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Proceso de Acompañamiento Vocacional

1.3. Por qué llama Dios

Jesús lo miró con cariño y le dijo: una cosa te falta... (Mc 10, 21)

Las personas buscan el porqué de las cosas. Si tú te planteas el camino vocacional, y


esto llega a ser una inquietud, seguramente surgirán en tu interior muchas preguntas: ¿por
qué a mí? ¿por qué en este momento? o una gran duda: ¿será realmente esto para mí? ¿no
me estaré engañando? El porqué de la llamada inquieta a muchas personas. Pero detrás de
esta cuestión late otra pregunta más universal: ¿por qué llama Dios?

Los personajes bíblicos y los santos respondieron a esta pregunta. Cada uno se
refiere a su propio caso, y aseguran unánimemente que no ha sido por sus méritos, sus
cualidades o su buena disposición. En general ocurre lo contrario, que aquellas personas no
estaban bien dispuestas y no contaban con muchas cualidades. Su voluntad personal era
incluso opuesta a la voluntad de Dios que se les manifestaba. Ellos parecen responder:
“porque él quiso”.

Al preguntarte sobre el porqué de la llamada que percibes, estás preguntando sobre


cómo mira Dios la historia y tu propia historia. La palabra de Dios responde con toda
claridad: ¡He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arrancan
sus opresores y conozco sus angustias! Voy a bajar para librarlo del poder de los egipcios.
Lo sacaré de este país y lo llevaré a una tierra nueva y espaciosa, a una tierra que mana
leche y miel... ve pues, yo te envío (Ex 3, 7-8.10). Este texto muestra muy bien las razones
que Dios tiene para enviar a Moisés. No piensa para nada en las cualidades de Moisés o en
su buena disposición. Piensa en el sueño que anida en su corazón de Padre: el sueño de un
pueblo libre, en una tierra hermosa, un pueblo bendecido, que sea a la vez fuente de
bendición. El porqué de la vocación hay que encontrarlo en el corazón de Dios.

El amor de Dios es operativo. Se traduce en acción a favor de su pueblo. Siente los


sufrimientos del pueblo como suyos, y anhela su liberación. Por eso Moisés tendrá que
emprender la difícil tarea de aceptar los designios de Dios. Es el continuo ejercicio de quien
es llamado: intentar mirar como Dios mira, sentir como Dios siente. Ya nos lo advertía el
profeta: Porque mis planes no son sus planes y mis caminos no son sus caminos... tan lejos
como está el cielo de la tierra, así mis caminos de ustedes y mis planes de sus planes (Is 55,
8-9).

Para Dios escuchar el clamor de su pueblo significa inmediatamente bajar para


librarlo. Esto mismo le sucedía a Jesús: Al desembarcar, vio Jesús un gran gentío, sintió
compasión de ellos porque estaban como ovejas sin pastor... y se puso a enseñarles muchas
cosas (Mc 6, 34). Esta es la condición de las personas que aman. Amar a alguien supone
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Proceso de Acompañamiento Vocacional

hacer por él, darle de lo que tengo con prontitud. Como los padres. Aman a sus hijos y ni se
preguntan si conviene o no alimentarlos, limpiarlos, curarlos... lo hacen prontamente
movidos por el amor. Dios actúa movido por amor. Por eso la voluntad de Dios no consiste
en enviar desgracias a los hombres. Él sueña y piensa en el bien de sus hijos, como un
padre. Este es el sentido del misterio. Dios está presente en la historia, en tu propia historia,
amando. En esto consiste la vocación: ser instrumento del amor de Dios, realizar lo que él
lleva en el corazón.

Dios llama a todos, pero sólo escuchan su llamado los que libremente sintonizan
con su corazón. Quien presta oídos al clamor del pueblo, quien no puede soportar el dolor
de los demás sin hacer algo por ellos, quien permanece abierto a su misterio, escucha
constantemente la llamada de Dios. Esto les ocurrió a los santos: de tal manera captaron los
deseos del corazón de Jesús que se convirtieron en instrumentos de la acción que brota de
él.

El mundo de hoy está lleno de cosas artificiales; nuestra vida, saturada de


satisfactores. Esta situación puede producir en ti la impresión de que hoy no hay grandes
necesidades. Pero si miras un poco más allá de ese mundo de compras y ventas, sabrás que
las necesidades son aún más hondas. A cuántos falta el sentido de vivir y la alegría del
amor. El mundo de hoy, lo mismo que en el pasado, clama a Dios con urgentes gritos.
¿Percibes este clamor? ¿Deseas sentir el clamor de tu pueblo como lo siente Dios?

Para ser sensibles a la llamada, no sirve preguntar ¿por qué a mí? Más bien
conviene descubrir el porqué de toda llamada en el corazón de Dios. Por eso te recomiendo
que le pidas sus ojos prestados a Dios y te acerques a él para sentir con su corazón. Sólo
verás con nitidez si te aproximas a las necesidades con una mirada nueva. Se decía en el
principito: Lo esencial es invisible para los ojos, sólo se ve bien con el corazón (Saint-
Exupéry, El principito, 21,6).

Lo expresa Pablo con hondura: Tengo los sentimientos que corresponden a quienes
están unidos a Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no consideró codiciable el
ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se
hizo semejante a los hombres (Flp 2,5-7).

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TEMA 3: PORQUÉ LLAMA DIOS


Ejercicio: pide sus ojos prestados a Dios

Dios ha puesto su mirada en ti. Pero su mirada es amplia; también la pone en su


pueblo y en muchas otras personas. No te mira por tus cualidades o por tus defectos,
sino porque sabe que eres una persona de valor incondicional. Es importante que
también tú te descubras como valioso y te pongas al servicio de los demás.

Cuando te sabes amado por Dios, adquieres una certeza. Que solos no podemos
descubrir lo mejor que hay en nosotros mismos. Es necesario estar con él, pedirle que
nos ayude a encontrar nuestro tesoro, que nos ayude a mirar como él mira nuestra vida,
nuestra historia, nuestra sociedad...

Es el mismo ejercicio que Dios llevó a hacer a los personajes bíblicos, ayudándoles
a leer la realidad desde su mirada amorosa y clemente. Tú vives en clave de vocación
cuando sabes mirar las cosas desde el punto de vista de Dios y de su amor.

Es por eso que te invito a que en este momento:

 Busques un lugar solitario, donde puedas hablar con Dios como haces con un
amigo, y platiques de las cosas que llevas en el corazón. ¿cómo te fue? Compártelo con
tu acompañante vocacional.
 Prepárate o dispón tu corazón, aquieta tu mente y concentra tus sentidos,
afina el oído para escuchar su voz. Ahora recita esta oración:
Señor Jesucristo:
Que tu presencia inunde por completo mi ser, y tu imagen
se marque a fuego en mis entrañas, para que pueda yo caminar a la luz de tu figura,
y pensar como tú piensas, sentir como tú sientes, actuar como tú actúas, hablar como tú
hablas, soñar como tú sueñas y amar como tú amas.
Pueda yo, Señor, como tú, despreocuparme de mí mismo para preocuparme por los
demás, ser sensible para mí y para los demás.
Pueda yo ser sensible y misericordioso, paciente, manso y humilde; sincero y veraz,
para que así los que me ven, te vean.
Porque hoy comprendo. Señor, que necesitas de mí: mis labios para seguir
bendiciendo, mi corazón para seguir amando, mis manos para seguir repartiendo tu
cuerpo, mis pies para seguir acercándote a los hombres.
No permitas. Señor,
que rechace el proyecto de amor
que tienes para mí.

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 Deja que en un espacio de silencio resuenen estas palabras. Puedes irlas


repitiendo despacio en tu mente.
 Agradece a Dios este momento. Te sugiero que lo hagas rezando un Padre
nuestro.

 Cada día que hagas este ejercicio, concluye tu momento de oración


proponiéndote hacer lo siguiente:
a) Elige 10 acontecimientos o más durante el tiempo haya entre el inicio de
este ejercicio 1.3 hasta tu próxima entrevista.
b) Los acontecimientos pueden ser en tu escuela, familia, noticia, película,
acontecimiento en el día, una experiencia personal, etc.
c) Ponte los “ojos de Dios” y pregúntate ante lo que estás observando:
¿CÓMO VE DIOS ESTA REALIDAD?
d) Anótalo en tu carpeta de acompañamiento para que lo compartas con el
padre del acompañamiento vocacional.

La oración vocacional consiste en ponerte delante de Dios para pedirle que se


cumpla en ti lo que él quiera. Se trata de ya no centrarte en ti mismo y en tus intereses,
y abrirte a Dios y a sus intereses. Charles de Foucauld formuló magistralmente un
ejemplo de este tipo de oración:

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las
gracias. Lo acepto todo, estoy dispuesto a todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y
en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confió mi alma, te la doy, con todo el
amor de que soy capaz, porque te amo, y necesito darme, ponerme en tus manos sin
medida, con una infinita confianza, porque tú eres mi Padre.

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TEMA 3: POR QUÉ LLAMA DIOS


Pautas para la oración

Vuelve a las narraciones bíblicas de:


Éxodo 1-4;
Jueces 6, 11-24;
Isaías 6, 1-13;
Hechos de los Apóstoles 6, 1-7.

Descubre en ellas cómo los personajes bíblicos aprendieron a mirar el mundo con los ojos
de Dios.

Haz oración repetidamente con las palabras de Charles de Foucauld. Haz un esfuerzo por
hacerlas tuyas, y abrirte profundamente a lo que Dios quiera de ti. Puedes buscar otras oraciones de
los santos que van en esta misma línea, o formular las tuyas propias.

Para el diálogo con tu orientador

Dialoga sobre la experiencia de Dios en tu vida. ¿Qué papel ha jugado su presencia y su


amor en tu historia personal? ¿En qué consiste tu oración y tu experiencia religiosa.

Criterio de discernimiento

La oración vocacional consiste en ponerte delante de Dios y permitir que él te llame para lo que él
quiera. Para poder responder es necesario que aprendas a permanecer disponible y obediente
delante de Dios.

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