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PROFETAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO.

Si los nombres de Samuel, Elías, Ezequiel e Isaías te suenan, quizás conozcas menos a otras figuras
de la Biblia, que también tuvieron un papel importante en la historia de la Salvación;  la Biblia está
llena de muchos hombres y mujeres que hablaban de parte de Dios. Todo el que esté interesado en
acercarse a la Biblia tiene que conocer los nombres de estos profetas, a fin de poder
referirse fácilmente a cualquiera de los libros. Los libros proféticos se agrupan en dos grandes
divisiones. La primera división está en la Biblia hebrea, entre los profetas anteriores, que para
las Biblias cristianas se clasifican dentro de los libros históricos  junto al Pentateuco y otros
escritos, y los profetas posteriores. La segunda gran división es en los profetas posteriores,
simplemente profetas en las tradiciones cristianas, entre profetas mayores y menores.

Los anteriores  son los que no tienen libros personales, sino que aparecen como personajes claves
en los dos  libros de Samuel y los dos de los Reyes; se trataría fundamentalmente de
Samuel, Elías y Eliseo. Además, para la Biblia hebrea, se incluyen aquí los libros de Josué y el
de los Jueces, en cuanto que también Josué y los jueces tienen categoría de profetas, sucesores
del profeta por excelencia, Moisés. Los segundos, los profetas posteriores, son los
protagonistas de libros que llevan sus nombres, no porque ellos lo pidieran, sino que
fueron dados por los primeros que estructuraron la Biblia Judía, que equivale al Antiguo
Testamento para los cristianos. El registro de actividad profética  de los profetas anteriores abarca
casi siete siglos, desde el llamamiento de Josué hasta la liberación del rey  Joaquín. Los libros de
Josué y el de los Jueces hablan de la historia del pueblo judío justo después de la época de Moisés.
Los de Samuel y Reyes continúan con la historia de la nación de Israel, con frecuencia con la
perspectiva de los profetas.

La historia de estos profetas, auténticos dirigentes de Israel, empezó con el declive


de la sociedad hebrea hacia la idolatría y al pecado. “Después los hijos de Israel hicieron lo
malo ante los ojos de Yahvéh, y sirvieron a los baales” (Jueces 2,11). Como consecuencia, Dios
permitió que vecinos hostiles invadieran y saquearan la tierra. Cuando el pueblo clamó a Dios, Él
erigió jueces primero, y profetas posteriormente, hombres que hablaban y actuaban en su nombre,
para que los liberaran. Este círculo vicioso continuó durante alrededor de diez siglos con hombres,
y mujeres también, que muestran que la existencia nacional de Israel dependía de su obediencia a
Dios. 

Sin un liderazgo de acuerdo a Dios, la gente enfrenta los asuntos por su propia
cuenta, lo que los lleva a la anarquía y a la confusión. Este principio esta resumido de
manera concisa en Jueces 21,25: “En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien
le parecía”.
Aunque antes del comienzo de la monarquía la unción de los dirigentes de Israel vino  directamente
por el Espíritu de Dios, con el comienzo de la monarquía la unción es mediada por los profetas de
Dios, y el oficio del profeta era separado del oficio del rey. El Espíritu ahora mora directamente en
los profetas de Israel y Judá, y sólo por medio de ellos en los reyes de Israel, y  son  los profetas
los que mantenían la presencia directa del Espíritu de Dios en Israel. Nunca fue una
división deseada por Dios, pero fue necesaria por la institución de la monarquía que se estableció
sobre la herencia genética, pasando del padre al hijo, y no se basó en la libre elección de Dios, y por
eso no podía llenar los requisitos de un liderazgo carismático, inspirado por el Espíritu. Saúl fue
asesorado por el profeta Samuel, y aunque David fue considerado profeta, él también fue ungido
por Samuel (1 Samuel 16,13) y asesorado por los profetas Gad (1 Samuel 22,5 y 2 Samuel 24,11)
y Natán (2 Samuel 7,2 y 22,5). Así comenzó la gran era de los profetas de Israel, que continuó
hasta la época de la restauración, culminando con los profetas escritos que encontramos en la
Biblia.
La vida de Samuel representa lo mejor de la época de los jueces a la que une con el período de la
monarquía, y a la vez indica el tipo del liderazgo preferido por Dios y que el pueblo necesitaba.
Llamado por Dios desde su nacimiento, Samuel desempeñó su papel de juez con toda convicción,
dedicación y amor a Dios y al pueblo. Lo que esto implica es que Samuel conocía la ley de Dios y la
aplicaba en disputas legales, así enseñando al pueblo la ley del pacto. Aunque vemos un sacerdocio
completamente en decadencia al final de la época de los jueces, bajo el mando de Samuel es
restaurado y la ley es enseñada en Israel. Además, no vivió del pueblo, sino alimentó al pueblo
(1Samuel 12,4)
Samuel fue uno de los grandes personajes del Antiguo Testamento después de Moisés, y juega un
papel muy importante en estos libros. Desempeña el papel de sacerdote, profeta y
juez (1Samuel 1,7). En Samuel vemos por segunda y última vez los tres grandes oficios del Antiguo
Testamento unidos en un solo líder: el profeta, el sacerdote y el rey (Moisés fue el primero).  Se
supone que fue el profeta Samuel el que inició el auténtico profetismo en Israel, y las escuelas de
profetas. En 1 Samuel 19,19-20 se le describe instruyendo a los demás profetas. Pero no se sabe
cuánto duraron las escuelas de los profetas en la época del Antiguo Testamento. Parecen haber
florecido en la época de Samuel, de Elías y de Eliseo, y finalmente se convirtieron en círculos
selectos inescrupulosos que adivinaban por dinero y poder.

Los libros de 1 y 2 de Reyes (1 Reyes 16,21 y 2 Reyes 15,12),  presentan dos de los profetas más
conocidos y dinámicos del Antiguo Testamento, mandados por Dios cuando el pecado de Israel
había alcanzado su cima, para avisar a los reyes de la destrucción venidera por causa de sus
pecados.  Se trata de Elías y su sucesor Eliseo que demostraron cómo el bien puede triunfar
sobre el mal; a ellos se les encomienda la lucha contra la idolatría y poner de manifiesto la gloria y
soberanía de Yahvéh frente a Baal y sus profetas. Los ejemplos de muchos reyes malos y sólo unos
pocos buenos también demuestran cómo la suerte de una nación está fuertemente ligada a un
liderazgo de acuerdo a Dios y a la obediencia a Él y a su voluntad. Al terminar el ministerio de los
dos grandes profetas, Elías y Eliseo, el reino de Israel se gira completamente fuera de control.

Y como hemos visto con anterioridad, el acontecimiento histórico que provocó el gran impulso de
la obra de los profetas, profetas posteriores, fue la apostasía de las diez tribus al final del reino de
Salomón (1 Reyes 12), cuando como medida política para mantener alejados a los dos reinos, el
reino norteño adoptó como religión nacional la adoración de un becerro, la religión de Egipto. Poco
después añadió el culto de Baal, que también logró infiltrarse en el reino del sur. La destrucción de
la nación hebrea se efectuó en dos etapas: El reino del norte cayó en 734-721 a.C. Antes y durante
este periodo fueron: Joel, Jonás, Amós, Oseas, Isaías y Miqueas. El reino del sur cayó en
606-586 a.C. De este periodo fueron: Jeremías, Ezequiel, Daniel, Abdías, Nahúm,
Habacuc y Sofonías. La restauración de la nación fue en 536-444 a.C. Se relacionan con este
periodo: Ageo, Zacarías y Malaquías.

En esta crisis, cuando el mismo pueblo de Dios  lo abandonaba y se entregaba a la idolatría de las
naciones vecinas, y cuando el nombre de Dios desaparecía de las mentes de los hombres, y los
planes divinos para la vida del mundo parecían fracasar, fue cuando creció el número de auténticos
profetas, que son testigos y denunciadores del progresivo ocaso de la nación hebrea; y aun
cuando incluyen mensajes de mayor alcance, trece de estos profetas se relacionan con la
destrucción de la nación: desde el reino del norte, Israel, son Amós y Oseas; desde el reino del
sur, Judá, son Joel, Miqueas, Isaías, Habacuc,  Sofonías y Jeremías; desde
Nínive, Jonás y Nahúm; desde Edóm, Abdías; y dos en el cautiverio, Daniel y Ezequiel. Los
otros tres profetas tienen que ver con su restauración: Ageo, Zacarías y Malaquías.

Los 12 profetas menores son arreglados generalmente en orden cronológico: De Oseas a Nahúm
fueron escritos durante el período asirio. Habacuc y Sofonías fueron escritos durante el período
caldeo (babilonio).De Ageo a Malaquías fueron escritos en el período de restauración o post-exilio.
Los profetas menores fueron escritos por 12 profetas diferentes en un período de cerca de 350 años
pero se consideran como un libro.
En la Biblia hebrea tanto Daniel como Crónicas estaban incluidos en la sección de los Escritos
(Ketuvim) y no en los Profetas (Neviim). Hoy, también en las Biblias cristianas, se empieza a
excluir el libro de Daniel del grupo de libros proféticos para incluirlo en un apartado de “Escritos
apocalípticos”. Algunos tal vez se pregunten porqué los libros de Daniel y de Crónicas no estaban  
incluidos en la sección de los Profetas. Quizás porque la misión de Daniel fue diferente de la de los
demás profetas: Los otros tenían que ver principalmente con Israel y Judá, y sus pecados, en tanto
que Daniel está relacionado principalmente con los reinos gentiles. Él trata con Israel sólo cuando
ellos entran en contacto con las naciones gentiles. Además, su estilo se acerca más al género
literario  apocalíptico que al profético. Sin embargo, Daniel fue considerado como un profeta por
Jesús en Mateo 24:15. Hoy se ve que sí, que el libro de Daniel habla de  un profeta con ese nombre,
pero la estructura del mensaje del libro es de un gran contenido apocalíptico.
En cuanto a los dos libros de las Crónicas Israel lo excluyó de los profetas anteriores, las Bíblias
cristianas los incluyen entre los libros históricos, en cuanto que es una revisión del pasado a la vista
del presente que están viviendo, y forman una clara unidad temática y estilística con los libros de
Esdras y Nehemías  más que con esos “profetas anteriores”. Se trata de soluciones de maestros
post-exílicos a los problemas religiosos y políticos de su momento histórico de la restauración. Por
eso se incluyeron en la sección de los Escritos.

Dejando para otra ocasión a los profetas anteriores, vamos a hacer una breve presentación de los
posteriores. Hay 17 libros proféticos, pero solamente 16 profetas, ya que a Jeremías se vinculan dos
libros; el que lleva su nombre, y Lamentaciones. Se dividen en la Biblia en Profetas Mayores y
Profetas Menores. Se llaman Menores no porque fuesen profetas de una categoría menor, o menos
inspirados, sino solamente porque sus escritos proféticos son más cortos con relación a los Profetas
Mayores. Cualquiera de los tres libros de Isaías, Jeremías o Ezequiel, es por sí solo más extenso que
todos los doce Profetas menores junto. Daniel contiene casi tanto como los dos más extensos de los
Profetas Menores, Oseas y Zacarías juntos. Son profetas mayores Isaías, Jeremías  y
Lamentaciones, Ezequiel y Daniel. Profetas menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas,
Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías  y Malaquías.

Libro de Isaías: El profeta que mayor tiempo de historia incluye es Isaías, que va desde el siglo
VIII al IV aproximadamente, es decir desde el Imperio Babilónico al Imperio Persa con el Edicto de
Ciro el persa, cuando retornan del Cautiverio Babilónico. Este libro contiene profecías con muy
vivos destellos de tempranos sueños y aspiraciones de una redención universal para todos los
pueblos de la tierra. La exégesis moderna lo divide en al menos tres grandes colecciones de poemas
proféticos (Capítulos 1-35, 40-55 y 56-66), y un apéndice histórico (Capítulos 36-39), en parte
paralelo o retomado de partes o pasajes de II Reyes. Dios tiene un remanente, para el cual hay un
futuro glorioso
Libro de Jeremías: Este libro contiene la historia y profecías de Jeremías, un hidalgo judío
sumamente sensible, que desde muy joven se sintió obligado a concienciar al pueblo de la
necesidad de ser fieles y obedientes ante Dios. De manera insistente profetizó el exilio y destierro
del pueblo y de los reyes de Judá por Nabucodonosor de Babilonia, por lo que muchas veces se
metió en problemas con las autoridades civiles y religiosas del Reino de Judá. Presenta desde
diversos aspectos y momentos el pecado, la destrucción, y la gloria futura de Jerusalén.

Libro de las Lamentaciones: Este libro contiene cuatro lamentaciones acrósticas encadenadas
y una oración, escritas con motivo de la devastación de Jerusalén tras caer en las manos de
Nabucodonosor II. Evocan vivamente los horrores del sitio, caída y destrucción de Jerusalén, y la
insondable pena de ver a los judíos humillados, marchando hacia el exilio, llevados como ovejas
por los conquistadores babilonios.

Libro de Ezequiel: En la introducción, Dios entrega al profeta las líneas fundamentales  de su
misión profética, mientras que los capítulos siguientes detallan una larga serie de amenazas y
futuros castigos para Jerusalén y Judá, para los falsos profetas y, en general, para todos los judíos
que han pecado antes de la invasión de Nabucodonosor. Presenta la caída de Jerusalén, su
restauración, y su glorioso porvenir.

Libro de Daniel: Este libro es la suma de hasta doce distintos documentos que relatan historias y
visiones adscritas a Daniel, un sabio y consejero judío del exilio que prestó sus servicios en las
cortes de reyes babilonios. En el canon judío, el libro de Daniel no es considerado parte de los
libros de los Profetas, sino como parte de los Ketuvim (Escritos inspirados). El libro presenta los
Cuatro Reinados, y el reinado universal y eterno de Dios.

Libro de Oseas: Con Oseas comienza la serie de los doce Profetas Menores.  Este libro relata una
profecía que se divide en dos partes. El resumen es que Yahvéh, rechazado por Israel, un día será
Dios de todas las naciones.

Libro de Joel: El libro de Joel se encuentra dividido en dos partes claramente diferenciadas. En
la primera, una devastadora plaga de langostas destruye el país, produciendo una celebración
penitencial entre las víctimas. La segunda parte trata acerca de los frutos de la penitencia y de la
liberación que anuncia una redención futura y la cosecha de Yahvéh entre las naciones.

Libro de Amós: Este libro da un mensaje de advertencia hacia las naciones paganas y a los
pecadores de Judá e Israel ya que serán juzgados por Yavéh y castigados pero eventualmente
podrían ser perdonados. La Casa de David, ahora rechazada por Israel, un día regirá la tierra.

Libro de Abdías: El libro de Abdías profetiza la venganza de Yavéh contra Edóm que por su
enemistad contra el pueblo de Dios perecerá completamente.

Libro de Jonás: El libro da cuenta del profeta Jonás y una historia bien conocida en la cual Dios
manda a Jonás profetizar o predicar al pueblo de Nínive para persuadirlos de arrepentirse o recibir
destrucción. Vislumbre del interés de Yahvéh por todos los pueblos, también por los enemigos de
Israel. Más que un libro profético, no es su género literario, es la historia con fines pedagógicos,
como el libro de Ruth, de un profeta llamado Jonás.

Libro de Miqueas: Este libro trata sobre el castigo de Dios sobre el reino del norte por pecados
como idolatría, adoración de Baal, sacrificios, rituales de niños, magia y encantamientos. Anuncia
al  príncipe venidero de Belén, y su reinado glorioso.

Libro de Nahúm: Nahúm profetiza la destrucción de Nínive, que simboliza la liberación de todos
los males y esclavitudes. Lo hace con  la presentación del  juicio inminente de Nínive, y su
desvanecimiento.
Libro de Habacuc: Este libro narra los días finales del Imperio asirio y el principio del dominio
de Babilonia a escala mundial bajo Nabopolasar y su hijo Nabucodonosor. Es el anuncio de la
seguridad del triunfo final del pueblo de Yahvéh.

Libro de Sofonías: El libro de Sofonías es una invitación a la penitencia y una afirmación del
amor de Dios hacia el pueblo. Anuncia el advenimiento de una nueva revelación, bajo un nuevo
nombre.

Libro de Hageo: Este libro trata principalmente de la reconstrucción del Templo y se divide en
cuatro discursos o sermones que se encuentran en orden cronológico. Habla del segundo templo, y
del gran Templo Futuro.

Libro de Zacarías: Este libro habla principalmente sobre la restauración del Templo y de
Jerusalén y de la coronación del Sumo sacerdote, del Rey venidero, su casa, y su reinado de gloria.
Libro de Malaquías: Este es el último libro del Antiguo Testamento. Reprocha las actitudes de
las familias al separarse y el comportamiento de los sacerdotes por el no cumplimiento al culto
divino. Último mensaje a la desobediente Nación Mesiánica.

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