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TEMA 9: DIMENSIÓN SITUACIONAL: VÍCTIMA Y OPORTUNIDAD

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1. MODELOS VICTIMOLÓGICOS DE OPORTUNIDAD
La ocasión crea al ladrón. Este dicho ha explotado los modelos explicativos del delito
basados en la oportunidad, de manera que, por muchos factores ambientales o personales
de riesgo, el delito no se perpetra si la oportunidad no existe. Estos modelos permiten
trascender de los convencionales enfoques etiológicos para centrarse en la complejidad de
la dimensión de riesgo, moldeado por variables contextuales múltiples, y ha influido tanto
en el ámbito de la comprensión de las dinámicas de victimización como el de la prevención
victimal.
2. VICTIMA Y ESTILO DE VIDA
El modelo relativo al estilo de vida de la víctima (Hindelang, Gottfredson y Garofalo,
1978) se orienta a la propuesta de una teoría general de la victimización. Enlaza los riesgos
de victimización con las actividades diarias. Este modelo supone un giro renovador en la

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concepción y cálculo del riesgo victimal. En atención a las encuestas de victimización, la
esencia de la tesis descansa en la comprobación cuantitativa de que la victimización no se
distribuye al azar sobre el tiempo y el espacio, sino que hay población, espacios y períodos
de alto riesgo.
Así, se vincula la probabilidad de ser victimizado al concepto de estilo de vida, que
comprende una serie de factores exógenos de riesgo relacionados con un modus vivendi
arriesgado. Con ello se posterga a los factores personales de la víctima potencial
(biológicos o psicológicos), confiriendo prioridad a los factores socio-ambientales.
El estilo de vida se define a partir de las actividades cotidianas (profesionales,
vocacionales, de descanso y entretenimiento), y viene moldeado por las fuerzas sociales, en
forma de expectativas de rol y constricciones estructurales. Influye en la exposición a
lugares y períodos de riesgo e incide en la prevalencia de las asociaciones con otros
individuos con mayor o menor probabilidad de cometer delitos.
También determina las adaptaciones y compromisos del individuo frene a las
expectativas de su rol social y a las determinaciones estructurales (económicas,
familiares, educativas y legales). En estas expectativas y determinaciones sociales se ligan a
factores demográficos, antes considerados víctimo-determinantes.
Riesgo es una categoría de victimalidad no equivalente a vulnerabilidad: una persona
activa con intensa vida externa y nivel adquisitivo puede estar más expuesta y acumular
más potencial de victimización que una con recursos limitados y menor grado de
integración social, pero el impacto del delito será, por el contrario, menor en la primera y
más determinante en la segunda, por la falta de recursos, lo que puede conllevar al inicio de
una carrera criminal.
Así, la probabilidad de ser victimizado depende del margen vital expositivo a lugares y
horarios de riesgo, y de las asociaciones con individuos potencialmente delictivos (variables
de riesgo expositivo y adquisitivo). La proyección más clara de la tesis del estilo de vida
expositivo permite formular el principio de homogamia o igualación por contacto:
cuanto más frecuentemente una persona comparte contextos e interacciona con grupos
potencialmente criminales, mayor probabilidad de victimización.

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La traslación al plano de la prevención de la premisa del estilo de vida suscita varias
objeciones respecto a los límites, prácticos y éticos, y otros problemas sustantivos como la
difícil compatibilidad con la tipología de victimización infantil (no vida externa, familia).
3. MODELO DE LAS ACTIVIDADES RUTINARIAS
El modelo de las actividades rutinarias de Cohen y Felson, 1979, constituye un
desarrollo aplicativo del planeamiento anterior, basado en la oportunidad cotidiana que
brindan las actividades sociales. La base de esta teoría es la relación entre las tasas de
criminalidad con los patrones de actividad cotidiana o rutinaria (legales e ilegales).

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Actualmente, la investigación en base a este modelo ha crecido en especial por su
comprensión integradora y por ligar sus postulados teóricos a los conocidos planteamientos
preventivo-situaciones. Como teoría ambiental, se ha integrado en las teorías socio-
ecológicas como la de desorganización social.
El modelo originario partió de la victimización ecológica o de abastecimiento, siendo la
victimización un proceso ecológico marcado por enfrentamientos de supervivencia y
predominio. Los fenómenos criminales constituyen pugnas ambientales que, a un macro
nivel, dota de carácter simbólico la relación de grupos de actores y predadores: una mejora
o promoción de la calidad y cantidad de las actuaciones legítimas va a reportar mejores
sustantivas y cualitativas de la actividad predatoria.
Las actividades rutinarias son aquellas actividades recurrentes y frecuentes que

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satisfacen las necesidades básicas de la población y de los individuos, cualesquiera que sean
su origen cultural o biológico. La victimización constituye el área espacial y temporal de
convergencia de tres factores identificables:
- Criminales motivados, sujeto con inclinación delictiva y capacidad para
materializar sus inclinaciones.
- Blancos preferenciales de victimización
- Ausencia de guardián eficaz para prevenir la victimización
La ausencia de uno de esos elementos bastaría para impedir la victimización: se trata de un
modelo explicativo de la victimización, no del delito, aunque ello no descarta la comisión del
delito, pues existe la tentativa del mismo.
En la actualidad, este modelo comprensivo se ha expandido hacia la explicación de otras
múltiples formas de criminalidad como herramienta de análisis en otras victimizaciones
(maltrato escolar, acoso, violación, ciber-delito, fraude, vandalismo o delitos de odio).
Más allá de los contextos convencionales, el esquema de actividades rutinarias ha probado
su adecuación para el análisis de situaciones muy específicas, atípicas (rutinas de la
comunidad Amish o del medio cibernético-trasnacional).
4. VICTIMALIDAD IDÓNEA Y CRIMINALIDAD OPORTUNISTA.
Pese a la apariencia integradora del diseño, en la presente teoría, la figura de la víctima
adopta una eminencia cualitativa y cuantitativa, puede ser calificada como genuina teoría
de susceptibilidad victimal al riesgo o victimalidad.
En cuanto a la motivación criminal, la teoría de las actividades rutinarias no ofrece en
puridad una herramienta que describa o determine las bases motivacionales o etiologías. La
teoría dispensa un modelo de explotación oportunista no de motivación o impulso criminal:
es importante diferenciar el motivo respecto de los factores de movilización. Por lo que
ataña al carácter propicio de la víctima, o factores de victimalidad, el modelo identifica:

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- Rasgos personales de vulnerabilidad de la víctima potencial. Este ámbito se
integra a partir de los estudios psico-bio-sociales que delimitan los aspectos de
vulnerabilidad criminal.
- Factores de exposición: criterios de exposición al riesgo que predican su
proximidad y accesibilidad espacio-temporal. Los aspectos de proximidad,
accesibilidad y homogamia se sustentan frecuentemente sobre parámetro de
equipotencialidad, donde concurre tanto el riesgo de ser victimizado como de
victimizar, con similar intensidad. El interés creciente en este campo ha suscitado la
delimitación de campos de coincidencia factorial o aptitudes compartidas entre

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víctima y victimario.
5. SOLAPAMIENTO VÍCTIMA-VICTIMARIO
Las teorías de oportunidad no sólo han propiciado un estudio de riesgo victimal
descontextualizado, sino que, al cruzarlo con las variables criminales y contextuales, se ha
hallado la frecuencia de roles intercambiables de víctima y ofensor (no excluyentes).
En sentido funcional, la proximidad de las poblaciones de víctimas y ofensores se manifiesta
homogéneas. Los contextos de violencia son compartidos entre jóvenes y adolescentes
cuyas rutinas vitales, perfiles y estilos de vida son, a priori, indiferenciados. De este modo,
hay quien afirma que podrá hallarse en ambas figuras idéntico potencial
(equipotencialidad) de adecuación victimal que de motivación criminal, con
independencia del resultado. Así, se habla de coincidencia o potencial solapamiento

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víctima-ofensor, observado según:
- Rasgos genéticos, trastornos mentales y de personalidad (bajo auto-control)
- Estilos de vida arriesgados, desviados, asociados a la violencia
- Cursos de vida y desventajas acumulativas similares
- Ausencia de vínculos sociales
- Vida en barrios desviados
Ejemplos: familia de narcotraficante, subordinados de corruptos, se involucran en rutinas
de riesgo y estilos de vida expositivos ligados a su proximidad al contacto criminal.
Las teorías de oportunidad victimal confieren validez a las premisas del enunciado
principio de homogamia (Hindelang, Gotfredson y Garofalo, 1978), según el cual, un
ambiente de desviación general y tensión criminógena se erigen en estilos de vida que
aumentan el riesgo de victimización, y la desventaja estructural de residir en proximidad al
delito afecta al riesgo de victimización de la población expuesta, con independencia del
estilo de vida o factores demográficos individuales.
Esta última exige repara en que la dimensión personal del auto-control y los vícnulos
sociales protectores pueden no ser suficientes para rescatar a una persona victimizada de
una desviación subsiguiente, si reside en un barrio de alta cultura victimógena.
En conclusión, la convergencia de estas condiciones comaprtidas indica en la misma
persona un potencial doble para devenir víctima o infractor. Puede hablarse de
solapamiento a lo largo del curso vital (infractores que devienen víctimas y al contrario),
siendo el patrón direccional característico el paso de la criminalidad a la victimización.
El solapamiento víctima-infractor aparece hoy consolidado científicamente, si bien, en
cuanto a su etiología, el modelo de oportunidad ha de acudir a otras vertientes de abordaje.

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Berg et al. (2012) ofrecen explicaciones basadas en la teoría subcultural, de manera que el
solapamiento se subraya en los barrios dominados por la cultura callejera. Queda por
delimitar con mayor profundidad los ámbitos en los que se observará de modo especial.
6. EL GUARDIÁN EFICAZ DE LA VÍCTIMA
La figura del guardián eficaz es un concepto poco operativizado, de medición compleja,
definido como “cualquier supervisión espacio-temporal específica de personas o
propiedades, por parte de otro con capacidad para prevenir que se cometa un delito”
(1980).

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En una segunda versión, el desarrollo del “guardián” ha supuesto un incremento de la
complejidad del modelo, e incluye tres características y un añadido:
- El custodio personal del ofensor (padre, profesor, amigo).
- El guardián eficaz, formal o informal, de la víctima (compañeros, amigos policía).
- El gestor del lugar o contexto criminógeno, supervisor de los problemas del área,
como parte de su desempeño profesional.
A esto se le añade un tercer asociado civil en la protección, sujeto al que la ley obliga y
compromete a desempeñar una función reguladora del riesgo.
Así, Felson relaciona una tipología de custodios del blanco que distribuye la protección como
personal (víctima, familia, amigos), asignada (profesional o competencial: profesor,

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guardia de seguridad) y difusa o genérica (comunidad).
El concepto de guardián eficaz comprende una custodia inclusiva no sólo de la protección
formal o profesional sino la que de forma activa o pasiva, otorgan de modo natural e
incidental los ciudadanos a lo largo de sus actividades cotidianas.
Felson propone como figuras de custodia natural y comunitaria al componedor de buena
voluntad, que impide una argumentación escale en potencial agresivo (vecinos,
supervisores recíprocos, familia…).
En España ha sido abordado el rol cutodio de la Policía a propósito de la conducción
alcohólica, observándose altos niveles de eficacia supervisora, pese al indudable potencial
de desplazamiento victimario a zonas secundarias no victimizadas. La supervisión Policial
es especialmente relevante para la disuasión de conductas sostenidas culturalmente y que,
por ello, cuentan con menor capacidad de protección espontánea.
Para valorar qué aspectos hacen verdaderamente eficaz una intervención o presencia
custodia, se han destacado relevantes aspectos de (Reynald, 2010):
a) Disponibilidad y capacidad supervisora: relevancia de la potencialidad de la
vigilancia más que la actualidad de la misma, es decir, la percepción del delincuente de
que podría estar siendo observado es preventiva. La mera presencia resulta disuasoria,
y la protección se verifica, incluso si es parcial o discontinua. Incluso simbólica,
meramente evocada o sugerida, se ha probado eficaz.
b) La consciencia del contexto: destaca como base imprescindible de una eficaz custodia,
a efectos de detectar signos de riesgo concreto e identificar a victimarios inminentes o
en curso. Estas capacidades supervisoras faltan en el contexto cívico. Para cubrir estos
déficits resultan pertinentes los programas educativos, a nivel poblacional, de signo
preventivo primario.

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c) Movilización: paso del supervisor a la acción, de efecto preventivo. Esta transición

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arranca del nivel de comprensión e internalización del rol personal que implica al
custodio en la prevención. La normativización y profesionalidad del rol custodio facilita
una eficaz transición a la acción eficaz. Sin embargo, en la custodia informal, el paso
competente de la inercia a la acción depende de factores culturales más allá de las
condiciones situacionales.
Ejemplo: caso de Catherine Genovese suscitó la formulación de premisas adecuadas a la
asunción activa de roles auxiliares en situaciones críticas: fue apuñalada hasta morir, de
madrugada, en una zona residencial de NY ante 38 testigos sin que ninguno interviniese de
forma alguna. Las inmediatas conjeturas frente a este enigma omisivo se inclinaban a
señalar aspectos de individualismo, embotamiento moral…
Las investigaciones de Darley yLatane (1968) concluyeron que la apatía en casos
semejantes tiene que ver con la dependencia de lo que hacen los demás en una caótica
dinámica de omisión retroalimentada donde las responsabilidades de accionar no

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parecen nítidas o pre-ordenadas. En tales casos, no habría existido una decisión de no actuar
sino de difusión de la responsabilidad al tercero. De acuerdo con ello, ante la crisis
victimal, los pasos para contrarrestar esta inercia indecisoria serían:
- Tomar conciencia de una necesidad humana
- Comprender la necesidad de intervención personal
- Asumir la propia responsabilidad
- Decidir la acción que debe emprenderse
- Obrar en consecuencia
Así, en la mayoría de los ordenamientos, impedir delitos se configura como deber penal
positivo o “de hacer” basado en una solidaridad mínima colectiva. Junto a éste, el delito de
inspiración victimológica por excelencia es el “omisión de deber de socorro” vinculado a
la necesidad de la víctima, el cual se encuentra en pocos derechos y solo serviría en los casos
donde los lazos que unen a obligado y víctima trascienden lo estrictamente comunitario.
Estas normas tienen, se dice, una eficacia limitada, no simbólica, debido al menor arraigo
cognitivo y cultural de los deberes cívicos. Más allá de la normativización del rol cívico, la
educación social debe tiene mucho que aportar para hacer presentes las necesidades de
intervención protectora por el custodio eficaz de la víctima. Ej: campañas de concienciación
social se dirigen a compenetrar a la comunidad con la necesidad de discernir una ocasión
de intervenir a favor de la víctima, y hacer socialmente significativa esta necesidad.
7. LA REINCIDENCIA VICTIMAL
La investigación victimológca se debate en torno a dos conclusiones sobre el alcance de la
re-victimización o victimización múltiple o reincidencia victimal:

 Tesis de la vulnerabilidad: defiende que la previa victimización supone un desgaste


potenciador de indefensión, socavando los recursos personales para un nuevo
afrontamiento (fomenta la auto-percepción de impotencia; + niños victimizados).
 Resiliencia: alternativa conforme a la cual una experiencia previa de victimización hace
a la víctima más fuerte, proporciona una básica oportunidad de aprendizaje y desarrollo
de estrategias de afrontamiento, y fortalece a la víctima, ofreciéndole mejores
condiciones para prevenir y afrontar una nueva victimización.

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En cualquier caso, ambos enfoques parecen recomendar estrategias preventivas centradas
en la víctima, ya sea para empoderar (víctima vulnerable) o para orientar positivamente sus
aptitudes (víctimas resilientes).
El abordaje de la re-victimización se considera prioritario de acuerdo con determinadas
comprobaciones empíricas:
La re-victimización atañe a porcentajes significativos de la criminalidad total, por lo que
atajarla implica no solo incidir en un ámbito concreto, sino rebajar significativamente las
cifras criminales a nivel global. Además, estos modelos pueden ser útiles para mejorar la

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identificación y aprehensión del infractor, por cuanto la probabilidad de re-victimización
permite predecir los ulteriores modus operandi, áreas donde volverá victimizar y las
posibles víctimas, así como invertir racionalmente recursos estatales necesariamente
limitados por la identificación previa.
7.1. Perspectivas de multi-victimización
En un sentido amplio, una victimización múltiple puede abordarse desde distintas
perspectivas:

 Perspectiva temporal: revictimización longitudinal, repartida a lo largo de la


existencia de la víctima o secuencial, comprendida y estudiada en un concreto segmento
temporal, estadísticamente registrado

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 Perspectiva cualitativa: revictimización específica en caso de reincidencia en
victimizaciones de la misma naturaleza lesiva o inespecífica (distintos tipos).
 Perspectiva espacial: influencia etiológica de aspectos espaciales como la proximidad
a la victimización o la convergencia de múltiples victimizaciones en áreas de especial
incidencia criminal.
 Perspectiva victimal: quien reincide en el rol de víctima, la victimización múltiple
registra diversos tipos de víctimas:
- Víctimas reincidentes genuinas (vuelven a ser victimizadas)
- Víctimas reincidentes por proximidad (vía de una comunicación espacial del riesgo).
- Víctimas reincidentes virtuales (victimizadas por presentar perfiles o factores de
vulnerabilidad idénticos a los de víctimas previamente victimizadas). Se reincide o
sobre una misma víctima física, sino sobre la misma tipología victimal.
- Víctimas crónicas (distintas formas de victimización)
A este respecto, el patrón de victimización reincidente más claramente evidenciado y más
investigado, describe una concentración estadística de victimizaciones de similar naturaleza
(o específicas) sobre la misma víctima u otra cercana (víctimas reincidentes genuinas y
reincidentes por proximidad), en el mismo o inmediato enclave y en un período de tiempo
limitado. Este modelo es el que suele abanderar el concepto prototípico de reincidencia en
la victimización o revictimización.
Para abordar la victimización reincidente se parte de una diferenciación entre incidencia
(delitos per capita), prevalencia (víctimas per capita) y concentración (delitos por
víctima). El valor de concentración no está suficientemente cuidado y accesible en las
estadísticas.
La importancia de la reincidencia victimal se corrobora por las significativas cifras de
concentración victimal, de manera que, el número de victimizaciones se concentra en un
número selecto de víctimas, es decir, también el número de victimizaciones se concentra en
un selecto número de víctimas (= para el delito y sus autores).

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De este modo, las teorías sobre reincidencia victimal aspiran a ofrecer una explicación
solvente, pero dependen de dos explicaciones rivales:
- La victimización original es potenciadora de una nueva ofensa
- Es el carácter singular y específico del riesgo victimal, el factor que atrae la segunda
victimización, como antes había atraído la primera.
7.2. La victimización como potenciador.
El modelo define un proceso de victimización auto-referencial y sostenido, en base al cual,
la condición de víctima se vela a sí misma. Un desenlace victimizador convierte al objetivo

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en más vulnerable, accesible o deseable. En tal sentido, la experiencia originaria hace a la
víctima más propicia e incrementa la motivación victimaria, en la consideración de una
subsiguiente victimización. En tal sentido, se identifica un plus motivacional del victimario
determinado por:

 Influjo informativo: en la inicial victimización el infractor aprehende las condiciones


del entorno y las características y capacidad defensiva de la víctima, lo que supondrá
menos esfuerzo cognitivo para el nuevo ataque. Además, la previa victimización se erige
para el infractor como una fuente de información sobre la validación de su propia
habilidad criminal, de ahí que se verifique una verdadera secuela o réplica del ataque
previo en cuanto a la víctima y modus operandi.
 Estimulación personal: en el incidente originario, el autor adquiere esa información

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por propia experiencia, lo que explica que sea él quien sienta motivación a reincidir
sobre el mismo objetivo. Sería una doble reincidencia, tanto victimal como criminal.
 Proximidad espacio-temporal: la localización de una previa victimización influye en
la elección de idéntico o cercano enclave en un ataque subsiguiente.
 Proximidad temporal: cuanto más inmediato en el tiempo esté el episodio, más fresco
e intenso será el estímulo. Por ello, el fenómeno se producen en un período de tiempo
próximo o inmediato, con ciertas oscilaciones en función del tipo de victimización.
Una vez objeto del primer delito, la víctima se expone al peligro de pasar de víctima a super-
víctima. El estilo preventivo de este modelo recomienda un esfuerzo preventivo especial
específicamente orientado a neutralizar los riesgos de una super-víctima.
De otra parte, la previa victimización también puede hacer descender el riesgo de re-
victimización, en tanto la experiencia no haya sido exitosa o motivadora para el victimario.
El influjo a favor de la re-victimización tiende a declinar a medida que las condiciones
originarias se alteran por el transcurso del tiempo, o porque la víctima introduzca un
cambio preventivo, perceptible para el autor originario.
Las premisas de victimización potenciadora se han validado sobre todo en el terreno de
robos residenciales y callejeros, vandalismo, tiroteos e incluso atracos a bancos. En los
últimos años se extienden al ámbito de la violencia contra la mujer.
Dos últimas referencias conciernen a la extensión del riesgo a oportunidades onexas y a la
identificación de victimización concentrada en zonas de alto riesgo, concepto aludido como
de “convergencia de concentracione”.
a) Comunicación espacial del riesgo: “El que prueba, repite cerca”. Se ha estudiado un
efecto de contagio de riesgo o victimización infecciosa. La comunicación o transmisión
del riesgo a objetivos próximos, manifestación identificada como “sustracción infecciosa”.

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De este modo, la ocurrencia de una victimización predice que, en un breve lapso de tiempo,
se suceda un nuevo incidente en blanco contiguo o próximo. Este concepto de re-
victimización por proximidad es un tipo específico de re-victimización virtual donde, por
vía de comunicación del riesgo, se repite la victimización sobre objetivos similares, no
idénticos.
La infección o comunicación del riesgo depende de las características de los objetivos:
mayor re-victimización genuina se producirá en áreas residenciales en las que las viviendas
sean heterogéneas (volver al terreno ya conocido), en tanto mayor prevalencia del robo en
el vecindario (por la comunicación o contagio espacial del riesgo) se observará en áreas con

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urbanización homogénea (donde el haber robado en una vivienda servirá de guía inmediata
para adentrarse en otras viviendas de estructura similar).
La comunicación del riesgo revela la importancia de una monitorización preventiva del área
afectada y de la adopción de precauciones ajustadas al modus operandi observado.
Asimismo, respalda el trazado de mapas de riesgo predictivos, a diferencia de los mapas de
victimización preferente de naturaleza retrospectiva.
b) La refundición de concentraciones: marcas rojas en zonas rojas. Solapamiento entre
victimización reiterada, áreas de lato riesgo y reincidencia criminal, fenómeno denominado
convergencia o coalescencia de concentraciones. En los casos en que la reincidencia en la
victimización se produce en áreas con tasas de criminalidad altas (Hot dots). Las actuales
medidas preventivas basadas en la reducción de criminalidad en áreas de alto riesgo no

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suelen tener en cuenta las altas tasas de victimización reincidente o concentrada en esta
misma zona. Esta desatención se explica porque la concentración sobre idénticos objetivos
pasa desapercibida en un vecindario de riesgo, cuyas victimizaciones parecen producirse
de forma caótica y desorganizada.
Según estos autores, las técnicas de supervisión de zonas calientes tendrían que aliarse y
compenetrarse con las estrategias de prevención victimal pues, ante el problema de la
limitación de recursos, la unificación de estrategias sobre super-víctimas llevaría a una
reducción sustancial de la victimización en la zona.
Puede concluirse que el modelo de la victimización potenciadora constituye un concepto de
gran potencial aplicativo, logístico en materia de Policía preventiva, gestionable a partir de
las modernas tecnologías de cartografía criminológica (Ejemplo: Sistema de Información
Geográfica, identificar reincidencia a partir de un código informático de carácter geo-
espacial, lo cual permite el trazado de mapas predictivos).
7.3. Tesis del reclamo o singularidad victimal de riesgo
Según esta segunda explicación ciertos individuos presentan rasgos estables e inherentes
que atraen la victimización. Esos atributos operan como genéricos reclamos o emblemas
llamativos frente a victimarios en potencia. Así, mientras persista esa especial
heterogeneidad atrayente, el delito tenderá a reiterarse, aunque no necesariamente por
idénticos autores, sino por cuantos entren en el área de influjo y reciban el estímulo. Hay
zonas que concentran gran cantidad de victimarios potenciales, la victimización reincidente
obedecería a que muchos victimarios coinciden en motivarse por el mismo estímulo.
El modelo de la heterogeneidad-reclamo predice victimizaciones repetidas, no inter-
dependientes, no específicas, por diferentes autores y en intervalos temporales no sucesivos
o próximos.

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No puede explicarse por ningún patrón de actividades rutinarias o peculiar estilo de

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vida victimal sino a factores personales de la víctima que atraerán la victimización
tantas veces como dure el influjo de ese factor.
Esta singularidad o vulnerabilidad se denomina heterogeneidad mensurable. Sin
embargo, hay un remanente de heterogeneidad inexplicable evidenciado cuando dos
individuos afrontan riesgos diferentes a pesar de presentar características idénticas, lo
que indica que hay rasgos de riesgo que no saben registrar las estadísticas pero que ejercen
influjo sobre el infractor.
Esta tesis conecta plenamente con el abordaje de la carrera victimal o victimización a lo
largo del curos vital. Una carrera de poli-victimización difícilmente puede ser explicada en
los estrictos términos los modelos de oportunidad ligados a la estrategia racional del
victimario. Este planteamiento ofrece una posibilidad más de analizar la re-victimización en
sentido longitudinal.

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7.4. La integración de propuestas
En principio, la victimización potenciadora y la promotora son explicaciones excluyentes.
El trasfondo doctrinal subyacente parece distanciar ambas propuestas: si la tesis de la
potenciación se apoya en modelos delincuente racional, la de heterogeneidad/reclamo
encaja mejor con modelos de desorganización social. Sin embargo, también se ha
indicado la posibilidad de que las dos fórmulas operen de forma combinada.
De este modo, los rasgos de reclamo victimal singular ejercerían un influjo originario,
atrayendo a todo tipo de infractores. Pero la victimización haría más débil a la víctima,
facilitando una victimización ulterior por el mismo victimario.
Esta integración de las tesis parece respaldado por la comprobación de Johnson (2008)
sobre los robos residenciales: este estudio registra un efecto inicial de selección por influjo
de rasgos vulnerables, el decisivo, en blancos previamente no victimizados; a partir de una
efectiva perpetración, las características de la victimización subsiguiente evocan un
distintivo influjo de victimización potenciadora. Así, parece evidente que ninguna de las dos
alternativas puede explicar por sí sola la re-victimización.

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