Está en la página 1de 17

Artículo

JJ. Muñoz García Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37

Factores de riesgo y protección de la conducta


antisocial en adolescentes

Juan J. Muñoz García Resumen sensibilización social hacia el ejercicio de esas con-
ductas y, más concretamente, hacia el extremo le-
Existe un amplio consenso entre los investigadores y el
Servicio gal de las mismas, es decir, la delincuencia juvenil.
público en general acerca de la naturaleza multicausal
de Psiquiatría de la conducta antisocial. Cualquier abordaje preventivo La identificación de los factores de riesgo y de pro-
Hospital Divino Valles y/o de intervención de estas conductas debe asentarse tección implicados ha de servir de estrategia para
Burgos necesariamente en la identificación y evaluación de cuá- intentar dirigir la investigación hacia el campo prác-
les son los factores de riesgo responsables del inicio y el tico de la prevención.
mantenimiento de las mismas. Es necesario realizar una
integración de los diferentes factores implicados, tanto El interés generado ha hecho que proliferen investi-
ambientales como individuales (factores psicológicos y gaciones centradas en factores como la gravedad de
de socialización) para apreciar la idoneidad de un abor- los costes sociales, económicos y personales impli-
daje multidimensional de los determinantes de la con- cados en la problemática, por lo que se hacen nece-
ducta antisocial en adolescentes. Se discuten, además, sarias vías de solución eficaces. En este sentido, cobra
las implicaciones preventivas de la revisión realizada especial importancia la investigación psicológica, que
para la población adolescente escolar y en riesgo.
ha de encaminarse hacia una adecuada delimita-
Palabras clave: Factores de riesgo. Factores de protec- ción de los factores que modulan la aparición y pos-
ción. Conducta antisocial. Adolescentes. Prevención. terior mantenimiento del comportamiento antisocial.
Esta revisión pretende mostrar una visión completa
Summary de los principales factores de riesgo/protección para
There is widespread agreement among researchers and el ejercicio de las conductas antisociales. Al hablar
the general public as to the multicausal nature of antiso- de factores de riesgo en las conductas antisociales
cial behavior. Any preventive or remedial action in this se hace referencia a aquellas características indivi-
field must be based on identification and evaluation of duales y/o ambientales que aumentan la probabili-
the factors responsible for the initiation and maintenance dad de la aparición de dicho comportamiento o un
of antisocial behavior. It's necessary to accomplish and mantenimiento del mismo. Por el contrario, un fac-
integration of different involved factors, environmental as tor de protección será una característica individual
well as individual (psychological and socialization factors)
to appreciate the desirability of a multidimensional que inhibe, reduce o atenúa la probabilidad del ejer-
approach to antisocial behavior in adolescents. The cicio y mantenimiento de las conductas antisociales.
preventive implications for the adolescent population of Queda claro, por tanto, que los factores de riesgo y
this revision are discussed. protección no son más que los extremos de un con-
tinuo, y que un mismo factor será protector o de
Key words: Risk factors. Protective factors. Antisocial
riesgo según el extremo de la escala en que esté
Behavior. Adolescents. Prevention.
situado. Así, por ejemplo, el rasgo impulsividad pue-
de ser un factor de riesgo para las conductas
Correspondencia: antisociales cuando tiene un valor elevado en los in-
Juan Jesús Muñoz García dividuos, mientras que sería un factor de protección
Servicio de Psiquiatría Introducción
cuando su valor es muy bajo.
Hospital Divino Valles
Carretera de Santander, s/n Las conductas antisociales constituyen un problema Antes de exponer la clasificación de los factores de
09006 Burgos social de indudable interés en el ámbito científico. riesgo es conveniente aclarar que la presencia o au-
E-mail: En los últimos años ha habido un incremento en la sencia de los mismos no es una garantía de la exis-
juanjesusmunoz@yahoo.es magnitud del fenómeno o, al menos, una creciente tencia o no de conductas antisociales. Pese a esto, a

20 Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37 Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37 21
JJ. Muñoz García

mayor número de factores de riesgo habrá mayor sible encontrar investigación metaanalítica acerca
probabilidad de que aumente la aparición de con- de dicha relación mostrándose resultados positivos,
ductas antisociales. si bien la influencia es pequeña (Wood, Wong y
Chachere, 1991).
Han aparecido dos grandes bloques de factores de
riesgo que a su vez se subdividen en otros grupos Las investigaciones centradas en entornos naturalis-
relevantes: 1. factores ambientales/contextuales y 2. tas suelen evaluar la conducta de los jóvenes antes y
factores individuales. Dentro del primer grupo apare- después de ser expuestos a películas violentas,
cen los medios de comunicación de masas, las dife- prosociales y neutrales (Berkowitz, Parke, Levens,
rencias entre zonas, el desempleo, la pobreza y las West y Sebastian, 1978). Los datos avalan la in-
controvertidas variaciones étnicas. Por otro lado, el fluencia de las películas violentas en el incremento
segundo grupo aglutina mediadores biológicos y fac- de la conducta agresiva de forma significativa aun-
tores genéticos, variables biológico-evolutivas, de- que, como ya ha quedado expuesto, con efectos pe-
terminantes psicológicos y de socialización. queños. Estos estudios naturalistas adolecen de la
limitación de considerar los efectos a corto plazo y
no mostrar la relación de la agresividad con el au-
mento de la delincuencia violenta en el futuro. Sin
Factores de riesgo y protección embargo, en los estudios longitudinales naturalistas
se superan estas dificultades poniendo en relación la
Lipsey y Derzon (1998) han mostrado una síntesis cantidad de violencia en la televisión que se ve en la
de las investigaciones longitudinales usando técni- infancia con la conducta agresiva y el delito violento
cas de meta-análisis con los predictores de violencia a una edad más tardía (Huessman y Eron, 1986;
y crímenes graves en adolescentes y adultos jóve- citados en Huessman, Moise y Podolski, 1997).
nes. Los estudios acerca de factores de riesgo y pro-
tección tienen una importancia considerable ya que Williams (1986) ha estudiado los cambios que se
producen a lo largo del tiempo en zonas con y sin
pueden dar las claves para intervenciones preventi-
vas adecuadas. Asimismo, estos factores no son enti- acceso a la televisión. Tanto este estudio, como los
comentados hasta ahora muestran el modesto efec-
dades que actúen aisladamente determinando unívo-
camente unas conductas, sino que al interrelacio- to causal de la violencia “televisada” en el posterior
desarrollo de conductas violentas y/o delictivas.
narse, predicen tendencias generales de actuación.
Se han considerado explicativos de este pequeño
Al ser la sociedad el marco donde cohabitan los indi-
efecto los siguientes postulados: 1. el contemplar
viduos y los grupos se convierte, indirectamente, en
la violencia podría resultar excitante, sirviendo para
el sustrato donde los medios de comunicación de
desinhibir tendencias agresivas presentes en el mun-
masas, las diferencias entre zonas, el desempleo, la
do (Bandura, 1977); 2. la contemplación habitual
pobreza y las variaciones étnicas se convierten en
de la violencia podría servir para insensibilizar a las
factores que afectan al riesgo de cometer conductas
personas a la violencia (Donnerstein, Linz y Penrod,
antisociales. Por otro lado, y sin menospreciar el papel
1987); y 3. la contemplación regular de violencia
que juegan los factores ambientales, todas las ca-
podría determinar y reforzar esquemas cognitivos
racterísticas conductuales humanas son producto de
en relación con la violencia (Berkowitz, y cols.,
la interacción entre determinadas experiencias vita-
1978).
les y un conglomerado de variables genéticas. En
este sentido, ciertos factores de los individuos y de Finalmente, parece adecuado considerar el papel que
su ambiente personal modulan la posibilidad de ejer- ejercen las nuevas tecnologías y, más concretamen-
cer conductas antisociales. Podría concluirse que te, el uso excesivo de videojuegos e Internet. Los
ambos tipos de factores, es decir, ambientales e in- juegos de ordenador y, en menor grado, ciertos usos
dividuales contribuyen a explicar la génesis y mante- de Internet implican la posibilidad de acceder más
nimiento de los comportamientos desviados. fácilmente para determinados individuos a material
violento y pornográfico, constituyendo formas pecu-
liares de la conducta de juego. En este sentido,
Factores ambientales-contextuales Griffiths (1997) encuentra que el juego persistente
puede tener como consecuencia una excitación fi-
Los medios de comunicación de masas siológica que actuará posteriormente como reforzador
La relación entre los posibles efectos de la violencia de la conducta futura, predisponiendo así a la depen-
en la televisión o las películas sobre la conducta an- dencia y fomentando el desarrollo de un abanico más
tisocial está siendo investigada actualmente. Es po- amplio de conductas antisociales.

22 Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37


Factores de riesgo y protección de la conducta antisocial en adolescentes

Diferencias entre zonas en la conducta antisocial, pero la influencia es indi-


Un hecho evidente es que en los núcleos urbanos recta: viene mediada por depresión de algún proge-
nitor, conflicto matrimonial y hostilidad de los pro-
hay determinadas zonas en las que es más probable
encontrar niveles altos de delincuencia. Hope y Hough genitores. Un año más tarde Conger, Patterson y Ge
(1995) analizan el efecto de la tensión familiar (me-
(1988) relacionan los índices de delincuencia con
tres clases de zonas: 1. zonas no familiares de alto dido a través de una bajada en los ingresos o por
nivel en las zonas céntricas deprimidas de las ciuda- enfermedad o lesión grave) realizando una investiga-
ción longitudinal. Los efectos del estrés familiar es-
des (incluiría las casas de los ricos y las zonas de
edificios de propiedad privada en ocupación múlti- taban mediados por la depresión de los padres y la
deficiente disciplina. Sin embargo, hay que señalar
ple), 2. zonas multirraciales que se corresponden
con viviendas privadas en alquiler, y 3. complejos que los conceptos de presión económica y de ten-
urbanísticos de subvención municipal en alquileres sión familiar estaban definidos de forma general,
hallándose una relación muy débil con la conducta
más reducidos/pobres, ubicados, ya sea en zonas
céntricas deprimidas o en el anillo exterior. antisocial.
Más resultados a favor de la relación entre la situa-
Obviamente, y sin que halla que proceder a explica-
ción social desfavorecida y la conducta antisocial son
ciones exhaustivas, es posible establecer un parale-
los de Pfiffner, McBurnett y Rathouz (2001), quie-
lismo en cualquier ciudad española con el estudio
nes hallan mayor índice de conducta antisocial en
británico expuesto. Sirvan de ejemplo los registros
familias en las que el padre biológico no está en
de los barrios con altos índices de delincuencia juve-
casa, correlacionando además con el bajo estatus
nil aportados por González (1987) acerca de Madrid
socioeconómico. La relación se invertía en aquellos
y Barcelona. En Madrid, el orden de mayor a menor
casos en los que el padre sí que estaba en casa.
delincuencia encontrado por barrios fue: Canillejas,
San Blas, Orcasitas, Vallecas..., y en Barcelona: Las
Ramblas (parte vieja), La Mina... Las variaciones étnicas
Un tema controvertido es el del predominio de las
El desempleo conductas antisociales atendiendo a la etnia de pro-
cedencia. Como recogen Rutter, Giller y Hagell
El desempleo, y por ende, la falta de recursos eco-
(2000), las dificultades serían inherentes a que el
nómicos se relacionan con la delincuencia. Farrington,
desarrollo de la conducta antisocial tiene su origen
Gallagher, Morley, Ledger y West (1986) realizaron
en la falta de congruencia entre los autoinformes y
un estudio longitudinal con chicos procedentes de
las estadísticas oficiales. Lo cierto es que se han
zonas deprimidas de Londres encontrando resultados
encontrado diferencias en los índices de conducta
interesantes con respecto a la variable desempleo.
antisocial entre personas de diferentes etnias (prefe-
Se obtuvieron tres conclusiones importantes: 1. los
riblemente en las minoritarias), diferencias proba-
jóvenes que llevaban al menos tres meses parados
blemente acentuadas por parcialidades en el siste-
cometieron casi tres veces tantos delitos mientras
ma. Subyacentes a estas diferencias están factores
estuvieron empleados como el muestreo en su con-
como el desempleo, los factores familiares o alguna
junto, 2. el índice de delitos se incrementó cuando
combinación interfactorial.
estaban sin trabajo y, 3. el efecto del desempleo en
la delincuencia sólo era evidente en aquellos chicos Para finalizar, y como elemento corroborador de la
con un alto índice anterior de delincuencia. Podría última idea expuesta, citar un estudio de Peeples y
suponerse que la experiencia del desempleo hiciese Loeber (1994), quienes hallan que el índice de de-
más probable el que los individuos antisociales roba- lincuencia de los afroamericanos que vivían en zonas
sen con más frecuencia, siendo este efecto relativa- que no eran de clase marginada no difería del de los
mente inmediato. blancos.

La pobreza y/o situación social desfavorecida


La mayoría de las teorías sobre los factores determi- Factores individuales
nantes de la delincuencia tenían como punto de arran- Mediadores biológicos y factores genéticos
que el que casi todos los delincuentes procedían de
un medio socialmente desfavorecido (Rutter y Giller, En los últimos tiempos ha habido un cambio impor-
tante en cuanto al papel de las características indivi-
1983).
duales como moduladores de la posibilidad de desa-
Conger, Ge, Elder, Lorenz y Simons (1994) conclu- rrollar conductas antisociales. Rutter y Giller (1983)
yen que la presión económica sí que tiene un efecto consideraban que no era demasiado útil buscar in-

Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37 23


JJ. Muñoz García

fluencias genéticas que pudiesen subyacer a un pa- la agresividad no está demasiado clara.
pel en las diferencias individuales de propensión a Needleman, Riess, Tobin, Biesecker y
las conductas antisociales. Greenhouse (1996) encuentran niveles de plo-
mo en los huesos más elevados relacionados
Actualmente, el clima es muy distinto, examinándo- con mediciones, según un cuestionario, de la
se los factores de riesgo biológicos (Raine, Brennan conducta agresiva y delictiva en niños de 11
y Farrington, 1997), los factores neuropsicológicos y años, pero no en los de 7.
la delincuencia (Milner, 1991) y los vínculos con el El papel de las drogas como factor de riesgo de
trastorno mental (Hodgins, 1993). Todos ellos tie- la delincuencia sucede a través de distintas for-
nen importancia en el riesgo de desarrollar conduc- mas (South, 1994). Puede suceder que 1. el
tas antisociales. consumidor de una sustancia robe con el fin de
Con respecto a los mediadores biológicos se han consi- poder adquirirla (Chaiken y Chaiken, 1991), que
derado: 2. haya grupos organizados que se dediquen al
tráfico de drogas (Pearson, 1991), y que 3. el
– Hormonas, neurotransmisores y toxinas: apa- consumo de drogas pueda constituir un rasgo de
rece relación entre un incremento en los niveles un estilo de vida apartado de la norma (Rutter y
plasmáticos de testosterona (hormona sexual cols., 2000).
masculina) y el aumento de la probabilidad de – Sistema nervioso autónomo y estudios neurofi-
ejercer comportamiento antisocial en varones siológicos: un número de pulsaciones más bajo
(Olweus, Mattsson, Schalling y Löw, 1980). La predice mayor número de conductas agresivas
testosterona se ha mostrado como el candidato (Raine, Venables y Williams, 1995). Existen anor-
más prometedor de todos los mediadores bioló- malidades neurofisiológicas que se han vincula-
gicos (Rubinow y Schmidt, 1996). Un estudio do al aumento de la delincuencia. En este senti-
longitudinal encontró que los jóvenes de 13 años do, cobran importancia los estudios que relacio-
clasificados como “líderes bravucones” tenían nan determinados déficits en los lóbulos fronta-
niveles más altos de testosterona, siendo sus les, ya sean estructurales o funcionales, con la
niveles generales de andrógenos más bajos que aparición de conductas antisociales. Estos estu-
los de los sujetos no agresivos, apoyándose la dios surgen a raíz de las investigaciones que re-
evidencia de que el rechazo social disminuye el lacionan la psicopatía con el lóbulo frontal. Han
nivel de testosterona. A pesar de esto, los resul- aparecido reducciones del volumen de corteza
tados fueron encontrados entre los 15 y 16 años,
gris prefrontal en pruebas de resonancia magné-
donde el nivel de testosterona de los sujetos
tica (RM) (Raine, Lenz, Bihrle, LaCasse y
agresivos era mayor en comparación con el de
Colletti, 2000), menor flujo sanguíneo cerebral
los no agresivos (Tremblay, Schall, Boulerice y
relativo en áreas frontales mediante tomografía
Perusse, 1997).
por emisión de fotones únicos (SPECT) (Brower
Hay una amplia bibliografía basada en estudios
y Price, 2001), menor consumo de glucosa fron-
que consideran a la serotonina como un aspecto
tal a través de la tomografía por emisión de
central en la regulación de la conducta agresiva
positrones (TEP) (Raine, 2001) y determinados
impulsiva (Spoont, 1992). A través de la enzi-
ma monoaminoxidasa (MAO) se han vinculado potenciales evocados cerebrales reducidos como
el P300 pertenecientes a áreas frontales (PE-
los niveles elevados de serotonina al comporta-
miento antisocial. Por tanto, la baja actividad EEG) (Kiehl, Hare, Liddle y McDonald, 1999).
de la MAO en las plaquetas guardaría relación El estudio de los factores genéticos se ha centrado
con el delito violento (Belfrage, Lidberg y Oreland, en:
1992).
Determinadas toxinas y nutrientes se han rela- – Anomalías cromosómicas: a mediados de los
cionado con las conductas antisociales, tenien- años 60 un estudio de delincuentes en prisión
do los hijos de padres alcohólicos un riesgo halló una excesiva presencia de la anomalía
sustancialmente mayor de conducta antisocial, cromosómica XYY (Jacobs, Brunton, Melville,
además de otros tipos de psicopatología Brittain y McClermont, 1965). Estos resultados
(Steinhausen, 1995). Otro factor asociado ha hicieron suponer la creencia popular errónea de
sido la ingestión de plomo, encontrándose nive- unos individuos psicópatas supermasculinos cuya
les moderadamente elevados de plomo en el característica más sobresaliente era su extre-
cuerpo asociados a ligeras disminuciones del ren- mada violencia. En cualquier caso, aunque los
dimiento cognitivo (Fergusson, Horwood y comportamientos delictivos son claramente más
Lynskey, 1997). Sin embargo, su relación con numerosos en los individuos XYY en compara-

24 Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37


Factores de riesgo y protección de la conducta antisocial en adolescentes

ción con XY de la misma edad, peso, inteligen- las causas genéticas y ambientales. Los datos
cia y clase social, sus delitos son relativamente acerca de gemelos e hijos adoptivos que han
triviales (Witkin, Mednik, Schulsinger, proliferado en los últimos años, precisan eficaz-
Bakkestrom, Christiansen, y cols., 1977). Más mente la influencia de los efectos genéticos frente
recientemente, otros estudios han encontrado a los ambientales (Miles y Carey, 1997). En esta
que los individuos XYY tienen un índice de delin- investigación, la influencia genética aparece me-
cuencia varias veces superior al de los indivi- nos en los hijos adoptivos que en los gemelos,
duos XXY, siendo el índice de estos últimos prác- apoyando la inferencia de un valor significativo de
ticamente igual que el de la población general y la genética en la conducta antisocial. Sin embar-
no pudiendo atribuirse las diferencias a un bajo go, es de sobra conocido el hecho de que la ma-
CI (Walzer, Bashir y Silbert, 1998). Como reco- yoría de la conducta humana ha sido vinculada a
gen Rutter, y cols., (2000), la presencia de XYY causas genéticas casi por obligación y sin dar
no causaría la delincuencia directamente, sino opción a otras hipótesis explicativas, por lo que
que junto a otros factores incrementaría la pro- estos hallazgos no son especialmente relevantes
babilidad de ejercer conductas antisociales. (Plomin, De Fries, McClearn y Rutter, 1997).
– La transmisión familiar: los padres con compor-
tamientos antisociales tienen más probabilidad Factores biológico-evolutivos
de tener hijos que desarrollen conductas El objetivo de este apartado es señalar el efecto del
delictivas. Un estudio clásico de Robins (1966) género en la modulación de las conductas antisocia-
situaba el comportamiento criminal del padre les, así como la evolución temporal de estos com-
como uno de los mejores predictores de la con- portamientos:
ducta antisocial del hijo. En los últimos años se
– Sexo: las estadísticas oficiales de todos los paí-
han acumulado evidencias a favor una heredabi-
ses muestran como los varones son arrestados y
lidad de las características biológicas modula- hallados culpables de delitos en más ocasiones
doras de la conducta delictiva. Farrington, Barnes
que las mujeres (Serrano; 1983; Smith, 1995).
y Lambert (1996) muestran como la delincuen- En la literatura existente se ha debatido princi-
cia se concentra marcadamente en algunas fa- palmente sobre el papel que podrían tener en la
milias y se transmite en mayor grado de genera- agresividad distintos componentes biológicos
ción en generación. Parece que las variables en asociados al género. Los andrógenos prenatales
el entorno familiar estarían significativamente tienen una función organizadora en el desarrollo
asociadas a la delincuencia de la descendencia, del cerebro en los seres humanos (Swaab, 1991)
teniendo un efecto más débil con respecto al de y podrían ser una fuente de explicación de la
la delincuencia paterna o materna después de mayor agresividad observada en varones. Sin
considerar otras variables (Rowe y Farrington, embargo, y a la luz de los datos actualmente
1997). También son importantes los estudios disponibles, hay que considerar que las diferen-
realizados con gemelos, encontrándose que un cias en andrógenos en la época del nacimiento
77% de concordancia en la criminalidad de ge- pueden tener un mínimo papel en las diferencias
melos monozigoto (MZ) y un 12% para los en género en agresividad.
dizigoto (DZ), concluyendo que la heredabilidad Los varones son más agresivos físicamente que
jugaba un papel preponderante como causa del las mujeres en la mayoría de los escenarios na-
crimen (Lange, 1929). Christiansen (1977) ha turales (Eagly y Steffen, 1986), aunque no tie-
encontrado una concordancia del 52% en una nen más probabilidades de mostrar su agresivi-
población de presos MZ (masculino-masculino) dad dentro de la familia (Straus y Gelles, 1990).
en comparación con el 22% en DZ (masculino- La diferencia de género determina una mayor
masculino). agresividad física frente a verbal en los varones
Finalmente, se han realizado estudios de adop- (Eagly y Steffen, 1986). Campbell (1995) seña-
ción que separan las causas genéticas y am- la que la agresividad de los varones es un meca-
bientales. El papel diferencial que podrían ejer- nismo para afianzar su dominio y poder, mien-
cer las propensiones genéticamente condiciona- tras que en las mujeres serviría para expresar
das en los niños situados en entornos de muy sentimientos negativos.
alto riesgo, y sobre las que hay total incertidum- En cuanto a factores de riesgo psicosociales es
bre acerca de su hipotética realidad, conducen muy probable que los varones tengan una ma-
a pensar en un enfoque no tan reduccionista como yor predisposición a inmiscuirse en situaciones
el genético (Baumrind, 1993). En este sentido, problemáticas (Rutter, 1970). Parece que los
los estudios con hijos adoptivos separan mejor niños son más vulnerables a los riesgos psicoló-

Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37 25


JJ. Muñoz García

gicos asociados a la discordia familiar (Rutter y Factores psicológicos


Quinton, 1984). Un amplio conjunto de variables de índole psicológi-
La cultura de los chicos y chicas difiere notable- ca han sido estudiadas, pudiendo ser clasificadas en
mente existiendo un espectro de factores que diversos grupos: características de personalidad, de-
juegan una indudable influencia en el posible terminados problemas de conducta y/o psicopatoló-
desarrollo de conductas antisociales. Así, 1. gicos y la influencia de estilos de afrontamiento y/o
desde la infancia, los chicos tienden a jugar más actitudes personales. A continuación, se presentan
en lugares públicos que las chicas, las cuales detalladamente:
jugarían preferiblemente en recintos cerrados
(Lever, 1976); 2. los chicos juegan en grupos – Hiperactitividad, déficit de atención, impulsi-
grandes, mientras que las niñas se juntan en vidad y toma de riesgos: una constelación de
diadas y/o triadas (Brooks-Gunn y Mathews, características psicológicas como la hiperacti-
1979); 3. el juego de los varones es de un ma- vidad, los déficits de atención o concentración,
yor contacto físico y rudeza en comparación con impulsividad (comentada posteriormente como
el de las niñas (DePietro, 1981); 4. hay más variable de personalidad) se han asociado al ries-
peleas en los grupos de chicos (Luria y Herzog, go asumido con una probabilidad incrementada
1985); 5. los encuentros sociales entre varones de ejercer violencia en el futuro.
tienden a estar orientados a la dominancia o Farrington (1989) relacionó los problemas de
formación de jerarquías (McLoyd, 1983); 6. el concentración, la impulsividad y las conductas
liderazgo en las mujeres es visto como algo fa- de riesgo entre los 8 y los 10 años en varones
vorable, imitable y que permite obtener buenos con una mayor probabilidad de autoinformar vio-
resultados, sin embargo, en los varones es visto lencia entre los 16-18 años, a los 32 años, y
como dominante y con tendencia a tomar for- con mayor probabilidad de haber realizado crí-
mas agresivas o de humillación (DePietro, 1981); menes violentos entre los 10 y los 32 años.
7. el concepto de amistad es distinto en las La presencia de la hiperactividad ha sido vincu-
mujeres que en los varones, predominando en lada con la posibilidad de ejercer delincuencia
ellas relaciones más profundas y emotivas (Lever, temprana, así como con una mayor probabilidad
1976); 8. no queda claro si es más fácil entrar de reincidencia en el delito una vez iniciada la
en grupos de varones que en grupos de mujeres vida adulta (Farrington, Loeber, Elliot, Hawkins,
(McLoyd, 1983); 9. el contenido del discurso Kandel, y cols., 1996). Estudios complementa-
en las mujeres tiende a crear y mantener rela- rios de niños con hiperactividad/falta de aten-
ciones y, en caso de críticas, las realizan de ción en la niñez temprana o media han avalado
forma aceptable frente al estilo más agresivo de el posterior desarrollo en la adolescencia de con-
los varones (Lever, 1976). Pese a la multitud de ductas antisociales. (Campbell, 1997; Taylor,
estudios existentes con los factores contextuales, Chadwick, Heptinstall y Danckaerts, 1996).
Rutter y cols. (2000) consideran que las con- – Desórdenes internalizantes: incluyen el nervio-
clusiones extraídas pertenecerían al rango de teo- sismo y/o ansiedad junto a la depresión. Muchos
rías necesitadas de una rigurosa comprobación. individuos que ejercen conductas antisociales
– Edad: se ha postulado que muchos comporta- manifiestan comórbidamente trastornos emocio-
mientos en etapas preescolares podrían prede- nales (Dishion, French y Patterson, 1995). En
cir adecuadamente conductas antisociales en el varios estudios longitudinales y epidemiológicos
futuro, aunque es evidente que no todos los ni- en población general se ha podido comprobar la
ños conflictivos en edad preescolar llegan a ser relación entre perturbaciones emocionales como
delincuentes, así como que no todos los delin- la ansiedad y los trastornos depresivos con la
cuentes han sido conflictivos en sus etapas pre- probabilidad aumentada de ejercer conductas
escolares (Rutter, y cols., 2000). antisociales. Sin embargo, también ha parecido
Moffit (1993) distingue la conducta antisocial es- una correlación ligeramente negativa, incluso
tática en la adolescencia y la persistente en la llegando a negarse la relación (Farrington, 1989).
vida adulta. Obviamente, el presentar conductas En relación a la depresión, hay una gran canti-
antisociales en la niñez puede ser un factor de dad de estudios que encuentran como los indivi-
predisposición para una mayor inadaptación so- duos con conductas antisociales presentan con-
cial en la adultez (Robins, 1986). Ahora bien, comitantes trastornos emocionales, entre los que
estos resultados provienen de estudios longitudi- aparecería la depresión y características tales
nales, por lo que han de ser observados a la luz de como el autoconcepto disminuido (Achenbach,
su incapacidad para comprobar hipótesis causales. 1991; Caron y Rutter, 1991).

26 Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37


Factores de riesgo y protección de la conducta antisocial en adolescentes

– Asociación con trastornos mentales graves: el (impulsividad propiamente dicha, asunción de


alcoholismo y los problemas de drogas son los riesgos, no-planificación e irreflexión), correla-
trastornos psicopatológicos más marcadamente cionaría positivamente con la extraversión y el
asociados con la delincuencia (Hodgins, 1993; psicoticismo, mientras que la impulsividad pro-
Marzuk, 1996). piamente dicha (en una definición más restrin-
Con respecto a las psicosis, se han relacionado gida) correlacionaría positivamente con el
determinados delitos (destrucción de propiedad neuroticismo y el psicoticismo. En un sentido
y crímenes violentos) que pueden tener su ori- amplio de la definición de impulsividad, ésta
gen en procesos mentales anormales como las correlacionaría con la delincuencia. Sin embar-
percepciones distorsionadas, el razonamiento de- go, las predicciones son matizables debido a que
fectuoso y la regulación afectiva defectuosa de Eysenck y Eysenck (1978) admiten que el tér-
las psicosis (Marzuk, 1996; Taylor, 1992). En mino psicoticismo usado por ellos no se corres-
este sentido, es adecuado señalar que el riesgo ponde con el contenido general del concepto.
no se derivaría del propio diagnóstico de psico- Caspi, Moffit, Silva, Stouthamer-Loeber, Krueger,
sis, sino de los síntomas como tal. y cols., (1994), en un estudio con doble muestreo
– Iniciación temprana en la violencia y delincuen- para varones-mujeres y para negros-blancos,
cia: la aparición temprana de comportamiento asociaban la delincuencia a un débil autocontrol
violento y delincuencia predice mayor cronicidad o a una elevada impulsividad, así como a una
del delito violento (Farrington, 1991; Thornberry, emotividad negativa (tendencia a estar enojado,
Huizinga y Loeber, 1995), pero no está claro ansioso o irritable).
como esa pronta iniciación determina el aumento El constructo búsqueda de sensaciones repre-
posterior de la violencia con el paso de los años. senta la necesidad de buscar y experimentar sen-
Como señala Farrington (1986, p. 359) las ca- saciones novedosas, variadas y complejas, de
rreras criminales adultas no emergen sin previo las que pueden derivarse riesgos físicos y/o socia-
aviso. les (Zuckerman, 1979; p. 10). Zuckerman rela-
Farrington (1986) encuentra que los jóvenes con- ciona la búsqueda de sensaciones con el compo-
victos o que admitían una historia previa de nente impulsivo de la extraversión, la carencia de
multitud de actos delictivos eran identificados acuerdo con las normas sociales, la baja respon-
como problemáticos, deshonestos y agresivos sabilidad y tener poco auto-control. La investiga-
por sus profesores y compañeros en edades tem- ción arroja datos a favor de la relación entre la
pranas, incidiendo estos datos en la posible con- búsqueda de sensaciones y estar inmiscuido en
tinuidad del comportamiento antisocial. conductas delictivas (Horovath y Zuckerman,
– Variables de personalidad: numerosos estudios 1993; White, Johnson y Garrison, 1985).
han relacionado determinadas características de En cuanto a la agresividad, se ha encontrado
personalidad con la reincidencia delictiva. De- continuidad entre el comportamiento antisocial
terminadas teorías psicológicas de la delincuen- y las muestras de agresividad temprana con res-
cia muestran los rasgos de personalidad diferen- pecto al posterior ejercicio de crímenes violen-
ciales de los delincuentes (Cloninger, 1987; tos. El comportamiento agresivo medido entre
Eysenck, 1977; Zuckerman, 1994). Sin em- la edad de los 6 y los 13 años predice consisten-
bargo, y para no alargar demasiado la explica- temente la violencia en varones (Farrington,
ción de los rasgos, es conveniente centrarse en 1989; Olweus, 1979). Aunque el comportamien-
aquellas variables procedentes de las teorías de to agresivo temprano es un buen factor predictivo
la activación (la impulsividad y la búsqueda de de la violencia posterior, no es explicativo de la
sensaciones) así como la agresividad, ya que misma, debido a que ambas medidas subyacen
son las que han generado un conjunto de resul- al mismo constructo, es decir, la conducta anti-
tados con mayor solidez y consistencia. social.
En cualquier caso, la delincuencia juvenil cons- – Inteligencia: los delincuentes, especialmente los
tituye un fenómeno multicausal, haciéndose ne- reincidentes, tienden a tener un cociente inte-
cesarios acercamientos no fragmentarios que den lectual (CI) ligeramente inferior a los no delin-
cabida a agrupaciones de factores (Elliot, cuentes. Esta asociación ha sido confirmada en
Huizinga y Ageton, 1985). estudios recientes (Maguin y Loeber, 1995),
Eysenck y Eysenck (1978) relacionaron la impul- mostrándose como el bajo CI se asocia a con-
sividad con su sistema tridimensional de perso- ducta antisocial incluso después de tener en
nalidad: extraversión, neuroticismo y psicoticis- cuenta el nivel de logro escolar, si bien parece
mo. La impulsividad, en una definición amplia que la asociación es un tanto reducida.

Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37 27


JJ. Muñoz García

– Actitudes y creencias: las normas y creencias delincuencia y hacer “novillos” en la escuela


personales podrían servir de control interno para (Hawkins, Catalano y Miller, 1992), las inter-
no ejercer conductas contra la ley. Determina- venciones preventivas encaminadas a cambiar
dos patrones de repuesta como la deshonesti- los predictores generales de comportamientos
dad, las actitudes y creencias antisociales, acti- antisociales deben ser efectivas en la preven-
tudes favorables a la violencia y hostilidad con- ción de la violencia.
tra la policía han sido relacionadas con la vio-
lencia futura en varones (Elliot, 1994; Farrington, Factores de socialización
1989; Maguin y Loeber, 1995). En este senti- El ejercicio de las conductas antisociales está deter-
do, un amplio rango de procesos cognitivo-so- minado por una interacción entre características in-
ciales están distorsionados o son deficitarios en trínsecas a los individuos así como influencias prove-
los niños agresivos (Lochman y Dodge, 1994). nientes de diversos grupos sociales. Esta afirmación
Estos presentan deficiencias en la atribución (con se encuadra claramente en la teoría del aprendizaje
un locus de control típicamente externo), en la social de Bandura (1969, 1977), quien considera al
solución de problemas, en la evaluación de con- proceso de socialización como una adquisición de
ductas que favorecen la agresión así como una conductas y valores determinada, en su mayor par-
baja valoración de las características típicas de te, por un conglomerado de relaciones sociales en
los jóvenes agresivos. La presencia de estas va- las que el individuo está inmerso.
riables estaría directamente relacionada con la
severidad de los comportamientos agresivos. Las variables de socialización constituyen factores
Finalmente, es necesario considerar que las in- de riesgo debido a que pueden modular la conducta
tervenciones preventivas han de ir encaminadas del individuo por simple imitación de una figura “pres-
a desarrollar creencias positivas y pautas tigiosa” y en pos de crear lazos afectivos con el mo-
comportamentales diferentes a la violencia o delo, o mediante el refuerzo de aquellas conductas
ruptura de reglas. Estos descubrimientos no ha- concordantes y supuestamente adecuadas con res-
cen más que subrayar la importancia de lo que pecto a las de los compañeros. Pueden considerarse
se ha dado en llamar inteligencia emocional tres grupos distintos de factores de socialización:
(Goleman, 1995), que es el proceso de desarro- familiares, escolares y relacionados con el grupo de
llo social por el que los niños aprender a partici- iguales.
par adecuadamente en la vida social. En lo que respecta a los factores familiares apare-
– Otros comportamientos antisociales: el partici- cen:
par en comportamientos antisociales como el
robo, destrucción de la propiedad, delincuencia – Criminalidad de los padres: la comisión de crí-
auto-informada, fumar, contactos sexuales menes por parte de los padres es un factor de
tempranos, la venta de drogas, ha sido relacio- riesgo para el ejercicio de conductas antisociales
nado con la violencia. en sus hijos. Usando una muestra de 201 varo-
Robins (1966) tuvo en cuenta el comportamiento nes, McCord (1982) encontró relación positiva
desviado en niños y la violencia en adultos en un entre los comportamientos desviados paternos,
estudio con 524 pacientes psiquiátricos, encon- medidos por la presencia de conductas como
trando que los hombres con historia de compor- alcoholismo del padre o haber estado convicto
tamiento antisocial entre las edades de los 6 y por embriaguez y/o un crimen grave, y las con-
los 17 tenían más probabilidades de acarrear ductas violentas registradas de sus hijos.
cargos como robo, violación, asesinato y críme- La conducta criminal y el alcoholismo del pa-
nes sexuales en la etapa adulta, pero estas for- dre, en particular, han sido algunos de los facto-
mas de comportamiento no aparecieron en las res más potentes en el aumento del riesgo del
mujeres, sugiriendo que hay una menor consis- comportamiento criminal. Farrington (1989) en-
tencia de comportamiento violento en el sexo contró relación entre el arresto parental antes
femenino con respecto al masculino. del décimo cumpleaños de sus hijos y el aumen-
Evidencias consistentes sugieren que estar en- to de los crímenes violentos registrados oficial-
vuelto en cualquier forma de comportamiento mente y autoinformados por parte estos últimos
antisocial en la niñez se asocia a un gran riesgo en la adolescencia.
de violencia futura en el caso de los varones. – Maltrato infantil: Widom (1989) consideró los
Debido a que muchos predictores de comporta- índices de arrestos criminales por delitos violen-
miento violento revisados en este trabajo son tos, incluyendo asesinato, homicidio, violación,
precursores generales de abuso de sustancias, asalto y robo; de adultos que habían sufrido abu-

28 Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37


Factores de riesgo y protección de la conducta antisocial en adolescentes

sos o negligencias a través de registros oficia- siderar cada uno separadamente, porque se re-
les. Cuando se comparaban con sujetos que no quieren diferentes intervenciones para cada uno
tenían historia de abuso previo, aquellos adultos de estos factores.
que habían sufrido abusos sexuales en la infan- La calidad de las relaciones entre los padres y
cia tenían una tendencia ligeramente mayor a los hijos es fundamental: si la relación es cálida
cometer delitos violentos. Igual pasaba con los y afectuosa, el índice de delincuencia juvenil baja
que habían sufrido abusos físicos, mientras que (Loeber y Dishion, 1982). Sin embargo, las pau-
aquellos que habían sido objeto de negligencias tas educativas erróneas han sido típicamente
eran los más proclives a cometer delitos violen- relacionadas con un aumento del riesgo de co-
tos en la adolescencia. meter crímenes por los hijos, mientras que la
– Pautas educativas inadecuadas: el fallo de los interacción padres-hijos y el fuerte apego fami-
padres para crear expectativas claras en el com- liar han sido considerados habitualmente como
portamiento de los hijos, la pobre monitorización factores que protegerían potencialmente a los
y supervisión parental de los niños y la disciplina hijos contra el desarrollo del comportamiento
excesivamente severa e inconsistente, represen- delictivo (Catalano y Hawkins, 1997). Sin em-
tan una constelación de pautas educativas fami- bargo, la evidencia disponible ha llevado a pos-
liares que predicen la posterior delincuencia y tular que no es posible determinar consistente-
abuso de sustancias (Capaldi y Patterson, 1996; mente cómo ejercen su efecto protector estos
Patterson, 1982, 1995; Patterson, Dishion y dos últimos factores (Farrington, 1993).
Bank, 1984). De hecho, se ha llegado a inter- – Apego familiar: de acuerdo con la teoría del
pretar el maltrato infantil como una forma ex- control social (Hirschi, 1969), el apego a la
trema de las pobres pautas educativas. En lí- familia inhibe el crimen y la delincuencia. Pocos
neas generales, los padres de los adolescentes estudios han investigado específicamente la re-
problemáticos emplean la fuerza, aplican o ame- lación entre el apego familiar y el comporta-
nazan con el castigo físico, su disciplina es drás- miento violento.
tica y se caracteriza por la pérdida del control Elliot (1994) no encontró relación significativa
emocional, y exhiben irracionalmente la fuerza entre la falta de apego familiar y la violencia.
y las palizas repentinas. Además, el castigo se Comparando con los estudios que relacionaban
aplica de forma inconsistente, con una manifes- la criminalidad parental con la violencia surge la
tación errática que combina restricciones exce- necesidad de que los estudios que investigan la
sivas y tolerancia inadecuada. relación entre el apego familiar y el comporta-
En relación al comportamiento estricto de los miento violento posterior distingan el apego a
padres con sus hijos se ha encontrado un patrón los miembros familiares prosociales frente al
de contigüidad (Wells y Rankin, 1991). Los jó- apego hacia los miembros criminales o
venes cuyos padres habían sido estrictos infor- antisociales de la familia, ya que una u otra for-
maban del mismo tipo de comportamientos en ma de apego pueden condicionar la aparición o
comparación con los chicos con padres muy no de conductas antisociales.
permisivos. Además, estos últimos también te- – Conflictos maritales: los orígenes de la investi-
nían más comportamientos disruptivos con res- gación criminológica ya consideraban los “ho-
pecto a aquellos chicos cuyos padres no habían gares deshechos” como un factor de riesgo con
sido ni muy flexibles ni muy estrictos. respecto a las conductas antisociales. La inexis-
– Interacción padres-hijos: la presencia de víncu- tencia de una relación adecuada entre el padre
los afectivos débiles entre el hijo y los padres es y la madre ha sido relacionada con la manifes-
un claro factor de riesgo para el desarrollo de tación de actividades antisociales por parte de
comportamientos antisociales (Armenta, Corral, los hijos (Borduin, Pruitt y Henggeler, 1986;
López, Díaz y Peña, 2001; Hanson, Henggeler, Farrington, 1989; Rutter y Giller, 1983; Wells y
Haefele y Rodick, 1984; Mirón, Luengo, Sobral Rankin, 1991).
y Otero-López, 1988). Se ha investigado la relación entre el conflicto
Tres dimensiones separadas de la relación entre marital, incluyendo la violencia entre los padres,
padres e hijos han sido identificadas como y el comportamiento violento de los hijos. Elliot
predictores del crimen tanto en la teoría como (1994) mostró que los individuos que habían
en la investigación: 1. las pautas familiares edu- sido expuestos a episodios violentos entre sus
cativas inadecuadas, 2. la interacción de los padres eran más violentos en su etapa adulta.
padres con los hijos y 3. el apego familiar. Des- Ser testigo de la violencia del padre hacia la
de una perspectiva preventiva es importante con- madre es tan perjudicial para los menores como

Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37 29


JJ. Muñoz García

el recibir la violencia directamente (Armenta y Farrington (1989) encontró que la separación


cols., 2001). Estos descubrimientos confirman padres-hijos antes de los 10 años predecía vio-
que la exposición a niveles elevados de conflicto lencia auto-informada en chicos londinenses en
familiar/marital incrementa el riesgo de violen- la adolescencia y etapa adulta, así como en las
cia. estadísticas oficiales por crímenes violentos, con-
– Eventos familiares estresantes: los eventos fa- firmando aquellos estudios que mostraban como
miliares estresantes han sido relacionados con las familias “rotas” antes de los 10 años prede-
un amplio rango de trastornos psiquiátricos. La cían una mayor probabilidad de estar convicto
influencia de los sucesos familiares estresantes por violencia antes de los 21.
sobre el comportamiento violento de los hijos Pfiffner, y cols., (2001) examinan las caracterís-
ha sido explorada por Elliot (1994) en sujetos ticas de familias con características antisociales.
entre los 11 y los 17 años. Usó una escala de La conclusión más relevante de este estudio es
15 ítems para evaluar los estresores familiares que en aquellas familias en que el padre biológi-
como enfermedad, desempleo, divorcio/separa- co está en casa hay una menor sintomatología
ción, o un serio accidente. Según este estudio, vinculada a conductas antisociales en el padre,
no había relación entre el número de eventos madre e hijos, siendo el estatus socioeconómico
familiares estresantes y la violencia posterior de más elevado. Por el contrario, aquellas familias
los hijos. Los hallazgos de Elliot, venían a con- que registraban una ausencia del padre tenían
firmar estudios previos en los que factores como mayor probabilidad de aparición de conductas
la pérdida de un progenitor condicionaban míni- antisociales así como un estatus socioeconómico
mamente el desarrollo de conductas antisociales más bajo.
(Rutter, 1971; Rutter y Giller, 1983). Pese a las evidencias disponibles, otros autores
Sin embargo, hay algún hallazgo que puede ayu- han encontrado resultados contradictorios
dar a comprender el papel de un estresor en el (Cernkowich y Giordano, 1987; Gove y
origen y/o mantenimiento de las conductas Crutchfield, 1982; Laub y Sampson, 1988), plan-
antisociales. Se ha encontrado que muchos ni- teándose la idea de que es más importante la
ños de padres en proceso de divorcio muestran calidad de las relaciones que la presencia o au-
un alto nivel de perturbación comportamental sencia de uno de los padres (Mirón, 1990)
antes de que el divorcio tenga lugar, pero no – Padres adolescentes: la conducta antisocial de
después (Block, Block y Gjerde, 1986). Estu- muchas jóvenes se asocia con la maternidad
dios como el de Conger y cols. (1994) vendrían adolescente y con relaciones compulsivas con
a confirmar estos resultados hallando un aumento hombres antisociales. Además, habría un alto
de las conductas antisociales “durante” y no índice de ruptura de la relación de cohabita-
“después”de un evento estresante. Así, la rela- ción, de dificultades de crianza y de un mayor
ción entre la presión económica y la conducta índice de interrupción de la misma (Quinton y
antisocial sería indirecta y estaría mediatizada Rutter, 1988). Este patrón es menos caracte-
por factores como la depresión de algún proge- rístico de los varones antisociales (Rutter,
nitor, el conflicto matrimonial y la hostilidad de Quinton y Hill, 1990).
los progenitores. Ser hijo de madre soltera estaba asociado a más
– Separación de los padres: un hecho sobrada- del doble de riesgo de llegar a ser un infractor
mente demostrado es que los delincuentes juve- crónico, mientras que haber nacido de una ma-
niles provienen de hogares desintegrados dre menor de 18 años iba asociado a un aumen-
(Borduin, y cols., 1986; Farrington, 1989; Rutter to de más del triple en el riesgo de llegar a ser
y Giller, 1983; Wells y Rankin, 1991); sin em- un infractor crónico. Sin embargo, el grupo más
bargo, no siempre ese tipo de familias provoca alto de riesgo concentraba varones nacidos de
la delincuencia (Loeber y Dishion, 1982), con- madres que tenían menos de 18 años cuando se
virtiéndose la fragmentación del hogar en un fac- produjo el nacimiento, siendo su probabilidad de
tor con poco poder predictivo. acabar siendo un infractor crónico once veces
La ruptura de la relación entre padres-hijos se mayor que el del grupo de más bajo riesgo
ha relacionado con el comportamiento violento (Conseur, Rivara, Barnoski y Emanuel, 1997).
de los hijos, aunque como ha sido comentado – El gran tamaño de la familia: se ha relacionado
anteriormente, parece que la relación con la vio- con el aumento de la probabilidad de ejercer
lencia es durante el evento estresante y no es conductas antisociales. Offord (1982) ha postu-
tan determinante en el futuro de dicho compor- lado que el riesgo se origina en la influencia de
tamiento (Block, y cols., 1986). Pese a esto, hermanos o hermanas delincuentes (a través de

30 Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37


Factores de riesgo y protección de la conducta antisocial en adolescentes

algún tipo de efecto de “contagio”) y no en ca- que proporcione dirección pero sea receptivo a
racterísticas de la crianza. las ideas de los demás y promueva una elevada
Estos datos son concordantes con los de estu- moral en el personal y en los alumnos (ver Rutter,
dios llevados en los que se aprecia que el riesgo Maughan, Meyer, Pickles, Silberg, y cols., 1979).
de delincuencia era un función del número de Es indudable que la presencia de estos factores
hermanos y hermanas delincuentes (Farrington, incrementa el apego y el vínculo del joven con la
Barnes, y cols., 1996; Rowe y Farrington, escuela, reduciendo la posibilidad de aparición
1997). Sin embargo, Rowe y Farrington (1997) de conductas antisociales. Asimismo, las rela-
han dado otra explicación, postulando que el ciones de apoyo mutuo entre el hogar y el cole-
mecanismo explicativo es una tendencia de los gio también serían importantes.
individuos antisociales a tener familias grandes, Desde las teorías del control social (Hirschi,
estando el riesgo, en parte, genéticamente me- 1969) se ha enfatizado en la importancia del
diado. Parece que habría una asociación más apego o compromiso hacia la escuela como
directa con la delincuencia familiar que con el importante factor protector contra el crimen
tamaño de la familia. Por tanto, podría conside- (Catalano y Hawkins, 1997). La evidencia dis-
rarse más correcto el papel de la familia nume- ponible apoya la hipótesis de que el bajo nivel
rosa como factor asociado casualmente al ries- de apego a la escuela predice un posterior com-
go de conducta antisocial. portamiento violento. Datos semejantes son los
de Crosnoe, y cols., (2002), quienes encuen-
Los factores escolares se han mostrado consistente- tran que aquellos adolescentes con un mayor
mente más protectores que los anteriores. Los prin- vínculo hacia la escuela tenían menos posibili-
cipales variables implicadas son: dades de verse inmiscuidos en situaciones pro-
– Fracaso académico: se ha mostrado como una blemáticas. Para esos alumnos, los costes
variable relevante para la explicación de la con- percibidos por ejercer un comportamiento no
ducta antisocial juvenil. Farrington (1989) en- aceptable eran suficientes para disuadirles de
contró que obtener pobres rendimientos en la realizar conductas antisociales.
escuela elemental predecía estar convicto por – “Hacer novillos”: Farrington (1989) mostró como
delito violento. El 20% de los chicos con infor- aquellos jóvenes con mayor índice de faltas a
mes de los profesores acerca de un bajo rendi- clase entre los 12 y los 14 años eran más pro-
miento en la escuela elemental a la edad de 11 pensos a desarrollar violencia en la adolescen-
años fueron condenados por delitos violentos en cia y etapa adulta, así como a estar convictos
su etapa adulta, comparados con un porcentaje por delitos violentos. Estos hallazgos constitu-
inferior al 10% en el grupo con rendimiento nor- yen uno de los numerosos estudios que han
mal. Asimismo, aquellos que referían un bajo mostrado como hacer novillos constituye un factor
rendimiento en la escuela secundaria mostraron de riesgo sustancial para la delincuencia. Ahora
el doble de probabilidad de estar convictos por bien, podría considerarse que la inasistencia a
violencia. clase es una variable que contribuye a facilitar
Pese a la relación hallada entre fracaso acadé- el paso a la delincuencia, debido a que propor-
mico y riesgo de conducta antisocial, no queda ciona oportunidades adicionales para la mala con-
claro si el riesgo principal se deriva de las bajas ducta (Farrington, 1995; Robins y Robertson,
capacidades cognitivas (bajo CI) o del fracaso 1996), siendo su influencia sobre la conducta
escolar (Rutter, y cols., 2000). En cualquier antisocial indirecta.
caso, frente al fracaso académico, el logro aca- – Elevada delincuencia y vandalismo en la es-
démico actuaría de factor protector (Crosnoe, y cuela: Farrington (1989) encontró que los chi-
cols., 2002). cos que tenían altos índices de delincuencia a la
– Apego escolar: la escuela tiene abundantes ele- edad de 11 años informaban levemente, aunque
mentos positivos como institución social y peda- significativamente, más comportamiento violento
gógica. Estos serían: los buenos modelos de com- que otros jóvenes al llegar a la adolescencia y
portamiento del profesorado, las expectativas de etapa adulta. Por otro lado, el vandalismo esco-
los alumnos adecuadamente altas con una res- lar puede consistir en agresiones físicas por par-
puesta eficaz, una enseñanza interesante y bien te de los alumnos contra profesores o contra sus
organizada, un buen uso de las tareas para casa compañeros; violencia contra objetos y cosas de
y seguimiento del progreso, buenas ocasiones la escuela (Schneider, 1993); amenazas, insul-
para que los alumnos asuman responsabilidad, tos, intimidación, aislamiento o acoso, entre los
la atmósfera ordenada y un estilo de liderazgo propios escolares. Este último fenómeno se ha

Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37 31


JJ. Muñoz García

llamado bullying (Lawrence, 1998). El bullying Dishion, Andrews y Crosby (1995) hallan en va-
es una forma de violencia entre niños que suele rones de 13 y 14 años que las interacciones
ocurrir en el colegio y en sus alrededores. Bajo positivas con amigos no correlacionan con el
este término se engloban tres formas de violen- comportamiento antisocial. Sin embargo, el te-
cia: física (golpes, escupir, etc.), verbal (insul- ner amigos antisociales correlacionaba positiva-
tos, menosprecios, etc.) y psicológica (falsos mente con una mayor probabilidad de ejercer
rumores, intimidaciones, etc.). conductas antisociales por parte de los adoles-
Como conclusión, señalar que hay abundantes centes.
testimonios de que la conducta perturbadora, Los estudios indican que, aunque las influencias
difícil o desafiante y el vandalismo, son buenos son operativas a todas las edades, son más in-
predictores de posteriores actividades antisociales tensas durante la etapa adolescente (Thornberry
y criminales (Rutter, y cols., 2000). y Krohn, 1997). Así, se ha encontrado que te-
ner amigos con comportamientos desviados es-
Finalmente, los factores relacionados con el grupo taba asociado positivamente al ejercicio por parte
de iguales son: de sujetos de entre 14 y 21 años de crímenes
– Hermanos delincuentes: el que los padres sean violentos, crímenes contra la propiedad, abuso
criminales es un factor de riesgo de violencia. de alcohol, abuso de cannabis y dependencia a
Además, ya ha sido comentado como el formar la nicotina.
parte de una familia numerosa podría influir en – Las bandas: Cairns, Cadwallader, Estell y
la presencia de conductas antisociales Neckerman (1997) argumentan tres vías princi-
(Farrington, Barnes y cols., 1996; Offord, 1982; pales para referirse a la importancia de las ban-
Rutter y Giller, 1983). das: 1. representan la reunión de individuos agre-
La relación entre la delincuencia de los herma- sivos y dominantes que tienen un papel de con-
nos y el comportamiento violento ha quedado trol de las redes sociales en las que operan, 2.
evidenciada por estudios como el de Farrington muchos individuos que ingresan en bandas son
(1989), quien encontró que la delincuencia de jóvenes desarraigados y alienados que se esca-
los hermanos a los 10 años predecía estar con- pan de casa y se convierten en personas sin te-
victo por violencia, pero no la violencia auto- cho y, 3. algunas bandas operan como próspe-
informada en la adolescencia y etapa adulta. El ros negocios que están edificados sobre el tráfi-
26% de los jóvenes con hermanos delincuentes co de drogas ilegales o al menos participan in-
a los 10 años fueron convictos por violencia frente tensamente en él.
al 10% de los restantes. Parece que el riesgo de En relación a la diferencia de las bandas con los
delincuencia puede estar determinado por el nú- “simples” grupos de adolescentes antisociales,
mero de hermanos o hermanas delincuentes, las primeras tendrían una identidad y un liderazgo
sin embargo, Offord (1982) demuestra como el claros (Klein, 1995). Asimismo, Thornberry y
riesgo sólo está asociado al número de herma- Krohn (1997) concluyeron que las bandas se
nos y no de hermanas. Rowe y Farrington (1997) diferenciaban de los grupos de coetáneos delin-
encuentran datos relativamente concordantes. cuentes en que tienen una asociación mucho
La asociación se daba más con la delincuencia más fuerte con el delito.
de los hermanos o hermanas mayores que de
los menores y también más con la de los her-
manos del mismo sexo que con los del sexo Conclusiones y perspectivas futuras
opuesto.
– Compañeros delincuentes: hace tiempo que ha En los últimos años se han llevado a cabo muchos
quedado demostrado que los individuos que co- intentos desde distintas perspectivas para crear y
meten actos delictivos tienden a tener amigos desarrollar modelos preventivos de las conductas
delincuentes y que muchas actividades conside- antisociales en adolescentes centrados en los facto-
radas antisociales se emprenden junto con otras res de riesgo y que pudiesen ofrecer resultados alen-
personas (Reiss, 1988). Frente a esta influencia tadores.
perjudicial, Elliot (1994) encontró que aquellos
adolescentes que tenían compañeros con acti- La aproximación a la prevención dirigida al riesgo
tudes desfavorables hacia el comportamiento supone una alternativa real para llegar a identificar
delictivo tenían menos posibilidades de cometer estrategias eficaces de prevención. La implementación
delitos violentos, es decir, sus actitudes actuaban y el análisis de estas aproximaciones que se esfuer-
de factor protector. zan por reducir o mitigar los efectos conocidos de

32 Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37


Factores de riesgo y protección de la conducta antisocial en adolescentes

los antecedentes pueden incrementar nuestro cono- comprensión de las conductas antisociales adoles-
cimiento sobre cuáles de ellos están relacionados centes, fomentando la participación de todos y cada
causalmente con la conducta antisocial y qué estra- uno de los agentes y recursos de los que dispone la
tegias de prevención se dirigen realmente a estos comunidad
factores de riesgo.

Enestesentido,laevidenciaofrecidasobrelaetiolo-
gía de las conductas antisociales adolescentes su- Bibliografía recomendada
giere que un modelo de prevención viable debe in-
cluirunaatenciónsimultáneaaunnúmerodefacto- Achenbach TM. Comorbidity in child and adolescent
resderiesgopresentesendiferentesdominiossocia- psychiatry: Categorical and quantitative perspectives.
lesyajustarsealasdistintasetapasdeldesarrolloen J Child Adolesc Psychiatr 1991;1:271-8.
elquecadaunotiendeaestabilizarsecomopredictor Armenta M, Corral V, López A, Díaz S, Peña E. Predictores
delabusodedrogasposterior.Además,lainvestiga- familiares y conductuales de la problemática escolar
ciónenestecamposugierequelosesfuerzosdepre- en alumnos de secundaria y preparatoria. Revista de
vencióndebendirigirsealaspoblacionesdemásalto Psicología de la PUCP 2001;XIX:237-56.
riesgo para el ejercicios de conductas antisociales Bandura A. Principles of Behaviour Modification. New York:
yaqueseencuentranexpuestasaunlargonúmero Holt, Rinehart y Winston, 1969.
defactoresderiesgoduranteeldesarrollo.
Bandura A. Social learning theory. New York: Prentice Hall,
Teniendoencuentaestasdireccionesquedebeto- 1977.
marlainvestigaciónpreventiva,sehanrealizadodi- Baumrind D. The average expectable environment is not
ferentes esfuerzos para llevar a cabo programas good enough: A response to Scarr. Child Dev 1993;64:
focalizadosenelmanejo de determinadasvariables 1299-317.
deriesgo,obteniendoresultadosmuypositivosallo-Belfrage H, Lidberg L, Oreland L. Platelet monoamine-oxi-
grarefectosprotectoresdurantevariosañosdese- dase activity in mentally disordered violent offenders.
guimiento. Acta Psychiatr Scand 1992;85:218-21.

Estaformadeaproximacionessecentranenlaedu- Berkowitz L, Parke RD, Leyens JP, West S, Sebastian J.


caciónenlainfanciayadolescencia,elsoportefa- Experiments on the reactions of juvenile delinquents
to filmed violence. En: Hersov LA, Berger M, Shaffer D
miliar,elentrenamientodelospadres,lapromoción (eds.). Aggression and antisocial behavior in childhood
delacompetenciasocialyacadémicaylasestrate- and adolescence. Oxford: Pergamon, 1978;59-71.
gias de cambio organizacional escolar. Pese a los
avances,aúnnoseconocecerteramenteelresulta- Block JH, Block J, Gjerde PF. The personality of children
doqueestasintervencionespuedentenerenlapo- prior to divorce: A prospective study. Child Dev 1986;
57:827-40.
blación general y en situaciones concretas de alto
riesgofamiliar,socialopersonal. Borduin CM, Pruitt JA, Henggeler SW. Family interactions
in black, lower class families with delinquent and
En cualquier caso, resulta necesario desarrollar nondelinquent adolescent boys. Journal Genet Psychol
abordajes preventivos que tengan comoobjetivola 1986;147:333-42.
poblacióngeneraly/olaspoblacionesderiesgo,adap-Brooks-Gunn J, Schempp W. He and she: How children
tandolasestrategiasdeintervenciónalasdistintas develop their sex role identity. Englewood Cliffs: Prentice
etapasdedesarrollocognitivo,psicológico,fisiológi- Hall, 1979.
coysocialdelasmismasy,además,crearunmarco Brower MC, Price BH. Neuropsychiatry of frontal lobe dysfunction
deaplicaciónmás amplio(nocentradoúnicamente in violent and criminal Behaviour: a critical review. J Neurol
enlaescuela)queincluyaalacomunidadatravés Neurosurg Psychiatry 2001;71:720-6.
decampañasenlosmediossociales,actividadesde
organizacionescomunitariasyelestablecimientode CairnstoRB,gangs:
Cadwallader TW, Estell D, Neckerman HJ. Groups
Developmental and criminological
políticascomunitariasquelimitenlasedadesylos perspectives and relevance for prevention. En: Stoff D,
lugaresdeuso. Breiling J, Maser J (eds.). Handbook of antisocial
behavior. Nueva York: Wiley, 1997;194-205.
Enlaactualidad,sedesarrollanprogramas más am-
pliosconelobjetivosuperarlaslimitacionesdelos Campbell SB. Behavior problems in preschool children: A
modelospreventivostradicionalesyquesuponenun review of recent research. J Child Psychol Psychiatry
retomuyprometedorparalassociedadesdenuestro Annual Res Rev 1995;36:113-49.
tiempo. Esto es posible si se manejan adecuada- Campbell SB. Behavior problems in preschool children:
mentelosfactoresderiesgomásrelevantesparala Developmental and family issues. En: Ollendick TO,

Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37 33


JJ. Muñoz García

Prinz RJ (eds.). Advances in clinical child psychology. 2: Risk disorder and adaptation. Nueva York: Wiley,
Nueva York: Plenum Press, 1997:1-26. 1995;421-71.
Capaldi DM, Patterson GR. Can violent offenders be Donnerstein E Linz D, Penrod S. The question of pornography:
distinguished from frequent offenders?: Prediction from Research findings and policy implications. Nueva York:
childhood to adolescence. J Res Crime Delinquency free Press, 1987.
1996;33:206-31.
Eagly A, Steffen V. Gender and aggressive behavior: a meta-
Caron C, Rutter M. Comorbidity in child psychopathology: analytic review of the social psychological literature.
Concepts, issues and Research strategies. J Child Psychol Bull 1986;100:309-30.
Psychol Psychiatry 1991;32:1063-80.
Elliot DS. Serious violent offenders: onset, developmental
Caspi A, Moffitt TE, Silva PA, Stouthamer-Loeber M, Krueger course, and termination. The American Society of Cri-
RF, Schmutte PS. Are some people crime-prone? minology 1993 Presidential Address. Criminology
Replications of the personality-crime relationship across 1994;32:1-21.
countries, genders, races, and methods. Criminology
1994;32:163-95. Elliot DS, Huizinga D, Ageton SS. Explaining delinquency
and drug use. London: Sage, 1985.
Catalano RF, Hawkins JD. The social Development model:
A theory of antisocial behaviors. En: Hawkins JD (ed.). Eysenck HJ. Crime and personality. Londres: Paladin, 1977.
Delinquency and crime: Current theories. Nueva York:
Cambridge University Press, 1997;149-77. Eysenck SBG, Eysenck HJ. Impulsiveness and ventureso-
meness: their position in a dimensional system of
Cernkovich SA, Giordano PC. Family relationships and personality description. Psychol Rep 1978;43:1247-
delinquency. Criminology 1987;25:295-321. 55.
Chaiken J, Chaiken M. Drugs and predatory crime. En: Tonry Farrington DP. Age and crime. En: Tonry M, Morris N (eds.).
M, Wilson J (eds.). Drugs and crime. Chicago: Crime and justice. Chicago: University of Chicago Press,
University of Chicago Press, 1991;203-40. 1986;189-250.
Christiansen KO. A review of studies of criminality among Farrington DP. Self-reported and official offending from
twins. En: Mednik SA, Christiansen KO (Eds.). Biosocial adolescence to adulthood. En: Klein MW (ed.). Studies
bases of criminal behavior. New York: Gardner Press, of psychosocial risk: The power of longitudinal data.
1977;112-48. Dordrecht: Kluwer, 1989; 158-83.
Cloninger CR. A systematic method for clinical description Farrington DP. Childhood aggression and adult violence:
and classification of personality variants. Arch Gen Early precursors and later life outcomes. En: Pepler DJ
Psychiatry 1987;44:573-88. y Rubin KH (eds.). The Development and treatment of
Conger RD, Ge X, Elder GH Lorenz FO, Simons RL. Eco- childhood aggression. Hillsdale, NJ: Erlbaum, 1991;5-
nomic stress, coercive family process, and develop- 29.
mental problems adolescents. Child Dev 1994;65: Farrington DP. Understanding and preventing bullying. En:
541-61. Tonry M, Morris N (eds.). Crime and justice. Chicago:
Conger RD, Patterson GR, Ge X. It takes two to replicate: A University of Chicago Press, 1993;381-458.
mediational model for the impact of parents´ stress on Farrington DP. The twelfth Jack Tizard Memorial Lecture:
adolescent adjustment. Child Dev 1995;66:80-97. The development of offending and antisocial behaviour
Conseur A, Rivara FP, Barnoski R, Emanuel I. Maternal and from childhood: Key findings from the Cambridge study
perinatal risks factors for later delinquency. Pediatrics in delinquent development. J Chil Psychol Psychiatry
1997;99:785-90. 1995;36:929-64.

Crosnoe R, Glasgow K, Dornbusch SM. Protective functions Farrington DP, Barnes GC, Lambert S. The concentration of
of family relationships and school factors on the deviant offending in families. Legal and Criminol Psychol
behavior of adolescent boys and girls. Reducing the 1996;1:47-63.
impact of risky friendships. Youth & Society 2002;33: Farrington DP, Gallagher B, Morley L, Ledger RJ, West DJ.
515-44. Unemployment, school leaving and crime. Br J Criminol
DePietro J. Rough and tumble play: A function of gender. 1986;26:335-56.
Dev Psychol 1981;17:50-8.
Farrington DP, Loeber R, Elliott DS, Hawkins JD, Kandel
Dishion TJ, Andrews DW, Crosby L. Antisocial boys and DB, Klein MW, y cols. Advancing knowledge about the
their friends in early adolescence: relationship charac- onset of delinquency and crime. En: Lahey BB, Kazdin
teristics, quality, and interactional process. Child Dev AE (eds.). Advances in clinical child psychology. Nueva
1995;66:139-51. York: Plenum, 1996;283-342.
Dishion TJ, French DC, Patterson GR. The development and Fergusson DM, Horwood LJ, Lynskey MT. Early dentine
ecology of antisocial behavior. En: Cicchetti C, Cohen lead levels and educational outcomes at 18 years. J
D (eds.). Manual of development psychopathology, vol. Child Psychol Psychiatry 1997;38:471-8.

34 Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37


Factores de riesgo y protección de la conducta antisocial en adolescentes

Goleman D. Inteligencia emocional. Barcelona: Círculo de Lochman JE, Dodge KA. Social-cognitive processes of se-
Lectores, 1995. verely violent, moderately aggressive, and nonaggressive
boys. J Consult Clin Psychol 1994;62:366-74.
González E. Delincuencia juvenil. Madrid: Fundación Santa
María, 1987. Loeber R, Dishion TJ. Early predictors of male delinquency:
A review. Psychol Bull 1982;94:68-99.
Gove W, Crutchfield R. The family and juvenile delinquency.
The Sociological Quarterly 1982;23:301-19. Luria Z, Herzog E. Gender segregation across and within
settings. Documento presentado en los encuentros bie-
Griffiths MD. Video games and aggression. The Psychologist nales de la Society for Research in Child Development.
1997;10:397-401. Toronto, 1985.
Hanson CL, Henggeler SW, Haefele WF, Rodick JD. McLoyd V. The effects of structure of play objects on the
Demographic, individual, and family relationship pretend lay of low-income preschool children. Child
correlates of serious and repeated crime among Dev 1983;48:1301-13.
adolescents and their siblings. J Consult Clin Psychol
1984;52:528-38. Maguin E, Loeber R. Academic performance and
delinquency. En: Tonry M, Farrington DP (eds.). Crime
Hawkins JD, Catalano RF, Miller JY. Risk and protective factors and justice. Chicago: University of Chicago Press,
for alcohol and other drugs problems in adolescence and 1995;145-264.
early adulthood: Implications for substance abuse
prevention. Psychol Bull 1992;112: 64-105. Marzuk PM. Violence, crime, and mental illness: How strong
a link? Arch Gen Psychiatry 1996;53:481-6.
Hirschi T. Causes of delinquency. Berkeley, CA: University
of California Press, 1969. Miles DR, Carey G. The genetic and environmental
architecture of human aggression. J Pers Soc Psychol
Hodgins S. Mental disorder and crime. Newbury Park, CA: 1997;72:207-17.
Sage, 1993.
Milner JS. Neuropsychology of aggression. Boston: Kluwer,
Hope T, Hough M. Area, crime and incivilities: A profile from 1991.
the British Crime Survey. En: Hope T, Shaw M (eds.). Mirón L. Familia, grupo de iguales y empatía: hacia un
Communities and crime reduction. Londres: HMSO, modelo explicativo de la delincuencia juvenil. Tesis Doc-
1988;30-47. toral. Universidad de Santiago de Compostela, 1990.
Horovath P, Zuckerman M. Sensation seeking risk appraisal Mirón L, Luengo MA, Sobral J, Otero-López JM. Un análisis
and risky behavior. Pers Ind Diff 1993;14:41-52. de la relación entre ambiente familiar y delincuencia
Huessman LR, Moise JF, Podolski CL. The effects of media juvenil. Rev Psicol Soc 1988;3:165-80.
violence on the development of antisocial behavior. En: Moffitt TE. Adolescence-limited and life-course persistent
Stoff D, Breiling J, Maser J (eds.). Handbook of antiso- antisocial behavior: A developmental taxonomy. Psychol
cial behavior. Nueva York: Wiley, 1997;181-93. Rev 1993;100:674-701.
Jacobs PA, Brunton M, Melville MM, Brittain RP y Needleman HL, Riess JA, Tobin MJ, Biesecker GE,
McClermont WF. Aggressive behavior, mental subnor- Greenhouse JB. Bone lead levels and delinquent
mality, and the XYY male. Nature 1965;208: 1351- behavior. J Am Med Association 1996;275:363-9.
2.
Offord DR. Family backgrounds of male and female
Kiehl KA, Hare RD, Liddle PF, McDonald JJ. Reduced P300 delinquents. En: Gunn J, Farrington DP (eds.).
responses in criminal psychopaths during a visual Abnormal offenders: Delinquency and the criminal
oddball task. Biol Psychiatry 1999;45:1498-507. justice system. Chichester: Wiley, 1982;129-51.
Klein MW. The American street gang. Nueva York: Oxford Olweus D. Stability of aggressive reaction patterns in males:
University Press, 1995. A review. Psychol Bull 1979;86:852-75.
Laub JH, Sampson RJ. Unraveling families and delinquency: Olweus D, Mattsson A, Schalling D, Löw H. Testosterone,
a reanalysis of the Gluecks´Data. Criminology 1988; aggression, physical, and personality dimensions in
26:355-80. normal adolescent males. Psychosom Med 1980;42:
Lawrence R. School crime and juvenile justice. New York: 253-69.
Oxford University Press, 1998. Patterson GR. Coercitive family process. Eugene, OR: Castalia,
Lever J. Sex differences in the games children play. Social 1982.
Problems 1976;23:478-87. Patterson GR, Dishion TJ y Bank L. Family interaction: a
process model of deviancy training. Aggres Behav
Lipsey MW, Derzon JH. Predictors of violent or serious
1984;10:253-67.
delinquency in adolescence and early childhood. En:
Loeber RL, Farrington DP (eds.). Serious and violent Pearson G. Drug control policies in Britain. En: Tonry M,
juvenile offenders: Risk factors and successful Morris N (eds.). Crime and justice: A review of
interventions. Thousand Oaks, CA: Sage, 1998;201- research. Chicago: University of Chicago Press, 1991;
34. 167-227.

Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37 35


JJ. Muñoz García

Peeples F, Loeber R. Do individual factors and neighbourhood Rutter M, Giller H. Juvenile delinquency: Trends and
context explain ethnic Differences in juvenile perspectives. Harmondsworth: Penguin, 1983.
delinquency? J Quant Criminol 1994;10:141-57.
Rutter M, Giller H, Hagell A. La conducta antisocial de los
Pfiffner LJ, McBurnett K, Rathouz PJ. Father absence and jóvenes. Madrid: Cambridge University Press, 2000.
familial antisocial characteristics. J Abnorm Child
Psychol 2001;29:357-67. Rutter M, Maughan B, Meyer J, Pickles A, Silberg J, Simonoff
E, y cols. Heterogeneity of antisocial behavior: Causes,
Plomin R, De Fries JC, McClearn GE, Rutter M. Behavioral continuities, and consequences. En: Dienstbier R,
genetics. Nueva York: Freeman, 1997. Osgood DW (eds.). Nebraska symposium on
motivation, vol.44: Motivation and delinquency. Lincoln:
Quinton D, Rutter M. Parenting breakdown: The making University of Nebraska, 1997.
and breaking of inter-generational links. Addershot:
Avebury, 1988. Rutter M, Quinton D. Parental Psychiatric disorder: Effects
on children. Psychol Med 1984;14:853-80.
Raine A. Into the mind of a killer. Nature 2001;410:296-
8. Rutter M, Quinton D, Hill J. Adult outcome of institution
reared children: males and females compared. En:
Raine A, Brennan P, Farrington DP. Biosocial bases of violence: Robins L y Rutter M (eds.). Straight and deviants
Conceptual and theoretical issues. En: Raine A, Brennan
pathways from childhood to adulthood. Cambridge
P, Farrington DP, Mednick SA (eds.). Biosocial bases of
University Press, 1990;135-57.
violence. Nueva York: Plenum, 1997;1-20.
Schneider HJ. Violencia en la escuela: preocupación por un
Raine A, Lencz T, Bihrle S, LaCasse L, Colletti P. Reduced
fenómeno internacional. Rev Der Pen Criminol 1993;3:
prefrontal gray matter volume and reduced autonomic 37-52.
activity in antisocial personality disorder. Arch Gen
Psychiatry 2000;57:119-27. Serrano P. Variables de personalitat i agressió instrumental.
Tesis de Licenciatura. Escuela Profesional de Psicolo-
Raine A, Venables PH, Williams M. Relationships between gía Clínica. Universidad de Barcelona, 1983.
central and autonomic measures of arousal at age 15
years and criminality at age 24 years. Arch Gen Smith DJ. Youth crime and conduct disorders: Trends,
Psychiatry 1990;47:1003-7. patterns and causal explanations. En: Rutter M, Smith
DJ (eds.). Psychosocial disorders in young people: Time
Reiss AJ. Co-offending and criminal careers. En: Tonry M, trends and their causes. Oxford: Clarendon, 1995;
Morris N (eds.). Crime and justice: A review of 389-489.
Research. Chicago: University of Chicago Press, 1988;
117-70. South N. Drugs: Control, crime and criminological studies.
En: Maguire M, Morgan R, Reiner R (eds.). The Oxford
Robins LN. Deviant children grown up: A sociological and handbook of Criminology. Oxford: Clarendon, 1994;
psychiatric study of sociopathic personality. Baltimore: 392-440.
Williams y Wilkins, 1966.
Spoont MR. Modulatory role of serotonina in neural infor-
Robins LN. The consequences of conduct disorder on girls. mation processing: Implications for human psycho-
En: Olweus D, Block J, Radke-Yarrod M (eds.). pathology. Psychol Bull 1992;112:330-50.
Development of antisocial and prosocial behaviour:
Research theories, and issues. Baltimore: Williams y Steinhausen HP. Children of alcoholic parents: A review.
Wilkins, 1986;385-414. Eur J Child Adolesc Psychiatry 1995;4:419-32.

Robins L, Hill SY. Assessing the contributions of family Straus MA, Gelles RJ. Physical violence in American families:
structure, class and peer groups to juvenile delinquency. Risk factors and adaptations to violence in 8145 families .
J Crim Law, Criminol Pol Science 1966;57:325-34. New Brunswick, NJ: Transaction Publishers, 1990.

Robins L, Robertson J. Truancy and later psychiatric disorder. Swaab DF. Relation between maturation of neurotransmitter
En: Berg I, Nursden J (eds.). Unwillingly to school. systems in the human brain and psychosocial disorders.
Londres: Gaskell, 1996;119-28. En: Rutter M, Casaer P (eds.). Biological risk factors for
psychosocial disorders. Cambridge: Cambridge
Rowe DC, Farrington DP. The familiar transmission of crimi- University Press, 1991;50-66.
nal convictions. Criminology 1997;35:177-201.
Taylor E, Chadwick O, Heptinstall E, Danckaerts M.
Rubinow DR, Schmidt PJ. Androgens, brain, and behavior. Hyperactivity and conduct problems as risk factors for
Am J Psychiatry 1996;153:974-84. adolescent development. J Am Acad Child Adolesc
Psychiatry 1996;35:1213-26.
Rutter M. Sex differences in children´s responses to family
stress. En: Anthony EJ, Koupernik C (eds.). The child in Taylor PJ. Schizophrenia and crime: Distinctive patterns in
his family. Nueva York: Academic Press, 1970;165-96. association. En: Hodgins S (ed.). Mental disorder and
crime. Newsbury Park, CA: Sage, 1992;63-85.
Rutter M. Parent-child separation: psychological effects on
the children. J Child Psychol Psychiatry 1971;12: Thornberry TP, Huizinga D, Loeber R. The prevention of
233-60. serious delinquency and violence: Implications for the

36 Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37


Factores de riesgo y protección de la conducta antisocial en adolescentes

program of research on the causes and correlates of Wells LE, Rankin JH. Families and delinquency: A meta-
delinquency. En: Howell JC, Krisberg B, Hawkins D, analysis of the impact of broken homes. Soc Prob
Wilson JJ (eds.). Sourcebook on serious, violent, and 1991;38:71-93.
chronic juvenile offenders. Thousand Oaks, CA: Sage,
White HR, Johnson V, Garrison CG. The drug-crime nexus
1995;213-37.
among adolescents and their peers. Deviant Behav
Thornberry TP, Krohn MD. Peers, drug use, and delinquency. 1985;6:183-204.
En: Stoff D, Breiling J, Maser JD (eds.). Handbook of Widom CS. The cycle of violence. Science 1989;244:160-6.
antisocial behaviour. Nueva York: Wiley, 1997;218-
33. Witkin HA, Mednick SA, Schulsinger F, Bakkenstrom E,
Christianse KO, Goodenough DR, y cols. Criminality in
Tremblay RE, Schall B, Boulerice B, Perusse D. Male physical XYY and XXY men. Science 1976;193:547-55.
aggression, social dominance and testosterone levels
at puberty: A developmental perspective. En: Raine A, Williams TM. The impact of television: A natural experiment
Brennan P, Farrington DP, Mednick SA (eds.). Biosocial in three communities. Nueva York: Academic Press,
bases of violence. Nueva York: Plenum, 1997;151- 1986.
236. Wood W, Wong FY, Chachere G. Effects on media violence
Walzer S, Bashir AS, Silbert AR. Cognitive and behavioral on viewers' aggression in unconstrained social
factors in the learning disabilities of 47 XXY and 47 interaction. Psychol Bull 1991;109:371-83.
XYY boys. Birth Defects Orig Art Series 1991;26:45- Zuckerman M. Sensation seeking: Beyond the optimal level
58. of arousal. Hillsdale, NJ: Erlbaum, 1979.
Wells LE, Rankin JH. Self concept as a mediating factor Zuckerman M. Behavioral expressions and biosocial bases
in delinquency. Soc Psychol Quart 1983;46:11- of sensation seeking. Cambridge: Cambridge University
22. Press, 1994.

Rev Psiquiatría Fac Med Barna 2004;31(1):21-37 37

También podría gustarte