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«DIOS EN EL CRISTIANISMO»
«Trabajo final»
LA SANTIDAD DE DIOS
INTRODUCCIÓN
A veces no le damos la importancia necesaria al significado de que Dios es
santo, e incluso puede que no seamos capaces de dimensionar este hecho. La
santidad de Dios es un atributo diferente de los otros que se le atribuyen, como la
misericordia, justicia, entre otros. El Señor es santo, santo, santo, como nos dice
Isaías 6, 3. Respecto a los otros atributos, no se nos hace mención, así como con
la santidad.
Nosotros somos las criaturas creadas de la nada por el Creador, quien, por
este simple hecho, es diferente a nosotros. Él es capaz de quitar y dar vida, Él es
eterno, por lo que no somos nada en comparación a Él y esto nos lleva a no
conseguir entender su naturaleza grandiosa, la cual es totalmente antónima a la
nuestra, cómo nos dice Isaías 40, 25 “¿A qué, pues, me haréis semejante o me
compararéis? dice el Santo.”
SIGNIFICADO DE “SANTIDAD”
1
K. HERMANN SCHELKLE, Teología del Nuevo Testamento II, Dios estaba en Cristo, Herder,
Barcelona: 1977, p. 410.
2
Documento del P. JOSÉ LUIS PLASCENCIA sobre El Dios de Jesucristo Dios Trino y Uno. Curso
de Teología, p. 10
Los antiguos cantos cultuales veneran como santo al salvador que se
muestra poderoso en sus prodigios: Terrible entre los santos, temible por tus
proezas, autor de maravillas.3 Y en la ley cultual es sobre todo el nombre de Dios
el que recibe el predicado de “santo” 4, con ello el ser personal de Dios, tal como se
ha manifestado en Israel, pasa a ocupar el centro de las expresiones de santidad.
Santo es Dios concebido tal y como se ha manifestado a este pueblo. Hasta qué
punto la santidad traduce esa total superioridad, que al mismo tiempo es
considerada el valor supremo que da a Israel su situación singular del pueblo de
Dios, lo demuestran los relatos de los funestos efectos que acarrea el
acercamiento ilícito a la esfera divina: morirá el extraño que se acerque al
tabernáculo5; correrán la misma suerte los levitas que se arroguen derechos
sacerdotales6, y los hijos de Aarón que presentan ante el Señor un fuego no
ordenado por él7 son pasto de la ira divina.8
3
Cf. Ex 15, 11; 1 Sam 2, 2.
4
Cf. Lev 20, 3.
5
Cf. Nm 1, 51.
6
Cf. Nm 16.
7
Cf. Lv 10, 2s.
8
W. EICHRODT, Teología del Antiguo Testamento I. Dios y Pueblo, Cristiandad, Madrid: 1975, p.
249.
9
Cf. Ex 3.
10
Cf. 1 Sam 6, 7.
11
Cf. Is 6, 3-7.
12
Documento del P. JOSÉ LUIS PLASCENCIA sobre El Dios de Jesucristo Dios Trino y Uno. Curso
de Teología, p. 10
13
Cf. Ez 20, 41; 28, 25; 36, 20-24; 39, 27.
La potente energía con que, a partir de Moisés, el Dios soberano concentra
en su persona toda acción y pensamientos religiosos da también a las expresiones
de santidad un trasfondo esencialmente diferente del que existe en el resto del
Oriente Próximo. Lo que decimos se pone de manifiesto ya en el simple hecho de
que las religiones no israelitas utilizan abundantemente el predicado “santo” para
los objetos, las acciones y las personas del culto, mientras que sólo en casos
rarísimos lo aplican a la divinidad. El Antiguo Testamento, en cambio, es a Dios al
que en primer lugar designa como el santo. No cabe duda de que de esta forma se
introduce en las “expresiones de santidad” un aspecto personal, por el cual éstas
se ven elevadas de la esfera divina de un poder meramente naturalista y del culto
a una realidad no personal a un plano espiritual superior. 14
En el Santo Nombre de Dios recae toda su autoridad, majestad y poder. Es
de esta manera como más se le presenta al Señor. Isaías 6, 3 “Y el uno al otro
daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Yahveh de los ejércitos; toda la tierra
está llena de su gloria.” La santidad es la esencia de su naturaleza divina, la
perfección de la pureza. Como hemos visto, este no es cualquier nombre que
puede ser usado a la ligera. Dios incluso dedicó un mandamiento para restringir el
uso casual de su Santo Nombre. Éxodo 20, 7 “No tomarás el nombre de Yahveh
tu Dios en vano; porque no dará por inocente Yahveh al que tomare su nombre en
vano.” Notamos que en el mandamiento Dios habla de su nombre en
tercera persona con la intención de centrar la atención en su precioso nombre.
El nombre del Señor también puede ser mal usado sin ser pronunciado. En el
Antiguo Testamento observamos que a veces se atacaban a los nombres, siendo
que el nombre no es solo un método de identificación, sino que en él va reflejado
todos los ámbitos de la persona. Por ejemplo, Samuel atacó el nombre de David,
es decir, atacó y pisoteó la reputación del rey, diciendo que no merecía que se le
respetase. El nombre de Señor nos muestra la grandeza de las obras de su
creación y redención. Dios se dio a conocer como YHWH (Creador, Redentor y
14
W. EICHRODT, Teología del Antiguo Testamento I. Dios y Pueblo, Cristiandad, Madrid: 1975, p.
247-248.
Defensor de su pueblo, Salvador y Libertador, quien cumple sus promesas). El no
alabar y glorificar su nombre como se merece (majestuosamente) significa
maldecir (declarar que algo es insignificante y despreciable) y blasfemar,
minimizar su nombre.15
En Génesis 1, 31 vemos que todo lo que Dios creó era bueno en gran
manera, lo cual no hubiese podido ser hecho si el Creador fuese imperfecto o
impuro. Todo lo que procede de Dios es excelente siendo la santidad la regla de
todas sus acciones. El hombre está dentro de esta creación y esto nos muestra
que fuimos hechos a su imagen y semejanza, rectos, inocentes, sin pecado, pero
a medida que vamos creciendo vamos pecando y prefiriendo el mal, como está
reflejado en Eclesiastés 7, 29 “He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo
al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.” Así como los
hombres, tanto los ángeles, como vemos en Judas 1, 6 “Y a los ángeles que no
guardaron su
dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuri
dad, en prisioneseternas, para el juicio del gran día”, como Lucifer, reflejado en
Ezequiel 28, 15 “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste
15
S. BOONE JACOBSEN, La Santidad de Dios, Facultad Teológica UEBE, España: 2020, p.7
16
Ibid. p. 8
creado, hasta que se halló en ti maldad” también fueron creados santos. En todo
esto podemos percibir que Dos no puede crear la maldad ni el pecado, porque Él
es santo y su soberanía es la que gobierna, permitiendo que esto sucediese.
Cuando Dios eligió a Noé y a Abraham para que fuesen el recipiente de su gracia,
los separó de sus familias y de sus países. En el caso de Abraham, el propósito
era hacer de su descendencia un pueblo distinto. En Egipto el Señor los liberó de
la esclavitud, mostrando
el propósito que tenía al separarlos y haciéndolos una nación santa. La santidad d
e Israel se confirmaba en el estilo de vida diferente que tenían, al contrario de la
adoración de los paganos. El precio del pecado era la separación de Dios. La
infidelidad de Israel, es decir, la absorción de prácticas paganas, les costó graves
consecuencias. Durante la caminata del pueblo, tras salir de Egipto, se produjo la
construcción del tabernáculo. Allí, en el lugar santísimo, residía la santa presencia
de Dios. Así mismo sucedió con la construcción del Templo, la casa de oración
donde estaba la presencia del Santo y con el Arca de la Alianza, símbolo de la
presencia de Dios, por el cual muchos hombres murieron por culpa de la
irreverencia, como es el caso de Uzzá, en 1 Samuel 6, 7 “Y el furor de Yahveh se
encendió contra Uzzá, y lo hirió allí Dios por aquella temeridad, y cayó allí muerto
junto al arca de Dios.” Esto nos hace recordar cuán importante es la reverencia a
Dios, la cual se manifiesta en la obediencia de sus instrucciones y
mandamientos.17
17
S. BOONE JACOBSEN, La Santidad de Dios, Facultad Teológica UEBE, España: 2020, p. 9-10.
18
Cf. Mc 1, 24.
Mesías hizo durante su ministerio en la tierra estaban direccionados hacia su
santidad. Reflejaban que Él era uno con el Padre, que tenían la misma naturaleza
divina, por tanto, santa. Esto nos lleva a comprender que el Dios del Antiguo
Testamento sigue siendo el mismo, aunque la Alianza haya cambiado (renovado),
Él sigue detestando el pecado. Ahora, con el Nuevo Pacto la desobediencia
conlleva un plus, que es el rechazo de la obra redentora de Cristo, su sacrificio.
Los milagros que Jesús hizo en la tierra direccionaban hacia su santidad, así
también los eventos y la misma muerte señalaban esto. Pablo nos afirma que
Jesús dio su propia vida para promover no solo nuestra salvación, sino también
nuestra santificación. Gracias a este hecho hemos sido reconciliados con el Padre,
por medio del arrepentimiento de nuestros pecados. A partir de ahora, debemos
buscar seguir el ejemplo de vida que el Señor Jesús ha dispuesto para todos
nosotros. Mateo 6, 8 nos dice “No os
hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas ten
éis necesidad, antes que vosotros le pidáis”, también en 5, 48 “Sed, pues,
vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. El
Señor nos llama a la santidad, esta es la voluntad de Dios, quien “no nos ha
llamado Dios a inmundicia, sino a santificación”19. Por esto, el creyente no debe
conformarse con el mundo, no debe ensuciarse con la inmundicia del pecado, mas
debe ser santo en todo el procedimiento de vivir como Cristo. La fidelidad es
necesaria, la obediencia tiene perdurar hasta la muerte, ya que no hemos tomado
cualquier decisión, ni la hemos tomado de manera parcial, sino que tiene que
haber sido una decisión racional, emocional y con toda la disposición de luchar
ferozmente, junto con la fuerza del Espíritu Santo, contra lo que nos aleja más aun
de la santidad de Dios. Sin no tenemos una vida con Dios aquí en la tierra, no la
tendremos eternamente en los cielos20
“Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pue
s si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre
ti.”21
19
Cf. 1 Tes. 4, 7.
20
S. BOONE JACOBSEN, La Santidad de Dios, Facultad Teológica UEBE, España: 2020, p. 11-13.
21
Cf. Ap. 3, 3.
La señal del perdón y de la paz es la cruz de Cristo. Pablo alude a que la
cruz, que es revelación de la justicia y la santidad de Dios 22, es también y en
mayor grado aún revelación del amor generoso de Dios que crea la reconciliación,
el perdón y la salvación23. Aquí llega a su cumbre suprema la obra del amor de
Dios y de Cristo24. Dios justifica en cuanto que es justo y santo25
CONCLUSIÓN
Y así, porque somos hijos de Dios Altísimo a través del bautismo, y al que
nos hace la llamada a ser santos como Él es Santo, seamos santos como nuestro
Padre del cielo es Santo, a través de su Hijo Jesucristo, siendo obedientes, como
Jesús fue obediente hasta la muerte.
22
Cf. Rm 3, 21.
23
K. HERMANN SCHELKLE, Teología del Nuevo Testamento II, Dios estaba en Cristo, Herder,
Barcelona: 1977, p. 415.
24
Cf. Rm 5, 8.
25
Cf. Rm 3, 26.
BIBLIOGRAFÍA