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Generación del 98 en la obra, Abel Sánchez de Unamuno

En el presente trabajo se llevará a cabo un análisis intratextual e intrahistórico de la


obra Abel Sánchez, escrita en 1917 por el gran Miguel de Unamuno, que permitirá
visualizar el germen de lo que Martín de Riquer llama: el espíritu de la generación del
98, partiendo de las situaciones contextuales en tanto sociales, económicas y políticas.

Será necesario entonces, realizar un recorrido histórico sobre la situación de España


luego de que perdiera las colonias filipinas, cubana y puertorriqueñas, que
desencadenó en un gran descontento social y sentimiento de pesimismo y envidia
entre los españoles. A partir de aquí, podremos desarrollar algunas características en
relación a la configuración de la generación del 98 y los aspectos involucrados en la
obra de Miguel de Unamuno, Abel Sánchez.Historia de una pasión.

En 1898 se produjeron en altamar las pérdidas de las colonias de Filipinas y Cuba, lo


que acarreó un gran golpe moral y terminó por asegurar la decadencia económica y
política que ya venía sufriendo España.

En esta época, la piratería ejercía total hegemonía en las aguas y erradicarla traía
grandes dificultades. España, contaba solo con una pequeña armada que se ocupaba
de combatir esa piratería, pero resultaba insuficiente. Con el Rey Alfonso XII muerto, y
la reina y su hijo Alfonso XII en el poder, la metrópolis se encontraba en crisis y muy
debilitada, portándose como un blanco fácil para quién quisiera arrebatarle las
colonias.

España, había recibido muchas ofertas por esas tierras, sin embargo, siempre las
rechazaba. Cabe destacar que, el pueblo cubano que tenía mucha materia prima para
intercambiar, quería independizarse de España; entonces comenzó una cruzada.
Estados Unidos, no desaprovechó esta situación y Roosevelt, comenzó a presionar a
España, porque ya no podían seguir manteniendo tantos vínculos de rechazo para
comprar las tierras. El 25 de enero de 1898, Estados Unidos franquea el puerto de la
Habana sin previo aviso, vulnerando todos los acuerdos diplomáticos y dispuesto a ir
por todo.

Toda esta situación desencadena en la firma de un tratado de paz, en el que España


es obligada a firmar la independización de Cuba y cederle a Estados Unidos, Filipinas
y Puerto Rico.

Partiendo de las consideraciones de José García López en Historia de la literatura


española (1997) planteamos que, al llegar el siglo XX, la literatura española comienza
a experimentar un gran cambio y florecimiento, tan extraordinario que se ha
comparado con el siglo de oro español; y el punto de partida de este gran florecimiento
es lo que se conoce como El modernismo y La generación del 98, que van a surgir
como reacción opositora de los movimientos estéticos del siglo XIX.

Ahora bien, ¿Cómo arribamos aquí? A mediados del siglo XIX, comienza a
conformarse un grupo de regeneracionistas que sienten la necesidad de renovar la
cultura y la organización del país. Surge entonces, toda una protesta que es llevada a
cabo por escritores del siglo XX tales como: Azorin, Pio Baroja, Antonio Machado, y
Miguel de Unamuno; que son quienes vieron todo el desastre militar del 98.

Podemos pensar que hay dos vertientes:

La primera, conformada por Pio Baroja, Azorin y Maeztu, a quien se le suma Miguel de
Unamuno.Y, una segunda vertiente con Antonio Machado y Bajein Clan, que son
radicalmente opuestos a la vertiente anterior.

Unamuno, es quien, de alguna manera, ilumina a toda la generación y por ello


decidimos tomarlo.

Es importante tener en cuenta que, esta generación era muy individualista, es decir
que, aquello que proponía Unamuno, distaba mucho de lo que podía proponer Antonio
Machado, o Pio Baroja. Sin embargo, todos ellos plantean la necesidad de encontrar el
alma de España, para poder regenerarla y para encontrarla, partieron de posicionar la
mirada en cuestiones como el paisaje español(ej.; los grandes campos); la historia,
pero lejos de los enfrentamientos bélicos, sino posicionándose desde la historia misma
de la vida cotidiana, o lo que Unamuno denominó Intrahistoria; y la literatura, que
dirige la vista hacia tres cuestiones: lo medieval;autores olvidados en su época, como
Góngora, que no había sido reconocido en su momento de vida, pero que será
revalorizado años después en la Generación del 27; o hacia autores con elevada
estima del sentimiento nacional.

En Europa, se estaba produciendo una gran crisis económica pero también religiosa,
fruto del racionalismo. Y es una crisis que repercutirá con posterioridad en España y
en los conformadores de la generación del 98. Dios y el existencialismo serán temas
que resuenen con mucha fuerza. Incluso, nos encontraremos con filósofos de
resonancia como Nietzsche y Schopenhauer.

Todos estos hombres, son anticlericales, sin embargo, muchos de ellos, como
Unamuno, son creyentes.
Es importante tener en cuenta que estos escritores, van a reivindicar a los escritores
primitivos. Sobre todo, a aquellos que apoyan el lenguaje castellano dado que hay un
gran sentimiento nacionalista.

Estos personajes, que conforman el espíritu de la generación del 98, miran con mucho
angustia y dolor todo lo que le ocurre a la nación. Y en ellos se ejerce una fuerte
contradicción entre la crítica y el amor a España; entre aceptar una realidad
deteriorada y querer revivir un pasado glorioso.

Ahora bien ¿Quién era Miguel de Unamuno, que formaba parte de esta generación?

Miguel de Unamuno era un hombre profundamente cristiano y muy estudioso de temas


religiosos. Nacido en Bilbao en el año 1864, era hijo de un comerciante indiano.

Había estudiado en la facultad de Filosofía y letras, y obtuvo allí un doctorado con su


tesis sobre el pueblo vasco.

Eduardo Pogoriles en “Unamuno y sus paradojas” revista Ñ, comenta que, aunque


Unamuno era gran admirador de Francisco Franco, el 12 de octubre les gritó a los
fascistas que su causa, estaba perdida.

Todo esto ocurrió en una España que estaba dividida por una guerra civil, y Unamuno,
amante de las paradojas, no pudo mantener el silencio ante el grito “viva la muerte”,
Huen la celebración del día de la raza en Salamanca.

Unamuno, era rector en la universidad de Salamanca, había obtenido ese cargo


máximo luego de haber apoyado a los aliados en la primera guerra mundial. Sin
embargo, en 1920 debe exiliarse en Francia, pudiendo regresar a España, recién en
1931.

En ese acto organizado por la celebración del día de la raza, el primer orador realiza
comentarios negativos en contra de catalanes y vascos. Unamuno, sin poder
mantenerse en silencio y haciendo uso de la palabra expresiva replica los comentarios
asegurando que eso era un agravio, y que España, odiaba la inteligencia.

Unamuno, tiene una gran discusión con el general José Millán en Salamanca, y
producto de esta discusión, tuvo que ser escoltado a su domicilio, quedando, además,
destituido de su cargo como rector. De aquí se adjudica una de sus frases más que es
“venceréis, pero no convenceréis” luego de que Millán le gritara “viva la muerte”.

Ahora bien, como postulamos, la obra seleccionada para pensar en algunas


intertextualidades entre el contexto y la llamada generación o espíritu del 98,según
Martín de Riquer, es Abel Sánchez. Una historia de pasión. Unamuno, en el prólogo de
la segunda edición, dice que al volver a su novela él está en pleno destierro y muy
acongojado; congoja de la que ha intentado liberarse, pero no ha podido. Y esto es
muy interesante, porque justamente, Joaquín, su personaje principal a pesar de que la
obra se llama Abel Sánchez, tampoco puede librarse de sus intensas pasiones.

Incluso, en este prólogo Unamuno deja en claro su postura acerca de que la envidia
ha sido el gran fermento de la sociedad española.

Joaquín y Abel, eran grandes amigos desde su nacimiento; por lo que eran
considerados como hermanos. Ambos personajes compartían características que los
hacían totalmente diferentes. Desde pequeños había un espíritu de dominio mayor en
Joaquín, sin embargo, Abel no se dejaba dominar, sino que “le gustaba mucho no
obedecer” Dice TORRES TORRES, José Manuel en “Joaquín Monegro: el vano
intento de liberar una pasión”, en Ogigia. Revista electrónica de estudios hispánicos,
n.º 1, enero 2007

Al mismo tiempo, los personajes de Joaquín y Abel, nos remiten a dos personajes
bíblicos que son Caín y Abel, sin embargo, en el prólogo de su segunda edición,
Unamuno dice que, aunque muchos le han preguntado si sus ideas se basan en
dichos personajes bíblicos, él deja en claro que esto no es así, porque todas sus
ficcionalizaciones salen de la vida misma, de su ser y de la vida y cotidianeidad de la
sociedad. Sin embargo, al utilizar a estos dos personajes bíblicos, se puede demostrar
cómo las pasiones pueden acabar incluso con la hermandad, de dos grandes amigos.

Esta Nouvelle, que se encuadra dentro de la generación del 98, viene a presentarnos
un esquema que es totalmente diferente a lo que se venía estableciendo en el siglo
XIX. Es decir, que no nos encontramos con una trama desarrollada en una linealidad
cronológica con un inicio, un desarrollo y un cierre, sino que Unamuno decide salirse
de este enfoque y escribir focalizándose en el monólogo interior de uno de sus
personajes: Joaquín. Entonces, como podemos observar, se rompe con el esquema
de narración tradicional del siglo XIX.

Al adentrarnos en la lectura de Abel Sánchez, de Unamuno, podemos observar que no


se trata de una obra demasiado extensa, dado que el autor considera que, de serlo, no
podrían desarrollarse con total profundidad la esencia y características de cada uno de
sus personajes, por ello decide escribir una Nouvelle.

Si pensamos en cómo el carácter, los pensamientos y las formas de ser y de estar de


cada personaje de Unamuno, se anidan en la obra, bastará con rememorar aquellos
pasajes en los que expresa cómo a Abel le importaba más obedecer que mandar, tal
como afirmaba Torres Torres (2007), o cómo desde el monólogo interior de Joaquín,
se desarrolla la construcción del personaje de Abel, entendido como aquel que era
simpático y querido por todos, exitoso y de renombre, sin siquiera tener que hacer el
más mínimo esfuerzo; mientras que Joaquín era considerado frío y antipático.

Incluso, es de considerar que, desde la construcción de los personajes de Abel y


Joaquín, las formas de ser en la niñez y la juventud, se entrelazan perfectamente con
las profesiones que el propio Unamuno elige para sus personajes: arte, para el alegre
y descontracturado Abel, y medicina para el aplicado, serio y correcto Joaquín.

Además, es necesario tener en cuenta que, desde un inicio, Joaquín aspira a ir mucho
más allá de simplemente curar enfermos, quiere dedicarse a la investigación y a la
ciencia, y ser reconocido por eso. Sin embargo, su vida no da ese giro, y quien termina
siendo reconocido por su arte y su talento es Abel, algo que acarrea gran disgusto y
envidia por parte de Joaquín.

Es tal la envidia que le genera su amigo, el despecho que siente al haberle confesado
que estaba enamorado de su prima Helena, y que esta se termine casando con Abel,
que aquel día en el que Abel enferma, Joaquín duda realmente en salvarle la vida. Sin
embargo, Joaquín se dice:

: «¡No dejaré yo que se muera, no debo dejarlo, está comprometido mi honor, y


luego... necesito que viva!»

Unamuno/ 1917/ p.54

Está claro que ese odio, esa envidia y ese rencor, son el motor de vida de Joaquín
Montero, y puede reconocer en esta enfermedad, lo mucho que le duele la situación
que atraviesa y cuan enfermo de dolor se encuentra él también. Entonces vemos en la
narrativa de Unamuno, que crea en sus personajes tanta vida, que a través de las
palabras deja muy en claro las características de la personalidad y carácter de cada
uno de ellos.

Nosotros conocemos todos los sucesos acaecidos, de la mano de Joaquín, quien


escribe un relato que llamó una confesión para su amada hija. Allí, va a relatar sus
anhelos, sus frustraciones y la gran envidia que siente por su amigo Abel. Envidia que
es comparable con el gran descontento y crisis social que está viviendo España.

Entonces, la historia nos presenta un gran dilema moral, como dice Torres
Torres(2007) dilema que terminará en tragedia, entre dos personajes que no son
catalogados como “malos” sino que están siendo impulsados por sus propias
pasiones.

En esta época, el cristianismo está en crisis; el cuestionamiento acerca de la


existencia de Dios está en boga, y todo esto lo vemos fuertemente en la obra.
Pensemos por ejemplo en el pasaje en el que Joaquín decide confesarse:

“-No, no creo en la libertad humana, y el que no cree en la libertad no es libre. ¡No, no


lo soy! ¡Ser libre es creer serlo!

-Es usted malo porque desconfía de Dios.

-¿El desconfiar de Dios es maldad, padre?

-No quiero decir eso, sino que la mala pasión de usted proviene de que desconfía de
Dios…

-¿El desconfiar de Dios es maldad? Vuelvo a preguntárselo.

-Si, es maldad”

Unamuno/1917/p.19

Pero, además de estos personajes también vamos a encontrar otro, que cumple una
función importante y que es el personaje de Helena. Joaquín estaba convencido de
que se casaría con su pima Helena, sin embargo, ella decide optar por Abel, con quien
se casará y conformara su familia. Esto será visto como un gran acto de traición, y
colaborará con la ampliación profunda del sentimiento de odio y envidia que está
gestando hace tiempo.

Unamuno, otorga gran carácter a sus personajes, pero no lo hace a partir de


descripciones del aspecto físico, de la casa, del ser, sino que enfoca todo ese
desarrollo en la acción de los personajes.

Vemos que, Joaquín, pasa toda su vida siendo víctima de una odiosa pasión y
sufrimiento, que solo logra liberar al llegar su agonía y muerte.

Recordemos que, estamos en una época de grandes problemas económicos y mucho


descontento social. Hay casas muy humildes, insalubres, poca gente que sabe leer y
escribir, sensaciones de desgano, tristeza, y todo esto queda visado en la obra.

“-Y eran sus enfermos para él no pocas veces espejos. Un día le llegó una pobre
mujer de la vecindad, gastada por los años y los trabajos, cuyo marido, en los
veinticinco años de matrimonio se había enredado con una pobre aventurera. Iba a
contarle sus cuitas la mujer desdeñada.”
Unamuno/1917/p.69

… Y cuando la pobre mujer se fue desolada, Joaquín se decía: «Pero ¿no se mirará al
espejo esta desdichada? ¿No verá el estrago de los años de rudo trabajo? Estas
gentes del pueblo todo lo atribuyen a bebedizos o a envidias... ¿Que no encuentran
trabajo...? Envidias... ¿Que les sale algo mal? Envidias. El que todos sus fracasos los
atribuye a ajenas envidias es un envidioso. ¿Y no lo seremos todos? ¿No me habrán
dado un bebedizo?»

Unamuno/1917/p.70

El autor, esboza la idea de que se puede conocer a España desde su interior, porque
es a través del pueblo y no de la nación, la forma en la que se puede llegar a la
intimidad de España.

Así, el problema del hombre, constituyó el punto de partida del pensamiento de


Unamuno, quien consideraba que el hombre concreto, siempre tenía la libertad de
elegir. Trasladando esto a la novela, podemos observar que Joaquín vive con una gran
disyuntiva al tener que elegir entre vivir toda su vida con odio, resentimiento y envidia;
o poder buscar la salida para aplacar ese odio. Sin embargo, al leer la obra, sabemos
que el constante camino que sigue Joaquín es aquel que remite a vivir con odio.

Él personaje es médico, por lo que, en un momento es llamado para poder ayudar a


Abel, debido a que se encuentra muy enfermo. Él puede aprovechar esta situación
para dejarlo morir o bien, puede optar por salvarle la vida, sin embargo, decide no
dejarlo morir porque el odio y la envidia es lo que nutre toda su vida.

La misma disyuntiva tiene al decidir abandonar sus deseos por Helena, dejando que
sean felices y eligiendo el amor de su esposa Antonia, quien piadosamente soporta los
sentimientos de su esposo porque considera que se trata de una enfermedad; sin
embargo, Joaquín elije no hacerlo, volviendo a optar por el camino del odio. Podemos
pensar que, en este caso, tanto él como su esposa están atrapados en pasiones mal
sanas.

Como ya esbozamos, sabemos que Unamuno era un fiel creyente, por lo que las
invocaciones a Dios se hacen muy presentes en la obra. Por ejemplo, podemos
pensar en aquellos pasajes en los que Antonia le dice a su esposo que ellos también
podrán tener un hijo. Aunque, claro que los cuestionamientos hacia la existencia de
Dios, como ya fue postulado, se hacen notables en la obra.

-Y van a tener un hijo, Antonia...

-También nosotros le tendremos -le suspiró ella al oído, envolviéndolo en un beso-, no


me lo negará la Santísima Virgen, a quien se lo pido todos los días... Y el agua bendita
de Lourdes...

-¿También tú crees en bebedizos, Antonia?

-¡Creo en Dios!

-«Creo en Dios» -se repitió Joaquín el verse solo; solo con el otro-;

«¿y qué es creer en Dios? ¿Dónde está Dios? ¡Tendré que buscarle!»

Unamuno/1917/p.79

Por otra parte, podemos decir que, para Unamuno, Joaquín lleva la misma sangre que
Caín, y esa sangre es la misma que inunda a o toda España. Sangre que remite a los
ideales del odio, la envidia, los descontentos. Todo este odio de la sociedad española
va cada vez más en aumento, aumento que encuentra su punto culmine con la gran
guerra civil que ocurre unos años después de escrita esta obra.

Unamuno nos plantea la idea de que hay una última forma de salvación. Pero esa
salvación no es terrenal, sino que involucra cuestiones religiosas. Tal y como se
visualiza en el diálogo que mantienen Antonia y su esposo Joaquin:

Lo que Joaquín llamaba así en su Confesión fue que Antonia, su mujer, que le vio no
curado, que le temió acaso incurable, fue induciéndole a que buscase armas en la
religión de sus padres, en la de ella, en la que había de ser de su hija, en la oración.

-Tú lo que debes hacer es ir a confesarte...

-Pero, mujer, si hace años que no voy a la iglesia...

-Por lo mismo.

-Pero si no creo en esas cosas...

-Eso creerás tú, pero a mí me ha explicado el padre cómo vosotros, los hombres de
ciencia, creéis no creer, pero creéis. Yo sé que las cosas que te enseñó tu madre, las
que yo enseñaré a nuestra hija...
Unamuno/1917/p.117

Para finalizar, podemos concluir con la idea de que, al morir Abel, su amigo al fin se ha
librado de todo sentimiento de odio. Sin embargo, las pasiones están aun latente y se
han transformado en un gran sentimiento de culpa, que nos lleva a pensar en esos
aspectos del medievalismo que repercuten en las temáticas de los escritores de la
generación del 98. Joaquín no lo ha matado, sin embargo, el remordimiento que lo
aqueja es sumamente poderosos.

Culpa, remordimiento, pasiones... todos términos conectados con la religiosidad bíblica


y que se hacen tan presentes en esta obra, pero que también, representan el lado
oscuro de la sociedad española, de la época en la que se consolida la generación del
98, época en la que España se siente derrumbada, oprimida, desalentada y
devastada, con grandes sentimientos de libertad.

Bibliografía:

● ABEL SÁNCHEZ (1917) https://es.wikisource.org/wiki/Abel_S


%C3%A1nchez_(1917)?oldid=220110 Colaboradores: Anónimos: 1
● APUNTES DE LA CATEDRA, las vanguardias
● DE RIQUER, MARTIN (1972) historia de la literatura universal. Barcelona.
Planeta
● DE UNAMUNO, MIGUEL (1917) Abel Sánchez, historia de una pasión.
● GARCÍA LÓPEZ, JOSÉ. (1997)Historia de la literatura española. Edición visen
vives.
● POGORILES EDUARDO “Unamuno y sus paradojas” revista Ñ
● TORRES TORRES, José Manuel, “Joaquín Monegro: el vano intento de liberar
una pasión”, en Ogigia. Revista electrónica de estudios hispánicos, n.º 1, enero
2007, pp. 41 a 49. (http://www.ogigia.es)

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