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Entre la muerte y la esperanza

Por Wladimir Painemal | 23/09/2008 | Bolivia
Fuentes: www.azkintuwe.org

En Bolivia se está en presencia de una abierta lucha ideológica por el poder. En este escenario, por

parte de los prefectos opositores, se blanden los métodos más siniestros de la guerra sucia, donde los

medios de comunicación cumplen un rol destacado, obviando realidades, negando hechos y generando

ambientes de ingobernabilidad, algo conocido por todos […]

En Bolivia se está en presencia de una abierta lucha ideológica por el poder. En este escenario, por

parte de los prefectos opositores, se blanden los métodos más siniestros de la guerra sucia, donde los

medios de comunicación cumplen un rol destacado, obviando realidades, negando hechos y

generando ambientes de ingobernabilidad, algo conocido por todos quienes vivimos en Wallmapu. Un

reporte desde la Paz del enviado especial de Azkintuwe.

Conmoción es la palabra que puede describir el ambiente que se vive por estos días en Bolivia. Mientras

se van conociendo los detalles de la masacre de «El Porvenir» ubicado en el oriental Departamento de

Pando, la indignación se ha tomado la capital del país andino, donde miles de personas recorren sus

calles exigiendo justicia. La cantidad de muertos ha variado mientras siguen llegando detalles de la

masacre. Los cuerpos encontrados hasta el momento suman 20 y presentan señales de tortura,

descuartizamiento y estrangulamiento. De acuerdo a datos oficiales se calcula en 100 los desaparecidos

al interior del monte, entre ellos niños y mujeres. Los informes hablan además de fosas comunes que

fueron hechas para ocultar los crímenes.

Decenas de heridos no han podido acceder además a los centros de salud por el temor de ser agredidos

por los «cívicos». Los sobrevivientes aterrorizados relataron a los medios que muchos niños fueron

lanzados al río y no será posible encontrarlos por la presencia de pirañas. Un detalle macabro de lo

acontecido en «El Porvenir» el pasado 11 de septiembre es que la mayoría de los muertos son dirigentes
indígenas, rematados en su gran mayoría con un disparo a quemarropa en el corazón. El prefecto de

Pando, Leopoldo Fernández, dueño del 70 por ciento de las tierras del departamento, es el principal

inculpado. Su accionar fue más el de un terrateniente defendiendo sus bienes que de una autoridad.

Fernández es lejos el principal opositor al proceso de reforma agraria impulsado por el gobierno de Evo

Morales. Está acusado de financiar, apoyar y promover escuadrones de la muerte, entre los cuales se

encuentran ciudadanos brasileños, peruanos y colombianos, llevados a la zona para luchar en contra de

campesinos indígenas que reivindican sus territorios históricos. Actualmente se encuentra detenido por

los cargos de terrorismo, asociación delictuosa y asesinato. Aun así, se le han brindado todas las

garantías de un debido proceso. La televisión lo muestra hablando ante la prensa con la confianza de que

saldrá victorioso de esta acusación; lo ha visitado incluso una Comisión de la ONU para conocer su

estado de salud. La Iglesia de Santa Cruz se dispone a realizar una misa a su favor y también para orar

por los otros inculpados. Frente a ello, resulta inconcebible para un observador externo el abandono que

estas mismas instancias hacen de las víctimas.

A esta situación se suma la persecución general a las organizaciones indígenas del oriente boliviano,

quienes se han declarado en clandestinidad. La Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente

(CIDOB) denunció la constante agresión y amenazas de muerte a mujeres e hijos e hijas de dirigentes.

Pero a pesar de la situación de agresión que han sufrido, la organización reiteró su «vocación de vivir

con paz y dignidad». Actualmente se mantienen tomadas las instituciones públicas de varios

departamentos de la media luna y paulatinamente se liberan los aeropuertos. Sin embargo, la situación se

mantiene en tensión a pesar de los esfuerzos por posicionar una mesa de dialogo. Sobre 20 mil

campesinos indígenas mantienen bloqueados los accesos a Santa Cruz exigiendo se entreguen las

dependencias oficiales. Muchas de las instituciones tomadas son aquellas que catastran las tierras

usurpadas y cuyos documentos han ido paulatinamente desapareciendo.

Si bien en un comienzo la oposición había condicionamiento el diálogo a la liberación del prefecto

Fernández, la presión nacional e internacional, incluido el potente respaldo de UNASUR al gobierno

constitucional de Morales, pudo crear las condiciones para que el diálogo se iniciara finalmente en

Cochabamba. La actitud de la oposición molestó de sobremanera a las organizaciones sociales, quienes


en los últimos días se han volcado a las calles dejando en claro que una cosa es el diálogo político y otra

la responsabilidad criminal de Fernández. El propio Evo Morales instó este sábado al Poder Judicial a

cumplir su rol constitucional sancionando a los responsables de las actos terroristas contra las entidades

del Estado y de la masacre en el departamento de Pando. «Lo que pasó en Pando es algo totalmente

inhumano, imperdonable. Yo quiero pedir a la justicia boliviana realmente hacer justicia, que escuchen

lo que pide el pueblo», instó el Mandatario.

Morales señaló que el tercer Poder del Estado tiene que proteger el Estado de derecho, pues afirmó que

existen pruebas sobre el crimen de lesa humanidad por el que se inició una investigación al ex prefecto

pandino. Dijo que basta escuchar los testimonios de las decenas de heridos y familiares de las víctimas

de esa matanza. «El poder en base a la plata y las armas no es la solución para los pueblos de esa región

y del país en general», remarcó en alusión a la anterior administración en Pando. También pidió a las

autoridades judiciales abrir procesos contra las personas involucradas en la toma de instituciones

públicas y sabotajes a plantas distribuidoras de energéticos en los departamentos de Santa Cruz, Tarija,

Beni y Pando. La guerra comunicacional

Los medios de comunicación, manejados en su mayoría por la oposición, se han volcado a defender los

derechos del prefecto de Pando, dando espacios a líderes de la oposición blanca para que denosten e

injurien sin contrastar ninguna de las afirmaciones que estos realizan. Declaraciones que en otros

regímenes democráticos podrían significar sendas querellas por injurias, en Bolivia no generan la menor

preocupación en los editores de medios. La consigna pareciera ser «mentir, mentir que algo queda». En

la prensa escrita, por citar un caso, no hay mención alguna a los derechos de los masacrados, no se

realizan coberturas desde el lugar de los hechos, no se publican los listados oficiales de heridos,

desaparecidos y muertos, menos aun posible encontrar galerías de imágenes de lo acontecido. ¿Puede

avanzar la refundación de Bolivia sin plantearse Morales disputar la hegemonía de la prensa opositora?

La pregunta ronda en el ambiente.

Los nudos de argumentación de los grandes medios denuncian una manipulación manifiesta de los

hechos y datos entregados por el gobierno. Se afirma desde la oposición que el prefecto no podría haber

sido detenido, pues fue elegido «por el voto popular». ¿Desde cuándo ser electo democráticamente
garantiza a las autoridades impunidad para cometer crímenes? Por otro lado se deja en entredicho la

responsabilidad del estado nacional para prevenir y cautelar el derecho de las personas que estaban

siendo masacradas, una acusación a todas luces surrealista. La oposición a transformado al prefecto

Fernández en su arma de lucha, esgrimiendo argumentos jurídicos que distan mucho de instrumentos

internacionales que castigan el genocidio. Apoyados por instituciones como el Colegio de Abogados, de

marcado sesgo ideológico anti Evo Morales, argumentan hoy una serie de supuestos delitos cometidos

por el gobierno en la pasada crisis. El diablo vendiendo cruces.

En Bolivia se está en presencia de una abierta lucha ideológica por el poder. En este escenario, por parte

de los prefectos opositores, se blanden los métodos más siniestros de la guerra sucia, donde los medios

cumplen un rol destacado, obviando realidades, negando hechos y generando ambientes de

ingobernabilidad, algo conocido por todos quienes vivimos en Wallmapu. Otro actor y en absoluto

secundario en la crisis lo constituye el gobierno de George Bush. Por ello, en los últimos días, un grupo

de 90 líderes académicos de todo Estados Unidos demandó que Washington revele los nombres de los

grupos de oposición que financia en Bolivia. Y que corte ese apoyo económico a aquellos que fomenten

la violencia en contra del Gobierno constitucional. La misiva fue entregada este sábado a la secretaria de

Estado, Condoleezza Rice, con copia al embajador Philip Goldberg, declarado «persona non grata» y

expulsado de Bolivia hace ocho días. También se remitió a los candidatos presidenciales Barack Obama

(Demócrata) y John McCain (Republicano).

En la misiva, los académicos pidieron que Estados Unidos «condene sin equívoco los métodos violentos,

destructivos y antidemocráticos empleados por miembros de la oposición ‘pro-autonomía’ en Bolivia» y

cese cualquier tipo de apoyo a grupos que fomenten la violencia en ese país. Los académicos señalan

que tanto los contribuyentes estadounidenses, como el Gobierno y el pueblo de Bolivia, «tienen derecho

a saber qué fondos estadounidenses están ayudando a Bolivia». Destacaron en particular que los

recientes actos de violencia parecen ser una respuesta organizada de grupos de oposición que intentan

lograr lo que no pudieron en las urnas durante el referendo nacional del pasado 10 de agosto. La carta

incluye firmas de 90 académicos de universidades como Harvard University, American University,

Duke University, Johns Hopkins University, University of California-Davis, Queens College, New York

University, y Purdue, entre otras .


* Antropólogo, subdirector de Azkintuwe.

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