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Marcos Cabobianco DNI 26436041 Comisión de Judith Farberman

Prácticas de parentesco, patronazgo y Estado en las primeras décadas


posrevolucionarias.
Una lectura en clave histórico-antropológica de La Historia de una Montonera.
Bandolerismo y caudillismo en Buenos Aires, 1826 de Raúl Fradkin.

I
Introducción
En La Historia de una Montonera. Bandolerismo y caudillismo en Buenos Aires,
1826, Raúl Fradkin analiza un episodio que se destaca, entre otras cosas, por haber
pasado historiográficamente inadvertido. Lejos de limitar su trabajo entonces a la
descripción de una situación histórica poco conocida, Fradkin aprovecha el
estudio detallado, circunscrito y específico para quizás “[...] echar algo de luz
acerca de asuntos muy mentados en nuestra historiografía: los mecanismos y
motivaciones de adhesión popular a un caudillo y sus relaciones con el
bandolerismo.”1

En este sentido, consideramos que el análisis sistemático y minucioso de las


fuentes documentales que realiza R. Fradkin permite avanzar en el estudio de los
problemas en torno a los modos de configuración social de la campaña de Buenos
Aires. Se cumple lo primero y principal – la exigencia de una coherencia
documentaria y la familiaridad con las fuentes – lo que ha requerido, a su vez, la
suscripción del análisis a una unidad “concreta”, tangible, visible 2.

A partir de ello – en relación con el análisis de las fuentes – entendemos se respeta


un modo de abordaje guiado por la premisa de Carr, en el sentido de que "el

1 Fradkin, 2006, 11
2 Cf. Fradkin, 2006, 10-13. Además de sus referencias a la Micro-historia y a Revel en particular, hay una
serie de aportes relacionados con la importancia del juego de escalas reunidos por este último que quisiéramos
traer a colación. Ellos leen que es importante establecer la escala de la situación abordada, porque eso la
constituye como tal, la define en tanto trama y forma. Es distinto lo que se ve, es distinto lo que se representa.
Por lo tanto, el acto de elegir la escala, no indica simplemente el mismo objeto visto más grande ahora, más
chico después. No. En vez es una construcción del objeto de análisis que puede ser extremadamente útil como
ejercicio de búsqueda de consistencia en el terreno acuoso de las actuales ciencias sociales. Cf. Revel, 1996, 19
y ss. Con la visión del concepto “situación”, que enunciaremos más adelante, pasa algo similar. Aparece un
campo de intervención que define la relación entre las prácticas desde el lente escogido. Una práctica que
ordena a otras, sin pretensiones de exclusividad. Esto transforma el contenido de la representación. El carácter
teórico de lo propuesto con respecto al concepto de “prácticas” y “situaciones” deriva mayormente de La
historia sin objeto: Prácticas, situaciones, singularidades, de Ignacio Lewcowicz y Marcelo Campagno; al
tiempo que dialogamos con glosas de Jeux d’ échelles: La micro-analyse à l’ expérience, textos de varios
autores reunidos y presentados por Jacques Revel.

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historiador no es el humilde siervo ni el tiránico dueño de sus datos".3 El resultado


de osar con prudencia es una relación de constante retroalimentación entre los
testimonios directos y el campo teórico e historiográfico en el que tales testimonios
se insertan. Sin embargo, al ser este un trabajo que se basa en la producción mayor
de Raúl Fradkin, aprovecharemos para errar del lado de cierta “tiranía” en pos de
reorganizar los abundantes datos provistos en Historia de una montonera al
servicio de un interludio teórico que creemos puede ser útil como ensayo de otra
“mirada” sobre las mismas fuentes. Con objeto de explorar una alternativa analítica
distinta, recurriremos a la amplitud que brinda la interdisciplinariedad. Sugerimos,
entonces, que una perspectiva que aúna lo histórico y lo antropológico 4 puede ser
de gran utilidad a la hora de identificar los dispositivos de organización social
conocidos por la sociedad que experimentó el oscuro episodio del accionar de la
montonera encabezada por Cipriano Benítez.5

En efecto, el estudio de Raúl Fradkin tal vez nos permita entrever el papel
decisivo6 del parentesco y la “costumbre” en las sociedades campesinas, en tanto
eje para la articulación social general. Por otro lado, los numerosos estudios
históricos –por lo que aquí compete, aquellos relacionados con Buenos Aires circa
1826– han permitido detectar que el Estado emergente de las primeras décadas
posrevolucionarias se ha transformado en el eje de un nuevo tipo de organización
social. Sin embargo, la potencia del parentesco y la “costumbre” no desaparece, si
no que tiende a mantener su capacidad articulatoria en ámbitos específicos de las
sociedades estatales; como ser las comunidades campesinas y las relaciones con

3 Carr, 1985, 27
4
En Juego de escalas, la introducción nos habla de un coloquio más que debía concertó, entre otros, a
historiadores y antropólogos. Dado que la historia social provee extensa y variada apreciación del papel del
Estado como organizador a escala social global y también es pródiga la producción antropológica acerca de la
relevancia del parentesco en las sociedades tradicionales, es propicia una obra que reúna ambos aspectos. Suya
sería la tarea de ponderar la importancia de las lógicas operativas asociadas al parentesco y al Estado,
expresadas en las prácticas políticas, ideológicas y socio-económicas que efectúan o tienen como protagonistas
al campesinado y la elite.
5 Por otro lado estos han sido merecedores de las más diversas interpretaciones. Algunas de ellas de muy larga

data, siendo posible trazar su origen a las percepciones de la elite letrada coetánea de los fenómenos originales.
Ahora bien, antes de comenzar propiamente, preciso es reconocer que el itinerario historiográfico más
transitado y del que John Lynch es tan claro ejemplo 5, considera un tipo de relación patrón-cliente que seguiría
el esquema terrateniente-campesino de acusada subordinación y es contrario a la caracterización que
sugeriremos para las prácticas de patronazgo.
6 Fradkin niega que el parentesco – pese a la recurrencia de esos “lazos primarios” no alcanza, “no hace derivar

los comportamientos de los sujetos” Fradkin, 2006, 118. Nos aproximaremos desde una perspectiva que
considera que toda “realidad” se halla articulada por, y es, un conjunto de prácticas. El efecto de que se haya
hecho y dicho, tanto precaria como repetitivamente, y en ese hacer y decir el mismo sujeto quede instituido,
indisociable de las prácticas que le dan ser, constituye tal vez el único axioma que es necesario enunciar.

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nuevos líderes. Siguiendo por esta vía analítica, es posible plantear que la potencia
de articulación de lo parental y de lo estatal dejan sus huellas en muy diversos
ámbitos, entre los que se cuenta el ámbito de representaciones del mundo;7 y
ciertamente también el de las fuentes utilizadas por Raúl Fradkin.

II
Parentesco y “costumbre”

Partiremos de la hipótesis de que en la campaña de Buenos Aires el campesinado


se hallaba organizado en ámbitos comunitarios, en los que el parentesco constituía
el principio básico de articulación social. Estos espacios sociales se hallaban, a su
vez, subordinados al ámbito estatal en una relación que por entonces cobraba su
principal forma en los momentos de tributación y leva. Ponderado esto,
buscaremos plantear la manera en que dichos espacios permitieron la emergencia
de las prácticas de patronazgo. Estás últimas serán presentadas al final del presente
trabajo como una serie de vectores producto de la intersección parcial de la esfera
del parentesco y la del Estado.

Primero intentaremos establecer la importancia del parentesco en la organización


de base de la montonera liderada por Benítez. Las condiciones sociales de la
situación histórica específica abordada en Historia de una montonera no son ajenas
a la estructuración dada por las tramas de parentesco – en tanto redes que vinculan
y oponen a grupos en segmentos variables. Cada grupo de vecinos – en un
principio – sostiene sus propios lazos comunales. Hacia el interior de las
comunidades – idealmente – rige como principio de articulación social la práctica
del parentesco. Su carácter establece un límite para la estructuración de una
desigualdad social fuerte: lo que podría caracterizarse como diferencias de
prestigio y no de poder. De hecho, dentro de las comunidades, la lógica del
parentesco, en tanto práctica con pretensiones de dar su sentido a otras prácticas,

7 Así en las memorias del General Paz se observa la perspectiva mítica en los relatos recoge que sobre
Quiroga. Sería necesario el re-abordaje del corpus bibliográfico tanto teórico como historiográfico acerca de
cuestiones relativas a las relaciones entre la esfera del parentesco, del patronazgo y del Estado que excede las
posibilidades de este trabajo puntual. El trabajo sobre las prácticas judiciales de Fradkin se presta también a
este tipo de lectura. Cf. Fradkin, 1999.

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inhibe el monopolio de la violencia y las relaciones de subordinación permanente. 8


Concedido este axioma antropológico, las distintas lógicas en las que se imprimen
las prácticas sociales constituyen importantes condicionantes sociales, sin
desmerecer lo que Fradkin dice – desde otra perspectiva, pensando en
“experiencias” de sujetos sociales y no tanto en prácticas, lógicas y situaciones
(más allá de lo fluido que puedan ser todos estos términos) 9 – de los “lazos
primarios” del parentesco y su no centralidad. 10 Por supuesto que la superposición
de prácticas y la potencia característica de la subyugadora lógica estatal alterará la
situación de tal modo que no nos será extraño que, coyunturalmente,
estructuralmente incluso, se plantee el ataque y la dificultad de aquellos sujetos que
se encuentran en la intersección de las dos lógicas principales (jueces de paz,
recaudadores, comisarios). Ellos constituyen articuladores que sufren máximas
exigencias de las distintas prácticas que los atraviesan.11 Es por eso que el jefe de
policía aconseja – y ordena – al comisario de Luján que:

“...aprenda y me remita si es posible el doble número de individuos á los que


antes produjo esa Sección; pero es también preciso que la recorra por sí mismo y
que no libre absolutamente esta operación importante a los Alcaldes y Tenientes
porque por experiencia estamos convencidos que no es bastante este arbitrio para
llevar cualquier medida que la embotan los compromisos de relación o intereses
particulares.”12

Ahora pasaremos revista a otros indicios de prácticas de parentesco que se


encuentran en el trabajo de Fradkin. Esto servirá para ejemplificar la norma moral

8 Cf. Campagno, 2006. Cf. también Clastres, 1981 [1976]


9
La imposibilidad de definir el significado de “prácticas”, el cual se nos escapa de un modo absoluto cuando
reconocemos su fluidez, no niega que un conjunto de prácticas esté subordinado a una práctica que es
dominante y articuladora del resto de las prácticas de una situación histórico-social. Al respecto: “Es lícito,
entonces, enunciar como tesis que el análisis de una situación histórico-social es el análisis de las prácticas que
la constituyen como situación -y que las hacen ser esa situación-” Campagno, Lewkowicz, 1998, 83
10 Fradkin dice (p. 118) “[...], no alcanza, pues, con constatar una red de vínculos para derivar de ellos los

comportamientos de los sujetos”. Ciertamente no, pero lo importante es analizar a partir de que lógicas las
prácticas tienen sentido. Para otras situaciones históricas pero de donde podemos extrapolar herramientas
analíticas Campagno considera que “En efecto, el parentesco y el Estado se presentan en la antigua sociedad
egipcia, al igual que en tantas otras sociedades estatales antiguas, como los ejes de articulación social por
excelencia, como las prácticas que constituyen los códigos de organización de la sociedad, como “idioma”
para la expresión de las otras prácticas que componen la trama social.” Campagno, 2006, 17
11
Son el blanco, privilegiado tal vez, de la montonera de Benítez: “Del lado de los cajetillas y maturrangos
[de los que no quedaría ni uno para evitar la leva que iba a “dejar yerma la campaña”], quedaban también
alineadas las autoridades locales (jueces, comisarios y recaudadores) y aún el gobierno entero.” Fradkin, 2006,
168
12 AHEZ, Juzgado de Paz, 1824/1826, doc. 223, citado en Fradkin, 2006, 136-137.

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de reciprocidad a la que responde ese tipo de prácticas, así como la tendencia a


enfrentar el monopolio de la violencia en sus líderes y el Estado.

En el capítulo dedicado a analizar la “anatomía de una montonera” se observa que


de los quince detenidos identificados, más de la mitad (ocho para ser exactos) eran
parientes.13 En la composición de las montoneras de Morón y Navarro “ [...]
parecen haber recurrido a lazos sociales previos, en especial aquellos que
provenían del parentesco (en ambas aparece como un núcleo básico) y la vecindad,
pero también a otros forjados en experiencias compartidas en el ejército, la milicia
o la pulpería.”14
Por supuesto el parentesco podía ser “traicionado” por otra práctica – la estatal –
que “atravesaba”, por así decir, al mismo individuo. A la hora de huir Benítez
confiaba en recurrir a lazos de parentesco 15 que tenía con el teniente Alcalde D.
Juan Bautista Gallo,
“ [...] a cuya casa llegó a comprar pan y por la confianza que tenía con dicho Gallo
por haberse criado con él, le pidió licencia referida que descansase su caballo y
tras cuando se la dado se acostó el exponente a dormir y lo sorprendió con unos
soldados [...]”

Una vez disipada la montonera con un saldo importante de prisioneros, se procedió


a su clasificación. Aquí el entender de la “costumbre” y del parentesco tuvo su
lugar clave a la hora de librar totalmente a algunos, dar penas a otros e intentar
castigar duramente a los que tal vez solo eran culpables de ser parientes de Benítez.
Los que eran de “buena conducta y trabajadores” eran los que habían sido reclutas
forzados de la montonera de Benítez. Padres que hablan por sus hijos, patrones que
exhiben papeletas de conchabo – entre otros – son testigos influyentes que logran
la liberación al apelar con éxito a los lazos de solidaridad vecinal. Su calidad y

13 Fradkin, 2006, 93
14 Fradkin, 2006, 94
15 Haberse criado juntos puede haber significado que eran “como hermanos”. Aunque esto no fuera así en el

sentido biológico lato del término, las redes vecinales ciertamente son más amplias, y no por más tenues
menos presentes. Al respecto importaba: “la opinión” que sobre él tuvieran los vecinos del pago y,
particularmente, los vecinos caracterizados. La “fama” era así una prueba precisa del entramado social en
que estaba inscripto el sujeto y era la que terminaba por definir si podía ser considerado – legal y socialmente
– como parte de esa laxa comunidad que configuraba cada partido rural o “perjudicial” a ella. Fradkin,
2006, 83-84.

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condición permitía correr de la categoría de “vagos perjudiciales” a los que tal vez
eran merecedores de ella.16

En el otro lado del espectro de la culpa endilgada, la confesión “reina de todas las
pruebas” ejerce su soberanía sobre Benítez cuando se somete a ella para que
liberen a su mujer.17 Ya cuando su familia fue implicada – obedeciendo el supuesto
social que extendía su culpa a su trama de parentesco – él había negado
rotundamente su complicidad. 18 De hecho existió luego el intento de erradicar a
toda su familia del partido – subastando sus bienes –, cuestión que tenía raíz en las
penas infamantes de antaño. Al respecto Fradkin concluye que

“Sin embargo, los tiempos estaban cambiando en el ámbito judicial y nuevos


principios estaban en circulación y diferían de las concepciones socialmente
arraigadas. Aquella petición fue avalada y elevada por el juez de paz en una
prueba más de las ideas y nociones que tenían estos administradores locales de
justicia tan legos como el común de los vecinos entre quienes se reclutaban.”19

Esto no quita, sin embargo, que tanto para obtener la confesión como a la hora de
intentar llevar el castigo a sus parientes, los “agentes” del Estado supieron y
consideraron “natural” ajustar por el lado de la trama de parentesco. Puede sonar
obvio, pero ciertamente es un principio de organización social que explica – sin
determinar indefectiblemente – toda una serie de conductas,20 especialmente

16 Al respecto importaba: “la opinión” que sobre él tuvieran los vecinos del pago y, particularmente, los
vecinos caracterizados. La “fama” era así una prueba precisa del entramado social en que estaba inscripto el
sujeto y era la que terminaba por definir si podía ser considerado – legal y socialmente – como parte de esa
laxa comunidad que configuraba cada partido rural o “perjudicial” a ella. Fradkin, 2006, 83-84.
17 Fradkin, 2006, 78
18
Fradkin, 2006, 68
19 Fradkin, 2006, 80-81
20 Los dados hasta ahora son solo algunos ejemplos, por cuestión de espacio nos limitaremos a ellos. Basten

para el resto (y de seguro hay más) las siguientes referencias: Fradkin, 2006, in extenso; reciprocidad en la
familia de Cipriano (p. 94), familia de fuerte arraigo en la zona, empobrecida – como muchos prestigiosos (p.
97), reacción de los vecinos de Luján contra su familia (p. 98 y ss.), cómo las inquinas a nivel comunal de
vecinos repercuten en la esfera estatal local (p. 103), límites del liderazgo de Benítez (p.115), inclusión de
parientes de Benítez en la montonera mas no en la conducción de la misma (p. 116), convocación del esposos
de la sobrina que decide no sumarse, lo mismo el compadre Dionisio Santana (p. 118 y ss.), esto haría pensar a
Fradkin que el parentesco no obliga “no hace derivar el comportamiento de los sujetos”- estamos de acuerdo,
no es así de mecánico, pero ciertamente se recurre a él, lazos de parentesco, promesas de retribución,
experiencia militar común, hermano de Benítez y Manuel González llamados por sus parientes (p. 119 y ss.),
conjura para colocar un juez con lazos familiares con la facción resentida (pp.148-150), autoridades y familias
de poderosos propietarios (pp. 152-153), El Estado contra la costumbre; Diezmo (exenciones y connotaciones
religiosas) vs. Contribución Directa (odiado blanco de la montonera) (p. 157), etiqueta de “vago” aplicado a
familias enteras (p.160)

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cuando se cruza con el principio del Estado, organizador a escala global, con su
propia arena – la justicia – para dirimir cuestiones, sin por ello resultar siempre
vencedor:

“Desde esta perspectiva, la justicia puede ser vista como una instancia que
permite observar tanto el despliegue de la acción estatal sobre la sociedad rural
como un espacio de configuración de conflictos y solidaridades en los que
tienen intervención los poderes locales formales e informales y los actores
sociales subalternos.”21

III
Estado y pedagogía social

Sucintamente ponderaremos algunos aspectos de la lógica estatal que son vox


populi pero no por ello menos necesarios para nuestro argumento. Afirmaremos
aquello que difícilmente pueda negarse “[…] del concepto de “sociedad estatal”: se
trata de un concepto sumamente indeterminado que, sin embargo, puede resultar de
utilidad para caracterizar sociedades donde se verifica la existencia del monopolio
legítimo de la coerción en las manos de un reducido grupo de la sociedad”. 22
Una primera indeterminación surge de no distinguir analíticamente a qué escala o a
qué definición de Estado se está haciendo referencia en cada ocasión. A lo que me
refiero es que a veces “Estado” hace referencia a la elite o el grupo que detenta el
monopolio de la violencia legítima sobre un territorio dado, otras veces al aparato
que hace posible un control administrativo y otras veces, también numerosas, a la
Sociedad en su conjunto organizada de forma estatal. Cuando Gledhill se interesa
por lo que distingue al Estado Moderno de sus formas previas 23, a saber, su
capacidad de penetración en la vida social cotidiana, es a la segunda de estas
definiciones a la que se refiere. De esto, apoyándose en Giddens y su poco feliz
metáfora de la “presión selectiva”, se sigue que el Estado Moderno tiene que llegar
a un mayor control local capilar en la competencia darwiniana con otros Estados

21 Fradkin, 1999, 146


22
Campagno, 2000, 36
23
Siguiendo a Giddens, Gledhill realiza una comparación que caracteriza a los Estados premodernos como
cualitativamente diferentes, todavía “segmentarios” diría el primero, careciendo de infraestructuras
administrativas, militares y de comunicaciones que permitieran un control territorial. Por eso no les cabe la
definición weberiana que define al Estado como el monopolio de la violencia legítima de un grupo minoritario
por sobre el resto en un territorio determinado. Cf. Gledhill, 2000, p. 36

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que serían seleccionados según la eficacia de sus aparatos. 24 Todo esto se basa
entonces en una centralización y concentración administrativa que al aumentar
exponencialmente dentro del territorio busca desmentir el proverbio chino “El país
es muy grande y el emperador está muy lejos”. A diferencia de los estados
premodernos, una estructura capaz de apropiar/expropiar poderes locales penetra
en la vida de la población; aprendiendo y enseñando a manejar recursos y
personas. En una coyuntura de guerra como la que compete a este análisis, donde
el Estado se haya presionado por dentro y por fuera, sin embargo, las viejas
lecciones del Antiguo Régimen son reeditadas.

Al “caudillo” Cipriano, el rigor “pedagógico” del Estado y el saciar de la “vindicta


pública”25 lo llevó a protagonizar el espectáculo de su muerte. Salvatore nos dice:

“Dentro de la maquinaria del dolor, el pelotón de fusilamiento y la horca


constituían instrumentos especiales para imprimir en las mentes de las clases
populares la necesidad de obedecer la ley. Eran actuaciones del poder estatal
orquestadas para propósitos definidos [...] con la intención expresa de
escarmentar.”26

La mayor parte de las ejecuciones tenían lugar cerca de donde el crimen había sido
cometido.27 La de Cipriano no fue excepción.

Sugeriremos que esta situación histórica límite en la que se enmarca la montonera


y su represión –a pesar de ubicarse en el marco de un creciente control estatal,
dispuesto a “escarmentar”–, puede ser pensada como resultado de la superposición
de perspectivas disímiles (Estado- comunidades) acerca del carácter de los

24 Es una teoría que parece hecha a propósito para la coyuntura de la guerra con Brasil. Según Giddens el
Estado rivadaviano NO sería seleccionado. Una mutación nos salvaría luego(o hundiría, dependiendo) de la
tradición historiográfica consultada.
25 Fradkin, 2006, 86-87. Cf. también Salvatore, 2005, 250-255 en donde explica que: “[...] la exposición de los

cuerpos servía el propósito de de descargar parte de la vindicta pública (la hostilidad y el resentimiento
populares)” Salvatore, 2005, 254. “[...] el castigo es también una manera de procurar una venganza que es a la
vez personal y pública, ya que en la ley se encuentra presente en cierto modo la fuerza físico-política del
soberano [...] se encuentran las fuerzas activas de la vindicta.” Foucault, 2004 [1975], 53-54.
26
Salvatore, 2003, 250 (la traducción es nuestra)
27 “De 34 sentencias registradas 23 fueron cumplidas fuera, en pequeños poblados rurales como ser Salto,

Arrecifes, Tandil, Dolores o Azul, generalmente en la plaza central” Salvatore, 2003, n. 30. Cf. también
Salvatore, 2001.

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“derechos” que combinaban nociones antiguas con otras surgidas de la experiencia


que abrió la revolución28:

“La manifestación más evidente de esa sensación de agravios era la defensa de


sus derechos que, palmo a palmo, realizaban vecinos y paisanos del común
invocando las prescripciones de la costumbre frente a las autoridades que no
dejaban de describirla como un conglomerado de nociones supersticiosas que
debían ser erradicadas.”29

El hacer oídos sordos a los requerimientos de la “costumbre” empeoraba las cosas.


Sabemos que la presión enroladora y tributaria, de por sí, tensaban las relaciones
entre los autoridades y los vecinos. 30 Esta presión constituyó una condición
necesaria – mas no suficiente – para el suceder de la montonera de Benítez. A un
nivel teórico, la práctica estatal – en su hacer instituyente – busca ser dominante y
tiene pretensiones de redeterminar las prácticas de base. Aunque las prácticas de
parentesco tienen particular capacidad de seguir articulando ámbitos específicos –
como ser el del campesinado o el de la elite – se pretende su subordinación a la
lógica estatal. La ruptura intolerable de la lógica parental se manifiesta cuando un
polo minoritario de los vecinos pasa a disponer del monopolio de coerción
legítima:

“La leva, y el conjunto de experiencias que a ella se asociaban, era un


mecanismo preciso que hacia palpable y efectiva esta diferenciación que
separaba, dividía y enfrentaba palmariamente a distintos sectores sociales
rurales. De un lado quedaban aquellos que estaban exceptuados del
reclutamiento y en quienes recaía la facultad de clasificar a los pobladores y
decidir quienes eran destinados al contingente [...] Esa línea de demarcación

28 Lo que a Carvalho le interesa particularmente y llama “el trasvasamiento de las visiones de la república
hacia el mundo extra-elite” puede leerse como la adopción y/o el rechazo de las ideologías de las clases
dominantes por las clases subalternas. Todo un universo simbólico, con sus mitos y alegorías correspondientes
va a ser presentado y obligado a las clases populares en un intento de “alcanzar el imaginario popular para
recrearlo dentro de los valores republicanos”. José Murilo de Carvalho, “La formación de las almas”.
Universidad Nacional de Quilmes, 1997, p. 16-17
29
Fradkin, 2006, 171. Cf. también Fradkin, 1999, 144-188
30 Sirva agregar a lo ya dicho las quejas de una madre viuda, el anciano ciego al que también se le privaba de la

compañía de su hijo, cuestiones que ciertamente erosionaba el equilibrio de las comunidades y se hacían “oír”
en un idioma caro a todos. Fradkin, 2006, 138 y ss.

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social no era nueva [...] se crispaba al máximo en coyunturas críticas que, como
ésta, exasperaban las tensiones sociales.”31

Consideramos, sin embargo, que no es una cuestión de grado, sino de que se trata
de un cambio cualitativo al incrustar la práctica estatal en el seno de las
comunidades. Habrá entonces resistencias al asignar de nuevos sentidos y al
cooptar de “vecinos”, por ejemplo. Cuando la práctica estatal no logra cumplir con
su rol dominante – el fuerte arraigo de la “costumbre”32 puede tener que ver mucho
con esto – puede haber otro tipo de ruptura fuera de la serie, una discontinuidad
que hará nacer un híbrido del binomio parentesco-Estado, o algo más que un
híbrido. Nos encontraríamos, como propondremos ahora, ante un proceso de
emergencia de una novedad radical 33: las prácticas de patronazgo y sus
posibilidades de catalizar, en un futuro, un Estado fuerte que recuerda sus
orígenes.34
IV
Patronazgo

El análisis de este último aspecto tiene como punto de partida las consideraciones
de Raúl Fradkin con respecto a cómo Benítez interpelaba al “caudillo” de un nivel
superior a partir de términos personales y no burocráticos.35 Quisiéramos pensar
por qué, desde la perspectiva de los grupos subalternos, esas relaciones eran
enunciadas primariamente como recíprocas – aunque asimétricas –, más propias de
lazos de parentesco que de Estado. En efecto, percibir desde una perspectiva de
patronazgo a estos aspirantes a “caudillos”, que se comportan con su superior
sociopolítico de una manera que nos evoca llamativamente las conductas entre

31 Fradkin, 2006, 164


32 No se cumple, por ejemplo, que los recién llegados solos sean levados. La voracidad del Estado obliga a
más. Fradkin, 2006, 165
33 Configurada de manera precaria, una red operativa de prácticas se subordina a una práctica dominante a

partir de condiciones específicas. La aparición de nuevas condiciones integra la posibilidad de que una práctica
cualitativamente nueva pueda operar un cambio que coloque al conjunto de prácticas en relación de
subordinación con la práctica emergente. Las prácticas no están determinadas de antemano: “La inconsistencia
magmática basal de las situaciones histórico-sociales no tiene por qué dejarse recorrer exhaustivamente por los
requerimientos prácticos administrados por la dominante. Y de hecho no se deja: a veces hay novedades.”
Campagno, Lewkowicz, 1998, 104. Ello indica la procedencia de los “procesos de emergencia de novedades
radicales”33. Campagno, Lewkowicz, 1998, 35, en cursiva del original.
34
La referencia es obvia. En la época de Rosas: “[...] el ejército tomaba posesión de las propiedades
confiscadas [...] los campesinos de las cercanías consideraban estos ranchos y granjas propiedad común, se
llevaban leña, frutos, cueros y, ocasionalmente, ganado o caballos para su propio uso.” Salvatore, 2003, 45 (la
traducción es nuestra) una clara muestra de qué “leyes” se restauraron – entre otras.
35 Cf. Fradkin, 2006, 195-196

10
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parientes, tal vez pueda ser el camino acertado para dar respuesta a interrogaciones
cruciales. De este modo se sugiere que las relaciones políticas de la región podían
ser representadas por medio del “idioma” del parentesco y/o del patronazgo, pese a
estar signadas por la dominancia de la práctica estatal.

La práctica del patronazgo suele expresarse en términos de parentesco, buscando


articular los consabidos lazos comunales36 mediante la norma moral de la
reciprocidad, 37 en asimetría con el líder, poniéndose a disposición suya, pero de
ningún modo negando la contraprestación y creando obediencia ciega. Se trata de
una estrategia aceptable para asegurar un cambio que incluso puede ser – como se
observa en la intentona de Cipriano – orquestada “desde abajo”. 38 Esta práctica, en
un principio, no sujeta al monopolio de la coerción estatal39, puede propiciar –a
futuro, y como es consciente Benítez en su plan de ayudar a Rosas a ser
Gobernador –la tan necesaria reestructuración estatal, que no descartará tantos
elementos de la época de Rivadavia como se solía pensar.

Por algo Benítez quiso hacer contacto con Rosas. Al decir de Salvatore, en su
estudio del período posterior, para los subalternos la política era el sitio donde
podía encontrarse el confort perdido, aunque también podía revelarse como una
trampa: “Las dramáticas transferencias de propiedad que resultaron de la guerra y
las confiscaciones políticas crearon espacios donde los subalternos podían ejercer
algunos derechos tradicionales (apropiación directa) y mejorar su acceso a los
recursos económicos.[...] Es claro que esta clase de interacción promovía los lazos
clientelísticos, pero también era un medio por el cual los subalternos podían tener

36 Entendemos distinto lo que expresa Fradkin con respecto a la imposibilidad de que la acción colectiva
campesina se articule a partir de lazos étnicos o comunitarios ya que no tiene en cuenta esta posibilidad de
entrada política que utiliza “el idioma” y los principios de reciprocidad solamente.
37 ver Gouldner, 1973.
38 Los recluta alucinándolos; Benítez “manipula” el nombre de Rosas. Pero en variadas ocasiones dijo haber

mandado mensajeros para contactarse con él y otros líderes federales. Confesó no haber tenido respuesta,
finalmente.
Al decir de Weber: “El carisma no es algo que se tiene sino algo que se otorga”.
39 “En efecto, esa práctica del patronazgo no parece necesitar del monopolio de la coerción física. Sin

embargo, lo que es importante notar es que las relaciones con extranjeros [se refiere a quienes no pertenecen a
la comunidad] pueden no encuadrarse con facilidad en el ámbito regulado por el parentesco y que, por ende, la
aparición de prácticas tales como el patronazgo pueden comenzar a minar la dominancia del parentesco [...] si
la práctica estatal resulta impensable donde el parentesco domina, quizá deje de ser impensable si ya existe en
la sociedad alguna práctica que no se ajuste a los principios del parentesco. Un pariente no podría
transformarse en un súbdito, pero un cliente tal vez sí” (nota a pie de página de Campagno en el Boletín de
Antropología Americana diciembre 2002, 108.)

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acceso a rentas subsidiadas en tiempos de inflación [está hablando para la ciudad,


en esto último pero se aplica en lo clientelar a lo anterior también].”40

En la opinión de José Luis Romero– no precisamente un amante de Rosas – tal vez


hay algo que nos ayude a responder tanto la estrategia que adoptó Rosas como los
requerimientos “desde abajo” que la determinaron como triunfante:

“Si [luego] se lo llamó “Restaurador de las Leyes” no fue tanto porque se viera
en él, precisamente, el defensor de las normas legales, sino porque se lo
adivinaba abanderado de la tradición vernácula y celoso de la defensa de un tipo
de vida que parecía condenado a la extinción.”41

Recapitulemos: entendemos que las prácticas del patronazgo puede aparecer en los
intersticios de las lógicas de parentesco y Estado en pujante y creciente tensión.
Podemos llamar, a falta de mejor nombre, “tramas de patronazgo” a aquellas redes
clientelares nuevas y viejas a un tiempo. Es de sumo interés, tal como se ha
perfilado en el trabajo de Fradkin, relevar la decisiva y contingente incidencia de
los sectores subalternos en su formación, o si se prefiere, en las prácticas que hacen
a tal designación. Tal vez sea necesario disponer de nuevas herramientas analíticas.
Si ese es el caso, el cruce de lo histórico y lo antropológico puede ser espacio para
una nueva forja.

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40 Salvatore, 2003, 45-46 (la traducción es nuestra)


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