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Es muy sencillo relacionar tanto las situaciones como los personajes de este fantástico libro, con

los líderes latinoamericanos que estuvieron en primera plana hasta hace poco tiempo,
especialmente por las revoluciones sociales, políticas y económicas que iniciaron en Venezuela; sin
embargo, no es este país con el que comparo lo ocurrido en la granja, cuyos eventos narra George
Orwell.

Esta historia ya estaba en mi mente, porque cada día escuchaba conversaciones de mi familia -
todos originarios de Bolivia- y cada capítulo me recordó detalles que en su momento parecían no
tener relevancia, pero que cobraron importancia paralelamente al transcurso de los hechos
narrados en la Rebelión de la Granja.

Al igual que en aquel lugar, hace catorce años, Bolivia se encontraba en un momento histórico en
el que la población estaba inconforme con su gobernante Gonzalo Sánchez de Lozada, quien a
través de un golpe de Estado, recordado como “Octubre Negro” y una masacre en la ciudad del
Alto sale exiliado del país. Él fue un defensor de las alianzas comerciales y la apertura de mercado
para las grandes transnacionales extranjeras, especialmente para las relaciones con Estados
Unidos.

Desde entonces, y por catorce años, se perpetúa ilegalmente el gobierno de Evo Morales, quien
así como Napoleón, inició una revolución social, la cual durante su primer período presidencial
parecía estar enfocado en el bienestar del pueblo. Durante su primer período Presidencial, realizó
la estatización de empresas estratégicas, haciendo ruidosas apariciones y utilizando a la prensa
para mostrar a Estados Unidos como el gran enemigo del pueblo, y a Gonzalo Sánchez como el
gran traidor de la Patria. Hizo ruidosas apariciones públicas, hablando en los idiomas nativos,
quechua y aimara, y dirigiéndose a la población con evocaciones que prometían auto-
sostenibilidad, mejores condiciones de vida, vías para interconectar las ciudades y privilegios para
los campesinos y la clase obrera.

Sus primeros logros, la estabilización de la inflación y crecimiento del PIB lo mostraron como un
verdadero líder del pueblo y para el pueblo. Pero la dicha no duró por mucho tiempo, pues a
partir de su elección en el segundo mandato, las cosas cambiaron para el país, aunque la prensa
siguió mostrándolo a nivel nacional e internacional como un líder popular, social demócrata y
dado a cuidar de los ciudadanos.

Sin embargo, comenzó a hacer drásticos cambios. Desconoció y cambió el nombre con el que el
País había sido conocido por más de 185 años, República de Bolivia y determinó por decreto que el
nuevo nombre sería Estado Plurinacional de Bolivia. Asimismo, la bandera tricolor que flameaba
desde siempre –rojo, amarillo y verde- fue cambiada por la bandera whipala de siete colores, que
representa a las comunidades indígenas.

Sus más fervientes colaboradores, Alex Contreras vocero oficial y el Ministro de la Presidencia De
la Quintana pueden ser comparados nada menos que con Chillón. Ellos fueron los encargados de
divulgar y exaltar a través de los comunicados de prensa y masivas reuniones populares, las
nuevas leyes (incluso las inconstitucionales), realizando una efectiva labor de transformación del
pensamiento de las masas, a través de la manipulación de los medios de comunicación, volviendo
realidad las mentiras sobre las que estaba basado su Gobierno. De todo esto se derivó la
obediencia por inconciencia e ignorancia; los obreros vitoreaban en las calles su apoyo, sin ver que
en sus pueblos no fue construida una escuela, un hospital. Celebraban con regocijo la entrega de
canchas de fútbol y alguna que otra inauguración de calles o carreteras.

Luego llegó la transformación de las leyes, todas con base a regímenes Castristas o Chavistas,
siempre acompañadas de bombos y platillos, lemas famosos del pueblo y para el pueblo”, y el
pueblo si ver que otros líderes desaparecían, que las instituciones públicas estaban cohesionadas,
manipuladas e incluso amenazadas. Y el pueblo seguía saliendo a las calles a vitorearlo.

Durante más de una década manejó con absoluta injerencia los tres poderes del estado, la Justicia,
el tribunal constitucional y el tribunal electoral, aún siendo Ley que estos poderes deben ser y
actuar de manera independiente. Le dio poder a círculos cercanos, cuyos beneficiados estarían a
su alrededor aplaudiendo y acatando sus leyes.

Pero al igual que en la Granja, se comenzaron a develar situaciones que sorprendieron a todos. El
gran enemigo, Estados Unidos, era el lugar donde tenía sus mayores inversiones, y no sólo
materiales; una hija viviendo con los más grandes lujos en una de las más grandes ciudades de
Norteamérica. Una clínica privada, construida sólo para él, mientras el sistema de salud apenas
abastecía para atender enfermedades como el dengue en las principales ciudades. Gigantescas
cuentas bancarias en paraísos fiscales.

Sus voceros invocaban mientras tanto a una guerra de clases, al odio racial enmarcado en
planteamientos que crédulos y generaciones sin memoria histórica aceptaron y defendieron sin
medir alcances. Evocados por el bombardeo de noticias alentadoras, mientras el resto del mundo
ya veía a la Granja Bolivia sumida en pobreza, analfabetismo, economía incipiente, y a Evo
Napoleón Morales con lujos jamás imaginados por quien labraba la tierra con la esperanza de una
patria libre y soberana.

Esta es sólo un parte del relato que comparten países como Bolivia, a quien llevo en mi sangre, y
que se dejan arrastrar por Napoleones que desangran a los países y dejan hambrientos a los
pueblos, con promesas que ellos jamás serán capaces de cumplir, ni se esforzarán por ser uno más
de los que creen en sus prédicas y políticas hasta dar sus vidas creyendo en un futuro mejor.

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