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Historia de Venezuela en los Medios I

Prof. Marianela Tortolero

La entrada del petróleo


A finales del siglo XIX el petróleo se convirtió para el hombre en una materia prima que
tenía una inmensa y hasta entonces ignorada utilidad. De esta materia prima se pudo sacar el
combustible que habría de mover en adelante los más modernos transportes: los automóviles, las
locomotoras, los barcos y los aviones. La primera Guerra Mundial enfatizó el gran valor estratégico
del petróleo pues las grandes movilizaciones de guerra se hicieron en vehículos impulsados por
motores que requerían combustibles derivados de aquel. A parte de esto, la industria química
comenzó a descubrir la elaboración de muchos otros usos en productos de consumo masivo que
comenzaron a tener gran demanda a escala mundial. Fue tal la importancia económica del petróleo
que comenzó a ser llamado el “oro negro”.

La primera empresa que se funda para explotar, refinar y ejercer el comercio de nuestro
petróleo, es la Compañía Petrolia del Táchira, constituida en 1878 con un capital íntegramente
nacional, de Bs. 122.512,00. Esta pequeña empresa tuvo una existencia larga y lánguida,
sobrevivió a la conmoción de las grandes compañías extranjeras y finalmente se extinguió en 1934.

Pronto comenzaron a movilizarse grandes capitales para construir complejas compañías y


es así como el gobierno de Gómez empezaron a llegar a Venezuela compañías de origen holandés,
inglés y norteamericano (EE.UU. y Canadá) que impulsaron un rápido desarrollo de la industria
petrolera y el cambio del paisaje natural y agrícola hasta entonces dominante en nuestra geografía.

La gran producción se inició en 1914 cuando el primer pozo exploratorio –el Zumaque 1,
del campo de Mene Grande- permitió extraer del subsuelo doscientos cincuenta barriles diarios. En
1917, Venezuela comenzó a explotar petróleo en cantidades significativas y para 1921 se
producirán ya cinco mil barriles diarios.

Pero la fecha que ha quedado marcada como el gran día de la historia del petróleo en
Venezuela fue el 14 de diciembre de 1922. Ese día, un espectacular suceso reveló al mundo la
extraordinaria riqueza petrolífera del subsuelo venezolano: un accidente, un “reventón” en el pozo
Barrosos 2, cerca de Cabimas, Estado Zulia, hizo que saltara un inmenso chorro de petróleo de más
de cien metros de altura. Durante varios días el crudo estuvo fluyendo sin control y ennegreciendo
todos los alrededores con la salida de cien mil barriles de petróleo por día. Cuando al fin se pudo
controlar aquel gigante, Venezuela fijó su rumbo definitivamente por la ruta del petróleo.

El desarrollo de la industria petrolera puso a disposición del Estado ingresos muy superiores
a los que hasta entonces le había proporcionado el café; así, -con una riqueza que era más fruto de
la suerte que del trabajo- se resolvió para el gobierno el tradicional problema de la falta de dinero y
Gómez contó con un enorme excedente que le permitió solventar las deudas internas, pagar como
homenaje a Simón Bolívar, en el primer centenario de su muerte íntegramente a deuda externa de
Venezuela que tanto había agobiado a la patria, además le permitió fortalecer el aparato militar y
administrativo. El nuevo Estado rico se transformó en el “gran empresario” que desde entonces va
a centralizar, motorizar y administrar –directa o indirectamente- todo el movimiento económico de
la nación.
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Prof. Marianela Tortolero

Con la implantación de la industria petrolera, Venezuela comenzó a experimentar una serie


de transformaciones vertiginosas como nunca antes lo había visto en su historia. Las nuevas
influencias culturales penetraron por múltiples vías y modificaron profundamente los valores y
conceptos tradicionales del carácter nacional creado en nuestro país bajo circunstancias muy
distintas a las que generó el desarrollo de la industria petrolera. Los viejos gustos, los hábitos
sociales, los patrones de consumo indicadores de status social, fueron quedando atrás. Muchos
elementos extranjeros se implementaron en nuestra cultura y adquirieron fuerte acento nacional.
Basta el sencillo ejemplo de que el béisbol se haya convertido en el “deporte nacional” para
comprender el hecho de transculturización ocurrido en Venezuela. A pesar de los cambios
Venezuela no ha dejado de ser Venezuela, simplemente comenzó a ser diferente de la que había
sido por siglos, aunque sin perder su identidad.

La nueva riqueza fue tan grande y súbita que el régimen de Gómez, por incapacidad
técnica, jurídica y política no llegó jamás a darse cuenta, -a pesar de las advertencias de algunos
ministros lúcidos- de que estaba entregando irresponsablemente esa riqueza al extranjero, a
cambio de unas escasa migajas del lucro total generado por el petróleo. La importante reforma de
hacienda para organizar la administración pública del ministro Román Cárdenas, que había
resultado eficaz para la recaudación de las rentas del Estado provenientes de otras ramas, no fue
aprovechada para sacarle a la industria petrolera todo el beneficio que era capaz de producir al
país.

Resulta importante destacar que para 1917 los yacimientos conocidos en el mundo se
encontraban en EE.UU., y estos se orientaban a satisfacer el consumo interno de ese país. Sumado
a ello los países avanzados de Europa que mantenían necesidades de abastecimiento petrolero
carecían de yacimientos propios y por lógica buscaban petróleo fuera de sus territorios,
principalmente en México, Rusia e Irán. La importancia de Venezuela como abastecedora mundial
radicó en tres aspectos significativos: la ubicación geográfica proporcionaba ventajas comparativas;
el desplazamiento de Rusia como proveedor de petróleo en Europa al sucederse la Revolución
Bolchevique y el desplazamiento de México quien era el principal proveedor al generarse los
conflictos políticos con el derrocamiento de Porfirio Díaz y el inicio de la Revolución Mexicana que
generó a la larga la nacionalización de la industria petrolera, medida que lo dejó fuera del mercado
internacional. A estos aspectos hay que agregarle que el Medio Oriente todavía para la época no
participaba en el comercio mundial del crudo a excepción de Irán.

La trascendencia para la legislación petrolera venezolana partió del debate planteado por
Gumersindo Torres y Vicente Lecuna que se enfocaron hacia la búsqueda de la obtención de
beneficios para el país producto de la renta petrolera. Por su parte, Torres tomaba el ejemplo
norteamericano el cual contemplaba una renta del suelo independientemente de cualquier impuesto
estatal, y a pesar del carácter estatal de los yacimientos en Venezuela, se debería reconocer los
intereses de los propietarios privados, es decir, por el hecho de servir de intermediario entre el
Estado y las compañías, obtuvieran un beneficio que sería interpretado como renta del suelo.
Contrariamente Lecuna catalogó de inviable la propuesta de Torres al considerar que los
yacimientos son de exclusiva propiedad del Estado y por ende el único beneficiario por la extracción
petrolera debe ser el Estado al que por tradición minera (legislaciones de minas europeas) se le
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consagra ese derecho. Este despertar de la conciencia nacionalista del petróleo generó la primera
Ley de Hidrocarburos de 1920, en la cual prevaleció el punto de vista de Lecuna al eliminarse el
beneficio a favor del terrateniente. El desarrollo de la conciencia nacional del petróleo, el conflicto
entre las compañías y el Estado (con relación a las concesiones) y el establecimiento de impuestos
y rentas, van a ser fundamentales para que entre 1920 y 1935 se aprobasen seis Leyes de
Hidrocarburos.

El desarrollo de la evolución en el negocio petrolero por parte de Venezuela se estableció


bajo la diferencia entre la renta del suelo y los impuestos generales, que regularon la Ley de
Hidrocarburos. La renta del suelo obedece a una regalía o pago de renta que debe hacerse al
propietario (en el caso de Venezuela era al Estado) de los yacimientos por parte de productor que
en este caso era el arrendatario (compañías trasnacionales) y en el caso de Venezuela se ajustó
aproximadamente al nivel fijado en los EE.UU.; en cambio los impuestos generales obedece a lo
que debían pagar al fisco las compañías trasnacionales por concepto de impuestos menores por el
hecho de operar en el territorio. El hecho de establecer una diferencia entre ambos, ubica al Estado
como propietario único de los yacimientos y como Estado de una nación soberana.

Las leyes de hidrocarburos apresuradamente aprobadas por el Congreso en 1920 y 1922


fueron en extremo permisivas con las compañías extranjeras y les garantizaron grandes ventajas.
Tanto así que hasta se llegó a decir que esas leyes fueron preparadas por los gerentes extranjeros
asistidos por abogados muy bien pagados. En 1930 el propio Ministro de Fomento, Gumersindo
Torres, comparó las cifras de cuánto las compañías dejaban de pagar por las exoneraciones
aduanales que les fueron concedidas por las leyes, con lo que pagaban al gobierno por el concepto
de impuesto de explotación. En esa comparación, Torres llegó a la triste conclusión de que la suma
de las exoneraciones era infinitamente superior a la suma de los impuestos efectivos pagados por
las compañías asegurando que las leyes petroleras de Venezuela eran las mejores del mundo para
las compañías. Esto lo llevó a afirmar: “Las Compañías se llevan el petróleo y el gobierno les paga
para que se lo lleven”. Lo que Venezuela percibía por concepto de renta petrolera a través de las
concesiones petroleras era el 16.6%.

Gumersindo Torres fue ministro de Fomento en dos ocasiones desde 1917 hasta 1922 y
desde 1929 hasta 1932. En ambas ocasiones Torres tuvo una actitud muy decidida para aumentar
los ingresos que por diversos conceptos el Estado venezolano obtenía por la explotación petrolera
que las compañías petroleras llevaban a cabo, así como fortalecer la capacidad técnica del país en
el manejo del negocio. Avizorando la necesidad que tendría el país de contar con hombres
especializados en el tema petrolero, Torres creó en 1929 el Servicio Técnico de Hidrocarburos para
dar un adecuado sustento a ese servicio, ese nuevo departamento sería lo que con el paso del
tiempo será el Ministerio de Minas e Hidrocarburos. En 1930 envió a seis jóvenes ingenieros a
especializarse en el extranjero en la teoría y la práctica de la industria petrolera. Torres es el
patriarca del nacionalismo petrolero venezolano, y su nombre figura de los primeros en la lista de
quienes lucharon por los intereses del país frente a poderosos factores que hacían todo lo posible
por minimizar la atención de aquellos intereses.
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La ignorancia en el negocio petrolero, conllevó a que la modalidad utilizada para la


explotación petrolera en Venezuela fue a través de “concesiones” que se le entregaron a personas
privadas, por lo general cercanas al presidente, y éstos ignorantes en el tema del negocio, las
subcontrataban a compañías extranjeras, haciendo el negocio de sus vidas. Durante el gobierno de
Gómez, la distribución de esas “concesiones” se convirtió en un reparto entre los favoritos del
presidente sin consideración del interés nacional, pues no se negociaron las condiciones ni la
participación con miras a obtener para el país un mayor provecho de su riqueza, convirtiéndose así
la explotación de nuestro petróleo en un negocio privado del cual la Nación apenas obtenía un
insignificante beneficio.

Un escritor norteamericano (Edwin Lieuwen, Petroleum in Venezuela: a History. University


of California Press, 1954) refiere en forma cruda lo que entonces ocurrió. Sesenta y cinco
concesiones fueron otorgadas, todas ellas a venezolanos, favoritos de Gómez, entre ellos un yerno
suyo, quien recibió diecisiete. Crea así intermediarios que recibían un beneficio al transferirlas a
manos extranjeras. La mayoría fue adquirida por la Maracaibo Oil Exploration Company, una
empresa norteamericana que especulaba en tierras petrolíferas. En 1920 fueron distribuidas entre
amigos del dictador otras 176 concesiones. Los intermediarios se convirtieron en activos agentes
de las compañas que se acercaban a los favoritos de Gómez y les señalaban las concesiones que
deseaban. Estos intermediarios influyentes podían obtener un gran número de concesiones y
conservarlas sin registrar, puesto que el hacerlo significaba un desembolso por concepto de pago
de impuesto. “Se estima—dice Lieuwen—en más de 2.300 el número de venezolanos, amigos del
régimen, que se favorecieron de este sistema corrompido que encontró defensores sobre la base
de que al crearse fortunas se estaba fomentando el desarrollo del capital nacional que sería luego
invertido en la industria, la cría y la agricultura”.

Satisfecha la voracidad de su numerosa corte y comprada a ese precio la fidelidad


de los hombres que integraban su régimen, Gómez perfeccionó el sistema y lo organizó para un
solo beneficio. Creó en 1923 la Compañía Venezolana de Petróleo, a cuyo frente puso a sus amigos
personales. El citado autor describe la manera de operar de esa empresa, cuyo objeto era adquirir
concesiones de las reservas nacionales y transferirlas. Según la ley de 1922, las parcelas debían
ser ofrecidas en el mercado y el Presidente decidiría de acuerdo con el mejor postor. Pero
ordinariamente las ventas se efectuaban a la Compañía Venezolana de Petróleo antes de llegar al
mercado. Cuando una compañía extranjera deseaba una concesión, se dirigía a la Venezolana de
Petróleo y no al Gobierno. Esta Compañía instaló una oficina en New York y hacia fines de 1923
ofreció en venta 100.000 hectáreas de las reservas nacionales. Una vez que todas las reservas
nacionales fueron vendidas, la Compañía Venezolana de Petróleo fue liquidada pues ya había
cumplido su objeto, que era el de rematar la más preciosa riqueza del país.

Señalase la década de 1921-1930 como el primer período de expansión de la


industria petrolera en Venezuela, que pasó de 69.000 toneladas en 1920, a más de 20 millones de
toneladas, o sea una producción aproximadamente 300 veces mayor. En la primera fecha
Venezuela no era sino un productor insignificante que podía ser ignorado. Sin embargo, ya en
1928 estaba colocada en el primer puesto mundial como país exportador y en el segundo como
productor, inmediatamente después de los Estados Unidos, que producía el 65% de la producción
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mundial del petróleo. Pero este crecimiento, que se traduce en cifras y en orden de colocación
como en un torneo olímpico, no significó para Venezuela una compensación correspondiente a su
participación en el negocio petrolero. Los ingresos directos recibidos por el Fisco por concepto de
la renta de hidrocarburos fue solo de 228 millones de bolívares en esos diez años, incluyendo el
valor de las inmensas concesiones otorgadas fraudulentamente por Gómez y los impuestos
superficiales, de exploración, etc. Baste decir, para dar la medida en que fue defraudada la nación,
que de acuerdo con las reglamentaciones actuales, la actividad petrolera de esa década sobre una
superficie de concesiones igual a la de hoy, debía haber producido un ingreso aproximado de 1.556
millones, y si a éstos se agregan los impuestos sobre las importaciones gravadas hoy que en
aquellas épocas estaban exoneradas, se verá la inmensidad de la suma que Venezuela dejó de
recibir a cambio de unos pocos millones que fueron a dar a manos de un reducido grupo de
funcionarios y de abogados inescrupulosos. En esa época dorada para el capital petrolero
establecido en el país, la participación de Venezuela sobre el valor mercantil del petróleo era del
10%.

No obstante lo injusto que era para el país, el espectacular negocio petrolero dio al régimen
de Gómez un soporte económico como nunca antes lo había tenido hasta entonces ningún otro
gobierno en Venezuela.

En consecuencia la política petrolera de Gómez se caracterizará por los siguientes rasgos:

a. Control de gobierno
b. Evitar la excesiva dependencia de un solo país o de una sola compañía para la
marcha del negocio del petróleo.
c. Sacar ganancias lo más que se pudiera para el fisco nacional.
d. Traer inversionistas y mantenerlos satisfechos y contentos
e. Favorecer a los amigos.

El negocio petrolero era para Gómez de particular interés por una razón ante todo política.
Era una fuente de ingresos de los que el gobierno era el dueño directo, por ser el Estado
propietario de los yacimientos. Esto aumentaba la autonomía de su gobierno respecto a
cualquier sector social, y aumentaba la capacidad de poner en marca sus propios planes,
especialmente sus planes preferidos de consolidación militar y de vías de comunicación.

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