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ESTRUCTURA DEL PENSAMIENTO CIENTÍFICO

FASE 5 – LA CIENCIA PROPIA

ESTUDIANTE:

TUTOR:

UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA Y A DISTANCIA UNAD

DICIEMBRE DE 2022
Ciencia, Comunidad y Producción Científica

Es reconocible el rol que la ciencia ha desempeñado y viene desempeñando, ocupando

un lugar preponderante dentro de las sociedades, y específicamente dentro de la

configuración del poder económico y político. Por otra parte, el mismo hecho de que la

ciencia adquiera este lugar, ha traído consigo también una serie de complejidades, y entre

las muchas, el hecho de que la producción científica, se halle atravesada por la lógica del

sistema productivo, y un mercado del conocimiento, que tiene como consecuencia latente,

la creación de brechas, la reproducción y la generación de nuevas asimetrías (Cimoli y

Primi, 2008). Esto, en el sentido de que entre más determinante se hace la ciencia y la

institucionalización de la producción científica, más se articulan a ella tensiones de carácter

económico y sociopolítico.

Por lo tanto, surge el problema ya no sólo de la legitimación, sino también el desde qué

focos se realiza la práctica científica, la finalidad de estos mismos procesos y la habilitación

de recursos. Así, quienes deciden sobre el uso del conocimiento científico, generalmente

son quienes costean y financian las investigaciones, bien puede provenir de centros

académicos, del sector público o privado. Pero en este sistema, la población natural y las

comunidades, quedan relegadas a ser meros espectadores pasivos de la ciencia, y

contemplando a esta como una práctica ajena y lejana. De este modo, es pertinente pensar y

hacer algunas reconvenciones sobre el papel de las comunidades y los territorios, en lo que

corresponde a la producción científica.

Primeramente, acotar que los elementos que me permito desarrollar, están estrechamente

en relación con los planteamientos de Torres (2014), y su perspectiva crítica de la

investigación científica. Aquí, el autor realiza una serie anotaciones muy pertinentes en este
sentido. Así, me he de centrar en tres puntos específicos de los múltiples aspectos que él

desarrolla. En primera instancia tendríamos entonces, la idea de una producción científica

alejada de las formas institucionalizadas. Aunque claramente es necesario matizar, en

cuanto que la ciencia corresponde efectivamente a un corpus de técnicas y saberes que más

allá de los dejos de dominación y elementos ideológicos, responden también a arduos

procesos de investigación a los cuales es necesario acudir, en tanto enriquecimiento de

nuestra propia práctica.

Por consiguiente, si desde las comunidades pretendemos ejercer verdaderos procesos de

producción de conocimiento, es necesario generar nexos con la institucionalidad, pero a su

vez generar una ruptura capaz de discernir aquello que les representa también un adelanto;

sin que eso signifique comprometer los intereses de la misma comunidad. Así, en este

contexto, doy pie para hablar de siguiente elemento: una práctica investigativa localizada.

Bien menciona Torres (2014), en referencia a ello:

Un rasgo propio de estos enfoques alternativos ha sido su contextualismo y radical

historicidad, es decir, que el punto de partida de toda acción investigativa ha sido el

reconocimiento de la realidad histórica en la que se enmarca y a la que se pretende

transformar (p, 74).

De esta forma, lo que se debe buscar es concretar la finalidad de la producción científica,

en favor de un contexto determinado y con unas peculiaridades únicas. Lo que quiere decir,

que las comunidades se vean reflejadas en su proceso de investigación, y que no resulte un

objeto extraño a sus ojos. Un caso, podría ser, la investigación de nuevas técnicas

productivas en zonas rurales, donde la participación de la comunidad sea crucial para

adelantar el proceso. Para lo cual es necesario el compromiso de la misma, pero también la


facilitación de medios y recursos para ello desde otros sectores. Esto muy bien lo acota

Rodríguez (2009) cuando menciona la necesidad de “garantizar que los ciudadanos tengan

acceso a una cierta cultura científica y técnica básica que les posibilite decidir sobre los

usos sociales de las tecnociencias” (p, 240).

Ahora bien, otro de los puntos que arroja el autor, o que más bien condenso, a partir de

varios rasgos que expone, es la producción de conocimiento que promueva procesos

organizativos y acciones colectivas en relación con un alto criticismo y reflexividad, pero

también con una rigurosidad teórica y metodológica. Esto, ya bien lo desarrolla a su manera

Borda (1970), en su ensayo La crisis, el compromiso y la ciencia, donde se pregunta por el

rol de la ciencia en un contexto en crisis como el latinoamericano, y da a los grupos

sociales y a los científicos sociales, alguna pautas que siguen esta misma línea, la de

organizar colectivamente la práctica científica, como una forma también de emancipación.

Lo cual es enormemente necesario, para alcanzar en las comunidades un grado sustancial

de autonomía, y que repercuta satisfactoriamente en el nivel de desarrollo y calidad de vida.

Así, con todo, es necesaria una reconvención en torno a las formas y los lugares desde

los cuales se realiza la práctica científica, que por otra parte ha traído grandes avances

generales, pero en muchas ocasiones en detrimento de progresos contextuales. Teniendo,

que la ciencia se nos convierte en algo ajeno, y concibiéndola casi como algo que sólo

hacen los científicos en laboratorios en los países desarrollados o los lugares

institucionalizados. No obstante, esto no tiene por qué ser estrictamente así, sino que de

alguna manera podemos involucrar a las comunidades mediante la implementación de

mecanismos, nexos, políticas públicas y herramientas estructurales, que las posibiliten para
participar activa y reflexivamente, y no ser de forma única, espectadores pasivos del

conocimiento y su producción.

Además, hay que recordar que en la actualidad el acceso al conocimiento viene

representar otra de las variables que puede incidir en la desigualdad social, de ahí que no

sólo sea vea como un vindicación de las comunidades, sino como una oportunidad para

generar desarrollo y crecimiento económico en estos espacios. Por consiguiente, es

completamente razonable, encontrar la manera de sortear los conflictos en torno al

conocimiento como un mercado, y desligar desde las comunidades la lógica productiva que

establece unas normas de juego, que terminan por desvirtuar a lo que podríamos referirnos,

como la periferia del poder.


Referencias

Cimoli, M., & Primi, A. (2008). Propiedad intelectual y desarrollo: una interpretación de
los (nuevos) mercados del conocimiento. En: Generación y protección del
conocimiento: propiedad intelectual, innovación y desarrollo
económico-LC/MEX/G. 12-2008-p. P. 29-57.
https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/2874/LCmexG12_es.pdf?
sequence=1&isAllowed=y

Fals Borda, O. (1970). La crisis, el compromiso y la ciencia. VM Moncayo (comp.), Una


sociología sentipensante para América Latina, P. 219-252.
http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20160308051630/08crisis.pdf
Rodríguez Victoriano, J. M. (2009). Los usos sociales de la ciencia: tecnologías
convergentes y democratización del conocimiento. Estudios sociales (Hermosillo,
Son.), 17(34), P. 225-249. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0188-
45572009000200009&script=sci_arttext
Torres Carrillo, A. (2014). Producción de conocimiento desde la investigación crítica.
Nómadas (Col), (40). P. 68 – 83.
http://www.redalyc.org/pdf/1051/105131005005.pdf

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