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Las personas son como árboles: dan frutos de acuerdo a su naturaleza. Si la naturaleza de Dios
está en nosotros, nuestros frutos han de ser buenos. Jesús dijo: “No puede el buen árbol dar
malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos... Así que, por sus frutos los conoceréis.” (Mateo
7:18,20 RVR1960) A fin de no caer en engaños, necesitamos evaluar nuestros frutos.
La Biblia muestra los frutos que debe manifestar un verdadero creyente, y entre ellos, están los
frutos del arrepentimiento. Juan el bautista estaba impulsando a sus seguidores, a mostrar
acciones más que palabras. La mayor evidencia de fe para una persona, no es lo que dice, sino lo
que hace.
Las acciones son las que muestran si hay verdadero arrepentimiento. En la Biblia se usa la palabra
arrepentimiento para traducir “Metanoia”, una expresión griega que significa literalmente: cambio
de mente. Y que denota un cambio radical en la manera de pensar.
En muchos lugares se ha reducido el arrepentimiento, a una mera confesión, dejando de lado que
ésta es sólo una fracción de la metanoia, la otra parte, la conversión, es la muestra evidente del
cambio que se confiesa, y es la que representa el fruto.
Para evaluar:
¿Tus acciones están alineadas a tus palabras?