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"Y todo lo que hacéis, de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando
gracias por medio de él, a Dios El Padre" Colosenses 3:17
Nuestra vida cotidiana con sus simplezas y exigencias, para unos relativamente sosegada, para
otros mucho más agitada, hace necesaria la planificación en función de administrar mejor el
tiempo los recursos y los esfuerzos para cumplir actividades y tareas que conduzcan a alcanzar las
metas que nos trazamos, ya sea a corto mediano o largo plazo, en todas las áreas de la vida.
Planificar nos lleva a establecer prioridades, un paso elemental que viene a poner orden y
organización, asignando a cada cosa el justo valor de importancia.
Stephen Covey dijo: "La mayoría de nosotros pasamos demasiado tiempo en lo que es urgente y
no lo suficiente en lo que es importante", lo cual refleja y explica la permanente improvisación
que produce resultados medianamente aceptables, y esto es consecuencias de no seguir una
planificación basada en prioridades.
Hasta ahora, todo luce tan lógico y técnico que pareciera estar poco relacionado con Dios y la
iglesia, pero en realidad no es precisamente así.
Si ponemos a Dios en primer lugar en nuestra vida, podemos vivir confiados en que él nos
sustentará, proveerá lo necesario y llevará nuestras cargas, pero además, darle la prioridad a Dios
es hacer todas las tareas del día con la mira puesta en objetivos y metas que lo glorifiquen.
Otorgarle al Señor las primicias de todo lo que hacemos Proverbios 16: 3 "encomienda tus obras al
señor y tus propósitos se afianzarán"
Poner a Dios Como prioridad, es un nuevo nivel en el estilo de vida que hemos determinado
seguir como hijos suyos, donde podremos experimentar el gozo y la paz que viene cuando nos
sometemos a su voluntad, con la confianza puesta en su amor, gracia y poder.
Sí damos a Dios el primer lugar, empezaremos a ver que el tiempo es suficiente para todo lo que
demanda su ministerio, así como para los demás aspectos de nuestra vida, porque entraremos en
el tiempo de Dios, los recursos y la provisión no faltarán para hacer su obra, así como para atender
las necesidades propias y de nuestras familias, porque Él proveerá, nuestras fuerzas y ánimo serán
renovados todos los días, porque sus misericordias son nuevas cada mañana.
Tener a Dios Como prioridad, es estar dispuestos a servirle con diligencia, trascendiendo los
espacios de las funciones y responsabilidades que se nos asignan dentro de la iglesia, siempre en
el poderoso nombre de Jesucristo; orando los unos por los otros.