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2. Tutor de resiliencia
Durante la niñez, se trata por lo general de un adulto significativo que fomenta procesos
relacionales y participativos que ayudan a resignificar y transformar la situación de
riesgo/vulnerabilidad de forma saludable e integral. Se genera una cultura del cuidado y del
respeto cuando este adulto-tutor es empático, paciente, hace sentir seguros y queridos a los
NNA, ve los errores como una posibilidad de aprendizaje y fomenta la autonomía y la
autodisciplina. Desde la resiliencia los NNA son sujetos de derecho, por lo cual el tutor de
resiliencia los acompaña para que vuelvan a ser los protagonistas.
ESPERE
El objetivo de las escuelas de perdón y reconciliación es ofrecer herramientas a víctimas
que hayan sufrido algún tipo de abuso, que facilitan un proceso que ayuda a cicatrizar
secuelas del daño vivido. No se pretende borrar el pasado, sino que se comience a “reparar”
a partir de éste ahora en el presente y así cambiar su futuro. Se genera una cultura del
cuidado y del respeto cuando tomamos real conciencia que ESPERE no es una iniciativa
aislada, sino un aporte pedagógico a la cultura sostenida de paz. Se debe pasar de la cultura
del resentimiento a la cultura del perdón y reconciliación.
Desgaste laboral
Puede definirse como el agotamiento progresivo, a nivel físico y psicológico, asociado a la
demanda emocional propia del trabajo con personas en situación de necesidad, dependencia
o sufrimiento. Se manifiesta cuando hay cansancio físico y emocional, irritabilidad, tensión,
impotencia, frustración, desánimo y falta de motivación. Otros factores que nos muestran el
desgaste laboral son: serios trastornos en la salud física o psicológica, las licencias
reiteradas y la disminución del rendimiento laboral. Se puede generar una cultura del
cuidado y del respeto cuando se generan factores protectores que amortigüen los costos
emocionales propios del trabajo, en este caso, en el ámbito del abuso sexual, más aún en
contexto eclesial.
3. El texto de Pamela Chávez titulado “El daño y sus dimensiones”, presenta como tesis
central que para entender la real hondura y la temporalidad de la herida que padecen las
víctimas de abuso sexual intraeclesial, es necesario poner a disposición todos los recursos
de las ciencias humanas y sociales. Nos señala que la experiencia del daño encuentra su raíz
en la fragilidad y vulnerabilidad propias de la finitud de la condición humana. Por su
fragilidad, el ser humano es quebradizo y pasajero, sujeto a la enfermedad, al dolor y a la
muerte. Por su vulnerabilidad, se encuentra a veces en un estado particularmente indefenso,
desvalido o débil. Nos dice que la experiencia humana que llamamos “daño” tiene una
complejidad antropológica que merece ser reflexionada si queremos comprender lo que
sucede con los abusos en la sociedad y, en particular, en la Iglesia Católica. En suma, el
daño es una experiencia radical y el deber de no dañar se presenta como un mínimo
exigible.
Para la promoción de ambientes sanos, hay que tener en consideración que para contemplar
la magnitud demoledora del daño causado y sufrido por el abuso intraeclesial nos lleva a
preguntar si es posible o no la reparación. Constituyen condiciones de posibilidad de la
reparación social el reconocimiento con veracidad que nombra el hecho tal como es: por
ejemplo, “delito” y no “falta”. Otras condiciones son escuchar y atender a los denunciantes,
acoger a las víctimas como tales con empatía y no temer exigir justicia (intra y extra
eclesial).
4. Ahora que ya estamos finalizando el diplomado, debo decir que me ha gustado mucho el
hilo conductor de las temáticas abordadas en cada uno de los cursos. Los profesores nos
han iluminado con muchas cosas que no sabíamos o que realizábamos sin saber el nombre
en particular de cada acción. En especial, esta última parte del curso me pareció muy
relevante la responsabilidad social que tenemos ante el abuso sexual, la sanación para los
victimarios y la reparación de las víctimas de abusos sexuales. Dentro de los temas vistos,
me llamó la atención cuando hablamos de la resiliencia; sobre todo en el hecho que surge
gracias a la interacción del sujeto con su entorno social. De acuerdo con esto, vemos que la
Iglesia puede cumplir un rol importantísimo, pues la resiliencia necesita de contextos
comunitarios dentro de los cuales podríamos mencionar el ámbito pastoral.