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Comunidad del Camino P.

César Corres

Ejercicio de Oración IV: Método de la atención contemplativa de la


tradición de San Bruno.

La contemplación de la flor.

1. Saludos. Bienvenida.

Hermano Mayor: Acordémonos que estamos en la


santa presencia de Dios.

Todos: Adorémosle.

(Breve pausa para adorar al Señor en silencio)

Hermano Mayor: Continuaré, oh, Dios mío

Todos: Haciendo todas mis acciones por tu amor.

Hermano Mayor: Viva Jesús en nuestros corazones

Todos: ¡Por siempre!

2. Proclamación de la Palabra: Lc 10, 38-42

Yendo de camino, entró Jesús en una


[38]

aldea. Una mujer, llamada Marta, lo recibió


en su casa. [39] Tenía una hermana llamada
María, la cual, sentada a los pies del Señor,
escuchaba sus palabras; [40] Marta se afanaba
en múltiples servicios. Hasta que se paró y
dijo: —Maestro, ¿no te importa que mi
hermana me deje sola en esta tarea? Dile
que me ayude. [41] El Señor le replicó: —
Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por
muchas cosas, [42] cuando una sola es
necesaria. María escogió la mejor parte y no
se la quitarán.
Comunidad del Camino P. César Corres

3. Reflexión:

«El lamento más frecuente de los cristianos se refiere precisamente al


tiempo: «Tendría que rezar más...; quisiera hacerlo, pero a menudo me falta
el tiempo». Lo oímos continuamente. El pesar es sincero, ciertamente,
porque el corazón humano busca siempre la oración, incluso sin saberlo; y
si no la encuentra no tiene paz. Pero para que se encuentre, hay que cultivar
en el corazón un amor «cálido» por Dios, un amor afectivo.

Podemos hacernos una pregunta muy sencilla. Está bien creer en Dios con
todo el corazón, está bien esperar que nos ayude en las dificultades, está
bien sentir el deber de darle gracias. Todo está bien. Pero ¿lo queremos, de
verdad, un poco al Señor? ¿Pensar en Dios nos conmueve, nos maravilla,
nos enternece?

Pensemos en la formulación del gran mandamiento, que sostiene a todos


los demás: «Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda
el alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6, 5; cf. Mt 22, 37). La fórmula usa el
lenguaje intenso del amor, orientándolo a Dios. Así, el espíritu de oración
habita ante todo aquí. Y si habita aquí, habita todo el tiempo y ya no sale
de él. ¿Logramos pensar en Dios como la caricia que nos mantiene con
vida, antes de la cual no hay nada; una caricia de la cual nada, ni siquiera la
muerte, nos puede separar? ¿O bien pensamos en Él sólo como el gran Ser,
el Todopoderoso que creó todas las cosas, el Juez que controla cada
acción? Todo es verdad, naturalmente. Pero sólo cuando Dios es el afecto
de todos nuestros afectos, el significado de estas palabras llega a ser pleno.
Entonces nos sentimos felices, y también un poco confundidos, porque Él
piensa en nosotros y, sobre todo, nos ama. ¿No es impresionante esto? ¿No
es impresionante que Dios nos acaricie con amor de padre? ¡Es tan bonito!
Podía simplemente darse a conocer como el Ser supremo, dar sus
mandamientos y esperar los resultados. En cambio, Dios hizo y hace
infinitamente más que eso. Nos acompaña en el camino de la vida, nos
protege y nos ama.

Si el afecto por Dios no enciende el fuego, el espíritu de la oración no


caldea el tiempo…

El espíritu de oración restituye el tiempo a Dios, sale de la obsesión de una


vida a la que siempre le falta el tiempo, vuelve a encontrar la paz de las
cosas necesarias y descubre la alegría de los dones inesperados. Buenas
guías para ello son las dos hermanas Marta y María, de las que habla el
Evangelio que hemos escuchado. Ellas aprendieron de Dios la armonía de
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los ritmos familiares: la belleza de la fiesta, la serenidad del trabajo, el


espíritu de oración (cf. Lc 10, 38-42). La visita de Jesús, a quien querían
mucho, era su fiesta. Pero un día Marta aprendió que el trabajo de la
hospitalidad, incluso siendo importante, no lo es todo, sino que escuchar al
Señor, como hacía María, era la cuestión verdaderamente esencial, la
«parte mejor» del tiempo. La oración brota de la escucha de Jesús, de la
lectura del Evangelio. No os olvidéis de leer todos los días un pasaje del
Evangelio. La oración brota de la familiaridad con la Palabra de Dios.»

Francisco, Audiencia General, 26 de agosto de 2015

4. Motivación a la oración (III): oración y religión, la


temporalidad y lo sagrado. Ver el video que se encuentra en
la liga: https://youtu.be/W0GfJD-3Ua4

5. Ejercicio de oración:

Se pude seguir este ejercicio con la ayuda del audio que se encuentra en la
liga: http://www.ivoox.com/contemplacion-flor-audios-
mp3_rf_3439296_1.html

Finalidad del Ejercicio.

Los Ejercicios de la tradición de San Bruno tienen como finalidad


ayudarnos a adquirir dos habilidades fundamentales para crecer en la
oración: la de la relajación y silenciamiento del propio ser, y la de la
concentración. Por ello, siempre podremos volver a la tradición de San
Bruno, no importando cuán avanzados vayamos en el conocimiento y
práctica de otros métodos.

Contextualización

La clave de los ejercicios de oración es la simplicidad. Aquellos que anden


buscando tener experiencias “místicas” o fenómenos extraordinarios no
sólo se sentirán frustrados con estos ejercicios sino, en general, serán
incapaces de avanzar en su vida de oración. Uno no va a la oración “para
sentir” algo, sino para comunicarse con Alguien. Y dicha comunicación no
necesariamente pasa por la experiencia sensorial. Se da, sobre todo, en fe, y
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cuanto más desnuda y sin asideros sea dicha fe, mejor. Aquellos austeros
monjes de San Bruno no contaban con casi nada para su oración. Por eso
era más rica. Se valían de lo que estaba a su alcance: una vela, una flor, una
piedra, un recuerdo, un atardecer…

Preparación

Ya hemos hecho el ejercicio de concentración de San Bruno, cuando


utilizamos una vela, o cuando nos valimos del recuerdo de una persona
amada. Y es probable que hayamos encontrado dificultad precisamente
para concentrarnos. Hoy intentaremos meditar sobre un objeto que puedes
colocar delante de ti y que, sin embargo, es vivo.

Coloca una flor en el lugar donde harás la meditación, quizás en el mismo


lugar donde antes estuvo la vela. Escoge una sola flor que te dé gozo, que
te encante mirar, quizás tu flor favorita (todos tenemos una flor que nos es
preferida). No se trata de un ramo de flores, ni de un florero, sino de una
sola flor. Antes de colocarte en posición de meditar, sonríe a esta flor,
como ella te sonríe a ti.

Pasos del ejercicio

(Nota: Es importante durar en cada paso lo más que sea posible, varios
minutos, hasta que lo que se propone en cada paso haya dado todo lo más
de sí. No importa cuánto nos lleve, ni si terminamos o no todo el ejercicio.
Más que mucho abarcar, debemos mucho ahondar. Se lee el paso
correspondiente y enseguida se deja a un lado la hoja guía para hacer lo que
dicho paso sugiere. Cuando dicho paso haya dado todo de sí, se lee el
siguiente paso en la guía, y así sucesivamente, hasta el final).

1. Comienza, como de costumbre, concentrándote en tu respiración.


Respira lo más pausadamente posible, fijando toda tu atención en ese
movimiento respiratorio. Deja que el ritmo pausado de la respiración
se vaya apoderando, poco a poco, de todo tu ser, haciendo a un lado
todas tus preocupaciones, pendientes, dolores, sueños y proyectos.
2. Dirige tu atención a aquella parte de tu cuerpo que quizás esté
adolorida, o presente alguna tensión. Toca con tu imaginación esa
parte de tu cuerpo y dile: “Tranquila. Todo está bien. Aquí está el
Señor, con nosotros. Tú estarás bien”.
3. Tras algunos momentos, dirige ahora tu atención a la flor. Ella
respira contigo, vive de tu mismo aire. Mírala larga y atentamente;
bebe, por así decirlo, su belleza. Ella está allí para ti, brotando y
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resplandeciendo para agasajarte con su esplendor. Bebe todo lo que


ella quiera darte. Recuerda las palabras del poeta G. Keller: “Bebed,
ojos, cuanto el lirio contiene de la dorada profusión del mundo”.
4. Continúa esta muda e inmóvil contemplación todo el tiempo que te
plazca. Después, cierra los ojos, como en el ejercicio de la vela, y
haz surgir de la memoria la imagen de la flor. Dale color y
luminosidad con la imaginación. Delante de ti está la flor; ahora, está
también dentro de ti. Continúa, tanto como puedas, esta
contemplación interior. Después, vuelve a ver con los ojos abiertos la
flor, para volver a cerrarlos y comenzar de nuevo con el recuerdo de
su belleza y de sus formas.
5. Ahora, intenta participar del movimiento interno de la flor. Con la
imaginación, entra en ella, de modo que te vuelvas parte de ella.
Mira el mundo como lo ve ella, siente la atmósfera como la siente
ella…
6. Y ahora, ya transformado tú mismo en esta flor, mira a la persona
que está frente a ti, orando. Trata de percibir, como flor que eres,
cada una de las facciones de esta persona que ora en estos momentos
en esta habitación (que son tus mismas facciones). Como flor, intenta
transmitirle el mensaje de amor y de armonía que quisieras fuera
capaz de percibir. Mira con piedad a esta persona que te está delante,
cómo las prisas de la vida y las muchas preocupaciones le han hecho
pasar tantas veces indiferente ante la belleza de tus pétalos,
ignorando la fragancia de tu perfume que tan generosamente le
regalabas… Ten compasión de ella y de sus prisas y hoy que está
aquí, orando frente a ti, regálale toda la paz y la belleza que sólo una
flor puede comunicar…
7. Sin dejar de ser tú esta flor, ahora imagina que eres llevado ante la
persona que más necesita de tu amor. Ella no sabe que eres tú quien
llega hasta sus manos. A través de todo tu ser, con cada pétalo, con
cada pistilo, con cada color y con cada una de tus fragancias,
comunícale a esta persona cuánto la amas, comunícale paz, armonía,
sentido… Amar no es menos efectivo cuando se ama en el silencio,
como aman las flores. Ahora, cuando eres una de ellas, lo sabes.
Imagina a esta persona contemplando por unos segundos la extraña
flor que ha llegado a sus manos y cómo recibe, sin saber que eres tú,
la armonía y la belleza…
8. Sin dejar de ser tú esta flor, ahora imagina que eres llevado ante una
persona por la que en el pasado llegaste a sentir odio o rencor, que te
hizo daño o te defraudó. Ella no sabe que eres tú quien llega hasta
sus manos. A través de todo tu ser, con cada pétalo, con cada pistilo,
con cada color y con cada una de tus fragancias, comunícale a esta
persona tu perdón, la paz de la que eres vehículo, cumple con ella la
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misión que te ha encomendado el Creador, transmitiéndole belleza,


armonía y reconciliación… Deséale que en su vida se manifieste la
belleza y el sentido del universo. Deséale plenitud y paz. Amar no es
menos efectivo cuando se ama en el silencio, como aman las flores.
Ahora, cuando eres una de ellas, lo sabes. Imagina a esta persona
contemplando por unos segundos la extraña flor que ha llegado a sus
manos y cómo recibe, sin saber que eres tú, la armonía y la belleza…
9. Ahora, con sutileza, ve despidiéndote de la flor, agradeciéndole te
haya permitido entrar en ella y ser parte de ella… Vuelve a tu lugar y
mira la flor frente a ti. Quédate así, en su silenciosa presencia, unos
minutos.
10. Para terminar la oración, ponte de pie y haz una lenta y profunda
reverencia ante la flor que te ha permitido convertirte, por unos
segundos, en instrumento de amor y de paz.

Para este período de quince días deberás repetir una vez este
ejercicio y después hacer una vez cada uno de los tres anteriores: “La
Oración (I)”, “La Oración (II)” y “La Oración (III)”.

Esquema para el reporte de la oración


Para que tu acompañante de oración te pueda seguir y retroalimentar
más de cerca en tu camino de oración, te pido que cada quince días
le envíes un sencillo reporte compartiendo con él los siguientes
puntos:

1. Qué te llamó la atención del escrito del papa.

2. Qué te gustó más del video motivacional.

3. Cómo te fue en la oración:

a) Lugar, fecha, hora de inicio y hora de finalización de cada


momento de oración;

b) Qué dificultades encontraste, si seguiste o no todos los


pasos del método, si hubo alguna experiencia especial que desees
compartir, si crees que hubo algún fruto, etc.
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Esquema para el reporte de la oración


Para que tu acompañante de oración te pueda seguir y retroalimentar
más de cerca en tu camino de oración, te pido que cada quince días
le envíes un sencillo reporte compartiendo con él los siguientes
puntos:

1. Qué te llamó la atención del escrito del papa.

2. Qué te gustó más del video motivacional.

3. Cómo te fue en la oración:

a) Lugar, fecha, hora de inicio y hora de finalización de cada


momento de oración;

b) Qué dificultades encontraste, si seguiste o no todos los


pasos del método, si hubo alguna experiencia especial que desees
compartir, si crees que hubo algún fruto, etc.

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