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B10–1 Explica las causas que llevaron a la proclamación de la

Segunda República y relaciona sus dificultades con la crisis económica


mundial de los años 30.

Ante la pérdida de todos sus apoyos Primo de Rivera dimitió en Enero de 1930 y Alfonso
XIII nombró al general Berenguer para que hiciera la transición a la monarquía constitucional; el
cambio fue tan lento que la oposición denominó a esta etapa la "Dictablanda". Ante el
descontento, el General Berenguer dimite y el rey nombra al almirante Aznar, con el compromiso
de convocar elecciones empezando por las municipales. Tras la caída de la dictadura, la pérdida
de apoyos de la monarquía era manifiesta.

La monarquía de Alfonso XIII, estrechamente vinculada al desacreditado sistema político de


la Restauración y a la experiencia de la dictadura de Alfonso XIII, era incapaz de renovarse y
satisfacer las demandas de una gran parte de la sociedad española.

Causas de la proclamación de la Segunda República

Desde 1930, los principales partidos de la oposición al sistema político (republicanos y


autonomistas gallegos y catalanes) habían acordado, mediante el Pacto de San Sebastián (17 de
agosto de 1930), al que se incorporaron después socialistas y anarquistas, instaurar la República
y estudiar un estatuto de autonomía para Cataluña, para lo cual pretendían recurrir a un
alzamiento militar apoyado por civiles.

El 12 de diciembre de 1930 tuvo lugar la Sublevación de Jaca, que consistió en un


pronunciamiento militar llevado a cabo por los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández,
que proclamaron la República en la guarnición de Jaca e iniciaron una marcha hacia Huesca;
aunque finalmente fueron reducidos por las fuerzas gubernamentales siendo posteriormente
juzgados y ejecutados. Estos hechos tuvieron su reflejo en la Sublevación del aeródromo
madrileño de Cuatro Vientos el 15 de diciembre con un resultado similar.

Pero la causa inmediata de la caída de la monarquía y la proclamación de la República fue el


resultado de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, en las que la Conjunción
Republicano-Socialista se impuso en 41 de las 50 capitales de provincia, motivo por el cual
Alfonso XIII decidió abandonar España y el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda
República.

Los efectos de la crisis económica mundial de los años treinta

Los efectos de la crisis económica mundial de los años treinta, cuya primera manifestación
fue el crack de la Bolsa de Nueva York en 1929, fueron menores en España por su aislamiento
respecto al sistema económico internacional y el carácter cerrado de su economía, ya que estaba
fuertemente protegida del exterior por la política arancelaria, y gran parte de su producción se
destinaba al mercado interior.

De hecho, la depresión tardó más tiempo en afectar a España (1933 fue el año más crítico)
y repercutió menos que en otros países de Europa y América.

Sin embargo, como la economía española en muchos aspectos era dependiente de los
países desarrollados, la crisis internacional tuvo al menos tres consecuencias, que dificultaron aún
más la aplicación de algunos de los más ambiciosos proyectos de reforma:

• La contracción del comercio exterior. Las exportaciones disminuyeron en volumen, debido


a las medidas proteccionistas adoptadas ante la crisis por los clientes tradicionales (Inglaterra y
Francia), y en valor, por el hundimiento de los precios en los mercados internacionales.

• El colapso de las inversiones extranjeras en España. Un factor importante, además de la


crisis económica internacional, fue también la incertidumbre provocada por el desarrollo de los
acontecimientos en el interior del país.

• La modificación de los flujos migratorios entre España y el exterior. La tradicional


emigración de España a Francia y, sobre todo, a América se interrumpió ante la crisis de estos
países de destino; pero además aumentaron los retornos, lo que supuso un considerable
incremento del desempleo en España.

Sin embargo, aunque la economía de la Segunda República se desenvolvió en un escenario


de crisis internacional, sus principales problemas no vinieron tanto de la situación exterior como
del comportamiento de los agentes internos:

• La desconfianza y el boicot de terratenientes y capitalistas.

• La movilización y conflictividad social de campesinos y obreros.

B10–2 Diferencia las fuerzas de apoyo y oposición a la República en


sus comienzos, y describe sus razones y principales actuaciones.

La República supuso un cambio brusco de régimen, que se manifestó en el advenimiento de


las masas ciudadanas a la vida pública. Puede decirse que la II República fue ante todo y sobre
todo, la primera experiencia democrática española dado que en los momentos anteriores, el
ambiente político siempre había estado imbuido de un liberalismo de carácter oligárquico, que se
manifestó de una manera institucionalizada durante la etapa de la Restauración.

Fuerzas de apoyo:

Los apoyos iniciales de la República abarcaban un amplio espectro político-ideológico y


social: desde las clases trabajadoras hasta ciertos sectores de la burguesía; tanto de izquierdas
como de centro e incluso de la derecha (autonomista o nacional).

Todos ellos tenían en común su rechazo al corrupto sistema de la monarquía precedente y


sus deseos de una profunda transformación del país, aunque en este último aspecto sus
proyectos eran muy diferentes: unos aspiraban a un cambio revolucionario que acabara con las
grandes desigualdades e injusticias sociales, mientras que otros solo pretendían una verdadera
regeneración y modernización de España para terminar con su atraso secular.

● En la izquierda hemos de distinguir:

Partidos republicanos o de "izquierda burguesa": Acción Republicana de Manuel Azaña;


Partido Radical-Socialista de Marcelino Domingo; ORGA(Organización Republicana Gallega);
Esquerra Republicana de Catalunya, partido catalanista de izquierda. A partir de 1934 aparece
Izquierda Republicana (como fusión de los tres primeros).

Dentro de las izquierdas destacan los partidos y sindicatos obreros (PSOE, PCE y UGT);
destacando el socialismo, ya desde su participación en el Pacto de San Sebastián.

● En el centro se sitúa el Partido Radical de Alejandro Lerroux que había venido perdiendo
claridad ideológica en los últimos decenios, y se había convertido en un partido refugio de ex-
monárquicos descontentos con ideologías de centro-izquierda y republicanos de la derecha.

● Dentro de la derecha estaba la Derecha Liberal Republicana de Niceto Alcalá Zamora,


político que había tenido una larga tradición conservadora durante la última fase de la
Restauración y que había terminado siendo uno de los pilares fundamentales, ya como
republicano convencido, en el Pacto de San Sebastián de 1930.

Además, apoyando abiertamente a la República, debido al carácter autonomista de la


Constitución de 1931, habría que considerar al PNV (Partido Nacionalista Vasco).

Fuerzas de oposición:

• Los anarquistas. Tras su inicial apoyo a la República, pronto declararon a esta –como a
cualquier otra forma de Estado– enemiga de la clase obrera, más aún ante lo que consideraban
excesiva lentitud de las reformas prometidas, sobre todo la agraria. La FAI y la CNT impulsaron la
iniciativa obrera y campesina al margen del Estado y se sucedieron las agitaciones anarquistas,
tanto rurales como urbanas, ante las cuales la República respondió en general con dureza
(Sucesos de Casas Viejas).

• Las derechas, que según su actitud frente a la República se pueden clasificar en tres
grandes grupos:

A.- La derecha posibilista, cuya estrategia consistía en conquistar el poder por las
urnas para convertir la República de izquierdas en una República conservadora. El más
importante de estos partidos, la CEDA, de Gil Robles, fundada a finales de 1932, contaba
con el apoyo de la Iglesia y agrupaba a amplios sectores católicos de clases medias, alta
burguesía y terratenientes, así como a pequeños y medianos campesinos.

B.- La derecha monárquica y antirrepublicana, que pretendía, en cambio, acabar con


la República y restaurar la monarquía mediante la conspiración militar. Estaba representada
principalmente por dos partidos: el Partido Carlista o Tradicionalista, de Fal Conde, que
mantenía la tradición del carlismo decimonónico; y Renovación Española, fundada en 1933,
con Calvo Sotelo como máximo representante, que agrupaba a un cierto número de
militares y propugnaba el retorno a una monarquía autoritaria.

C.- La extrema derecha totalitaria, cuyo ideario se inspiraba en los modelos


contemporáneos del fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán. Eran grupos pequeños
y muy minoritarios, de los cuales el más importante era Falange Española de las JONS,
resultado de la fusión en 1934 de dos partidos anteriores y cuyo máximo dirigente era José
Antonio Primo de Rivera (hijo del general dictador). Fue la organización más activa de la
extrema derecha y utilizó el terrorismo de sus pistoleros contra miembros de sindicatos y
partidos de izquierda. No obstante, en la primera fase de la República su papel era todavía
poco significativo.

• Un sector del ejército. En el seno del ejército existía una gran división entre partidarios y
enemigos de la República. Las conspiraciones militares fueron continuas y la República adoptó
una política de sanciones suaves que reflejaba su temor a la fuerza del ejército, con el que en
última instancia trataba de entenderse. De todas ellas, la que llegó más lejos fue la sublevación
del monárquico general Sanjurjo, director general de la Guardia Civil, que se sublevó en Sevilla
en el verano de 1932. Fue un golpe precipitado y con escasa coordinación, por lo que fue
sofocado con facilidad.

• La Iglesia. A los pocos días de la proclamación de la República el primado de España, el


cardenal Segura, manifestó públicamente su adhesión al desaparecido régimen monárquico, lo
que, unido a otros incidentes, provocó su expulsión de España. La política laicista de la República,
plasmada en la Constitución y la normativa legal, acentuó la oposición de la Iglesia hacia el nuevo
régimen. Pero ni todos los católicos eran antirrepublicanos ni todos los republicanos eran
anticlericales.

B10–3 Resume las reformas impulsadas durante el bienio reformista


de la República.

El primer bienio se caracterizó por una política general de reformas cuyo propósito era la
modernización y la democratización del país.

La Constitución republicana de 1931

El gobierno provisional convocó elecciones a Cortes Constituyentes, en las que, según la


nueva ley electoral, formaban parte del censo todos los varones mayores de 23 años.

Los resultados electorales dieron una clara victoria a los partidos que integraban el gobierno
provisional, en especial a los de izquierdas (el PSOE fue el que obtuvo más votos y 116 escaños,
seguido del Partido Radical de Lerroux, con 90 escaños).
El texto constitucional elaborado por las nuevas Cortes definía a España como «una
república democrática y de trabajadores» y fue aprobado en diciembre de 1931.

La política religiosa

En el nuevo marco de las relaciones Iglesia-Estado establecidas por la Constitución, la


República adoptó, entre otras, las siguientes medidas, que amplios sectores del clero
interpretaron como una provocación:

• La extinción, en el plazo de dos años, del presupuesto de clero y culto, que ya no tenía
sentido tras la separación entre Iglesia y Estado.

• La disolución de la Compañía de Jesús y la confiscación de sus bienes inmuebles.

• La prohibición a las órdenes religiosas de ejercer la enseñanza.

• El reconocimiento del matrimonio civil y del divorcio.

La política educativa y cultural

En el campo de la educación se empezó a actuar desde el gobierno provisional y se


centraron los mayores esfuerzos en la enseñanza primaria, como básica y fundamental para sacar
al país de su tradicional atraso. Las medidas se basaron en preceptos que ya estaban siendo
desarrollados por la Institución Libre de Enseñanza, en un deseo de ampliar estas políticas
educativas para que llegasen a todo el estado.

El objetivo final era acabar con la hegemonía de la Iglesia en la enseñanza y establecer una
educación primaria gratuita, laica y obligatoria. El principal problema era la inexistencia de una
infraestructura suficiente: faltaban casi tantas escuelas como las que había, y lo mismo ocurría
con los maestros, que estaban muy mal pagados. En este sentido las realizaciones quedaron por
debajo de las previsiones, aunque se crearon más de 10.000 escuelas y se incorporó a 7.000
nuevos maestros, a los que además se les aumentó el sueldo.

Por otra parte, en el plano cultural, se crearon las Misiones Pedagógicas, con la finalidad de
llevar la educación y la cultura al mundo rural. Consistían en grupos de artistas, intelectuales,
maestros y estudiantes universitarios, que con carácter voluntario y desinteresado se dirigían a
los pueblos, donde organizaban todo tipo de actividades culturales.

Por último, en 1932 se creó el grupo de teatro universitario La Barraca, dirigido por García
Lorca, que hacía giras por toda España representando obras del teatro clásico español.

Las reformas laborales:

Se crearon Delegaciones de trabajo, se promovieron seguros sociales y se redujo la jornada


laboral de los trabajadores del campo. Largo Caballero, como ministro de trabajo, aprobó leyes
que mejoraban la situación del trabajador, como la “Ley de Contratos de Trabajo” y la “Ley de
Jurados Mixtos.”

Los Jurados Mixtos nacen como organismos de regulación de las relaciones laborales,
integrados por patronos y obreros, y creados por la reforma laboral de Largo Caballero (UGT). Se
basaron en los comités paritarios de la dictadura de Primo de Rivera, en los que también había
intervenido la UGT y generaron un ambiente de rechazo por parte de la CNT.

Durante el régimen republicano no llegó a haber ningún plan eficaz para la lucha contra el
paro; aunque éste se vio en parte aliviado por el comienzo de un ambicioso plan de obras
públicas que incluía la construcción de grandes terminales de ferrocarriles en Madrid y varios
planes de obras hidráulicas.

La política autonómica: el Estatuto de Cataluña

Reconocidas las autonomías por la Constitución, durante este primer bienio solo se
formalizó el Estatuto de Cataluña.
De acuerdo con el compromiso adquirido por el gobierno provisional con Francesc Macià
para que pusiera fin a la República catalana proclamada el mismo día que la República española,
se encomendó la elaboración del proyecto de Estatuto a los propios catalanes, bajo la iniciativa de
Esquerra Republicana de Cataluña.

El Estatuto que finalmente aprobó el Parlamento español recortaba y modificaba en parte el


proyecto catalán, pero en líneas generales fue bien aceptado.

En cuanto al País Vasco, el Partido Nacionalista Vasco y los carlistas elaboraron un proyecto
de estatuto tan tradicionalista y poco democrático que fue abiertamente rechazado por la mayoría
parlamentaria de izquierdas. Diferentes circunstancias impidieron un nuevo proyecto, por lo que
el País Vasco no tuvo Estatuto de autonomía hasta los comienzos de la Guerra Civil.

La reforma del ejército

Esta reforma se convirtió en un asunto prioritario, de cuyo cometido se encargó Manuel


Azaña, que asumió el Ministerio de la Guerra en el gobierno provisional y lo retuvo también, junto
con la presidencia, en el primer gobierno constitucional.

Los objetivos de Azaña eran dos: ganarse la fidelidad del Ejército para la República y
aumentar su eficacia. Con esa orientación, ya en los primeros días de la República se adoptó una
serie de medidas:

• Se colocó al frente de las principales capitanías generales a militares de confianza política.

• Se publicó un decreto que permitía a todos los oficiales pasarse de forma voluntaria a la
reserva sin disminución de sueldo, a lo que se acogieron más de 7.000. Con esta medida se
pretendía alejar de las armas a un número importante de militares monárquicos y, al mismo
tiempo, disminuir el excesivo número de oficiales que tenía el ejército español.

A estas medidas iniciales siguieron otras durante el gobierno constitucional, que supusieron
una importante reorganización del ejército y su sometimiento al poder civil.

Por otra parte, se creó la Guardia de Asalto, como cuerpo adepto a la República, para
mantener el orden público, sustituyendo al ejército en esta función.

La reforma agraria

La reforma agraria era sin duda el proyecto económico y social de mayor magnitud que
debía acometer la República y, además, con urgencia. Entretanto, para paliar la situación de los
campesinos, el gobierno provisional adoptó algunas medidas encaminadas a proteger a
arrendatarios y jornaleros.

Una comisión técnica elaboró un primer informe sobre la reforma agraria, que fue
presentado a las Cortes en julio de 1931. Pero, si todos coincidían en la necesidad de acabar con
la gran propiedad latifundista de bajo rendimiento, no ocurría lo mismo con el procedimiento que
debía seguirse para conseguirlo. Y las discusiones parlamentarias se prolongaron durante más de
un año, hasta la aprobación de la definitiva Ley de Reforma Agraria en septiembre de 1932.

Sin embargo, la tan anhelada reforma agraria, al menos durante el primer bienio, fue un
relativo fracaso por varias razones: se tardó demasiado tiempo en aprobar la Ley de Reforma
Agraria, se empezó a aplicar de forma demasiado lenta y burocrática y las expropiaciones
requerían la indemnización previa a los propietarios, por lo que dependían de la limitada
capacidad de pago del Estado.

En consecuencia, los resultados fueron escasos e insatisfactorios, lo que decepcionó


profundamente las aspiraciones populares, sin evitar los recelos de los terratenientes. Los
campesinos, impulsados por el movimiento anarquista, recurrieron en muchos casos a la habitual
práctica de la ocupación ilegal de tierras, al margen del calendario de la reforma.
B10–4 Especifica las características esenciales de la Constitución de
1931.

A finales del mes de junio de 1931 tuvieron lugar elecciones a Cortes Constituyentes, y los
resultados dejaban ver de forma clara el cambio que se había producido en la vida política
española. La izquierda obtiene un gran triunfo, con más de un centenar de escaños socialistas y
una cifra similar entre Acción Republicana, Radicales-Socialistas y Esquerra Republicana de
Cataluña. Los radicales superan los noventa escaños y unos veinte los seguidores de Miguel
Maura y Niceto Alcalá Zamora. El resto de escaños son residuales: uno monárquico (conde de
Romanones) y algunos de tradicionalistas católicos y representantes agrarios.

En diciembre se aprobó y promulgó la Constitución de 1931. Por ella, España quedaba


constituida en una República Democrática que contaba con una sola Cámara y se reconocía por
primera vez en nuestra Historia el sufragio universal directo, igual y secreto para mayores de 23
años, incluyendo por primera vez el derecho de la mujer al voto.

La Constitución de 1931 se halla en la línea del constitucionalismo democrático que pone el


acento en la soberanía nacional, la proclamación de los derechos y libertades y la división de
poderes.

Entre sus principales características destacan:

• Definición a España como «una república democrática y de trabajadores de toda clase que
se organiza en régimen de libertad y justicia».

• La declaración de derechos ciudadanos era muy amplia y superaba con mucho a las
Constituciones más progresistas del siglo xix.

• El Estado era único, pero admitía posibles autonomías regionales.

• La propiedad privada de los medios de producción quedaba subordinada a los intereses de


la economía nacional, por lo que se posibilitaban las nacionalizaciones de empresas o sectores
económicos.

• Las Cortes adquirían un gran poder, tanto legislativo como de control sobre el Gobierno, y
constaban de una sola cámara elegida por sufragio universal; este, por primera vez, incluía
también a las mujeres.

• El Gobierno era responsable ante las Cortes, que podían retirarle su confianza en cualquier
momento.

• En materia religiosa, el Estado se declaraba laico, pero se reconocía la libertad de


conciencia y la práctica de cualquier religión; aunque, entre otras cosas, se prohibía a la Iglesia
ejercer la industria, el comercio y –lo más conflictivo– la enseñanza.

• En relación con la enseñanza, la cultura aparecía como una función primordial del Estado,
cuya obligación era extenderla a toda la población, sin discriminaciones de tipo económico.

Los asuntos más polémicos

Los asuntos más polémicos fueron los relativos a la Iglesia y a las autonomías, por la
actitud beligerante de la derecha en estas cuestiones.

También fue motivo de polémica el derecho a voto de la mujer. En los debates


parlamentarios sobre la inclusión del sufragio femenino en la nueva Constitución, la más firme
defensora fue la diputada Clara Campoamor (del Partido Radical), pero entre quienes
manifestaron una mayor oposición estaba curiosamente una mujer, y de izquierdas, Victoria Kent
(del Partido Radical Socialista), no porque rechazara por principios el sufragio femenino, sino
porque consideraba que las mujeres españolas estaban aún demasiado influenciadas por el clero
y, por tanto, su voto en ese momento se dirigiría mayoritariamente hacia la derecha
antirrepublicana.
B10–5 Describe causas, desarrollo y consecuencias de la Revolución
de Asturias de 1934.

Causas

De igual forma que la derecha reaccionó contra la República de izquierdas con la


sublevación militar del general Sanjurjo en 1932, tras la victoria electoral de la derecha en 1933
los socialistas se plantearon la posibilidad de una revolución popular, que, salvo en Asturias, no
sería secundada por los anarquistas.

Para entender este planteamiento de los socialistas, es necesario considerar también los
acontecimientos que se estaban desencadenando en Europa, en especial la subida al poder de
Hitler en Alemania (enero de 1933) y la prohibición de todos los partidos políticos en Austria por
el régimen totalitario de Dollfuss (febrero de 1934). Estos hechos eran interpretados por amplios
sectores de la izquierda como un adelanto de lo que podría ocurrir en España, dadas las
similitudes de la situación política.

El comienzo de la revolución se había fijado para septiembre y después se aplazó a octubre,


pero el detonante fue la formación –el 4 de octubre de 1934– de un nuevo gobierno más de
derechas aún que los anteriores, ya que se incorporaban a él por primera vez tres ministros de la
CEDA, aunque la presidencia del ejecutivo y la mayoría de las carteras las conservaba el Partido
Radical.

Desarrollo

La izquierda interpretó la entrada de la CEDA en el gobierno como una deriva hacia el


fascismo. Al día siguiente (5 de octubre de 1934), por iniciativa de la UGT, y con escasa
participación de la CNT se produjeron huelgas y manifestaciones en algunas grandes ciudades
para defender las reformas sociales, amenazadas por la acción del nuevo gobierno.

Los disturbios fracasaron en la mayor parte del país, porque el ejército sofocó con facilidad
los focos huelguistas. Solo adquirieron importancia en Madrid, Vizcaya, Barcelona y Asturias, pero
en las tres primeras tuvieron corta duración.

En Barcelona, además, se proclamó el día 6 de octubre el Estado catalán dentro de la


República Federal Española, que no pervivió ni un solo día porque el ejército dominó la situación y
suspendió el gobierno autonómico, acusado de rebeldía.

El único lugar en que triunfó la insurrección fue Asturias, donde se había firmado un pacto
de alianza regional –la Alianza Obrera– entre socialistas, anarquistas y comunistas, con el fin de
«socializar los medios de producción» en un movimiento revolucionario conjunto.

Los obreros consiguieron ocupar por las armas toda Asturias y proclamaron la Revolución
Socialista de los Consejos Obreros. Columnas de mineros armados de dinamita ocuparon los
pueblos de las cuencas y tomaron gran parte de los cuarteles de la Guardia Civil. Asimismo,
sustituyeron los ayuntamientos por comités revolucionarios, que asumieron el abastecimiento de
alimentos, el funcionamiento de los transportes y el suministro de agua y electricidad.
Terminaron sitiaron Oviedo dispuestos a defender la revolución y se enfrentaron a las fuerzas del
orden.

El gobierno envió desde África a la Legión y los regulares para reprimir el levantamiento.
Estas fuerzas desembarcaron el día 10 en el puerto de Gijón al mando del general Yagüe. A ellas
se sumarían las tropas que entraron desde Galicia comandadas por general López Ochoa, si bien
toda la operación estuvo dirigida desde Madrid por el general Franco. El 18 de octubre la rebelión
había sido completamente sofocada.

Consecuencias

El saldo final de víctimas mortales fue elevado: entre 1.000 y 2.000 insurrectos, según
diferentes historiadores; unos 300 miembros de las fuerzas de seguridad y el ejército; y más de
30 sacerdotes y religiosos.
A partir de ese momento se produjo un giro aún más conservador en la política
gubernamental. La represión posterior se caracterizó no solo por su dureza, sino también por su
arbitrariedad. Se realizaron cerca de 30.000 detenciones y fueron numerosas las condenas a
muerte, pero al final se indultó a los máximos responsables y se ejecutó a dirigentes secundarios.

Oviedo fue la ciudad más castigada durante esta revolución. La Cámara Santa fue volada el
día 11 y dos días después los revolucionarios atacaron y destruyeron otros edificios, como el de la
Universidad, que perdió su valiosa biblioteca. En cambio, fueron las fuerzas gubernamentales
quienes quemaron el Teatro Campoamor.

En cuanto a la autonomía de Cataluña, quedó suspendida temporalmente. Su


restablecimiento fue gradual, pero ya no recuperó parte de sus competencias.

B10–6 Explica las causas de la formación del Frente Popular y las


actuaciones tras su triunfo electoral, hasta el comienzo de la guerra.

Causas de la formación del Frente Popular: la polarización política

La revolución de octubre provocó una fuerte polarización política y una radicalización de


posiciones, tanto de la izquierda como de la derecha.

La izquierda, tras la represión que siguió a la revolución de octubre de 1934, impulsó una
concentración de fuerzas que desembocó en la creación del Frente Popular. También contribuyó a
ello el avance del fascismo en Europa y la recomendación de la Internacional Comunista de
frenarlo mediante la formación de frentes antifascistas integrados por todas las fuerzas de
izquierdas.

En las elecciones de febrero de 1936, tras la experiencia del bienio conservador, la izquierda
vio la necesidad de unirse contra la reacción de derechas y para conseguir una amnistía que
sacara de la cárcel a los dirigentes populares detenidos tras la revolución asturiana. En
consecuencia, se configuró el Frente Popular, que agrupaba a toda la izquierda: desde los
republicanos de Azaña hasta los comunistas, con el apoyo incluso de los anarquistas.

Los partidos de derecha formaron distintas coaliciones, constituidas por la CEDA y por los
monárquicos y tradicionalistas (Bloque Nacional), pero no lograron confeccionar una candidatura
única.

Las primeras actuaciones

Tras la victoria en las urnas del Frente Popular y tan solo cuatro días después de la
formación del gobierno, se decretó la amnistía para todos los represaliados de la revolución de
1934, aunque las multitudes de las grandes ciudades ya los habían liberado de las cárceles nada
más conocer el triunfo electoral. También se decretó el reingreso a sus puestos de trabajo.

La siguiente medida fue la restauración plena del Estatuto de autonomía para Cataluña,
suspendido tras la revolución de octubre y solo parcialmente restablecido después.
LluisCompanys, tras su liberación, volvió a ocupar la presidencia de la Generalitat.

Se retomó también, pero con verdadero ímpetu, la expropiación y adjudicación de tierras a


los campesinos, al amparo de la reforma agraria de 1932: entre marzo y julio de 1936 se
expropió y repartió casi cinco veces más superficie de tierras que entre 1932 y 1934.

Por último, el Congreso destituyó al presidente de la República, el conservador moderado


Alcalá Zamora, y fue elegido para el cargo Manuel Azaña, quien, en consecuencia, tuvo que
disolver el gobierno que había presidido hasta entonces y mandar formar nuevo gobierno, que,
ante la nueva negativa de los socialistas a participar en él, estuvo compuesto por segunda vez
solo por republicanos.

La nueva situación fue recibida por las derechas con absoluto rechazo. Muchos propietarios
de tierras se opusieron a las medidas del gobierno; algunos empresarios industriales cerraron
fábricas y expatriaron capitales y la Iglesia volvió a lanzar campañas contra la República. Falange
Española asumió un fuerte protagonismo y fomentó un clima de enfrentamiento civil y crispación
política. Grupos de falangistas formaron patrullas armadas que iniciaron acciones violentas contra
los líderes izquierdistas, respondidas del mismo modo por lo militantes más exaltados de la
izquierda. La creación de un clima de violencia era una estrategia que favorecía a los sectores
decididos a organizar un golpe de Estado militar contra la República.

B10–7 Relaciona la Guerra Civil española con el contexto


internacional.

La Guerra Civil en el contexto europeo

Los historiadores han planteado en general la dimensión internacional de la Guerra Civil


española bajo dos enfoques diferentes:

• Considerarla como un prólogo de la Segunda Guerra Mundial.

• Reducirla a un conflicto periférico, que podía aislarse para evitar su propagación al resto
de Europa.

Pero al margen de la importancia de la guerra española para el devenir de los


acontecimientos internacionales, la intervención extranjera fue fundamental en el desarrollo del
conflicto dentro de España.

Las ayudas a los sublevados

Alemania, Italia y Portugal, países que mantenían regímenes fascistas o similares, apoyaron
de forma directa a los militares sublevados:

• La Alemania nazi de Hitler ofreció la ayuda más determinante en el ámbito militar, con la
participación de la Legión Cóndor, un considerable número de pilotos y tropas (especialmente de
artillería) con sus correspondientes equipos bélicos; e incluso ayuda económica directa.

• La Italia fascista de Mussolini proporcionó una ayuda mayor incluso que la de Alemania en
número de hombres (CorpoTruppeVolontarie) y valor económico. Destacó también el papel
desempeñado por su Armada y su Aviación Legionaria.

• El Estado Novo Portugués prestó una ayuda menor en diversas formas (desde la ayuda
diplomática hasta el envío de voluntarios –Viriatos-), pero de especial importancia por su
situación geográfica.

Mención aparte merece el apoyo fundamental de la alta jerarquía de la Iglesia, en el terreno


de la propaganda entre la población católica, tanto en España como en el resto del mundo.

Las ayudas a la República

Los únicos países que apoyaron a la República en el terreno militar fueron la Unión Soviética
y México:

• La ayuda de la Unión Soviética fue la más importante y decisiva a lo largo de toda la


guerra, con aportaciones de material armamentístico (tanques y aviones); y colaborando en la
formación técnica de pilotos y conductores de carros de combate. La participación directa de
soldados soviéticos fue menos significativa. Los consejeros militares soviéticos desempeñaron un
papel destacado en la organización táctica de la guerra, así como sus consejeros políticos, que
ejercieron su influjo a través, sobre todo, del Partido Comunista.

• México, presidido por Lázaro Cárdenas, cuya identificación ideológica con el régimen
republicano era notoria, proporcionó también desde el primer momento armas, alimentos y apoyo
diplomático.
Por último, debe destacarse la participación en las filas republicanas de las Brigadas
Internacionales, fruto de un verdadero movimiento de solidaridad antifascista, e integradas por
cerca de 15.000 soldados efectivos que se iban renovando a medida que avanzaba la guerra.
Entre los brigadistas había voluntarios de más de cincuenta países de Europa, América y Asia,
que en su mayoría era de ideología progresista o de izquierdas (demócratas, socialistas,
anarquistas y comunistas). En su articulación resultaron esenciales las organizaciones comunistas
internacionales, como el Komintern. Tuvieron una importante función en la defensa de Madrid y
en los diferentes campos de batalla.

El Comité de No Intervención

Gran Bretaña quería evitar que, como ocurrió en la Primera Guerra Mundial, un conflicto
local pudiera transformarse en una nueva guerra europea, que no estaba en condiciones de
permitirse.

Francia, gobernada por un Frente Popular, al principio de la guerra decidió ayudar a la


República, pero ante las presiones británicas y las divergencias internas firmó con Gran Bretaña
un Pacto de No Intervención, que prohibía en ambos países la venta o tránsito de todo tipo de
material militar con destino a España.

A este compromiso, aunque con matizaciones, se adhirieron después otros veinticinco


países europeos (entre ellos Alemania, Italia y Portugal) y se creó el Comité de No Intervención,
con sede en Londres.

Sin embargo, Alemania, Italia y Portugal continuaron ayudando militarmente a los


sublevados, en contra de los compromisos adquiridos; en cambio, las potencias democráticas
negaron su asistencia a la República.

La Sociedad de Naciones y Estados Unidos

La República intentó que la Sociedad de Naciones interviniera contra Italia y Alemania por
su participación directa en la contienda española. Pero tuvo que esperar más de un año para que
se aprobase una resolución, que finalmente no fue aplicada.

Para Estados Unidos, la guerra española era una prueba del avance del comunismo, por lo
que su enfoque del conflicto se aproximaba más a los argumentos de los sublevados. Aunque
oficialmente adoptó una política de no intervención y prohibió la venta de armas a España, los
abastecimientos de algunas empresas estadounidenses (Ford, General Motors, TEXACO) fueron
fundamentales para el bando franquista.

B10–8 Compara la evolución política y la situación económica de los


dos bandos durante la guerra.

Evolución política en la España republicana

La sublevación militar supuso la desarticulación inmediata del Estado republicano. Salvo en


el País Vasco, donde el PNV tomó las riendas de la situación, en el resto de la zona republicana
fueron las organizaciones obreras, que se habían hecho con armas o las habían recibido por parte
del Estado, las que ejercieron realmente el poder.

Las organizaciones obreras estaban divididas entre los partidarios de hacer la revolución al
mismo tiempo que la guerra (anarquistas y algunos grupos marxistas) y los partidarios de unir
todas las fuerzas para ganar la guerra primero y después hacer la revolución (socialistas y
comunistas).

En septiembre de 1936 se constituyó un nuevo gobierno presidido por el socialista Largo


Caballero y compuesto por republicanos, socialistas, comunistas y un nacionalista vasco, a los
que se incorporaron dos meses después cuatro ministros anarquistas.
Este nuevo gobierno de Largo Caballero se propuso dos objetivos fundamentales: crear un
verdadero ejército con mando unificado y restablecer el poder del Estado, lo que exigía la
disolución de los poderes locales de carácter revolucionario, que habían ido surgiendo desde el
comienzo de la guerra. Ante el avance de las tropas franquistas, el gobierno se trasladó a
Valencia en noviembre de 1936.

En mayo de 1937, el nuevo gobierno del también socialista Negrín supuso un giro
considerable en la estrategia política, que consistiría en dar la máxima prioridad a la guerra,
reforzando el control del Estado y garantizando los envíos de armamento soviético.

En 1938, ante el curso que seguía la guerra, Negrín, con el apoyo de los comunistas,
impuso la estrategia de resistir a la espera de que estallara la previsible guerra en Europa, frente
a la opinión de quienes proponían negociar la paz con Franco.

Pero la Conferencia de Múnich (septiembre de 1938) alejaba las esperanzas de la República


de integrar la guerra española en un conflicto internacional, que le proporcionase nuevos aliados.

Por último, el coronel Casado –jefe del Ejército del Centro– precipitó el final de la contienda
al sublevarse contra el gobierno en marzo de 1939, con la intención de negociar la paz con
Franco. Pero este solo aceptaba la rendición incondicional y el 28 de marzo entraba con sus
tropas en Madrid.

Evolución política en la España franquista

Al convertirse el golpe de Estado en una guerra prolongada, los sublevados necesitaban


establecer alguna forma de organización política en los territorios ocupados.

La muerte del general Sanjurjo, en accidente de aviación, el día 20 de julio de 1936,


mientras se dirigía a Burgos para dirigir la rebelión, planteó el problema del liderazgo en el
territorio levantado en armas. El 24 de julio se creó en Burgos la Junta de Defensa Nacional,
presidida por el militar de más alta graduación, el general Miguel Cabanellas, con la misión de
gobernar todo el territorio ocupado. Sin embargo, el poder efectivo lo ejercía cada general en su
sector: Franco, en África; Queipo de Llano, en el sur; Mola, en el norte.

Las primeras medidas decretadas por la Junta para los territorios ocupados iban dirigidas a
acabar con las huellas de la República y no a levantar un nuevo modelo de Estado: se prohibieron
los sindicatos, se disolvieron los partidos políticos, se estableció una rígida censura de prensa y se
destituyó a todos los cargos públicos republicanos; todo ello acompañado de una brutal represión.

Posteriormente Franco, mediante hábiles maniobras políticas, consiguió que la Junta de


Defensa le proclamara jefe del Estado y generalísimo de los ejércitos el 1 de octubre de 1936, y a
partir de ese momento se inició una nueva etapa política en el bando sublevado, caracterizada
por la progresiva concentración de poder en sus manos:

• Por el Decreto de Unificación (abril de 1937) todas las organizaciones políticas adeptas al
levantamiento se fusionaron en una sola, Falange Española Tradicionalista y de las JONS, y
Franco se convirtió en su jefe supremo.

• Se constituyó en Burgos el primer gobierno con una estructura ministerial (enero de


1938), en el que Franco asumió la presidencia.

De este modo se fue institucionalizando el nuevo régimen, marcadamente personalista, en


el que Franco concentraba todo el poder y desempeñaba los más altos cargos: jefe de Estado y
presidente del gobierno, generalísimo de los ejércitos y jefe del partido único (FET de las JONS).

Evolución económica en la España republicana

Cuando comenzó la guerra, la República controlaba todas las zonas industriales –Cataluña,
País Vasco y Asturias– y las principales ciudades –Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia–. En
cambio, las zonas agrícolas eran insuficientes para alimentar a su población, que era más de la
mitad.
El desconcierto provocado por la guerra en los primeros meses, que supuso la pérdida del
control político por parte de las instituciones legales de la República en favor de las
organizaciones obreras, tuvo su correspondencia en el terreno económico: la República también
perdió el control sobre la economía, que pasó a depender en gran parte de las organizaciones
obreras, sobre todo en las empresas confiscadas por la huida o el encarcelamiento de sus
patronos.

Las colectivizaciones de empresas privadas, que quedaban bajo la dirección de comités


obreros, fueron una práctica habitual en Cataluña y Levante, donde el movimiento anarquista
impulsaba a hacer la revolución al mismo tiempo que la guerra. Según sus planteamientos, la
clase obrera lucharía con más entusiasmo contra el enemigo si estaba motivada por la defensa de
sus conquistas revolucionarias.

De todos modos, tanto por los efectos de la guerra misma como por la mala organización de
muchas de las empresas colectivizadas, la industria en la zona republicana presentaba un estado
caótico ya en 1937.

Pero la experiencia revolucionaria más destacable se produjo en la agricultura, ya que los


gobiernos republicanos aceleraron la reforma agraria. Sin embargo, también en este sector la
mala organización de los anarquistas en sus experimentos colectivistas, sobre todo en Aragón,
provocó graves problemas en el abastecimiento a las ciudades.

En cuanto a la financiación de los costes de la guerra, la República se vio obligada a recurrir


a dos soluciones: la emisión de deuda pública, que solo fue posible mientras se confió en la
victoria republicana (hasta el verano de 1938); y el depósito en Moscú de las reservas de oro del
Banco de España, que sirvieron para pagar el material de guerra a la Unión Soviética, principal
proveedor de la República.

Evolución económica en la España franquista

Si al comienzo de la guerra la industria estaba bajo control republicano, los sublevados, en


cambio, disponían de la mayor parte de las tierras de cultivo, por lo que no tenían problemas
importantes de abastecimiento.

Sin embargo, sus carencias industriales explican el interés mostrado desde el principio de la
guerra por ocupar la franja norte de la Península –Asturias y el País Vasco–, con sus recursos
mineros y siderúrgicos.

En contraste con lo que ocurría en la zona republicana, el control de la producción fue


estricto en las zonas ocupadas por los sublevados, para lo cual contaban con la colaboración de
los propietarios rurales, la banca y los grandes financieros. En cuanto a las tierras expropiadas,
se restituyeron a sus antiguos propietarios y se anularon todas las disposiciones y actuaciones del
republicano Instituto de Reforma Agraria.

Respecto a la financiación de la guerra, el bando sublevado no disponía de reservas


metálicas como los republicanos, pero recibió ayuda de los regímenes fascistas de Italia y
Alemania. Sus aportaciones en material militar alcanzaron una elevadísima cifra, cuyo plazo y
modalidad de pago fueron negociados sin problemas con los dos países.

B10–9 Especifica los costes humanos y las consecuencias económicas


y sociales de la guerra.
Consecuencias económicas

Como toda guerra de cierta duración, la española se cobró un alto precio en destrucciones
materiales: carreteras, ferrocarriles, puentes, edificios y todo tipo de bienes se perdieron en
distintas proporciones.
La producción agraria disminuyó en algo más del 20%; y la industrial, en más del 30%. La
renta per cápita cayó también casi en un 30% y hasta 1952 no se recuperó el nivel de antes de la
guerra.

A todo ello habría que añadir el valor económico de la ayuda militar proporcionada por los
países extranjeros a los dos bandos, que de una forma u otra tuvo que pagarse.

Cuantificar el total de las pérdidas y los gastos es prácticamente imposible, pero en


cualquier caso es obvio que alcanzó una magnitud considerable.

Costes humanos

Las cifras estimadas varían ostensiblemente de unos autores a otros. El número total de
víctimas mortales durante la guerra pudo haber superado las 500.000, entre las víctimas de los
frentes y las de la represión en las retaguardias.

Los militares sublevados, cuando conquistaban un pueblo o ciudad, eliminaban


sistemáticamente a miembros y simpatizantes de partidos y sindicatos de izquierdas, pero entre
sus víctimas también fueron numerosos los maestros, tan apreciados por la República, y los
intelectuales, entre los que sobresale la figura de Federico García Lorca, asesinado al principio de
la guerra. Se calcula que la cifra de víctimas mortales de esta política de terror en la retaguardia
de la zona controlada por los rebeldes pudo ascender a casi 120.000 personas.

En la zona republicana, en especial en los primeros meses de la guerra, también fueron


frecuentes las ejecuciones, aplicadas a cualquiera que resultara sospechoso de ayudar o
simpatizar con los sublevados, para lo cual a menudo bastaba con tener opiniones conservadoras,
ser sacerdote o religioso. En esta zona se calcula que el número de víctimas del terror estuvo en
torno a 50.000 personas, de las cuales casi 7.000 eran sacerdotes o religiosos. No obstante, el
número de ejecuciones en esta zona fue sensiblemente inferior al del otro bando y fueron, en la
mayoría de los casos, iniciativa de organizaciones que actuaban por su cuenta y al margen del
Estado –en ocasiones, simples partidas de asesinos–, sobre todo en los primeros meses de la
guerra, cuando el poder del Estado era incapaz de controlar la actuación de las milicias armadas.

Puntos negros destacados de una siniestra geografía de muerte fueron:

• Badajoz, donde los militares sublevados fusilaron a casi 4.000 personas tras la conquista
de la ciudad en agosto de 1936.

• Por el lado republicano, Paracuellos del Jarama, donde fueron ejecutados, en noviembre
de 1936 y en circunstancias poco claras, varios cientos de presos pertenecientes al otro bando,
trasladados de las cárceles de Madrid.

Consecuencias sociales

La dinámica de la guerra provocó excesos y crueldad en ambos bandos. Pero por desgracia
el régimen franquista continuó aplicando la represión una vez acabada la guerra:

• Entre 28.000 y 50.000 personas fueron fusiladas; y muchas más, encarceladas.

• Un número impreciso de trabajadores de la Administración Pública –profesores, jueces,


diplomáticos, etc.– fueron separados de sus cargos o sancionados de alguna forma.

Por último, hay que mencionar el exilio: en torno a 500.000 españoles abandonaron el país
para huir de la represión franquista, la mayoría con destino a Francia, México y Argentina;
muchos de ellos para no regresar nunca.

Desde los primeros días de la guerra, civiles de ambos bandos huían del territorio en el que
se encontraban por temor a la persecución que podían sufrir por sus ideas políticas. Con el
avance de las tropas franquistas, los grandes movimientos de refugiados se dieron sobre todo en
la zona republicana. Los refugiados republicanos se concentraron especialmente en la zona de
Levante y en Cataluña. La población de la zona norte, aislada del resto del territorio republicano
solo pudo huir por mar hacia otros países. Ante la imposibilidad de evacuar al conjunto de la
población civil, se optó por dar prioridad a los niños, de tal modo que cerca de 13000 fueron
embarcados con destino a diversos países europeos, americanos y a la Unión Soviética.

Hacia el final de la guerra, población de toda España y miles de soldados en retirada se


concentraron en Cataluña y cruzaron la frontera francesa, buscando refugio en el país vecino.
Gran parte de esos refugiados fueron conducidos a campos de concentración improvisados.
Cuando acabó la guerra, buena parte de esos refugiados regresaron a España, mientras que el
resto iniciaría un largo y penoso exilio.

Además de los movimientos de población propios del conflicto, el propio estado de guerra
supuso el abandono del país por parte de una muy buena parte de la intelectualidad española,
que en muchos casos no van a regresar hasta bien entrada la década de los sesenta.

B10–10 Sintetiza en un esquema las grandes fases de la guerra,


desde el punto de vista militar.

SUBLEVADOS REPUBLICANOS

Verano de 1936 Verano de 1936

• Avance rápido por algo más de la • República dividida en dos zonas


mitad occidental de la Península. incomunicadas entre sí: la franja
• Asedio y liberación del Alcázar de industrial del Cantábrico (Asturias,
Toledo. Cantabria, Vizcaya) y la mitad oriental
JULIO DE 1936-
MARZO DE 1937
de la Península.

Otoño de 1936-invierno de 1936-1937 Otoño de 1936-invierno de 1936-1937

• Fracaso de la conquista de Madrid. • Victorias de Jarama (febrero de 1937)


y Guadalajara (marzo de 1937).

Primavera-otoño de 1937 Invierno de 1937-1938

• Campaña del norte: ocupación de la • Ofensiva del Bajo Aragón (conquista


zona industrial de la franja cantábrica y nueva pérdida de Teruel).
(de Asturias a Vizcaya). Primavera de 1938
• Bombardeo de Guernica por la Legión • República dividida en dos territorios
Cóndor. aislados entre sí: Cataluña, al norte; y
ABRIL DE 1937-
NOVIEMBRE DE 1938
Madrid y Levante, al sur.
Primavera de 1938.
Verano-otoño de 1938
• Llegada al Mediterráneo a la altura de
la provincia de Castellón. • Ofensiva y derrota decisiva en la
batalla del Ebro.

• Ofensiva y conquista de Cataluña.


DICIEMBRE DE 1938-
MARZO DE 1939
• Conquista de Madrid.
• Final de la guerra (1 de abril de 1939).

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