
4.3. Enseñanza ........................................................................................................ 185
a) La Alianza ........................................................................................... 185
b)
La retribución ..................................................................................... 185
c) La doctrina sobre los tiempos mesiánicos ...................................... 186
4.4. El libro de Malaquías a la luz del Nuevo Testamento ........................... 186
Ejercicios ............................................................................................................................ 187