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Escrito reflexivo en torno al texto de Duschatzky, S. y Birgin, A.

“Duschatzky,
Silvia y Birgin, Alejandra, compiladoras. ¿Dónde está la escuela?: ensayos sobre la gestión institucional en tiempos de turbulencia.
Buenos Aires: Manantial, 2001”

La escuela, tal y como la conocíamos se ha visto afectada enormemente por la pandemia


Mundial que atravesamos debido al covid-19 y a conducido a pensar nuevas maneras de ser y
estar en la ella, de configurar nuevos paradigmas, de repensar en lo organizativo, lo estructural y
las formas, pero también de las diferencias existentes entre la educación y lo escolar. Esto es lo
que se intenta plasmar en dicho escrito, a partir de la vinculación con las ideas de las dos
compiladoras citadas con anterioridad.
Duschatzky y Birgin (2001) han compilado algunas cuestiones, entre las que se plasman las
ideas desarrolladas por Blejmar, Benjamin en torno a: “la organización de resistencia a la
organización requerida”. Estas ideas platean que, a partir de pensar en las narraciones de
algunas instituciones educativas, podemos visualizar una educación existente que nos posibilite
pensar en la educación requerida. La información que se brinda no se trata como mera
descripción objetiva, sino por el contrario, está cargada de cuestiones subjetivas. Es a partir de
estos discursos subjetivos como podemos encontrar una lógica común, a pesar de que cada actor
tenga una percepción determinada sobre su institución. Entonces, si se quiere lograr una lógica
de la escuela será necesario indagar e integrar distintas miradas de las organizaciones existentes,
para poder ir camino a las organizaciones requeridas.
Blejmar, cita algunas consideraciones de Jaque quien, parafraseando, considera que una
organización requerida es aquella que sostiene el trabajo destinado a la producción de bienes y
servicios valorados, para satisfacer necesidades públicas y que se puedan realizar con eficacia.
Pero, que al mismo tiempo se den de tal modo que permita el trabajo mutuo, colaborativo y con
fortaleza en la confianza.
Hay indicadores que enmarcan la cuestión de la organización requerida y son aquellos que
miran hacia la comunidad, en las que encontramos servicios valorados que implican el
reconocimiento de la sociedad, satisfacer necesidades públicas y cumplir objetivos propuestos
para el logro de la eficacia. Sin embargo, también encontramos aquellos indicadores que miran
hacia las condiciones de trabajo, que son aquellos que implican la posibilidad de trabajar en
equipos, poder construir vínculos satisfactorios u operar en un espacio emocional de confianza.
Y es aquí donde Duschatzky y Birgin (2001) coinciden en que la escuela debería contar con un
proyecto claro y compartido, ser promotora de salud entre los miembros, operar con afectividad,
desplegar la capacidad de aprendizaje para sí misma, y con esto, me permito reflexionar en
torno a una Inter vinculación posible con la autora Florencia Blandoni en “Conflictos en la
escuela. Manual de negociación y mediación para docentes (2017), quien habla justamente del
clima escolar, porque si en la organización institucional pensada desde esta mirada los
planteamientos giran en torno a vínculos saludables, trabajo en equipo, eficacia y relación
emotiva y afectiva, esto afectará claramente y significativamente en los vínculos de los y las
estudiantes y en las formas de desarrollo de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
El relato que se va construyendo no solo nos interroga, sino que también se interroga a sí
mismo. Y en ese relato surgen muchas cuestiones, por ejemplo, si es bueno que el docente tenga
muchas horas, si es bueno que haya expulsiones, etc. Esto, demuestra que las escuelas en el
proceso en el que se desenvuelve nunca dejan de aprender. Y claramente podemos observarlo
al pensar a la escuela desde un nuevo escenario que es el que se presenta a partir de una
pandemia que implica pensar y repensarse, pero también pensar a la escuela como organización
atravesada por un cambio de paradigma profundo en lo que refiere a la enseñanza y aprendizaje,
pero también a los modos de habitar la escuela. “Es a partir de la ignorancia y del
conocimiento desde donde se construye el camino al saber”, dicen las autoras. Sin embargo,
desde mi perspectiva reflexiva considero que la palabra “Ignorancia” es sumamente fuerte
porque subjetivamente nos posiciona ante la perspectiva del desconocimiento absoluto y
considero que, aunque nadie esperaba una pandemia y una transformación tan profunda, desde
la escuela siempre se presentan situaciones en las que se crea y recrea la práctica institucional y
organizacional, por lo que, la postura de la “ignorancia” como camino al saber, me resulta
demasiado profundo.
En ese reinventarse, la escuela sigue siendo contenedora, sigue siendo afectiva, sigue
involucrándose en las cuestiones de la no exclusión, por eso sí coincido desde este punto cuando
las autoras dicen: “Solo en la explicación del contrato se podrá avanzar, integrando los nuevos
sentidos que se construyen sobre una lectura de mundo. Interpretando la demanda de ese
mundo a la organización y lo que ésta puede ofertar como posibilidad para ese mundo”.
Al mismo tiempo, la escuela representa muchos de los conflictos humanos que se quieren
representar. Así, la violencia, las nuevas configuraciones familiares, la resignación de las y los
estudiantes en cuanto a “para que hacer esto si no me sirve de nada y yo no sirvo para nada” se
hacen presentes, y esto se debe a que las escuelas están invadidas por el contexto, y es allí
donde se percibe una organización de resistencia.
Se trata de resistir en el presente para poder pensar en el futuro. Por ello es interesante pensar a
la escuela de la resistencia, como aquella que lucha para que las y los estudiantes no solo se
sientan reconocidos y no excluidos dentro de la organización institucional, sino que además
puedan encauzar camino hacia la participación misma, pero desde una mirada más integradora.
Es decir, no solo como un mero participante de la institución educativa sino como parte de ella
misma y de la construcción de escuela que se plantea en cada caso. Porque es claro que cada
escuela, más allá de que organizacionalmente tengan cuestiones en común, quizás referidas a las
cuestiones formales y pedagógica, lo cierto es que la identidad de cada escuela tiene una carga
subjetiva muy importante, porque es a partir de las huellas de quienes la transitan como se va
configurando en el imaginario social, cultural y contextual, pero sin dejar de lado como plantea
Blejmar que “La escuela no es la familia, es espacio social. Los vínculos se median por
intercambios en función de algún orden jurídico. Para el sujeto, para los alumnos, hay
derechos, pero también deberes”
Por otra parte, es muy interesante lo que plantea Graciela Frigerio respecto a la escuela y la
educación, porque la educación excede a lo escolar. Y esto es algo con lo que estoy sumamente
de acuerdo, dado que no son simplemente estructuras, sino que se desborda lo curricular. Esto,
está muy conectado con los planteamientos posteriores en los que me permití reflexionar acerca
de que son los sujetos que habitan cada institución educativa, los que de alguna manera
contribuyen a la conformación de la misma y de la identidad.
Para finalizar, me permito hacer la reflexión de que, en la actualidad, las instituciones
educativas están siendo atravesadas por la virtualidad generada a partir de la pandemia y desde
allí hay un gran desborde de lo institucional, porque la virtualidad ha hecho que todo se
resignifique, pero los actores siguen siendo los mismos, su contexto social y cultural también,
así como también, la forma en la que cada escuela maneja organizacionalmente la virtualidad y
lo simbólico. De todas maneras, sigue en pie la idea de que cada contexto social y cultural
afecta subjetivamente a la perspectiva de cada institución, a su forma de percibirla, pensarla y
repensarla. Es por ello que, claramente la educación desborda a la escuela porque va más allá de
meras cuestiones formales y organizacionales.
Bibliografía:

 Blandoni Florencia “Conflictos en la escuela. Manual de negociación y mediación


para docentes. Buenos Aires (2017)

 “Duschatzky, Silvia y Birgin, Alejandra, compiladoras. ¿Dónde está la escuela?:


ensayos sobre la gestión institucional en tiempos de turbulencia. Buenos Aires:
Manantial, 2001”

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