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SANTIFICACIÓN: LA OBRA DE EL ESPÍRITU

SANTO Y LA ESCRITURA
William D. Barrick
Profesor de Antiguo Testamento

Traducido por Raúl Lavinz


Reimpreso con permiso del Master’s
Seminary Journal

La Santificación es inseparable de la regeneración; donde está una, la


otra debe también existir. La Santificación es el proceso de convertir en
santo, bien sea en el Antiguo o en el Nuevo Testamento. La santidad de
Dios es completa, no se la puede comparar a ninguna otra, y es
incompatible con el pecado. La santidad del hombre es progresiva ya
que busca corresponder a la santidad de Dios al dedicarle
absolutamente todo a El. En ambos Testamentos se multiplican las
referencias a la santidad de Dios como el fundamento para la santidad
humana. El creyente va avanzando en su propia santificación a través
del ministerio del Espíritu Santo y prestándole atención a la Escritura. Sin
embargo los humanos también tienen un papel en la santificación. Ellos
deben vivir de acuerdo a lo que poseen por la gracia de Dios.

Introducción

Santiago hace un llamado a los creyentes para que estén alertas en


cuanto a lo dañino de ser espiritualmente adúlteros o amigos del mundo
(Sant. 4:4). En lugar de ello, el creyente deberá buscar ser amigo de
Cristo—debe someterse a Dios, acercarse a Dios, limpiar sus manos y
purificar su corazón (vv. 7-8). Como hijos de Dios los cristianos habrán
de demostrar en su comportamiento una semejanza a Cristo—un
comportamiento que evite enredos con el mundo. En su “Prólogo” a la
Conferencia de Pastores de 2002, edición reimpresa del libro clásico de
J.C. Ryle, Santidad Su Naturaleza, Obstáculos, Dificultades y Raíces, John
MacArthur escribe,

Ha pasado más de un siglo desde que fue publicado por primera vez el libro
de Riley Santidad, y el día de hoy el libro es más oportuno que nunca.
Todas las nociones erróneas que confrontó Ryle todavía florecen entre los
evangélicos. Las nociones erróneas acerca de la santificación aún están
frustrando a creyentes que andan en busca de una genuina santidad
práctica. Esa es la razón por la cual esta espléndida obra del siglo
diecinueve es todavía un antídoto adecuado para mucho de lo que aqueja al
evangelicalismo dominante al comienzo del siglo veintiuno.

Ryle resumió el tema de la santificación declarando que “El que ha


nacido de nuevo y ha sido hecho una nueva criatura recibe una nueva
naturaleza y un nuevo principio, y siempre vive una nueva vida… En una
palabra, donde no hay santificación no hay regeneración, y donde no hay
una vida santa no ha habido nuevo nacimiento”. La santificación
posicional envuelve lo que es inicial, interno y permanente en la
salvación. La santificación posicional (o, inicial) demanda una
santificación progresiva— la demostración de una santidad externa y
progresiva en la vida de aquel que es santo. En la regeneración (el
nuevo nacimiento), tanto la simiente incorruptible de la Palabra de Dios
(1 Pedro 1:23) como el Espíritu Santo (Juan 3:5-8; Tito 3:5) tienen su
parte. En consecuencia, los mismos dos agentes envueltos en la
santificación inicial provocan la santificación progresiva del creyente.

Definiendo la Santificación

Lingüística, conceptual y teológicamente, la palabra santidad está


compuesta por la raíz de santificación. Por definición, santificación se
refiere al proceso de hacer santo. Siendo así, una correcta comprensión
de santificación debe comenzar con el significado de santo (en hebreo:
qades; en griego, hagios). Potencialmente, dos palabras griegas
diferentes transmiten el concepto de santidad. En los antiguos juegos
griegos, cuando los jueces hallaban imposible determinar al vencedor
[victor], los funcionarios que presidían asignaban el premio a uno de los
dioses convirtiendo de este modo ese premio en “santo” (hieros), en
otras palabras, apartado para una deidad, ya que nadie, sino un dios,
podría determinar quién había ganado. Por consiguiente, hieros podía
referirse a un “empate”—una igualdad sin definición. En el Nuevo
Testamento (NT), la misma raíz griega ocurre en palabras como
“sacerdote” (hiereus; Mat. 12:4) y templo (hieron; Mat. 4:5). Pablo
emplea una forma del adjetivo en 1 Cor. 9:13 para hablar del “servicio
sagrado”, y en 2 Tim. 3:15 para identificar los “escritos” (Escritura) como
“sagrados”. Los escritores de la Sagrada Escritura no usan hieros como
el término griego más común para santidad, sin embargo el término está
disponible para ellos.
Hagios ocurre con mucha más frecuencia (más de 25 veces en el NT).
Ella forma la raíz principal de “santidad” ( hagiosune; 2 Cor. 7:1),
“santificación” (hagiasmos; 1 Tes. 4:3-7), y “hacer santo” o “santificar”
(hagiazo; Juan 17:17). “Santo” es la traducción de hagios cuando es
usado como un título para el creyente cristiano.

En primer lugar, santidad se refiere a aquello que es totalmente otro,


aquello que uno dedica por completo sólo a Dios. Las Escrituras
identifican la santidad como un atributo fundamental del carácter de
Dios. De acuerdo a James Montgomery Boice, “La Biblia misma…llama a
Dios santo más que cualquier otra cosa. Santo, es el epíteto que con más
frecuencia se coloca a su nombre” (ver Mat. 6:9 y Apoc. 15:4). En efecto,
el título “el Santo” (Job 6:10, qados) parece ser uno de los nombres más
antiguos de Dios. Presentándose con mucha frecuencia en el título “el
Santo de Israel”, este nombre está compuesto por el título divino clave
en el libro de Isaías (1:4; 5:19, 24; 10:20; etc. –un total de 30 veces). La
Santidad coloca a Dios aparte de Su creación; lo distingue de todas las
cosas. Por lo tanto, la Santidad de Dios involucra que se le proclame a El
como el “Completamente Otro”. Dicho de otra manera, como lo expresa
D.A. Carson “no reverenciar a Dios como santo es no reverenciar a Dios
como Dios.

En segundo lugar, la santidad identifica la absoluta perfección moral de


Dios. El es sin pecado. En pocas palabras, los dos aspectos de la
santidad de Dios lo identifican a El tanto como incomparable a otros, así
como incompatible con el pecado. Como lo explica William Shedd, la
1

santidad de Dios no puede ser definida en la misma forma en que lo es


la santidad del hombre. La santidad de los cristianos, como creyentes
que han sido santificados y prosiguen a crecer en santidad, está
relacionada con el ser conformados a las normas morales propias de
Dios o, como lo expresa Shedd, a la “ley moral”. “En consecuencia, la
santidad, en Dios, debe ser definida como la conformidad a su propia
naturaleza perfecta…El es justo por naturaleza y necesidad”. Su carácter
sacro consiste de la más pura y más elevada forma de santidad.

Demostración Bíblica de la Santidad de Dios

Una persona tendrá dificultad en comprender lo que su propia santidad


debiera involucrar, hasta que entienda lo que la santidad de Dios
envuelve. El Antiguo Testamento representa a Dios como único y
absolutamente incomparable—El solo es Dios, el que es Exaltado, el
Altísimo, el Creador, el Rey y el Redentor (Isa. 40:12-28; 41:1-29; 43:1-
13; 44:6-8; 45:1-7; 45:18-46:13). Los pasajes del Siervo en Isaías se
concentran en la identificación de Dios como Dios solo, único, el sólo
Uno, soberano, Señor y Amo de la creación, de la historia, de la
redención y del juicio. Estos pasajes en Isaías proporcionan consuelo
para la gente al concentrarse en esta descripción de Dios. Sólo en esa
clase de Dios puede residir la esperanza. Ya que El tiene el perfecto
control sobre todas las cosas, Su pueblo puede depender en El para
tener paz, descanso, consuelo y perdón.

Siendo completamente justo y santo, Dios ama la justicia (Sal. 11:7; ver
el v. 6) pero aborrece el pecado (Amós 5:21-23). El pecado es una
abominación para Dios. Es lo que El detesta. El pecado es violento,
desobediente, inmoral, grosero, ordinario e inmundo. El pecado produce
culpa y separa de Dios. Por consiguiente, El juzga al pecado y a los
pecadores en Su ira (Isa. 5:16; Ezeq. 28:22—ejecutar el juicio significa
manifestar la santidad; Apoc. 6:10). La ira divina exhibe la santidad
divina; por medio de ella Dios muestra que El es santo (Núm. 20:13—el
juzgar es una prueba de que es santo; 1 Sam. 6:20). Sólo alguien que
sea sin pecado tiene el derecho, la autoridad o capacidad para juzgar al
pecado. El juicio divino tiene su origen en la total alteridad de Dios y Su
total singularidad y control. Cuando Dios le habló a Job desde el
torbellino le preguntó si había estado presente cuando el Señor creó la
tierra y todas las cosas que hay en ella (Job 38:4). Luego, Dios le
pregunta a Job si alguna vez le había dado órdenes al alba (v. 12), atado
las cadenas de las Pléyades (v. 31), hecho aparecer las constelaciones a
su tiempo (v. 32), o fijado las ordenanzas de las constelaciones sobre la
tierra (v. 33). Dios confrontó a Job por haber hablado como si el debiera
ser justificado mientras que Dios debiera ser condenado (40:8). Llegando
al final de Su revelación a Job Dios sugiere que Job se vista de majestad
(40:10), derrame su ira sobre el soberbio (v. 11) y pisotee a los malvados
(v. 12). Sólo el Creador puede juzgar a los malvados. A menos que Job
hubiera creado y tuviera control sobre la creación, no puede juzgar al
arrogante y malvado. Job se puede salvar a sí mismo sólo si puede, tanto
crear como juzgar, así como Dios lo ha hecho y hará (v. 14). Ana confesó
tales cosas acerca de Dios en su oración: “No hay santo como el SEÑOR;
en verdad, no hay otro fuera de ti” (1 Sam. 2:2). Sólo el Creador puede
juzgar; sólo el Juez puede redimir.
Una adecuada perspectiva sobre la santificación de los santos debe
incluir una comprensión precisa de la santidad de Dios. Su santidad es el
fundamento de la santidad de los creyentes, tal como la advertencia de
Pedro nos lo recuerda “sino que así como aquel que os llamó es santo,
así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1
Pedro 1:15). MacArthur coincide en que: “Si nosotros no entendemos la
santidad de Dios, no entenderemos nuestra propia pecaminosidad”.

Una vez que el estudiante de la Escritura ha identificado el concepto de


santidad podrá desarrollar el significado de la santificación mediante la
aplicación del concepto bíblico de santidad a la santificación. MacArthur
establece la conexión declarando que: “Santificación no significa
perfección. Significa separación. Nos habla de ser apartado del pecado y
puesto aparte para Dios”. Siendo así, John Walvoord escribe que “las tres
ideas principales de consagración, separación y purificación se combinan
en la idea central de la santidad”.

Asegurando la Santificación

¿Por cuáles medios avanza en santificación el creyente en esta vida?


¿Cómo es que llega a ser más apartado para Dios y separado del
pecado?. La escritura habla de vivir una vida de santidad como de una
obligación y no de una opción.

Confirmación del Sinergismo en la Santificación

Tres agentes operan juntos (i.e., sinergia) para santificar al creyente: el


Espíritu, las Escrituras y el santo. El santo no puede alcanzar la
santificación sin el Espíritu y las Escrituras. Esos dos agentes son
primordiales en el proceso de hacer al creyente más y más santo.

El papel del Espíritu. Las tres personas de la deidad actúan como


agentes de la santificación: (1) El Padre provee la santificación final (1
Tes. 5:23), (2) el Hijo se involucra a sí mismo en la santificación
inicial/posicional (Efe. 5:26), y (3) el Espíritu provee la santificación
inicial/posicional (2 Tes. 2:13). Para examinar la santificación progresiva
(exterior) uno necesita recordar la continuidad de la santificación entre
los dos testamentos.

En el AT Dios revela que el Espíritu Santo provee la solución para la


impureza proveniente del espíritu humano pecaminoso (Sal. 51:10-12;
ver Isa. 32:15-17). La confesión, por parte de David, de su pecado
involucra una súplica porque el Espíritu de Dios pueda ayudarle en su
[necesidad de] perdón, restauración y santificación. Sin el Espíritu de
Dios David no puede experimentar la purificación o santificación. El NT
simplemente expresa el rol del Espíritu Santo con mayor claridad y
especificidad; en el mismo no se revela un nuevo, o diferente, agente
para la santificación. Como sucede con muchas doctrinas, el NT hace
una expansión sobre lo que Dios ya ha revelado en el AT y clarifica la
relación de esas doctrinas con la obra redentora completada de Jesús, el
Mesías. Dios no cambia los medios de santificación en el NT. En lugar de
ello, El aumenta la visibilidad del rol del Espíritu Santo y explica qué
necesita el involucramiento del Espíritu. El Señor explica el fundamento
de la santificación en la obra de Cristo, [lo] que le permite a uno vivir
una nueva vida.

Por razón de la frecuencia con que es mencionado en el NT, el Espíritu


Santo aparece actuando como el agente divino primordial para la
santificación progresiva. En palabras de Millard Erickson, la santificación
progresiva significa “la transformación continuada del carácter moral y
espiritual de manera que la vida del creyente llegue a reflejar en
realidad la posición que él, o ella, ya tiene a la vista de Dios”. La
participación del Espíritu Santo en la santificación se encuentra en
Romanos 8:1-16, aunque ni hagiazein ni hagiasmos; (ver 6:19,22)
aparecen en estos versículos. Pasajes relacionados incluyen 1 Cor.
2

6:11; 1 Tes. 4:7-8; 2 Tes. 2:13; y 1 Ped.1:2. La santificación es una obra


sobrenatural del Espíritu Santo por medio de la cual El produce en el
creyente “una positiva semejanza a Cristo”.

De acuerdo a Romanos 15:16 el Espíritu Santo santifica el ministerio


Paulino [de predicación] del evangelio a los gentiles. Así, la santificación
envuelve más que simplemente el proceso de hacer santo al creyente—
también incluye la atribución [del carácter] de santidad al servicio y
ministerio del creyente. En otras palabras, el servicio del creyente para
Dios depende, para su aceptación, del ministerio santificador del Espíritu
Santo. Cranfield visualiza este texto como una referencia a una ofrenda
hecha por Cristo, con la asistencia de Pablo, y que el don del Espíritu
Santo santificó a los Cristianos gentiles. El también observa que

El verbo “hagiazein” ocurre en el corpus paulino sólo aquí y en 1 Cor. 1:2;


6:11; 7:14 (bis); Efe. 5:26; 1 Tes. 5:23; 1 Tim. 4:5; 2 Tim. 2:21. Todas estas
ocurrencias están en el modo pasivo excepto aquellas en Efesios y 1
Tesalonicenses. Es Dios quien santifica.

La santificación posicional (ver 1 Cor. 6:11) permite a los cristianos


obtener la santificación progresiva. Como lo explica John MacArthur, “Ser
santificado es ser hecho santo interiormente y ser capaz, en el poder del
Espíritu, de vivir una vida recta exteriormente. Antes que una persona
sea salva no tiene una naturaleza santa ni la capacidad para una vida
santa”. Este mismo proceso es mencionado en Filipenses 2:12-13. Es
Dios quien vigoriza al creyente para que desee y lleve a cabo la voluntad
de Dios. Esa obra consiste en “ocuparse” en la salvación de uno (v. 12).
Esa obra exterior toma lo que ya ha sido plantado dentro [de uno] y lo
hace visible en la forma en que uno vive. En otras palabras, es la
3

salvación que ya ha sido llevada a cabo por Cristo la que debe ser hecha
manifiesta en la forma en que el creyente vive—la santificación inicial se
exhibe a sí misma, exteriormente, en la santificación progresiva. En otra
parte MacArthur también escribe, “Esta es la obra del Espíritu,
apartarnos del pecado, consagrarnos, hacernos santos. El nos está
conformando a la imagen de Cristo”(ver 2 Cor. 3:18). En efecto, el Fruto
del Espíritu (Gál. 5:22-23) consiste de las virtudes inherentes al carácter
propio del Salvador. Su amor, Su gozo, Su paz, Su paciencia, Su
benignidad, Su bondad, Su fidelidad, Su mansedumbre y Su templanza.

Sin embargo, el Espíritu Santo no es el único agente para la


santificación. El Dios Triuno emplea la unión con Cristo (1 Cor. 1:2,30), la
Palabra (Juan 17:17; Efe. 5:26), la muerte de Cristo (Gál. 6:14; 1 Juan
1:7) y la elección del creyente (2 Tim. 2:21-22; Heb. 12:14) para llevar a
cabo la santificación progresiva.

El papel de la Escritura. La Palabra de Dios actúa como el co-agente


de la santificación, tanto inicial como progresivamente. ¿Cuál es el papel
exacto de la Palabra de Dios en el proceso de santificación presente y
progresiva? Algunas veces el desacuerdo llega en relación a la forma en
que es respondida esta pregunta. ¿Posee la Ley Mosaica un papel en la
santificación personal?

La tradición Luterana busca evitar la confusión entre ley y evangelio, ya


que dicha confusión puede resultar en un aumento de legalismo. Tal
como lo señala Moisés Silva,
Aun las normas Luteranas reconocen el, así llamado, “tercer uso de la Ley”,
a saber, que aunque los creyentes han sido “liberados de la maldición y
represión de la Ley no obstante, ellos no están por esa razón sin ley puesto
que el Hijo de Dios los redimió por esa misma razón, de que ellos puedan
meditar en la Ley de Dios, día y noche, y ejercitarse continuamente en
guardar la misma” (La Fórmula de Concord, 1576, Artículo VI). 4

Aunque la Ley Mosaica no provee al cristiano la autoridad primordial


para vivir una vida piadosa (ver Gál. 3:13; 23-25), Dios le ha asignado un
papel a toda la Escritura, incluyendo la Ley Mosaica (2 Tim. 3:15-17; ver
Mar. 3:35). Lo provechoso de las Escrituras (2 Tim. 3:16-17) resulta del
5

hecho de que la Palabra de Dios reprende, reprueba, corrige e instruye


en justicia. Esas Escrituras consisten principalmente del AT. Por lo tanto,
ellas incluyen la Ley. La Ley es provechosa y útil para equipar al hombre
(o mujer) de Dios para toda buena obra. Iain Murray concluye en que “la
Ley, acabada para nuestra justificación, está lejos de ser acabada en
santificación”.

El Salmo 19:7-13 (Hebreos 8-14) presenta la revelación propia del AT en


relación al rol de la revelación especial (especialmente la torah del AT)
en la santificación del santo. El salmista declara que la revelación
especial (escrita) convierte el alma (v. 7a), haciendo así sabio al sencillo
(v. 7b; ver 2 Tim. 3:15, “las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden
dar la sabiduría que lleva a la salvación”). Esto produce alegría de
corazón (v. 8a; ver 1 Tes. 1:6) y alumbra (v. 8b; ver Efe. 1:18). El verso
9a, entonces, describe la Palabra de Yahveh como perdurable—
atribuyéndole a la revelación especial una cualidad, más que
continuando la identificación de la obra llevada a cabo por la Palabra (vv.
7-8). El verso 9b, de manera inesperada, altera el verbo a un perfecto en
contraste con los cinco participios precedentes. La mayoría de las
traducciones tratan al verbo como un estativo (“son justos”). La misma
raíz verbal hebrea (zdq) ocurre una vez en el modo Nifal (Daniel 8:14)
donde tiene el significado de “hecho justo” o “justificado”. . Por lo tanto,
6

si el mismo sentido factitivo se lleva a un contexto como el Salmo 19:9


(Hebreos 10), la cláusula final puede ser traducida como “hecho justo
por completo”. El siguiente contexto (vv. 10-13) se concentra en cómo la
Palabra advierte al siervo de Yahveh (v. 11) de manera que no cometa
pecados de ignorancia (v. 12), o de arrogancia (v. 13). En vez de ello, el
Siervo puede llegar a ser intachable/íntegro (v. 13)—la misma cualidad
atribuida a la instrucción de Yaveh (v. 7). “Hacer justo por completo” cae
dentro de la esfera de la santificación progresiva. Shedd opina que “la
santidad es un término general que denota aquella cualidad que se halla
en Dios por la cual Dios es recto (rectus) en sí mismo y en todas sus
acciones”.

El texto más claro ocurre en la oración sumosacerdotal de Cristo en Juan


17:17, “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad”. De este modo,
la Palabra de Dios santifica. Tanto en el AT como en el NT la Palabra de
Dios produce santidad. La ley del AT demanda santificación, una vida de
santidad. Curiosamente, el texto en el Salmo 19:9, al igual que en Juan
17:17, describe a la Palabra como “verdad” precisamente antes de
especificar que ella “hace justo por completo”.

Una función parecida de la Palabra de Dios aparece en la primera


epístola de Pablo a Timoteo cuando le escribe en relación a la comida,
“porque es santificado mediante la Palabra de Dios y la oración” (1 Tim.
4:5). La Palabra de Dios puede hacer, y de hecho hace, santo a algo o, a
alguien.

El Papel del Santo. Silva identifica la cuestión básica que involucra el


medio, en la santificación, como un asunto del rol humano en la misma.
¿Qué rol puede tener la gente? Obviamente, ellos no se pueden
santificar a sí mismos. Sin el Espíritu Santo y las Escrituras nadie puede
ser santo. El Catolicismo romano hace hincapié en el poder limpiador del
bautismo y las buenas obras. Mientras tanto, los defensores del
Movimiento de la Vida Victoriosa se concentran en la pasividad del
creyente en la santificación. Aunque en Filipenses 2:12-13 se declara
que Dios obra en el creyente, también indica que Dios empodera al
creyente para trabajar en la tarea de manifestar una piedad interior o
santidad exterior. De hecho, un verbo en modo imperativo domina toda
la oración: katergazesqe (katergazesthe), “ocupaos” (v. 12). La fuerza de
este verbo aparece en Romanos 4:15 donde Pablo explica cómo la Ley
Mosaica produce (causa) ira. En Romanos 7:8 el apóstol usa el mismo
verbo para expresar cómo el pecado resulta en sí mismo en codicia. En
los versículos 17 y 20 el pecado que mora en el interior causa sus
efectos en la vida del apóstol. Nuevamente, en Romanos 15:18 el Cristo
que mora en el interior lleva a cabo la proclamación del evangelio a los
gentiles por medio del apóstol Pablo. 7

Silva reconoce que


La santificación requiere disciplina, concentración y esfuerzo, como está
claro por las múltiples exhortaciones de las Escrituras, especialmente
aquellas donde se refiere a la vida cristiana con figuras tales como una
carrera o un combate (1 Cor. 9:24-27; Efe. 6:10-17). Por otra parte, los
hombres deben resistir siempre la tentación de suponer que, en efecto, ellos
se santifican a sí mismos, que el poder espiritual proviene del interior de
ellos y que, por lo tanto, pueden depender en su propia fortaleza. Esta es
una tensión difícil, aunque no menos intrigante que la paradoja de la
oración (“¿Por qué orar si Dios, quien conoce nuestras necesidades y es
omnisciente y soberano de todas maneras siempre hará lo que sea
mejor?”). Aun así, tal vez el verdadero “secreto” de la santidad consista
precisamente en aprender a mantener ese equilibrio: depender por
completo en Dios como el verdadero agente en la santificación aunque uno
pueda fielmente liberarse de toda responsabilidad personal.

¿Cómo Puede un Creyente Ser Santo?

En primer lugar, el creyente posee la santificación inicial (1 Cor. 6:11). La


santificación inicial provee la base para la participación del creyente en
el proceso de la santificación progresiva. Siendo santificado y justificado,
el creyente debe vivir de acuerdo a lo que el, o ella, posee por la gracia
de Dios. En segundo lugar, la Escritura exhorta al creyente a completar
su santidad (2 Cor. 7:1). Esta culminación envuelve más que una simple
limpieza o purificación. Charles Hodge interpreta 2 Cor. 7:1 como para
identificar el rol del santo en su propia santificación progresiva. El
explica que aunque, con frecuencia, las Escrituras le atribuyen a Dios el
rol de la purificación, dichas referencias no excluyen al pueblo de Dios
como medios o agencia. En verdad, “Si la agencia de Dios en la
santificación no se despierta y dirige la nuestra; si no crea el deseo por
santidad y esfuerzos extenuantes por obtenerla, podemos estar seguros
de que no somos sus objetos”.

Pablo hace alusión al proceso de santificación en sí, en 2 Corintios 3:18,


al hacer referencia a la transformación que opera el Espíritu Santo en
los creyentes, a semejanza de Cristo, desde el momento en que han sido
justificados hasta que son glorificados. Tal semejanza a Cristo aparece
por niveles “de gloria en gloria”. A diferencia de la santificación inicial,
esta no es instantánea. Esta santificación es progresiva—se desarrolla
con el paso del tiempo. Bruce Demarest hace esta observación: “En una
palabra, la santidad es la semejanza a Cristo, manifestada diariamente
en medio de un mundo impío”. Hay textos adicionales del NT que
relacionan la santificación progresiva con la semejanza a Cristo, los
cuales incluyen pasajes como Rom. 8:29; Gál. 4:19; y Efe. 4:13,15.

El escritor de la epístola a los Hebreos utiliza un imperativo para


comunicar una instrucción de santificarse uno mismo—los creyentes
deben perseguir la santificación: “Buscad la paz con todos y la santidad,
sin la cual nadie verá al Señor” (12:14). De esta manera, como lo explica
MacArthur; “Nosotros no deberíamos atrevernos a visualizar la
santificación como algo opcional”. Observe el tipo de santidad acerca de
la cual escribe el autor de Hebreos, “sin la cual nadie verá al Señor”.
Muy comúnmente, los creyentes persiguen un despliegue público de
santidad que dice más acerca de lo que ellos piensan de sí mismos en
vez de cómo visualizan a Dios. Ejercicios devocionales ostentosos
pueden incluir la oración pública y ofrendar, simplemente con el
propósito de ganar la aprobación de los hombres en vez de proveer una
evidencia de santidad.

Tal como lo expresa Iain Murray, “El hombre regenerado ama a Dios,
ama la santidad, ama la Biblia, ama la piedad, porque su naturaleza es
ser así”. Sin embargo, esa búsqueda envuelve más que sólo amar, o
desear la santidad, o intentar mostrar exteriormente lo que uno ya tiene
interiormente a través de la justificación y la santificación inicial. El
creyente debe verter su energía, sus esfuerzos, su mente y su ser en
procura de ser santo. El agente humano nunca puede llevar a cabo la
auto-santificación ya que sólo el poder divino puede santificar. En
resumen,

• El Espíritu de Dios nos hace santos (santificados) en la


medida que contemplamos (fijar nuestra atención en) la santidad
de Dios en Jesucristo.

• Cuando fijamos nuestra atención en la santidad de nuestro


Salvador, llegamos a ser como El—empezamos a deleitarnos en
imitar Su ejemplo santo (ver 1 Tes. 4:1-3).

• Nuestra santificación es gradual y va en aumento en ésta


vida.

• La santidad total llega a ser nuestro carácter solo cuando al


fin vemos a Jesús (1 Juan 3:2)
¿Cómo deberían los creyentes manifestar el aspecto
incomparable de la santidad? Los cristianos, irrevocablemente, le
pertenecen a Dios. Ellos son Su pueblo. Por lo tanto, deberían vivir en
una manera que demuestre una diferencia con las vidas de los no
creyentes. El AT y la ley levítica transmite dicha enseñanza. El pueblo
que ha entrado en pacto con Dios se debe comportar en una forma
diferente a los no creyentes. Dicho comportamiento envuelve todas las
áreas de la vida, ya sea en el baño o en la mesa del comedor. Los
creyentes del Antiguo Testamento deben comer en forma diferente,
vestirse en forma diferente, hablar en forma diferente, pensar en forma
diferente y vivir diferentemente en todas las áreas de la vida. Sin
embargo, el Israel rebelde insistió en tratar de ser más y más parecido a
las naciones no creyentes que los rodeaban. Los creyentes del Nuevo
Testamento poseen un mandato similar de vivir en una manera que
cause que los no creyentes pregunten la razón de la esperanza por la
cual viven los creyentes (1 Ped. 3:15) Ningún otro pueblo debiera vivir la
vida en la forma en que ellos lo hacen.

¿Cómo deberían los creyentes manifestar el aspecto


incompatible de la santidad? Ellos deberían evitar y detestar el
pecado. Su comportamiento debería mostrar el carácter de Dios en lugar
del [carácter] de la humanidad caída. Demarest recomienda cuatro
medios para vencer el pecado y crecer en semejanza a Cristo: (1)
Identificar la parte de Dios y la del cristiano en la santificación, (2) ser
lleno del Espíritu, (3) cultivar el fruto del Espíritu y (4) imitar a Cristo.
Eugene Merrill habla de los efectos de la santificación del creyente en los
siguientes términos, “Cuando la santidad de Dios es reconocida y
mostrada tiene el efecto de silenciar las demandas orgullosas de los
hombres arrogantes y rebeldes”. Eso es lo que ocurre cuando los
creyentes viven una vida santa.

Poniendo en orden los estratos de santificación

Los creyentes deben tener cuidado de esgrimir referencias bíblicas a la


santificación inicial como si fueran textos referidos a la santificación
progresiva. A primera vista Efe. 5:26 (“para santificarla, habiéndola
purificado por el lavamiento del agua con la palabra”) puede referirse a
la Palabra de Dios como el agente santificador para la Iglesia. Sin
embargo, un examen cuidadoso del texto demuestra que la Palabra de
Dios lava a la iglesia en salvación y la prepara para su santificación
posicional. Este texto de efesios contiene, dentro del mismo, los debates
que plagan el tema referente a la diferencia entre justificación y
santificación. Tres cláusulas de propósito (cada una introducida por la
palabra (ina, hina) siguen a la declaración de que Cristo amó y se dio así
mismo en favor de la iglesia (v. 25). El texto identifica los tres propósitos
como: (1) Lavar la iglesia por la Palabra (v. 26); (2) presentarse la iglesia
a sí mismo (v. 27a) y (3) a fin de que la iglesia pueda ser santa y sin
mancha (v. 27b). Gramaticalmente “la palabra” se relaciona con el
“lavado”, que, a su vez, se relaciona con “limpiado”. Hoehner hace la
observación de que “limpieza tiene que ver con el aspecto negativo,
aquel de ser limpiado del envilecimiento del pecado, mientras que la
santificación es el aspecto positivo, aquel de ser puesto aparte para
Dios. Ambas son dos lados de la misma moneda”. De tal manera Efe.
5:26 se refiere a la santificación posicional “que sirve como el
fundamento para” la santificación progresiva.

¿A qué se refiere “la palabra” en éste texto? Sólo una vez de los ocho
usos que hace Pablo (hrema) significa otra cosa que no sean palabras, o
de Dios o de Cristo. Hoehner argumenta que aquí se refiere a “la palabra
predicada del amor de Cristo por la iglesia”. Aunque el apóstol
obviamente habla acerca de una santidad final, para la iglesia, en el
futuro “la aplicación para la iglesia actual no es menos apropiada,
aunque en el futuro la santificación será completa, pero el proceso está
en marcha. La santidad de vida para los creyentes es encarecida (4:17-
32)”.

La Primera Epístola de Pedro 1:2 (“según el previo conocimiento de Dios


Padre, por la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y
ser rociados con su sangre: que la gracia y la paz os sean multiplicadas”,
LBLA) contiene una referencia directa a la santificación inicial. Sin
embargo, en el siguiente contexto, Pedro aclara que ésta santificación
debe ser expresada o demostrada exteriormente: “sino que así como
Aquél que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda
vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy
santo” (vv. 15-16; ver Fil.2:12-13).

Conclusión

Al ser invitados a participar en una forma de vida que pertenecía a los


días previos a la salvación, los creyentes necesitan responder “Lamento
no poder asistir porque recientemente morí”. Ellos murieron en Cristo.
Ahora su vida es de El y no de ellos.

La posición que uno ocupe depende de donde uno se siente. Nosotros


estamos sentados con Cristo en los [lugares] celestiales (Efe. 2:6). Por
ejemplo, cuando el presidente de los Estados Unidos tiene que dar su
discurso sobre el estado de la Unión, los Republicanos se sientan a un
lado y los Demócratas en el otro. Ellos se sientan en donde está la
posición que políticamente ocupan. La posición del creyente consiste en
la santidad de Cristo. Por consiguiente, el debe caminar en esa santidad
y ser transformado, por niveles, a Su imagen gloriosa. La santificación es
obra del Dios Triuno (especialmente del Espíritu Santo), la Palabra de
Dios y el creyente. Los creyentes deben manifestar la santidad de Dios
en todas las áreas de la vida y deben crecer en esa santidad desde el
momento de la salvación hasta el día en que tengan que partir de éste
mundo.

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“Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, han sido
tomadas de la Biblia de las Américas (LBLA). Copyright © 1986, 1995,
1997 by The Lockman Foundation. Usadas con permiso”.

Notas:

I. Ver Eugene H. Merrill, Dominio Eterno: Una Teología del


Antiguo Testamento, Nashville: Edit. B & H, 2006) 56: “Por santo
se quiere decir, al menos, dos cosas: (1) que Dios está separado
de todo lo demás que existe…y (2) que su santidad es traducida
en perfección ética y moral. ↩

II. C.E.B. Cranfield. Un Comentario Crítico y Exegético sobre la


Epístola a los Romanos, 2 vols., ICC (Londres: T & T Clark, 2004)
2:757. Schreiner refuta el punto de vista de Cranfield de que
Pablo asiste a Cristo (“El sacrificio ofrecido a Dios por Cristo”,
2:757) presentando tres razones por las que el texto coloca a
Pablo desempeñando la función sacerdotal (Thomas R.
Schreiner, Romanos. Comentario Exegético Baker sobre el
Nuevo Testamento [Grand Rapids: Baker para Académicos,
1998] 766). ↩

III. La palabra griega para ( “ocuparse” en Filipenses 2:12 es


katergazomai). En Romanos 1:27 el deseo interno, antinatural
resulta en actos indecentes de homosexualidad, y en 7:8 la ley
causa que la naturaleza pecaminosa se manifieste a sí misma en
forma de codicia. De la misma manera, la ausencia de bien
interno resulta en la ausencia de una obra exterior de bien en la
vida (7:18). ↩

IV. Moisés Silva, “Santificación”, en Enciclopedia Baker de la


Biblia, ed. por Walter A. Elwell y Barry J. Beitzel (Grand Rapids:
Baker, 1988) 2:1900. Ver también, Anthony A. Hoekema, “La
Perspectiva Reformada”, en Cinco Perspectivas de la
Santificación, por Melvin E. Dieter et al., Contrapuntos (Grand
Rapids: Zondervan, 1987) 85-86. “Llegamos a la conclusión de
que la vida cristiana debe ser una vida formada por la ley…Por
lo tanto, la ley es uno de los medios más importantes por medio
de la cual Dios nos santifica (ibid. 88). ↩

V. John F. Walvoord, “Respuesta a Hoekema”, en Cinco


Perspectivas de la Santificación 101: “En general, todos pueden
estar de acuerdo en que los cristianos están bajo la ley moral,
como está claramente indicado en el Nuevo Testamento.
Aunque la ley moral condena, también demuestra la santidad de
Dios y provee una norma para la vida cristiana”. Sobre la falacia
de dividir la ley en moral, civil y ceremonial, veáse William D.
Barrick “El Pacto Mosaico”, MSJ 10/2 (Otoño 1999) 230-32. ↩

VI. Ludwig Koehler y Walter Baumgartner, eds., Léxico Hebreo


y Arameo del Antiguo Testamento, 2 vols., revis. por Walter
Baumgartner y Johann Jakob Stamm, trad. y ed. por M.E.J.
Richardson (Leiden; Los Países Bajos: E.J. Brill, 2000) 2:1003. El
hebreo bíblico posee una cantidad de verbos estativos con
implicaciones causativas en Qal: “vestido” o “ponte ropa”
(Salmo 93:1); “fuerte” o “fortalecer” (2 Crón. 28:20); “secar”
(Oseas 13:15). Aun los fientivos en Qal pueden ser causativos:
“destruir”; “causar dolor, herir” ↩

VII. Ver. Bruce Demarest, La Cruz y la Salvación, Fundamentos


de Teología Evangélica (Wheaton, Ill.: Crossway, 1997) 424-29.
Demarest resume el involucramiento de los santos del siguiente
modo: “La Santificación es una empresa cooperativa; el Espíritu
bendice a los creyentes con la gracia santificadora, sin embargo
estos últimos deben cooperar fielmente con el primero. La fe
sola justifica, pero la fe en unión con nuestros esfuerzos
concertados santifica” (425). µ↩

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