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TEMA 1
1. Introducción
2. Lenguaje y comunicación
2.1. Definición de lenguaje y comunicación
2.2. La semiótica o semiología
2.3. El lenguaje animal frente al lenguaje humano
2.4. Las propiedades del lenguaje humano
3. Competencia lingüística y competencia comunicativa
3.1. La competencia lingüística
3.2. La competencia comunicativa
3.3. Las funciones del lenguaje
4. Contribución a las asignaturas
5. Conclusión
6. Bibliografía
1. INTRODUCCIÓN
¿Qué es el lenguaje sino el medio por el que transmitimos nuestro mundo interior, nuestra
realidad? Con el lenguaje le damos forma a nuestro pensamiento y somos capaces de comunicarlo
con los demás individuos. Al igual que el resto de seres vivos, los seres humanos tenemos la
necesidad de comunicarnos por el hecho de ser seres sociales.
Por ello, en el desarrollo de este tema, tras una breve introducción, se describirán los
principales mecanismos que rigen el lenguaje verbal a través de dos grandes apartados. En el
primero de ellos, lenguaje y comunicación, se analizarán ambos conceptos y se explicará la
importancia de la semiótica en relación a estos términos, esto nos llevará a comparar los sistemas
de signos animales frente al humano, y las propiedades específicas de este último. El segundo
apartado será una explicación sobre la competencia lingüística y la competencia comunicativa.
Dentro de esta última, se estudiarán las funciones del lenguaje entendidas como un acto
comunicativo y no simplemente como un sistema cerrado y teórico.
2. LENGUAJE Y COMUNICACIÓN
El hecho comunicativo no se limita solo a la palabra, por poderosa que esta sea: son otros
muchos los lenguajes que lo integran. No obstante, debemos comenzar por la búsqueda de una
definición correcta y precisa para el lenguaje, si es que existe, para poco a poco adentrarnos en el
hecho comunicativo completo y en todos los elementos que este incluye.
De manera genérica, se puede definir lenguaje como una facultad biológica de la especie
animal homo sapiens. Ninguna otra especie animal tiene una facultad homóloga. Sin embargo, la
amplitud del concepto hace que sea sumamente complejo definirlo de manera precisa.
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Aunque este sea el sistema más común, crea una imagen de la comunicación humana
bastante simplista, en la que la comunicación se reduce a un intercambio mecánico de mensajes
y de señales. Sin embargo, son precisamente estos factores los que determinan el uso de la lengua,
por lo que para empezar a hablar de comunicación creemos fundamental mencionarlos.
La semiología (o semiótica) es la ciencia que se encarga del estudio de los signos. Por
tanto, estudia los diversos sistemas de signos que se emplean en sociedad, y es la lengua, dentro
de estos sistemas, la que constituye el más importante entre todos ellos. El objetivo principal de
esta ciencia es explicar cómo nos comunicamos mediante la realización de cierta clase de
acciones, qué características especiales tienen esas acciones para posibilitar la comunicación y de
qué modo funciona el proceso de producción y compresión del significado ligado a esas acciones.
Si bien, en palabras de Jakobson, «la cuestión del signo y de los signos fue abordada varias
veces por los pensadores de la Antigüedad, la Edad Media y del Renacimiento», los orígenes de
esta ciencia concreta se remontan a dos corrientes diversas. Mientras que el término semiótica se
vincula más con la corriente estadounidense, cuyo principal representante es Peirce, el término
semiología aparece vinculado a la tradición europea, a la que pertenece Saussure. De estas dos
concepciones se derivan una serie de diferencias que dan lugar a dos teorías distintas. Por ejemplo,
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los estructuralistas saussureanos hacen hincapié en las diferencias que separan al lenguaje de otros
modos de comunicar, mientras que la semiótica peirciana recalca sus semejanzas.
Pero, ¿cómo entendía Saussure el signo a través de su teoría del signo lingüístico? El signo
lingüístico (signe) era la unión de dos componentes, el significante (signifiant) y significado
(signifié). Asimismo, el signo lingüístico tiene unas características principales:
No obstante, este modelo se vio criticado con frecuencia. Por ejemplo, una de las
objeciones de algunos estudiosos se centró en que había toda una serie de signos lingüísticos en
los que podía observarse una clara relación directa entre el concepto y su denominación. El
ejemplo más evidente de esto son las palabras onomatopéyicas, en las que existe una relación
interna entre el concepto y los sonidos, como por ejemplo el verbo sisear, con un claro
componente imitativo.
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Volviendo a Peirce, es con él con quien se inicia el estudio de los signos en EEUU. Divide
los signos en los tres tipos mencionados anteriormente, que ahora desarrollamos:
El estudio del signo también se ha llevado a cabo desde un enfoque psicosocial. Bühler
entiende el signo como un instrumento para orientar la vida dentro de una comunidad. El signo
de Bühler es un mediador entre dos hablantes para referirse a un estado de cosas. Vigotsky y
Luria hacen hincapié en el signo como fruto de la interacción social, y Wittgenstein, por su parte,
sostiene que el signo es de carácter social, pues se aprende su significado al usarlo en contextos
concretos.
Otro ejemplo bien conocido es el de las señales de alarma (alarm calls) de los
cercopitecos verdes, un primate que se extiende por toda el África subsahariana. Los
primatólogos Robert Seyfarth y Dorothy Cheney descubrieron que estos monos son capaces de
producir diferentes tipos de sonidos, que utilizan en diferentes situaciones de su interacción social,
tales como los rituales de cortejo, o para establecer las relaciones jerárquicas en que se basa la
organización del grupo. Pero, sin duda, los sonidos más interesantes son las señales de alarma.
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Los cercopitecos emiten diferentes señales de alarma especializadas en función del grado de
peligro. Pueden advertir peligros menores y también peligros importantes. Cada una de las señales
es claramente diferente de las demás y provoca en los cercopitecos que la escuchan una respuesta
también muy diferente.
Estos ejemplos demuestran que existen diversos sistemas por los que los animales
intercambian información. No obstante, se puede observar que son muy diferentes al lenguaje
humano, aunque tengan una serie de propiedades que son comunes a todos los lenguajes, que
propone el lingüista Simone, como el carácter congénito (no resulta de un aprendizaje, sino que
“nace” con el organismo que lo exhibe), la relativa inmutabilidad (el carácter congénito hace
pensar que esa facultad no se altera con el tiempo), la universalidad (debemos concebir el
lenguaje como algo presente de la misma manera en todos los componentes de la especie
humana), el que no pueda ser aprendido ni olvidado, la indiferencia ante cualquier tipo de
expresión (el lenguaje se manifiesta bajo forma de asociaciones diferentes entre expresión y
contenido) y los límites (aunque sea indiferente a las distintas expresiones, el lenguaje no puede
actualizarse en infinitas maneras). El lenguaje humano posee unas características específicas.
Las lenguas del mundo son muy diversas entre sí, pero todas ellas proporcionan a sus
hablantes las mismas potencialidades generales; son las propiedades que cualquier lengua posee
por el mero hecho de ser una manifestación natural de la facultad del lenguaje.
La lista original de las propiedades del lenguaje humano se debe al lingüista estadounidense
Charles F. Hockett, aunque se hayan ido añadiendo modificaciones sugeridas por otros
especialistas. La lista de Hockett es la que sigue:
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Según Eugen Coseriu, una teoría de la competencia lingüística que tenga una base objetiva
ha de partir de dos comprobaciones generales: por una parte, la lengua es una actividad humana
universal que los individuos, como representantes de tradiciones comunitarias del saber hablar,
llevan a la práctica individualmente; y por otra parte, que el concepto de hablar puede ser
considerado una actividad, el saber en que se basa esa actividad y el producto de esa actividad.
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Coseriu (1992) desarrolla el concepto del hablar estableciendo tres planos o niveles de la
actividad del hablar en correspondencia con tres planos del saber lingüístico:
La Pragmática es la disciplina que se ocupa de las relaciones entre la facultad del lenguaje
y otros sistemas externos al lenguaje mismo. La Pragmática es una disciplina de interfaz, que
analiza la conexión entre el sistema lingüístico y los condicionantes cognitivos y sociales que
determinan la actividad verbal. Es decir, toma en cuenta todos los factores del circuito de la
comunicación.
La Sociolingüística demostró que era posible aprehender y explicar con método científico
el fenómeno de la variación. Es decir, el hecho de que existen divergencias en el seno de una
misma comunidad y de que estas divergencias son intrínsecas al saber lingüístico de cada usuario.
No todos los hablantes hispánicos poseemos el mismo sistema fonológico, ni los paradigmas
gramaticales son idénticos y la variabilidad del léxico es inmensa. En muchas ocasiones, esta
variabilidad lingüística se halla ligada a factores sociológicos (clases sociales, normas de
prestigio, etc.). Muy similar es la Etnolingüística, que estudia las relaciones entre una lengua y
el contexto sociocultural en la que se utiliza.
La Lingüística del Texto se inicia a finales de los sesenta con corrientes científicas que
parten de la hipótesis de que por encima del enunciado existe una organización y de que esta tiene
mucho que ver con la naturaleza del lenguaje. Esto representó una novedad frente a la lingüística
tradicional, que se asentaba sobre la palabra, y la estructural, que toma la oración como unidad
fundamental de la que partían sus análisis.
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Aplicada o la Lingüística Forense, entre otras. Muchas de estas ramas han progresado
espectacularmente en la actualidad, sobre todo, la enseñanza de las lenguas.
El concepto competencia comunicativa intenta dar cuenta de todos los elementos verbales
y no verbales que requiere la comunicación humana. Es evidente entonces el papel fundamental
que desempeña el entorno sociocultural en la adquisición y el desarrollo de la competencia
comunicativa.
Por otra parte, respecto al funcionamiento de la competencia comunicativa, hay una serie
de principios incluidos en ella, y son la adecuación, el Principio de Cooperación, el Principio de
Relevancia y el Principio de Cortesía.
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En último lugar, el Principio de Cortesía fue propuesto por Geoffrey Leech en su obra
Principles of Pragmatics (1983) y parte de la necesidad de tener en consideración la vertiente
social del acto de comunicación. Conseguir la colaboración del destinatario es una de las tareas
fundamentales de la comunicación. Por ello, puede decirse que, en general, el hablante trata de
actuar de alguna manera sobre su interlocutor. Así, el tipo de relación que se establece entre los
interlocutores y el grado de distancia quedan reflejados en el lenguaje y dependen de una serie de
factores (la edad, el sexo, el grado de conocimiento previo, la autoridad, etc.). Así, la cortesía
puede entenderse como un conjunto de normas sociales establecidas por cada sociedad o un
conjunto de estrategias conversacionales destinadas a evitar o mitigar los conflictos entre los
objetivos del hablante y los del destinatario.
El término función del lenguaje hace referencia clara al estudio del lenguaje en su uso, es
decir, que lo contempla no solo como un sistema cerrado y teórico, sino como un acto
comunicativo. Por eso es interesante estudiar las funciones del lenguaje no solo referidas a la
competencia lingüística, sino a la comunicativa.
Han sido numerosos los intentos de clasificación de las funciones del lenguaje, que
dependen del punto de vista que se adopte, del criterio que se siga y de los elementos sobre los
que se ponga el acento. Aunque no existe coincidencia exacta en las propuestas de síntesis de los
distintos lingüistas, hay un aspecto que aparece como indiscutible en todos ellos: el lenguaje es
ante todo un instrumento de comunicación, específicamente humano, cuya función central es la
de representar o simbolizar la realidad. Por estas razones, lo más lógico en relación a la progresión
de este desarrollo temático ha sido explicar las funciones del lenguaje a continuación de la
competencia comunicativa.
Entre todos los esquemas de clasificación de las funciones del lenguaje, es quizás el más
conocido el del lingüista Roman Jakobson. Este esquema es una ampliación de las tres funciones
del lenguaje especificadas por Nikolái Trubetskói en Los principios de fonología, que dividía
las funciones en representativa, expresiva y apelativa. Trubetskói toma este modelo, asimismo,
de la división realizada anteriormente por un filósofo alemán: Karl Bühler. Jakobson, en 1959,
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añade las funciones fática, poética y metalingüística. Las funciones de Jakobson se orientan cada
una a un factor de la comunicación (contexto, emisor, destinatario, canal, mensaje y código):
Como última consideración, en lo expuesto hasta ahora se puede afirmar que, aunque en el
lenguaje una de las funciones básicas sea la referencial, también tiene una relevancia fundamental
su dimensión social e intencional; pues toda comunicación se produce entre varios interlocutores
que interactúan en un contexto dado.
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5. CONCLUSIÓN
Una vez analizado todo el hecho comunicativo y los factores implicados, podemos concluir
con que el lenguaje es una facultad imprescindible para los seres humanos. Sin el lenguaje, la
esencia del ser humano y, en gran parte, una de las capacidades que nos diferencia del resto de
seres vivos se desvanecería. Por ello, su conocimiento y su estudio son fundamentales, porque
quien domina el lenguaje estará preparado para desenvolverse plenamente en sociedad y
comunicar su mundo con los demás.
6. BIBLIOGRAFÍA
PENAS IBÁÑEZ, Mª Azucena (2005). Coseriu y los distintos planos de la actividad del hablar y
del saber lingüístico en relación con el contenido y las categorías lógicas del juicio. Cauce,
Revista Internacional de Filología y su Didáctica, 28, 279-306.
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