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Manuales ISCR

Instituto Superior de Ciencias Religiosas


Universidad de Navarra

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribu-
ción, comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con auto-
rización escrita de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede
ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal).

© 2017. Fernando Milán


Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)
Campus Universitario • Universidad de Navarra • 31009 Pamplona • España
+34 948 25 68 50 • www.eunsa.es • eunsa@eunsa.es
ISBN: 978-84-313-3200-6 | Depósito legal: NA 963-2017
Diseño cubierta: Pablo Cerezo Marín
Imprime: Graphy Cems, Pol. Ind. San Miguel, 31132 Villatuerta (Navarra)
Printed in Spain – Impreso en España
FERNANDO MILÁN

LIBROS
PROFÉTICOS

EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.


PAMPLONA
4
Colección
Manuales del Instituto Superior de Ciencias Religiosas

1. Cada vez más personas se interesan por adquirir una formación filosó-
fica y teológica seria y profunda que enriquezca la propia vida cristia-
na y ayude a vivir con coherencia la fe. Esta formación es la base para
desarrollar un apostolado intenso y una amplia labor de evangeliza-
ción en la cultura actual. Los intereses y motivaciones para estudiar la
doctrina cristiana son variados:
• Padres y madres que quieren enriquecer su propia vida cristiana y la
de su familia, cuidando la formación cristiana de sus hijos.
• Catequistas y formadores que quieren adquirir una buena prepara-
ción teológica para transmitirla a otros.
• Futuros profesores de religión en la enseñanza escolar.
• Profesionales de los más variados ámbitos (comunicación, economía,
salud, empresa, educación, etc.) que necesitan una formación adecua-
da para dar respuesta cristiana a los problemas planteados en su pro-
pia vida laboral, social, familiar… o simplemente quienes sienten la
necesidad de mejorar la propia formación cristiana con unos estudios
profundos.
2. Existe una demanda cada vez mayor de material escrito para el estudio
de disciplinas teológicas y filosóficas. En muchos casos la necesidad
procede de personas que no pueden acudir a clases presenciales, y bus-
can un método de aprendizaje autónomo, o con la guía de un profesor.
Estas personas requieren un material valioso por su contenido doc-
trinal y que, al mismo tiempo, esté bien preparado desde el punto de
vista didáctico (en muchos casos para un estudio personal).
Con el respaldo académico de la Universidad de Navarra, especial-
mente de sus Facultades Eclesiásticas (Teología, Filosofía y Derecho
Canónico), la Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Educa-
ción y Psicología, esta colección de manuales de estudio pretende
5
responder a esa necesidad de formación cristiana con alta calidad pro-
fesional.
3. Las características de esta colección son:
• Claridad doctrinal, siguiendo las enseñanzas del Magisterio de la Igle-
sia católica.
• Exposición sistemática y profesional de las materias teológicas, filosó-
ficas (y de otras ciencias).
• Formato didáctico tratando de hacer asequible el estudio, muchas ve-
ces por cuenta propia, de los contenidos fundamentales de las mate-
rias. En esta línea aparecen en los textos algunos elementos didácti-
cos tales como esquemas, introducciones, subrayados, clasificaciones,
distinción entre contenidos fundamentales y ampliación, bibliografía
adecuada, guía de estudio al final de cada tema, etc.

José Manuel Fidalgo Alaiz


José Luis Pastor
Directores de la colección
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Formato didáctico

Los manuales tienen un formato didáctico básico para facilitar tanto el


eventual estudio del alumno por su cuenta, el autoestudio con preceptor /
tutor, o la combinación de clases presenciales con profesor y estudio per-
sonal.
Estas características didácticas son:
1. Se ha procurado simplificar los contenidos de la materia sin perder la
calidad académica de los mismos.
2. Se simplifican los modos de expresión, buscando la claridad y la senci-
llez, pero sin perder la terminología teológica. Nos parece importante,
desde un punto de vista formativo, adquirir el uso adecuado de los
términos teológicos principales.
3. En el cuerpo del texto aparecen dos tipos de letra en función de la rele-
vancia del contenido. Mientras que la letra grande significa contenidos
básicos de la materia, la letra pequeña se aplica a un contenido más
explicativo de las ideas principales, más particular o más técnico.
4. El texto contiene términos o expresiones en formato negrita. Se pre-
tende llamar la atención sobre un concepto clave a la hora del estudio
personal.
5. Las enumeraciones y clasificaciones aparecen tipográficamente desta-
cadas para facilitar la visualización rápida de los conceptos, su estudio
y memorización.
6. Al principio de cada tema, inmediatamente después del título, se in-
cluye una síntesis de la idea principal a modo de presentación.
7. En cada tema se presentan varios recursos didácticos:
• Un esquema o sumario de la lección (sirve de guion de estudio y
memorización).
• Un vocabulario de palabras y expresiones usadas en el desarrollo
del tema. Sirve para enriquecer el propio bagaje de términos aca-
7
démicos y sirve también de autoexamen de la comprensión de los
textos.
• Una guía de estudio. Se trata de un conjunto de preguntas. El cono-
cimiento de las respuestas garantiza una asimilación válida de los
principales contenidos.
• Textos para comentar. Pueden dar pie a lecturas formativas o a ejer-
cicios (guiados por un profesor).
8. Se dispone al final de una bibliografía básica y sencilla de los princi-
pales documentos que pueden servir para ampliar el contenido de la
materia.
8

PRESENTACIÓN

Estudiamos en este volumen los libros proféticos del Antiguo Testamento. Si-
guiendo el esquema habitual de los manuales de esta materia hemos dividido
el temario en dos grandes apartados: Cuestiones generales y Literatura pro-
fética.
La 1ª parte gira en torno al fenómeno profético estudiado desde tres perspec-
tivas diferentes: histórica, literaria y teológica.
• Desde el punto de vista histórico se abordarán temas como los anteceden-
tes del profetismo fuera de Israel; la aparición, evolución y desaparición
momentánea de los profetas en la historia del pueblo israelita; los rasgos
específicos del profeta israelita; y la reaparición del profeta en los albo-
res del Nuevo Testamento, donde también se analizará la figura de Jesús
como profeta.
• En cuanto al aspecto literario se describirán los diferentes modos de la
expresión profética (los géneros literarios); se presentará también a los pro-
fetas no escritores, es decir, aquellos personajes que aparecen menciona-
dos como profetas fuera del corpus profético; y se explicará el proceso de
escritura de los libros proféticos.
• Entre las cuestiones teológicas se hará referencia a la revelación profética,
al carisma de profecía y a la doctrina teológica de los profetas.
La 2ª parte se centra en los libros proféticos, estudiados según el orden en que
aparecen en la Biblia.
• Frente a la presentación de los profetas en orden cronológico –la opción 9
que solían seguir los manuales hasta hace unos años con la idea de subra-
yar el carácter histórico y progresivo de la revelación–, la tendencia actual
más extendida es la de seguir el orden canónico, pero sin dejar en segundo
plano la inserción de cada profeta –y de cada libro– en el ambiente histó-
rico-social concreto del pueblo. Así se percibe mejor la razón teológica del
canon y, hasta cierto punto, la importancia que cada libro ha tenido en la
tradición judía y cristiana.
• Se dedicará un tema a analizar cada uno de los profetas mayores. Prime-
ro Isaías (libro que suele dividirse en tres partes), después Jeremías (con
Lamentaciones y Baruc), a continuación Ezequiel y finalmente Daniel (con
las secciones griegas, también llamadas deuterocanónicas). Este es el or-
den en que aparecen en las Biblias católicas, algo diferente al de la Biblia
hebrea, donde no se incluye a Daniel ni a Lamentaciones en el grupo de
los Profetas, sino en el de los Escritos y donde no figura en ninguna parte
de su colección sagrada el libro de Baruc ni tampoco las secciones griegas
de Daniel.
• Tras los profetas mayores se pasará al estudio del libro de los Doce, llama-
do así porque recoge en un solo rollo los escritos de los denominados pro-
fetas menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Haba-
cuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías. Se dedicará un tema a presentar
el libro de los Doce como una colección unitaria para, después, analizar en
las tres últimas lecciones los profetas menores individualmente (se inclu-
yen cuatro por cada tema).
• El estudio de cada libro profético se llevará a cabo atendiendo –en mayor
o menor medida– a su estructura, al marco histórico del libro y de lo que
se pueda saber de la persona del profeta, a su composición y, finalmente,
a sus principales enseñanzas.
• Asimismo, se pretende mostrar la lectura que hacen de los profetas otros
libros del Antiguo Testamento, los del Nuevo y la tradición cristiana
posterior (los Santos Padres, la liturgia, los documentos del Magisterio,
etc).
Estas páginas quieren servir de ayuda a la lectura atenta y meditada de los
libros proféticos. De ahí que la lectura de la Sagrada Escritura sea esencial.
Aunque, como es lógico, puede usarse cualquier Biblia que cuente con la debi-
da aprobación eclesiástica, aquí se recomienda la edición traducida y comen-
tada por profesores de la Universidad de Navarra, cuyas notas e introduccio-
10 nes han servido para elaborar estas páginas (unas veces se han empleado de
modo literal, otras según expresiones de la última revisión realizada, en la que
he trabajado ya como miembro del consejo de edición). Además de otro ma-
terial variado, se han utilizado también algunos apuntes y textos del profesor
emérito de la Facultad de Teología de la Universidad mencionada, Santiago
Ausín, a quien agradezco su disponibilidad para facilitarme todo el material.
Al final del libro se ofrecen unos anexos de consulta rápida sobre lugares geo-
gráficos, datos cronológicos y tablas de contenido relativos a los libros pro-
féticos. También se proporciona una sencilla bibliografía en castellano para
quien desee profundizar en algún aspecto determinado.
Finalmente, para favorecer el estudio de la materia se han incluido en cada
tema unos recuadros con información complementaria que convendrá cono-
cer. Asimismo, se recomienda vivamente realizar los ejercicios que el lector
encontrará al final de cada lección.
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TEMA
1 CUESTIONES
INTRO­DUCTORIAS:
ASPECTOS HISTÓRICOS
A los ojos de sus discípulos Jesús es «un profeta poderoso en obras y pa-
labras» (Lc 21,19). Algunos de sus contemporáneos le sitúan en la línea
de Jeremías o de Elías (Mt 16,14) o, incluso, como «el profeta que viene al
mundo» (Jn 6,14). También los evangelios muestran que Jesús es, como
otros profetas (cfr. Dn 9), capaz de interpretar las Escrituras. Sin embar-
go, no es un profeta cualquiera. Él habla de sí mismo y aclara el sentido
profundo de los textos cuando se los aplica a su figura y a su misión. Así
sucede, por ejemplo, cuando en la sinagoga de Nazaret Jesús, después
de leer Is 61,1-2, proclama abiertamente: «Hoy se ha cumplido esta Escri-
tura que acabáis de oír».
Al abordar los aspectos históricos, este tema pretende poner de relieve la
trascendencia de los profetas en la historia de la salvación: «Por los profe-
tas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera
de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres (…). Los
profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la purifica-
ción de todas sus infidelidades (cfr. Ez 36), una salvación que incluirá a
todas las naciones (cfr. Is 49,5-6; 53,11)» (Catecismo, n. 64).

SUMARIO
1. LOS LIBROS PROFÉTICOS EN LAS TRADICIONES JUDÍA Y CRISTIANA • 2.
LOS PROFETAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO Y SUS VARIADAS CLASIFICACIO-
NES • 3. ANTECEDENTES DEL PROFETISMO BÍBLICO • 4. BREVE HISTORIA
DE LOS PROFETAS SEGÚN LOS DATOS BÍBLICOS • 5. ¿QUÉ ES UN PROFETA?
•  6. LOS PROFETAS A LA LUZ DEL NUEVO TESTAMENTO.
12 1.  Los libros proféticos
en las tradiciones judía y cristiana
“¡Necios y torpes de corazón para creer todo lo que anunciaron los Profetas! ¿No
era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria? Y comen-
zando por Moisés y por todos los Profetas les interpretó en todas las Escrituras lo
que se refería a él” (Lc 24,25-27).

Para un cristiano los profetas juegan un papel esencial en la comprensión de


la figura de Jesucristo. Así, ya desde la primitiva comunidad cristiana se tenía
la convicción de que las profecías relativas al Mesías solo pudieron aplicarse
plenamente a Jesús de Nazaret. En otras palabras, para un cristiano el Anti-
guo Testamento es profecía de Jesucristo. Tal convicción se manifiesta en
todo el Nuevo Testamento, particularmente, en los Evangelios, cuyo inicio
(relatos de la infancia) y final (Pasión) contienen numerosas citas proféticas de
cumplimiento, muchas veces introducidas por la fórmula: “Esto sucedió para
que se cumpliera lo que dice el profeta…”.
El judaísmo no ve estas profecías cumplidas en Jesu-
cristo, pero sí atribuye a los profetas unas funciones «Ignorar las Escrituras
que han sido plenamente acogidas en la tradición es ignorar a Cristo»
cristiana: la de ser intérpretes de la Ley y vigías que (San Jerónimo)
velan para que el pueblo la cumpla; la de servir de
portavoces de Dios y transmitir sus palabras; la de
ser, en definitiva, sus intermediarios. Con palabras del influyente filósofo ju-
dío Abraham Heschel, para quien el profeta goza de una especial compren-
sión de Dios y de su obrar precisamente porque ha compartido su vida con Él,
“al hablar, el profeta revela a Dios”.
Así pues, tanto la tradición judía como la cristiana han tenido una especial
estima de estos libros. Ambas comparten la convicción de que el profetismo
constituye un componente específico del legado religioso del antiguo Israel,
donde es posible escuchar la Palabra que Dios dirige a su pueblo.
Ahora bien, ambas tradiciones difieren en cuanto al número de libros que
incluyen en sus colecciones (o canon) y en cuanto al lugar que ocupan en cada
una. La diferente disposición de los libros testimonia la “diferencia profunda
y radical” (Verbum Domini, n. 43) en cuanto a la lectura e interpretación que
hace cada tradición de la Escritura. Así, mientras que para los judíos la Biblia
termina en el Antiguo Testamento, para los cristianos no solo continúa en el
Nuevo Testamento, sino que en él (concretamente en la persona de Jesucristo)
encuentra su sentido.
No obstante, tal discrepancia “en modo alguno implica hostilidad recíproca”; al 13
contrario, exige una “actitud de respeto, de estima y de amor hacia el pueblo ju-
dío” y una ocasión para “dialogar y crear posibilidades de encuentro y de debate
entre judíos y cristianos que “favorezcan el conocimiento mutuo, la estima recí-
proca y la colaboración, aun en el ámbito del estudio de las Sagradas Escrituras”
(Verbum Domini, 43).

a)  En el canon hebreo los libros proféticos se dividen en profetas anteriores


y posteriores.
• Se denominan profetas anteriores (literalmente profetas iniciales o prime-
ros profetas: nebi’im rishonim) los libros de la llamada “historia deutero-
nomista”: Josué, Jueces, 1-2 Samuel, 1-2 Reyes. Se les llama así porque, en
opinión de los antiguos rabinos, sus autores fueron profetas más o menos
contemporáneos a los acontecimientos (Josué habría compuesto el libro
que lleva su nombre; Jeremías, los de los Reyes; y Samuel, el de los Jueces
y los de Samuel). Se subraya de este modo la vinculación que existe entre
historia y profecía ya que no se considera estos libros como meramente
históricos, sino que en ellos los profetas, especialmente activos en este blo-
que, actúan como intérpretes de la historia del pueblo, desde sus inicios
hasta la monarquía.
• Profetas posteriores (o últimos profetas: nebi’im aharonim) serían todos los
demás: Isaías, Jeremías, Ezequiel y el Libro (o Rollo) de los Doce Profetas.
Al considerar los libros proféticos como enseñanza o comentario de la Ley,
esta colección viene inmediatamente después de la Torah y antes del grupo
de los Escritos. El libro de Daniel, compuesto cuando ya se había cerrado la
colección de los Profetas, se incluye entre el grupo de los Escritos aunque al
protagonista se le considere un profeta.

CANON HEBREO

El canon hebreo tiene como centro los libros que componen la “Ley” o Torah, en torno a
la cual gira el resto de colecciones, “Profetas” y “Escritos”. Esto se aprecia desde el mismo
inicio de los libros que encabezan cada sección. Así, en Josué, libro que abre la colec-
ción de los profetas anteriores, se señala la obligación de llevar a la práctica y de medi-
tar la Ley día y noche (Jos 1,7-8), algo que también se recuerda al final de la colección
de los profetas (Ml 3,22). Una expresión similar a la de Josué se recoge al inicio del pri-
mer libro de los “Escritos”, los Salmos (Sal 1,2). Queda claro así cómo el objetivo de cada
una de las colecciones es no olvidarse de la Ley y hacer vivir al pueblo conforme a ella.
14 b)  En el canon cristiano, en cambio, los profetas se agrupan en mayores y
menores. En total son dieciséis: cuatro mayores (contando Lamentaciones y
Baruc, incluidos en Jeremías) y doce menores. La distinción obedece mera-
mente a razones de extensión: mientras que cada uno de los mayores estaba
escrito en un rollo de pergamino, todos los menores estaban recogidos en otro,
el Rollo de los Doce Profetas.
En la concepción cristiana, se considera a los profetas predominantemente
orientados a un futuro esperanzador que se cumple en Jesucristo. Es decir, se
han leído como preparación y anuncio del Mesías. De ahí que los profetas
ocupen el último puesto del canon, justo antes del Nuevo Testamento, y se in-
cluya también entre ellos el libro de Daniel, que tiene horizontes escatológicos
y anuncia al Hijo del Hombre.

2.  Los profetas del Antiguo Testamento


y sus variadas clasificaciones
En el Antiguo Testamento aparecen profetas de distinto tipo: profetas áuli-
cos (ligados a la corte, como Gad o Natán), profetas en torno a santuarios
(Samuel), profetas itinerantes y carismáticos (Elías y Eliseo), profetas extá-
ticos (grupos de profetas que entraban en trance, entre los que se incluye en
alguna ocasión Samuel), profetas individuales (la mayoría varones, pero tam-
bién profetisas como Míriam, Débora, la mujer de Isaías, Juldá, etc) y profetas
en grupos o asociaciones de profetas (normalmente anónimos).
Al mismo tiempo, además de distinguir entre profetas anteriores y posterio-
res, mayores y menores, conviene diferenciar también entre verdaderos y fal-
sos profetas, y entre profetas escritores y los que no lo son. Comencemos por
estos últimos.

2.1.  Profetas no escritores o pre-clásicos y profetas escritores o clásicos

A efectos prácticos suele hacerse una división entre profetas escritores y pro-
fetas no escritores, es decir, entre profetas con o sin libro atribuido a ellos.
Todos ellos tienen en común el saberse portavoces de Dios. Ahora bien, lo
que caracteriza a los denominados escritores no es que ellos mismos hayan
puesto por escrito sus oráculos (en ocasiones sí será así, pero otras veces lle-
vará a cabo esta tarea un discípulo o un redactor posterior) sino, más bien,
que su actividad profética y sus oráculos han sido puestos por escrito en un
libro que cuenta, por lo general, con una introducción y una conclusión. En
sentido estricto, más que de profetas habría que hablar de literatura profética 15
o de libros proféticos, entendiendo por estos los escritos que, atribuidos a un
profeta determinado, han sido transmitidos como tales en el canon bíblico.
Los libros que denominamos históricos, en cambio, relatan sin más la actividad
desarrollada por unos cuantos profetas, los no escritores. Así, aunque a Josué
y a Samuel también se les atribuye libros, estos profetas no son considerados
escritores porque “sus” libros no contienen una colección de oráculos con su
predicación, sino que son fundamentalmente narrativos.

SENTIDOS DE LA PALABRA PROFETA

Debido a su rico significado, el término “profeta” no es fácil de delimitar, pues se aplica a:


a) Los libros proféticos de la Biblia: por ejemplo, cuando se proclama la lectura del
profeta Isaías se refiere al libro atribuido a Isaías;
b) Las personas concretas a las que la Escritura califica como tales, tanto a los que se
atribuye un libro (los profetas escritores) como aquellos de los que solo se ha con-
servado su mensaje en unos relatos incluidos en otros libros (profetas no escritores);
c) Toda persona investida de un carisma especial en virtud del cual proclama una
doctrina religiosa o un mandato recibidos en una revelación divina: profetas del An-
tiguo y del Nuevo Testamento, otros profetas bíblicos ajenos a Israel (Balaam: Nm
11,26), ciertas figuras extrabíblicas, etc.

Suelen incluirse entre los profetas no escritores, además de Moisés, el único


con quien Dios hablaba cara a cara, a Elías y Eliseo, profetas carismáticos
especialmente influyentes en la vida religiosa de Israel; a Samuel, el profeta
que ungirá a Saúl y a David como reyes; a Natán, profeta de la corte de David;
pero también a Balaam, adivino no israelita, a quien el libro de los Números
atribuye unos oráculos fundamentales para la constitución teológica del pue-
blo. A todos ellos, siguiendo un criterio más cronológico, también se les ha
llamado profetas pre-clásicos. Serían los profetas anteriores al siglo VIII a. C.,
pues se considera este momento como el Siglo de Oro del profetismo y el comien-
zo del periodo clásico de la profecía.
En consecuencia, a los profetas escritores se les suele denominar también clá-
sicos. El primero de ellos es Amós, cuyo ministerio se desarrolla en torno a la
mitad del s. VIII a. C. En este mismo siglo se sitúan también Oseas, Isaías y
Miqueas; a partir del s. VII y hasta los tiempos del exilio se encuentran Sofo-
nías, Nahúm, Habacuc, Jeremías y Ezequiel; después del exilio el profetismo
16 se va apagando paulatinamente, y aunque hay algunos que son más difíciles
de situar, se pueden mencionar aquí a Ageo, Zacarías, Malaquías, Jonás, Joel
y Abdías y en la época helenística (s. II) tenemos, finalmente, a Daniel.

2.2.  Verdaderos y falsos profetas

En la Biblia se manifiesta la preocupación por discernir quién transmite con


autoridad la palabra de Dios y quién se apropia indebidamente de una tarea
a la que no ha sido llamado. Probablemente ese interés se deba, en parte, a la
presencia en el Antiguo Oriente de figuras que anunciaban desgracias o pro-
clamaban oráculos de un modo análogo al de los profetas bíblicos. También
habría personas en el entorno de la comunidad (como también se aprecia
en el Nuevo Testamento: 1Jn 4,1-3) que se atribuían la autoridad de hablar
en nombre de Dios, pero difundían el error y la inmoralidad. De ahí que se
viera necesario distinguir entre quién era un profeta verdadero y quién era
un falsario.
Los textos bíblicos se hacen eco de esta situación y condenan a quienes osaban
transmitir oráculos de parte de los ídolos (1R 18,19-40; 1 R19,1) o a quienes lo
hacían fraudulentamente en nombre del mismo Dios (1R 22; Jr 2,26-27; 32,31-
35). La denuncia más clara de los falsos profetas está recogida en Dt 18,20-22;
Jr 23,15-40 y Ez 13,1-23. El Señor castigará, además, a los que se atrevan a ha-
blar en su nombre sin haberlos Él enviado (Jr 14,14-16; 28,15-17).
El hecho es que no resulta nada fácil discernir entre el verdadero y el falso
profeta ya que en la Biblia no hay un tratado sobre la verdadera o la falsa
profecía ni tampoco se emplea la misma terminología para designar a unos y
otros (salvo en la versión de los Setenta que, en algunos casos, sobre todo en
Jeremías, se aplica el término pseudoprofeta en griego a los falsos profetas). Aun
así, se han propuesto algunos criterios para identificar al falso profeta:
• Positivos. Los falsos profetas reciben la revelación en visiones, sueños
o por medio de espíritus (cfr. Jr 23,25-27). Predican la rebeldía contra el
Señor (cfr. Jr 28,16; 29,32). Anuncian siempre acontecimientos benéficos,
nunca desgracias o castigos (cfr. Mi 3,5; Jr 14,14-16).
• Negativos: Los falsos profetas no han sido enviados (Jr 14,13-15; 23,25-32;
Ez 13,2). No son intercesores del pueblo ante Dios. No obran milagros. Sus
profecías no se cumplen. No llevan una conducta intachable.
Otros autores prefieren atender al “vivir del profeta y su mensaje” y proponen
distinguir entre criterios relativos:
• A la persona del profeta: ostenta un cargo público, lleva una conducta 17
inmoral o no está convencido de lo que dice.
• A su mensaje: no se cumple, solo anuncia hechos positivos, se recibe en
sueños o en éxtasis, provoca la apostasía.
Puesto que no siempre se cumplen todos estos criterios, conviene tener en
cuenta también que el verdadero profeta (enseguida se analizará con más de-
talle la figura del verdadero profeta de Dios):
• Es siempre fiel al contenido de la revelación, insistiendo con fuerza en el
monoteísmo y en la relación de Dios con su pueblo.
• Transmite el designio divino de salvación y todo lo orientan a él: la inter-
pretación de los acontecimientos históricos, las tradiciones antiguas (cfr.
Os 11,1ss), el castigo y el destierro (cfr. Os 2,4-22; Jr 11,15-16) y los oráculos
de futuro que vislumbran una época de plenitud. Por eso, un elemento
específico de su predicación es la esperanza en una futura y definitiva in-
tervención del Señor a favor de su pueblo.

3. Antecedentes
del profetismo bíblico

Al comenzar a estudiar el fenómeno profético en la Biblia surge enseguida la


pregunta acerca de su originalidad. ¿Son los profetas de Israel originales en su
predicación, en sus formas y en su comportamiento? ¿O más bien se inspiran,
copian o imitan de alguna forma las funciones y modos proféticos de otros
pueblos?
La pregunta no tiene tanto que ver con el interés por conocer el futuro, pues
es algo presente en todos los pueblos antiguos (los del Medio Oriente pero
también los griegos, etruscos o romanos). Esas culturas empleaban distintas
técnicas adivinatorias (interpretación de los astros, de las aguas, de los anima-
les, etc) e incluso se daba el caso de personas que en determinados santuarios
transmitían la voluntad de alguna divinidad al responder a las cuestiones que
les planteaban, generalmente relativas al futuro, tras entrar en trance extático
(Pitia de Delfos, Sibila de Cumas, etc).
Se trata de dilucidar si la figura del profeta bíblico, entendido como una per-
sona que habla convencido de estar transmitiendo un mensaje divino, es algo
peculiar de Israel, o hay indicios de que en otras culturas había personajes que
se presentaban con mensajes similares.
18 a)  Profetas en las culturas vecinas a Israel
Que existen profetas en otras culturas ya lo pone de relieve la misma Biblia,
en los episodios de Balaam y su burra parlante (Nm 22-24), en el pasaje del
enfrentamiento de los 450 profetas de Baal contra el único profeta que queda
en Israel, el gran Elías (1 R 18,22ss.), o en el libro de Jeremías, donde se men-
cionan profetas entre los profesionales del culto de pueblos vecinos de Israel,
como Moab, Edom o Amón (Jr 27,9).

LEE ESTE TEXTO ENCONTRADO


EN MARI Y COMPÁRALO CON 1S 30,6-10:

“Comunica esto a mi señor: Así habla Kibri-Dagán, tu siervo: Dagán e Ikrub-il siguen
bien. La ciudad de Terca y su distrito siguen bien (…). A propósito de la nueva puerta
(a construir) (vino) antes el majjû y entonces… (el día) en que hice llevar esta carta a mi
señor, este majjû ha vuelto y… ha dicho, hablando en los siguientes términos categó-
ricos: ‘… Esta puerta no la podéis construir… No habrá éxito’. Esto es lo que este majjû
me ha manifestado”

M. García Cordero, La Biblia y el legado del Antiguo Oriente, p. 574

A estas referencias bíblicas hay que añadir un buen número de testimonios


arqueológicos encontrados en las diferentes culturas circundantes a Israel que
reflejan la existencia de un fenómeno en cierto modo similar al de Israel. Entre
todos los testimonios destacan los de Egipto, Mesopotamia y Canaán, culturas
en las que se han querido ver, con más o menos intensidad dependiendo de
las diferentes épocas, los antecedentes de la profecía bíblica.
• Egipto: De los testimonios que han llegado hasta nosotros, suelen distin-
guirse dos clases de escritos: relatos narrativos, donde se anuncian dinas-
tías o faraones-salvadores (como el Papiro Westcar o Las admoniciones de
Ipuwer, de los s. XVI y XIII a. C. respectivamente, aunque podrían ser an-
teriores); y oráculos, empleados generalmente para legitimar a un rey o
bien para justificar otros hechos como la fundación de edificios sagrados o
las guerras. De los datos que aporta la literatura egipcia no se puede decir
que en Egipto hubiera verdadero profetismo en el sentido bíblico: los que
hacían tales anuncios no se consideraban portavoces de Dios, puesto que
esa función estaba reservada a los sacerdotes que actuaban en los templos.
Trataban siempre de temas positivos, de paz y bienestar político y, en nin-
gún caso, promovían directamente la religiosidad ni la moral. Parece que, 19
ante todo, pretendían halagar al faraón.
• Mesopotamia: En esta región fueron más bien raros los fenómenos profé-
ticos de tipo intuitivo, similares a los de la Biblia. En cambio, fueron más
frecuentes los movimientos extáticos y la adivinación. Hay datos de prác-
ticas de adivinación realizadas mediante el examen de las entrañas de los
machos cabríos o de otros animales; asimismo se conoce que tenían dioses
de la adivinación y dioses de interpretación de sueños. Los oráculos de
Mari, ciudad estado cuyo cenit se alcanzó en los siglos XIX-XVIII a. C.,
son los que tienen más parecido con la profecía bíblica. En las tablillas
encontradas se habla de especialistas, profesionales del culto, que reciben
el nombre de majjû (“extático”) o también apilum (“el que responde”) y
que pronuncian mensajes de parte de la divinidad, recibidos a su vez en
sueños, éxtasis, oráculos o respuestas divinas. Ahora bien, además de la
distancia cronológica con la profecía bíblica, del carácter politeísta de esos
fenómenos y de constituir un fenómeno restringido a un corto periodo de
tiempo, los oráculos se refieren únicamente al rey y a la corte, se orientan
a un futuro más o menos cercano (frente al anuncio profético del juicio) y
no interpelan al pueblo. Falta además una exigencia moral interna y una
interpretación religiosa de la historia.
• Canaán: En Ugarit (Ras Shamrá), puerto fenicio en la costa norte de Si-
ria, se ha encontrado un conjunto muy importante de poesías y escritos
religiosos. No han aparecido oráculos propiamente dichos. Únicamente
se menciona la adivinación practicada por el rey Dan’el y se habla de per-
sonas que entraban en trance al terminar los actos de culto. La misma
Biblia habla de cananeos que entraban en trance en danzas orgiásticas y se
hacían incisiones (cfr. 1R 18,28; 2R 3,13). Entre otros testimonios destaca
la estela de Mesa (mitad del s. IX a.C.), donde se recoge un oráculo com-
parable a los de la Biblia. Sin embargo, los datos que han llegado sobre
el movimiento profético en Canaán son muy escasos e indirectos, por lo
que no parece que el movimiento profético de Israel fuera herencia de los
cananeos.
En resumen, hoy por hoy se puede afirmar que los profetas de Israel debie-
ron de recibir algún influjo de otras culturas pues es fácil identificar algunos
caracteres comunes con la literatura de los pueblos vecinos, tanto en su modo
de actuar (oráculos, sueños, revelaciones, fenómenos extáticos, etc.), como en
los modos de expresarse (fórmula del mensajero, decisiones divinas, bendi-
ciones, etc.).
20 b)  Originalidad del profeta bíblico
Junto a las influencias mencionadas, al mismo tiempo, es importante subrayar
la originalidad del profeta bíblico, al menos, en tres puntos fundamentales:
• Vocación. El profeta bíblico, especialmente a partir de Amós, se sabe
“hombre de Dios”, llamado a cumplir su misión, incluso venciendo su
personal reticencia (Am 2,11; Is 6,1ss; Jr 1,4-10; Ez 1,1-3).
• Tradición. No son los que crearon la religión de Israel (en contra de lo que
sostuvo Wellhausen); menos aún, los inventores de las tradiciones patriar-
cales o del éxodo. Más bien, las reconocen, las valoran y las transmiten
como parte fundamental de su mensaje. En concreto, la tradición de Jacob
está en Oseas; la del Éxodo en Amós, Oseas, Miqueas, Jeremías, Ezequiel e
Isaías (2ª parte); la de David en Amós, Isaías, Miqueas, Jeremías y Ezequiel.
• Mensaje. Fieles al contenido de la revelación, hacen especial hincapié en el
monoteísmo y en la relación de Dios con su pueblo, vista siempre desde la
óptica de la salvación. Elemento específico de su predicación es la esperan-
za en una futura y definitiva intervención del Señor a favor de su pueblo.

4.  Breve historia de los profetas según los datos bíblicos

En la historia bíblica, tal como queda recogida en el canon, los profetas apare-
cen muy pronto. No siempre actuaron del mismo modo ni se les reconoció la
misma dignidad profética, sino que fueron teniendo una progresiva presencia
en la vida del pueblo. Puesto que los datos que proporciona la Biblia no son
suficientes para conocer el origen y el desarrollo pormenorizado del profetis-
mo en Israel, aquí se ofrece una sencilla cronología en 4 etapas o épocas:

a)  De los patriarcas hasta Samuel


Son figuras que gozaban de alguna de las características propias de los profe-
tas, aunque no lo eran en sentido propio. Aquí destacan:
• Abrahán, quien únicamente es denominado profeta en el discurso que
Dios dirige a Abimélec en sueños, recriminándole por tomar como esposa
a Sara (Gn 20,7). Se subraya su estrecha relación con la divinidad.
• Moisés es la figura central y el prototipo de profeta (Dt 18,15); más aún,
queda asegurada la existencia de un profeta como él para siempre (Dt
18,18; cfr. Am 2,11). Su cualidad esencial como profeta es el trato inmediato
con Dios: “No ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien
el Señor trataba cara a cara” (Dt 34,10). Moisés es, por eso, un “hombre de 21
Dios” (Dt 33,1 y Sal 90,1). Como profeta, siempre por una particular elec-
ción divina, guía al pueblo y ejerce de portavoz de Dios y mediador entre
ambos. También se le considera profeta porque salvó a su pueblo de la
esclavitud egipcia (Os 12,14). En el Nuevo Testamento es reconocido como
profeta paradigmático: aparece junto a Elías en el relato de la Transfigura-
ción (Mt 17,5), se recuerda que anunció la venida del Mesías (Jn 1,45; Hch
3,22) y es figura de Cristo profeta (Hch 3,22; 7,37).
Otras figuras proféticas importantes son:
• Míriam (Miryam o María), hermana de Moisés y de Aarón (a quien tam-
bién se le llama profeta, pero de Moisés: Ex 7,1), designada profetisa cuando
entona el himno triunfal tras la salida de Egipto (Ex 15,20; aunque cuando
se atribuye una función de interlocutora, junto con Aarón, entre Dios y el
pueblo, es condenada y contrapuesta a Moisés: Nm 12,6-9).
• Los setenta ancianos, que en una ocasión recibieron el espíritu y “actuaron
como profetas” (Nm 11,25).
• Balaam, adivino pagano que, al ser convocado por el rey de Moab para
que maldijera al pueblo de Israel, fue inspirado por Dios para todo lo con-
trario y pronunció unos oráculos mesiánicos de bendición y de alabanza
del pueblo (entre ellos destaca el del cetro y la estrella: Nm 24,15-19).
• Débora, profetisa en la época de los Jueces (Jc 4,4) que juzgaba a Israel y
que pronunció su famoso cántico de alabanza (Jc 5,1-31), uno de los más
antiguos de la Biblia.

b)   Samuel y el reinado de Saúl


Con Samuel comienza una nueva etapa con una sociedad bien estructurada
en la que se van diferenciando mejor las instituciones: comienza la monarquía
de Saúl y la dinastía de David; desaparece la familia sacerdotal de Elí y la del
propio Samuel (1S 4,18; 25,1); e inicia también el profetismo propiamente di-
cho, donde el profeta deja de ser un “vidente” (1S 9,7-9) para ser “portavoz”
de la palabra de Dios. A partir de Samuel, el profeta de Israel tendrá la fun-
ción pública de transmitir la voluntad de Dios en momentos decisivos.
En esta época (s. XI-X) aparecen solo profetas que viven en torno a los tem-
plos, especialmente en Siló. Aparte de la figura de Samuel, también encontra-
mos grupos de profetas que entraban en trance extático, mediante la música,
la danza y una serie de movimientos violentos (1S 10,5-6.10-13). La Biblia se
detiene muy poco en explicar su actividad y apenas les elogia como profetas.
22 CUADRO CRONOLÓGICO
DE LOS PROFETAS ESCRITORES

Siglo VIII a.C.

Amós (hacia el 760-750; en el reino del Norte)


Oseas (hacia el 753; en el reino del Norte)
Isaías (hacia el 740; en el reino del Sur: Jerusalén)
Miqueas (hacia el 736; oráculos referidos a ambos reinos)

Tras la caída de Samaría (721) desaparece el reino del Norte;


ya no habrá más profetas allí

Siglo VII

Sofonías (hacia el 630)


Jeremías (comienza hacia el 627 y termina hacia el 587)
Nahúm (hacia el 612)
Habacuc (hacia el 602)

Caída de Jerusalén en 587


y destierro en Babilonia hasta el edicto de Ciro en 538

Siglo VI: Destierro

Ezequiel (del 593 al 571)

Época persa

Abdías (probablemente entre 550 y 500)


Ageo (520)
Zacarías (hacia 520-515)
Malaquías (en torno al año 450)

Profetas de época tardía

Joel (probablemente hacia el año 350)


Jonás (probablemente hacia el 330)

Época helenística

Daniel (probablemente hacia el 164)


• Samuel es el último vidente y el primer profeta. Es profeta porque inter- 23
preta el querer de Dios para el pueblo entero o para una persona elegida
por el Señor. A él acudían los israelitas a consultar (1S 9,7-9) porque gozaba
de una especial intimidad con el Señor (1S 1,28; 2,26; 3,19), transmitía la
palabra de Dios (1S 3,19-21; 2 Cro 35,18) y todo lo que decía se cumplía (1S
9,6). Ejerció también las funciones de sacerdote y de juez; y fue también
considerado como un hombre de Dios (1S 9,6-10), como intercesor (Je 15,1;
Sal 99,6; Hch 13,20), como promotor de las instituciones de Israel (Si 46,13)
y, ya en el Nuevo Testamento, como primer mensajero que anuncia los
tiempos mesiánicos (Hch 3,24).

c)  Los profetas de la época monárquica


Además de los profetas en torno a los templos, en este tiempo surgieron los
que vivían en el palacio junto al rey y, más tarde, los que actuaron de modo
más independiente. La narración de su actividad, impregnada de la teología
deuteronomista, está incorporada en los libros de Samuel y Reyes. Se van de-
limitando poco a poco las funciones y los rasgos del profeta.
En la corte de David vivieron y ejercieron sus funciones dos grandes profetas:
• Gad, el vidente de David, con la función de consejero directo del rey.
• Natán, quien intervino en tres momentos clave de la vida de David: pro-
metió el sucesor-Mesías (2 S 7; cfr. 1 Cro 22,8), condenó el pecado que su-
puso la muerte de Urías y el adulterio con Betsabé (2 S 12,1ss) e influyó
decisivamente en la subida al trono de Salomón (1 R 1,11ss).
En el reino del Norte también ejercieron un influjo considerable los profetas
cortesanos (Ajías de Silo: 1R 11,29-39; Jehú: 1R 16,2; Miqueas ben-Yimláh: 1R
22,8-9.13-15.24-28; y otros). Asimismo, también se mencionan profetas en tor-
no a los templos de Jericó (2R 2,4-5), de Gilgal (2R 4,38), de Betel (2R 13,11-24).
Una mención particular merecen los profetas llamados carismáticos, porque
no estaban especialmente relacionados con la corte ni con el templo, pero sus
actuaciones fueron de gran importancia para la vida del pueblo de Israel.
Entre ellos destacan Elías (1R 17-19; 21; 2R 1-2) y Eliseo (2R 1-13), quienes
desempeñaron el ministerio profético en el siglo IX a.C. e influyeron podero-
samente en la política de su época y en la purificación de la religión de Israel:
• Elías es considerado en la Biblia el más grande de los profetas no escritores
de Israel, «el padre de los profetas, “de la raza de los que buscan a Dios,
de los que persiguen su Faz” (Sal 24, 6)» (Catecismo, n. 2582). Su nombre es
expresión del objetivo de su vida (“el Señor es mi Dios”) y su ministerio,
24 ejercido durante los reinados de Ajab y Ococías, estuvo dedicado a la de-
fensa de la unicidad de Dios y a la proclamación de su soberanía absoluta.
Es presentado en paralelo a Moisés y ambos aparecerán junto con Jesús en
el pasaje de la transfiguración, indicando que eran figura del futuro Me-
sías (Mt 17,1-9).
• Eliseo es el sucesor de Elías. Su ministerio, desarrollado durante los rei-
nados de Jorán, Jehú, Joacaz y Joás, estuvo orientado a reconocer que Dios
salva a los suyos de cualquier peligro. Aparece interviniendo en asuntos
políticos y actuando como taumaturgo, como defensor de la verdadera fe
y como protector de los más débiles.

d)  La época de los profetas escritores o clásicos


Es decir, desde Amós hasta Daniel (s. II a.C.), el último profeta del Antiguo
Testamento y el primer y más genuino apocalíptico.
Cabría añadir una última etapa, que es la que corresponde a Jesús como pro-
feta y al ambiente de profetismo que le rodea así como a la presencia de pro-
fetas en la primitiva Iglesia.

5.  ¿Qué es un profeta?


En el Antiguo Oriente el intermediario entre Dios y el pueblo es el rey que lo
representa en todos los aspectos de la vida, en el político, en el religioso-cul-
tual, en el jurídico y en el doctrinal. En Israel se diversifican muy pronto las
funciones: el sacerdote se encarga del culto y el rey del gobierno y los juicios.
El profeta, relacionado frecuentemente con ambas instituciones, se sitúa en un
plano aparte, para juzgarlos y, muchas veces, censurarlos. Pero, sobre todo,
para proclamar un mensaje que abarca la vida entera del pueblo e interceder
por él ante Dios.

a)  Terminología
El término «profeta» y sus derivados (profecía, profetismo, profetizar) abar-
can en la Biblia un campo amplio de significado, pero todos connotan, en pri-
mer lugar, la idea de «hablar en nombre de Dios», ser su portavoz.
• La palabra «profeta» viene del griego pro-phetes que significa «hablar en
nombre de alguien», especialmente de una divinidad. Aunque el término
ha quedado marcado con el significado relativo a la predicción de cosas
futuras, lo cierto es que nada tiene que ver con el adivino ni con el agorero
o vaticinador, que en griego se llamaba mantis.
• El término hebreo correspondiente a pro-phetes es nabî, que viene a signifi- 25
car «el designado por Dios para hablar en su nombre». Además de nabî, en
la Biblia, el profeta recibe otras denominaciones menos frecuentes: Rô’êh
(«vidente»: 1S 9,11; 18,19), Hôzêh («vidente», aunque suele tener un sentido
peyorativo y entonces también podría traducirse como «visionario»: Am
7,12; 1Cro 21,9) y otras como «hombre de Dios» (Jos 14,6; 1 R 17,18; 2 R 4,7),
«hombre del espíritu» (Os 9,7), «siervo del Señor» (2 R 9,7; 17,3), etc.

LOS PROFETAS SON HOMBRES…


(entendido en sentido genérico, ya que también encontramos profetisas,
si bien entre los profetas escritores solo hay hombres)…

… de Dios, en cuanto a la intimidad y el conocimiento que tienen de Él.

… de la palabra, en cuanto a que son portavoces de Dios y servidores de su Palabra.

… del espíritu, en cuanto inspirados por Dios.

… de acción, en cuanto a los gestos y acciones simbólicas que llevan a cabo.

… de misión, en cuanto enviados por Dios para una tarea concreta.

… de contrastes, en cuanto que anuncian la cólera y la misericordia; la ruina y la restau-


ración; el castigo y el perdón; la condena y la salvación.

… de especial comprensión de los misterios de Dios y de los signos de los tiempos,


en cuanto que juzgan los acontecimientos a la luz de Dios, señor de la historia. Su
misión se orienta, en un primer momento a “dar a sus contemporáneos la capacidad
de comprender los acontecimientos de su tiempo desde la perspectiva de Dios” (PCB
2001, n. 21); y, siempre, a ayudarles a “comprender y vivir la fe como esperanza” (J.
Ratzinger).

… de su tiempo y de todos los tiempos, en cuanto que la voluntad de Dios que trans-
miten puede referirse al pasado (“lo que ocurrió fue porque…”) al presente (“si no os
convertís…”) o al futuro (“he aquí que vienen días…”).

… de su pueblo, en cuanto conocedores de la Alianza y de sus tradiciones, y partícipes


de sus ilusiones y esperanzas (aunque también fueron personas que dijeron “no a su
sociedad, condenando sus hábitos y suposiciones, su complacencia, indocilidad y sin-
cretismo”: A. Heschel).
26 b)  ¿Qué es lo específico del profeta israelita?
No es fácil determinar cuáles son los rasgos que identifican a un verdadero
profeta de Israel puesto que cada profeta es muy distinto a los demás.
• En primer lugar, por su forma de ser. El profeta hebreo no tiene un perfil
uniforme como persona. Puede pertenecer a cualquier tribu y a cualquier
estrato social: unos están emparentados con la clase sacerdotal (Jeremías
y Ezequiel), otros no (Amós y Oseas), de la mayoría no se sabe con segu-
ridad. Unos fueron más fuertes, otros más sensibles; unos más poéticos,
otros más severos. Tampoco la edad es determinante: la mayoría recibie-
ron la llamada cuando tenían la vida organizada, a juzgar por el trabajo
que ejercían (Amós), o porque ya estaban casados (Ezequiel, Isaías); Jere-
mías, en cambio, parece que era mucho más joven.
• Después, por sus cualidades o su comportamiento. Así, los profetas más
antiguos aparecen con frecuencia con una capacidad que apenas está pre-
sente en los profetas posteriores (con excepciones como la de Daniel y al-
gún otro): la de adivinar el futuro cercano (Ajías predice la muerte del hijo
de Jeroboam: 1R 14,12; Elías predice la muerte de Ocozías: 2R 1,16-17) o de
conocer lo escondido (Ajías, a pesar de estar ciego, reconoce en la mujer
que viene a verle disfrazada a la mujer de Jeroboam: 1R 14,1-16; Eliseo
conoce todo lo que planea el rey de Asiria: 2R 6). Aunque este rasgo es
importante (de hecho llegará hasta el Nuevo Testamento, donde Jesús es
reconocido como profeta tras revelar a la samaritana el número de mari-
dos que ha tenido hasta ese momento: Jn 4,17-19), en realidad no es lo más
específico de los profetas. Tampoco lo es la capacidad de obrar milagros
que tienen algunos profetas como Elías y Eliseo, si bien es cierto que Jesús
será reconocido como profeta por la gente por los signos y milagros obra-
dos (Lc 7,14-16; 24,19; Jn 6,14; 9,17).
• En tercer lugar, por la situación histórica que les tocó vivir: no es lo mis-
mo un profeta anterior al exilio que otro posterior, así como un profeta no
escritor, como Elías, que uno de los clásicos, como Ezequiel.
• Y, finalmente, porque cada uno puede recibir la revelación según distintas
modalidades (visiones, sueños, éxtasis, la escucha de la Palabra de Dios,
la interpretación de la Escritura), así como transmitirla de formas muy
variadas, ya sea de modo retórico (oráculos de condena o de salvación,
parábolas, narraciones, himnos, canciones, etc) como por medio de accio-
nes o gestos simbólicos. En ese sentido los profetas son “poetas y un poco
actores” (Goldingay).
Ahora bien, en todos ellos se da una estrecha relación con la palabra de Dios 27
y una llamada de Dios para transmitirla.
• El profeta no tiene que ser sabio, ni sacerdote (aunque los haya, como Eze-
quiel), ni precisa de características peculiares; pero sí tiene que ser, en pri-
mer lugar, llamado por Dios para estar en su presencia (Jr 15,19) y vivir
con Él una relación muy personal (Jr 1,4-10) que llevará a revelarle sus
designios (Am 3,7).
• Define al profeta de Israel, en segundo lugar, su relación con la Palabra de
Dios y la conciencia de que su misión es transmitirla, lo quiera él o no. La
palabra es, según Jeremías (18,18), lo que caracteriza al profeta. Su relación
con ella es tan íntima que en ocasiones se describe al profeta comiendo
el rollo de las palabras del Señor que luego tendrá que predicar (Ez 2,8-
3,11). Así también lo expresa la fórmula profética “Así dice el Señor” y sus
variantes: “dice el Señor”, “oráculo del Señor”, “palabra del Señor”, “me
vino la palabra del Señor”, “ha hablado (o habla) el Señor”, “dijo el Señor
a”, etc.
“«En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nues-
tros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo,
al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las
edades del mundo» (1,1-2). Es muy hermoso ver cómo todo el Antiguo Testamen-
to se nos presenta ya como historia en la que Dios comunica su Palabra. En efecto,
«hizo primero una alianza con Abrahán (cfr. Gn 15,18); después, por medio de
Moisés (cfr. Ex 24,8), la hizo con el pueblo de Israel, y así se fue revelando a su
pueblo, con obras y palabras, como Dios vivo y verdadero. De este modo, Israel
fue experimentando la manera de obrar de Dios con los hombres, la fue compren-
diendo cada vez mejor al hablar Dios por medio de los profetas, y fue difundien-
do este conocimiento entre las naciones (cfr. Sal 21,28-29; 95,1-3; Is 2,1-4; Jr 3,17)»
(Dei Verbum, n. 14)”: Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini, n. 11.

Junto a estos rasgos, se han puesto de relieve otros aspectos que completan la
definición del profeta bíblico:
• es un vigía (Os 9,8 Ez 3,17; 33,7; Ha 2,1);
• sirve de señal y prefigura la suerte del pueblo (Ez 12,6.11);
• es un intérprete de la realidad pasada, presente y futura, y da testimonio
de la soberanía de Dios y de su poder (todo el libro de Daniel);
• no solo denuncia las injusticias sociales o los pecados del pueblo (Am 2,4-
16), también le anima y consuela en momentos de dificultad (Is 41,10-14;
Jr 30,10; Ag 2,2-5);
28 • y, por supuesto, anuncia la salvación (Am 9,11-15; Is 9,1-6; 45,21-25; Ez 37).

c)  Definición de profeta


De todo lo anterior se deduce que no es fácil definir al profeta. Son muchas y
variadas las definiciones propuestas por los especialistas, pero a veces ocurre
que o son tan amplias que entran otras figuras que no son profetas o bien son
tan estrechas que no tienen cabida todos los profetas. Siendo conscientes de
esas limitaciones y basándonos en definiciones anteriores, aquí proponemos
la siguiente.
Profeta es:
• una persona elegida e inspirada por Dios, con quien mantiene una comu-
nión particular y a quien comprende de un modo nuevo,
• que es enviada a su pueblo (o a los pueblos paganos)
• para proclamar, mediante acciones y palabras,
• la Palabra de Dios recibida según diferentes modalidades (sueño, visión,
audición…),
• que unas veces es crítica y acusadora y otras, consoladora,
• pero que conlleva siempre una esperanza de salvación individual y colec-
tiva (Israel y todas las naciones), provisional o definitiva, para un futuro
más o menos cercano (temporal o escatológico),
• salvación otorgada directamente por Dios o a través de una figura mesiá-
nica en quien se cumplirá lo anunciado y que supone una interpretación
o un juicio de la historia pasada, presente y futura, hecha a la luz de la
Alianza y con vistas a la conversión.

6.  Los profetas a la luz del Nuevo Testamento

Aparte de los Salmos, de todos los libros del Antiguo Testamento, los proféti-
cos son los que están más presentes en el Nuevo, bien a través de citas explíci-
tas o de alusiones más o menos difíciles de precisar. Estos libros contienen un
mensaje de esperanza y anuncian la salvación definitiva del género humano.
El Nuevo Testamento refleja que la esperanza anunciada y la salvación pre-
vista se han cumplido en Jesús, en su Persona, en sus acciones y en sus pa-
labras, como abiertamente escribe San Mateo: «Todo esto sucedió para que se
cumplieran las Escrituras de los Profetas» (Mt 26,56).
a)  Lectura cristológica de la Escritura 29
La lectura cristológica de los profetas es la que descubre en los textos vetero-
testamentarios alusiones al misterio de Jesús, ya sea desde su misma concep-
ción hasta su muerte, resurrección y ascensión al Cielo a la derecha del Padre,
como también aquella que se refiere a la Iglesia como nuevo Pueblo de Dios
(cfr. 1 P 2,9).
Cuando la Iglesia lee el Antiguo Testamento in- Los Padres de la iglesia,
vestiga en él lo que el Espíritu «que habló por los siguiendo el ejemplo de
profetas» quiere decirnos acerca de Cristo” (Cate- Cristo y de los apóstoles,
cismo, n. 702). intentaron descubrir en
los textos proféticos del
Esta lectura, realizada desde los orígenes del cris-
Antiguo Testamento
tianismo, fue muy empleada por los Padres de la anuncios de la vida de
Iglesia para defender la fe y desarrollar la teología Jesucristo
acerca de Cristo y de la Iglesia. Baste con mencio-
nar a San Justino, quien a mitad del s. II, para de-
fender la divinidad de Cristo dedicó muchos números de su Primera Apología
a las profecías y a su cumplimiento:
“Ahora bien, en los libros de los profetas hallamos de antemano anunciado que
Jesús, nuestro Cristo, había de venir, nacido de una virgen; que había de llegar
a edad viril y curar toda enfermedad y toda debilidad y resucitar muertos; que
había de ser envidiado y desconocido y crucificado; que moriría y resucitaría y
subiría a los cielos; que es y se llama Hijo de Dios; que habían de ser enviados
por Él algunos para predicar estas cosas a todo el género humano, y serían los
hombres de las naciones quienes más le creerían” (I Apología, 31,7; ed. D. Ruiz
Bueno, BAC).

Los escritos del Nuevo Testamento acuden a los profetas y subrayan el cum-
plimiento de sus oráculos por tres caminos: mostrando que se referían a su
situación actual en el presente, señalando que los acontecimientos han sucedi-
do como estaba previsto por ellos, y confirmando la fe en Jesús con palabras
proféticas.
1. El sentido cristiano de los oráculos. En tiempos de Jesús, como han puesto
de relieve los comentarios bíblicos o pesharîm hallados en Qumrán, se leían
los libros proféticos a la luz de los sucesos que estaban aconteciendo en
ese momento. Asimismo, el Nuevo Testamento aclara el sentido profundo
de algunos textos, aplicándolos a la figura de Jesucristo, como en Lc 4,21
(donde tras la lectura de Is 61,1-2 Jesús afirma que «Hoy se ha cumplido
esta Escritura que acabáis de oír») o en Hch 8,35 (donde Felipe explica al
eunuco de la reina Candace el sentido del cuarto canto del Siervo: Is 53,7-8).
30 VERBUM DOMINI, N. 40

“(…) el mismo Nuevo Testamento se declara conforme al Antiguo Testamento, y pro-


clama que en el misterio de la vida, muerte y resurrección de Cristo las Sagradas Escri-
turas del pueblo judío han encontrado su perfecto cumplimiento. Por otra parte, es
necesario observar que el concepto de cumplimiento de las Escrituras es complejo,
porque comporta una triple dimensión: un aspecto fundamental de continuidad con
la revelación del Antiguo Testamento, un aspecto de ruptura y otro de cumplimiento
y superación”.

2. El cumplimento de las profecías. Los autores del Nuevo Testamento no


intentaron mostrar una comprobación milimétrica de lo que habían anun-
ciado los textos proféticos. Entendieron más bien que Jesús es la culmina-
ción de la historia salvífica y que en Él se habían cumplido las promesas
antiguas y se había alcanzado la plenitud de la salvación que los profetas
solo habían podido vislumbrar.
• Los relatos de la pasión del Señor contienen numerosas citas proféticas de
cumplimiento. Así se justifica en lo que se refiere a la pasión y muerte la
entrada de Jesús en Jerusalén sobre un borrico (Jn 12,15), el abandono de
los discípulos en el huerto de los olivos (Mt 26,30), la compra del campo
del Alfarero con las treinta monedas de la traición (Mt 27,9), el reparto de
las vestiduras de Jesús (Jn 19,24), la lanzada del costado (Jn 19,37) y, en
bloque, todo el proceso ignominioso de la pasión (cfr. Hch 3,18-24). Ade-
más, es frecuente narrar los acontecimientos más enigmáticos con palabras
tomadas de los profetas: por ejemplo, la causa de la condena, es decir, la
confesión de que Jesús es el Hijo del Hombre (Mt 26,64), la constatación de
ser contado entre los malhechores (Lc 22,36), el lamento de las hijas de Je-
rusalén (Lc 23,30) y otros muchos detalles cuya significación se acrecienta
a la luz del Antiguo Testamento. En definitiva, como recordaba el propio
Jesús a los discípulos de Emaús, los sufrimientos de la pasión eran necesa-
rios para que el Mesías fuera glorificado, tal como estaba anunciado en los
escritos proféticos (Lc 24,25-26).
• En los relatos de la infancia de Jesús narrados por Mateo y Lucas tam-
bién abundan las citas de los profetas. Quizá la más importante sea la del
Enmanuel (Is 7,14), que confirma la concepción virginal y la Persona de
Jesucristo, definido como «Dios-con-nosotros» (cfr. Mt 1,22-23 y Lc 1,30-
31). De ordinario, San Mateo utiliza las citas explícitas para justificar, entre
otros sucesos, la ciudad de Belén como cuna del Mesías (Mt 2,5), la huida 31
y vuelta de Egipto (Mt 2,15), la matanza de los inocentes (Mt 2,17), el re-
torno a Nazaret (Mt 2,23). San Lucas, en cambio, prefiere citas implícitas y
alusiones genéricas: en el anuncio a Zacarías (Lc 1,17), en el Magníficat (Lc
1,47) y el Benedictus (Lc 12,76.79), en el canto de los ángeles (Lc 2,14), en el
himno de Simeón (Lc 2,30-31).
• La narración de la vida pública también contiene citas y referencias a los
profetas, cumpliéndose lo que decía el propio Jesús: «Examinad las Escri-
turas: ellas dan testimonio de mí» (Jn 5,39). Y así, por ejemplo, un texto de
Jeremías da a Jesús el motivo para expulsar del Templo a los mercaderes
(Mt 21,13), otro de Isaías para hablar enigmáticamente en parábolas (Mt
13,14) o para denunciar la hipocresía de los fariseos (Mt 15,18).
3. La confirmación de la fe. Los primeros cristianos sentían la necesidad de
apoyar su fe en Cristo muerto y resucitado con textos bíblicos, en especial
de los profetas.
En el sencillo credo de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, probable-
mente el símbolo de fe más antiguo, se repite el mismo estribillo: «Cristo murió
por nuestros pecados según las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día
según las Escrituras…» (1Co 15,3-4). Las Escrituras confirmaban la resurrección
de Jesús, según lo anunciado veladamente por los profetas, entre ellos Oseas e
Isaías (1Co 15,54-55). Este modo de leer los escritos proféticos pone de relieve el
grado de autoridad que para los primeros cristianos –como para los judíos– te-
nían las Escrituras y muestra hasta qué punto las primitivas comunidades tenían
el convencimiento de que el anuncio profético de la salvación última y definitiva
había llegado a su plenitud y cumplimiento en Cristo Jesús, el Mesías y Salvador
del universo.

b)  El profetismo en el Nuevo Testamento


Según la corriente oficial judía, la voz de los profetas se apagó a la muerte de
Ageo, Zacarías y Malaquías (cfr. b.Sanh. 11a; Tos.Sot 13,2). Una situación sin
profetas viene mencionada ya en el Antiguo Testamento (Sal 74,9), sobre todo
en algunos libros o pasajes deuterocanónicos (1M 9,27; Dn 3,38). Asimismo,
tanto Malaquías (3,1.23) como 1 Macabeos (4,46; 14,41) recogen la convicción
común –compartida por otras fuentes extrabíblicas– de que la profecía vol-
vería a aparecer en la época mesiánica. Por eso, los primeros cristianos apli-
caron el título de profeta a personajes, como Ana, la profetisa del Templo (Lc
2,36), y Juan Bautista (cfr. Mt 11,9-11), que tuvieron un papel destacado en
señalar que los tiempos mesiánicos habían llegado ya.
32 • Jesús, profeta: Solo en San Lucas Jesús se aplica el título de profeta (y no
de manera directa: 4,24; 13,33).
– Sin embargo, Jesús aparece rodeado desde su nacimiento de un ambiente
profético. Así, junto a Ana y Juan el Bautista, aparecen en los relatos de la
infancia otras figuras proféticas como Zacarías (Lc 1,67), Isabel (Lc 1,41-45)
y Simeón (Lc 2,25-32).
– Además, tanto sus contemporáneos como sus discípulos entienden a Je-
sús como un profeta (Mt 21,10-11; Lc 7,16.39; 9,8.19; 24,19; Jn 4,19.29; 6,14).
– Tiene rasgos de profeta (al inicio se establece un paralelismo con Juan Bau-
tista).
– Transmite un mensaje semejante al profético en cuanto a la forma (uso
de parábolas, oráculos como el de Mt 23,37-38 y acciones simbólicas) y al
contenido (condena el falso culto, anuncia el castigo y la destrucción pero
también la salvación en el tiempo del fin, enseña el verdadero sentido de
la Ley, es enviado a las ovejas descarriadas y a predicar el reino de Dios,
etc.).
– Igual que los antiguos profetas, Jesús ve cómo su mensaje no es acogido
entre los suyos (Mt 13,54-58) y cómo su pueblo le rechaza (Lc 11,47-51;
Hb 11,32ss.), particularmente los habitantes de Jerusalén, ciudad donde se
había matado a otros profetas (Mt 23,37; Hch 7,52ss.).
• Pero Jesús es más que un profeta: es el máximo y definitivo enviado de
Dios y Palabra eterna del Padre.
“De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a
nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha ha-
blado por su Hijo” (Hb 1,1-2). Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra
única, perfecta e insuperable del Padre. En Él lo dice todo, no habrá otra palabra
más que esta. S. Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa de mane-
ra luminosa, comentando Hb 1,1-2: «Porque en darnos, como nos dio a su Hijo,
que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez
en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar; porque lo que hablaba antes en
partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su
Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión
o revelación, no solo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo
los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad (Carm. 2,22,3-
5)»”: Catecismo, n. 65.

• En Jesús, al mismo tiempo que se cumple la promesa realizada en el Deu-


teronomio (Dt 34,10ss.), se da una superación de la figura profética. Pedro
(Hch 3,22) aplica a Cristo la promesa de un profeta como Moisés (Dt 18,18- 33
19), de alguien que, por encima de todo, trate a Dios como un amigo.
Pero esta promesa conlleva una expectativa mayor. Además de que Jesús hablará
en nombre propio (es la Palabra, como ya se ha visto), “al último profeta, al nuevo
Moisés, se le otorgará el don que se niega al primero: ver real e inmediatamente
el rostro de Dios y, por ello, poder hablar basándose en que lo ve plenamente y no
solo después de haberlo visto de espaldas. En este contexto hay que leer el final
del Prólogo del Evangelio de Juan: «A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único,
que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1, 18). En Jesús
se cumple la promesa del nuevo profeta. En Él se ha hecho plenamente realidad
lo que en Moisés era solo imperfecto: Él vive ante el rostro de Dios no solo como
amigo, sino como Hijo; vive en la más íntima unidad con el Padre” (J. Ratzinger,
Jesús de Nazaret, I).

• Profetas en el Nuevo Testamento: Después de Pentecostés, debió de ha-


ber un buen número de cristianos que también «profetizaron».
– Entre ellos estaban Ágabo (Hch 11,27; 21,10), los profetas de Antioquía
(Hch 13,1), Judas y Silas (Hch 15,32), las hijas de Felipe (Hch 21,9), y otros
muchos cuyos nombres no conocemos.
– San Pablo alaba el don de profecía que se manifestaba en las asambleas
litúrgicas (1Co 11,4), y señala que es bueno aspirar a él (1Co 14,1), porque
edifica, exhorta, instruye y consuela a toda la comunidad cristiana (cfr.
1Co 14,3-4).
– Ante la importancia de preservar el verdadero carisma profético, se tuvo
cuidado de que los dirigentes de las comunidades estuvieran vigilantes y
atentos a los falsos profetas (cfr. 1Jn 4,1-3), que podían introducir doctri-
nas erróneas con la excusa de ser portavoces de Dios.
• Profetas hoy: San Pablo, en el himno a la caridad, señala que la profecía,
a diferencia del amor, no durará para siempre (1 Co 13,8): al final de los
tiempos desaparecerá. Pero eso no quiere decir que el don de profecía se
haya apagado en la Iglesia, ni mucho menos. Como recuerda la Lumen
Gentium (n. 12), cada bautizado, como todo el pueblo santo de Dios, «par-
ticipa también del don profético de Cristo, difundiendo su vivo testimo-
nio, sobre todo por la vida de fe y de caridad, ofreciendo a Dios el sacrifi-
cio de la alaban­za, el fruto de los labios que bendicen su nombre (cfr. Hb
13,15)».
«Cristo, el gran Profeta, que por el testimonio de su vida y por la virtud de su
palabra proclamó el Reino del Padre, cumple su misión profética hasta la plena
manifestación de la gloria, no solo a través de la jerarquía, que enseña en su nom-
34 bre y con su potestad, sino también por medio de los laicos, a quienes por ello,
constituye en testigos y les ilumina con el sentido de la fe y la gracia de la palabra
(cfr. Hch 2,17-18; Ap 19,10) para que la virtud del Evangelio brille en la vida coti-
diana familiar y social» (Lumen Gentium, n. 35).
También se ha puesto de manifiesto “el carácter profético de la vida consagrada,
como una forma de especial participación en la función profética de Cristo, comunicada
por el Espíritu Santo a todo el Pueblo de Dios (…). La función de signo, que el
Concilio Vaticano II reconoce a la vida consagrada (Lumen Gentium, n. 44), se ma-
nifiesta en el testimonio profético de la primacía de Dios y de los valores evangé-
licos en la vida cristiana. En virtud de esta primacía no se puede anteponer nada
al amor personal por Cristo y por los pobres en los que Él vive” (Juan Pablo II,
Vita Consecrata, n. 84).

Ejercicio 1.  Vocabulario


Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• Profeta anterior • Profeta extático


• Pseudoprofeta • Profeta áulico
• Profeta mayor • Canon

Ejercicio 2.  Guía de estudio


Contesta a las siguientes preguntas:

  1. ¿En qué se diferencian el canon judío y el canon cristiano en cuanto a los libros
proféticos?
  2. Escribe la lista de los libros proféticos, según el orden canónico de la Biblia
católica
  3. ¿Dónde reside la originalidad del profeta hebreo bíblico con respecto a los
profetas de otras culturas vecinas a Israel?
  4. ¿Qué etimología se emplea para designar al profeta y cuál es su significado?
  5. Lee 1 R 17-19; 21 y 2 R y contesta a las siguientes preguntas: ¿Se aprecia algu-
na relación entre Moisés y Elías? ¿Hay algún aspecto de la vida de Elías que se
encuentre en continuidad con la vida y milagros de Jesús?
35
Ejercicio 3.  Comentario de texto
Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos
aprendidos:
«La fe cristiana reconoce el cumplimiento en Cristo de las Escrituras y las esperanzas de
Israel, pero no entiende el cumplimiento como la simple realización de lo que estaba
escrito. Tal concepción sería reductora. En realidad, en el misterio de Cristo crucificado
y resucitado, el cumplimiento se realiza de modo imprevisible. Comporta una supera-
ción (…). Jesús no se limita a interpretar un papel ya escrito, el papel de Mesías, sino
que confiere a las nociones de Mesías y de salvación una plenitud que no se podía
imaginar por adelantado: los llena de un contenido nuevo. Se puede incluso hablar a
este respecto de una “nueva creación”(2 Cor 5,17; Gál 6,15). Sería en efecto equivocado
considerar las profecías del Antiguo Testamento como una especie de fotografías anti-
cipadas de acontecimientos futuros. Todos los textos, incluyendo los que más adelante
fueron leídos como profecías mesiánicas, tuvieron un valor y un significado inmediatos
para sus contemporáneos, antes de adquirir una significación más plena para los oyen-
tes futuros. El mesianismo de Jesús tiene un sentido nuevo e inédito».
Pontificia Comisión Bíblica, El pueblo judío y sus
escrituras sagradas en la Biblia cristiana, 2001, n. 21
36
TEMA CUESTIONES
2 INTRODUCTORIAS:
RASGOS LITERARIOS Y
CONTENIDO TEOLÓGICO
La lectura del Antiguo Testamento nunca ha sido una tarea fácil. Son co-
nocidas las dificultades para traducir la Biblia al latín con las que se en-
contró san Jerónimo. Por un lado, tuvo que aprender hebreo, lengua en
que está escrito la mayor parte del Antiguo Testamento: “cuánto trabajo
consumí en ello, cuánta dificultad experimenté, cuántas veces me desa-
nimé, cuántas desistí para empezar de nuevo en mi empeño de apren-
der” (Ep. 125,12). Por otro, le fue preciso enfrentarse a unos textos que se
alejaban de su querido estilo ciceroniano: “… Si alguna vez volviendo en
mí, comenzaba a leer los profetas, me horrorizaba su dicción inculta” (De
vir. il. 135, Ep. 22,30,2). Lejos de rendirse, tras mucho sacrificio, san Jeróni-
mo pudo llevar a cabo su traducción y comentarios.
Siguiendo el ejemplo del “enamorado de la Palabra de Dios”, como le
llamó Benedicto XVI, es preciso describir, algunas cuestiones de tipo lite-
rario y teológico que pueden facilitar la lectura y la comprensión de los
libros proféticos. Son aquellas que se refieren al aspecto más formal o ex-
terno (como los modos de expresión profética o el proceso de escritura
de los libros) y al más interior o profundo de los libros proféticos (como
la revelación profética, el carisma de profecía o la doctrina teológica).

SUMARIO
1. GÉNEROS LITERARIOS • 2. FORMACIÓN DE LOS LIBROS PROFÉTI-
COS • 3.  CONTENIDO DOCTRINAL DE LOS LIBROS PROFÉTICOS • 4. EL CA-
RISMA PROFÉTICO.
1.  Géneros literarios 37
Desde el punto de vista literario los libros proféticos se diferencian del resto
porque conservan los modos específicos de proclamación pública. El profeta
ordinariamente se dirigía a sus oyentes en voz alta, con intención de conmo-
verles y de orientar su conducta. Los escritos proféticos presentan, por tanto,
un carácter eminentemente oral y poético.
Los profetas se expresan, además, en una gran variedad de géneros:

A)  Oráculo
El modo habitual de expresión profética es el oráculo, es decir, la declaración
solemne en nombre de Dios que lleva implícita una condena o una promesa
de salvación.

EN EL ESTUDIO DE LOS GÉNEROS LITERARIOS DESTACARON

H. Gunkel (1862-1932): representante de la escuela de la historia de las religiones, es


el primero que se fijó en la prehistoria oral de los textos proféticos y el que inició la
historia de las formas; aunque su interés principal estaba en los Salmos y en el Pentateu-
co, también se ocupó de los Profetas; subraya la importancia de las unidades literarias
previas (Gattung, “forma”), como relatos populares, poemas, leyendas; de la situación
ambiental (Sitz im Leben) de Israel que dio lugar a cada una de ellas, los géneros litera-
rios comunes a la literatura extrabíblica y la finalidad teológica última de cada unidad
menor.

C. Westermann (1909-2000): estableció y definió la mayor parte de las “formas básicas


del discurso profético” –o géneros literarios– que se emplean en la actualidad.

Suelen ir introducidos por la fórmula del mensajero: “Así [o bien “esto”] dice
el Señor” (koh ’amar YHWH).
Se trata de una expresión similar a la que empleaban los mensajeros del Medio
Oriente cuando se disponían a proclamar el texto escrito en tablillas de arcilla que
le había entregado su señor (un rey o el jefe de una tribu). Al llegar a su lugar de
destino el mensajero iniciaba la lectura de las tablillas con la misma fórmula: “Así
dice el señor de…”; “así dice el rey de…”.
En los libros históricos de la Biblia se han conservado mensajes de este estilo muy
breves (1R 2,30; 2R 1,9.11). También aparece esta fórmula en decretos o edictos
38 mucho más largos como el de Ciro (Esd 1,2ss; 2 Cro 36,23ss.). Incluso los patriar-
cas usaron esta forma de embajada (Gn 32,4; 45,9).

Serán los profetas quienes la empleen con el Señor como sujeto. De esta forma
ponen de manifiesto su condición de portavoces de Dios.
Los oráculos pueden ser individuales, por ir dirigido a una persona determi-
nada (Am 7,16-17) o, lo que es más frecuente, colectivos, cuando se dirigen a
un grupo o a una nación entera (Am 4,1-3; 3,9-12).
Además, los oráculos frecuentemente son de condena o de salvación.
• Los de condena, tanto si son contra un individuo (en este caso se añade
una apelación del profeta y una acusación: Am 7,16-17) como contra una
nación (Am 1,3-2,16), suelen tener dos partes: la descripción del crimen
cometido y el anuncio del castigo.
• Los de salvación aparecen con más frecuencia en los profetas exílicos o
postexílicos para procurar elevar el ánimo decaído de los deportados o de
los que acaban de regresar (cfr. Is 41,8-13; 44,1-5). Pero también se encuen-
tran en los preexílicos (cfr. Am 5,15; Is 9,1-6). A los oráculos de salvación
pertenecen los oráculos mesiánicos (Is 7,14) y gran parte de los escatoló-
gicos (Za 14,1-11). La estructura de los oráculos de salvación suele constar
de tres elementos: interpelación donde se recuerda la condición peculiar del
pueblo, promesa de salvación y confirmación de la predilección divina.
• Hay también oráculos judiciales o procesales (denominados también con
el término hebreo rîb) en los que literariamente se entabla un pleito entre
Dios y el pueblo para poner de manifiesto los motivos del castigo divino
(Os 2,4-10). Por esta razón, hay quienes los incluyen entre los oráculos de
condena.
• Finalmente también se incluyen los oráculos de lamentación, también lla-
mados Ayes, por comenzar con esa interjección. Un ejemplo sencillo es el
recogido en Is 5,8-17, donde se aprecian tres elementos: la enumeración de
los delitos (vv. 8-12), el anuncio del castigo merecido (vv. 13-14) y la espe-
ranza de la restauración (vv. 15-17).

B)  Otros géneros


Los oráculos están combinados con secciones narrativas tales como relatos
de vocación (Is 6,1-13; Jr 1,4-10), de visiones (Jr 1,11-14; Ez 1,4-28), de sue-
ños (Za 1,7-17) y otras muchas referencias biográficas o autobiográficas (Jr
26-29).
B.1) Relatos de vocación. Ni los reyes ni los sacerdotes recibieron una llamada 39
específica y personal: los reyes porque alcanzaban el trono por genealogía,
sobre todo en el reino del Sur, o por usurpación; los sacerdotes, porque habían
de pertenecer a la tribu de Leví
y ser descendientes de Aarón. EJEMPLO DE ORÁCULO DE CONDENA
Los profetas, en cambio, se sin- CONTRA UN INDIVIDUO (AM 7,16-17)
tieron llamados por Dios, aun- 16
Y ahora escucha la palabra del Señor:
que solo de cinco se ha conser-
«Tú me dices: “No has de profetizar contra Israel,
vado el relato de su vocación:
ni predicar contra la casa de Isaac”.
Am 7,15; Os 1,2; Is 6; Jr 1,4-10 y 17
Pues así dice el Señor:
Ez 2,3-3,9.
“Tu mujer será deshonrada en la ciudad; tus hijos
El “género literario de voca- y tus hijas caerán a espada;
ción” presenta un esquema tus tierras, repartidas a cordel,
prototipo donde se distinguen y tú morirás sobre tierra impura.
los siguientes elementos: E Israel será llevado cautivo
lejos de su tierra”.
– Encuentro con Dios que
Apelación del profeta (v. 16a), en el imperati-
toma la iniciativa y descrip-
vo “escucha” u otro similar que refleja desde el
ción de la misión.
comienzo la autoridad del profeta.
– Respuesta del profeta expo-
niendo las dificultades para Relato del hecho punible (v. 16b), en este
llevarla a cabo. caso, la prohibición abusiva de que Amós siga
hablando junto a Betel.
– Respuesta divina confirman-
do la misión. Acusación, normalmente en segunda per-
– Signo que corrobora la voca- sona: “Tú dices” (v. 16b); en otras ocasiones la
ción. acusación es más clara (cfr. 1R 21,19).

Aunque pueden distinguirse Predicción del castigo (v. 17), formulado con
distintos tipos de relatos de vo- frecuencia bajo la ley del talión: a tal delito, tal
cación (pues no se cuenta del castigo. El anuncio puede ir introducido por la
mismo modo la vocación de fórmula del mensajero: “Así dice el Señor”.
Samuel que la de Moisés o la de
Isaías), suelen seguir con más o
menos fidelidad este esquema. Un clásico ejemplo es la vocación de Jeremías
(Jr 1,4-10).
B.2) Géneros variados. Los libros proféticos también contienen canciones (Is
5,1-7), cartas (Jr 29, Ba 6), instrucciones sapienciales (Is 8,11-15), doxologías
(Is 12,1-6; Am 4,13; 5,8-9), elegías o lamentos (Am 5,1-3; Ez 32; Mi 1,8-16),
40 himnos (Is 25,1-5; 44; Dn 3,24-45 y 52-90; Mi 7,18-20; Na 1,2-8), alegorías o
parábolas (Os 12,11; Ez 17; 23; 24,1-14; 31), oraciones o plegarias en prosa (Dn
9,4-19; 13,42-44; Ba 1,15-3,8;) o en forma de salmo (Is 37,15-20; Dn 2,20-23; Jon
2,3-10; Ha 3), confesiones íntimas (Jr 11,18-12,6), etc.
B.3) Acciones simbólicas. Merecen una mención aparte. Son «oráculos gesti-
culados» o bien «oráculos en acción».
• Son acciones ordinarias realizadas por el profeta a la vista del pueblo que,
debido a su expresividad, requieren de una interpretación. Nada tienen
que ver con los gestos mágicos realizados para obtener beneficios; simple-
mente señalan mediante signos lo que va a ocurrir. Así Jeremías, con el
yugo sobre el cuello, no provocó la esclavitud de su pueblo en Babilonia,
sino que simplemente la anunció (Jr 27,2-22).
• Su objetivo es hacer ACCIONES SIMBÓLICAS
más comprensible su
mensaje y, a la vez, Su estructura suele constar de los siguientes ele-
manifiestan la plena mentos:
identificación del pro- 1.  Dios ordena ejecutar la acción
feta con su misión al 2.  Ejecución de la acción, normalmente ante tes-
transmitir el mensaje tigos
encomendado no solo 3.  Pregunta sobre el sentido
de palabra sino tam-
4.  Explicación de la acción
bién con toda su vida.
• Casi todos los profetas realizaron este tipo de acciones: Oseas hizo de su
matrimonio expresión del amor de Dios a su pueblo (Os 1-3), e Isaías uti-
lizó el nombre simbólico de sus hijos (7,3; 8,3) y del Enmanuel (7,14) para
anunciar la salvación futura.
• Serán sobre todo Jeremías y Ezequiel los que empleen este recurso más
intensamente en su predicación.
Entre las acciones que realiza Jeremías se cuentan las del ceñidor que se pudre
(13,1-11), el cántaro roto (19), el yugo al cuello (27 y 28,10), la compra del terreno
(32), la construcción del trono de Nabucodonosor (43,8-13) y el libro arrojado al
Éufrates (51,59-64).
Ezequiel nos ha transmitido aún un número mayor de acciones simbólicas: su
mudez temporal (3,24-27; cfr. 4,1-3), los gestos mediante los que anuncia el asedio
de Jerusalén (4,4-17), el corte del cabello y de la barba (5,1-3), la carga de un hatillo
de emigrante (12,1-16), la comida despreciable (12,17-20), su viudez permanente
(24,15-27), las dos varas en la mano (37,15-28), etc.
• También los profetas del Nuevo Testamento realizaron acciones simbóli- 41
cas, como el gesto de Ágabo que anunció la prisión de San Pablo (Hch
21,11), pero estas debieron de ser más escasas.

2.  Formación de los libros proféticos

Los libros proféticos, lo mismo que otros muchos libros de la antigüedad, no


fueron escritos de un tirón. Como la mayoría de los libros de la Biblia, tuvie-
ron un proceso de redacción más o menos largo hasta llegar a la forma defini-
tiva transmitida en el canon. Cada libro, sin embargo, tiene mucho que ver con
el profeta que lleva su nombre: primero, porque contiene a grandes rasgos su
doctrina, pero, además, porque se sabe que algunas secciones fueron escritas
directamente por ellos mismos (Is 30,8) o por su amanuense, como sucedió en
el caso de Baruc, que escribió al dictado de Jeremías (Jr 36).
La mayor parte de los oráculos eran proclamados en voz alta sin que necesa-
riamente se pusieran por escrito de inmediato. De hecho, muchas piezas suel-
tas, como los oráculos en verso, que eran más fáciles de memorizar, circularon
entre la gente antes de ser incorporadas en el libro. Asimismo, otros oráculos,
poemas, visiones, etc. fueron escritos por los discípulos tiempo después de la
muerte del profeta. Nunca será fácil llegar a saber cuáles fueron las palabras
originales del profeta, puesto que, entre otras cosas, los libros son testigos de
la actualización de los oráculos originales a las nuevas circunstancias.
Suelen señalarse tres capas redaccionales correspondientes a tres momentos
concretos de la historia de composición de los libros proféticos. Si bien hay
que matizar mucho en cada libro, se puede decir, como regla general, que una
parte corresponde al profeta, otra ha sido elaborada por los discípulos y que
la elaboración final es obra de un último redactor. Todo este proceso ha sido
realizado bajo la inspiración del Espíritu Santo, autor principal de estos libros
y de toda la Sagrada Escritura.
• Del propio profeta suelen considerarse algunas secciones poéticas, en con-
creto, las que tienen más fuerza expresiva, como por ejemplo los oráculos
contra las naciones de Amós (Am 1,3-2,8) o las confesiones de Jeremías (Jr
12,1-6; 15,15-21), gran parte del libro del Enmanuel de Isaías (Is 6-12) y otras
muchas que se especificarán en cada caso.
• A los discípulos se les asigna la labor fundamental: recopilar y seleccio-
nar los oráculos más relevantes, darles forma literaria, redactar las partes
biográficas en tercera persona, poner por escrito las visiones y las accio-
42 nes simbólicas. A ellos pertenece la mayor parte de cada libro teniendo
en cuenta que este trabajo pudo prolongarse durante un periodo largo de
tiempo. No obstante, no siempre será posible seguir el itinerario de un
oráculo desde que salió de la boca del profeta: es posible que primero fue-
ra transmitido de memoria entre los seguidores más inmediatos, luego se
uniera a otros del mismo tono o contenido, y más tarde pudiera haber sido
integrado en pequeñas colecciones escritas y quizás en bloques más am-
plios antes de culminar en los libros que hoy conservamos.
• Al redactor final se le considera responsable de la unidad del libro y de la
actualización del mensaje. Por ejemplo, los oráculos contra las naciones de
Amós terminan con el vaticinio proferido contra Israel (Am 2,6-16), pero
el redactor último debió de intercalar uno similar contra Judá (Am 2,4-
5), puesto que una vez desaparecido el reino del Norte, solo los del Sur
recibieron el libro del profeta de Tecoa. En algunos casos el redactor final
ha recopilado y reordenado oráculos que, sin ser del profeta originario,
contenían un mensaje coherente con la parte más antigua; así podría haber
ocurrido con el libro de Isaías que abarca oráculos de épocas diferentes,
pero organizados de tal modo que llegaron a constituir una obra bien tra-
bada y dotada de unidad literaria. Este redactor último llevó a cabo una
labor importantísima, pues además de estructurar los elementos recibidos
les dio forma y, en su estructura final, les comunicó una orientación doctri-
nal determinada. Con razón suele decirse que ejerció funciones de autor.
A él se deben también el encabezamiento de cada libro y gran parte de las
indicaciones cronológicas.
Todas estas vicisitudes son importantes porque reflejan cómo la Revelación ha
ido progresando paulatinamente, a medida que las generaciones sucesivas re-
leían los oráculos originarios. También se destaca así que la palabra profética
supera incluso al mismo profeta que la pronunció; es la Palabra de Dios que
ilumina la historia de todas las épocas e interpela a los hombres de todas las
edades. Por eso, si se quiere aceptar el mensaje profético, solo cabe entenderlo
tal como ha llegado hasta nosotros en unos libros que, tras los avatares habi-
dos en el proceso de su composición, contienen “aquello y solo aquello que
Dios quería comunicar a los hombres” (DV, n. 12).

3.  Contenido doctrinal de los libros proféticos


El mensaje profético abarca en su conjunto todo el depósito de la fe israelita,
pero cada profeta subraya y desarrolla los aspectos doctrinales que eran más
necesarios para sus contemporáneos. De ahí la dificultad de resumir en una 43
síntesis ordenada la doctrina de todos los profetas, cuyos escritos abarcan un
período de más de cuatro siglos. No eran idénticas las preocupaciones inme-
diatas de Amós en el siglo VIII a.C. a las que tenían Ageo y Zacarías al final
del siglo VI o Daniel en el siglo II. A pesar de todo, hay tres puntos en los que
todos inciden con más o menos insistencia: monoteísmo, mesianismo, y doc-
trina moral y social.

a)  El monoteísmo
Es el tema más importante de los oráculos proféticos. No se trata solamente de
un monoteísmo ético o monolatría (el culto a un solo Dios pero reconociendo
la existencia de otros dioses), sino de la fe en Dios, uno y único: no hay otro
Dios que el Señor. El esquema monoteísta de los profetas puede estructurarse
del modo siguiente:
• Dios es soberano absoluto de la historia. El Dios de Israel no se muestra
en un lugar privilegiado, adonde hay que encaminarse para encontrarlo
(no está en un panteón); ni es fundamentalmente «el dios de la naturale-
za», cuya fecundidad y ciclos reflejan su presencia. Los profetas, como los
sabios (cfr. Sal 29; 96; etc), reconocen al Señor (YHWH) como soberano de
la creación, pero, por encima de todo, como señor y guía de la historia. Él
otorga la victoria o la derrota, la soberanía o el destierro, y todo lo orienta
a conseguir que los suyos «vuelvan a Él» (cfr. Am 4,4-12).

RECHAZO DE LOS ÍDOLOS VANOS

«El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en más dio-
ses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios. La Escritura
recuerda constantemente este rechazo de los “ídolos, oro y plata, obra de las manos de
los hombres”, que “tienen boca y no hablan, ojos y no ven…” Estos ídolos vanos hacen
vano al que les da culto: “Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su
confianza” (Sal 115,4-5.8; cfr. Is 44,9-20; Jr 10,1-16; Dn 14,1-30; Ba 6; Sb 13,1-Sb 15,19).
Dios, por el contrario, es el “Dios vivo” (Jos 3,10; Sal 42,3, etc.), que da vida e interviene
en la historia».
Catecismo n. 2112

– Al ser Dios el autor de la historia, no puede darse ningún suceso que esca-
pe a su control. Él es quien dirige los hechos, Él es el que está detrás tanto
44 de los beneficios como de las desgracias. Será precisamente en circuns-
tancias difíciles para Israel, en las que ante una crisis o invasión tiende a
buscar apoyo en otros pueblos o en otros dioses, cuando surge un profeta
que le confirma en la verdad (cfr. Am 5,5-6).
– Los profetas no se limitan a dar testimonio de los acontecimientos que
protagonizan o que les atañen más o menos directamente, sino que pro-
fundizan en su sentido, juzgan a los que intervienen en ellos y muestran
hacia dónde apuntan.
– Los libros proféticos dejan constancia de la relación de Israel con las na-
ciones paganas, ya sea en los «oráculos contra las naciones» (Am 1-2; Is
13-23; So 2,4-15; Ez 25-32; etc) como en otros libros menores (la profecía de
Nahúm sobre Nínive o la de Abdías sobre Edom). Asimismo, interpretan
el sentido de tal relación. Así el triunfo de Asiria, Babilonia o Egipto –las
principales potencias opresoras de Israel que además son idólatras– no
hay que entenderlo como un triunfo de sus divinidades contra el Señor.
Dios mismo es quien alienta a esas naciones; ellas se encargarán de parte
de Dios de infligir a Israel el castigo merecido por sus pecados (Am 6,14).
• Dios tiene con Israel una relación particular. En el libro de Amós se habla
de Dios como compañero de camino que comunica sus secretos a sus sier-
vos los profetas (Am 3,3-8), y en el de Oseas se menciona por vez primera
la Alianza (cfr. Os 2,20; 6,7; 8,2). También a este último profeta se debe la
imagen esponsal (Os 1-3) y la paterno-filial (Os 11-1-4), que a través de
otros escritos proféticos (cfr. Jr 2,2) han llegado hasta el Nuevo Testamento
(cfr. Mt 9,15; Ap 21,2).
– Dios ha querido escoger con predilección al pueblo de Israel. Pero, al
elegirlo, no lo ha arrancado de entre los demás pueblos. Más aún, puesto
que la elección no lleva consigo privilegios políticos o seguridades falsas
(cfr. Am 9,7), el pueblo de Israel ha de ser consciente de que no es el más
grande (cfr. Am 7,2.5), ni el más rico (cfr. Am 6,2), ni el más poderoso (cfr.
Am 2,9).
– La misión de Israel es hacer partícipes a todas las gentes de las bendi-
ciones y beneficios recibidos de Dios (cfr. Is 2,2-4 y Mi 4,2). Israel no ha
sido elegido en provecho propio, sino en razón de todos los hombres y de
todas las naciones. Esta idea aparece con más claridad después del destie-
rro, cuando los israelitas han reflexionado sobre el sentido de su elección.
Entonces surge un lenguaje intimista y afectivo para reflejar la relación de
Dios con su pueblo (cfr. Is 41,8-9).
• Dios es Santo. A pesar de su íntima relación con el pueblo, no es como 45
ellos, ni puede ser tratado como uno más, ni es «manipulable» ni siquiera
con sacrificios. Dios es trascendente, el Altísimo, como lo pondrá de ma-
nifiesto especialmente Isaías (cfr. Is 6,3). La santidad del pueblo, en conse-
cuencia, estriba en participar de la de su Dios: en ser distinto de las demás
naciones en su fe y en sus exigencias morales. Dios es «el Santo de Israel»
(Is 5,19-24), porque sin dejar de ser el Altísimo se ha hecho cercano a los
suyos.
• El castigo es interpretado también como parte de la relación de Dios con
su pueblo. Si este no cumple las exigencias de su elección, si se comporta
como los demás, Dios no tendrá más remedio que castigarlo (cfr. Am 3,2).
Solo entonces lo rehabilitará. Dios visita (es, decir, lleva a término la justa
retribución) a su pueblo para poner de nuevo orden en sus relaciones con
él. Tal es el sentido del día del Señor, según los profetas (cfr. Am 5,18-19; So
1,7-18).

b)  La esperanza mesiánica


“Los profetas, los autores inspirados, son pinceles de Dios que por su medio
esboza los trazos de la figura del Mesías. Un trazo importantísimo es que el
Mesías será Dios, que la salvación la obrará Dios en él” (A. Díez Macho).
• Los de la época anterior al exilio de Babilonia, lo mismo que los Salmos
(Sal 2; 89), parten de la profecía de Natán (2S 7,14) para expresar su idea de
que la salvación viene al pueblo a través de la dinastía davídica mediante
un descendiente de David (mesianismo real). Sin caer en la adulación al
rey, proyectan al futuro la idea mesiánica, quitando importancia al monar-
ca reinante y fomentando la esperanza en la próxima venida del «elegido
del Señor».
– Isaías es, sin duda, quien más referencias hace a la dinastía davídica (cfr.
7,13-17; 9,5-6; 11,1-5) y, sin embargo, nunca menciona al rey por su nom-
bre. Le aplica títulos magníficos e insólitos, pero con ellos ensalza más las
acciones prodigiosas del Señor, que al personaje receptor de las mismas.
– También Miqueas alude a la dinastía davídica sin nombrar al rey (Mi 5,1-
5).
– Jeremías, que solo tiene un oráculo sobre el rey futuro, anuncia la venida
de un vástago davídico que reinará con la justicia del Señor (Jr 23,5-6).
– Para todos ellos el rey que esperaban habría de comportarse como verda-
dero hijo de Dios, no como los reyes que conocían.
46 • Los profetas de los tiempos de la deportación apenas hablan del mesianis-
mo real:
– Ezequiel, aunque emplea el título de rey (37,22.24), subraya la condición de
pastor y de príncipe de aquel que regirá al Israel restaurado (Ez 34,24), a quien
considera como un nuevo David, «mi siervo David» (Ez 34,24 y 37,24.25).
– En los años inmediatos a la vuelta del destierro se proclama que Dios
mismo sin intermediarios (mesianismo sin Mesías) traerá la salvación (Is
41,10-14; Zc 2,12-14).
– O también se denomina Mesías a todo personaje que en nombre de Dios
traiga la liberación a Israel, aun cuando sea extranjero, como el rey persa
Ciro (Is 45,1).
– Pero la salvación vendrá, ante todo, a través del pueblo, o de uno nacido
en él, un siervo del Señor que asuma obedientemente el castigo de todos
(Is 42,1; cfr. 53,4-12). En este contexto se comprende el alcance de la idea
del resto: unos pocos, pertenecientes a Israel, que alcanzarán para sí y para
sus compatriotas la liberación plena.
• En los últimos profetas, los postexílicos, surge una espiritualización del
mesianismo, que cuadra mejor con la doctrina escatológica que enseñan.
Se entiende aquí por escatología el convencimiento de que Dios ha de lle-
var a cabo su obra salvífica de forma definitiva y para siempre a través de
Israel, pueblo elegido, que tiene una especial misión en el advenimiento de
la salvación.
– Israel juzga a las naciones y así prefigura el juicio definitivo de Dios (el día
del Señor), que alcanzará al pueblo de Israel y a todas las demás naciones.
– La sublimación de la escatología llevada a cabo por los últimos libros pro-
féticos conducirá a la idea trascendente del Mesías.
– Según Zacarías, Dios mismo vendrá a reinar sobre toda la tierra (Za 13,9).
– El libro de Daniel, con la figura del Hijo del Hombre, da testimonio de la
esperanza en que Dios otorgará a un personaje humilde, que representa al
pueblo elegido, un reino eterno y universal (Dn 7,13-14.27).
• En el Nuevo Testamento se reconocerá a Jesús como el verdadero Mesías,
asumiendo y trascendiendo todas las líneas mesiánicas que desarrollaron
los profetas: es descendiente de David, juzga y salva al mundo, es el Hijo
del Hombre y asume la figura del Siervo de Isaías, para traer la salvación
definitiva y universal a los hombres.
c)  Doctrina moral y social 47
Los profetas, en particular los anteriores al destierro, insistieron en las exigen-
cias sociales de la fe.
• Como heraldos de la doctrina sobre la elección y la Alianza, exhortaron
repetidas veces a cumplir con las obligaciones que de ellas se derivaban.
Y puesto que sus contemporáneos estaban abandonando los antiguos
ideales, violando los derechos de los más débiles y amoldándose a las
costumbres de los gentiles, ellos no dejaron de censurar que «se olvidaban
de Dios» (cfr. Os 2,15; Jr 2,32) y se hacían «como los demás pueblos» (Os
9,1).
• Con especial crudeza denuncian la opresión, y proclaman la predilec-
ción divina por «los pobres del Señor» (cfr. So 3,12-13). De acuerdo con
el pensamiento de todo el Antiguo Testamento, los profetas nunca consi-
deraron la pobreza material como algo deseable, ni menos aún, como un
ideal. El pobre no es justo por su carencia de medios, pero es especialmen-
te querido por Dios, ya que la pobreza con mucha frecuencia es resultado
de la injusticia de los poderosos y adinerados. Esta pobreza, consecuencia
de la injusticia, es la que los profetas quieren corregir. Con este fin gritan
una y otra vez que justicia y santidad son exigencias ineludibles de la
Alianza.
Los preceptos morales que recuerdan los libros proféticos son los mismos
que aparecen en la Ley, pero en ellos hay un enorme esfuerzo de interioriza-
ción.
• Los profetas exigen un corazón limpio (cfr. Is 2,16-17; Ez 11,19; 36,26) por
encima de actos externos y, a partir de Jeremías (cfr. Jr 31,29-30) y Ezequiel
(Ez 18,1-4), insisten en la responsabilidad personal: cada cual cargará con
las consecuencias de sus propios pecados, sin culpar de ellos a los antepa-
sados.
Finalmente, las exigencias cultuales son también parte del mensaje profético.
• La insistencia en purificar y rectificar el culto refleja la preocupación de los
profetas por la adoración y el respeto debidos a Dios.
• Y la constante denuncia de los ritos meramente externos es expresión de
la exigencia de mayor coherencia entre el culto que se tributa a Dios y la
vida moral y social de los israelitas. Un pueblo que se aproxima al Señor
con los sacrificios y lo confiesa en la liturgia no puede después negarlo con
sus costumbres depravadas e injustas.
48 4.  El carisma profético

Como ya se ha visto, los profetas son instrumentos en manos de Dios, es de-


cir, personas elegidas gratuitamente por el Señor, para transmitir el mensaje
divino por medio de la palabra, mientras que los reyes lo transmiten en el
gobierno, los sacerdotes en el culto, y los sabios en la enseñanza.

a)  Hablan movidos por el Espíritu Santo


Uno de los elementos que convierten al profeta de Israel en original es que se
sabe investido por un carisma especial para hacer de intermediario entre Dios
y su pueblo, algo que le viene dado por la peculiar vocación con la que ha sido
llamado. De otra forma, habría que considerarlo un falso profeta (cfr. Jr 14,14-
18; 28,15-17), pues su predicación no estaría legitimada.
• Como dice Santo Tomás: “Nadie tiene derecho a predicar sino el que ha
recibido de Dios tal misión de forma inmediata o mediata” (Quodl. XII,
27). Este principio general lo aplica al don de profecía: “No a todos les es
concedido, ni siquiera a los que están bien dispuestos, sino solo a aquellos
que la voluntad divina haya elegido” (De Veritate, XII, 5, ad 4).
• De ahí se deriva el que la profecía no requiera unas condiciones específicas
(ni personales ni morales, aunque convengan unas y otras) en el receptor.
Al ser una gracia sobrenatural y provenir directamente de Dios, la profecía
no se funda en las cualidades del destinatario.
La vivencia de la vocación o de la misión recibida caracteriza también a cada
profeta: ellos saben de la soberanía de Dios y de su autoridad suprema. Es
tan fuerte el impulso divino, que parece imposible no dejarse llevar por Dios:
“Ruge el león: ¿quién no temerá? Habla el Señor Dios: ¿quién no profetizará?”
(Am 3,8; cfr. también Am 7,14-15; Jr 20,9; Is 8,11).
Sin embargo, esta presión no disminuye la libertad del profeta, sino que la
acrecienta: en primer lugar, la libertad ante Dios puesto que los profetas ex-
presan con frecuencia sus quejas (cfr. las Confesiones de Jeremías: por ejemplo
15,10-21). Pero sobre todo, se acrecienta su libertad ante los hombres, cuando
denuncian con crudeza la explotación de los poderosos y de los mismos reyes,
sin miedo a las represalias.
Asimismo, en el Nuevo Testamento, a pesar de que el término “profecía” o
“profetas” es algo ambiguo (pues se refiere tanto a la Escritura entera como
también a las personas que intervienen), se describe al profeta del Antiguo
como la persona que habla movido por el Espíritu Santo: “Jamás profecía al-
guna ha venido por voluntad humana, sino que movidos por el Espíritu Santo 49
ciertos hombres hablaron de parte de Dios” (2 P 1,21).
En consecuencia, el profeta es la persona que se sabe llamada por Dios, con
la misión de hablar de parte de Dios y de hacerlo bajo la moción del Espíritu
Santo.
En el Apocalipsis (19,10) se llega a identificar el “testimonio de Jesús” con el “es-
píritu de profecía”. Es decir, el profeta además de continuar con su función de
comunicar al pueblo su profunda experiencia del amor de Dios, a partir de la
venida de Cristo su misión se concretará en dar testimonio del amor de Jesús (el
Verbo encarnado, la Palabra de Dios) por todos los hombres.

Estos dos elementos –Palabra y Espíritu– constituyen, en definitiva, la espe-


cificidad del profeta:
• El profeta habla de parte de Dios y así lo expresa en las fórmulas habitua-
les de sus oráculos: “Me vino la palabra del Señor”; “escuchad la palabra
del Señor”; “así dice el Señor”; “oráculo del Señor”, etc. Otras muchas ex-
presiones reflejan que la palabra
que el profeta pronuncia es palabra Esta acción divina, esta moción del
de Dios: “La casa de Israel no quie- Espíritu Santo es lo que llamamos
re escucharte porque no quiere es- carisma profético, es decir, la gra-
cucharme” (Ez 3,7). cia especial por la cual el profeta
expresa en lenguaje humano con-
• El profeta habla bajo la moción del
tenidos de la Revelación divina
Espíritu Santo. No significa que el
profeta hable al dictado o que repi-
ta maquinalmente lo que Dios ha dejado grabado de modo sobrenatural
en su mente. Cada profeta tiene su estilo propio, su sensibilidad, su imagi-
nación, su contexto social y su intencionalidad inmediata. Todo ello queda
reflejado en el lenguaje que usa, lo mismo que cualquier persona habla o
escribe con el acento de su región y sus modismos personales. Dios actúa
en el profeta de un modo tal, que no solo no merma sus facultades natu-
rales, sino que las acrecienta, puesto que le estimula internamente para
expresar del mejor modo posible el mensaje que tiene que proclamar.

b)  La profecía según Santo Tomás de Aquino


Santo Tomás estudió en profundidad la profecía (De Ver., 12; S. Th., II-II, 171 a
174; S. contra Gentiles, III, 154).
• Distingue cuatro tipos de profecía, según que el modo de recibir los datos
(«especies», en lenguaje tomista) fuera por vía intelectual, por vía imagi-
50 nativa, por visión infusa o por visión natural. Considera menos perfecta la
profecía que se realiza por esta última vía, porque necesita en menor grado
de la intervención inmediata de Dios.

• Deduce también que el don de profecía no es permanente, como lo es


la gracia santificante. Una persona puede ser elegida para pronunciar un
oráculo determinado y no volver a hablar en nombre de Dios (cfr. Quodlib.
12, 1.17, a.26).

• Entiende la profecía en el sentido amplio neotestamentario, es decir, apli-


cándolo a la persona del profeta pero también al hagiógrafo que puso por
escrito la palabra de Dios.

• Define la profecía como un carisma (una gracia “gratis data”, un don) re-
cibido para el bien de la comunidad que se sitúa en el orden del conoci-
miento.

• Esta conexión con el conocimiento ha sido subrayada también por autores


recientes:
“La profecía bíblica responde a la nostalgia de un conocimiento, pero no del cono-
cimiento del mañana, sino del conocimiento de Dios y su proyecto para la historia
del pueblo” (A. Neher, La esencia del profetismo, p. 9).

“La profecía no es simplemente la aplicación de normas eternas a la situación


humana particular, sino más bien una interpretación de un momento especial de
la historia, un entendimiento divino de la situación humana. La profecía, entonces,
puede definirse como la “exégesis de la existencia desde una perspectiva divina” (A.
Heschel, vol. I, p. 28).

“La esencia de la profecía no radica (…) en lo que captan los sentidos o se produce
en la imaginación, sino en la sabiduría que Dios infunde para conocer su sentido”
(G. Aranda, Daniel, 24).

• Para Santo Tomás lo principal en la revelación –a la que comprende en el


marco del carisma de profecía– era la iluminación de la mente por Dios
para poder juzgar y conocer el sentido de las visiones/sueños. A esta ele-
vación de las facultades cognoscitivas en el sujeto que lo recibe, entendida
como una luz sobrenatural (cfr. De Veritate, XII, 7), la llama «inspiratio pro-
phetica».

• La revelación consiste entonces, según Santo Tomás, en una luz divina,


iluminación por la cual el entendimiento de la persona que recibe la reve-
lación es elevado a conocer la verdad inteligible (cfr. S. Th., I, q. 1, a. 9).
• En consecuencia, el conocimiento profético se entendería, fundamental- 51
mente, como una luz sobrenatural donde lo esencial es el juicio sobrena-
tural emitido, aunque los elementos sobre los que recae el juicio los hubie-
ra recibido por conducto natural.
S. Agustín presenta el caso de los sueños del faraón (Gn 41), quien recibió los
elementos de juicio, pero no gozó de una especial iluminación para dar un juicio
sobre el sentido de los elementos captados en el sueño. Sin embargo, José recibió
por conducto natural (a través del faraón) el contenido del sueño (los elementos
de juicio), pero juzgó sobrenaturalmente sobre el sentido del sueño mediante el
“lumen propheticum”. Por eso, en este caso, José es el verdadero profeta y no el
faraón (cfr. De Genesi ad litteram, XII: PL, XXXIV, 453-486).

c)  El carisma de inspiración y el de profecía

Puesto que en la síntesis tomista la inspiración se situaba en relación con el ca-


risma de profecía, y este se veía como una iluminación sobrenatural del juicio
humano, la inspiración quedó reducida a este ámbito durante mucho tiempo.
“Como resultado de este modo de enfocar la cuestión se fijaba la atención preferentemente
en el conocimiento sobrenatural que se infundía por vía de revelación a los intermedia-
rios humanos de la Palabra de Dios, más que en la transmisión (oral o escrita) de dicha
Palabra” (P. Grelot, «La inspiración de la Sagrada Escritura y su interpretación.
Comentario al capítulo III», p. 32).

Todavía hoy se sigue profundizando en el concepto de inspiración que trans-


mite la Dei Verbum (cfr. documento de la PCB de 2014: Inspiración y verdad de la
Sagrada Escritura). Hasta ahora se han conseguido individuar algunas diferen-
cias entre los dos carismas.

• La inspiración. El mismo Espíritu Santo actúa en la composición de los


libros santos: “La Revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece, ha
sido puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo” (DV, n. 11).
A esta intervención del Espíritu Santo se denomina inspiración: “Todos
los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son
sagrados y canónicos, en cuanto que escritos por inspiración del Espíritu
Santo tienen a Dios como autor, y como tales han sido entregados a la Igle-
sia “ (DV, n. 11). El carisma de la inspiración, por tanto, garantiza que los
libros que la Iglesia ha recibido como Libros Santos contienen la palabra
de Dios, porque “Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas
sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos,
como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y solo lo que Dios que-
ría” (DV, n. 11).
52 • El carisma profético. La Sagrada Escritura da testimonio de que Dios se
sirve de los profetas como de interlocutores con el pueblo. “En diversos
momentos y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres
por medio de los profetas” (Hb 1,1). El Concilio Vaticano II hace hincapié
en la acción del Espíritu Santo en la enseñanza de los profetas. En la Cons-
titución dogmática sobre la Divina Revelación (cap. I) dice que Dios “des-
pués de los patriarcas, instruyó al pueblo por
medio de Moisés y los profetas para que lo
El capítulo 36 de Jeremías es un reconocieran como Dios único y verdadero”
buen ejemplo para señalar la
(DV, n. 3). Todavía con más claridad al tratar
diferencia entre el profeta que
proclama los oráculos y el ama- del “Antiguo Testamento” (cap. IV) enseña:
nuense que los pone por escrito “Israel fue experimentando la manera de
obrar de Dios con los hombres, la fue com-
prendiendo cada vez mejor al hablar Dios por
medio de los profetas y fue difundiendo este conocimiento entre los pue-
blos” (DV, n. 14).
Profecía e inspiración son, por tanto, dos carismas que tienen entre sí muchos
puntos comunes, pues ambos transmiten la Palabra de Dios. Pero también se
aprecian entre ellos algunas diferencias:
• El de profecía se orienta a la manifestación oral de la Revelación; ade-
más, el profeta es consciente de su carisma, puesto que se sabe portador de
la Palabra de Dios.
• El de inspiración, en cambio, se orienta a la puesta por escrito de la Re-
velación; asimismo, el hagiógrafo no necesariamente es consciente de la
inspiración divina.
En definitiva, ambos reciben la Revelación, pero con distintos objetivos:
• el profeta, para expresarla con palabras;
• el hagiógrafo, para transmitirla por escrito.
El don de profecía podría describirse entonces como la acción del Espíritu
Santo sobre las personas escogidas para expresar en voz alta la Palabra de
Dios. Al cumplir su misión, los profetas usaron de todas sus facultades y ta-
lentos (entre ellos los gestos). De este modo –estableciendo una analogía con
Dei Verbum 11–obrando Dios en ellos y por ellos transmitieron de palabra todo
y solo lo que Dios quería.
53
Ejercicio 1.  Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• Forma (Gattung) • Lumen propheticum
• Monolatría • Carisma
• Actualización • Capa redaccional
• Ayes (oráculo) • Hagiógrafo

Ejercicio 2.  Guía de estudio


Contesta brevemente a las siguientes preguntas:
  1. ¿En qué consiste la llamada “fórmula del mensajero” (también denominada
como “estilo del mensajero”)? ¿A qué tipo de género profético se vincula?
  2. ¿Qué es un oráculo? ¿Cuáles son sus tipos?
  3. A la vista del cap. 36 de Jeremías, ¿cuáles son, a grandes rasgos, las etapas de
formación de los libros proféticos en general?
  4. ¿Qué diferencias hay entre el carisma de inspiración y el de profecía?
  5. ¿Cuándo se desarrolla y en qué consiste el llamado mesianismo sin Mesías?

Ejercicio 3.  Comentario de texto


1. Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los conteni-
dos aprendidos:
«Por el don de la profecía se confiere a la mente humana algo que supera la facultad
natural en ambos casos: a saber, en el juicio, por el influjo de la luz intelectual, y en la
recepción o representación de las cosas, que se verifica por algunas especies (…). Y de
estas dos cosas, lo primero es lo principal en la profecía, porque en el juicio se completa
el conocimiento. Por esto, si a alguno se le ofrece la representación de algunas cosas
mediante semejanzas imaginarias, como al Faraón (Gn 41) y a Nabucodonosor (Dn 2), o
por semejanzas sensibles, como a Baltasar (Dn 5), este tal no es reputado profeta, a me-
nos que sea iluminada su mente para juzgar y conocer el sentido de aquellas visiones.
Semejantes apariciones son algo imperfecto en el orden profético, por lo cual algunos
los llaman “éxtasis profético”, como la adivinación de los sueños. En cambio, será profe-
54 ta con solo que sea iluminada su inteligencia para juzgar aun aquellas cosas que otros
han visto en visión imaginaria, como declaró José al Faraón el sentido de sus sueños»
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae,
II-II q.173 a.2: cfr. también De Veritate q.12 a.7.

***

2.  Lee el texto de Ezequiel 12,1-16 y explica la estructura de los dos géneros literarios
que pueden encontrarse: una acción simbólica y un oráculo. Delimita también el tipo
de oráculo del que se trata.
55
TEMA ISAÍAS (YESHAYAHU:
3 “EL SEÑOR SALVA”)
En la Biblia cristiana el libro de Isaías es el primero de los cuatro profetas
mayores, no solo porque Isaías vivió antes que los otros tres, sino tam-
bién porque el libro que contiene sus oráculos es, tal vez, el más impor-
tante de los escritos proféticos. De este se dice en el li-
bro del Eclesiástico que vivió en tiempos de Ezequías,
“Mirad, la virgen está encinta y
rey de Judá (716-687 a.C.), vio el fin de los tiempos y
dará a luz un hijo, a quien pon-
drán por nombre Enmanuel” consoló a los «afligidos de Sión», es decir, a los deste-
(Is 7,14) rrados a Babilonia (cfr. Si 48,26-28). También en la Bi-
blia hebrea es el primero de los profetas «posteriores»,
es decir, precede a Jeremías y a Ezequiel y a los doce
profetas menores.
Isaías es el libro del Antiguo Testamento más citado en el Nuevo, des-
pués de los Salmos. Es, asimismo el que anuncia con más claridad a Jesu-
cristo y la economía cristiana: «Tan es así, que algunos dicen que es más
evangelista que profeta» (S. Agustín, De civitate Dei 18,29,1).

SUMARIO
1. ESTRUCTURA Y SÍNTESIS DEL CONTENIDO •  2. COMPOSICIÓN Y MARCO
HISTÓRICO • 3. ENSEÑANZA • 4. EL LIBRO DE ISAÍAS A LA LUZ DEL NUEVO
TESTAMENTO.
56 1.  Estructura y síntesis del contenido

Al comienzo del libro se señala que las visiones y oráculos del profeta tuvie-
ron lugar en tiempos de los reyes de Judá, desde el reinado de Ozías hasta el
de Ezequías (1,1). En otros lugares el libro expone sucintamente las relaciones
del profeta con los reyes Ajaz y Ezequías, y da cuenta de los acontecimientos
históricos en los que se encuadran los oráculos que pronunció (7,1-17; 36,1-
39,8).
Pero a partir del cap. 40 cambia el tono del libro. Encontramos exhortaciones
dirigidas al pueblo de parte de Dios, en las que se le consuela y se le dan mo-
tivos de esperanza (40-55) y en las que se le insta a un comportamiento justo y
religioso como respuesta a la maravillosa restauración que el mismo Dios hace
de Jerusalén (56-66). Todas estas exhortaciones no se atribuyen ya directamen-
te a Isaías, ni están insertadas en la descripción de acontecimientos históricos
concretos; es más, reflejan situaciones del pueblo distintas a las de la época de
los reyes. Las exhortaciones suponen el destierro de Babilonia y la vuelta de
los desterrados.
A partir de las observaciones precedentes el libro de Isaías se puede dividir en
tres partes según su contenido y según el trasfondo histórico que aparece en
cada una de ellas.
A) Comprende los caps. 1-39 y se le ha designado como el «Protoisaías» o Pri-
mer Isaías, aunque preferimos denominar a esta sección como primera parte
de Isaías. Refleja la época de los reyes de Judá y recoge las visiones y oráculos
del profeta del siglo VIII. Desde el punto de vista estructural, suelen distin-
guirse las siguientes secciones en esta primera parte:
• Oráculos destinados al pueblo de Dios (caps. 1-12): trata de la amenaza
que se cierne sobre Israel y Judá. Contiene el llamado Libro del Emmanuel
(6-12).
• Oráculos contra las naciones (caps. 13-23): aunque también incluye un
oráculo contra Jerusalén (que no puede considerarse como nación extran-
jera: 22,1-14) y otro contra una persona individual (Sebna: 23,15-18).
• «Gran Apocalipsis de Isaías» (caps. 24-27): anuncia el juicio del Señor so-
bre los pueblos; es un juicio que traerá un castigo en el día del Señor, pero
en el que se abren esperanzas de salvación.
• Amenazas contra Judá y Jerusalén (caps. 28-33): también se le denomina
como los Ayes de Isaías, porque comienzan con esa interjección de lamen-
to (28,1; 29,1.15; 30,1; 31,1; 33,1) que anuncia las penalidades que esperan 57
a Jerusalén por sus pecados, si bien se alimenta la esperanza de que la
destrucción no será total.
• «Pequeño Apocalipsis» (caps. 34-35): donde se vuelve al tema del juicio
del Señor y a dar ánimos para aguardar la salvación.
• Apéndice histórico (caps. 36-39): sección narrativa, repetida en 2R 18-20,
en la que se habla de la destrucción realizada en Judá por las tropas asirias
de Senaquerib, aunque al menos por el momento se salvó de esa gran de-
solación un pequeño resto, el constituido por aquellos que permanecieron
junto con el rey Ezequías en la ciudad de Jerusalén.
B) La segunda parte abarca los caps. 40-55. También se le ha llamado «Deute-
ro-Isaías» o Segundo Isaías. Hay argumentos para pensar que estos capítulos
no los escribió el profeta Isaías.
• Unos son de índole histórica: Jerusalén ha sido destruida tal como se pro-
fetizaba en 1,21, y la esperanza se pone en la vuelta de los desterrados
tras el edicto de Ciro el persa, al que se califica de «ungido» (45,1), y en
la reconstrucción de Jerusalén (44,26-28; 49,14-23); los destinatarios de los
oráculos son los exiliados de Babilonia (43,14; 48,20); la dinastía davídica
no se menciona más que una vez y solo para indicar que sus atribuciones
se han transferido a todo el pueblo (55,3-5).
• Otros son de carácter literario: el talante amenazador de los oráculos de
la parte anterior ha cambiado por los oráculos de consuelo que anuncian
una futura restauración a las gentes abatidas, castigadas por sus pecados
y desesperanzadas; desaparecen las referencias biográficas del profeta; el
estilo conciso, fuerte, brillante e incisivo, de factura poética perfecta, de la
primera parte cede generalmente ante unas construcciones más retóricas.
• En esta segunda parte se suelen distinguir dos secciones, precedidas de
un prólogo que abarca 40,1-11:
B1) 40,12-48,22: tiene como trasfondo histórico el exilio de Babilonia, la elec-
ción y la misión de Ciro el persa, la liberación de los deportados y su vuelta a
la tierra. En esta sección está insertado el «primer canto del Siervo».
B2) 49,1-55,13: proclama la salvación divina y la restauración de Jerusalén a la
vuelta del destierro. En ella se encuentran los tres restantes «cantos del Sier-
vo».
C) Incluye los caps. 56-66 y recibió el nombre de «Trito-Isaías» o Tercer Isaías.
Corresponde a la tercera parte de Isaías. En el trasfondo de esta parte del libro
58 se aprecian los problemas que surgieron en Judá, y sobre todo en Jerusalén, a
la vuelta del exilio de Babilonia. El entusiasmo inicial de los repatriados tro-
pezó con la cruda realidad: la tierra de Judá estaba completamente devastada;
los recursos eran muy escasos; los proyectos de los que llegaban del exilio y
los de quienes habían permanecido en el país presentaban discrepancias y
tensiones; el sistema persa, no obstante su tolerancia y el respaldo de la paz
en líneas generales, era al fin y al cabo, un dominio extranjero. El mensaje
profético urge a la fidelidad a Dios y a la rectitud en las prácticas religiosas.
Al mismo tiempo proyecta la esperanza a una restauración maravillosa de
Jerusalén y de la tierra.
No es fácil captar el origen y la conexión de los oráculos de esta tercera parte,
ni su datación precisa.
C1) Comúnmente se ve en los caps. 56-59 una sección de carácter introducto-
rio, con amplia temática:
• denuncia profética frente a criterios injustos de admisión en la comunidad
del pueblo de Dios (56,1-8);
• abusos de dirigentes y recriminación de restos de idolatría (56,9-57,21);
• crítica del culto meramente externo (58,1-14);
• y denuncia de pecados (59,1-15a).
C2) Los caps. 60-62 constituyen la sección central y contienen el mensaje fun-
damental de esta parte: la gloria y el esplendor de la nueva Sión (caps. 60 y 62)
y el envío del Espíritu del Señor sobre el profeta (61,1-11).
C3) Los caps. 63-66 hacen de conclusión no solo de esta parte sino de todo el
libro. Consta de diversos oráculos:
• juicio de varias naciones (63,1-6);
• recuerdo de las bondades de Dios con Israel y anhelo de la manifestación
divina (63,7-64,11);
• el juicio escatológico, la nueva creación y la paz mesiánica (65);
• un oráculo sobre el Templo, el culto y el juicio de Dios (66,1-6) y otro sobre
el nuevo pueblo que ha de nacer (66,7-17);
• un discurso escatológico anunciando la peregrinación de los pueblos a Je-
rusalén (66,18-24).
2.  Composición y marco histórico 59
Por los contextos históricos aludidos que refleja la redacción actual del libro,
es lógico pensar que su composición se desarrolla en un arco histórico de más
de dos siglos, desde el año 733 a.C. (año de la muerte del rey Uzías y comienzo
del ministerio profético de Isaías) hasta los tiempos que siguieron a la vuelta
de los exiliados de Babilonia, esto es, hacia el 525 a.C.

A)  Diversas explicaciones de la formación del libro

Para explicar el proceso de composición que dio como resultado el libro de


Isaías tal como nos ha llegado en la Biblia, se han propuesto en tiempos recien-
tes diversas hipótesis que pueden reducirse fundamentalmente a tres:

• La de quienes piensan que existió un núcleo inicial de la época de Isaías,


contenido en los caps. 1-39, al que se habrían añadido en la época del des-
tierro en Babilonia, a modo de actualización o relectura, los caps. 40-45 y,
en época persa, tras la vuelta del destierro, los caps. 56-66, completando
los textos ya existentes con significativos retoques.

• La de quienes hablan de dos o tres «Isaías», es decir, de la existencia origi-


naria de obras distintas pertenecientes a profetas diferentes, que después
llegaron a unirse. Esta consideración coincide con la hipótesis anterior en
dividir el libro en tres partes (caps. 1-39; 40-55 y 56-66). La primera sería
atribuible al propio Isaías en la mayoría de los pasajes; la segunda se de-
bería a un desconocido «profeta», el «Deutero-Isaías» (J.C. Döderlein y J.G.
Eichhorn); la tercera sería la obra de un tercero, el «Trito-Isaías» (B. Duhm).
Esta hipótesis ha sido muy seguida por los especialistas debido a sus bases
razonables, pero presenta serias dificultades y, sobre todo, corre el riesgo
de romper la unidad de la obra.

• La de quienes se inclinan por una redacción tardía del libro en cuanto


tal. Este habría sido compuesto después del destierro con materiales ya
existentes, algunos incluso del siglo VIII a.C. Quienes siguen esta línea
de explicación intentan esclarecer cuál sería el centro del libro sin llegar a
un acuerdo: para unos sería la segunda parte (caps. 40-55), a la que se ha-
bría antepuesto a modo de amplia introducción la primera (caps. 1-39) y
añadido la tercera como una conclusión desarrollada (caps. 56-66); para
otros la parte más importante sería la tercera, a la que se sumó todo lo
demás.
60 B)  Etapas en la redacción y contexto histórico de cada una
Recogiendo los aspectos más interesantes que se ponen de relieve en las dis-
tintas hipótesis, podemos suponer que la redacción del libro de Isaías se lle-
vó a cabo en varias etapas, pero manteniendo siempre el mismo espíritu que
había guiado al profeta Isaías en su tiempo y haciendo actual su mensaje en
cada circunstancia vivida por el pueblo. Como es lógico, todo este proceso se
desarrolló bajo la acción del Espíritu Santo, que garantiza la inspiración de
todo el libro. Así pues, los momentos más importantes que contribuyeron a la
formación del libro serían los siguientes:
1) La etapa originaria de formación de la obra respondería a la época misma
en la que vivió el profeta Isaías. A grandes rasgos se corresponde con la
primera parte del libro (caps. 1-39), aunque no todos los oráculos de esa
parte parecen de la misma época: se ha supuesto un núcleo inicial autén-
tico de Isaías (caps. 1-11; gran parte de los oráculos contra las naciones;
caps. 28-32) y otros que se fueron añadiendo más tarde (24-27). Es en esta
parte, además, donde se encuentran los datos que tenemos de la vida del
profeta.
• Era hijo de Amós (1,1) –al que no hay que confundir con el profeta de ese
nombre– y todo parece indicar que nació hacia el 760 en Jerusalén, pues
allí predicó y allí debió de adquirir la vasta cultura literaria y religiosa, que
difícilmente podría haber conseguido en otro lugar.
• Dios llamó a Isaías al ministerio profético el año de la muerte de Uzías
(=Azarías), aproximadamente el año 733 a.C., con una visión de la gloria
del Señor en el Templo. El relato de su vocación (6,1-13) es especialmente
importante, pues en él aparecen cuatro temas que vertebran toda su ense-
ñanza:
– la santidad de Dios;
– la conciencia de pecado como impureza y profanación;
– la inminencia de un castigo inevitable;
– y la esperanza de salvación.
• Poco después de iniciar su ministerio contrajo matrimonio con «la pro-
fetisa» (Is 8,3), de la que tuvo al menos dos hijos a los que puso nombres
simbólicos (cfr. Is 7,3 y 8,3):
– Sear-Yasub («un resto volverá»);
– y Maher-salal-jas-baz («saqueo inmediato, rápido botín»).
• Isaías desarrolló su actividad profética durante unos cuarenta años y su 61
muerte suele situarse a principios del siglo VII, aunque no hay noticias
seguras de ella. Una tradición judía, recogida en el libro apócrifo La As-
censión de Isaías (5,1), dice que fue asesinado por el rey Manasés (698-642),
cortándole con una sierra, por haber comparado a Jerusalén con Sodoma y
Gomorra (Is 1,10; cfr. Hb 11,37).
• Su actividad coincidió en líneas generales con la política expansionista y
violenta del imperio asirio, que comenzó con Teglatpalasar III (745-727),
continuó con Salmanasar V (726-722), Sargón II (721-705) y Senaquerib
(704-681).
El año 735, los reyes de Siria e Israel penetran en Judá, con el intento de reforzar
una liga en contra de Asiria y, con la ayuda prometida por Egipto, poder detener
su avance. Isaías persuade a Ajaz, rey de Judá (743-727), de que no entre en la
liga (Is 7,1-16). Asiria invade imparable Siria e Israel, pero no Judá, a la que, sin
embargo, impone tributo.
Durante el periodo de regencia que siguió a la muerte de Ajaz debido a la minoría
de edad de Ezequías (727-698), Samaría, capital de Israel, cae el año 722 a manos
de Asiria, que lleva a cabo una limpieza étnica: deporta a las personas importan-
tes e implanta a extranjeros en su territorio.
Egipto, mientras tanto, sigue alentando la oposición a Asiria en los países de la ri-
bera oriental del Mediterráneo. Finalmente, la insurrección contra Asiria estalla a la
muerte de Sargón II (705), a la que Isaías se opone con la fuerza de sus oráculos: su-
marse a la rebelión sería un fracaso suicida. Sin embargo, no es escuchado y el 701,
bajo Senaquerib, Judá es invadida y devastada por los asirios, que cercan Jerusalén.
No obstante, Isaías proclama que la ciudad de David es protegida por Dios y no
será tomada (cap. 37), como, en efecto, así sucedió: los sitiadores inopinadamen-
te levantaron el cerco (37,36-38). La sorprendente liberación de Jerusalén ocurre
hacia el año 700. Los años que siguen son de relativa calma para Judá hasta que
la presión de Asiria cede.

• En ese contexto histórico Isaías ejerció un influjo religioso profundo, con


importantes repercusiones en los acontecimientos del reino de Judá, a lo
largo de cuatro décadas.
• A estas circunstancias se añaden la perfección y belleza de su lenguaje y
la fuerza de sus visiones e imágenes, cualidades que le convirtieron muy
pronto en el clásico por excelencia de la poesía hebrea o, en palabras de L.
Alonso Schökel, “el Dante de la literatura hebrea”.
2) Otro momento importante que se detecta en la redacción del libro de Isaías
es el de la cautividad en Babilonia, cuando los desterrados ven cercano el
62 momento del retorno a su tierra. Es el contexto de los caps. 40-55 que ha-
cen relación a unas circunstancias históricas posteriores a la primera parte
en más de un siglo, con la mención expresa de Ciro el Grande. Se corres-
ponde con la segunda parte del libro, donde se ofrecen nuevas respuestas
a la situación de ruina creada en el destierro.
• El pueblo opresor ahora no es Asiria sino Babilonia, que conquistó Jerusa-
lén el año 587-586 a.C. y, en varias etapas, fue llevando cautivos a Babilo-
nia a los habitantes más importantes de Jerusalén y de Judá.
En esos años se van sucediendo las victorias de Ciro, rey de los persas. El año 553
derrota a Astiages, rey de los medos, destruye su capital Ecbatana el 550, coro-
nándose rey de Persia y Media, y el 546 vence a Creso, rey de Lidia, conquistando
su capital, Sardis. Como consecuencia, Babilonia queda rodeada del poder persa
mientras se ve envuelta en luchas interiores de carácter político y religioso.
• En estas circunstancias, en que la desesperanza de los desterrados emerge
(40,27; 49,14), se presenta un mensaje de consuelo. Por una parte, se re-
cuerdan las acciones del Señor en la creación y en la liberación a Israel de
Egipto, prototipo de todas las intervenciones que ha hecho Dios en favor
de su pueblo; a la vez, se ofrecen perspectivas de esperanza, con el anuncio
del retorno a la tierra como un nuevo éxodo.
• Al afrontar la nueva situación el autor sagrado lo hace según el mismo es-
píritu de Isaías y se realiza una verdadera «actualización» de su mensaje,
intentando incluso seguir su misma pauta literaria.
3) En los caps. 56-66 se refleja otro momento histórico. Se trata de la situación
vivida en Judá a la vuelta del destierro. Se corresponde a grandes rasgos
con la tercera parte de Isaías.
• Derrotada Babilonia de modo inesperadamente rápido, el año 539 Ciro el
Grande, rey de los persas, emite el edicto de libertad a los exiliados. Estos
pueden volver a su tierra de Judá y reconstruir el Templo de Jerusalén (cfr.
Esd 1,2-4 y 6,2-5). Sin embargo, cuando los deportados regresan se encuen-
tran con circunstancias terriblemente precarias y duras. El país está des-
hecho y los que se habían quedado en él ven amenazadas sus posesiones y
hasta su relativo bienestar con la llegada de los exiliados.
• Junto con denuncias proféticas de infidelidades, de vicios, del culto mera-
mente externo, encontramos visiones de esperanza y de ánimo para perse-
verar frente a las dificultades externas e internas.
• Los oráculos de esta parte se orientan cada vez más hacia horizontes que
trascienden las condiciones de la historia meramente humana y se proyec-
tan en «unos cielos nuevos y una nueva tierra» (65,17), presididos por la 63
«Gloria del Señor» (60,1) en la nueva Jerusalén (60,4-22), adonde acudirán
las naciones de la tierra como hacia la luz y la esperanza (60,3). Es decir, se
abren ya al horizonte escatológico.
• Al mismo tiempo se continúa perfilando una perspectiva universalista
(56,1-8; cap. 60), muy por encima de la visión nacionalista de otros escritos
veterotestamentarios.

C)  Unidad de la obra


El libro de Isaías nos ha llegado como una unidad literaria que la tradición
judía y cristiana atribuye al gran profeta Isaías. De este se dice en el libro del
Eclesiástico que vivió en tiempos de Ezequías, rey de Judá (716-687 a.C.), vio
el fin de los tiempos y consoló a los «afligidos de Sión», es decir, a los desterra-
dos a Babilonia (cfr. Si 48,26-28). El texto hebreo de Isaías está documentado
entre los escritos de Qumrán: existe un ejemplar con el texto completo (1Q
Isa) y otro con pasajes de casi todo el libro (1Q Isb), ambos del siglo I a.C. La
versión griega de los Setenta coincide en cuanto a su contenido con la tradición
del texto masorético.
No sabemos cuándo adquirió el libro de Isaías la forma final que tiene ahora
en la Biblia. Algunos autores recientes la retrasan hasta el final del s. IV a.C.
Sin embargo, puesto que el último contexto histórico reflejado en él es el de la
situación del pueblo tras la vuelta del destierro, podemos pensar que se com-
pletó a finales del siglo VI a.C.
Se trata de una época en la que los oráculos proféticos que infundían esperanza
en el pueblo tuvieron gran relieve, como lo muestran los libros de Ageo, Zacarías
y Malaquías. Después, con la reforma de Esdras a mediados del siglo V a.C., la
mayor atención desde el punto de vista religioso se puso en la Ley de Dios y en su
interpretación, considerándose en general que el espíritu de profecía había cesa-
do y no volvería a surgir hasta los tiempos mesiánicos (cfr. Za 13,3-6; Ml 3,22-24).
Puesto que Isaías era el profeta que en su tiempo había anunciado con más cla-
ridad y fuerza el advenimiento del Mesías hijo de David (7,3-14), a él también
podían asignarse oráculos que, pronunciados con el mismo espíritu de parte de
Dios, se encaminaban a la consolación de Israel (40,1-20) y hablaban de la venida
del Señor para renovar todas las cosas, creando unos nuevos cielos y una nueva
tierra (66,18-24).
A pesar del aparente desorden en la estructura del libro y aunque ciertamente
se detecten diversas etapas en la redacción del libro, solo tomando el libro
como un todo unitario se podrá ver su hilo conductor y se hará justicia a la
forma en que Dios ha querido que fuera transmitido en la Biblia.
64 En la actualidad, aunque a grandes rasgos se mantiene la división del libro
en 3 partes, se prefiere una lectura más unitaria del libro, evitando hablar
tanto de tres profetas diferentes y atendiendo más a la coherencia teológica y
literaria que presenta el libro en su forma final (B. Childs, R. E. Clements, etc).
El libro en su conjunto se presenta como una sola obra con carácter unitario,
no solo por haberse atribuido toda ella a Isaías, sino también por:
• Algunas relaciones internas en su estructura, como la que se establece en-
tre los caps. 2 y 66, que forman una especie de marco en el que se incluye
el contenido del libro, siendo el cap. 1 como una introducción o prólogo a
todo el conjunto.
• Los temas comunes que aparecen en las tres partes del libro:
• el título Santo de Israel designa al Señor que juzga (5,19), al Señor que
salva (43,14) y al Señor que glorifica al pueblo (60,9-14);
• la gloria experimentada como realidad que llena la tierra (6,3) se reve-
lará a todos los hombres (40,5) y otorgará la salvación reservada a los
repatriados (60,1-3);
• la justicia presentada como ideal divino que los hombres han de imitar
(26,9), en la segunda parte es justicia-salvación (45,8; 51,5.6.8) o justicia-
paz (48,18; 54,13-14) y lo mismo en la tercera (56,1);
• el pecado, cuyo perdón se prevé para el futuro (39,24), en la segunda
parte ya ha sido perdonado (40,1-2), y en la tercera es objeto de arrepen-
timiento personal sincero (64,8);
• El sentido teológico que se aprecia en el conjunto del libro (F. Ramis):
• Prólogo (1,2-31): descripción de la indignidad del pueblo idólatra.
• Cuerpo del libro (2,1-64,11): proceso de conversión.
• Epílogo (65-66): pueblo convertido que atraerá a todos los pueblos a
Sión.
• Así pues, el libro describiría la evolución del pueblo, que pasa (J. Verme-
ylen):
• de la rebelión a la fidelidad; de la sordera a la escucha; de las tinieblas a
la luz;
• de un culto que Dios no soporta (1,10-20); a cambiar con la ayuda de
Dios (43,1-7); y a revelar a las naciones la salvación (66,7-14).
3. Enseñanza 65
De entre los libros del Antiguo Testamento, el de Isaías es uno de los más
importantes por su enseñanza y su doctrina: sobre Dios, sobre el hombre y
sobre la salvación.
El libro refleja la paradoja de la historia dramática y venturosa del pueblo de
Dios durante algo más de dos siglos. Además, con palabras de San Jerónimo
en su Prólogo a Isaías, este «libro es como un compendio de todas las Escritu-
ras». Podrían aducirse textos de Isaías prácticamente para cada punto de la
doctrina cristiana. A la vez, Isaías abre amplios horizontes hacia la plenitud de
la Revelación en el Nuevo.
Sin embargo, a la hora de elegir las cuestiones más significativas, habría que
acudir a los motivos que recorren todo el libro:
• la trascendencia de Dios;
• la ofensa que supone contra Él el pecado del hombre.
Y a un motivo específico de cada parte del libro:
• el mesías futuro en la primera parte;
• la universalidad de la salvación en la segunda;
• y la esperanza escatológica en los capítulos finales.

A)  El Dios que se revela en Isaías


Isaías, varias décadas después de Amós y Oseas, describe la santidad de Dios,
su transcendencia sobre todas las criaturas celestiales y terrestres:
• Dios es el soberano de «tremenda majestad», envuelto en el misterio gran-
dioso y fascinante de su gloria. Ante su presencia, las criaturas –ángeles y
hombres– tiemblan de respeto y de temor.
• En el origen de esta doctrina está la experiencia de Isaías en el Templo: su
vocación en el marco de la visión de la majestad divina (6,1-3). El Señor,
que es el «Santo de Israel» (5,19.24; 12,6; 17,7; 30,11.12.15), se le aparece
sentado en un trono de gloria y los serafines le rodean en actitud de máxi-
ma adoración clamando: «Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos».
A la vez, Dios se manifiesta como un ser personal, un Dios que interpela al
hombre y que es presentado con atributos y cualidades antropomórficas:
• Se habla de «los ojos de Dios» (1,15.16; 37,17; 38,3; 43,4; 49,5);
66 • de «su mano poderosa» (1,25; 9,11.16.20);
• de «su aliento que inunda y purifica» (11,15; 30,33);
• o de «su espíritu» que infunde sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza,
ciencia y temor (11,2).

B)  Los pecados de Jerusalén y de Judá

La contrapartida a la grandeza de Dios es la pequeñez del hombre, especial-


mente cuando peca. Desde su visión inaugural, Isaías contempla, frente a la
santidad de Dios, a la criatura débil y llena de pecado. El hombre que debería
reconocer con humildad a su Hacedor, se subleva obstinadamente contra Él.
Por eso, el gran pecado es el orgullo y la autosuficiencia (2,6-4,1; 9,7-10,4.12-
19; 13,11-22; 23,9; etc).
• El pecado es rebelión contra Dios (1,2.4), desprecio de Dios (3,8-9; 5,4-6.24;
8,6; 28,12; 29,15-16; 30,9-13), burla del Señor (5,18-19).
• La vanidad de las mujeres (3,16), la indiferencia religiosa (5,19), el ape-
gamiento a las riquezas (2,7), la seguridad en las fortificaciones militares
(17,3; 22,5-11) o en las armas (2,7; 22,6; 31,1) o en las alianzas políticas (30,1)
son, antes que nada, muestras de desconfianza en Dios.
El castigo divino, en consecuencia, debe significar una humillación del hom-
bre y en eso consistirá el día del Señor (2,11-16). Los rebeldes y orgullosos
deben desaparecer; toda altanería y toda altivez serán abatidos ante la gloria
del Señor.

C)  Mesianismo real

El centro de la predicación de Isaías, recogida en la primera parte del libro, es


la promesa divina sobre David y sobre Jerusalén.
• En la catástrofe de la invasión asiria desaparecen Israel (año 722 a.C.) y
parte de Judá, pero es enseñanza del profeta que se salvará un resto que ha
de ser después el núcleo de la restauración nacional. Quedará solo «una
décima parte» (6,13), pero de ese tronco saldrá un brote que será la «semi-
lla santa» de los rescatados de Sión (4,2-3).
• Jerusalén, donde habitan los que durante la invasión permanecen fiados
solo en Dios (10,20), los humildes y pobres del Señor (30,18; 33,2), será
fuente de paz mesiánica para todos los pueblos (2,1-5); allí acudirán, a sen-
tarse al banquete mesiánico todas las naciones (19,18-25).
RASGOS DEL MESÍAS Y DE SU ESPÍRITU EN ISAÍAS 67
(cfr. Catecismo, nn. 712-714)

Los rasgos del rostro del Mesías esperado comienzan a aparecer en el Libro del Em-
manuel (Is 6-12), en particular en Is 11,1-2:

Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él
el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y de fortale-
za, espíritu de ciencia y temor del Señor.

Ahora bien, los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo (Is
42,1-9; 49,1-6; 50,4-10 y 52,13-53,12), los cuales anuncian el sentido de la Pasión de
Jesús e indican cómo enviará el Espíritu Santo para vivificar a la multitud: no desde
fuera, sino desposándose con nuestra “condición de esclavos” (Flp 2,7). Tomando so-
bre sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de vida.

Cristo inaugura el anuncio de la Buena Nueva haciendo suyo este pasaje de Isaías
(Lc 4,18-19; cfr. Is 61,1-2):

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a
los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.

Aunque Isaías no utiliza el término «Mesías», es el profeta más representati-


vo del llamado mesianismo regio, que concibe y describe al futuro salvador
con rasgos tomados de la figura del rey.
• A este personaje magnífico se le describe como «Consejero maravilloso,
Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz» (9,5).
La figura del Enmanuel (Dios con nosotros) concentra todas las promesas
(7,14):
• Él reinará sobre su país, será el restaurador de la dinastía davídica, reduci-
da a una simple cepa; será el rey eterno prometido por Dios.
• En él se sintetizarán las grandes corrientes de la esperanza de Israel: la
dinástico-real (7,14), la profética (11,2), la paradisíaca (11,6-9) y la escatoló-
gica (11,9 y quizás 9,6b).
68 D)  Universalidad de la salvación
Durante la cautividad de Babilonia, época en la que se redactó la segunda par-
te de Isaías, Israel reflexionó, quizás más que nunca, sobre su propia existencia
y sobre su historia y sus antiguas tradiciones. Se recurre a tres hitos importan-
tes de la historia de Israel con sus tres personajes característicos: la historia
patriarcal con Abrahán, el éxodo con Moisés, y la monarquía con David.
A diferencia de los profetas precedentes, que presentaban a los imperios po-
derosos (asirios, babilonios) como instrumentos de Dios para castigar a Israel,
ahora se anuncia que Ciro, rey pagano, es el instrumento de salvación en ma-
nos de Dios, que merece incluso el título de Mesías (45,1-6).
Como lo fueron en otro tiempo sus antepasados, o como lo es Ciro entre Dios
e Israel, también el pueblo entero tiene la misión mediadora entre Dios y el
resto de las naciones.
En el libro de Isaías se habla de modo entrañable de la elección del pueblo (43,1;
41,9-14). En razón de esta elección Dios mantendrá su fidelidad con el pueblo
más que una madre con su hijo (49,14-16). Pero no es un don que se limite a ellos
mismos. La elección conlleva la misión: Israel será cauce de salvación para todas
las naciones de la tierra. La restauración que Dios va a realizar en su pueblo tiene
alcance universal: «Todos sabrán que Yo soy el Señor, tu Salvador» (49,26).

El ser y la misión de Israel se compendian en la figura del «siervo del Señor»


(42,1-9; 49,1-6; 50,4-11; 52,13-53,12). Este personaje, tan vilipendiado pero tan
cercano a Dios, es como la representación del pueblo entero y como la figura
del Mesías, que con su expiación vicaria alcanzará la salvación a todos los
pueblos.

E)  La Nueva Jerusalén y el futuro glorioso


En la tercera parte del libro de Isaías no se puede hablar de una doctrina ho-
mogénea, dada la diversidad de oráculos y de momentos en que fueron redac-
tados. Pero, al menos, cabe subrayar el horizonte escatológico y salvífico de
todo el conjunto.
El profeta anima a los israelitas desesperanzados a descubrir una Jerusalén
gloriosa, adonde acudirán de todas las naciones, porque es «la ciudad del Se-
ñor, la Sión del Santo de Israel» (60,14): sus murallas se llamarán «Salvación»
y sus puertas «Alabanza» (60,18). Los epítetos de la ciudad son siempre espi-
rituales (62,4.12; 65,18), para convencer a sus oyentes de que la capital a la que
se refiere, la nueva Jerusalén, no es solo geográfica o política, sino también
símbolo de un orden nuevo.
El profeta termina el libro con la esperanza en un futuro esplendoroso: 69
• Más que una renovación de lo antiguo se trata de la instauración de una
nueva creación y de una alegría hasta ahora desconocida.
• La alegría y la esperanza en un futuro más prometedor de las que habla
el profeta no se cifran en instituciones humanas. Será, en cambio, el Señor
quien instaure definitivamente la justicia (61,8-11) y quien alcance para el
pueblo la salvación sin necesidad de intermediarios (62,1-12).
Estas ideas abren un horizonte nuevo y definitivo, cuya esperanza no queda
limitada a las fronteras de Israel o al tiempo presente: es la visión escatológica
de la que tratarán también los libros de Ageo y Zacarías.

4.  El libro de Isaías a la luz del Nuevo Testamento


El libro de Isaías es citado explícitamente en noventa ocasiones en el Nuevo
Testamento, siendo las citas implícitas más de cuatrocientas. En el origen de
este uso tan frecuente está probablemente la aplicación que hizo Jesús de las
palabras del profeta a los acontecimientos de su vida.
• En la sinagoga de Nazaret, se aplicó a sí mismo las palabras de Is 61,1-
2: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ha ungido…» (Lc
4,16-18).
• Otras veces el Señor vio cumplidas en las vicisitudes de su actividad las
palabras del profeta: así ocurre, por ejemplo, con la incomprensión de su
enseñanza en parábolas por parte de las autoridades (Mt 13,14ss. y par.).
• Pero es especialmente en los acontecimientos de la pasión donde Jesús
se presentó a sí mismo como el Hijo del Hombre que «no ha venido a ser
servido, sino a servir y dar su vida en redención de muchos» (Mt 20,28),
es decir, como el siervo sufriente del que se decía en el libro de Isaías que
cargó sobre él las rebeldías del pueblo elegido y de todos los hombres (cfr.
Is 53,4-5). A partir de su muerte en la cruz y de su resurrección, los Apósto-
les entendieron que en Jesús se habían cumplido aquellos oráculos sobre el
Siervo del Señor. Así, al narrar la pasión del Señor los evangelistas parece
que tienen delante los poemas del Siervo sufriente para mostrar el valor
expiatorio de la muerte de Cristo (cfr. Mt 26,63; 27,13.14 e Is 53,7; Mt 27,38
e Is 53,12).
El libro de los Hechos de los Apóstoles es testigo del valor apologético que los
primeros cristianos le dieron a Isaías (cfr. Hch 7,49-50; 8,32-33; 13,34.47; 14,15;
70 15,18; 28,26-27); y San Pablo ve profetizados en esta obra el rechazo de Israel
y la apertura de la salvación a todas las gentes (cfr. Rm 9,1-11,36). De manera
semejante, también el autor del Apocalipsis describe la esperanza de salvación
futura con textos del profeta.
La tradición patrística sigue el mismo ca- La Iglesia entiende que los profe-
mino que los escritores neotestamentarios. tas predicaron con un horizonte
abierto a los desarrollos posterio-
• Especialmente en las controversias con
res de la historia de la salvación,
los autores judíos, los apologistas cris-
tianos –San Justino, San Ireneo, Tertu- que se cumplirían en el Salvador,
liano– recurren a Isaías y a los Evange- Jesucristo. Con esa comprensión
lios para explicar que en Jesús, y no en escribió San Jerónimo:
otro, se ha cumplido lo anunciado por
«Expondré el libro de Isaías, hacien-
el profeta.
do ver en él no solo al profeta, sino
• Sin embargo, la utilización más fre- también al evangelista y apóstol (...).
cuente de Isaías es la doctrinal. Así, Nadie piense que yo quiero resumir
aunque no faltaron comentarios de los
en pocas palabras el contenido de
Padres al libro de Isaías, sobre todo
este libro, ya que él abarca todos los
emplearon textos del profeta como
misterios del Señor: predice al Em-
sustento de la enseñanza cristiana so-
bre las propiedades de Dios y sobre la manuel que nacerá de la Virgen, que
obra salvadora de Jesucristo. realizará obras y signos admirables,
que morirá, será sepultado y resuci-
El libro de Isaías es –también en este caso
después de los Salmos– el texto del Anti- tará del país de los muertos, y será el
guo Testamento con más presencia en la Salvador de todos los hombres» (Co-
liturgia. mentario a Isaías, Prefacio).

• En algunos momentos del ciclo litúrgi-


co –como Adviento o Navidad– Isaías ocupa casi tres cuartas partes del
anuncio profético del Antiguo Testamento. Por eso, no es extraño que la
iconografía completara el misterio de la Navidad con elementos tomados
de este libro profético –por ejemplo, el buey y la mula (Is 1,3)– que ni si-
quiera están citados en el Nuevo Testamento: para los cristianos el libro,
habla, sobre todo, de su homónimo, es decir, de Jesucristo.
El texto de Jeremías se ha conservado según dos versiones diferentes:
• Una se conoce a través de los manuscritos en hebreo.
• La otra ha llegado hasta nuestros días a través de los códices escritos en
griego.
71
Ejercicio 1.  Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• Brote • Enmanuel
• Relectura • Canon
• Deutero-Isaías • Ezequías
• Siervo del Señor • Ciro

Ejercicio 2.  Guía de estudio


Contesta brevemente a las siguientes preguntas:
  1. ¿Cuál es el contexto histórico que refleja cada una de las tres partes en que se
suele dividir el libro de Isaías?
  2. ¿Cuáles son las razones que llevan a considerar el libro de Isaías como una
unidad?
  3. ¿Qué tipo de Mesías se espera en la segunda parte de Isaías (40-55)?
  4. ¿Por qué se dice de Isaías que es más evangelista que profeta?
  5. ¿Qué importancia tiene la ciudad de Jerusalén en todo el libro de Isaías?

Ejercicio 3.  Comentario de texto


1. Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los conteni-
dos aprendidos:
Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole
la próxima pasión del Hijo del Hombre (cfr. Mt 16,23). Reveló el auténtico contenido de
su realeza mesiánica en la identidad transcendente del Hijo del Hombre “que ha bajado
del cielo” (Jn 3,13; cfr. Jn 6,62; Dn 7,13) a la vez que en su misión redentora como Siervo
sufriente: “el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida
como rescate por muchos” (Mt 20,28; cfr. Is 53,10-12). Por esta razón el verdadero sen-
tido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (cfr. Jn 19,19-
22; Lc 23,39-43). Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser
proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: “Sepa, pues, con certeza toda la casa
72 de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis
crucificado” (Hch 2,36).
Catecismo, n. 440

***
2.  Lee Isaías 61,1-3 y contesta a las siguientes cuestiones:
¿Guarda alguna semejanza con los cantos del Siervo de la segunda parte? ¿Qué tipo
de oráculo es y cuál es su principal tema? En la época del profeta, ¿con qué personaje
podría identificarse la figura del Ungido? Lee Lc 4,16-30 y señala a qué se refiere Jesús
al afirmar que “hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”.
73
TEMA JEREMÍAS
4 LAMENTACIONES Y BARUC
Jeremías es el segundo de los profetas mayores. Su libro figura en la Biblia
Hebrea y en la versión latina de la Vulgata después de Isaías y antes de
Ezequiel. Está centrado en la figura y la predicación del profeta Jeremías,
que vivió en las últimas décadas del reino de Judá. Fueron unos años de
singular importancia, pues en ellos ocurrió la caída del imperio asirio, el
renacer del babilónico y la desaparición definitiva del
“Mira, hoy te he constituido reino de Judá con la caída definitiva de Jerusalén ante
sobre las naciones y los reinos, las tropas de Nabucodonosor (587 a.C.) y la deporta-
para arrancar y abatir, para ción a Babilonia de las personas que tenían más in-
destruir y arruinar, para edificar fluencia en el país.
y plantar” (Jr 1,10)
Jeremías anuncia la Nueva Alianza entre Dios y su
pueblo. Junto a ello, ha sido visto por la Tradición cris-
tiana como «figura de la pasión y muerte del Señor Salvador en sus pala-
bras y sufrimientos» (S. Isidoro de Sevilla, Allegoriae quaedam 108).

SUMARIO
1. JEREMÍAS 1.1. Estructura y síntesis del contenido • 1.2. Composición • 1.3. Perso-
nalidad de Jeremías y marco histórico • 1.4. Enseñanza. La Alianza. La salvación. Espe-
ranza mesiánica • 1.5. El libro de Isaías a la luz del Nuevo Testamento • 2. LAMENTA-
CIONES •  2.1. Situación en el canon •  2.2. Estructura y síntesis del contenido • 2.3.
Composición y marco histórico • 2.4. Enseñanza • 2.5. El libro de Lamentaciones a la
luz del Nuevo Testamento • 3. BARUC • 3.1. Estructura y síntesis del contenido •  3.2.
Composición y marco histórico • 3.3. Enseñanza • 3.4. El libro de Baruc a la luz del Nue-
vo Testamento.
74 1.  Jeremías (Yirmeyahu: “El Señor exalta”)

1.1.  Estructura y síntesis del contenido

El libro de Jeremías, como el de Isaías y el de Ezequiel, es muy extenso. Con-


tiene gran cantidad de oráculos procedentes de épocas diversas, que no están
ordenados de acuerdo con una sucesión cronológica, sino siguiendo un cierto
orden lógico, no muy definido.
Además, la complejidad de Jeremías
El texto de Jeremías se ha conservado es aún mayor que en otros profetas
según dos versiones diferentes: ya que hay notables diferencias en el
• Una se conoce a través de los manus- orden en que se ha transmitido el
critos en hebreo. texto en la Biblia Hebrea y en la ver-
sión griega de los Setenta (LXX). La
• La otra ha llegado hasta nuestros días
diferencia más importante es la rela-
a través de los códices escritos en tiva a la situación de los «Oráculos
griego. sobre las Naciones», que en el texto
El texto hebreo es notablemente más griego aparecen después de 23,13,
largo, unas 2.700 palabras más que el constituyendo el núcleo central del
griego, y en él los oráculos no aparecen libro, mientras que en el hebreo fi-
guran al final, en los caps. 46 a 51. La
en el mismo orden que en el griego.
estructura que presentamos a conti-
El contenido es prácticamente idéntico; nuación se refiere al texto hebreo. En
posiblemente representan dos fases él se pueden distinguir tres partes,
distintas dentro del proceso literario de precedidas por un prólogo y cerra-
recopilación y sistematización del con- das por un epílogo.
junto de oráculos y relatos atribuidos a A) Prólogo: Vocación y misión de
Jeremías o que tienen al profeta como Jeremías (1,1-19). Después de un
protagonista. escueto encabezamiento en el que
En la tradición cristiana han sido utiliza- se indica el tiempo de la predica-
das ambas versiones, otorgándoles la
ción de Jeremías (1,1-3), se narra la
vocación del profeta y la misión que
misma veneración que merecen como
el Señor le encomienda de predicar
Palabra de Dios.
su palabra (1,4-10). A continuación
→ Los Padres griegos siguen con prefe- se exponen dos visiones simbólicas
rencia el texto de los Setenta. que tuvo el profeta: la visión de una
→ La Vulgata, en cambio, se ajusta más rama de almendro (1,11-12) y la de
al texto hebreo.
una olla hirviendo que se vuelca
desde el norte (1,13-19).
• El relato de la vocación del profeta resume el contenido del libro. 75
• Jeremías se presenta allí como aquel que ha sido “constituido sobre las
naciones y los reinos para arrancar y abatir, para destruir y arruinar, para
edificar y plantar” (1,10).
• Su mensaje se moverá, por tanto, entre dos polos: el anuncio de la destruc-
ción de Jerusalén y del pueblo, pero también el de su futura restauración.
B)  1ª parte: Oráculos sobre Israel y Judá (2,1-25,38). Contiene una extensa
recopilación de oráculos en verso de Jeremías sobre Israel y Judá, procedentes
de distintas épocas. Responden a las peculiares circunstancias históricas de los
diversos momentos de la larga actividad del profeta.
• La primera sección tiene cierta continuidad con el tema aludido en la visión
de la rama de almendro, que es el de la vigilancia, y constituye una llama-
da a la conversión dirigida a la casa de Israel y a la casa de Judá (2,1-4,4).
• La segunda, relacionada con la visión de la olla hirviendo, está marcada
por la amenaza que se cierne sobre Judá y Jerusalén con motivo de las
incursiones militares de diversos pueblos extranjeros en su territorio. El
profeta anuncia que la desgracia que se avecina es consecuencia de la infi-
delidad a Dios por parte del pueblo elegido (4,5-10,25).
• A continuación, en la tercera sección, se insiste en la inminencia del castigo
a Jerusalén y en la ruptura de la Alianza como causa de ese castigo, todo
ello expresado con oráculos y acciones simbólicas (11,1-20,18).
• En la última sección de esta primera parte se expresa el juicio de Dios que
castiga con el exilio, del que son culpables tanto reyes como falsos profetas
(21,1-25,38).
C)  2ª parte: Relatos biográficos sobre Jeremías (26,1-45,5). Son relatos en
prosa sobre la actividad de Jeremías, en los que se presta especial atención a
su predicación oral y a sus acciones simbólicas, así como a las consecuencias
que se siguieron.
• En primer lugar se incluyen los conflictos que hubo de afrontar con los
sacerdotes y los falsos profetas (26,1-29,32).
• A continuación, tras exponer la compleja situación en que se encontraba
el profeta, se abre un paréntesis esperanzador con el llamado «Libro de la
consolación» (30,1-33,26), en el que se contienen promesas de reconstruc-
ción para Jerusalén y de restauración para el pueblo, sobre la base de una
Nueva Alianza que habrá de mantenerse para siempre.
76 • Sigue la narración de los sufrimientos en los que se vio sumido Jeremías al
desarrollar su tarea. Se trata ahora de las derivadas de sus relaciones con
los reyes de Judá (34,1-36,32). La persecución de que fue objeto culmina en
lo que se podría denominar la «pasión de Jeremías», es decir, el cúmulo de
padecimientos que sufrió, antes y durante el asedio de Jerusalén por las
tropas babilónicas, y las duras ex-
periencias que hubo de afrontar Entre las muchas hipótesis cabe men-
tras la caída de la ciudad santa cionar las de dos autores, que desta-
(37,1-44,30). can por su influencia posterior:
D)  3ª parte: Oráculos sobre las nacio-
nes (46,1-51,64). Colección de oráculos B. Duhm distinguió tres fuentes del
dirigidos no solo a las naciones ex- libro: los poemas, que atribuyó al pro-
tranjeras del entorno de Israel y Judá, pio Jeremías, los relatos biográficos,
sino también a pueblos más distantes. escritos por el fiel secretario Baruc y
En el texto hebreo estos oráculos se los suplementos, añadidos por una
han ordenado comenzando por Egip- mano posterior. Según este autor, dos
to, el enemigo histórico del pueblo, y terceras partes del libro son posterio-
res al profeta.
culminando en Babilonia, el poderoso
invasor. Al anunciar la caída de Babi- S. Mowinckel afirmó que el libro
lonia se alude a la próxima liberación consta de cuatro grupos de textos o
de Jerusalén. De este modo la denun- de tradiciones:
cia de los crímenes de los gentiles y el Fuente A: oráculos en verso, del propio
anuncio de los castigos que les sobre- profeta pero escritos en Egipto a media-
vendrán son prenda de la salvación dos del s. VI por un testigo (caps. 1-25).
que aguarda a Israel. Fuente B: relatos biográficos en prosa
escritos a finales del s. VI por un autor
E) Epílogo: La caída de Jerusalén
anónimo en Egipto (abarcan las seccio-
(52,1-34). El libro se cierra con una
nes de 19,1-20,6; 26-44).
sucinta narración de los últimos mo-
Fuente C: textos variados en prosa o en
mentos de la ciudad santa, que coin-
verso, escritos en un estilo similar al de
cide en gran parte con la contenida en
la escuela deuteronomista a finales del
el segundo libro de los Reyes (cfr. 2R
siglo V en Babilonia o quizás en Palesti-
24,18-25,30). El relato se extiende has-
na (serían textos salteados de distintas
ta la caída de Jerusalén en manos de
secciones).
Nabucodonosor, la deportación que
Fuente D: oráculos de restauración pos-
siguió a esta y el traslado a Babilonia
teriores (caps. 30-31).
de los tesoros del Templo del Señor.
Termina con una breve alusión al buen Los caps. 46-52 formarían parte de un
trato recibido por el joven rey Yoya- apéndice posterior.
quín en Babilonia, mostrando así la protección que Dios dispensa a su pueblo 77
hasta en las circunstancias más adversas.
Atendiendo a las indicaciones temporales que figuran en el encabezamiento
de muchos oráculos y relatos, se aprecia que no se ha seguido un orden cro-
nológico en su estructuración. Parece que el criterio último de sistematización
ha sido, más bien, temático, cuyo núcleo teológico lo constituye el «libro de la
consolación» (30,1-33,26).

1.2. Composición

La composición del libro de Jeremías, como sucede con la mayor parte de los
libros de la Sagrada Escritura, ha seguido un largo y complejo proceso.
• Se tiene noticia de las primeras y principales etapas por lo que se narra
en el propio libro, concretamente en el cap. 36, donde se cuenta cómo Ba-
ruc escribió lo que Jeremías le dictaba y cómo el libro fue echado al fuego
mientras se lo iban leyendo a Yoyaquim. Por indicación del Señor, Jeremías
volvió a dictar los oráculos a Baruc, que los copió de nuevo y añadió en él
otras muchas palabras (36,32). Probablemente fuera la base del libro actual
a la que se fueron sumando otros textos (oráculos en verso y relatos bio-
gráficos en prosa) en un proceso que no se conoce con certeza pero sobre el
que hay diferentes teorías.
• En general, parece claro que hay diversas fuentes y que hay coincidencias
notables con la doctrina deuteronomista, que buscaba justificar el destie-
rro como castigo por los pecados del pueblo y alentar a los deportados en
Babilonia con un futuro esperanzador. De ahí la exigencia de que el pueblo
vuelva al fundamento de su relación con Dios, a la ley contenida en el “có-
digo deuteronómico”.
• Al mismo tiempo, aunque no haya un acuerdo generalizado sobre el pro-
ceso de composición, ni siquiera sobre la relación de Jeremías con la tradi-
ción deuteronomista (hipótesis que es rechazada por algunos autores), en
el libro es evidente que hay al menos dos tipos de textos:
o Unos son oráculos en verso, en los que cuando habla Jeremías lo hace en
primera persona, tal y como si él mismo los estuviera pronunciando.
o Otros son relatos en prosa, en los que normalmente se habla de Jeremías
en tercera persona: el profeta es el protagonista de unas narraciones escri-
tas por otro.
78 • Es muy posible que la mayoría de los oráculos de denuncia originales de
Jeremías, que formaban parte de la primera redacción del libro dictada a
Baruc, se hayan conservado entre los oráculos en verso que se incluyen
en el libro. Buen número de ellos estarían en la primera parte, donde se re-
copilan los oráculos sobre la casa de Israel y la casa de Judá pronunciados
en distintas épocas. Más tarde, se completaría esa primera colección de
oráculos con otros pronunciados por Jeremías en circunstancias y con fi-
nalidades diversas. También se agregarían otras piezas poéticas, como las
«confesiones», esparcidas entre los caps. 11-20, que son más bien desaho-
gos del alma del profeta realizados en la presencia del Señor en momentos
de oración confiada.
• Asimismo se incluirían los relatos en prosa, probablemente compuestos
por Baruc, que enmarcan esos oráculos, conservan el recuerdo de las ac-
ciones simbólicas realizadas por Jeremías en su predicación y narran las
peripecias y dificultades que hubo de afrontar el profeta por mantenerse
fiel a la misión que el Señor le había encomendado.
• Con la caída de Jerusalén y el destierro a Babilonia, esa recopilación de
oráculos de Jeremías pudo proporcionar mucha claridad para valorar a la
luz de la palabra de Dios los dolorosos acontecimientos del momento. En
las copias que posiblemente se hicieron en la época, esas lecciones queda-
ron formuladas en oráculos compuestos desde una perspectiva teológica
de pauta deuteronomista.
• A su vez, al cabo de unas décadas, cuando cambió de nuevo la situación
de la zona y el pueblo comenzó a experimentar la restauración prometida,
los oráculos de restauración añadidos entonces proporcionaron un tono
más esperanzador al libro entero. De este modo, el conjunto de oráculos y
relatos sobre Jeremías, ya enriquecido y actualizado a la luz de lo vivido
en la historia en momentos decisivos para el pueblo elegido, se fue com-
pletando con los oráculos sobre las naciones y algunos otros relacionados
con la actividad del profeta.

1.3.  Personalidad de Jeremías y marco histórico

Las enseñanzas del libro de Jeremías se reflejan antes que nada en la propia
vida y personalidad del profeta. Así, puede apreciarse una fuerte cohesión
entre la vida del profeta y su predicación que se manifiesta no solo en las
abundantes acciones simbólicas que Dios le manda realizar, sino sobre todo en
los sufrimientos que tendrá que padecer para llevar a cabo su misión.
Jeremías nació en Anatot, pequeña población del reino de Judá, al norte de 79
Jerusalén, en territorio de la tribu de Benjamín (1,1). Era de linaje sacerdotal y
su actividad profética duró más de cuarenta años. El inicio de su ministerio se
sitúa en el año trece del reinado de Josías, esto es, el 627 a.C.
En una primera fase, durante el reinado de este rey, se dirige a la casa de Israel,
que, si bien no existía como tal, permanecía en la añoranza y el recuerdo. Los orá-
culos que pertenecen a este periodo contienen denuncias de la apostasía y de la
corrupción moral de sus conciudadanos, llamadas a la conversión y el anuncio de
un severo escarmiento, debido al olvido de Dios por parte del pueblo.

Cinco años después de su vocación, el 622 a.C., el rey Josías inició una im-
portante reforma religiosa con el objetivo de que la vida del reino estuviese
regida por la Ley de Dios. Se insistió en que solo el Señor es Dios así como en
la necesidad de centralizar el culto en el Templo de Jerusalén.
Aunque Jeremías debió de conocer esta reforma, en ningún momento del libro se
alude a ella de modo explícito.

Cuando murió Josías y, tras el breve reinado de Joacaz, el rey Yoyaquim subió
al trono el año 609 a.C. Con él se produjo un cambio de rumbo en la política
religiosa del reino, pues el nuevo monarca no secundó las disposiciones refor-
madoras de Josías. Es esta una época en la que denuncia con su predicación
los grandes pecados del pueblo: el culto externo y falso, la errónea seguridad
religiosa, la idolatría y las injusticias sociales.
En esa situación, mientras las infidelidades a la Ley de Dios y a la Alianza se mul-
tiplicaban, Jeremías estuvo predicando en Jerusalén. Lo más significativo de estos
años fue su discurso en el Templo acerca de la corrupción del culto y la prisión
que sufrió por ello.

Poco después de la muerte de Yoyaquim, Nabucodonosor conquista Jerusa-


lén el año 597 a.C., la somete a vasallaje, lleva cautivo al joven monarca Yoya-
quín, que apenas había reinado unos meses, y a otros ciudadanos destacados,
y deja en la ciudad santa como rey a Sedecías. Se abre así una nueva etapa en
la vida de Jeremías.
En esos momentos rechaza con fuerza la posición de los que habían permanecido
en Judá, que juzgaban como impíos a los que habían sido deportados mientras
afirmaban que ellos mismos eran los que se mantenían fieles. Al mismo tiempo
que les urgía a una profunda conversión interior, Jeremías exhortaba a los habi-
tantes de Jerusalén a reconocer que cuanto estaba sucediendo era el castigo mere-
cido por sus repetidas infidelidades a la Alianza y a que aceptaran la situación y
se sometieran al yugo babilónico.
80 Su predicación suscitó la enemistad de todos –pueblo, sacerdotes, profetas y
reyes– por lo que el profeta fue recluido en prisión hasta que la ciudad cayó
por segunda vez en manos de los babilonios el 587 a.C.

Tras la derrota definitiva, la captura de Sedecías y una nueva deportación,


Jeremías permanece en Judá, donde Nabucodonosor había nombrado gober-
nador a Godolías. Poco después, Godolías es asesinado y, en la situación ines-
table que sigue a su muerte, muchos de los que habían permanecido en Judá
huyen a Egipto, forzando a Jeremías a ir con ellos.

Ahí terminan las noticias sobre su actividad profética, pasados más de cua-
renta años desde que la había comenzado. Según una tradición mencionada
por vez primera por Tertuliano, murió en Egipto, lapidado por sus propios
conciudadanos.

Jeremías fue un profeta incomprendido que experimentó el rechazo de los


suyos; pero permaneció fiel a la misión que el Señor le había confiado. Desde
el primer momento comprobó que su tarea no era fácil y experimentó que su
actividad se convertía en ocasión de burlas y suscitaba enemistades, que le
conducían a dolorosas y difíciles situaciones.
Las denominadas «confesiones» (11,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18,18-23 y 20,7-
18) resumen la personalidad del profeta. En ellas abre su corazón al Señor con
sinceridad y confianza, y expresa con fuerza sus problemas y padecimientos. Con
crudas palabras expone su situación interior, sus dificultades y, a veces, sus des-
ánimos, pero siempre da muestras de una fidelidad inquebrantable.

1.4. Enseñanza

El libro de Jeremías está impregnado de la doctrina deuteronomista, que


hunde sus raíces en la importancia del mensaje profético para la vida religio-
sa de Israel. Desde el relato de la vocación (1,4-10) queda claro que la palabra
del Señor, transmitida por boca de Jeremías, se cumplirá indefectiblemente,
tanto si anuncia la destrucción como si proclama la salvación (1,10; 18,7-8).
El profeta es el intérprete autorizado de la historia para mostrar la enseñan-
za religiosa que de ella se desprende. Jeremías insiste una y otra vez que las
desgracias que sobrevienen a Judá y el destierro son consecuencia inevi-
table de haber quebrantado la Alianza y que, por otra parte, la salvación
y prosperidad que se esperan serán fruto del mismo Dios que es quien las
otorga.
A)  La Alianza 81
Jeremías, como los demás profetas, enseña que el Dios de Israel, el Señor, es el
único Dios vivo y verdadero.
• Frente a los ídolos, que son hechura de manos humanas (2,27-28; 10,3-5),
el Señor es el hacedor de todo cuanto existe, de la tierra y de los cielos, del
mar, de las nubes, del viento y de la lluvia (10,12-13). Todo está sometido a
su poder, y nada permanece oculto a su presencia (23,24).
El profeta hace hincapié en la Alianza, como cauce de la relación de Dios con
su pueblo.
• De Oseas toma la imagen esponsal para mostrar el carácter amoroso de
las relaciones de Dios con los suyos y desarrolla en lenguaje entrañable
la predilección divina por Israel (2,1-13). También depende de Oseas al
presentar a Dios enternecido por Israel como un padre por su hijo (3,19;
31,20). Y llega a idear una fórmula que indica con claridad el alcance afec-
tivo más que jurídico de la Alianza: «Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis
mi pueblo» (7,23; 11,4; 30,22).
• Más que ningún otro profeta, Jeremías lamenta la ruptura de la Alian-
za por los pecados del pueblo, empleando también términos esponsales:
«Lo mismo que traiciona una mujer a su amante, así me habéis traiciona-
do, casa de Israel –oráculo del Señor–» (3,20). Con profundo sentimiento
anuncia el castigo y el destierro (10,19-20). Y con añoranza lamenta la falta
de conversión (4,1).
• La carga afectiva de las relaciones con Dios aparece más claramente en las
«confesiones», así llamadas porque recogen los sentimientos más íntimos
del profeta. En ellas Jeremías llega a quejarse ante el Señor, como un hijo
ante su padre, por los frutos escasos de su ministerio.
• El «Libro de la consolación» (30,1-33,26) se centra en el anuncio de la
Nueva Alianza.

B)  La salvación
Jeremías era testigo de que la persistencia en el pecado y el olvido de Dios
habían generado un corazón obstinado y rebelde (5,23), en el que apenas ha-
bía lugar para la esperanza de reaccionar y cambiar. Tanto pecado conducía
necesariamente al castigo y a la desgracia. Pero la última palabra de Dios no
es la destrucción sino la restauración.
82 • En el libro de Jeremías hay muchos oráculos que anuncian la salvación
definitiva. Así, los que fueron deportados por las diversas naciones se re-
unirán de nuevo y Dios los hará volver a su país (16,14-15 = 23,7-8).
• Ese retorno no se referirá solo a un
«Mirad que vienen días –oráculo del Se-
desplazamiento geográfico sino so-
bre todo a la conversión del cora- ñor– en que pactaré una nueva alianza
zón: un don gratuito de Dios, pues con la casa de Israel y la casa de Judá.
el Señor cambiará sus corazones e No será como la alianza que pacté con
infundirá en ellos su temor para sus padres el día en que los tomé de la
que permanezcan fieles a la Alian- mano para sacarlos de la tierra de Egip-
za definitiva (32,36-41). Por eso, la to, porque ellos rompieron mi alianza,
Nueva Alianza que el Señor hará aunque Yo fuera su señor –oráculo del
con su pueblo estará grabada de
Señor–. Sino que ésta será la alianza
modo indeleble en sus corazones
que pactaré con la casa de Israel des-
para que perdure siempre (31,33).
pués de aquellos días –oráculo del Se-
En la nueva situación todo se habrá re- ñor–: pondré mi Ley en su pecho y la es-
novado: Judá será salvada, e Israel ha-
cribiré en su corazón, y Yo seré su Dios y
bitará en seguridad, y este será el nom-
ellos serán mi pueblo».
bre con que llamen al Dios de Israel:
«El Señor, nuestra justicia» (23,5-6). Jr 31,31-34

C)  Esperanza mesiánica


Jeremías anuncia que será Dios mismo quien guíe y salve a su pueblo:
«Vosotros habéis dispersado mis ovejas, las habéis ahuyentado, no habéis cuida-
do de ellas. Mirad que Yo mismo me ocuparé de castigar la maldad de vuestras
obras –oráculo del Señor–. Congregaré los restos de mis ovejas de todas las tierras
adonde las expulsé, y las haré volver a sus pastos para que crezcan y se multipli-
quen. Pondré sobre ellas pastores que las apacienten, para que no teman más, ni
se espanten, ni falte ninguna –oráculo del Señor–» (23,2-4).
A pesar de todo, todavía hay en el libro de Jeremías algunos oráculos que pue-
den considerarse propios del mesianismo real:
«Mirad que vienen días –oráculo del Señor–, en que suscitaré a David un brote
justo, que rija como rey y sea prudente, y ejerza el derecho y la justicia en la tie-
rra…» (23,5-6; cfr. 33,15-16; 22,4; 17,23).
En este oráculo el énfasis no se pone en la monarquía, sino en la herencia davídica
que recibirá el futuro Mesías.

En suma, Jeremías puede considerarse el último profeta que anuncia un Me-


sías descendiente de David, pero con un horizonte más amplio donde ya no
será necesaria la presencia de un monarca, sino de un personaje que, heredan- 83
do las mismas prerrogativas, ejerza con perfección y justicia sus funciones. Así
pues, además de rey será el Salvador.

1.5.  El libro de Jeremías a la luz del Nuevo Testamento

Jeremías era considerado en la tradición veterotestamentaria y el judaísmo


posterior como uno de los grandes profetas de Israel.
• En los libros tardíos del Antiguo Testamento se habla de su vocación (Si
49,7) y su mensaje (Si 49,6; Dn 9,2; Esd 1,1), y se cuenta una tradición sobre
los consejos del profeta a los deportados (2M 2,1-12; 15,12-16).
Su nombre –como el de la mayoría de los profetas– apenas es mencionado en
el Nuevo Testamento, pero pasan de diez las citas explícitas de su libro y son
muy numerosas las referencias implícitas (hay muchas alusiones por ejemplo
en el Apocalipsis).
La principal relación entre el libro de Jeremías y el Nuevo Testamento se en-
cuentra en la continuidad entre el anuncio hecho por el profeta de una Nueva
Alianza entre Dios y su pueblo, y el testimonio dado por el Nuevo Testamento
(nombre que, tanto en hebreo como en griego corresponde más bien a “Nueva
Alianza”) de que aquella Alianza se ha cumplido en Jesucristo.
• En los relatos de la institución de la Eucaristía transmitidos por los sinóp-
ticos y por San Pablo, se testimonia que la «Nueva Alianza» había sido
sellada con la sangre de Jesús derramada en la cruz (Mt 26,27-28; cfr. Mc
14,23-24; Lc 22,20; 1 Co 11,25).
• En la Carta a los Hebreos se establece que Cristo es el mediador de una
«Nueva Alianza» que deja anticuada a la realizada por Moisés (cfr. Hb
8,6-13). También se hace una comparación entre el sacerdocio de la antigua
Alianza, que ofrece continuamente sacrificios que nunca pueden borrar
los pecados, y el de la Nueva Alianza, capaz de proporcionar la remisión
de los pecados (cfr. Hb 10,11-18). Y si Jeremías anunciaba que la Ley de esta
Nueva Alianza iba a estar escrita en el corazón, San Pablo enseña que esa
nueva ley es la ley de la gracia del Espíritu Santo que habita en los corazo-
nes de los cristianos mediante la fe en Cristo (cfr. Jr 31,31-34 y Rm 8,1-13).
Por otra parte, la vida y enseñanza de Jeremías, comparada con los rasgos con
que los Evangelios presentan a Jesús, hacen del profeta la figura más nítida de
Cristo en todo el Antiguo Testamento.
84 • La incomprensión sufrida por Jeremías desde los inicios de su predicación
por parte de los hombres de Anatot, su ciudad natal (cfr. Jr 11,21), explica
mejor la exclamación de Jesús en Nazaret ante la reacción adversa de sus
conciudadanos: «No hay profeta que no sea menospreciado en su tierra y
en su casa» (Mt 13,57).
• Además, Jesús muestra en otras ocasiones las mismas actitudes que Jere-
mías con relación a Jerusalén, el Templo, el culto, la Ley o los falsos profe-
tas (Jr 19 y Mt 23,38; Jr 7,1-15 y Mt 21,12-13; 24,1-2; 26,60,61; Jr 7,21-26; 11,15
y Mt 23,6. 23-36; Jr 8,8-9 y Mt 14,3-6; 23,2-3; Jr 23 y Mt 7,15-20)
• Recurre en su predicación a las mismas imágenes que empleó el profeta,
como la de la higuera estéril o la fuente de agua viva (Jr 8,13 y Mt 21,18; Jr
2,12 y Jn 4,10-15; 7,37-38).
• Y tanto para Jeremías como para Jesús la fidelidad a su misión fue causa de
incomprensiones y persecución.
Por todo ello, el profeta Jeremías ha sido visto constantemente por la Tradición
cristiana como una figura de Jesucristo:
«Hay consenso entre todas las Iglesias de que lo que se dice sobre la persona de
Jeremías ha de entenderse de Cristo» (S. Jerónimo, Commentariorum in Jeremiam
Prophetam 2,11).

2.  Lamentaciones (’ekah o qinot: hebreo; threnoi: griego)

El corpus de Jeremías lo completan Lamentaciones y Baruc. Ambos libros


profundizan, igual que Jeremías, en la gravedad del pecado del pueblo, de-
nunciando la idolatría e invitando a la conversión.
«La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver
a él nuestros corazones: “Conviértenos, Señor, y nos convertiremos” (Lm 5,21).
Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza
del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pe-
cado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El
corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn
19,37; Za 12,10)» (Catecismo, n. 1432).

2.1.  Situación en el canon

Lamentaciones y Baruc siguen inmediatamente al libro de Jeremías, según el


orden más habitual en las Biblias Católicas más modernas, de acuerdo con la
ordenación de la Vulgata, mantenida por la versión latina oficial de la Iglesia, 85
la Neovulgata.
• En los códices griegos el orden habitual es Jeremías, Baruc, Lamentaciones
y Carta de Jeremías.
• En la traducción latina, el libro de Lamentaciones ha pasado a leerse inme-
diatamente después de Jeremías, y la Carta de Jeremías se ha incorporado
al libro de Baruc, como un capítulo más.
• En la Biblia Hebrea los libros de Jeremías y Lamentaciones se sitúan en
distintos lugares: Jeremías entre los Profetas, y Lamentaciones entre los
Escritos. Este último quedó como un libro independiente de Jeremías, tan-
to por razones temáticas como por el uso litúrgico. La mayor parte de las
colecciones lo colocan entre los “cinco rollos” (megillot) que se leen en la
sinagoga en determinadas ocasiones. Se le denomina con la primera pala-
bra de su texto hebreo, ’ekah, aunque en el Talmud y otros escritos judíos
antiguos también aparece como Quinot, esto es «cantos de duelo». Se lee
el día 9 del mes de Ab, que es una jornada de duelo por las destrucciones
sufridas por Jerusalén.
El libro de las Lamentaciones es una colección de cinco cantos de duelo por
la devastación de la ciudad santa, cargados de gran riqueza lírica y espiritual.
Constituye, pues, como un segundo epílogo a Jeremías, sapiencial y poético,
continuación lógica de aquel que cierra el libro.

2.2.  Estructura y síntesis del contenido

El libro está estructurado en cinco cantos perfectamente delimitados. El pri-


mero, el segundo y el cuarto son acrósticos, esto es, tienen veintidós versí-
culos, tantos como letras del alfabeto hebreo, y las letras iniciales de los ver-
sículos siguen el orden alfabético. El tercero también lo es, aunque con una
estructura más compleja.
El contenido de esos cantos es bastante homogéneo, y gira siempre en torno
a la situación ruinosa de Jerusalén y al dolor del pueblo. La sucesión de los
cinco cantos de duelo va profundizando en lo sucedido:
• Unas veces se pregunta por las causas de esta penosa situación (2,1-22).
• Otras, mueve a hacer examen y a convertirse (3,1-66).
• Más adelante se pregunta por los responsables de esta desgracia (los pro-
fetas y los sacerdotes: 4,13).
86 • Finalmente abre perspectivas esperanzadoras con la confianza en recibir el
auxilio de Dios (5,1-22).

2.3.  Composición y marco histórico

Aunque los cantos se han transmitido con frecuencia junto con el libro de Je-
remías, no parece que sea el mismo profeta quien los escribiera. La hipótesis
tradicional sitúa la redacción del libro poco tiempo después de la caída de
Jerusalén, acaecida el año 587 a.C.
El hecho de componer cantos de lamentación ante ciudades y templos destrui-
dos no es infrecuente en la literatura del Antiguo Oriente. Sobre todo, entre
los escritos sumerios abundan poemas de este estilo, como los dedicados a
llorar la ruina de Ur, Sumer, Nippur, Eridu y Uruk, compuestos en el segundo
milenio a.C. y copiados con frecuencia en las escuelas de escribas de la Anti-
gua Babilonia como ejercicios escolares.

2.4. Enseñanza

Tal vez la primera de esas enseñanzas sea la gravedad del pecado que ha
arrastrado a tales desgracias: se recurrió al apoyo de alianzas o poderes huma-
nos para buscar la salvación ante los enemigos, a la vez que se abandonaba a
Dios. Por eso, el Señor permitió tal aflicción (1,5.14.18; 3,42; 4,6; 5,16).
No falta una llamada a la confianza en Dios aun en medio de las mayores
pruebas y tribulaciones. El sufrimiento tiene un valor purificador y puede ser
reconducido a la esperanza cuando se afronta con fe en Dios; entonces, mueve
a la conversión, y se asume con sentido redentor. A la vez se resalta el valor
de la oración.
El lector es interpelado por el texto sagrado a pensar en sí mismo y en la situa-
ción en que se encuentra, y desde ella acudir al Señor reclamando el auxilio de
su gracia para llevar a cabo una verdadera conversión (5,21).

2.5.  El libro de Lamentaciones a la luz del Nuevo Testamento

En la Iglesia estos textos han servido para manifestar la consternación por los
padecimientos sufridos por nuestro Señor Jesucristo en su Pasión y Muerte
Redentora. Por eso, a partir del siglo IX, su lectura comienza a ser habitual
en la liturgia de la Semana Santa. En la actualidad, una parte importante del
libro se incluye en la Liturgia de las Horas, más concretamente, en el Oficio de 87
Lecturas de la Semana Santa (año par).

3.  Baruc (Baruk: “Bendecido”)

En la versión latina, bajo el nombre de Baruc se recogen dos escritos indepen-


dientes que ya desde la Vulgata suelen aparecer juntos: el libro de Baruc y la
Carta de Jeremías.
• Cuando en el siglo XIII los escritos sagrados se dividieron por capítulos, la
Carta se numeró como capítulo sexto de Baruc.
• En cambio, en la mayoría de los manuscritos de la versión griega de los
Setenta el texto de Baruc se sitúa inmediatamente después del libro de Je-
remías, relegando la Carta de Jeremías a continuación de Lamentaciones.
• En las versiones latinas Baruc y la Carta siguen a Jeremías y Lamenta-
ciones. Este es el orden que adoptan la Neovulgata y las Biblias católicas
modernas.
Baruc y la Carta hacen referencia a la situación de los deportados en Babilonia
y por eso se sitúan después del libro de Jeremías, que trata de las causas del
destierro, y antes de Ezequiel, profeta que desarrolla su actividad durante la
cautividad babilónica.
El libro se nos ha transmitido en lengua griega, aunque podría tratarse de la
traducción de un original hebreo perdido. Tal vez por no conservarse el origi-
nal hebreo, el libro de Baruc no fue recibido en el canon judío.
Entre los intérpretes cristianos antiguos el libro de Baruc se consideraba, junto
con Lamentaciones, como un apéndice de Jeremías; por eso, en la lista de
libros inspirados de algunos concilios no aparece mencionado expresamen-
te, pero no porque se dudara de su canonicidad. A partir del siglo IV se fue
abriendo paso el título de Baruc, como distinto del de Jeremías, sobre todo en
los manuscritos y ediciones de la Vulgata latina. El Concilio de Trento incluye
el libro de Baruc por su nombre entre los libros canónicos. Lutero y algunos
protestantes lo engloban en los apócrifos del Antiguo Testamento, o simple-
mente lo omiten.

3.1.  Estructura y síntesis del contenido

El libro de Baruc se puede dividir en cinco partes, de desigual extensión.


88 A) Introducción (1,1-14). Breve descripción de la situación de los desterrados
en Babilonia y anuncio del envío de una carta a los que quedaron en Jeru-
salén.
B) Confesión de los pecados y petición de perdón (1,15-3,8). Escrita en pro-
sa.
C) Israel y la sabiduría (3,9-4,4). Escrita en verso, consiste fundamentalmente
en un elogio de la Sabiduría, que hace de esta sección la más parecida a los
libros sapienciales.
D) Conversión y gozo de Jerusalén (4,5-5,9). Escrita también en forma poé-
tica, incluye, con ciertas alternancias, pasajes de lamentación, esperanza y
consuelo.
E) Carta de Jeremías dirigida a los deportados (6,1-72). Extensa exhortación
a no caer en el culto a los ídolos de las naciones entre las que han sido dis-
persados los israelitas a causa de sus pecados. Casi toda la carta adquiere
tono de sátira del culto pagano a los ídolos, ridiculizándolo y poniéndolo
en contraste con el poder del Señor.
El libro de Baruc incluye varios géneros literarios:
• cartas (1,10-14; 6,1-72);
• oraciones de súplica (1,15-22; 2,11-18; 3,1-8);
• manifestaciones de contrición (2,1-10.19-26);
• cantos de alabanza, de consolación y de lamentación (4,8-5,9), unidos por
un motivo común: pecado-exilio-retorno.
• Destaca en la parte central del libro la reflexión sobre la Sabiduría, con un
canto de exhortación, una amonestación sapiencial y un canto a la Sabidu-
ría divina (3,9-4,8).

3.2.  Composición y marco histórico

La principal fuente de información acerca de Baruc es el libro de Jeremías, en


el que aparece un Baruc, escribiente, colaborador y hombre de confianza del
profeta (cfr. Jr 32,12.16).
Baruc pertenecía a una familia de escribas. De Jeremías recibió el encargo de
poner por escrito sus vaticinios, para leerlos en el Templo, delante del pueblo,
y ante el rey Yoyaquim de Judá. Después de la caída de Jerusalén, Baruc acom-
pañó a su maestro a Egipto (cfr. Jr 43,2-7). Poco sabemos de él después de esos
acontecimientos, salvo, según Ba 1,1-3, que se encontraba en Babilonia el año 89
quinto después de la toma de Jerusalén (587 a.C.).
Casi todo lo relativo al libro es objeto de discusión entre los estudiosos: auten-
ticidad, unidad, proceso de composición, fecha de redacción y lengua original.
• Podría fácilmente tratarse de un caso muy antiguo de pseudoepigrafía,
pues su atribución a Baruc consta ya en el encabezamiento del libro.
• Su composición suele situarse en un amplio periodo que va desde el siglo
V al I a.C.
De manera general se podría afirmar que las características de lenguaje y es-
tilo, los semitismos, las afinidades con Jeremías y Lamentaciones, y la unidad
del libro apoyan su atribución a Baruc, secretario de Jeremías, pero no la ga-
rantizan.

3.3. Enseñanza

Baruc se presenta como un puente entre los libros proféticos y los sapien-
ciales.
• Subraya los temas preferidos por los profetas: omnipotencia, unicidad y
eternidad de Dios y falsedad de los ídolos; reconocimiento de los peca-
dos cometidos por el pueblo elegido; espera de la redención, representada
como restauración de Jerusalén y vuelta de los dispersos por las naciones.
• De especial importancia es lo que se refiere a la Sabiduría. De ella se afirma
su naturaleza divina y se presenta ya personificada, aunque no de modo
tan claro a como aparece en el libro de la Sabiduría.

3.4.  El libro de Baruc a la luz del Nuevo Testamento

El libro de Baruc no es citado explícitamente en el Nuevo Testamento. En la


Tradición de la Iglesia ha sido poco comentado. Normalmente es considerado
por los Padres de la Iglesia más bien como un anexo al libro de Jeremías que
como un libro aparte. Quizá por este motivo sea poco citado, a excepción de
3,36-38, interpretado frecuentemente por los Padres de la Iglesia en sentido
mesiánico, como anuncio de la Encarnación. Solo a partir del siglo IV Baruc
es mencionado por su nombre por algunos Padres, como San Atanasio, San
Cirilo de Jerusalén, Epifanio, etc.
90
Ejercicio 1.  Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• Anatot • Megillot
• Versión de los Setenta (LXX) • Canonicidad
• Acróstico • Josías
• Confesiones de Jeremías • Deportación

Ejercicio 2.  Guía de estudio


Contesta brevemente a las siguientes preguntas:
  1. ¿Qué problemas suscita el texto de Jeremías? ¿Influye de alguna manera en el
orden del contenido del libro?
  2. ¿En qué consiste la doctrina deuteronomista? ¿Puede establecerse alguna re-
lación entre esta perspectiva teológica y el libro de Jeremías?
  3. ¿Por qué se suele afirmar que Jeremías es la figura más nítida de Cristo en todo
el Antiguo Testamento?
  4. ¿Cómo fue recibido el libro de Baruc en las tradiciones judía y cristiana?
  5. ¿Cuál es la principal lectura del libro de Lamentaciones a la luz del Nuevo Tes-
tamento?

Ejercicio 3.  Comentario de texto


1. Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los conteni-
dos aprendidos:
Tras explicar cómo la “tradición patrística ha visto una figura de la vida religiosa monás-
tica en Elías, profeta audaz y amigo de Dios”, san Juan Pablo II señalaba algunos rasgos
del profeta de hoy, en clara relación con los profetas del pasado:

“En la historia de la Iglesia, junto con otros cristianos, no han faltado hombres y mujeres
consagrados a Dios que, por un singular don del Espíritu, han ejercido un auténtico minis-
terio profético, hablando a todos en nombre de Dios, incluso a los Pastores de la Iglesia. La
verdadera profecía nace de Dios, de la amistad con Él, de la escucha atenta de su Palabra
en las diversas circunstancias de la historia. El profeta siente arder en su corazón la pasión
por la santidad de Dios y, tras haber acogido la palabra en el diálogo de la oración, la pro-
clama con la vida, con los labios y con los hechos, haciéndose portavoz de Dios contra el
91
mal y contra el pecado. El testimonio profético exige la búsqueda apasionada y constan-
te de la voluntad de Dios, la generosa e imprescindible comunión eclesial, el ejercicio del
discernimiento espiritual y el amor por la verdad. También se manifiesta en la denuncia
de todo aquello que contradice la voluntad de Dios y en el escudriñar nuevos caminos de
actuación del Evangelio para la construcción del Reino de Dios”.
Exhortación apostólica postsinodal
Vita Consecrata, n. 84

***

2.  Lee Jeremías 11,18-23, sitúalo en el contexto del libro y responde a las siguientes
preguntas: ¿A quién (o quiénes) se dirige el profeta (observa el cambio de persona en
los verbos)? Explica las imágenes del versículo 19. ¿En qué consistirá el castigo anun-
ciado? ¿Tiene alguna relación este pasaje con el de la vocación y misión del profeta
(1,4-19)?
92
TEMA EZEQUIEL (YEHEZQEL:
5 “DIOS HAGA FUERTE”)
El libro de Ezequiel ocupa el tercer lugar dentro de los profetas mayores,
después de Isaías y de Jeremías. En los primeros siglos de nuestra era, el
canon judío colocó el libro entre estos dos profetas, atendiendo no ya a la
sucesión cronológica sino al contenido de los oráculos: «Primero Jeremías
que es todo él conminatorio, luego Ezequiel que comienza con conmina-
ciones y termina con consolación, y finalmente Isaías que todo él es conso-
lación» (Talmud, tratado Baba Batra 14,6). Más tarde, se cambiaría al orden
actual, es decir, Isaías, Jere-
mías y Ezequiel, respetando
así el orden cronológico. “Os daré un corazón nuevo y pondré
El canon cristiano dispuso en vuestro interior un espíritu nuevo.
Arrancaré de vuestra carne el corazón
los libros proféticos en el
de piedra y os daré un corazón de car-
orden que ha llegado hasta
ne” (Ez 36,26)
nosotros, situando el libro
de Ezequiel tras el bloque
Jeremías-Lamentaciones-Baruc, libros con los que guarda cierta semejan-
za, principalmente por ofrecer una explicación al destierro.
Ezequiel es el profeta del destierro. Es, al mismo tiempo, un visionario de
imágenes complejas. También realiza acciones de difícil interpretación.
Pero Dios se servirá de su vida y de sus obras como señal para su pueblo.
Su libro ofrece un mensaje de esperanza y de renovación al pueblo duran-
te su estancia en Babilonia.

SUMARIO
1. ESTRUCTURA Y SÍNTESIS DEL CONTENIDO • 2. COMPOSICIÓN • 3. LEN-
GUAJE Y ESTILO • 4. PERSONALIDAD DE EZEQUIEL Y MARCO HISTÓRICO • 5.
ENSEÑANZA • 6. EL LIBRO DE EZEQUIEL A LA LUZ DEL NUEVO TESTAMENTO.
1.  Estructura y contenido 93
La unidad y el orden son mayores en este libro que en el resto de los profetas.
Ya los primeros comentaristas judíos y cristianos señalaban una división en
dos partes, casi de la misma extensión.
A) La primera (caps. 1-24) tiene carácter conminatorio contra Israel por los
delitos que ocasionaron el desastre de la deportación. Comprende:
– la visión inaugural en Quebar y la vocación del profeta (1,1-3,26);
– las acciones simbólicas y los oráculos que anuncian el asedio de Jerusalén
(4-7);
– la teofanía en el Templo con la denuncia de los pecados allí cometidos (8-
11);
– los oráculos de condena de Judá e Israel ante la inminente invasión babiló-
nica (12-24).

OTRA POSIBLE ESTRUCTURA GIRARÍA EN TORNO


A LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN

− Antes de la caída: caps. 1-32 (contiene los oráculos de condena y las acciones
simbólicas que anuncian la destrucción de la ciudad como castigo por sus peca-
dos).

− Caída de la ciudad santa: cap. 33 (Ezequiel recupera el habla –antes los hechos
hablaban por sí solos– y comienza una nueva etapa en su ministerio donde trata-
rá de levantar el ánimo de los desterrados).

− Después de la caída: caps. 33-48 (junto a algún oráculo de condena inicial, como
el que proclama contra los malos pastores o contra Edom, se sucede una serie de
oráculos de salvación y de visiones esperanzadoras: Dios restaurará a su pueblo).

El lugar central que ocuparía este acontecimiento en el libro se explica porque a


partir de la noticia de la caída de la ciudad santa que trae un fugitivo (33,21), cam-
bia la situación tanto del profeta, que recupera el habla (se había quedado mudo
a la muerte de su mujer), como del pueblo, a quien se dirigen unos oráculos más
esperanzadores (la resurrección de los huesos secos, con los que se identifica el
pueblo en el destierro).
94 B) La segunda (caps. 25-48), en cambio, pretende consolar a los deportados y
levantar su ánimo, mediante oráculos contra las naciones, palabras y visio-
nes cargados de esperanza.
A lo largo de los siglos los estudiosos han mantenido esta división en dos par-
tes, matizando únicamente que los capítulos que agrupan los oráculos contra
las naciones (caps. 25-32) constituyen
un bloque independiente. De esta for-
Un libro de difícil lectura
ma, se aplica un esquema tripartito y
simétrico (A, B, A’), frecuente en otros San Jerónimo, en el prólogo a su co-
libros proféticos: mentario a Ezequiel, cuenta cómo en la
A. Juicio y condena de Israel (caps tradición rabínica no estaba permitido
1-24). leer ni el principio ni el final de este libro
(prohibición que se aplicaba también al
B.  Transición: juicio y condena de las
naciones (caps. 25-32). principio del Génesis y a todo el Cantar)
hasta que no se llegase a la edad en que
A’.  Esperanza y renovación de Israel los sacerdotes empezaban su ministerio,
(caps. 33-48).
es decir, a los treinta años.
Esta división refleja, de un lado, la
También el Talmud (Mishnah, Shabbath,
personalidad y función del profeta, y,
13b) relata las dificultades que presenta-
de otro, la figura soberana del Señor y
su presencia activa en la historia de su ba Ezequiel para entrar en el canon ju-
pueblo. dío. Finalmente pudo ser aceptado gra-
cias a R. Jananías Ben Ezequías, quien se
• El profeta es por decisión divina
encerró en una habitación con víveres y
«centinela de la casa de Israel»
300 lámparas de aceite para explicar las
para anunciar la palabra del Señor,
tanto si es de condena como si es discrepancias del libro.
de consuelo.
– Esta imagen del profeta-centinela se repite casi con las misma palabras en
los inicios de la primera (3,16-21) y de la segunda parte (33,7-9).
– El profeta, por su elección y misión divinas, es responsable ante Dios más
que ante el pueblo: si transmite fielmente la palabra divina, salvará su vida
(3,21), pero si por miedo no comunica las amenazas divinas, será responsa-
ble de la suerte del malvado (3,18; 33,9).
– Con todo, no se le hará responsable del comportamiento de sus oyentes,
puesto que cada uno –el justo y el malvado– cargará con las consecuencias
de su propia conducta (18,4.20).
• La figura del Señor y, más precisamente, su presencia en medio del pue- 95
blo que se manifiesta en lo que el profeta denomina la «gloria de Dios»,
es el elemento clave en la estructura del libro, como se muestra en tres
grandes visiones.
– Al principio «la gloria de Dios» se manifiesta de forma extraordinaria a
Ezequiel que está lejos de la tierra prometida, entre los deportados de su
pueblo, junto al río Quebar (1,4-28). El Señor confirma de este modo que
no deja desatendidos a los suyos en el momento de mayor desventura; al
contrario, los acompaña incluso en un país extranjero e impuro.
– En los caps. 8-11 se relata cómo «la gloria del Señor» abandona el Templo
y la ciudad, como consecuencia de los pecados cometidos por el pueblo en
el recinto sagrado.
– En los últimos capítulos del libro se describe la visión de la gloria inau-
gurando el nuevo Templo y tomando posesión de él (43,1-4). Si el casti-
go divino, la destrucción de la ciudad y la deportación de los judíos eran
consecuencia de que la gloria de Dios había abandonado Jerusalén y el
Templo, la restauración lleva consigo el retorno y el establecimiento de la
gloria divina en el centro de la tierra prometida.

2. Composición
En comparación con otros libros proféticos, aun dentro de la complejidad de
géneros literarios utilizados, el de Ezequiel conserva una lógica interna ex-
traordinaria. Muchos comentaristas, atendiendo a su coherencia doctrinal y
lingüística, consideran que el libro fue compuesto directamente por el mismo
profeta después de que pronunciara los discursos, tuviera las visiones o lleva-
ra a cabo las acciones simbólicas.
Todo el libro parece ser obra de una sola mano, con escasas adiciones posterio-
res, y está orientado a llamar la atención de un lector más que de un oyente.
En ese sentido, el propio libro contiene indicios de que el valor de la palabra
escrita era creciente: en la primera visión el Señor le dio un libro y le ordenó
comerlo (3,1-3).
Podría ser que Ezequiel en persona pusiera por escrito sus visiones, oráculos
y vivencias más íntimas; o que, bajo su orientación, lo hiciera alguno de los
discípulos más inmediatos.
96 3.  Lenguaje y estilo
Ezequiel tiene muchos puntos de contacto con los profetas anteriores a él.
Sin embargo, si se comparan los escritos, el estilo de Ezequiel es mucho más
reiterativo y barroco. Abunda en frases hechas y expresiones fijas, y repite
una y otra vez las mismas palabras. El recurso a este procedimiento literario
proviene seguramente de su condición sacerdotal y de su familiaridad con los
círculos sacerdotales, que tenían la misión de enseñar la Ley al pueblo y utili-
zaban la repetición como técnica pedagógica.

a)  En común con los profetas anteriores a él:


• Hace uso de fórmulas que evocan la profecía antigua presente en Elías,
Eliseo y los profetas extáticos.
• Pero, sobre todo, muestra gran afinidad con Jeremías.
– Aunque no menciona expresamente al profeta de Anatot, uno y otro expli-
can el destierro como castigo por los pecados.
– Coinciden en el uso de ciertas expresiones: el lamento por los malos pas-
tores (Jr 23,1 y Ez 34,1-10); la fórmula «seréis (serán) mi pueblo, Yo seré
vuestro (su) Dios» (Jr 30,22 y Ez 11,20).
– Temas característicos de Jeremías, como la alegoría de las dos hermanas,
son retomados en Ezequiel (Jr 3,6-10 y Ez 23,1-49).
Entre los recursos literarios comunes que emplea Ezequiel, destacan los si-
guientes:
• Metáforas, como la descripción de la historia de Israel bajo las imágenes
de la esposa infiel (cap. 16) y de las dos hermanas-esposas (cap. 23).
• Composiciones breves y expresivas, como la de la cepa inútil (15,1-8), las
dos águilas (17,1-10), el cedro escatológico (17,22-24), la leona y sus cacho-
rros (19.1-9), etc.
• Poemas apasionados, como el de la espada (21,13-22), inspirado probable-
mente en un canto babilónico más antiguo.
• También recurre con frecuencia al lenguaje jurídico y a la controversia
(18,1-3; 20,30-32; 33,10-11).

b)  Procedimientos propios:


En realidad muchos son comunes a otros profetas, pero les imprime un sello
particular que los convierte en propios. Entre ellos sobresalen:
• Visiones: marcan los momentos cumbres del libro. 97
– La ocurrida junto al río Quebar transforma a Ezequiel en profeta y defen-
sor de la gloria de Dios (1,1-3,15).
– La del Templo profanado y abandonado por la gloria de Dios (caps. 8-11)
señala el trágico momento de la destrucción de Jerusalén.
– Por último, la del nuevo Templo (40-48) abre el horizonte hacia una nueva
y definitiva presencia de la gloria divina y anuncia una nueva etapa de
bienestar para la tierra prometida.
A este pasaje se le conoce con el nombre de Torah de Ezequiel. Contiene la des-
cripción detallada del nuevo Templo (caps. 40-43), la normativa sobre el nuevo
culto (caps. 44-46) y la distribución del territorio en la nueva etapa (caps. 47-48).
Las normas rituales son semejantes a las contenidas en el libro del Levítico y más
concretamente en el denominado Código de santidad (Lv 17-26).

• Acciones simbólicas: son oráculos en acción. Algunos comentaristas han


interpretado estas acciones como meros recursos literarios que nunca se
llevaron a efecto; otros, las aceptan como reales. La mayoría han entendi-
do su valor pedagógico, sin encontrar motivos suficientes para negar su
historicidad. Algunos ejemplos son:
– La muerte de la esposa de Ezequiel, interpretada como señal de la desgra-
cia que se cierne sobre Jerusalén, y la sobriedad de su luto como prototipo
de mesura de los deportados, a pesar de su dolor (42,15-27).
– Las acciones un tanto sorprendentes que anuncian el asedio y destrucción
de Jerusalén: dibujar en un adobe un asalto militar, acostarse sobre un cos-
tado durante un tiempo y luego sobre el otro, comer y beber cantidades
exiguas y tasadas de agua, afeitarse la cabeza y esparcir los cabellos de
forma casi ritual (caps. 4-5).
– Salir de casa a escondidas con el hato de fugitivo (12,1-16): muestra la penu-
ria de los que saldrían al destierro con escasez de agua y de pan (12,17-20).
– Otros gestos como batir palmas o patalear (6,11), volverse hacia los que
conmina (6,1; 13,17; 21,2), lanzar gemidos (21,11): reflejan la intensidad de
las manifestaciones externas del profeta.
• Fórmulas fijas: Unas son solamente recursos de estilo para introducir una
visión («Miré y vi» como en 1,4; 10,1), o un oráculo («Me fue dirigida la
palabra del Señor», como en 6,1; 7,1, etc.), otras tienen mayor calado doc-
trinal. Entre estas últimas cabe destacar dos:
98 – «Hijo de hombre». Se trata de un semitismo que equivale a «ser humano»
(cfr. Sal 80,18; Jr 49,18.33; 50,40; 51,43), como «hijo de la pobreza» equivale
a pobre (cfr. Sal 72,4), «hijo de la iniquidad» a inicuo (Sal 89,23), etc. En
general puede considerarse como fórmula cortés para evitar el pronombre
personal (Dn 8,17). Pero en Ezequiel aparece 93 veces y tiene un alcance
más profundo.
Por una parte, manifiesta que el profeta se considera uno de tantos, un hombre
vulgar, sin privilegio alguno, a pesar de ser portavoz de Dios.
Por otra, indica que ante el Señor, Dios soberano que deja entrever su gloria, Eze-
quiel es solo un hombre, una criatura débil e insignificante; es decir, enseña así
que entre Dios y el hombre hay una distancia insalvable.
Finalmente, muestra la solidaridad con los de su pueblo, pues el profeta no es un
individuo aislado, separado de los suyos al ser enriquecido por el mensaje divino;
más bien se considera hijo de los suyos, miembro de la comunidad israelita a la
que Dios se dirige por mediación de él.

– «Tú sabrás que Yo soy el Señor» (con las variantes «vosotros sabréis», «ellos
sabrán»). Es una fórmula que ordinariamente cierra un oráculo o que se
introduce a raíz de una intervención divina. En Ezequiel se encuentra en
54 ocasiones.
La segunda parte de la frase («Yo soy el Señor») expresa, como en la literatura
sacerdotal (cfr. Lv 19), la autoridad suprema de Dios que cumple lo que promete:
por eso solo Él puede imponer al hombre obligaciones indiscutibles. De alguna
manera es una expresión abreviada de la fórmula que en los textos deuteronomis-
tas introduce la Alianza: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te ha sacado del país de
Egipto, de la casa de la esclavitud» (Ex 20,2).
La primera parte («Sabrás, sabréis…») indica que toda intervención de Dios, de
palabra o de obra, es reveladora de su persona. Para Ezequiel la verdad más im-
portante, que todos pueden y todos deben conocer, es que Dios es soberano de
la creación y de la historia y que actúa con libertad y dominio. El Señor no está
supeditado a ninguna criatura. Los hombres terminarán reconociendo su poder
y su querer.

4.  Personalidad de Ezequiel y marco histórico

Aunque la única fuente para obtener datos sobre el ministerio de Ezequiel


es el libro que lleva su nombre, nadie duda de la existencia del profeta ni del
momento de su actividad: el período más crítico de Israel, con la destrucción
de Jerusalén y la deportación de parte del pueblo a Babilonia.
Hijo del sacerdote Buzí (Ez 1,3), Ezequiel era sacerdote. El 597 a.C., todavía 99
muy joven, formó parte del grupo de los primeros deportados por Nabuco-
donosor.
El comienzo de su actividad profética se sitúa el año quinto de la deportación
del rey Yoyaquín, el 593, al cumplir los treinta años, es decir, a la edad en
que debería haberse incorporado a las funciones sacerdotales (Ez 1,1; cfr. Nm
4): tuvo una visión junto al río Quebar, cerca del Éufrates, que le supuso una
profunda transformación interior.
«A los treinta años del profeta Ezequiel, los cielos se abrieron y él vio las visiones
del Señor junto al río Quebar; hacia los treinta años el Señor vino junto al Jordán:
allí los cielos se le abrieron y el Espíritu descendió bajo la figura de paloma y una
voz que sonó desde el cielo decía: Éste es mi Hijo, el amado, en quien me he complaci-
do» (S. Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem prophetam 1,2,5).

Su ministerio se desarrolló con cierta regularidad. Si nos atenemos a la data-


ción que el mismo profeta hace de sus oráculos y visiones a partir del momen-
to de la deportación del rey, su ministerio se extiende desde el 592 a.C. hasta
el 571 a.C.
Los primeros oráculos fechados corresponden al reinado de Sedecías, desde el
592 al 585 a.C. (8,1; 20,1; 24,1; etc). Tras un periodo de trece años, se da la fecha de
otros oráculos (40,1), el último de ellos (29,17) corresponde al 571 a.C.

Se sabe también que estaba casado con una mujer a la que amaba con ternura
(29,17) y que murió de forma inesperada.
Nada más se conoce con certeza de su vida y actividad, ni tampoco de su
muerte. La tradición, recogida por San Atanasio (PG 25,160), que narra la
muerte del profeta a manos de un jefe del pueblo cuya conducta idolátrica
recriminaba, no está suficientemente probada.
El contenido y el estilo literario del libro rompen los esquemas habituales de
la profecía clásica y reflejan una personalidad compleja.
Ezequiel es capaz de entristecerse hasta el abatimiento por la muerte de su esposa
o la destrucción de Jerusalén, y de entusiasmarse hasta batir palmas, dar gritos o
saltar lleno de euforia por lo que acontece a los enemigos de Israel.

Carece de fundamento serio la hipótesis de que padeciera alguna enfermedad


psíquica. Al contrario, es más lógico pensar que se identificó tan profundamente
con sus contemporáneos y realizó su misión con tanta fuerza, que todo en su vida
fue intenso: las alegrías y las tristezas, los dolores y las esperanzas, los desalientos
y las ilusiones.
100 La personalidad de Ezequiel se explica por la complejidad de su misión: es
profeta y, a la vez, sacerdote, pastor, “centinela” de su pueblo, arquitecto
del nuevo Templo, y organizador de la nueva comunidad que se forja en el
destierro.
A principios del pasado siglo algunos autores, atendiendo a la precisión con
que se refleja la situación política y religiosa de Jerusalén en la primera parte
del libro (caps. 1-24), defendieron la hipótesis de un doble ministerio de Eze-
quiel: uno en Jerusalén y otro en Babilonia.
• El profeta habría iniciado su ministerio en Jerusalén y allí habría pronun-
ciado los oráculos que se incluyen en la primera parte.
• Solo a partir del año 587 habría sido deportado a Babilonia, donde habría
llevado a cabo la segunda parte de su actividad profética.
Hoy, sin embargo, se tiende a aceptar mejor una sola actividad profética: la
que se desarrolló únicamente en Babilonia. Eso es lo que sugiere el texto.
Las referencias a Jerusalén se pueden explicar tanto por la edad que tenía cuando
marchó a Babilonia (año 597 a.C.), unos 26 años, los suficientes para estar al co-
rriente de lo que ocurría, como por su condición de sacerdote, que le facilitaría el
contacto con los deportados más cultos y mejor informados, que, seguramente,
seguían con los ojos fijos en la ciudad santa.

5. Enseñanza
La condición de profeta y sacerdote de Ezequiel y la necesidad de explicar el
aparente fracaso que suponía el destierro dan razón de su mensaje específico.
Tres grandes temas jalonan el libro: Dios, su ser, su santidad y su transcen-
dencia; la fundamentación de la moral en la pureza ritual y en la responsabi-
lidad personal; y la esperanza en la salvación que supone una modulación de
la doctrina mesiánica tradicional.

A)  La santidad y transcendencia de Dios


Ya en la teofanía inaugural (1,1-28) Ezequiel contempla «la gloria del Señor»,
es decir, al Señor que se aproxima a los suyos y, sin perder su majestad, se deja
ver pero no del todo.
• Él es el soberano de Israel, porque solo Él puede juzgar, condenar o salvar.
• Y es también el soberano de las naciones, pues a unas reprueba (caps. 25-
32) y a otras, a Babilonia, las utiliza como instrumentos para castigar a
Israel y a los demás pueblos (21,23-32).
• La fórmula antes mencionada «tú sabrás que Yo soy el Señor» refleja la ne- 101
cesidad de que todos, israelitas y gentiles, reconozcan la majestad divina.
La santidad y la trascendencia del Señor se manifiestan también en una cierta
teología del «Nombre de Dios».
• El «nombre», en la cultura semita, tiene especial relevancia, ya que conocer
el nombre de alguien equivale a tener cierto poder sobre él (Gn 2,19-20).
• En la tradición sacerdotal profanar el nombre de Dios (Lv 18,21; 19,12;
20,3), cantarlo (Sal 7,18; 9,3) o ensalzarlo (Sal 34,4) equivale a profanar,
cantar o ensalzar a Dios mismo.
• En la enseñanza de Ezequiel el «nombre del Señor» es santo (20,39; 36,20;
43,7) y garantía de la vida del pueblo, por lo que de ninguna manera po-
drá exponer su Nombre a la irrisión de las naciones (36,5.23) ni podrá ser
profanado.
Dios perdonará a su pueblo, le hará retornar a la tierra prometida, restaurará el
Templo y sus instituciones, etc., no porque el pueblo se haya convertido ni porque
haya hecho méritos, sino solo por el honor de su Nombre, para que no sea profa-
nado entre los gentiles.

B)  Pureza ritual y responsabilidad personal


En Ezequiel, el pecado es designado con dos términos conocidos en profetas
anteriores: prostitución e impureza (20,30).
• Bajo la imagen del adulterio y la prostitución denuncia la idolatría, pero
también los pecados contra el culto y contra los preceptos rituales.
– Condena el culto en los lugares altos (6,13; 20,28), el incumplimiento de los
sábados (20,12.24), la profanación del santuario (23,37-38).
– Los ídolos reciben el nombre de gillulim (8,10; 18,6), término relacionado
con «excrementos», que expresa la repulsa del sacerdote por cualquier im-
pureza (4,12-15).
– De todos los profetas es el que más hincapié hace en la necesidad de cum-
plir los preceptos y normas del Señor.
Ezequiel enseña que la historia de Israel ha estado siempre teñida de pecado:
nunca ha habido un período de lealtad, ni en Egipto (20,7) ni en el desierto
(20,13).
• Denomina a su pueblo «casa rebelde» (2,5-8; 3,9) porque una y otra vez se
rebelaron contra el Señor (20,8.13.21), quebrantando sus mandatos.
102 • El pecado, según Ezequiel, es un acto de soberbia contra el Señor, soberano
supremo.
• El pecado, por eso, tiene connotaciones legales más que morales, en cuanto
que subraya más la infracción de la norma.
Cada generación es responsable de sus propios actos y tendrá que cargar con
el castigo inapelable que merezca (14,12-23). Más aún, cada persona cargará
con las consecuencias de sus pecados, no con los de sus antepasados (18,1-32;
33,10-20).
• De esta manera, Ezequiel explica las causas que motivaron el destierro: no
fue el comportamiento de los antiguos sino el de los propios deportados.
• Esta doctrina de la responsabilidad personal tiene el riesgo de rebajar la
solidaridad con los demás miembros del pueblo, sean los predecesores o
los contemporáneos. En cambio Ezequiel subraya:
– la misericordia de Dios que, en el momento de la destrucción salva un
resto (14,22).
– la fidelidad que le lleva a establecer de nuevo la Alianza. Cuando el pueblo
haya experimentado esta nueva iniciativa divina, entonces se arrepentirá y
será perdonado de nuevo (16,59-63).

C)  La esperanza mesiánica


La esperanza salvífica, que ya se vislumbra en algunas secciones de la primera
parte, es el hilo conductor de los oráculos, visiones y signos de la segunda.
Ezequiel subraya que la restauración gloriosa de Israel la traerá Dios mismo
(en la primera parte se ve, por ejemplo, en la imagen del cedro magnífico:
17,22-24), relegando a un segundo plano la salvación otorgada por mediación
de un rey o, mejor, de un príncipe (en terminología preferida por Ezequiel).
• Dios mismo pastoreará a su pueblo porque quienes lo han guiado hasta
ahora lo han hecho solo en beneficio propio (34).
• Pero también suscitará un príncipe a quien le otorgará la heredad de Da-
vid (34,24; 37,24), al que concederá privilegios especiales (44,3; 45,7-12).
La mención de David no pretende reforzar la sucesión dinástica, que nunca más
volverá a darse en Israel. Únicamente subraya que el príncipe ideal llevará a cabo
una alianza de paz, semejante a la establecida con David, para vivir con sosiego
(34,23-25).
Ezequiel, por tanto, modifica la doctrina mesiánica tradicional que ponía 103
su esperanza en un rey descendiente de David, y fomenta la esperanza en
Dios mismo que dará vida a su pueblo por sí mismo o mediante su Espíritu
(cap. 37).

6.  El libro de Ezequiel a la luz del Nuevo Testamento


En tiempos de Jesús el libro de Ezequiel apenas tenía relevancia entre los ra-
binos si se compara con Isaías y Jeremías, probablemente porque algunas de
sus expresiones podrían dar pie a interpretaciones contrarias a las que hacían
los fariseos.
• Las visiones, en especial la del carro de fuego (1,1-28), podrían originar
imaginaciones extrañas como había ocurrido en algunos libros apocalípti-
cos y como ocurriría en la Edad Media en la corriente mística judía deno-
minada Cábala.
• Algunas normas rituales repetidas en el libro no encajan con las conteni-
das en Números y Levítico.
• En Qumrán solo hay pequeños fragmentos de seis ejemplares y son muy
escasas las citas o alusiones.
• En la literatura rabínica el libro de Ezequiel está prácticamente silenciado
y solo tenemos noticias de las dificultades para ser admitido como sagrado
(cfr. Talmud, tratado Menahot).
Esta situación explica que en el Nuevo Testamento no haya citas explícitas del
profeta, y que las alusiones directas a Ezequiel sean muy escasas. Se pueden
encontrar algunos rasgos que pertenecen al conjunto de la tradición bíblica y
están también recogidos en Ezequiel:
• la imagen de la viña (Jn 15,1-10 y Ez 15);
• la del buen pastor (Jn 10,11-18 y Ez 34);
• la de la fuente de agua (Jn 7,37-38 y Ez 47,1-12);
• en al Apocalipsis hay más alusiones, pero ordinariamente son imitación de
términos y de estilo.
La tradición patrística tampoco se sirvió de Ezequiel en la misma medida en
que se sirvió de otros profetas mayores. Solamente Orígenes, del que se con-
servan unos fragmentos, Teodoreto de Ciro y posteriormente San Jerónimo
comentaron con detenimiento el libro.
104 En la teología y en la liturgia ha ido creciendo su influencia con el tiempo:
• En el ámbito teológico, la visión de los huesos vivificados (cap. 37) se ha
interpretado como anuncio de la resurrección de los muertos para el juicio
final; asimismo, en teología moral se desarrolla la doctrina de la respon-
sabilidad personal y la necesidad de un corazón nuevo (11,19) como espe-
ranza de las bendiciones divinas.
• La visión de la fuente del Templo (cap. 47) es mencionada para explicar la
fecundidad del agua del Bautismo.

Ejercicio 1.  Vocabulario


Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• Gillulim • Hijo de hombre


• Cábala • Conminatorio
• Torah de Ezequiel • Yoyaquín
• «Y sabrás/sabréis/sabrán que Yo soy el Señor»

Ejercicio 2.  Guía de estudio


Contesta brevemente a las siguientes preguntas:

  1. ¿Tiene alguna importancia la caída de Jerusalén para la estructura del libro?


¿Guarda alguna relación con la pérdida y la recuperación del habla que sufre
el profeta?
  2. ¿Por qué al principio del libro «la gloria de Dios» se manifiesta de forma ex-
traordinaria a Ezequiel junto al río Quebar (1,4-28)?
  3. ¿Pueden apreciarse parecidos entre los libros de Jeremías y Ezequiel? Señale
tres
  4. ¿Por qué el libro de Ezequiel, en comparación con los de Isaías o Jeremías, no
tenía tanta importancia entre los rabinos en la época de Jesús?
  5. ¿Qué evolución se aprecia en el libro de Ezequiel en cuanto a la doctrina me-
siánica?
105
Ejercicio 3.  Comentario de texto
1. Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los conteni-
dos aprendidos:
«En el “cara a cara” con Dios, los profetas sacan luz y fuerza para su misión. Su oración no
es una huida del mundo infiel, sino una escucha de la palabra de Dios, a veces un litigio
o una queja, siempre una intercesión que espera y prepara la intervención del Dios
salvador, Señor de la historia (cfr. Am 7,2.5; Is 6,5.8.11; Jr 1,6; Jr 15,15-18; Jr 20,7-18)».
Catecismo, n. 2584

***

2.  Lee Ezequiel 37,1-14 y explica el significado de la visión en el contexto histórico en


que se sitúa, respondiendo a las siguientes cuestiones: ¿Quiénes son y dónde están los
huesos secos? ¿A qué se puede estar refiriendo con la vuelta a la vida? ¿Aparecen al-
gunos de los elementos del texto (el Espíritu, los huesos, la nueva vida, fórmulas) otras
veces en Ezequiel? ¿Hay alguna relación entre este texto y los relatos de la creación del
Génesis?
106
TEMA DANIEL (DANIEL:
6 “DIOS ES MI JUEZ”)
Cuando parece que han enmudecido las voces proféticas surge un nue-
vo modo de manifestarse la Palabra de Dios. En plena crisis macabea
(167-164 a.C.), después de muchos años sin que hubieran surgido profe-
tas en Israel, fue redactado el libro de Daniel que, si bien enlaza con los
profetas anteriores a los que cita expresamente (9,2) o a los que imita en
lo concerniente a visiones celestes (cfr.
“He aquí que con las nubes del cielo venía Ez 1,3-4; Dn 8,2-3), presenta un mensaje
como un hijo de hombre (…) A él se le dio y una forma literaria parecidos a los que
dominio, honor y reino. Y todos los pueblos, se encuentran en otras obras judías de
naciones y lenguas le sirvieron” (Dn 7,13-14) la época e incluso anteriores que no
han pasado a formar parte de la Biblia.
Daniel destaca por anunciar la venida
del Hijo del Hombre y la instauración definitiva del Reino de Dios. Ambos
acontecimientos se cumplirán en Cristo resucitado: «Sentarse a la dere-
cha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumplién-
dose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: “A él se
le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le
sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino
no será destruido jamás” (Dn 7,14)» (Catecismo, n. 664).

SUMARIO
1. CONTENIDO Y ESTRUCTURA • 2. COMPOSICIÓN Y MARCO HISTÓRICO • 
3. ENSEÑANZA • 4. EL LIBRO DE DANIEL A LA LUZ DEL NUEVO TESTAMENTO.
1.  Contenido y estructura 107
El libro de Daniel contiene dos tipos de relatos:
• aquellos en los que un narrador cuenta una historia sobre Daniel (1-6;
13-14);
• y aquellos otros en los que el mismo Daniel narra o escribe sus visiones
(7-12).
Siguiendo el orden que presenta el libro en la mayor parte de los códices grie-
gos y en la Vulgata, su contenido puede dividirse en tres partes:

A)  Historias de Daniel y sus compañeros en la corte de Babilonia (1,1-6,29)


1,1-21: A modo de introducción a toda la obra se cuenta cómo Daniel, uno de
los judíos deportados a Babilonia, y tres compañeros suyos entran al servicio
del rey Nabucodonosor a pesar de no participar de la comida de la mesa del
rey, y cómo reciben de Dios una sabiduría extraordinaria; Daniel, en concreto,
la capacidad de interpretar visiones y sueños (1,17).
2,1-49: Daniel interpreta el sueño de la estatua tenido por Nabucodonosor.
Daniel conoce el sueño por inspiración divina y sin que se lo cuente el rey, y,
además, lo interpreta refiriéndolo al fin de los tiempos. El rey reconoce al Dios
de Israel y nombra a Daniel “gobernador de toda la provincia de Babilonia y
jefe supremo de todos los sabios de Babilonia” (2,48).
A partir de 2,4b y hasta el final del cap. 7 el texto está en arameo.
La interpretación del sueño de la estatua tenido por Nabucodonosor refleja las
guerras entre los lágidas de Egipto y los seléucidas de Siria a lo largo del s. III a.C.

3,1-100: Se refiere solo a los compañeros de Daniel. Por no adorar una estatua
de oro erigida por Nabucodonosor son arrojados al horno de fuego, donde
entonan cantos de alabanza al Señor, sin que sufran daño alguno; entonces el
rey reconoce al Dios de los judíos.
4,1-34: Daniel interpreta a Nabucodonosor otro sueño, el del árbol abatido al
suelo, cuyo significado se refiere al rey mismo y se cumple puntualmente, por
lo que el rey reconoce y alaba al Dios Altísimo.
5,1-30: En la corte de Baltasar, hijo y sucesor de Nabucodonosor según el re-
lato, Daniel descifra el significado de las palabras que una mano misteriosa
escribe en la pared, y por ello es colmado de honores por el rey, que va a morir
aquella noche.
108 6,1-29: Finalmente, cuando Darío el Medo –que, según el libro, sucede a Bal-
tasar en el trono– piensa poner a Daniel al frente de todo el reino, los ministros
del rey urgen a este a promulgar una ley que Daniel no pueda cumplir: no
adorar a otro dios que al mismo rey. Daniel es arrojado al foso de los leones
pero sale ileso, por lo que también Darío reconoce al Dios de Daniel.

B)  Sueños y visiones de Daniel (7,1-12,13)

La segunda parte del libro recoge cuatro visiones de Daniel narradas directa-
mente por él, aunque la primera (7,1) y la última (10,1) vienen introducidas
por un narrador.

7,1-28: Situada el año primero de Baltasar. Es la visión de las cuatro bestias


que surgen del mar y la llegada de alguien como un hijo de hombre a quien
se le da el imperio; en la visión Daniel recibe también su interpretación: las
bestias representan cuatro imperios, y quien lo recibe al final son los santos
del Altísimo.

8,1-27: También ocurre en el reinado de Baltasar. Daniel ve un carnero que


es atacado y vencido por un macho cabrío que tiene un cuerno del que, al
romperse, salen otros cuatro y luego uno pequeño (Antíoco IV) que se alza
contra Dios. Daniel recibe la interpretación de Gabriel: ese cuerno pequeño
será destruido y llegará el final.
El texto vuelve a estar en hebreo como al principio del libro, y así sigue hasta el
final de las visiones.

9,1-27: Sucede en tiempos de Darío el Medo. Daniel está investigando en el


libro del profeta Jeremías cuánto duraría la prueba del destierro, y pidiendo
perdón a Dios por los pecados del pueblo. Entonces Gabriel le explica cuán-
do van a cumplirse los setenta años de los que hablaba Jeremías: son setenta
semanas de años y concluirán tras ser destruida la ciudad y el santuario y ser
introducida en el Templo la abominación de la desolación, expresión que evo-
ca la vileza de los ídolos cananeos y que hace referencia al momento en que
Antíoco IV introdujo en el Templo la estatua de Zeus Olímpico.

10,1-12,13: Situada el año tercero de Ciro el Persa. Daniel cuenta que ve pri-
mero a un hombre vestido de lino que le explica lo que va a suceder en las
guerras entre los reyes del norte (los seléucidas) y los del sur (los lágidas), y
cómo un hombre abominable (Antíoco IV) traerá las desgracias sobre la tierra
santa; pero a este le llegará su fin, que coincidirá con la venida de Miguel a
salvar al pueblo de Dios y con la resurrección de los muertos. Después Daniel
ve a otros dos a los que el hombre vestido de lino les comunica cuándo llegará 109
aquel final.

C)  Otras historias de Daniel (13,1-14,42)

Solo presentes en las versiones griegas (aquí seguimos la de Teodoción) y des-


pués en las latinas. Judíos y protestantes consideran apócrifos estos pasajes;
no así la Iglesia católica que definió su canonicidad en el Concilio de Trento.
Por eso entre los católicos se les llama partes o secciones deuterocanónicas de
Daniel.
Son tres historias de Daniel contadas por un narrador, en las que se muestra
la actuación del profeta frente a la perversidad de los jueces judíos y a la ido-
latría de los paganos.
• 13,1-64: Juicio de Susana. Esta, al no ceder a los deseos lujuriosos de dos
ancianos jueces, es acusada de adulterio y condenada a muerte; pero Da-
niel la salva poniendo en evidencia la mentira de aquellos jueces.
• 14: incluye varias historias situadas en Babilonia en tiempos de Ciro el
Persa.
– 1-22: Daniel desenmascara el engaño de los sacerdotes de Bel que hacían
creer que el ídolo comía los alimentos que depositaban ante él
– 23-27: Daniel mata a un dragón al que los babilonios consideraban un dios
vivo.
– 28-42: Ambos hechos suscitan la ira de los babilonios y Daniel es arrojado
al foso de los leones; allí le lleva alimento el profeta Habacuc trasladado
por un ángel desde Judea. El rey, al descubrir al séptimo día que Daniel
está vivo, lo saca del foso y alaba al Dios de Daniel.
Según esta estructura tripartita:
• la primera parte del libro presenta a Daniel como un judío fiel, dotado
por Dios de una sabiduría excepcional para interpretar sueños y visiones
que se cumplen de inmediato;
• en la segunda se presenta la revelación recibida por Daniel acerca del final
que todavía ha de cumplirse;
• y en la tercera, el desenmascaramiento de los proyectos ocultos y perver-
sos de los hombres, y el engaño de la idolatría, que seguirán dándose en
lo que resta de historia.
110 2.  Composición y marco histórico
En la redacción final del libro han sido recogidos materiales de diversa proce-
dencia y época, referidos a Daniel y a sus compañeros de cautiverio. Es lo que
se deduce al observar:
DANIEL… ¿PROFETA?
• la diversidad en la forma de narrar
(historias y visiones); Cuando Daniel fue redactado ya esta-
ba formado y cerrado el conjunto de
• la variedad de rasgos que carac-
libros denominado «Profetas», que in-
terizan al protagonista en los di-
cluía los profetas anteriores, es decir,
ferentes episodios (intérprete de
los que narraban la historia del pue-
sueños, político, visionario);
blo desde la entrada en la tierra pro-
• el hecho de que en el libro se en- metida hasta el destierro (de Josué a
cuentren pasajes en tres lenguas 2 Reyes), y los posteriores, o sea Isaías,
(hebreo, arameo y griego). Jeremías, Ezequiel y los Doce profetas
menores. Por eso tuvo que ser inclui-
a)  Historias sobre Daniel (1-6) do entre la última colección de libros,
Ambientadas en Babilonia y en tiem- los llamados «Escritos».
pos del destierro, tales historias refle- Sin embargo, en el judaísmo del siglo
jan la situación de los judíos en la I d.C. Daniel es considerado un gran
diáspora oriental entre los siglos V-III profeta, y así lo vemos en el Nuevo
a.C. Testamento (Mt 24,15) y en la obra de
• En ellas se encierra una exhorta- Flavio Josefo (Antigüedades 10,11,7).
ción a los judíos a mantenerse fie-
les a los principios de su religión, y a adorar únicamente a su Dios, aun en
medio de pruebas que puedan conducirles a la muerte.
• Al mismo tiempo, en esos capítulos se ve posible y recomendable la inte-
gración de los judíos en la sociedad pagana y la colaboración con los reyes
de las otras naciones.
Incluso los reyes paganos pueden reconocer y adorar al Dios de Israel.
• Daniel es presentado aquí con los rasgos del extranjero –en este caso un
judío– que alcanza éxito en la corte del rey.
Son rasgos similares a la historia de José en Egipto (Gn 41) y a la de Ester en la
corte del rey Asuero (Est 2).
La mención de los reyes y su sucesión dinástica en el libro de Daniel sirve
únicamente de marco literario para componer los relatos y no reflejan estric-
tamente la historia.
¿QUIEN FUE REALMENTE DANIEL? 111
• Con el nombre de Daniel se designa a un personaje famoso por su justicia y su sa-
biduría, que Ezequiel menciona junto a Job y Noé (Ez 14,14.20) y cita como un sabio
proverbial (Ez 28,3).

• Aparece asimismo en un texto de Ugarit del siglo XIV a.C. como nombre de un rey
que juzga la causa de la viuda y defiende al huérfano.

• En el antiguo Israel varias personas llevaron ese nombre: un hijo de David (según 1
Cro 3,1) y uno de los que retornaron del destierro (según Esd 8,2; Ne 10,7).

• No es fácil situar históricamente al Daniel protagonista del libro. Más bien da la im-
presión de que con ese nombre se esté haciendo referencia a una figura inmemorial
que ha ido adquiriendo rasgos de otros muchos personajes bíblicos e incluso extra-
bíblicos.

• Este Daniel -sabio, justo, sacerdote y exiliado en Babilonia- se toma como argumento
para componer historias y visiones de distintas épocas que, finalmente, llegan a ser
integradas en una obra que recibe el título de libro de Daniel.

• No fue el año tercero de Yoyaquim/Joaquim (quien reinó del 608 al 598,


por tanto, el 606) cuando Nabucodonosor tomó Jerusalén, saqueó el Tem-
plo y llevó cautivo al rey judío, sino el 597.
• Tampoco Baltasar fue hijo y sucesor de Nabucodonosor como se dice en
Dn 5, sino un hijo del cuarto sucesor de este, Nabónida (555-539), y no
llegó a ser rey sino solo gobernador de Babilonia, antes de que esta fuese
conquistada por Ciro el Persa el año 539.
• De Darío el Medo (6,1) no hay noticia alguna; es más, cuando Ciro con-
quistó Babilonia ya había sometido a los medos. En el libro de Daniel, sin
embargo, el imperio medo aparece como continuación del babilónico y
anterior al persa, de forma que, con el imperio griego que vino después,
constituyan cuatro imperios, representados en los cuatro metales de la es-
tatua del sueño de Nabucodonosor (2,31-45) o en las cuatro bestias de la
visión de Daniel (7,2-7).
• Por otra parte, no parece verosímil que Daniel hubiese permanecido en
la corte de Babilonia desde Nabucodonosor hasta «el año primero del rey
Ciro» (1,21), es decir, unos 65 años.
112 • Podemos pensar, por tanto, que las historias de Daniel en la corte de Babi-
lonia se encuadran en un recuerdo lejano e impreciso de quiénes fueron
en realidad sus reyes.
Cada uno de esos relatos, por otra parte, es completo en sí mismo, aunque
se interrelacionan en cierto modo por la secuencia cronológica de los reyes o
alusiones superficiales entre ellos, como sucede en 5,11-12 con respecto a 4,4-5.
• Todo esto indica que lo que importaba al redactor final era mostrar cómo
Dios asistía a Daniel y a sus compañeros para tener éxito en aquellos rei-
nados, de manera que los respectivos reyes –babilónico, medo y persa–
reconocieran al Dios de Israel.
• Por eso, estos relatos podrían ser calificados de ejemplares.

b)  Visiones y revelaciones recibidas por Daniel


Recurriendo asimismo a la figura de Daniel se compusieron, seguramente
más tarde y bajo la forma de interpretación de sueños (7,1) o de visiones (7,2-
12,13), los anuncios de la llegada del reino de Dios y del final de los tiempos.
Las visiones de los caps. 7 al 12 reflejan la situación de violencia y persecución
llevada a cabo por Antíoco IV Epífanes, quien profanó el Templo de Jeru-
salén, introdujo en él la estatua de Zeus Olímpico y suprimió el culto judío
(8,11-14; 9,26; 11,31-32).
Esto indica que tales visiones fueron redactadas antes del año 164, ya que ese
año fue recuperado y purificado el Templo por Judas Macabeo y murió Antío-
co IV (cfr. 1 M 6,1-13; 2 M 9,1-29), hechos a los que no se hace referencia en el
libro de Daniel.
Las cuatro visiones pertenecen al género literario conocido como apocalipsis
en cuanto que contienen la revelación (apokalypsis en griego) de algo secreto
en los planes de Dios, y la victoria definitiva de Dios sobre los poderes de
este mundo en un futuro inmediato; tales poderes serán destruidos y se im-
pondrá el reinado de Dios.
El género literario de los apocalipsis viene a ser continuación del género
oracular empleado por los profetas, si bien tiene características propias en
cuanto a la forma de darse la revelación, en cuanto al lenguaje y en cuanto al
contenido.
• Es frecuente el uso de un estilo repetitivo con predominio de símbolos
numéricos, de animales y de intervención de ángeles.
• También se emplea el recurso de la pseudoepigrafía, es decir, poner como 113
destinatario y mediador de la revelación un personaje famoso del pasado,
en este caso Daniel.
• Más allá de los elementos formales, destaca en este género el interés por
la historia, la cual se contempla desde una perspectiva diferente a la de
los profetas, si bien coinciden en perseguir el mismo objetivo: despertar la
esperanza de sus destinatarios.
– Pero en lugar de hacerlo entre oráculos de condena y de salvación, procla-
mados al hilo de los avatares históricos que les corresponde vivir, las obras
apocalípticas lo harán anunciando la catástrofe cósmica del final, a la que
seguirá la salvación paradisíaca para «los inscritos en el libro», de la que
participarán los gentiles.
– En la literatura apocalíptica se contempla la historia universal como un
todo, dividido en periodos sucesivos.
– En Daniel, la historia se presenta de forma esquemática, dividida en
etapas y juzgada desde la perspectiva de su desenlace final: la instaura-
ción del reinado de Dios. Tanto la historia pasada como la presente son
narradas en función del acontecimiento definitivo, que da razón de todo
lo que ocurrido hasta el momento. El progreso del mal desde el destie-
rro hasta los tiempos en que se escribe el libro se describe por medio de
los cuatro imperios cada vez más degenerados que se van sucediendo
(caps. 2 y 7).
– Al mismo tiempo, además de volver la mirada al origen mismo de los ma-
les, se anuncia el final próximo del mundo y de la historia, dominados
por el mal, con el establecimiento de un mundo nuevo del que participa-
rán, mediante la resurrección, incluso los que ya han muerto (12,1-3). La
llegada del Mesías marcará el inicio de ese cumplimiento, última etapa de
la historia.
En cada una de las visiones se repite de una forma u otra el mismo esquema
de visión e interpretación, pero su contenido no es lineal, sino que se superpo-
ne el de unas sobre otras.
Cabe pensar por ello que fueran unidades originariamente independientes. Pero
tienen en común que Daniel es el receptor de la revelación y que todas se refieren
a los mismos acontecimientos: el final de la época seléucida.

La correspondencia de los anuncios proféticos con las historias de la primera


parte queda establecida al situar esos anuncios en el tiempo de los mismos
114 cuatro reyes y en el mismo orden: Nabucodonosor (2,31-45); Baltasar (7,1);
Darío el Medo (9,1) y Ciro el Persa (10,1).
Esto inclina a pensar que el autor o
recopilador de las visiones conocía En las narraciones de los caps. 2 y 7 se
las historias, y ordenó las visiones presentan los períodos más importan-
siguiendo aquella cronología para tes de la historia, desde Nabucodonosor
dar unidad a la obra. hasta Antíoco IV Epífanes, introducien-
El brusco cambio del hebreo al ara- do un elemento novedoso y descono-
meo en 2,4b, y la vuelta al hebreo 8,1, cido hasta ese momento en el Antiguo
no rompe la continuidad de la narra- Testamento: la venida del reino de
ción ya que la parte aramea incluye Dios.
tanto historias de Daniel como la pri-
La visión de la estatua del cap. 2 des-
mera de las visiones, y esta visión co-
necta estrechamente con la siguiente cribe con maestría la sucesión de los
que está en hebreo (8,1-27), tanto por reinos; primero el imperio babilónico
suceder ambas en el mismo reinado, el (oro), después el medo (plata), y a conti-
de Baltasar, como por ser citada la pri- nuación el persa (bronce); a ellos siguen
mera en la segunda (8,1). Alejandro y el imperio griego, que a
La explicación más razonable de la
causa de su división entre lágidas y se-
presencia de las dos lenguas es que léucidas, y por tanto por su debilidad, es
existiera un núcleo arameo con his- presentado como hierro mezclado con
torias de Daniel y la primera visión arcilla. El momento final o escatológico
sin la referencia a Antíoco IV (7,8.24- está representado en la piedra caída de
26) que fue completado con las par-
la montaña: «El Dios del cielo suscitará
tes en hebreo y retocado en la pri-
mera visión conservando el arameo, un reino que nunca será destruido...,
para acomodarlo a la situación de sino que durará por siempre» (Dn 2,44).
crisis reflejada en las visiones.
En el cap. 7, en el que se inician las vi-
c)  Secciones en griego siones de Daniel, el autor vuelve a pre-
sentar bajo la figura de diversas fieras
Estas secciones reflejan haber sido
salvajes la sucesión de los imperios, des-
compuestas en una época posterior y
de el babilónico hasta el seléucida. Todo
podrían haber sido añadidas al tradu-
cirse la obra al griego, si bien existían terminará y culminará con la llegada
ya de forma independiente en hebreo de aquella figura del «hijo de hombre»,
o arameo, tal como se deduce de su es- que representa al «pueblo de los santos
tudio lingüístico. del Altísimo», al que se le da «un reino
eterno, al que temerán y se someterán
• Aparte de esos añadidos, la ver-
todos los soberanos» (Dn 7,27).
sión griega de los Setenta presenta
notables diferencias con el texto masorético (el texto hebreo vocalizado y 115
anotado), especialmente de 3,31 a 6,29, por lo que también puede suponer-
se la existencia de otro texto hebreo-arameo distinto que sirvió de base a
dicha traducción griega; pero en realidad nada sabemos del alcance de ese
hipotético texto.
• Existe otra versión griega posterior a la de los Setenta, la llamada de Teo-
doción, que se ciñe mucho más al texto masorético y que, aunque contiene
también las partes conservadas solo en griego, no las trae en el mismo
orden que tenían en los Setenta y que luego se han mantenido en la Vulgata
latina.
En concreto, los códices de Teodoción traen al comienzo del libro la historia de
Susana, quizá por hablarse en ella de Daniel cuando era joven.

También difieren en matices de contenido: así, mientras que en el texto de Teo-


doción se resalta la integridad de Susana y su salvación, en el de los Setenta se
presenta una crítica más dura contra los ancianos.

En cuanto a las dos historias finales, la de Bel y la del dragón, coinciden ambas
versiones en el tono de una sátira contra la idolatría.

3. Enseñanza

El mensaje del libro de Daniel se percibe teniendo en cuenta la situación his-


tórica en la que fue redactado en su forma actual.
• Aunque se había producido la vuelta de los desterrados, Judea estaba so-
metida a potencias extranjeras desde que sufriera la invasión babilónica.
• El dominio sobre la zona había pasado de los persas a los griegos, y los
sucesores de Alejandro Magno fomentaban la helenización de sus territo-
rios.
• Judea, sometida primero a los tolomeos de Egipto, a partir del año 198 a.C.
pasa a depender de los seléucidas que dominan desde Siria. Ahí se sitúa
Antíoco IV, el monarca que decreta la persecución contra la práctica de la
religión judía causando numerosos mártires, suprimiendo el culto y profa-
nando el Templo.
Ante unos hechos tan lamentables, ¿dónde quedó la gloria del Señor? ¿Qué
se pedía en aquella situación a los israelitas fieles? El autor del libro de Daniel
ofrece una respuesta.
116 • Por una parte, recoge las historias de Daniel que contienen una visión teo-
lógica acerca del dominio divino sobre los reyes de la tierra y acerca de lo
que Dios otorga a los que le son fieles.
• Por otra, actualiza aquella enseñanza en las visiones que tiene Daniel, pro-
yectando a un futuro inmediato la realización del dominio universal de
Dios en favor de su pueblo, y ofrece un motivo de esperanza para seguir
manteniendo la fidelidad.

A)  El Dios de Israel es el único Dios


Dios es designado a lo largo del libro como el Dios Altísimo, el Dios del cielo,
y se afirma repetidamente que Él tiene en sus manos los destinos de los hom-
bres, de las naciones y de la historia, y que juzga a todos con rectitud.
1)  En las historias de Daniel:
• Se pone en evidencia que Dios da los reinos a quien quiere y que Él es
quien mantiene o remueve a los monarcas en los tronos según su volun-
tad, tal como sucede con Nabucodonosor, quien recuperará el juicio cuan-
do reconozca “que el dominio del Altísimo está por encima del reinado de
los hombres y que Él lo da a quien quiere” (4,29); y Baltasar, quien recibe
inesperadamente la muerte como castigo de su soberbia (5,30).
• Dios da a conocer a los reyes, mediante sueños y visiones que Daniel inter-
preta, que Él es el soberano universal (caps. 2, 4 y 5).
• Dios manifiesta su poder librando milagrosamente de la muerte a los que
confían en Él, como a los tres jóvenes en el horno de fuego y a Daniel en el
foso de los leones (caps. 3 y 6).
• Ante tales manifestaciones divinas los reyes paganos reconocen y procla-
man al Dios de los judíos como el Dios Altísimo, y respetan y colman de
favores a Daniel y a sus compañeros (2,46-49; 3,24-33; 4,34; 5,29; 6,24-29).
2)  Esas perspectivas se recogen y se actualizan en los momentos críticos de
la persecución, tal como aparece en las visiones de Daniel.
• La sucesión de los imperios humanos está destinada a que se establezca el
reinado de Dios.
• Los reinos tienen su gloria y su poder, reflejados en los metales de la esta-
tua del sueño de Nabucodonosor (2,31-43) o en la ferocidad de las bestias
(7,4-7; 8,1-11). Pero se trata de algo pasajero que entra en los planes de
Dios para que se realicen sus designios.
• Estos se cumplirán sin intervención humana (2,44-45), por voluntad ex- 117
presa de Dios mismo que otorgará el imperio a sus santos (7,13-14.27),
destruirá los poderes adversos a Él (8,25; 11,45), y salvará a los que son
fieles resucitándolos de la muerte para que puedan participar de la nueva
situación (12,1-4).
3) Al final del libro:
• El juicio de Susana (cap. 13) pone de relieve que nadie queda impune de
sus maldades, ni siquiera los jueces perversos de Israel, pues Dios es el
Juez y Salvador de los que han sido tratados injustamente y hace que brille
su justicia.
• Solo él es el Dios vivo frente a los ídolos, que resultan ridículos, como
ponen de manifiesto las historias de Bel y del dragón (cap. 14).

B)  Dios revela sus designios


Las historias de Daniel contenidas en la primera parte del libro muestran
cómo Dios, mediante la sabiduría que otorga a Daniel para interpretar sueños
y visiones, da a conocer sus designios a los reyes, designios que se cumplen
inexorablemente, tanto en Nabucodonosor (12,1-4), como en Baltasar (5,30).
En las visiones de Daniel, orientadas a dar a conocer los planes divinos en la
situación crítica de la persecución, Dios revela lo que va a suceder al final y
cómo ha de cumplirse su palabra.
• La revelación divina no se da ahora a Daniel solo infundiéndole sabiduría,
sino a través de mediadores celestiales, ángeles como Gabriel (7,16; 8,15-
16; 9,21; 10,20; 12,5-13), que explican las visiones o experiencias interiores
del profeta así como el texto de la Escritura, en concreto el del profeta Jere-
mías (9,1-27).
• Esa diversidad de testimonios garantiza la verdad de la revelación divina
y su cumplimiento en lo que toca al futuro. Se trata, sin embargo, de una
palabra misteriosa que ha de guardarse sellada, como en secreto (12,5-13),
pues solo es accesible desde la fe en Dios y en el poder de su intervención.

C)  Mensaje de esperanza


El sentimiento más fuerte que el libro de Daniel despierta en el lector es la
esperanza en Dios salvador.
• Dios salva en las situaciones límite como la del horno de fuego (Dn 3,8-33)
y la del foso de los leones (6,17-29).
118 • Así va a salvar también al pueblo en la persecución de Antíoco que ha
llegado al límite de lo tolerable (7,27; 8,23-26; 9,25-27; 12,1).
• La salvación pasa por poner fin a las fuerzas del mal representadas en ese
rey que se alza contra Dios, y en el establecimiento del reino de los santos
(9,24-27 y 7,26-27).
• La salvación llegará no solo a los que vivan en el momento final, sino tam-
bién a los que han muerto siendo fieles a Dios, como el mismo Daniel,
pues en aquel tiempo los muertos resucitarán, unos para vida eterna, otros
para horror eterno (12,2). Es la esperanza de la que participa el autor del
libro (12,13) y que quiere infundir en el lector.
La opresión y violencia que ejercen los tiranos tienen los días contados y el
final se avecina. Daniel hace el cómputo señalando simbólicamente que el
tiempo que falta es muy poco (9,27). Esa perspectiva de la cercanía del final
sirve para acrecentar la esperanza. Asimismo, la contemplación de la historia
pasada como parte de la profecía referida al futuro sirve para fundamentarla.

D)  Llamada a la fidelidad


El comportamiento de Daniel y sus compañeros en la corte de Babilonia sirve
de modelo:
• A los judíos que viven lejos de la tierra, en la diáspora.
– Daniel colabora con los reyes de los distintos imperios y pone a su servicio
las cualidades recibidas de Dios: su capacidad de interpretar sueños y vi-
siones, su sentido de la administración, su sabiduría en definitiva. Por eso
goza de la simpatía de los reyes.
– Pero, por encima de todo, Daniel y sus compañeros cumplen las exigencias
de su religión, tanto en las prescripciones alimentarias (1,1-21), como en no
adorar a otro Dios que al Señor aun a riesgo de su vida (2,1-49; 6,1-29).
• También a los judíos que viven en Palestina en tiempo de la persecución.
– En este caso la persecución se produce, en primer término, por la soberbia
del rey que se alza contra Dios y suprime por la fuerza la práctica de la
religión judía (8,10-12; 11,30.36).
– Pero responsables son también algunos judíos que abandonan la Alianza
santa y se dejan corromper con halagos (11,23.32), de manera semejante a
como los causantes de las condenas de Daniel y sus compañeros en Babilo-
nia eran no solo los reyes sino también, y en gran medida, los ciudadanos
envidiosos (3,8-12; 6,5-10).
El libro invita igualmente, presentando el ejemplo de Daniel, a pedir per- 119
dón por las infidelidades del pueblo que ha transgredido la Ley de Moisés
(9,4-19).
• Por eso los que destacan en el pueblo son aquellos que conocen la Ley, los
doctos, y la enseñan a los demás. Ellos sufrirán más en la persecución, pero
les servirá de purificación para el momento final (11,33-35).
• Esta es la fidelidad que pide el libro de Daniel, distinta de la rebelión arma-
da preconizada en el libro de los Macabeos.

4.  El libro de Daniel


a la luz del Nuevo Testamento
Desde el punto de vista cronológico Daniel es el último libro profético del An-
tiguo Testamento, y por tanto el más cercano al Nuevo. En ese sentido, Daniel
orienta directamente la esperanza del pueblo judío hacia Jesucristo, y prepara
los corazones para acogerlo como el Mesías que instaura definitivamente el
reino de Dios.
• Jesús mismo se presenta bajo el título de Hijo del Hombre que Daniel ha-
bía dado al mediador de la salvación (Mc 8,31; 14,62; Dn 7,13), y proclama
que con Él llega el Reino de Dios (Mt 12,28) prometido reiteradamente en
el libro de Daniel (2,4; 7,27).
• Cuando Jesús habla del final de los tiempos retoma los signos y las ex-
presiones utilizadas en el libro de Daniel, tales como la presencia de la
abominación de la desolación en el santuario (Mt 24,15).
• Jesucristo, aunque habla del Reino de Dios como de una realidad ya pre-
sente, enseña también que el Reino de Dios está en germen (Mt 13,1-43) e
irá creciendo a lo largo de la historia hasta su culminación cuando el Hijo
del Hombre lleve a cabo el juicio final (Mt 25,31-46).
El libro del Apocalipsis se parece extraordinariamente al de Daniel, en cuanto
que también por medio de visiones su autor, Juan, recibe la revelación de lo
que va a suceder pronto, al final de los tiempos (Ap 1,1-2), con la instauración
plena del Reino de Dios simbolizado en la nueva Jerusalén que baja del cielo
(caps. 21-22).
• Recoge muchas de las imágenes y expresiones del libro de Daniel y las
desarrolla desde perspectiva cristiana, hasta el punto de que sería prácti-
camente imposible entender el Apocalipsis sin el trasfondo de Daniel.
120 • En ambas obras se emplea el mismo género literario de «revelación» para
ofrecer un mensaje de esperanza y para presentar la llamada a la fidelidad
que Dios dirige a su pueblo en dos momentos distintos de la historia de la
salvación.
• Pero el autor del Apocalipsis toma como punto de partida la muerte y re-
surrección de Cristo, acontecimientos en los que la victoria de Dios sobre
los poderes del mal, representados en la Bestia y su falso profeta, e incluso
sobre la muerte, ya se ha dado de manera irreversible (Ap 19,1-10).
Solo a la luz del evangelio y de la promesa de Jesús sobre su segunda venida
se comprende, en profundidad, el libro de Daniel y sus imágenes acerca del
momento del fin y de la acción y el juicio de Dios al término de la historia.
• Cristo resucitado y sentado a la derecha del Padre es el Hijo del Hombre al
que se le ha dado el poder y el imperio eternos.
• Al final de la historia vendrá de nuevo a juzgar a vivos y a muertos.
• Entretanto la Iglesia, con su predicación y su fidelidad en medio de las
pruebas, da testimonio ante el mundo del señorío absoluto de Dios y del
reinado de Cristo, un reino de justicia, de verdad y de paz. Así pueden
llegar a reconocerlo todos los hombres.
En la tradición cristiana, el libro de Daniel fue muy utilizado, como se puede
constatar en la historia del arte por las numerosas representaciones del pro-
feta –especialmente en la fosa de los leones– que se han conservado desde
los tiempos de la primitiva cristiandad y por el uso que de él se hace en los
escritos de los Padres.
• Existen comentarios que han llegado hasta nosotros como el de San Hi-
pólito, San Jerónimo, San Efrén o Teodoreto de Ciro, y otros que se han
perdido, como el de Cirilo de Alejandría o Teodoro de Mopsuestia.
• El libro de Daniel ha sido objeto de muchas y muy diversas interpretacio-
nes, debido a su contenido apocalíptico.
• En la liturgia de la Iglesia se utiliza, entre otros momentos, en el Ciclo B al
final del año litúrgico (el domingo XXXIII) y en la Solemnidad de Cristo
Rey. Además, la Iglesia ha invitado e invita a dar gracias a Dios con el
cántico de los tres jóvenes (3,57-90), tanto en la Liturgia de las Horas como
después de la celebración eucarística.
121
Ejercicio 1.  Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:

• Texto masorético • Teodoción


• Pseudoepigrafía • Lágidas
• Apocalipsis • Nabucodonosor
• Abominación de la desolación • Diáspora

Ejercicio 2.  Guía de estudio


Contesta brevemente a las siguientes preguntas:
  1. ¿Qué diferencias se encuentran entre el texto hebreo y el texto griego del libro
de Daniel?
  2. ¿Cuáles son las razones que llevan a pensar la redacción final del libro han sido
recogidos materiales de diversa procedencia y época?
  3. ¿Qué dos situaciones históricas del pueblo de Israel refleja el libro de Daniel?
  4. ¿En qué consiste el mensaje de esperanza que transmite el libro?
  5. ¿Cómo se manifiesta en el libro la soberanía de Dios?

Ejercicio 3.  Comentario de texto


1. Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los conteni-
dos aprendidos:
“En cuanto a los profetas de los judíos unos fueron sabios antes de recibir el carisma
profético y la inspiración divina; otros se hicieron tales al ser iluminada su inteligencia
por la profecía misma. Fueron escogidos por la divina providencia para serles confiado
el Espíritu divino y las palabras que de Él vendrían, por razón de su vida casi irreprensi-
ble, por su temple firme y libre y por su intrepidez absoluta ante la muerte y el peligro”.
(…) Ellos, por su amor a la verdad y por su libertad en reprender a los que pecaban, fue-
ron apedreados, aserrados, tentados, pasados a filo de espada. Anduvieron errantes,
vestidos de pieles de ovejas y de cabras, privados de todo, maltratados, perdidos por
los desiertos y montes, y por las cuevas y aberturas de la tierra; de los que no era digno
122 todo el ornato de la tierra; ellos, que miraban siempre a Dios y a las cosas invisibles de
Dios, que no se ven por los sentidos y por eso son eternas (Ps 2)”.
Orígenes, Contra Celso, 7,7: SC 150,30

***

2.  Lee el capítulo 7 del libro de Daniel y explica las imágenes que contiene y cómo hay
que interpretarlas. Concretamente, ¿cuál es el significado de las bestias y en qué con-
siste su poder? ¿Y el del Hijo del Hombre? ¿Cómo viene descrito Dios? ¿Cuál es su papel
con respecto a la historia y al poder humano? Finalmente compara estas imágenes con
las del capítulo 2.
123
TEMA LOS PROFETAS MENORES O
7 EL LIBRO DE LOS DOCE
La última parte del manual estudia los profetas llamados menores. Se
atiende en esta lección a una visión general de la colección en la que
quedaron recogidos (el libro de los Doce) para después, en las siguien-
tes, analizarlos ya individualmente.
El calificativo de menores no les viene por el hecho de ser menos im-
portantes que los profetas anteriormente estudiados, sino por su menor
extensión. De hecho, los doce juntos tienen una extensión similar a la del
libro de Ezequiel. Además, mientras que cada uno de los mayores estaba
escrito en un rollo de pergamino, todos los menores estaban recogidos
en otro, el de los Doce Profetas.

SUMARIO
1. LOS DOCE COMO UNIDAD • 2. ISAÍAS Y LOS DOCE • 3. FORMACIÓN Y OR-
DEN DEL LIBRO • 4. TEMAS COMUNES A LOS DOCE.
124 1. Los Doce como unidad
En las últimas décadas la investigación
El cambio de perspectiva en el es-
y la enseñanza de los profetas han expe-
tudio de los Doce lo inician una serie
rimentado un gran cambio, sobre todo
de autores (J. Nogalski, P. House y A.
en lo relativo a Isaías y a los profetas
Schart) que lo entendieron como un
menores. Si en el pasado los esfuerzos
conjunto unitario. A esta nueva com-
se dirigían a resolver cuestiones propias
prensión del libro contribuyeron las de cada libro en particular, tales como el
investigaciones sobre Isaías y su uni- proceso de composición y la búsqueda
dad (E. Bosshard-Nepustil, O. Steck, E. del hipotético texto originario, o la teo-
W. Conrad, T. Collins y R. Coggins, en- logía y la cronología del profeta indivi-
tre otros). dual, ahora, sin abandonar lo anterior, se
Aunque no todos los estudiosos com- tiende a estudiar ambos libros desde una
parten plenamente esta comprensión perspectiva canónica y global. Es decir,
unitaria de los Doce, hoy se tiende a se busca una visión más unitaria de am-
aceptar la idea de una cierta unidad bas colecciones.
en su redacción final. Por eso hoy se prefiere estudiar a Isaías
Por eso se suelen presentar, junto al como un solo libro y denominar a los
proceso de formación del libro de los profetas menores como el Libro de los
Doce en su conjunto y la situación de Doce. Además de poner de relieve las co-
cada escrito en ese bloque, los enla- nexiones que pueden establecerse en el
ces literarios y teológicos que pue- interior mismo de las colecciones men-
den establecerse entre cada libro y cionadas, la perspectiva canónica subra-
el resto de profetas incluidos en esta ya el estudio de cada libro en su rela-
colección. ción con el resto de libros del canon.
El estudio de los Doce como una unidad
no es algo tan novedoso. Ya las tradicio-
nes judía y cristiana transmitieron todos estos profetas unidos y los considera-
ron en su conjunto como un libro.
• En el siglo II a. C., Ben Sira, en su alabanza de los antepasados, tras men-
cionar a Isaías, Jeremías y Ezequiel emplea la expresión “los doce profe-
tas”:
“Que los huesos de los doce profetas reflorezcan en sus lugares, puesto que ellos
consolaron a Jacob, y lo rescataron con fe esperanzada” (Si 49,10 (12)).
• En el Nuevo Testamento, Esteban, en su discurso previo al martirio, cita a 125
Am 5,25-27, y lo hace tras la expresión “como está escrito en el libro de los
Profetas” (Hch 7,42).
• También se entienden como un libro en el modo de presentarse en anti-
guos manuscritos, en el modo de denominarlos en la versión de los LXX y
en algunos documentos extrabíblicos en los que se menciona el número de
libros que componen el canon judío (22 o 24), como Flavio Josefo (Contra
Apión, I, 38-42), algunos apócrifos (4 Esdras 14,38-48) o la tradición rabínica
(Talmud de Babilonia, Baba Batra 13-15, donde también se expresa que para
separar un libro de otro en la Biblia hebrea se solían dejar cuatro líneas en
blanco, mientras que para separar cada uno de los Doce solo se dejaban tres).
• Del mismo modo los Padres de la Iglesia se refirieron a ellos como un libro
unido. Entre ellos destacan San Jerónimo (Prólogo a los doce profetas en la
Vulgata) y San Agustín quien, aparte de ser el primero en designarlos con
el nombre de “profetas menores”, afirmó:
“Doce son los libros de los profetas, correspondiendo cada uno a cada profeta;
pero como se enlazan entre sí y nunca han estado separados, se cuentan por un
libro” (De doctrina cristiana 2,13).

A pesar de la nítida comprensión que tenían los escritores antiguos de los Doce
como un libro, lo cierto es que su estudio se centró casi exclusivamente en el
análisis independiente de cada profeta, tal como se aprecia en los manuales de
hasta hace muy poco tiempo.

2.  Isaías y los Doce


Fue, sobre todo, a partir de finales de los años 80 del siglo XX cuando la crítica
volvió a interesarse por el libro en su conjunto. El cambio de orientación se
produjo en paralelo a los estudios sobre el libro de Isaías, originados un poco
antes, al caer en la cuenta de los vínculos que unían a ambos libros.
Concretamente Isaías y los Doce se asemejaban en cuanto:
• al contenido;
• al amplio abanico temporal que abarcan sus oráculos;
• y al complicado proceso de redacción.
No deja de llamar la atención también que presenten casi el mismo número de
capítulos: Isaías, 66; y los Doce, 67 (aunque esto es menos relevante porque la
división de los capítulos fue tardía).
126 a)  Contenido similar:
Isaías y los Doce (este último según la dispo-
sición en que aparece cada libro en la versión Una variante de ese es-
hebrea o texto masorético = TM) presentan quema podría ser el que
un esquema similar, en parte también común señala R. Coggins:
a Jeremías (sobre todo según la versión de los –Juicio contra Israel
LXX) y Ezequiel. –Oráculos contra las naciones
–Salvación
Puede establecerse en torno a tres momentos:
• pecado (ruptura de la alianza);
• juicio y castigo por el pecado;
• restauración.
a.1)  El esquema de Isaías, como ya se vio, podía entenderse como el paso de
la rebelión del pueblo y de su indignidad a su restauración.
• Las palabras de condena por el pecado en Isaías corresponderían a los
caps. 1-33 (en Jr a los caps. 1-25 y en Ez a 1-24).
• Los oráculos contra las naciones en Isaías aparecen un poco antes (13-23)
aunque también en el cap. 34 (Ez 25-32 y Jr LXX tras 25,13).
• La salvación correspondería a los caps. finales de Isaías desde el 40 (en Jr
su conclusión según LXX y en Ez el cap. 33 hasta el final).
a.2)  El esquema de los Doce también podría resumirse a grandes rasgos en
tres momentos. Se trataría de una especie de “comedia divina con final espe-
ranzador” (P. House):
• Pecado: los seis profetas iniciales, de Oseas a Miqueas, denuncian los pe-
cados y muestran sus efectos tanto en el pueblo como en las naciones.
• Catástrofe como castigo: Nahúm, Habacuc y Sofonías describirán el casti-
go, que también va dirigido al pueblo y a las naciones.
• Salvación: consistiría en la restauración que, tras el destierro, anuncian
Ageo, Zacarías y Malaquías.

b)  Similar marco temporal:


Los oráculos de ambos libros abarcan un periodo temporal bastante extenso:
• Los de Isaías, unos dos siglos, del s. VIII al VI a.C.
• Los de los Doce, mucho más, entre el s. VIII y el IV o incluso el III a.C.
c)  Parecido proceso de redacción: 127
La formación de ambos libros fue un proceso complicado y largo en el tiempo.
Tal vez la diferencia más importante es que mientras que en los Doce se men-
ciona expresamente el nombre de otros autores (cada uno de los doce profe-
tas), en Isaías los dos supuestos profetas distintos al del s. VIII –el del destierro
y el de la vuelta– permanecen anónimos.

Orden canónico de los doce


El orden de los Doce difiere en la versión hebrea y en la griega, aunque solo en lo
relativo a cinco de ellos:

TM (hebreo) LXX (griego)


Oseas Oseas
Joel Amós
Amós Miqueas
Abdías Joel
Jonás Abdías
Miqueas Jonás
Nahúm Nahúm
Habacuc Habacuc
Sofonías Sofonías
Ageo Ageo
Zacarías Zacarías
Malaquías Malaquías

No resulta fácil saber cuál es el orden originario, ni a qué criterios responde tal dis-
posición.
Tal vez sea más coherente el orden de la Septuaginta, pues parece que sigue un
criterio geográfico (pasa del reino del Norte, con Oseas y Amós, al Sur, con Joel;
Miqueas serviría de transición al referirse a ambos reinos y además respetaría la cro-
nología al juntar a los profetas del s. VIII). Asimismo, mantiene unidos los profetas
que se dirigen a las naciones extranjeras (Ab, Jon y Na).
En la versión hebrea (TM) también debieron influir las indicaciones cronológicas que
aparecen al inicio de algunos profetas (Os, Am, Mi, So, Ag y Zc). Estos se habrían
situado, según algunos comentaristas, por orden cronológico mientras que los pro-
fetas que no presentan al inicio indicaciones de este tipo (Jl, Ab, Jon, Na, Ha y Ml) se
habrían ido intercalando atendiendo a otros criterios.
El orden del TM fue acogido por la Vulgata y es el que habitualmente presentan las
Biblias actuales.
128 3.  Formación y orden del libro

Como cualquier otro libro de la Biblia, el libro de los Doce se ha ido estudiando
desde dos perspectivas: diacrónica y sincrónica.
• La primera, entre otros aspectos, busca responder a la pregunta: ¿Cuáles
fueron, si las hubo, las distintas etapas de crecimiento del libro?
• La segunda, unida a la anterior, se pregunta si es accidental el orden que
nos ha llegado de cada profeta o si hay una intención teológica redaccio-
nal. Es decir, la pregunta podría formularse así: ¿Cuáles son, si los hay, los
elementos formales y temáticos comunes que se descubren en el texto tal
como nos ha llegado?
Hoy es comúnmente aceptado que el libro de los Doce no consiste tanto en una
mera recopilación de textos dispuestos uno tras otro, sino que, más bien, exis-
tió un proyecto teológico redaccional para todo el conjunto de los profetas
menores. Una serie de indicios formales o literarios y temáticos o de conteni-
do llevan a pensar en este plan editorial unitario:

a)  Aspectos formales


Destaca en primer lugar el uso de “titulillos” en los encabezamientos de casi
todos los profetas. Suelen ser una señal de redacción posterior y guardan se-
mejanzas entre sí por grupos:
• Os 1,1; Jl 1,1; Am 1,1; Mi 1,1 y So 1,1: Palabra del Señor dirigida a…
• Na 1,1 y Ha 1,1 (oráculo y visión); Ml 1,1 y Zc 9,1 (oráculo y palabra).
• Ag 1,1; Zc 1,1; Jon 1,1: no corresponden exactamente a un título. Se trata,
más bien, de una introducción narrativa que expresa quién es el destinata-
rio de la Palabra de Dios.
Otro elemento característico es la vinculación que puede establecerse entre
algunos profetas debido al empleo de fórmulas o expresiones similares (cone-
xiones intertextuales), entendidas también como resultado de una interven-
ción en la redacción final del libro:
• A estos elementos se les ha denominado palabras o temas “gancho”, “le-
mas” o “costuras”.
• La más común es la expresión de Ex 34,6-7 (“Señor, Señor, Dios compasivo
y misericordioso, lento a la cólera y rico en misericordia y fidelidad”), re-
petida toda o en parte en Jl 2.13; Jon 4,2; Mi 7,18-20 y Na 1,3.
• Más expresiones compartidas aparecen en Jl 4,16 y Am 1,2; Jl 4,18 y Am 129
9,13; Am 9,2-4 y Abdías 4; Sof 3,19 y Ag 1,2; o entre Na 1 y Mi 7,8-20, pasaje
con el que tiene hasta trece palabras en común (J. Nogalski).

b)  Aspectos de contenido


Entre algunos profetas se ve una clara vinculación en cuanto a los temas que
tratan:
• Abdías describirá desde el inicio de su escrito (Ab 1) lo que Amós anun-
ciaba al final del suyo (Am 9,12): que el pueblo poseerá los restos de Edom.
• Oseas (sobre todo los caps. 1-3) es considerado como una introducción y,
en cierto modo, un resumen de los Doce, no solo porque encabeza la colec-
ción en ambas versiones, sino principalmente por su urgente y constante
llamada al arrepentimiento del pueblo, que ha roto la Alianza esponsal
establecida con Dios (T. Collins).
• También se ha entendido a Joel como la pieza clave en torno a la que se
sostiene la redacción de todo el libro (J. Nogalski):
– Por los vínculos que pueden establecerse entre este y otros profetas, sobre
todo con Abdías (Jl 3,5 y Ab 17; Jl 4,19 y Ab 10; Jl 4,3 y Ab 11; Jl 4,4 y Ab 15)
pero también con Jonás (Jl 2,14 y Jon 3,9) y con Amós (Jl 4,16 y Am 1,2; Jl
4,18 y Am 9,13).
– Por el tema del día del Señor, que recorre todo el libro (Jl 1,15; 2,1.11; 3,4;
4,14), une diferentes acontecimientos entre sí (la plaga de langostas, la in-
vasión extranjera, el don del Espíritu, etc) y constituye una síntesis de lo
que llegará a entenderse bajo este concepto en el libro de los Doce.
• Para otros, en cambio, la piedra angular de los Doce sería Zacarías 9-14 (P.
Reddit). Esta sección explicaría las esperanzas fallidas de Za 1-8 (sección
con la que comparte hasta 5 temas comunes) y ayudaría a leer Malaquías
(el final del bloque), proporcionando así una nueva apreciación en las es-
peranzas recogidas en el libro de los Doce y una revalorización de los te-
mas.

c)  Etapas en la formación del libro de los Doce


Las diferencias entre el orden en que aparecen los profetas en las versiones
hebrea y griega dificultan, más aún, cualquier intento de explicación de la
formación de libro. No está claro el número de etapas en que se formó (tres,
130 seis, trece, etc). Lo que sí parece más probable es que existieran algunas colec-
ciones anteriores (precursores) a la formación de todo el libro:

– Un núcleo original estaría formado por 4 profetas: Oseas, Amós, Miqueas


y Sofonías. Su edición podría haberse realizado en el s. VI, en un entorno
deuteronomista (J. Nogalski y A. Schart).

– En esa misma época habría aparecido la colección formada por Ageo y


Zc 1-8.

– Ambas colecciones se irían combinando con la aparición del resto de escri-


tos (Joel, Abdías, Nahúm, Habacuc y Malaquías) durante bastante tiempo,
hasta el s. IV.

– Jonás (el más diferente de los profetas) y Zc 9-14 habrían sido incorpora-
dos más tarde aún, ya en época griega, pero nunca más allá del s. III a.C.,
pues la colección ya se menciona en el Sirácide (s. II a. C.).

En cuanto al número, parece intencionado que sean Doce, debido al significa-


do de esta cifra en la Biblia. Sería una forma más de relacionar este bloque con
la Torah, pues igual que las doce tribus se vinculaban a los patriarcas Abrahán,
Isaac y Jacob, así también podrían relacionarse los Doce profetas menores con
Isaías, Jeremías y Ezequiel.

En este paralelismo también entrarían José y a Daniel:

• Ni José es exactamente un patriarca ni Daniel es un profeta como los de-


más.

• Los dos son intérpretes de sueños y bien dotados de sabiduría.

• Ambos son judíos fieles a Dios que, alejados de su tierra, triunfan en la


corte de un rey pagano colaborando con él desde un puesto de gobierno
elevado.

• Así como José une los relatos patriarcales con la estancia de los israelitas en
Egipto de donde Dios los salvará portentosamente, también Daniel conec-
ta de modo especial los profetas con una intervención salvadora (la piedra
en Dn 2; o el hijo del Hombre en Dn 7) que se verá realizada en el Nuevo
Testamento con la figura de Jesús de Nazaret y la instauración del reino de
Dios.
4.  Temas comunes a los Doce 131
Los estudios recientes, atendiendo sobre todo a la forma final canónica del tex-
to y respetando la autonomía individual de cada uno, coinciden en que el libro
de los Doce se presenta como una antología de textos con un hilo conductor
común y una serie de temas que van progresando de modo coherente.
La intencionalidad común al conjunto del libro se ha visto en la visión profé-
tica de la historia:
“Leído como una narración continua, [el libro de los Doce] ofrece una crítica pro-
fética de la historia, paralela a la historia deuteronomista y a la historia del Cro-
nista más Esdras y Nehemías” (P. Reddit).

Sin embargo, atendiendo a la distinta procedencia de materiales en el tiempo


y a las circunstancias históricas tan variadas de cada uno, la mayoría de estu-
diosos prefiere no hablar de una única reflexión teológica global. En cambio,
establecen el criterio unificante del libro en el carácter de antología y en un
número variado de temas comunes:
– Se han sintetizado en 2 grandes temas (R. Coggins): la relación de Israel
con las naciones paganas (vistas en los primeros profetas como instrumen-
tos de Dios para ejecutar el castigo; después, en Na-Ha, como la personi-
ficación del mal contra el Señor y su pueblo; y al final, Ag-Zc-Ml, como
naciones en las que se puede vivir pacíficamente) y las actitudes frente al
culto.
– Otros (D. Scaiola) los amplían a 5: relectura de la historia; el día del Señor; la
violencia; la relación entre Dios e Israel (elección) y las naciones; y el papel
del profeta.
– Otros sugieren 8 temas relacionados entre sí (T. Collins): alianza-elección;
fidelidad-infidelidad; fecundidad-infecundidad; huida-retorno; justicia-
misericordia de Dios; el reinado de Dios; el lugar de la morada de Dios
(Templo-monte Sión); y las naciones como enemigos-aliados.
A la luz de las diferentes propuestas, como síntesis, pueden destacarse 3 gran-
des temas comunes a casi toda la colección:
• El día del Señor como concepto unificante para muchos, pues está presente
en 8 de los 12 profetas, aunque su significado no será siempre el mismo,
sino que irá evolucionando.
• La metáfora del matrimonio, presente en el principio (Os 1-3) y en el final
de la colección (Ml 2,10-16). La descripción inicial del divorcio de Gomer
132 por su infidelidad y su significado en relación al pueblo se relaciona con la
denuncia final del divorcio del pueblo que prefiere casarse con los ídolos
antes que con Dios.
• La confesión del Señor y su misericordia, recogida en la expresión de Ex
34,6-7 que, como ya se ha visto está también presente en Joel, Jonás, Mi-
queas y Nahúm.

Ejercicio 1.  Vocabulario


Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• Libro de los Doce • Estudio sincrónico
• Conexiones intertextuales • Perspectiva canónica
• Estudio diacrónico • Ben Sira

Ejercicio 2.  Guía de estudio


Contesta brevemente a las siguientes preguntas:
  1. ¿Se había considerado antes el Libro de los Doce como un solo libro?
  2. ¿En qué se parece el Libro de los Doce al de Isaías?
  3. A la luz de lo expuesto, reflexiona sobre cómo hay que entender el Libro de los
Doce: ¿Es una mera recopilación de textos dispuestos uno tras otro sin ningu-
na intencionalidad? ¿O bien hay indicios de que existió un proyecto teológico
en la redacción de todo el conjunto de los profetas menores?
  4. ¿Cómo pueden explicarse las diferencias entre el texto masorético y la versión
de los LXX en cuanto al lugar que ocupa cada profeta menor?
  5. Señala tres temas comunes al conjunto de los Doce

Ejercicio 3.  Comentario de texto


1. Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los conteni-
dos aprendidos:
“La misericordia no es contraria a la justicia sino que expresa el comportamiento de
Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertir-
se y creer. La experiencia del profeta Oseas viene en nuestra ayuda para mostrarnos la
superación de la justicia en dirección hacia la misericordia. La época de este profeta se
cuenta entre las más dramáticas de la historia del pueblo hebreo. El Reino está cercano
133
de la destrucción; el pueblo no ha permanecido fiel a la alianza, se ha alejado de Dios
y ha perdido la fe de los Padres. Según una lógica humana, es justo que Dios piense
en rechazar el pueblo infiel: no ha observado el pacto establecido y por tanto merece
la pena correspondiente, el exilio. Las palabras del profeta lo atestiguan: «Volverá al
país de Egipto, y Asur será su rey, porque se han negado a convertirse» (Os 11, 5). Y sin
embargo, después de esta reacción que apela a la justicia, el profeta modifica radical-
mente su lenguaje y revela el verdadero rostro de Dios: «Mi corazón se convulsiona
dentro de mí, y al mismo tiempo se estremecen mis entrañas. No daré curso al furor de
mi cólera, no volveré a destruir a Efraín, porque soy Dios, no un hombre; el Santo en
medio de ti y no es mi deseo aniquilar» (Os 11, 8-9). San Agustín, como comentando
las palabras del profeta dice: «Es más fácil que Dios contenga la ira que la misericordia»
(Enarr. in Ps. 76, 11). Es precisamente así. La ira de Dios dura un instante, mientras que
su misericordia dura eternamente”.
Francisco,
Bula Misericordiae vultus, n. 21

***

2.  Lee Malaquías 2,10-16 y compáralo con los tres primeros capítulos de Oseas. ¿Cuál
es la imagen con la que comienza y acaba el libro de los Doce? ¿Se emplea esta imagen
también en los profetas mayores? Finalmente señala dónde están las referencias al ma-
trimonio con las que se abre y se cierra la Biblia.
134
TEMA EL LIBRO DE LOS DOCE (II):
8 OSEAS, JOEL, AMÓS
Y ABDÍAS
Los últimos temas se dedican a analizar los Doce profetas individual-
mente. Cada lección incluye cuatro de ellos. La distribución no responde
a ningún criterio específico, únicamente obedece a razones prácticas.
En este primer tema se estudiarán los cuatro primeros profetas según el
orden en el que aparecen en el canon. Se trata, por un lado, de dos pro-
fetas del s. VIII que predicaron en el reino del Norte y que les corresponde
el honor de ser el primero desde el punto de vista canónico (Oseas) y el
primero desde el cronológico (Amós); de un profeta que se encuentra
entre ambos y que muchos consideran central en el libro de los Doce,
debido a sus referencias a otros profetas y al concepto de “día del Señor”
(Joel); y del profeta más breve de todos, cuya predicación se dirige con-
tra los edomitas (Abdías).

SUMARIO
1. OSEAS • 1.1. Estructura y síntesis del contenido • 1.2. Marco histórico • 1.3.
Enseñanza • 1.4. El libro de Oseas a la luz del Nuevo Testamento y de la tradición
cristiana • 2. JOEL • 2.1. Estructura y síntesis del contenido • 2.2. Composición y
marco histórico • 2.3. Enseñanza • 2.4. El libro de Joel a la luz del Nuevo Testamen-
to • 3. AMÓS • 3.1. Estructura y síntesis del contenido •  3.2. Composición y marco
histórico • 3.3. Enseñanza • 3.4. El libro de Amós a la luz del Nuevo Testamento • 4.
ABDÍAS • 4.1. Estructura y síntesis del contenido • 4.2. Composición y marco histó-
rico • 4.3. Enseñanza • 4.4. El libro de Abdías a la luz del Nuevo Testamento.
1.  Oseas (Hoshea: “Salvación”) 135
El libro de Oseas viene en primer lugar en la co-
lección de los «Profetas Menores», aunque crono- “Te desposaré conmigo
lógicamente le correspondería el segundo, des- para siempre, te
pués de Amós. desposaré conmigo en
• Es posible que con esta ubicación se quiera su- justicia y derecho, en
amor y misericordia”
brayar la estrecha relación de la enseñanza de
(Os 2,21)
Oseas, profeta del Norte, con la doctrina de los
profetas mayores en el reino del Sur –Isaías,
Jeremías y Ezequiel– que le preceden canónicamente y le siguen cronológi-
camente.
• Tal vez también ocupe el primer lugar porque, como ya se ha señalado,
podría servir de introducción pues, en cierto modo, viene a ser como un
resumen de los Doce, principalmente por su urgente y constante llamada
al arrepentimiento.
• En todo caso, es un indicio de la importancia que se le dio tanto en el canon
hebreo como en el cristiano.
El libro es extenso (tiene 14 capítulos, igual que Zacarías), pero recoge muy
pocas noticias de la actividad del profeta: apenas unos recuerdos de su expe-
riencia matrimonial (1,2-9; 3,1-5).
• Lleva por título: «Palabra del Señor dirigida a Oseas» (1,1.2), lo que indi-
ca que el autor del escrito tenía más interés en transmitir las palabras del
profeta que en presentar a quien las pronunció.
• Su ministerio se sitúa aproximadamente entre el 750 y el 725 a.C.
El texto no es de fácil lectura, pues parece escrito en el dialecto del Norte. Sin
embargo, su lenguaje nos muestra que estamos ante un poeta creativo y tier-
no: conoce el amor del Señor por su pueblo y sabe expresarlo con imágenes
audaces y apropiadas al ambiente de sus oyentes.

1.1.  Estructura y síntesis del contenido

El libro de Oseas invita a ser leído como una unidad que recoge la predicación
del profeta durante los dos amplios decenios de su ministerio.
Hoy se está de acuerdo en que la mayoría del libro procede del propio Oseas.
A ese texto se añadieron probablemente algunos engarces redaccionales, como
136 podrían ser los que se refieren a Judá: 1,1; 1,7; 2,1-3; 4,15a; 5,5; 6,11; 12,1b; 12,3; y
la amonestación final: 14,10.

Lo más probable es que alguno –o algunos– de sus oyentes o de sus discípulos


fijara por escrito el mensaje del profeta, dándole una estructura que tuvo más en
cuenta los temas que las fechas y circunstancias en que fueron pronunciados los
oráculos.

Además del título o encabezamiento (1,1) y la conclusión sapiencial en la que


se exhorta a la fidelidad (14,10), el libro presenta dos grandes partes de exten-
sión desigual.

A) Matrimonio de Oseas (1,2-3,5): contiene la misión del profeta y su matri-


monio, fundamental para entender el mensaje global de Oseas.
Es un conjunto homogéneo que bien puede tenerse como el núcleo significativo
del libro: la historia del profeta (1,2-2,3; 3,1-5) es símbolo, y sirve de base, para
expresar los sentimientos de Dios hacia Israel (2,4-25).

B) Los pecados y la infidelidad de Israel (4,1-14,9): está constituida por una


recopilación de oráculos que tienen como hilo conductor la fidelidad de Dios
y la infidelidad de Israel (el reino de Samaría o Efraím). Es más extensa y más
difícil de estructurar. Sin embargo, hay diversos motivos que permiten distin-
guir dos secciones en esta agrupación.

B.1) Los pecados de Israel (4,1-11,11): Los pecados condenados son de orden
moral, político, de idolatría y de sincretismo, de cuestiones referentes al culto,
etc.
Se condenan porque en todos ellos se falta a la exclusividad que exige el amor
de Dios; por eso, con base en la imagen esponsal expuesta en la primera parte, se
dice continuamente que son pecados de fornicación.

Concluye la sección con un bello poema en el que Dios se presenta ante Israel no
solo como el esposo solícito sino también como el padre apasionado con su hijo.

B.2) La infidelidad de Israel (12,1-14,9): tiene un carácter más reflexivo, pues


se invocan los orígenes de Israel y su identidad como pueblo creado por Dios
desde la esclavitud (12,6.10; 13,4-5).
Se incluyen nuevos oráculos de condena a Israel, que cae en los mismos pecados:
el olvido de Dios, la idolatría y el sincretismo.

El amor de Dios por Israel se enriquece aquí con otro motivo: Israel, aunque rebel-
de como su padre Jacob, tiene como origen la elección por parte del Señor.
Los motivos por los que podría hacerse esta subdivisión son: 137
– En dos ocasiones, se inician los oráculos con un «pleito» que interpone el
Señor (4,1.4; 12,3).
– Y en las dos ocasiones los oráculos de denuncia se concluyen con un futu-
ro de bendición o restauración (11,8-11; 14,5-9).
Este movimiento reproduce el que se presenta en el oráculo del capítulo segundo
que puede considerarse la matriz del libro (2,4-25): A un «pleito» (2,4), siguen
una denuncia (2,4-15) y un futuro de bendición (2,16-25).

1.2.  Marco histórico

El ministerio de Oseas coincidió con la época de esplendor de Jeroboam II


(788-747 a.C.), y con el posterior período de derrumbamiento del reino del
Norte.
• En poco más de veinte años se sucedieron seis reyes, asesinados en suble-
vaciones o depuestos. De la anarquía de esos años quedan algunos ecos en
el libro (cfr. Os 5,8-6,6; 7,3-7).
• Al caos del reino contribuyó el imperio asirio, cuyos monarcas Teglatpa-
lasar (745-727) y Salmanasar V (726-722) invadieron sucesivamente la re-
gión, se apoderaron de buena parte de ella, impusieron pesados tributos y
realizaron deportaciones masivas.
Teglatpalasar depuso a Pecaj, el año 732, y Salmanasar a Oseas, último rey de
Israel.
Salmanasar sitió a Samaría y su hijo Sargón II (721-705) terminó de tomarla en
722-721, aniquilando para siempre el reino de Israel. Aunque el libro no recoge
referencias directas a la caída de Samaría, sin embargo, sí es testigo de la presión
asfixiante de Asiria.
• Situado entre imperios poderosos como el asirio o el egipcio, un reino pe-
queño como Israel tenía que recurrir a los pactos políticos o a los tributos
para poder sobrevivir. Pero una alianza política conllevaba también un
compromiso de culto en el que el Señor, Dios de Israel, era venerado junto
a las divinidades de aquellos pueblos. Este sincretismo religioso es el que
condena el profeta (5,13; 7,11) y, según la reflexión que hace el autor del
libro de los Reyes (cfr. 2R 17,7-23), una de las causas más importantes de
la posterior desaparición de Israel.
Esta situación, unida al hecho de que Israel se apartaba de Dios en momentos
de bienestar, es el contexto que explica el tono de los oráculos del libro.
138 • Oseas se empeña en enseñar al pueblo el monoteísmo más absoluto, la
exclusividad que comporta haber sido elegidos por el Señor.
• Para ello no recurre a amenazas tremendistas sino a imágenes entraña-
bles. Oseas es un gran poeta, y es, por eso, el creador de símbolos, compa-
raciones y expresiones novedosas del amor de Dios por su pueblo, que
influirán poderosamente en
los escritos proféticos poste- SINCRETISMO RELIGIOSO EN CANAÁN
riores y dejarán su legado en
la historia de la Revelación. Los profetas de Israel tuvieron que combatir
entre los suyos el peligro del sincretismo re-
Dios es esposo, padre, mé-
dico y pastor (2,21; 11,1; 7,1; ligioso. Este riesgo, que buscaba combinar y
13,6), es como un león, una hacer compatible el culto al Señor con el cul-
osa, un leopardo o una leona to a las divinidades paganas, acechó siempre
(5,14; 13,7-8).
a Israel pero fue más acuciante al entrar en
Israel es la esposa, el hijo contacto con el país cananeo en que habi-
(2,21; 11,1), es como una in-
taba. En efecto, desde la sedentarización
genua paloma, una viña o
una novilla domesticada en la tierra de Canaán, en el período de los
(7,11; Os 10,1.11). Jueces (siglos XII-XI a.C.), los hebreos, origi-
nariamente pastores, se habían ido haciendo
Con las imágenes de Oseas nos
introducimos ya en el segundo agricultores. Aprendieron de los cananeos
contexto del libro: la historia del buena parte de las labores agrícolas; pero
matrimonio del profeta. éstas iban mezcladas con el culto a Baal –al

• Los tres primeros capítulos que tenían por dios de la naturaleza, señor
narran el matrimonio de de la lluvia, de las estaciones y del misterio
Oseas con una mujer infiel, de la fertilidad– y a Astarté, esposa de Baal,
el amor apasionado del pro- y diosa de la fecundidad. A causa de los con-
feta por la mujer a pesar de tactos de civilización y de la política de alian-
la infidelidad, y la posterior zas matrimoniales de algunos monarcas del
reconciliación, impensable reino del Norte con princesas fenicio-cana-
desde un punto de vista jurí- neas, el sincretismo religioso se extendió por
dico, e inmerecida por parte
Israel. Los santuarios antiguos como Betel,
de la mujer.
Guilgal, etc., dieron cobijo a fiestas agrícolo-
• La sucesión de los aconteci- religiosas, en sincretismo con las hebreas. De
mientos es tan extraña que
esta manera, muchos israelitas pretendían
desde los más antiguos in-
compaginar su fe en el Señor con prácticas
térpretes judíos y cristianos
idolátricas (4,17-18; 8,11).
se han venido sopesando y
discutiendo argumentos a favor de un acontecimiento real en la vida del 139
profeta y argumentos a favor de que el relato es un símbolo:
Entre los intérpretes antiguos prevalece el carácter de símbolo.
Entre los modernos, el de la dolorosa experiencia real del profeta que sustenta el
símbolo teológico de las relaciones de Dios con Israel.

• Sea un suceso real o imaginario, lo que la narración revela es la vivencia


de un amor apasionado en el que, a pesar de la infidelidad reiterada de la
persona amada, el amante no deja de amarla, de querer volver a las rela-
ciones esponsales y de intentar recuperarla a la unión de vida.
La singularidad del mensaje de Oseas estriba en que las circunstancias histó-
ricas que se dan en Israel –idolatría, sincretismo, faltas a los mandamientos,
olvido de Dios en momentos de bienestar, etc.– son expresadas por el profeta
como faltas de fidelidad a la Alianza esponsal del Señor con Israel.
• Del mismo modo que la esposa de Oseas es infiel a su alianza esponsal,
Israel es infiel a la Alianza que ha contraído con el Señor. Y cuando Dios
le pide al profeta que con su fidelidad conquiste de nuevo el amor de la
mujer, enseña también que Dios no se cansa de perdonar y que, con su
fidelidad, está dispuesto a restaurar las relaciones con el pueblo.
• Con esta narración, el libro acaba por ser pedagogía sobre las dimensiones
más profundas de la Alianza, sobre la exclusividad que supone la elec-
ción, sobre la «psicología» de Dios en sus relaciones con los hombres, etc.

1.3. Enseñanza

Ningún profeta, ni siquiera Isaías o Jeremías, ha igualado a Oseas en la mane-


ra tan vehemente de expresar el misterio del amor de Dios por su pueblo. El
amor esponsal de Dios encontrará eco sobre todo en Jeremías y en la lírica del
Cantar de los Cantares; pero en Oseas halló el precedente máximo antes de
mostrarse en la realidad tangible y conmovedora de la vida del Hijo de Dios
hecho hombre.
“Sin embargo ellos no supieron que yo los cuidaba con todo mi afecto y que yo,
que soy amante de todos los hombres, los arrastraba hacia la fe con los lazos del
cariño, según aquellas palabras del Evangelio: «Nadie viene hacia mí si no lo
atrae el Padre que me envió» (Jn 6,44). Y pensaron que mi yugo era muy pesado. Y
me incliné hacia ellos abandonando el reino celestial para poder comer con ellos,
tomando forma humana; o mejor, les di mi cuerpo como comida, siendo yo a la
vez alimento y comensal” (San Jerónimo, Comentarios a los profetas menores, Oseas
3,11,3-4).
140 Pero si hubiera que particularizar el mensaje de Oseas, habría que recurrir a
dos conceptos novedosos: la Alianza esponsal y el amor misericordioso.

A)  La Alianza
• Se expresa con el término hebreo berit y es en primer lugar un pacto, entre
particulares o entre naciones (10,4; 12,2).
• También el Señor hizo una Alianza con Israel: una Alianza a la que este
falta, pero que el Señor renovará (2,20; 6,7; 8,1).
Recogiendo las tradiciones originarias del pueblo, Oseas enseña que fue en el
Éxodo, en el desierto, donde el Señor conoció a Israel, hizo Alianza con él, y le dio
los mandamientos (11,1; 12,14; 13,5; 4,2).

• Pero esta Alianza no es solo una realidad jurídica, un pacto: es algo más.
– La Alianza es en primer lugar una iniciativa de amor por parte de Dios
que hace de Israel su propio hijo (11,1.3.5; 9,3; 13,6).
– A la luz de su propia experiencia matrimonial, el profeta enseña que la
Alianza es también compromiso esponsal, con una exclusividad en el
amor mutuo.
– Por eso, las infidelidades y prostituciones de Israel, esto es, la práctica de
cultos extranjeros, provocan el celo y la ira de Dios que, como amante en-
gañado, cambia su amor apasionado en furor (cap. 10).
– Pero Dios sigue amando a su esposa-pueblo, el corazón del Señor y sus
entrañas se conmueven (11,8), y sus castigos quieren conducirla a que se
convierta (2,16-25; 5,15): el Señor tiene un amor efectivo y afectivo por Is-
rael.

B)  El «amor misericordioso» del Señor


Como en todos los libros proféticos, el objetivo del mensaje de Oseas es la
conversión del pueblo, el retorno a Dios; una conversión que debe suponer
un nuevo conocimiento del Señor y una lealtad más plena (6,1-6).
Lo que es novedoso y original en Oseas es la lógica de esa conversión.
• En la tradición profética, la secuencia de los actos suele ser:
elección de Dios - pecado del hombre - conversión - perdón

• En el libro de Oseas el orden de estos dos últimos términos se invierte:


elección de Dios - pecado del hombre - perdón - conversión
• Es decir, el perdón precede a la conversión. En esto el profeta es el gran 141
precursor del Nuevo Testamento en el que la propia conversión es un don
gratuito de Dios: «Pero Dios demuestra su amor hacia nosotros porque,
siendo todavía pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rm 5,8; cfr.1Jn
4,10). La conversión se produce como respuesta al amor de Dios, siempre
dispuesto a perdonar.
El «amor misericordioso» de Dios
por los hombres se descubre no solo
“Misericordia quiero,
en las vicisitudes narradas, sino tam-
no sacrificio”
bién en las expresiones empleadas
por el profeta. Hay dos términos El sacrificio exterior, para ser autén-
fundamentales que emplea Oseas tico, debe ser expresión del sacrificio
para expresar las relaciones amoro- espiritual. “Mi sacrificio es un espíritu
sas de Dios hacia su pueblo: contrito…” (Sal 51,19). Los profetas
• «Amor», ’ahabá (3,1; 11,1.4; 12,8; de la Antigua Alianza denunciaron
14,5): expresa el significado ge- con frecuencia los sacrificios hechos
neral de nuestras lenguas: amar, sin participación interior (cf Am 5,21-
amor entre amigos, entre los es- 25) o sin amor al prójimo (cf Is 1,10-
posos, entre Dios y las criaturas
20). Jesús recuerda las palabras del
humanas; es el amor mutuo, cor-
profeta Oseas: “Misericordia quiero,
dial.
que no sacrificio” (Mt 9,13; Mt 12,7;
• «Amor benévolo y fiel», hesed cf Os 6,6). El único sacrificio perfec-
(2,21; 6,6; 10,12; 12,7): A la idea
to es el que ofreció Cristo en la cruz
básica de «amor benévolo», le
en ofrenda total al amor del Padre y
añade el valor de fidelidad mu-
tua, que se basa precisamente por nuestra salvación (cf Hb 9,13-14).
en el amor. Aplicado al amor de Uniéndonos a su sacrificio, podemos
Dios por los hombres, este voca- hacer de nuestra vida un sacrificio
blo descubre su fundamento más para Dios.
hondo: el amor que permanece
Catecismo, n. 2100
por encima de la traición y el pe-
cado.

1.4.  El libro de Oseas a la luz del Nuevo Testamento y de la tradición cristiana

Los autores del Nuevo Testamento recurren a Oseas, en no pocas ocasiones,


para mostrar cumplidos en la vida y enseñanzas de Jesús los oráculos del pro-
feta y para reforzar la autoridad del mensaje evangélico.
142 • Mt 2,15 ve cumplida la profecía de Os 11,1 en el episodio de la huida y
vuelta de Egipto de José con el Niño Jesús.
• Aparte de otras citas del Nuevo Testamento (1Co 15,55 y Os 13,14; Ap 6,16
y Os 10,8; o la figura de la «gran ramera» del cap. 17, inspirada en Os 2,2-
3,2), también parecen tener su origen en Oseas algunas de las metáforas
neotestamentarias, como la de Israel, viña del Señor (Mt 21,33-43 y Os 10,1;
desarrollada también por Is 5,1-2).
Pero aún más que las citas, lo importante del legado de Oseas es su sintonía
con el Nuevo Testamento en cuanto al mensaje esencial: «Dios es amor»; amor
por su pueblo, a pesar de la infidelidad de este, amor por la criatura humana,
a pesar de nuestros pecados.
• “El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (Os
11, 1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos (cfr.
Is 49, 14 - 15). Dios ama a su Pueblo más que un esposo a su amada (Is 62,
4 - 5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades (cfr. Ez 16; Os 11);
llegará hasta el don más precioso: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su
Hijo único” (Jn 3, 16)” (Catecismo, n. 218).
• La metáfora esponsal de Oseas se prolonga en los textos del Nuevo Testa-
mento en los que Cristo viene presentado como el esposo (Mt 9,15 y par; Jn
3,28-29), o en los que se presenta su amor por la Iglesia como modelo del
amor esponsal (Ef 5,21-33).
• La idea de la gratuidad de la elección y del perdón se prolongará en la Igle-
sia donde cada fiel experimenta permanentemente la predilección divina.
Los comentarios de los Padres de la Iglesia al libro, como también los de los
exegetas judíos, abordaron la cuestión de la interpretación de Os 1-3: el extra-
ño matrimonio, ¿era acontecimiento real o metáfora? La dificultad que veían
para aceptar su realidad histórica era la de compaginar un mandato divino
tan singular con su valoración moral. San Agustín, en De doctrina christiana III,
33, estableció un principio hermenéutico: «Hay que ver como figurado en un
discurso divino lo que no puede referirse en sentido propio ni a la honestidad
de las costumbres ni a la verdad de la fe».
Asimismo, como señala el Catecismo, “contemplando la Alianza de Dios con
Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel (cf Os 1-3; Is 54.62;
Jr 2-3.31; Ez 16,62; 23), los profetas fueron preparando la conciencia del Pueblo
elegido para una comprensión más profunda de la unidad y de la indisolubi-
lidad del matrimonio (cf Ml 2,13-17)” (n. 1611).
2.  Joel (Yoel: “El Señor es Dios”) 143
En la colección hebrea de los Profetas Menores y en las versiones latinas el li-
bro de Joel se sitúa en segundo lugar, después de Oseas, mientras que en la
versión griega de los Setenta ocupa el cuarto.
El orden del volumen hebreo podría deberse
a que en uno de los versículos finales de Joel
“Convertíos a Mí de todo (4,16a) y en el exordio del libro de Amós (Am
corazón, con ayuno, con llanto
1,2a) se citan las mismas palabras: «El Señor
y con lamento. Rasgad vuestros
ruge desde Sión, alza su voz desde Jerusalén».
corazones y no vuestros
vestidos” (Jl 2,12-13) Quizás, al formarse la colección hebrea de los
Doce, se pretendió que los lectores entendieran
los oráculos de Amós a la luz de los de Joel.
Asimismo, en el último capítulo de Joel se inserta el oráculo contra Tiro, Sidón
y Filistea (4,4-8), incluido también en el primer oráculo de Amós (Am 1,6-10)
contra las naciones vecinas.

2.1.  Estructura y síntesis del contenido Acerca de la persona de Joel solo


tenemos los datos que se expre-
El libro puede dividirse en dos partes: san o se deducen del escrito. En el
título del libro se dice que era hijo
A) Tiempo de desgracias (1,2-2,17). Predo-
mina el género narrativo, con tonos de la- de Petuel. Y, más adelante, que vi-
mentación. Contiene dos secciones con un vió y predicó en Judá (1,6), proba-
esquema similar: blemente en Jerusalén (2,1.15.23),
que conocía los ritos y vicisitudes
– Descripción de la devastación del país
por una plaga de langostas (1,2-12) – del Templo (1,9.13.14) y que era
invitación a la conversión y penitencia sensible a los acontecimientos de
(1,13-20) – porque se acerca el «día del su tierra (1,5.11.13-14).
Señor» (2,1-2).
– Descripción del «pueblo» invasor (2,3-11) – exhortación a la conversión
(2,12-16) – presidida por los sacerdotes (2,17).
B) La efusión del Espíritu y el día del Señor (2,18-4,21). Prevalece el género
escatológico-salvífico:
– Final del castigo (2,18-20) – anuncio de prosperidad (2,21-26) – promesa de
que el Señor estará presente en medio de su pueblo (2,27).
144 – Otras bendiciones anunciadas son: la efusión del Espíritu (3,1-5) – el juicio
de las naciones (4,1-8) – llamada a la guerra santa de paz (4,9-13) – definiti-
vo día del Señor (4,14-17) con la restauración del Israel escatológico (4,18-
21).

2.2.  Composición y marco histórico

Las referencias que ofrece el libro para poder situarlo en un contexto histórico
bien definido son escasas y poco precisas. A esa dificultad se añade la cuestión
no resuelta de su unidad originaria. Es decir, aunque el libro se lee como una
unidad, sigue sin resolverse si la división en dos partes procede del origen o
de una labor redaccional posterior.
En consecuencia hay cierta inseguridad para fechar su composición. Dos son
las posiciones.
• Hay quien aboga por una época antigua, hacia los siglos IX-VIII a.C.
• Otros asignan al escrito un contexto histórico posterior a la vuelta del exi-
lio de Babilonia; más en concreto, las décadas que rodean el año 400 a.C.
Es la opción más seguida por la investigación actual. Se atiende a razones
de tipo histórico y de contenido:
– El escrito refleja la organización de la comunidad judaica resultante de las
reformas de Nehemías y Esdras (comienzos del siglo IV a.C.), por las que,
desaparecida la monarquía tras el exilio, una jerarquía sacerdotal guiaba la
vida de Judá.
– El libro además presenta continuos paralelos literarios con otros escri-
tos proféticos. Hay relación literaria y temática con Amós, Oseas, Isaías,
Miqueas, Sofonías, Ezequiel y Abdías. El estudio comparado de los textos
parece mostrar que es Joel quien se inspiró en los otros y no al revés.
El libro tiene gran unidad de materias y de estilo.
• El tema del «día del Señor» recorre todo el libro, ya sea como día de castigo
y de juicio, ya sea como día de restauración y bendición.
• El estilo es también fluido y armonioso a lo largo del escrito, aunque algu-
nos pasajes –­ como por ejemplo 4,4-8– tienen un carácter más prosaico, por
lo que a veces se juzgan como añadidos posteriores.
2.3. Enseñanza 145
Conversión verdadera (2,13) y promesa del Espíritu (3,1-2) están en el centro
del mensaje de Joel.
Junto a ello, la clave para la comprensión global del libro es el tema del «día
del Señor»:
• Aparece explícitamente cinco veces: 1,15; 2,1.11; 3,4 y 4,14.
• El significado del «día del Señor» en los profetas es el de una intervención
especial de Dios en la historia humana, en particular en el pueblo elegido.
Pero ese día tiene dos caras:
– es el día del Juicio divino de los pueblos, con connotaciones de destruc-
ción-purificación y castigo
– es el día de la salvación divina de los que han padecido injusticias y opre-
sión.
Tal ambivalencia se refleja en Joel:
– La plaga de la langosta (1,4-20) se inscribe en la primera cara de la mone-
da. El poema de 2,1-11 viene a servir de interpretación de la plaga: el pue-
blo invasor representa el ejército de Dios, ejecutor del castigo divino. Ante
tal escarmiento, se propone el mensaje profético de la penitencia (2,12-16).
– Con 2,17-18 –la penitencia de los hombres y la respuesta de Dios– se inicia
el giro hacia la otra cara: el «día del Señor» es un día de salvación, inte-
grado por actos que pueden ser simultáneos: efusión del Espíritu (3,1-2);
conmociones cósmicas (3,3-5; 4,15-16); juicio de las naciones incrédulas
(4,1-8); convocatoria de las naciones a Sión y llamada a la paz (4,9-13);
restauración de Sión y abundancia de bienes (4,18-21). Esta segunda cara
transciende las condiciones naturales del mundo presente, y conlleva una
renovación de todo lo creado, con el Señor habitando en medio de su pue-
blo (4,15-18).
Esta doctrina es como un resumen del mensaje profético y apocalíptico. Por
esto también se inscribe mejor en la época que siguió a la vuelta del exilio de
Babilonia, cuando fue calando el mensaje de los profetas y se fue abriendo la
esperanza a un horizonte escatológico, por encima de las experiencias preca-
rias de la restauración del pueblo elegido.
146 2.4.  El libro de Joel a la luz del Nuevo Testamento

No obstante su brevedad, Joel tuvo notable resonancia en el Nuevo Testamen-


to. Aparte de algunas referencias en los Evangelios recuerdan a pasajes de Joel
(Mc 4,26-29 y Jl 4,13; Jn 4,13-14 y Jl 4,18), hay otros pasajes neotestamentarios
en que las referencias a Joel son explícitas e importantes:
• En el relato del día de Pentecostés (Hch 2,17-21) Lucas recoge, al final del
discurso de San Pedro, una cita literal del oráculo de Jl 3,1-5, que se ve
cumplido en la efusión del Espíritu Santo sobre los presentes: la comuni-
dad cristiana.
• San Pablo, en Rm 10,12-13, para explicar a los fieles el universalismo del
Evangelio, sin distinción entre judíos y griegos, trae a colación Jl 3,5a, pa-
saje que está también en el trasfondo de Ga 3,28; 6,15.
• Finalmente, Jl 2,4-6 inspiró la visión del tañido de la quinta trompeta y la
plaga de langostas del Apocalipsis de San Juan (Ap 9,7-12).
Los santos Padres y escritores cristianos antiguos, de Oriente y Occidente, co-
mentan o citan a Joel. La liturgia de la Iglesia también emplea varios textos de Joel:
• En la Misa de la Vigilia de Pentecostés (como texto opcional) y en el rito del
sacramento de la Confirmación (3,1-5).
• En la primera lectura de la Misa del Miércoles de Ceniza (2,12-18), para
invitar a la penitencia interior.
«Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia
no mira, en primer lugar, a las obras exteriores “el saco y la ceniza”, los ayunos
y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin
ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario,
la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos
visibles, gestos y obras de penitencia (cf Jl 2,12-13; Is 1,16-17; Mt 6,1-6.16-18)»:
Catecismo, n. 1430.

3.  Amós (Amos: Raíz “cargar”)


El libro de Amós figura en tercer lugar en la colección hebrea de los Profetas
Menores, y también es el tercero en el canon cristiano, si bien la versión de los
Setenta lo sitúa en segundo lugar, tras Oseas.
Cronológicamente, Amós es el primero de los Profetas «escritores», seguido
pocos años después por Oseas y luego por profetas tan relevantes como Isaías
y Jeremías.
Su lugar en el canon puede explicarse mejor si se tiene en cuenta que el libro: 147
• Comienza con los oráculos contra las naciones ve-
cinas que también aparecen en Joel y, más concreta- “En verdad,
mente por la frase: «El Señor ruge desde Sión…». no hace el
• Expone la doctrina sobre la conversión, presente tam- Señor Dios
cosa alguna
bién en el libro anterior.
sin que revele
Dos rasgos, unidos entre sí, confieren importancia a su designio a
Amós: su vocación y su predicación. sus siervos los
profetas”
• Amós no es profeta por tradición familiar, sino que el (Am 3,7)
Señor irrumpió en su vida enviándole a predicar; es
más, siendo originario de Tecoa, una aldea del reino
del Sur, es enviado al reino del Norte. Amós era un ganadero (1,1) y culti-
vador de sicómoros (7,14). Su vocación se cuenta en el marco del altercado
con Amasías en Betel (7,10-17).
• Y es destinado porque el Señor quiere necesitar de su voz: el profeta se
convierte en el portavoz de Dios ante la conciencia de los hombres. La
predicación de Amós abarca dos espacios principales:
– la defensa de los pobres y desvalidos frente a la injusticia y opresión de los
poderosos y ricos;
– la necesidad de que el culto y los ritos exteriores muevan a la conversión
del corazón y a un cambio de conducta.
El libro revela que su autor, aunque proceda de un ambiente campesino, tenía
una cierta cultura y conocía las tradiciones antiguas de Israel (1,11; 2,10; 3,1-2;
4,11; 5,25; 6,5). Según cuenta una tradición recogida en el apócrifo Vida de los
profetas, un hijo del sacerdote Amasías golpeó al profeta en la cabeza causán-
dole la muerte.

3.1.  Estructura y síntesis del contenido

El escrito se estructura fácilmente en tres partes, precedidas del exordio, y


seguidas de una conclusión. El esquema es el siguiente:
Exordio (1,1-2). Consta del título, y de un oráculo (1,2) que es como el resumen
del libro.
A) Juicio de las naciones vecinas, de Judá y de Israel (1,3-2,16). Colección de
oráculos contra diversas naciones, por los pecados cometidos, que culmina
148 con el oráculo contra Israel (2,6-16), el más extenso. Es característica de esta
parte el empleo de la fórmula: «Por tres delitos de… y por cuatro, no le perdo-
naré», que se repite estereotipadamente en 1,3.6.9.11.13; 2,1.4.6.
La fórmula 3+4 la encontramos en los libros sapienciales (Pr 30,15.18.21.29; Si
26,5). Es un procedimiento mnemotécnico de los escritos didácticos.

B) Reproches y amenazas a Israel (3,1-6,14). Son seis oráculos contra Israel. Se


condenan las injusticias sociales y el culto pervertido: cargado de ritos exter-
nos y fórmulas de autosuficiencia, pero vacío de contenido.
C) Ciclo de las visiones proféticas (7,1-9,10). Son cinco visiones en las que a
través de diversas imágenes –la langosta, el fuego, la plomada, la fruta madu-
ra, la destrucción del santuario– el profeta describe el futuro de Israel si no se
convierte de su conducta vana e irrespetuosa.
Conclusión: Restauración mesiánica (9,11-15). El libro da por seguro el des-
tierro, pero también la restauración, pues el Señor reparará la «cabaña caída
de David» (9,11).

3.2.  Composición y marco histórico

Amós debió de nacer hacia los comienzos de los reinados de Uzías en Judá
(785-733 a.C.) y de Jeroboam II en Israel (788-747 a.C.).
Este tiempo fue para los dos reinos la época políticamente más tranquila y eco-
nómicamente más próspera de su historia, desde su separación en 931 hasta su
desaparición (Israel en 721 a.C. y Judá en 587 a.C.).
Tal bonanza estuvo unida a la decadencia en aquellos años de los dos grandes
imperios Asiria y Egipto, y también de Siria.

Pero el bienestar material de que gozó, sobre todo el reino del Norte, fue dis-
frutado por los potentados y los ricos, mientras los pobres y desvalidos eran
oprimidos cada vez más por los dirigentes, los terratenientes y los grandes
comerciantes.
• Las clases poderosas de Israel atribuyeron la prosperidad y la paz política
a su buen hacer y al esplendor de los cultos y ritos que se practicaban en
los santuarios del reino, principalmente Betel y Guilgal.
• Las prácticas religiosas habían llegado a convertirse en un conjunto de ri-
tos y festividades ostentosas, pero huecas y separadas de la interioridad
de las conciencias y de la rectitud de la conducta moral: para muchos po-
derosos eran una especie de disfraz de sus injusticias.
En esas condiciones Amós recibe la llamada divina y es enviado a predicar 149
en el reino del Norte, para hacer volver al pueblo a la verdadera religión. El
profeta no puede dejar de denunciar las injusticias de los corrompidos diri-
gentes, jueces, comerciantes (5,7.10-12; 6,1-14), y, al parecer, hasta de las damas
ricas (4,1-3), y lo hace con vigor y sin cobardías ni adulaciones.
Puesto que Amós fue cronológicamente el primero de los «profetas escrito-
res», se plantea la cuestión de si a él se deben ciertas características que volve-
remos a encontrar en los profetas que le van a seguir.
• Unas son temáticas:
– oráculos contra las naciones y contra el mismo pueblo elegido (caps. 1 y 2);
– incorporación de consideraciones sapienciales (3,3-6);
– contrastes y las antítesis (5,11-24);
– motivos de la vida corriente, en Amós de modo especial de la vida rural
(2,13; 4,7-9; 7,1; 8,1-2; 9,9)
– atribución a Dios de sentimientos humanos, como que Dios aborrece y
detesta (5,21).
• Otras son literarias:
– captación de la atención a través de preguntas (2,11; 3,3-6; 5,18b.20);
– paronomasias (5,5);
– ironía (4,4-5).
Aunque la mayor parte del escrito conserva las palabras del profeta, pronun-
ciadas en el centro del siglo VIII a.C., se discute la autenticidad de algunos
pasajes:
• Los oráculos contra Tiro (1,9-10), Edom (1,11-1) y Judá (2,4-5);
• las tres doxologías (4,13; 5,8-9; 9,5-6);
• y algunos breves fragmentos, que podrían ser debidos a un desarrollo de
los discípulos de Amós y a la labor redaccional del libro:
– el encabezamiento (1,1)
– el exordio (1,2)
– la conclusión final (9,11-15).
Acerca de la datación de la redacción final del escrito, las hipótesis apuntan
hacia finales del siglo VI a.C., barajando las circunstancias históricas en que
150 debió de realizarse: unos dos siglos después de la predicación de Amós, si bien
el grueso de los materiales, como se ha dicho, procedería del mismo profeta.

3.3. Enseñanza

Ante la grave situación de injusticias y de degradación religiosa en que se en-


cuentra el pueblo, Amós centra su predicación en torno a tres grandes temas:

a)  La soberanía de Dios


En el libro se pone de manifiesto de muchos modos que Dios, cuyo título pre-
ferido es Yhwh Sebaôt (el Señor de los ejércitos: 4,13), es el único Señor y Do-
minador.
• Su poder no tiene límites, Él gobierna las fuerzas de la naturaleza y el
destino de las naciones (5,8-9; 6,1-2.14; 9,7-8);
• es justo en sus juicios con los pueblos y las personas (1,3-2,6);
• eligió a Israel como pueblo de su especial propiedad (3,2), pero suyos son
también los demás pueblos de la tierra (9,7).
• Israel no debe ensoberbecerse por esa elección, pues es más bien una res-
ponsabilidad, de la que tiene que dar cuenta y que no le librará de ser
castigado cuando cometa rebeldías y pecados (9,9-10).

b)  Denuncia de los pecados del pueblo


Pueden reducirse a tres:
• Las injusticias y abusos de los potentados sobre los pobres y los indefen-
sos (2,4-12).
• El culto fingido: el pueblo creía que la práctica de unos ritos cultuales eran
suficientes para contentar y aplacar a Dios, como si el Señor fuera un ba‘al,
un dios cananeo más (5,21-27).
La predicación de Amós puso en evidencia que el verdadero culto, la verdadera
religión, tiene que traducirse necesaria e inmediatamente en la práctica de la jus-
ticia con los semejantes, de modo preferencial, con los pobres, humildes y desva-
lidos; si no es así, no es verdadera.

• El orgullo de apropiarse como mérito el ser elegidos.


Los israelitas pensaban que la elección y la Alianza ligaban –es más, obligaban– a
Dios con el pueblo; en cambio, Amós invierte los términos: es el pueblo el que
principalmente queda ligado –obligado– con Dios (9,8-10). Solo un cambio de 151
actitud puede salvarles: «Buscadme y viviréis» (5,4).

c)  Juicio en el día del Señor


Amós advierte de que, si en Israel no se pone en práctica la justicia, si no se
corrigen a fondo los abusos contra los desamparados, el juicio del Señor será
severo, y el castigo, inexorable.
El juicio divino viene presentado como «el día del Señor» (2,16; 3,14; 4,2; 5,18-
20; 8,9-13; 9,11-13).
• Frente la esperanza confiada de que el día del Señor será la manifestación de
un premio (5,18a), Amós presenta la otra cara de la moneda: será un juicio
condenatorio, día de tinieblas y oscuridad.
• Junto al aspecto punitivo se destaca también que la misericordia divina
realizará la salvación (5,15; 9,11-15).
• El tema del día del Señor se convertirá pronto en un tema clásico de la pre-
dicación profética (Is 2,11; 11,11; 30,26; Jr 30,7-17; Jl 1,15; 3,4; 4,1; So 1,14-18;
Ml 3,19-23).

3.4.  El libro de Amós a la luz del Nuevo Testamento

Las palabras de Amós resuenan en más de un lugar del Nuevo Testamento.


• Así, las parábolas del rico insensato (Lc 12,16-21), que se promete una vida
cómoda y tranquila, y de Lázaro y el rico epulón (Lc 16,19-31), que vive de
espaldas al pobre, nos hacen recordar Am 3,15 y 6,1.
• El texto de los Hechos de los Apóstoles 15,16-17: «Reedificaré la tienda
caída de David, reconstruiré sus ruinas y la levantaré de nuevo, para que
busquen al Señor los demás hombres y todas las naciones sobre las que ha
sido invocado mi nombre. Así dice el Señor, que hace estas cosas», es una
cita de Am 9,11-12, siguiendo más bien el texto de los Setenta, como tam-
bién lo es Hch 7,42b-43 (Am 5,25-27).
• La Carta de Santiago en sus amonestaciones a los ricos (St 5,1-5) recuerda
varias de las invectivas de Amós contra los ricos y potentados (Am 2,6-8;
4,1).
Entre los Comentarios de los escritores cristianos antiguos a Amós, destacan
los de San Cirilo de Alejandría y de San Jerónimo.
152 Al libro de Amós han acudido pastores y escritores para fundamentar, como
autoridad sagrada, su defensa de los pobres y desvalidos.

4.  Abdías (Obadyah: “Siervo del Señor”)


Con solo 21 versículos el libro de Abdías es el
“Pero en el monte Sión quedará más corto del Antiguo Testamento. En la co-
un resto de salvados, y será lección de los Profetas Menores viene después
santo. Y la casa de Jacob de Amós –quizá por la referencia a Edom que
heredará sus posesiones” se encuentra al final de este libro y en el co-
(Ab 1,17) mienzo de Abdías– y antes de Jonás.
Lo único que conocemos de la persona de Ab-
días es lo poco que se puede deducir del libro.
Una tradición judaica tardía lo identifica con un Obadías o Abdías, mayordomo
del palacio del rey Ajab de Israel (1R 18,3-16); pero esta identificación carece de
fundamento histórico.
Los estudiosos se preguntan si la atribución del escrito a un profeta, cuyo nombre
parece más bien un pseudónimo, no es más bien una invención piadosa para ele-
var a doce el número de profetas menores. Nada cierto hay al respecto.

Lo seguro es que el libro de Abdías entró en el canon judío entre los doce pro-
fetas menores, y que fue recibido sin dificultad en el canon cristiano.

4.1.  Estructura y síntesis del contenido

Ya San Jerónimo decía del libro: «El profeta es pequeño por el número de ver-
sos, no por las ideas» (Commentarii in Abdiam, 1). Se discuten tanto la unidad
del escrito como los elementos literarios que lo integran.
En el texto, tal como lo tenemos, pueden distinguirse tres partes:
A)  Oráculo contra Edom (vv. 1-7). Juicio divino sobre Edom y anuncio de su
ruina.
B) Pliego de cargos contra Edom (vv. 8-14). El pecado de los edomitas es
haberse burlado de la desgracia de Judá y haberse aprovechado de ella. Serán
arrasados por ello.
C)  Día del Señor (vv. 15-21). Se anuncia el juicio del Señor a todas las nacio-
nes, el triunfo del pueblo elegido y la restauración definitiva de Israel, anuncio
del reino de Dios.
4.2.  Composición y marco histórico 153
El libro de Abdías no da referencias históricas precisas. Pero su profecía contra
Edom parece que alude a una realidad histórica acaecida: la conducta alevosa
de los edomitas con los hebreos, sus parientes, en los sucesos que acompaña-
ron y siguieron a la destrucción de Jerusalén por Babilonia en el año 587 a.C.
Tras la caída de Jerusalén, los edomitas, descendientes de Esaú, hermano gemelo
de Jacob (Gn 32,4), se aprovecharon de la desgracia de «sus hermanos» para expo-
liarles, asaltarles y ocupar la zona sur y parte de la oriental de Judá. Esa situación
se prolongó al menos hasta la primera parte de la época persa.

Aunque es difícil explicar todos los extremos de su composición, puede afir-


marse que el libro recoge un oráculo básico del tiempo de la vuelta del exilio
de Babilonia –finales del siglo VI–, que se retoca y amplía con otros elementos
proféticos que podrían llegar hasta principios del siglo IV a.C.

4.3. Enseñanza

Abdías reprocha duramente a Edom por su conducta en los momentos de des-


gracia de Judá. Edom simboliza las naciones opresoras del pueblo elegido.
Este debe esperar el juicio justo de Dios, que se realizará en el tiempo escato-
lógico del «día del Señor». Entonces se producirá el castigo de los malvados
y la restauración del reino de Dios. Como el conjunto de los libros proféticos,
Abdías exhorta a poner la esperanza en el poder y la justicia de Dios, y no en
las fuerzas precarias de los hombres.

4.4.  El libro de Abdías a la luz del Nuevo Testamento

El único texto de Abdías que tiene eco en el Nuevo Testamento es la última


frase del libro («entonces, el Reino será para el Señor»: v. 21), que se refleja en
Ap 11,15.
San Agustín lee a Abdías desde el espíritu abierto del Evangelio y va más allá
de como había sido entendido por algunos escritores, que veían en Edom el
símbolo de los enemigos del pueblo de Dios, y en las amenazas proféticas de
Abdías, una expresión de la justa ira de Dios con el pecador empedernido:
Esaú (Edom) son los gentiles necesitados de la salvación; la predicación del
evangelio los convierte de enemigos en hermanos (cfr. De civitate Dei 18,31).
Este es, sin duda, el espíritu con que los cristianos hemos de leer a Abdías, con
apertura a todos los pueblos y religiones de la tierra.
154
Ejercicio 1.  Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• Amasías • Plomada
• Edom (edomitas) • Betel
• Sincretismo religioso • Astarté

Ejercicio 2.  Guía de estudio


Contesta brevemente a las siguientes preguntas:
  1. ¿Por qué Oseas encabeza el libro de los Doce en ambas colecciones (TM y
LXX)?
  2. Señala las principales características del contexto histórico del s. VIII en el reino
del Norte. ¿Cuáles son los profetas que ejercen allí su ministerio en esa época?
  3. ¿Cuál es el origen y qué se quiere expresar con la fórmula empleada frecuen-
temente por Amós: «Por tres delitos de… y por cuatro, no le perdonaré»?
  4. ¿En qué términos se expresa la Alianza en Oseas? ¿Cuáles son sus característi-
cas?
  5. Señala algún parecido literario o temático entre Joel y otros profetas (por
ejemplo, Amós, Oseas e Isaías). ¿De qué pueden ser indicio estas semejanzas?
  6. ¿Cuál es el motivo del castigo anunciado contra los edomitas en el libro de
Abdías?

Ejercicio 3.  Comentario de texto


1. Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los conteni-
dos aprendidos:
“Ahora bien, algunos profetizaban que un hombre, menospreciado y sin gloria y fami-
liarizado con el sufrimiento (cfr. Is 53,3) y sentado sobre un pollino de asna (cfr. Za 9,9),
vendría a Jerusalén, y presentaría su espalda a los latigazos y sus mejillas a los bofeto-
nes, sería llevado como oveja al matadero (cfr. Is 53,7), y le darían a beber hiel y vinagre
(Sal 68,22), y sería abandonado de sus amigos y allegados (cfr. Sal 27,12), y extendería
sus manos todo el día (Is 65,2); y sería objeto de risa y de insultos para los espectadores,
y que se repartirían sus vestidos y echarían a suertes su túnica, y sería reducido al polvo
de la muerte (Sal 21,8); y así profetizaban todo lo demás, como su venida como hombre
155
y cómo hizo su entrada en Jerusalén, donde sufrió su Pasión y fue crucificado y sufrió
todos los tormentos de los que hemos hablado (…). Pero los que dijeron “en aquel día,
dice el Señor, se pondrá el sol en pleno mediodía, y las tinieblas cubrirán la tierra en ple-
no día, y convertiré los días festivos en llanto y todos vuestros cánticos en lamentación”
(Am 8,9-10), profetizaron claramente estas dos cosas: la puesta del sol cuando nuestro
Señor fue crucificado, o sea a la hora sexta, y que sus días festivos según la ley y sus cán-
ticos se convertirían en llanto y lamentación cuando fueran entregados a los gentiles”.
S. Ireneo,
Adversus haereses 4,33,12

***

2.  Lee estos textos de Amós (5,18-20; 9,11-15) y explica cómo viene descrito el “día del
Señor”: ¿se aprecia alguna evolución en Amós? Compáralo con Joel y con algún pasaje
del Nuevo Testamento. ¿Tiene alguna relación con el concepto profético de “día del Se-
ñor” lo que entendemos hoy al referirnos al domingo como el día del Señor? (te puede
servir consultar los nn. 1166 y 2174 del Catecismo).
156
TEMA EL LIBRO DE LOS DOCE (III):
9 JONÁS, MIQUEAS,
NAHUM, HABACUC
Encabeza el siguiente grupo Jonás, un profeta singular que predica la
conversión a los ninivitas, tradicionales enemigos de Israel. Su curioso
comportamiento le convierte en el menos profeta de toda la colección.
A continuación viene Miqueas, el último profeta del s. VIII, quien, igual
que Jonás, predicó la conversión aunque en este caso se dirigió al reino
del norte y al del sur y, además, anunció dónde nacería el Mesías. Con
Nahúm y Habacuc comienza el estudio de los libros más tardíos, cuya
temática se orienta más al juicio de Dios y a la proyección escatológica
de la religiosidad israelita. Ambos profetas tienen, junto a sus lógicas pe-
culiaridades, varios rasgos en común: la misma época de su ministerio (el
s. VII, con referencias a la caída del imperio asirio y a la subida del imperio
neobabilónico), la brevedad de sus escritos (3 caps. cada uno) y el hecho
de que se titulen del mismo modo (“oráculo”).

SUMARIO
1. JONÁS • 1.1. Estructura y síntesis del contenido • 1.2. Composición y marco his-
tórico • 1.3. Enseñanza • 1.4. El libro de Jonás a la luz del Nuevo Testamento y de
la tradición cristiana • 2. MIQUEAS • 2.1. Estructura y síntesis del contenido • 2.2.
composición y marco histórico • 2.3. Enseñanza • 2.4. El libro de Miqueas a la luz
del Nuevo Testamento • 3. NAHÚM • 3.1. Estructura y síntesis del contenido • 3.2.
Composición y marco histórico • 3.3. Enseñanza • 3.4. El libro de Nahúm a la luz del
Nuevo Testamento • 4. HABACUC •  4.1. Estructura y síntesis del contenido • 4.2.
Composición y marco histórico • 4.3. Enseñanza • 4.4. El libro de Habacuc a la luz
del Nuevo Testamento.
1.  Jonás (Yonah: “Paloma”) 157
La restauración de Israel con la que termina el li-
bro de Abdías se precisa en el libro de Jonás, el 5º “Dentro de cuarenta días
de los Profetas Menores. Si Dios va a restaurar a Nínive será destruida”
su pueblo es porque este tiene una misión uni- (Jon 3,4)
versal que cumplir.
Dentro de la colección de los libros proféticos, el de Jonás es singular:
• No se trata de una colección de oráculos sino más bien de un relato sobre
un profeta (A. Rofé).
• De hecho, su predicación es muy breve, apenas una frase: «Dentro de cua-
renta días Nínive será destruida» (3,4).
• El mensaje de la obra no está en la predicación del profeta sino en el con-
tenido de lo narrado: en las vicisitudes de los personajes y en los diálogos
de Jonás con Dios.
Lo mismo que en otros libros, como Rut o Job, la base histórica de la narración
–si es que la hay– no es tan importante como el mensaje que se desprende de las
acciones que se relatan.

El libro está lleno de contrastes.


• Presenta una combinación muy sutil entre una visión universalista y una
mentalidad cerradamente israelita.
• Jonás es un profeta que tiene poco de ejemplar; de hecho, su conducta
deja perplejo al lector. Se ha dicho de él con acierto que es “el hombre que
se empeña en hacer exactamente lo contrario de lo que debería hacer un
profeta” (L. Alonso Schökel):
– frente a los demás que son poetas, él es narrador y su libro está en prosa;
– frente a las profecías contra las naciones, Jonás predica la conversión y
la venida de la misericordia a un pueblo que representa la violencia y la
crueldad;
– frente a los profetas y su arraigo en su tierra, Jonás aparece desarraigado,
sin tierra y difícil de situar.
• Pero al mismo tiempo, es el único personaje del relato que sabe quién es el
verdadero Dios.
Jonás ha tenido gran resonancia en la tradición posterior, judía y cristiana.
158 • Entró sin dificultad en el canon de las Escrituras.
• En la liturgia judía el libro se lee en la fiesta del Yôm-Kippûr, el gran día de
la Expiación.
• En la cristiana, en los inicios de la Cuaresma.
• El profeta es una de las figuras más representadas en la primera icono-
grafía cristiana, probablemente porque es un símbolo de la sepultura y
resurrección del Señor (cfr. Mt 12,40).

1.1.  Estructura y síntesis del contenido


El libro presenta una estructura simétrica en dos partes, dedicadas respecti-
vamente a la primera y la segunda misión de Jonás.

A)  Misión de Dios a Jonás (1,1-2,11)


• Sección narrativa: desobediencia de Jonás y conversión de los marineros
(1,1-16)
• Parte discursiva: salmo de acción de gracias de Jonás desde el vientre del
gran pez (2,1-11).

B)  Jonás en Nínive (3,1-4,11)


• Sección narrativa: predicación en Nínive y conversión de los ninivitas
(3,1-10).
• Sección discursiva, en la que se exponen las razones de la misericordia de
Dios (4,1-11).
Todo el relato se dirige hacia la última sección, que presenta el diálogo entre
el Señor y Jonás, o mejor, hacia el último versículo en el que Dios da razón de
su conducta, una conducta que no entendía Jonás. Así, si se sigue el relato:
• Quizás el lector no se extrañe demasiado de la desobediencia de Jonás al
mandato inicial de Dios (1,1-3).
Nínive es el prototipo de la perversidad y el lector presume simplemente que
Jonás no es un profeta de la talla de Elías o Jeremías, que se vieron ante retos de
este calibre (cfr. 1R 19,1-18; Jr 36), pero no se acobardaron.

• Tampoco le resulta inverosímil el siguiente curso de los acontecimientos


(1,4-2,1): Dios es todopoderoso, y para el cumplimiento de sus designios
es capaz de convocar al mar y a los peces. Es más, el Señor responde don-
de los falsos dioses no responden: de ahí la conversión de los marineros.
Esta conversión anticipa, en cierta manera, la de los ninivitas narrada en el 159
capítulo tercero (3,5-10).
• El comienzo del capítulo cuarto (4,1-2) introduce un cambio en la acción
que el lector no esperaba: Jonás se enfada con el Señor porque no confiaba
en la conversión de los ninivitas y mucho menos en el perdón de Dios.
Ahora el lector ya sabe que la primera desobediencia de Jonás no se debía a la
cobardía, sino a su sospecha de que, siendo Dios clemente y misericordioso, aca-
baría por perdonar a los ninivitas, haciendo fallido su oráculo (3,4).
• Sigue el diálogo entre Dios y Jonás, pero este no se aviene a razones. De
hecho, parece que la argumentación del Señor va dirigida más al lector que
al mismo Jonás.
• Es el lector quien debe responder a la pregunta de Dios con la que se aca-
ba el libro: «¿No he de apiadarme de Nínive, la gran ciudad, en la que hay
mucho más de ciento veinte mil personas que no saben distinguir entre su
derecha y su izquierda, e innumerables animales?» (4,11).
• El lector debe comprender lo que Jonás –y como él probablemente más
de un israelita del tiempo en que se compuso la obra– no comprendió, es
decir, que Dios es clemente y misericordioso con todos, y que si muchos
oráculos de los profetas contra las naciones no se cumplen es porque esos
hombres rectifican.
• Es como un relato ejemplar del oráculo que recoge el profeta Jeremías:
«Unas veces hablo de arrancar, destruir o aniquilar a propósito de una
nación o un reino. Pero si esa nación, contra la que Yo había hablado, se
convierte de su iniquidad, Yo también me arrepiento del mal que había
pensado hacerle» (Jr 18,7-8).

1.2.  Composición y marco histórico

Esta obra no tiene las mismas características históricas que la mayor parte de
los libros proféticos.
Ciertamente, el nombre del profeta, «Jonás, hijo de Amitay», es idéntico al de
un profeta del reino del Norte en la época de Jeroboam II (2R 14,25-27), pero
aquí acaban todas las coincidencias.
• El Jonás del libro de los Reyes es un profeta de la antigua usanza, que pre-
dicó la misericordia de Dios con Israel y el restablecimiento de las fronte-
ras del pueblo; nuestro profeta es un hombre rebelde con Dios, encogido
ante el peligro, testarudo en sus opiniones, y corto de miras.
160 • En la narración, todos los personajes excepto Jonás parecen simpáticos. Y
estos rasgos tienen un aire más de caricatura que de retrato.
• Lo mismo pasa con otros elementos del libro que reproducen motivos tó-
picos: en la tradición profética Nínive es el prototipo de ciudad perversa
(cfr. Na 3,1-4) y Tarsis, el lugar más extremo de la tierra (Is 23,6; 66,19).
• Faltan en el libro detalles topográficos o cronológicos verificables, y no
se ahorran elementos hiperbólicos o inverosímiles, como que se necesiten
tres días para cruzar Nínive (3,3), o la historia del gran pez (2,1-2.11), o el
ricino que de pronto crece y en una noche se seca (4,6-8).
Por estas y otras razones, el libro no se considera de género histórico.
Probablemente, las palabras de Jesucristo a propósito del signo de Jonás (cfr. Mt
12,39-41; Lc 11,29-32), aunque dichas en sentido genérico, se tomaron como signo
de historicidad del profeta, pero ya muchos comentadores antiguos expresaron
sus serias dudas al respecto.
Su mensaje de llamada a la conversión coincide con el de los otros libros pro-
féticos, pero la forma literaria es la de una narración sapiencial al estilo de
Judit, Job o Rut.
Si la coincidencia entre el Jonás de nuestro libro y el del libro de los Reyes es
meramente literaria, no hay por qué fijar su fecha de composición en el siglo
VIII a.C.
• Si tenemos en cuenta que el narrador posee un buen estilo hebreo y que
utiliza expresiones arameas, o desusadas en textos más antiguos –Dios de
los cielos (1,9), orden del Señor (3,2), magnates (3,7), etc.–, lo más lógico es
situar su composición después del destierro de Babilonia, hacia el siglo V
o IV a.C.
• Esta fecha es también coherente con el mensaje del libro: frente al particu-
larismo de algunos judíos –visible por ejemplo en muchos pasajes de los
libros de Esdras o Joel– que negaban a los paganos el acceso a la salvación,
otros –como el autor de este libro, o el que escribió Rut– reaccionaron en-
señando la rectitud de muchos paganos y la grandeza de Dios, dos condi-
ciones que hacían a esos hombres capaces de ser salvados.

1.3. Enseñanza

En la base de la enseñanza está el dominio de Dios sobre todas las naciones.


• Lo mismo que puede condenar a cualquier nación, no solo a Israel, tam-
bién puede tener misericordia de ella y perdonarla.
• Estamos solo a un paso de la universalidad de la salvación enseñada en el 161
Nuevo Testamento (cfr. Rm 9,6-8.29-30).
Pero esta doctrina tiene, al menos, tres consecuencias, presentes también en
el libro.
• La narración es una explicación de por qué algunos oráculos proféticos
contra las naciones no se han cumplido. Si esos oráculos no se han consu-
mado ha sido porque esas naciones hicieron penitencia. Es lo que ocurre
con los ninivitas: se convirtieron y Dios, que es clemente y misericordioso,
les perdonó. Las amenazas del Señor no son, por tanto, producto de la có-
lera divina, sino pedagogía de Dios.
• La narración enseña que el alcance de la acción de Dios, de su bendición
a todos los pueblos, todavía no ha sido entendido por algunos en Israel,
que permanecen cerrados en sí mismos, olvidados de su misión de testigos
del Señor ante el mundo. Jonás representa irónicamente a esas personas.
• Finalmente, como la mayoría de los libros proféticos, Jonás es una llamada
a la conversión y a la penitencia.

1.4.  El libro de Jonás a la luz del Nuevo Testamento

En los Evangelios, Jonás aparece citado explícitamente como figura de Cristo


en dos sentidos distintos: como signo para la penitencia y como signo de su
sepultura y resurrección (Mt 12,39-41; cfr.Lc 11,29-32).
Los estudiosos han puesto de manifiesto el gran parecido que existe entre este
libro y la parábola del hijo pródigo (Lc 15,11-32), ya que en ambos relatos se
pone de relieve la misericordia de Dios, la conversión del descarriado y la in-
comprensión del que quería para sí la exclusividad de la elección.

2.  Miqueas (Micah < Micayahu: “Quién como el Señor”)


Ocupa el sexto lugar en la colección de Profetas Meno- “Pero tú, Belén Efrata,
res, aunque la versión de los Setenta lo sitúa en tercer aunque tan pequeña
lugar a continuación de Amós y antes de Joel. entre los clanes de
• En el encabezamiento del libro se dice que desarro- Judá, de ti me saldrá
lló su ministerio durante los tiempos de Jotam (759- el que ha de ser
dominador en Israel”
743), Ajaz (743-727) y Ezequías (727-698), reyes de
(Mi 5,1)
Judá.
162 • El ministerio del profeta fue contemporáneo, al menos en algunos años,
al de Isaías (y por tanto posterior al de Amós y Oseas), aunque no se de-
tectan grandes coincidencias entre ambos. En cambio, las imágenes del
profeta Miqueas son más parecidas a las de Amós.
• Su predicación fue relevante, y otros libros (Jr 26,18-19) recuerdan que su
misión logró el arrepentimiento del pueblo. La llamada a la conversión
hace muy adecuado su lugar en el canon a continuación de Jonás, donde
este tema está presente a lo largo de todo el libro.

2.1.  Estructura y síntesis del contenido

En Miqueas se observa la alternancia clásica en otros libros proféticos: orácu-


los que amenazan castigos y promesas de liberación.
La estructura podría ser la siguiente:
A) Juicio divino y condena de los delitos (1,2-3,12). Anuncio de la caída de
Samaría por causa de sus pecados. Denuncia de los pecados del reino de Judá:
son tan parecidos a los del reino del Norte que solo pueden presagiar su des-
gracia.
B) Esperanza y restauración de Sión (4,1-5,14). Oráculos esperanzadores en
los que el profeta vislumbra la futura gloria del Israel restaurado alrededor del
Mesías que nacerá en Belén.
C) Nuevo juicio divino y castigo de Jerusalén (6,1-7,7). El profeta denuncia la
actitud de un culto externo que no va acompañado de justicia y caridad.
D) Esperanza de Sión y plegaria por Jerusalén (7,8-20). La sección, considera-
da más bien como un «texto litúrgico» puesto como colofón del libro, supone
el castigo de Israel y contempla directamente la restauración del pueblo, por-
que el Señor es fiel a sí mismo y sus promesas son estables.
También se puede dividir el libro en dos partes, atendiendo a su horizonte
teológico:
A) Caps. 1-5: Esta parte sería sustancialmente originaria de Miqueas, con al-
gunos textos añadidos posteriormente.
B) Caps. 6-7: Su contexto histórico sería más problemático, pues hay en ella
pasajes que parecen proceder de los años que siguieron a la vuelta del exilio
de Babilonia (537 a.C.).
Por encima de los análisis prevalece la unidad del libro, conseguida por el 163
redactor final que debió de organizar los diversos oráculos en un conjunto
armónico. Así, la caída de Samaría, causada por sus pecados, sería una señal
para Jerusalén, que debía enmendarse porque estaba recorriendo el mismo
camino.

2.2.  Composición y marco histórico


Géneros literarios
Miqueas nació en Moréset, pequeño pueblo si- En Miqueas, entre repro-
tuado a unos 35 kms. al sudoeste de Jerusalén, ches y esperanzas van enca-
en la Sefelá, la región costera de Judá. Existe jando los pasajes de diverso
otro profeta con el mismo nombre, Miqueas, género literario: adverten-
hijo de Yimlá, que vivió en el reinado de Ajab cias, oráculos de desgracias,
de Israel (873-852 a.C.; cfr.1 R 22,1-28).
reproches a manera de pro-
Miqueas debió de comenzar su ministerio ceso judicial (rib), promesas
profético hacia el 727 a.C. unos años antes de de salvación y de restaura-
la caída de Samaría en el 722 a.C. (1,5-7). Debió ción de Sión, y plegarias.
de ejercerlo hasta el año 700, aproximadamen-
te. Miqueas vive, por tanto, la situación histó-
rica de los dos reinos israelitas desde poco antes de la toma de Samaría por
Asiria, hasta el ataque de Senaquerib a Jerusalén (año 701 a.C.). Sus oráculos
se refieren a ambos reinos.
El proceso de redacción del libro es complejo, aunque mucho menos que el
libro de Isaías. A grandes rasgos, puede afirmarse que, sobre unos textos bási-
cos de Miqueas (para unos, la mayor parte del libro; para otros, solo los prime-
ros tres capítulos junto con otros oráculos sueltos del resto del libro), la hábil
mano de algún redactor posterior (probablemente postexílico) le habría dado
la forma con que ha pasado a la tradición hebrea y al canon de la Escrituras.

2.3. Enseñanza

Miqueas muestra una profunda preocupación por los pecados del pueblo, de
Israel y de Judá, que han provocado el abandono y el castigo de Dios por un
tiempo.
Si Samaría ha caído por sus pecados, Judá correrá la misma suerte si no se en-
mienda (1,2-3,12). Jerusalén, por sus muchos pecados, será juzgada y castigada
por el Señor (6,1-7,6).
164 Pero Miqueas no es un profeta de desgracias, sino un altavoz de la llamada del
Señor a la conversión por los pecados del pueblo, de Israel y de Judá, que han
provocado el abandono y el castigo de Dios por un tiempo. Por eso también
abundan los anuncios de esperanza.
Predice la venida de las naciones a Sión (4,6-8), la promesa del nacimiento del
«dominador» en Belén de Judá (5,1-3), la liberación de la opresión de Asiria (5,4-5)
y la salvación del «resto de Jacob» (5,6-8).

Miqueas presenta semejanzas con otros libros proféticos, especialmente con


Amós en las denuncias de las injusticias sociales, y con Isaías en su visión del
Mesías que nacerá de la estirpe de David y, en general, en su concepción de la
providencia divina a través de la historia humana.

2.4.  El libro de Miqueas a la luz del Nuevo Testamento

En el Nuevo Testamento existen al menos dos pasajes de Miqueas citados: Mi


5,1 en Mt 2,6 (sobre el nacimiento del Mesías en Belén), y Mi 7,6 en Mt 10,35-
36 (sobre los enemigos del hombre en su propia casa). Pero bastantes más
están aludidos de manera más o menos directa. Así, por ejemplo, el Cántico
de Zacarías –el Benedictus– alude a las últimas palabras de Miqueas (Mi 7,20
y Lc 1,73).
Las referencias al libro por parte de escritores eclesiásticos, Santos Padres, au-
tores de teología y de espiritualidad son escasas, tanto en la antigüedad como
en los tiempos posteriores. Tal vez la razón esté en que gran parte del mensaje
de Miqueas se encuentra en otros importantes libros proféticos, como Isaías,
Jeremías, Ezequiel, Amós y Oseas.
Aparte del oráculo del nacimiento del Mesías en Belén de Judá, empleado en
el tiempo de Adviento y de Navidad, la liturgia incorporó el pasaje de Mi 6,3-4
a los improperios en el canto de la Adoración de la Cruz del Viernes Santo.

3.  Nahúm (Nah.um: Raíz “consolar”)


Nahúm ocupa el séptimo lugar. A
partir de él ya no variará más el or- “El Señor es lento a la ira, pero grande
den entre los manuscritos hebreos en poder. El Señor no deja a nadie
impune. Camina en la tempestad y el
y griegos. El título es novedoso:
huracán, y las nubes son el polvo de sus
«Oráculo contra Nínive. Libro de la pies” (Na 1,3)
visión de Nahúm de Elcós».
• El libro parece una reflexión profética que gira en torno a la destrucción 165
de Nínive a manos de los babilonios (612 a.C.).
• Con este acontecimiento se pondría de relieve la soberanía de Dios sobre
los impíos, un escarmiento para el pueblo elegido y un motivo de agrade-
cimiento al verse libre de sus enemigos.

3.1.  Estructura y síntesis del contenido

El libro de Nahúm ha sido redactado con un género literario específico, profé-


tico-sapiencial, que puede denominarse de «disputa profética».
• Con él se pretende responder a las dudas y objeciones relativas al poder
soberano de Dios, que es puesto en duda tanto por los judíos como por los
mismos ninivitas.
• La respuesta es tan contundente como poética: la destrucción inminente
de la gran capital es un acto exclusivo del Señor, que hace justicia, aniqui-
lando a Nínive y salvando al pueblo elegido.
El libro comprende tres partes, además del título que es claramente posterior:
A)  Himno a Dios, Juez poderoso (1,2-8). Teofanía que ensalza el poder de
Dios sobre sus enemigos.
B)  Anuncio de la caída de Nínive (1,9-2,1). Reflexión sapiencial dirigida a
Judá, para que, al comprobar la destrucción de Nínive, reconozca que se debe
exclusivamente a Dios y festeje su propia elección.
C)  Asalto y destrucción de Nínive (2,2-3,19). Reflexión sapiencial dirigida a
los ninivitas, para que cuando la capital sea asaltada y destruida, comprendan
igualmente que es solo el Señor quien actúa.

3.2.  Composición y marco histórico

Los poemas sobre Nínive fueron redac- Poco se sabe de la personalidad


tados, según la opinión más generali- del profeta y de su vida: Era ori-
zada, en el siglo VII a.C., entre los años ginario de Elcós, una ciudad hoy
662 y 612, después del año 662 en que desconocida, seguramente situa-
fue destruida la ciudad egipcia de Tebas da en Judá. Se supone que ejerció
(No-Amón en 3,8), y antes del 612 en que su actividad durante el largo rei-
Nínive desapareció a manos del imperio
nado de Manasés (698-642).
neobabilónico.
166 La expresividad con que está narrado el asalto (2,9-11) y la descripción de la cruel-
dad de los invasores (3,1-3) reflejan que su autor participa de los sentimientos an-
tiasirios que caracterizaron los años anteriores a la caída de la capital de Samaría.
Por otra parte, tres años después de la destrucción de Nínive, murió el rey Josías
a manos de los egipcios (año 609 a.C.), y el gran enemigo era Babilonia, por lo que
ya no tenía especial sentido celebrar la caída de Nínive.

Una fecha muy probable del oráculo es en torno al 630, cuando la muerte de
Asurbanipal enardeció el sentimiento nacionalista de los judíos.
Cabe además suponer que estos poemas con su carga patriótica y de exaltación de
los valores israelitas, en especial el reconocimiento de Dios como único soberano,
vendrían a ser una aportación importante a la reforma religiosa y política que
Josías llevó a cabo hacia el año 622 a.C.

Redactado el núcleo fundamental del libro, es probable que, a la vuelta del


destierro, un autor deuteronomista introdujera algunos detalles que actuali-
zaran los viejos oráculos contra Nínive, para poderlos aplicar contra Babilo-
nia.
El himno alfabético inicial (1,2-8) daría un alcance más universal al conjunto,
explicando que el juicio de Dios se cierne contra cualquier potencia que pretenda
oprimir al pueblo elegido.

Desde el punto de vista literario, el libro es de enorme interés. El autor juega


con la ironía y describe la caída de Nínive mediante escenas dispuestas en una
creciente tensión.

3.3.  Enseñanza

En el libro subyacen dos temas importantes:


a)  Soberanía de Dios. Dios domina sobre la creación y sobre la historia y na-
die puede levantarse contra Él (1,8).
• El profeta interpreta la historia en clave religiosa: es Dios quien está de-
trás del esplendor de Nínive y detrás de su caída, Dios quien concede el
imperio, pero también quien condena con severidad los delitos.
• La destrucción de Nínive está descrita con lenguaje propio del «día del
Señor», a pesar de que la expresión como tal está ausente (cfr. Na 2,10 y Is
2,7; Na 2,11 e Is 13,7 y Jr 30,5; Na 3,10 e Is 13,16).
b)  Providencia de Dios sobre el pueblo elegido. El libro canta los favores de
Dios a su pueblo, en contraste con las desgracias de Nínive:
• Dios anuncia una nueva etapa de paz (2,1), que se inicia con la destrucción 167
del enemigo más cruel, Asiria y su capital.
• Los imperios pasan, mientras que el pueblo de Dios permanece.

3.4.  El libro de Nahúm a la luz del Nuevo Testamento

En el Antiguo Testamento hay algunos textos que aluden a Nahúm:


• El mensajero que anuncia la paz de 2,1 se relaciona claramente con Is 52,1-
7. Todo parece indicar que Nahúm es más antiguo. El Nuevo Testamento
hace referencia a estas palabras (Rm 10,15 y Mc 16,15-16), pero depende de
Isaías más que de Nahúm.
• La alusión a las langostas en Joel (1,4) y su posterior explicación podrían
tener algún punto de contacto con 3,15.
• También es clara la influencia de Nahúm en el libro de Tobías que recuerda
con regocijo la ruina de Nínive, como cumplimiento de una profecía (Tb
14,15).
En la literatura judía se interpreta el libro de Nahúm en clave nacionalista (cfr.
Flavio Josefo Antigüedades Judías, IX,2,3; y 4QpNah en Qumrán).
En el Nuevo Testamento no aparece citado expresamente, quizás por el exce-
sivo nacionalismo de los comentarios de la época. Tampoco se usa en la litur-
gia cristiana. En la literatura patrística apenas se menciona y, en todo caso, es
entendido sin tintes nacionalistas, como un reconocimiento del poder de Dios
y de su justicia.

4. Habacuc
(H.abaqquq: Raíz “abrazar” o nombre de planta)
El libro de Habacuc aparece en la colección de los Profetas menores en octavo
lugar, a continuación de Nahúm. El oráculo con el que inicia Habacuc da con-
tinuidad a los oráculos de Nahúm contra Asiria.

4.1.  Estructura y síntesis del contenido


“Se derrumbará el que no
tiene alma recta, pero el
En este escrito se distinguen con claridad dos
justo vivirá por su fidelidad”
partes diferentes con formas literarias distin-
(Hab 2,4)
tas:
168 A)  Una colección de oráculos (1,1-2,20), bajo el título «Oráculo que tuvo en
visión el profeta Habacuc». Son dos secciones distintas.
• Ha 1,1-2,4: Diálogo entre Dios y el profeta en el que este le pide explicacio-
nes al Señor por su pasividad ante las injusticias, es más, por su respuesta
incomprensible.
• Ha 2,5-20: Cinco imprecaciones, o «¡ayes!», contra el opresor, en los que el
profeta se lamenta de las faltas y los abusos de los enemigos, presumible-
mente Babilonia.
B) Un salmo epopéyico (3,1-19), que comienza así: «Oración del profeta Ha-
bacuc». Esta segunda parte guarda reminiscencias de la teofanía del Sinaí y
lleva el estilo de algunos salmos épicos. El profeta, que recuerda la protección
del Señor sobre el pueblo, pide y celebra la intervención de Dios.
En esta estructura, las palabras del profeta, pronunciadas quizá en diversos
momentos, se articulan en un canto de esperanza y en una profesión de fe en
el Señor que no abandona a los suyos.

4.2.  Composición y marco histórico De la persona de Habacuc solo sabemos lo


poco que puede deducirse de su libro:
Se suele situar la profecía de Ha-
• Se presenta como un centinela a la escu-
bacuc al comienzo de la expansión
del imperio neobabilónico (los cha del mensaje divino (2,1).
«caldeos»: 1,1-11), a finales del si- • El salmo final (3,1-19) puede llevar a pen-
glo VII a.C.: sar que es un levita o, al menos, alguien
• Bien en el contexto histórico que conoce bien el culto.
que rodeó la caída de Nínive • Habacuc debió de ejercer su ministerio
(612). profético al comienzo de la expansión del
• O bien, en torno a la batalla de imperio neobabilónico (625-612 a.C.).
Carquemís (605), tras la cual • Una tradición judía tardía, recibida en los
Nabucodonosor de Babilonia apéndices del libro de Daniel (14,33-42),
se hizo dueño del próximo dice que el profeta Habacuc fue llevado
Oriente.
desde Judá a Babilonia, prendido de los
• No hay referencia al asedio de cabellos por un ángel, para salvar a Da-
Jerusalén (597), ni a la deporta- niel de la fosa de los leones.
ción a Babilonia (587).
• Es posible que los oráculos se hayan releído o actualizado con motivo de
invasiones posteriores.
El libro es cercano en lenguaje y estilo a Isaías, Jeremías y Miqueas. También 169
presenta semejanzas de contenido con libros como Job y los Salmos, especial-
mente los de tipo épico.

4.3. Enseñanza

El libro gira en torno a dos enseñanzas relacionadas entre sí: la soberanía de


Dios y el problema del mal.
En el fondo se trata de responder a la pregunta que el profeta se plantea ante
los acontecimientos vividos: ¿Cómo compaginar la santidad y omnipotencia
divinas con la existencia de graves males entre las naciones y en medio de su
propio pueblo, al que eligió?
• El Señor responde haciéndole considerar que las injusticias de las nacio-
nes, lo mismo que las de Israel, son graves desobediencias a la soberanía
de Dios, que exigen corrección y castigo.
• La clave del mensaje de Habacuc está en la convicción de que todo injusto
y opresor será castigado por el Señor del universo, mientras el justo será
salvado con tal de que persevere en la fidelidad a Dios (2,4).
• El libro de Job se plantea la misma cuestión desde un plano individual:
¿Por qué sufre el justo y prospera a veces el pecador? Habacuc propone el
problema desde el plano colectivo del pueblo elegido y de las naciones.
Aborda de lleno una cuestión humana cuya respuesta no alcanzamos sino
desde la culminación de la Revelación cristiana.

4.4.  El libro de Habacuc a la luz del Nuevo Testamento

A pesar de su brevedad, Habacuc ha gozado de cierto influjo en la tradición


judía:
• En Qumrán se ha conservado un comentario a los dos primeros capítulos
del libro (Pesher Habacuc 1QpHab).
• En época talmúdica (siglos IV-VI d.C.), Rabí Simlay consideró Ha 2,4 como
un compendio de los 613 preceptos de la Ley de Moisés.
• La literatura judía extracanónica de tendencia escatológica lo usa con cier-
ta amplitud.
170 Y en la tradición cristiana:
• En el Nuevo Testamento, destaca sobre todo su uso en San Pablo, quien se
apoyó en el texto de Ha 2,4 –entre otros– para su exposición de «la doctri-
na de la justificación por la fe» (cfr.Rm 1,17; Ga 3,11; Hb 10,38-39), aunque
dándole un sentido más profundo que el que tiene en el profeta. También
cita el texto de 1,5 en su discurso en Antioquía (Hch 13,41), enmarcándole
en una actualización que le da gran vigor.
• Algunos Padres exponen el libro de Habacuc dentro de sus comentarios a
los profetas menores: destacan los de San Jerónimo, San Hesiquio de Jeru-
salén y San Cirilo de Alejandría.
• La literatura cristiana se fijó más en Ha 2,4 y en la tradición de la libera-
ción de Daniel que en el resto de los contenidos del libro.
• En la liturgia, aunque la presencia del libro es escasa, han quedado reco-
gidos algunos pasajes breves en dos celebraciones eucarísticas del tiempo
ordinario (sábado de la 18ª semana, año par y domingo de la 27ª semana,
año C) y en la liturgia de las horas del Viernes Santo (laudes), entre otros.

Ejercicio 1.  Vocabulario


Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• Nínive • Sefelá
• Salmo epopéyico • Disputa profética
• Batalla de Carquemís • Caldeos

Ejercicio 2.  Guía de estudio


Contesta brevemente a las siguientes preguntas:
  1. ¿Por qué se dice que Jonás es, dentro de la colección de los Doce, un profeta
peculiar?
  2. ¿Cuál es el género literario del libro de Jonás? Señala dos o tres momentos del
libro donde se muestre ironía al describir el comportamiento de Jonás.
  3. ¿Qué pretende significar Nahúm con la caída de Nínive?
  4. ¿En qué se parecen Job y Habacuc?
  5. ¿Qué rasgos del Mesías subraya Miqueas?
  6. ¿Puede establecerse alguna semejanza entre Amós y Miqueas? Señala algún
171
ejemplo.

Ejercicio 3.  Comentario de texto


1. Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los conteni-
dos aprendidos:
“El Dios de la Biblia es un Dios que entra en comunicación con los hombres y les habla.
Bajo modalidades diversas, la Biblia describe la iniciativa tomada por Dios de comuni-
car con la humanidad por medio de la elección del pueblo de Israel. Dios hace oír su
Palabra, sea directamente, sea sirviéndose de un portavoz.

En el Antiguo Testamento, Dios se manifiesta a Israel como Aquél que le habla (…).
Moisés recibe de manos de Dios la Ley, designada a menudo como «palabras de Dios»
(Ex 20,1; 24,3-8; 34,27-28; cfr. Nm 15,31) que él debe transmitir al pueblo. Como por-
tador de la palabra de Dios, Moisés será considerado como un profeta (Os 12,14; Dt
18,15.18) y aún más que un profeta (Nm 12,6-8). A lo largo de la historia del pueblo,
los profetas son conscientes de transmitir la palabra de Dios. Los relatos de vocaciones
proféticas muestran cómo la palabra de Dios aparece, se impone con fuerza e invita a
una respuesta. Profetas como Isaías, Jeremías o Ezequiel reconocen la palabra de Dios
como un acontecimiento que ha marcado su vida (Is 6,5-8; Jr 1,4-10; Ez 2,1 3,3) Su men-
saje es mensaje de Dios; acogerlo es acoger la palabra de Dios. Aunque choca con re-
sistencias por obra de la libertad humana, la palabra de Dios es eficaz (Is 55,11; Jr 20,9):
es un poder que actúa en el corazón de la historia. En el relato de la creación del mundo
por Dios (Gn 1), se descubre que para Dios decir es hacer”.
Pontificia Comisión Bíblica,
El pueblo judío y sus escrituras sagradas en
la Biblia cristiana, 2001, n. 23

***

2.  Lee Jonás 2,1-11 y compáralo con el resto del libro. ¿Es coherente esta oración con
la conducta de Jonás antes y después de ser tragado por el gran pez? Busca y señala
algunas semejanzas de este pasaje con otros textos del Antiguo Testamento.
172
TEMA
EL LIBRO DE LOS DOCE (IV):
10 SOFONÍAS, AGEO, ZACARÍAS
Y MALAQUÍAS
El último bloque comienza con Sofonías, quien desarrolló su ministerio
en los años anteriores a la reforma religiosa del piadoso rey Josías. Como
el resto de profetas anteriores al exilio, Sofonías pone el acento en las
amenazas de castigo por los pecados. Pero junto al juicio de Dios, tam-
bién anuncia la salvación para el resto de Israel, formado por los pobres y
los humildes de la tierra, a quienes se les identifica con “una de la figuras
más transparentes de la Iglesia” (Catecismo, n. 710). Con Ageo se inicia ya
el bloque de profetas posteriores al destierro, cuyo objetivo se centrará
en transmitir un mensaje de ánimo y de esperanza en los años de restau-
ración nacional. En efecto, si las profecías de los años del destierro habían
enfatizado la necesidad de la conversión, los profetas posteriores al exilio
–Ageo junto con Zacarías, sobre todo– insisten en la «reconstrucción»
material y espiritual del pueblo. Malaquías, escrito con el que se cierra
el libro de los Doce, se sitúa ya varios años después de la reconstrucción
del Templo. Su misión será despertar al pueblo para que ofrezca a Dios
un culto digno y anunciar la venida del mensajero de Dios que preparará
el día de su venida.

SUMARIO
1. SOFONÍAS • 1.1. Estructura y síntesis del contenido • 1.2. Composición y marco
histórico • 1.3. Enseñanza • 1.4. El libro de Sofonías a la luz del Nuevo Testamento y
de la tradición cristiana • 2. AGEO •  2.1. Estructura y síntesis del contenido • 2.2.
composición y marco histórico • 2.3. Enseñanza •  2.4. El libro de Ageo a la luz del
Nuevo Testamento • 3. ZACARÍAS • 3.1. Estructura y síntesis del contenido • 3.2.
Composición y marco histórico • 3.3. Enseñanza • 3.4. El libro de Zacarías a la luz
del Nuevo Testamento • 4. MALAQUÍAS • 4.1. Estructura y síntesis del conteni-
do • 4.2. Composición y marco histórico • 4.3. Enseñanza • 4.4. El libro de Mala-
quías a la luz del Nuevo Testamento.
1.  Sofonías (Tsephanyah: “El Señor esconde/protege”) 173
El libro de Sofonías viene en noveno lugar en la
colección de Profetas Menores. El Salmo final
del libro que le precede (Habacuc), en el que se “Canta de gozo, hija de
pedía la intervención de Dios, tiene su respues- Sión, alborózate, Israel,
ta en el tema del juicio de Dios que centra el alégrate y disfruta de
libro de Sofonías. todo corazón, hija de
Jerusalén (…) el Señor,
• El libro refleja las circunstancias históricas Rey de Israel, está en
del ministerio del profeta en Jerusalén, ciu- medio de ti” (So 3,14-15)
dad que conoce bien (1,10-11), en la época
de Josías (1,1).

• Probablemente, el ministerio de Sofonías se circunscribe a los primeros


años del reinado de Josías.
Según el libro de los Reyes (2 R 22,1-23,30), Josías reinó en Judá durante tres dé-
cadas (639-609 a.C.). El año decimoctavo de su reinado (622 a.C.) impulsó la re-
forma deuteronomista.

• La predicación de Sofonías refleja muy bien este periodo anterior a la re-


forma religiosa del rey piadoso.

1.1.  Estructura y síntesis del contenido

El escrito sigue el patrón general de los libros proféticos: a unos oráculos de


juicio y amenaza (1,2-3,8), siguen otros de esperanza y salvación (3,9-20).

Una estructura que hiciera justicia a la doble dimensión del texto –condena y
salvación; Judá y las naciones–, podría ser esta:

A)  Juicio contra Judá y contra toda la tierra (1,2-2,3). Severos oráculos de
condena por los pecados de Judá: la idolatría (1,4-6) y las injusticias (1,9-13).

B)  Oráculos contra las naciones y contra Judá (2,4-3,8). A unos oráculos con-
tra las naciones vecinas que atacaron a Judá sigue un oráculo contra Jerusalén.
Pero el Señor salvará a un «resto» de su pueblo y hará justicia.

C)  Promesas de salvación (3,9-20). El libro concluye con unos oráculos de


salvación, en los que se prometen toda clase de bienes para un futuro.
174 1.2.  Composición y marco histórico

Los oráculos de Sofonías forman un conjunto bien estructurado, que muestra


unidad de composición. Parecen reflejar los comienzos del reinado de Josías,
cuando este rey, aún un niño, no había iniciado la denominada reforma deu-
teronomista (622 a.C.). En ese tiempo, aún perduraba el sincretismo religioso
producido por la introducción de cultos extranjeros en Judá durante los reina-
dos de Manasés (698-642) y de Amón (641-640).
• Sin embargo, algunos pasajes (como 2,8-11) parecen más apropiados para
la época que siguió al exilio de Babilonia.
• También se discute el contexto histórico de 3,14-20. El gozo de la restau-
ración que cantan estos versículos es congruente con la época post-exílica,
como tantos pasajes de la tercera parte del libro de Isaías.
• Por el contrario, las semejanzas de 3,14-17 con algunos salmos anteriores al
exilio (Sal 47; 95; 96; 97) permiten asignarlo a los años del propio Sofonías.
Literariamente, Sofonías presenta afinidades con profetas anteriores como
Amós e Isaías y, a su vez, con posteriores como Joel, Ezequiel y Zacarías. En
Qumrán se han encontrado fragmentos del texto hebreo en los pesharîm o co-
mentarios (1QpSoph 1,18-2,2; 4QpSoph 1,12-13).

1.3. Enseñanza

El mensaje profético de Sofonías tiene como núcleo el juicio divino en el «día


del Señor», descrito en tonos épicos y escatológicos (1,7-18).
• El juicio concierne a Judá y Jerusalén, de un lado, y de otro, a las naciones
que han oprimido al pueblo de Dios.
• La causa del juicio condenatorio de Judá y Jerusalén es el pecado.
Este se ha manifestado en idolatría (1,4-6), violencia y fraude (1,9; 3,3), e indife-
rencia religiosa (1,12). El pecado, cuya raíz está en el orgullo (3,11), alcanza a los
príncipes (1,8), a los jueces (3,3), a los profetas y a los sacerdotes (3,4). A su vez, las
naciones serán castigadas por la opresión y los robos sobre los territorios de Israel
y Judá (2,8-13), y por su orgullo sin límites (2,15).

Junto a las amenazas de condena, Sofonías abre la puerta de la esperanza con


la purificación y conversión que aportará la presencia del Señor en Sión (3,5).
• El «resto» de Israel y Judá son los fieles que serán purificados y buscarán
al Señor en justicia y humildad (2,3; 3,12), en pobreza y esperanza (3,12-
13). Así como en otros libros proféticos (cfr. Is 10,20-22; 11,11; Am 3,12; 175
5,13.15; etc.) se designaba con esta expresión a aquellos que sobreviven a la
catástrofe del día del Señor, a la
purificación, porque siguen los LOS POBRES DEL SEÑOR
mandatos del Señor y no están co- El Pueblo de los “pobres” (cfr. So 2, 3;
rrompidos, en Sofonías viene des- Sal 22, 27; Sal 34, 3; Is 49, 13; Is 61, 1;
crito (3,12-13) como un pueblo
etc.), los humildes y los mansos, to-
manso y humilde; las virtudes que
talmente entregados a los designios
en el Nuevo Testamento se dicen
de Jesús (cfr. Mt 11,29) y de su Ma- misteriosos de Dios, los que esperan
dre (Lc 1,48). la justicia, no de los hombres sino del
Mesías, todo esto es, finalmente, la
• Purificación y conversión alcan-
gran obra de la Misión escondida del
zarán también a las naciones, en
otro tiempo opresoras, que termi- Espíritu Santo durante el tiempo de
narán adorando al Señor (3,9-10). las Promesas para preparar la venida
de Cristo. Esta es la calidad de cora-
A lo largo del libro se percibe la ten-
sión entre lo particular, que concier- zón del Pueblo, purificado e ilumina-
ne al pueblo elegido, y lo universal, do por el Espíritu, que se expresa en
que concierne a las naciones, e incluso los Salmos. En estos pobres, el Espíri-
a la humanidad entera y a su hábitat tu prepara para el Señor “un pueblo
terrestre (1,2-3; 3,8). En el fondo de bien dispuesto” (cfr. Lc 1, 17).
esa tensión está la concepción de Dios
Catecismo, n. 716
como señor, gobernador y juez de to-
das las criaturas.

1.4.  El libro de Sofonías a la luz del Nuevo Testamento

El legado de Sofonías en el judaísmo posterior y en el cristianismo ha sido


escaso, a excepción de su oráculo sobre «el día del Señor» (1,7-18).
• Las vivas imágenes, y lo tremendo de las expresiones del profeta acerca
del juicio (1,14-18) se repitieron muchas veces en la predicación sobre los
«novísimos» y se recogieron en un conocido himno de la liturgia de difun-
tos: el dies irae.
Asimismo, el clima de los oráculos de consolación de la última parte de Sofo-
nías está muy presente en el Evangelio de la infancia de San Lucas (1,5-2,52).
• La descripción del resto «humilde y pobre» (3,12) se ve reflejada en la vida
de Santa María o en la de los padres del Bautista.
176 • La alegría descrita por el profeta (3,14-18) es muy semejante a la que le
anuncia el ángel a la Virgen de Nazaret, la hija de Sión (Lc 1,26-38).

2.  Ageo (Haggay: “Mi fiesta”)


Ageo es el primero de los profetas de la
restauración, ya en época persa. Su dispo- “Ahora, ¡ánimo, Zorobabel!
sición casi al final del canon (10º) pretende -oráculo del Señor-, ¡ánimo,
señalar el orden cronológico. Libro bre- Josué, hijo de Yosadac, sumo
ve que tiene, entre otras, dos cualidades: sacerdote!, ¡ánimo, todo el
exactitud de los oráculos, fechados con pueblo llano! -oráculo del
Señor-. Poneos a la obra, que
precisión en el mismo escrito, y sencillez
Yo estoy con vosotros -oráculo
del mensaje, un mensaje lleno de ánimos
del Señor de los ejércitos”
y de esperanza. (Ag 2,7).

2.1.  Estructura y síntesis del contenido

Los dirigentes y el pueblo de Judá, deben ponerse a la obra de la reconstruc-


ción del Templo de Jerusalén como primera providencia para restaurar la
patria destrozada. Si obedecen a esta voluntad del Señor, les vendrán todos
los bienes que necesitan y esperan, empezando por el fruto de sus trabajos y
la fertilidad de los campos (1,1-15).
Ante las dificultades, el Señor promete para este pequeño Templo una gloria
mayor que la que pudo tener el antiguo (2,1-9).
El texto consta de cuatro oráculos, bien situados cronológicamente, acompa-
ñados de relatos breves sobre la reacción de los jefes y del pueblo.
A)  Reconstrucción del Templo (1,1-15)
B)  El Templo y su gloria futura (2,1-9)
C)  La ofrenda digna, garantía de prosperidad (2,10-19)
D)  Oráculo mesiánico para Zorobabel (2,20-23)

2.2.  Composición y marco histórico

Las minuciosas dataciones con que son presentados los oráculos y relatos
(1,1.15; 2,1; 2,10; 2,20) hacen que el escrito no presente especiales dificultades
para su encuadramiento histórico y cronológico:
• Hace referencia a sucesos ocurridos en Judá desde el 29 agosto del 520 a.C. 177
hasta el 18 diciembre del mismo año, o sea, durante poco más de tres me-
ses y medio, dentro del segundo año del reinado de Darío I el Persa.
• En ese tiempo Judá es una provincia del imperio persa, con administración
delegada en un gobernador, Zorobabel, y un sumo sacerdote, Josué.
Las expediciones de regreso de judíos
exiliados en Babilonia, comenzadas tras
El nombre de Ageo no es aplica-
el decreto de libertad de Ciro (539 a.C.),
encontraron la tierra de Judá en ruinas y do a ningún otro personaje en el
se enfrentaron a obstáculos sociales muy Antiguo Testamento.
difíciles de resolver. Quizás el más impor- -El profeta aparece en dos oca-
tante de ellos fuera el desánimo de los siones en el libro de Esdras (Esd
primeros exiliados.
5,1; 6,14).
• Después de casi veinte años las obras
de reconstrucción apenas habían –La tradición judía lo tiene como
avanzado. Es entonces cuando Ageo uno de los desterrados de Babi-
recibe los mensajes divinos instando a lonia que volvieron de la cautivi-
la reconstrucción del Templo. dad.
• Para esa misma tarea fue enviado tam- –Es posible que su actividad fue-
bién el profeta Zacarías, cuyo libro se ra más amplia que los tres meses
complementa con el de Ageo.
largos recogidos en el libro.
Siempre que se habla del profeta en el li-
–Junto con Zacarías participó ac-
bro, se hace en tercera persona.
tivamente en la restauración, y
• El libro podría ser una recopilación
en la tradición judía se considera
posterior, hecha por uno de sus discí-
a ambos profetas como los fun-
pulos. La falta de coherencia de 2,15-
19 con el lugar que ocupan ahora esos dadores de la Gran Sinagoga.
versículos se justificaría mejor si fuera
así.
• Esta recopilación no podría ser muy tardía ya que el libro no menciona las
circunstancias del final de la reconstrucción del Templo, cinco años más
tarde y sin presencia de Zorobabel (cfr. Esd 6,13-18).

2.3. Enseñanza

El mensaje de Ageo se concentra en dos objetivos: la reconstrucción del Tem-


plo y la apertura del horizonte mesiánico-escatológico.
178 • La reedificación del Templo no significa solo una tarea material; es mues-
tra de fe profunda en el significado de la Presencia del Señor en medio del
pueblo y en la soberanía divina sobre la historia.
• El lenguaje del último versículo de Ageo transciende las circunstancias
personales del gobernador Zorobabel para ascender a un horizonte futuro,
escatológico, que entreabre la figura del Mesías.

2.4.  El libro de Ageo a la luz del Nuevo Testamento

Ageo tiene poco eco en el Nuevo Testamento, apenas unas menciones relati-
vas a la conmoción de los cielos (Ag 2,6.21 en Mt 24,29 y Lc 21,26) y al temblor
de la tierra de 2,6, que se cita en Hb 12,26.
En la historia de la Iglesia, el verso más citado es 2,7, que, a partir de la versión
latina –et veniet Desideratus cunctis gentibus («vendrá el Deseado de todas las
gentes»: 2,8)–, fue leído como profecía directa del Mesías Jesús; la expresión
figura como antífona en varios textos litúrgicos del tiempo de Adviento.

3. Zacarías
(Zekaryah: «el Señor recuerda»)
Zacarías viene situado con toda lógica entre Ageo y Malaquías, puesto que,
por un lado, refleja junto con Ageo el talante optimista de los que, tras el retor-
no de Babilonia, están empeñados en la ta-
rea de reconstruir el Templo y mantienen la
esperanza de una restauración bajo la guía “Regocíjate, hija de Sión, grita
de Zorobabel, descendiente davídico (cfr. de júbilo, hija de Jerusalén,
Ag 2,20-23). Así se ve en la primera parte del mira, tu rey viene hacia ti, es
justo y victorioso, montado
libro.
sobre un asno, sobre un borrico,
Por otro, a partir del cap. 9, la perspectiva va cría de asna” (Zac 9,9)
más lejos y apunta a la instauración escato-
lógica del reinado de Dios en la tierra, con
Jerusalén como capital y el Templo como lugar de peregrinación de todas las
naciones (cap. 14). El libro de Malaquías retomará el tema del Templo y de su
servicio por parte de los sacerdotes, volviendo a proclamar el día de la venida
del Señor (Ml 3,13-21).
3.1.  Contenido y estructura 179
El libro de Zacarías incluye dos partes bien diferenciadas tanto por los datos
históricos que aparecen en cada una de ellas como por el estilo de la redacción.
A)  Actividad del profeta (1,1-8,23). Está escrita en prosa y corresponde al
tiempo señalado en las indicaciones de la obra misma: de los años 520 a 518
a.C. Tiene como trasfondo la reconstrucción de Jerusalén por parte de los que
han vuelto del destierro, así como las instituciones y la vida de la comunidad.
• Contiene ocho visiones (1,7-6,8) llenas de símbolos, experimentadas por
Zacarías por la noche y contadas por el propio profeta, a las que añade la
interpretación hecha por un ángel. Vienen a significar que Dios se ha apia-
dado de Jerusalén quebrantando a sus enemigos (1,7-17; 2,1-4; 6,1-8).
• A las visiones sigue un oráculo sobre la coronación del sumo sacerdote
Josué (6,9-15), y palabras sobre el presente y el futuro del pueblo. Aquí
destacan los diez vaticinios sobre la felicidad que el Señor otorgará a su
pueblo y, por él, a las naciones cuando el Templo sea terminado (8,1-23).
B)  Oráculos mesiánicos (9,1-14,21). Está casi toda ella en poesía y carece de
referencias cronológicas. A esta segunda parte, por suponerla posterior a la
primera, se la designa con el nombre de Deutero-Zacarías. Consta de dos lar-
gos oráculos:
• 9,1-11,17: tras exponer el sometimiento de los pueblos vecinos de Israel
(9,1-8), la llegada del Mesías a Jerusalén (9,9-10) y la restauración del pue-
blo unido (9,11-10,12), lamenta y describe el rechazo de un pastor (rey me-
sías) por parte del pueblo (11,1-17).
• 12,1-14,21: profetiza la intervención de Dios mismo para hacer fuertes a
Jerusalén y Judá frente a sus enemigos (12,1-9), llevar al pueblo a la con-
versión y la purificación (12,9-13,9) y reinar Él mismo sobre todo el mundo
desde Jerusalén (14,1-21).

3.2.  Composición y marco histórico

Poco sabemos del profeta al que se atribuye el libro.


• Habría nacido en Babilonia y habría sido uno de los que retornaron a Ju-
dea el año 537 a.C.
• Era de familia sacerdotal y sucedió como jefe de la familia a su abuelo Idó
(1,1.7; cfr.Ne 12,10-16).
180 • Fue contemporáneo de Ageo (Esd 5,1; 6,14), pero desarrolló su ministe-
rio profético por más tiempo. Como Ageo, Zacarías escribe su obra para
animar al pueblo a mantener su confianza en el Señor y a colaborar en la
reconstrucción del Santuario (Za 4,8-10; Ag 1-2). Esa intencionalidad se ve
claramente en la primera parte del libro.
El momento en que Zacarías pronunció sus oráculos –similares a los de los
otros profetas– y tuvo sus visiones –parecidas en parte a las de Ezequiel–,
queda consignado en el libro por un redactor que habla del profeta en tercera
persona (1,1; 7,1.8; 8,1).
• Ese momento fue durante los años 520 y 519 a.C., cuando los judíos que
habían retornado de Babilonia reemprendieron la reconstrucción del Tem-
plo, interrumpida desde el año 530 (Esd 4,24) a causa del acoso de los
samaritanos y de la falta de recursos.
• Al frente del pueblo están Zorobabel, descendiente de David, que hace
las funciones de gobernador o jefe político, y Josué como sumo sacerdote:
ellos son los dos olivos de los que se habla en el cap. 4.
• La recopilación de las visiones de Zacarías (1,7-6,8) y de sus exhortaciones
(7,1-8,23) pudo hacerse en ese mismo tiempo, o quizá más tarde cuando
fueron insertados también en el libro los dos oráculos de la segunda par-
te.
• Estos dos oráculos reflejan un contexto histórico posterior:
– Ya no se habla en ellos de la reconstrucción del Templo, sin duda porque se
había concluido, y sí aparecen en cambio la lamentación de que el pueblo
ha abandonado a un pastor bueno (11,1-17) y el duelo por uno al que han
dado muerte (12,10).
– Estos datos, junto a la atribución a Josué (6,9-15) de funciones y títulos
que antes eran característicos de Zorobabel, tales como la terminación del
Templo (4,7-10) y el nombre de «brote» (3,8), llevan a pensar que cuando
se componen los oráculos ha desaparecido Zorobabel, quizás de forma
trágica.
– Habría sido, por tanto, después de su muerte cuando fue redactada la se-
gunda parte del libro y realizada la recopilación final.
– Algunos estudiosos han supuesto que la segunda parte de Zacarías es
muy posterior y pertenece a la época griega, a finales del siglo IV o al III
a.C. Para ello se apoyan en la mención de Yaván (Grecia) en 9,13 y en que
la descripción de 9,1-7 haría alusión a las rápidas conquistas de Alejandro 181
Magno en Oriente el año 333 a.C.
En cualquier caso, el contexto que se refleja en todo el libro es el de la época
de Zacarías en sentido amplio, es decir, antes y después de la terminación del
Templo y de la desaparición de Zorobabel.

3.3. Enseñanza

El rasgo más relevante del libro de Zacarías es que Dios da a su pueblo un


mensaje de esperanza acorde con la situación en que este se encuentra.
• Cuando a la vuelta del destierro el pueblo tiene por delante la tarea de
reconstruir el Templo, Dios promete que será llevada a término porque
tal es su voluntad todopoderosa, y que entonces Él habitará allí siendo
fuente de salvación para todas las naciones (8,22).
• Esa promesa incluye también la purificación del sacerdocio y del pueblo
(3,1-10; 5,1-9).
• Asimismo promete la llegada de un Mesías que traerá la paz y la dicha a
Jerusalén y Sión (9,9-10).
• Pero cuando el pueblo rechaza al pastor bueno (11,4-17), Dios mantiene
su palabra prometiendo que vendrá Él mismo y reinará desde Jerusalén
sobre todas las naciones (14,1-21).
Zacarías expresa todo esto con un lenguaje que conecta con el de los antiguos
profetas, utiliza al mismo tiempo imágenes nuevas y recursos literarios que
abren el camino a otros libros proféticos como el de Daniel o el Apocalipsis de
San Juan.
Quizás el mismo nombre de Zacarías («Dios recordó») da la clave para com-
prender la actuación divina. Dios se acordó de su pueblo y por ello va a actuar
en su favor (1,14-17; 8,2), y mediante él va a abrir un camino de salvación para
todas las naciones (8,20-23; 14,16-19).
Al servicio de Dios están los ángeles, mediante los cuales Él ejerce su dominio
sobre toda la tierra (1,8-11; 2,1-4; 5,9; 6,1-8), y, especialmente, el «ángel del Señor»
que intercede por el pueblo (1,16) y defiende al sumo sacerdote Josué ante el acu-
sador, Satán (3,1-2).

La actuación de Dios se muestra en el libro como una gran promesa, cuyo cum-
plimiento requiere en los miembros del pueblo elegido la conversión (1,2-6),
la justicia con el prójimo y la misericordia con los necesitados (7,8-14; 8,14-17).
182 Las promesas mesiánicas varían de una parte a otra del libro, aunque en con-
junto presentan un progreso y una unidad coherente.
• En la primera parte el punto culminante de la promesa, y en consecuencia
de la esperanza, es la terminación del Templo y la protección de Dios que
habita en él (1,16-17; 2,14; 8,9-12).
• Al comienzo de la segunda parte se profetiza la llegada del Mesías a Je-
rusalén como un rey de paz, con el que vendrá la salvación y el bienestar
para el pueblo elegido (9,9-10).
Pero el pueblo rechazará al pastor bueno (11,1-17) y Dios intervendrá en persona,
hará que Jerusalén y Judá triunfen sobre sus enemigos (12,1-9), y tomará después
posesión de ellas reinando desde ahí sobre toda la tierra (14,5).

En ese reino escatológico no aparece la figura del Mesías.


Visto en su conjunto, el libro de Zacarías viene a decir que para la liberación
del pueblo y salvación de las naciones no era suficiente la reconstrucción del
Templo de Jerusalén, por lo que Dios promete un Mesías, rey de paz, un pas-
tor bueno que habría de ser rechazado por el pueblo y llevado a la muerte;
pero que después el pueblo volverá a él su mirada, le llorarán; y, finalmente,
Dios mismo establecerá su reinado del que se beneficiarán las naciones de los
gentiles.

3.4.  El libro de Zacarías a la luz del Nuevo Testamento

Algunos pasajes del libro de Zacarías son citados literalmente en el Nuevo


Testamento como cumplidos en Jesucristo, especialmente aquel rechazo y
muerte del Mesías que el profeta anunciaba de modo misterioso.
• Al describir su entrada en Jerusalén montado en un borrico (Mt 21,5; Jn
12,14-15), se ve cumplida la promesa de 9,9.
• Al narrar la traición de Judas que vende al Señor por treinta monedas (Mt
27,9) se cita 11,12-13, aunque el evangelista remite a los profetas aludiendo
a Jeremías (Jr 18,2-3; 32,6-15).
• En Jn 19,37 se traen las palabras de 12,10, «mirarán al que traspasaron»,
para mostrar el significado de que un soldado traspasara con su lanza el
costado de Jesús en la Cruz.
El estilo y la forma de hablar de Zacarías llega de manera especial al Apoca-
lipsis de San Juan, sobre todo en cuanto al empleo de algunas imágenes: los
caballos representando emisarios divinos (Za 1,8; 6,2-3; Ap 6,2-4; 19,11), medir 183
la ciudad (Za 2,5; Ap 11,1) o los candelabros y los dos olivos (Za 4,11; Ap 11,4).

Siguiendo la aplicación a Jesucristo que se encuentra en el Nuevo Testamento,


los Santos Padres hicieron una interpretación mesiánica de cada una de las
figuras que aparecen en el libro de Zacarías: la del ángel del Señor, la del sumo
sacerdote Josué, la del candelabro de oro, la del rey que llega a Sión o la del
pastor bueno rechazado por el pueblo.

En la liturgia de la Iglesia se utilizan especialmente los pasajes más claramente


mesiánicos, en concreto, el texto del rey de paz que llega a Jerusalén (9,9-10) en
la Misa del Domingo de Ramos, o el pasaje de 12,7-10 acerca de la protección
de Dios a su pueblo, el duodécimo domingo del tiempo ordinario.

4. Malaquías
(Malaki: “Mi mensajero”)

El libro de Malaquías cierra el volumen de los Doce. La tradición judía consi-


deró a Malaquías como el último o sello de los profetas dentro del «canon» de
las Escrituras. Así pasó a la tradición cristiana, donde también aparece como
el epílogo de los Doce e incluso de todos los profetas. Es más, con él termina
el Antiguo Testamento.

Poco sabemos de su autor:

• No hay noticia histórica de algún profeta de Israel que llevara ese nombre.

• Parece que su nombre, apenas mencio-


nado una vez en el título del libro, viene
de haber transferido la expresión hebrea “Ved que Yo os enviaré al
Mal’aki –que significa «mi mensajero» y profeta Elías antes de que
responde no a un nombre propio sino co- llegue el día del Señor,
mún– desde 3,1 a 1,1. grande y temible” (Mal 3,23)

• Algunos comentaristas hebreos y San Je-


rónimo atribuyeron el libro a Esdras.

• Lo más probable es que estemos ante los oráculos de un profeta anónimo


de mediados del siglo V a.C., que exhorta a los repatriados de Israel para
que aumenten su esperanza en Dios y mantengan su fidelidad al compro-
miso de la Alianza.
184 4.1.  Estructura y síntesis del contenido

El libro consta de seis partes, de extensión desigual, y un epílogo:


A)  Amor del Señor por Israel (1,1-5).
B)  Los sacrificios mezquinos y otras faltas de los sacerdotes (1,6-2,9).
C)  Condena de los matrimonios mixtos y los divorcios (2,10-16).
D)  El día del Señor (2,17-3,5).
E)  Los diezmos del Templo (3,6-12).
F)  Los justos y el día del Señor (3,13-21).
Epílogo (3,22-24): constituye un resumen de su enseñanza.
El epílogo podría servir también como conclusión a los profetas, en particular al
rollo de los profetas menores, pues se exhorta al cumplimiento de la Ley de Moi-
sés (3,22) y, junto al gran legislador del pueblo, se menciona también a Elías (3,23),
prototipo de profeta. Ambos aparecerán juntos en el relato de la transfiguración.
Cada una de ellas está estructurada de la misma manera y responde, en líneas
generales, a la forma literaria denominada disputa:
• Tesis (suele coincidir con expresiones o normas contenidas en el Deutero-
nomio) en la que se reprocha algo al pueblo o a los sacerdotes.
• Respuesta de los oponentes, de ordinario en forma de pregunta.
• Desarrollo de la tesis que se había expuesto inicialmente a la luz de la ob-
jeción planteada.
El libro tiene un claro desarrollo argumental. Comienza con la afirmación del
amor de Dios por Israel (1,1-5), que es el punto de apoyo de toda la obra. En
virtud de ese amor, el profeta denuncia las faltas en el culto, piedra de toque
de la piedad de los israelitas. Ante las objeciones que se le plantean, el profeta
alienta la esperanza del pueblo anunciando el día del Señor: día terrible, pero
consolador para los que temen a Dios.
Las ediciones del texto hebreo dividen el libro de Malaquías en los tres capítulos
que hemos numerado. Lo mismo hace la Neovulgata. Pero la Vulgata y algunas
otras ediciones y versiones numeran un capítulo cuarto, que incluye 3,18-24.

4.2.  Composición y marco histórico

El libro de Malaquías es cronológicamente posterior a Ageo y Zacarías. Por el


contenido sabemos que es la época posterior al destierro de Babilonia, cuando
el Templo ha sido reconstruido (1,8; 3,1), pero el entusiasmo y el celo de los 185
inicios de la restauración se han adormecido.
Hay apatía en el culto (1,8-14), y en el cumplimiento de las leyes de la Alianza (2,8;
3,14), especialmente en los diezmos (3,6-10) y en la fidelidad matrimonial (2,14).
El pueblo se queja al Señor: las cosechas no son tan fecundas como esperaban
(3,11), no ven cumplidas las promesas, y ponen en duda el amor del Señor por su
pueblo (1,2).

Muchos de estos problemas, más agravados, son los que intentó solucionar la
reforma de Esdras y Nehemías (cfr. Esd 9-10; Ne 10,31-39; 13,23-29).
Si la reconstrucción del Templo se acabó en el año 515 a.C. y la reforma religio-
sa de Esdras puede situarse hacia el 398 a.C., los oráculos de Malaquías serían
un poco anteriores a esta reforma, quizás del último cuarto del siglo V a.C.

4.3. Enseñanza

El libro afronta problemas particulares –el culto, repudio, diezmos, cumpli-


miento de los preceptos de la Ley, etc.– desde perspectivas más generales.

a)  La Alianza
El punto de partida es la vigencia de la Alianza que el Señor hizo con los pa-
triarcas:
• Dios ama a su pueblo, se comprometió con él (1,2-5) y su voluntad no
cambia como la del pueblo (3,6).
• Pero este no responde a esa fidelidad: no guarda los preceptos (3,7), es
descuidado en el culto (1,8; 3,10), se queja injustamente a Dios (2,17; 3,14),
etc.
• El profeta anuncia entonces que si guardan la Alianza –la alianza con Leví
(2,4), la alianza de los padres (2,10), la alianza del matrimonio (2,14)– les
llenará de bendiciones (3,10) y serán el asombro de toda la tierra (1,5;
3,12).

b)  La retribución
• Frente al aparente triunfo de los impíos –que no cumplen las leyes de la
Alianza, aunque las cosas les van bien–, el profeta anuncia que el día de
la manifestación del Señor pondrá las cosas en claro: los justos recibirán
justicia (2,5) y consuelo (3,17.20), y los impíos serán como polvo y ceniza
(3,19.21).
186 • El premio o el castigo no se vinculan a la pertenencia al pueblo, sino a las
buenas obras y al temor de Dios (3,16).

c)  La doctrina sobre los tiempos mesiánicos


• Malaquías anuncia la venida del Señor a su Templo precedida de un
mensajero (3,1), el profeta Elías (3,23).
• También anuncia un nuevo acto de culto, una oblación pura y universal
(1,11) que desborda las expectativas del momento.

4.4.  El libro de Malaquías a la luz del Nuevo Testamento

A pesar de su brevedad, el libro de Malaquías es citado en varias ocasiones en


el Nuevo Testamento. A veces, la cita es circunstancial, como en Rm 9,13, don-
de San Pablo recoge la frase de Ml 1,2-3 –«amé a Jacob y odié a Esaú»– para
señalar que la elección de Dios precede a los méritos de los hombres.
Pero sobre todo aparece a propósito del «mensajero» (3,1) que se identifica
con Elías (3,23).
• La aparición de Elías como misterioso mensajero antes de la llegada del Se-
ñor era creencia común en los tiempos de Jesús y recorre los cuatro evan-
gelios.
• Jesús enseña a sus discípulos que en él se cumplen las promesas de Mala-
quías, y que, por tanto, el profeta Elías que debía precederle no es otro
que Juan Bautista. Esta idea aparece expresada en los evangelios sinópti-
cos de manera ligeramente distinta (Mt 11,14 y 17,10-11; Mc 9,11-12 y 1,2;
Lc 7,24-30).
• En el anuncio a Zacarías, el ángel dice de Juan que «irá delante de Él con el
espíritu y el poder de Elías para convertir los corazones de los padres hacia los
hijos, y a los desobedientes a la prudencia de los justos, a fin de preparar al
Señor un pueblo perfecto» (Lc 1,17; cfr.Ml 3,23-24).
Un pasaje importante para la tradición patrística más antigua es el anuncio de
una ofrenda nueva, pura y universal (Mal 1,11), donde se ve una profecía que
se cumple en la Eucaristía.
187
Ejercicio 1.  Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• Zorobabel • Dies irae
• Deutero-Zacarías • Pesharîm
• Josué (520 a.C.) • Pobres o humildes (anawim)

Ejercicio 2.  Guía de estudio


Contesta brevemente a las siguientes preguntas:
  1. Lee el cap. 1 de Sofonías: ¿Qué denuncia el profeta con esas duras palabras y
a quiénes se dirige? Compara la descripción del día del Señor que allí se hace
con la que aparece en 3,9-20. ¿Cuáles son los rasgos con los que se presenta al
pueblo en estos versículos finales del libro?
  2. ¿En qué consiste la tarea para la que fue enviado Ageo a Jerusalén, continuada
después por Zacarías?
  3. ¿Cuál es el último libro profético según el orden canónico? ¿Cuál es su princi-
pal aportación al mesianismo?
  4. Señala las principales diferencias entre la primera y la segunda parte de Zaca-
rías.
  5. ¿Qué significado encierra el nombre de Malaquías y a quién hace referencia
con esa expresión en 3,1? ¿Cómo se ve este pasaje desde el Nuevo Testamen-
to?

Ejercicio 3.  Comentario de texto


1. Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los conteni-
dos aprendidos:
“Los libros del Antiguo Testamento habían preanunciado la alegría de la salvación, que
se volvería desbordante en los tiempos mesiánicos. El profeta Isaías se dirige al Mesías
esperado saludándolo con regocijo: «Tú multiplicaste la alegría, acrecentaste el gozo»
(Is 9, 2). Y anima a los habitantes de Sión a recibirlo entre cantos: «¡Dad gritos de gozo
y de júbilo!» (Is 12, 6). A quien ya lo ha visto en el horizonte, el profeta lo invita a con-
vertirse en mensajero para los demás: «Súbete a un alto monte, alegre mensajero para
Sión, clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén» (Is 40, 9). La creación
188 entera participa de esta alegría de la salvación: «¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! ¡Pro-
rrumpid, montes, en cantos de alegría! Porque el Señor ha consolado a su pueblo, y de
sus pobres se ha compadecido» (Is 49, 13).

Zacarías, viendo el día del Señor, invita a dar vítores al Rey que llega «pobre y montado
en un borrico»: «¡Exulta sin freno, Sión, grita de alegría, Jerusalén, que viene a ti tu Rey,
justo y victorioso!» (Za 9, 9).

Pero quizás la invitación más contagiosa sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra
al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría que quiere comunicar a
su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto: «Tu Dios está en medio
de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti
con gritos de júbilo» (So 3, 17). Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas
de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios:
«Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […] No te prives de pasar un buen
día» (Si 14, 11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!
Francisco,
Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 4

***

2.  Lee Zacarías 9,9-10 y responde a las siguientes preguntas. ¿Cuál es el motivo por
el que alegrarse? ¿Quién es la “hija de Sión”? ¿Y la “hija de Jerusalén”? ¿Quién es el rey
y cómo viene descrito? Compara los rasgos del rey con la figura del “siervo del Señor”
de Isaías y con la del pueblo humilde en Sofonías. ¿Tiene este pasaje algún eco en el
Nuevo Testamento? Finalmente lee el n. 559 del Catecismo.
189
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
EN CASTELLANO

1.  Texto bíblico en castellano


con introducciones y comentarios
En español hay muchas y muy buenas versiones bíblicas comentadas. Aquí
se recomienda la “Sagrada Biblia” editada por la Facultad de Teología de la
Universidad de Navarra, pues se han empleado buena parte de sus notas y
comentarios. También se menciona la versión oficial de la Conferencia Epis-
copal Española recientemente publicada, puesto que se trata del texto bíblico
empleado en la liturgia y en la catequesis. Está en marcha la publicación de
cada volumen con notas y comentarios.
– Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española, Sagrada Biblia, BAC,
Madrid 2010.
– Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, Sagrada Biblia, 5 volú-
menes EUNSA, Pamplona 1997-2004.

2.  Documentos del Magisterio de la Iglesia


Además del Catecismo de la Iglesia Católica y de las obras señaladas a continua-
ción, podrían mencionarse también otros textos que, sin ser propiamente del
Magisterio, ayudan a profundizar en algunos aspectos de la Sagrada Escritu-
ra. Se trata de los documentos de la Pontificia Comisión Bíblica de los años
1993, 2001 y 2014.
– Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación,
Dei Verbum, 1965
– Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini, 2011

3.  Manuales y comentarios generales a los profetas


– Ábrego de Lacy, J. M., Los libros proféticos («Introducción al estudio de la
Biblia», 4), Verbo Divino, Estella 1993 (no incluye a Daniel).
190 – Alonso Schökel, L. y Sicre, J. L., Profetas. Introducciones y comentario, I-II,
Cristiandad, Madrid 1980.
– Sicre, J. L., Introducción al profetismo bíblico, Verbo Divino, Estella 2012 (no
incluye a Daniel).
– Tábet, M. A., Marconcini, B., Boggio, G., Introducción al Antiguo Testamento,
II, Libros Proféticos, Palabra, Madrid 2009.

4.  Obras sintéticas sobre los profetas


para un público amplio y marcado carácter pedagógico
– Calduch-Benages, N., Los profetas, mensajeros de Dios («Colección Emaús»,
98), Centre de Pastoral Litúrgica, Barcelona 2012.
– Monlobou, L., Los profetas del Antiguo Testamento («Cuadernos Bíblicos»,
43), Verbo Divino, Estella 21992.
– Ramis, F., Qué se sabe de… Los profetas, Verbo Divino, Estella 2011.

5.  Otros materiales: diccionarios,


comentarios bíblicos, enciclopedias
– Barriocanal, J. L. (dir.), Diccionario del Profetismo Bíblico, ed. Monte Carme-
lo, Burgos 2008
– Brown, R. E., Fitzmyer, J. A. y Murphy, R. E. (eds.), Nuevo comentario bíblico
San Jerónimo: Antiguo Testamento (Trad. J. P. Tosaus Abadía y J. Pérez Esco-
bar), Verbo Divino, Estella 2004.
– Gran Enciclopedia Rialp: voces «profeta» y las relativas a cada uno de los
profetas.
– Öden (ed.), Thomas C., La Biblia Comentada por los Padres de la Iglesia, (direc-
tor de la edición en castellano Marcelo Merino Rodríguez), Ciudad Nueva,
Madrid 2000 – , sobre todo vols. 12 a 16 (la versión castellana de algunos
textos de los Padres de la Iglesia citados en el libro se han tomado de aquí).
– Römer, T., Macchi, J. D., Nihan, C. (eds.), Introducción al Antiguo Testamen-
to, Desclée De Brower, Bilbao 2008: sección dedicada a los profetas.
– Rossano, P., Ravasi, G., Girlanda, A. (dirs.), Nuevo diccionario de teología bí-
blica, Paulinas, Madrid 1990: voces “profeta” y las relativas a cada uno de
los profetas.
191

ANEXO CRONOLÓGICO
192 Esquema cronológico de la Biblia
CRONOLOGÍA HISTORIA BÍBLICA LIBRO BÍBLICO*
II milenio a.C. Época patriarcal: Abrahán, Isaac, Jacob, José Génesis
XIII-XII a.C. Éxodo: Moisés y la liberación de Egipto Éxodo
Dominación de Egipto Peregrinación por el desierto Números
Levítico
Deuteronomio
XII a.C. Entrada y establecimiento en la tierra de Josué
Invasión de los pue- Canaán Jueces
blos del mar
XI-X a.C. La monarquía: Saúl, David, Salomón I y II Samuel
Reinos arameos División del reino (931 a.C.): I y II Reyes
Comercio en el Medi- Reino del Norte (Israel): capital Samaría I y II Crónicas
terráneo Reino del Sur (Judá): capital Jerusalén
IX-VII a.C Caída de Samaría (722 a.C.) I y II Reyes
Dominación asiria: Reinado de Ezequías (716-687 a.C.) II Crónicas
Sargón II Reforma de Josías (622-609 a.C.) Amós
Jonás**
Oseas
Isaías
Miqueas
Sofonías
Jeremías
Nahúm
Habacuc
VII-VI a.C. Caída de Jerusalén (587 a.C.) II Reyes
Dominación babilóni- Destrucción del Templo II Crónicas
ca: Destierro en Babilonia (587-537 a.C.) Jeremías
Nabucodonosor Ezequiel
Isaías (II)
Daniel**
Abdías**
CRONOLOGÍA HISTORIA BÍBLICA LIBRO BÍBLICO* 193
VI-IV a.C. Restauración de Jerusalén Isaías (III)
Dominación persa: Reconstrucción del Templo (520-515 a.C.) Esdras-Nehemías
Ciro Misión de Nehemías Ageo
Darío Misión de Esdras Zacarías
Malaquías
Joel**
Jonás**
IV-III a.C. Comienza helenización de Palestina Qohélet
Dominación griega: Traducción de los “Setenta”
Alejandro Magno (siglos III-II a.C.)
Helenismo:
Época tolomea (Egip-
to)
III-II a.C. Antioco IV Epífanes y la rebelión macabea I y II Macabeos
Helenismo: Fariseos, esenios, saduceos Daniel**
Época seléucida (Siria) Apocalíptica Eclesiástico
Dinastía Asmonea Sabiduría

I a.C.- I d.C. Nuevo Testamento


Dominación romana: Nuestro Señor Jesucristo
Herodes el Grande Nacimiento y expansión de la Iglesia
Herodes Antipas
Herodes Agripa I
Herodes Agripa II

* Los libros que aquí se indican contienen algunos de los acontecimientos referidos
en la columna anterior, aunque hayan sido escritos más tarde.
** Estos libros reflejan unos contextos difíciles de encuadrar cronológicamente o
bien se refieren a dos épocas diferentes
194 Esquema básico de los contenidos de cada libro
Isaías Primer Isaías o Proto-Isaías (1-39)
Segundo Isaías o Deutero-Isaías (40-55): libro de la consolación
Tercer Isaías o Trito-Isaías (56-66)
Jeremías Vocación y misión (1,1-19)
Oráculos sobre Israel y Judá (2-25)
Relatos biográficos sobre Jeremías (26-45)
Oráculos sobre las naciones (46-51)
Caída de Jerusalén (52,1-34)
Lamentaciones 5 cantos de duelo en torno a la destrucción de Jerusalén
Baruc Situación de los desterrados en Babilonia (1,1-1,14)
Petición de perdón (1,15-3,8)
Israel y la sabiduría (3,9-4,4)
Conversión y gozo de Jerusalén (4,5-5,9)
Carta de Jeremías a los deportados (6,1-72)
Ezequiel Juicio y condena de Israel mediante oráculos y acciones simbó-
licas (1-25)
Oráculos contra las naciones (25-32)
Oráculos de salvación y de restauración de Israel (33-48)
Daniel Historias de Daniel y sus compañeros en la corte de Babilonia
(1-6)
Visiones de Daniel (7-12)
Otras historias de Daniel (13-14)
Oseas Matrimonio de Oseas (1-3)
Pecado e infidelidad de Israel (4-14)
Joel Tiempo de desgracias (1,1-2,17)
Efusión del Espíritu y día del Señor (2,18-4,21)
Amós Juicio de las naciones vecinas, de Judá y de Israel (1-2)
Reproches y amenazas a Israel (3-6)
Visiones proféticas y restauración mesiánica (7-9)
Abdías Oráculo y cargos contra Edom (vv. 1-14)
Día del Señor (vv. 15-21)
Jonás Misión de Dios a Jonás y huida (1-2) 195
Jonás en Nínive (3-4)
Miqueas Juicio divino y condena de delitos (1-3)
Esperanza y restauración de Sión (4-5)
Juicio divino y castigo de Jerusalén (6,1-7,7)
Esperanza de Sión y plegaria por Jerusalén (7,8-20)
Nahúm Himno a Dios Juez (1,2-8)
Anuncio de la caída de Nínive (1,9-2,1)
Asalto y destrucción de Nínive (2,2-3,19)
Habacuc Oráculo en visión: diálogo entre Dios y el profeta (1-2)
Oración del profeta en forma de salmo épico (3)
Sofonías Juicio contra Judá (1,2-2,3)
Oráculos contra las naciones y contra Judá (2,4-3,8)
Promesas de salvación (3,9-20)
Ageo Oráculo sobre la reconstrucción del Templo (1)
Oráculo sobre el Templo y su gloria futura (2,1-9)
Oráculo sobre la ofrenda digna (2,10-19)
Oráculo mesiánico sobre Zorobabel (2,20-23)
Zacarías Actividad del profeta (1-8): visiones y oráculos
Oráculos mesiánicos (9-14): Deutero-Zacarías
Malaquías Amor del Señor por Israel (1,1-5)
Perversión del culto (1,6-2,9)
Condena de matrimonios mixtos y divorcios (2,10-16)
El día del Señor (2,17-3,5)
Los diezmos del Templo (3,6-12)
Los justos y el día del Señor (3,13-21)
Epílogo y conclusión de los profetas (3,22-24)
Libro de los Doce Pecado (de Oseas a Miqueas)
Castigo para el pueblo y para las naciones (Nahúm, Habacuc,
Sofonías)
Salvación/restauración (Ageo, Zacarías y Malaquías)
197
198

ÍNDICE GENERAL

Presentación ..................................................................................................................... 8
Tema 1. CUESTIONES INTRODUCTORIAS: ASPECTOS HISTÓRICOS ........... 11
  1. Los libros proféticos en las tradiciones judía y cristiana .................................... 12
  2. Los profetas del Antiguo Testamento y sus variadas clasificaciones ............... 14
2.1. Profetas no escritores o pre-clásicos y profetas escritores o clásicos ....... 14
2.2. Verdaderos y falsos profetas .......................................................................... 16
  3. Antecedentes del profetismo bíblico ..................................................................... 17
a) Profetas en las culturas vecinas a Israel ............................................ 18
b) Originalidad del profeta bíblico ...................................................... 20
  4. Breve historia de los profetas según los datos bíblicos ...................................... 20
a) De los patriarcas hasta Samuel. ....................................................... 20
b) Samuel y el reinado de Saúl. ............................................................ 21
c) Los profetas de la época monárquica. ............................................. 23
d) La época de los profetas escritores o clásicos, ............................... 24
  5. ¿Qué es un profeta? ................................................................................................. 24
a) Terminología ....................................................................................... 24
b) ¿Qué es lo específico del profeta israelita? ..................................... 26
c) Definición de profeta ......................................................................... 28
  6. Los profetas a la luz del Nuevo Testamento ........................................................ 28
a) Lectura cristológica de la Escritura ................................................. 29
b) El profetismo en el Nuevo Testamento ........................................... 31
Ejercicios ............................................................................................................................ 34

Tema 2. CUESTIONES INTRODUCTORIAS: RASGOS LITERARIOS Y CON-


TENIDO TEOLÓGICO ................................................................................... 36
  1. Géneros literarios ..................................................................................................... 37
  2. Formación de los libros proféticos ........................................................................ 41
  3. Contenido doctrinal de los libros proféticos ........................................................ 42
a) El monoteísmo: ................................................................................... 43 199
b) La esperanza mesiánica: ................................................................... 45
c) Doctrina moral y social ..................................................................... 47
  4. El carisma profético ................................................................................................. 48
a) Hablan movidos por el Espíritu Santo. .......................................... 48
b) La profecía según Santo Tomás de Aquino. ................................... 49
c) El carisma de inspiración y el de profecía. ..................................... 51
Ejercicios ............................................................................................................................ 53

Tema 3.  ISAÍAS (YESHAYAHU: “EL SEÑOR SALVA”) ........................................... 55


  1. Estructura y síntesis del contenido ....................................................................... 56
  2. Composición y marco histórico ............................................................................. 59
A) Diversas explicaciones de la formación del libro .......................... 59
B) Etapas en la redacción y contexto histórico de cada una ............. 60
C) Unidad de la obra .............................................................................. 63
 3. Enseñanza ................................................................................................................. 65
A) El Dios que se revela en Isaías ......................................................... 65
B) Los pecados de Jerusalén y de Judá ................................................ 66
C)
Mesianismo real ................................................................................. 66
D) Universalidad de la salvación .......................................................... 68
E) La Nueva Jerusalén y el futuro glorioso ......................................... 68
  4. El libro de Isaías a la luz del Nuevo Testamento ................................................ 69
Ejercicios ............................................................................................................................ 71

Tema 4.  JEREMÍAS, LAMENTACIONES Y BARUC ................................................ 73


  1. Jeremías (Yirmeyahu: “El Señor exalta”) ............................................................... 74
1.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 74
1.2. Composición ................................................................................................... 77
1.3. Personalidad de Jeremías y marco histórico ........................................... 78
1.4. Enseñanza ........................................................................................................ 80
A)
La Alianza ........................................................................................... 81
B)
La salvación ........................................................................................ 81
C)
Esperanza mesiánica ......................................................................... 82
1.5. El libro de Jeremías a la luz del Nuevo Testamento .............................. 83
  2. Lamentaciones (’ekah o qinot: hebreo; threnoi: griego) ........................................ 84
2.1. Situación en el canon .................................................................................... 84
200 2.2. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 85
2.3. Composición y marco histórico .................................................................. 86
2.4. Enseñanza ........................................................................................................ 86
2.5. El libro de Lamentaciones a la luz del Nuevo Testamento .................. 86
  3. Baruc (Baruk: “Bendecido”) .................................................................................. 87
3.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 87
3.2. Composición y marco histórico .................................................................. 88
3.3. Enseñanza ........................................................................................................ 89
3.4. El libro de Baruc a la luz del Nuevo Testamento ................................... 89
Ejercicios ............................................................................................................................ 90

Tema 5.  EZEQUIEL (YEHEZQEL: “DIOS HAGA FUERTE”) .................................. 92


  1. Estructura y contenido .......................................................................................... 93
 2. Composición ........................................................................................................... 95
  3. Lenguaje y estilo ..................................................................................................... 96
a) En común con los profetas anteriores a él: ..................................... 96
b)
Procedimientos propios: ................................................................... 96
  4. Personalidad de Ezequiel y marco histórico .................................................... 98
 5. Enseñanza ................................................................................................................ 100
A) La santidad y transcendencia de Dios ............................................ 100
B) Pureza ritual y responsabilidad personal ....................................... 101
C) La esperanza mesiánica .................................................................... 102
  6. El libro de Ezequiel a la luz del Nuevo Testamento ...................................... 103
Ejercicios ............................................................................................................................ 104

Tema 6.  DANIEL (DANIEL: “DIOS ES MI JUEZ”) ................................................... 106


  1. Contenido y estructura ......................................................................................... 107
A) Historias de Daniel y sus compañeros en la corte de Babilonia
(1,1-6,29) .............................................................................................. 107
B) Sueños y visiones de Daniel (7,1-12,13) .......................................... 108
C) Otras historias de Daniel (13,1-14,42) ............................................. 109
  2. Composición y marco histórico .......................................................................... 110
a) Historias sobre Daniel (1-6) .............................................................. 110
b) Visiones y revelaciones recibidas por Daniel ................................. 112
c) Secciones en griego ............................................................................ 114
 3. Enseñanza ................................................................................................................ 115
A) El Dios de Israel es el único Dios ..................................................... 116
B) Dios revela sus designios .................................................................. 117 201
C) Mensaje de esperanza ........................................................................ 117
D) Llamada a la fidelidad ....................................................................... 118
  4. El libro de Daniel a la luz del Nuevo Testamento .......................................... 119
Ejercicios ............................................................................................................................ 121

Tema 7.  LOS PROFETAS MENORES O EL LIBRO DE LOS DOCE ...................... 123
 1. Los Doce como unidad ........................................................................................... 124
  2. Isaías y los Doce ....................................................................................................... 125
a) Contenido similar: ............................................................................. 126
b) Similar marco temporal: .................................................................... 126
c) Parecido proceso de redacción: ........................................................ 127
  3. Formación y orden del libro ................................................................................ 128
a) Aspectos formales .............................................................................. 128
b) Aspectos de contenido ...................................................................... 129
c) Etapas en la formación del libro de los Doce ................................. 129
  4. Temas comunes a los Doce .................................................................................... 131
Ejercicios ............................................................................................................................ 132

Tema 8.  EL LIBRO DE LOS DOCE (II): OSEAS, JOEL, AMÓS Y ABDÍAS ......... 134
  1. Oseas (Hoshea: “Salvación”) ................................................................................. 135
1.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 135
1.2. Marco histórico ............................................................................................... 137
1.3. Enseñanza ........................................................................................................ 139
A)
La Alianza ........................................................................................... 140
B) El «amor misericordioso» del Señor ................................................ 140
1.4. El libro de Oseas a la luz del Nuevo Testamento y de la tradición
cristiana ............................................................................................................ 141
  2. Joel (Yoel: “El Señor es Dios”) .............................................................................. 143
2.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 143
2.2. Composición y marco histórico .................................................................. 144
2.3. Enseñanza ........................................................................................................ 145
2.4. El libro de Joel a la luz del Nuevo Testamento ....................................... 146
  3. Amós (Amos: Raíz “cargar”) ................................................................................. 146
3.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 147
3.2. Composición y marco histórico .................................................................. 148
3.3. Enseñanza ........................................................................................................ 150
202 a) La soberanía de Dios. ........................................................................ 150
b) Denuncia de los pecados del pueblo. .............................................. 150
c) Juicio en el día del Señor: .................................................................. 151
3.4. El libro de Amós a la luz del Nuevo Testamento ................................... 151
  4. Abdías (Obadyah: “Siervo del Señor”) ................................................................ 152
4.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 152
4.2. Composición y marco histórico .................................................................. 153
4.3. Enseñanza ........................................................................................................ 153
4.4. El libro de Abdías a la luz del Nuevo Testamento ................................. 153
Ejercicios ............................................................................................................................ 154

Tema 9. EL LIBRO DE LOS DOCE (III): JONÁS, MIQUEAS, NAHÚM, HA­
BACUC ............................................................................................................. 156
  1. Jonás (Yonah: “Paloma”) ....................................................................................... 157
1.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 158
A) Misión de Dios a Jonás (1,1-2,11) ..................................................... 158
B) Jonás en Nínive (3,1-4,11) .................................................................. 158
1.2. Composición y marco histórico .................................................................. 159
1.3. Enseñanza ........................................................................................................ 160
1.4. El libro de Jonás a la luz del Nuevo Testamento .................................... 161
  2. Miqueas (Micah < Micayahu: “Quién como el Señor”) .................................... 161
2.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 162
2.2. Composición y marco histórico .................................................................. 163
2.3. Enseñanza ........................................................................................................ 163
2.4. El libro de Miqueas a la luz del Nuevo Testamento .............................. 164
  3. Nahúm (Nah. um: Raíz “consolar”) ...................................................................... 164
3.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 165
3.2. Composición y marco histórico .................................................................. 165
3.3. Enseñanza ........................................................................................................ 166
3.4. El libro de Nahúm a la luz del Nuevo Testamento ................................ 167
  4. Habacuc (H . abaqquq: Raíz “abrazar” o nombre de planta) ............................. 167
4.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 167
4.2. Composición y marco histórico .................................................................. 168
4.3. Enseñanza ........................................................................................................ 169
4.4. El libro de Habacuc a la luz del Nuevo Testamento .............................. 169
Ejercicios ............................................................................................................................ 170
Tema 10. EL LIBRO DE LOS DOCE (IV): SOFONÍAS, AGEO, ZACARÍAS Y 203
MALAQUÍAS ................................................................................................ 172
1. Sofonías (Tsephanyah: “El Señor esconde/protege”) ....................................... 173
1.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 173
1.2. Composición y marco histórico .................................................................. 173
1.3. Enseñanza ........................................................................................................ 174
1.4. El libro de Sofonías a la luz del Nuevo Testamento .............................. 175
2. Ageo (Haggay: “Mi fiesta”) ................................................................................... 176
2.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 176
2.2. Composición y marco histórico .................................................................. 176
2.3. Enseñanza ........................................................................................................ 177
2.4. El libro de Ageo a la luz del Nuevo Testamento .................................... 178
3. Zacarías (Zekaryah: «el Señor recuerda») ........................................................... 178
3.1. Contenido y estructura ................................................................................. 179
3.2. Composición y marco histórico .................................................................. 179
3.3. Enseñanza ........................................................................................................ 181
3.4. El libro de Zacarías a la luz del Nuevo Testamento .............................. 182
4. Malaquías (Malaki: “Mi mensajero”) .................................................................. 183
4.1. Estructura y síntesis del contenido ............................................................ 184
4.2. Composición y marco histórico .................................................................. 184
4.3. Enseñanza ........................................................................................................ 185
a) La Alianza ........................................................................................... 185
b)
La retribución ..................................................................................... 185
c) La doctrina sobre los tiempos mesiánicos ...................................... 186
4.4. El libro de Malaquías a la luz del Nuevo Testamento ........................... 186
Ejercicios ............................................................................................................................ 187

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA EN CASTELLANO ...................................................................... 189


ANEXO CRONOLÓGICO .................................................................................................... 191
Esquema cronológico de la Biblia .......................................................................... 192
Esquema básico de los contenidos de cada libro ................................................ 194
  Mapas ......................................................................................................................... 196

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