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Acompañar en la oración

SEMANA 3- “CON LOS CINCO SENTIDOS”

MOTIVACIÓN DE LA SEMANA

Muchas veces hemos creído que la oración tenía que ver con un “no estar” en el momento
presente y evadirte a no sabemos qué lugar para encontrar a Dios. Para orar es necesario
todo el Ser: el cuerpo y los sentidos también. Orar no es un ejercicio de imaginación o
evasión. Dios no está “más allá”, sino más acá, y de acuerdo con la ley de la encarnación
(principio teológico por el cual Dios se acerca hasta nosotros para darse a conocer) a Dios
lo encontramos en medio de lo nuestro (como es la vida) y a través de nuestro cuerpo y de
nuestros sentidos. Esta semana vamos a emplear nuestra percepción sensorial para orar.

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Cuando empleamos los sentidos y la corporalidad resulta que integramos en un mismo
movimiento nuestro Ser. Cuerpo, mente, afectos, espíritu van de la mano siempre y nos
ayudan a ir al encuentro con Dios con todo lo que somos. Dios nos ha formado completos,
y no desprecia nada de lo que somos. Es un error plantear la vida espiritual prescindiendo
de algo que nos pertenece y ha sido creado con mucho cariño por el Padre. La oración,
como ves, puede ayudarnos a valorarnos tal como somos y resolver ciertos asuntos con
los que nos cuesta reconciliarnos.

AL INICIO DEL DÍA

Esta semana intenta emplear 5 antes de salir de pasa a centrar el día. Para ello utiliza la
técnica de la respiración durante un minuto.
Siéntate con la espalda recta y los pies apoyados en el suelo por las plantas. Respirar tres
veces elevando los hombros hacia la cabeza en el momento de la inspiración (el
movimiento del cuerpo te ayudará), y a bajarlos mientras expiras. Céntrate en el
movimiento de los hombros sin pensar en nada. Después, haz otras tres respiraciones sin
mover los hombros. Ahora inspira lentamente, retén el aire y después expira de modo
rápido y profundo, hasta expulsar todo el aire de los pulmones.
Siéntete en calma, y percibe los sonidos que te rodean; tantos como puedas, como si
fueras un “radar”. Después de un minuto, pon tu día en manos de Dios, y pídele caminar en
verdad amando todo y a todos con cuantos te encuentres.

Cada día encontrarás un motivo para trabajar a lo largo de la jornada. Echa un vistazo por
la mañana a la sugerencia que te haga cada día.

DÍA 1- LA MIRADA

Durante el día
Trata de fijarte en detalles pequeños: la cara de la gente en el bus o en la calle, la
naturaleza; la actitud de tus alumnos en el aula. Percibe y contempla. Trata de mirar de
manera amable y sanadora; sin juzgar nada, al estilo de Jesús.

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Por la noche- Contempla este icono.

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Te encuentras con la mirada de Jesús. Sitúate frente a ella y mira. No imagines nada: solo
mira, percibe tantos detalles como puedas (formas, colores…). Después del tiempo que
estimes oportuno, déjate mirar. No pienses nada; quédate como estás y deja que la
mirada del Señor te contemple. Tú respira tranquilo y deja que Él haga.

En un segundo momento, recuerda el ejercicio del día: cómo has mirado tú a los demás.
¿Han sido miradas sanadoras? ¿Qué has visto? ¿Qué imagen quisieras rescatar del día
porque ha sido más significativa o te ha hecho bien?

En un tercer momento, lee estos fragmentos de la Escritura: “Joven rico” / “Vocación


Mateo” / ”Zaqueo”. Percibe cómo mira Jesús y cómo esa mirada cambia a las personas.

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Jesús y joven Rico
Cuando Jesús salía para irse, vino un hombre corriendo, y arrodillándose delante de El,
Le preguntó]: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?. (…) Jesús,
mirándolo, lo amó y le dijo: “Una cosa te falta: ve y vende cuanto tienes y da a los pobres,
y tendrás tesoro en el cielo; entonces vienes y Me sigues.”

Vocación de Mateo
En aquel tiempo vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los
impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió.

Encuentro de Jesús con Zaqueo

Cuando Jesús pasó por allí, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, bájate ahora mismo,
porque quiero hospedarme en tu casa. Zaqueo bajó enseguida, y con mucha alegría
recibió en su casa a Jesús.

La mirada sirve para ver. Como cristianos la mirada nos ayuda a descubrir y a sanar la vida
de los demás. Mirar de un modo u otro no es indiferente. Mirar nos cambia por dentro: nos
hace más sencillos, menos jueces, compasivos… Y esa actitud los demás lo perciben y les
hace bien. Acaba orando junto a Jesús y pídele una mirada como la suya. Que tus ojos
sean sus ojos limpios y sanadores. Pídeselo a Jesús.

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DÍA 2- EL OÍDO

Durante el día
Trata de escuchar a tu alrededor. Es buena ocasión percibir los sonidos de la naturaleza
tan sutiles (la brisa, los pájaros) también otros fruto de la actividad humana. No los
catalogues en agradables o molestos; simplemente escucha.
Escucha también a la gente: hoy no hables mucho, tampoco por whatsup. Escucha
conversaciones en tu oficina, en el patio si eres educador. Tampoco juzgues: solo escucha.

Por la noche

Te invito, después de haber hecho el examen del día, que rescates algo de lo que has
escuchado hoy. Algo que sea relevante para ti. Sácalo afuera y saboréalo.
Las personas necesitamos ser escuchadas. Escuchar a otro es una tarea muy importante:
es una herramienta de acompañamiento y de sanación.
Ahora sigue escuchando esta canción que te propongo: hazlo tranquilo; que te envuelva.

https://www.youtube.com/watch?v=WuDFDm5oCbI (Hablando contigo, Maite Losada)

Acaba orando con el salmo 142. Es un salmo para que Dios siga escuchando nuestra
plegaria

1 4
Señor, escucha mi oración; Mi aliento desfallece,
tú, que eres fiel, atiende a mi súplica; mi corazón dentro de mí está yerto.
tú, que eres justo, escúchame. 5
Recuerdo los tiempos antiguos,
2
No llames a juicio a tu siervo, medito todas tus acciones,
pues ningún hombre vivo es inocente considero las obras de tus manos
frente a ti. 6
y extiendo mis brazos hacia ti:
3
El enemigo me persigue a muerte, tengo sed de ti como tierra reseca.
empuja mi vida al sepulcro, 7
Escúchame enseguida, Señor,
me confina a las tinieblas que me falta el aliento.
como a los muertos ya olvidados.

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10
No me escondas tu rostro, Enséñame a
igual que a los que bajan a la fosa. cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
8
En la mañana hazme escuchar tu gracia, me guíe por tierra llana.
ya que confío en ti. 11
Por tu nombre, Señor, consérvame
Indícame el camino que he de seguir,
vivo;
pues levanto mi alma a ti.
por tu clemencia, sácame de la angustia.
9
Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.

DÍA 3- EL TACTO

Durante el día
Vas a comenzar el día utilizando el sentido del tacto.
Para ello, date un minuto de serenidad, respirando como venimos haciendo (3
respiraciones normales + 3 profundas). Deja la mente relajada, sin pensar en nada.
Después con los ojos abiertos, pon la mano sobre tu corazón. Tu mano da calor al corazón,
lo acaricia, y lo prepara para la tarea del día. Te manda la consigna de la “prudencia”, que
no es otra cosa sino actuar siempre con “tacto”, delicadeza y respeto. Cuando abandones
tu casa, toca tres objetos y despídete hasta la tarde de ella.

Al final del día


Recuerda en tu examen de conciencia cómo has tratado a las personas: examina tu tacto
personal con todos ellos. Pide perdón si has herido a alguien en este día.
Vas a leer el relato de la muerte violenta de Abel a manos de su hermano Caín. Léelo con
calma, ante todo. (Génesis, 4)

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Percibe cómo utilizando las manos ambos hermanos: uno ofrece lo mejor de su cosecha; el
otro parece que no tiene tacto con Dios. Caín utiliza sus manos como herramienta asesina
y mata a su hermano. Es la primera vez que se comete un homicidio sobre la tierra. Piensa
en cómo utilizas tus manos: trabajo, relación con otros, saludos... ¿Viven tus manos
volcadas en ti mismo o en los demás? ¿Favoreces la amistad, el perdón, la acogida?

Como final de la oración, utiliza tus manos para bendecir a Dios y ofrecerle el día que
acaba. Para ello, coloca tus manos extendidas delante de ti sobre las rodillas y sin
palabras, entrégale con un gesto lo que eres y tienes. Después alza las manos en alto con
las manos abiertas y bendice desde el corazón a Dios.

DÍA 4- EL GUSTO

Al comenzar el día

Vas a aprovechar el desayuno como acción ritual. Para ello, haz la labor rutinaria de
calentar la leche, disponer los utensilios en la mesa, y comer con una concentración
especial. Date cuenta de lo que vas haciendo.
Degusta, por fin el alimento, dando tiempo al deleite de comer. Siéntete feliz al comenzar
tu jornada, no sin antes dar gracias a Dios por procurarte el alimento diario. Recuerda a
esos que no lo tienen.

Si quieres volver a repetirlo en el momento del café de media mañana o en la comida,


repítelo y da gracias a Dios después.

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Al acabar el día

Ponte en presencia de Dios, con la señal de la cruz. Comienza haciendo silencio y


respirando. Luego haz examen del día, apreciando la parte de bien y pidiendo perdón por
las cosas que no han ido bien.

Jesús comía con la gente. Algunos le acusaron de comilón y borracho; y es que no era un
asceta perfeccionista. Otros de comer con pecadores y mala gente; y es que para Dios
ningún hijo es malo. El Reino de Dios se parece a un banquete a donde todos somos
invitados.

Lee Mateo 22, 1-14. Llama la atención el que esos invitados no acepten ir al banquete de
Dios. ¿Cómo se puede despreciar una invitación amable a comer y hacer fiesta? Comer
con Dios es estar en comunión con Él; y para él todos somos dignos. ¿Qué te parece esa
invitación? ¿La aceptas? ¿Vives en comunión con él o aún te resistes por lo que pueda
pasar?

La eucaristía del domingo, es anticipo del banquete del Reino de los cielos. En ella no solo
comemos con Dios, sino su mismo cuerpo glorioso y bebemos su sangre. Tocar el mundo y
sanarlo tiene que ver con la participación en la Eucaristía y la comunión con Dios. Con él
todo cambia.

Medita un poco en ello; visualizando la última Eucaristía en la que has estado. Cierra los
ojos y mírate a ti mismo. Mira el altar y lo que se ofrece en él. Acércate a comulgar con la
imaginación.
Después agradece ese alimento que en ocasiones no valoras; pero que te configura como
creyente.

Acaba la oración con el salmo 22.

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El Señor es mi pastor, nada me falta: Preparas una mesa ante mí,
en verdes praderas me hace recostar; enfrente de mis enemigos;
me conduce hacia fuentes tranquilas me unges la cabeza con perfume,
y repara mis fuerzas. y mi copa rebosa.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. Tu bondad y tu misericordia me
Aunque camine por cañadas oscuras, acompañan
nada temo, porque tú vas conmigo: todos los días de mi vida,
tu vara y tu cayado me sosiegan. y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

DÍA 5- EL OLFATO

Al Inicio del día

Comienza el día, ofreciéndole a Dios todo lo que hoy ocurrirá. Céntrate durante 5’.
Comienza respirando y tomando conciencia del momento presente: estate atento a tu
respiración y el momento que vives.
Chequea el día con las tareas que hoy vas a realizar (espacios, personas), y asume una
actitud positiva ante todo.
Antes de salir de casa, vas a perfumarte para que los demás, perciban el olor… de tus
buenas obras y de tu vida.

Al terminar el día
Ponte en presencia de Dios de manera consciente, haciendo la señal de la cruz e
invocando al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo con el rezo del Gloria:

“Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: como era en el principio, ahora y siempre por
los siglos de los siglos. Amén”.

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Dedica un tiempo a relajarte, sentándote bien y respirando durante un minuto. Después
inicia el examen de conciencia, repasando tu día: “¿Ha desprendido mi vida el olor de
Jesucristo a través de mi presencia y de mis obras?

Vas a leer Juan 12. Es el relato de la María que vierte sobre Jesús un perfume muy caro, y
en el que se dice que la casa “se llenó de la fragancia”. Léelo despacio, subrayando aquella
expresión que más te guste o te llegue al corazón. Déjalo reposar y que evoque cosas en
tu interior.

Haz un breve ejercicio de visualización. Para ello, cierra los ojos, y ve repasando la escena
leída, visualizando a cada personaje con sus palabras. Entra en la escena, como si lo
estuvieras presenciando tú mismo. Mira a Jesús cómo deja que María le perfume. Mira a
María, haciendo esta tarea, como si fuera un ritual cultual en el que ofreciera a Dios lo
mejor de sí misma. Imagina el olor de ese perfume que envuelve toda la casa.
Después de un tiempo, pregúntate cómo puedes bendecir a Dios y perfumar a Jesús.
Algunas pistas:
- A través de una vida auténtica, sin engaño ni falsedad.
- Ofreciendo lo que soy en el rato diario de la oración.
- En el servicio a las personas cercanas a mí (familia, amigos…)
- En el servicio pastoral y educativo que ejerzo.
- En la atención a los necesitados y pobres.

Acaba la oración con un gesto ritual: coge algo de perfume y póntelo en las muñecas y
antebrazos. Nota su fragancia y pídele al Señor que te ayude a portar en tu vida el buen
olor de Cristo Jesús.

FIN DE SEMANA

Resume tu semana. Coge una libreta y ve apuntando aquello que te ha movido por dentro
estos días. También apunta las dificultades que vas teniendo. Si con ello quieres
comentarlo con alguna persona acompañante puedes hacerlo.

Dedica un rato a leer el evangelio del Domingo y preparar bien la Eucaristía.

M A R Q U É S D E L A VA L D AV I A , 2 | M A D R I D | 2 8 0 1 2 | W W W . S A L E S I A N O S . E S
M A R Q U É S D E L A VA L D AV I A , 2 | M A D R I D | 2 8 0 1 2 | W W W . S A L E S I A N O S . E S

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