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Revista de la

JUNTA DE ESTUDIOS
HISTÓRICOS
DE TUCUMÁN N° 17

Coordinadoras:
Elena Perilli
de Colombres Garmendia
SAN MIGUEL DE TUCUMÁN
Sara Peña de Bascary SEPTIEMBRE 2022
 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 

Revista de la
Junta de Estudios Históricos
de Tucumán
— N° 17 —
Septiembre 2022

Tucumán – República Argentina


 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Revista de la
Junta de Estudios Históricos de Tucumán

Nº 17
San Miguel de Tucumán, septiembre de 2022

Directora:
Sara Peña de Bascary

Comisión de Referato:
Mgr. Irene García de Saltor
Dra. Olga Paterlini de Koch
Dr. Facundo Nanni

ISSN 0327–1560

Junta de Estudios Históricos de Tucumán


C.C. 155 – (4000) San Miguel de Tucumán
Tucumán – República Argentina

Editoras:
Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia
Sra. Sara Peña de Bascary

Edición gráfica:
Gustavo Sánchez

Imagen de tapa: Alameda de Tucumán, acuarela de Ignacio Baz, 1846


Gentileza Lic. Sebastián Rosso – Archivo La Gaceta

Las opiniones y cuanto se dice en los trabajos publicados en esta revista


es de exclusiva responsabilidad de sus autores.

Derechos protegidos por Ley 11.723

Se terminó de imprimir en el mes de septiembre de 2022


en Artes Gráficas Crivelli S.A.
Caseros 1551, Salta, Argentina
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 

Sumario

Miembros de la Junta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
De la Revista de la Junta de Estudios Históricos . . . . . . . . . . . . 11

Artículos
Normas de edificación en San Miguel de Tucumán:
su incidencia en la definición de la forma urbana
entre 1897 y 1997 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
O lga P aterlini de K och

Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44


E lena P erilli de C olombres G armendia

Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834 . . . . . . . . 75


I rene G arcía de S altor

Cabildos, congresos y legislaturas: dinámicas institucionales


en Tucumán (1819-1824) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
G eorgina A bbate

Familia, poder y dinámica social en San Miguel de Tucumán


a fines del siglo XVIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
M aría L elia G arcía C alderón

¿Patria o Rey? Dilemas frente a la guerra de independencia


en el espacio sur-andino (1809-1825) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159
M arisa D avio
 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Los extranjeros del Lillo: científicos y profesores que


jerarquizaron la institución . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
F lorencio G ilberto A ceñolaza

Arquitectura andina tucumana. Antiguos puestos en el cerro


Muñoz, cumbres boreales del Aconquija, en el valle de Tafí . . . 202
F élix A lberto M ontilla Z avalía

Noticia sobre la fundación de la plaza Rivadavia en la


ciudad de Tucumán (1931) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 226
A gustín M aría W ilde

Memoria
Actividades destacadas de la Junta de Estudios Históricos
de Tucumán durante 2018 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 

Junta de Estudios Históricos


de Tucumán

— Comisión Directiva —
2021-2025

Presidente
Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia

Vicepresidente
Mgr. Irene García de Saltor

Secretaria
Dra. Sara Graciela Amenta

Prosecretario
Dr. Facundo Nanni

Tesorera
Arq. Marta Beatriz Silva

Protesorero
Dr. Félix Alberto Montilla Zavalía
 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Vocales
Dra. Olga Paterlini de Koch
Arq. Alberto Nicolini
Sra. Sara Peña de Bascary

Revisores de Cuentas
Dr. Pedro León Cornet
Dr. Florencio Gilberto Aceñolaza

Miembros de Número
Arq. Alberto Nicolini (1972)
Lic. Teresa Piossek Prebisch (1988)
Dra. Celia Terán (1988)
Sra. Sara Peña de Bascary (1988)
Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia (2001)
Dra. Olga Paterlini de Koch (2001)
Dra. Cristina López (2006)
Mgr. Irene García de Saltor (2006)
Arq. Marta Beatriz Silva (2006)
Dr. Félix Montilla Zavalía (2010)
Dr. Pedro León Cornet (2013)
Dra. Gabriela Tío Vallejo (2014)
Dr., Florencio Gilberto Aceñolaza (2017)
Dra. Sara Graciela Amenta (2017)
Dr. Facundo Nanni (2020)
Mgr. Cecilia Guerra Orozco (2020)
Dra. María Lelia García Calderón (2021)
Dra. Georgina Abbate (2021)
Dra. Marisa Davio (2021)
Lic. Gloria Zjawin Gentilini (2022)
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 

Miembros Fundadores de Número Fallecidos


Sr. Roberto Zavalía Matienzo
Prof. Enrique Kreibohm,
Prof. Jesús Natividad Medina de Lázaro
Prof. Antonio Serrano
Prof. Carlos M. Reyes Gajardo
Prof. Manuel García Soriano
Dr. Víctor E. Molina
Dr. Ramón Leoni Pinto,
Prof. Orlando Lázaro
Prof. Hilda Zerda de Cainzo
Dr. Ernesto Muñoz Moraleda
Prof. Rodolfo A. Cerviño,
Prof. Pedro José González
Prof. Teodoro Ricardo Ricci
Sr. Ventura Murga
Dr. Carlos Páez de la Torre (h)

Miembros de Número Fallecidos


Dr. Horacio W. Bliss
Prof. Luis Cano
Dra. Stella Maris Molina de Muñoz Moraleda
Lic. Severo G. Cáceres Cano
Fray Rubén González O. P.
Dr. Justino Terán Molina
Prof. Lucia Piossek Prebisch
Prof. Nélida Beatriz Robledo
Dr. Diego Lecuona
Dr. Armando Pérez de Nucci
10 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Miembros Correspondientes

— Tucumán —
Dr. Eduardo Berberián
Prof. Lucio Reales
Prof. Silvia Eugenia Formoso
Lic. María Florencia Aráoz de Isas
Prof. Olga Liliana Asfoura de Adad
Prof. María de las Mercedes Cerviño de Rodríguez
Prof. Marta Inés Zavalía
Dra. Beatriz Vitar Mukdsi
Dr. Agustín María Wilde
Dr. Emmanuel Parrado

— Catamarca —
Mgr. Gabriela de la Orden.
Lic. Marcelo Gershani Oviedo

— Mendoza —
Dr. Juan Carlos Marinsalda

— Salta —
Sr. Leandro Plaza Navamuel
Sr. Gregorio A. Caro Figueroa

— Santiago del Estero —


Dr. Antonio Virgilio Castiglione
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 11

De la Revista de la Junta
de Estudios Históricos

Con frecuencia es bueno acudir a la historia para ilustrar mejor la


importancia de un hecho singular. Se trata, en este caso, de una
breve reseña de la Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tu-
cumán, de la que presentamos un nuevo volumen.
Recordaba el doctor Carlos Páez de la Torre (h) cuando, en
el otoño de 1966, el entonces director del Archivo Histórico de la
Provincia, Roberto Zavalía Matienzo, y el profesor Rodolfo Cervi-
ño, decidieron la convocatoria a un grupo de historiadores. En un
amarillento papel, fechado el 26 de abril de ese año, invitaban a
una reunión en el viejo local del Archivo de calle 24 de Septiembre
al 800, para el martes 3 de mayo.
Brevemente, ese papel decía: «Los abajo firmantes, consideran-
do necesario reunir a los investigadores de nuestra historia regional
y nacional, domiciliados en Tucumán, en una asociación, y que en
nuestro medio lo que cabe es organizar la Junta de Estudios Histó-
ricos de Tucumán, invitamos a ustedes a una reunión para cambiar
opiniones, a los efectos de dejarla constituida».
La reunión se hizo, quedó creada la Junta y un mes más tar-
de fueron aprobados sus estatutos. La presidía Zavalía Matienzo,
el vicepresidente era Cerviño, y el secretario Ventura Murga. Los
Miembros Fundadores de Número eran un total de quince.
Ya no están con nosotros Roberto Zavalía Matienzo, Rodol-
fo Cerviño, Orlando Lázaro y su esposa Natividad Medina Toledo,
Carlos Reyes Gajardo, Pedro José González, Manuel García Soriano,
12 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Hilda Zerda de Cainzo, Ernesto Muñoz Moraleda, Stella Molina


de Muñoz, Víctor Eduardo Molina, Teodoro Ricardo Ricci, Ramón
Leoni Pinto, Ventura Murga, Justino Terán Molina, Nélida Beatriz
Robledo, Lucía Piossek Prebisch, Diego Lecuona y Carlos Páez de
la Torre (h). A todos ellos nuestro cálido recuerdo.
Un par de años más tarde, apareció la Revista. La dirigía Ven-
tura Murga. No había persona más adecuada para esa tarea. No
solamente tenía la infinita paciencia de recolectar los trabajos de los
no siempre diligentes colaboradores, sino que también, en aquellos
tiempos de la impresión en plomo, realizaba la minuciosa corrección
de las denominadas «pruebas de galera», expresión que hoy suena
a arcaísmo incomprensible.
Apareció pues el primer tomo, que contaba 178 páginas con
nueve artículos de historiadores tucumanos, esto además de in-
formaciones sobre las actividades de la incipiente institución y los
documentos constitutivos de la Junta, cuyo estatuto llevaba fecha
4 de junio de 1966. Se presentó en el salón de la Federación Eco-
nómica de Tucumán.
Y también creo oportuno recordar que nuestra Revista llegó a
publicar un «Boletín», en 1970. Apareció como un optimista «núme-
ro uno» —que quedaría como único— con un trabajo de Bernardi-
no Calvo, que se titulaba «El librecambio porteño y las economías
provinciales».
En realidad, puede decirse que la cifra de 17 números aparenta
ser muy poca para cincuenta y seis años de existencia de la Revista.
Mucho tienen que ver, con esa escasez, los crónicos apuros finan-
cieros de nuestra institución, en aquellos años en que editar era
mucho más costoso que hoy. Era muy raro encontrar sponsors.
Creo también justo consignar que la revitalización de la Revista
se debió al doctor Ernesto Muñoz Moraleda. Él quiso terminar con
un paréntesis que se había extendido durante casi 20 años, de 1974
a 1993, y movió cielo y tierra para que la publicación no quedara
interrumpida definitivamente. Desde entonces, pudimos editar con
intervalos que no pasaron de 1 ó 2 años.
Hoy, renovada la Comisión Directiva, ha elegido para desem-
peñar esta tarea, tan bien realizada por Murga, a la Sra. Sara Peña
de Bascary. Nos proponemos, sin dejar de lado la línea de los fun-
dadores algunas modificaciones de diagramación que la harán más
atractiva a los lectores.
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 13

Al igual que en el primer volumen, en el número 17, se publi-


can 9 trabajos muy bien documentados, que reafirman el objetivo
inicial de fomentar el conocimiento de la historia de Tucumán, en
diversos aspectos. Todos los autores son miembros de la Institución.
Sacar este nuevo número fue un esfuerzo entusiasta que expre-
sa un firme propósito de seguir adelante en constante superación.

Elena Perilli de Colombres Garmendia


— Presidente
14 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 15

Normas de edificación en
San Miguel de Tucumán: su
incidencia en la definición de la
forma urbana entre 1897 y 1997

Olga Paterlini de Koch*

Introducción

L a ciudad es un objeto de estudio de gran complejidad espacial


y social; sus atributos históricos han abarcado el intercambio
comercial, la especialización funcional, el desarrollo de la intelectua-
lidad, la concentración demográfica en un territorio edificado, la he-
terogeneidad social y cultural de la población.1 En este proceso, es
objeto de una gestión inagotable que se propone dar respuesta a
un continuo proceso de influencias, de intercambios, a menudo de
contraposiciones; por esto mismo, el conocimiento de la ciudad se
transforma también en un proceso inagotable.
Geógrafos, urbanistas, sociólogos, historiadores, entre otros,
han trabajado en esta dirección, en muchos casos multi o interdis-
ciplinariamente; así, los estudios urbanos se nutren de fuentes de
información de comparable diversidad que incluyen descripciones,

* Olga Paterlini de Koch. Doctora. Arquitecta. Miembro de Número, vocal de la Junta


de Estudios Históricos de Tucumán.
1
A rturo A lmandoz , Entre libros de historia urbana, para una historiografía de la
ciudad y el urbanismo en América Latina, Ed. Equinoccio, Universidad Simón Bolívar, ISBN
980-237-238-2, pág. 27.
16 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

estadísticas, leyes, catastros, ensayos de escritores, de periodistas,


fotografías y postales, cartografía y planimetría, para citar algunas.
Desde la arquitectura y el urbanismo, es la ciudad misma el valioso
texto de referencia.
La forma urbana heredada ha adquirido en las últimas décadas
una importancia especial para el diseño arquitectónico generando
una corriente —el contextualismo— en la que no sólo tiene relevan-
cia un edificio en particular sino con el contexto que lo acompaña,
es decir, el edificio singular y la arquitectura de acompañamiento. El
primero surgió sin restricciones normativas, resolvió en su momento
problemas nuevos de la evolución social y fue marcando tenden-
cias en el campo del quehacer arquitectónico; refiere, en general a
los edificios del Estado, la iglesia o las asociaciones comunitarias;
este acervo cultural heredado, por sus destacadas características,
permite, en la ciudad actual definir las Áreas de Valor Patrimonial
y los Paseos Históricos.
La arquitectura de acompañamiento —también reconocida como
arquitectura menor o modesta— es soporte de lo singular y otorga
compacidad a la manzana; construida en Tucumán en las últimas
décadas del siglo XIX y hasta 1930 aproximadamente, fue la edifi-
cación que los particulares erigieron parcela a parcela, en muchos
casos, de forma casi serial. Estas construcciones se realizaron y se
realizan, ajustándose a las normas de edificación vigentes en el
momento de su producción y destacan por la formación de conjun-
tos que otorgan densidad a la forma urbana constituyendo áreas
extensas expuestas a la sustitución y la reutilización; la interven-
ción en estos sectores facilita la revitalización de sectores urbanos
completos. El edificio en altura ha distorsionado la idea de acom-
pañamiento.
El edificio singular y esta arquitectura menor conforman el
llamado tejido urbano. Sus características re-presentan una sucesión
de ideas, elecciones y valoraciones adoptadas por las distintas ge-
neraciones que lo fueron materializando; así, las normas que han
regulado la producción edilicia de los privados están presentes en
la ciudad contemporánea a través de la arquitectura construida; el
diseñador en su actuación, toma decisiones para localizar su nueva
forma en un lugar que ya tiene forma, pues ésta que pertenece al
pasado, es un permanente presente.
La norma municipal fue determinante en el construir ciudad;
su estudio histórico es el objetivo de esta investigación; el trabajo
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 17

expone las características que fue decantando la ciudad entre 1897


y 1997 y las modificaciones del marco normativo en el tiempo, a
veces como respuesta al crecimiento de la población, otras para
adecuarlo a la evolución de las ideas urbanísticas o para generar
un marco propicio al desarrollo inmobiliario, lo que no siempre
ha resultado beneficioso. Se han seleccionado los reglamentos, or-
denanzas y códigos que tienen carácter integral, con alcance para
ordenar la relación entre el sector público y los particulares en to-
dos los temas vinculados a la edificación privada. Bien se sabe que
existe, además, un sinnúmero de normas sectoriales, particulares,
específicas, que regulan temáticas determinadas y orientan sobre la
vida en la ciudad; en este caso, se analiza la legislación que refiere
a la edificación. El trabajo ha avanzado respecto de estudios reali-
zados con anterioridad; si bien se parte de los mismos, se incluyen
los Códigos de Planeamiento Urbano y lo referido al patrimonio
urbano-arquitectónico.
Cabe destacar que, en más de 370 años de evolución en su
sitio actual, San Miguel de Tucumán ha multiplicado la planta ur-
bana hasta ocupar la casi totalidad de los 90 km2 de su territorio;
hacia 2005, la ciudad había incrementado su población unas 1.752
veces; 2 si bien la expansión en superficie resulta mensurable, no es
posible evaluar del mismo modo la multiplicación en vertical que
va sustituyendo la edificación existente. El estudio de las normas
permite observar una continua flexibilización de las alturas per-
mitidas y de la ocupación de la parcela, especialmente en el área
fundacional y en su zona inmediata; al mismo tiempo, existe una
importante tendencia de la población a permanecer en la llamada
Área Central. Esto indica que una importante acción edilicia tendrá
lugar en el futuro en el tejido construido en esta zona; de su cono-
cimiento y valoración dependerá la consolidación o des-valorización
de nuestra identidad urbanística.

2
Jorge, Grimaldi, «Estudio sobre la población realizado para la Municipalidad de San
Miguel de Tucumán», 1994, inédito.
18 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

El marco normativo urbanístico entre 1897 y 1997;


normas estudiadas

Hacia 1897, fecha en que se define la primera legislación muni-


cipal urbana con carácter integral, estaba construido un buen nú-
mero de los edificios representativos de San Miguel de Tucumán.
La Ordenanza reglamentaria de construcciones de 1897, se prepara
con el fin de regular la obra de los particulares u obra privada y,
conjuntamente con otras cuatro legislaciones de carácter integral
—el Reglamento general de construcciones de 1911, la Ordenanza
general de construcciones de 1930, el Código de Planeamiento Urbano
de 1978 y el Código de Planeamiento Urbano de 1998— ejercerán
su influencia en la edificación que se concreta parcela a parcela
durante aproximadamente cien años, resultando determinantes en
la conformación de la imagen urbana del San Miguel actual.3

La ciudad construida hasta 1897 y la ciudad ideal


de la legislación

Fundada en 1565 en el sitio de Ibatín y trasladada en 1685 al de


La Toma, la ciudad se desarrolló con la estructura de trazado del
origen: una cuadrícula de manzanas de 166 varas y plaza al centro,
calles de 12 varas y calles de ronda de 24 varas; en 1821, Felipe
Bertrés extendió este trazado a todo el ejido urbano. En los años de
1930, se incorporó como patrón de urbanización la manzana rec-
tangular y el pasaje. A esa fecha, la estructura vial ya había sumado
otros tipos de diseño para las vías de comunicación: la calle de 20
varas para la zona más allá de las rondas en 1872 y el boulevard
de 30 metros a fines de 1870, enmarcando el área de expansión.
Las decisiones del momento de la fundación y las que se adoptaron
con posterioridad, como la centralidad y la distribución jerarqui-
zada de los usos urbanos, determinaron un tejido urbano con dos
sectores claramente definidos: el casco fundacional y el casco liberal
o ensanche, identificados en conjunto como Área Central, a partir
de la Ordenanza General de Construcciones de 1930.

3
Olga Paterlini de Koch, San Miguel de Tucumán 1850-1920: La gestión de la ciudad,
Tesis Doctoral. Universidad Nacional de Tucumán, 2006. Inédita.
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 19

La creación de la Municipalidad en 1868, significó el desarrollo


orgánico de actividades vinculadas a la construcción y el desarrollo
urbano; las medidas dispuestas por la Comisión de Obras Públi-
cas eran puestas en práctica por la Oficina de Ingenieros, aunque,
cerrando los años 90, no se había sancionado una legislación que
considerara el desarrollo de la ciudad en forma integral; el espí-
ritu de las normas en vigencia revelaba un carácter correctivo de
situaciones existentes antes que una previsión hacia el futuro. Este
vacío vino a cubrirse con el Reglamento General de Construcciones
de 1897. Para esa fecha, la ciudad tenía según el Censo Nacional
de 1895, casi 34.297 habitantes urbanos4 localizados en el casco
fundacional y el área del ensanche, las 252 manzanas enmarcadas
por los bulevares; de ellas sólo 115 estaban edificadas y se habían
trazado seis nuevas plazas, todas en la zona de expansión.
En el casco fundacional estaban construidos los edificios de-
finitivos de la Catedral, la iglesia de San Francisco, la Legislatura
Provincial, la iglesia de Santo Domingo, el teatro Belgrano; en 1845
se había remodelado el Cabildo. En el casco liberal se construían
las estaciones del ferrocarril Central Córdoba, la del Noroeste Ar-
gentino, la del San Cristóbal y la del Buenos Aires y Rosario. Esta
arquitectura singular se concreta sin restricciones respecto de su
volumen edificatorio y en el tejido resultante predominan sus torres
y cúpulas con alturas de edificación de 23 a 35 metros; los cuerpos
de edificación alcanzan niveles entre 14 y 18 metros como en la
Legislatura (16.00m) y las estaciones del ferrocarril (entre 15.00
y 19.00 metros).
La arquitectura de acompañamiento se manifiesta integrada en
su mayoría por viviendas a patios, casas chorizo, viviendas-negocio
o casas de altos con miradores, los que conforman un cuerpo que
oscila entre 5.00 y 8.00 metros promedio (Casa Histórica, 7m); la
arquitectura alcanza por excepción los 12 metros por el mirador
(casa López Mañán).5 La particularidad de los edificios singulares
se manifiesta también en la localización respecto de la línea mu-

4
Paulino Rodríguez Marquina, Anuario estadístico de la Provincia de Tucumán, 1895,
pág. 105.
5
Carlos Ricardo Viola, «Inventario del Patrimonio en el Área Central de San Miguel
de Tucumán», Municipalidad de San Miguel de Tucumán, en Bases Técnico-legales para el
Área de Arquitectura Especial de San Miguel de Tucumán, Comisión Nacional de Museos y de
Monumentos y Lugares Históricos y Municipalidad de San Miguel de Tucumán, 1992. Inédito.
20 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

nicipal; algunos están retirados generando espacios de transición


entre lo urbano y el interior y en ciertos casos, se delimitan con
rejas o permanecen abiertos. Ese patrón no se transfiere en esta
etapa a las viviendas, ya que ni los zaguanes con sus puertas-cancel
quiebran la edificación compacta que debe hacerse sobre la línea;
su homogeneidad estaba lejos de constituir una realidad, como lo
revela el mensaje del Director de Obras Públicas del municipio que
manifiesta la necesidad de adoptar de una vez un plano determinado
que indique los puntos de cada calle sobre qué basarse la delineación
de ella, porque la ordenanza que al respecto existe es completamente
defectuosa y puede dar lugar a errores.
El Reglamento General de Construcciones de 1897 va a legis-
lar sobre la estructura urbana sólo en lo que respecta al ochavado
(art. 43) y aclara que, en las construcciones que están fuera de línea
no pueden hacerse obras de mejora porque prolongarían la duración
del edificio en esta situación (art. 18); no existe en la norma es-
pecificación que refiera al parcelamiento. El trazado de las calles
del ensanche ya está regulado por la ley provincial de 1872; de
acuerdo con ella, el casco fundacional y el casco liberal presentan
características y potencialidades diferentes para obtener armonía y
proporción entre la arquitectura y el ancho de la calle. Esta lectura
se refleja al definir las características de la norma: una altura de
edificación que no exceda los 15 metros para las calles angostas y
veinte metros para las anchas si se construye a plomo de línea (art.
26); cuando la construcción se retira, la altura puede incrementarse
en un valor similar a la mitad del excedente del ancho de la calle,
siempre que no supere los 20 metros para el casco fundacional y
los 25 metros para el área nueva.
Las plazas se consideran elementos especiales permitiéndose
construir en su entorno con alturas similares a las del ensanche
(art. 27); ello incentiva la radicación de la población alrededor de
los nuevos centros barriales. Las alturas definidas tienden a mante-
ner el predominio de los edificios singulares que pueden construirse
por fuera de la norma, aunque no lo hicieron (art. 28).6
Las alturas de edificación que permite la norma resultan de
generosa previsión respecto de las necesidades de la población;

6
Distintas obras de arquitectura, particularmente viviendas, que construyeron los parti-
culares de acuerdo a la norma, fueron reconocidas posteriormente como edificios singulares,
categorización que conservan hasta el presente.
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 21

se propone una ciudad de planta baja y tres niveles para el casco


fundacional y de planta baja y cuatro niveles para el liberal; al
mismo tiempo, el Censo Nacional de 1895 revela que el 98% de
las construcciones es de una sola planta, el 1.5% de planta baja y
un piso y el 0.5% de planta baja y dos pisos.
Otros elementos relacionados con la imagen del edificio ten-
drán también su efecto en el paisaje; se trata del tratamiento de
las fachadas en las que se señalará con la mayor exactitud la línea
divisoria con las propiedades contiguas y cuando no fuese posible por
medio de la decoración exterior, señalando en la vereda (art. 49); de
esta forma queda identificado el catastro parcelario en la imagen
urbana. También se prohíbe blanquear o pintar de blanco el frente
de los edificios, debiendo ser siempre de color, con excepción de las
cornisas, molduras, etc., por simple ornato (art. 55). En relación
con los miembros de la arquitectura, las cornisas, los balcones (art.
46 y 47) o toda saliente que manifiesten los edificios, no podrán
construirse por debajo de los 3.50 metros ni volar más allá de 1.10
metros. Se prohíbe terminantemente colocar letreros de relieve o
pintura en los frentes de las casas (art. 51) y los toldos deberán
colocarse a una altura mayor de 2.50 metros y a 0.20 metros del
cordón de la vereda (art. 55).
Las características del tejido urbano resultante dependen tam-
bién de las decisiones adoptadas para la ocupación de la parcela, el
diseño de los locales y las relaciones entre los mismos. Tratándose
de casas a patios es importante la regulación de distancia entre
locales habitables, la que se establece a una distancia mínima de
la tercera parte de la suma de la altura de ambas (art. 34). Todas
las piezas destinadas a habitación se consideran locales habitables,
deben recibir luz y aire directamente y tener una altura no menor
de 4 metros en planta baja y de tres metros en los pisos altos (arts.
36 y 38). No está permitido cubrir los patios de las casas con vidrios
u otras clases de cubiertas que impidan la ventilación y la luz de los
locales habitados (art. 38)
La legislación no hace referencia a los usos del suelo; sólo
distingue a las casas de vecindad y conventillos estableciendo un
capítulo especial para ellas (arts. 95 y 96) y orienta la radicación
en la planta urbana según los materiales empleados para la cons-
trucción.
Esta es la época en que se habla de construir edificios de nueva
planta, de reedificar, refaccionar o modificar los ya construidos, en
22 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

que se consideran la solidez y la higiene y el ornato y en la cual el


estilo arquitectónico y la decoración pueden ser arbitrarios siempre
que no afecten el decoro público; este efecto no se producirá porque
las construcciones responden a las tendencias derivadas del clasi-
cismo, las que tienen sus propias reglas y aseguran un resultado
arquitectónico controlado en sí mismo. Sólo se legisla sobre el tipo
de materiales debiéndose emplear el material cocido asentado en cal;
el barro se permite fuera del radio de las calles ensanchadas. Para
las instalaciones se especifica lo relativo al traslado del agua a los
aljibes, definiéndose que deben ser de barro cocido bien vidriado,
de concreto o de fierro fundido.
Los autores materiales autorizados tanto para el proyecto como
para la dirección de las obras, deben estar diplomados en alguna de
las carreras profesionales que comprende la ingeniería civil; se men-
ciona a los ingenieros-arquitectos, a los constructores y maestros
de obras. Los proyectos se presentan siguiendo el tipo de represen-
tación, la escala y la simbología especificados para los planos, así
como una memoria explicativa; en los casos de importancia se exigirá
los cálculos de resistencia (art. 2). Desde el municipio, la Oficina de
Ingenieros es la encargada de la supervisión de los proyectos y de
las obras.
Los edificios que se construyen como resultado de la aplicación
de la Ordenanza de 1897 se ajustan a sus lineamientos principales,
incluyendo los singulares. Se verifica así la norma, por ejemplo, en
la Casa de Gobierno, frente a la plaza, que adopta la altura máxima
permitida para el sector: 25 metros; sobre calles no ensanchadas:
el Convento de San Francisco, la Sociedad Sarmiento, la Sociedad
Española; los bancos Nación, Francés y Español, el Banco de la
Provincia (sede actual del Museo Provincial de Bellas Artes) y vi-
viendas como la de Eudoro Avellaneda, la Casa Remis son ejemplos
de la aplicación de la Ordenanza. En el casco liberal o área de calles
ensanchadas se ajustan la iglesia de las Hermanas Josefinas es uno
de los casos y en los bulevares, el conjunto de Hotel Savoy, Casino
y Teatro San Martín (inaugurado en 1912 cuando ya estaba vigente
la norma de 1911), las iglesias de San Roque, de Santa Catalina de
las Hnas. Dominicas y el Palacio Episcopal.
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 23

San Miguel de Tucumán, perfil de la ciudad hacia 1910.

Primer Banco de la provincia de Tucumán, 1905.


24 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

La ciudad que propone el Reglamento General


de Construcciones de 1911

Catorce años después se realiza un nuevo reglamento general. Con


relación al trazado de la ciudad se confirman las dimensiones de
las vías del ensanche en 17.32m y las de las avenidas y caminos
principales en 30 metros (Cap. XVII, art. 177). Se modifica el ocha-
vado llevándolo a 5.65 metros y con ello se inicia un procedimien-
to que se mantendrá en el tiempo: la variación de las decisiones
adoptadas con anterioridad; su consecuencia es la opuesta a la
regularización que busca la norma y se traduce en la promoción
de la heterogeneidad geométrica; se regulan elementos como el
tipo y el ancho de las veredas, distinguiendo las del perímetro de
la plaza Independencia.
La norma de 1911 determina para las calles no ensanchadas,
alturas menores a 18 metros, para las ensanchadas y los bulevares,
27 metros (art. 45) sobre los que pueden colocarse techos con bo-
hardillas a la Mansard. Si la edificación se retira de la línea, podrá
exceder la altura anterior en igual medida de la distancia de esa línea,
pero no pasará de 30 metros (art. 47).
La plaza Independencia y sus ochavas son objeto de un trata-
miento especial pues se introduce el concepto de altura mínima;
se fija en 13 metros, lo que representa una forma edilicia de plan-
ta baja y un piso. Se induce así hacia la definición de un marco
armónico para el tratamiento de los límites del principal paseo
público, distinguiéndolo de las otras plazas. El perfil urbano resul-
tante indica previsiones de menor altura para el espacio-salón de
la plaza principal, alturas intermedias para el casco fundacional y
alturas mayores para el casco liberal y sus bordes, los bulevares,
demostrando una actitud de búsqueda de equilibrio entre el ancho
de la vía y las alturas posibles. De acuerdo a esta norma, la ciudad
elevará todos sus niveles en un piso o dos, según el caso, incre-
mentando considerablemente las posibilidades de alojamiento de la
población en el Área Central.
Hacia 1914, de acuerdo al Censo Nacional, la población ur-
bana del Departamento Capital es de 91.216 (Censo Nacional de
1914); en el período intercensal 1895-1914 casi se ha duplicado
influenciada por la política inmigratoria desarrollada para el país.
Las previsiones que se adoptan son más que generosas para una po-
blación que tiende a radicarse urbanizando al mismo tiempo nuevas
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 25

zonas del territorio municipal. Probablemente las decisiones para


las alturas de edificación estén también animadas por las noveda-
des de las técnicas constructivas cuya práctica se ha difundido en
el medio; se dedica, por ejemplo, un capítulo completo (Cap. VII)
a las construcciones de fierro y cemento armado, además del regla-
mento especial aprobado por la Dirección de Obras Públicas al que
deben ajustarse.
Una nueva tendencia se manifiesta en la ciudad: los edificios
singulares van perdiendo su rol como hitos urbanos por la altura
que va desarrollando la edificación privada o de acompañamien-
to que evidencia escasa predisposición a compatibilizar con lo ya
construido. El estilo arquitectónico y decorativo de las fachadas es
libre en cuanto no se oponga al decoro público, a la estética y a las
reglas del arte (Cap. IV, art. 51); deben estar revocadas en el radio
de las cuatro avenidas (Cap. IV, art. 50) al igual que las medianeras
(art. 52); se mantiene la prohibición anterior de blanquear o pintar
de blanco el frente de los edificios o cercas, debiendo ser siempre de
color o tintas atenuadas (art. 56).
La norma consolida lo que se había legislado en 1897: dos
áreas homogéneas bien diferenciadas que tienen vinculación es-
trecha con la estructura de trazado; el casco fundacional se man-
tiene como un área «seca», de veredas angostas con la vegetación
contenida en el interior de cada parcela. En cambio, en el área de
expansión, y de acuerdo con la Ley provincial de 1872, las veredas
de cuatro metros permiten forestar el espacio público, actitud que
la comuna desarrolla con insistencia a partir de 1870. El efecto que
producen las especies adoptadas para los distintos lugares del mu-
nicipio (naranjos, plátanos, tarcos o jacarandás, tipas y lapachos)
por calidad y jerarquía de las especies, es altamente satisfactorio
y permite imaginar que por esta fecha han alcanzado un cierto
desarrollo introduciendo equilibrio a la percepción de la forma ur-
bana. El rol protagónico de las fachadas se preserva controlando
elementos como toldos, salientes, balcones y otros nuevos como las
marquesinas con cubiertas de cristales (art. 153).
Al igual que en la norma anterior, las funciones urbanas no
son consideradas como un tema especial; sólo se restringe la ra-
dicación de ciertas actividades como las panaderías, caballerizas,
corralones, tambos (Cap. XI); se hacen previsiones especiales sobre
los teatros y cinematógrafos (Cap. XII) influenciados probablemente
por la necesidad de controlar los dos que se están terminando ya
26 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

por estos días, el teatro Odeón y el Alberdi inaugurados en 1912,


los edificios más importantes vinculados al esparcimiento aún en
la actualidad.
También se desarrolla el tema de casas de vecindad y conventi-
llos (Cap. X, arts. 100 a 103); hacia 1914 las viviendas eran 15.000
(75% casas construidas con ladrillos, 15% de madera, 6% ranchos
de paja y el resto carpas y tinglados; las casas de adobe no llegaban
al 1%) y había 193 inquilinatos y 124 conventillos.7
Los profesionales actuantes tendrán a partir de esta norma,
jerarquía acorde al tipo de obra a construir; están habilitados para
todo emprendimiento los ingenieros civiles o arquitectos diplomados
o aquellos revalidados por una Facultad Nacional. Los constructores
con diploma expedido por la Municipalidad o diplomados como
Maestros mayores por la Escuela Industrial de la Nación, son res-
ponsables de las construcciones de planta baja y un piso alto (Cap.
I, arts.1 y 2). El Departamento de Ingenieros controla las obras y
el Departamento de Obras Públicas aprueba los planos.
El Reglamento General de Construcciones de 1911, con pocas
modificaciones posteriores, incide en la producción arquitectónica
durante 19 años. Ejemplo de ello son, frente a plaza Independencia
tres viviendas tipo petit-hotel, la casa de Luis F. Nougués, la casa
Cainzo, ambas del ingeniero-arquitecto José de Bassols, con alturas
entre 16 y 18 metros respectivamente y bohardillas a la Mansard,
en el caso de la primera sólo como elemento decorativo y en la
segunda para localizar allí las habitaciones del servicio; a ellas se
suma la de Serafina R. de Nougués (1920). Los edificios de este
sector manifiestan la tendencia a construir en planta baja y dos
niveles (caso de las viviendas mencionadas), del nuevo Banco de
la Provincia, del Hotel Plaza o del Jockey Club. Sólo permanece en
el marco de los requisitos mínimos la Casa Frías Helguera remode-
lación de una casa existente en estilo neocolonial.
En las calles angostas se construyen varios edificios impor-
tantes: diario El Orden, Correos y Telégrafos, Escuela Normal de
Varones y Mujeres, Hotel Congreso. En las calles ensanchadas los
edificios son en general más bajos, invirtiendo la intencionalidad
de la legislación que orientaba que, a mayor ancho de calle, mayor

7
Miguel Marranzino, en Breves contribuciones del Instituto de Estudios Geográficos.
Universidad Nacional de Tucumán, 1988, pág. 34.
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 27

Jockey Club y Hotel Plaza.

Banco de la Provincia de Tucumán (1927).


28 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

altura de edificación. Este nuevo criterio, surgido de la práctica, es


el que ha prevalecido. Los colegios Padre Roque Correa y Sagrado
Corazón, son dos ejemplos que reflejan el uso correcto de la norma.
En estos años la ciudad tiende a afianzar la construcción en planta
baja y uno o dos niveles, plasmando la forma urbana que se había
buscado en 1897.
Un balance de las normas de 1897 y 1911 —que influencian
la construcción de la ciudad por espacio de treinta y tres años—
permite observar la tendencia a alentar su desarrollo en altura,
proponiendo posibilidades muy superiores a las necesidades de la
población; al mismo tiempo las nuevas urbanizaciones se materia-
lizan sin normas explícitas por parte de la comuna. Las fachadas,
configuradoras del espacio-calle tienen un alto grado de condicio-
namiento, pero el uso de la parcela se plantea con escasas res-
tricciones exigiendo porcentajes de espacios libres en relación con
las dimensiones del terreno. No se definen tipos de edificios, sólo
alturas, líneas y número de pisos. Los usos urbanos tienen libertad
de localización; se legisla con precisión para ciertos usos, pero con
regulaciones pertinentes a un código de edificación.

La Ordenanza General de Construcciones


de 1930

Durante casi cincuenta años, un extenso período para la aplica-


ción de una norma, la población de la Capital crece de 100.080 8
a 395.373 habitantes. 9 Las corrientes arquitectónicas practicadas
a comienzos de estos años —Renacimiento Colonial, Art Déco y
Movimiento Moderno— van siendo paulatinamente reemplazadas
por el estilo internacional, el nuevo brutalismo o el industrialismo,
por ejemplo, y con ellos se inserta en forma definitiva el edificio
en altura.
La Ordenanza General de Construcciones de 1930 legisla, en
general, para todas las calles cuyo ancho es menor a 18 metros. Esta
decisión quiebra la tradicional y adecuada distinción entre casco

8
A ntonio C orrea , Geografía de la Provincia de Tucumán, Universidad Nacional de
Tucumán, 1925, pág. 96.
9
Miguel Marranzino, op. cit, pág. 46. Datos para 1980.
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 29

fundacional (calles de 10.30 metros) y casco liberal (calles de 17.32


metros) de las normas anteriores. Para las 252 manzanas, que a
partir de este período se identificarán como Área Central, se legisla
la altura de edificación en 18m con un máximo de un 20% más:
21,60m. (art. 61). Se incorpora la idea de un plano límite que no
puede ser superior a un tercio de la altura máxima y es posible
alcanzarlo si la construcción se retira siguiendo un ángulo de 60
grados (art. 65). Con ello, un edificio del Área Central puede llegar
a los 28.80 metros, mientras la altura promedio de las construccio-
nes existentes es de 10 a 12metros, medida que acentúa el quiebre
del paisaje urbano. En el sector de plaza Independencia la altura
mínima se incrementa a 16 metros, lo que en la práctica había sido
la tendencia. El edificio de la Caja Popular de Ahorros representa,
en 1939, la altura máxima y el remate escalonado hasta el plano
límite como lo prevé la norma de 1930.
La nueva unidad ambiental es ahora la zona de calles con
ancho mayor a 18 metros; surge así, para las rondas de 1685, la
posibilidad de tener un desarrollo diferente en respuesta a su par-
ticularidad (24 varas, 20.78 metros) ya que las construcciones pue-
den alcanzar alturas máximas de 24 metros y de 32 hasta el plano
límite. Aplicando los mismos criterios, en las avenidas las alturas
permitidas resultan de 36m máximos y 48m con el retiro (art. 63).
Es posible construir sobre las alturas máximas empleando techos
inclinados siempre que estén cubiertos de pizarras, tejas, mayólicas, u
otro material apropiado (art. 66). Las decisiones adoptadas afectan
definitivamente la percepción de los edificios singulares construidos
con anterioridad, perdiendo toda oportunidad de actuar como hitos
o signos de quién habita en la ciudad.
La aparición del edificio en altura exige un desarrollo al tema
de los patios. Se prevén espacios libres, patios reglamentarios y pozos
de aire y luz. Los patios reglamentarios deben tener como mínimo
6m2, ya que es a través de ellos que llega el aire y la luz a los lo-
cales habitables (art. 73); por eso mismo está prohibido techarlos
con claraboyas de vidrios o cristales.
Este criterio y las nuevas corrientes de diseño van a incidir
en la organización del edificio: ante alturas similares, en el marco
de los reglamentos de 1897 y 1911 la arquitectura se resuelve en
planta baja y dos niveles apelando a grandes remates superiores
(Hotel Congreso, Hotel Plaza, Jockey Club) mientras que, por las
posibilidades que ofrece la norma de 1930, el edificio de departa-
30 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Calle San Martín al 400.

mentos de La Continental pudo organizarse en planta baja y siete


niveles.
La expresión de la arquitectura o decoración de las fachadas
(cap. IX) queda condicionada por la obligatoriedad de revocar los
frentes, salvo excepción, y el estilo arquitectónico y decorativo es libre
en cuanto no se opongan al decoro, a la estética y a las reglas del
arte. Estas recomendaciones resultan comprensibles tal vez para los
años en que se redacta la norma y cuando todavía quedan vestigios
de la influencia académica, línea en la que arquitectos y construc-
tores actuantes han sido formados, pero, a medida que transcurren
los casi cincuenta años de vigencia de la legislación, la regulación
pierde el contenido inicial.
Los cambios en la arquitectura no se manifiestan en una dis-
tinción explícita de tipos de edificación; la norma sólo se refiere
a casas de departamento en reemplazo de las casas de vecindad;
las antiguas construcciones de pequeñas unidades de habitación
aglomeradas en horizontal en una parcela, son reemplazadas por
el edificio de departamentos donde las unidades se agrupan en
vertical; para él surgen una serie de nuevas consideraciones. Los
llamados conventillos se identifican a partir de 1930 como casas de
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 31

Caja Popular de Ahorros de Tucumán.

inquilinato y están particularmente legislados. Los edificios públicos,


de residencia o comerciales se distinguen al sólo efecto de implemen-
tar la protección contra incendios (Cap. XV, art. 155).
El balance de estos cincuenta años muestra un fenómeno cu-
rioso en el Área Central: por un lado, se van sustituyendo las anti-
guas construcciones con edificios destinados a comercios en planta
baja y uno o dos niveles de viviendas, y por el otro, el edificio en
altura se inserta apelando a soluciones de planta baja y ocho, diez
32 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

o doce niveles en parcelas que habían llegado a subdividirse hasta


los 8.66 metros de frente. Esas eran las posibilidades que dejaba
abiertas la legislación diseñada en 1930, la cual no llegó a consi-
derar el grave quiebre que se produciría en la convivencia con la
ciudad pre-existente.

Dos planes reguladores introducen


ideas urbanísticas

En las décadas de 1930, 1940 y 1950, se introduce el urbanismo


científico en la provincia; Ángel Guido proyecta el primer Plan re-
gulador de la ciudad en 1936, más de cien años después del Plan
de Rectificación de Ejidos de Felipe Bertrés (1821). Impregnado con
el movimiento de Restauración Nacionalista, propone la reargentini-
zación edilicia del norte argentino por el urbanismo. El Plan significó
la incorporación de ideas urbanísticas, hecho fundamental para una
ciudad que había crecido regulada por ordenanzas de construcciones;
así, se introducen ciudad-jardín, las unidades vecinales, el zoning,
la manzana rectangular y el pasaje, el pulmón de manzana como
elementos propios de un nuevo tejido urbano. Las alturas de edi-
ficación previstas no superan la planta baja y cinco niveles con lo
cual, la densidad resultante será inferior en un 50% o más de la
que promueve la Ordenanza de construcciones vigente. Se trata de
lograr, en las palabras del mismo Guido, una arquitectura dirigi-
da del urbanismo moderno que permitirá la expansión inteligente,
moderna y beneficiosa para la ciudad, bajo el triple punto de vista
técnico, estético e higiénico. Entre otros planteos, Guido planteó un
eje norte-sur que, partiendo de Tribunales, llegaba hasta Plaza In-
dependencia con el propósito de revalorizar los elementos de valor
histórico. Fue una experiencia efímera que sólo pudo materializar
una cuadra del eje histórico norte-sur.
En 1956, la administración insistió en la necesidad de contar
con un planteo urbano integral. El urbanista genovés Cino Calca-
prina y un grupo de profesionales de la Universidad de Tucumán
elaboraron un Plan para treinta años; la ciudad tenía a la fecha
250.000 hab. y estaba previsto que alcanzara casi 500.000 hab. en
1986. El Plan se definió apoyado en conceptos directrices del urba-
nismo racional: la ciudad en relación con su región, la zonificación
funcional, la racionalidad de las comunicaciones y el empleo de
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 33

La Catedral afectada por el nuevo tejido urbano.

Perfil urbano.
34 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

nuevos tipos edilicios; se propuso, por primera vez, la remodelación


ferro-urbanística y el proyecto de una Avenida Central trazada en
sentido oeste-este por los centros de manzana, como nueva columna
vertebral de la ciudad vieja. Su errónea aplicación generó un grave
conflicto a la ciudad que no pudo resolverse eficientemente.

Un Código dePlaneamiento Urbano en 1978


(Ordenanza 333/78)10

La Ordenanza General de Construcciones estuvo vigente durante


28 años más. A fines de la década de 1970, se generaliza el uso
de sus generosas posibilidades propiciando la aparición de formas
desproporcionadas, altas densidades de población, medianeras enor-
mes, patios internos antihigiénicos, carentes de luz, sol y vistas
exteriores, entre otros. 11 Para superar esta situación, la comuna
prepara una nueva legislación: el Código de Planeamiento urbano de
1978 (CPU/78), que prioriza ideas urbanísticas e independiza los
aspectos constructivos en una legislación independiente. Sus dispo-
siciones incluyen conceptos del Plan Guido y del Plan Calcaprina;
el CPU/78 incorpora una idea novedosa: la preservación del área
histórica y del patrimonio arquitectónico, centrado en la manzana
de la Casa Histórica.
El Código organiza la ciudad de acuerdo a una zonificación en
distritos que define áreas residenciales, comerciales, industriales,
etc. dando prioridad a los usos urbanos, con escasa consideración
de la morfología y el paisaje. Estos no coinciden con las áreas
homogéneas de las normas anteriores que se sustentaban en una
realidad estructural histórica, morfológica y significativa de la ciu-
dad (a excepción de la Ordenanza de 1930); así, por ejemplo, el
sector plaza Independencia entra a ser regulado por tres distritos
diferentes, cada uno con su propuesta morfológica; el Área Central
será controlada por cinco distritos, alterando la unidad de los cin-
cuenta años anteriores.

10
La Ordenanza 333/78 refiere al CPU/78; fue modificada como Ordenanza 614/81
y Ordenanza 1681/91. En 1998, fue reemplazada por el CPU/98 (Ordenanza 2.648/98),
aún vigente.
11
I. Salas. y M. del Río, «Código de Planeamiento Urbano, Análisis y evaluación de
los resultados obtenidos durante su aplicación». Municipalidad de San Miguel de Tucumán,
1990, s/p.
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 35

La tendencia a formalizar un perfil urbano con altura crecien-


te desde la plaza hacia los bulevares se invierte en las previsiones
del CPU/78, siguiendo lo determinado la Ordenanza de 1930. En
consecuencia, las mayores alturas se promueven dentro del cas-
co fundacional (23.50 metros) a pesar de sus calles angostas. Se
definen tipos de edificios que pueden proyectarse en relación con
las dimensiones del lote; sus posibilidades varían igualmente de
acuerdo con la localización en la parcela. El retiro implica no sólo
el retroceso de la parte superior de la edificación sino el del edificio
completo, diferenciando, definitivamente, la línea municipal de la
de edificación; cuánto mayor es la distancia entre ambas, mayor
es la altura que puede alcanzar un edificio hasta llegar a límites
máximos establecidos en la norma (60 metros o 22 pisos para un
semiperímetro libre).
El Código legisla para transformar la estructura original del
casco fundacional (proceso iniciado en ordenanzas especiales) con-
virtiendo las calles de 12 varas en calles de 20 varas, con el fin
de favorecer la circulación. Es la decisión más crítica en materia
urbanística de todo lo legislado hasta ese momento. Se establece,
así, una nueva línea de edificación o retranqueo de la existente. La
medida resulta un hecho irreparable para la ciudad pues, transcurri-
dos 120 años desde que se iniciara el primer retiro con el ochavado
de las esquinas, hacia 1993, la nueva línea de edificación prevista
sólo se había concretado en un 50% del perímetro;12 en ese mismo
año, de las 81 cuadras del casco fundacional, sólo 13 mantenían
la antigua línea; el resto manifestaba un cambio muy lento según
el accionar de los particulares en cada parcela, determinando una
línea discontinua de edificación, con entrantes y salientes, imagen
que la ciudad conserva hasta el presente.
Esta es sólo una de las decisiones que afectaron la forma urba-
na; las marquesinas, el cuerpo saliente, el retiro sólo en la planta
baja dejando las plantas superiores y la estructura resistente sobre
la antigua línea, a modo de recova (caso del Centro Cultural de
la UNT, del Mercado del Norte y de la Sociedad Española, entre
otras decisiones, incrementaron la irregularidad. Los particulares
exigieron la expropiación regular del espacio de lote perdido, pro-

12
Elena Forgas, «Informe sobre el retranqueo en la ciudad de Tucumán», Municipa-
lidad de San Miguel de Tucumán, 1993.
36 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

duciendo con ello el quiebre económico de la Comuna que, por


estas razones, desreguló la medida en 1993, dejándola como una
opción para quien iniciaba una construcción.

Código de Planeamiento Urbano de 1998


(Ordenanza 2.648/98)

Después de veinte años de vigencia del CPU/78, la Dirección de


Desarrollo Urbano junto con un Equipo Técnico de la Comisión
Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos y de
la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNT, evaluaron la
situación de la ciudad; ello fue el origen del CPU/98; la organiza-
ción en distritos se realizó según el modelo histórico urbano que
las normas de 1897 y de 1911 habían respetado, contrariamente a
la Ordenanza de 1930.
El patrimonio urbano y arquitectónico, que en el CPU/78 estaba
restringido a la manzana de la Casa Histórica, quedó definitivamen-
te definido en la nueva norma; de acuerdo con los estudios realiza-
dos, se define el Centro Histórico de la ciudad, concepto difundido
desde los años de 1980 en los ámbitos académicos y aplicado en
numerosas ciudades latinoamericanas. El Centro Histórico de San
Miguel de Tucumán incluye así, las 252 manzanas del área funda-
cional y del ensanche liberal, entendiendo que allí se encuentran
concentrados los edificios urbanos de mayor jerarquía de la ciudad en
cuanto a sus valores patrimoniales, funcionales y simbólicos.13
La norma legisla con precisión sobre el Área de Arquitectura
Especial que incluye la Plaza Independencia y la manzana de la Casa
Histórica, así como el Corredor Congreso (transformado en Paseo
de la Independencia en años recientes) que vincula a ambas, y el
Corredor 24 de Septiembre que conecta la plaza con la iglesia de
La Merced. Los valores históricos urbanos han prevalecido en la
definición de la norma para este sector; estas decisiones han per-
mitido conservar la visión de las torres campanario y las cúpulas de
la Catedral y La Merced hitos identitarios de la ciudad. La altura de
edificación en el Corredor Congreso busca armonizar con la Casa

13
Boletín Municipal, Ordenanza 2.648, Municipalidad de San Miguel de Tucumán,
pág.13
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 37

Tejido urbano producido por el segundo CPU-98.

Histórica. En los últimos años, el municipio ha realizado la puesta


en valor del sector, recualificando el espacio público del sector AE1;
esta acción ha dinamizado el comportamiento del sector.

Cien años de regulación de la forma urbana


por la norma municipal

Con relación al trazado o estructura urbana.— Desde 1897 has-


ta 1998, se observa: 1. la consolidación del ancho de las calles de
acuerdo con la Ley de 1872; 2. el ochavado, con un proceso de
continua modificación (desde los 2.50 hasta los 6.50 metros); 3.
El parcelamiento, que se legisla sólo a partir de 1960 (Ordenanza
119/60) y se incorpora al CPU/78. 4. La concepción de Área Central
de la Ordenanza General de Construcciones de 1930 y la homoge-
neización de los criterios para construir en el área fundacional y
en la del ensanche. 5. La definición de una nueva línea de municipal
y de construcción (CPU/78) para ampliar las calles de 12 varas a
38 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Paseo de la Independencia.

20 varas y resolver problemas de circulación, ingenuo planteo de


tremendos efectos que descansa sobre la acción individual y discon-
tinua en cada parcela; sus efectos han afectado irreversiblemente
la estructura y el paisaje urbanos.

Con relación a la forma de las edificaciones.— Decisiones deter-


minantes: 1. Las alturas de edificación: a. Alturas exteriores: las
normas plantean tres o cuatro niveles más de lo que se concreta
según la evolución de la población; con ello se incrementa la irre-
gularidad de la forma urbana y lo permitido en el CPU/78 afecta
el asoleamiento en edificios enfrentados hasta el cuarto nivel; b.
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 39

Alturas interiores: hasta 1930, la altura exigida para los locales per-
mitió un ordenamiento de fachada en PB, dos niveles y remate para
los edificios de mayor jerarquía; después de esa fecha, se reduce la
altura interior de los locales y el edificio adquiere un ordenamiento
espacial de PB y 7 niveles, por ejemplo, y con ello un nuevo orde-
namiento para la fachada; 2. El tratamiento de las fachadas: durante
80 años el rigor formal se centra en ellas (se prohibe blanquear
hasta 1930; deben ser revocadas hasta 1978). Las innovaciones del
CPU llevan a un prediseño del volumen a edificar en el intento de
obtener alguna compatibilización con la ciudad existente (que no se
logra); se altera el significado de los elementos usados hasta 1978
(«cuerpo saliente», «retiro») y se introducen otros («basamento»,
«línea de frente interno», etc.); 3. La ocupación de las parcelas y de
las manzanas: en los primeros 40 años se concreta sobre la base
de porcentajes de ocupación y en los siguientes 60 años se limita
cada vez más, definiendo distintos tipos de patios y una reserva de
un tercio de la manzana como complemento del espacio urbano
(pulmón de manzana); esto no produjo los efectos deseados: las
alturas permitidas a partir de 1930 deterioran las condiciones de
habitabilidad del área de reserva pues el pulmón permanece en
sombra hasta un 95% durante el invierno.

Con relación a los usos urbanos.— 1. La implantación de los usos


urbanos: el CPU/78 define la idea de una ciudad con áreas homo-
géneas en base a usos urbanos, por encima de las consideraciones
del trazado. En 20 años de aplicación, se demostró la debilidad del
criterio por las variaciones de los usos del suelo experimentadas en
los distintos distritos. Esta es otra causa profunda de la heterogenei-
dad formal de la ciudad. 2. La formación del centro y de la periferia:
durante 80 años se había fomentado la conformación de un área
central (en la que se aplicaban las mayores exigencias edilicias y la
búsqueda de calidad) y una periferia liberada a un ordenamiento
basado en la estructura vial. En los hechos, y tal vez por el grado
de libertad permitido, se plasmaron allí las urbanizaciones de mayor
calidad y las de mayor pobreza. 3. Conformación de áreas especiales:
la plaza Independencia es el área especial desde la fundación de la
ciudad; en 1978, el CPU ignoró esta realidad, reemplazándola por
la manzana de la Casa Histórica y sus parcelas frentistas, situación
que se modificó con el AE1, incluida en el CPU/98.
40 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Normas Casco Fundacional (CF) Casco Liberal (CL)


1872. Ley Provincial Nº 359
Antecedentes

Trazado de las vías de circulación: Calle de 12 vs. (10,30m) y calle de Calle de 20vs (17.32m) Bulevares
Confirmación de las vías en el ronda de 24vs de 30.00m
casco fundacional.
Nuevo diseño para la zona del
ensanche.

Edificación anterior a las normas Algunos edificios existentes o en construcción hacia 1897
estudiadas (anteriores a la Ordenanza de 1897) *
Sólo se mencionan edificios cons- La Catedral/ I. de Santo Domingo/ Estaciones del FFCC: Central Cór-
Antecedentes

truidos a partir de 1850 y hasta el I. de San Francisco/Cabildo remo- doba/ del Noroeste Argentino/ San
Reglamento de 1897 delado/ Teatro Belgrano. Cristóbal. 1887
Viviendas a patios, tipo chorizo, Central Argentino/
vivienda-negocio, con miradores. Hospital Mixto Na. Sra. de las
Mercedes.

1897. Ordenanza Reglamentaria Algunos edificios en construcción o construidos cuando estaba


de Construcciones vigente la Ordenanza de 1897 *

Ochavado. Casa Remis/ Banco de la Pcia./ Soc. Iglesia de las Hnas. Josefinas/
CF: h máx. 15.00m/ Sarmiento/ Banco Español/ Banco Col. P. Roque Correa/ Teatro Al-
con retiro =/< a 20.00m Nación/ Banco Francés. berdi/ Conjunto de Teatro, Casino
14 años

(PB + 3 niveles) y Hotel.


Frente a la Plaza:
CL: h máx. 20.00m/ Casa de Gobierno/ C. de San Fran-
con retiro =/< a 25.00m cisco/ Casa de Luis F. Nougués/
(PB + 4 niveles) Casa Cainzo.

1911. Reglamento general de Algunos edificios en construcción o construidos cuando estaba


Construcciones vigente el Reglamento de 1911*
CF: h: 18m Escuela Normal JB Alberdi/ Hotel Colegio Nacional/ Colegio Sagrado
con retiro =/< a 30.00m Plaza/ Jockey Club/ Nuevo Bco. Corazón/ Casa Súcar/
(PB + 2 niveles) y remates superiores de la Provincia/ Confitería El Buen Casas de rentas/ Col. T. García
19 años

CL: h: 27m mansardas Gusto/ Correos y Telégrafos. Fernández/ Cine Edison.


Entorno de la Plaza:
h mínima: 13m y h max: 25m. (PB
+ 1 piso)

1930. Ordenanza General de Algunos edificios construidos o en construcción cuando estaba


Construcciones vigente la Ordenanza de 1930 / Área Central *

Calles de ancho = o < a 18m La Cosechera/ Casa de Juan B. Terán/ Casa Posse/ Palacio de Tribunales/
Homogeneidad para 252 manza- Caja Popular de Ahorros de la Pcia./ Automóvil Club Argentino/ Policlíni-
nas: Área Central co Ferroviario/ Cine Plaza/ Mercado del Norte
h mín: 18.00m, h máx: 21.60m Edificio “La Continental”/ Banco Comercial del Norte/ Mercado de Abas-
48 años (hasta 1978)

Plano límite hasta los 28.80m to/ Mercado del Sur/ Colegio Guillermina Leston de Guzmán/
Entorno de la Plaza: Palacio de Tribunales/ El Hipódromo/ Hogar Escuela Presidente Perón/
h mínima: 16m Hospital de Niños.
Calles de ronda:
h máx: 24m
plano límite: 32m
Avenidas:
h max: 36m
con retiro: 48m
Quiebre de la distinción entre CF
y CL.

Planes Urbanos
1936. Plan regulador de la ciudad de Tucumán. Ángel Guido
20 a.

1955. Estudio del Plan Regulador del Municipio de San Miguel de Tucumán, 1956-1986. Cino Calcaprina

1978. Código de Planeamiento Un Área Histórica: la manzana de la Casa Histórica.


20 a.

Urbano Organización en distritos según los usos urbanos.


Cambio de la línea municipal (retranqueo).

1998. Nuevo Código de Planea- El Centro Histórico y el Área de Arquitectura especial (AE1)
23 a.

miento Urbano
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 41

Con relación a la conformación del paisaje urbano.— Hasta 1930


las normas incentivaron la formación de un paisaje urbano donde
destacaban los edificios singulares; la arquitectura de acompaña-
miento los fue enmarcando criteriosamente, situación que se trans-
formó después de 1930, promoviendo con ello la descaracterización
de las antiguas áreas homogéneas. El retranqueo de la línea munici-
pal del CPU/78 representó el quiebre mayor de la ciudad histórica y
las estrategias implementadas para resolverlo no produjeron todavía
los resultados esperados.

Reflexiones finales

Las ideas explicitadas permiten tomar conciencia sobre la impor-


tancia que tiene el marco normativo en la consolidación armónica
o no de un centro urbano. El proceso de la obra privada, no se
detiene y es, en los hechos, el que va sustituyendo la ciudad anti-
gua y plasmando la de las nuevas generaciones, especialmente en
ciudades como San Miguel de Tucumán donde la obra pública no
ha mantenido su presencia desde 1950 aproximadamente.
Por otra parte, las normas urbanísticas surgen en San Miguel
de Tucumán en el ámbito de las reparticiones municipales de pla-
neamiento u obras públicas y no hay un autor o autores responsa-
bles de las mismas; el Organismo responde por ellas. Para su pre-
paración se recoge la experiencia que surge de la diaria aplicación,
se observan las exigencias crecientes de la sociedad, se comparten
situaciones similares con otros municipios y excepcionalmente se
da participación a la comunidad. Es también excepcional una parti-
cipación activa de la comunidad en la materia, aunque se generen
los canales para ello.
Para la formulación del CPU/98 se trabajó activamente con la
Universidad de Tucumán para incorporar los estudios científicos
necesarios en la definición de la norma; sin embargo, son escasas
las experiencias sustentadas en un ciclo de análisis-diagnóstico-pla-
nificación-marco jurídico. Los planes reguladores formulados en los
años 30 y en los 50, no se aplicaron, aunque algunos de sus con-
ceptos fueron recogidos para la redacción del CPU/78, sin producir
los efectos buscados.
En ninguno de los casos analizados quedan explícitas las ideo-
logías o teorías que sustentaron la formulación de las normas como
42 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

ocurrió con las planificaciones de Ángel Guido y Cino Calcaprina;


en general, las normas fueron surgiendo como respuesta para orien-
tar o frenar realidades existentes y no resultaron anticipadoras de
una idea de ciudad a crear, formar o mantener en el tiempo. Por
el contrario, las continuas modificaciones introducidas, no siempre
en coherencia con el modo de legislar anterior, produjeron efectos
incoherentes en la plasmación de la forma urbana.
La ciudad actual es el resultado de la acción individual en cada
lote o parcela; la obra pública, con excepción de algunas interven-
ciones de las dos últimas décadas, es la gran ausente. Corresponde
al municipio generar un marco propicio para que el cuerpo colectivo
resultante otorgue beneficios para todos, pero es responsabilidad
de todos habitar la ciudad con el espíritu de compartir una obra
colectiva antes que materializar la propia con visión estrictamente
individual.

Bibliografía

Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Histó-


ricos y Municipalidad de San Miguel de Tucumán, Bases Téc-
nico-legales para el Área de Arquitectura Especial de San Miguel
de Tucumán, 1992, Inédito. Director: Olga Paterlini.
Calcaprina, Cino, Plan Regulador de Tucumán, 1955-1986, Univer-
sidad Nacional de Tucumán, 1956.
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Tucumán. Población y Vivienda», Municipalidad de San Miguel
de Tucumán, 1994. Publicación interna.
Chiarello, Ana y Daniela Moreno, «Morfología». En: Bases Técnico-
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Publicación interna.
Guido, Ángel, Plan Regulador de Tucumán, Facultad de Ingeniería de
la Universidad Nacional del Litoral, 1938.
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tectura y del Urbanismo y Sociedad Central de Arquitectos,
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Aires, 1987.
O. Paterlini de Koch, «Normas de edificación en S. M. de Tucumán en el s. XX» 43

Municipalidad de San Miguel de Tucumán, Ordenanza Reglamentaria


de Construcciones, 1897.
——— Digesto Municipal, seleccionado, coordinado y publicado por
Alfredo Coviello, Tucumán, 1927.
——— Ordenanza General de Construcciones, 1930.
——— Ordenanza 333/78; Ordenanza 614/81 y Ordenanza
1681/91.
——— Dirección de Desarrollo Urbano, «Banco de Datos Urbanísti-
cos» 1989-1994.
Páez de la Torre, Carlos (h), Historia de Tucumán, Ed. Plus Ultra,
1987.
Paterlini de Koch, Olga, «Villa veraniega de San Javier en Tucu-
mán, 1942» y «La Quebradita, Villa veraniega en Tafí del Valle,
Tucumán, 1943”, en Carlos María della Paolera y el urbanismo
científico en la Argentina, Ramón Gutiérrez, CEDODAL. 2021.
ISBN 978-987-88-1703-3.
——— «San Miguel de Tucumán entre 1890 y 1930: Normas de
edificación y construcción de la ciudad». En: La Generación
del Centenario y su proyección en el NOA (1900-1950) TI y II,
Fundación Miguel Lillo, ISBN: 950-668007-8, Tucumán, 2000.
Viola, Carlos, Ricardo, «Catálogo del Patrimonio en el Área Central
de San Miguel de Tucumán». En: Bases Técnico-legales para el
Área de Arquitectura Especial...
44 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Tucumán: cuero y azúcar


(1800-1876)

Elena Perilli de Colombres Garmendia*

E l cuero y los productos derivados de su industrialización eran


los elementos más valiosos del comercio de exportación de
Tucumán, desde comienzos del siglo XIX hasta 1870, en que fueron
desplazados por el azúcar. Existen referencias al curtido de cueros
en el siglo XVIII; ya los jesuitas junto a su tarea evangelizadora,
establecieron un sistema educativo, de gobierno y de producción
(vinculado a la agroindustria) que fue pionero. Tuvieron curtiem-
bres artesanales en Lules; en el inventario de la Orden, cuando fue-
ron expulsados (1767), transcripto por Nélida Beatriz Robledo, se
registró en esta hacienda: «una curtiduría con sus noques de cal y
piedra techadas con madera y teja, ítem en dicha curtiduría treinta
cueros para hacer suelas. Ítem otros treinta cueros para el mismo
efecto, puestos en primer cebil. Ítem otros tantos puestos en cal».1
Autores especialistas en arte, como Adolfo Luis Ribera, descri-
ben las sillas de madera tallada y cuero repujado de las misiones

* Profesora de Historia. Presidenta de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán:


Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia.
1 Nélida Beatriz Robledo, «Compañía de Jesús. Inventario y Tasación de sus bienes
en San Miguel de Tucumán al 29 de mayo de 1768», Transcripción y Prólogo, Tucumán,
1976 y Paul Groussac, Alfredo Bousquet, Inocencio Liberani, Javier Frías y Juan M. Te-
rán, Memoria Histórica y Descriptiva de la Provincia de Tucumán, Imprenta Biedma, Buenos
Aires, 1882. Groussac la considera la más antigua de la provincia y registró en 1880, 32
curtiembres. Hacia 1873 se curtían 95.000 suelas que en su conjunto representaban 625.000
pesos bolivianos.
E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 45

Tucumán, 1812. Óleo de Gerardo Flores Vivaldi.

jesuitas; se decía que las sillas del Tucumán abastecían el virrei-


nato.2
El reconocido padre Furlong señala que la Compañía tenía un
aserradero en Tucumán, construido por un Hermano alemán, pro-
bablemente Martín Schmid. En julio de 1784 indicaba el rector de
Tucumán el estado del Colegio y entre cosas anotaba que: «En los
Lules (o Conventillo), tiene el Colegio corrientes la Aserraduría,
los Molinos y la Curtiduría y agregaba que en los Lules y en Tafí
se trabajaba bien en la fabricación de jabón».3 A ellos se deben
también las primeras talabarterías.
Hasta 1850 la provincia fue predominantemente ganadera y
el cuero desempeñó un papel singular en la economía tucumana,
con sus múltiples usos, que daban lugar a variadas manufacturas

2 a dolfo l uis r ibEra , «El Mobiliario del Río de la Plata», en: Historia General del
arte en la Argentina, Vol. II, Academia Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, 1983, pp
143-243.
3 GuillErmo furlonG Cardiff, s.J., Los jesuitas y la cultura rioplatense, Montevideo
1946, p. 102.
46 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Sillas y sillones de madera y cuero labrado de las misiones jesuitas.


Casa Histórica de la Independencia.

domésticas. Su producción era artesanal y podía suplir la necesidad


de madera, hierro y otros materiales.
El curtido de los cueros vacunos fue una importante actividad
de los pobladores rurales de Tucumán. Consistía en someter a los
cueros crudos a un proceso bastante elemental de conservación,
para evitar que se pudrieran al ser enviados al Litoral o a otros
puntos del país como suelas.
E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 47

Tenían amplia demanda, tanto los cueros «al pelo» como los
curtidos. Los primeros, llamados crudos, servían para la fabrica-
ción de tientos, riendas, lazos, etcétera. Todos los elementos del
ensillado se hacían de este material imprescindible en las faenas
rurales.
Esto llevó al desarrollo de la «curtiduría» o «tenería», que ab-
sorbía una regular cantidad de mano de obra. El producto resul-
tante era la suela.
El cuero y la suela tenían múltiples usos: calzado, aperos, vai-
nas, baúles para transportar mercaderías, petacas, canastas, reci-
pientes; se empleaba en sillas, hamacas y mobiliario en general, se
hacían techos, toldos (para las carretas). Para traslado y almace-
namiento de vinos, mieles y otros líquidos (noques, lagares, odres)
se usaba cuero crudo.
Hacia fines del período colonial, los cambios económicos tra-
jeron aparejada la aceleración del tráfico mercantil, la apertura de
los puertos al comercio internacional, la demanda de nuevos pro-
ductos americanos y el papel del capital comercial en el desarrollo
de algunas actividades productivas. Esto multiplicó la demanda de
la confección de suelas reclamadas por el mercado del puerto. De
las estancias de los particulares se desplazó a las unidades fami-
liares.4
De la producción de suelas dependían varios sectores sociales
de Tucumán, reunidos en tres grupos: los grandes hacendados, que
hacían matanzas de su ganado en las estancias de su propiedad y
repartían los cueros en pequeñas cantidades entre los curtidores,
algunos tenían sus propias curtiembres. El segundo grupo eran los
pequeños y medianos estancieros que completaban sus ingresos
mediante esta actividad, eran habilitados por los mercaderes que
acopiaban cueros. El número de unidades que producían variaba
entre 20 y 50 suelas. El tercer y último grupo estaba integrado por
artesanos menores, eran provistos de materia prima por los abas-
tecedores de la ciudad.5 La actividad beneficiaba mayormente a los
intermediarios, en detrimento de los productores.

4 Cristina López de Albornoz, Los dueños de la tierra (1770-1820), Facultad de Filosofía


y Letras, UNT, Tucumán, 2003, p. 235.
5 Ibídem.
48 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Calzado, ensillado y petacas de cuero.

Entre 1810 y 1850, el consumo de suelas aumentó en propor-


ción a los cueros y al desarrollo de la tecnología. Proliferaron las
curtiembres en la ciudad y la campaña, y como en esta última no
había muchos establecimientos se entregaban en cantidades meno-
res a otras manos.
Junto a la curtiduría se incrementó la talabartería, con el em-
pleo de suelas en la confección de arneses y tiradores, también se
desarrolló la zapatería que comprendía la manufactura de hormas
para zapatos y botas.
En Tucumán se curtían cueros vacunos y también cordobanes,
o sea cueros de macho cabrío o cabra de alta calidad; las badanas
podían ser de vacuno o animal lanar. Los tafiletes eran pieles más
rebajadas que los cordobanes y se usaban para la confección de
sombreros.6

6 ElEna PErilli dE ColombrEs GarmEndia, «Política comercial de Tucumán: 1826- 1856.


Análisis y valoración de las guías de comercio de importación y exportación,» Academia
E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 49

El viajero inglés Woodbine Parish señalaba en 1853: «Las suelas


o cuero de novillo y vaca curtidos en Tucumán, en que se hace un
fuerte comercio con Buenos Aires, son preferidos a los de Salta y
Paraguay, por el tamaño y grueso de la piel».7

Características del comercio


de cueros y suelas

La mayor parte de las suelas se enviaba al puerto de Buenos Aires


y su comercialización describió una línea ascendente, sobre todo
después de concluida la Guerra de la Independencia. Se enviaban a
esa ciudad como materia prima para la industria curtidora europea
una gran parte de cueros crudos y también suelas.
En las primeras décadas del XIX el principal consumidor de los
productos fue el ejército que demandaba esos elementos para la
tropa; lo normal fue que el gobierno no respetase los intereses de
los particulares. La curtiduría local abasteció a las fuerzas patriotas
durante la guerra de la Independencia.
En Tucumán se curtían pieles de la provincia y otras prove-
nientes de las vecinas. Hubo intercambio con otras ciudades de la
región como San Juan, Catamarca y la Rioja, también en menor
escala con Chile y Córdoba.
La articulación de los mercados regionales e interregionales
fue posible movilizando los productos a través de largas distancias.
Eso se llevaba a cabo por tropas de carretas en la zona llana. Los
vecinos tucumanos encontraron una actividad muy lucrativa en los
fletes. Tucumán abasteció, desde la época colonial a la gobernación
con sus famosas carretas, de fabricación propia, con maderas loca-
les. Para conocer el movimiento comercial resultan útiles las guías
de comercio de Tucumán existentes en nuestro archivo y que per-
miten individualizar a los carreteros, vinculados entre sí por lazos
de parentesco como también para conocer a los principales comer-
ciantes y a los fiadores de la carga. Algunos comerciantes tenían
familiares en Buenos Aires que recibían y entregaban la mercadería,

Nacional de la Historia. Cuarto Congreso Nacional y Regional de Historia Argentina, Tomo I,


Buenos Aires 1983.
7 Woodbine Parish, Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata, Parte III, Imprenta
de Mayo, Buenos Aires, 1853, p. 154.
50 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

como José Manuel Silva, José Ignacio Garmendia, Manuel Posse,


Manuel Méndez, Cayetano Aráoz y otros.
Los hombres ocupados en esta actividad eran de diversos gru-
pos sociales: dueños de tropas, arrieros, carreteros. Los principales
fleteros se confunden con la elite de hacendados y comerciantes
de Tucumán. Por ejemplo, Juan Bautista Bergeire fue importante
comerciante (sombreros) y al mismo tiempo su propio fletero, pri-
mero estuvo dedicado a cueros y suelas y luego al azúcar. También
Manuel Fernando Paz, José Ignacio Garmendia, José Manuel Silva,
Beltrán Bascary, entre otros.
Una tropa contaba generalmente de 16 carretas y cargaba hasta
2000 arrobas; movilizaba 24 personas, un capataz y su ayudante,
cuatro boyeros, 16 peones entre picadores, lanceros y arrieros y
uno o dos maestros carpinteros para solucionar roturas de las ca-
rretas hechas en su totalidad con maderas de distintas clases. Los
repuestos necesarios eran tablas de variadas especies de árboles. El
flete de un viaje redondo importaba unos 5000 pesos fuertes. Solía
durar desde el norte a Buenos Aires, alrededor de tres meses y poco
menos de vuelta y se preferían los meses del invierno sin lluvias.
Las grandes ruedas facilitaban el paso de ríos y ciénagas. Se ponían
tres mudas de bueyes para toda la tropa, la llegada de una de esas
caravanas era un acontecimiento considerable ya que casi siempre
el viaje había tenido peripecias. Volvían cargados de mercaderías
de ultramar, disputadas por nativos y extranjeros.
Los cueros se remitían en carretas y en cargas hacia Buenos
Aires, se hacían fardos con 10 a 12 cueros y una carreta llevaba
110 a 112 de estos, los becerros se remitían en fardos de 25 uni-
dades y los cueros de vicuña en fardos de 50. Los precios de los
cueros oscilaban entre 7, 8, 9 y 10 reales; las suelas 1 a 4 pesos.
Los cordobanes se vendían en 5 reales, las riendas en 3 a 6 reales,
un apero completo entre 5 y 8 pesos.
En 1805 la exportación de cueros y suelas representaba alre-
dedor de 30.000 pesos; en 1852, 120.000 pesos y la talabartería
91.000.8
En el momento de la Revolución las estructuras económicas
de producción y consumo cambiaron, si bien la guerra cerró el

8 Ramón Leoni Pinto, «El comercio de Tucumán (1810-1825)», Academia Nacional de


la Historia, Buenos Aires, 1987 (separata).
E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 51

mercado altoperuano, la provincia acrecentaba su riqueza con sus


exportaciones de cuero, suelas, tabaco y sombreros a Buenos Ai-
res, vinculándose al comercio mundial y consolidando su mercado
interno y el de la región. Fuera de los productos de su suelo y
la ganadería y sus derivados, Tucumán era un centro receptor de
productos manufacturados que se distribuían en todo el territorio.
La burguesía comercial, unida a la clase terrateniente, ocupaba un
lugar dominante.
Desde mediados de 1810 se observan alteraciones en el an-
tiguo espacio económico al variar el flujo comercial y el tipo de
productos. La situación se agravó por la falta de circulante como
consecuencia de los empréstitos forzosos, los decomisos y la dificul-
tad de comerciar con las plazas tradicionales. Hacia 1813, el flujo
mercantil se recuperó y superó los envíos del período colonial. En
esta década en los derivados de la ganadería, suelas y pellones, el
volumen exportado superó las 10.000 unidades, en 1816 salieron
de Tucumán más de 15.000 suelas. A este conjunto se sumaron los
cueros sin curtir que alcanzaron 17.000 piezas, en 1817.
El principal mercado de este producto siguió siendo Buenos Ai-
res que concentró el 93% aunque entre 1813 y 1816 un porcentaje
pequeño se destinó a Mendoza y San Juan, lo que coincide con la
preparación del ejército libertador a Chile y la consecuente nece-
sidad de calzado para las tropas. Recién en 1819 se observa una
disminución en la exportación de suelas. El creciente requerimiento
europeo de los derivados de la ganadería, en especial los cueros,
y los problemas en el Litoral y la Banda Oriental condujeron al
mercado porteño a abastecerse de suelas en el interior. En 1819 se
registran volúmenes de 15.099 unidades de cueros.
Finalizada la guerra de la Independencia la economía tucuma-
na comenzó a reconstruirse sobre bases estables. Coincidió con un
renacimiento del tráfico vía Buenos Aires Trajo el fortalecimiento de
la dependencia con el puerto; Tucumán se transformó en el centro
comercial de la región, a través de sus propias exportaciones y de la
colocación de mercaderías de ultramar en las provincias vecinas.9

9 Marcos Giménez Zapiola, El Interior Argentino y el desarrollo hacia afuera. El caso


Tucumán. Buenos Aires, 1980.
52 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

La curtiduría

El curtientes era la cáscara de cebil (caspioso) de la que se obte-


nía un tanino muy fuerte que se complementaba con la cal de las
canteras de Trancas y Burruyacu. (Existían otras dos variedades de
cebil que no se utilizaban para extraer tanino.) El cebil es un árbol
que crecía en extensos bosques y su corteza se usó hasta que fue
reemplazado por el quebracho.
La práctica había sido muchos siglos antes introducida por los
jesuitas. Se necesitaban muchos brazos para acarrear el cebil desde
los bosques y moler la cáscara. Para ello se usaban atahonas, (pie-
dra de molino) no máquinas. Los cueros se lavaban muy bien y se
pelaban en agua con cal, luego de pelados, se sumergían durante
uno o dos meses en una batea con agua y cáscara de cebil molido.
El tiempo que se los dejaba dependía del espesor de los mismos.
Una vez que se los sacaba, se colocaban sobre caballetes y, con un
cuchillo especial, se descarnaban sacándole todo resto. Luego se
planchaban estirándolos y finalmente se secaban a la sombra.
Con el tiempo se perfeccionó el procedimiento y comenzó a
usarse el fulón, en reemplazo de las tareas anteriores logrando un
buen curtido en menos tiempo. (Era una especie de barril muy
grande de madera, donde se ponían los cueros para encalarlos,
curtirlos y lavarlos.) El fulón, al girar mezclaba todos los elementos.
Al colocar los cueros con cal se ablandaban en forma pareja, lo que
facilitaba el curtido uniforme. Luego se los dejaba en calicantos,
cuidando de sacarlos diariamente y remover el agua con el cebil. A
continuación, se los ponía nuevamente en el fulón para lavarlos.
En un primer momento se giraba este barril con tracción a
sangre y luego se utilizaron máquinas a vapor. Para planchar las
suelas se usaba un instrumento llamado «estira», consistente en una
tablilla de madera con una pestaña de metal. Se colocaba el cuero
crudo y blando por el proceso descripto, sobre un tronco a modo
de caballete, con la carne hacia arriba y se raspaba con la estira.

Leyes. Impuestos

Funcionaban en Tucumán numerosas curtiembres, tanto en la ciu-


dad como en la campaña. Las cifras entre 1810-1870 oscilan entre
50 y 70. La clasificación de las curtiembres para el pago de paten-
E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 53

tes motivó, en algunas ocasiones, la protesta de los dueños de los


establecimientos. Las de poca importancia no se registraban. Según
Arsenio Granillo hacia 1870, en ellas se curtían no solo las de la
provincia, sino en mucha cantidad de Santiago, Catamarca y fron-
tera de Salta. La mayoría se hallaba en manos de vascos franceses
y se exportaban alrededor de 60.000 suelas.10
En 1828, el Poder Ejecutivo proyectó un sistema para el cobro
de patentes en todo el territorio provincial, gravando las diversas
actividades que se desarrollaban. Se complementó con otro que
cargaba con un impuesto a todo cargamento que saliese de ella.
El reglamento marcaba el fin de una etapa y el inicio de otra, aco-
modando la provincia sus estructuras económicas al ritmo que las
circunstancias les exigían cumplir.
Hacia 1828 los fondos obtenidos debían ser consignados a los
de Policía.11 Después de 1831 el gobierno reguló el comercio de
cueros prohibiendo su salida e imponiendo la obligación de re-
gistrar sus ventas en la Policía. En 1830 la provincia estaba más
que empobrecida, «el número de productos y la variedad de los
que se envían fuera de la provincia, disminuye sensiblemente a lo
largo del período. Tal es el caso de los cueros y las suelas. Estos
alcanzaron a 10.116 y 918 en 1830; en 1831 los cueros son solo
702 y las suelas 1490, cantidades muy reducidas en comparación
con el tráfico comercial de otros años». En la correspondencia de
Rudecindo Alvarado se plantean estos problemas: «el del perjuicio
que ha ocasionado la guerra al tráfico comercial, tanto en Tucumán
como en Salta, y el del agotamiento del medio por los sucesivos
empréstitos. Tucumán se ha empobrecido por la disminución del
comercio y por el peso de la guerra, que absorbe gran parte del
presupuesto».12
Hacia 1832, Alejandro Heredia impuso un gravamen extraor-
dinario a los cueros y suelas con Salta o cualquier otra provincia
para destinar su producto a la creación de escuelas públicas. El

10 Arsenio Granillo, Provincia de Tucumán, Prólogo y Comentarios de Manuel Lizondo


Borda, Tucumán 1947), p. 115.
11 Archivo Histórico de Tucumán, (en ad AHT), Sección Hacienda. Toma de Razón,
Vol. 4, f. 272, 3-IX-1928.
12 Elena Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán y el gobierno de Juan Manuel de
Rosas (1829.1832)», en: Florencia Aráoz, Silvia Formoso, Elena Perilli, Tucumán 1824-1832,
Tucumán, 1976, Ed mimeografiada, p. 47.
54 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

gobernador se preocupó por acabar con la práctica del cuatrerismo,


muy frecuente y cuyo origen era en el interés por los cueros, de
fácil ubicación en el mercado externo y absorbido en el interno por
las curtidurías.13 Heredia estableció el control policial de la comer-
cialización de cueros y el ganado a cuyo efecto quedaban obligadas
las partes a marcar el ejemplar y a dar cuenta de la operación para
su registro, a la autoridad inmediata, bajo pena de castigo corporal,
pecuniario decomiso. Poco después ordenó a los propietarios de ga-
nado presentar sus marcas a los jueces de campaña para que estos
llevasen un registro especial con indicación de los dueños.
En el gobierno de Heredia, sin duda los cueros y las suelas eran
el rubro más importante en el comercio que se remitían a Buenos
Aires. En los mercados de Bolivia y Perú pellones, aperos, y riendas
tucumanas tuvieron buena demanda, sobre todo en el boliviano.
Al dictarse la ley de Aduana de 1836 se estimuló a la industria
de las suelas cuando el puerto de Buenos Aires alcanzó su máxima
operatividad. Esta ley disponía en el capítulo II la prohibición de
introducir efectos tales como riendas, caronas, lomillos, cinchas,
sobrecinchas, maneas, lazos, bozales, etcétera. En el capítulo III se
disponía que los cueros para su exportación pagarían 8 reales por
pieza, mientras que los de nonato, solo dos reales. En 1837 el go-
bierno dispuso que pagasen 8$ de patente los establecimientos de
curtiembre, tanto en la ciudad como en la campaña, regularizando
un impuesto existente desde 1827.
En la primera mitad del siglo XIX la curtiduría sufrió el impacto
de los auxilios de ganado para las tropas. En tiempos de Alejan-
dro Heredia, hacia 1834, había curtiembres de primera, segunda
y tercera clase, según el número de cueros que curtían; las más
importantes eran las de Juan Mendilaharzu y Cía., en la Banda del
Río Salí; Antonio Díaz y Cía. y Beltrán Bascary y Cía. (ambas en El
Manantial), la de José Víctor Posse e hijos y la de Juan Nougués y
Cía. en San Pablo. Este último es un caso emblemático ya que se
inició con la curtiduría y luego se dedicó a la caña de azúcar. Las
curtiembres establecidas a lo largo del arroyo Manantial de Marlo-
pa fueron negocios prósperos; allí se preparaban suelas, vaquetas,
becerros negros y blancos, de cabras, etcétera. Nougués modernizó

13 N orma P avoni , El Noroeste Argentino en la época de Alejandro Heredia, Tomo II,


Economía y Sociedad, Fundación Banco Comercial del Norte, Tucumán 1981.
E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 55

la curtiembre y el aserradero y con visión empresaria compró más


tierras que dedicó a la agricultura.
En 1845, el Reglamento de Hacienda del gobernador Celedo-
nio Gutiérrez, impuso a los cueros al pelo que llegasen a Tucumán
para venderse o curtir, un real por cada uno. Lo mismo a las suelas.
La exportación de cueros reglamentaba un real por pieza, y a los
becerros y suelas, medio real. Medidas tomadas por el gobierno
de Gutiérrez con respecto a la disminución del derecho de tránsito
de cueros vacunos, suelas, burros y mulas son una muestra de las
intenciones de las autoridades por facilitar el intercambio.14
Los establecimientos se clasificaban en tres categorías, resta-
bleciendo la disposición de Heredia.
Hacia 1854 se dispuso que las curtiembres sitas en un radio
de tres leguas de la capital se dividieran en dos categorías: las de
mayor producción, con 100$ de patente, y las de menor produc-
ción, 80$. Las que estaban más alejadas pagaban solo 30 $. Para
realizar la clasificación se constituyó una comisión compuesta por
Juan Bautista Bascary, Justiniano Frías y Manuel Frías.15
La emancipación del comercio tras la caída de Rosas impulsó
un fuerte aumento del tráfico y Tucumán, centro regional, ligado
al litoral, aumentó el volumen de sus transacciones.
En 1856 el gobierno dispuso el marchamo, (con una señal dis-
tintiva) que fue ley a partir de 1857, establecía que los compradores
de cueros quedaban obligados a «marchamarlos,» pagando medio
real por cada cuero o suela antes de extraerlos o curtirlos. Los que
introducían cueros de otras provincias debían presentarse a la po-
licía, explicando número, marca y procedencia. Los contraventores
eran multados.16
Hacia 1869 en una ordenanza municipal disponía que las cur-
tiembres estuvieran a no menos de doce cuadras de la plaza de la
Victoria.

14 Disminución de derecho de tránsito a varios artículos. Art 1º) Los cueros vacunos
y suelas de Salta y Jujuy o de cualquiera provincia que pasen por esta pagaran un medio
real por cada una de derecho de transito. 2º) Se reputará por cueros de Salta o Jujuy o
cualquiera otra provincia los que vengan con guías de sus respectivas aduanas con destino
a pasar por estas a las del sur. Actas de la Sala de Representantes (desde 1823 hasta 1852)
Vol. II, 1836-1852, Tucumán, 1939, pp. 264-265, 4-VII-1849.
15 AHT, Sección Hacienda, Toma de Razón, Vol. 7, f. 60 v. 17-XI-1854.
16 AHT, Sección Hacienda, Toma de Razón, Vol. 7, f. 132, 6-III-1857.
56 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

En la campaña solo encontramos registrados algunos estableci-


mientos en Monteros y en Graneros de Enrique Erdman, Antonino
Díaz en Vipos, Francisco Garat en Burruyacu y Juan Jugo en La Cruz.
Hacia 1880 las principales curtiembres eran: en la Banda del
Río Salí, don Salvador Larramendi; cerca de Lules, la de Juan Der-
mit; en la Invernada (departamento Graneros), de Alejandro Duver-
ti; en la Banda, de Dionisio Fagalde y Pedro Bascary; en Monteros,
de Juan Etchecopar, en Trancas, de Leocadio Paz; en Alderetes la
de Alejo Erguy y en La Cruz, (Departamento Burruyacu), de Juan
Manuel Terán.

La talabartería

Era una artesanía muy adelantada que proveía de aperos para el


consumo local y sillas a todas las provincias del interior, a Buenos
Aires y Bolivia. Otro tanto sucedía con las riendas, látigos y demás
partes del ensillado, que se trabajaban muy bien y por su calidad
y fortaleza no tenían rival en el país.17
El apero tucumano-norteño era diferente al del uso en el sur,
por cuanto respondía dos necesidades: la comodidad del jinete y la
protección del caballo en el monte. Las caronas eran muy grandes,
para cubrir al animal; la cincha ancha. Los cueros utilizados eran
crudos en algunos casos, sobados como las caronas; y los pellones,
de cuero de oveja sobado.
El sobado es un procedimiento que consiste en ablandar el
cuero «sobando» sobre sí mismo, de modo que adquiera resisten-
cia y blandura para proteger al animal. En el caballo se colocan
primero los peleros, (la jerga y sobrejerga), y siguiendo con las
caronas. Luego, el apero propiamente o silla de madera, hierro y
cuero y se sujeta al caballo con la cincha. A su vez, el conjunto de
la cincha está constituido por la cincha, correón, transcorreón, y
las encimeras, que tienen del lado del lazo (derecho), un asidero
donde se prende o presilla el lazo.

17 Elena Perilli de Colombres Garmendia, «Política comercial de Tucumán: 1826-1856.


Análisis y valoración de las guías de comercio de importación y exportación», en: Academia
Nacional de la Historia, Cuarto Congreso Nacional y Regional de Historia Argentina, Tomo I,
Buenos Aires, 1983.
E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 57

Después venían los guardamontes de cuero sobado y con pelo,


y los pellones, eran tres y de cuero de oveja. Se sostenían con la
sobrecincha más pequeña, y previamente se colocaba sobre los pe-
llones, el sobrepuesto de cuero curtido, muy blando y fuerte. (por
lo general, de cabra).
Un problema que afrontaban las autoridades era el robo de
cueros y suelas y trataron de restringir a través del marchamo. Esta
palabra, como se señaló, aparece por primera vez en la ley de 1834
del gobierno de Heredia.
Hacia 1856, el problema de los robos dio lugar a una nueva
ley disponiendo que los compradores de cuero quedaban obligados
a marchamarlos, (con una señal distintiva) debían pagar medio real
por cada uno antes de extraerlos o curtirlos. Los contraventores
eran multados con 25$.18
El litoral absorbía casi todas las suelas que salían de la provin-
cia y el resto Chile y Bolivia. Algunos comerciantes dedicados a este
rubro eran Pedro Lacabera, Manuel Alcorta, Gramajo Hnos., Juan
Manuel Terán, Juan Fagalde, Martín Berho, etcétera. Se dedicaban
a ella particularmente los vascos franceses.
Germán Burmeister visitó Tucumán y describió sus industrias,
indicaba que las curtiembres eran establecimientos sencillos, ubica-
dos en su mayoría al oeste de la ciudad, a la orilla del Manantial de
Marlopa, donde disponían de agua limpia continuamente. Advertía
que la corteza del cebil se llevaba en carros y era cada vez más
difícil de obtener; la escasez del curtiente y el encarecimiento del
transporte hicieron bajar la rentabilidad de las curtiembres.
Hasta 1870 la curtiduría seguía siendo una industria importan-
te en la provincia. Sin embargo, después de Caseros la actividad
azucarera superó el nivel artesanal y se convirtió en el rubro más
significativo de ingresos, desplazando a las otras actividades pro-
ductivas. No obstante, la calificación quedaba Granillo a esta indus-
tria, la curtiduría perdió lentamente su preminencia. Según afirma
Marcos Giménez Zapiola, las cincuenta curtiembres existentes en
1870, quedaron reducidas a un tercio, en 1877 y la producción a
95.000 piezas. También influyó en detrimento de esta actividad la
tala de bosques para abastecer de leña a los ingenios y el desmonte
de mayor cantidad de tierras para el cultivo de caña de azúcar. En

18 AHT, Sección Hacienda, Toma de Razón, Vol. 7, f. 97, 11-IX-1856.


58 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

1876, cuando llegó el ferrocarril, el valor de la producción azuca-


rera triplicaba al de la industria del cuero.

El azúcar

La situación privilegiada de Tucumán la favorecía para contar con


las más variadas producciones. El primer dato sobre caña de azúcar
en Tucumán consta en un documento del siglo XVII y era el cañave-
ral de la estancia del licenciado Juan Serrano, en el departamento
de Chicligasta. Había otros plantíos de caña en la parte oriental,
hacia el Aconquija y en las zonas de Monteros, Lules y Famaillá.
Con motivo del Bicentenario de la industria azucarera en 2021,
se realizaron valiosos y detallados aportes sobre la actividad. En este
trabajo el objetivo es dar un panorama general de la misma hasta
la llegada del ferrocarril para compararlo con la curtiduría.19
El padre Guillermo Furlong S.J. señaló para la etapa colonial
que, en la estancia de San José de Lules, los jesuitas iniciaron el
mismo cultivo. Allí instalaron el primer trapiche con el que se ex-
trajo el jugo de caña y se fabricó la primera sacarina y miel por
los métodos primitivos. El inventario daba cuenta de un trapiche,
fondos para la fabricación de azúcar, pailas de cobre, etcétera.20
En la hacienda de San Ignacio en la Cocha, también producían
azúcar, el inventario detallaba «un retazo de caña dulce», un tra-
piche de mano para exprimir caña, un galpón grande y en él dos
fondos de cobre, uno grande y otro mediano, una paila de cobre
grande, como de 100 libras y varias ollas de fierro y por último
«un pan de azúcar» de 125 libras. Dato este último muy interesante
ya que permitiría asegurar que la industria azucarera en Tucumán,
habría tenido sus orígenes en San Ignacio de la Cocha y no en la
Reducción de Los Lules, donde había solo un pequeño retacillo con
caña.21 Este desapareció cuando fueron expulsados en 1767.

19 Han publicado sobre la historia de la industria azucarera numerosos autores Entre


ellos Roberto Pucci, María Celia Bravo, Daniel Campi, Eduardo Rosenzvaig, Horacio Iba-
rreche, María Lenis y otros.
20 Guillermo Furlong Cardiff, S. J., Entre los lules de Tucumán, Buenos Aires, 1941.
21 Sara Peña de Bascary, «Compañía de Jesús- Aporte para un estudio del acrecen-
tamiento de propiedades en la Provincia de Tucumán», en: Investigaciones I, Museo Casa
Histórica de la Independencia, Tucumán, 1986, p. 101.
E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 59

Desde los inicios de la vida colonial, Tucumán produjo azúcar.


Los métodos empleados eran muy rudimentarios y sobre todo era
interesante la producción de aguardiente. Se hacía un azúcar mo-
reno de baja calidad, tanto que las guías de comercio registraban
azúcar de la Habana y de Brasil, para distinguirla de la ordinaria,
por su excelencia.
También este rústico producto daba lugar a la elaboración de
chancacas, tabletas y alfeñiques, muy demandadas por la población.
Desaparecidos los jesuitas el primero que consiguió hacer azú-
car y aguardiente de caña en la provincia fue José Eusebio Colom-
bres, quien hizo un pionero ensayo en la estancia de su hermano
Francisco, en La Higuera, con semillas traídas de Orán y fracasó.
Después intentó en su quinta del Bajo cuyo origen se desconoce (tal
vez desde Salta) y tuvo éxito. Aquella primera experiencia permi-
tió que distribuyera caña entre otros pobladores y se multiplicó el
cultivo gracias a las bondades del clima. Obviamente eran panes
amarillos y con una cristalización elemental.
Nadie podía imaginar la importancia de ese experimento con-
ducido por Colombres en 1821, fue «la primera máquina que cono-
ció el país», como dice Ernesto Padilla «fue el áspero chirrido de su
rústica forma primitiva, hermanado al de la carreta de transporte, el
primer ruido fecundo que sacudió y despertó la economía nacional».
Surgieron numerosas plantaciones y los ingenios, muy primitivos,
elaboraban azúcar y aguardiente.
La caña también tenía un fuerte consumo en rama, vendiéndose
en los mercados, las más requeridas eran la caña de la india y la blan-
ca. El crecimiento de la rudimentaria industria azucarera fue lento.
El cultivo ocupaba numerosos brazos en constante trabajo, se
hacía el desaporque, riego, aporque, desyerbe, cosecha y plantación,
purificación y destilación.
El azúcar de producción tucumana comienza aparecer a partir
de 1832, según las guías de comercio, se obtenía un azúcar moreno
de inferior calidad para la elaboración de chancacas y dulces que
se vendían en otras provincias. También de estas primeras fábricas
se sacaba una azúcar rubia de segunda. Con el tiempo se refinaría
hasta competir con la extranjera. En 1836 Juan Nougués se lanzaba
a producir azúcar y dos años después apareció Evaristo Etchecopar,
procedente de Bayona, Francia, quien fundó el ingenio La Banda.
Alejandro Heredia decretó en 1833, con claro sentido protec-
cionista, un nuevo gravamen, un peso por arroba que se agrega a
60 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

los existentes sobre el azúcar, «de extraña procedencia» que entre


en Tucumán. Fijaba el precio de la producida en Tucumán en $6 la
arroba. Los comerciantes se molestarían ante la medida y Heredia
enviará el proyecto a la Sala de Representantes, su objetivo era evi-
tar la importación, «hasta que los establecimientos de la provincia
se consoliden». Tras defenderlo personalmente ante los diputados,
destacaría la ocupación que proporcionaría esta actividad a 1000 o
2000 brazos. Logrará su aprobación al año siguiente.22 El decreto
implicaba una acción proteccionista a los cultivadores de la provin-
cia y les aseguraba cubrir los gastos de producción, poniendo lími-
tes a la especulación. En 1836, en su mensaje, Heredia destacaba
los progresos de la provincia en la agricultura, y el «fomento de los
azúcares, procreo de mulas y destilación de aguardiente».
La Liga del Interior se formó en el norte para enfrentar a Ro-
sas, sus partidarios fueron derrotados en la batalla de Monte Gran-
de en Famaillá por el general Manuel Oribe. Los «salvajes unita-
rios» debieron emigrar y sus bienes se confiscaron; es interesante
recordar que varios de ellos eran propietarios de tierras con caña
de azúcar (en especial, los integrantes de la familia Colombres) y
rudimentarias fábricas para elaborar azúcar en hormas. Estos bienes
se detallaban en el inventario que realizó la comisión confiscadora,
establecida por Oribe.
En tiempos de Celedonio Gutiérrez, desde 1842 y a lo largo
de la década, se fomentaba el cultivo de la caña y la fabricación
de azúcar. Gravando la importación de esta última, se había podi-
do pagar los sueldos civiles y militares y encarar una obra impor-
tante: la construcción de la torre del Cabildo, a la que se dotaría
con un reloj de campana especialmente encargado en Londres. La
economía tucumana avanzaba lentamente y no había demasiadas
complicaciones.
Hacia 1848 Gutiérrez libró de derechos a «toda importación de
alambiques, trapiches y fondos de fierro y cobre para la elaboración
de caña de azúcar», fue proteccionista y gravó las importaciones
provenientes de Chile y Bolivia.23

22 N orma P avoni , El noroeste argentino en tiempos de Alejandro Heredia, T. II... op.


cit., pp. 7-10.
23 Sara Peña de Bascary, «Celedonio Gutiérrez gobernador (1841-1852). Entre mano
dura, indultos, apoyos y traiciones», en: Tucumán. Tiempo de unitarios y federales (1840-
1852), Junta de Estudios Históricos de Tucumán, Tucumán, 2021. Publicación digital.
E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 61

La caña se procesaba rudimentariamente en San Pablo, desde


1832 y en los otros ingenios que iban surgiendo en el territorio
tucumano, Concepción (1835), El Paraíso (1838), En tiempos de
Gutiérrez se añadieron La Esperanza de Wenceslao Posse (1845),
La Banda (1847), San José de José Frías (1848) y Lastenia de
Evaristo Etchecopar.
En la Banda y en el área del departamento Cruz Alta se locali-
zaron varias fábricas. Hubo un pequeño establecimiento de Simón
García que merece ser recordado, fue levantado alrededor de 1824,
y sería según Schleh el más antiguo de la provincia.
La producción de azúcar y alcohol, si bien con técnicas ru-
dimentarias, lograba satisfacer el consumo local y dejar un saldo
exportador que enviaba a las provincias vecinas de Catamarca, Salta
y La Rioja. Factores de diverso orden obligaron a las autoridades,
en algunas ocasiones, a importar azúcar para mantener el precio,
tal como ocurrió en 1849 cuando el gobierno actuó en tal sentido,
por la escasez de cosechas.
El blanqueo de azúcar lo hacían al promediar el siglo por me-
dio de la superposición de barro, cubriendo la boca de la horma
que contenía el pan de aquella. La operación era muy lenta. Para
la purificación de los caldos se usaban la potasa y la cal.24
Los aparatos empleados eran del todo primitivos, la operación
comprendía los siguientes pasos: extracción del jugo, defecación o
clarificación, concentración y evaporación de los jugos, formación
del grano y blanqueo. La extracción del caldo se hacía por medio
de trapiches compuestos de tres cilindros verticales de madera de
quebracho, el rodillo central movía a los otros dos. Uno se ataba a
una larga vara llamada pértiga que movía una yunta de bueyes o
mulas. Las cañas se arrojaban entre los rodillos y eran trituradas.
El caldo obtenido caía en un bateón de madera o en cualquier
otro recipiente. Se lo hacía hervir. La evaporación se hacía sobre
un mismo tacho y la cachaza se levantaba con una espumadera.
Concentrados los caldos a 30º o 35º Beaumé, el melado obtenido
se trasladaba en un barril de palanca a un fondo llamado templero,
para darle punto.
Manuel Bermúdez recordaba la conversación de sobremesa en
un ingenio tucumano en los tiempos históricos del trapiche «Era

24 Arsenio Granillo, Provincia de Tucumán, cit… pp. 22-23.


62 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Primitivos elementos para elaborar azúcar: fondos, bateas y pailas.

el venerable artefacto un apareamiento de dos gordos rodillos de


quebracho, con un rudo engranaje que para ser bueno tenía que
ser del mismo palo; giraba el tosco diafragma lentamente, cincha-
do por una yunta remolona y a mano se iban metiendo cañas de a
dos, de a tres, de a cuatro... se sacaba así el 25 o 30 por ciento del
caldo». Se distinguían los trapiches por el timbre del chillido que
se oía a larga distancia, en la ciudad, arrullando el sueño de los
chiquitos golosos... ¡Tiempos de chancaca! En las plácidas noches
llegaban de diversos rumbos, aquellos rechinamientos agudísimos.
«El vecindario, comentaba don Wenceslao Posse (dueño del Ingenio
Esperanza), está trabajando fuerte, Parece que a don Vicente Gar-
cía (dueño del Paraíso), le va faltando caña. Por el chirrido de los
trapiches no solo se reconocían sus dueños, sino que se seguía, en
los corrillos al fresco, la marcha de la cosecha».25
El mismo jugo, sin hervir, se fermentaba para obtener guara-
po, bebida de baja concentración alcohólica. Con la miel se hacían
chancacas y alfeñiques.

25Carlos PáEz dE la torrE (h) «Tucumán y el azúcar a través de los años,» (folleto),
Fundación Banco Liniers, Tucumán, 1990.
E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 63

El poder de las fábricas en la producción era estrecho, perma-


necería en estas condiciones casi hasta la llegada del ferrocarril.
Hasta ese hecho ya zonas como la Banda y Cruz Alta eran impor-
tantes para la producción de azúcar y aguardiente. Hasta media-
dos de la década de 1850 hubo pocos cambios en el rudimentario
método industrial.
En 1855 Du Graty expresa que había 24 fábricas de azúcar o
aguardientes, se habían exportado 7500 quintales de azúcar y 4000
hectolitros de aguardiente.26
La caña se extendía en Cruz Alta, Lules y Famaillá. Ya la made-
ra de los trapiches empezó a ser reemplazada por el hierro. Algunos
hombres pensaron con mayor visión en la urgencia de dar el paso
clave: la incorporación de la maquinaria moderna a vapor.
Bajo la administración de Agustín Justo de la Vega el tucuma-
no Baltasar Aguirre, propietario de un pequeño ingenio en la zona
llamada Floresta, firmó con el presidente Justo J. de Urquiza un
contrato para instalar una fábrica azucarera con maquinaria mo-
derna, importada de Gran Bretaña. Urquiza pagaría los equipos,
instalados por los franceses Luis Dode y Julio Delacroix llegados en
1858, mientras Aguirre aportaba su trabajo y las cuadras plantadas
con caña que tenía en Tucumán, en Floresta. El establecimiento
terminó en la ruina por las dificultades entre Urquiza y Aguirre,
además no contó con el agua para el motor, en un paraje donde era
en extremo difícil obtenerla. Fue el primer intento por modernizar
la industria antes de la llegada del ferrocarril. Solo entonces se dará
la revolución mecánica que significará un impulso extraordinario
para esta actividad. Delacroix y Dode habían salido de Francia con
maquinaria de vapor para ingenio azucarero y la transportaron en
carretas desde Buenos Aires. Ambos se arraigaron en Tucumán y
trajeron los adelantos que había en Europa para la industrialización
del azúcar.27
También en 1859 un extranjero, Maximiliano Winskousky so-
licitó a la Sala de Representantes autorización y privilegio para
aplicar nuevas técnicas de elaboración para un mejor aprovecha-
miento y tipificación del azúcar en Cebil Redondo. Se buscaba una

26 Alfred Marbais Du Graty, La Confederación Argentina (1858), Traducción de Sara


Elena Bruchez. Prólogo y Notas de de Manuel E Macchi (Paraná 1968).
27 Roque Raúl Aragón, «Los franceses de Tucumán», en: Revista Tiempo de sosiego,
Año XII, n| 74, Bs As, 1984.
64 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

modernización en los métodos de producción que alcanzara a la


destilación de aguardiente y luego al azúcar. Los hermanos Méndez
fueron los primeros en hacer un nuevo ensayo.
Hacia 1864, Domingo Navarro Viola consignaba un panorama
de la agricultura y la industria y señalaba que la destilación de los
aguardientes de caña era valiosísima y se practicaba una «doble
destilación». El cultivo de la caña ocupaba muchísimos brazos y
trabajo todo el año: aporques, riego, cosecha, plantación, purifica-
ción y destilación. Aunque la producción no era de calidad surtía
a toda la provincia y gran parte de las de Santiago, Catamarca y
Salta. Las plantaciones de caña habían aumentado y se proyectaban
nuevos establecimientos. Los aguardientes podían competir con la
mejor caña del mundo. Por lo general se destilaba anisado, según
el gusto de la mayoría de los consumidores.28
Paulatinamente los curtidores van abandonando los cueros y
suelas, se advierte en 1864 el caso de Jean Nougues quien solicitaba
la suspensión del pago de la patente por dejar su establecimiento,
por los malos resultados de su negocio en el mercado de Buenos
Aires. En ese mismo año era propietario de un cañaveral de 10
cuadras por el que pagaba 100$ de patente. Otro caso en ese mis-
mo año es el de Francisco Argañaraz que solicita se le levante la
obligación de pagar patente por suspensión de la actividad desde
6 meses atrás.
Puede advertirse que la actividad azucarera cobraba impulso
y hacia ella se habían derivado los capitales que antes fueron de
los curtidores de suelas. Ante un conjunto de circunstancias como
el costo del flete, el agotamiento del cebil, depreciación en el mer-
cado de Bs As, competencia con las otras provincias, etcétera, se
fue dando un desplazamiento hacia la caña de azúcar. Aún debía
hablarse de una economía pre azucarera, con un sistema patriarcal
manufacturero de tipo artesanal. La innovación técnica se iniciará
desde los años 60. En este marco de progresiva expansión y diver-
sificación se desarrolló la industria azucarera tucumana.
Hubo un tucumano, don Wenceslao Posse que llevó a cabo la
experiencia en la que había fracasado Aguirre. En 1866 encargó a la
casa Fawcett y Preston de Liverpool, un importante conjunto de má-

28 Domingo Navarro Viola, «Azúcar, arroz, tabaco y otras. (1864)», en: Miradas sobre
Tucumán. Antología de textos. Colección del Bicentenario, Vol. 11, Fundación Miguel Lillo,
Tucumán, 2016, p. 75.
E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 65

Antigua foto, hacia 1870, del ingenio Esperanza.

quinas a vapor para su ingenio fundado en 1845. Trajo las máqui-


nas a Tucumán desde Rosario gracias a carretas tiradas por bueyes.
Cuenta Pedro G. Sal que cuando llegaban, se echaron a vuelo las
campanas de la ciudad, y todo el público se volcó a los suburbios
para ver el paso de la caravana que varios años antes de la llegada
del ferrocarril iniciaba la industria pesada en la provincia.
Esta máquina blanqueaba el azúcar en pocos minutos, proceso
que con el primitivo sistema de tinajas de barro, demandaba varios
meses y lograba resultados muy inferiores en calidad.
Instaladas las maquinas, el ingenio Esperanza se puso a la
cabeza de la producción con 60 cuadras plantadas con caña. En
1872, el historiador Arsenio Granillo lo ponía primero en una lar-
ga lista de fábricas, pocas de las cuales llegarían en pie a nuestros
días. Solo citaré algunas: el de Wenceslao Posse en Cruz Alta; de
Salustiano Zavalía en el mismo punto; el de Jean Nougués, en San
Pablo; de los Señores Etchecopar en La Banda; de Fidel García en
el mismo lugar; de la Sociedad Méndez Hnos. en La Banda; de
Justiniano Frías en Cebil Redondo; Miguel Padilla en Lules, de En-
66 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

rique Erdman en La Invernada, Juan Posse en San Juan; de Vicente


García, El Paraíso; el de Clementino Colombres, en el Colmenar;
Belisario López en Santa Ana, de Silenio López, en El Colmenar,
el ingenio Luján, primero de Santiago Cardoso y luego de Gallo
Hermanos, en La Banda, etcétera. La mayoría desaparecieron como
consecuencia de la inevitable modernización. Afirmaba Granillo que
«Esta industria está llamada a un colosal desarrollo y es de esperar-
se que al paso que va, Tucumán posea dentro de muy poco tiempo
ingenios de azúcar montados según los últimos sistemas adoptados
en Europa. Todos los años se aumentan los plantíos de caña y se
fundan nuevos ingenios de esta industria que ofrece ocupación ven-
tajosa a un número considerable de brazos y ha hecho la fortuna de
muchas familias».29 Ya en 1872 la industria dejó de pagar patente
como destilería y comenzó a hacerlo como fábrica de azúcar, lo
que indicaba que el aguardiente era desplazado por el azúcar. En
paralelo creció el área de tierras con caña, entre1855 y 1876 ya
que el cultivo aseguraba una alta rentabilidad.
La industria azucarera se transformó en el sector dominante
de la economía. La llegada del ferrocarril marcó el cierre de una
etapa y el comienzo de otra de gran florecimiento.
Fue el obispo Colombres quien dio nuevo impulso a la empresa
del azúcar. Nació en Tucumán en 16 de diciembre de 1778, hijo de
José Colombres y Thames y María Ignacia Córdoba. Estudió en Tu-
cumán y se trasladó a Córdoba donde inició su carrera eclesiástica
graduándose en cánones en 1803 en la Universidad de San Carlos
y recibiendo en el mismo año las sagradas órdenes.
En 1810 adhirió con entusiasmo a la causa independentista y
fue destinado a Catamarca donde sirvió en la parroquia de Piedra
Blanca, destacándose por su piedad y espíritu patriota. En 1816 re-
presentó a Catamarca en el Congreso que declaró la Independencia,
junto con Manuel Antonio Acevedo.
Desde allí volvió a Tucumán y participó activamente en la vida
política. Mientras tanto inició sus ensayos con la caña de azúcar,
en 1821 produjo las primeras cañas en su quinta de El Bajo, y las
molió en el rústico trapiche de madera. Fabricó azúcar tras un ru-
dimentario proceso de filtración de melazas de sucesivos recipientes
de barro cocido.

29 Arsenio Granillo, Provincia de Tucumán.... cit. (Tucumán, 1947) pp. 114-115.


E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 67

Obispo José Eusebio Colombres. Óleo de Ignacio Baz.

En 1831 un decreto del gobernador José Frías dispuso fundar


una Sociedad de Agricultura integrada por un presidente y siete
miembros. Tendría como fin «promover todas las mejoras de que
sea susceptible este ramo de la industria, haciendo valer, con pre-
ferencia a los principios teóricos, las experiencias y observaciones
prácticas más acreditadas, para la mejora, tanto del cultivo como
de los instrumentos de labranza». Debía aumentar el número de
especies vegetales, introducir nuevas, confeccionar un archivo con
sus trabajos, etcétera. El presidente era José Eusebio Colombres y
los otros miembros José Manuel Silva, Miguel Carranza, Juan Va-
lladares, Javier Paz, Salustiano Zavalía, Hermenegildo Rodríguez,
Juan Francisco Santillán.
68 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Este loable propósito se vio frenado por la guerra civil, es inte-


resante destacarlo como iniciativa de progreso. Hombre preocupado
en su tiempo, fue entusiasta partícipe en la Liga del Norte contra
Rosas y otros movimientos de las guerras civiles. A causa de ello
sus cañaverales fueron destruidos por Facundo Quiroga.
Fue ministro general de gobierno de Bernabé Piedrabuena
(1839-1840), respecto a este nombramiento Piedrabuena escribía
a Ibarra:

Yo quería conferir este destino a una de dos personas, que sin duda, son
las más respetables que existen en esta provincia. Sus luces, su moralidad,
su patriotismo los han hecho un objeto de culto en este pueblo. El primero
de ellos, fray Manuel Pérez, se excusó porque la constitución o regla de su
convento lo prohibía aceptar este empleo, bajo pena de excomunión, pero
lo ha aceptado el segundo. Es el doctor Colombres, cuyo nombre debe Ud.
conocer y de cuyas cualidades morales estará ya instruido. Ud. decidirá si
este hombre hubiera aceptado el título de ministro para no serlo en realidad,
y se puede estar perdido en la opinión, un gobierno de quien es el parte
integrante.30

Colombres encabezó el grupo de vecinos que pidió a La Ma-


drid que asumiera la dirección militar del movimiento; derrotada
la Liga en Famaillá, el 19 de septiembre de 1841, fue uno de los
que salvaron la vida a pelo de caballo, huyendo de la provincia con
Wenceslao Posse, Pedro de Garmendia, Brígido Silva y sus colegas
eclesiásticos Lorenzo Paniza y el doctor Lucas Córdoba.
El 19 de noviembre, dos meses después de la batalla, llegaron
a su casa de El Bajo, Agustín Alurralde, Nicasio Cainzo y Domingo
Martínez, encargados de embargar sus posesiones. La casa ya es-
taba ocupada por una partida de soldados al mando del sargento
Olivera, como había ocurrido con todas las viviendas de los «salva-
jes unitarios». Y se anotó el embargo: «una chacra con una cuadra
de frente y su fondo desde la calle de Ronda hasta la quinta del
finado Serafín Sorol, con una casa de altos de ocho habitaciones,
una mesa de dos caras, dos tirantes, un tablón, un cajón grande
de pino. Luego pasaron a la propiedad de enfrente, también de
Colombres. Allí se embargaron 300 naranjos plantados, un rancho
de paja en mal estado, dos tablones de caña, de una cuadra poco

30 Emilio J. Schleh, Noticias históricas sobre el azúcar en la Argentina, Centro Azuca-


rero Argentino, Buenos Aires, 1945, p. 116.
E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 69

más o menos, en mal estado. Los oficiales embargadores fueron a


la casa de la cuñada del obispo doña Tadea Alurralde y la declara-
ron depositaria de los bienes que pertenecían al prófugo. Con esto
termina la represalia».31
Debió exiliarse en Bolivia en un pueblo de indios llamado Libi-
Libi y ejerció su ministerio pese a la pobreza y a las dificultades
por espacio de dos años.
Años después recordaba Nicolás Avellaneda cuando estuvieron
emigrados en Bolivia, aquella triste etapa de su infancia: «Entre la
gente que salía de la casa de Tupiza evocaba a dos eclesiásticos,
el doctor Colombres sotocura de Libi-Libi un villorio de indios en
una hondonada entre dos montañas. Bajaba de Tupiza para sentir
sobre su cuerpo entumecido un rayo de sol y lo recibía el doctor
Lucas Córdoba, antiguo cura de Monteros, en un pequeño cuarto
haciéndolo sentar sobre un montón de arena donde este trazaba
los caracteres del alfabeto para enseñar a leer a los hijos de emi-
grados».32
Más tarde pudo regresar a Tucumán, en 1845, con el indulto
de Celedonio Gutiérrez cuya hija Zoila se casó con un miembro de
la familia, el médico Ezequiel Colombres. Volvió a su cargo de cura
rector y vicario capitular. Fue visitador en Tucumán y Catamarca.
Siguió con el empeño de fomentar la industria azucarera, pocos
años después volvió a soportar persecuciones políticas, vio asaltados
y quemados sus cañaverales y se exilió nuevamente, esta vez en
Salta. Allí fue nombrado canónigo magistral y vicario apostólico. En
1857 fue propuesto como obispo de la diócesis de Salta, pero las
bulas papales nunca llegaron a sus manos. Murió el 11 de febrero
de 1859.
Su gran aporte fue ayudar al progreso económico de Tucumán
mediante el fomento del cultivo e industrialización de la caña de
azúcar. Por eso fue llamado «vencedor de la miseria» porque con su
iniciativa proporcionó a los tucumanos la posibilidad de bienestar y
riquezas desconocidas. La Sala de Representantes lo designó «Ciu-
dadano benemérito» en 1839 por iniciativa de Salustiano Zavalía

31 Elena Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán, los salvajes unitarios en tiempos


del gobernador Celedonio Gutiérrez,» en: Tucumán, Tiempo de unitarios y federales (1840-
1852), Junta de Estudios Históricos de Tucumán, Tucumán, 2021.
32 Carlos Páez de la Torre (h): «Cinco años en la vida del Obispo Colombres», en:
La Gaceta, Tucumán, 11-VI-1978.
70 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Casa del Obispo Colombres (actual Museo),


el primer ingenio azucarero de Tucumán.

por haber logrado que en ocho años se poblaran los ejidos de la


ciudad de una manera superior a los veinte años anteriores, a la
vez que jornaleros y maestros de construcción de edificios rura-
les, antes sin trabajo, eran extraordinariamente solicitados. «Y por
último, la provincia de Tucumán tiene en el día, 50.000$ más de
producción por año».33

33 Carlos Páez de la Torre (h): «Tucumán y el azúcar...», cit.


E. Perilli de Colombres Garmendia, «Tucumán: cuero y azúcar (1800-1876)» 71

En 1916, al inaugurar el gobernador Padilla la casa restaurada


y el trapiche del obispo dijo «se ha señalado el punto de partida de
la riqueza y de la mayor fuerza civilizadora de nuestra provincia».
Se refirió a las dificultades de las provincias, al alejamiento de los
puertos y al cuadro de miseria de noventa años atrás. Tucumán
quedaba a tres meses de Buenos Aires en el tráfico comercial y la
labor de sus pobladores se reducía a pobres cultivos y pequeñas
producciones manuales. «Vino la naciente industria radicada a obrar
una feliz transformación. En pocos años dio aliciente para consoli-
dar y aumentar la población y estimulo para ensayar la fortuna y
abrió el porvenir para las actividades que dormían, dominadas por
la impotencia del esfuerzo, menguado por la falta de teatro en que
desarrollarlo».34
Cuando murió Colombres nadie podía detener el proceso que
había iniciado una profunda obra de hombre público con pasión
por el progreso y el adelanto de su tierra.

Conclusiones

En este trabajo se quiso mostrar a Tucumán como una provincia


singular en el interior gracias a sus producciones en el siglo XIX.
Estas fueron principalmente, el cuero y su sucesora, el azúcar, advir-
tiéndose la dependencia de Buenos Aires con mayor o menor inten-
sidad en las etapas de su desarrollo. Tucumán tuvo una condición
intermedia entre el puerto y el interior ya que necesitaba la ciudad
portuaria para sus productos (se agregaban a los mencionados tex-
tiles, sombreros, tabaco, quesos, maderas), y era un centro receptor
de efectos de ultramar que distribuía en la región.
La guerra provocó cambios en la economía y en la sociedad y
se fortaleció la dependencia con el puerto. El curtido y la elabora-
ción del cuero tenían buena demanda en el litoral y es de interés
rescatar la labor que demandaba mucha mano de obra en esta etapa
muy artesanal ya que cueros y suelas tenían múltiples usos.
Uno de los productos de mayor salida en el mercado fue la in-
dustria de los aguardientes y azúcares que provocaran que hacenda-
dos y comerciantes volcaran sus intereses en esta actividad dejando

34 Ernesto E Padilla, Un tercer cuaderno, Universidad Nacional de Tucumán, 1961.


72 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

paulatinamente la curtiduría de lado, Ambas tenían la ventaja de


ser de consumo masivo y recibieron una fuerte política proteccio-
nista de los gobiernos. Con la llegada del ferrocarril la provincia
tendría un exponencial crecimiento ya que las fábricas pudieron
modernizarse y aquellos que no lograron hacerlo se transformaron
en productores independiente de caña o «cañeros». Los ingenios
se redujeron a una treintena y se multiplicaron los agricultores
y surgieron colonias pues el crecimiento de las fábricas demandó
atención especializada.
Hacia 1880 el Poder Ejecutivo Provincial resaltaba que la indus-
tria azucarera tucumana ya proveía el consumo de los mercados de
las provincias vecinas y algunos de Cuyo y el Litoral. La industria
demostró un efecto multiplicador en la vida de la provincia y la
región. No solo demandaba una gran cantidad de brazos tucuma-
nos sino que se extendía a todo el noroeste. Las fuentes de trabajo
se multiplicaban en obras de irrigación y en torno a los ingenios
se fueron conformando los pueblos azucareros que otorgaron una
identidad singular a la provincia.

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I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 75

Notas sobre la gobernabilidad.


Tucumán, 1810-1834

Irene García de Saltor *

S obre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, se produjo lo


que se ha dado en llamar las revoluciones atlánticas.1 Ellas se
iniciaron (s. XVII) en Inglaterra, pionera de transformaciones; luego,
los movimientos se sucedieron en Estados Unidos, en Francia y tam-
bién en España. Más allá del común aliento transformador, en cada
lugar los sucesos ofrecían características particulares, respondían a
sus propias demandas, a su historia, su cultura, sus creencias, sus
prácticas y costumbres. París no es Filadelfia, así como Rousseau
no es Montesquieu, Londres no es España y su Corona —hasta ese
momento— tenía incorporadas las posesiones americanas. La «eclo-
sión juntera»2 fue propiamente hispana.
A su manera, todos esos países estaban en un proceso de cam-
bio de paradigma; pero es conveniente recordar que, mientras en
Europa los primeros ensayos organizativos tenían como objetivo
terminar con el absolutismo y aplicar un nuevo sistema de gobier-
no, en Hispanoamérica, una vez producida la vacancia real, la gran
cuestión a resolver residiría en cómo gobernar en ausencia del so-

* Mgr. en Historia. Miembro de Número, Vicepresidente de la Junta de Estudios His-


tóricos de Tucumán.
1
Cf. Tomás Pérez Viejo y José María Portillo Valdés «La Monarquía hispánica en las
revoluciones atlánticas: nuevos enfoques» en Araucaria Revista Iberoamericana de Filosofía,
Política, Humanidades y Relaciones Internacionales». Editorial Universidad de Sevilla, 2022,
Año 24, Nro. 49.
2
Manuel Chust, 1808. La Eclosión Juntera en el Mundo Hispano. Edit. FCE, 2008.
76 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

berano. El rey estaba lejos y la distancia y la flexibilidad normativa


hacían del monarca un signo de jerarquía sistémica cuya ausencia
obligaba a tomar nuevas decisiones políticas. Los reclamos, que
muchas veces existieron en las colonias españolas, se dirigían contra
los funcionarios. «¡Viva el rey y muera el mal gobierno!» solía ser
el grito de protesta. Por eso, en el Río de la Plata, la monarquía
fue una alternativa muy considerada.
En estas páginas se indaga sobre algunos aspectos de la expe-
riencia de la gobernabilidad en Tucumán a partir del movimiento
de mayo de 1810 hasta 1834.3 Se parte de los siguientes supuestos:
a) los sucesos de mayo de 1810 son causados por la vacancia real,
en los primeros tiempos no se menciona la palabra revolución, y
ella se va definiendo al ritmo de las circunstancias; b) si bien en
círculos académicos y políticos tenían conocimiento de las ideas y
las transformaciones que estaban sucediendo no estaban preparados
para emprender un cambio de sistema político; c) por la extensión
y la diversidad de las jurisdicciones se proyectaron estrategias gu-
bernativas con los recursos de cada una.
A la pregunta sobre la gobernabilidad en Tucumán, se responde
con la hipótesis de que es posible que se hiciera «camino al andar»,
y que, entre los muchos elementos y protagonistas que participaron
en los inicios de la construcción del sistema político, la pluma, la
familia y la espada tuvieran un rol central. También hay que con-
siderar que se instaló una clara relación mando —obediencia con
Buenos Aires—. Como se dijo en el cabildo abierto del 25 de junio,
el apoyo fue sin «sumisión»,4 pero decidido, «en unión y fraternidad
con la capital». Luego, la relación se fue profundizando. Por eso no
es posible entender el gobierno local sin relación con los sucesos
porteños. Ambas realidades corresponden a un mismo campo5 de
operaciones.

3
El corte en el Gobierno de Heredia es provisorio, continuará en la segunda parte
de este trabajo.
4
Documentos Tucumanos. Actas del Cabildo. Vol. V, 1810-1816, págs. 42-44. Introduc-
ción y notas de Manuel Lizondo Borda, Manuel, UNT. Instituto de Historia Lingüística y
Folklore, Tucumán, 1939.
5
Pierre Bourdieu afirma: «Es lo que pretendo transmitir cuando describo el espacio
social global como un campo, es decir, a la vez como un campo de fuerzas, cuya necesidad
se impone a los agentes que se han adentrado en él, y como un campo de luchas dentro
del cual los agentes se enfrentan, con medios y fines diferenciados según su posición en la
estructura del campo de fuerzas, contribuyendo de este modo a conservar o a transformar
su estructura». Cf. Pierre Bourdieu. Intelectuales, política y poder, EUDEBA, Bs. As., 2000.
I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 77

A comienzos del siglo XIX ya circulaban en los ámbitos uni-


versitarios y políticos hispanoamericanos las novedades de la Ilus-
tración y hasta algunas dispersas propuestas de cambio; pero eran
ideas que no se articulaban en la constitución de un nuevo sistema
político por el que ya transitaban otras revoluciones. Para constituir
un nuevo sistema es necesario que el gobierno en funciones esté
debilitado, que la realidad de la que se trata tenga una historia
común y que exista un proyecto compartido por un equipo compe-
tente decidido a actuar; para lograr estabilidad, ese proyecto debe
definir pocos objetivos y, así, puede estar dotado de una flexibilidad
tal que le permita dar respuestas eficientes a todas las demandas;
también se debía contar con un protagonista encargado de tomar
decisiones. Eso dice la teoría de sistemas.6 Por su parte, Hannah
Arendt afirma algo semejante.
Pues bien, en el Virreinato del Río de la Plata contaban con
una historia en común, y una realidad política caracterizada por
la unidad en la diversidad; los pueblos tenían conductas que, si
bien se desarrollaban en el marco de la ley ordinaria, admitían la
excepcionalidad que exigiera el caso. Por eso se podía realizar lo
extraordinario (legitimado en la famosa frase: se acata, pero no
se cumple). Estudios de historia institucional de España moderna
afirman que, en el desarrollo del tiempo, su constitución fue modi-
ficándose, aunque la raíz original quedara intacta. Según Dedieu,7
los elementos centrales en el proceso institucional moderno español
fueron: la mitra, la pluma y la espada, ellos provenían del antiguo
régimen.
En Hispanoamérica de la época virreinal, las actas capitulares
solían expresar que el cabildo se reunía para tratar sobre el pro y
lo conveniente a «esta república» Ante los desafíos de los nuevos
tiempos, comenzó a resignificarse el sentido del sintagma «repúbli-
ca». Ejemplo de ello, son las organizaciones que Gabriela Tío Vallejo
y Agüero denominan, acertadamente, «repúblicas extraordinarias».8

6
Cf., D avid E aston , Esquema para el análisis político. Amarrortu, Buenos Aires,
1969.
7
Cf. Jean Pierre Dedieu, Victoria López Cordón Cortezo y Juan Luis Castellanos,
La mitra, la pluma y la espada, Edit. Marcial Pons, España, 2000. Estudios de Constitucional
Moderna. passim.
8
Cf, Alejandro Agüero, «La antigua Constitución y la Constitución tradicional» en
Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales, Facultad de Derecho UNC y CONICET, Córdo-
78 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Por su parte, Hannah Arendt, llama «repúblicas elementales» a los


gobiernos que surgieron, a partir de los sucesos de fines del s. XVIII,
en Francia y Estados Unidos. Más aún, entiende que los protagonis-
tas de aquellos hechos habrían otorgado al movimiento el carácter
de «restauración» del orden. Ése habría sido su significado original.
Los vocabularios políticos se resignifican y, así, «se fue configurando
en su propio uso el sentido de los conceptos».9 Las complejidades
se advierten y ya empieza a observarse que se habla de repúblicas
con «adjetivos»,10 lo cual indica que no hay una noción unívoca del
sintagma república.
En Hispanoamérica lo sectores cultos tenían conocimiento de
las novedades políticas que se desarrollaban en el espacio europeo,
especialmente en España. Es así como algunas prácticas incorpora-
das parecían responder a las nuevas ideas; se podía advertir alguna
actividad periodística en Buenos Aires, mientras que viajeros, como
Miranda y Belgrano, eran capaces de formular proyectos de cambio;
el primero, a la inglesa, con viajes por el mundo y alentando las in-
vasiones; el segundo, con la idea del carlotismo o con la creación de
la escuela de náutica y dibujo, la escuela de comercio y la difusión
de ideas económicas nacidas en su conocimiento de la Ilustración.
Pero nada de esto era suficiente para un cambio de paradigma.
Para concretar las transformaciones que venían operándose en los
países que pretendían llevar adelante la revolución, se requerían no
sólo propuestas y decisiones políticas sino capacidad y organización
para dar respuestas a todos los desafíos.
Además, si se consideran los diferentes proyectos originados en
otros horizontes cabría preguntar si el sujeto político debía ser el
individuo o la comunidad, la nación o el individuo; o, también, se
podría definir si el hombre es bueno y la sociedad lo corrompe o el
hombre tiene pasiones y hay que ponerle controles. Todos parecían
caminos abiertos, ¿por dónde se habría de transitar? Algunas de

ba, Argentina. https://doi.org/10. 1590/2236-463328ea02820, passim. Gabriela Tío Vallejo,


«Campanas y fusiles. Una historia política de Tucumán en la primera mitad del siglo xix»,
en Gabriela Tío Vallejo (coord.), La república extraordinaria. Tucumán en la primera mitad
del siglo xix, Rosario, Prohistoria, 2016, págs. 9-19, págs. 21-77.
9
Cf. J osé A ntonio A guilar y R afael R ojas (coordinadores). El Republicanismo en
Hispanoamérica. Programa Interamericano de Historia Política. México, 2014 (cf. edición
electrónica) pág. 97.
10
Varios años después, Juan Bautista Alberdi hablaba de la «república posible» (la de
1853), la «república verdadera» se realizaría más adelante.
I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 79

estas cuestiones se definieron en los iniciales diseños organizativos


rioplatenses; pero expresaban principios que no siempre combina-
ban con la constitución tradicional internalizada en el mundo de
la vida.
Las definiciones institucionales formalizadas en los primeros
años generaron no pocos conflictos, en medio de los cuales era
muy difícil lograr la estabilización de un sistema político.11 A las
tradicionales querellas entre las elites locales vendría a sumarse
esta nueva gama de problemas. En comunidades cristianas12 su fe
no combinaba con el individualismo que aparecía en los nuevos re-
glamentos y ensayos constitucionales; tampoco los diversos sectores
sociales distinguían muy bien el nuevo significado que se atribuía
a los conceptos tradicionales de libertad e igualdad.13 Lentamente,
la sociedad corporativa debió admitirlos y «hacer camino al andar».
Un andar que no resultó acabado, lineal, ni predeterminado.
En estas páginas se propone observar una cuestión muy aco-
tada en tiempo y espacio. El problema se ubica, en general, en el
marco del proceso de la organización política del Río de la Plata
a partir de la desarticulación del Imperio Español, en un espacio
extenso y diverso, localizado en el extremo meridional de las po-
sesiones de la Corona en América del Sur.
En particular, como hilo conductor, se toma en consideración
el papel de los letrados que procedían de una ciudad, Tucumán,
subordinada de la Intendencia de Salta. Ya se incursionó en esta
cuestión anteriormente.14

11
Pasaron muchos gobiernos en pocos años, de la Primera Junta al Directorio. Luego,
desarticulación del gobierno central, Congreso del 24, Presidencia de Rivadavia, creciente
ruido de armas, nueva disolución del gobierno central, gobiernos locales, Convención Cons-
tituyente de Santa Fe, disolución, ruido de armas, asesinato de Dorrego...
12
Autores especializados en el tema consideran a la sociedad rioplatense de ese tiempo
como «cerradamente católica» e incompatible con un constitucionalismo moderno. Cf. Ale-
jandro Agüero, en Anuario del Instituto de Historia Argentina», Nro. 13, 2013, ISSN 2314
-257x. Universidad Nacional de La Plata. Centro de Historia Argentina y Americana. Dossier
«Asamblea del Año XIII» passim. Roberto Di Stefano, El Púlpito y la Plaza. Clero, sociedad
y política de la monaruía católica a la república rosista... Siglo Veintiuno editores, Argentina,
2004, págs. 93-100.
13
Cf. «La religión y los derechos particulares», en Natalio Botana, Repúblicas y Mo-
narquías. La encrucijada de la Independencia. Ensayo Edhasa, Buenos Aires, 2016, págs.
167-169.
14
Cf. Irene García de Saltor, La construcción del espacio político. Tucumán en la pri-
mera mitad del siglo XIX, Proyecto CONICET 4979, «La Argentina ante transformaciones del
80 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Ahora se trata de considerar la permanencia de los letrados


en la función, su aporte a la gobernabilidad y su trascendencia en
tiempo y espacio.
La observación indica que, en el desarrollo de las transforma-
ciones, los hechos de carácter político se producen muy rápidamen-
te, pues se trata de una toma de decisiones; no sucede así con los
hechos jurídicos, sociales y culturales, por cuanto allí los cambios
deben ser sedimentados en reglas, creencias, usos, prácticas y cos-
tumbres comunes. De la tensión entre unos y otros, sumada a las
tradicionales controversias desplegadas en el seno de la elite, re-
sulta finalmente que la gobernabilidad no logre estabilizarse y que
se viva por mucho tiempo frente al peligro de la anarquía.
Se parte del supuesto que la revolución rioplatense fue un
movimiento de carácter político desatado por la caída de la Corona
Española en manos de Napoleón. La situación demandaba resol-
ver la acefalía monárquica; así se planteó el problema en Buenos
Aires, en el Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810, de manera
semejante a lo sucedido en otras ciudades capitales de jurisdiccio-
nes hispánicas. La novedad de este proceso abierto derivaría en el
cambio provisorio de autoridades (Cese del Virrey y formación de
la Junta) sin violar las normas jurídicas vigentes. Ante la acefalía
monárquica la Junta decidió, provisionalmente, sostener la sobera-
nía de los pueblos y adoptar la representación territorial para tomar
las decisiones políticas de la comunidad, puesto que Buenos Aires
no podía decidir por sí sola.
Por tal razón, las ciudades del Virreinato del Río de la Plata
serían «invitadas»15 a enviar sus diputados a Buenos Aires, según

mundo contemporáneo desde la perspectiva del NOA». IHPA, Facultad de Filosofía y Letras,
UNT, Tucumán, 2003.
—— «El dilema de la organización nacional», en Junta de Estudios Históricos de Tu-
cumán, Cuatro Bicentenarios: 1810-1812-1814-1816, Tucumán, 2010.
—— «Sociedad y Revolución en Tucumán», en Primer Congreso Argentino. General
Martín Miguel de Güemes, héroe nacional, Municipalidad de la ciudad de Salta, Dirección
General de Cultura y Deportes, pág. 111-1118.
—— «Apuntes sobre los Pueblos de la República», en Sara Mata de López y Nidia
Aredess. Historia Regional. Estudios de Casos y reflexiones teóricas, EDUNSA Editorial de la
Universidad Nacional de Salta, 2006.
15
El 29 de mayo de 1810 se creó el Ejército. En sus manos llegó a las provincias la
invitación para mandar representantes a Buenos Aires. ¿Sería que desde el comienzo se
diseñó el modelo de «seguridad, territorio y población» para llegar a la gubernamentalizada
«pastoral», propia del sistema liberal, como es la hipótesis de Foucault? Si así fuera, nada
I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 81

lo dispuesto por la Junta Provisional de Gobierno, para proceder


a la construcción de una nueva gobernabilidad que había sido ins-
pirada en la ciudad capital del Virreinato. Nos encontramos, pues,
ante una decisión política tomada sobre la base de una concepción
jurídica tradicional y con expresiones de fidelidad y reverencia al
amado soberano. En el desarrollo del proceso, al problema de la
acefalia política le seguiría el de la acefalía jurídica.16 Entonces, la
participación de los letrados se hacía necesaria.
El movimiento iniciado en Buenos Aires pretendía proyectarse
territorialmente sobre todo el Virreinato; la Junta sabía que no
era una tarea fácil. En realidad, no todos los pueblos eran libres e
iguales por el sólo hecho de ser pueblos. No es extraño, entonces,
que las respuestas dadas por ciudades y/o jurisdicciones fueran
diversas y marcaran una vasta gama que incluía la insurrección,
la aceptación, el rechazo liso y llano de la propuesta porteña y el
mecanismo de la guerra.17 Ante esta pluralidad de desafíos, Buenos
Aires empleó varias de las estrategias que la politología reconoce
para lograr la estabilización de un sistema, ellas fueron: apelar a los
recursos tradicionales, seducir con nuevas propuestas y, finalmente,
el uso de la fuerza; mejores resultados se dieron por medio de las
dos primeras. En ellas participaron activamente los letrados.
Así, en una lenta y creativa hibridación en el plano político,
militar, jurídico y cultural, lograron sedimentar algunos objetivos en
el ethos de los distintos sectores sociales (particularmente, el ideal
emancipador, la práctica de la elección y la representación18 y una
progresiva noción de igualdad civil).
Sin embargo, el uso de la fuerza militar, también resultó fun-
damental. Por un lado, por la creciente inclusión social y política en
el proceso independentista y la necesaria definición territorial del

tiene que ver con el pastoreo de origen cristiano que sostiene este autor. Cf. Michel Foucault
(2006). Seguridad, territorio y población. Curso en el Collège de France 1977-1978 (Horacio
Pons Trad.). Fondo de Cultura Económica.
16
Una síntesis del proceso muy bien lograda por JOSÉ E. Portillo Valdés, expresa que
la revolución involucra «el tránsito del derecho foral al derecho constitucional». Tarea difícil
y fundamental para afianzar la gobernabilidad. Cf. José E. Portillo Valdés. La Revolución
Constitucional en el Mundo Hispánico. Universidad del País Vasco. Center for Basque Stèdies,
University of Nevada (Reno).
17
Cf. Tulio Halperin Donghi, Revolución y Guerra, Siglo XXI, Buenos Aires, tercera
edición, 1994, passim.
18
Cf. Marcela Ternavasio, La revolución del voto, política y elecciones en Buenos Aires
1810, 1852. Siglo XXI. Segunda edición. 2015, pág. 75-98.
82 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

nuevo espacio político; por otro, para apuntalar la difícil estabiliza-


ción de los gobiernos locales que se desenvolvían en permanentes
conflictos de elites; y, como dicen algunos autores, la confronta-
ción armada también contribuía a consolidar la estabilidad sobre
la base del poder personal más que sobre las iniciales instituciones
colegiadas.19
Merece reflexionarse sobre este punto. Una cuestión es tomar
decisiones y otra, muy distinta, internalizar en el seno de una so-
ciedad de antiguo régimen, nuevos criterios de legitimación. En
el momento de formar consensos, se tornan muy importantes las
redes sociales y los acuerdos configurados en el extenso territorio,
más allá de las jurisdicciones locales. Entre otras razones, las ca-
rencias de estos elementos hicieron fracasar los intentos porteños
de incluir en su espacio político al Alto Perú ( Bolivia), Paraguay y
Montevideo (Uruguay).20
Diferente es el caso de Tucumán donde el General Belgrano,
el hombre que portaba la espada porteña, acordó la estrategia con
las elites 21 y ellas ofrecieron los recursos disponibles, incorporán-
dose —en mayor o menor grado— 22 a la causa. La relación de
Tucumán con el proceso político que buscaba definir un territorio
y estabilizar la gobernabilidad puede ser seguida, por lo menos a
través de tres generaciones. Las costumbres tradicionales de la ciu-

19
Cf. José Luis Ossa, Alejandro Rabinovich., «Directores, Dictadores y Protectores.
Las formas de la política revolucionaria en el Cono Sur, 1820-1824». Revista de Indias, ISSN
00348847, Vol. 81, Nro. 2021, pág. 19-49. Conviene recordar, también, los principios de la
legitimidad señalados por Max Weber: Legitimidad legal, legitimidad tradicional y legitimidad
carismática. El carisma personal refuerza, a las otras dos formas de legitimidad. Cf. Max
Weber, Economía y Sociedad, Fondo de Cultura Económico. México, 1944, págs. 706-716.
20
La política, según Ernesto Laclau, supone relaciones de combinación, tensión o
mutua exclusión. A través de su historia los espacios mencionados raramente mantuvieron
relaciones amistosas con la capital del Virreinato.
21
En este caso aludo a los sectores locales de la comunidad, reconocidos por ser
portadores de prestigio, linaje, poder, comunicación que se relacionaban con importantes
sectores de otras jurisdicciones, configurando redes sociales, culturales, económicas y políti-
cas. Apoyan el movimiento, aun cuando su economía ya comenzaba a resentirse y la guerra
exigía permanentes aportes. Przevorsky en un artículo reciente, reafirma la importancia
del acuerdo de las élites para sostener la gobernabilidad, de distintos regímenes inestables,
en nuestros tiempos. Cf. Adam Prewoski, «Insatisfacción económica y división en la élite
son letales para líderes como Putin». Entrevista. La Gaceta, Mundo, Tucumán, 25 de marzo
2022, pág. 11.
22
Algunas figuras notables, como el vasco Agustín Francisco de Gondra, padre de
Adeodato de Gondra, debieron emigrar a otro país o pagar los costos y erogaciones impuestas
por su condición de españoles.
I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 83

dad norteña se asociaron, sin disidencias con Buenos Aires, en las


líneas más significativas y seductoras del nuevo ideario propuesto.
Ciertamente, la empresa debió afrontar no pocos debates internos,
pero logró sobrellevarlos sin perder su identidad y, a la vez, la
sociedad fue acrecentando la variedad de su capital simbólico. A
la pluma y la familia se sumaron la fuerza y la espada de Buenos
Aires; ellas mantendrían por largo tiempo alto significado social
y político. Una vez declarada la independencia (Tucumán,1816) y
finalizada la guerra por la emancipación, los conflictos internos se
agudizaron, se desarticuló el gobierno central, cayó el Directorio y
se disolvió el Congreso.
La amenaza de la anarquía recorría por todo el territorio. Ber-
nabé Aráoz, desde Tucumán, había clamado por la constitución,
pero fracasó la del 19.23 En Tucumán (12 de noviembre de 1819),
un movimiento de oficiales del Cuerpo de Guarnición de la Ciudad
destituyó a la autoridad local, deponía al Gobernador y exigía que
el Cabildo se hiciera cargo del gobierno. El Cabildo, para evitar
todo atisbo de anarquía, de inmediato convocó a cabildo abierto
para elegir otro gobernador que diera continuidad al gobierno de
la ciudad; el gobierno local se alineaba en estricta relación con
las autoridades nacionales que estaban a punto de disolverse: el
«Soberano Congreso» y el « Excelentísimo Señor Director Supremo
de la Nación».24 El gobierno tucumano expresaba que: «Había que
mantener el orden y la tranquilidad pública mientras la supremacía
del Estado (...) resuelva lo conveniente».
Bernabé Aráoz fue elegido de manera provisoria, «en tanto que
la Dirección Suprema de la Nación en uso de sus altas y privativas
facultades nombre otro Gobernador o se digne aprobar la elección
que haga esta Municipalidad». Queda claro que la estabilidad del
gobierno tucumano se afirmaba en la autoridad central. Ahora, sin
la presencia del Ejército en su territorio, busca amparo en las insti-
tuciones «nacionales». Pero ellas estaban absolutamente debilitadas
y sólo hacía falta que alguien tuviera la fuerza y la iniciativa de
derrocarlas.
Muy pronto las tropas Directoriales serían vencidas en Cepeda.
De esta manera, el gobierno de Buenos Aires quedaría reducido a

23
Todas las autoridades «recibían de la Nación una última referencia legitimante».
Natalio Botana, Republicas y Monarquías, op. cit., pág. 151.
24
Cf. Documentos Tucumanos. Actas del Cabildo. op. cit., 1940, págs. 191 y ss.
84 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

su propia jurisdicción. En ese momento nada podía esperarse de


ella. Tucumán, reducida a sus propias potencialidades, entró en un
período de graves conflictos internotabiliares. Las familias de los
Aráoz y los López fueron protagonistas principales de la escena,
y representaban, según Paul Groussac, las figuras de Capuletos y
Montescos. No faltaron enfrentamientos armados, muertes y fusi-
lamientos.25
En Buenos Aires, las dificultades se apaciguaron. Por la firma
de los tratados del Pilar, Benegas y Cuadrilátero, la ciudad salió
del paso, eligió —sucesivamente— a dos prominentes personajes
militares para ocupar el cargo de gobernador de la Provincia: pri-
mero el General Martín Rodríguez (1821-1824), hombre de recono-
cida trayectoria militar, quien nombró como ministro de gobierno
y relaciones exteriores a Bernardino Rivadavia. A continuación, se
elegiría como Gobernador al General Gregorio de Las Heras (1824-
1827), figura de alto perfil simbólico por haber sido compañero del
General San Martín en las guerras de la Independencia. La carrera
militar y el prestigio podrían ser garantía de estabilidad.
Después de la caída del Gobierno Central, Buenos Aires se
había replegado sobre sí misma. Se cerraba el cabildo, se creaba
la Sala de Representantes, y se renovaba el debate de la reforma
judicial. Estos son claros signos de avance hacia el establecimiento
de la división de las funciones del gobierno. En esa línea de gestión
de signo progresista se ubica, también, la creación del Banco de
Descuentos y el primer préstamo de la Baring Brothers con el objeto
de realizar un plan de gobierno decididamente moderno.
En 1824 convocó a un Congreso General Constituyente que
dio la Ley Fundamental, alentando las esperanzas de la soñada
organización; luego nombró presidente y dictó la Constitución de
1826. La Constitución fue rechazada por las provincias. Renunció
el Presidente y el Congreso se disolvió. Se desató la guerra civil
más generalizada.

25
Es interesante observar una curiosidad poco advertida en estos tiempos tan con-
vulsionados. Juan Bautista Paz fue Secretario del Gobernador Bernabé Aráoz y hasta habría
colaborado en la redacción de la Constitución de 1820 (a ella dedicamos otro trabajo pre-
vio). Luego sería funcionario del gobernador López. En los últimos tiempos capitulares sería,
simultáneamente, miembro del Cabildo y Secretario de la Sala de Representantes cuando
ambas instituciones estaban en conflicto. Más adelante, en momentos de guerras civiles, se
lo verá ejercer altos cargos en sucesivos gobiernos unitarios y federales.
I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 85

Pero no todo el proyecto se había derrumbado. En 1821, la


Provincia realizó una creación notable: La Universidad de Buenos
Aires. Allí irían becados (por sus declaradas escasas posibilidades
económicas) los hijos de la revolución, es decir, aquellos jóvenes
del interior que nacieron alrededor de 1810. 26 En Buenos Aires
estos jóvenes entablarían relaciones con condiscípulos de todas las
provincias.
La creación de la Universidad de Buenos Aires representaría
un cambio notable en la concepción del poder y las funciones del
Estado. Era la primera universidad laica, de inspiración napoleónica,
creada en el contexto de un proyecto político de nuevo cuño. En
no pocas ocasiones los jóvenes estudiantes estaban emparentados
con los letrados y comerciantes tucumanos que habían orientado
el proceso revolucionario en sus comienzos.
Estos nuevos nombres, naturalmente, corresponden a la segun-
da de las generaciones a las que se aludió en párrafos anteriores.
Buena parte de ellos consolidarían la opinión pública, importante
protagonista de la república moderna.27 Figuras tucumanas como
Alberdi y Marco Avellaneda —actuando en espacios distantes— per-
tenecen a esa generación. La segunda parte de este trabajo se ocu-
pará de ellos.
Respecto de la tercera generación, y solamente para referirme
a casos paradigmáticos, podría mencionar a Marcos Paz, hijo de
Juan Bautista Paz, funcionario de Alejandro Heredia, ministro del
Gobierno de Salta (hermano del Gobernador de Tucumán), Gober-
nador de Córdoba, acompañó luego a Mitre integrando la fórmula
presidencial y ejerció la Presidencia cuando Mitre partió a la guerra
del Paraguay. También integra esta lista Julio Argentino Roca hom-
bre de armas e inserto en sólidas redes familiares (nieto de Juan
Bautista Paz, sobrino de Marcos Paz, concuñado de Juárez Celman)
y Nicolás Avellaneda (hijo de Marco Avellaneda, mártir de Metán)
abogado y hombre de pluma- Ambos llegaron a la primera magis-
tratura de la República (Avellaneda: 1874-1880; Roca 1880-1886 y
1888-1904) y se convirtieron en los paladines de la construcción del
Estado Nacional. Ya con la constitución (obra de su comprovinciano

26
C. Beatriz Bragoni, Los hijos de la Revolución. Familia, negocios y poder en Mendoza
en el siglo XIX. Taurus, Buenos Aires, 1999.
27
Cf. JURGEN HABERMAS. Historia y crítica de la opinión pública. La transformación
estructural de la vida pública. Gustavo Gili, Barcelona, 1981.
86 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Juan Bautista Alberdi) en marcha, fortalecido el presidencialismo,


se pondrán en juego nuevos y creativos lineamientos políticos.

Desde el mirador de Tucumán.


Los letrados en tiempos de revolución

En este asunto sólo se procura observar algunos perfiles de los pro-


cesos políticos iniciados a partir de las transformaciones del tardo-
colonial y la acefalia monárquica, vinculados con los letrados desde
el mirador de Tucumán, una ciudad mediterránea del Virreinato del
Río de la Plata, perteneciente al vasto Imperio Español.28
La gran extensión territorial en las que se ubicaban las distin-
tas autoridades del Virreinato hacía que, naturalmente, el cabildo
tucumano se ocupara de todo lo concerniente a justicia, hacienda,
guerra y policía (los cuatro ramos tradicionales del poder).
Las reformas borbónicas tuvieron su impacto en la lejana ciu-
dad. La creación del Virreinato con la Capital en la ciudad de Bue-
nos Aires, donde también se establecieron la Audiencia y el Consu-
lado, la apertura del el Puerto de Buenos Aires con el Reglamento
de libre de comercio y el Potosí localizado dentro de la jurisdicción
del nuevo Virreinato. De esta manera, el eje del mundo oficial,
político jurídico y económico se trasladó del Pacífico al Atlántico,
con un giro de 180 grados; transformación definitiva, de enorme
significación política, económica y cultural (aun cuando, luego, se
perdiera el Potosí). No obstante, es posible percibir notables conti-
nuidades, sobre todo en el mundo de la vida. El itinerario seguido
por las carretas ya conocía el atractivo del puerto e importantes
redes de relaciones habían echado raíces. Aunque, en menor esca-
la, las distancias seguían siendo extensas y las carretas demoraban
mucho tiempo para llegar a Buenos Aires.

28
La ciudad de San Miguel de Tucumán, fundada en 1565, pertenecía al Virreinato
del Perú, en la ciudad capital (Lima) residía el Virrey, en Charcas, una de las universidades
jesuíticas y la Audiencia; la Gobernación del Tucumán tenía su sede en la ciudad de Córdoba,
donde estaba localizada otra universidad. Los circuitos mercantiles tenían su eje legal en
Potosí, eje de una economía de subsistencia. Allí convergía la riqueza metalífera, los pro-
ductos de la economía de subsistencia y el comercio que ingresaba por el Pacífico. La gente
se dedicaba preferentemente a la ganadería, al comercio y a la industria de las carretas con
las que surcaban los amplios espacios.
I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 87

Luego se presentó el problema de la acefalía monárquica, lo


que planteaba desafíos más trascendentes; había que participar en
la organización política que propiciaba la Junta Provisional de Go-
bierno creada el 25 de mayo de 1810. Ahora bien, diseñar políticas
no era tarea específica de comerciantes y carreteros. Se requerían
saberes adecuados para tratar cuestiones que tenían agudos perfiles
jurídicos, en el contexto de importantes transformaciones sistémi-
cas. Se requería descifrar los nuevos códigos, entender y aplicar
las nuevas leyes con el máximo beneficio, conciliar con el sistema
de valores vigentes para no romper el equilibrio moral y material,
eje de la estabilidad del sistema y mantener comunicación con las
nuevas autoridades.
La cultura, el título universitario y el sacerdocio eran claros in-
dicadores de status. Los egresados universitarios estaban preparados
no sólo para ocuparse de los asuntos privados de los negocios de la
familia, sino también de las labores propias del servicio religioso y
de la función pública, en amplios espacios territoriales
Había llegado la hora de doctores y letrados. Los hombres
de pluma fueron importantes en todas las sociedades y todas las
sociedades les formularon demandas particulares. Para no caer en
anacronismos se hace necesario viajar en tiempo y espacio, observar
a los actores, comprender su sociedad, usos, costumbres, interpretar
sus discursos, develar sus gestos y estrategias.
La construcción del «nosotros», visto desde Tucumán, parece
mostrar la metamorfosis de una ciudad subordinada —en el marco
del régimen establecido por la monarquía borbónica, en 1778— que
se convierte en escenario de la guerra independentista y logra, el
24 de septiembre de 1812, la trascendente victoria para el proyecto
del gobierno porteño. Así, la ciudad subordinada vino a convertirse
en Capital de una nueva Intendencia (1814). Pero habría algo aún
más representativo de la consideración del gobierno central: Tucu-
mán fue designada sede del Congreso que declaró la independencia
(1816). De esta manera, la gobernabilidad se tornaría mucho más
compleja. Lejos quedarían los tiempos del sorteo para elegir repre-
sentantes y las disputas lugareñas por «asientos», como grandes
problemas políticos.
88 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

En el desarrollo de los acontecimientos se percibe con claridad


que la conducción del proceso se desliza de los órganos colegia-
dos (Cabildo,29 Tribunal de la Concordia) hacia el mando personal
(Gobernador). Ya sea colegiado o personal, el gobierno recurre al
apoyo de la pluma experta para atender cuestiones básicas del buen
gobierno: la ley y la comunicación oficial. Pero eso no era todo lo
necesario.

Estado actual de la cuestión

La historiografía local no había abordado en su conjunto la trayec-


toria política de los letrados tucumanos en el período aquí estu-
diado.30 No obstante, las referencias sobre la cultura, la enseñanza,
las bibliotecas y los doctores tucumanos son muy valiosas y ofrecen
un material abundante que apenas si puede mencionarse en estas
breves páginas. Las obras mostraban, en general, un Tucumán de
vida cultural rudimentaria, con escasas bibliotecas, prácticamente
sin periódicos y con unas pocas escuelas destinadas a la enseñanza
de las primeras letras. Consideradas en su tiempo, Rubén González
(O.P), en varias de sus obras,31 recrea una ciudad preocupada por
alcanzar una educación lo más completa posible para sus habitan-
tes. En la historiografía actual, Gabriela Tío Vallejo da una mirada
más atenta a las últimas publicaciones locales que enriquecen bas-
tante las cuestiones de las que nos ocupamos.32
En la historiografía nacional esta cuestión se aborda, princi-
palmente, en torno de la consideración de la existencia o no de la
Ilustración en el Río de la Plata;33 las afirmaciones de mayor consis-

29
El Cabildo seguía funcionando con su natural importancia. El Tribunal de la Con-
cordia no dejó huellas significativas de su existencia.
30
Más allá de esta generalidad, es imposible dejar de mencionar los valiosos aportes
historiográficos de Paul Groussac, Ricardo Jaimes Freyre y Juan B. Terán.
31
Rubén González O.P., «Los dominicos de Tucumán y su acción cultural en la primera
mitad del siglo XIX» en; Primer Congreso de Historia Argentina y Regional. Academia Nacional
de la Historia», Buenos Aires, 1973.
—— «El estudio del convento dominicano en Tucumán, Argentina 1888-1899», en
«Los dominicos y el Nuevo Mundo. Siglo XVIII y XIX». Actas del IV Congreso Internacional,
Santa Fe de Bogotá, 1993, passim.
32
Cf. Gabriela Tío Vallejo, «Tucumán en la Historiografía. PDF. Repositorio Digital
de la Academia Nacional de la Historia, http://repositorio.anh.org.ar/jspui/handle/anh/278,
2016, 30 págs.
I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 89

tencia argumentativa y documental sostienen (de manera semejante


a lo que expresan buena parte de los historiadores españoles) que
el filtro de los Pirineos da a la Ilustración un tono particular en
la Península; y al Río de la Plata llega por vía oficial, viajeros o
vínculos académicos o conventuales.
En publicaciones nacionales se ha tenido en cuenta la partici-
pación de los eclesiásticos en su quehacer principalmente cultural y
social.34 Acevedo y Furlong,35 entre otros destacados autores, apor-
taron valiosa información sobre el ambiente religioso en relación
con el orden político. En la historiografía tucumana hay muchos
trabajos relevantes, entre ellos figuran los de Agustín Ávila, Ramón
Leoni Pinto, Eduardo Saguier, Ana María Bascary, Cristina López,
Carlos Páez de la Torre, Jorge Corominas, Ventura Murga, Elena
Perilli, Romina Zamora, Gabriela Lupiàñez, Gabriela Tío Vallejo, Ma-
ría Lelia García Calderón, Facundo Nanni, Cecilia Guerra, Francisco
Bolsi, relacionados con la evocación de las familias y la trayectoria
de las principales figuras tucumanas. Cultura, sociedad, iglesia y
familia configuran un núcleo cuya íntima trama no puede ser des-
agregada en los primeros años de la revolución; sus aportes para
la conformación del sistema político aún no fueron suficientemente
estudiados. En este escenario, la espada, la cruz y las leyes que
resultaron elementos centrales en la conquista y la colonización,
también se destacaron en la independencia y se proyectaron aún
en la organización.

33
Cf. José Carlos Chiaramonte, La Ilustración en el Río de la Plata, Cultura eclesiástica
y cultura laica durante el Virreinato, Puntosur, Buenos Aires, 1989; «Fundamentos iusnatura-
listas de los movimientos de independencia», en Boletín Nº 22, Instituto de Historia Argentina
y Americana, Dr. Emilio Ravignani, 2000, passim.
34
Nancy Calvo, Roberto Di Stefano, Klaus Gallo (coord.), Los curas de la Revolución.
Vidas de eclesiásticos en los orígenes de la Nación, Buenos Aires. Emecé. S.A. 2002, passim.
35
Edberto Acevedo, La Intendencia de Salta de Tucumán en el Virreinato del Río de la
Plata. Mendoza. 1965; «Fray Blas Cabello Mayoral y sus ideas sobre la reforma del Estado
Español», en Archivum. Revista de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina. Tomo 3, Cua-
derno 2, julio-diciembre 1945-1050. Buenos Aires, 1959, p. 278-292. Guillermo Furlong
S.J., Guillermo (sacar) Diego León de Villafañe y su «Batalla de Tucumán» (1812), Theoría,
Buenos Aires 1949. Facundo Nanni y Cecilia Guerra Orozco, «No pongáis en confusión el
orden establecido. El obispo Molina como figura rectora del Tucumán del temprano siglo
XIX», en Elena Pedicone de Parellada (compiladora), Tucumán y España, a propósito de la
multiculturalidad, Ed. de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Tucumán,
2011. Georgina Abbate, «Notas sobre la vida intelectual en Tucumán 1767-1820», en Aca-
demia Nacional de la Historia, Undécimo Congreso Nacional de Historia Argentina. Buenos
Aires. 2001. Separata.
90 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Hacia la construcción del orden

En trabajos anteriores se miró el origen y la actuación de los le-


trados en las reformas borbónicas, y en la acefalía monárquica y
jurídica. La hipótesis central de estas líneas es que esa actividad de
los hombres de papeles tenía como objetivo contribuir a la cons-
trucción y estabilidad de un nuevo sistema político empleando las
herramientas del conocimiento puestas al servicio de dar respuesta
al problema de la gobernabilidad en los ensayos de distinto signo
político en los que participaron. La relación entre letrados y gobier-
nos llegó para quedarse por largo tiempo.
En los últimos años de la dominación española, el cabildo se-
guía reuniéndose con su agenda y sus letrados -laicos y religiosos-.
En abril de 1810,36 los regidores procedían a designar al diputado
que debía ir a Buenos Aires, de acuerdo con las disposiciones esta-
blecidas, para participar en la formalización de una representación
en la Junta Central. Después de seleccionar tres vecinos (un laico y
dos religiosos) el ayuntamiento procedió a nombrar al representante
por la metodología del sorteo. El acta capitular consignaba que el
letrado favorecido era «un sujeto oriundo de esta ciudad», «adorna-
do con las mejores prendas que constituyen un buen ciudadano y
celoso patriota de lo que ha dado tan sensibles pruebas con lo que
se ha proporcionado la mejor opinión y fama y le realza estas bellas
cualidades la de ser Abogado de la Real Audiencia del Distrito y de
una instrucción no común que por lo mismo se hace preferible a la
atención de cualesquier mando de judicatura (...) que atendiendo
a su notoria instrucción, conducta y honradez se lo ha nombrado
Asesor Interino de la expedición destinada a la pacificación del
Perú».37 Es evidente, pues, la vigencia de la normativa tradicional,
en el contexto de la «república de la virtud».
Así serán las características de los representantes tucumanos
designados después de 1810, para participar en la Asamblea (1813)
y en Congresos Nacionales (1816, 1824 y 1852). Este perfil de fun-
cionario seguirá siendo el que se desempeñará con mayor frecuencia
en las instituciones locales, Cabildo, primero, luego Sala de Repre-
sentantes y, al fin, hombres de confianza de los gobernadores. Esto

36
Documentos Tucumanos. Actas del Cabildo, op. cit, pág. 32-35.
37
Evidentemente, se trataba de una elección al uso tradicional, libre de toda relación
con las nuevas ideas.
I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 91

señala tres momentos en el proceso de la construcción del sistema


político entre 1810 y 1834 (10-20, 20-32, 32-38).
El gobierno tucumano alentó, decididamente, la actuación de
los letrados y les confió tareas relevantes en la orientación de los
rumbos de su gestión al ofrecerles, tempranamente, el cargo de
«Asesor».38 A partir de la actuación de estos letrados y de sus agu-
das observaciones, es posible vislumbrar algunas características y
dificultades que encontraron en los procesos electorales y el ejerci-
cio de la representación política, mientras transcurrían los primeros
años del nuevo gobierno.
Durante la mayor parte del siglo XIX, resulta imposible con-
siderar a un letrado aislado; a poco de intentar la aproximación
a un individuo puede advertirse su fuerte inserción en relaciones
familiares, sociales, profesionales, culturales que forman redes en
las que se sostiene el poder, la economía y la sociedad toda. Son
definidos protagonistas del espacio público. Es necesario ubicarse
en tiempo y espacio: ello «exige olvidar el individualismo burgués
y capitalista de los tiempos presentes y adentrarse en un tipo de
configuración social».39 Otra cuestión importante a considerar, es
que —en los comienzos— no existe una esfera de la opinión pública
consolidada, que decididamente protagonice la relación entre lo
público y lo privado.40 Ello contribuirá a que los primeros gobier-
nos encuentren oposiciones en relación de fuerte confrontación,
dirigidas por grupos poderosos, manifestadas en las armas o en el
anuncio de sublevaciones mediante rumores y pasquines a los que
alude Facundo Nanni.41

38
Cabe destacar que notables tucumanos ejercieron importantes funciones en juris-
dicciones vecinas. Entre ellos: Nicolás Laguna, Asesor de la Provincia en Salta y, luego,
de Santiago del Estero; Domingo García Gobernador Intendente de la Provincia en Salta.
Adeodato de Gondra, Ministro de Ibarra en Santiago del Estero del Estero.
39
Cf. María Angélica Arias, «Familia, poder y sociedad en CONICET_Digital_Nro.
de4e4ac68-0288-49f-9568.
40
Cf. Jurgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública. La transformación
estructural de la vida pública, Edit. Gustavo Gili, 2005
41
Facundo Nanni, «El arte de la difamación: las disputas al interior de la élite en el
Tucumán de la década de 1820», Revista Navegamerica. Universidad de, Murcia (España). Nº
11, 2013. http://revistas.um.es/navegamerica/article/view/183631/1528d. Más adelante,
Alejandro Heredia —antes de que se concrete la acción conflictiva— trataba de resolver
el problema con medios «preventivos». En los mismos años, Ibarra en Santiago del Estero,
cuando se anoticiaba de levantamientos o invasiones, empleaba la estrategia de los pueblos
originarios, la técnica de «tierra arrasada», donde no podían subsistir los opositores. En
92 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Se vuelve imprescindible, pues, tratar la ontogénesis y la filogé-


nesis de estos actores que son hombres de pluma y les corresponde
hacerse cargo de los papeles de la correspondencia y las gestiones
oficiales.42
Esta primera parte trata sobre el perfil de los letrados tucu-
manos de los primeros años de la revolución —por razones de
espacio— sólo se aludirá al Dr. Juan Bautista Paz, tomado como
prototipo, aunque es muy difícil despojarlo de su singularidad.
A pesar de que ya se consideró anteriormente la trayectoria de
Juan Bautista Paz, se insiste en ella por: a) el extenso tiempo de
su pertenencia a gobiernos tucumanos donde mostró un particular
empeño en el cumplimiento de la ley y la estabilidad del sistema
político (esto es, de la gobernabilidad) hasta su muerte (1834); y
por la proyección familiar a lo largo del proceso de la organización
nacional.

El doctor Juan Bautista Paz (1772-1844)

Hijo de don José Fermín Paz y Figueroa (santiagueño, importante


contribuyente en ganado para el Ejército del Norte) y Doña María
Josefa Goncebat. Juan Bautista Paz, realizó sus primeros estudios
en la ciudad natal y luego se graduó en la Universidad de Charcas.
Contrajo matrimonio con Doña Plácida Pereyra Mariño (porteña).43
Él inicia un linaje que, si bien se forja en el período colonial, se
proyecta en el tiempo y se caracteriza por la creciente participación
de los laicos;44 así, a la vez que ratifica una matriz comportamental,
propia de las familias tradicionales, a ella se suman los futuros lazos

última instancia, ambos gobiernos no pudieron dar fin al enfrentamiento armado, los fusi-
lamientos y otras penalidades.
42
Por tal motivo en trabajos anteriores se consideró la actuación de varios letrados
que respondían a las mismas características. Ahora se procura averiguar su singularidad y
su proyección en tiempo y territorialidad.
43
Cf. Vicente Osvaldo Cutolo, Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930) T.
V, Editorial ELCHE Buenos Aires, 1978, pág. 348 ss.
44
Cabe advertir que buen número de laicos y sacerdotes no tenían concepciones uná-
nimes respecto del proceso de emancipación ni sobre los criterios de gobernabilidad. Los
unía el conocimiento de la ley y la aspiración de lograr el buen gobierno sin que las formas
concebidas fueran las mismas. Algunos, como Pedro Ignacio de Castro Barros muestran
notable singularidad en todas estas cuestiones que son de carácter terrenal. Entre los laicos
una figura muy notoria y singular es la de Bernardo de Monteagudo.
I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 93

parentales creados por matrimonios con mujeres porteñas, con los


que se fortalecieron aún más las posibilidades de formar parte de
la elite republicana nacional y proyectarse a la capital portuaria.
Don Juan Bautista Paz desarrolló intensa actividad pública des-
de los tiempos virreinales. Fue Regidor Fiel Ejecutor del cabildo en
1805. En su trayectoria es posible visualizar el tránsito del antiguo
régimen a la lenta construcción de un nuevo orden. El carácter de
«propietario» que tenía aquel cargo le haría participar en varias
disputas capitulares clásicas motivadas por «asientos» y «preminen-
cias», entre autoridades «propietarias» y «electivas». La última de
ellas ocurriría en enero de 1810, cuando el Regidor alférez real,
José de Garmendia, reclamó que «por la preminencia de su empleo
le correspondía preferencia de asiento en la Banca y en otros actos
públicos con respecto a los señores rejidores propietarios».45 Enton-
ces, Juan Bautista Paz, Regidor Fiel Ejecutor Propietario, defendió
sus derechos, en el marco de los criterios del antiguo régimen.
La cuestión se transformó en una larga querella en la que
participaron todos los niveles jerárquicos del sistema virreinal. El
Gobernador (desde Salta) se expidió «a favor de la preferencia»
del Alférez Real («electivo»). Juan Bautista Paz insistiría en sus
argumentos, subrayando la importancia del carácter del cargo que
ejercía, y su capacidad para el tratamiento de las cuestiones legales.
Finalmente, el Virrey reconocería la preeminencia del cargo «pro-
pietario». El perfil jurídico de los argumentos dominaba la escena
y atestiguaba la vigencia que tenían, hasta los últimos tiempos co-
loniales, las leyes del reino y la obediencia a las autoridades con
la debida consideración de la jerarquía.
Juan Bautista Paz continuó por largo tiempo en la institución
capitular. En el cumplimiento de esas funciones se encontraría,
pues, cuando se produjo el movimiento de mayo de 1810.
Participó del Cabildo Abierto del 25 de junio de 1810 reunido
en Tucumán con motivo de considerar la decisión que habría de
tomarse acerca de la solicitud de la Junta Provisional de Gobier-
no sobre la designación de un diputado que debería participar, en
Buenos Aires, en el tratamiento del rumbo a seguir en la situación
de acefalía en que se encontraba el espacio rioplatense.

45
Cf. Documentos Tucumanos Actas del Cabildo, 1810-1816, op. cit, pág. 23 y 24.
94 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

La carrera de Paz era ascendente. El 11 de marzo de 1811, el


Cabildo reconocía que este «abogado de la Real Audiencia de Dis-
trito» «tiene todo el peso de actuaciones y contestación de Correos
pertenecientes al Cabildo evacuando por sí solo». Si nos atenemos
al texto resulta que se encarga «por sí solo» de la correspondencia
del Cabildo. Tamaña responsabilidad se expresaba también en el
monto de la retribución que se le había atribuido y que sería objeto
de futuras disputas concejiles.46
Tras idas y vueltas la cuestión pareció cerrarse en el mes de
mayo de 1814 cuando se recibió un oficio del Director de Estado su-
primiendo «la Plaza de Asesor de la Municipalidad que ha obtenido
hasta ahora el doctor Dn. Juan Bautista Paz, y a su consecuencia,
los cuatrocientos pesos que le estaban asignados, reservándose su
provisión para cuando mejoren las circunstancias (...)». El cargo
se cubriría de manera «eventual en el caso de ofrecerse asuntos
de importancia cuya resolución exija el concurso y luces de un
Letrado».47
Pero la ausencia de Paz, en su carácter de asesor, no sería por
mucho tiempo. El 22 de mayo de 1815, el Cabildo, en «virtud de
la orden Suprema», nombraría Asesor «para los casos de necesidad»
al Dr. Juan Bautista Paz, pero el pago de honorarios se reducía de
manera notable, alcanzando solamente a cincuenta pesos.48 De esta
manera se subraya la necesidad de que se cumplan las funciones de
asesor aun cuando no se contara con los recursos necesarios para
hacer efectiva su adecuada remuneración
Es interesante observar la fuerte relación que tenían estas fun-
ciones de Asesor con la «Correspondencia», que incluía, de manera
preferencial, las relaciones oficiales con el gobierno de Buenos Ai-
res, a quien se hacía conocer el hecho para su aprobación.

46
Entre las rencillas locales se cuestionó la asignación otorgada a Paz. En octubre de
1812 el Alférez Real planteó que, por decreto de la Superioridad, «había cesado todo empleo
de Consejo» y que por lo tanto se ponía en cuestión «excesivo precio con que es dotada la
asesoría del Ilustre cuerpo» que estaba a cargo de Juan Bautista Paz, en su carácter de Fiel
Executor. Se reclamaba que había obras públicas absolutamente necesarias (la construcción
de las casas consistoriales y la cárcel de mujeres) que estaban paralizadas a causa de esas
erogaciones. Sin embargo, el Alcalde de 1er. Voto sostuvo que el Cabildo debía «tener Asesor
para evacuar los muchos asuntos correspondientes» y que la asignación de cuatrocientos
pesos había sido aprobada por «el Excelentísimo Superior Gobierno».
47
Documentos Tucumanos. Actas del Cabildo, Ibid., p. 214.
48
Ibíd., p. 262.
I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 95

Pero las funciones de Paz eran múltiples. Extinguidos los ofi-


cios propietarios en 1812, la continuidad de Juan Bautista Paz en
la actividad pública parecía asegurada. Si antes ejercía el cargo
como «propietario», después de la revolución se afirmará en la vida
política por su idoneidad para el tratamiento de las cuestiones que
procuraban asegurar el orden. En ese año se creaba el efímero Tri-
bunal de Concordia «para que por medio de los arbitrios que marca
la prudencia equidad y justicia se sofoquen los pleitos en su origen
o se dé según las circunstancias el pase»; el Regidor Fiel Ejecutor
(Juan Bautista Paz) sería integrante de la nueva institución que
era un renovado intento de crear instituciones colegiadas que no
lograron persistir.
Además de las discusiones sobre el cargo de asesor, Juan Bau-
tista Paz seguía acumulando funciones gubernamentales. En 1813,
accedería al cargo de Alcalde de Primer Voto; llegaba, de esta ma-
nera, a un lugar muy importante de carácter electivo. En no mucho
tiempo, lejos quedaron las circunstancias del sorteo y los argumen-
tos en favor de los cargos de carácter «propietario». Lo importante
para él era el cumplimiento de la ley vigente.
La marcha política de la ciudad seguía el ritmo —y el calen-
dario— marcado por Buenos Aires. El 30 de junio de 1815, en la
Ciudadela, «la campaña, reunida en seis partidos que la componen,
con agregación de una parte sana y considerable del Pueblo», en
«público acto» «con más de cuatro mil hombres» eligen a tres doc-
tores como representantes tucumanos al Congreso de 1816: Pedro
Miguel Aráoz, José Agustín Molina y Juan Bautista Paz. Todos ellos
respondían al perfil al que se aludiera en páginas anteriores­: le-
trados formados en universidades del antiguo régimen, miembros
de la elite, dos sacerdotes y un laico. El procedimiento para la
designación era diferente. De esta manera, nuestro personaje co-
nocería la experiencia —frecuente en la época— de la complejidad
que revestían en la práctica las elecciones y las dificultades para
reconocer su legitimidad.49 En esa oportunidad llegaron a practicar-
se cuatro elecciones y, finalmente, los diputados no estarían listos
para incorporarse al Congreso, en tiempo y forma, ni siquiera en
virtud de su condición de locales. Esta confusa situación electoral

49
Cf. Gabriela Tío Vallejo, Antiguo Régimen y Liberalismo. Tucumán, 1770-1813, Fa-
cultad de Filosofía y Letras, UNT, p. 211-219.
96 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

motivaría una presentación que realizó ante el gobierno, el 23 de


febrero de 1816, el Dr. Juan Bautista Paz.
Paz, convertido en experto en elecciones, demandaba las fa-
llas del proceso electoral, con observaciones interesantes sobre la
legitimidad de las elecciones de acuerdo con los procedimientos
realizados, la voluntad de participar, la relación entre electores y
número de habitantes y un tema recurrente: la relación entre ciu-
dad y campaña.50
Resultan notables estas argumentaciones del Dr. Juan Bautista
Paz para propiciar la pureza de las prácticas electorales del nuevo
régimen cuando, en su condición de regidor «propietario», según
vimos en párrafos anteriores, había elevado a consideración de la
autoridad virreinal la defensa de la superioridad de este tipo de
cargo por sobre los cargos electivos. Este dato es una muestra de
la actitud general de la elite local que se incorporó al muevo ré-
gimen a partir de los mismos actores que habían conducido a la
comunidad política en el tardocolonial. Paz no sólo había acepta-
do abandonar la legalidad y la abolición del sorteo y los cargos
«propietarios» que antes había defendido, sino que participaba en
procesos electorales y propiciaba que se cumplieran rigurosamente
las prescripciones legales.
La construcción de una nueva cultura política se iba plasmando
en estos hechos que combinaban armoniosamente con muchos otros
gestos -en los que participaban sectores más amplios de la sociedad-
tales como las celebraciones públicas, el reconocimiento de nuevos
símbolos, las expresiones contenidas en el cancionero popular, los
discursos y mensajes oficiales, la correspondencia, la construcción
de la memoria, en fin, la práctica —aunque aún incipiente— de
nuevas formas electorales.51

50
A.H.T., Sección Administrativa, Vol. 25, 1816, f. 85, 86. Según Easton, la relación
«centro periferia» es de mucha importancia en la estabilidad de los sistemas políticos.
51
Estas son cuestiones estudiadas de manera más pormenorizada por otros miembros
del mismo equipo de investigación. En cuanto a las fiestas y a los símbolos de la revolución
en el espacio tucumano pueden consultarse los siguientes trabajos Silvina Correa: «Cere-
monias Tucumanas. ·La construcción de la Legitimidad Política del período Tardo–Colonial
a la Revolución», II Jornadas Nacionales Espacio, Memoria, Identidad, Rosario, octubre de
2002; «Celebraciones patrias», en Sociedad, cultura y política. Tucumán en la primera mitad
del siglo XIX, IHPA, Fac. de Filosofía y Letras. Irene García, Silvina Correa, y. Javier Ruejas,
«Entre Ceremonias y Prácticas Políticas. Tucumán 1832-1838», VII Jornadas Inter-Escuelas y
Departamentos de Historia, Salta, 2001, Georgina Abbate. «Unanimismo y cultura política»,
Juan José Villalón, «Representación e identidad de Tucumán en dos obras de Alberdi» IHPA,
I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 97

Un tema importante en el que trabajan los investigadores, cu-


yos aportes se articulan con los problemas políticos, es el de la
integración de los sectores populares en el proceso revolucionario
Además de las fiestas y celebraciones, que incluyen un fuerte com-
ponente afectivo para la afirmación de la identidad, también se
muestra la inclusión que representa la participación en las fuerzas
militares de la independencia. Efectivamente, importantes trabajos
de la renovada historia política tienen «la finalidad de acercarse al
estudio de actores sociales que comienzan a emerger» (en el pro-
ceso revolucionario).52
Todos estos objetos y prácticas abarcan aspectos racionales,
algunos, afectivos otros; pero que, indudablemente, señalan un len-
to nuevo posicionamiento de los diversos actores en la comunidad
política. La experiencia, la mente y el corazón van definiendo un
nuevo perfil de la identidad.
Entre tanto, los letrados continúan sus funciones en el contex-
to de mayores complejidades y la afirmación de nuevos criterios
políticos.53 Así, la ausencia de Paz de los cargos capitulares nunca
era definitiva. En julio de 1817, ante la renuncia del Dr. Nicolás
Laguna,54 fue elegido como Alcalde de 1er. Voto. También en ese
año sería nombrado agente fiscal interino de Hacienda.

Fac. de Filosofía y Letras UNT. Además, Juan Carlos Garavaglia, «A la Nación por la fiesta:
Las fiestas mayas en el origen de la nación en el Plata». Boletín del Instituto de Historia Ar-
gentina y Americana «Dr. Emilio Ravignani» 3ª serie, n º 22. Buenos Aires, 2000; «El teatro
del poder: Ceremonias, conflictos y tensiones en el Estado Colonial».
52
Raúl Fradkin, ¿Qué tuvo de revolucionaria la revolución de independencia?», en
Nuevo Topo, Revista de Historia y Pensamiento Crítico Nro. 5. Buenos Aires 2008, págs. 15-
43, «El retorno de un viejo problema. Los sectores populares y la Revolución», en Anales
de la Educación Común. Tercer Siglo, Año 6, Pensar la política, un desafío en la tarea de
educar Nro. 10, Publicación de la Dirección de Cultura y Educación de la Provincia de Bue-
nos Aires. Versión digital del artículo publicado en págs. 216-234 de la edición en papel (2
l11). Flavia Macías y Paula Parolo, «Guerra de independencia y reordenamiento social. La
militarización en el norte argentino (Primera mitad del siglo XIX)» Iberoamericana. Amé-
rica Latina-España-Portug, 10(37), 9-38. https://doi org10.18441/ibam.10.2010 37. 19-38.
Marisa Davio, «Una sola mano no aplaude: la participación de los sectores populares en
Tucumán durante el proceso revolucionario». (1806-1820), en Cuadernos Sur, Hist., Bahía
Blanca, n. 35-36, 2007.  
53
Es bueno recordar que en Tucumán son muchos los letrados que se destacaron en
sus funciones con valiosos aportes, tan o más importantes que Juan Bautista Paz, tanto en
la gestión local como en la representación en instituciones nacionales.
54
Laguna se hallaba con licencia en el cargo de Alcalde de 1er. Voto, desde comienzos
de ese año, por «hallarse enfermo y con urgente necesidad de salir al campo a restablecer
su salud». Mucho se ha escrito sobre este notable letrado, quizá el más importante de todos.
Cfr.: https.cendi.gob.ar
98 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

El problema de resolver la situación de asesor parece inacaba-


ble. El 22 de enero de 1818, los capitulares una vez más nombraron
como Asesor al Doctor Juan Bautista Paz, con la asignación de 500
pesos 55

para el mejor desempeño de este respetable cuerpo, prosecución de sus cau-


sas, y asuntos interesantes de la Nación, y con arreglo al artículo 10 de
Elecciones de Cabildo del Reglamento provisorio, se nombrase a lo menos
un Asesor General de conocida literatura que lo sea de la Corporación y de
los Juzgados.

El 2 de enero 1819 se renueva su nombramiento como Asesor y


en 16 de febrero se aumentan doscientos pesos a su sueldo «porque
se han multiplicado las actuaciones de los juzgados ordinarios».
En ese mismo año se producían dos importantes indicadores
del volumen alcanzado por Juan Bautista Paz en la política local:
su nombre figuraba en una lista que elaborara el Cabildo para pre-
sentar a la «Autoridad Suprema» con la nómina de las personas que
podían ejercer el cargo de Gobernador Intendente. En septiembre
de 1819 se lo eligió para representar a su provincia en el Congreso,
pero pronto se desencadenaron los sucesos que terminaron con el
gobierno central. En el mes de agosto, después de que la Provincia
jurara la Constitución de 1819, se nombró la terna de candidatos
a integrar el Senado de la Nación, en ella figuraba también el Dr.
Paz. Luego, en el Gobierno de Bernabé Aráoz cumplió las funciones
de ministro.56
Su acción política ya se había afirmado y se proyectaría vi-
gorosamente en la historia de los años siguientes a pesar de las
discontinuidades propias de la época en que había desaparecido la
autoridad nacional. Participó activamente en gobiernos unitarios
y federales. En tiempos de los conflictos internos se desempeñó
en gobiernos de los Aráoz y los López. Más tarde, representó a la
Provincia en el Congreso General Constituyente desde noviembre
de 1826 hasta julio de 1827.

55
Documentos Tucumanos. Actas del Cabildo, Vol. II, 1816-1824, Introducción y Notas
de Manuel Lizondo Borda, Tucumán, 1938, p. 91.
56
Aun en los momentos más azarosos de estos años, Juan Bautista Paz está presente.
Así, en 1822, es funcionario del Cabildo y también de la Sala cuando esas instituciones se
encuentran en conflicto y el Cabildo está a punto de desaparecer.
I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 99

En los intrincados conflictos entre unitarios y federales, llegó a


ser ministro en el Gobierno de Gregorio Aráoz de Lamadrid, Luego,
por ausencia del Gobernador Francisco Javier López (unitario) asu-
mió el mando de la Provincia en mayo de 1829. En ese momento
de bravos conflictos políticos57 e inestabilidad que caracterizaron
los años 20, se desarrollaba «la campaña contra Quiroga a las ór-
denes del General Paz, que terminó con la derrota de éste en La
Tablada».58
Hasta aquí vemos al Dr. Juan Bautista Paz cumpliendo funcio-
nes importantes en medio de los conflictos que habían empezado
con fuertes luchas entre familias locales y terminaron siendo inter-
provinciales; la violencia se agudizó en esta década con enfrenta-
mientos armados, con bravos combates interprovinciales librados
por unitarios y federales, con vencedores y vencidos, fusilamientos y
cambios frecuentes de gobernadores; signos evidentes de inestabili-
dad. A pesar de todo, la Sala de Representantes seguía funcionando
con los protagonistas y los problemas del vecindario que empezaba
a sentir las nuevas complejidades representadas por los problemas
que involucraban a la jurisdicción.
La función política de Juan Bautista Paz culminaría como mi-
nistro y hombre de confianza del gobernador Alejandro Heredia
(1832-1838). El nuevo gobernante estaba casado con una dama
de la sociedad salteña, poseía título universitario y prestigio en
las armas —por su participación en las guerras de la independen-
cia— llegando hasta el grado de Coronel. Todo eso lo ubicaba con
alto capital simbólico. Pero también intervino en luchas internas
ya sea por enfrentamientos contra los unitarios o conflictos con
provincias vecinas.
El inaugura el período gubernamental del poder ejecutivo de
más larga duración. Llegó al cargo por el recientemente menciona-
do triunfo de Quiroga sobre el General Paz. El de Heredia fue un
gobierno que se incorporó al Pacto Federal de 1831. Eran tiempos
de la hegemonía de Rosas, en los que se dieron las más claras
definiciones ideológicas y las más fuertes confrontaciones inter-
provinciales.

57
Puede advertirse que en ese tiempo el gobierno de Tucumán, del que participaba
Juan Bautista Paz, respondía al sector unitario.
58
Vicente Osvaldo Cutolo, Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930). T. V,
pág. 349. Edit. ELCHE, Buenos Aires, 1978.
100 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Hay indicios de que Heredia procurara llegar a la gobernabili-


dad mediante la gobernanza, esto es, creando «las reglas de juego
dentro de un sistema social» para lograr la gobernabilidad, con las
«capacidades de los actores sociales». Por eso, en su gobierno se
dictaron tantas normas para controlar conductas de la población y
se puso empeño en la designación de comandantes y jueces que le
respondan con fidelidad.59 Por eso, también cuando Juan Bautista
Alberdi y Marco Avellaneda, con sus flamantes títulos de abogado
llegaron a Tucumán, el Gobernador los invitó a quedarse en la
Provincia. Advertía Heredia la necesidad de contar con mayor nú-
mero de actores sociales para la construcción de la gobernabilidad.
No sólo Heredia tenía estas aspiraciones, Por esos tiempos, Moldes
(Ministro a cargo del gobierno de Salta) en nota a Felipe Ibarra,
expresaba que había que contar

con hombres de la mayor probidad e instrucción suficiente en el Derecho,


y esta clase de hombres es preciso que sea bien dotada, mucho más siendo
necesario traer algunos letrados de otras Provincias, quienes sin una dotación
competente no dejarían sus bufetes y se trasladarían al punto que fueren
designados.60

Juan Bautista Alberdi rechazó el ofrecimiento del Gobernador


Heredia; él entendía que lo provinciano era pequeño; tenía otros
sueños aquél que luego sería considerado la cabeza brillante de la
Joven Generación. Nunca más regresó a la provincia.61
A pesar de que Heredia se había propuesto entablar buenas
relaciones entre partidos, continuaron los fuertes enfrentamientos
entre las elites, que ya, en estos tiempos, revelaban distintos cri-
terios acerca de la gobernabilidad. Todo esto se daba en un clima
general de exclusión entre unitarios y federales. Según se decía,
los primeros se localizaban en los centros urbanos y las personali-
dades más cultas; los segundos encontraban sus representantes en

59
También en esta estrategia es posible encontrar cierta semejanza con expresiones
de Foucault a la que caracteriza como «la existencia de todo un conjunto de técnicas y
de instituciones que se atribuyen como tarea medir, controlar y corregir a los anormales»
para conseguir ubicarlos, disciplinarlos y estabilizar el poder. El objetivo sería conquistar su
«subjetividad». Cf. Michel Foucault (2002), Los anormales. Buenos Aires: Siglo XXI. Michel
Foucault (2001), Vigilar y Castigar. Buenos Aires: Siglo XXI.
60
Cf, Andrés Figueroa. Papeles de Ibarra, Molinaria, Santiago del Estero, 1941, pág. 34.
61
Alberdi consideraba que el aspecto más importaba de la política era la política
exterior.
I. García de Saltor, «Notas sobre la gobernabilidad. Tucumán, 1810-1834» 101

los sectores populares urbanos y rurales. Así se hablará luego de


civilización y barbarie. Alejandro Heredia —al igual que el gober-
nador de Entre Ríos, Pascual Echague 1832/1841— no responde a
ese modelo.62 Eso sumado a que los principales caudillos, aún los
de menores recursos culturales, tuvieron a su lado letrados para el
manejo de la correspondencia, las leyes y la comunicación parece
indicar que la tradicional oposición entre civilización y la barbarie,
ciudad y campaña es compleja y no combina claramente con las
primeras apreciaciones historiográficas.

Palabras finales

Es curioso que Don Juan Bautista Paz se incorpore a un gobierno de


signo contrario al que acababa de pertenecer y que fuera derrotado
en las armas por Quiroga, quien a su vez abrió paso al gobierno de
Heredia.63 Más aún, no es fácil comprender que sea estrecho cola-
borador en su gestión, al punto de que cuando el Gobernador debía
salir en campaña Juan Bautista Paz quedaba al frente del gobierno
de Tucumán. Juan Bautista Paz participaba del gobierno de Alejan-
dro Heredia (federal) cuando sus tropas vencieron al levantamiento
de Francisco Javier López (unitario). Juan Bautista Paz se ocupaba
de mantener la gestión administrativa, bregaba por la organización
institucional y contaba con la confianza de Heredia. El jefe de los
sublevados y su hermano fueron fusilados. Igual suerte les espera-
ba a otros jefes opositores, entre los que figuraba el Coronel Don
Segundo Roca. Eran las dos caras de una misma moneda.
Esta última ejecución no se realizó por intercesión de Juan
Bautista Paz, padre de Marcos quien estaba a punto de casarse con
la hija de Don Segundo Roca (padre del futuro presidente Julio
Argentino Roca). La gobernabilidad se basa en el acuerdo y las
redes sociales inciden en los acuerdos, más allá de los modelos o
ideologías de la época.

62
Cf. Irene García de Saltor, «Heredia y los Gobernadores de la Confederación», en
X Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia. Escuela de Historia de la Facultad de
Humanidades y Artes de la Universidad Nacional del Litoral, Rosario, 2005.
63
Pero, como vimos, es una conducta recurrente en su trayectoria desde los años 20.
actúa en gestiones de distintos colores partidarios y distintos partidos confían en él como
asesor.
102 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Es difícil conocer con certeza las motivaciones de uno y de


otro. Por la trayectoria de ambos podría pensarse que había valores
que ellos compartían y que eran superiores a los es medios por los
que resolvían las cuestiones de partidos. Heredia y Paz eran hom-
bres de papeles, entendían de leyes, propiciaban una organización
constitucional, pero sabían los condicionamientos de la realidad y
que la política es el arte de gobernar, el arte de lo posible. Lo cierto
es que tenían una relación de leal respeto personal.
No se logró en este tiempo resolver el problema de la gober-
nabilidad y el peligro de la anarquía era difícil de ahuyentar. La
acción de Juan Bautista Paz fue extensa y aportó sus talentos a la
difícil estabilidad de los sucesivos gobiernos. Estuvo en la gestión
pública casi 30 años; se ocupó del cumplimiento de las leyes, el
acuerdo y la buena correspondencia sin importarle demasiado el
color político de los gobiernos. Sin embargo, los resultados más
eficaces para construir la gobernabilidad parecen haberse dado en
la proyección familiar, dirigida en la misma línea que la de los pre-
cursores; hacia la construcción del orden en la ley, con las armas
(el monopolio legal de la fuerza) y, por, sobre todo, procurando
superar las diferencias entre los notables. Equipos organizados, po-
cos objetivos, programa, capacidad de decisión, posibilidad de dar
respuesta a transitorias demandas internas y externas. Después la
república «posible» se hizo «conservadora», sin haber llegado a la»
verdadera». Si bien se insinuaban, aún no se habían instalado de-
finitivamente los tiempos sociales.

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Cabildos, congresos y legislaturas:


dinámicas institucionales
en Tucumán (1819-1824)

Georgina Abbate *

E l papel de los cabildos en los procesos de independencia ha


sido destacado como una constante en la historiografía ibe-
roamericana. En el marco de estas instituciones se tomaron las
primeras decisiones cuando la crisis monárquica, en ambos lados
del Atlántico, movilizó a las dirigencias a asumir la tutela de la
soberanía real. No dejaron de registrarse las modificaciones que
sufrieron los cabildos con la implementación de la constitución de
Cádiz en las áreas gaditanas. Sin embargo, en las regiones insur-
gentes, como el Río de la Plata, también experimentaron mudanzas
con la aplicación del principio de la soberanía popular.1
Sin embargo, en el ámbito rioplatense, desde comienzos de la
década del 20, tuvieron lugar procesos casi simultáneos de extin-
ción de los cabildos, en lugar de reformas que los transformaran
en municipios modernos. Esta particularidad ha sido señalada como

* Doctora. Historia. UNSTA-UNT. Miembro de Número Junta de Estudios Históricos


de Tucumán.
1
Antonio Annino, «Cádiz y la revolución territorial de los pueblos mexicanos», en
Antonio Annino, Historia de las elecciones en Iberoamérica, Fondo de Cultura Económica,
1998; Antonio Annino, «Soberanías en lucha», en Antonio Annino y François Guerra (Coords.)
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184; Marcela Ternavasio, Gobernar la revolución. Poderes en disputa en el Río de la Plata,
1810-1816, Siglo XIX, 2007, entre otros.
G. Abbate, «Dinámicas institucionales en Tucumán, 1819-1824» 107

una excepción en el conjunto hispano.2 Así, los cabildos fueron


relevados por juntas o salas de representantes provinciales que se
establecieron como poderes legislativos en un proceso de afirmación
del sistema republicano representativo, que contuvo modulaciones
y solapamientos con elementos de la anterior tradición jurídica.3
En aquella cultura jurisdiccional, la institución capitular resul-
taba indisociable de una concepción orgánica y familiar del gobier-
no local, que remitía a la semántica de la república en el antiguo
régimen. Los regidores del cabildo actuaban como tutores de una
pequeña república, incorporada, con otros cuerpos, a esa confi-
guración agregativa de reinos y territorios que fue la monarquía
hispánica.4
Esta corporación dotada de jurisdicción sobre un territorio,
ejercía también las correspondientes causas de guerra, hacienda y
policía en el ámbito de su competencia.
No fueron las reformas aplicadas durante el reinado de los
Borbones, las que modificaron las bases del autogobierno que se
ejercía desde el cabildo, a pesar del esfuerzo pretendido en esa
dirección y sus variables resultados.5 Fue la crisis de la monarquía,
con su inédita acefalía, la que movió a los cabildos a asumir el pa-
pel de depositarios de la soberanía real y dio inicio a un proceso
de transformación institucional en pos de legitimar a las nuevas
autoridades con otros principios.

2
Marcela Ternavasio, «La supresión del cabildo de Buenos Aires: ¿crónica de una
muerte anunciada?» Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana «Dr. Emilio Ra-
vignani» Tercera serie, núm. 21, 1er. Semestre, Facultad de Filosofía y Letras, 2000, pp.
33-73.
3
Hilda Sábato y Marcela Ternavasio, «De las repúblicas rioplatenses a la república
argentina. Debates y dilemas sobre la cuestión republicana en el siglo XIX» en Pilar Gonzá-
lez Bernaldo de Quirós (Dir.) Independencias iberoamericanas. Nuevos problemas y aproxi-
maciones, Fondo de Cultura económica, 2015, pp. 242-243; 249. Hilda Sábato y Marcela
Ternavasio, «Introducción», en Hilda Sábato y Marcela Ternavasio (coords.) Variaciones de
la república. La política en la Argentina del siglo XIX, Prohistoria ediciones, 2020, p. 13.
4
Alejandro Agüero, «La extinción del Cabildo en la República de Córdoba, 1815-1824»
en Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani [online]. 2012, n.37 [citado  2022-05-29],
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97672012000300002&lng=es&nrm=iso
5
Para el caso tucumano conf. Gabriela Tío Vallejo, Antiguo Régimen y Liberalismo.
Tucumán, 1770-1830, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán,
2001 y Gabriela Tío Vallejo, «La «buena administración del cabildo. Tucumán, 1770-1820,
en Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani 18, 3ª serie, 2do. Semestre, Buenos Aires,
1988, pp. 35-38; para el caso de Córdoba, conf. Edgardo Dainotto, Política y poder en Cór-
doba borbónica. Instituciones, espacios y prácticas (1783-1797), Centro de Investigaciones de la
108 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

El caso de Tucumán en el contexto rioplatense conjugó estas


dinámicas institucionales con procesos de segregación territorial,
que terminaron con la circunscripción del territorio de la «Provincia
del Tucumán», creada por el Directorio en 1814, a la jurisdicción de
la ciudad de Tucumán, al separarse los territorios de las ciudades
de Santiago del Estero y Catamarca de la «República del Tucumán»,
a comienzos de la década de 1820.
Esta presentación se ocupa de los últimos años del cabildo
local con la pretensión de dar cuenta de su doble desaparición
—primero en 1820, y luego en 1824— en vinculación con el papel
de dos instituciones representativas que autorizaron su supresión
y su extinción: el congreso constituyente provincial y la junta de
representantes, respectivamente. Se propone como clave de análisis
la limitación constitutiva del cabildo para dotar en propiedad del
mando a los gobernadores electos en los términos provinciales, en
el contexto de una sostenida acefalía en el gobierno común de las
provincias. Dicha atribución fue asumida, en 1820, por el Congreso
Provincial y, luego, por las legislaturas locales por su calidad de
representantes de la soberanía del pueblo. La intervención de los ca-
bildos para asumir el mando o designar un gobernador sólo se jus-
tificaba en circunstancias extraordinarias y, el correspondiente nom-
bramiento, no podía eludir la condición de interino o provisorio.6
El cabildo tucumano, que inauguraba la década del 20 con la
elección de un gobernador provisorio en la persona de Bernabé
Araoz, había transitado por diversas experiencias políticas en el pri-
mer decenio de la revolución que desafiaron su perfil tradicional.

Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, Ferreyra editor,


2012; para el caso de Jujuy conf. Gustavo Paz, «La hora del cabildo: Jujuy y su defensa de
los derechos del pueblo en 1811, en Fabián Herrero (Comp.) Política e ideas en el Río de la
Plata durante la década de 1810, Buenos Aires, 2004, pp. 149-165 y para el caso de Salta,
Bárbara Aramendi Burocracia y sociedad colonial. Las reformas borbónicas y su impacto en
Salta (1750-1810), tesis doctoral, Universidad Nacional de Córdoba, 2011 (inédito).
6
En el marco de la construcción del estado provincial, Gabriela Tío Vallejo ha analiza-
do el papel del cabildo en esta coyuntura, en la que observa un proceso de concentración del
poder en la figura del gobernador, producto de la evolución institucional que tuvo lugar y de
la guerra. Considera que el cabildo ordinario aportó legalidad y el cabildo abierto legitimidad
a los nombramientos de gobernadores en el periodo, a diferencia de nuestra propuesta que
señala las limitaciones del cabildo para su nombramiento en propiedad. Conf. Gabriela Tío
Vallejo, Antiguo Régimen…, cit.; Gabriela Tío Vallejo «Presencias y ausencias del cabildo
en la construcción del orden provincial, el caso de Tucumán, 1770-1830», Araucaria: Revista
Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales, Vol. 9, Nº 18,
2007, págs. 236-265.
G. Abbate, «Dinámicas institucionales en Tucumán, 1819-1824» 109

Fue en el marco del cabildo local donde se tomaron las deci-


siones respecto del establecimiento de un gobierno depositario de
la soberanía monárquica y se eligieron a los primeros diputados,
tanto para la Junta Central establecida en la península, en 1809,
como para la Junta Provisional instituida en Buenos Aires el 25 de
mayo de 1810. Sin embargo, la pronta introducción del sufragio
individual e indirecto a partir del reglamento de 1811, establecido
por la junta porteña, evidenció el límite de la tradicional representa-
ción capitular en los nuevos procesos electorales.7 Así, se estableció
la figura de los electores, primero sumados al cabildo y, hacia el
final de la década, constituyendo una junta separada de éste que
representaba a la ciudad y a la campaña.8 Al mismo tiempo que
tenían cabida estas modificaciones en la elección de representantes,
el cabildo conservó la facultad de la legítima convocatoria al pue-
blo bajo la forma de cabildo abierto, que se concretó en diversas
oportunidades según usos y costumbres.9
Si las elecciones indirectas y las juntas electorales desplazaron
al cabildo en la designación de diputados, la asamblea popular de
1815 motivada por la crisis que desató la caída del Director Su-
premo, le disputó la invocación del pueblo, liderado, entonces, por
jefes militares y curas de campaña.10
Tras la nueva acefalía que inauguraba la década del 20, Buenos
Aires optaba por replegarse sobre sí misma y postergaba su esfuerzo
por liderar el gobierno del antiguo virreinato. Las provincias que
aún permanecían bajo su mando reorganizaron, entonces sus espa-
cios sin la dirección de la capital.

7
Conf. también, Gabriela Lupiañez, «Autonomía y «nombramiento» de representantes
a reuniones generales en tiempos del autonomismo en el Río de la Plata (1810-1811). La
ciudad de San Miguel de Tucumán y su diputado a la Junta Grande», en Americanía Revista de
Estudios Latinoamericanos. Nueva Época, número especial, mayo 2015, Sevilla, pp. 92-122.
8
Conf. Gabriela Tío Vallejo, Antiguo Régimen..., cit.
9
En nuestros trabajos hemos propuesto la diferencia entre las reuniones del cabildo
más los electores, que tuvieron como fin la elección de diputados hasta 1815, y los cabildos
abiertos cuya convocatoria y objetos de reunión fueron diversos, en discrepancia con la pro-
puesta de Tío Vallejo que los identifica. Conf. Georgina Abbate, «Trayectorias del cabildo en
territorios insurgentes. Experiencias políticas en el Río de la Plata (Tucumán, 1809-1824)»,
Temas de Historia Argentina y Americana, n. 26, 2018, pp. 8-30.
10
Georgina Abbate, «Trayectorias del cabildo…», cit. y Gabriela Lupiañez, «Autonomía
y soberanía en los usos de la noción de «pueblo»: disputas políticas en torno del Estatuto
Provisional en Tucumán en 1815, en Prohistoria, año XIX, núm. 26, dic. 2016, pp. 27-52.
110 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Antiguo Cabildo. Croquis color, 1908, Museo Casa Histórica de la Independencia.

El Cabildo de Tucumán
y el gobernador de la Provincia

La noche del 11 de noviembre de 1819 un movimiento de la guar-


nición militar, que permanecía en la ciudad luego de la marcha del
Ejercito Auxiliar del Perú hacia Buenos Aires, depuso al gobernador
de Tucumán, Feliciano Mota Botello, y tomó prisionero al general
Manuel Belgrano quien, por razones de salud, había regresado a
Tucumán mientras el ejército continuaba su desplazamiento.
Al día siguiente, los oficiales Abraham González, Felipe Heredia
y Manuel Caínzo elevaron un oficio al cabildo en que lo urgían a
hacerse cargo provisoriamente del «mando político» para «no dejar
ni un instante al pueblo en anarquía».11
Cabe recordar que los gobernadores y sus lugartenientes en
las ciudades eran designados por el Soberano o los virreyes en
tiempos de la monarquía. Los cabildos procedían al recibimiento y
juramento de los mismos pero, en circunstancias de extraordinaria

11
Actas del Cabildo (introducción y notas de Manuel Lizondo Borda), Vol. II, Univer-
sidad Nacional de Tucumán, Tucumán, pp. 191-192.
G. Abbate, «Dinámicas institucionales en Tucumán, 1819-1824» 111

gravedad, podían nombrar a estas autoridades para evitar el per-


juicio provocado por la falta de las mismas. De esta manera, los
cabildos asumían interinamente el mando político y encargaban,
generalmente, el mando militar. Estos «cabildos gobernadores» re-
fundían, en circunstancias extraordinarias, el gobierno provincial o
la tenencia gubernativa en el cabildo.12 No obstante, este recurso
estaba ligado a la provisoriedad y a la ratificación o rectificación
del nombramiento por la autoridad superior.
En noviembre de 1819, entonces, el cabildo obró dentro de las
posibilidades del orden jurídico tradicional y aún vigente en tiempos
revolucionarios. Por ello, antes de asumir el mando, procuró el dic-
tamen favorable de conspicuos letrados.13 En aquellas circunstancias
críticas se apeló al resguardo de valores superiores: «el orden, la
paz y la tranquilidad pública», a la necesidad de «evitar desórde-
nes» y la temida «anarquía», así como a la mención del «omnímodo
defecto de otro remedio más adecuado y oportuno».14
Sin embargo, al día siguiente, el ayuntamiento resolvió citar
al pueblo a cabildo abierto para constituir una autoridad provisoria
pues, «abrumado» por «multitud de atenciones» se consideró impe-
dido de desempeñar adecuadamente gobierno.15
En el cabildo abierto del 14 de noviembre de 1819 se eligió y
nombró gobernador interino y político al coronel mayor de ejército
Don Bernabé Aráoz, en quien también recayó el gobierno militar
«en razón de su mayor grado entre todos los militares de la pro-
vincia»,16 entre tanto «la Dirección Suprema de la Nación en uso de

12
Marcela V. Tejerina, «Que el gobierno sea compuesto del Ayuntamiento...». Ante-
cedentes jurídico políticos del cabildo gobernador en el Río de la Plata y su relevancia en
la configuración provincial» ponencia presentada en las XI Jornadas De Historia Moderna y
Contemporánea, 14 de abril de 2021, organizadas por Universidad Nacional del Sur, Depar-
tamento de Humanidades. Bahía Blanca, Argentina.
13
Convocó a tres camaristas de Charcas residentes en la provincia, los Doctores Sil-
vestre Ycarate, Mariano José de Ulloa y José Serrano y a tres doctores tucumanos Domingo
García, Serapión Arteaga y Juan Bautista Paz, Conf. Actas del Cabildo, cit. p. 192.
14
Actas del Cabildo..., cit., p. 192.
15
Actas del Cabildo..., cit., p. 193.
16
En el gobierno anterior de Aráoz (1814 y 1817), el Congreso residente en la ciudad
había conferido al general Manuel Belgrano el grado de Capitán General de la Provincia
por lo que desde el punto de vista militar, Aráoz se encontraba subordinado a este. En esta
ocasión, el apresamiento y traslado a Buenos Aires del jefe del Ejército Auxiliar permitían
la reunificación del mando político y militar en el jefe tucumano. Actas del Cabildo, cit., pp.
194-195.
112 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

sus altas y privativas facultades nombre otro gobernador o se digne


aprobar la elección que haga esta Municipalidad».17
Nótese la referencia a la autoridad superior y el reconocimiento
de la facultad propia para el nombramiento del gobernador en ella.
No se advierte, aquí, una actitud de segregación de la provincia,
ni la pretensión del cabildo abierto de arrogarse sus facultades
soberanas. El mismo opera en el terreno de lo extraordinario y
provisorio.
No era la primera vez que el mando de Aráoz intentaba soste-
nerse en articulación con el cabildo en situaciones excepcionales.
En 1815 una «asamblea popular» en las afueras de la ciudad ha-
bía ratificado el nombramiento de Aráoz como gobernador de la
nueva provincia, a pesar de la caída del director supremo y de la
consiguiente afectación de la cadena de mandos subalternos, como
había ocurrido en las cabeceras provinciales de Córdoba y Salta.18 A
continuación, se había forzado la convocatoria a un cabildo abierto
para convalidar lo resuelto en la reunión primera. Sin embargo,
esta «asamblea popular» mal pudo desprenderse del mote de «tu-
multo» que le arrostraron los adversarios del «partido» de Aráoz
y confirmara el soberano congreso reunido al año siguiente en la
ciudad.19
Con este antecedente, difícilmente bastara para la legitimidad
de origen del mando de Aráoz una aclamación como la expresada
en el cabildo abierto de 1819.20 El cuidadoso procedimiento que
siguió el cuerpo capitular para cubrir el interinato con el asesora-
miento de letrados, la publicación de un bando y, sobre todo, con
la elevación de lo actuado a la superioridad, revelan la preocupa-
ción por fundar la legitimidad de la elección del gobernador en su
reconocimiento por el soberano común, se conociera o no de an-

17
Actas del Cabildo..., cit., p. 194. El resaltado nos pertenece.
18
Alejandro Agüero, «La extinción del cabildo...», op. cit.; Marcelo Marchionni ,
Política y sociedad en Salta y el Norte Argentino, (1780-1850), Eucasa-Fondo Editorial de la
Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta-ICSOH, Salta, 2019.
19
El Congreso ordenaría nuevas elecciones de diputados tucumanos «en odio» a la
forma tumultuosa con que se había practicado su elección en la Ciudadela. Conf. Georgina
Abbate, «Entre la ciudad y el partido. Los dilemas de la representación tucumana en el Con-
greso de 1816». En Folquer, C y Avalo, E (coords.) La independencia en Tucumán, historia y
celebración, Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, 2016, pp. 22-36, EPUB.
20
Conf. Romina Zamora. «Tradiciones jurídicas y pervivencias oeconomicas en la ge-
nealogía constitucional. El caso de Tucumán en 1820», en Derecho PUCP, núm. 82, 2019,
pp. 61-91. https://doi.org/10.18800/derechopucp.201901.003
G. Abbate, «Dinámicas institucionales en Tucumán, 1819-1824» 113

temano el destino final del ejército en Arequito y la suerte echada


del directorio ante los caudillos de Santa Fe y Entre Ríos.
Si el nombramiento de un gobernador provisorio por un cabil-
do abierto, como se presentó en noviembre de 1819, encontraba so-
porte en la tradición jurídica vigente, algunas normativas generadas
por la revolución, no obstante, aportaron novedades al papel del
cabildo en relación con la elección de gobernador, que continuaba
encargada al director supremo. El reglamento del congreso de 1817,
no derogado por la Constitución de 1819,21 le otorgaba un rol en
los procesos de elección de gobernadores, tenientes y subdelegados
más allá de lo provisorio y extraordinario, a través de la confección
de una lista de elegibles remitida al director supremo.22

El congreso provincial
y el Presidente de la República del Tucumán

La derrota de las fuerzas del director supremo José Rondeau en


la batalla de Cepeda, el 1 de febrero de 1820, instaló nuevamente
la acefalía en las Provincias Unidas pero, a diferencia de las crisis
anteriores, no se nombró otra autoridad soberana para el conjunto
de los pueblos hasta mediados de la década.
Mientras estaba pendiente la concreción de un congreso ge-
neral que el coronel Juan B. Bustos había proyectado en Córdoba,
como alternativa para reestructurar la unión, Aráoz convocó un
congreso provincial amparado en la resolución del cabildo que,
contestando con cautela a la invitación del cordobés, había aclara-
do que si la formación del mismo se dilataba, «la provincia sabrá
fijar su destino, y consultar su felicidad sin desatender los intereses
generales de la Patria».23 Este destino provincial, aclaraba Aráoz,
sería «Provisorio».24
Aparece aquí la segunda institución de que debemos ocuparnos:
el congreso provincial. La apelación a la representación política y al

21
Félix Alberto Montilla Zavalía, Historia del poder electoral de Tucumán (1565-2006)
Junta electoral provincial, 2010, p. 40.
22
En el listado remitido por el cabildo de Tucumán en 1818 ya se encontraba el nom-
bre de Bernabé Aráoz. Conf. Actas del Cabildo, cit., pp. 179-182.
23
Actas del cabildo, cit., pp. 219-220.
24
Actas del Cabildo, cit., p. 222.
114 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

formato de los congresos se visibilizaba, entonces, en el horizonte


rioplatense como alternativa legítima para superar la desarticulación
general y fijar la organización sobre bases constitucionales.
El congreso provincial tucumano debía conformarse con dos
representantes del «pueblo y la campaña» elegidos por sufragio
indirecto, es decir, por medio de electores en cada jurisdicción com-
prendida en la Provincia. 25 Este sesionó a partir del 17 mayo de
1820 sólo con los representantes de Tucumán y Catamarca, pues
Santiago del Estero había avanzado en el proceso de su constitución
como un territorio independiente.
No se han conservado las actas de las sesiones del congreso
provincial que, el 19 de mayo, dictaba una ley que nombraba Presi-
dente de la República del Tucumán a Bernabé Aráoz y, el 6 de sep-
tiembre, sancionaba la «Constitución de la República del Tucumán».26
Superada la inicial dicotomía interpretativa acerca de si fue un
intento separatista o no, especulaciones abonadas por la aparición
tardía del texto de la constitución, la historiografía posterior ha
dado cuenta de esta particular experiencia republicana que conjugó
tradiciones jurisdiccionales con tópicos del moderno constituciona-
lismo.27

25
Actas del Cabildo, cit., p. 222.
26
Félix Alberto Montilla Zavalía, Historia del poder constituyente de Tucumán (1565-
2006), Centro Cultual Alberto Rougés, Tucumán, 2009, p. 38.
27
Gabriela, Tío Vallejo Antiguo Régimen y liberalismo..., op. cit., pp. 304-308; Ire-
ne García de Saltor, «Ensayos institucionales. Textos tucumanos producidos entre 1820 y
1852», en Irene García de Saltor, La construcción del espacio político. Tucumán en la primera
mitad del siglo XIX, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán, 2003,
pp. 247-271; Gabriela Tío Vallejo, «Campanas y fusiles. Una historia política de Tucumán
en el siglo XIX en Gabriela Tío Vallejo (comp.) La república extraordinaria. Tucumán en la
primera mitad del siglo XIX, Prohistoria ediciones, pp. 21-77, Rosario 2011; Félix Alberto
Montilla Zavalía, Historia del poder constituyente…, cit.; Pablo S. Iramain y José E. Reveand,
«Actores, representaciones y acciones entre la República del Tucumán y el periodo rosista» en
Cristina del C. López, Orden y Conflictos. Tucumán, de la Colonia a la Organización Nacional,
Prohistoria Ediciones, Rosario, 2013, pp. 113-146; José Carlos Chiaramonte, Raíces históricas
del federalismo latinoamericano, Buenos Aires, Sudamericana, 2016; Alejandro Agüero, «De
privilegios fundacionales a constituciones. Territorio y jurisdicción en el origen de las provin-
cias argentinas», en Alejandro Agüero, Andrea Slemian, y Rafael Diego Fernández Sotelo
(coord.), Jurisdicciones, soberanías, administraciones. Configuración de los espacios políticos en
la construcción de los Estados nacionales en Iberoamérica, El colegio de Michoacán – Editorial
Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 2018, pp. 441-476; Romina Zamora, «Tradiciones
jurídicas y pervivencias…», cit.; Facundo Nanni y Ana C. Wilde, «El ideal y lo posible. Las
reformas tucumanas en la construcción del estado provincial (1820-1852)» en: Trabajos y
Comunicaciones, núm. 54, 2021, https://doi.org/10.24215/23468971e155
G. Abbate, «Dinámicas institucionales en Tucumán, 1819-1824» 115

Antes de la sanción de la constitución, la primera tarea del con-


greso reveló la función central de la representación en la construc-
ción de los ejecutivos provinciales desde entonces. La representa-
ción provincial, superando la instancia provisoria de nombramiento
del gobernador a cargo del cabildo abierto, dotó con legitimidad
propia al mando de Aráoz, tras el alzamiento de noviembre. La re-
presentación de los pueblos en el congreso provincial subrogó a la
desaparecida autoridad superior para el nombramiento legítimo del
gobernador. Se confirmaba, por consiguiente, que el perfil electoral
de los cabildos abiertos sólo se justificaba por la excepcionalidad y
no podía eludir su consiguiente provisionalidad.28
Ante el vacío de un soberano común que pudiera proveer en
propiedad, se apeló al consentimiento de las jurisdicciones com-
prendidas en los términos provinciales que debía constituirse en
una instancia superior a la del cabildo que había realizado el nom-
bramiento provisorio. Este consentimiento se expresó por el voto
de los diputados representantes de los pueblos elegidos en cada
ciudad y campaña por medio del sufragio indirecto.
Estos mecanismos electorales eran conocidos, pues habían per-
mitido la designación de los diputados de los pueblos que consti-
tuyeron, con anterioridad, las instancias soberanas comunes de la
Asamblea (1813-1815) y el Congreso (1816-1820).29 Privados de
ellas, se conformó una representación que retuvo la soberanía en
un nivel de agregación intermedio y provisorio, que correspondía
al espacio provincial, ámbito sobre el cual, antiguamente, disponía
el monarca y, luego, la dirigencia revolucionaria.30
La constitución tucumana fijaría el rol del congreso provincial
como elector del poder ejecutivo de la República, en paralelo a lo
establecido por la constitución sancionada en 1819 para la desig-
nación del director supremo de las Provincias Unidas. El contenido
del texto provincial ha mostrado numerosas similitudes con aquella
constitución, como ha señalado la historiografía.31

28
Conf. Alejandro Agüero, «La extinción del cabildo…», cit.
29
Conf. Gabriela Tío Vallejo, «Antiguo Régimen y liberalismo...», op. cit., pp. 221-222,
Irene García de Saltor, «Hacia la construcción del espacio político. Entre lo nuevo y lo viejo
en los albores de la Revolución de Mayo», en Irene García de Saltor, La construcción del
espacio..., cit., pp. 76-87.
30
En relación con la diferencia entre el espacio indisponible y el espacio disponible para
el soberano, Conf. Alejandro, Agüero, «De privilegios fundacionales a constituciones...», cit.
31
En el análisis del contenido de la constitución fue muy frecuente, desde su hallazgo,
su comparación con el texto de 1819. Remitimos a la bibliografía citada en nota 27.
116 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

La carta tucumana establecía que el poder ejecutivo sería ejer-


cido, en la provincia, por un «Presidente supremo» y, en cada ciu-
dad, por los gobernadores. El poder legislativo correspondía a un
«Congreso Provincial» compuesto por dos representantes de cada
pueblo. El poder judicial requería el establecimiento de una «Alta
Corte de Justicia» y la instauración de tribunales inferiores de jus-
ticia, denominados «cortes primeras de justicia». En estas últimas
radicaba una de las mayores novedades de la carta tucumana, pues
esta figura remplazaba a los cabildos, que quedaban «suprimidos
y enteramente abolidos en la Provincia».32 La fuerza de la expre-
sión parecía indicar la irreversibilidad de la antigua república en
el horizonte de expectativas de la nueva, como ha señalado Irene
García.
Si bien no se han conservado las fundamentaciones del congre-
so provincial para admitir la extinción de los cabildos, podríamos
pensar que, de modo similar al caso porteño,33 resultó conveniente
para disciplinar la participación política al reemplazar las alterna-
tivas directas vinculadas con formas tumultuarias, conocidas por
muy bien por Aráoz, pues había apelado a ellas para conservar el
mando en 1815.
En relación con ello, destacamos que las cortes primeras de
justicia, que subrogaron a los cabildos, no disponían de la facultad
de convocar al pueblo como la antigua corporación. Esto quedó
evidenciado en la coyuntura febrero de 1821 ante un inminente
enfrentamiento armado con la provincia de Salta. Varios oficia-
les encabezados por el general Cornelio Zelaya, desconociendo las
atribuciones del presidente de la República, solicitaron a la corte
primera la reunión de un cabildo abierto para entender en la ne-
gociación con el jefe de las fuerzas enemigas que solicitaba la de-
posición de Aráoz. La repuesta de los ministros de la corte enunció
categóricamente que no era «de la inspección de este cuerpo por
su Constitución jurada la reunión popular».34
Este ensayo republicano sería efímero. Las tensiones políticas
inflamadas en 1815, contenidas entre 1816 y 1819 por el Congreso

32
Se trataría del primer intento organizativo, en el territorio de la antigua unión, que
prescindía de los cabildos pues, en Buenos Aires, se declararían extintos al año siguiente.
Conf. Gabriela Tío Vallejo (Coord.) La república extraordinaria..., cit., p. 40.
33
Conf. Marcela Ternavasio, La supresión..., cit.
34
Actas del Cabildo..., cit., p. 272.
G. Abbate, «Dinámicas institucionales en Tucumán, 1819-1824» 117

General y el Ejército Auxiliar cuando fueron huéspedes de la ciudad,


desbordaron con la partida de ambos y convirtieron a la ciudad en
teatro de una guerra civil de alcance regional.35

Del
cabildo restaurado
a la Sala de Representantes (1821-1822)

El 28 de agosto de 1821, a pocos días de consumada la separación


de la ciudad de Catamarca de la «República del Tucumán», una re-
volución encabezada por el jefe de sus fuerzas, Abraham González,
dejaba «a la Provincia sin Jefe y a la ciudad sin autoridad». Al día
siguiente del golpe, se produjo una reunión «de todo el Pueblo».36
Dicha reunión no se denominó cabildo abierto pues el ayunta-
miento, que pudiera haberlo citado, se había declarado extinto en
toda la República. Sería designado presidente ad hoc de la reunión
Domingo García, ex gobernador intendente y referente del grupo
opositor a Aráoz, quien propuso que se procediese a la elección de
gobernador, cuyo evidente resultado fue la consagración del general
González.
A partir de entonces se fueron restaurando las instituciones
que habían desaparecido con la constitución de la República del
Tucumán. Así renació el cabildo, con una provisional «investidura
de soberano hasta las resoluciones del Congreso».37
Se percibe aquí una retórica de restauración que quedó plasma-
da en edición de un nuevo periódico local: El Restaurador tucumano.
Como ha señalado Facundo Nanni, el nombre del medio apuntaba a
reforzar la figura de González.38 Este intentó sumar, no sólo las posi-
bilidades que ofrecían los nuevos mecanismos de voz, sino también
los de representación. Las fuentes refieren la inauguración de una

35
Sobre las tensiones políticas de la década anterior, conf. Georgina Abbate, «Entre
la ‘ciudad’…», cit.
36
Actas del Cabildo, cit., p. 293.
37
Actas del Cabildo, cit., pp. 294-295.
38
Facundo Nanni, «Primeros periódicos, libelos y rumores. Apuntes sobre las formas
de expresión del Tucumán de la primera mitad del siglo XIX» en Nélida Robledo; Elena
Perilli de Colombres Garmendia; Gabriela Tío Vallejo (Comp.) Ramón Leoni Pinto —in
memoriam— Jornadas de Historia de Tucumán. Junta de Estudios Históricos de Tucumán, Centro
Cultural Alberto Rougés de la Fundación Miguel Lillo, Instituto de Investigaciones Históricas
Ramón Leoni Pinto de la Facultad de Filosofía y Letras, UNT, 2009, pp. 247-256.
118 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

«Honorable Junta constituyente provincial», que se habría instalado


entre fines de diciembre y principios de enero de 1822.39
Pese a las herramientas institucionales disponibles y a los con-
sensos construidos con parte de la élite, los conflictos políticos
desbordaron nuevamente en acciones armadas, imposibilitados de
encauzarse en la competencia electoral, en la deliberación institu-
cional y de expresarse, en diversidad de voces, en la prensa.
Fueron recurrentes en la década, y especialmente durante el
año 22, los alzamientos militares y los gobiernos provisionales de-
signados, a continuación, con intervención del cabildo. Las contien-
das por el poder tuvieron tres protagonistas principales hasta 1825:
Bernabé Aráoz, Diego Aráoz y Javier López, con ellos se instalaría
una dramática experiencia de guerra civil, saqueos, exilios y fusi-
lamientos.
En la década anterior la designación de la primera magistra-
tura provincial había dependido del nombramiento de la autoridad
superior común, aun con la contemplación de ciertas instancias de
participación de las comunidades locales, como la selección de los
socios en las juntas provinciales de 1811 y la confección de las listas
de elegibles establecidas por Reglamento Provisional de 1817. El
movimiento de diciembre de 1819, como vimos, había solicitado un
cabildo abierto para nombrar una autoridad provisoria hasta que
la superior se expidiera. La inmediata vacancia de esta instancia
había dado lugar a una experiencia inédita en el espacio local, la
elección de un gobernador propietario por los representantes de los
pueblos de la provincia en un congreso.
A partir de la desarticulación de la República del Tucumán,
las juntas conformadas por electores de la ciudad y de los parti-
dos de la campaña asumieron la atribución de elegir gobernador
propietario.
La elección de gobernador asumida por instancias de repre-
sentación local reúne entonces, una doble experiencia institucional.
Por un lado, la del congreso provincial de 1820 en la designación

39 María Florencia Aráoz, Origen y consolidación de la Junta de Representantes de


Tucumán (1821- 1824) Revista de Historia del Derecho, núm. 4, 1976, pp. 363-383; Gabriela
Tío Vallejo, Antiguo régimen…, cit.; Facundo Nanni Sesiones, interrupciones y debates. La Sala
de Representantes de Tucumán en sus inicios (1822-1838), en Gabriela Tío Vallejo (coord.)
La republica extraordinaria…, cit., p. 151.
G. Abbate, «Dinámicas institucionales en Tucumán, 1819-1824» 119

del poder ejecutivo durante la República40 y, por otro lado, la de


las juntas conformadas por electores de la ciudad y de la campaña
que entendieron en las elecciones para diputados y oficios concejiles
desde fines década anterior.41 En ambos casos se consideró que la
«soberanía del pueblo» estaba representada en ellas.
En estos años de frecuentes alzamientos militares se observó la
constante del recurso a los cabildos abiertos para legitimar, en una
situación extraordinaria, la elección de gobernador, cuya investidura
tenía por ello carácter provisorio, mientras que la designación del
gobernador propietario, se remitía a una próxima reunión de elec-
tores de ciudad y campaña con un formato similar al de las juntas
electorales reunidas desde la década anterior.
Con esta modalidad se operó tras la acción de los comandantes
que derrocó a González en febrero de 1822, por la cual asumió el
gobierno interino, primero, el alcalde de segundo voto y, tras su
renuncia, Diego Aráoz.

(...) abrogándose el cabildo estas facultades por fuerza de las circunstancias,


para evitar los males de una pronta anarquía con la calidad y obligación de
que haya de convocar al pueblo y la campaña en el término de quince días
para que nombren electores de Gobernador Intendente en propiedad.42

Los registros documentales dan cuenta con intermitencia de


la intervención de una «Honorable Junta» entre las alternancias
bélicas y los nombramientos interinos. Así, el acta del cabildo del
5 de abril de 1822 aclaraba que

el provisto gobernador intendente tendrá la calidad de interino con la precisa


condición de reunir en el término de quince días por el conducto del Cabildo
la representación de la Campaña y Ciudad con la facultad de que todos los
diputados puedan elegir Gobernador Intendente en propiedad y formar una
Junta Suprema permanente o hasta que la necesidad lo exija, para establecer
el orden y la Ley.43

40
Conf. Manuel Lizondo Borda, Prólogo a la edición de las Actas de la Sala de Re-
presentantes, (dirigida y anotada por Alfredo Coviello), Vol. 1, Universidad Nacional de
Tucumán, Tucumán, 1933, p. IX y, Félix Alberto Montilla Zavalía, Historia del poder cons-
tituyente…, cit.
41
Conf. G abriela T ío V allejo , Antiguo Régimen..., cit. y G abriela T ío V allejo , La
republica extraordinaria…, cit.
42
Actas del Cabildo, cit., pp. 325- 326.
43
Actas del Cabildo, cit. p. 337.
120 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Más allá de sus funciones propiamente legislativas, la inter-


vención de la junta de representantes resultó un recurso ineludible
para resolver el problema del nombramiento legítimo del ejecutivo.
La vinculación del principio de la soberanía popular con la repre-
sentación política por los mecanismos electorales se convirtió en la
fórmula para dotar de legitimidad en propiedad al mando y reveló
las expectativas de los ejecutivos sobre el rol de las legislaturas en
los años siguientes.
En ese juego entre lo constituido y lo constituyente, entre el
cabildo y la junta de representantes se planteó la dinámica de la
representación en aquellos años, hasta que el establecimiento de
la legislatura se afirmó definitivamente. Las actas de la Sala que
se han conservado corresponden a la reinstalada durante el último
gobierno de Diego Aráoz.

La extinción del cabildo de Tucumán


(1823-1824)

Entre 1822 y 1824 convivieron cabildo y junta de representantes. El


proceso de afirmación de la Sala visibilizó la transferencia del atri-
buto «soberano», del cabildo restaurado por González, a las juntas
formadas por representantes de la ciudad y la campaña.
No obstante, la primera parte del año 23 mostró un cabildo
bastante activo en los asuntos municipales, que contrastó con el
vaciamiento de sus funciones al año siguiente. Se incrementó, inclu-
so, el número de alcaldes de partidos de campaña y de alcaldes de
barrio.44 El cuerpo se ocupó de cuestiones de abasto, composturas,
alumbrado, de la designación de un médico titular encargado de
vacunas y del envío de un apoderado a Buenos Aires para tramitar
el donativo del General Belgrano para el establecimiento de una
escuela. En contrapunto con este dinamismo, se advierten frecuen-
tes renuncias de capitulares al ser elegidos como representantes
en la junta. La preferencia de un destino sobre otro develaba la
mayor jerarquía de la honorable representación en la percepción
de los actores.45

44
Se deslindan las jurisdicciones de los principales partidos de la campaña que pasan a
ser atendidos por dos alcaldes en lugar de uno. También se divide la ciudad en ocho cuarteles
y se designan los alcaldes de barrio respectivos. Actas del cabildo, cit., p. 361.
45
Actas del cabildo, cit., p. 371, 377.
G. Abbate, «Dinámicas institucionales en Tucumán, 1819-1824» 121

Las discusiones en torno a las elecciones para integrar una nue-


va legislatura aquel año evidenciaron la transferencia del atributo
de «soberano», que tuvo el cabildo en los orígenes del gobierno de
González, al nuevo instituto. Las quejas dirigidas contra la junta
receptora de sufragios, constituida por regidores del cabildo, por
privar del uso de «la voz activa» a ciertos vecinos y militares, junto
a cuestiones de diversa índole suscitadas en dos partidos de la cam-
paña finalizó con la dilucidación, en reunión conjunta del cabildo y
el gobernador, de que quien tenía atribuciones para determinar la
legitimidad de las elecciones sería la «junta representativa» y no el
cabildo. Los argumentos fueron coincidentes en que tal atribución
le correspondía, privativamente, por ser «depositaria de la soberanía
del pueblo». Así lo expresó el asesor del cabildo:

El acto de dar el pueblo sus poderes en la elección de sus Diputados


Representantes, para que ejerzan sus augustas funciones de Soberanía ordi-
naria y extraordinaria… era sin disputa un acto de Soberanía ejercida por
el mismo Pueblo que no había trasmitido a los Señores Capitulares, cuando
estos fueron electos de individuos del Ayuntamiento y que por consiguiente
venía a ser un acto de Soberanía el de declarar la nulidad, o validación de
las Elecciones de los Representantes.46

La Sala instalada en noviembre 1823 se ocupó, en las primeras


sesiones, de determinar las «facultades soberanas» de su representa-
ción y, en consecuencia, tomó juramento de obediencia «a las demás
autoridades» y al «Pueblo», que reconocieron delegada en ella «la
soberanía del Pueblo tucumano».47 Estaba constituida por cuatro
representantes por la ciudad y seis de la campaña.
En las dinámicas institucionales que confluyeron en la supre-
macía de la Sala sobre el cabildo y en su posterior desaparición
se observa la superposición de funciones de ambos cuerpos sobre
un mismo espacio, la exigüidad de sujetos para completar sendas
dotaciones y la idea de una delegación de la soberanía en la junta,
que no admitía la disponibilidad de la misma para constituir la
representación capitular.48

46
Actas del cabildo, cit., p. 393.
47
Actas de la Sala de Representantes, cit., p. 5.
48
Conf. las variables del análisis sobre la extinción del cabildo local en Gabriela Tío
Vallejo, Antiguo Régimen y liberalismo…, cit., pp. 293-295; 308-311, y Gabriela Tío Vallejo,
«Presencias y ausencias…», cit.
122 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Con respecto a la superposición de funciones, se advierte que


objetos vinculados antiguamente al cometido del cabildo, como or-
denanzas sobre abastos y precios, fueron introducidos como materia
de legislación en el ámbito de la Sala, como ocurrió con el proyecto
general sobre tasas e impuestos.
La cuestión se había iniciado con motivo de la carestía de pro-
ductos de primera necesidad, harinas y pan, que movieron al pueblo
a recurrir a dos mecanismos que formaban parte de una secular
experiencia, uno institucional, el otro informal. El primero fue el
reclamo del procurador del cabildo, que por oficio representaba a
la comunidad ante el cuerpo; el segundo, un pasquín que expresaba
el descontento con un pulpero que especulaba con los precios.49 El
cabildo procuró atender la demanda con los procedimientos habi-
tuales: proclamó la vigencia de sus bandos y la aplicación de las
multas correspondientes que podían ingresarse al «miserable ramo
de propios».50
Sin embargo, la cuestión se llevó al tratamiento de la Sala
pues se consideró que las penas a los infractores debían estable-
cerse por ley, la cual, «no podía nacer de otra Autoridad que de
la Representación provincial». Para ello se solicitó al ministro de
gobierno la presentación de un proyecto general sobre precios y
tasas de abasto.51
Por otro lado, las frecuentes renuncias de los regidores al ser
electos diputados evidenciaban, no solo la cortedad de sujetos ex-
pectables en el vecindario, sino también la preferencia de un desti-
no sobre el otro, al tratarse de oficios no rentados.52 Las dificultades
para completar la dotación de capitulares tocaron un extremo en
las elecciones de 1823 para integrar el cuerpo del año siguiente
pues, el cabildo comunicó a la Sala que, «se resistían a sufragar
los Ciudadanos fundados en que todas sus facultades las habían
delegado en la honorable junta».53
Esta comprensión de una soberanía totalmente delegada en la
representación de la Sala recortó también el horizonte de expecta-

49
Actas del cabildo, cit., p. 396. El alcalde de barrio había presentado el pasquín que
decía: «El público se queja de la Pulpería de Mañán porque estanca las harinas y todos los
demás abastos».
50
Actas del cabildo, cit., p. 395.
51
Actas de la Sala de Representantes, op. cit., pp. 25-27; 33-34.
52
Actas del a Sala de representantes, cit., p. 75.
53
Conf. Acta del cabildo, cit., p. 393 y Actas de la Sala de Representantes, cit., p. 20.
G. Abbate, «Dinámicas institucionales en Tucumán, 1819-1824» 123

tivas del cabildo.54 Tal vez para evitar el dilema de conformar dos
juntas, la constituida como Sala y la junta electoral constituyente
del cabildo, y resinificando la antigua práctica de los cabildos colo-
niales, la Sala facultó al cabildo saliente a elegir al entrante.55
El desenlace se precipitó a comienzos de 1824 con un altercado
entre capitulares y diputados por el desplazamiento que los prime-
ros habían hecho de Juan Bautista Paz, por su doble ejercicio como
asesor del cabildo y secretario de la Sala. El asunto terminó con la
renuncia de cuatro miembros del ayuntamiento, tras ser restituido
su asesor por orden de la Sala. Cinco días después, ésta sancionaba
la extinción del cuerpo, en los siguientes términos:

Habiéndose tomado en consideración que el cuerpo Municipal, era in-


significante y sin objeto a quien consagrar sus funciones por haberse el
gobierno reasumido, la alta y la baja Policía, después de discutido suficien-
temente el asunto, se sancionó su extinción.56

Aceptadas las renuncias presentadas, la Sala distribuyó las fun-


ciones de justicia en primera instancia en dos nuevos jueces, agregó
los Propios y Arbitrios a la Hacienda de la Provincia y solicitó al
gobernador el establecimiento de un juez de policía. Del mismo
modo, determinando la continuidad el empleo del síndico, se le
encargó la procuración y la defensoría.
Una cuestión coyuntural, como en Buenos Aires, Mendoza y
Córdoba desencadenó la decisión de suprimir el cabildo en Tucu-
mán, sin que la medida fuera acompañada, aquí, por una retórica
reformista. Al igual que en aquellas provincias no se registraron
reacciones inmediatas, ni resistencias.57
Relevado el cabildo de sus funciones electorales extraordinarias
por la Sala, tampoco pudo mantener su competencia en asuntos
de gobierno local pues, su amplia jurisdicción, se superponía con
la de los poderes ejecutivos y legislativos provinciales. Recordemos

54
Conf. el caso de Mendoza, en el que se cuestiona que miembros de dos entidades
de diferente naturaleza política emanaran de un mismo órgano electivo. Eugenia Molina,
«Herencias, proyectos y agenda pública para un orden provincial. El caso de Mendoza, 1820-
1828» en Trabajos y Comunicaciones, 2da. Época, Nº 54, julio-diciembre 2021. https://www.
trabajosycomunicaciones.fahce.unlp.edu.ar/article/view/tyce151/14177
55
Actas de la Sala de Representantes, cit., p. 20.
56
Actas de la Sala de Representantes, cit., pp. 77-78.
57
Conf. Eugenia Molina, «Herencias, proyectos y agenda...», cit.; Alejandro Agüero,
«La extinción del Cabildo...», cit. y Marcela Ternavasio «La supresión del cabildo...», cit.
124 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

que al no aplicarse en estas regiones la Constitución de Cádiz, no


se multiplicaron los ayuntamientos constitucionales dentro de las
antiguas jurisdicciones por lo que los antiguos cabildos conserva-
ron los márgenes territoriales establecidos prácticamente desde su
fundación.
Sólo las funciones judiciales ordinarias del ayuntamiento po-
dían persistir en este contexto. Por ello, tras la primera supresión
del cabildo, en 1821, se transfirieron sus magistrados a la corte
primera de justicia y, tras su definitiva extinción, en 1824, a una
pequeña dotación de jueces.
Eliminado el cabildo, la convocatoria directa al pueblo se des-
vanecía como mecanismo electoral y decisorio legítimo, mientras
se instituía el dispositivo representativo como vehículo de las de-
mandas públicas y único medio para que la voluntad general se
convirtiera en ley.
La búsqueda de nuevos mecanismos de interacción entre repre-
sentantes y representados procuró canalizarse, entonces, en los pe-
titorios a las autoridades en forma «no clamorosa, ni tumultuaria»58
y en las consultas populares no vinculantes, además de contemplar
el espacio de la «barra», en el recinto de sesiones, para un público
que pudiera interesarse en el ejercicio de la opinión o la crítica.
Esta resignificación de la intervención directa del pueblo se
visibilizó meses antes de la extinción del cabildo en la «convocatoria
del Pueblo»59 que hizo la Sala para procurarse «el dictamen de los
ciudadanos más instruidos»60 con anticipación a la resolución que
debía tomar respecto de la moneda llamada federal, cuya probable
extinción, por su condición feble, había alarmado al vecindario y
agravado el abasto, puesto que las tiendas no querían recibirla o
aplicaban sobreprecios para compensar su valor.
Se recurrió entonces a una reunión que, en su composición,
fue similar a un cabildo abierto, pues fueron citadas a la Sala con-
sistorial las corporaciones: capitulares, comerciantes, hacendados,
propietarios, jefes militares, miembros de ambos cleros y «demás
ciudadanos que voluntariamente» quisieran «concurrir a manifestar
su opinión en la materia». El resultado de la jornada, presidida

58
Actas de la Sala de Representantes, cit., p. 12.
59
Actas de la Sala de Representantes, cit., p. 52.
60
Actas de la Sala de Representantes, cit., p. 18.
G. Abbate, «Dinámicas institucionales en Tucumán, 1819-1824» 125

por el gobernador, fue la emisión de un dictamen a pluralidad de


votos a favor de la extinción de la moneda que, sin embargo, no
resultó vinculante para el cuerpo pues, la posterior deliberación
de los representantes, no obtuvo una mayoría que se expresara en
idéntico sentido. Se resolvió, en cambio, establecer la equivalencia
de la moneda en la circulación.61
En esta «convocatoria del pueblo» la Sala se apropió y resigni-
ficó la reunión del vecindario que antes tenía lugar en un cabildo
abierto. En ella, el mismo cabildo fue un convidado más, pero el
carácter resolutivo del antiguo consejo se trocó en consultivo, pues
sería en la instancia deliberativa de la Sala donde tendría cabida
la decisión.
En estos primeros años de la Sala se observó también cierta
preocupación por garantizar la calidad del vínculo representativo a
través de la eliminación del sufragio indirecto para la designación
de diputados para el congreso general a reunirse en Buenos Aires,
propuesta visibilizada en los debates europeos con resonancias en
la prensa porteña.62 Así, se confió la construcción del vínculo repre-
sentativo al sufragio directo sobre listas plurinominales y se despejó,
a la formación de la «voluntad general», de la mediación de juntas
electorales asociadas, ahora, con la «voluntad particular de aquellos
pocos que hacen la mayoría»63
El período inicial de funcionamiento de la Sala estuvo mar-
cado, también, por interrupciones y dificultades para concretar el
quórum, que condujeron, por momentos, a plantear su supresión
como un órgano permanente. Sin embargo, no fue puesta en duda
la necesidad de su constitución para la elección del titular del po-
der ejecutivo y para facultarlo de modo extraordinario, al entrar
en receso, para la prevención y contención de situaciones que tras-
tornaran la paz.64

61
No obstante el resultado de la deliberación de la Sala, el destino final de la moneda
tucumana fue su total extinción, pues terminó primando la voluntad del gobernador. Actas
de la Sala de Representantes, cit., pp. 51-52, 54-56, 66.
62
Conf. Hilda Sábato, H. y Marcela Ternavasio, El voto en la república. Historia del
sufragio en el siglo XIX, en Hilda Sábato Marcela Ternavasio et al. Historia de las elecciones
en la Argentina, 1805-2011, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 2011, pp. 71-74.
63
Actas de la Sala de Representantes, cit., p. 90.
64
Actas de la Sala de Representantes, cit., p 46.
126 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Palabras finales

Recortadas las provincias en el mismo territorio que constituía la


jurisdicción de los cabildos, la década del 20 verá la supresión de
la corporación que representaba a la ciudad en un orden agregativo
y trascendente, mientras la confianza inicial en el dispositivo repre-
sentativo para la conformación de una instancia soberana común,
tras la revolución de mayo, se concretaba, en escala local, en la
institución de las legislaturas. En la reconfiguración constitucional
de los poderes cupo en ellas la antigua atribución del soberano:
la designación de los gobernadores de provincia y la consiguiente
garantía de una sucesión ordenada, función que sólo extraordi-
nariamente podían asumir los cabildos y que estaba sujeta a su
aprobación por la autoridad superior.
Acéfalo el mando supremo, no pudo el cabildo contener or-
dinariamente la soberanía provincial que debía fundar la elección
del gobernador conforme a los nuevos principios. Instituida la le-
gislatura, fue absorbiendo asuntos de su antigua competencia y
canalizando la participación política del antiguo vecindario por los
dispositivos representativos.
En el contexto de desarticulación política y de marcada inesta-
bilidad que caracterizó al Tucumán de los años 20, el rol de la Sala
se fue perfilando por las expectativas de un poder ejecutivo que re-
quería de la misma para el acceso legítimo al mando pero también
para la autorización del uso de facultades extraordinarias.

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M. L. García Calderón, «Dinámica social en S. M. de Tucumán a fines del s. XVIII» 131

Familia, poder y dinámica social


en San Miguel de Tucumán
a fines del siglo XVIII 1

María Lelia García Calderón *

E l presente trabajo busca enmarcarse en la convergencia de las


miradas que apuntan hacia la historia de la familia y la nueva
historia socio política en el contexto de la acción reformista borbó-
nica abordando la relación entre la dinámica social y sus relaciones
con el poder.
En este sentido observaremos la permanencia de algunas fa-
milias de antigua raigambre en Tucumán que, en conjunto con los
representantes de la administración borbónica tardo colonial, cons-
tituyeron la élite sociopolítica que luchó por mantener y ocupar
nuevos espacios de poder. Ésta protagonizó el proceso de extraña-
miento de los jesuitas, la administración de los bienes incautados y
la formación de la junta municipal de Temporalidades.
Nos situaremos en el espacio de la jurisdicción del cabildo de
San Miguel de Tucumán, un área geográfica periférica en el marco
de los dominios españoles y alejada de los centros gubernamentales
pero que tuvo, no obstante, significativa participación en la articula-
ción del eje económico que vinculaba el Potosí con el Atlántico. Una
región con escasa presencia de burocracia colonial y con un modo

* Doctora en Historia. Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos de


Tucumán.
1
Conferencia de incorporación como Miembro de Número a la Junta de Estudios
Históricos de Tucumán, el 23 de abril de 2022.
132 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

descentralizado en la administración del poder defendido por los


vecinos. Temporalmente nos moveremos en la época de la política
reformista de Carlos III (1759-1788) con amplias transformaciones
que, iniciadas ya con sus antecesores, continuarían a lo largo de
toda la centuria.
Tradicionalmente la historiografía para el Río de la Plata, y
todo el espacio extendido al sur de Lima, designó reformas bor-
bónicas al conjunto de medidas que se dieron a partir de los años
setenta del siglo y que tendieron al mejoramiento de la administra-
ción político-administrativa, a la defensa de los dominios coloniales
y al control del comercio a través del puerto de Buenos Aires. De
este modo, los análisis del reformismo se enmarcaron predomi-
nantemente en torno a los cambios originados con la creación del
Virreinato del Río de la Plata (1776) y la posterior Ordenanza de
Intendentes (1782) acompañados por el desplazamiento que, ya de
hecho se había dado, del centro de gravedad económico desde el
Pacífico hacia el Atlántico mediante la ratificación de Buenos Aires
como centro comercial con el Reglamento para el comercio libre de
España a Indias (1778). No obstante esta cronología, consideramos
que la expulsión de la Compañía de Jesús decidida en 1767, casi
una década antes de la creación del Virreinato platense, también
fue una medida que forma parte del periodo de la plenitud 2 del
reformismo español.
La cuestión de las reformas permanece en constante revisión
y construcción historiográfica tanto en sus basamentos y sus efec-
tos, como en el análisis de sus alcances en clave de continuidad o
verdadero cambio.3 Creemos que el concepto de reforma en tanto
fruto de un pensamiento ilustrado, debe ser visto con sus matices y
relatividad porque su significado y efectos varían según los contex-
tos. Es interesante considerar, siguiendo el análisis sociopolítico, que
mientras la corona pretendió reforzar y centralizar su autoridad,
hubo de convivir con la práctica de la negociación con los grupos
locales y no sólo en los periodos de conflicto. Dicha política es un

2
La alusión al periodo de plenitud del reformismo remite a la interpretación de una
parte del proceso reformista que según la historiografía había comenzado con el primer
borbón y llegó a su máxima expresión con Carlos III. Cfr. Enciso Recio, L.M. y otros (1991)
Los Borbones en el siglo XVIII (1700-1808). Historia de España 10. Gredos, Madrid.
3
Agustín guimerá (1996), El reformismo borbónico. Una visión interdisciplinar. Alianza
Universidad, pp. 9-33.
M. L. García Calderón, «Dinámica social en S. M. de Tucumán a fines del s. XVIII» 133

asunto particularmente significativo cuando se analiza el gobierno


de los territorios indianos, un espacio en el que se ha reconocido el
peso de las élites como mediadoras influyentes que adaptaban las
pretensiones regias a sus conveniencias. Aparece así ante nuestros
ojos una estructura de gestión y administración política articulada
en relaciones familiares, no limitadas exclusivamente al ámbito del
parentesco y de los grupos domésticos, sino extendidas a diversos
espacios de relación.4
Esta perspectiva reconoce que los que integraron los cabildos
indianos constituyeron un importante grupo de presión tanto en el
terreno político como social y económico de la sociedad hispano-
americana. Controlar este organismo que daba origen a la ciudad,
no era sólo una cuestión de prestigio y diferenciación social, sino
también de ser depositario de una cuota del poder (el de la juris-
dicción comunal) ya que desde de los cargos capitulares se podía
influir sobre los oficiales de la corona y los gobernadores, se podía
favorecer el acceso a las tierras, tener el control de la mano de
obra (encomienda y mita), establecer los precios de los productos,
ejercer justicia en la jurisdicción, entre otras acciones.5
El cabildo se identificaba con los intereses de los vecinos que
componían la corporación y en él se veían representadas las prin-
cipales familias locales que por varias generaciones constituyeron
las élites criollas.6 Las decisiones tomadas en este ámbito no es-
taban exentas de las influencias, y controversias no sólo entre los
miembros capitulares sino también entre las facciones que actuaban
desde fuera de la corporación vinculadas a alianzas y relaciones
parentales. En este contexto, las deliberaciones se convertían en
motivos de enfrentamientos de parcialidades que se traducían en
pleitos, represalias, encarcelamientos, críticas, entre otras prácticas
y manifestaciones del poder, reflejadas en gran variedad de fuentes.
Coexistían así la jurisdicción privativa del rey y el celoso autogo-
bierno de los vecinos, basado en los usos y costumbres locales, que
negociaron y condicionaron las alteraciones del último cuarto del

4
Romina Zamora (2007) «El vecindario y los oficios de gobierno en San Miguel de
Tucumán en la segunda mitad del siglo XVIII». Revista Historia del Derecho. Instituto de
Investigaciones de Historia del Derecho, 35; 12-2007; pp. 457-479.
5
Cfr. Gabriela Tío Vallejo (2001) Antiguo Régimen y Liberalismo. Tucumán 1770-1830.
Cuadernos Humanitas N° 62. Facultad de Filosofía y Letras. UNT.
6
Ibídem. Antiguo Régimen y Liberalismo..., cit., pp. 58 y 78.
134 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

siglo XVIII surgidas de la nueva política borbónica.7 De esta manera,


las familias principales tucumanas enfrentaron las transformaciones
políticas, económicas y sociales que se fueron produciendo apelan-
do para ello a su capacidad de adaptarse compartiendo objetivos
y acciones con otros grupos familiares, recurriendo a redes de re-
laciones, intercambio de influencias, el control de los recursos y la
vinculación con la administración colonial y con quienes manejaban
las actividades económicas a nivel local y regional.
En este sentido también la expulsión de la Compañía de Jesús
originó la posibilidad cierta de participación y ocupación de nuevos
espacios de poder, que fueron decisivos para el mantenimiento de
la supremacía política, social y económica de algunas familias tu-
cumanas vinculadas en redes sociales que buscaban el predominio
y la supervivencia.

Familias y poder

La pregunta acerca de quiénes detentaban el poder en el momento


de la expulsión de los jesuitas nos llevó a analizar las familias de
la élite con su despliegue de estrategias para imponerse y repro-
ducirse en el espacio social tucumano. 8 Se rastreó una variedad
de fuentes9 para componer las relaciones interfamiliares y algunas
alianzas políticas.
Entre las familias cuyos miembros se habían afianzado en el
cabildo en el transcurso del siglo XVII y comienzos del XVIII se
encuentran los Aráoz, los Sánchez de la Madrid, los Alurralde, los
García, las ramificaciones de éstas mediante sus vinculaciones con
otros troncos familiares de raigambre tucumana (Domínguez, Ave-
llaneda, Molina) y con los españoles llegados a la jurisdicción ha-

7
Ibídem. Antiguo Régimen y Liberalismo..., cit.
8
Algunas de estas prácticas del sector principal de la sociedad fueron expuestas por
James Lockhart (1990) «Organización y cambio social en la América española colonial»
en Historia de América Latina; Cambridge University Press, pp. 65 y 66. Para Tucumán, Ana
María Bascary (1999) Familia y vida cotidiana. Tucumán a fines de la colonia. Universidad
Pablo Olavide de Sevilla, España, Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional de
Tucumán, pp. 131-147.
9
Se rastreó una variedad de fuentes, tales como actas de matrimonios y bautismos,
testamentos, protocolos notariales, actas de cabildo —entre otras—, en busca de datos para
la reconstrucción de los grupos familiares (nombres completos de progenitores, origen geo-
gráfico, nombres de hijos legítimos e ilegítimos, padrinos, testigos, etc.)
M. L. García Calderón, «Dinámica social en S. M. de Tucumán a fines del s. XVIII» 135

cia la segunda mitad de la centuria (Deheza y Helguero, Tejerina,


García Cárdenas y otros). Estos desarrollaron estrategias que les
permitieron instaurar, mantener y reproducir su capital simbólico
(esto es el honor del linaje por los servicios prestados al rey y su
retribución reconocida por del resto del conjunto social), su capital
social (encarnado en el despliegue de relaciones y vínculos que
podían utilizar o movilizar en su beneficio), su capital económico
(desplegado y mantenido a partir de la explotación de las enco-
miendas, las actividades rurales y mercantiles) y su capital político
(representado en el ejercicio de la vecindad y el consiguiente poder
de decisión expresado en el cabildo).10
Miembros de todas estas familias, en el momento de la ex-
pulsión de la Compañía de Jesús y luego de ella, además de tener
presencia en el cabildo, también participaron tanto en la tasación
de los bienes jesuitas11 como en la composición y gestión de la junta
municipal de Temporalidades.12
Como expresó Cristina López, «a mediados del siglo XVIII de
las primeras familias de encomenderos sólo quedaban algunos des-
cendientes como los Alurralde, los Villafañe, los Aráoz y los García
de Valdez»13 y el resto de los vecinos detentaban su condición por
el reconocimiento de sus pares, que apelaban para entonces a otros
factores de distinción. La vecindad se había ampliado ya que incluía

10
Datos referidos a las familias mencionadas se encuentran en varios trabajos de
historiadores tucumanos. Entre los más recientes: Ana María Bascary (1999) Familia y vida
cotidiana... cit.; Cristina López de Albornoz (1999) «Negocios familiares. Redes familiares
y redes de parentesco en Tucumán colonial» En: Revista del Departamento de Historia, núm.
7, año 7, UNT. De la misma autora «Redes de parentesco y poder en la «frontera» de Tucu-
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(comp.) (2005). Representaciones, sociedad y poder. Tucumán en la primera mitad del siglo
XIX. Facultad de Filosofía y Letras, UNT.
11
Es el caso de Pedro Antonio Aráoz, Francisco Javier Sánchez de la Madrid, Martín
León García y Joseph de Ojeda.
12
En esta estuvieron Miguel Gerónimo Sánchez de la Madrid como Diputado ecle-
siástico, José Antonio Deheza y Helguero como escribano, y como Diputados por el Cabildo
Miguel Aráoz, Pedro Antonio Aráoz y Francisco Javier Villafañe para nombrar algunos.
13
Cristina López de Albornoz (2003), Los dueños de la tierra. Economía, sociedad y
poder en Tucumán (1770-1820). Facultad de Filosofía y Letras, UNT, p. 319.
136 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

a un grupo de propietarios y comerciantes que era producto de las


alianzas matrimoniales y de negocios entre los antiguos vecinos
tucumanos y los españoles llegados a lo largo de la centuria.14 Estas
relaciones habían reproducido la preeminencia social del grupo y
su diferenciación con el resto de la población, con el que también
crearon lazos de parentesco y parentescos rituales, que reforzaban
su posición en el orden jerárquico de la sociedad.
Los oficios de regidores, representaban al poder real que, con-
juntamente con los alcaldes detentadores del poder local, eran los
encargados de elegir a los capitulares. En ese ámbito podían llegar
a producirse roces entre los vecinos que encarnaban la competencia
del poder real y del local respectivamente, aunque el hecho de que
los regidores también fueran miembros de las familias principales
terminaba por dirimir los conflictos en virtud de las alianzas desple-
gadas. Los mandos superiores de la administración —gobernadores
y sus tenientes, oficiales reales de la hacienda y otros oficios dentro
de la jurisdicción— también respondían directamente a la corona y
generaban conflictos ante la superposición de mandos e intereses, o
acuerdos en los que intervenían la cooptación o el clientelismo.
Fueron comunes los conflictos electorales a causa del paren-
tesco, la incompatibilidad de funciones, las deudas, la insolven-
cia o el espíritu faccioso de los candidatos, acusaciones éstas que
se esgrimían según las conveniencias de los electores quienes no
dudaban en trasgredir las normativas cuando se buscaba dominar
el cabildo. Los cargos vendibles como el de fiel ejecutor, alguacil
mayor, regidor 24 y alcalde mayor provincial frecuentemente eran
renunciados en hijos o sobrinos permaneciendo en manos de unas
pocas familias, explicó Bascary.15 Esto prueba la discrecionalidad con
que se manejaba el cabildo respecto de las disposiciones reales.16

14
En la segunda mitad del siglo XVIII emergieron nuevos apellidos en el cabildo de San
Miguel como Escobar, Fernández Moure, García Cárdenas, Ojeda, Paz, Posse, Reboredo, Ruiz
Poio, Tejerina, Terri, Zavalía y Zavaleta que eran en su mayoría comerciantes españoles que
habían llegado atraídos por la nueva situación económica regional y quedaron incluidos ya
entre los vecinos. El reacomodamiento de la élite en el marco de las reformas borbónicas ha
sido estudiado por Cristina López de Albornoz, «Inversionistas en tierras en el área rural de
San Miguel de Tucumán a fines del periodo colonial (1760-1810)». En Sara Mata de López,
(1999) Persistencias y cambios: Salta y el Noroeste argentino. 1770-1840.Prohistoria, Rosa-
rio, p. 124. También Cristina López de albornoz (2003) Los dueños de la tierra. Economía,
sociedad y poder en Tucumán (1770-1820)..., cit., p. 316.
15
Ana María Bascary (1999), Familia y Vida cotidiana..., cit., p. 192.
16
Gabriela Tío Vallejo (2001), Antiguo Régimen..., cit., p. 66.
M. L. García Calderón, «Dinámica social en S. M. de Tucumán a fines del s. XVIII» 137

En San Miguel de Tucumán los regidores eran cuatro o cinco:


el alcalde mayor provincial, el alguacil mayor, el fiel ejecutor para
el reconocimiento de pesas y medidas, el regidor 24 y el honorable
alférez real.
En la primera mitad del siglo XVIII detentaron el cargo: Die-
go de Ramírez (1728), Diego Domínguez (regidor veinticuatro,17
1722-1734-35), 18 Blas del Pozo Valverde (regidor veinticuatro,
1735), Juan Gregorio Aráoz y Bazán (1730, 1732, 1739,19 regidor
veinticuatro), Diego de Aráoz (1730, 1732 gobernador de armas,
1743 regidor fiel ejecutor, 1749 regidor, año en que se retiró), Luis
Toledo Pimentel (1732), Juan Esteban de Porcelo y Zuazo (1732-
1733-1739-1741 al 46-1749), Felipe Antonio de Alurralde (ya ha-
bía actuado en la centuria anterior y de 1742 a 1744 fue regidor,
oficio que heredó del regidor propietario D. Pedro Bazán Ramírez
de Velazco,20 y depositario general), Pedro Argañaraz (1747), Juan
José Zevallos (1747), José de Figueroa (1748), Baltasar de Medina
(1748).
Hacia la década de 1770 los cargos de regidor fueron asumidos
por miembros de otras familias de influencia en la ciudad entre los
que se encontraban algunos vecinos nuevos. Así, en el conjunto de
los regidores de finales del siglo figuraron: Pedro Antonio Aráoz,
hijo de Diego Ignacio (regidor fiel ejecutor, entre 1777 a 1804 en
que renunció a favor de Juan Bautista Paz,21 Simón Chávez Do-

17
«Veinticuatro» era la designación empleada en las ciudades andaluzas y luego ex-
tendida a las ciudades castellanas para designar a los regidores desde fines del siglo XIII.
La frecuencia de tal número de regidores dio lugar a la generalización de este nombre que
se identificaba con el oficio. Diccionario de Historia de España (1952), Revista de Occidente,
Madrid.
18
Don Diego Domínguez vecino y regidor propietario de San Miguel de Tucumán
renunció a su cargo el 17 de abril de 1737. Archivo Histórico de Tucumán (AHT). Sección
Administrativa (S.A.) Vol. 2. Años 1705-1742. Fol. 411-412.
19
El 14 de septiembre de 1739 renunció a su cargo de regidor Veinticuatro el Sargento
Mayor D. Juan Gregorio de Bazán, vecino feudatario de San Miguel «por hallarme imposibi-
litado de poderlo ejercer... no tener persona en quien haré caiga su derecho...» AHT. S. A. Vol.
2. Años 1705-1742. Fol. 434 y vta.
20
El General Don Pedro Bazán Ramírez de Velazco había renunciado al cargo de
regidor veinticuatro a favor de Felipe Antonio de Alurralde el 15 de febrero de 1742 pero
esa diligencia fue declarada nula en agosto del mismo año. En consecuencia el interesado
hizo postura para arrendamiento del oficio de regidor veinticuatro de primer voto en un
«subido precio de 30 pesos por cada año... sin perjuicio de la propiedad» por lo que el oficio
quedó rematado en el maestre de campo D. Felipe Antonio de Alurralde. AHT. S.A. Vol. 2,
Años 1705-1742. Fol. 522-529.
21
Ana María Bascary (1999) Familia y vida cotidiana…, cit., p. 195.
138 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

mínguez (regidor alférez real entre 1776 y 1790 en que murió),


Juan García Cárdenas (regidor veinticuatro entre 1776 y 1809),
José Fermín Ruiz Poio (regidor veinticuatro entre 1777 y 1780),
Francisco Javier Sánchez de la Madrid (alcalde provincial22 entre
1776 y 1792 y regidor fiel ejecutor en 1783), Francisco Tejerina y
Barreda (regidor veinticuatro entre 1776 y 1779, y alguacil mayor
en 1777), José Ignacio Garmendia y Alurralde (regidor veinticuatro
en 1809), Joaquín Monzón (alguacil mayor, entre 1794 y 1800)23
y José de Ojeda (regidor veinticuatro en 1784).
Algunos de ellos formaban parte de las familias de viejo arrai-
go en San Miguel de Tucumán y su jurisdicción y otros eran recién
llegados en el siglo XVIII. Sin embargo, tanto unos como otros, lo-
graron vincularse entre sí formando redes de parentesco y alianzas
políticas.
Nos interesa destacar a algunos de ellos:
Francisco Javier Sánchez de la Madrid pertenecía a una familia
que se había afincado en la localidad en el siglo XVII a partir del
general Don Francisco Sánchez de la Madrid, nacido en Santander.
Éste en Tucumán fue vecino feudatario, alcalde en 1719 y llegó a
ocupar cargos conquistados por nombramiento de las autoridades
reales, como el de lugarteniente, justicia mayor y capitán.24 Se había
casado con Doña María de Villafañe y Guzmán, hija del sargento
mayor Don Francisco Villafañe y Guzmán y de Doña Bárbara García
de Valdés.
De este matrimonio nació el Sargento Mayor Francisco Javier
Sánchez de la Madrid, regidor y alcalde provincial entre los años
1776 y 1792. Estuvo emparentado con la familia Aráoz por su pri-
mera esposa Claudia Aráoz.25 En segundas nupcias se casó en 1758

22
El cargo de alcalde mayor provincial se mantuvo por tres generaciones en la misma
familia: hasta 1758 fue ejercido por Juan Francisco Deheza y Helguero. En ese año lo cedió
a su cuñado Francisco Javier Sánchez de la Madrid quien en 1792 lo pasó a su yerno José
Antonio Álvarez Condarco. Ana María Bascary (1999) Familia y vida cotidiana…, cit., p. 194.
23
A lo largo del siglo XVIII el cargo de alguacil mayor fue ocupado por miembros de
la misma familia: fue ejercido por Baltasar de Medina hasta su muerte en 1758 habiendo
renunciado en su yerno Francisco de Tejerina quien lo ocupó hasta 1794, año en que el
gaditano Joaquín Monzón compró el cargo. Ana María Bascary (1999) Familia y vida coti-
diana…, cit., p. 194.
24
Carlos Páez de la Torre (h) (1987) Historia de Tucumán. Plus Ultra. Buenos Aires,
p. 111.
25
Jorge Corominas (1987) Matrimonios de la Catedral de Tucumán. 1725-1765. Fuentes
Históricas y Genealógicas argentinas. Buenos Aires, p. 31. El 5-IX-1752 Don Francisco Javier
M. L. García Calderón, «Dinámica social en S. M. de Tucumán a fines del s. XVIII» 139

Pedro de Norry Josefa de Paz Diego de Villafañe y Guzmán Prudencio Zavaleta


y Figueroa
Mariana de Prieto

María de Villafañe
y Guzmán
Diego de Aráoz José de
Aranguren

María de Corbalán
y Castilla Francisco Sánchez de Lamadrid
Ignacio de Thames
Miguel Francisca Sánchez
Ignacio de de Aráoz de Lamadrid
Aguilar
Miguel Gerónimo
Sánchez de Lamadrid
Francisca Martínez Petronila García
José de Garro de Iriarte Catalina Sánchez de Lamadrid
Bartolomé Santos de Aráoz

Juan Gregorio Andrea Moreno Suárez de Cabrera


Aráoz Pedro
Antonio
de Aráoz Francisca Antonia
Francisca Núñez de Herrera
Ignacio de Gramajo
Silva Diego Diez
Josefa de Fermín José de
de Alderete Robles Tejerina y Barreda

El gráfico 1 muestra la relación de varones y mujeres con miembros de la familia Aráoz.


Se aprecia que en uno de los centros se ubica Miguel de Aráoz, como el que más lazos pre-
sentó. Le siguen Juan Gregorio Aráoz, Pedro Antonio Aráoz y Diego de Aráoz. Se advierte
que más allá del parentesco que relacionó a los individuos nombrados, cada uno de ellos
se vinculó por fuera del ámbito familiar con otros que, a su vez, no se relacionaron entre
sí excepto Ignacio de Aguilar que se enlazó con los tres. Fuente: diagramación de la auto-
ra. Las referencias para la diagramación de las redes de relaciones sociales de las familias
Aráoz, Villafañe y Sánchez de la Madrid fueron tomadas de nuestra base de datos. En ella
se sumaron los aportes de investigaciones precedentes de autores citados a lo largo de este
trabajo y del registro Bautismos de españoles de la Catedral de Tucumán del periodo 1727-
1761, según la transcripción de Jorge Corominas. También se utilizaron los datos que este
genealogista transcribió de los Matrimonios de la Catedral de Tucumán del periodo 1725-
1765. En los gráficos que se muestran se ponderaron las relaciones sociales y familiares tanto
directas (matrimonios, padres, madres, hijos), cuanto rituales (padrinos, madrinas, ahijados).

con Doña Clara de Paz y Figueroa natural de Santiago del Estero e


hija de Don Domingo de Paz y Figueroa y Doña Gregoria Aguirre.

Sánchez de La Madrid se casó con Doña Claudia Aráoz, hija de Don Bartolomé Santos de
Lizarralde y Aráoz y de Doña Catalina Echave, p. 31. En 1758 Don Francisco Javier Sánchez
de La Madrid viudo de Doña Claudia Aráoz, se casó con Doña Clara Paz natural de Santiago
del Estero, p. 38.
140 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Ignacio de Matías de Angles


Castro Diego de Gortari y Lizarazu
Lorenzo García
Uzedo de Valdés

Inés de María de Francisco Sánchez


Uzedo Abreu y de Lamadrid Cayetano Barros
Figueroa Vicente de
Azcuénaga José Ignacio
de Villafañe
José de
y Guzmán
Grande
María de Miguel Gerónimo
Corbalán Sánchez de
y Costilla Diego Lamadrid
Francisco de Villafañe
González y Guzmán María de Aráoz

María Diego de Bazán


Sánchez de Aráoz Josefa
de Francisca de Paz
Francisco Javier y Figueroa
Lamadrid de Cabrera Sánchez
María de Lamadrid
de Villafañe
y Guzmán
Juan Francisco
José de Molina Deheza y Helguero
Juan José Catalina Pérez Catalilna Sánchez
Campero Palavecino de Lamadrid
Juan de Reto Ignacio Aguilar

El gráfico 2 muestra las relaciones de varones y mujeres con miembros de la familia Villafañe
y Guzmán. En el centro se ubica Don Diego de Villafañe y Guzmán vinculado con integran-
tes de la familia Sánchez de la Madrid, Bazán y Aráoz, Villafañe y Guzmán, Aguilar y otras.

Este vecino tuvo participación en los asuntos de Temporalida-


des luego de la expulsión de la Compañía: fue tasador de tierras,
capataz y luego comprador de la suerte de Río Blanco. 26 Formó
parte de la red familiar de mayor poder en el cabildo compuesta
por los troncos Sánchez de la Madrid y Aráoz y sus ramificaciones.
Estas les permitieron dominar las elecciones y contar entre los ca-
pitulares, de manera casi constante, con miembros de su facción
en la segunda mitad del siglo XVIII.
A este alcalde provincial se vincularon hombres que en poco
tiempo lograron acrecentar su posicionamiento social y político en
la ciudad, aún sin ser naturales de ella, como los españoles Don
Juan Francisco Deheza y Helguero y Don José Ignacio de Thames. El
matrimonio del español Don Juan Francisco Deheza y Helguero con

26
AHT. Documentos Coloniales. Relativos a los jesuitas. Siglo XVIII. Serie I. Tomo I. Vol.
VII, Tucumán, 1994, p. 56.
M. L. García Calderón, «Dinámica social en S. M. de Tucumán a fines del s. XVIII» 141

Miguel Gerónimo
Sánchez de Lamadrid
Pedro de Sierra

Manuel María Magdalena


Sánchez Jáuregui Baquedano

Bartolomé Domínguez

Francisco Sánchez
José de de Lamadrid
Chauxi Gabriela de Aráoz
María de Villafañe y Guzmán

Javier Sánchez
de Lamadrid

Clara Josefa de Paz


de Paz y Figueroa
Domingo
Alonso García de la Concha
Roldán y Moscoso
Francisco
José Ignacio de Javier Sánchez
de Lamadrid
Villafañe y Guzmán
Cayetano Barros

El gráfico 3 muestra las relaciones de varones y mujeres con la familia Sánchez de la


Madrid. En el centro de las mismas se ubica el General Don Francisco Sánchez de la Madrid
y su esposa Doña María de Villafañe y Guzmán.

Javiera Sánchez de la Madrid le permitió avecindarse rápidamente y


llegar a ser sargento mayor, alcalde de 2º voto en 1733 y en otras
ocasiones. Además compró el cargo de alcalde mayor provincial
en 1740. Uno de los hijos que tuvo con Francisca Javiera Sánchez
de la Madrid fue Juan Silvestre Deheza y Helguero, quien llegó a
ser militar destacado y gobernador de armas en 1755 y en 1791.
Don Francisco Javier Sánchez de la Madrid también se vinculó
a la rama de los Aráoz y Echave por el casamiento de su segunda
hermana Catalina con el General Don Miguel de Aráoz y Echave
en 1744.27 Esta rama conocida como Aráoz de la Madrid fue muy
extensa, relacionada y ramificada hacia Salta y otras ciudades. Ha-
cia fines del siglo XVIII se vincularon con los García de Valdés por
el matrimonio de Don Pedro Nolasco Aráoz de la Madrid con Doña
Narcisa García en 1788. Otra descendencia de esta familia fue la

27
Ver gráfico N° 3, en esta página.
142 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

que surgió mediante el matrimonio de Doña María Mercedes Aráoz


de la Madrid con Don Julián Ruiz de Huidobro, vecino de San Mi-
guel y administrador de correos.
Estos también se relacionaron a la familia Paz por el casamien-
to de Doña Francisca Aráoz de la Madrid con Don José Fermín de
Paz, que era viudo, hijo de Don Santiago de Paz y Figueroa y de
Doña Manuela Norry. Por último, una rama radicada en Buenos
Aires fue la que se inició con el casamiento de Doña Petrona Aráoz
de la Madrid con Don Francisco José Díaz Vélez.
Las hermanas de Don Francisco Javier desempeñaron un pa-
pel esencial al momento de concretar alianzas matrimoniales que
permitieron a los miembros consanguíneos acceder y permanecer
tanto en el cabildo como en la junta de temporalidades. Hacia fines
del siglo tal era la relación que existía entre las familias de la élite
que acaparaban ambas instituciones que se afirmaba que «el Alcal-
de Provincial, Poyo, Molina, Don Juan García, Don José Thames,
Don Julián Ruiz Huidobro, los arauzes, Helguero, Don José Ojeda
(...) los Villafañe (...), todos son de una casa»28 como expresó Don
Francisco José de Marcano y Arismendi en 1780.
La multiplicación de los primos hermanos facilitó a este tronco
la capacidad de renovarse con parientes jóvenes a cargo de los ne-
gocios comunes del grupo y dispuestos a reemplazar a sus mayores
en los oficios durante la etapa virreinal. Las dos décadas entre 1774
y 1794 fue el periodo de mayor dominio de los Aráoz, Sánchez de
la Madrid y sus ramificaciones dentro del cabildo. Sin embargo los
conflictos producidos, demuestran, que los Aráoz no conformaban
una unidad sino que había dos ramas principales dentro de la fa-
milia:29
– la primera encabezada por Diego Ignacio Aráoz (hijo de Ni-
colás Aráoz y de Claudia Núñez de Ávila) casado con Josefa Paz y
Figueroa,
– y la segunda conducida por Miguel de Aráoz y Echave (hijo
de Bartolomé Aráoz y Catalina Echave, nieto de Nicolás por lo

28
Archivo General de la Nación. Testimonio de la declaración y diligencias reservadas
del ex jesuita Don Francisco José de Marcano y Arismendi. Buenos Aires.1780 En Ana María
Bascary (1999) Familia y vida cotidiana…cit. p. 192. Sobre Marcano y Arismendi se descubrió
que no fue jesuita, su nombre era falso y aparentemente no fue sacerdote según Sara Peña
de Bascary (2001) «Los franciscanos reciben el Colegio y templo jesuíticos de Tucumán» En:
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán, núm. 11, Tucumán, p. 162.
29
Ver gráfico N° 1.
M. L. García Calderón, «Dinámica social en S. M. de Tucumán a fines del s. XVIII» 143

tanto sobrino de Don Diego) casado con Catalina Sánchez de la


Madrid.30
De ambas ramas surgieron vecinos de relevancia en San Mi-
guel, pero particularmente de la segunda quien se destacó fue el
fiel ejecutor Juan Antonio Aráoz y Sánchez de la Madrid, de larga
estabilidad en el cabildo (de 1777 a 1805).
Comerciantes mayoristas 31 españoles 32 —entre ellos Velarde,
Moure, Laguna, Alberdi— pudieron incluirse en las esferas de poder
mediante la intervención en el cabildo, las cajas reales o la diputa-
ción del consulado de Comercio.33 Para desempeñar estas funciones
recurrieron a su capital simbólico, convertido en reconocimiento
de los vecinos, y a su capital relacional acomodado a esos fines. El
juego de estas estrategias se hacía efectivo en la elección y el aval
de sus pares comerciantes.
Sin embargo, como ha expresado Cristina López «los migrantes
sólo ocuparon cargos capitulares en pocas ocasiones y en puestos
claves: la función quizás con exclusividad codiciada por los pe-
ninsulares era la de procurador general, quien significativamente
debía ocuparse de la regulación del abastecimiento de la ciudad,
de la capitación de los vecinos para las variadas contribuciones,
fiscalizar las licencias de las pulperías. El resto de los cargos en el
cabildo quedaron reservados, en gran medida, para los estancieros
tucumanos que velaban por los intereses y negocios que tenían en

30
Eduardo Saguier (1992) «La lucha contra el nepotismo en los orígenes de las re-
formas borbónicas. La endogamia en los cabildos de Salta y Tucumán (1760-1790). ANDES,
núm. 5, Salta.
31
Los vecinos de facultades mayores tenían un patrimonio de 20.000 a 50.000 pesos
según el padrón de los vecinos parroquianos de este curato formado para arreglar las con-
tribuciones que deben hacer para la reedificación de la matriz. 1794. AGI. Buenos Aires 297.
En este sector se incluía a José Velarde, Manuel Posse, José Ignacio Garmendia, Cayetano
Fernández Moure, Miguel Laguna, José Ojeda, Manuel Erazu, Manuel Reboredo, Francisco
de Monteagudo, Salvador Díaz de la Peña, Luis Santos del Pino, Juana de Medina, María
Josefa de Villafañe, Cayetano Rodríguez, José Miguel Medina y José Gabriel García. Ana
María Bascary (1999) Familia y vida cotidiana…, cit., p. 74.
32
Los españoles que arribaron a San Miguel de Tucumán entre fines de 1760 y 1790
fueron registrados como «residentes y del comercio», no como «vecinos». Muy poco tiempo
después, en 1794, las mismas personas ya eran consideradas como vecinos de «facultades
mayores.» Ana María Bascary (1999) Familia y vida cotidiana..., cit., p. 74.
33
Cristina López distingue a los comerciantes mayoristas del resto de los mercaderes
minoristas y pulperos de la región. Siguiendo la documentación de la época se encuentran
denominaciones como: «mercader tratante», «del comercio» y «comerciante» seguidos gene-
ralmente de la palabra «residente» hasta 1780 cuando muchos de ellos comenzaron a figurar
como vecinos. En Cristina López de Albornoz (1999) «Negocios familiares...», cit., p. 8.
144 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

común ya que esos estancieros/comerciantes eran suegros, yernos,


cuñados o mantenían algún otro grado de parentesco político con
los comerciantes españoles», formuló la autora.34
En las dos últimas décadas del siglo entre los españoles que ocu-
paron el cargo de procurador se encontraban: Cayetano Fernández
Moure (1777), Manuel Reboredo (1787), Manuel Posse (1788), Sal-
vador Alberdi (1794), Cayetano Rodríguez Moure (1796), Pedro An-
tonio Zavalía (1798), Nicolás Valerio Laguna (1805). Además éstos
se desempeñaron también como alcaldes o defensores de menores.35
Como ya enunciamos los recién llegados no sólo aportaron sus
capitales —en algunos casos— y su condición de «españoles» sino
también la red de relaciones, de parentesco y de paisanaje con los
comerciantes porteños que permitiría la configuración de una tra-
ma conjunta con la élite local. Esta a su vez, apeló a la diversidad
y complementariedad de sus actividades (la producción rural, la
comercialización y la fabricación de carretas) y a la multiplicidad
de roles asignados a sus miembros (en el cabildo, en la iglesia,36
en la milicia37 y en la junta municipal de temporalidades) como
estrategias de reproducción del estamento y acaparamiento de di-
ferentes esferas de poder en ámbitos simultáneos tanto económico
como político, eclesiástico y militar, como han estudiado Ana María
Bascary y Gabriela Tío Vallejo, entre otros.
Uno de los apellidos que comenzó a tener presencia continua
en el cabildo en la segunda mitad del siglo fue Ojeda. José Silvestre
de Ojeda había nacido en Tucumán en 1729 y era hijo de Don José
de Ojeda, fallecido en 1760, y Doña Catalina Gutiérrez.38

34
Cristina López de Albornoz (1999), «Negocios familiares...», cit., p. 18.
35
AHT. Actas Capitulares (A.C.) Vol. VII-XI, 1750-1810.
36
Algunos integrantes de familias principales eran eclesiásticos como Miguel Gerónimo
Sánchez de la Madrid, cura rector propietario entre 1757 y 1782; Gerónimo de Aguilar e
Ignacio Norry maestro y presbítero hermano y sobrino de Don Luis de Aguilar respectiva-
mente; José Sebastián Ojeda cura y vicario de Chicligasta (1780-1799); Diego Villafañe,
varios de los Aráoz, Ojeda, Molina, entre otros. Ana María Bascary (1999), Familia y Vida
cotidiana..., cit., p. 197.
37
Entre los cuadros de oficiales de las milicias tucumanas se contaban miembros de las
principales familias como Andrés y José Diego y Pedro Villafañe, José Pascual Alurralde, Juan
Silvestre, José Silvestre y Ramón Deheza y Helguero, Fermín y Gregorio Tejerina. Gabriela
Tío Vallejo (2001), Antiguo Régimen y Liberalismo…, cit., pp. 99-100.
38
Máximo Méndez (h) (2001), «Apuntes sobre la descendencia tucumana del capitán
Don Bernardo de la Zerda Maraval». Boletín del Centro de Estudios genealógicos de Córdoba,
núm. 29. Córdoba, p. 74.
M. L. García Calderón, «Dinámica social en S. M. de Tucumán a fines del s. XVIII» 145

José Silvestre se desempeñó como alcalde, subdelegado de la


real hacienda y remató los diezmos del curato rectoral y de Bu-
rruyacu en diferentes oportunidades.39 Ocupó también el cargo de
alcalde de la Santa Hermandad en 1766 y desde 1769 a 1776 fue
encargado de mantener la acequia que proveía de agua a la ciu-
dad por resolución del cabildo. Fue defensor de menores y regidor
veinticuatro en 1784. A más de convertirse en propietario de bienes
jesuitas rematados a partir de 1774, fue extendiendo su patrimonio
inmueble de manera constante hasta tres años antes de redactar su
testamento el 28 de abril de 1805.40 Se casó dos veces: del primer
matrimonio sólo tuvo un hijo, Don Francisco Javier Ojeda Carrizo
nacido en 1752. Del segundo matrimonio con Doña María Teresa
Carrasco nacieron diez hijos.
Una de sus hijas, Doña María Teresa de Ojeda, nacida en 1772,
contrajo matrimonio con Don José Pascual Alurralde, miembro de la
tradicional familia del capitán de milicias y cabildante de Don Mi-
guel de Alurralde y de Vera y Aragón quien fue maestre de campo
y participó en 1774 de la expedición al Chaco comandada por el
Gobernador Matorras.41 Otra hija de José Silvestre, Francisca Javie-
ra, se casó en 1804 con Don Julián Vicente Ruiz de Huidobro con
quien tuvo tres hijas que no contrajeron matrimonio.42 Esta unión
emparentó a los Ojeda con otra de las familias encumbradas de la
localidad: el suegro de María Javiera, Don Julián Ruiz de Huidobro
que era español, se había casado en Tucumán con Doña Mercedes
Aráoz de La Madrid, como ya quedó señalado más arriba.43

39
Cristina López de Albornoz (1994) «Evolución de la propiedad rural de la jurisdic-
ción de San Miguel de Tucumán, 1765 a 1775. Inédito, Tucumán, p. 29.
40
En este testamento Ojeda hace inventario y adjudicación de sus bienes a sus diez
hijos de su segundo matrimonio con Teresa Carrasco: Miguel Antonio, María Catalina, José
Alejo, Xavier Eugenio, María Teresa, María Ignacia, María Josefa, María Manuela, María
Celestina y María Xaviera. AHT.S.A. Serie A. Protocolo. 28 de abril de 1805.Fol. 70v. De su
primer matrimonio con Doña Carrizo tuvo un solo hijo: D. Francisco Javier Ojeda quien nació
en 1752 y falleció en 1836. Archivo de la Catedral de Tucumán (ACT), Libro 7. fs. 89.
41
C orominas , J orge (1996) «Los Vascos en Tucumán. Origen y descendencia 1565-
1810»Linaje de Alurralde. En Los Vascos en América. Fundación Vasco-Argentina Juan de
Garay, Buenos Aires, p. 118.
42
Julián Ruiz de Huidobro- Aráoz se casó después con Petrona Martina Albo Ibiri, con
la cual sí tuvo amplia descendencia. Cfr., Carlos Páez de la Torre (H) (2007) «Los Ruiz
Huidobro» en Familias Tucumanas. Rev. CCC. Año XX. Nº 246. Tucumán, pp. 64-65.
43
Doña Mercedes era hija de Don Miguel Aráoz y Echávez y Catalina Sánchez de La
Madrid. Su hermana Catalina contrajo matrimonio en segundas nupcias con Don José Fermín
Ruiz Poio quien llegó a ser presidente de la junta municipal de Temporalidades.
146 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Nuevo en la jurisdicción fue Don Juan García Cárdenas. Aun-


que llegado hacía poco, ingresó al cabildo en el año 1775 al mismo
tiempo que otro miembro nuevo, el sargento mayor Don José Fer-
mín Ruiz Poio electo alcalde de 2º voto.44 Sin duda el parentesco
de Ruiz Poio con su tío político Don Francisco Javier Sánchez de
la Madrid pesó para su ingreso al cabildo con ese rango de alcalde
y acompañó su permanencia. Fue regidor veinticuatro entre 1776
y 1780.
Su matrimonio con Catalina Aráoz-Echave y Sánchez de La
Madrid lo había vinculado a dos familias muy importantes con las
cuales formó la facción fuerte en el cabildo ligado con Don Diego
Ignacio Aráoz. Ruiz Poio tuvo además una extendida parentela que
lo relacionaba con José González Thames, Josefa Villafañe (mujer
de José Fermín de Molina y López), José Velarde, José de Figueroa
y Mendoza y Juan Silvestre Deheza y Helguero.
A esta facción se unió Don García Cárdenas, sevillano dedicado
al comercio de importación, que comenzó su carrera ocupando la
defensoría de menores en 1775.45 En el caso de García Cárdenas,
este oficio le sirvió a los fines de ser elegido al año siguiente para
ocupar un cargo de rango superior, el de procurador general. En
ese mismo año ingresó como miembro de la junta municipal de
temporalidades de San Miguel de la cual posteriormente llegó a
ser presidente.
En diciembre de 1776, logró el título de regidor 24 luego de
comprar el cargo que retuvo hasta 1808. Fue ganando posición
dentro de la corporación de vecinos mediante el parentesco. Se casó
dos veces. Su segunda esposa fue Doña Trinidad Carrasco que lo
emparentó como concuñado, con el subdelegado de la real hacien-
da, D. José Silvestre de Ojeda. También se vinculó a los Gutiérrez,
Pérez Padilla, Rodríguez y Molina.46

44
El 1º de enero de 1775 reunidos los cabildantes se hicieron las elecciones correspon-
dientes. Los electores eran el alcalde de 1º voto Don Francisco Javier Sánchez de la Madrid,
de 2º voto Don Juan Bautista del Campo, el alférez real Don Simón Chávez Domínguez, el
alguacil mayor Don Francisco Tejerina y Barreda, el fiel ejecutor Don Pedro Antonio Aráoz
y el vocal para completar el número de electores, Don Domingo Villafañe. Contaron con la
asistencia del coronel Don Diego Aráoz comisionado nombrado por el gobernador para pre-
sidir las elecciones. Todos eligieron de común acuerdo. AHT. A.C. Vol. X. 1775-1788. Fol.1.
45
Gabriela Tío Vallejo (2001) Antiguo Régimen y Liberalismo…, cit., p. 92.
46
Fue concuñado en segundas nupcias del Subdelegado de la Real Hacienda José Sil-
vestre Ojeda hijo de José de Ojeda y de Catalina Gutiérrez, suegro de Miguel Pérez Padilla,
M. L. García Calderón, «Dinámica social en S. M. de Tucumán a fines del s. XVIII» 147

Mientras tanto desempeñó otras funciones capitulares: fue al-


calde de la Santa Hermandad interino, procurador general interino,
alcalde de 1º voto y alcalde de Monteros, y, en varias oportunida-
des, rematador de diezmos.
Por su parte los Tejerina también participaban activamente de
la vida política y social tucumana de fines del siglo XVIII. Don Fer-
mín Tejerina y Barreda era hijo de Don Francisco Tejerina y Barreda
y de Doña Laurencia García, naturales de Andalucía.
En 1762 Don Fermín se casó con Doña Teresa Domínguez, hija
del general Don Diego (Francisco Chaver o Chávez) Domínguez y de
Doña Teresa Rodríguez Viera. Los padrinos de su casamiento fueron
Don Simón Chávez Domínguez y Doña Josefa de Paz y Figueroa.47
El suegro de Don Fermín de Tejerina, el general Chávez Domínguez,
fue dos veces teniente de gobernador de San Miguel de Tucumán,
en 1745 y 1756.
A partir del tronco Chávez Domínguez, con el liderazgo de Don
Fermín de Tejerina, se constituyó otra facción que también supo
tejer redes por matrimonios y compadrazgos. Esta estuvo formada
por vecinos que detentaron nuevos oficios legitimados por las au-
toridades borbónicas desde la segunda mitad del siglo.
La facción de Tejerina contaba con el apoyo del gobernador
Andrés Mestre,48 gobernador de Córdoba del Tucumán y posterior-
mente gobernador Intendente de Salta del Tucumán (1782, hasta
1792). Esto los enfrentaba con la facción de Don Diego Ignacio
Aráoz que manejaba el poder desde el cabildo mediante la ocupa-
ción de cargos con los criterios coloniales tradicionales basados en
el honor de servir al rey que permitía a los vecinos acceder a los
oficios de gobierno por la elección de sus pares.
Don Fermín estuvo relacionado a otras familias principales que
formaban parte de la corporación de vecinos: fue concuñado del
capitán José de Molina, de Don Juan López Ríos y de Don Francisco
Javier Villafañe. A su vez, mediante el matrimonio de sus hijas, se
relacionó con Don Manuel Fernández Carranza y Don Manuel Posse.

del boticario Hermenegildo Rodríguez y de José Fermín Molina, hijo de José Miguel Molina.
Eduardo Saguier (1992) «La lucha contra el nepotismo en los orígenes de las reformas bor-
bónicas: la endogamia en los cabildos de Salta y Tucumán…, cit., p. 107.
47
Jorge Corominas (1987) Matrimonios de la Catedral de Tucumán, 1727-1765, Buenos
Aires, p. 43.
48
Tuvo apoyo en el ministro José de Gálvez, a quien le debió la carrera política.
148 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Este último contrajo matrimonio con Doña Águeda Tejerina y


Domínguez en 1783. La descendencia Posse-Tejerina tuvo actua-
ción en el convulsionado periodo revolucionario y aún después. Sus
miembros participaron en el cabildo y continuaron desarrollando
las actividades comerciales de su padre.49
El hermano de Fermín, el Regidor Francisco Tejerina y Barre-
da contrajo matrimonio en 1754 con María Catalina de Medina
y Aráoz, hija del capitán Don Baltasar de Medina y Montalvo y
de Doña María Agustina de Aráoz. Sus padrinos fueron Don Ma-
nuel García, español de la villa de Castrogeriz, y Doña Gabriela de
Aráoz, su esposa, hija de Don Diego de Aráoz y Doña Josefa de
Paz y Figueroa.
En 1767, año de la expulsión de los jesuitas, en el cabildo de
San Miguel los oficios elegibles estaban en manos de: Don Joseph
Figueroa como alcalde de 1º voto, Don Fermín de Tejerina de 2º
voto, Don Clemente Santillán y Don Francisco Javier Villafañe como
alcaldes de la Santa Hermandad, Don Gabriel Rubert como procura-
dor de la ciudad y Don Joseph Thames como defensor de menores.
Los vínculos de parentesco que existían entre la mayoría de
estos miembros son evidentes: Don Fermín de Tejerina era her-
mano del regidor alguacil mayor Don Francisco Tejerina y además
estaba casado con la hermana (Teresa) del alférez real propietario
Don Simón Domínguez, y era concuñado de Don Francisco Javier
Villafañe, casado con Margarita Gertrudis Domínguez, otra hermana
del Alférez Real.50 El padrino de esta boda había sido Don Miguel
Aráoz quien era, al momento de las elecciones capitulares, el lu-
garteniente del gobernador.
Por su parte Don Joseph Thames había estado emparentado con
el alcalde provincial Don Francisco Javier Sánchez de la Madrid al
haber contraído matrimonio con su hermana Doña Francisca Javiera
que ya había fallecido. Viudo, se volvió a casar en 1761 y su padri-
no de boda fue también Don Miguel Aráoz.51 El procurador general

49
José María Posse (1993) Los Posse, el espíritu de un clan. Ed. Estrella Federal, Coop.
Secretaria de Postgrado. UNT. Tucumán, pp. 27-37.
50
Ver gráfico N° 2 y Cfr., Jorge Corominas, Matrimonios de la Catedral..., cit. Matri-
monio Tejerina-Domínguez. 27 de octubre de 1762. Padrinos Don Simón Domínguez y Doña
Josefa de Paz y Figueroa, p. 43; Matrimonio Villafañe-Domínguez. 4 de mayo de 1755.
Padrinos Don Miguel de Aráoz y Doña María de Villafañe, p. 34.
51
Jorge Corominas, Matrimonios de la Catedral... Cit. Matrimonio Thames-Sánchez de
la Madrid. 14 de abril de 1755. Testigos: Don Francisco Javier Sánchez de la Madrid y Don
M. L. García Calderón, «Dinámica social en S. M. de Tucumán a fines del s. XVIII» 149

de la ciudad, Don Gabriel Rubert, era mallorquín pero se había


relacionado con una rama de los Aráoz y con los Zavaleta.52
El cabildo, así formado, recibió la comunicación del goberna-
dor de Buenos Aires (Francisco de Paula Bucareli y Ursúa) a fin de
proceder a la expulsión de los jesuitas, hacer los inventarios de los
bienes incautados y localizar deudores y tenedores de bienes de la
Compañía para procurar su cobro. Se designaron comisionados para
estas acciones y entre estos delegados estaban Fermín y Francisco
Tejerina y como Teniente tesorero Don Pedro Collante. Las diligen-
cias posteriores suscitaron roces entre los miembros del cabildo y
estos comisionados.
Hacia mediados del siglo, al grupo de los Tejerina se había
sumado un miembro —hasta entonces secundario— de la familia
Aráoz, Juan Antonio Aráoz y Sánchez de la Madrid. Este era hijo
de Don Miguel de Aráoz y Echave y de Doña Catalina Sánchez de
la Madrid. Junto a él se ubicaban vecinos relativamente nuevos
en la ciudad que buscaban validar su vecindad ante el poder de
imposición de la otra facción. Entre éstos se encontraban los espa-
ñoles Vicente Escobar, quien ya oficiaba en el cabildo desde 1760 y
Martín Ángel Varón, que fue coronel de milicias y teniente tesorero
de la real hacienda, cargo que lo asociaba más a la jurisdicción real
que a la local. Uno y otro, en la década de los 70 y 80, tuvieron
actuación relevante en la región.53
El primero (Escobar) ejerció funciones en nombre del rey,54 y
desde 1770 en que actuó como alcalde de 2º voto quedó destacado
por estar vinculado al gobernador de armas Don Diego de Aráoz
y en contra del gobernador Fernández Campero. Sus relaciones lo
apuntalaron para ser nombrado presidente de la Junta de Tempo-
ralidades de San Miguel,55 y posteriormente juez subdelegado del

José Antonio Deheza y Helguero. No figuran los padrinos, p. 34; Matrimonio Thames- Gutié-
rrez. 10 de enero de 1761. Padrinos Don Miguel de Aráoz y Doña María de Villafañe, p. 42.
52
Jorge Corominas, Matrimonios de la Catedral… cit. Matrimonio Rubert - López. 9
de abril de 1764. Se casa con Doña María López hija de Don Francisco López y de Doña
Damiana Aráoz. Sus padrinos de boda fueron Don Prudencio Zavaleta y Doña Catalina
Sánchez de la Madrid, p. 46.
53
Vicente de Escobar fue elegido como alcalde de 2º voto en enero de 1770. AHT. A.
C. Vol. IX. 1765-1774. Fol. 193.
54
Bárbara Aramendi (2017) El distrito de la Puna y su primer subdelegado. Intenden-
cia de Salta del Tucumán, 1784-1795. Fronteras de la Historia, vol. 22, núm. 1, pp. 12-37,
2017-Instituto Colombiano de Antropología e Historia.
55
AHT. A. C. Vol. VII. Fol. 101 v.
150 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

gobernador intendente en 1784.56 Por su parte Martin Ángel Varón


—además de los oficios reales— se destacó por ser comerciante y
habilitador para tropas de carretas entre otras de sus actividades
económicas. Junto a ellos se sumaron Manuel Padilla y Joaquín
Monzón. Ambos, Escobar y Varón, alineados con Francisco Tejerina
se opusieron a la facción de Ruiz Poio.
Así observamos que hacia fines del siglo comenzó a diferenciar-
se un grupo de funcionarios nombrados por el poder central que
ejercían en nombre del rey. Sin embargo estos no eran hombres
ajenos a la jurisdicción y estaban involucrados en las fricciones
propias de las facciones que luchaban por imponerse tanto en la
ciudad como en la campaña. Don Vicente Escobar es un ejemplo
de ello.57
Es conocido que las instrucciones del rey concernientes a los
jesuitas tuvieron gran impacto en la sociedad de San Miguel de Tu-
cumán y produjeron tirantez y fricción entre algunos vecinos y las
autoridades. Desde un primer momento los vecinos se posicionaron
en favor o en contra de la expulsión y se sucedieron los conflictos.
Edberto Acevedo58 aportó fuentes que permiten reconstruir el clima
tucumano y revisar las posiciones —y quizás las motivaciones— de
los actores del momento y contribuyó con pautas para entender la
influencia de algunas familias en estas circunstancias. Más reciente-
mente la investigación de Ana María Lorandi,59 desde una perspec-
tiva de antropología política, rescató estos acontecimientos a partir
del estudio de los funcionarios borbónicos Manuel Fernández Cam-
pero y Francisco de Bucareli para ilustrar de qué manera las nuevas
políticas de la corona daban sus primeros pasos en las posesiones
de ultramar provocando un clima de tensiones, enfrentamiento de
facciones y luchas por el poder. Estos antecedentes historiográficos,
como otros enfocados en distintos establecimientos jesuitas60 en el

56
Gabriela Tío Vallejo (2001) Antiguo Régimen y Liberalismo…, cit., p. 114.
57
El primer Subdelegado intendente fue Vicente Escobar en 1784, luego en 1797 se
nombró a José de Ojeda y en 1805 a Bartolomé Aráoz. Gabriela Tío Vallejo (2001) Antiguo
Régimen y Liberalismo…, cit., p. 182.
58
Edberto Oscar Acevedo (1969) La rebelión de 1767 en el Tucumán. Universidad
Nacional de Cuyo. Mendoza.
59
Ana María Lorandi (2008) Poder central, poder local. Funcionarios borbónicos en el
Tucumán colonial. Un estudio de antropología política. Prometeo, Buenos Aires.
60
Entre otras contribuciones Gabriel Cori (1998) «La expulsión de los jesuitas en
Santa Fe. Elite, política y sociedad. 1760-1780», I Encuentro de Historia regional compara-
M. L. García Calderón, «Dinámica social en S. M. de Tucumán a fines del s. XVIII» 151

territorio que conformaba la provincia jesuítica del Paraguay y de


Chile, nos revelan el funcionamiento de los poderes locales como
resultante de sus redes de influencia y las posibilidades de eventual
autonomía en relación a otras esferas de decisión y negociación en
América y en España.
En la jurisdicción del cabildo de San Miguel de Tucumán la
reacción del grupo de poder ante el extrañamiento fue inmediata y
los vecinos se alinearon así:

– detrás de los agentes de la expulsión (gobernador de


Buenos Aires Don Francisco de Paula Bucareli, gobernador Don
Juan José de Vértiz, gobernador de Tucumán Juan Fernández
Campero, Don Pedro Collante, Don Rafael de Hoyos, Don Ge-
rónimo Román, Don Juan José Zevallos, Don José de Thames
y otros),
– o detrás de los que, opuestos a esta medida borbónica,
eran partidarios de la vuelta de la Compañía (virrey Amat,
gobernador de Tucumán Gregorio Matorras, Don Vicente de
Escobar, Simón Chávez Domínguez, Diego de Aráoz, Don Pedro
Antonio Aráoz hijo del anterior, Don Gabriel Rubert, Francisco
y Fermín Tejerina entre otros).

La localización de los Tejerina en este último grupo, obedece


a que los observamos actuar en el entorno de Escobar, sin embargo
en el momento de la expulsión de la Compañía tanto Fermín como
Francisco representaron la nueva jurisdicción de las temporalidades.
La administración de las temporalidades, primero a cargo de
los delegados y luego de la junta municipal representaba en San
Miguel al poder central por su subordinación natural a las directivas
del gobierno de Buenos Aires en estos asuntos. Así algunos vecinos
quedaron como comisionados de la medida de expulsión y regencia
de los bienes incautados a los jesuitas, aun cuando formaban parte
de la élite capitular y de las facciones que ejercían su influencia

da. Siglo XVI a principios del XIX. Rosario. Inédito; Raquel Bisio de Orlando (1999) «Las
Temporalidades de Córdoba del Tucumán» en Jesuitas 400 años en Córdoba. Tomo 4, UNC;
Córdoba; Quarleri, Lía (2001) «La administración laica de los bienes de los jesuitas en La
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Templo jesuíticos de Tucumán» Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán, Núm.
11.
152 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

en defensa de sus intereses locales. Los apoyos y solidaridades se


evidenciaron así entre quienes representaban a la nueva jurisdicción
y los vecinos capitulares.

La Junta Municipal de Temporalidades

De acuerdo a la Real Cedula la junta de temporalidades debía for-


marse con un presidente que debía ser el gobernador o su teniente,
y los vocales que serían un regidor del cabildo, un diputado ecle-
siástico nombrado por el obispo y un personero del común.
El peso de las solidaridades dentro del cabildo inclinó las vo-
luntades para elegir a Vicente Escobar en noviembre de 1770 como
presidente, al alguacil mayor Francisco Tejerina y Barreda como
diputado por el cabildo, a Gabriel Rubert como procurador de la
ciudad y a Miguel Gerónimo Sánchez de la Madrid como diputado
eclesiástico, todos vecinos de la facción de Don Diego de Aráoz. Esta
elección, avalada por el gobernador Matorras, sucesor de Fernández
Campero, iba en contra del poder que ejercía el gobernador Vértiz
desde Buenos Aires. Este manifestó su contrariedad ante lo que él
consideraba el vilipendio de sus facultades privativas en cuestión de
temporalidades y exigió al gobernador tucumano que se abstuviera
de intervenir en estos asuntos para no interferir con la autoridad
superior que correspondía a la junta de Buenos Aires.61
Hacia fines del año 1773 la junta superior de Buenos Aires
sustituyó a Vicente de Escobar como presidente de la junta muni-
cipal tucumana por José Fermín Ruiz Poio. Con el nuevo presiden-
te la influencia de la red de Don Diego Ignacio Aráoz siguió en
primer plano. Mientras estuvo en funciones, hasta 1776 que fue
sustituido, estuvo secundado por don Francisco Antonio de Sorroza
como defensor fiscal, cargo que ocupó en 1775 Don José Ferreyra
Carnero. Don Cayetano Fernández Moure, Don Domingo Villafañe
y Don José de Figueroa quedaron consecutivamente como procu-

61
Juan José de Vértiz gobernador de Buenos Aires y presidente de la junta provincial
de temporalidades había señalado como presidente de la de San Miguel a Don Miguel de
Aráoz o al más idóneo, dejando al cabildo la designación de los demás constituyentes. El
cabildo de San Miguel hizo caso omiso por considerar a Aráoz de la parcialidad de Fernández
Campero y eligió a Vicente de Escobar, generando un conflicto de jurisdicciones. A.H.T. S.A.
Vol. 6. Fol. 29; A.C. Vol. VII. Fol. 25 y 101 v.
M. L. García Calderón, «Dinámica social en S. M. de Tucumán a fines del s. XVIII» 153

radores de la ciudad. Don Francisco Javier Sánchez de La Madrid


como diputado por el cabildo y otro representante de la familia,
don Miguel Gerónimo Sánchez de La Madrid, como representante
eclesiástico. En 1776 ingresó a la junta municipal como procurador
de la ciudad don Juan García Cárdenas, y llegó a ser presidente,
por entonces ya era un vecino reconocido dentro de la facción de
Don Diego Aráoz.
La junta de Temporalidades significó una nueva estructura ad-
ministrativa en poder de miembros de las familias principales, y
la actuación que tuvieron en ella las facciones de la élite, permite
observar que no fue sencillo para las autoridades reales lograr la
centralización e imponer sus disposiciones y sus funcionarios. En
esta puja entre el poder centralizador y el poder local siempre en
el marco del orden monárquico y la tradición regia, la dimensión
«comunal» encarnada por los vecinos y sus intereses sociopolíticos
y económicos mostró, tras la expulsión, su perfil más conflictivo a
la vez que su capacidad de negociación. Esto se tradujo en pleitos,
acusaciones, denuncias, encarcelamientos, y otras estrategias que
no hicieron más que revelar el celo de la élite local ante el posible
desmedro de su poder por parte de autoridades externas y que, con
el tiempo, garantizaron su propia pervivencia.62
Algunos vecinos de la junta fueron denunciados por el cabil-
do ante el virrey por los lazos de parentesco que los unían y las
compras de bienes de Temporalidades realizadas por interpósitas
personas a favor de los integrantes de esta administración.63
En efecto, ha quedado constatado que desde el momento en
que el patrimonio de la Compañía de Jesús se puso en remate,
miembros de las familias más representativas de la élite local adqui-
rieron tierras y otros bienes sirviéndose de sus vinculaciones con la
junta de Temporalidades, hasta la disolución de la misma en 1788,
obteniendo precios bajos y financiación. Asimismo su participación
en el traslado de los jesuitas a Buenos Aires, en las tasaciones o
inventarios, en la administración de haciendas y estancias y en el
oficio dentro de la junta, fueron algunos de los medios que utiliza-
ron para quedar vinculados a los bienes secuestrados.

62
Cfr. Gabriela Tío Vallejo (2001) Antiguo Régimen y Liberalismo…, cit.
63
AHT. Documentos coloniales relativos a los jesuitas. Siglo XVI, XVII y XVIII. Serie I.
Vol. XI, Tomo V, 2001 pp. 42-44.
154 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

En suma y a manera de conclusión apuntaremos que la diná-


mica de las familias de la élite tucumana de fines del siglo XVIII
se caracterizó por el despliegue de un abanico de estrategias para
mantener el capital social, económico, simbólico y político. Entre
éstas la formación de redes de vínculos constituyó una herramien-
ta fundamental que permite mensurar el alcance del centralismo
borbónico en la interacción entre el poder local y el central. Estas
redes no incluían sólo a parientes consanguíneos sino también a
padrinos, ahijados, allegados, afines, clientes y paisanos. Un sistema
de lealtades no exento de conflictos que permitió a los vecinos ac-
tuar en defensa del sector y reacomodarse para reproducir el poder
del grupo principal según las circunstancias.
Así es que aun cuando existieron enfrentamientos entre los
integrantes del cabildo y los de la junta, y a pesar de las facciones
formadas en torno a la medida de expulsión de la Compañía se
comprueba la permanencia de las familias dominantes locales en
los espacios de poder tanto en la ciudad como en la campaña: los
Aráoz y sus ramificaciones (Miguel de Aráoz, Diego de Aráoz y su
hijo Pedro Antonio Aráoz) los Sánchez de la Madrid, emparentados
con los Villafañe y Guzmán y los Aráoz, y los Ruiz Huidobro-Aráoz
de la Madrid emparentados con los Zavaleta. En consecuencia, en
este contexto centralizador borbónico se reconocen más continuida-
des que rupturas ya que el conjunto de familias que había concen-
trado celosamente el poder político a través del control del cabildo
y el económico a través de la producción rural y el comercio, dio
paso a sus parientes y descendientes logrando la pervivencia del
mismo grupo aún más allá de 1810.

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M. Davio, «¿Patria o Rey? Dilemas con la guerra de independencia (1809-1825)» 159

¿Patria o Rey? Dilemas frente a


la guerra de independencia
en el espacio sur-andino
(1809-1825)

Marisa Davio *

E l objetivo del trabajo es indagar sobre el estudio de la guerra y


las experiencias de los actores que se identificaron con los ban-
dos realista o revolucionario durante el proceso de guerra en todo
el espacio sur-andino, desde la situación crítica generada a raíz de
la crisis de 1808, los movimientos revolucionarios sucedidos entre
1809 en el espacio altoperuano y 1810 en Buenos Aires, hasta la
finalización del conflicto que enfrentó a dos bandos en pugna que
defendían proyectos políticos en construcción, inmersos dentro de
la constante incertidumbre del momento y la necesidad de contar
con gente para adherir a la causa a la cual eran convocados, a raíz
de la militarización generado desde el proceso revolucionario.
Se intenta de esta manera, discutir algunas reflexiones sobre
los significados de la guerra de independencia para diversos acto-
res de diferentes condiciones étnicas y sociales, que lucharon, en
ciertos contextos, a favor de las causas políticas perseguidas a raíz
del proceso revolucionario iniciado en Buenos Aires, de manera de
esclarecer las percepciones adoptadas por los mismos y sus actitudes
ante la guerra, la Revolución y la independencia en un espacio más

* Doctora en Historia. Investigadora adjunta. Instituto Superior de Estudios Sociales


CONICET. Tucumán. Miembro de Número Junta de Estudios Históricos de Tucumán.
160 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

amplio que el local o regional, a fin de comprender cómo circulaban


actores, noticias y comunicaciones sobre la guerra y el conflicto en
España y América en todo el territorio de Hispanoamérica.1
Uno de los cuestionamientos advertidos por la historiografía
política de los últimos años, sostiene la necesidad de comprender
por qué algunos sectores sociales y regiones específicas se identi-
ficaron con la causa que defendía la continuidad colonial en His-
panoamérica o bien, la Revolución —o la «patria»—, como llegó a
identificarse esta última a partir de 1812 en adelante, cuando ya
había entre los actores contemporáneos la convicción de lograr la
independencia de las provincias rioplatenses y luego, de los demás
territorios americanos.2
Para Di Meglio, la «patria» conservó durante el siglo la identifi-
cación con el lugar de pertenencia u origen de una persona o grupo
social, acepción que perduraba desde los tiempos coloniales. A la
vez, fue gestándose una noción de patria con un contenido espacial
y social más amplio, así como una directa referencia sentimental,
principalmente desde el proceso revolucionario y la disolución del
virreinato del Río de la Plata.3 En este sentido, la difusión de la
liturgia revolucionaria a través de las fiestas cívicas y religiosas y las
conmemoraciones públicas adquirió un papel significativo a la hora
de trasmitir los valores y deberes patrios. Los primeros gobiernos
revolucionarios se encargaron de difundir en fiestas y conmemora-
ciones públicas, la identificación de la causa revolucionaria con la
causa de la patria, obteniendo un gran apoyo popular.4
Según los estudios que he venido realizando en los últimos
años sobre esta temática, podemos considerar que para los mismos
actores contemporáneos que experimentaron este largo proceso, el
conflicto con las armas se sostuvo gracias a una guerra de opinión

1
Manuel Chust y Claudia Rosas, El Perú en Revolución. Independencia y guerra. Un
proceso, Fondo Editorial, Lima, 2019.
2
Marisa Davio, Morir por la patria. Participación y militarización de sectores populares
en Tucumán, 1812-1854, Prohistoria, Rosario, 2018.
3
Gabriel Di Meglio, «Patria», en Noemí Goldman (editora) Lenguaje y Revolución.
Conceptos políticos clave en el Río de la Plata. 1780-1850, Prometeo, Rosario, 2008, pp.
115-129.
4
Ibídem. «Las palabras de Manul. La plebe porteña y la política en los años revo-
lucionarios», en Raúl Fradkin, ¿Y el pueblo dónde está? Contribuciones para una historia
política popular de la Revolución de Independencia en el Río de la Plata, Prometeo, Buenos
Aires, 2008, p. 92.
M. Davio, «¿Patria o Rey? Dilemas con la guerra de independencia (1809-1825)» 161

basada en la demonización del adversario y en el convencimiento


de apoyo a un bando político según las pretensiones de los grupos
sociales involucrados en este largo durante este trance. Es decir, los
discursos emitidos en proclamas, bandos militares, comunicaciones
empleadas en las cartas y notificaciones emitidas entre jefes y ofi-
ciales, como, asimismo, en las arengas y proclamas dirigidas a las
tropas de ambos bandos, se fueron constituyendo en una importante
vía para el logro del convencimiento e identificación con la causa
política a defender. Ante la escasez de armas y recursos materiales
que frecuentemente afectaban a los ejércitos de ambos bandos en-
frentados, las palabras difundidas a favor de la causa defendida se
habrían convertido en esenciales para sostener la causa política.5
Como veremos luego, estas estrategias implementadas por los
sectores dirigentes, políticos y militares, se pusieron en práctica
desde ambos enfrentados, es decir, tanto entre los revolucionarios
o «patriotas», como entre los «realistas», quienes emplearon estrate-
gias similares a la hora de para adherir la población a sus causas.6
En este sentido, la religión católica, por ejemplo, constituyó un
recurso esencial para el logro de la adhesión a sus filas dentro de
los cuerpos militares, en atención a la gran devoción de las tropas
a este culto.7

5
Cfr. Marisa Davio, «Construir la Revolución desde la opinión: proclamas, bandos y
exhortaciones durante la guerra en el Alto Perú (1810-1814)», Nuevo Mundo Mundos Nue-
vos, (2017) doi: http://nuevomundo.revues.org/71268; Morir por la patria. Participación y
militarización de los sectores populares en Tucumán. 1812-1854, Prohistoria, Rosario, 2018;
«Discursos de los (convencidos. Abascal, Pezuela y De la Serna frente a la guerra en Charcas
(1809-1825)», en Revista del Instituto Riva Agüero, (RIRA) 4, núm. 1, (2019), 285-336, (en
línea) https://doi.org/10.18800/revistaira.201901.007; «¿Patriotas contra realistas? Parti-
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1809-1825», RIRA, 6, núm. 2, (2021), pp. 123-158, (en línea) https://revistas.pucp.edu.
pe/index.php/revistaira/article/view/24344.
6
Natalia Sobrevilla, «Hermanos, compañeros y amigos de sus mismos contrarios. Las
guerras de independencia en el sur-andino. 1805-1825», en Dossier: Las guerras frente a la
crisis del orden colonial. Hispanoamérica, Buenos Aires, Programa Buenos Aires de historia
política, 2010 [en línea] http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/sobrevilla.pdf.
7
Pablo Ortemberg afirma que ambos bandos utilizaron el culto mariano en la práctica
guerrera de acuerdo con una larga tradición del antiguo régimen español. El nombramiento
de vírgenes generalas de ejércitos regulares y ya no patronas de regimientos constituyó una
novedad en la historia de la guerra en América. En segundo término, esa instrumentalización
consciente por parte de los generales tuvo diferentes énfasis y matices según las maniobras
del enemigo en el marco de una guerra de propaganda. Cfr. Pablo Ortemberg, «Vírgenes
generalas: acción guerrera y práctica religiosa en las campañas del Alto Perú y el Río de la
Plata. (1810-1818)», en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana «Dr. Emilio
Ravignani, Buenos Aires, nro. 35, 2do. semestre 2011.
162 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

En todo el espacio andino, poco a poco fue identificándose


cada vez más el «sistema de la patria» asociado a la causa revolu-
cionaria, interpretado también de esta forma por los mismos actores
contemporáneos que lucharon a favor de la causa del Rey.8
Los bicentenarios de las independencias conmemorados en los
distintos países de Hispanoamérica han permitido ampliar el pa-
norama de estudio, desde una perspectiva que ha dado cuenta de
los importantes aportes en torno a la temática de las revoluciones
y en las formas en que estos acontecimientos repercutieron en los
hombres y mujeres que vivieron esta crítica situación. Estas reno-
vaciones historiográficas han puesto el acento en el carácter de la
guerra civil generada desde el período revolucionario, debido a que
la mayor proporción de las tropas de ambos bandos eran de origen
americano.9
Estas nuevas consideraciones sobre la guerra han permitido
visibilizar la complejidad del proceso revolucionario, basado en la
idea de que el conflicto bélico era considerado como «una verdadera
guerra civil» por los propios contemporáneos, como, asimismo, los
espacios amplios por los que circulaban ideas, individuos y recur-
sos, mucho más extensos que los construidos posteriormente en las
etapas republicanas por las historias nacionales.10
Un recorrido por el «espacio sur-andino», nos permitirá com-
prender lo que la historiografía política de los últimos años ha co-
menzado a cuestionar los espacios amplios por los que se movían
los actores y a repensar el proceso en base a estudios trasnacionales
que puedan dar cuenta de una perspectiva espacial más amplia
con la que contaban para enfrentarse con el bando enemigo, a fin
de construir «historias conectadas», que puedan dar cuenta que el
proceso independentista en los que derivaron los distintos países
tuvo más aspectos en común de lo que solemos suponer.11

8
David Velázquez Silva, «Patria», en JAVIER FERNÁNDEZ SEBASTIÁN -director- Diccio-
nario político y social del mundo iberoamericano, Madrid, Universidad del país vasco, Centro
de estudios políticos y constitucionales, 2014.
9
Raúl Fradkin, «La Revolución: guerra y orden social», en Dos siglos después. Los
caminos de la Revolución, Prohistoria ediciones, Rosario, 2010, pp. 37-41.
10
Clement Thibaud, Repúblicas en armas los ejércitos bolivarianos en la guerra de Inde-
pendencia en Colombia y Venezuela, Bogotá: IFEA-Planeta, 2003; MANUEL CHUST Y CLAUDIA
ROSAS, El Perú en la Revolución…, op. cit., p. 8.
11
Scarlett O’phelan, La independencia en los Andes. Una historia conectada, Lima:
Fondo editorial del Congreso del Perú, 2014.
M. Davio, «¿Patria o Rey? Dilemas con la guerra de independencia (1809-1825)» 163

El espacio sur-andino, comprendía en territorio altoperuano y


las actuales provincias del noroeste argentino, también involucradas
en el proceso de guerra y enfrentamiento entre realistas y revolucio-
narios por la recuperación del espacio altoperuano, territorio muy
preciado culturalmente y rico en recursos mineros, desde tiempos
coloniales.12
Nuevos trabajos han contribuido a complejizar el estudio de
la guerra de independencia en el Alto Perú y su posición particular
asumida frente a la defensa de la causa real planteada por Lima,
la capital del virreinato peruano, desde los sucesos de 1809 y el
movimiento revolucionario surgido en Buenos Aires en 1810, las
pretensiones de autonomía asumidas por sus habitantes ante las
pugnas políticas representadas por los intereses revolucionarios di-
rigidos desde Buenos Aires y la posición fidelista del virreinato
peruano13 como asimismo, las actitudes de los diferentes grupos
socio-étnicos participantes en la guerra, en base a las opciones po-
líticas a seguir.14 Autores como Alejandro Rabinovich, han puesto
especial énfasis en las características geográficas del propio espacio
altoperuano y en la conformación de los ejércitos enfrentados desde
ambos bandos políticos, para observar la manera en que estos fac-
tores habrían incidido en algunas de las derrotas más importantes
sufridas parte de las tropas revolucionarias.15
Para el caso del Perú, también observamos un renovado interés
en el estudio de múltiples procesos, actores, imaginarios y regiones
que no habían sido tomados suficientemente en cuenta por la histo-

12
Julio Luqui Lagleyze, Historia y campañas del ejército realista, tomo I, Buenos Aires,
Instituto Nacional Sanmartiniano- Fundación Mater Dei, 1996.
13
José Luis Roca, quien concibe al territorio en disputa, el «Alto Perú», como un
espacio social que construyó un proyecto político diferente al pretendido por el virrey del
Perú o los revolucionarios Buenos Aires, que planeaban usurpar el territorio de acuerdo con
sus propios intereses económicos y políticos. Cfr. José Luis Roca, Ni con Lima ni con Buenos
Aires. La formación de un Estado Nacional en Charcas, Plural, La Paz, Bolivia, 2007.
14
Julio Siles Salinas, Historia de la independencia de Bolivia, Plural, La Paz, Bolivia,
2009; María Luisa Soux (coordinadora) Bolivia su Historia, Tomo III, Reformas, rebeliones
e independencia. 1700-1825, La Paz: Coordinadora de Historia, 2015.
15
Según Alejandro Rabinovich, la batalla de Huaqui llegó a crear una especie de pánico
entre los integrantes de las tropas revolucionarias, dejándolas completamente desmorali-
zadas, situación que habría generado la inmediata desintegración de los cuerpos militares
del Ejército Auxiliar del Perú. Cfr. Alejandro Rabinovich, Anatomía del pánico. La batalla
de Huaqui o la derrota de la Revolución, Sudamericana, Buenos Aires, 2017, pp. 11-19. Ver
también: Alejandro Rabinovich, Ser soldado en las guerras de independencia, Sudamericana,
Buenos Aires, 2013.
164 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

riografía tradicional y que han cambiado la perspectiva del estudio


de la independencia, poniendo acento en todo el proceso iniciado
desde comienzos del siglo XIX, es decir una «historia concebida»
y no sólo, «concedida», es decir lograda a partir de la llegada del
general San Martín a las costas peruanas en 1821, como punto de
inflexión para conseguir su independencia.16
Asimismo, en las últimas décadas la historiografía ha intentado
destacar la participación política de múltiples actores que contri-
buyeron de diversas maneras para la guerra. En este sentido, exis-
ten estudios que señalan cómo los sectores más bajos dentro de
la escala social, los llamados «sectores populares», en su mayoría
miembros de las tropas, idearon una serie de tácticas y resistencias
para peticionar derechos y concesiones derivados de su participa-
ción militar.17
La historiografía argentina de los últimos años ha comenzado
a estudiar la incidencia de la cultura política popular en el proce-
so revolucionario desencadenado en mayo de 1810, retomando la
hipótesis de Halperin Donghi18 sobre la incidencia política de la
movilización de los grupos populares a través del proceso de milita-
rización.19 De este modo, se han recuperado las acciones políticas y

16
Carmen Mc Evoy Y Ana María Stuven -editoras- La República peregrina. Hombres de
armas y letras de América del Sur. 1800-1884, IFEA-IEP, Lima, Perú, 2007; Scarlett O’phelan
y Georges Lomné -editores- Abascal y la contra-independencia en América del Sur, Fondo edi-
torial, PUCP, Lima, 2013; Carlos Contreras y Luis Miguel Glave (editores) La independencia
del Perú. ¿concedida, conseguida, concebida?, IEP, Lima, 2015; Pablo Ortemberg, «Vírgenes
generalas…op. cit.; Carmen Mc Evoy y Alejandro Rabinovich (editores) Tiempo de guerra.
Estado, Nación y conflicto armado en el Perú. Siglos XVII-XIX, IEP, Lima, 2018.
17
Cfr. Gabriel Di Meglio, ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la
política entre la Revolución de Mayo y el rosismo, Prometeo, Buenos Aires, 2006; Raúl Fra-
dkin, ¿Y el pueblo dónde está? op. cit.; Sara Mata De López, «La guerra de Independencia
en Salta y la emergencia de nuevas relaciones de poder», en Andes, Salta, Número 13, Año
2002; Los gauchos de Güemes, Eudeba, Buenos Aires, 2007; Beatriz Bragoni y Sara Mata,
«Militarización e identidades políticas en la revolución rioplatense», Anuario de Estudios
Americanos, 2007, 64, I. Sevilla, pp. 221-256; Gustavo Paz, «Reordenando la campaña: La
restauración del orden en Salta y Jujuy, 1822-1825», en Raúl Fradkin, ¿Y el pueblo dónde
está?..., op. cit., pp. 209-222; Beatriz Bragoni, «Esclavos, libertos y soldados: La cultura
política plebeya en Cuyo durante la Revolución», en ¿Y el pueblo dónde está? op. cit., pp.
107-150; Gabriel; entre otros.
18
Tulio Halperin Donghi, Revolución y guerra. Formación de una élite dirigente en la
Argentina criolla, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1994.
19
Cfr. Raúl Fradkin, ¿Y el pueblo…, cit., p. 23; Raúl Fradkin y Jorge Gelman (compila-
dores) Desafíos al Orden? Política y sociedades rurales durante la Revolución de Independencia,
Prohistoria ediciones, Rosario, 2008.
M. Davio, «¿Patria o Rey? Dilemas con la guerra de independencia (1809-1825)» 165

sociales de actores históricos ajenos al círculo de las élites y las for-


mas de acción colectiva que habrían comenzado a difundirse a par-
tir de las invasiones inglesas de 1806 y 1807 en Buenos Aires, por
medio de tumultos y motines liderados por estos grupos sociales.20
Para otros espacios, esta militarización de la sociedad comenzó
en otros momentos, de acuerdo con los intereses locales puestos en
juego y la amenaza del avance de tropas enemigas que avanzaban
desde el territorio altoperuano y ponían en riesgos la Revolución.21
A su vez, el impacto social de la guerra resultó un aporte a la hora
de observar las transformaciones de los espacios locales, a raíz de
la guerra y el proceso revolucionario, como lo fue en el caso de la
ciudad de San Miguel de Tucumán.22
En primer lugar, cuando nos referimos a los «sectores popu-
lares», debemos tener en cuenta que se trataba de grupos que en
general ocupaban posiciones subordinadas dentro de la sociedad de
la cual formaban parte, y eran sumamente heterogéneos, integrados
por miembros de diversas condiciones jurídicas y sociales, ocupa-
ciones, necesidades e intereses diversos. En general, compartían
algunos rasgos comunes, como ser su subordinación respecto a las
élites, la ausencia del apelativo de Don antepuesto a sus nombres
y su participación dentro de las tropas de línea o milicianas, den-
tro del ámbito militar. 23 A su vez, en la práctica podían llegar a
modificarse de acuerdo con los servicios ofrecidos a la sociedad.

20
Raúl Fradkin, «Cultura política y acción colectiva en Buenos Aires (1806-1829) Un
ejercicio de exploración», en Raúl Fradkin (editor) ¿Y el pueblo…, cit., pp. 28-66; Gabriel
Di Meglio; «¡Viva el bajo pueblo!», op. cit.
21
Beatriz Bragoni y Sara Mata (compiladoras) Entre la Colonia y la República. Insur-
gencias, rebeliones y cultura política en América del Sur, Prometeo, Buenos Aires, 2008.
Para el caso de Tucumán, la militarización y movilización de amplios sectores de la
población comenzó a observarse con mayor sistematicidad a partir de la batalla de 1812, a
causa de la necesidad y urgencia por defender los intereses y recursos locales. Cfr. Marisa
Davio, Morir por la patria…, op. cit.
22
Paula Parolo, «El impacto social de la guerra en el Tucumán post-independiente»,
en Americanía, Revista de Estudios Latinoamericanos, Nueva época, número especial, Sevilla,
pp. 19-239, mayo de 2015; Alejandro Morea y Facundo Nanni, «A City transformed by the
army. Atlantic networks in San Miguel de Tucumán, 1812-1819», Annals of the Fondazione
Luigi Einaudi Volume LIV, June 2020, pp. 57-82.
23
Según Ana María Bascary, la posesión de determinados bienes o indumentarias
permitían reconocer la posición social dentro de la sociedad. Por ello, «el análisis de la vida
material habla de un complejo universo simbólico en el cual la imagen social juega un rol
esencial». Ana María Bascary, Familia y vida cotidiana. Tucumán a fines de la Colonia, Uni-
versidad Nacional de Tucumán/Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, 1999, p. 15.
166 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Además, buena parte de las élites, compartían con ellos algunos


rasgos culturales y convivían frecuentemente en los mismos espacios
públicos y domésticos.24
A raíz del proceso revolucionario y la militarización iniciada
para hacer frente a la guerra, comenzó a observarse la entrada al
espacio público y militar de sectores sociales de diferentes perte-
nencias étnicas y sociales. Para el caso de las milicias, si bien desde
la normativa heredada de la colonia debían seguirse ciertas dispo-
siciones en cuanto a sus integrantes —como gozar de un domicilio
fijo y la condición vecinal— en la práctica, las tropas estuvieron
integradas por individuos pertenecientes a diferentes sectores so-
ciales —ya sea por medio de personeros o la convocatoria a «todos
los habitantes»— a causa de la creciente necesidad de reclutamien-
to. En cuanto al ejército de línea, las tropas estuvieron integradas
por individuos de menores condiciones sociales que las milicianas,
pues tradicionalmente se destinaba a este tipo de servicio a los va-
gos, mal entretenidos, díscolos, pero también a aquellos oficiales o
suboficiales que habían sido degradados a causa de algún delito o
insubordinación cometida. Pese a ello, también los integrantes del
ejército regular supieron elaborar tácticas para peticionar derechos,
escapar de las obligaciones militares y resistirse por medio de su-
blevaciones, deserciones o desobediencias.25
A pesar de las levas militares, también estos sectores se vieron
motivados por las concesiones y la adquisición de derechos propios
del servicio militar, con los cuales pudieron acceder a ciertos privi-
legios y prerrogativas antes impensados. Sin embargo, cuando estas
concesiones no se cumplieron, también pudieron emplear mecanis-
mos de resistencia, traducidos en motines, rebeliones, deserciones
o fugas.26
Ante la ausencia de un ejército profesionalizado y un Estado
nacional constituido durante toda la primera mitad del siglo XIX,
las élites políticas y militares debieron «ganarse» la adhesión de
la gente para lograr que su causa política pueda efectivizarse.27 Es

24
Tamar Herzog, «La vecindad: entre condición formal y negociación continua: Re-
flexiones en torno a las categorías sociales y redes personales», en Anuario IEHS, Nº 15,
Buenos Aires, 2000, pp. 123-133
25
Marisa Davio, Morir por la patria…, op. cit.
26
Ibidem.
27
Clement Thibaud, República en armas…, op. cit.
M. Davio, «¿Patria o Rey? Dilemas con la guerra de independencia (1809-1825)» 167

decir, la institucionalización de un Estado organizado a nivel na-


cional «supondría el fin de las milicias, la afirmación del ejército
profesional y el destierro de la tradición republicana que fundaba
las revoluciones».28

I. Dilemas frente a la Revolución y la independencia:


¿patria o Rey?

De acuerdo con lo planteado anteriormente, podemos observar el


creciente interés de estos nuevos estudios en el análisis de la reper-
cusión del proceso revolucionario que culminaría con la indepen-
dencia de los países hispanoamericanos. En este sentido, es lógico
resaltar que estos nuevos análisis también dieron lugar al estudio
de otras perspectivas sobre la guerra, es decir, de las percepciones
de los actores que llegaron a defender o identificarse, en ciertos
espacios con la causa contraria a la revolucionaria o patriota, a fin
de complejizar el estudio, desde múltiples miradas.
De esta manera, algunos estudios sobre «los vencidos», ya ha-
bían dado cuenta de las pretensiones de las autoridades virreinales
y militares a cargo del «Ejército Real del Perú», para enfrentar a
los insurgentes en el sur del virreinato peruano y el espacio alto-
peruano.29
Los nuevos enfoques sobre los «realistas» abordan la confor-
mación de los ejércitos de línea y las milicias convocadas, y las
estrategias y tácticas que debieron asumir sus líderes y seguidores
a la hora de ganar adeptos a su causa, asumiendo el desafío de
comprender la actuación de aquellos actores que lucharon en pos
de una causa que ya veía avizorar su decadencia, pese a las modi-
ficaciones llevadas a cabo para intentar que la población rechace
las propuestas revolucionarias de los insurgentes.30

28
Cfr. Hilda Sábato, «Horizontes republicanos en Hispanoamérica. Una perspectiva a
largo plazo», en Bragoni, Beatriz y Mata, Sara, Entre la Colonia…op. cit., p. 321.
29
Fernando Díaz Venteo, Las campañas militares del virrey Abascal, EEHA, Sevilla,
1948; Julio Siles Salinas, Historia…op. cit.; Julio Albi de la Cuesta, El último Virrey, S.L.
Ollero y Ramos Editores, Madrid, 2009.
30
Nos referimos específicamente a la constitución liberal de Cádiz de 1812 y su im-
plementación en los territorios leales al Rey en América.
168 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

¿De qué manera repercutió la causa del Rey defendida por las
autoridades y jefes militares que conformaron el llamado «Ejército
Real del Perú» destinado a la lucha contra la insurgencia en el es-
pacio sur-andino en las diferentes poblaciones y en las tropas subor-
dinadas a tales mandos? En base a este cuestionamiento, pensamos
que, ante el avance progresivo del ejército patriota, la repercusión
y la defensa de la causa del Rey, estuvo relacionada con las fuer-
zas militares estacionadas en diferentes regiones que posibilitaron
prolongar la lucha y lograr adhesiones a la causa, como, asimismo,
«confiarse» en la esperanza de la llegada de fuerzas militares pro-
venientes de la metrópoli, prometidas desde hacía tiempo.31
Ahora bien, en todo este espacio mencionado, los actores debie-
ron acomodarse a la nueva situación política experimentada desde
la crisis monárquica de 1808 y la cuestión de la soberanía real au-
sente, para lo cual debieron optar, en ciertos contextos y de acuer-
do con sus posibilidades, recursos e intereses para así perseguir y
defender una causa política en base a la situación experimentada
que exigía tomar una postura al respecto.
Por ejemplo, si hablamos del espacio rioplatense, las provincias
de Salta y Jujuy estuvieron ocupadas por las fuerzas realistas en
siete oportunidades, entre los años 1814 a 1821, lo cual obligó a
la población local a sostener una cruenta lucha, movilizando a las
tropas conformadas por gauchos milicianos que, mediante guerrillas
al mando del general Martín Miguel de Güemes, resistieron cons-
tantemente hasta lograr la total retirada de las fuerzas del Rey a
la región altoperuana.32

31
Cristina Mazzeo, «Los nudos de la desunión: conflictos y divergencias en la diri-
gencia del ejército realista durante la emancipación del Perú. 1810-1824», Revista de Indias,
247, Madrid, 2009, pp. 105-135.
32
La experiencia de las invasiones realistas en las provincias de Salta y Jujuy, junto
con la guerra de guerrillas liderada por Martín Miguel de Güemes y sus «gauchos infernales»
fueron analizadas por Sara Mata. Cfr. Sara Mata, «Tierra en armas: Salta en la Revolución»,
en Sara Mata de López (compiladora) Persistencias y cambios: Salta y el NOA (1770-1840)
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dependencia, Prohistoria, Rosario, 2008, pp. 61-82.
M. Davio, «¿Patria o Rey? Dilemas con la guerra de independencia (1809-1825)» 169

Como ha señalado Elena Perilli para el caso de Tucumán, pese


a la temprana adhesión a la causa revolucionaria en 1810, algunos
miembros de la élite local llegaron a sostener la causa realista en
los primeros años revolucionarios, ante al avance del ejército pa-
triota comandado por Castelli y luego, por Manuel Belgrano. Entre
ellos, podemos mencionar al cura de la localidad de Trancas, Miguel
Martín Laguna, perteneciente a una acaudalada familia tucumana,
quien se negó a contribuir con la causa patriota y pronunciar ser-
mones a su favor, ofreciendo su apoyo al jefe del ejército real, Pío
Tristán, que avanzaba desde el norte y sería finalmente, derrotado
en la batalla de Tucumán, en septiembre de 1812. Ante tal actitud,
el cura sería amonestado y arrestado por el mismo general Belgra-
no. La figura de Laguna ilustra muy bien el caso de aquellos crio-
llos que dirimieron en los primeros tiempos revolucionarios sobre
seguir a la «patria» o al «Rey», de acuerdo con sus convicciones,
bienes materiales, rentas y privilegios que veían amenazados ante
la continuidad de la guerra.33
Por otra parte, con los casos de los generales Manuel Belgrano,
líder del ejército patriota desde 1812 a fines de 1813 -y nuevamen-
te, de 1816 a 1819- y del general Pío Tristán, jefe de vanguardia
realista al mando del general José de Goyeneche, podemos observar
la manera en que dos personajes claves, amigos y compañeros en
la Universidad de Salamanca, ahora se hallaban enfrentados por
la defensa de causas políticas diferentes, si bien esta situación no
imposibilitó el trato «cordial» e intento de conciliación por parte
de Belgrano con el ejército vencido en Salta.34
Con el transcurso de la guerra y las primeras graves derrotas
sufridas en Tucumán y Salta, algunos generales a cargo de la guerra
contra los patriotas en el Alto Perú afirmaban, como en el caso del
general Goyeneche, que América se hallaba cada vez más asediada
por los revolucionarios y que mediante las armas y las palabras di-

33
Cfr. Elena Perilli de Colombres Garmendia, «¿Realistas o revolucionarios? Entre
el Rey y el nuevo orden», Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán, Tucumán,
diciembre de 2018, pp. 47-67; El cura Miguel Martín Laguna (1762-1828) Su azarosa vida
y su Historia social y política del Tucumán,-Centro Cultural Alberto Rougés, Fundación Miguel
Lillo, Tucumán, 2011.
34
Carlos Páez De La Torre (h) «Dos siglos, la batalla de Salta», en Elena Perilli de
Colombres Garmendia y Sara Peña De Bascary (coordinadoras) Belgrano. La Patria al norte,
Junta de Estudios Históricos de Tucumán, Tucumán, 2020, pp. 37-69.
170 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

fundidas, convencían y adherían más gente a cada paso que daban,


resultando por ello imposible la persuasión e identificación con la
causa realista.35

Estoy viendo que la Gran Máquina de la América del Sud se va precipi-


tando a su ruina porque no tiene bastante fuerza para mantener su enorme
peso (...) y (estos pueblos) como no tienen más guía que la imitación de Bs
As es imposible persuadirlos (mientras existiere su modelo) de que la libertad
a que aspiran es el camino para caer en mayor servidumbre.36

Por otra parte, el general en jefe Joaquín de la Pezuela relataba


al virrey Abascal ya en 1813, el deplorable estado de la caballería y
artillería del ejército real en el Alto Perú, como, asimismo, la falta
de víveres y armamentos que hacían cada vez más difícil la guerra
con los patriotas, sumado a un ejército «sumergido en una absoluta
inacción y apatía en todos los sentidos».37
La adhesión a los revolucionarios —o «porteños», como solían
identificarlos en el Alto Perú— se propagaba cada vez más en to-
dos los rincones y dicha situación era claramente percibida por los
principales jefes y autoridades realistas a cargo del ejército del Rey,
que encontraban escasas personas fieles a la causa: así lo afirmaba
el general Gerónimo de Lombera, gobernador de Cochabamba al
entonces general en jefe del Ejército Real del Perú, Joaquín de la
Pezuela:

Ellos tienen todos los caminos libres y francos y el propio o expreso


que nosotros hacemos, raro es el que no es interceptado, la adhesión a los
porteños es muy grande, no hay doscientas personas leales en esta provincia
de ambos sexos (…) están esperando la acción del Tucumán, para en caso
de ganar, concluir con nosotros; no he podido inquirir quien lo haya dicho
que no le valdría el indulto y puede ser que cargue alguno para que sirva a
los demás de escarmiento.38

35
Marisa Davio, «La gran máquina…op. cit.
36
José M anuel De Goyeneche, Potosí, 20-X-1812, en Luis Herreros de T ejada , El
General José Manuel de Goyeneche, primer Conde de Huaqui. Apuntes y datos para su historia,
Oliva de Vilanova, Barcelona, 1923, p. 466
37
Archivo y Bibliotecas Nacionales De Bolivia (ABNB), Fondo Joaquín de la Pezuela.
Documento 0049.
38
ABNB, Fondo Joaquín de la Pezuela. Documento 00256, Potosí, 16 de julio de
1814.
M. Davio, «¿Patria o Rey? Dilemas con la guerra de independencia (1809-1825)» 171

A pesar de que los realistas lograron ejercer en el Alto Perú


un control durante un período prolongado de tiempo, los ideales
revolucionarios fueron avanzando progresivamente, haciendo eco
entre una población cada vez más identificada con los «patriotas»
provenientes del espacio rioplatense. Es decir, en esta región y en
los territorios del sur del virreinato peruano, algunos sectores de
la población local se identificaron con la causa del Rey, de acuerdo
con sus expectativas e intereses puestos en juego. En este sentido,
la historiadora boliviana María Luisa Soux, sostiene que algunas
comunidades indígenas de la región llegaron a apoyar al realismo
en base a los pactos establecidos con la corona, que permitían la
conservación de ciertos privilegios y concesiones a cambio del pago
de tributos.39
No obstante, los problemas existentes entre las autoridades vi-
rreinales de tuno y los jefes del ejército realista a cargo de la guerra
en el espacio altoperuano y de las regiones del sur del virreinato
peruano —de donde provenían la mayoría de los miembros de las
tropas que lucharon a favor de esta causa— habrían imposibilitado
una verdadera organización de sus fuerzas, provocando finalmente
el triunfo definitivo a favor de los patriotas.40
Para adentrarnos en esta situación, es bueno recordar que,
desde el inicio del proceso revolucionario en 1810 en Buenos Ai-
res, se conformó el «Ejército Auxiliar del Perú» para hacer frente
a la guerra contra los realistas a fin de reincorporar este territorio
al espacio rioplatense que había sido anexado por el virrey del
Perú, José de Abascal, a fin de evitar la propagación de la causa
revolucionaria. Como sabemos, la junta provisional gubernativa se
encargó de transmitir la causa revolucionaria a todas las provincias
del virreinato del Río de la Plata con el propósito de lograr adeptos
para la lucha contra los realistas.41

39
María Luisa Soux, Bolivia…, op. cit.
40
Cristina Mazzeo, «Los nudos…, op. cit.
41
Para el caso de Tucumán, las mismas élites políticas de la época colonial continuaron
gobernando luego de la Revolución de Mayo, adaptándose a la nueva situación política, si
bien hubo algunos recambios y ampliación en la participación de otros sectores de las élites.
Cfr. Gabriela Tío Vallejo, Antiguo Régimen y liberalismo. Tucumán. 1770-1830, Cuadernos de
Humanitas, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 2001; Pablo Iramain, «El proceso de
independencia a través de las familias principales. Tucumán entre 1810 y 1825», en Irene
García De Saltor y Cristina del Carmen López, Representaciones, sociedad y poder. Tucumán
172 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Como ya hemos afirmado, los miembros pertenecientes al ban-


do realista utilizaron técnicas de adhesión similares al bando revo-
lucionario a fin de conseguir mayor convocatoria e identificación
con la causa a defender. Es decir, pese a las divergencias entre los
bandos y sus proyectos políticos perseguidos, se trató de una ver-
dadera guerra en donde ambas partes se disputaban la opinión e
identificación de la población involucrada en el conflicto.42
En cuanto al Ejército Real del Perú, sabemos que el mismo
había logrado sofocar un año antes a los movimientos surgidos en
mayo y julio de 1809, en las ciudades de Chuquisaca y La Paz.43
Luego, Abascal nombró como general en jefe de dicho ejército a
José Manuel de Goyeneche, reclutando tropas de Lima, Puno, Are-
quipa y Cuzco y el cierre de las fronteras con el Perú, quedando un
ejército de retaguardia en la línea del Desaguadero.44
A partir de 1813, luego de las derrotas sufridas en Tucumán y
Salta, el virrey nombró al recién llegado de España, Joaquín de la
Pezuela al mando de este ejército real, incorporó algunas unidades
provenientes de la península y adoptó una estrategia ofensiva para
la guerra. Con el retorno del rey, Fernando VII a España en 1814 y
la reinstalación del absolutismo, Pezuela fue el responsable, al ser
designado virrey en 1816, de lograr una «pacificación realista» en
los territorios considerados insurgentes, como la Audiencia de Char-
cas y Capitanía General de Chile, debido a los triunfos recientes de
las fuerzas patriotas en Chacabuco y Maipú, en 1817 y 1818.45
Entre los años 1817 a 1821, asumió el comando el general José
La Serna, quien, influenciado por ideas liberales, llegó a modificar

en la primera mitad del siglo XIX, FFYL, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 2005,
pp. 85-162.
42
Cfr. Marisa Davio, «Con la espada…, op. cit; «La Gran Máquina…, op. cit, «Construir
la Revolución…, op. cit.; «La lucha por la Patria…, op. cit.
43
En el espacio sur-andino, la guerra entre ambos bandos se desarrolló con mayor
profundidad en Charcas y en las provincias de Salta y Jujuy, que en varias ocasiones fueron
ocupadas por las tropas del Rey. En estos espacios, es posible observar los problemas que
debieron enfrentar buena parte de las autoridades y los grupos étnicos que participaron en
una verdadera pugna de intereses e identificación con una u otra causa a seguir, en base a
sus propios requerimientos y pactos constituidos desde tiempos coloniales. A ello, se sumó
el sistema de guerrillas que pronto llegaría a implementarse. María Luisa Soux, Bolivia…,
op. cit., pp. 212-220.
44
Julio Luqui Lagleyze, Historia y campañas…, op. cit., p. 65.
45
Patricio Alvarado Luna, «Los virreyes Abascal y Pezuela frente a Chile: políticas
contrarrevolucionarias del virreinato del Perú, 1810-1818», en Manuel Chust Y Claudia
Rosas, El Perú en Revolución…op. cit. pp. 249-253.
M. Davio, «¿Patria o Rey? Dilemas con la guerra de independencia (1809-1825)» 173

la estructura del ejército incorporando más jefes y oficiales espa-


ñoles, combatiendo numerosas guerrillas patriotas.46
El motín de Aznapuquio de 1821, culminó con la deposición
del virrey Pezuela y la asunción de La Serna, quien debería afrontar
un período crítico a raíz de la llegada del general José de San Mar-
tín a las costas del sur del Perú y el avance progresivo hacia Lima
y las demás ciudades del virreinato. Ante tal situación, La Serna
trasladó la capital al Cuzco, para continuar desde allí la resistencia
y la lucha, la cual culminaría con el triunfo definitivo de los patrio-
tas en la batalla de Ayacucho, en diciembre de 1824, ocasionando
el triunfo de las armas del ejército libertador, al mando de Bolívar,
sobre las del virrey La Serna. Según señala Martínez Riaza, en todo
este período inaugurado con la llegada de San Martín a las costas
peruanas, los realistas no flexibilizaron suficientemente su política
hacia los enemigos como para viabilizar la propuesta de San Martín
de establecer en América una monarquía regida por un príncipe de
la Casa española, a la vez que los virreyes se mantuvieron inamo-
vibles de las instrucciones recibidas de la península y en pedir a
San Martín que jurara la constitución.47

II. Conclusiones

La razón por la cual algunos actores, de diferentes condiciones


sociales optaron por seguir a uno u otro bando en pugna durante
este crítico e inédito contexto de cambios que les tocó vivir, llegó
a depender, de muchos factores. Algunos de ellos, como ya hemos
advertido, fueron los intereses puestos en juego en ciertas regiones
ye espacios locales en los que el realismo logró imponerse por un
tiempo más prolongado, a diferencia del espacio rioplatense, en
donde tuvo una experiencia temprana de adhesión a la Revolución,
sostenida en el tiempo, pese a los conflictos y obstáculos que en-
frentaron hasta lograr la declaración de independencia en 1816.
En todo el espacio sur-andino y durante todo el contexto en
que duró la guerra, fueron movilizados muchos sectores sociales

46
Julio Luqui Lagleyze, Historia y campañas…, op. cit., p. 56.
47
Ascensión Martínez Riaza, La independencia inconcebible. España y la «pérdida del
Perú. 1820-1824», Instituto Riva Agüero, Fondo Editorial PUCP, Lima, 2014, p. 261.
174 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

que debieron optar por seguir a un bando u otro, más allá de las
levas forzadas que evidentemente existían y se llevaban a cabo.
No obstante, como ya hemos expresado, se pusieron en práctica
—desde ambos bandos— una serie de concesiones, traducidas en
licencias, condecoraciones, efectivización de pagos de sueldos, pa-
gos a viudas o soldados heridos, para evitar las deserciones o las
fugas masivas.
Seguir a la «patria» o seguir al «Rey», constituyó en algunos
espacios más que en otros, un verdadero dilema a resolver, ante la
sucesión de los hechos acontecidos, la prolongación del conflicto
y la posibilidad ofrecida en cierto momento por los realistas, de
alcanzar ciertas libertades y concesiones durante los dos períodos
en que se intentó implementar la constitución gaditana, es decir,
entre los años 1812 a 1814 y luego, durante el trienio liberal, de
1821 a 1824.48
Por otra parte, los bandos políticos enfrentados defendieron
dos proyectos políticos en construcción que ofrecieron dos alter-
nativas a seguir ante las transformaciones y disconformidades ex-
perimentadas ya desde las Reformas borbónicas del siglo XVIII y
los cambios derivados a partir de la crisis de legitimidad política,
tras la invasión napoleónica a España, alternativas que parecían
para ciertos actores y regiones, viables de proseguir en base a los
acontecimientos sucedidos tanto en España como en América. A
esto se sumaron los frecuentes «cambios de bando» por parte de
individuos pertenecientes a regiones en donde se prolongó la lucha
por la independencia, a causa de la constante incertidumbre sobre
la resolución del conflicto y los intereses puestos en juego entre los
sectores sociales que tomaron partida a favor de uno u otro bando
enfrentado, en base a las noticias recibidas sobre la situación políti-
ca sucedida en España y en el territorio americano. Es decir, dentro
de los estudios que proliferaron en los últimos años en torno a las
conmemoraciones de los bicentenarios de las independencias en los
países de América hispana, se impulsó el abordaje de las experien-
cias y expectativas visualizadas en muchos actores que participaron

48
En España, la etapa que comprende de 1820 a 1823, se caracterizó por el restable-
cimiento de la constitución de 1812, la reimplantación de una política liberal basada en la
reducción del monarca a la voluntad de las Cortes. Edmundo Heredia, Los vencidos. Un estudio
sobre los realistas en la guerra de independencia hispanoamericana, Programa de Historia de
las relaciones internacionales, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 1997, p. 14.
M. Davio, «¿Patria o Rey? Dilemas con la guerra de independencia (1809-1825)» 175

y se involucraron en el largo proceso de lucha, en función de los


progresos de la causa revolucionaria, las opciones complejas a se-
guir y los avatares de la guerra.
Para finalizar, podemos afirmar que los estudios de los últimos
años relativos a la cuestión de las independencias en los diversos
países de Hispanoamérica han puesto en relieve la necesidad de
seguir profundizando cada vez más en el análisis de las experien-
cias de guerra de los actores, en sus identificaciones con las causas
sostenidas y en la complejidad del proceso, que merece continuar
estudiándose a fin de encontrar más respuestas a las preguntas que
van surgiendo desde el debate académico.

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Los extranjeros del Lillo:


científicos y profesores
que jerarquizaron la institución

Florencio Gilberto Aceñolaza *

Introducción

E n el año 1931, luego del fallecimiento del botánico Miguel Lillo


sus colecciones siguieron depositadas en su casa natal que tam-
bién funcionaba como el Museo de Historia Natural. Allí quedaron
preservadas por quien fuera su auxiliar y compañero de trabajo,
el alemán Carlos Rodolfo Schreiter. Para entonces este patrimonio
configuraba un importante herbario donde se guardaban ejemplares
de una flora regional que tenía grandes expectativas entre los espe-
cialistas del país y del mundo. Ello se debía a que muchos habían
conocido los trabajos de Lillo y de quienes lo precedieron, como
también saber cuál era la importancia que la flora andina tenía en
el contexto regional.
Las disposiciones del legado hechas a favor de la Universidad
Nacional de Tucumán abrieron las puertas para la creación del Ins-
tituto y la Fundación que lleva el nombre del botánico tucumano.
A esto se sumó la existencia de una Comisión testamentaria que
asumió el legado dejado por Lillo como asimismo tuvo responsabi-

* Doctor Geólogo. Historiador. INSUGEO. Profesor Emérito UNT y Miembro de las


Academias Nacionales de Ciencias de Córdoba y Buenos Aires. Miembro de Número de la
Junta de Estudios Históricos de Tucumán.
F. G. Aceñolaza, «Científicos y profesores extranjeros que jerarquizaron el Lillo» 181

Miguel Lillo, el botánico tucumano que dejó su legado


para la botánica argentina.
182 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

lidad lograr personal capacitado para dar continuidad a los trabajos


que habían quedado truncos. Cabe aclarar que, a miembros de esta
comisión, amigos de Lillo, se debe que legara su patrimonio a la
Universidad Nacional de Tucumán. El doctor Alberto Rougés escribió
a sus amigos manifestándoles, en una memorable carta:

Tucumán tiene hoy un problema cultural de rango, que merece tu aten-


ción lo presente. Lillo está muy preocupado por el destino póstumo de su
biblioteca y de su colección. Aquella consta de 8.000 volúmenes, estas de
un herbario de 100.000 piezas, de una colección de aves de 3.000, de otra
de entomología, etc. Su deseo, al parecer sería legar todo esto a Tucumán,
pero las colecciones necesitan cuidados diligentes, y teme que desaparezcan.
Y son la obra de su vida. Piensa por eso en el Museo de la Plata donde
estarían seguras.1

El sabio estaba indeciso y sus amigos, le aconsejaron y apoya-


ron y Miguel Lillo decidió donar a la Universidad de Tucumán su
obra y sus bienes. Fue una Comisión Asesora Vitalicia —creada por
el sabio en su testamento— la que encaró la difícil tarea de dar
continuidad a su obra. Fueron estos hombres los doctores Alberto
Rougés, Ernesto Padilla, Juan B. Terán, Julio Prebisch, Sisto Terán
(h), Antonio Torres, Alberto Torres, Adolfo Rovelli, el ingeniero
Domingo Torres y Rodolfo Schreiter quienes, en los primeros años;
dedicaron sus mejores esfuerzos a la Institución.2

En búsqueda de un botánico

Para la publicación de Lilloa, solicitaron la colaboración de eminen-


tes científicos como Bruch, Parodi, Burkhardt, además del doctor
Alberto Castellanos. Fue Rodolfo Schreiter quien entabló contacto
con ellos. En carta de marzo de 1933, comentaba a Rougés: «En
los últimos meses he reanudado mis correspondencias con el Dr.
Carlos Bruch, especialista reconocido en coleópteros. El Dr. Bruch

Archivo Histórico de Tucumán. En adelante AHT. Carta de Alberto Rougés a Er-


1

nesto Padilla. 27.10.1930. Archivo Ernesto Padilla.


2
S ara P eña de B ascary ; «El legado del Sabio Miguel Lillo», Actas XI Jornadas La
Generación del Centenario 2018. Centro Cultural Alberto Rougés de la Fundación Miguel Lillo,
pp. 321-374, Tucumán, 2020.
F. G. Aceñolaza, «Científicos y profesores extranjeros que jerarquizaron el Lillo» 183

me prometió colaborar en la revista y me pidió hacerle saber la


fecha en que aparecerá el primer número».3
La necesidad de contar con un botánico era imperiosa. Rougés
le expresaba a Padilla:

Necesitaremos fijar aquí a un botánico ya formado y hacer de Tucu-


mán la capital de la Botánica. Para ello hay una razón de primer orden: se
calcula que el país tiene 7.000 especies botánicas de las cuales 5.000 están
en el norte. Este puede ser el argumento para obtener una pequeña asig-
nación en el presupuesto nacional que nos permita tener aquí un botánico.
Los recursos con que contamos actualmente no nos permiten sino conservar
lo existente.4

Ernesto Padilla fue uno de los personajes más destacados de la


llamada Generación del Centenario de Tucumán. En su momento se
había desempeñado como Gobernador, en reiteradas veces diputado
nacional y también ministro nacional como asimismo formó parte
del grupo que creó la Universidad de Tucumán. Padilla con muchas
conexiones con el ámbito universitario-científico de Buenos Aires
logró conocer al botánico Horacio Descole, a la sazón un joven
recientemente graduado como doctor en Bioquímica.

El Departamento de Investigaciones Regionales

La Universidad de Tucumán, por Resolución del 5 de abril de 1937,


crea el Departamento de Investigaciones Regionales, que incluía al
Instituto Lillo, al Museo de Historia Natural, al Instituto de Etnolo-
gía y al de Ciencias Naturales. El Instituto Lillo se incorporaba, de
este modo, en el presupuesto universitario. Pero bajo la adminis-
tración de la Comisión Asesora. La Universidad tuvo en cuenta la
autonomía del Instituto, ya que en resolución posterior (17.12.37),
durante el segundo rectorado del Dr. Prebisch, reconocía: «Los artí-
culos de la Ordenanza de creación del Departamento de Investiga-
ciones Regionales, se aplicarán en cuanto se refiere al Museo Lillo,
conciliándose con las disposiciones testamentarias que informan su

3
Carta de Rodolfo Schreiter a Alberto Rougés, 21 de marzo 1933. Archivo Fundación
Miguel Lillo en: Sara Peña de Bascary, cit.
4
AHT. Carta de Alberto Rougés a Ernesto Padilla; 7.5.1933. Archivo Ernesto Padilla.
En Sara Peña de Bascary, cit.
184 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

espíritu y la autonomía y organización dispuesta en la misma». Con


la creación del Instituto de Investigaciones Regionales, se reorga-
nizan el Museo de Historia Natural, el Instituto de Etnología y el
Instituto Lillo, bajo una sola denominación, «Museo Miguel Lillo».5
Para cumplir funciones en la Cátedra de Botánica, la Universidad
contrata al Dr. Horacio Descole.6
Rougés escribe a Padilla, informándole sobre este cambio en
el Instituto Lillo:

Nos enteramos por los diarios que se daba una nueva organización a
los Museos bajo la dirección de Palavecino. Este es el Director General y Don
Rodolfo Jefe de la Sección Zoología. Hay una sección geología, cuyo jefe es
Peirano y otra de Botánica cuyo jefe es Descole. Este es especialista en hon-
gos. El Instituto Lillo entra en esta organización, bajo la administración de
la Comisión Asesora. Pero del texto de la Resolución se desprende que, por
ser el Instituto la sección Botánica del Museo, lo dirigirá el joven Descole,
y que don Rodolfo quedará desplazado de él. (...) Y don Rodolfo, discípulo
de Lillo, es el más indicado para dirigir el Instituto. No es lógico que se dé,
sin hablar con la Comisión una nueva organización al Instituto como se ha
hecho. (...) Se espera el regreso del rector para resolver.7

Miembros de la Comisión Asesora se reunieron con el rector


Julio Prebisch y acordaron que Schreiter quedase a cargo de la Di-
rección Investigaciones Botánicas, Palavecino en la de Etnología y
Descole vicedirector de Botánica. A la Comisión Asesora, le alarmó
el problema entre Schreiter y Descole. Con el tiempo, los temores
de Rougés desaparecieron y comenzó a ponderar reiteradamente el
accionar del Dr. Descole.8

El Instituto Miguel Lillo en marcha

En el año 1913, el Ministro de Agricultura de la Nación, Adolfo


Mujica Elizalde, ingeniero y abogado, impulsó la idea de convocar a
científicos para realizar una obra sobre la flora argentina que orde-

5
Universidad Nacional de Tucumán; Resolución del 17.12.1937. Archivo Fundación
Miguel Lillo y Cfr. Florencio Gilberto Aceñolaza.; La cuestión Lillo- Aporte a una secuencia
histórica. Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo. UNT. 1989, pag. 9.
6
Florencio Gilberto Aceñolaza, 1989, cit.
7
AHT. Carta de Alberto Rougés a Ernesto Padilla; 13.4.1937. Archivo Ernesto Padilla.
8
Sara Peña de Bascary, 2018, cit.
F. G. Aceñolaza, «Científicos y profesores extranjeros que jerarquizaron el Lillo» 185

nara la información existente hasta entonces. Entre los convocados


estuvieron: Lillo, Hickens, Kurtz, Dabene, Castellanos, Stuckert y
Spegazzini, pero al tiempo se comprobó que la convocatoria tuvo
poco éxito.
En 1913 en una carta de Hicken a Lillo mencionó que fuera
dirigida a Lillo, en tono de crítica, le decía que después que «la
Flora se está haciendo desinteresadamente por personas que se ocu-
pan por placer, y sin dedicación y sin constancia que no le podrán
aumentar la Creación de Comisiones. De modo que ésta no serviría,
se seguirá trabajando sin cortapisas ni apuros, ni obligaciones que
podrían provenir de una Comisión».9
Años más tarde, Rodolfo Schreiter junto a Horacio Descole,
plantearon ampliar el equipo del Instituto contratando nuevos botá-
nicos para que asumieran distintas temáticas. Entre ellos estuvieron
Carlos O’Donell y Alicia Lourteig, ambos ya doctorados y conoci-
dos suyos (de Descole) de cuando estudiaba en la Universidad de
Buenos Aires. Allí, habían comenzado una destacable carrera en el
campo de la Botánica: fueron becarios en institutos universitarios
de Estados Unidos (Harvard) y Europa, y cuando Descole los lla-
mó se insertaron en el Instituto Lillo para desarrollar una temática
relacionada con plantas medicinales.
En el año 1938, Descole hizo un planteo en la Sociedad Cientí-
fica Argentina, en Buenos Aires, donde remarcó la importancia que
tenía de avanzar en tema de la botánica señalando la importancia
de la colección de Miguel Lillo y la necesidad de contar con espa-
cios y un mayor número científicos en la institución. Por la forma-
ción científica lograda en la Universidad de Buenos Aires, sostuvo
que quienes se incorporarían a la institución debían estar avalados
por su probada y reconocida calidad.
Además, hizo saber que se editaría la revista científica botánica
Lilloa. Cabe recordar que la Comisión Asesora, «para la publicación
de Lilloa, solicitó la colaboración de eminentes científicos: Bruch,
Parodi, Burkhardt y Dabbene, además del doctor Alberto Caste-
llanos. Fue Rodolfo Schreiter quien entabló contacto con ellos».
En carta de marzo de 1933, comentaba a Rougés: «En los últimos
meses he reanudado mis correspondencias con el Dr. Carlos Bruch,

9
Florencio Aceñolaza, 1911 Carta de Hicken a Miguel Lillo. 10/1/1813. Colección
personal.
186 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Schreiter y Descole en el Herbario del Instituto Miguel Lillo


junto a su grupo de colaboradores.

especialista reconocido en coleópteros. El Dr. Bruch me prometió


colaborar en la revista y me pidió hacerle saber la fecha en que
aparecerá el primer número».10
El primer número de Lilloa se publicó en 1937.11
Dijo, también Descole, que se editaría una monumental obra
que señalaría al «Lillo» como un centro de investigación de nivel
mundial. Ésa se designaría con el nombre de Genera et Species Plan-
tarum Argentinarum. En esta se describiría la flora argentina con
ilustraciones de gran calidad artística donde no solo se exponen
descripciones sino también excelentes ilustraciones en colores que
fueron pintadas por ilustradores de calidad. La presentación del pri-
mer tomo fue en el año 1943 habiéndose entregado un ejemplar al
entonces presidente de la Nación, General Pedro Pablo Ramírez.

10
Carta de Rodolfo Schreiter a Alberto Rougés, 21 de marzo 1933. Archivo Fun-
dación Miguel Lillo.
11
Memoria de la Comisión Asesora 1937. Fundación Miguel Lillo 1937.
F. G. Aceñolaza, «Científicos y profesores extranjeros que jerarquizaron el Lillo» 187

Horacio Descole en su gabinete y en el Herbario


del Instituto Miguel Lillo.

Padilla había respondido a Descole, cuando propuso la obra


del Genera: «Hace 23 años había hablado de esto con el mismo
don Miguel, a quién insté desde el gobierno tomara a su cargo
realizarla. He tenido siempre presente el deber de los tucumanos
de hacer conocer nuestra flora».12
Descole conversó sobre el tema con Rougés, y de acuerdo a
lo expresado por el mismo Descole, en carta a Padilla, llegó a la
siguiente conclusión:

(...) He encontrado en la correspondencia del Dr. Lillo con Stuckert las


cartas cuyas copias le envío, que aluden al asunto. Por la carta del 1 de abril
de 1913 se deduce que debe haber aparecido poco tiempo antes un decreto
del gobierno nacional nombrando una comisión compuesta por Domínguez,

12
AHT. Carta de Ernesto Padilla a Alberto Rougés. 14 de marzo de 1938. Archivo
Ernesto Padilla.
188 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

El Presidente de la Nación Gral. Juan Pablo Ramírez recibiendo de manos de Horacio


Descole un ejemplar del primer tomo del Genera & Species Plantarum Argentinarum (1943).

Gallardo, Hicken y Lillo, para la confección de la Flora Argentina, de la que


Lillo fue su iniciador, según dice en una de las cartas de referencia.13

En el primer tomo del Genera incluyeron un «Proemio» con la


firma de Alberto Rougés y Horacio Descole que introduce al conte-
nido de la obra proyectada, señalando que ya en 1913 Lillo había
planteado al Poder Ejecutivo de la Nación la importancia de llevar
adelante una obra sobre la flora fanerogámica autóctona.
Esta proposición fue postergada por unos 30 años sin que se
llevara adelante por dificultades varias entre las que se contaba
con cierta falta de coordinación entre los botánicos que la habrían
de llevar adelante. Pero esto fue superada a principios de los años
1940 luego de la asunción de Descole a la Dirección del Instituto
por el fallecimiento de don Rodolfo Schreiter (marzo de 1942).
Esto le abrió la posibilidad de seguir adelante con el proyecto de
elaborar una obra síntesis de la flora argentina.

13
Carta de Horacio Descole a Ernesto Padilla 10.1.1938. Archivo Jorge Rougés. Cfr.
Sara Peña de Bascary, 2018. cit. Y en: Colección personal Dr. Horacio Descole.
F. G. Aceñolaza, «Científicos y profesores extranjeros que jerarquizaron el Lillo» 189

Con el apoyo de Ernesto Padilla que, a la sazón era Ministro de


Educación de la Nación se logró el necesario apoyo para comenzarla
motivo por el cual se contrataron varios científicos para comenzar
el trabajo. Entre ellos estaban Carlos O’Donell, Alicia Lourteig, Al-
berto Castellanos y A. Lelong quienes de inmediato trabajaron en
los géneros y especies de los cuales tenían antecedentes.
Así, mientras Descole, O’Donell y Lourteig se abocaron a las
plantas de las familias, Castellanos y Lelong abordaron las Cactaeae,
mientras que O’Donell y Lourteig lo hicieron con las Euphorbiaceae.
El tomo I del Genera apareció a fines de 1943 el cual fue im-
preso en papel offset Elof Hansson en tamaño 50 x 34 cm, en el
estilo Bodoni con láminas a todo color editadas y grupo en cuero
y otras en tapas rígidas enteladas.
De inmediato obtuvo una audiencia con el ministro de Edu-
cación de la Nación Gustavo Martínez Zuviría quien conociendo la
obra logró que Descole fuera recibido, en los primeros meses de
1944 por el Presidente Pedro Pablo Ramírez. El diario tucumano
La Gaceta reflejó la entrevista en una nota en la que se destacó:
«El Presidente de la República hizo un caluroso elogio del Insti-
tuto Miguel Lillo. Prometió al Doctor Descole el total apoyo del
Gobierno», para la obra Genera et Species Plantarum Argentinarum,
que comenzaba a editar el Instituto Miguel Lillo. A partir de ese
momento aparecieron nuevos tomos de esta obra.
Con posterioridad y siguiendo el camino editorial a partir de
1948 se comenzó a editar una obra referida a la fauna regional
que llamó Genera et Species Animalium Argentinorum, cuyo primer
número fue dedicado a la fauna de mariposas y escrito por el inglés
Kenneth Hayward. En este libro las descripciones científicas están
acompañadas por ilustraciones en color de cada especie.
Era obvio que para llevar adelante este proyecto editorial fue
necesario convocar a otros biólogos que colaborasen con trabajos
que serían incluidos tanto en Lilloa como en el Genera. En el primer
tiempo su mayoría fueron de argentinos de su relación radicados
en las universidades de La Plata y Buenos Aires.
También incorporó a la planta del Lillo al alemán Enrique Ro-
the, políglota que actuaba como traductor que asimismo tenía co-
nocimiento del idioma latín que era usual en los trabajos científicos
de esa época. Junto a él estaba el ingeniero de minas Carlos Stubbe
que también actuaba como traductor y artista como asimismo en el
tema editorial de obras del Lillo.
190 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Es destacable que, en marzo de 1942, a la muerte de Rodolfo


Schreiter, Descole quedó al frente del Instituto y fue incorporado
como miembro de la Comisión Asesora Vitalicia. Más tarde este ám-
bito académico oficialmente pasó a ser llamado Fundación-Instituto
Miguel Lillo y Horacio Descole pasó a ser su director, miembro de
la Comisión Asesora y Director de la Fundación-Instituto.
Hay que señalar que simultáneamente Descole se mantuvo
como Director del Instituto de Botánica, de la Fundación-Instituto
Miguel Lillo y desde 1946 Rector de la Universidad Nacional de
Tucumán cargo que ocupó hasta el año 1951. La acumulación de
funciones fue una demostración del poder que había logrado al
inicio del gobierno del general Juan Perón. Este se basó en lo que
fue el proyecto de re-estructuración universitario que le entregó al
presidente y también en los buenos contactos políticos que tenía
en Buenos Aires.

Contratación de los primeros inmigrantes

En 1939 hasta 1945 se desarrolló en Europa la Segunda Guerra


Mundial que, como se sabe, dio lugar a que se produjeran migra-
ciones de científicos hacia América. En esta situación Descole vio la
posibilidad de traer a Tucumán a científicos de mérito internacional
que trabajaran en las obras que llevaba adelante el Instituto.14
En 1943 los primeros extranjeros en ser incorporados, a la Ins-
titución, fueron el francés Jehan Albert Vellard, de Marsella, quien
era especialista en animales venenosos y el alemán Rodolfo Golbach
de Leipzig, que trabajaba en diversos temas de Entomología. Hay
que señalar que este en sus últimos años por su trayectoria fue dis-
tinguido por la Universidad de Tucumán como Doctor Honoris Causa.
Un año más tarde es contratado el entomólogo inglés Kenneth
John Hayward, nacido en Pitney Lortie, Somerset, Inglaterra, quien
luego de una estadía en la Estación Experimental de Tucumán fue
designado para desempeñarse como director de Entomología y años
más tarde también fue distinguido por la Universidad como Doctor
Honoris Causa.

14
Archivo Histórico de la Universidad Nacional de Tucumán En adelante AHUNT. En
el caso de los investigadores y docentes se usó datos de los legajos personales obtenidos.
F. G. Aceñolaza, «Científicos y profesores extranjeros que jerarquizaron el Lillo» 191

Ese mismo año, 1944, fue contratado Abraham Willink, nacido


en Drachten, Holanda, que llegó con su familia a Argentina siendo
niño radicándose en Mendoza. Luego hizo sus estudios superiores gra-
duándose en Biología de la Universidad de La Plata. Su carrera cien-
tífica trascendió internacionalmente y lo llevó a ser uno de los más
destacados entomólogos de Argentina. A su fallecimiento en 1998,
en el Lillo se nominó con su nombre al Instituto de Entomología.

Llega una ola de extranjeros


(1946-1954)

Como se dijo, la Post-Guerra europea abrió la posibilidad de que


científicos que escapaban hacia América fueran contratados en la
Universidad para desempeñarse en el Instituto Lillo junto a un des-
tacado grupo de especialistas de ciencias biológicas.15
Entre ellos estuvieron los italianos: Gustavo Dalma, químico
y su hermano Juan Dalma, médico siquiatra que, por ser judíos,
escaparon de las persecuciones que fueron sometidos en Europa.
Juan Dalma fue Regente de la Universidad durante el Rectorado
de Descole, además destacado profesor y creador de la Facultad de
Medicina.
Cuando Descole se hace cargo del Rectorado de la Universi-
dad Nacional de Tucumán abandona el sistema académico vigente
y hace que el quehacer universitario se desarrolle en el marco de
Institutos de investigación que integraban lo que llamó la «Acade-
mia» donde se centró la investigación científica. Por otro lado, la
enseñanza se integraba en 29 Departamentos que interactuaban
para desarrollar la currícula de cada carrera.
Hay que destacar que durante el rectorado de Descole se creó
la Escuela (luego Facultad) de Agronomía resulta de lo cual varios
de los científicos del Lillo participaban en la misma conforme a la
especialidad que ejercitaban. En ello se tuvo en cuenta que uno

15
Ante una pregunta que le hiciera al Dr. Descole sobre el porqué trajo al Lillo tantos
científicos extranjeros tuve la siguiente respuesta: «Porque el ingreso de ellos me aseguraba
calidad científica y profesional y además cada uno, de larga trayectoria, venían con el conoci-
miento, relaciones y contacto con sus colegas de América y Europa, lo que ponía al Instituto a
nivel internacional». Eso fue absolutamente cierto ya que a partir de entonces el Lillo pasó
a ser conocido en todo el mundo académico y científico.
192 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

de los objetivos buscados por la Universidad era darle aplicación


práctica a los estudios básicos que se llevaban a cabo en el ámbito
académico.
En este ámbito académico se crearon varios Institutos, entre
otros:

1. Instituto de Botánica

Entre 1946 y 1952 ingresaron al Instituto alemanes que, como el


micólogo Rolf Singer, Descole tenía conocimiento de ser un desta-
cado científico internacional ya que cuando hizo su tesis doctoral
fue del mismo tema. Singer era experto en hongos del grupo de
los Basidiomicetes y Gomphiodios. Tenía una ponderable relación
con el Herbario de la Universidad de Harvard en Estados Unidos.
También de la misma nacionalidad eran Karl Fiebrig, de Hamburgo;
Hermann Hans Sleumer, de Sarrebruck, Alemania quien luego de
exitosos estudios sobre el grupo vegetal de las Ericaceas y Flacour-
tiáceas se destacó en la Universidad de Berlín; Kurt Adolf Konrad
Hueck, de Berlín era un fitosociólogo que desarrolló mapas de ve-
getación y Warner Rothmaler Todos ellos se integraron al Instituto
de Botánica.
También en este grupo de botánicos estaba el inglés Iván Mac-
kenzie Lamb y uno de los más importantes estudioso de la flora
criptogámica de Antártida puesto que allí desarrolló trabajos cuando
estaba en marcha la Operación Tabarin durante la Segunda Guerra.
Por la calidad de sus trabajos fue llamado para desarrollar estudios
en las altas cumbres del noroeste argentino, particularmente referi-
dos a la distribución del género Stereocaulon, un líquen propio de
zonas frías. También, sobre esta temática se abocó a la creación de
una cátedra de Criptógamas en el ámbito de la Universidad.
En el grupo de investigadores de botánica también estuvo el
sueco, Barón Brenkt Sparre nacido en Lindigo, que estudio la flora
de Violaceae. Este previamente había formado parte del Museo Bo-
tánico de Finlandia y también del Riskmusseet de Estocolmo.
Otro fue Gustav Fochler-Haucke. Geógrafo nacido en Troppauer,
en Bohemia. Doctorado de la Universidad de München donde egresó
summa cum laude. Realizó numerosos viajes de estudios a extremo
oriente especialmente en Manchuria. Proveniente de los Sudetes,
región de Checoslovaquia que reclamaba Alemania le llevó a ser
miembro de la juventud nacional-socialista y luego de la guerra fue
F. G. Aceñolaza, «Científicos y profesores extranjeros que jerarquizaron el Lillo» 193

prisión hasta 1946. Contratado por la Universidad de Tucumán en


este ámbito se desempeñó entre 1949 y 1952 que regresó a la Uni-
versidad de München. Allí fue destacado miembro de la Academia
de Ciencias y Artes de los Sudetes.
Fritz Machatschek, fue un destacado geógrafo nacido en Wis-
chau, Austria que en 1949 fue contratado por la Universidad de
Tucumán como profesor de Geomorfología. En el ámbito académi-
co se desempeñó como profesor de las universidades de Praga y
München, Alemania e hizo trabajos en diferentes países de Europa
y Asia. También trabajó en la Antártida donde hay un cerro que
lleva su nombre. Desde la Universidad mantuvo estrecha relación
con las investigaciones desarrolladas en el Lillo. Dejó la Universidad
de Tucumán y volvió a Alemania en 1951.
En este grupo se encontraba William Czajka nacido en Breslau.
Curso su carrera en la Universidad de Breslau doctorándose en la
misma. Luego de la Segunda Guerra llegó a Tucumán para traba-
jar en el Instituto de Geografía de la Universidad e interactuó con
investigadores del Lillo en temas de fitogeografía.16

2. Instituto de Entomología

En el área de Entomología, como se mencionó, su director fue Ken-


neth Hayward y con la presencia de Willink y Golbach se amplió
su equipo al cual se incorporó el norteamericano Fred Alexander
Barkley, de Hobart, Oklahoma, con experiencia en Méjico y en va-
rias universidades norteamericanas.
En este grupo también trabajó Martín Ladislao Aczel provenien-
te de Budapest quien fue profesor de Entomología Especial y luego
de Embriología e Histología animal. Sus trabajos sobre Dípteros
fueron muy significativos a nivel mundial. También tuvo actuación
en Botánica Sistemática. Su esposa Elizabeth estuvo afectada a tra-
bajos de catalogación en la biblioteca de la institución.
Ese mismo año se incorporó al Lillo Nicolás Kusnezov, nacido
en Moscú quien fue profesor de universidades en Kazan y Breslau,
Polonia. Desarrolló su especialidad en el grupo de las hormigas y

16
AHUNT, cit. Datos de los científicos mencionados del Instituto de Botánica.
194 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

profesor de la cátedra de Entomología. También, junto a él traba-


jó su esposa Elizabeth P. de Kusnezov en temas relacionados con
edafología.
Formó parte de este Instituto Pedro Wygodzinsky, nacido en
Bonn y graduado de la Universidad de Basilea. En 1948 fue Jefe
de Entomología del Instituto Medicina Regional de la Universidad
de Tucumán y en el Lillo trabajó en zoología sistemática y aplicada,
llegando a ser mundialmente reconocido por sus estudios sobre
grupos tales como Díptera, Hemíptera, Thysanura y Diplura. Años
más tarde la Universidad de La Plata le otorgó el galardón de Doc-
tor Honoris Causa.
El español barcelonés Francisco Asís Monrós estudió los co-
leópteros crisomélidos de la región del noroeste del país y luego
fue a Estados Unidos a perfeccionase. Lamentablemente falleció a
su regreso a Tucumán a la joven edad de 36 años.17

3. Instituto de Genética

Desde principios del siglo 20 la genética tuvo un mayor auge en


Europa y Estados Unidos lo que llevó a que la Universidad de Tucu-
mán le prestara una mayor atención en los aspectos investigativos.
La aplicación de esta disciplina en el campo del mejoramiento de
productos agrícolas atrajo la atención de científicos que llegaron al
Lillo contratados por Descole.
La conducción del grupo de genetistas fue delegada al sueco
Gunnar Eiler Hiorth, siendo acompañado por el ucraniano Roman
Schechaj y Jens Hjertig, el austríaco Heinrich Firbas, el alemán
Heinz Brücher, de Darmstadt; el estonio Eduard Vürsoo y el noruego
Gunnar Weidaeth. Hay que mencionar que Heinz Brücher, si bien
tuvo formación universitaria en Tübingen, durante la segunda Gue-
rra fue oficial SS y comisionado para traer a Austria a colecciones
de germoplasma de papas y trigo desde Ucrania.
El grupo de genetistas tuvo como auxiliares técnicos a los ale-
manes técnicos a Felix Brücher, Adolf Schicker, Ernest Hauswirth y
al bibliotecario noruego Kaare Holter, más tarde, Natalia Schechaj
fue la directora de la Biblioteca del Lillo. El objetivo primario de

17
AHUNT. cit. Datos de los científicos mencionados del Instituto de Entomología.
F. G. Aceñolaza, «Científicos y profesores extranjeros que jerarquizaron el Lillo» 195

este instituto fue estudiar fitotecnia de la flora silvestre del NOA


como ser papas, porotos, tomate, maíz.18

4. Nemátodos

Para estudiar este grupo de gusanos se contrató al holandés Jacobus


H. Schuurmans Stekhoven quien había trabajado en este tema en In-
donesia. Pasada la Segunda Guerra fue acusado de colaboracionista
con los alemanes motivo por el cual hubo de emigrar a Sudamérica
hasta la década del 50 que pudo regresar a su país de origen. En
sus trabajos fue acompañando al ruso Konstantin Gavrilov, nacido
en Borovemka provincia de Nóvgorod, Rusia, en estudios de esta
fauna en el Chaco como así también faunas de dípteros parásitos.
También fue profesor de Anatomía Comparada y Zoología en el
Lillo y en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de
Tucumán Junto a este último estuvo su hermano ilustrador y artista
plástico Alejandro Gavrilov.19

5. Ornitología

En esta disciplina se desempeñó el sueco Claes Christian Olrog, na-


cido en Estocolmo y luego de una gira organizada por el Museo de
Ciencias Naturales de Estocolmo, fue incorporado al Lillo en 1948.
Acá desarrolló una prologada y exitosa tarea de estudios sobre la
fauna de Argentina y Paraguay que lo calificó como uno de los ma-
yores especialistas en el tema. Fue Profesor de la Universidad.20

7. Anatomía Comparada, Embriología


y Herpetología

En esta se desempeñó el italiano José María Cei, de San Miniato,


Pisa, que vino en 1947 procedente de la Universidad de Florencia

18
AHUNT. cit. Datos de los científicos mencionados del Instituto de Genética.
19
AHUNT. cit. Datos de los científicos mencionados de Nemátodos.
20
AHUNT. cit. Datos de los científicos mencionados de Ornitología.
196 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

para ocupar los cargos de profesor de Anatomía Comparada y Di-


rector del Instituto de Zoología. Cei, desarrolló estudios sobre an-
fibios, especialmente sobre la Rana Criolla. Durante su estadía en
Tucumán hizo trabajos con Kostantin Gavrilov y luego se trasladó
a la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza.
También en este grupo se incluye al italiano Armando Pisanó,
nacido en Catania que ejerció en la Universidad de Bolonia y la
de Nápoles. En 1950 vino a Tucumán a trabajar en el Lillo y en la
Facultad de Bioquímica de la Universidad. Luego fue investigador
del CONICET y, por su relevante trayectoria la UNT le otorgó el
grado de Doctor Honoris Causa.
Entre éstos también hay que destacar a Peter Seeligmann de
familia alemana pero había nacido en Helsinski, Finlandia. Se doc-
toró en la Universidad de Tucumán y ejerció como profesor de
Fitoquímica.
Enrique Würschmidt, nacido en Essen, Alemania, siendo muy
joven llegó a Tucumán donde su padre se desempeñó como profe-
sor de la Universidad de Tucumán. En el Lillo, entre 1965 y 1982
tuvo responsabilidad de dictar la asignatura Geografía Física para
el profesorado en Ciencias Naturales que se enseñaba en el Lillo.
También fue importante la incorporación del belga Raymond
Laurent quien desarrolló trabajos sobre Herpetología y formo un
importante grupo de jóvenes biólogos argentinos en el campo de
la Herpetología.21

La desaleración de la actividad científica


(1955-1970)

El empuje que dio el doctor Horacio Descole a la actividad del


Instituto Lillo fue declinando a partir de su cese en el Rectorado
de la Universidad en el año 1952. A ello le sucedió que Europa
fue mejorando económicamente y en nuestro país comenzaba una
de las tantas cíclicas crisis de la economía que hizo que muchos
de los científicos extranjeros nuevamente emigraran hacia otros
destinos.

21
AHUNT. cit. Datos de los científicos mencionados de Anatomía Comparada, Embrio-
logía y Herpetología.
F. G. Aceñolaza, «Científicos y profesores extranjeros que jerarquizaron el Lillo» 197

En el caso de los que estaban en el Lillo el impacto no fue


muy grande ya que en el ínterin se había formado un grupo de
jóvenes argentinos que de alguna manera suplió los ámbitos que
iban teniendo vacancias.
En 1953 fue creada la «Escuela de Ciencias Naturales del Ins-
tituto Miguel Lillo», como entonces se la llamaba, constituyendo
un centro educativo superior en el cual se comenzó con el dictado
de licenciaturas en Botánica, Zoología y Geología. Esta Escuela fue
transformada en 1973 en la actual Facultad de Ciencias Naturales
e Instituto Miguel Lillo que forma parte del núcleo académico que
funciona donde fuera la propiedad de Miguel Lillo.
En este nuevo organismo de la Universidad Nacional de Tu-
cumán algunos de los extranjeros mencionados continuaron como
profesores y otros se agregaron al conjunto de investigadores. Entre
éstos se destacan el malacólogo alemán Wolfang K. Weyrauch, los
entomólogos norteamericanos Lionel Stange y Charles Porter y el
esloveno de Lubiana, Zlatko Tomsic que continuó con trabajos so-
bre nematodos. También en este grupo su sumó el alemán Rafael
Herbst, nacido en Hamburgo el cual siendo muy joven se trasladó
a Argentina, y cuyos estudios universitarios los había realizado en
el Lillo. Fue un destacado paleobotánico discípulo del ruso Sergio
Archangelsky.
Archangeslky fue profesor de Paleontología en el Lillo, luego
de la Universidad de La Plata y más tarde investigador Superior
del Conicet a quien se lo califica como el especialista de mayor
envergadura de Argentina.
En 1966 se incorporó al Lillo el alemán de Hannover Ulrich
Georg Eskuche graduado de la Universidad de Tübingen que desa-
rrolló trabajos sobre Ecología Vegetal particularmente sobre comu-
nidades de praderas.
A partir de la década de 1970 estuvo el paleontólogo norte-
americano William Sill de Nevada, quien llegó al Lillo para estudiar
los dinosaurios coleccionados en San Juan por los investigadores
José Bonaparte y Osvaldo Reig. Gran parte de estos fósiles están en
el repositorio del Instituto Miguel Lillo. Hay que destacar que con
su nombre la provincia de San Juan llamó al Museo de Ischigualasto
(Valle de la Luna) que tiene sede en la ciudad de San Juan.22

22
AHUNT. cit. Datos de los científicos mencionados.
198 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Latinoamericanos

En la década de 1960 llegó al Lillo un grupo de estudiantes que


aprovechó la apertura que dio el país para que jóvenes de países
sudamericanos realicen una carrera universitaria. Esto llevó a que
luego de hacerla continuaran como docentes de la carrera de Geo-
logía. Entre ellos se cuentan el boliviano Alberto Luna Reyeros, el
venezolano Antístenes Urdaneta Ortigosa, y los peruanos Arturo
Villanueva García y Miguel Carrión Ibarburu.

Relaciones con extranjeros


a partir de la década de 1970

Hacia fines de la década de 1970 el área de geología de la Facul-


tad-Instituto tomó contacto con el Dr. Hubert Miller, entonces en la
Universidad de Münster en Alemania. Esto llevó a la firma de un
acuerdo entre la universidad alemana y la de Tucumán para dar un
marco institucional a la relación.
En el planteo si bien había actividad docente, los trabajos se
centraron en la investigación de la geología regional. En este tema
se planteó la posibilidad de que jóvenes geólogos alemanes vinieran
a Tucumán para desarrollar su tesis doctoral de manera conjunta
con nuestros graduados. Ello no solo facilitaría ampliar la capacidad
institucional sino también que nuestros alumnos pudieren hacer
capacitaciones en Alemania.
Así fue que primeramente se decidió enfocar los trabajos en la
Sierra de Ancasti, Catamarca, de la que geológicamente se conocía
poco. Esto trajo a los jóvenes graduados alemanes como Meinolf
Knüver, Ulrich Lottner, Michael Reissinger, y Arne Willner, que hi-
cieron importantes aportes científicos sobre las rocas cristalinas de
esa montaña. Es de destacar que como fruto de esta colaboración
en 1983 la Universidad de Münster, en su serie de publicaciones
Münstersche Forschungen zur Geologie und Paläontologie, editó un
número especial.
La colaboración con los alemanes continuó durante el resto de
la década de 1980, en este caso se llevaron adelante estudios sobre
las rocas del basamento del noroeste argentino en la que colaboró
el equipo del profesor Miller al que se agregaron los alemanes Pavel
F. G. Aceñolaza, «Científicos y profesores extranjeros que jerarquizaron el Lillo» 199

Jezek, Arne Willner, Anette Lork, Ulrich Kramm, Borwin Grauert y


el inglés Christian Adams.
El resultado de esta colaboración quedó reflejado en el tomo
«Ciclo Pampeano en el Noroeste Argentino» que reúne trabajos so-
bre las rocas más antiguas de las provincias de Jujuy, Salta y Tu-
cumán.
Continuando con estos trabajos conjuntos se llevó adelante un
estudio regional sobre el sistema orográfico de la Sierra de Famati-
na, provincias de Catamarca y La Rioja. En este caso la contraparte
alemana provino de la Universidad de Múnich, ciudad en la que
Miller se desempeñaba como profesor y director del Instituto de
Geología de dicha Universidad.
En este estudio realizaron aportes tanto Hubert Miller como los
alemanes Kai Clemens, Rolf Mannhein, Hans Neugebauer, Werner
Loske, Karsten Garlef y Helmut Stingl. El resultado de estos trabajos
se publicó en un número especial del Münchner Geologische Hefte
de la Universidad de Múnich en el año 1996Hay que destacar que
la Universidad Nacional y la Facultad-Instituto destacaron la cola-
boración prestada por el Dr. Hubert Miller designándolo Profesor
Honorario.
También en ese momento se agregó el italiano Domingo Ernes-
to Angonoa nacido en Saviniano que había estudiado en la Univer-
sidad de Bologna, Su ingreso a la Universidad de Tucumán ocurrió
en 1971 y a partir de 1985 trabajó en el Lillo pasó a formar parte
de los trabajos de geología que se realizaron sobre el distrito mi-
neralizado de Farallón Negro. Previo había trabajado en el ámbito
minero de la región de Cuyo y en Chile en todos los casos en temas
de la química mineral.23

Agradecimientos

En el caso de los investigadores y docentes se usó datos de los lega-


jos personales obtenidos en el Archivo Histórico de la Universidad
Nacional de Tucumán gracias a la colaboración prestada por su
director Prof. Walter Soria a quien se agradece su gestión. Además
muchos de los datos biográficos de los extranjeros aquí señalados se

23
AHUT cit. Datos de los científicos mencionados.
200 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

encuentran en los legajos mencionados También hago presente mi


agradecimiento a Sara Peña de Bascary y a Elena Perilli de Colom-
bres Garmendia por su revisión del manuscrito y sus sugerencias.

Archivos consultados

Archivo Histórico de la Provincia de Tucumán.


Archivo Histórico de la Universidad Nacional de Tucumán.
Archivo Fundación Miguel Lillo.
Diario La Gaceta.
Memoria de la Comisión Asesora, Años 1937 a 1945. Fundación
Miguel Lillo.
Universidad Nacional de Tucumán, Compilación de antecedentes des-
de su fundación hasta diciembre 1936. UNT, 1964.

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202 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Arquitectura andina tucumana.


Antiguos puestos en el cerro Muñoz,
cumbres boreales del Aconquija,
en el valle de Tafí

Félix Alberto Montilla Zavalía *

Introducción

T afí es un valle intermontano que se eleva a casi 2000 msnm


entre las sierras del Aconquija (al oeste, 4500 msnm), las
Cumbres de Tafí (3600 msnm) y las Cumbres Calchaquíes (al este,
4600 msnm) y el Cerro Ñuñorco Grande al sur (3600 msnm). Se
accede a él a través de cuatro pasos naturales: La Quebrada del
Portugués (al SO), la Quebrada de los Sosa (al SE), que es por
donde se ejecutó el camino de automóvil en 1943, el Abra de Tafí
por la Ciénega (al NE) y el Abra del Infiernillo (al NO) por el que
surca el camino de automóvil habilitado en 1943 y que comunica
Tafí con el Valle Calchaquí.
Su clima es templado con abundantes precipitaciones concen-
tradas entre los meses de enero/abril y semi desértico el resto del
año, con una gran variación térmica en los meses de junio a sep-
tiembre entre el día y la noche, con ocasionales nevadas y caída
de garrotillo.

* Doctor. Abogado. Historiador. Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos


de Tucumán.
F. A. Montilla Zavalía, «Arquitectura andina tucumana en el valle de Tafí» 203

Por su clima y geografía Tafí estuvo vinculada a la antigua


ciudad de San Miguel de Tucumán ubicada en el sitio de la Toma
(1565/1689) de modo directo, y por su cercanía el Valle fue el paso
natural entre el boscoso llano del Tucumán y el valle Calchaquí.
La primera encomienda conferida por el gobierno español sobre
el valle de Tafí se hizo en 1617 a favor de Melián de Leguisamo
y Guevara. Numerosas escrituras evidencian que Tafí sirvió como
localidad de cría y engorde de ganado mular que era luego comer-
cializado con el Alto Perú.
La Compañía de Jesús recibió Tafí en 1718 y estableció una
gran Estancia dedicada a la ganadería y producción de quesos,
velas y cueros.

Los ganados preferentemente atendidos eran el mular, el vacuno y el


lanar. El ganado mular merecía en aquella época un especial interés, dada
la gran demanda existente, pues era utilizado como animal de cargo y sobre
todo destinado para el trabajo en las minas, exportándose grandes recuas de
mulas de 200, 300 y 500 animales, al Alto Perú y hacia otros puntos más
cercanos al Valle. De Tafí eran las mulas que más tarde se trasladaron a Santa
María, en un tiempo, importante centro de fundición de cobre de las minas
de Capillitas. (Barbieri de Santamarina, 1943, pág. 23.)

A la expulsión de los jesuitas el valle fue fraccionado en varios


potreros que fueron rematados a partir de 1774: el de Carapunco,
Infiernillo, Rio Blanco, Rincón, Angostura y La Ciénega.
Aquellos potreros dieron origen a las Estancias de El Rincón
—luego dividida en El Mollar, Las Carreras y La Banda—, Churqui,
Río Blanco, Infiernillo, Carapunco —luego dividida en Las Tacanas
y Los Cuartos— y Angostura.
Todas mantuvieron la actividad ganadera hasta la primera mi-
tad del siglo XX.

Infraestructura de las estancias ganaderas tafinistas


durante los siglos XIX y XX

A fin de poder cumplir con la funcionalidad ganadera y agrícola, las


estancias se organizaron en base a una sala o casa principal desde
donde el dueño del establecimiento dirigía la explotación.
El territorio de todas las estancias abarcaba fracciones de cerros,
cañadas y llanos que implicaba desniveles desde los 2000 msnm
204 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

hasta los 4600 msnm, y a raíz de la difícil topografía, la ganadería


se realizaba en base a potreros y potrerillos ubicados principalmen-
te en las zonas montañosas que se delimitaban por los accidentes
geográficos o con muros de pircas de piedra y tapiales de barro.
En las cercanías a la sala se edificaban grandes corrales que
servían para reunir a todo el ganado de la estancia y realizar la
yerra, marcada y la señalada.
Perviven en la actualidad los corrales circulares de las estan-
cias de La Banda, Angostura y Las Tacanas, y los cuadrados de Las
Carreras y El Churqui.
El ganado se distribuía entre los diversos potreros de los fal-
deos y las cumbres de los cerros, en un complejo sistema de potre-
rillos, que eran atendidos por puesteros, y en los que se hacía rotar
al ganado a medida que se agotaban las pasturas. En los potrerillos,
en el período veraniego, se ordeñaba las vacas para fabricar el afa-
mado queso de Tafí y la leche luego era trasladada en noques de
cuero transportados por mula hacia las queserías de las estancias
ubicadas en el bajo del Valle.

El queso Tafí conocido en todo el continente. Las estancias de Laguna


y Silva en el hermoso valle de Tafí envían anualmente á Buenos Aires 8,000
arrobas de este queso exquisito. (M.G & E.T. Mulhall, 1876, pág. 198.)
Los verdaderos quesos de Tafí (que es un hermoso valle, formado por
dos ásperas serranías que corren paralelas de noroeste a sudoeste) son pocos,
pues no hay allí sino dos grandes estancias donde los elaboran exquisita-
mente, llamadas la de Laguna y la de Silva. En ambas se harán poco más o
menos de 7 a 8.000 arrobas anuales que se traen a Buenos Aires. (Woodbine
Parish, 1853, pág. 153.)

Los Puestos

Los puestos tenían un rol preponderante en el funcionamiento


de las estancias ganaderas. Especialmente aquellos que se encon-
traban en la parte superior de los cerros, pues permitían tener el
control de ganado a la vez que servían de postas en el camino de
las caravanas.
Para comprender su funcionalidad y la morfología, pueden re-
conocerse dos momentos históricos: el primero, previo a la llegada
del ferrocarril a Tucumán (1876) y el segundo, sucedido luego del
auge azucarero impulsado por el camino de fierro.
F. A. Montilla Zavalía, «Arquitectura andina tucumana en el valle de Tafí» 205

Figura 1. Puesto de la cabecera.

El ferrocarril impactó profundamente en la economía local, las


Estancias tafinistas comenzaron a abandonar la actividad ganadera
intensiva, y el mercado catamarqueño —y Boliviano— dejó de ser
prioritario en el comercio de hacienda. En ello los caminos de he-
rradura y los puestos fueron perdiendo utilidad.
206 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Figura 2. Puesto de Las Cuevas.

Al mismo tiempo el auge azucarero —en Tafí del Valle los pro-
pietarios de las Estancias de El Mollar (Frías Silva), Las Carreras
(Avellaneda Silva) y los Cuartos/Angostura (Chenaut) tenían inte-
reses en la industria azucarera— impuso modificaciones profundas
en Tafí debido a que muchos de los obreros en la zafra eran peones
de las estancias, lo que implicaba que entre mayo/octubre el valle
quedara casi deshabitado, con el consiguiente abandono de la ac-
tividad de los puestos.
F. A. Montilla Zavalía, «Arquitectura andina tucumana en el valle de Tafí» 207

Entonces los caminos que servían para cruzar el Muñoz rumbo


a Catamarca para llevar ganado a las zonas mineras fueron que-
dando en desuso, y con ello numerosos de los puestos establecidos
para la cría o engorde del ganado y para atender a las caravanas
de hacienda fueron abandonados.
Pocos fueron los puestos que supervivieron, y éstos quedaron
a cargo de peones que desarrollaron ganadería de subsistencia du-
rante los períodos en que el clima resulta más benigno –es decir
desde la finalización de la zafra azucarera, en octubre o comienzos
de noviembre, y hasta abril-, aunque paulatinamente se produjo
el declive casi total de ellos luego de la inauguración del camino
carretero a Tafí del Valle (1943).

La Propiedad del Cerro Muñoz

El cerro Muñoz forma parte de la sierra del Aconquija. Es el límite


este del valle de Tafí y lo atraviesa longitudinalmente de sur a nor-
te, siendo además el confín natural con la Provincia de Catamarca.
Su cumbre es una gran pampa altiplanítica, surcada por algunos
ríos e interrumpidas por quebradas. De altura uniforme, su punto
culmen es de 4600 msnm.
El cerro, del lado tafinisto, presenta dos regiones bien delimita-
das: la zona sur, contigua a la Quebrada del Portugués, caracteriza-
da por ser muy húmeda al limitar con la llanura cálida de Tucumán;
y el extremo norte, muy árido por su cercanía con la región seca de
los Valles Calchaquíes, a través del abra del Infiernillo.
La propiedad de la tierra del Muñoz perteneció entre 1850/1890
a cuatro estancias.
A saber: de sur a norte: la primera sección desde El Rincón
hasta el Río Muñoz correspondía a la Estancia de Las Carreras de
la familia Avellaneda Silva; la segunda sección intermedia del Río
Muñoz hasta el Río de la Ovejería era de propiedad de la Estancia
de La Casa Grande o Banda de la familia Chenaut Silva/Frias Silva;
la tercera sección intermedia entre el Río de la Ovejería y el Río
Blanco a la Estancia Tafí o Churqui de la familia Zavaleta/Rueda;
y la última sección del Río Blanco hasta el Río Carapunco a la Es-
tancia de Río Blanco de Zavaleta/Esteves.
Hacia 1890 la propiedad del cerro Muñoz quedó repartida en-
tre dos estancias, pues las propiedades se habían unificado: Estan-
208 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Figura 3. Puesto viejo de González.


F. A. Montilla Zavalía, «Arquitectura andina tucumana en el valle de Tafí» 209

Figura 4. Puesto de Piedra Pintada de Sequeira.

cias de Las Carreras/La Banda en cabeza de Frías Silva-Zavalía, y


estancias de El Churqui/Carapunco a la familia Zavaleta-Zavalía.

Caminos de herradura del Muñoz

Desde el Valle de Tafí se puede acceder a la cumbre del Muñoz por


una multiplicidad de caminos de herradura. Cuatro son los más
utilizados y coinciden con las Estancias que fueron propietarias del
cerro, lo que da a pensar que cada una de ellas los estableció para
facilitar la explotación de su territorio: al sur la senda que nace en
El Rincón/Las Carreras y sube por el filo del Rio Los Alisos hasta
llegar al punto más alto de la serranía a una altura aproximada
de 4600 msnm. Es un camino bien marcado, muy escarpado y en
el que abunda la vegetación hasta los 3000 msnm debido a su ex-
posición a la constante humedad que penetra por la Quebrada del
Portugués.
La segunda senda nace en el Molle Solo. Es bastante empinada
y se accede, previo ascenso hasta los 4200 msnm al Puesto de la
Cabecera –—antes denominado de El León, figura 1— y luego al
210 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Figura 5. Puesto de Tiburcio Escalante.

de las Cuevas localizado en la parte meridional de la cumbre del


Muñoz (figura 2).
La tercera cuesta, algo menos exigente, comienza en el Río
Blanco, pasa por Ciénega Grande y luego trepa por un camino ser-
penteante y pedregoso que llega hasta el Puesto Viejo de González
F. A. Montilla Zavalía, «Arquitectura andina tucumana en el valle de Tafí» 211

Figura 6. Puesto arriba de Fuerte Viejo.


212 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Figura 7. Puesto de Velardes.


F. A. Montilla Zavalía, «Arquitectura andina tucumana en el valle de Tafí» 213

(figura 3) a una altura aproximada de 3800 msnm. Este camino,


más adelante, supera los 4.000 metros y transita por el Puesto de
Piedra Pintada (figura 4) y se une cercano al Puesto de las Cuevas.
Finalmente, la senda del Infiernillo, que es la más fácil pero
sumamente larga, permite acceder por el confín norte del Muñoz
hasta el Puesto Viejo de González. Esta senda está bien marcada y
se utiliza constantemente para ir a Carapunco (puerta de cuero),1
una pequeña cumbre en el Muñoz, en cuya cercanía nace el arroyo
homónimo.
En la cumbre todos los caminos tienen un punto de encuentro
en Laguna de los Patos, desde donde se dirige la senda principal
que lleva a la localidad catamarqueña de San José. Previo al des-
censo, en la cumbre del Aconquija —denominación del Muñoz por
los catamarqueños— existió hasta hace un par de años un puesto
con un muy extenso corral: Puesto de Tiburcio Escalante (figura
5), lo que hace presumir que tal puesto servía como posta para
pernoctar y apacentar ganado.
Estos caminos se utilizaban para arriar el ganado hacia San
José, Belén y Santa María en Catamarca. De allí se exportaban a
Chile y Bolivia:

El único [camino] que de la provincia [de Catamarca] va directamente


a esta República [Bolivia] y costa del Pacífico es el que sale de Belén y Santa
María por Antofagasta población fronteriza de Bolivia [antes de la Guerra
del Pacífico]. Es quebrado escaso con pastos de ciénegos para las grandes
árrias de mulas y burros que se hacen a Bolivia y Perú, pero es más corto y
cómodo que el de Chile. Hay 48 leguas de Belén a Antofagasta. (Espeche,
Federico, 1875, página 204.)

De Tafí a Oruro, había más o menos 25 jornadas; y la misma


cantidad hacia los valles de Chile.2
Alejados de las rutas principales también existen vestigios de
importantes puestos, ya en ruinas, pero que atestiguan la importan-
cia del cerro Muñoz en el tráfico comercial (figuras 13 y 14).

1
Julio S. Storni, Toponimias indígenas de la Provincia de Tucumán, Tucumán, 1953,
pág. 26.
2
Juan Alfonso Carrizo, Cancionero Popular de Tucumán, Tomo I, Buenos Aires, 1937,
págs. 13-15.
214 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Figura 8. Puesto en El Rincón.


F. A. Montilla Zavalía, «Arquitectura andina tucumana en el valle de Tafí» 215

Las edificaciones de los Puestos en el Muñoz

a) Los potreros y puestos de la Estancia de Las Carreras.— Los vesti-


gios de la infraestructura ganadera de la Estancia de Las Carreras
son los más impactantes, quizás debido a que aquél territorio, por
limitar con la Quebrada del Portugués, es uno de los más férti-
les en cuanto a pasturas debido a la humedad que penetra desde
la llanura tucumana. El puesto más austral que hemos registrado,
consta de dos construcciones muy simples, con un pequeño corral
contiguo (figura 8).
Se han relevado en El Rincón aproximadamente 3,5 km de
pircas de 0,70 cm de ancho por 0,50 cm de alto que recorren la
sinuosidad de la topografía, realizadas con piedras encimadas sin
mortero delimitando los potreros, y una cadena de seis puestos, de
los cuales solo tres se encuentran en pie ruinosamente.
Los seis puestos presentan similar distribución de los espacios
(figura 11): delimitados por un corral de pirca, dos o tres habita-
ciones cuadrilongas de aproximadamente 3 x 4 m, un poco más
alejado el corral y un soto corral —también denominado chiquero—.
En dos de los puestos se ha relevado la existencia de morteros para
molienda de granos y vestigios de hornos para cocinar (figura 12).
Más hacia el Norte, en lo que se conoce como Cañada del Mu-
ñoz, también existe una importante cadena de puestos y grandes
corrales de pirca. Allí se han relevado casi 6 km de pirca de similar
confección a las aludidas anteriormente y cinco puestos, que tam-
bién resultan similares en cuanto a su morfología, respecto a los
de El Rincón: dentro de un corral de pirca dos habitaciones cua-
drilongas de aproximadamente 3 x 4 m, corral y un soto corral. En
tres de los puestos existen morteros para moler granos y vestigios
de horno de barro.

b) Los potreros de la Estancia de La Banda.— Los puestos de la


Estancia de la Banda se encuentran en el camino de Molle Solo
hasta la cumbre del Cerro Muñoz. Fue la senda más transitada para
traspasar a Santa María en Catamarca, por ser directa, pero a la vez
la más exigente, pues por ella se sube hasta una altura aproximada
de 4400 msnm, lo que implica un desnivel positivo de casi 2000 m
desde el inicio de la senda en la base del cerro.
Existen dispersos, pero vinculados por sendas secundarias,
cuatro puestos; el más imponente el denominado puesto del León
216 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Figura 9. Puesto de la Ciénega Grande.

(3914 msnm) mencionado en la antigua cartografía del Valle de


Tafí, luego llamado de La Cabecera (figura 1).
Delimitados por un gran corral de pirca se encuentran tres
construcciones rectangulares separadas entre sí. Más atrás otro co-
rral con un soto corral, un gran mortero de molienda y el horno
hecho en piedra sobre amalgamada con mortero de barro.
F. A. Montilla Zavalía, «Arquitectura andina tucumana en el valle de Tafí» 217

Figura 10. Puesto en la Cumbre por el Camino de Los Corrales.


218 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Figura 11. Planta de seis puestos.

Más hacia el sur de la senda principal, alejado 1 km aproxima-


damente, se encuentra otro de los puestos de la Estancia también
formado por tres grandes construcciones rectangulares en medio
de una quebrada a 3360 msnm. Contaba con su correspondiente
mortero y el horno también realizado en piedra amalgamada con
barro (figura 6).
F. A. Montilla Zavalía, «Arquitectura andina tucumana en el valle de Tafí» 219

Figura 12. Puesto con mortero.

Alejado a 2 km de la senda principal que sube a la cumbre, un


tercer puesto edificado en un aterrazamiento, se encuentra estable-
cido en dos niveles con dos construcciones (2900 msnm) (figura 7).
Finalmente, en la cumbre del cerro, se localiza el último puesto
llamado de Las Cuevas que se encuentra en funcionamiento (figura
2). Consiste en siete construcciones separadas, cuadrilongas. Las
construcciones son de diversos períodos. Las más antiguas han sido
220 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Figura 13. Puesto en la Cumbre.

construidas en piedra, con techo a dos aguas realizado en cañizo


(Chusquea lorentziana) con cubierta de paja (Festuca orthophila).
Como viga cumbrera se utilizó algarrobo (Prosopis) proveniente,
seguramente, del Valle Calchaquí, y tirantes de aliso (Alnus acumi-
nata) extraídos de la zona de la Quebrada del Portugués.
F. A. Montilla Zavalía, «Arquitectura andina tucumana en el valle de Tafí» 221

c) Los puestos de la Estancia del Churqui-Río Blanco.— Por la sen-


da del Río Blanco se llega hasta el antiguo puesto de la Ciénega
Grande (3400 msnm). Se organiza con tres construcciones cuadri-
longas dispuestas en semicírculo siguiendo la topografía del sitio y
en torno a un gran corral de pirca. Carece de aterrazamiento y de
patio principal. Alejado de los núcleos habitacionales se ubica un
gran mortero (figura 9).
La senda continúa su rumbo y en la cumbre (3670 msnm)
se encuentra un segundo puesto, esporádicamente utilizado por la
familia de pastores de apellido González, llamado el Puesto Viejo
(figura 3). Consiste en siete construcciones independientes —de
diversos períodos— dispuestas en recinto pircado y aterrazado en
torno a un patio central y contiguo a un corral con su soto-corral.
También tiene su mortero y el horno de barro realizado en piedra.
Finalmente, un tercer puesto, se localiza camino a la Lagu-
na de Los Patos, el Puesto de Piedra Pintada o de Sequeira; data
de las últimas décadas del siglo XIX, aunque son una sucesión de
construcciones de diversos períodos (figura 4). Este puesto recibe
su denominación debido a la existencia de una imponente roca
conteniendo una pictografía denominada «piedra de las guitarras».
Cuenta con dos amplios corrales y el respectivo mortero. Analizando
las zonas circundantes se advierte la existencia de cimientos rasos
de unidades habitacionales indígenas, por lo que se presume que
para la construcción de las habitaciones y el pircado de los corrales
se utilizaron las piedras de las construcciones indígenas.
Por la senda de Carapunco, o Infiernillo, menos exigente, se
relevaron tres puestos. El que se encuentra a la vera del antiguo
camino de herradura que comunicaba Tafí del Valle con Amaicha
del Valle —puesto que estuvo en actividad hasta hace dos décadas
de la familia Díaz en Los Corrales—, un segundo puesto a medio
camino muy ruinoso y de dimensiones muy pequeñas pero con dos
grandes corrales, y un tercer puesto de gran tamaño formado por
cinco construcciones cuadrilongas dispuestas en torno a un patio
central y delimitada con pirca, con sus corrales y soto corrales,
mortero y horno de barro en piedra (figura 10).
222 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Figura 14. Puesto en la Cumbre.

Morfología y funcionalidad de los Puestos


del Cerro Muñoz

Los puestos del Cerro Muñoz presentan la misma morfología y fun-


cionalidad. Las construcciones son rectangulares aisladas entre sí
por pasillos o puestas en diversos espacios aterrazados —según la
topografía— y circundados por pircas. Las medidas de las edifi-
F. A. Montilla Zavalía, «Arquitectura andina tucumana en el valle de Tafí» 223

caciones suelen ser de 4-7 m de frente por 3-5 m de ancho, con


una sola abertura correspondiente a la puerta principal que puede
encontrarse al centro o a uno de los costados de la habitación.
Las construcciones se ubican en torno de un patio principal,
espacio que servía para realizar las tareas ordinarias del puesto vin-
culadas a la vida ganadera y las reuniones. Allí en el patio se suele
encontrar en algunos de los puestos una gran piedra con un morte-
ro y la piedra pecana, ambas se utilizaban para moler los cereales,
lo que evidencia que el puesto era habitado cotidianamente.
Cada construcción cumplía una finalidad distinta: depósito,
habitación y cocina. Se edificaban individualmente para evitar la
posibilidad de que frente a un incendio —muy habitual en las co-
cinas— el fuego se propale a otras construcciones.
En todos los casos los muros son de piedra, advirtiéndose que
muchas de ellas han sido trabajadas para poder servir de esquine-
ras, y se asentaban en barro.
A las habitaciones se accede a través de un escalón, y luego,
al ingresar, el nivel del piso suele ser más bajo que el exterior. El
piso es de tierra compactada.
Los usos de las construcciones pueden diferenciarse por algu-
nos detalles en las construcciones: las habitaciones suelen ser las
más grandes en volumen, y sobre la pared principal —de acuerdo
a la ubicación de la puerta de entrada— se encuentra en la parte
más alta de la construcción una hornacina.
La hornacina servía para colocar una imagen de bulto religiosa.
Generalmente en el cerro tucumano se venera a los santos vincu-
lados con los animales: Santa Inés (corderos), San Roque (patrón
de los perros), San Juan (patrono de las ovejas) y San Antonio
(patrono de los camélidos).
La cocina es fácil de identificar, pues a poco de escarbar en el
piso se advierten los restos de carbón. No tenían hogar y se solía
cocinar en una fogata que se realizaba en el piso circundada con
piedras denominada collana.
Todos los puestos tienen grandes corrales de pirca y se hallan
cercanos a una vega, ojo de agua o arroyo.
El sitio en el que se los ha edificado, generalmente, está a
cubierto de los fuertes vientos.
224 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Figura 15. Piedra de las Guitarras del Puesto Piedra Pintada.

Conclusiones

La arquitectura y las construcciones de los puestos en el Cerro


Muñoz, ha obedecido a la necesidad de las estancias del Valle de
Tafí de contar con una infraestructura que le permitiera controlar
los diversos potrerillos en los que el ganado iba rotando, por un
lado, y como jalones o postas en la ruta que, tras cruzar el cerro,
permitía llegar al mercado catamarqueño.
Los puestos han sido construidos completamente en piedra, con
materiales del lugar y de arquitectura sumamente sencilla.
El patio es un elemento presente en casi todas las construccio-
nes y las pircas circundantes al núcleo habitable, permitía mante-
nerlo cercado de los animales.
Los grandes corrales servían para reunir al ganado del puesto
o recibir al ganado que era arriado.
F. A. Montilla Zavalía, «Arquitectura andina tucumana en el valle de Tafí» 225

La pérdida de interés en el mercado de hacienda catamarque-


ño, ocurrido luego de la llegada del ferrocarril a Tucumán (1876),
modificó la función de los puestos que, sin desaparecer, continuaron
con la ganadería a pequeña escala y se volvieron eminentemente
pastoriles.
Finalmente, con la llegada del camino de automóvil y la trans-
formación de Tafí, los puestos de la alta montaña del Aconquija
comenzaron a quedar abandonados.

Referencias Bibliográficas

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del Valle de Tafí. Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán.
Carrizo, J. A. (1937). Cancionero Popular de Tucumán. Buenos Aires.
Espeche, F. (1875). La Provincia de Catamarca. Buenos Aires.
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del Plata. Datos topográficos, históricos y económicos. Buenos
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Parish, Woodbine (1853). Buenos Aires y las Provincias del Río de
la Plata desde su descubrimiento y conquista por los españoles.
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Páez de la Torre, C.; Cornet, P. L. (2011). Una Historia de Tafí del
Valle. Tucumán.
Piossek Prebisch, T. (1986) Los hombres de la entrada. Tucumán
Robles Mendilaharzu, R. (1950). El camino de Tucumán a los Valles
Calchaquíes. Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán.
226 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Noticia sobre la fundación de la


plaza Rivadavia en la ciudad
de Tucumán (1931)

Agustín María Wilde *

La Municipalidad alterada

L a gestión municipal en la capital de la provincia de Tucumán se


vio profundamente alterada en el bienio 1930-1932. Durante el
segundo período como intendente capitalino de Juan Luis Nougués,
a partir de 1929, comenzaron una serie de rispideces entre el go-
bierno provincial conducido por los radicales y el gobierno comunal
en manos de los blancos. De resultas de esos enfrentamientos entre
la UCR provincial y el partido local de Nougués, la Municipalidad
de la ciudad de Tucumán1 fue intervenida por ley, y desde mayo de
1930 estuvo conducida por el comisionado Ercolino Lemme.
Sin embargo, pocos meses estuvo al frente el referido interven-
tor, pues el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930 inauguró
una época de facto con el consecuente cese de quienes desempe-
ñaban sus cargos hasta ese momento. Al ritmo de los constantes
cambios en las autoridades enviadas por el gobierno provisional
de la Nación tras intervenir la provincia, la intendencia capitalina

* Miembro correspondiente de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán. Abogado.


Historiador.
1
A lo largo de este trabajo nos referiremos a la ciudad de Tucumán, que era por
entonces el nombre de la capital de la Provincia hasta que en el año 1952 fue designada
«San Miguel de Tucumán», recobrando así la forma originaria en que era llamada a partir
de su fundación (1565) y posterior traslado (1685).
A. M. Wilde, «Noticia sobre la fundación de la plaza Rivadavia (1931)» 227

Membrete de documentos de la Municipalidad capitalina


de inicios de la década de 1930.

quedó sujeta al mismo frenesí en cuanto a los funcionarios que


asumían en ella: por ejemplo, en el primer semestre de 1931, al
interventor municipal Pedro N. Padilla2 sucedió como interventor
municipal interino Ismael A. Sosa, a quien siguió como nuevo in-
terventor Gaspar Taboada, siendo luego reemplazado interinamente
por Eduardo Bosch. Por lo común, estas modificaciones estaban
acompañadas por renuncias de los secretarios respectivos y por
nuevas designaciones en ese carácter.
La mentada inestabilidad política en la capital tucumana termi-
nó cuando a raíz de las elecciones del 17 de enero de 1932 entró
en funciones el intendente doctor Luciano Irrazábal, perteneciente
a la Bandera Blanca. De todos modos, las intervenciones municipa-
les de esos años se apuntaron algunas realizaciones en materia de
administración de la comuna.

La intervención Taboada

El 23 de marzo de 1931, el señor Gaspar Taboada3 (1870-1957)


fue designado por decreto del interventor nacional doctor Tito L.

2
El señor Pedro N. Padilla había renunciado a su cargo, y la vacante quedó cubierta
recién con el nombramiento de Taboada.
3
Taboada dejaba su puesto de presidente del Banco de la Provincia de Tucumán para
asumir la intervención municipal. Había sido diputado nacional por el Partido Liberal en
los años 20 del siglo pasado. De familia santiagueña, estaba casado con la tucumana María
Teresa Nougués.
228 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Arata como interventor titular de la Comuna de la Capital. Al día


siguiente tomó posesión del cargo, y el diario La Gaceta se expresó
en estos términos sobre el flamante funcionario: «Tallado en las
más duras luchas políticas, llega a la Municipalidad de la Capital
en momentos difíciles, en que arduos problemas administrativos y
políticos requerirán su atención».4
Poco más de un trimestre —hasta comienzos de julio de 1931—
duró su intervención en la Municipalidad de Tucumán, y pese a lo
breve de ese lapso fue abundante en obras, sobre todo de orden
urbanístico. En ese sentido, al informar sobre los trabajos de enri-
piado que la Municipalidad estaba llevando a cabo en la zona de
Villa Luján, El Orden afirmaba: «Sin duda alguna que el interventor
municipal señor Gaspar Taboada está empeñado en hacer obra. Día
a día su acción se nota por todas partes».5
Asimismo, un par de decretos suyos estaban dirigidos a la no-
menclatura de las calles de la ciudad. Uno muy extenso, fechado
el 8 de mayo de 1931,6 se ocupaba de dar nueva denominación a
numerosas arterias, entre ellas, las avenidas «Ejército del Norte»,
«Gobernador del Campo» y «Pedro Miguel Aráoz»; las calles «12
de Octubre», «Coronel Zelaya» y «Paso de los Andes»; y los pasajes
«Fray Manuel Pérez», «Tambor de Tacuarí» y «Marina Alfaro», ade-
más de bautizar algunas plazoletas como las «Mitre» y «Lillo».7 Otro,
dictado el 5 de junio de 1931,8 se dedicaba a dar nombre a varios
pasajes del municipio que no lo tenían: a uno lo designó «Malvi-
nas», y a los demás los llamó como a los territorios nacionales de
«Río Negro», «La Pampa», «Misiones» y «Neuquén».
Lo más significativo de toda esa labor relativa al diseño de la
trama urbana del municipio capitalino durante aquella intervención
fue, con seguridad, la fundación de la plaza Rivadavia, a partir
de un decreto firmado por el interventor Taboada y su secretario,
Tomás A. Craviotto.9 Cabe señalar que este decreto del interventor

4
La Gaceta, Tucumán, martes 24 de marzo de 1931, p. 4.
5
El Orden, Tucumán, jueves 25 de junio de 1931, p. 4.
6
Boletín Municipal de la ciudad de Tucumán, N° 125, Mayo de 1931, pp. 162-164.
7
El sabio Miguel Lillo había fallecido el 4 de mayo de 1931 en su casa en la zona
oeste de la ciudad.
8
Boletín Municipal de la ciudad de Tucumán, N° 126, Junio de 1931, pp. 209-210.
9
Craviotto era secretario de Hacienda e interinamente estuvo a cargo de la Secretaría
de Administración y Asistencia Social del municipio.
A. M. Wilde, «Noticia sobre la fundación de la plaza Rivadavia (1931)» 229

municipal fue dictado al amparo de la doctrina de facto que le


otorgaba validez.

Se crea la plaza Rivadavia10

En medio de «[u]na gran luna de miel para los sectores liberales,


alborozados con la definición de septiembre [de 1930]»,11 luego de
que el interventor federal Arata recibiera la visita del presidente de
facto Uriburu y decretara que una comisión investigadora exami-
naría las actuaciones administrativas del gobierno y de las munici-
palidades de la provincia durante el régimen depuesto, Taboada se
dispuso animosamente a crear un nuevo paseo público en la capital
de Tucumán. Sabía que contaba con las amplias facultades que el
doctor Arata le había ofrecido para el desempeño de su cargo, toda
vez que al aceptarlo declaró a la prensa que «un interventor de
nuestra primera Municipalidad no debe tener trabada su actuación
en ninguna forma».12 Para cumplir su propósito, comenzó por dictar
el referido decreto (N° 232).
Mediante esta breve norma que emitió el Departamento Ejecu-
tivo con fecha 16 de abril de 1931, se otorgó denominación a una
plaza y una calle13 del municipio en el mismo acto administrativo.
Con respecto a la plaza pública, el art. 1° disponía:

Desde la fecha, la plaza situada al frente de la “San Martín” entre las


calles Chacabuco, Ayacucho y Bolívar, se denominará plaza “Rivadavia” en
homenaje al genial estadista, a quien llamase el patricio historiador “el pri-
mer hombre civil de la patria de los argentinos”.

Y, acerca de la calle que ya estaba abierta, el art. 2° establecía:

La cuadra que queda entre la plaza a que se refiere el artículo 1° y el


Hospital de Aislamiento, se denominará calle “José Alico” en homenaje al
famoso baqueano al servicio de los ejércitos libertadores.

10
Es la actual plaza Los Decididos de Tucumán, que se inauguró el 23-09-2014 y cuya
denominación alude a los vecinos que tomaron la decisión de unirse al Ejército del Norte
para dar batalla en Tucumán en 1812.
11
Carlos Páez de la Torre (h): Historia de Tucumán, Buenos Aires, Pimeld Ediciones,
1983, p. 197.
12
La Gaceta, Tucumán, martes 24 de marzo de 1931, p. 4.
13
Boletín Municipal de la ciudad de Tucumán, N° 124, Abril de 1931, pp. 105-106.
230 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

La Plaza Rivadavia con el busto del prócer, según el aspecto que presentaba
a comienzos del presente siglo (gentileza Archivo La Gaceta).

Conviene aclarar que el «patricio historiador» que menciona


el art. 1° es Bartolomé Mitre, quien pronunció la citada frase en
ocasión del centenario del natalicio de Rivadavia.14 Y que «Alico»,
tal como refiere el art. 2°, es el sobrenombre del gaucho baqueano
José Alejandro Ferreira.15
En virtud de estos dos preceptos, en la capital provincial que-
daba fundada una nueva plaza —la Rivadavia—, y el pasaje aledaño
recibía el nombre de José Alico (aunque se lo llamó Hungría y hoy,
Albert Sabin).16 De esta manera, se proseguía con la puesta en valor
de terrenos del entorno de la plaza San Martín, cuya delineación se
remontaba a la segunda mitad del siglo XIX, aunque el monumento

14
El 20 de mayo de 1880 en la plaza Victoria, Mitre realizó la apoteosis de Rivadavia
al sentenciar que «es el más grande hombre civil de los argentinos, padre de sus instituciones
libres, cuyo espíritu renace en este día a la vida de la inmortalidad en los siglos».
15
José Alico nació en Santiago del Estero a fines del siglo XVIII y murió en Potosí en
1855. Sirvió como baqueano en el ejército independentista y en las filas unitarias, y le fue
otorgado el grado de teniente coronel.
16
Este pasaje lindaba también, como indica el decreto municipal, con el entonces
Hospital de Aislamiento, lugar donde en tiempos del peronismo se empezó a levantar la
Dirección de Profilaxis Social y más tarde se edificó el Hospital de Niños.
A. M. Wilde, «Noticia sobre la fundación de la plaza Rivadavia (1931)» 231

con la estatua del Libertador fue emplazado cuando aquélla quedó


«inaugurada el 24-9-1910».17

Viento en popa y encallamiento

En los meses subsiguientes, lo referente a la construcción de la


plaza «Rivadavia» avanzaba viento en popa. El 13 de mayo de 1931
el interventor Taboada aceptó mediante un decreto la donación de
un busto del prócer Bernardino Rivadavia que el escultor tucumano
Juan Carlos Iramain (1900-1973) había hecho a favor de la Munici-
palidad, y estableció que el mismo fuera «colocado en la plaza que
lleva el nombre esclarecido del genial estadista» (art. 1°). Dispuso,
asimismo, que los gastos que demandara la fundición y colocación
del mencionado busto tuvieran la debida imputación presupuestaria
según la ordenanza en vigencia (art. 2°).18
A principios de junio (el día 3), la intervención municipal,
alegando razones de urgencia, decidió que la colocación de las
cañerías de aguas corrientes en la plaza Rivadavia se adjudicara al
señor Francisco D’Onofrio, de acuerdo con la propuesta de éste, por
la suma correspondiente de $ 1.919 m/n.19 Y a fines de ese mes los
asuntos seguían marchando satisfactoriamente: el día miércoles 24,
a la espera de que durante esa semana estuvieran terminados los
trabajos de formación de la plaza y el monumento erigido con el
busto en bronce, Taboada se entusiasmó con ofrecer al ilustre Riva-
davia una oportunidad para rendir a su memoria un nuevo aunque
modesto homenaje a las excelsas virtudes del genial estadista». A
tal fin, fijó como fecha para inaugurar el monumento a Bernardino
Rivadavia en la plaza homónima el día 9 de julio de 1931 a las
16:00 hs. En el mismo decreto,20 se preocupó por diversos detalles
relacionados con la organización del acto de inauguración: solicitar
a la intervención federal que dictara el decreto de estilo y pidiera
la concurrencia de las fuerzas del ejército encargadas de tributar
honores; y solicitarle, asimismo, que designara a la persona que en
su nombre haría uso de la palabra; prever quién hablaría en nom-

17
Ventura Murga y Carlos Páez de la Torre (h): Las calles de San Miguel de Tucumán,
La Gaceta, Tucumán, 2005, p. 162.
18
Boletín Municipal de la ciudad de Tucumán, N° 125, Mayo de 1931, pp. 164-165.
19
Boletín Municipal de la ciudad de Tucumán, N° 126, Junio de 1931, pp. 208-209.
20
Ibídem, p. 216.
232 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

bre de la Comuna durante la ceremonia; e invitar especialmente a


la Sociedad de Beneficencia21 a concurrir al acto y a designar a su
propio orador para esa fecha, etc.
Pero los vientos favorables que soplaban se toparon con algu-
nos escollos que cambiaron el curso del homenaje previsto: otra
vez, las dificultades en el horizonte político aparecieron para torcer
el rumbo planeado. El 30 de junio, el vespertino El Orden daba
cuenta de rumores que habían circulado acerca de la renuncia que
habría presentado ese día el interventor comunal Gaspar Taboada,
motivada por el giro de los acontecimientos políticos.22 Ocurre que
la inestabilidad de la intervención federal entre 1930 y 1932 era
proverbial: tras la renuncia del interventor nacional Arata, vino
a ocupar su función el doctor Horacio Calderón a partir del 6 de
julio y, como lógica derivación, un interventor municipal interino
fue puesto a cargo de la intendencia de la capital: Eduardo Bosch.
Éste dictó un decreto el 8 de julio de 193123 que hizo encallar el
momento de la inauguración de la plaza Rivadavia: postergó el acto
que debía realizarse el 9 de julio para una fecha que oportunamente
se dispondría una vez que fueran designadas las autoridades princi-
pales de la Comuna capitalina.24 De todos modos, al inaugurarse la
plaza Rivadavia debían llevarse a efecto los actos que determinaba
el decreto del 24 de junio, lo cual habría de suceder durante ese
segundo semestre de 1931. No debe perderse de vista, además, que
la atención estaba fijada en la situación crítica que atravesaba la
Comuna en cuanto a su estado financiero.

Un folleto con el decreto fundacional

Con motivo de la fundación de la plaza Rivadavia, se editó un


folleto 25 en cuyo anverso se reproduce el decreto municipal del

21
Se la invitaba especialmente porque la Sociedad de Beneficencia había sido fundada
en Buenos Aires por el ministro Rivadavia en 1823.
22
El Orden, Tucumán, martes 30 de junio de 1931, p. 3.
23
Boletín Municipal de la ciudad de Tucumán, N° 127, Julio de 1931, p. 274.
24
Dichas autoridades asumieron el 3 de septiembre de 1931, con el doctor Ernesto
Rusiñol Frías al frente de la intervención municipal.
25
Llegó a nuestras manos junto con otros papeles del periodista Casiano Flores Franco,
por medio de su hija, la profesora Eugenia Flores de Molinillo. Pensamos que fue distribuido
en el acto de inauguración de la plaza.
A. M. Wilde, «Noticia sobre la fundación de la plaza Rivadavia (1931)» 233

Folleto impreso con el decreto municipal del 16-04-1931,


que crea la Plaza Rivadavia.

16 de abril de 1931, a través del cual se originaba ese bien del


dominio público para uso y disfrute del vecindario de Tucumán. A
continuación, figuran dos textos que ocupan las restantes carillas
impresas.
El primer texto que acompaña al decreto municipal está ubica-
do al medio del folleto y se vincula con el art. 1° de dicha norma.
Consiste en la transcripción íntegra del discurso pronunciado por
el general Bartolomé Mitre cuando fueron depositados los restos de
Rivadavia en el cementerio de la Recoleta (Buenos Aires) en 1857.
Mitre habla allí en nombre de sus compañeros de armas, y destaca
las cualidades ético-políticas que tuvo don Bernardino Rivadavia en
su actuación, así como subraya el deber moral de la posteridad de
rendir culto a la figura de ese prohombre.
234 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

El segundo texto está incluido en el reverso del folleto y se


corresponde con el art. 2° del decreto. Se trata de un artículo sobre
José Alico extraído del libro que Julio A. Costa26 publicó en 1926
con el título Rosas y Lavalle (Buenos Aires, Talleres Gráficos L.J.
Rosso y Cía.). La semblanza que el autor hace allí de Alico Ferreira
lo muestra como un diestro conocedor del territorio, siempre al
servicio de las armas patriotas y de la libertad, y pone de resalto
su lealtad incondicional hacia el general Lavalle.

El trasfondo político-ideológico

A) Discrepancias políticas
El movimiento militar que derrocó al presidente Yrigoyen el 6 de
septiembre de 1930, con el apoyo de civiles y de la opinión pública,
implicó la primera ruptura de la continuidad constitucional en la
República Argentina. Como necesaria consecuencia, el líder de aquel
primer golpe de Estado, el teniente general José Félix Uriburu, se
puso a la cabeza del gobierno provisional formado de inmediato,
y las provincias y los municipios tuvieron, por ende, la experiencia
primigenia de ser gobernados por autoridades de facto.
El grupo político que respaldaba al general Uriburu era un
conglomerado de contornos imprecisos, pero de un tono definido:
el núcleo principal lo formaban las agrupaciones de la juventud
nacionalista, a las que se sumaba un puñado de conservadores na-
cionalistas y una porción minoritaria del ejército; en fin, se trataba
de todos aquellos que estaban situados en la extrema derecha del
arco político. Pero como adolecían del suficiente peso específico,
Uriburu debió buscar apoyo en otras posiciones políticas cercanas:
los sectores conservadores liberales.
Por esta razón, existían discrepancias políticas muy marcadas
en la cúpula gubernista. «Liberales y nacionalistas chocaron en el
gobierno de Uriburu como desenlace de la heterogeneidad de fuer-
zas que habían confluido en favor del movimiento revolucionario».27

26
Julio Costa (1856-1939) era periodista e historiador, y había sido gobernador de
Buenos Aires en el período 1890-1893. Su hijo, el doctor Francisco Costa Paz, fue ministro
de Hacienda, O. Públicas e Industrias del interventor Arata.
27
La Nación. Un siglo en sus columnas. Número Extraordinario del domingo 4 de
enero de 1970, p. 72.
A. M. Wilde, «Noticia sobre la fundación de la plaza Rivadavia (1931)» 235

Mientras los primeros adherían a una línea liberal, de tendencia


legalista, proclive a la preservación del orden constitucional y del
sistema electoral precedentes, los segundos adherían a una línea
corporativa, de corte fascista, que pretendía una reforma constitu-
cional para representar a los distintos sectores sociales en corpora-
ciones. La postura corporativista alentada por el uriburismo condujo
a la formación de la Federación Democrática, un nucleamiento de
conservadores, socialistas independientes y antipersonalistas que
opuso resistencia a ese plan para luego desintegrarse. «La Fede-
ración Democrática ha cumplido [así] un señalado servicio a la
República al impedir los intentos de instaurar el fascismo en la
Argentina por parte de los colaboradores que rodeaban al general
Uriburu».28
Llevando a cuestas el fracaso del intento corporativo y el re-
sultado adverso de las elecciones «piloto» de abril de 1931 en la
provincia de Buenos Aires, el jefe del gobierno provisorio debió
declinar su proyecto. «Finalmente Uriburu tuvo que entregarse a
las fuerzas conservadoras, que eran las únicas que lo apoyaban».29
Al cabo, fueron ellas las que en buena medida coadyuvaron a im-
primirle un tinte reaccionario al gobierno de «von Pepe».
En este sentido, es interesante reparar en la visión de un ex-
tranjero que fue testigo del fragor de esos años. Manuel Seoane,
un periodista peruano aprista que estaba exiliado y que fue dete-
nido en Buenos Aires por el gobierno de Uriburu, hace una breve
inspección de la realidad política de la Argentina que vivió y traza
un perfil del líder de la Revolución del 30 en la segunda parte de
su libro Rumbo Argentino:
El general Uriburu era usufructuario del golpe de fuerza y no se sintió
obligado hacia quienes le acompañaron entre vítores hasta las puertas de
la Casa Rosada. […] Por eso formó gabinete con figuras conspicuas de la
aristocracia directamente vinculadas a él y con elementos del Partido Con-
servador. Su Junta de Gobierno no representaba todos los matices políticos
que habían concurrido, en una u otra forma, a empujar la revolución. No
era Junta de Gobierno antiirigoyenista. Era Junta de Gobierno uriburista, o
una Junta de Gobierno conservadora indirectamente.30

28
Roberto Azaretto: Historia de las Fuerzas Conservadoras, Buenos Aires, Centro Editor
de América Latina, 1983, p. 80.
29
Félix Luna: Historia de los argentinos, T.2, Buenos Aires, Planeta, 1994, p. 277.
30
Manuel Seoane: Rumbo Argentino. Biblioteca América Vol. N° XI, Santiago de Chile,
Ed. Ercilla, 1935, p. 147.
236 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

B) Uniformidad ideológica

A pesar de su ingénito talante antiliberal, el régimen dictatorial de


Uriburu jamás abjuró de la tradición liberal en materia histórica. Lo
demuestra el discurso que su ministro del Interior y mano derecha,
Matías G. Sánchez Sorondo, dio desde los balcones de la Casa Ro-
sada el 8 de septiembre de 1930, dos días después del golpe:

El 6 de septiembre de 1930 marca en la historia argentina una de las


grandes fechas nacionales, junto con el 25 de mayo y el 3 de febrero. Son
las revoluciones libertadoras. Y ésta es la única que ha triunfado después de
la organización nacional, a diferencia de los otros pronunciamientos, porque
destituida de carácter político o partidario, sólo contiene la exigencia impos-
tergable de salvar las instituciones.31

Tal como surge de ese párrafo de su alocución, el ministro,


además de haber dejado en claro que el propósito de la revolución
de septiembre era salvar las instituciones de la Nación, asociaba
el movimiento golpista con la filiación histórica de la línea Mayo-
Caseros propia de la interpretación liberal del pasado.
Desde este punto de vista, no había fisuras entre los naciona-
listas partidarios del general Uriburu y los grupos conservadores de
cuño liberal que respaldaban la experiencia de facto. Aun cuando
«[…] en el plano de las ideas, el tránsito del liberalismo al naciona-
lismo, vía una alianza política con los conservadores, fue una de las
opciones principales de muchos integrantes de la derecha argentina
en esos años 30»,32 esa posibilidad era muy incipiente o prematura:
todavía no había hecho su irrupción el revisionismo histórico.
Por el contrario, existía uniformidad en el terreno ideológico
debido a la adopción del criterio de la historia liberal. Y como las
administraciones provinciales y municipales estaban orientadas en
la política del gobierno provisional, replicaban en esos niveles las
posturas ideológicas oficiales. Así como Uriburu había invocado en
un discurso «el nombre de la patria y la memoria de los próceres
que impusieron a las futuras generaciones el sagrado deber de en-
grandecerla», al asumir la intervención en la ciudad de Tucumán,

31
https://www.educ.ar/recursos/129235/discurso-ministro-matias-sanchez-sorondo-
reivindicando-golpe/download/inline (18-04-2022).
32
Fernando Devoto y Nora Pagano: Historia de la historiografía argentina, Buenos
Aires, Ed. Sudamericana, 2009, p. 255.
A. M. Wilde, «Noticia sobre la fundación de la plaza Rivadavia (1931)» 237

Retrato de Bernardino Rivadavia, en una pintura de autor anónimo.


238 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Gaspar Taboada expresó el anhelo de cumplir con su deber y po-


nerse al servicio de los intereses comunales bajo esta impetración:
«Pido a Dios como creyente y a los próceres de nuestra nacionali-
dad, iluminen mis actos».33
Taboada podía dar rienda suelta a su preocupación por la histo-
ria —que ya había manifestado al editar en 1929 el primer tomo de
los documentos de sus ancestros mitristas con el título Los Taboada.
Luchas de la Organización Nacional—, puesto que los decretos de
nomenclatura de calles le brindaban esa oportunidad. Uno de ellos
—el del 8 de mayo de 1931— se fundamentó en «el propósito de
que […] las nuevas generaciones evoquen gratamente nuestro pa-
sado histórico que es deber cuidar y respetar», y en el articulado se
hicieron abundantes menciones a la Historia de Belgrano de Mitre o
a las figuras que él narró (Falucho, el Tambor de Tacuarí), así como
a personajes antirrosistas (v.gr. el coronel Grimau y Gálvez), todos
los cuales se emplearon en las denominaciones prescriptas. En lo
que respecta al decreto del 16 de abril de 1931, al bautizar la plaza
se cita la célebre frase del «patricio historiador» Mitre para inmor-
talizar a Rivadavia como el más grande hombre civil, y se elige el
nombre del baqueano unitario Alico para la calle contigua.
Por cierto, la designación de la plaza Rivadavia por el inter-
ventor Taboada encuadró en el panteón de próceres enaltecidos
por la historiografía oficial. La escuela liberal mitrista glorificaba
a Rivadavia por ser el mentor de las reformas liberales e institu-
ciones progresistas en la «feliz experiencia» de Buenos Aires y el
primer presidente legal de la República durante la década de 1820.
Es que, para el pensamiento liberal argentino, Bernardino Rivada-
via (1780-1845) era considerado el arquetipo del reformador que
transforma las ideas de progreso en grandes realizaciones. Durante
la década de 1930 y también en la anterior, su figura venía sien-
do objeto de atención para los historiadores: Enrique de Gandía,
al prologar el libro de C. Galván Moreno sobre la vida y obra de
Rivadavia (1940), consignaba que «[l]os estudios verdaderamente
serios sobre Rivadavia han hallado en estos últimos tiempos autores
de autoridad indiscutida: Emilio A. Coni, Mario Belgrano y Ricardo
Piccirilli».34

El Orden, Tucumán, martes 24 de marzo de 1931, p. 3.


33

Enrique de Gandía: «Prólogo», en C. Galván Moreno: Rivadavia. El estadista genial,


34

Buenos Aires, Claridad, 1940, p. 11.


A. M. Wilde, «Noticia sobre la fundación de la plaza Rivadavia (1931)» 239

Muy distinta sería la otra mirada sobre el ministro de gobierno


de Buenos Aires y el presidente unitario de la República Argentina a
causa de la publicación de los hermanos Irazusta de 1934 La Argen-
tina y el imperialismo británico. En esta obra, partida de nacimiento
de la corriente revisionista, «[…] se analizaban las características
coloniales del acuerdo [Roca-Runciman] y cómo se repetía la de-
pendencia desde la época de Rivadavia».35 Sostienen allí los autores
que la oligarquía argentina nació cuando los rivadavianos exaltaron
a su jefe a la presidencia el 7 de febrero de 1826, y se detienen en
los antecedentes de Rivadavia, revelando sus propósitos con juicios
lapidarios (por ejemplo, reducir el perímetro de la Revolución de
Mayo a la capital, olvidándose del interior del país porque «insti-
tuciones perfectas, no una gran nación, era lo que él trataba de
fundar»)36 y señalando sus desaciertos (por caso, los errores que
tuvo en el asunto de la guerra con el Brasil). Las críticas formuladas
a la época rivadaviana continuaron en las décadas posteriores en la
producción de varios revisionistas, entre otros, José María Rosa.
Por otra parte, el prócer ya contaba con un homenaje previo en
el trazado urbano de la capital tucumana. La calle Rivadavia databa
de 1867, diez años después de la repatriación de los restos de don
Bernardino. En aquel tiempo, bajo la presidencia de Mitre, se des-
envolvían en la provincia administraciones liberales, y en la ciudad
capital funcionaba una municipalidad, de acuerdo con lo prescripto
por la Constitución de 1856 entonces vigente. Precisamente, en
aquel año 1931 la calle Rivadavia prolongación desde la avenida
Sarmiento hasta el bulevar de los Ejidos del Norte se estaba maca-
damizando, conforme a un decreto que autorizaba al Departamento
de Obras Públicas a efectuar por administración tal reparación. Y
con el anuncio de esa calle pavimentada y con libre tránsito, una
firma ofertaba terrenos en venta en «Barrio Rivadavia».

35
Alberto Lettieri: La Historia Argentina. Nacional y Popular. De los orígenes hasta la
actualidad, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2018, p. 162.
36
Rodolfo y Julio Irazusta: La Argentina y el imperialismo británico, Buenos Aires,
Ediciones Argentinas Cóndor, 1934, p. 136.
240 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Bibliografía

Azaretto, Roberto: Historia de las Fuerzas Conservadoras, Bibliote-


ca Política Argentina, Buenos Aires, Centro Editor de América
Latina, 1983.
Devoto, Fernando y Nora Pagano: Historia de la historiografía ar-
gentina, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2009.
Gandía, Enrique de: «Prólogo», en C. Galván Moreno: Rivadavia. El
estadista genial, Buenos Aires, Claridad, 1940.
Irazusta, Rodolfo y Julio: La Argentina y el imperialismo británico,
Buenos Aires, Ediciones Argentinas Cóndor, 1934.
Lettieri, Alberto: La Historia Argentina. Nacional y Popular. De los
orígenes hasta la actualidad, Buenos Aires, Prometeo Libros,
2018.
Luna, Félix: Historia de los argentinos, T.2, Buenos Aires, Planeta,
1994.
Murga, Ventura y Carlos Páez de la Torre (h): Las calles de San
Miguel de Tucumán, La Gaceta, Tucumán, 2005.
Páez de la Torre (h), Carlos: Historia de Tucumán, Buenos Aires,
Pimeld Ediciones, 1983.
Seoane, Manuel: Rumbo Argentino, Biblioteca América Vol. N° XI,
Santiago de Chile, Ed. Ercilla, 1935.

Fuentes documentales

Boletín Municipal de la ciudad de Tucumán, Nros. 124, 125, 126


y 127, 1931.
Diarios El Orden y La Gaceta.
Discurso del ministro del Interior Matías Sánchez Sorondo, des-
de los balcones de la Casa Rosada, reivindicando el golpe de
Estado contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen, en 1930.
La Nación. Un siglo en sus columnas, Número extraordinario del
04-01-1970.
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 241

Acciones destacadas de la Junta


de Estudios Históricos de Tucumán
(2019-2022)

Marzo 2019

Presentación de la Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tu-


cumán Nº 16 en el Centro Cultural Alberto Rougés de la Fundación
Miguel Lillo, el 16 de marzo. Habló Teresa Piossek Prebisch y pre-
sentó Pedro León Cornet con apoyo de imágenes.

Mayo 2019

La muestra La Ciudad en Escala. [Maquetas de edificios y templos


históricos] En convenio con la Facultad de Arquitectura y Urbanis-
mo y el Museo de Arte Sacro de Tucumán. Contó con el auspicio
especial [subsidio] de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán.
Curaduría de Sara Peña de Bascary, organizadora, juntamente con
Doctora Olga Paterlini de Koch, quien presentó la exposición el 23
de mayo y Lic. Carmen Ocaranza Zavalia, del Museo Sacro, que
diseño el catálogo. Fue un éxito, por la calidad de las maquetas, por
el público que la visitó. Se extendió hasta septiembre de 2019.
242 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

La exposición «La Ciudad en Escala».

Banner de «La ciudad en Escala».


Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 243

Julio de 2019

La Presidente de la Junta de Estudios Históricos, Lic. Teresa Pios-


sek Prebisch recibió del Senado de la Nación, el Premio Domingo
Faustino Sarmiento por su trayectoria Acompañada por su hermana
Lucia en la foto. Fue homenajeada por miembros de la Junta.

En el mismo mes debido, al estado ruinoso de la Iglesia y Con-


vento de San Francisco, la Junta y sus miembros realizaron tareas
de difusión del estado de la misma procurando concientizar a la
opinión pública para instar a la restauración, apoyando a la Dra.
Olga Paterlini de Koch que preside la Comisión para la puesta en
valor del histórico templo.

Octubre-noviembre de 2019

El 1 de noviembre Sara Peña de Bascary y Elena Perilli de Colom-


bres Garmendia elevaron proyecto de homenaje en el Bicentenario
de la muerte del general Belgrano con diversas actividades académi-
cas el que fue aprobado.
244 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Diciembre de 2019

En primeros días de diciembre Peña y Perilli enviaron la convoca-


toria para presentar trabajos para el libro en homenaje al general
Belgrano (parte del proyecto presentado el mes anterior).

Marzo de 2020

A comienzos de marzo de 2020 la Junta programó una mesa panel


para abordar distintos aspectos de la vida de Belgrano en el Centro
Rougés de la Fundación Lillo. Esta actividad se suspendió por la
pandemia.

Abril a junio de 2020

Desde abril de 2020 y en razón de la reprogramación de actividades


para homenajear a Belgrano, Sara Peña y Elena Perilli proyectaron
la publicación cotidiana, en Facebook oficial de la Junta, de diver-
sos aspectos belgranianos con textos de miembros de la Junta que
colaboraron con gran entusiasmo. Se realizaron 43 notas ilustradas
hasta el 20 de junio de 2020. El diseño de las notas estuvo a cargo
de Sara Peña de Bascary.

Junio a agosto. 2020

Se organizó la edición del libro Belgrano, la Patria al Norte, con


trabajos que habían presentado miembros de la Junta: Teresa Pio-
ssek Prebisch, Carlos Páez de la Torre (h), Elena Perilli de Colom-
bres Garmendia, Pedro León Cornet, Sara Peña de Bascary, Sara G.
Amenta, Félix Alberto Montilla Zavalía, Agustín Wilde e invitados
especiales: Cecilia Guerra Orozco, Gregorio Caro Figueroa y Juan
Carlos Marinsalda. Se obtuvo auspicio [subsidio] especial de la Mu-
nicipalidad de San Miguel de Tucumán para encarar la edición, que
fue cuidada por Elena Perrilli de Colombres Garmendia y Sara Peña
de Bascary (coordinadoras).
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 245

Tapa e imágenes del interior del libro Belgrano, la Patria al Norte.

Septiembre 2020

El libro Belgrano, la Patria al Norte fue presentado en vivo y directo


por las coordinadoras en La Gaceta Play y CCC. Programa especial
conducido por Jose Nazaro.

Octubre a Diciembre 2020

Se continuó con publicaciones de notas ilustradas de temas varios


aportados por miembros de la Junta en Facebook.
El libro Belgrano, la Patria al Norte, versión digital, está dispo-
nible en el Repositorio Digital de la Academia Nacional de la His-
toria, en Issu y Scribd y en el Drive de la Junta (ver hipervínculos
en p. 259).

Años 2021-2022

Febrero 2021

Se publicó el día 1 del mes en la web el libro Belgrano, según his-


toriadores, testimonios e imágenes; reúne 43 notas ilustradas publi-
246 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Portada del libro Belgrano según historiadores,


testimonios e imágenes (2021).

cadas en Facebook en marzo a junio 2020, en formato digital. Tra-


bajos de: Perilli de Colombres Garmendia (nueve) Montilla Zavalía
(uno), Marta Beatriz Silva (dos), Peña de Bascary (siete), Sara G.
Amenta (tres) Paterlini de Koch (cuatro), Nélida Beatriz Robledo
(cuatro), Pedro L. Cornet (once), Lucia Piossek (uno) y Alberto Ni-
colini (uno). Edición en 463 págs., ISBN 978 998-72514 259 (ver
hipervínculos para su descarga en p. 259).

Marzo a diciembre de 2021

Jornadas - Libro

En el mes de marzo los nuevos miembros de Número de la Junta


Dra. Cecilia Guerra Orozco y Dr. Facundo Nanni presentaron un
proyecto para realizar las Jornadas Unitarios y federales en el NOA
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 247

1840-1852. Recordando a Marco Avellaneda a 180 años de su muerte.


Fue aprobado y se inició la difusión e invitación a participar. Por
la pandemia debimos suprimir estas Jornadas, pero los trabajos
que recibimos, seleccionados por referato, se decidió publicar en
libro Tiempo de Unitarios y Federales (1841-1852) con artículos de
Facundo Nanni, Cecilia Guerra Orozco, Elena Perilli de Colombres
Garmendia, Sara Peña de Bascary, Juan Carlos Marinsalda y Agustín
Wilde (ver hipervínculos para su descarga en p. 259).

Crónicas Históricas, nueva publicación

No hubo actividades presenciales


por la pandemia. Las acciones
fueron virtuales. Se creó el bo-
letín Crónicas Históricas. El pri-
mer número fue dedicado a la
Memoria del Doctor Carlos Páez
de la Torre (h) 1940-2020. Ho-
menaje de los miembros de la
Junta con textos de cada uno de
ellos e ilustraciones. Publicado el
26.03.2021 (ver hipervínculos en
p. 259).

Distinciones

Junio 2021.— La Legislatura distinguió a la Junta de Estudios His-


tóricos de Tucumán por su aporte a la Historia de Tucumán y a sus
miembros Sara Peña y Elena Perilli por el libro Belgrano, la Patria
al Norte.
248 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Crónicas Históricas, más números

Julio 2021.— Crónicas Históricas II, «Roca y Tucumán», Conferencia


del Dr. Carlos Páez de la Torre (h); reeditado por la Revista Todo
es Historia en su número de octubre 2021, con el nombre «Roca de
Tucumán a la Presidencia de la Nación.»

A gosto 2021.— Crónicas Históricas III: «San Martín, su paso por


Tucumán», Elena Perilli de Colombres Garmendia.

Octubre 2021.— Crónicas Históricas IV: «Voces y Poemas al 9 de Ju-


lio»; «A Belgrano y la Batalla de Tucumán,» de Pedro León Cornet.
ISBN 978 987 25142-66.

Todas las ediciones disponibles en versión digital (ver hiper-


vínculos en p. 259).

Auspicio

A las Jornadas de la Autonomía de Catamarca, organizadas por la


Junta de Estudios Históricos de Catamarca, agosto 2021. Fue desig-
nada Miembro Correspondiente por Catamarca la Mgr. Gabriela de
La Orden.
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 249

Noviembre 2021

Libro Tiempo de Unitarios y Federales

Revisión, preparación y presentación del libro Tucumán Tiempo de


Unitarios y federales (1741-1852), ISBN 987-987-25142-7-3. Comité
editorial: Facundo Nanni, Cecilia Guerra y Sara Peña - Elena Perilli
(coordinadoras). El libro en versión digital se presentó en noviem-
bre de ese año 2021 (ver hipervínculos para su descarga en p.
259); posteriormente se gestionará su edición impresa.

Diciembre 2021

La última Crónicas Históricas del año

Diciembre 2021.— Crónicas Históricas V: «Bicentenario del Patrimo-


nio Azucarero de Tucumán». Olga Paterlini de Koch. ISBN 987-898-
72514280 (ver hipervínculos para su descarga en p. 259).
250 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Año 2022 – Hasta el 30 de septiembre

Ciclo de conferencias, entre abril y mayo

Se incorporaron tres miembros de


número designadas el año anterior,
Dra. María Lelia García Calderón,
Dra. Georgina Abbate y Dra. Marisa
Davio. Fueron presentadas por la Vi-
cepresidente Mgr. Irene García. En el
Centro Rougés de la Fundación Lillo
se llevaron a cabo las incorporacio-
nes formales con conferencias de:
– Dra. María Lelia García Cal-
derón con el tema: Familia, poder
y dinámica social en San Miguel de
Tucumán a fines del siglo XVIII».
– Dra. Georgina Abbate: Cabildos,
Congresos y Legislaturas. La dinámi-
ca institucional de Tucumán (1819-
Elena Perilli presenta a la Dra. García
Calderón en el acto de los nuevos
1824).
Miembros de la Junta. – Dra. Marisa Davio: Patria o Rey
Dilemas frente a la guerra de la in-
dependencia en el espacio sur andino
(1812-1825).

Publicaciones

Miembros de la Junta en el acto de incorporación de la Dra. García Calderón.


Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 251

– Se envió a la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires las


dos últimas revistas y el libro Belgrano, la Patria al Norte.

– Se trabajó en la preparación de trabajos para la Revista Nº 17 de


la Junta. Se designó Directora de la misma a Sara Peña de Bascary.
Conforman la Comisión de Referato: Irene García de Saltor, Olga
Paterlini de Koch y Facundo Nanni. Presentaron trabajos: Olga Pa-
terlini, Félix Montilla Zavalía, Agustín Wilde, Florencio Aceñolaza,
Elena Perilli, Irene García, Marisa Davio, María Lelia García Cal-
derón, Georgina Abbate. Entró en prensa [diagramación] el 1º de
agosto. Se editará en la segunda mitad de 2022.

Auspicio

La Junta auspició la muestra realizada por el Dr. Félix Montilla


Zavalía: «Una historia en madera. Réplicas de nuestro patrimonio
arquitectónico.» Tuvo lugar en el Centro Cultural Rougés de la Fun-
dación Lillo.

Otras acciones

– A lo largo del período se publicaron en Facebook mensualmente


las Efemérides tucumanas de Teresa Piossek Prebisch. Estas fueron
actualizadas e ilustradas con renovadas imágenes.

– En La Gaceta publicaron artículos, entre otros: Facundo Nanni


«Día de la Soberanía Nacional: Rosas sigue generando furibundas
pasiones»; Elena Perilli de Colombres Garmendia: «Tucumán en la
Asamblea de 1813. Nicolás Valerio Laguna» «Belgrano, la Bandera, el
Norte»; «Presencia de San Martín en Tucumán»; Pedro León Cornet:
«Domingo Alejo Millán un héroe tucumano, casi en el olvido». Marisa
Davio «Güemes un héroe fuera de serie»; Agustín Wilde (miembro
correspondiente), «Las lecciones de Avellaneda para la Argentina de
las grietas»
252 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Crónicas Históricas VI el 9 de julio se publicó en la cuenta de


Facebook oficial de la Junta: «Los días y la Gente. Tucumán 1816»,
ISBN 978 987 25142 9 7 de Elena Perilli de Colombres Garmendia y
Sara Peña de Bascary (ver hipervínculos para su descarga en p. 259).

Publicaciones en redes virtuales


https://es-la.facebook.com/juntahistoria/

– Irene García: «Combate de San Lorenzo. Construcción de un


territorio para la Patria».
– Elena Perilli: «Calor en Tucumán»; «Temblores en Trancas, siglo
XIX»; «La Asamblea de 1813».
– Pedro León Cornet: «El camino de don Lucas»; «El hombre que
construía el correo»; «Aviones en Tucumán y vuelos a Tafí del Valle»;
«Un alférez muy particular;» «Breve reflexión sobre el 25 de Mayo.»
«Los propietarios salteños en Tafí del Valle».
– Olga Paterlini de Koch. «El edificio de correos de Tucumán».
– Sara Peña de Bascary: «El Triunfo en Salta se conoce en Buenos
Aires», «Marcos Paz gobernador y la Ciudad de Tucumán»; «La noti-
cia de Caseros en Tucumán», «Apuntes sobre el Coronel José Segundo
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 253

Roca»; «El San José de los Molina», «La ciudad de Tucumán es una
de las más bonitas de la República. Paulino Rodríguez Marquina», «La
Iglesia de San Ignacio de la Cocha».
– Marisa Davio: «El General Manuel Belgrano. La Bandera Na-
cional y su actuación en las campañas del Alto Perú.
– María Lelia García Calderón. « A propósito del 17 de agosto».
– Georgina Abatte: «La gran victoria del “ejército pequeño”, Tu-
cumán, 1812».
– Se reeditaron notas de: Teresa Piossek Prebisch: «Rescatando
recuerdos de los años 30.» De Pedro León Cornet: «Los jardines de
infantes». De Alberto Nicolini «Recordando a Sarmiento», de Lucia
Piossek Prebisch «Juan Bautista Alberdi», Y, con nueva diagramación
e imágenes: «Revisitando el éxodo jujeño» de Marta Beatriz Silva y
«Alberdi, su padre y el General» de Sara Peña de Bascary.
– También se publicó el «Catálogo General con el índice de Pu-
blicaciones de la Junta».

Entrevistas

En La Gaceta, en el programa, «La Otra pregunta» con la participa-


ción de la Dra. Olga Paterlini de Koch sobre los pueblos azucareros
de Tucumán. En programa «Especial del 9 de Julio» participó como
invitada Sara Peña de Bascary
La Dra. Paterlini en forma sostenida desarrolla su tarea para la
preservación patrimonial del Templo y Convento de San Francisco.
La Sra. Sara Peña de Bascary asesora en museología al Museo de
Arte Sacro del Arzobispado. Con ellas la Junta reafirma su vocación
de defensa del patrimonio.

Nos dejaron durante 2019-2021

Durante este Período la Junta lamentó el fallecimiento de miembros


de número: Ventura Murga (16-12-2019) Justino Terán Molina (12-
2-2020) y Carlos Páez de la Torre (h) (26-3-2020). Lucia Piossek
Prebisch (15-11-2020), Nélida Beatriz Robledo (31.1.2021) y Diego
Lecuona (28-6-2021). Recordamos a cada uno especialmente.
254 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

El 16 de diciembre de 2020 nos dejó


el historiador V entura M urga .
Miembro fundador de la Junta en
1966. Integró siempre su comisión
directiva como Secretario y Director
de su Revista. Se destacaba por su
sobrio modo de ser. Era un caballe-
ro de distinguidos modales. De una
gran generosidad con sus colegas a
quienes brindaba incondicionalmen-
te datos históricos y genealógicos.
El historiador Ventura Murga.
Incansable investigador en el Archi-
vo Histórico de la Provincia y en los
archivos parroquiales. Dio a conocer sus hallazgos en numerosos
artículos y monografías, muchos en la Revista de la Junta. Fue coau-
tor de libros, como: «Municipalidad de San Miguel de Tucumán.
Origen. Evolución. Obras», «San Miguel de Tucumán, las calles y
sus nombres», «Historia de Trancas», «Historia de la Justicia y la
Abogacía en Tucumán», «Los López» y «Tucumán, el libro del Siglo»,
entre otros. Era uno de los grandes genealogistas argentinos. La
Junta de Estudios Históricos no olvidará su paso por la Institución.

El 12 de febrero de 2020 falleció


el doctor Justino Terán Molina.
La Junta de Estudios Históricos de
Tucumán, conmovida, le despidió,
en la web, con recuerdos, imágenes
en actividades, actos y con sus li-
bros al estimado colega, abogado,
historiador y genealogista Miembro
de Número y Pro secretario de la
Institución que nos dejó sorpresiva-
mente muy joven. Con gran cariño
Dr. Justino Terán Molina.
y con el imborrable recuerdo de su
participación tan activa y entusiasta,
siempre presente con gran calidad en sus acciones para nuestra
institución, recordamos con enorme tristeza al colega y amigo. En-
tre sus artículos y publicaciones se destacan: Guía Genealógica en
el Milenium,), Guía Genealógica.. (I y II) Son dos tomos. «Memorial
histórico-genealógico de Tucumán». (Rev. JEHT. 15)
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 255

El 26 de marzo de 2020 una noticia


nos conmovió profundamente. Nos
dejaba el gran historiador, el doctor
C arlos P áez de la T orre ( h ) .
Miembro fundador de la Junta de
Estudios Históricos de Tucumán. La
Historia ocupó su vida y dejo tantas
biografías memorables como las de
Nicolás Avellaneda, Paul Groussac,
León de Soldati, Juan B. Terán y, en
Dr. Carlos Páez de la Torre (h).
colaboración, las de Lola Mora, Lu-
cas Córdoba, Porteños, provincianos y
extranjeros en la Batalla de Tucumán, entre tantas otras. Los innu-
merables artículos en la Gaceta de Tucumán, todos los días durante
años. Tuvo fascinación por las imágenes, viejas fotos de la ciudad
y de su gente y las plasmó en esos esplendidos libros «Rostros del
viejo Tucumán» y «Memoria de la entrañable ciudad» Investigador,
minucioso, metódico, tenaz. Prolífico historiador dejó innumerables
libros, artículos, la Historia de Tucumán. Imposible enumerar toda
su obra. Fue miembro de número de la Academia Nacional de la
Historia y en un periodo su vicepresidente. Fue presidente de nues-
tra Junta, que no olvida a ese gran miembro de la Institución. Aun
hoy sus libros y escritos son guía insoslayable para los historiadores.

El 15 de noviembre de 2020 nos dejó


L ucía P iossek P rebisch . Se fue silen-
ciosa y delicada como fue su vida. Impac-
to doloroso para quienes la queríamos y
respetábamos tanto. Pero ella nunca nos
dejó, está presente en nuestras acciones,
proyectos, logros, alegrías y dolores. Con
sus ojos azules, su cálida sonrisa, su in-
teligencia, su armonía, su belleza, porque
lo era en todo sentido, física y espiritual-
mente. Nos dejó un legado que siempre
Prof. Lucía Piossek Prebisch.
tendremos presente: seguir adelante con
la Cultura y la Historia de Tucumán. Que-
rida amiga y colega Lucía Piossek Prebisch. Entre sus escritos se
destacan: La Inmigración en la Argentina, Alberdi, Sobre Nietzsche y
el lenguaje, Argentina, Identidad y Utopía; Huellas de un itinerario.
256 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

El 31 de enero del 2021 murió la


profesora Nélida Beatriz Roble-
do . Fue vocal de nuestra Junta, a
la que dedicó sus mejores esfuer-
zos. Propuso las Jornadas de Ho-
menaje a Ramón Leoni Pinto, que
culminaron con la publicación de
los trabajos (2010). Organizó los
sencillos, pero emotivos, festejos
de los 50 años de la Junta en 2016
Integraba la Comisión de Referato
de la Revista de la Institución, sus
opiniones sobre trabajos a publicar
eran acertadas y excelentes Fue una
Prof. Nélida Beatriz Robledo.
gran historiadora. Muchos aspectos
indagó con solvencia: antiguas po-
blaciones y pobladores, imaginería
popular, arqueología, lo jesuítico. Entre sus obras: «Compañía de
Jesús «Inventario y tasación de sus bienes». (1976), «Al pie de los
nevados del Aconquija. Los pueblos indios de Solcos, Gastona y
Aconquija» (Rev. 15. JEHT), «La tierra del Arcángel» (Rev. 16 JEHT.)
Gran amiga, bellísima persona, Nos quedó un gran vacío. Siempre
presente inolvidable Bety

El doctor, arquitecto Diego Lecuo-


na (1939-2021), falleció el 30 de
junio de 2021. Miembro de Número
de Junta de Estudios Históricos, in-
tegro la Comisión Directiva-Tesore-
ro. Se destacaba por su entusiasmo
y acciones por la Institución. De im-
portante trayectoria como docente
en la Facultad de Arquitectura. Su
tesis doctoral fue El Avance del Esta-
do Benefactor a través de la Legisla-
ción sobre Localizaciones Urbanas en
Argentina, durante el Período 1943-
Dr. arquitecto Diego Lecuona.
1952. La Legislación sobre Locali-
zaciones Urbanas y su Influencia en
el Problema de la Vivienda. Período
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 257

194–1952”[1997]. Fue Secretario Académico y más adelante Secre-


tario de Extensión de la UNT. Autor de numerosos libros «Hacia una
teoría de la Vivienda a través de los usos familiares. Periodo colonial»
y entre otros .El Círculo Militar en el Palacio el Retiro» Realizó ade-
más muchas obras en colaboración.

Además, fallecieron el Dr. Armando Pérez de Nucci, miem-


bro de nuestra Junta el 17 de febrero de 2021, y el profesor Ar-
mando R aúl B azán (20-6-2019), miembro correspondiente por
Catamarca. La Junta de Históricos hizo un homenaje especial a este
último en su página de Facebook,

Acciones destacables de la Junta

En Tesorería Arq. Marta Beatriz Silva, en el aspecto contable y ad-


ministrativo, de gran eficiencia y la Dra. Sara Graciela Amenta,
Secretaria, con la laboriosa tarea de cuestiones legales de Personería
Jurídica y trámites. Ambas miembros de número de la Junta en la
Comisión Directiva.

Para finalizar:
La Nueva Comisión Directiva 2021-2025

El 30 de septiembre de 2021 se rea-


lizó Asamblea General en la cual,
según los Estatutos de la Junta de
Estudios Históricos, se renovó la Co-
misión Directiva de la Institución.
Asumió con nueva Presidente la
Profesora Elena Perilli de Colombres
Garmendia, como Vice Presidente
Mgr. Irene García, Secretaria Dra.
Sara Graciela Amenta, Pro Secreta-
rio Dr. Facundo Nanni Tesorera Arq.
Marta B. Beatriz Silva, Pro Tesorero,
Prof. Elena Perilli de Colombres Gar-
Dr. Félix Alberto Montilla Zavalía,
mendia, nueva presidente de la Junta. Vocales 1º Dra. Olga Paterlini de
Koch, 2º Arq. Alberto Nicolini, 3º
258 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Lic. Teresa Piossek Prebisch.

Sra. Sara Peña de Bascary. Como miembros de la Comisión Reviso-


ra de Cuentas el Dr. Pedro León Cornet y el Dr. Florencio Gilberto
Aceñolaza.
Con este cambio de Autoridades, después de 12 años de bri-
llante gestión como Presidente, deja presidir la Junta la Lic. Teresa
Piossek Prebisch que renunció al trasladarse a vivir a Salta con su
familia. Todos los miembros de la Junta le agradecemos calurosa-
mente su gran labor en estos años en que la Institución se destacó
notoriamente.

San Miguel de Tucumán, primavera 2022


Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022) 259

Descarga de Publicaciones

Belgrano, la Patria al Norte


1) http://repositorio.anh.org.ar/jspui/handle/anh/703
2) https://es.scribd.com/document/516421249/Belgrano-La-Patria-Al-Norte-
2020
3) https://drive.google.com/file/d/13GH5qGwbAPUB-sPZp1RHP1aLJlqeLyZO/
view?usp=sharing

Belgrano según historiadores, testimonios e imágenes


1) http://repositorio.anh.org.ar/jspui/handle/anh/513
2) https://es.scribd.com/document/516427876/Belgrano-Segun-Historiadores-
Testimonios-e-Imagenes-JEHT-Dic-2020
3) https://drive.google.com/file/d/18-ZKmyMpQ_Fk5lFFBLc0m5fohKbK82RN/
view?usp=sharing

Carlos Páez de la Torre (h) (1940-2020) – Homenaje


1) http://repositorio.anh.org.ar/jspui/handle/anh/512
2) https://es.scribd.com/document/516453122/Homenaje-Al-Doctor-Carlos-
Paez-de-La-Torre-h-Junta-Estudios-Historicos-de-Tucuman
3) https://drive.google.com/file/d/11lXVxI0S5p_hdDoPD72FBx0mV3ctYy_4/
view?usp=sharing

Tiempo de Unitarios y Federales. Tucumán, 1840-1852


1) http://repositorio.anh.org.ar/jspui/handle/anh/657
2) https://es.scribd.com/document/554833268/Tiempo-de-Unitarios-y-Fede-
rales-en-Tucuman-1840-1852-Varios-autores
3) https://drive.google.com/file/d/1UNpyPuaiJLwUfVt_Km-vvz2HKLykrAbU/
view?usp=sharing

Crónicas Históricas II: Roca y Tucumán


1) http://repositorio.anh.org.ar/jspui/handle/anh/605
2) https://es.scribd.com/presentation/554831216/ROCA-Y-TUCUMAN-Por-Car-
los-Paez-de-La-Torre-h
3) https://drive.google.com/file/d/1btyJ64XgDuD9z1bLXD52RDY1iM2vu0pX/
view?usp=sharing
260 Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 17 (2022)

Crónicas Históricas III: San Martín, su paso por Tucumán


1) http://repositorio.anh.org.ar/jspui/handle/anh/611
2) https://es.scribd.com/document/554830778/San-Martin-su-Paso-por-Tu-
cuman-por-Elena-Perilli-de-Colombres-Garmendia
3) https://drive.google.com/file/d/1VegaduQ9Lce5QYE4kh9lmguu6SOCwEMy/
view

Crónicas Históricas IV: Voces y Poemas al 9 de Julio / A Belgrano y


la Batalla de Tucumán
1) http://repositorio.anh.org.ar/jspui/handle/anh/656
2) https://es.scribd.com/document/554832507/Voces-y-Poemas-Por-Pedro-
Leon-Cornet
3) https://drive.google.com/file/d/1rhWrlEh9GZQtODPqXyrOSPg2SmWoST3X/
view

Crónicas Históricas V: Bicentenario del Patrimonio Azucarero


de Tucumán
1) http://repositorio.anh.org.ar/jspui/handle/anh/701
2) https://es.scribd.com/document/543611252/Cronicas-Historicas-v-Patrimo-
nio-Azucarero-de-Tucuman-Olga-Paterlini-de-Koch-2021
3) https://drive.google.com/file/d/1K9ZKu4LeAdeaDd3iNjYfooroJt1J0hA2/
view?usp=sharing

Crónicas Hitóricas VI: Los días y la gente. Tucumán 1816


1) http://repositorio.anh.org.ar/jspui/handle/anh/738
2) https://es.scribd.com/document/592679312/Los-Dias-y-La-Gente-Tucuman-
1816-Cronicas-Historicas-VI-Sara-Pena-Elena-Perilli
3) https://drive.google.com/file/d/16wTPofcc7jJksV1rJOlk0goCNSLEbpNW/
view?usp=sharing
Publicaciones de la
Junta de Estudios Históricos

– Revista de la Junta de Estudios Históricos. Diecisiete números


con cuantiosos trabajos de investigación [1968 a 2022].

EDICIONES ESPECIALES – LIBROS

– Ramón Leoni Pinto. In Memoriam [2009].

– Cuatro Bicentenarios: 1810, 1812, 1814, 1816 [2010].

– Juan Bautista Alberdi. Su Bicentenario [2011].

– Domingo Faustino Sarmiento. Su Bicentenario. Edición digital


[2013].

– Belgrano La Patria al Norte. Edición impresa y digital [2020].

– Belgrano, según historiadores, testimonios e imágenes. Edición


digital [2021].

– Tiempo de Unitarios y Federales1841-1852. Edición digital


[2021].

BOLETINES Y CATÁLOGOS DIGITALES

– Crónica Histórica I: “Carlos Páez de la Torre (h) (1940-2020)”,


Homenaje de colegas de la Institución [2021].

– Crónica Histórica II: “Roca en Tucumán”, de Carlos Páez de la


Torre (h) [2021].

– Crónica Histórica III: “San Martín y su paso por Tucumán”, de


Elena Perilli de Colombres Garmendia [2021].

– Crónica Histórica IV: “Voces y poemas. A Belgrano y a la Batalla


de Tucumán”, de Pedro León Cornet [2021].

– Crónica Histórica V: “Bicentenario del Patrimonio Azucarero de


Tucumán”, de Olga Paterlini de Koch [2021].

– Crónica Histórica VI: “Los días y la gente. Tucumán, 1816”, de


Sara Peña de Bascary y Elena Perilli de Colombres Garmendia [9
de julio 2022].

– Catálogo: Índice General de Artículos publicados en la Revista


de la Junta y en otras publicaciones [2019].

– Catálogo: Exposición de la Junta: “La Ciudad en Escala”.


Maquetas de edificios y templos históricos. Digital e impreso
[2019].
Revista de la
JUNTA DE ESTUDIOS
HISTÓRICOS DE TUCUMÁN
1968 – 2022

En este nueva edición de la Revista que damos a conocer, se publican una serie
de artículos de diversas temáticas de nuestra historia.

– Aspectos históricos y arquitectónicos de la ciudad de Tucumán y en antiguos


puestos de nuestros cerros. Tres Notas.
– Cuestiones sobre la gobernabilidad en Tucumán (1810 a 1834).
– Temas de las dinámicas institucionales entre (1819-1824).
– Consideraciones sobre las familias y el poder a fines del s. XVIII.
– Dilemas entre Patria o Rey (1809-1825).
– Producciones industriales significativas entre 1800-1876.
– Presencia de científicos extranjeros en nuestra Provincia.

Agradecemos a Miembros de nuestra Institución por los aportes brindados.


Autores: Mgr. Irene García de Saltor, Dra. Olga Paterlini de Koch, Prof. Elena
Perilli de Colombres Garmendia, Dra. María Lelia García Calderón, Dra. Marisa
Davio, Dra. Georgina Abbate, Dr. Florencio Gilberto Aceñolaza, Dr. Félix
Alberto Montilla Zavalía y Dr. Agustín María Wilde.

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