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- El abogado tiene una misión o finalidad. Para alcanzar dicha misión, el abogado
ajusta su conducta a un conjunto de valores que guían su comportamiento. Estos
valores se concretan en pautas de conducta específicas a seguir. Boza p. 331
- Estas pautas se convierten en el vehículo que lleva a los valores hacia el
cumplimiento de la misión de la profesión.
- La misión del abogado no solo implica defender el interés del cliente, esto es, un
abogado no se debe exclusivamente a su cliente, sino este tiene una
responsabilidad mayor que es consolidar el Estado Constitucional de Derecho.
Esa es la finalidad de la profesión legal.
- Actuar dentro del marco constitucional.
- Los valores que guían la conducta del abogado son aquellos relacionados con la
defensa del derecho de las personas y la consolidación del Estado Constitucional
de Derecho.
- El abogado se desenvuelve dentro de un sistema jurídico que debe respetar
La profesión legal tiene una función o misión: correcta defensa + respeto al ECD
Misión se traduce en valores que se traducen en conductas
Beneficios de valores
No se puede salir de allí
Pasar a identificar valores
Justicia – Legalidad, estado de derecho
¿Democracia?
A fin de evaluar si la impugnación de las actas desvirtúa la misión del abogado, es
meritorio primero dedicarle unas líneas a definir cuál es la misión del abogado e identificar
algunos valores y normas de conductas que guían la profesión. Utilizaremos el artículo
“Valores en el perfil del abogado” de Boza y Del Mastro para desarrollar estas ideas.
En primer lugar, la profesión legal tiene una misión, cuyo cumplimiento importa el ajuste
del comportamiento de los abogados conforme a los valores que recoge la profesión
(2009, p. 331). Esto supone que, para que un abogado ejerza correctamente la profesión
legal (y no desempeñe solo un oficio), debe observar un conjunto de valores que guíen su
comportamiento y el desarrollo de sus actividades. Por ejemplo, una defensora pública
cumplirá la misión del abogado si conduce la defensa de su patrocinado con el valor de la
diligencia, entre otros, reuniendo con debida anticipación la información para la
preparación de la defensa, cumpliendo con los plazos legales para el ingreso de escritos,
presentándose puntualmente a las audiencias e informes orales.
Empero, los valores, al ser guías generales que orientan ampliamente el comportamiento,
requieren de una concreción para ser puestos en práctica (2009, p. 332). A decir,
requieren de la existencia de reglas o pautas de conductas específicas que permitan el
cumplimiento de la misión de la profesión. En el ejemplo anterior, las normas de
conductas son las acciones que la defensora pública despliega para que su práctica legal
sea calificada como “diligente” (construir la defensa con anticipación y haciendo uso de
los recursos disponibles, hacer seguimiento a los aspectos formales del proceso y llegar
puntual a las citaciones referentes al caso de su patrocinado). Entre los principales
valores del abogado que los autores identifican en su artículo, se encuentran la diligencia,
veracidad, lealtad, justicia, solidaridad, respeto, integridad y responsabilidad.
Siguiendo esta definición, la justicia como guía estructural que orienta la actuación de un
abogado a fin de que cumpla con la misión de la profesión importará que este se
conduzca en observancia y pleno respeto por el marco constitucional vigente y los
principios en que se sustenta. Lo anterior, sin caer en la errónea idea de un abogado
defensor exclusivo de los intereses de un sujeto determinado (esto es, el cliente). En el
caso en cuestión, la participación de los diferentes despachos de abogados en las
apelaciones dirigidas por Keiko Fujimori constituyen un quebrantamiento al principio
constitucional democrático y derechos fundamentales, al poner en duda e impugnar el
ejercicio de un derecho democrático como lo es la votación en su dimensión activa.
En efecto, los resultados electorales son expresión del ejercicio del derecho al sufragio
activo que poseen los electores, quienes libremente detentan la facultad de elegir, entre
diversas opciones, el siguiente gobernante que asumirá la presidencia de su país. Por
tanto, la elección del presidente, al entrañar valores constitucionales y estar dentro del
ámbito de protección de un derecho fundamental, no debe ser cuestionada, salvo medien
o indicios razonables y significativos que den luces de un presunto “fraude electoral”. Esto
es, deben concurrir elementos de valor sustanciales que analizados conjuntamente
acrediten la posible comisión de actos o conductas que viciaron la veracidad y neutralidad
de las elecciones presidenciales. Esto es importante en un Estado Constitucional de
Derecho como el nuestro, sobre todo si tenemos en cuenta que la democracia de una
nación está en juego.
Con base en estos datos, advertimos con aún mayor sustento que el cuestionamiento de
las actas electorales por parte de los abogados por el presunto “fraude en mesa” no se
condice con el marco legal. No solo las organizaciones civiles e instancias encargadas de
velar por la ejecución democrática de las elecciones (como la ONPE y el JNE)
establecieron en un primer momento la prohibición de las personas jurídicas (entre ellas,
los estudios de abogados) de brindar apoyo a los partidos políticos (en este caso, a través
del servicio legal), sino también se juridificó dicha prohibición a través de la tipificación de
dicha conducta como un delito. A todas luces, los abogados se encontraban obligados a
ejercer su práctica legal dentro del ordenamiento jurídico, respetando los márgenes de
legalidad; sin embargo, al decidir condicionar su práctica única y exclusivamente a los
intereses de su cliente y a intereses personales, incumplió con el mandato de la profesión
que es utilizar el Derecho como un medio para hacer cumplir la norma y respetar el
Estado Constitucional de Derecho.
Por dichas razones, creemos que la impugnación de las actas por los abogados
involucrados fue en contra de la misión del abogado que, como ya lo hemos mencionado,
supone conducir la actuación con base en los valores y mandatos que la profesión exige,
siendo que en este caso el valor quebrantado ha sido el de justicia.