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EL CLUB DE LONDRES Y ARTECHE

Por Néstor Forero


“Cuando por primera vez percibí la superioridad de la aproximación indirecta sobre la
directa, durante el estudio de una larga serie de campañas militares, simplemente
buscaba claridad sobre la estrategia. Sin embargo, mediante reflexiones más
profundas, comencé a comprender que la aproximación indirecta tenía una aplicación
mucho más amplia, y que era una ley de la vida en todas las esferas: una verdad
filosófica”.
(Basil Liddell Hart -Estrategia de Aproximación Indirecta - Estratega inglés del siglo XX)
En esta serie de notas que nos propuso la dirección de Terquedad queremos ir acercándole
breves reseñas sobre los principales instituciones y organismos que manejan la deuda pública
de los estados y someten a sus pueblos a crecientes situaciones de precariedad y marginalidad
siempre en el nombre de la transparencia y la justicia. Justicia entendida bajo la órbita del
supuesto acreedor. Transparencia que en el caso que tratamos hoy, muchos lectores no conocen
su existencia: El Club de Londres…
Se conoce sí , la organización no formal del Club de París, agrupación de países acreedores que
“negocian” todos juntos contra un deudor, obligado a la individualidad, es decir, todos los
acreedores de un lado del mostrador contra un deudor sentado en el banquillo de los acusados
como incumplidor de sus obligaciones, requiriendo la magnanimidad de sus acreedores para
que le otorguen nuevos plazos para cumplir con sus deudas, sin revisar el origen y la legalidad
de las mismas, entendiendo que la legalidad es la que disponen los poderosos y que la justicia
es solo un término para adornar discursos.
Así como el Club de París reúne países, el Club de Londres agrupa bancos.
Se presenta como un grupo informal de bancos que se reúnen para negociar sus créditos frente
a un deudor “soberano” (pero no existe menos soberano que un deudor, el término es un
verdadero oxímoron, de los tantos que la colonización lingüística nos ha impuesto).
Este grupo de entidades acreedoras de deuda de los países “emergentes” (otro oxímoron)
carece de personería jurídica o reglas escritas, de allí su no visualización, amparados en un
convencionalismo entre empresas privadas dedicadas a generar el mayor lucro posible con la
deuda, sobre todo en los procesos de renegociación de la deuda de un país con la banca
internacional.
ORIGEN Y ANDANZAS

En la década de los 70, los bancos centrales eran la principal fuente de crédito de los países con
problemas de liquidez, a finales de esa década su exposición alcanzaba al 50% de todos los
créditos otorgados. El otro 50% correspondía a operaciones con bancos privados.
Su actuación como actor principal comienza con la negociación de la deuda de Filipinas, luego la
de Zaire y entre 1977 y 1978, Egipto, Perú y Jamaica.
Cuando estalló la crisis financiera de 1982 con la deuda de México, asumió un rol más visible ya
que realizaron acciones conjuntas para quedar como administradores de la crisis. Reuniendo a
un grupo de bancos para coordinar las políticas a implementar en el refinanciamiento de los
países deudores.
Así formados en Comités Asesores impusieron políticas de estabilización con el apoyo del FMI,
condición previa y sine qua non para reescalonar o refinanciar los vencimientos de las
obligaciones.
Presionando a los deudores a adoptar las políticas económicas y financieras impuestas por el
FMI, que inexorablemente hambrearon a los pueblos, como condición inexcusable a todo inicio
del tratamiento de refinanciación.
Si lo visible eran las exigencias del FMI, lo no visible eran las exigencias del club de bancos.
Burla cruel “la mano invisible que ordena los mercados” propuesta por Adam Smith, se convertía
en la mano invisible que empuja a los países a ponerse de rodillas frente al FMI.
Fueron estos bancos los que canalizaron en los 70 los “petrodólares”, originados en el aumento
del precio del petróleo que generó una masa de dólares provenientes generalmente de países
árabes que fueron canalizados en préstamos, sin mayores estudios de solvencia, hacia los países
latinoamericanos y africanos.
La abrupta suba a principios de los 80 de la tasa de interés dispuesta por la Reserva Federal
norteamericana (banco de bancos) del 6% al 24% anual llevó al impago a enormes regiones que
se vieron sometidas, de allí en más, a los designios del FMI y entregando la administración de
sus crisis a los bancos acreedores, Comités de Gestión o Steering Comitee, nombres con que se
presentaron en aquella década, para luego adoptar el de su verdadero origen: Club de Londres.
Hacia fines de la década de los 80 se realizará un abrupto cambio, se retirará la exposición de
los bancos a las recurrentes crisis de deuda, convirtiendo los créditos nominados entre un
acreedor institucionalizado y un país deudor, en créditos institucionalizados mediante bonos
innominados, que los bancos colocaron entre sus ahorristas y los llamados fondos de inversión.
De esta manera, el riesgo de un impago se corría de los bancos, ahora colocadores de bonos, a
los inversionistas. Comenzando un nuevo negocio, el comprar bonos en default a un precio vil
para litigar contra los deudores en los estrados judiciales de Nueva York, Londres o Frankfurt,
dando origen a la era de los fondos buitre, que tan triste memoria trae a los argentinos.
La operación se complementó con el llamado Consenso de Washington con sus políticas de
desregulación, liberalización de los movimientos financieros y privatización de las principales
empresas de cada país, entregadas en parte de pago por las deudas reconocidas como tales por
el deudor.
Los planes norteamericanos de refinanciación de deudas de países fuertemente endeudados
denominados Plan Baker y Plan Brady de fines de los 80 y principios de los 90, eliminó el riesgo
para los bancos y sumió a los países en largos planes de regularización de sus deudas,
obviamente estos planes fracasaron a lo largo y ancho de todo el mundo.
Así los bancos que colocaron los excedentes de fondos en los 70 sin ningún estudio de
sustentabilidad de los créditos otorgados, salían indemnes en los 90, generando un nuevo
negocio, los fondos buitre, y acaparando enormes masas de fondos que los deudores
transfirieron en aquellos años a sus supuestos acreedores y la titularidad de sus principales
empresas, ahora en manos de los denominados, fondos de inversión, a través de las políticas de
privatizaciones.

LA EXPERIENCIA ARGENTINA

La Argentina también padeció los estragos del Club de Londres o Steering Comitee. Fue ese club
de bancos acreedores quien, al regreso de la democracia, luego de la Guerra Nacional por
Malvinas y en pleno proceso de desmalvinización, obtuvieron la administración de la deuda
externa argentina.
A ellos remitía los fondos el gobierno nacional y ellos se encargaban de administrar los pagos a
los pretendidos acreedores. Los giros se realizaban al sólo requerimiento de los bancos, sin
especificar identificación del acreedor o el motivo de la pretensión de pago. Al punto que a
principios de los 90, el entonces ministro de economía Domingo Felipe Cavallo, al desconocer lo
que efectivamente se estaba pagando, alentó una auditoría privada, realizada por una de las
compañías internacionales de auditoría, para saber que se estaba pagando, dicha auditoría fue
financiada por un banco extranjero.
Quien esto escribe, en su condición de integrante del grupo de trabajo designado por el juzgado
interviniente en el juicio de la deuda, más conocido como causa Olmos (por el nombre del
patriota denunciante), requirió al juzgado la documentación de más de 15 biblioratos con
errores en la conciliación entre los registros de la nación y las pretensiones de los bancos
acreedores. Sin embargo, a pesar de constatar su existencia, no se pudo tener acceso a dicha
documentación, que se “había extraviado” en el juzgado del juez Ballestero y su secretario ad
hoc Juan Carlos Foster. Con el extravío se perdió la oportunidad de saber si de esos errores de
conciliación surgía créditos a favor de la república y el posterior reclamo de devolución
correspondiente.
Otra de las cuestiones tenebrosas del tratamiento de la deuda argentina, tiene por fundamento
el correspondiente registro de la deuda. La nación, tal como hemos dicho más arriba, no llevaba
los registros contables sobre su deuda, sino que los mismos estaban en manos de los bancos
acreedores. Surgió por entonces, una denuncia que alertaba sobre la duplicación de los bonos
emitidos por el gobierno radical. Dos de cuyos bonos de la misma denominación y numeración,
se habrían cruzado en la Bolsa de Valores de Taiwán, en febrero de 1989. Treinta días después,
la Argentina navegaba hacia la hiperinflación y el presidente Alfonsín debió resignar su
presidencia unos meses antes de su vencimiento de mandato, entregando el mando al ente
biológico que nos gobernó durante 10 años.
Las declaraciones del negociador de la deuda argentina, Daniel Marx, (que cuando no fungía
como negociador de la deuda, fungía como vicepresidente de un banco acreedor), trajeron
algunas certezas. Según Marx (Daniel) no tenía dudas que el gobierno radical había duplicado y
o triplicado los bonos de la deuda, así lo expresó ante la prensa, pero que no tenía pruebas, ya
que los bonos habían sido entregados en canje dentro del denominado Plan Brady, en 1992,
quedando toda la documentación en poder de los bancos.
También los responsables del Banco Central y el Ministerio de Economía, al ser requeridos sobre
estas cuestiones, por el juzgado interviniente, declararon que ellos desconocían estos temas y
que todo requerimiento y o pregunta debía ser remitido a los bancos acreedores, quienes, por
entonces, se encargaban de llevar los registros contables de la deuda.
Declaraciones que implicaban como mínimo el incumplimiento de los deberes de funcionarios
públicos, sin embargo, el juzgado nada dijo.
En el Acuerdo Brady puede leerse una cláusula que sintéticamente dice, que en caso de
controversia entre la pretensión del acreedor y los registros de la deudora (la Argentina), debían
considerarse como válidos las pretensiones del acreedor.
Desde entonces (1992) la deuda argentina es la que los acreedores dijeron que se debía,
refrendado por el club de bancos.
El Comité estaba conformado por el Citibank, J.P. Morgan, Credit Suise, Deutsche Bank, Bank of
América, Barclays y Societe Generale.

POLITICA VISIBLE E INVISIBLE

El gran Raúl Scalabrini Ortiz nos explica en el capítulo “Política visible e Invisible” de su
inconmensurable libro “Política Británica en el Río de la Plata” de 1939:
“Para que el préstamo
rinda al acreedor no sólo el interés sino una influencia práctica como arma o instrumento es
indispensable que la cuantía del préstamo corra paralelamente de las rentas fiscales. Con
pretextos no menos curiosos que los primeros empréstitos exteriores, la diplomacia invisible
de Inglaterra mantuvo siempre una correlación constante entre la capacidad fiscal y las
obligaciones anuales. Cuando las rentas del gobierno central suben a 18 millones en 1872, el
servicio de la deuda es de 6 millones. Cuando las rentas alcanzan a 38 millones en 1889, el
servicio de la deuda es de 12 millones. Cuando las rentas remontan hasta los setecientos
millones de pesos papel, los fondos girables al exterior por servicios de empréstitos suman casi
200 millones.”
Aquella denuncia del maestro que iluminaba nuestra historia financiera de coloneidad, no podía
preveer que una piedra negra, coronaría nuestra dependencia en los años 20 del siglo XXI.
Una piedra negra fundada en 1988 en Nueva York y que administra activos por 9.496 millones
de dólares, superior a la suma del Producto Bruto Interno de las principales economías del
mundo, excepto EE. UU y China y cuyo fundador y director es Laurence Fink.
Así BlackRock (cuya traducción es piedra negra), es accionista de empresas tales como Coca
Cola, Apple, Microsoft, General Electric, Bayer- Monsanto, Unilever, Total, Sanofi, Occidental,
Repsol, Telefónica, Telecom. Maneja la Bolsa de Valores de México, por ser accionista de todas
las principales empresas que operan en esa Bolsa, lo mismo que en el Reino de España.
En Argentina es accionista de Y.P.F., Mercado Libre, Tenaris, Macro, Arcos Dorados, Adecoagro,
Pampa Energy, Telecom y poseedor de una masa considerable de los bonos reestructurados por
este gobierno en 2020, lo que obligó a las autoridades a obtener su consentimiento para lograr
la refinanciación.
También tiene injerencia en las principales exportadoras y los puertos privados del río Paraná,
por donde se han denunciado ingentes maniobras de contrabando exportador.
Pero además tiene acciones importantes en el Citibank, J.P. Morgan, Credit Suise, Deutsche
Bank, Bank of América, Barclays y Societe Generale.
Si al lector que llegó con su lectura hasta acá, le han de ser familiares esos nombres son los
mismos bancos que conformaron el Steering Comitee y que consolidaron la deuda externa
argentina con todas sus irregularidades.
El entramado de coloneidad tiene su coronación en esa piedra negra que maneja países y
continentes.
Como el personaje de Federico Luppi en la inolvidable película “Plata Dulce” cuando descubre
que la supuesta modernidad e integración del mundo financiero terminaba con el desfalco y su
nombre utilizado como culpable de este, larga desde las entrañas su frustración y bronca con
un: “Arteche y la puta madre que te parió…”
Así BlackRock es la nueva cara visible del imperio que nos somete, degrada y hambrea.
Antes, durante y después de Malvinas nuestra coloneidad tuvo y tiene varios administradores y
algunos Arteches para guardar en la memoria.
Que sí sea.

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