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SANTO Y LA ESCRITURA
William D. Barrick
Profesor de Antiguo Testamento
Introducción
Ha pasado más de un siglo desde que fue publicado por primera vez el libro
de Riley Santidad, y el día de hoy el libro es más oportuno que nunca.
Todas las nociones erróneas que confrontó Ryle todavía florecen entre los
evangélicos. Las nociones erróneas acerca de la santificación aún están
frustrando a creyentes que andan en busca de una genuina santidad
práctica. Esa es la razón por la cual esta espléndida obra del siglo
diecinueve es todavía un antídoto adecuado para mucho de lo que aqueja al
evangelicalismo dominante al comienzo del siglo veintiuno.
Definiendo la Santificación
Siendo completamente justo y santo, Dios ama la justicia (Sal. 11:7; ver
el v. 6) pero aborrece el pecado (Amós 5:21-23). El pecado es una
abominación para Dios. Es lo que El detesta. El pecado es violento,
desobediente, inmoral, grosero, ordinario e inmundo. El pecado produce
culpa y separa de Dios. Por consiguiente, El juzga al pecado y a los
pecadores en Su ira (Isa. 5:16; Ezeq. 28:22—ejecutar el juicio significa
manifestar la santidad; Apoc. 6:10). La ira divina exhibe la santidad
divina; por medio de ella Dios muestra que El es santo (Núm. 20:13—el
juzgar es una prueba de que es santo; 1 Sam. 6:20). Sólo alguien que
sea sin pecado tiene el derecho, la autoridad o capacidad para juzgar al
pecado. El juicio divino tiene su origen en la total alteridad de Dios y Su
total singularidad y control. Cuando Dios le habló a Job desde el
torbellino le preguntó si había estado presente cuando el Señor creó la
tierra y todas las cosas que hay en ella (Job 38:4). Luego, Dios le
pregunta a Job si alguna vez le había dado órdenes al alba (v. 12), atado
las cadenas de las Pléyades (v. 31), hecho aparecer las constelaciones a
su tiempo (v. 32), o fijado las ordenanzas de las constelaciones sobre la
tierra (v. 33). Dios confrontó a Job por haber hablado como si el debiera
ser justificado mientras que Dios debiera ser condenado (40:8). Llegando
al final de Su revelación a Job Dios sugiere que Job se vista de majestad
(40:10), derrame su ira sobre el soberbio (v. 11) y pisotee a los malvados
(v. 12). Sólo el Creador puede juzgar a los malvados. A menos que Job
hubiera creado y tuviera control sobre la creación, no puede juzgar al
arrogante y malvado. Job se puede salvar a sí mismo sólo si puede, tanto
crear como juzgar, así como Dios lo ha hecho y hará (v. 14). Ana confesó
tales cosas acerca de Dios en su oración: “No hay santo como el SEÑOR;
en verdad, no hay otro fuera de ti” (1 Sam. 2:2). Sólo el Creador puede
juzgar; sólo el Juez puede redimir.
Una adecuada perspectiva sobre la santificación de los santos debe
incluir una comprensión precisa de la santidad de Dios. Su santidad es el
fundamento de la santidad de los creyentes, tal como la advertencia de
Pedro nos lo recuerda “sino que así como aquel que os llamó es santo,
así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1
Pedro 1:15). MacArthur coincide en que: “Si nosotros no entendemos la
santidad de Dios, no entenderemos nuestra propia pecaminosidad”.
Asegurando la Santificación
salvación que ya ha sido llevada a cabo por Cristo la que debe ser hecha
manifiesta en la forma en que el creyente vive—la santificación inicial se
exhibe a sí misma, exteriormente, en la santificación progresiva. En otra
parte MacArthur también escribe, “Esta es la obra del Espíritu,
apartarnos del pecado, consagrarnos, hacernos santos. El nos está
conformando a la imagen de Cristo”(ver 2 Cor. 3:18). En efecto, el Fruto
del Espíritu (Gál. 5:22-23) consiste de las virtudes inherentes al carácter
propio del Salvador. Su amor, Su gozo, Su paz, Su paciencia, Su
benignidad, Su bondad, Su fidelidad, Su mansedumbre y Su templanza.
Tal como lo expresa Iain Murray, “El hombre regenerado ama a Dios,
ama la santidad, ama la Biblia, ama la piedad, porque su naturaleza es
ser así”. Sin embargo, esa búsqueda envuelve más que sólo amar, o
desear la santidad, o intentar mostrar exteriormente lo que uno ya tiene
interiormente a través de la justificación y la santificación inicial. El
creyente debe verter su energía, sus esfuerzos, su mente y su ser en
procura de ser santo. El agente humano nunca puede llevar a cabo la
auto-santificación ya que sólo el poder divino puede santificar. En
resumen,
¿A qué se refiere “la palabra” en éste texto? Sólo una vez de los ocho
usos que hace Pablo (hrema) significa otra cosa que no sean palabras, o
de Dios o de Cristo. Hoehner argumenta que aquí se refiere a “la palabra
predicada del amor de Cristo por la iglesia”. Aunque el apóstol
obviamente habla acerca de una santidad final, para la iglesia, en el
futuro “la aplicación para la iglesia actual no es menos apropiada,
aunque en el futuro la santificación será completa, pero el proceso está
en marcha. La santidad de vida para los creyentes es encarecida (4:17-
32)”.
Conclusión
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“Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, han sido
tomadas de la Biblia de las Américas (LBLA). Copyright © 1986, 1995,
1997 by The Lockman Foundation. Usadas con permiso”.
Notas: